Saltar navegación e ir al contenido principal
Biblioteca digital de Bogotá
Logo BibloRed
Saltar el buscador

Esta ingresando al contenido principal

  • Prensa

La Ilustración: política, literatura, noticias, filosofía, relijión, artes i oficios, instrucción pública, bibliografía, medicina, variedades, revista de la ciudad, revista de los estados, de Europa i mercantil - N. 140

CONTENIDO DE LIBRE ACCESO

Este contenido es de libre acceso. Solo haz clic en el siguiente botón.

Ir a este contenido
  • Año de publicación 02/09/1870
  • Idioma Español
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
"La Ilustración: política, literatura, noticias, filosofía, relijión, artes i oficios, instrucción pública, bibliografía, medicina, variedades, revista de la ciudad, revista de los estados, de Europa i mercantil - N. 185", -:-, 1870. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3687421/), el día 2025-08-21.

Contenidos relacionados

Compartir este contenido

Derecho Internacional Humanitario

Copia el enlace o compártelo en redes sociales

Imagen de apoyo de  Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año III N. 128

Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año III N. 128

Por: | Fecha: 02/12/1899

ARo In Bogotá, Diciembre 2 de 1 899 NUM.128 --~·~-- ORGANO DEL MINISTERIO DE GUERRA Y DEL EJERCITO DIRI:.CTOR AD-HONORLM, FRANCJSGO J. VERGARA y V. Coronel, Miembro de la Sociedad Coloml)iana de Ingenieros Son colaboradores natos de este periódico todos los Jefes y Oficiales del Ejército de la República OFICIAL (22 DE NOVIEMBRE) que houra la memoria ele! General de Brigada Valerio Andrade U. El Prnide11/e de lll Rt'púUica CONSIDERANDO Que el 11 de los corrientes fa1leci6 en Barranquilla el Sr. Gene­ral Valerio Andrade U., primer Ayudante general de la Comandancia en Jefe del Ejército de Antioquia; Que el General Andrade se distinguió siempre como militar dis­ciplinado, leal y valeroso; y Que deja en desemparo á una numerosa familia, de la cual era el único apoyo, DECRETA Art. 1.0 El Gobierno lamenta el fallecimiento del General Vale­río Andradc U., y reconoce los servicios que le prestó siempre con de­cisión y patriotismo. Art. 2.0 El Ejército tributará á la memoria del General Andrade los honores que le corrcsr>onden. Art. 3. 0 El Ministerio de Guerra solicitará del próximo Congreso e vot~ en favor de la familia del finado General la recompensa á <¡uc; Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 514 BOLETÍN 1\IILITAR tiene derecho, y dispondrá le sea pagado, mientras tanto, el sueldo que correspondería en vida al General Andrade. Art. 4.° Copia auténtica de este Decreto será enviada á los deu-dos del expresado General. Comuníquese y publíquese. Dado en Bogotá, á 22 de Noviembre de 1899. Por delegación del Excmo Sr. Presidente, el Ministro de Guerra, JOSÉ SANTOS ---·· .... -- :o:m 1S99 (2 3 DE NOVIEMBRE) que concede una pensión provisional á la viuda del Coronel Heliodoro Pieschaeón El PresiaeMe de la Repúblifa CONSIDERANDO Que el Coronel Heliodoro Pieschacón murió en servicio d<-1 Go­bierno, dejando á su familia en completo desamparo, y que es deber del Gobierno aliviar la situación de las familias de los que mueren de­fendiéndolo en los campos de batalla, DECRETAt Artículo único. Mientras el Congreso resuelva lo conveniente, la viuda del Coronel Hcliodoro Pieschac6n disfrutará del sueldo que hu­biere correspondido en vida al citado Coronel. Comuníquese y publíquese. Dado en Bogotá, á 2 3 de Noviembre de 1899. Por delegación del Excmo. Sr. Presidente, el Ministro de Guerra, JOSÉ SANTOS Conferencias de los Oficiales de la Misión Francesa SERVICIO DEL CAÑÓN DE MONTA:f:tA Eacucla de bateriarein mulaa) (Continuación) Ejercicios de tonjrmto- 1.0 Los ejercicios de conjunto se ejecutan en los patios de los cuarteles, en los campos de maniobra y en terreno variado. Se hacen con todo el personal de la batería. Tales ejercicios preparan á éste para la inmediata ejecución del tiro. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR 515 En los ejercicios interiores de tiro, los oficiales y sargentos, cada uno en lo que les toca, se habrán familiarizado con los procedimientos del tiro y la instrucción de detalle; los apuntadores estarán ya ejercita­dos en apuntar una pieza (en la instrucción de sirvientes), los artilleros habrán aprendido á manejarla. Lo que fal t1 es reunir estos varios ele­mentos, darles sus respectivos puestos en la batería de seis piezas y en­señarles por medio de qué mecanismo se ejecutan los fuegos de artillería de montaña en las \'arias circunstancias de la guerra. Estos ejercicios tienen grande imp.:>rtancia, ponen la batería en la mano del capitán, acostumbran el personal á la disciplina del fuego, y establecen entre los varios grados de la jerarquía la unión necesaria para la buena ejecución del tiro. Serán dirigidos por el capitán, quien se conforma para mandarlos con los principios del tiro y las prescripciones que siguen. 2. 0 -Los ejercicios de conjunto no consisten, en primer lugar, sino en una maniobra de artillería ejecutada en los cuarteles con seis piezas y las rc!pectivas c:tja, en la cual se adiestra ó ejercita el personal á prac­ticar toda3 las operaciones de la ejecución del tiro. El capitán indica el blanco, manda el fuego, simula un reglaje y ordena sucesivamente las varias especies de tiro que la batería puede ejecutar: tiro sobre blanco fijo con puntería directa ó indirecta, tiro sobre blanco móvil, cambio de blancos, fuego rápido, tiro con botes de metralla, etc. Principia por los casos sencillos hasta llegar poco á poco á los que presentan más dificultades en la ejecución. Prestará atenciiín á todos los detalles; se asegura de que cada uno cumple con regularidad y in perder tiempo las funciones de su cargo ; suspende la maniobra inopinadamente para vt.:rificar la exactitud de la puntería y del arreglo de las espoletas; aprovecha los errore cometidos para llamar la atención sobre las faltas que se repiten frecuentemente; exige la precisión, la calma, el orden, etc., el silencio y la actividad correcta. Al principio el capitán manda con lentitud, para que pueda asegu­rarse de que sus ' órdenes se ejecutan correctamente; 1tumenta después poco á poco la rapidez de la maniobra, exigiendo siempre la misma re­gularidad. Al fin de la in trucci6R se esfuerza (y esto es obligatorio) por obtener la mayor rapidez de tiro que sea posible. 3. 0 -Cuando la instrucción está suficientemente adelantada, el ca­pitán hace cargar el material sobre las bestias y lo lleva en primer 1 u­gar al campo de maniobra, y después á terreno quebrado. Repite los mismos ejercicios, escogiendo objetivos parecidos á los que se prcsen ta­rán en campaña, y pone su batería en condiciones tan variadac; como sea posible, para preparar el personal á todas las dificultades que pueden presentarse en los tiro3 de guerra. Algunos ejercicios de conjunto se ejecutan poniendo la batería bajo el mando de cada uno de los subalternos y las secciones al mando de sargentos. Ejercicios de fuego-PrlnclpioH generales 1. Capitán-Durante la ejecución del fuego, el capitán se coloca en uno de los flancos de la batería, del lado más favorable para la aq .. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 516 BOLETÍN MILITAR servación de los disparos, un poco atrás de la línea de piezas, tant~ como sea posible y de modo que vea fácilmente todo su personal. Para que n lo moleste el polvo y el humo de los proyectiles enemigos, debe colo­carse, á ser posible, en el flanco derecho de la batería, cuando el viento sopla por la derecha, ó en el flanco izquierdo, en el caso contrario. Teniendo que vigilar su batería y el terreno que tiene al frente, no se dejará distraer por las operaciones del reglaje. Hace colocar cerca de él el anteojo de batería que utiliza cuando hay lugar, sobre todo para los grandes c.lcances, para observar los disparos y darse cuenta en caso de necesidad de los movimientos del blanco. ' De ordinario manda, él mismo, el fuego para todos los tiros de reglaje, pero puede, durante estos tiros, hacer mandar el fuego por los jefes de sección. Indica á los jefes de sección el blanco y el punto de éste sobre el cual deben apuntarse las piezas durante el reglaje. Indica al mismo tiempo, á cada uno de aquéllos, la parte del blanco designada para cada sección en el momento de la repartición del fuego. Hace disparar la pieza que esté lista, y continúa el fuego, siguiendo tanto como sea posi ­ble, el orden natural de las piezas. Cuando las cifras indicadas por los jefes de sección para la distan­cia ó la graduación de las espoletas son diferentes, el Capitán escoge una que impone á toda la batería, mandando: tspo!tta, tanto. . A fin de que sus voces puedan ser siempre oídas, exige en la batería el orden y el silencio m ás perfecto y más grande que sea posible. Exige que los jefes de sección y los jefes de pieza repitan sus voces de mando 6 dea con exactitud los datos que deben indicar y en el momento pre­ciso, sin hablar más recio que lo g u e sea necesario y siempre en la forma reglamentaria. 