La Ilustración: política, literatura, noticias, filosofía, relijión, artes i oficios, instrucción pública, bibliografía, medicina, variedades, revista de la ciudad, revista de los estados, de Europa i mercantil - N. 163
Política -.~iteratnl'n..- Noticias - Filosofía~Reliji(m-.A .. rtefl i oRcios-lnstruccion pública-Bibliografía.
~Ie(b llla-Varledn.cles-Revista de la ciudad-Revista de los Estados-De Europa i mercantil.
~e publica lo má.rtes, miércoles viérnes i s(tbados
¡ el mismo dia se llevt\ 1'. 13.s C!\St\S de los suscritor es d¿
1/\ c~pitn l i se r emite a los de fuera por los correos r especuvos.
Los lúnes i j uéves se publicar á. si es necesario.
THll\IES'l'RE IV.
- . -...... _... _. .. -- -_... ...._ -........... ---... _-_ .... _.,.-....--~_ ...
:I siempre la paz.
Error, i error mui grahde seria el de dar
o tro sig nificado a nuestras palabras. Hemos
hecho una defensa, no un ataque.
Es necerario que nos vayamos acostumbrando
a la práctica de las instituciones de
una ,en.ladera República, fundada, en dos
c osas indispensables: en el dicho i en el heellO.
l No es mas nuestra mira,
r hai tanta mas razon para una exijencia
t an natural, cuanto que nuestras actuales
inst ituciones han sido fundadas por el mismo
p artido que gobierna años ha la Nacion. Nad
a, pues, se le pide sino que cumpla su pro ,
pia promesa; cumplimiento que es i debe
ser para él un punto de honor i un medio
e scelen te para consolidar su propia obra.
E necesario que hagamos un esfuerzo por
a c ostumbrarnos a todas las creencias, con
tod as sus naturales consecuencias. De otra
manera, nuestro Gobierno lendria que con·
yertirse en una especie de teólogo, que pondria
un dia sí i otro tambien, conclllsiones a
lo Enrique VIII.
Nosotros creemos que el Gobierno, que no
es mas que la accion de la voluntad sobeTana,
11 0 debe tener relijion; porque el Gobierno
~(). € S p~ 7"soT!a, sino J.a .f.ue~ f:iX>ial fOT.rnula·
da en las leyes.
De aquí es que los gobernantes 'pueden
te ner relijion i no el Gobierno. Un Presidente
j udío, protestante, católico o filósofo, cree·
'l'á en la sinagoga, en el símbolo de Augsburgo,
en Roma o en la naturaleza; pero como
-Gobierno no será sino el mero ejecutor de
la lei: la cual no Cl'ee en nadie, porque ella
no es sino una regla -; la misma para todos;
inexorable para con todos en su inmutable
impasibilidad. Poco le importa la creencia
del que la observa. Nada le importa la creencia
del que la viola. ,Para ella, si hai algun
creyente, es aquel que la respeta:- este es el
verdadero ortodojo a sus ojos: los demas,
son herejes, que escomulga como el .mejor
Papa o Conciiio ecuménico mas jenuino.
Nosotros, con todo nuestro catolicismo, si
fuéramos gobernantes, como hombres, ya se
sabe lo que somos: como majistTados seria ..
mos la lei, la regla siempre idéntica así misma
i siempre impasible para con todos.
Nuestra sociedad necesita mucho i muchí-imo
de la enseñanza de esta claTa i sencillísima
doctrina; única compatible con ese
sincretismo armónico de razas, posiciones,
escuelas i relijiones, que forma el verdadero
tipo de una República práctica.
En el campo relijio-so, el gobernante, crea
en Jo que crea, no tiene derecho para in'P0 -
nerle a nadie su fe personal.
Si es católico oirá su misa i -se confesarú.
Si es filósofo, creerá en la razon ; pel'o ni en
e l uno ni en el o~ro caso, tendrá por qué, ni
para qué meter:;e en el fuero interno de
nadie.
Consiste esto, en una ei'lpecialidad o mas
bien, particularidad de las relijiones.
Es necesario fijarse bien en ello:
La relijion es aSllnlu inasociable; pura-mente
·individual.
En las creencias sociales hai asociacion
para el bien i paTa el mal; para el afecl~ o
el entusiasmo, como para el desden oel ?dlO.
Por -eso, cuando .triunfan los ,partIdos,
, alor del trimestr e, tres fu er tes.
Valor del semestre, cinco fuel'tes sesenta centavos.
Valor del año, diez fuerLes.
Valor del número suelto, diez .centavos.