2.. Jefes de sección-Los jefes de sección están encargados, cada uno en la suya, de vigilar los detalles de la maniobra y de hacer cum­plir las órdenes del capitán. Designan á los jefes de pieza y á los apuntadores, según las órde­nes que han recibido, el punto del blanco sobre el cual deben ser apun­tadas las piezas, y en el caso del tiro indirecto hacen tomar ]as disposi­ciones especiales á esta clase de fuegos. Los jefes de sección verifican la primera puntería de sus piezas para asegurarse tanto de que no hay equivocación en el blanco como de que las alzas ó 2ngulos empleados son los prescritos por el capitán. En el caso de que todas las secciones tengan la misma parte del blanco como punto de reglaje, los jefes de sección de los flancos se ase­guran de que la pieza de la sección del centro, puesta á su lado, tiene la dirección que han indicado á su sección. Dan órdenes para que las piezas tomen un punto auxiliar (núme­ro •• ) para la puntería, si hay necesidad. Cuando se puede romper el fuego, lie vuelven hacia el capitán y levantan el brazo. Ocupan, sin dejar de vigilar su sección, y de modo que siempre sean vistos por el capitán, el puesto más favorable para la observación de los disparos; si no tienen ningún medio de observarlos, dan cuenta al capitán. De ordinario se les encarga de reglar el tiro en dirección, y también de arreglar la graduación de las espoletas, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR 517 Cada uno de los jefes de sección repite en voz alta las órdenes del capitán que se refieren sea á toda la batería, sea á su sección, y dan , después, si hay lugar, las voces particulares que corresponden á ésta. Cuando deben repetir una voz ó indicar al capitán los elementos del tiro, se vuelven hacia él y hablan suficientemente alto para que él los pueda oír. Cuando deben sustituír á una voz del capitán otra que sólo se refiere á su sección, apenas levantan la voz lo necesario para ser oídos en sus dos piezas. Cuando una voz de mando debe repetirse por todos los jefes de sección, la repetición se hace primero por el jefe de la sección más cer­cana al capitán y después por los otros en orden de su lejanía. Las "oces que indican los elementos del tiro se hacen con la fór­mula: tal distancia, agregando, si es preciso, cspolctrl, ta!Jio. Si de la voz dada por el Capitán resulta una modificación de los anteriores elemcn­ros del tiro, se repite esta voz como está dicho atrás, y los nuevos ele­mentos se anuncian tan aprisa corno sea posible, primero por el jefe de la sección más lejana r después sucesivamente por los otros. De ordinario los jcf~.:s de sección no anuncian la graduación de la espoleta; pero cuando el capitán hace ejecutar un tiro de espoletas de tiempo bajo su mando directo, el jefe de sección que dispara el primer tiro cargado con espoleta arreglada á la. última modificaci)n prescrita, previene al capitán diciendo en voz alta las indicaciones siguientes: Espoleta, taTJfo. Los jefes de sección indican sin demora al capitán, en la forma más concisa, todo incidente que ocurra y no pueda remediarse sin des­arreglar el tiro. También indican todo tiro que, durante el reglaje, sea disparado con mala puntería. Cuando el mismo capitán arregla la es­poleta, indican tambié:1 aquellos de !os tiros dic;parados en que la espo­leta se puede juzgar quedó mal graduada. Los jefes de sección tendrán en las manos una regleta, instrumento que les Fermitc dar sin demora los elementos del tiro. 3· JffeJ de pieza-Los jefes de pieza vigilan á su apuntador y cui­dan de que emplee exactamente el alza y el desvío p1:escritos; verifican las cargas y los proyectiles traídos por los provcedore , vigilan la gra­duación de la espoleta, y se aseguran de que la pieza está bien apuntada sobre el punto indicado del blanco . .Antes de aviMr que su pieza está lista para disparar, los jefes de pie­za debe11 ruegltrrlnf de que la cttlata está bielJ cerrAda, y verificar la posi­ción de lt1 pafa11ca de maniohra. Son los responsables directos de lor acculm­tes que puedan ocurrir por 110 haberse cerrado la culata. Cuando los proveedores no pued~n graduar la espoleta, los jefes de piez1. la gradúan con una llave que sacan de un saco de carga y mantienen en la mano. Cuando la pieza está lista para disparar, cada jefe levanta el braz<, derecho observando lo que sigue: Antes del primer tiro todos los jefes de pieza levantan el brazo en el momento en que su pieza está lista; para los tiros siguientes cada jefe de pieza no levanta el brazo sino cuando la pieza prece~ente, en el orden del tiro, acaba de disparar (ó no está lista á disparar en u turno). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 518 BOLETÍN MILITAR Cuando el capitán ó el jefe de sección ordena una correccwn á una pieza lista para disparar, el jefe de esta pieza baja inmediatamente el dedo ó brazo y no vuelve á levantarlo sino después de hecha la co­rrección, es decir, cuando la pieza de nuevo está lista para disparar. Cuando el brazo de un jefe de pieza está levantado, indica al ca­pitán: 1.0 , que es la pieza de turno para di:>parar; 2.o, que nada impide el disparo de esta pieza. En el fuego por descargas los jefes de pieza de una sección ó de la batería, según el caso, levantan todos el brazo derecho. 4• RoMPER EL FUEGO. Estando las ?iezas en batería, para hacer romper el fuego,. el Capitán manda: 1. A tantos metros; 2. Con granadas (ó shrapneles); . 3· Rompan el fuego; 4· Carguen sin interrupción, y cuando hay que corregir la influen­cia del viento: corran el ocular á la derecha (ó izquierda), tmJf(J. Los jefes de sección repiten las voces .á tantos metros, con grana­das (ó shrapne/es), y si llegare el caso, corren el ocular á la derecha (ó izquierda) tanto. A la voz rompan el fuego, los jefes de pieza mandan: en acción. Los jefes de sección marchan á paso de trote hasta cerca y á la al­tura del capitán, para recibir la indicación del blanco; el jefe de la pri­mera sección se coloca á la derecha, los jefes de las otras secciones á la izquierda. Cuando conocen el objetivo del tiro, los jefes de sección regresan á paso de trote al centro de su sección, á la altura de las conteras; cada uno reúne cerca de sí, en una misma línea, frente al blanco, los jefes de pieza y los apuntadores (estos últimos al ce Hro), les muestra el blan­co y el punto sobre el cual las piezas deben ser apuntadas. Después ocupa su puesto de batería. A la voz en acc i ón dada por cada j efe de pieza, la carga á discre­cióu se ejecuta en cada pieza como es tá prescrito (número .. ) Si el apuntador no es ti en la pieza en el momento en que el pro­veedor llega, el primer sirviente de derecha desempe11a provi sionalmen­te sus funciones y carga la pieza. Los proveedores de cada sección proveen sus sacos en la cajas de su sección. Si toda la batería debiese ejecutar un tiro indirecto, los jefes de sección mandan : Apu11ten con el nivel. Tantos grados (número .. ), é indican el procedimiento para dar la dirección á las piezas. Si una ó varias piezas no ven el blanco, se apuntan con el nivel tomando para la prim era puntería el ángulo de tiro de una pieza apun­tada con el alza. En e s t e caso los j ef l.!s d e secc ió n corren en la regleta la planchuela de lo á ngulo. de tiro, de modo que d e n el ángulo señala­do á la'i piezas, frente á la distancia indicada. A cada voz del capitán, leen la cifra sobre la regleta ayudándose con la corredera, y dan á las piezas apuntadas con el nivel el ángulo correspondiente á la distancia indicada por dicha voz. En el caso de que todas las piezas vean el blanco, el capitán puede también, antes de romper el fuego, ordenar se apunte con el nivel. En- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR 519 tonces hace seguir las voces para romper el fuego, con la indicación ;lel caso : Apuntar con el nivel, corrección de situación más ( ó menos) .anta. Los jefes de sección determinan el ángulo, por medio de la regleta, orrigiendo, si e; preciso, el ángulo de situación. Obran despuéc; como está prescrito en su lugar para cada distancia :ndicada por Ja voz del capit~n. Se toma un punto auxiliar para fijar la dirección de cada pieza cuando puede hacerse, sin suspeP.der el fuego. 5· Fuego por piez11. Fuego por descarga. En la batería cada sección y cada pieza se designa por su nú­mero: la serie de los números \"a de derecha á izquierda. El tiro principia por la primera pieza lista, y se ejecuta de ordina­rio de la derecha á la izquierda. Si no hay tropiezo, se vuelve á traer cada pieza, después de su dis-paro, exactamente al mismo terreno. Para hacer disparar e] capitán manda : 'Tal pieza. F11ego. A la voz fuego, el jefe de la pieza indicada baja ligeramente el brazo. A esta seña el primer sirviente de derecha da fuego ; la carga á discreción vuelve á empezar como está prescrito (número .. ), haciendo el jefe de sección la indicación cargt:m á su debido tiempo. Para hacer ejecutar el fuego por descarga , por secciones ó boletas de tiempo. Este modo de cargar se llama carga por sección. Para hacer cargar sin atraso las s:is piezas después de que hayan disparado, el capitán manda: cargum sin interrupción. De~pués de esta voz se vuelven á cargar las piezas disparadas, antes de apuntarlas. Para '\-Olver á la carga por sección, el capitán manda: cargum por uuión. Después de esta voz las piezas no se cargan sino después de la voz de los jefes de sección (número o).-(Cfmtinuará). _..,._. __ INSTR'üC:JION PARA LAS MANIOBRAS DE CABALLERIA El Combate (Continúa) Generalidades-En la carga en batalla, la primera línea avanza en muralla, es decir, sin intervalo entre los pelotones; los escuadrones con­ser\' an el reglamentario. La primera línea será sostenida por la segunda y la tercera: de ordinario la segunda se formará en línea de columnas, e~ decir, con escuadrones en columna de pelotones situados sobre una misma línea y á intervalo de despliegue; la tercera se establece en masa dt columnas, que es la misma formación anterior, reduciendo los intervalos á 12 metros. El objecivo final de todos los ejercicios de la caba11ería está en en­señarla á reunirse en una posición de espera, 1 uégo llevarla rápidamente al punto elegido, desplegarla allí y atacar al enemigo. Hasta el escuadrón para cargar empleará á menudo la formación en escalones: la distancia entre éstos varía con el terreno, pero en ningú:1 caso será mayor de 1 oo metros ni inferior al flente de los escalones. La carga en escalones pro­duce la sucesión en los esfuerzos, permite resistir los ataque de flanco y procura los medios de atacar al adversario por la espalda, dirigiendo un pelotón sobre el flanco 6 retaguardia de aquél. Cuando se acahe de pa­sar un desfiladero y no haya tiempo de formarse en línea para atacar, se impone el combate en escalones, lo mismo que para la tropa que ocupe los flancos de una fuerza mayor en batalla para formar allí martillo ofensivo ó defensivo. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR 521 Normalmente la disttmcia de carga será de I,zoo metros, de los cuales 6oo se recorren al trote, 500 al galope y 100 metros á 11ire de carga. El instante mis propicio para la carga es aquél en que la caballería enemiga pasa de una formación á otra ó cuando ya está atacarla de frente. Nunca se intentará carga alguna sin proteger los Bancos, ó sea sin pre­parar una fracción que, llegado el caso, pueda formar flanco defen­sivo. Después de todo choque se ejecutará la rcttlltÓn de la aopa : al toque respectivo los jinetes se reúnen detrás de su Jefe y tornan á for­marse en dos filas, sin preocuparse ninguno por el lugar que le tocó en la formación. Para desbordar una ala se da la carga en orden oblicuo. Contra la infanterfa conviene la carga en escalones. La carga en forrajeros,.siempre apoyada por una reserva, no convie­ne sino para atacar tiradores ó baterías. FtJces del rDmbate-La característica de ]a caballería será la ifen.si­va, siempre la OFENSIVA, es decir, nunca se dejará atacar en ningún en­cuentro de armas. El combate de caballería presenta tres faces : 1.• La coltctntración: reunirse en lugar conveniente, ocultándose á la vista del enemigo y reconocer el terreno en que se va á obrar. z.• La preparaciÓtJ: avanzar con rapidez, tomando la formación que más convenga para de~fibu según el terreno : línea de columnas, co­lumna doble, columna propiamcn te dicha, á fin de llegar en buen orden al sitio designado ó elegido, y al llegar á éste, formarse en tres líneas. 3.• El ataque:: arrojarse sobre el adversario desde que se le tiene á distancia de carga. Cuando la tropa puede ocupar un frente mayor que el del enemi­go, la parte que desborde á éste lo atacará de flanco. La caballería puede ocultar una fracción tras algún obstáculo 6 accidente del terreno, simular una retirada para atraer el enemigo á ese sitio y cargarlo de flanco con la embo cada. En todo caso en el combate de caballerías el éxito no se alcanzará sino mediante la cohesión en las filas, la conservación de las distancias entre los escalones, Ja rapidez del galope y el silencio de Jos soldados ; el choque se logrará con potencia irr~sistible merced á la bravura de ]os jinetee;, el ejemplo de los oficiales, el impulso de la fila exterior y el brío moral que producen los sostenes. El Jefe de una caballería, cualquiera que sea su grado, se situará en un punto desde donde pueda reconocer el terreno y elegir el momen­to propicio para el ataque; tomará di - posiciOnes rápidas, &encillas, y lan­zará su tropa á toda velocidad sobre el adversario, puesto que el éxito depende no de la superioridad numérica sino de la rapidez del choque. La cahallerítl sostén de artillería-En este caso la caballería se si­túa .' retaguardia y hacia afuera del ala en peligro, y constantemente en vi a exploradores y patrullas que vigilen el terreno. La fuerza que esté de sostén e divide en tres partes : un cuarto se coloca á un cen­tenar de metros de las piezas, y sobre su costado para contener los fo­rrajeadores enemigos; la mitad se prepara á comb~ttir las tropas que el enemigo envíe contra el so tén; otro e u arto forma la reserva. Cuando Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 522 BOLE1.'ÍN MILITA. U la batería haya de avanzar, el sostén la precederá siempre para explorar el terreno ; en caso de retirada va tras ella • .Ataqtlt de la artillería-La caballería enviada á atacar una artille­ría se divide en dos porciones : la una ataca el sostén de la batería ; la otra en forrajeros se lanza sobre las piezas. La caballería debe tratar de sorprender la artillería en fla g rante delito de maniobra, y si esta arma se hubiere aventurado, la parte encargada del ataque se di spersa en forraje­ros, á 1 ,ooo metros de las piezas, y las carga de flanco y por reta­guardia. Caballería contra infalttería-El ataque de una infante ría intacta puede ser glorioso, pero en ningún caso dará resultados eficaces: con lanza y s tble no se puede luchar contra las balas. La caballería que ataca una infantería tratará de coge rla de flanco para cargarla á lo largo; en medio del humo y las detonaciones de los fusiles, esto no es imposible, y el ataque tendrá tanto mayor esperanzas de logro, cuanto las reuniones de infantes, por estar sobre la misma línea, se fusilarán unas á otras. De los diversos problemas que se presentan á la inteligencia y valor de los jefes de caballerías, ninguno será de solución tan delicada como el ataque de la infantería, el que siempre se ha mirado como la pie:ira de toque de las cualidades de una caballería. En el combate en cues tión los jinetes tratar ~ín de sorprender la infantería á favor de algún p liegue de terreno, de atacarla cu11ndo esté maniobranJ , ó cuando e s té can:>ada ó enervada por una luc ha prolon­gada. La caballería que encuentre inopinadamente una columna de in­fant e ría en marcha ó que no ha tornado posiciones defensivas, no espe­rará concluír su despliegue para atacar: á fin de no dar tiempo á la in­fantería de rehacerse de la sorpres a, lanza sin demora al ataque las fracciones ya des plegadas, y las otras se forman en escalones y cargan sucesivamente. Debe observarse que sostenes y reservas de una línea de infantería sorprendida no se atreverán á hacer fuego por temor de fu silar á s us propios tiradores. Contra una i ínea des pl egada se carga el ala derecha, porque el tiro ohli c no hac i;¡ es te lado e s difícil; con el ataque directo se combi­nará otro d e r e vt:s : las columnas se cargan d e flanco y obli c uamente, en c uanto se t p o ibl e, para partirlas en trozos. E " ta c ion a r tropas d e caballería á co rra di stan c ia de líneas de in ­Cant e r ía enemiga; enviar patrullas de ofic iales que se aventur e n en lo e je r c í io s, por entre los tiradores, para estudiar l os flancos ó retaguar ­di a d e l adv e r ario, son procedimientos errón eos que nu nc a c umbatirán snfi c i 'I H emente los jefes . · CI)7Jc/11 sio11es- La caball ería bien empl e ada y dirigida, aún pued e r e c oger laureles en el campo de batalla; pero s u misión principal se en c uentra hoy fuera del terreno del combate, en el desempeño del ser­vi c in de exploración-(CoJttimtaró) Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILEI.'AR 523 1099 República de CfJ!ombia-I: División d :1 l Ejército -C?mandant:ia ge­neral- Núml!ro r8s-Bogotá, Noviembre 22 de 1899 Sr. Ministro de Guerra-E. S. D. 'Tengo el honor de presentar á S. S. el corresp~ndiente infor­me, de las operaciones verificadas por la fuerza de mi mando en la campaña de Occidente, sobre las fuerzas revolucionarias al mando del malogrado General Zenón Figueredo. No había cumplido con este deber antes, debido á las natu­rales ocupaciones del servicio y por una ligera indisposición del Ayud<~ntc Secretario, quien e taba en posesión de los documentos relacionados con este asunto. El Sr. General Antonio B. Rebollo, Inspector de la Divi­sión, á quien tuve á bien nombrar-en virtud del pliego de ins­trucciones y autorización de ese Despacho-Jefe del Estado Mayor de la expresada fuerza, no rinde el presente informe, como es de ordenanza, por la circun. tancia especial de haber tenido necesidad de separarno·, con motivo de la novedad fí ica de que he adolecido de de el segundo día de IHie ' tra marcha, habiendo asumido en tal virtud el . u crito todo el centro de la dirección, para que el Ge­neral Rebollo pudiera obrar á la cabeza de las tropas en las distin­tas di re ci nes que fuest! necesario. E 1 Coronel Adolfo Duque ocupó el puesto de In. pector en lugar del General Rebollo, con­forme tuve el honor de comunicar dicho nombramiento á S. S. oportunamente. Con tal mot ivo el Coronel Duque entró á tomar una parte activa é importante en la expresada campaña de Occi­dente, como se verá en el curso de este informe. De acuerdo con las instrucciones recibidas de e e Ministerio, el objetivo principal de la campaña se reducía