I Se publican remitidos i avisos, a uu precio sumamente
módi oo, que se arreglará con los editores. Todo
.110 ue inter es j enero.l se ins erta grátis.
Los editores, NICOLAS PONTON í C~
AÑO l.-Bogotá, 12 de octubre de 1870. NUMERO 163.
quienes triunfan son los hombres. Cuando
triunfa una relijion, quien triunfa es el dogma.
Basta qu.e triunfe un pa rtido para que todos
sus SOCIOS estén mejol' como partidarios.
No basta que triunfe una relijion para que
todos sus. ~filiados !llejoren como creyentes.
En l'el1Jlon, el tnunfo colectivo de nada
le. sirve al individuo. En relijion el que no
triunfa personalmente, no triunfa de ninguna
man~ra. Es porque en relijion nadie ~e salva
111 se condena. con los méritos o las culpas
de su vecino, ni aún con las de su padre.
Un gran malvado que ha violado i enseñado
a vi olar todo deber durante su oscura existencia,
creemos que será lanzado a un abismo
de dolores despues de esta vida. Con todo,
ese insigne demonio humano puede haber
tenido un hijo digno de la mas merecida canonizacion.
¿ r qué importarian los crímenes
de su padre?
La idea es la misma viceversa. El mas
insigne santo puede ser padre de un gran
pecador. San Luis fué abuelo de la célebre
Margarita de Borgoña, que aún sin la Torre
de Nesle, merecia la cuerda.
No hai, pues, que hacer asunto social de
un hecho pel'sonalísimo : la fe relijiosa.
La relijion como asunto personalísimo,
pertenece al dere.cho civil. Se tiene una relijion,
como se tiene una madre, UEla eS.posa.
Por ló mismo, que cada cuál ~ crea como
Dios lo ayude. No es esta en verdad la doctrina
de los ministros relijiosos .; ,i la 'razon
es muiclara.
Creyendo ellos que quien no crea lo que
ellos enseñan, se perde'rá irremisiblemente
mas aHá de este mundo, piensan, i tienen
razon en eso, que su indiferencia en ,tan gravísimo
asunto les seria imputada a culpa.
Pero los Gobiernos no son ministros saurs- M
dos; ni los majistrados tienen mision de ha-cer
\Jrosélrtos para ninguna iglesia.
Por otra parte, los filósofos, que 'en nada
creen sino en la nada de la tumba, cometen
un er\'O'r i una injusticia, ' por un efecto de
una preocupacion de 'que indudablemente
son la víctima ellos mismos.
Juzga. a los ministros relijiosos con la
lójica que solo a ello" .pudiera a.plicárseles
cor. algun derecho.
Dicen así:
Yo no creo en Dios ni 'en el Clia'blo. Es así
que si yo me pusiera un vestido sacerdotal i
dijera que sí creia en cua.lquier cosa, yo no
haria esto sino para esplotar a la humanidad
engañándola;
Luego todo clérigo es un embtl5tero i merece
la cuerda.
Esta conclusion seria lejítima, si estuviera
fuera de duda que todo clérigo n6 cl'ee en
na.da de lo que dice que cree i enseña COlllO
verdadero. ¿ Pero quién puege asegurar -se·
mejante cosa sin aventurar una afirmacion
arbitraria?
No negamos que par desgracia li para vergüenza
de muchos,hai ministros cuya conducta
autoriza para creer que como que ellos no
creen en la centésima parte de lo que predican;
pero es necesario reconocer, que esto
es mas bien un efecto de las pasiones que -de
la f alta de una creencia verdadera.
No hai quien ignore que los vicios son un
abismo. Nadie ignora que la pereza, la crápula,
el juego, la galante¡-Ía, etc, acaban con
el hono 1;, con la .[or.tu.na i con la vida. i 1 no
vemos diariamente hombres que saben todo
esto que estamolj diciendo i mucho mas que
cuanto pudiéramos deci'r aquí, i gue no obstante
son víctimas de esas fasoinaciones enfermizas
del corazon humano?
Es necesario juzgar al hombre como es i
no como debiera ser; haciéndonos cargo de
su limitada naturaleza, de sus errores, i sobre
todo, de sus pasiones; porqne así es, i hai
que verlo como Dios lo ha hecho.
Nadie debe creer mas en Dios que el dia~
blo ; i sinembargo, ¿ le sirve esa fe para vol'
verse un bienaventurado? Esta es una alta
enseñanza de la relijion. .