á marchar inmediata­mente y abrir operaciones en la plaza de Facatativá, con el cuerpo Politécnico y roo hombres del Batallón 81Jlívar, sobre la fuerza re- • volucionaria al mando del General Figueredo, que se encontraba en las cercaní<~s de la mencionada plaza. El General Antonio B. Rebollo, . i tu a do con anterioridad á la cabeza del Politécnico, en Fa­catativá, debía acompJÍÍ armc: en I citada expedición, una vez reu­nido en e ~ e lugar, con el Coronel, Primer Ayudante general, Luis F. (Jarcia, el Capitan, Ayudante Secretario., .f\,1anuel París R., y 100 hombre del B?ltvnr, con lo cuaJe debía marchar el suscrito de esta capital en direccion al Occidente. En tal virtud, el día 27 de Octubre próximo pasado me puse en marcha, en la forma expresada, para .Facatativá, con el objeto Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 524: BOLETÍN MILITAR de abrir operaciones en la noche del mismo día, lo cual no se pudo verificar sino hasta las ro a. m. del día siguiente, con motivo de haber carecido de caballerías para movilizar los jefes y oficiales, el parque y la batería de artillería del Politécnico. Al llegar á Agua­larga, en la tarde de ese día, con toda la fuerza de mi mando, supe que la fuerza de los rebeldes e taba situada en el Alto del Raiz.al y el dd Trigo, con avanzadas sobre Villeta, en la vía que conduce á Guaduas; y que en las primeras horas del día se habían pronun­ciado en V illeta los vecinos enemigos del Gobierno, engrosando de esta manera las filas de Figueredo, tomando las armas á los pocos amigos de la Legitimidad que existían en ese lugar, poniendo en libertad los pre os por delitos comunes, detenidos en la cárcel, destruyendo la máquina telegráfica y rompiendo el alambre e inco­municando de este modo al Gobierno. En seguida dispuse que un piquete del Escuadrón Republica­no, que desde Facatativá e había puesto á mis órdenes, marchara inmediatamente para Sasaima, y que reunido allí con la fuerza organizada por el Coronel Antonio García, siguieran para Vi11eta á entrar á dicha plaza, á las 4 a. m. del día siguiente, 29 de Octu­bre, en combinación con el Politécnico y los 100 hombres del Bo­lívar, que á las órdenes del General Rebollo y mías debían atacar á la citada plaza, á la misma hora, por la vía de Chi m be y la Va­riante; movimiento que fue ejecutado conforme se dispuso, retar­dándose el suscrito en su entrada á Villeta, debido al accidente físico que sufrió en las primeras horas de ese día, y del cual ya se ha hecho mención. U na vez reunida toda la fuerza en Vi lleta, se publicó la orden general, se dispusieron las avanzadas, se tomaron posiciones, se or­ganizó el servicio de plaza y se abrieron operaciones para atacar al enemigo, que permanecía en los puntos indicados. Para tal efecto se dicti1ron la providencia iguientes: se mandó avanzar ha ta San :v1 teo piquete volante del Escuadrón R epublicano, y al Co­ronel Antonio García se ordenó que e situara, con su Batallón de Sa .tima, en la hacienda de Cune, en comunicación con el Pi­quete Volante, fuerza que debía obrar en combinación con el Batallón Jtuebradanegra, que al mand del Coronel Anastasia Martínez debía situar e en el Alto del f/elero, movimiento que debía verificar el expre a do Coronel con su fuerza, desde la po i­ción de Santa Rosa, en donde se encontraba, según orden que le fue comunicada por posta oportunamente. Todas estas fuerzas enumeradas debían obrar en dirección par.dela por el flanco derecho, por las posiciones :::tltas, dominando el camino real de Guaduas para proteger la marcha ó el ataque por el centro, ó sea b mencionada vía, por donde se dispuso en­trara el Coronel Luis F. García á la cabeza de las Compañías de ZapJ.dore. e In f.111tería, cerranJo la marcha el GenerJl Rebollo con los 1 oo hombres del Bolivar, al mando del argento I\1ttyor Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR 525 Cipriano Soto y del Capitán Jesús Duarte, y la Batería de Arti­llería, completo del Politécnico, permaneciendo el suscrito en la plaza de Villeta con el reHo del Escuadrón Republicano. En este estaclo permaneció toda la fuerza hasta el día siguiente, en el cual avanzaron el Teniente Coronel Antonio Laverde, primer Jefe del Batallón Politécnico, y el Sargento Mayor Daniel .Estévez, se­gundo Jefe, con las Compañías de Zapadores é Infantería hasta el Alto del Raizal, e.n donde acamparon, ocupando el Coronel Luis F. Garcí a con los 1 oo hombres del Bolívar el Alto del Trigo. Estas posiciones fueron tomadas al enemigo sin un tiro, el cual las abandonó, en di_§tintas direcciones, para reunirse al día siguiente en la plaza de Utica. En dicho día, ó sea el último del mes de Octubre, se dispuso que el General Rebollo, con la fuerza del Politecnico situada en El Raizal, ocupara la plaza de Gua­duas, con el objeto de restablecer las autoridades legítimas y la co­municación telegráfica, como en efecto se verificó, quedando des­pejada la vía de Honda y en comunicación con esta capital. El mismo día se dispuso que el Coronel Adolfo Duque ocupara la plaza de Utica con una fuerza compuesta del Piquete Volante, el Batallón Sasaima, el ~uebradanegra y los I oo del Bolívar, opera­ción cumplida por el Coronel Duque con los soldados del Batallón Sasaima y los 100 del Batallón Bolívar al d1a siguiente, por no ha­ber alcanzado á ocuparla el31 como se había ordenado. Esta plaza también fue evacuada por el enemigo sin oponer resistencia de ninguna especie. El objeto principal de mi comisión, según instrucciones ter- , minantes y precisas de Su Señoríal era combatir á Figueredo, perseguirlo e interceptar sus fuerza¡ para evitar que se uniera al Ejército revolucionario del Norre, ó que amenazara ]a retaguar­dia de las tropas del Gobierno en la misma dirección; por tanto, el Coronel Duque, á quien comuniqué las mismas instrucciones, se ciñó á ellas, y debido á las operaciones que verificó dicho día 1. o del presente, la fuerza de Figueredo, que había avanzado hasta La Peña, contramarchó por Nocaima el mismo día sobre la plaza de Villeta, la que pretendió tomar por asalto en Ja madrugada del 2, pues dicha plaza apenas estaba guarnecida por el Escuadrón Ma­drid, al mando del Coronel J.] oaquín Escallón, quien había llegado el día antes procedente de Serrez,uela; por el re to del Escuadrón Republicano, comandado por el 'Teniente Coronel Gabriel Rojas, Segundo Jefe, en defecto del primero, Coronel Julio Hernández, quien desde el día 30 de Octubre se había separado del mando sin mi consentimiento, en compañía del segundo Ayudante general, Teniente Coronel Alejo Rubio*; y por la batería de Artillería comandada por el Sargento .I.V1ayor l'v1oisés Ortega L. • El Teniente Coronel Alejo Rubio fue nombrado Ayudante en Facatativá1 con a¡nobación de ese Ministerio, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 926 BOLETÍN MILlTA.R Dicho asalto fue frustrado por la alerta en que estaba la fuerza de mi mando, y por haber adelantado la tarde víspera del 2 el resto del Escuadrón Republicano hasta el paso de El Tovia, en . la vía de Nocaima, y cogido prisionero al General Juan C. He­rrán, que se dirigía con una descubierta de exp loración sobre Vi­lleta. Esa wisma noche se replegó el mencionado Escuadrón sobre el campamento de Villeta, después de dejar e tablecido sobre el camino de Nocaima un piquete de exploración, organizado un buen espionaje y la avanzada correspondiente. A las 7 a. m. del día 2 se rompieron los fuegos con las avanzadas del enemigo; en tal estado dispuse que el Escuadrón Madrid, cotnandado por el Coronel Escallón, y el resto del Republicano, al mando del Co­mandante Rojas, reforzaran la línea de batalla, dP.splegándose con­venientemente en los afueras de la población, hacia el lado oriental de ella, lugar por donde pretendía atacar Figueredo con sus fuer­zas. Inmediatamente monté á caballo con mis Ayudantes, y puse en movimiento la batería de Artillería, para colocarla en una posi­ción en donde pudiera maniobrar, mientras Uegaba en apoyo el General Rebollo con el resto del Politécnico, que estaba en Gua­duas, y que según mis órdenes y cálculos, en esos momentos debía estar llegando á Villeta, como en efecto sucedió. Pero ya el ene­migo hab1a tomado la vía de Sasaima con dirección á Chimbe; entonces dispuse que el Escuadrón Republicano lo persiguiera ac­tivamente por la vía de Sasaima, cortara á los rezagados é hiciera prisioneros los de la retaguardia del enemigo. Al mi mo tiempo ordené que el Escuadrón Madrid se m -Jviera con rapidez, á Chim­be, por la Variante, á disputarle á toda cota el camino á l:¡ van­guardia de Figueredo, apoyado este movimiento por el Cuartel general y el Batallón Politécnico. Todo salió de acuerdo con las operaciones prescritas, resultando el encuentro en Chimbe en la tarde de e e día 2, del cual tienen ya con cimiento S. S. y el pú­blico, según el parte correspondiente que r e ndí.-( Cmcluirá). FLORO GOA1EZ ---·~-- SECCION DOCTRINAL LA FRONTERA DEL SUR * Extracto de conferencias á los oficiales de la guarnición (Continuación) La tierra clásica por excelencia en las lides de guerrilleros du­rante las guerras de Independencia y las civiles de la primera mi- • En el número anterior ele este semanario, en el cua d r:l el e coordenadas, se inserta­ron por equivocación algunas que no son de las aceptada3 por el autor, sino de las su­puestas para la discusión del asunto. Los diagramas permiten corre~irlas, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR 527 tad de este siglo, fue estudiada científicamente por Caldas y Hum­boldt antes de nuestra emancipación; por Bouger, Mosquera y Codazzi, antes de 1 86o; por Reiss y Stübel hace treinta aÍlos, siendo de capital importancia el trabajo de estos últimos viajeros, por el cuidado con que determinaron las coordenadas Je multitud de puntos interesantes, por lo cual los hemos elegido como base de la cartografia de la comarca, previa madura confrontación de unos datos con otros. De lo dicho se deduce que de esta comarca tenemos á la fecha un conocimiento suficiente para guiar con se­guridad al soldado en sus operaciones de guerra: allende la fron­tera debe seguirse á W olff, quien no há mucho publicó una carta y geografía del Ecuador, dignas de todo elogio. Los trabajos de André no merecen mención, pues se limitó á copiar la carta publicada; sin caer ni aun en la cuenta de los errores de rumbo antes apuntados. Como fácilmente se comprende, los problemas cartográficos de la frontera del Sur, de escalón en escalón, alcanzan á confun­dirse con los del centro del país en la región montañosa que demora al oriente de Popayán, ó sea el macizo de Colombia por ex­celencia*. Por tal motivo, preciso será que demos una ligera ojPada al punto, para determinar una base de partida que nos guíe en el trabajo que hemo5 emprendido y nos explique el porqué de muchos errores de nuestras cartas. Cuatro puntos cuyas coordenadas conocemos con exactitud vie­nen oportunamente á rodear el mencionado macizo, fijando su po­sición con respecto á Bogotá, los cuales son La Plata y San Agus­tín en el Tolima, y Popayán r Almaguer en el Cauca: Popayán y La Plata sólo difieren 4' en latitud; Almaguer y San Agustín ape­nasi'; Popayán y Almaguer tienen alejados sus meridianos 15, ¡y 1 1' separan los de La Plata y San Agust1n. Traduciendo estos elementos en metros, tendremos que se trata de una figura cua­drangular, casi un paralelogramo, cuyos lados miden 55,000 me­tros de Popayán á La Plata, 6o,ooo de Almaguer á San Agustín; 6o,ooo de La Plata á San Agustín, y 64,000 de Almaguer á Po­payán: dentro de este espacio quedan el Puracé, el Sotará y las fuentes del Magdalena, el Cauca, el Yupurá y el Patía. Consideremos ahora la carta impresa: en tanto que las dis­tancias N. S. se conservan casi las mismas (62,000 metros de Al­maguer á Popayán; 66,ooo de San Agustín á La Plata), las de E. á O. se transforman por arte de encantamiento, pues de Popa­yán á La Plata resultan 1 2o,ooo, y 1 oo,ooo de Almaguer á San Agustín. En las tablas de Codazzi aparecen adoptadas para San • Este nombre, que nos permitimos introducir hace algún tiempo en la geogralía de 1 país como una necesidad, á la fecha figura ya en todas las geograilas y cartas de méritQ <¡ue se publican en el Extranjero.-V. V. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 528 BOLETÍN lULITAR Agustín lag coordenadas de Caldas, y sin embargo en el dibujo resultan dttplicadoJ los Ir'' que separan en latitud dicho lugar de La Plata, y decuplicado el r' que del mismo modo se halla entre San Agustín y Almaguer. Por culpa de tales errores, multitud de otros lugares resultan señalados de un modo en las tablas y de otro en el dibujo; y á la topografia general de la comarca se hizo sufrir una especie de torsión cuyas consecuencias se extienden hasta Bogotá por una parte, é I pi a les por otra. Los cálculos de Caldas revisados por Reiss y Stübel, apenas dan 4' de latitud entre San Agustín y Timaná, y la carta pone 14'; entre Neiva y Timaná hay 43' de diferencia en las longitudes, y la carta sólo coloca 32, de donde un absurdo trazo de todo el Alto Magdalena, cuyo rumbo general, de SO. á NE., se trocó S. N. Por lo que hace al valle del Patía, que se extiende de N E. á SO. en el terreno, la carta lo marca de N. á S., lo que, como se comprende, trastueca las relaciones militares entre esa comarca y la de Pasto. La carta supone á Pasto al N E. de Túquerres, y á Túquerres casi al N. de Ipiales, cuando en el te­rreno Pasto se halla al E. N E. de Túquerre · , é lpiales demora al SE. de la última. En fin, la carta sitúa á Pasto, 'Túquerres é Ipia­les de un modo irregular, pues á lo dicho anteriormente agrega considerable disminución en la distancia de lpiales á 'T'úquerres, y aumento en la de Túquerres á Pasto. '1 an capitales son los errores apuntados, que las cartas de los antiguos Estados del Cauca y el Tolima no confrontan en esta región, y que en la general de l país los flamantes cartógrafos se vieron obligados á modificar, á inventar una topografía sui g~neris, á fin de llenar la región que ocupan el macizo de Colombia y las tierras aledañas: fueron incapaces de reducir á un centro común los diversos itinerarios de Codazzi en el Sur del Tolima, Caquetá y Popayán. Así orientada la cuestión, podemos entrar á discutir los ele­mentos cartográficos de la frontera propiamente dicha, que, como bien lo sabéis, e t " señoreada por las poblaciones d e I piales en pri­mera línea y ~fúquerres en segundo lugar; poblaciones que, con Pasto, constituyen los tres punto estratégicos de primer orden al sur de la formidable barrera del] uanambú, límite geográfico de la zona fronteriza desde el punto dt vista milttar. Los viajeros Reiss y Stübel, después de observaciones cuidado­samente ejecutadas, hallaron las posicione astronómicas de Pasto (lat. N., 1° 12' 59'\ long. O. de Bogotá, 3° I 3' 30") y de Túque­rres (lat. N., ¡o 5' 20 6 , long. O. de Bogotá, 3° 31' 5"), las cuales constituyen la línea fundamental de la cartografía de la frontera Sur. Desgraciadamente ellos no determinaron la posici6n de lpiales. ¿Cuál es ésta? Caldas calculó que su latituc:l era oo 48', la cual es correcta sin duda alguna, y la preferimos á la de Bouger y de Mas­quera, que la estimaron en o 0 45' y o 0 46' 30": esta última figura ~n las tablas de Codazzi) pero en la carta se ad0ptó la de o 0 SJ', de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. DOLE'l'ÍN MILITAR 529 londe que se aproximará indebidamente su posición casi 2 leguas á Túquerres, cuya latitud se estimó en 2' 40" ósea demasiado baja . ..... onsecuencia de semejante proceder fue reduc:ir á sólo 5 leguas las ~ que cuenta el camino directo entre las dos poblaciones, según la nedida de la línea telegráfica. ¿Y por qué aceptamos la latitud de ...,al das ? Porque la posición de la ciudad con respecto á los veci- 10S nevados de Chiles y Cumbal es igual en los trabajos de los dis­: intos observadores, y la latitud de Chiles es 49' 12'. La longitud pudiera ser dudosa ~i no tuviéramos igualmente ¡¡na refrendación de los c:dculos anteriores: Reiss y $tübel deter­ilÍnaron la longitud del Santuario de La Laja, la que resultó ser j 0 2I 1, es decir, 101 15" oriental de Túquerres, por lo que distando d Santuario una legua y media de la ciudad, ó sea poco más de +'2011 , resulta comprobado el dato de Codazzi, que la sitúa en las !ablas á 5'4-o", al E. de aquella otra población. A estas coordenadas podemos agregar las de los Nevados de hiles (lat. 0.49'12" y long. 3°44'45'') y Cumbal (lat. 0.54'4'' y :ong. 3°41'30"), determinadas con idéntico esmero por los mis­; nos viajeros ya citados, las que nos permiten situar el eje de la cresta ó serranía que guarda la mesa de Túquerres al 0., sobre todo si se tiene en cuenta que los mismos autores nos dan la lon­gitud de la laguna Verde (3°39'3o"), que es la misma del Azufra! ó volcán de Túquerres, cuya latitud, egún Codaz¿i, supera sólo en 2' la de la ciudad. De paso podemos ob ·ervar que las coordenadas de Chiles y Cumbal se refieren á los nevados y no á los pueblos del mismo nombre, caso que no lo supieramos, mediante un peque­ño cálculo que haremos com ejemplo para ca 05 análogos: las longitude de Chiles é I pi:.dcs difieren en unos 42,000 metros, ó ,ea 8 ~leguas; ahora bien, de Ipiale;; á Carlosama hay 3 legu;.¡s y 3 de este lugar á Chile., la dift;rencia nos indica, puc , que se trata del ne ado que di ta 2 del pueblo que le da su nombre. Los mismos Rciss y Srübel nos dan las coordenadas del pára­mo de Chaves (al SO. de Pa to), de Jenoy, L #Florida, Paso de Guasca (Paría), Consacá, A les, Carrizo (NO. de la Cocha), Santa Lucía ( . de íd.), Sebondoy, Putumayo y Santiago; la latitud de Chapacual, y las longitudes del ~I ambo, del Tablón, .1\Ioechiza, Peilol, Loma Guapalo, Llano del Santísimo y el Hondón, elemen­tos que, unidos á los anteriore, no permiten establecer la armazón geográfica de la comarca, del J uanambú al Carchi y del Putumayo al San Pablo y el San Juan (.\lira). A ese esqueleto deben agregarse las cooroenadas de Calda , Humboldt, Bouger, l\.1osquera y Co­dazzi, referentes á otros 30 puntos de la mi ma región, y tendre­mos constituida una numerosa red de triángulos que nos permiti­rá corregir y revisar lo3 detalles de los levantamientos topográficos, de los itinerarios, exploracione , trazo de caminos, memorias geo­gráficas, viajes, etc.-( Continúa) 2 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILITAR Cartografia de la frontera del Sur Un o y elnomb1·e entero ma1·ca la posición exacta del lugar de ac1le1·do con las coorde11adfu; un • y la inicial, la que realmente ocupa sobre la carta impresa. Nótese que los errores divergen en llar. á partir del Macizo de Columbia OCali 0 8 ant ander •s .n o Huila .s 0 8ilvia • 0 Popayátt P •p0 Puracé 0 La Plata o •p Pa1to OTúr¡uerres •T OPatía • P .A /maguer .A. o 0 Bolívar •B .La C 0 La Cruz ce :.E ~ ""'e:> e;..;> Origen de los -~ enatro rios c.