Que nuestros lectores nes hagan el honor
de detener su atencion en este trozo un tanto
necesario, porque hemos querido hacer como
prender a algunos, que no hai razon para
ciertas cóleras a lo Voltaire, en el siglo del
vapor, del telégrafo i de la República i de la
democracia.
La paz es por otra parte, la gran necesidad
en Sur-América; i por lo mismo, cuan ·
do deberiamos, nosotros que tanto la necesitamos,
esquivar hasta donde se pudiera,cualquier
cuestion capaz de tener siquiera visos
de comprometer tan grande, tan excelente ·í
tan necesario bien; no comprendemos oómo
seria prudente, ni cuerdo, ni patriótico, no
solo no s081ayar c'ualquier cuestion odiosa,
sino provocarla sin necesidad; hasta no caer
en cuenta quizá, de 'lue de esa manera -se
cava el sepulcro de la patria, que habria de
ser el de todos nosotros. M. M. M.
Vn lTiaje aNUo.
.(Conclusion. )
IX.
Despues que nos .levantamos de la. mesa indiqué
a Luis que deseaba conocer la histor·ia .i la
monografia del añil que cultivaba.
-Aquí tengo diferentes obras que tratan de
eso, me dijo, pero si te parece lee lo que' de ellas
he entresacado en mi cuaderno de observaciones.
Yo tomé el ouaderno de Luis i leí lo que copio :
" El índigo se emplea como colorante desde
tan remotos tiempos que Diosconides i Plinio ha·
blan de él en la época en que vivieron. Á ntes del
descubrimiento de la América, el único pais que
suministraba el añil que consumia el comercio era
la India oriental. Los antíguos i aun en el siglo
XIII consideraban el Índigo como un mineral i
fué 1\I6.rco Polo el primero que entre ellos conoció
la verdadera naturaleza de esta sustanoia.
Guatemala fu é el .primer pais en .Amé rica que lo
envié a los merJados europeos. "
" El aü il pertenece a la familia de las legumi·
nosas (Diadelfia deeandria de Linnreus) compues'
'to de noventa especies. La especie tndigóf e1'a añil.,
es la que nosot ros cultivamos, es un arbusto que
ha llegado a crecer en mis scmenteras hasta 220
centímetros i el tullo es sub leñoso recto bastante
ramificad?, de ramillas end erezad~s, lampiñas i de
vcrde pá lIdo. Sus hojas son alternas imparipinadas,
pediculadas, compuestas de nueve a quince
hojas, con pedí culos C01' tos eHpticos, alaraadas
-en la cima i casi siempre ndcronadas, eoter~s, de
un verde blanquizco en su superficie inferior ; las
-flor~5, forlllan en la ax ila de las ho.iaa superiore;;
eSI;Igas o racimos simples mas cortos que estas
hOjas -j las flores son pediceladas, endel'ezadas.
Las vaÍnas que succden a esta flo res son casi cil.
índricas, encorvadas en figu ra de hoz, largas de
6 a 10 líneas i terminadas por una peQueña ,punt!,
m\lcrona-da. "
_ ... Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
650
Esto era lo que yo habia pretendido saber j
pero no habiendo estudiado botá,.nic:l, todo~ esos
t érminos t écnicos me fueron mcom prens! bIes.
Luis me esplicó lo que cada una de esas palab~as
significaba i asi tuve una bueDa tarde de estudIO.
X.
Ya hacia seis dias que me encontraba en el
obraje de mi amigo i hacia ocho que habia dejado
a Bogotít i me era forzoso regresar.
_ Voi a examinar con detencion todas las operaciones,
dije a Luis, con cl fin de poder dar cuenta
del principio al fin de esta industria. Torné, pues,
mi cartcra i c0locándome en la pared del maceradar
principié a escribh' lo que veia. El hombre
azul del primer dio. tomaba con una sonda agua
del macerador en la boca i despues de un momento
la arrojaba i en scguida sacó algunas ramas i
se fijó en un tinte rosado que habian tomado M.cia
el corte i luego con aire meditabundo dijo:
tiene la nata, la espuma está pardusca, el corte
colorado i me llama a la boca, luego está. Se bajó
precipitadamente i ántes de que hubiera podido
interrogarlo caia a la segunda alber'3a un gran
chorro de una agua amarilla que al recojerse en
la pila de baticion tomaba un color verde subido.
El olor de esta agua, demasiado fuerte, me moles·
tó bastante j pero yo deseaba seguir a mi hombre
azul hasta el fin i permanecí en mi puesto de
observacion.