> ""'&:::1 0 San .Agu1tín +origeue del naza +o del s Esc:ala aproximada 1: z.ooo,ooo F. J. V. V. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. :; a ! o ~ Ql ~ • e,¡ ~ ~ "' . :~ Ql • l!li-) ! ~ ~ ¡., d o ~ P. e= ~ Q "= e ... e,¡ f ... ~ ~ o Mayasquer o P icdrancha • Gnalcalá o Mallama • .hufral 0 ............ ,_. .... \ o:¡ UQUERRES OOspina \ ~ 0 Sapuyes ~~ o !les Id .. ~ o F11nes o Guavo 1 c:ambú EspinoO ~~ ! Ecnasan :; o = Chapal ~ e 10 ~ ~ -"=' .. o o_. 0 Miraflores 1 Marpi • • Cerronegro o Tambo • Chile11 • Dict.amo Cumbal +Tolas o Panamal ~j ~~ :: ~ ~ o o c. Muellamues Guacbucal ~ 1 o Chiles o Crtmbal 0 o Panán Camus ~/ ,,,~~ o.~"' '" o ~'\. / Pastas oc arlosama OCarchi ~ ~ '" = o María o Gualmatán o o Tulpas \ \ e rmt adero o San Juan o OPupiales OJPJALES +Rumie haca o La Laja o PotoJÍ Puerres o Males b:t o t-4 M ~ ~ ~ ~ 8 ~ ~ Or ~ ....... Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 532 BOLETíN MILITAR HISTORIA LOS OOMS.e..TES :CE S~.NTI.f..OO JUZGADOS POR UN OFICIAL SUECO El capitán Wester, agregado militar á la Legación de Suecia y Noruega en Wáshington, que siguió las operaciones acompañan­do al cuartel general del ejercito norteamericano, relata en la si­guiente forma los combates librados en torno de ;.¡,q u ella plaza. I El Caney El 30 de Junio por la tarde el ejército norteamericano (1) se concentró al Este de Santiago para prepararse al ataque. La brigada Doffield se dirigió por la costa hacia Aguadores. El núcleo principal de las fuerzas formabá dos agrupaciones: en el Pozo se situaron las divisiones Kent y Wester con tres ba­terías, mientras la di visión Dawton, con una batería, marchaba hacia el Norte ?ara ocupar posición al Este de El Caney. La brigada Bates constituyó la reserva, situánJose al Este de El Pozo. Frente á ellos el General Vara de Rey ocupaba El Caney con 500 hombres de ir1fantería; en Aguadores había I,ooo; en el centro el General Linares emplazó su avanzadas formadas por 1,200 hombres que se situaron en las alturas de San Juan, mientras que los fuertes de la entrada del puerto y los atrincheramientos que defendían á Santiago quedaba11 guarnecido con 5,500 hombres. El I.0 de Julio, al romper el día, la división Lawton comiea­za su movimiento de avance hacia El Caney; la confianza reina en el campo norteamericano, donde el único temor consiste en que (1) El cuerpo expedicionario bajo el mando rlel General Shaftcr estaba compuesto de la siguiente manera : Primera División (Kent), 5,173 hombres, divididos en 3 brigadas {Hawkins, Pearson y Wikolf). Segunda División (Lawton), 5,879 hombres, repartidos en otras tres (Miles, Ludlou y Chaffée). División de caballería (li pie) Wheeter, 2,737 hombres en dos brigadas (Summer y Yonng). Brigada indepenrliente (Bates), con 1 ,o8 5 hombres. Brigada Duffiel, con 2,543 hombres. Un batallón de artillería con cuatro baterías de á cuatro piezas, y dos compañías de sitio con su tren. Un regimiento de caballería, dos compañías de ingenieros y u11a sección aerostática, ~total 181216 hombres, 16 piezas de campaña y 8 de sitio. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETfN MILITAR 533 el enemigo se escape sin combatir; pero en El Caney, como se verá, están m u y lejos de pensar así. Las casas del pueblo han sido aspilleradas, se han abierto trin­cheras en un terreno pedregoso, y el fuego de unas y otras es ra­<> ante sobre un espacio de 6oo á r,2oo metros; en la punta Nor­deste de la posición, el fuerte de El Viso, guarnecido por una com­pañía, ocupJ una colina de de la cual se dominan todos los aproches. Los norteamericanos se proponían envolver la posición es­pañola, para lo cual la brigada Chaffee se dirigió desde el Noroeste hacia El Viso; la de Ludlou, desde el Sudeste hacia la desembo­cadura del camino que une El Caney con Santiago, mientras que una batería se colocó en posición al Este del pueblo, y la brigada Miles ocupa al Sur á Ducorean formando el ala izquierda. Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego de las trinche­ras españolas; de improviso se descubre sobre ella una línea de sombreros de paja: inmediatamente óyese el ruido de una descarga, seguido de la desaparición de lo sombreros; esta operación e re­pite cada minuto, observándose en ella una gran regularidad y la acción de una voluntad íi.rmt, lo que no deja Je proJucir una pro­funda impresión en la línea Je exploradores norteamericanos; las balas cruzan el aire, rasando el suele.., biriewlo y matando. Poco tiempo de pués, toda la brigada Chaffée se encontró desplegada, pcr0 sin poder avanzar un paso, y la de Ludlou ~e vio tam bien detenida. Ivlientras el fuego de la infantería aumenta progresiva mente, la batería norteamericana comienza á disparar. Como los e paño­les no cuentan en El Caney con un o lo cañón, el fuego puede hacerse con la misma tranquilidad que en un campo Je maniobras: las piezas pueden hacer daño sin peligro alguno de recib:rlo. A los pocos momentos las granada: estallan por encima de las trinchera:, alc.1nzaban la<> ca as del pueblo y perf<>raban lo~ muros de El Vi o, proyectand lo shrapnels su lluvia de plomo sobre la posición; á pesar de todo, en el fuego español se ob erva igual continuidad, igual violencia. Delante Je El Vi o se descubría un oficial paseándose tran­quil mente á lo largo de las trincheras; fácil e comprenJer que el bjeto de e e pdigroso viaje en m<:dio de los pro_yectile de que el aire está cruz.a lo, no ts otro ~.ino animar con el ejemplo á lo· bravo defen ore·; ~e le vio Je cuánuo en cu:indo agitar con la man l'U !'ornbrero y . t: <:: cuchab1n aclamaciones: ¡Ah, stl ¡Viva E. paiía! ¡Viv,l el p11ehlo que 'llt:llt:t con t~des hf) lhr..-·! La masas de infanterJJ norte:li1J"ricana se cch tb.tn v apr..:t t­ban e mtra d suelo hasta el punto <.lt.: p.uecer clavad,l~ .í el, no pu­diend pensar en moverse á cau a de la prccision de las d cargas que la pequeña fueu,a esp1.iíola le enviab,\ á c.tda instante. Se hizo preciso pedir socorro:,, y hacia la una avanzó Miles desde Ducorean, entrando en línea á la derecha de Lidlou, y h:t- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 534 BOLETÍN MILITAR cia las tres la cabeza de la brigada de reserva se desplegaba á la derecha de Chaífée; pero en lo alto de las trincheras el chisporro­teo de los Máuser se escuchaba siempre. Por fin á las tres y treinta y seis minutos, la brigada Cha­ífée se lanza al ataque contra El Viso; pero queda al principio detenida al pie de la colina, y no invade el fuerte sino después de un segundo y violento empuje. Los españoles ceden lentamente el terreno, demostrando con su tenacidad en defenderse lo que muchos militares de autoridad no han querido nunca admitir: que una buena infantería puede sostenerse largo tiempo bajo el fuego rápido de las armas de repetición. ¡El último soldado norteamericano que cayó fue heri­do á 23 pasos de las trincheras! Aunque la clave de la posición estaba conquistada, la lucha continuaba. Yo ~eguí, con el corazón oprimido por la emoción, todas las peripecias de esta furiosa defensa y de este brusco ataque. Desde El Viso, una vez ocupado, las tropas norteamericanas comienzan á tirar sobre el pueblo, que es también en este momen­to el objetivo de la brigada Ludlou; pero la ocupación no se efec­tuó hasta las cuatro y media, hora en que los últimos españoles abandonaron las casas para recomenzar el fuego desde una colina situada 6oo metros al Oeste. ¡Admirable obstinación de resistencia, á la que todos contri­buyen hasta el último instante! Detrás de la línea de batalla norteamericana se arrastraban los cobardes chacales de esta guerra: los cubanos. Desde los bosques de palmeras situados al Este de El Viso habían tomado alguna parte en la acción. Allí fui y presencié una escena repugnante: dos hermosos muchachos catalanes estaban tendidos y medio desnudos entre las altas yerbas; sus negros cabellos manchados de sangre, sus ojos abiertos y vidriosos, y debajo de estos pálidos y desfigurados ros­tros sus gargantas estaban abiertas por esas heridas delgadas y pro­fundas que el m2.chete produce. Mi misión inactiva y neutr2.l no me permitía sino huír de allí para sustraerme á este horrible espectáculo, y así lo hice, diri­giéndome hacia las tropas n0rteamericanas, que en aquel momen­to daban el asalto á El Viso, y á sus Jefes me acerqué, rogándoles el envío de centinelas que cuidaran de los heridos españoles que quedaban detrás de las trincheras conquistadas. Generosos como siempre para los desgraciados, los norteame­ricanos escucharon mi súplica. ¡Curiosa circunstancia!, mientras me ocupaba e.n salvar á los heridos españoles, una bala de sus compatriotas en retirada me alcanzó; pero felizmente sólo llegó á atravesar mi capote. El ruido del comb:rte no cesó sino cuando el sol estaba á pun­to de ponerse. Durante cerca de diez horas 500 bravos soldados Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 'BOLETfN MILITAR 535 reststteron unidos y como encadenados, sin ceder un palmo de te­rreno, á otros 6,soo provistos de una batería, y les impidieron tomar parte