Cuando toda el agua cayó, dos hombres se
apoderaron de las manijas de un peine de madera
colocado en el centro de la pila i principiaron a
azotar el ogua con toda su fuerza j quedó entón·
ces recojida hácia las paredes la espuma que contenia
el líquido j mae, esta desapareció en breve i
el hombre azul se retiró diciendo: no hai espuma,
luego tendremos buen añil.
Dos hombrtls reemplazaron a los primeros i
cuando ya estaban agobiados por el sudor i la
fatiga, aquellos volvieron a ocupar su puesto.
Esto tuvo lugar durante dos horas i yo me separé
un momento. Cuando volví el agua habia dejauo
su color verde i habia tomado un color azul claro.
Cuando el color principió a oscureoer, el hombre
azul se armó de una totuma atada a un p'alo isacaba
silJ cesar agua que depositaba en ún plato
de porcelana i allí se fijaba un poco i volvia despnes
a principiar la operacion.-Basta, dijo de
repente, i los batidores suspendieron la operacion.
Yo me acerqué i ví lo que el plato con tenia. El
azul se habia precipitado al centro del plato en
granos microscópicos i por encima se veia una
agua color de brandy.
l\Iiéntras tanto que se operaba la baticion, dos
peoncs habian principiado a sacar de la pila la
yerba macerada. Qué pisca tan grande, le dijo el
uno al otro, hoi sí vamos a comer bien.
- Qué llaman pisca? les pregunté.
[ OONTINUAOION. ]
-i Oh! 51: habias pasa<'lo la noche fuero.: sí, sl
por cierlo: Rouget, el bribon de Rouget, no pudo oCllltármelo;
te busqué i no te hallé: en cambio me encontré
con mi sobrino, con mi buen sobrino que me
pidió dinero, i me sacó o. cuenta el 25 de mayo ......
; Ah! SI, me acuerdo de touo: yo he estado enfermo,
mui enfermo: he incurrido en la locura de tener ......
eso que los hombres llaman remordimiento, i que no
es otro. cosa que cobardía .... ,. pero ya ...... vuelvo o.
ser lo que he sido ...... ni el recuerdo ue Lorenzo, por
medio de lo. cito. del 25 de mayo: ni el de lo. Rosalla
muriendo sofocaua bajo mis manos, i que tú ...... i oh!
tú has l¡¡nido la crueldad de recordarme aquello a sangre
fria, cuando el recuerdo de o.quello me volvialoco,
llevá.ndote tus hermosísimas manos a tu divino. garganta:
i ah! ya aquello es inútil: ha sido un sueño: quiero
vivir, quiero gozar, i voi a gozar desde el mom'ento
porque me voi a Cftsar oontigo.
-¡ Enfermo! ¡ débil! esclamó con ternura Margarita.
-No, le engañas; estoi cllnsndo, quebrantado, pero
enfermo no: cuondo un hombre se me presentó esta
mañana i me dijo no só qué palabras, sentí que el corazon
se me rompia, i cní como herido por un rayo:
las palabms que aquel hombre me dijo solo podia haberlas
pronunciado por medio de una revelacion luya;
i tú no podias llaber hecho aquella. revelacion mas que
a un hombre que hubieras amado mucho, mucho, hasta
el punto de haberlo olvidado tedo por él: i este pensamiento,
est09 horribles oelos, fueron para mí lo que un
puñal para el corazon: me he estado muriendo, creo
que he estado muerto: me han rodeado unos ho¡nbres
horribles: ¡ne han sujetado como a una beslia brava:
me han puesto qué sé yo cu¡),nto¡ parches ardientes:
roe han sacado no sé culÍntn sangre, i bastn creo que
ha habido un momento en que he ol'eiuo que habia
])ios, i he hecho testamento, i no sé cuá.ntas otras tonterías;
i todo esto era que tú me habias abandonado,
que habia perdi lo la esperanza de volverte a ver; pero
bas vuelto, i be recobrauo la vida: mi vida ardiente,
vigorosl1: estoi cansado, sí, debilitado, I1tormentado,
pero no enfernlO.
LA- ILUSTRACION.
--Esta que no nos la comemos j pero que sí la
~samos, me respondió el mas vivo de los dos,
mostrándome la yerba.
La tinta del dio. anterior se iba a coeinar i me
coloqué cerca del fondo para ver ejecutar esa
operacion: el hombre azul llenó la tercera partc
del fondo COIl agua mui pura i encendió la leña j
cuando el agua estuvo templada trasladó al fondo
la tinta que habia disuelto en una canoa i princi.
pió a rebullir con una espátula de madera i esta
operacion duró dos horas i cada vez que el líquido
iba n hervir, el hombre azul le echaba agua mui
limpia i seguia en su opcracion de rebullir j cuando
quitó el fuego se dirijió a la prensa.