en el principal combate contra las alturas del Monte San Juan. ¡Después de esto ni una palabra más se escuchó en el campo norteamericano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza es­pañola! Y esta lucha de El Caney, ¿ no aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano y de abnegación militar? Quien haya tomado parte en ella, ¿no es bien digno de una honorífica recompensa? ¡Contemplad ese pueblo! Las casas están arruinadas por las granadas, las calles cubiertas de muertos y hPridos. El General Vara de Rey está allí, muerto; sus Ayudantes al lado suyo, muertos; en derredor, multitud de oficiales y soldados. Todos han llenado su deber, desde el primero hasta el último. ¡Dichoso el país que es tan querido de sus hijos! ¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un combate tan glorioso! ¡ Con su sangrP- han escrito en la historia el nombre de El Caney, como uno de los má brillantes episo1ios guerreros, y con letras de oro debe inscribirse también en las banderas de las tropas que allí combatieron! II 8an ~uan Mientras este drama se desarrollaba en El Caney, la batalla estaba empeñada con igual encarniza miento en las alturas del Mon­te San Juan, donde 1 ,2oo es pañoles se encontraban atrincherados. A las 6 y 35 minutos una batería americana se colocaba en posición al Oeste de El Pozo, mientras otras dos quedaban tran­quilamente en reserva; el fuego de artillería comienza á dirigirse contra el hiockaus del M nte San Juan. Veinte minutos después las piezas españolas situadas al Este de Santiago contestaban con un fuego tan nutrido, que las masas de tropas que se encontraban cerca Je El Pozo se vieron obligadas á abandonar su emplazamientos. Las Divisiones de Kent y Wheeter se forman en marcha con orden de atacar las alturas de San Juan, una por el Sur y otra por el Norte del camino de Santiago; no tienen más remedio que de . ­filar por un e ~ trecho sendero entre la maleza, marchando uno á uno, pues no hay lugar para más. Hacia las diez, las cabezas de las columnas llegaban al ~ río · San Juan, donde se encontraron expuesta á un fuego terrible• que• 5e Jes dirige desde la colina y las alturas, sin posibilidad de desplegar á los lados del camino por la altura impenetrable de la vegetación Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 536 BOLETÍN MILITAR Preciso le es marchar en fila sobre el llano, á derecha é iz­quierda, á la vi ta de las trincheras. Wheeter se dirige por el Norte del camino hacia una colina ocupada por un pequeño destacamento español, y Kent hacia el blockaus de San Juan. Todos los Regimientos se confunden y no fo rman sino una turba enorme que, á pesar de su superioridad num é rica, avanza sólo por cortos impulsos y muy lenta mente hacia los objetivos del ataque. A la una, Wheeter se posesiona de la colina y continúa su movimiento de avance contra las alturas de San Juan, por el Norte del camino; pero entonces se le presenta delante el mismo obstáculo que apareció en El Caney: largas filas de sombreros se asoman, y desaparecen alternativamente á lo largo de las trincheras. Los norteamericanos, que se baten cuatro contra uno, no pueden avanzar, aunque los cañones españoles no disparaban en este momento, y á pesar del apoyo de las baterías norteamericanas de reserva que habían entrado en línea y roto el fuego desde El Pozo, arrojando una verdadera lluvia de plomo sobre los defensores. A la r y 20 tres ametralladoras se unen á la acción, concentran­do su fuego continuo contra el blockaus, y la situación de su guar­nición es ya insostenible. La guarnición de las trincheras está casi destruí da, bañada en sangre, y herido el General Linare , Comandante en Jefe. ¡ Es ya demasiado! El fuego español se debilita. Kent avanza, y tras unosl·cuan­tos esfuerzos, necesarios todavía, los soldados se lanzan gritan do á las cimas de las alturas, recibiendo el fuego á quemarropa en los últimos momentos ; Wheeter sigue el movimiento de Kent y se emplaza á su derecha. Fue preci o batallar con 8,oo o hnm bres y tres baterías desde las 6 y 30 de la mañana ha ta la I y 45 de la tarde, es decir, du­rante siete horas para de -. .-d ojar 1, 2 00 e pañoles de sus po iciones. Y la operación no e s t ~i concluíd , pues sólo e había conse­guido ocupar los puntos avan7,ado . La línea capital d e la defensa, formada por atrincheramientos sobre la s colina del E . te de San­tiago, estaba intacta, y los e · paiioles romp1an desde toda ella un fuego nutrido y furioso, y éste continuaba, y conti11uaba sin inte­rrupción. Los norteamericanos, fatigados ya por el ataque de San Juan, se detienen todos y apenas pueden sostenerse en pie. Se hizo avanzar la artillería de El Pozo hasta la colina de San Juan ; pero el efecto de su fuego no pudo cambiar la situación, y al fin la lle­gada de la noche interrumpe la luchA. · Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLE'l'ÍN MILITAR 537 III J.a batalla de Santiago Durante la noche que siguió á los combates dc:scritos, mu­chos ofic~ales y soldados de las tropas norteamericanas estacionadas en las alturas de San Juan solicitan ser retirados de ella, por efecto del agotamiento de sus fuerzas, con su midas en batir á un adversa­rio tan inferior en número; pero lejos de accederse á esta petición, varia unidades de las fuerzas que habían tomado parte en el com­bate de El Cant>y recibieron orden de trasladarse durante la noche desde El Pozo hasta San Juan para reforzar la línea principal. Apenas el sol apareció se reanudó la batalla. Kent y Wheeter continuaban con sus fuerzas desordenadas y sus hombres anona­dados y abatidos en las crestas de las alturas tomadas la víspera ; la fatiga misma les había impedido atrincherarse seriamente du­rante la noche. La cabeza de la columna Ludlou atraviesa á las ocho el río San Juan ; á ésta siguen las brigadas de Lawton y toda la división prolongaba la línea de Wheeter por el Norte, cortando así el camino de Santiago á El Caney. Bates, que les ha precedido, se despliega á Ja izquierda de Kent, mientras la artillería trataba de elegir posición al Norte del hloc-kaus de San ] uan. · Castigada ésta por vivas descargas de Máuser, que la a1can­zan, tiene que retirarse á la once sobre El Pozo, y allí quedan las baterías inactivas . .El desplazamiento de tropas se termina durante Ja tarde con la llegada de los do · regimientos de la brigada Duffield, que pro­vienen de Aguadore y se unen á los de San Juan. Frente á Aguadores qu eda un solo regimiento en observa­ción, pues el ataque á e te punto ha re ultado un fracaso completo con sólo la pérdiJa de once hombres. Por lo Jem~is, no hay cambio alguno en el orden de batalla de la infantería; Bates y Kent y Wheeter cruzan durante todo el día fuego de descargas con el adver ario. Cuanto á Lawton, sola­mente su ala izquierda toma parte en la lucha; el núc leo de la fuer­za estaba dema iado alej..tdo para intervenir en el combate. El fuego ejerce una acción tan violenta l>Obre los a altantes, que no puetlcn a\ anl'.ar un paso, . Jc~pu<.:~ de un d1a de ontinua lucha., se le · pre~ enta la per~ pectiva Je una segunda noche de su­frimiento · . Ambos adver ario se encuentran en sus pOSICIOne sin tien­das- abrigos y durmiendo en la trincheras, anegadas por una lluvia torrencial. En el cuartel general empieza á discutirse seriamente la retirada; Shafter se manifiesta desesperado ante la situación ; pero, sin embargo~ resiste y no la decide. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. S38 DOLETfN MILITAR El 3 de Julio por la mañana rompe el fuego de nuevo, pero viendo la imposibilidad del ataque con las fuerzas de que dispone, y temiendo que sus tropas no puedan siquiera sostenerse en sus posiciones bajo el fuego incesante del enemigo, se decidió á enta­blar negociaciones, y hacia la una de la tarde ordenó izar la ban­dera blanca. Los españoles habían, pues, conseguido, á pesar de su enorme inferioridad numérica, sostenerse en toda la línea capital de de­f~ nsa y anular por completo la fuerza ofensiva del cuerpo ame­ncano. Resumamos concretando la impresión sobre los combates que !ie sostuvieron al rededor de Santiago. Con 8,ooo combatientes, que no fueron reforzados sino el día 3 por la tarde con las fuerzas del General X ... (Escario), que trajo 2,íOC> hombres, el General Linares se vio obligado á defen­der los antiguos fuertes de la entrada del Puerto contra la escu colgados del techo. ¿Qué hacen esos pobres ahí? pregunté á la dueña de la barba­coa á que me había refugiado, la cual contestó, según lo tienen de costumbre en aquel pa1s, como sin dirigirse á nadie: "Probes" dice el blanco: "antes asina con el jumo madurean de mejor." Esta jerigonza decía muy bien con el aspecto de la pntr·ona, alta y robusta negra sobre cuyas espaldas, sosteniéndose del cuello de la madre con uno de sus propios brazos, se había instalado un negrito, como un apéndice al espinazo de la negra, la cual para nada manifestaba apercibirse, por incomodidad ó estorbo, de aque­lla jiba viviente. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 542 BOLETÍN MILITAR Un retal de bayeta amarilla sujeto á la cintura, la cubría hasta cerca de la corva, si bien abriéndose más ó menos inoportunamente á lo que caminaba; el cual constituía todo su vestido junto con un pañuelo rabigalh, atado por dos de sus puntas sobre la nuca, y por las otras dos en los lomos, for .. mando por delante del pecho un velo undoso y desleal, que hacía traición cuando no al color, al volumen. El cuerpo de la susodicha, aunque enhiesto, carecía de gracia, y su cabeüa, cubierta de grifos, ostentaba hacia adelante dos proyectos de trenzas, que más parecían dos pequeños cuernos vueltos el uno hacia el otro. Sus pies delgados y largos se despa­rramaban hacia adelante, y, aunque descalzos, parecían descansar sobre una suela por el diverso color de sus plantas. Agréguense á este bosquejo dos grandes y negros ojos, unos pómulos exaltados, una nariz reaccionaria y dos labios espesos sobre dos filas de dien­tes blancos y macizos, y se tendrán los principales caracteres fí­sicos de aquella entidad etíope. Desde la Aldea de Juntas sigue el camino á la orilla izquier­da del Tamaná por los estribos del Torrá, cerro elevado I 365 * metros sobre el nivel del mar, al S-E de N óvita, desde donde se distingue. Desde el Guayabal para adelante no ofrece ya peligro la navegación del Tamaná, por el cual, en pequeñas embarcacio­nes, se va hasta La Bodega. N óvita, fundada primeramente en d punto de San Felipe, á donde ahora intenta trasladarse, sobre el Tamaná, no era sino un real de minas en 1654, cuando los Je uítas quiteños, renunciando á las de los Neivas, Jimarzaes y Paeces, emprendieron las misiones á los Noánamos que habitaban en la hoya del río San Juan. En ella residía en I 607 una 'renencia dependiente de Popayán; hasta que en I 709 fue variada al lugar donde se ve hoy, á causa del oro que se extraía de la quebrada N óvita. Las tres Tenencias de Quibdó, Baudó y N óvita se unieron en una sola provin­cia llamada del Chocó, en I 739, y la capital fue N óvita, lo que debió á la circunstancia de que, llegando los vivanderos hasta ella, provenientes del Cauca, se hacía necesario, para asegurar el cobro de los derechos de alcabala, fijar ahí la re idencia de las au­toridades que lo recaudaban. En r851 se trasladó á Quibdó la capital de la Provincia del Chocó. Hoy no es N óvita sino cabecera del cantón San Juan, á que da el censo 21,032 habitantes. Encuéntrase situada en un llano circundado de colinas, á sólo I 7 5 metros sobre el nivel dd mar, en un terreno aluvial platinífero, á la orilla izquierda del Tamaná, 24 leguas distante del Pacífico, y 3 leguas al S-E de la desembocadu-ra del Tamaná en el San Juan. · Esta antigua ciudad no es hoy, sin que haya por donde infe­rir que en algún tiempo ha sido otra cosa, sino una corta reunión w Debe ser errata de imprenta: la altura del cerro lo m envs es 3651 metros. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETfN MILITAR 543 de miserables ranchos que forman una sola calle tortuosa, siguiendo el curso de la quebrada del mismo nombre. La extrema humedad ha hecho edificar las ha hitaciones sobre barbacoas. La selva está invadiendo la ciudad por los techos de las casas. La totalidad de los habitantes es de negros; distinguién­dose entre ellos y entre los mulatos, los que se llaman blancos, que en N óvita son en cortísimo número, por su color amari­rillo, y por un siniestro abotagamiento los que no perecen víctimas de la consunción; resaltando, por el contraste, la sobra de salu~l que barniza y redondea las formas hercúleas de lo:; negros, robu:,­tecidos y desarrollados perfectamente, como en su nativo elemen­to, en medio del ambiente de aquellos lugares, cálido y húmedo como el vapor del agua hirviendo. Tiene N óvi ta m u y poco menos de 5° de latitud N. y 2~"' de longitud O. del meridiano de Bogotá; su temperatura media es de 26 centígrados, y en ella marcaba el Higrómetro de Saussure de 90 á 100° del máximum de su escala. En N óvita no hay escuela, no hay iglesia, no hay estableci­mientos públicos ni privados, ni talleres, ni conventos, ni oficinas, y casi ni gente. Y aunque muchas fortuna , obre todo las de va­rios de los poderosos del Sur de la República, han sido formadas ah1, los que han ido á explotar sus ricas minas no han dejado se­ñal de su residencia ni huella de su tránsito. Recoger bastante oro, bastante platina, y recogerlos aprisa, vivir entre tanto sobre una barbacoa, y entre el fango y la maleza, como los cerdos y con ellos; alimentarse con plátano ~ue brindan los campos, y con pes­cado que ofrecen los nos, regalándose en los días grandes con un palmo de tasajo, conducido desde el Cauca; andar casi desnudos, el pie en el suelo, una cami_,a de !i tado y unos altos y e trechos pantalones de dril; zabullirse, buzos codiciosos, en aquel mar de ca­lor, de humedad, de miasmas y de plaga, con riesgo de la vida y pérdida de la salud, por amontonar á todo trance y á toda carrera, con el trabajo del esclavo, fuertes riquezas que ir luégo á disfru­tar á otra parte, eso, y nada más que eso, es lo que han h e cho los explotadores d .. mina en aquel país, que luégo han abandonado, sin dejar en él un monumento de piedad, ni una muestra de ci­vilización, ni un recuerdo de gratitud, ni un rastro siquiera de buen gusto, de decencia, de racionalidad. Apenas es creíble, aunque está evidenciado por los hechos, que no se destinara ni un grano del inagotable oro de aquellos paí­ses para el sostén de misioneros que llevaran á los salvajes inde­pendientes, y mantuvieran entre los negros esclavizados la luz del cristianismo; ni para. hospitales donde pudieran refugiarse los ne­gros inutilizados por el largo servicio ó por los cruentos castigos de los dueños; ni para escuelas donde los niños esclavos se hicie­ran siquiera medio racionales; ni para lugares donde pudieran re­sidir autoridades que velaran por la seguridad de los Tesoros ex- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BOLETÍN MILI1.'A.R traídos diariamente; ni para prisiones donde regenerar á los crimi­nales; ni para mejoras que hicieran menos insalubres ayu<:"llos climas enervadores; ni para vías por donde penetraran el comercio, la industria y la civilización; para nada, absolutamente para nada. El esclavo no tenía que saber que había otro Dios que su amo: el esclavo no tenía que aprender otra cosa que lavar el oro para su amo: el esclavo no debía enfermarse, sino trabajar constan­temente para su amo: y antes era una iniquidad abominable que el esclavo se pudiera morir, tal vez hasta fréiudulentamente, porque con ello privaba á su amo del trabajo de sus brazos. Con tal de extraer, y extraer aprisa, oro, muchísimo oro, ó aun cuando fuera platina no más, pero eso sí, bastante, para que los amos pudieran salir pronto, y salir saciados, de aquellos lugares enfermizos, en que peligraban sus importantes días, nada quería decir lo demás, ni la miseria, ni la dt"gradación, ni la estupidez, ni la desdicha de los esc1avos, perpetuada de generacióu en generación. Es necesario estar en estos antecedentes para no sorprenderse de lo que salta á los ojos cuando se visitan aquellos lugare~; por­que es necesario conocer y valuar las causas, para poder hacer con justicia y con acierto la apreciación de los efectos. Pues digámoslo claramente. N o es la falta de societ.lad; no es la escasez de recur­sos de toda clase; no es lo rigoroso y lo ingrato del clima, ni aquel cielo siempre cubierto y tempestuoso, ni aquel laberinto de selvas, de ciénagas y de ríos, ni aquellos montes poblados de víboras, ni aquella atmósfera pesada, cálida y recargada de vapores, de mias­mas y de insectos; nada de eso es lo que más y principalmente acongoja el ánimo del que llega al Chocó, no en busca de oro, sino á estudiar, además de la naturaleza allí tan esplendida y tan rica, el estado del hombre en aquellas tierras, que con las riquezas que han producido tendrían para ser el país más próspero y po­blado del mundo. L~ que rn.is contrista desde que se ve al primer habitante, desde que se palpa la primera calamidad, de~de que se entra en la primera población, es la salvaje estupidez de la raza negra, su insolencia bozal, su espanro;;a desidia, su escandaloso cinismo. Razón tienen, pues, y de sobra! los antiguos dueños de es­clavos para amostazat se, para enfurecerse, para desesperarse, cuan­do, después de su ejemplo y .á pesar de su'> esfuerzos, ven y tienen que sufrir, en aquella provincia, á los negros recién libertados, es decir, recién sustraídos de su paternal protección, tan estólidos, tan mañosos, tan insolentes y tan bárblros!-(C?JZtinuará) ERRATA-En el número anterior, por olvido, se puso el grado de Capitán al Mayor Accbedo, autor del artículo Waterloo, porque ::on tal grado firmó el trabaio, escrito antes de su ascenso. BOGOTA-IMPRENTA NACIONAL Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

Compartir este contenido

Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año III N. 128

Copia el enlace o compártelo en redes sociales

¡Disfruta más de la BDB!

Explora contenidos digitales de forma gratuita, crea tus propias colecciones, colabora y comparte con otros.

Afíliate

Selecciona las Colecciones en las que vas a añadir el contenido

Para consultar los contenidos añadidos busca la opción Tus colecciones en el menú principal o en Mi perfil.

Mis colecciones

Cargando colecciones

Compartir este contenido

Contraloria alerta por 28 mil raciones de alimentos que contratistas del ICBF entregaron a 15 mil beneficiarios fallecidos

Copia el enlace o compártelo en redes sociales

¿Eliminar esta reseña?