Despues de lcvantar la plancha de fierro que
sirve de tapa a un oajon de mo,dera, la que está
prendida de un gran tornillo de fierro j separó las
cuñas que no dejaban desunir el cajon i sacó de
él la pasta ya prensada. Nstaba envuelta en cuatro
pedazos de liellzo colocados en la forma de
una cruz griega j de allí la pasó sobre una tabla
del tamaño de la pasta i atravesada de uno a otro
lado por hebras de pita j una vez bien acomodada,
principió a dividirla con estas hebras i en un
momento la presentó en diez i seis porciones perfectamente
cuadradas e iguales.
Solo me faltaba ver cargar el macerador i me
diriji a él. Dos hombres Be colocan d(lntro de
la pila i dos mas les van pasando los manojos do
añil que ellos colocan en pilas por capas superpuestas
j una vez llena la alberca colocan desde las
murallas otros manojos hasta que viene a formar
el todo una su perfi<::ie plana j despues atraviesan
unas varas delgadas i sobre estas unas vigas grue¡¡
as que quedan prensadas por medio de unas espigas
cubiertas de agujeros i detenidas por tangos
en una segunda viga que atraviesa la pila i está
fija a grandes postes de madera.
Yo habia seguido los trabajos desde el principio
hasta el fin j habia visto convertirse el añil de
yerba en pasta i llamé a Luis para que regresáramos
a comer.
XI.
Mi viaje no pude verificarlo al día siguiente i
Luis me preparó una sorpresa para pasar diverti·
dos el domingo.
Mui de mañana tomamos a pié, armados de escopetas
i con un peon por guía, el camino de la
murciegalera segun nos dijo nuestro guia. Despues
de una hora de camino llegamos al pié de unas peñas
estériles i nos hallamos a la entrada de una
cucva.
Está formadll'en la roca viva i sus paredes de
granito reflejan la luz del sol. Tiene diez pasos
de ancha i quince de larga: el suelo parece heoho
a propósito i en el centro de una de las paredes
se abre una puerta como labrada a cincel.
Conduce esta puerta a una segunda cueva mas es-
~I Oh! yo me alegro de que la vida de usted no
esté en peligro, dijo con la misma dulzura que me habia
asombrada !í.ntes, Margarita.
-Puede ser, Margarita, que yo me haya engafiado
hasla a40ra i me ames ¿ no es verdad?
-1 Ah! i SI! si no le amara a usled, ¿ a qué habia
de haber venido?
-Margarita, tu voz millnte: tu sonrisa es meQtira :
yo siento palpitar tu alma de odio: tu mano abrasa,
tus olos arrojan fuego ...... tú lo sabes lodo ......
--j Ah! i no comprendo a usted!
-¿ Qne no me comprendes? N o sé qué tl'aioion se
me prepara: pcro la percibo, la siento cerca de mí.
-i Ah! no, señor: todos, empezando por mí, anhelamos
que usted se restablezcn.
- -i Ah! pues vuestros deseos se oumplen, solo qlle
me conviene pasar por moribundo.
-No comprendo a usted.
-Sí, n los moribundos se les casa in m·tíoulo mortis:
yn que me han oreido agonizante, continuemos agcnizando
para ellos: a.hl está un cura: nuestro casamien-to
puede ser obra de cinco minutos ...... despues ......
despues del casamiento ya verá.9 ...... volveremos al
mundo, cnusaremos envidia por nuestro fauslo, por
nuestra felicidad: ¿ que le parece?
-Que hai t.iempo sobrado, .Tuan; que es de mal
agüero un cnsamiento repent.ino a pretest.o de muerte.
-¿ Es astre.
U n ejército dc 100,000 franceses rendido j el
3 efe de una gran N acion prisionero j muerto
el primel' jeneral i defensor del imperio j des·
trozados o rendidos tambien los guardianes de
l\1etz j la dictadura en la capital; la conmocion
en todos los departamentos de la Francia j i, finalmente,
la necesidad de correr, al antojo de una
suerte adversa, el último azar de aquel juego tan
sangriento, hé ahí los acontecimientos que ahora
mismo mantienen en convulsion al viejo mundo i
que han interrumpido bruscam
Citación recomendada (normas APA)
"La Ilustración: política, literatura, noticias, filosofía, relijión, artes i oficios, instrucción pública, bibliografía, medicina, variedades, revista de la ciudad, revista de los estados, de Europa i mercantil - N. 163", -:-, 1870. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3687400/), el día 2025-08-20.
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