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REVISTA MENSUAL
DE LITERATURA, CIENCIAS' · ARTES.
ORGA~O DEL LICEO ''G CTIERREZ GONZALEZ".
SERIE I.- NÚMERO 4
Director, DARlO JARAMILLO A.
J n ta Redactora: Dr. Ricardo Jara.rnillo A., Dr. Tobías
Jimúnez S., D. Joaquín M. Salazar, D. Clímaco
Ramos.D. Crisanto Gómez G., D. PatricioCa.david
y D. Alejandro Hurtado.
l!O_ 'TKXIDO: Páglil.
Tres soldados, por Clímaco RamQ• ••....•.......... 4-5
Moliendo, p<>r Patricio Cadavid .••••..•.....•...... •1
Tif>rra ingrata, por Ríca?·do Oil. ..• •... . .. • ........ 54
Nito, por Paul Bouryet ........................ .. .. 55
Miecelúnea ............•....... . ..••. ···- ~ · ..... . .. 58
~DI'l'OR:
.fi'RANCISCO MONf'OT A ~.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Serie l. Sonsón, Noviembre de 1904. Número 4.
LITERATURA, ARTES Y CIENCIAS.
Director, DARlO JARAMILLO.
€Jrgano. d.el Lic.e.o "6-uti.érrez 6-o.nzál.eztt
TRES SOLDADOS.
Acaban de regresar de la Costa Atlántica tres
humildes labriegos á quienes la última guerra arrastró
á Panamá en defensa de la legitimidad. Sirvieron
en las filas de la República hasta que la negra
traición del 3 de Noviembre hizo estallar en sus
corazones, de montañeses antioqueños, la rebelión y
el coraje como brote espontáneo del patriotismo ultrajado.
Incorporados en el Batallón Colombia, fueron
enviados de David á Penonomé con el pretexto
de batir una invasión nicaragüense, hasta qu,e los
Huertas y los Obaldías, dese1nbarazados de los que
no consentían el triunfo de la infamia, consumaron
el nefando crimen que habría de cubrirlos de eterno
baldón ..... .
Pero en medio de aquella confusa y desvergon ·
zada algazara no podía dejar de oirse la voz de protesta
de Antioquia; para eso estaban allí aquellos
altivos y valientes coterr~íneos nuéstros, quienes,
al exigírseles el juramento á la bandera que encarnaba
la traición, gritaron C(}fl todo el temple que
da el valor montañés y con la altivez de los riscos
antioquellos: "¡primero la muerte que renegar de
nuestra Patria! ¡Víva Colombia!" Y los tres leales
militares fueron deportados á Barranquilla, de donde
apenas llegan ahora paupérrimos y extenuados
por las múltiples dolencias de un paludismo arraigado.
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48 HELE llOS.
Ni el oro que derramaba á 1nanos llenas el
"manco traidor'', ni amenazas de muerte, fueron
parte á que estos rudos montañeses, héroes del deber,
doblegaran "la dura cerviz" ante el ídolo Do llar
ó ante la diosa· Iniquidad.
Harto probado quedó,'con aquella honorífica retumbante
negativa, que er carácter del antioqueño
- es incontrastable con1o las escarpadas rocas que se
resisten impasibles ante los rudos mandobles del
pico, y que
HEl hacha que sus mayores
Le dejaron por herencia"
tanto sirve para derrun1bar el corpulento roble que
se empina altanero sobre la selYa virgen, como para
demoler los ünpuros altares en que oficia la tiranía
ó la traición.
Terneridad, y grande, es pretender corromper
los corazoneR antioqueños que han aspirado las olorosas
esencias de la Libertad, con1o dijera el poeta.
Hubiera sido siquiera de un millar el núrneru de
estos valientes euando sonó el estridente grito de
Panamá, y ''el lujurioso viejo a1nericano", burlado
en sus planes 1naquiavé licos, se habría mordido
los labios con diabólica sonrisa.
Antes extender la mano sobre el bracero de
Escévola, que empuiiar la negra bandera que lleva
por lema el insulto á la Patria.
Vaya e ta de greñada página, como humilde
pero sincero homenaje á los valerosos campeones
sonsoneños cuyos nombres estampo aquí para muestra
del noble carácter antioqueño y ejemplo de todos
lo colombianos: C K YRTANO GIRALDo, MANUEL
DE JEsús 1\l u."'" oz, J Esús M. RoMERO.
Sonsón , Octubre de 1904.
CLÍls la dificultad
-Vaya vusté, Enofrito, con este a.lmártaga, que ya amanece
y si no se pegan las bestias ligero, salimos con una
pat'etrás y otr'elante.
-- Demás, mano J uanchito.
- Camine, pues, don Braulo ( por el G neral Henao,
cuya heroicidad vio él en Bosa y que es, desde entonces, su
prototipo de valiente s), vú.yase con Enofre a ver si no se lo
comen.
- Asina sí es otra cosa !
Trascurre media hora en que la cocinera d esentien·a el fuego
que dejó oculto bajo el rescoldo J en que mano Juancho
-seguiremos llamándolo así- tras de algunos bostezos á ple·
no pulmón, logra encender nna tea <.le bagazos secos para alumbrar
el campo.
~Iientras tauto, vu e l •f.>u el don Rraulo y s u compañe·
ro con las bel5tÜts que, tras largn. demora en la composieióu
y colección de lo~ d osmedrados y dispersos aparejos, uncen
al mayal.
Dos sombras se cruzan, se mirn.n y van á. ocupar sendos
.asientos á loA dos lados del trapiche. La luz escasa de lo. tea
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48 IIELECUOS.
no permite distinguirlo• suticiemtemente para describirlos.
Sólo se pudo percibir que son varón y hembra, pero y~A vendrá
el día y entonces los estudiaremos á plena luz.
- ¿Ta lista, Leonorcita? pregunta el varón momentos
después.
- Bien puede, contesta una voz dulce, del lado opuea-to.
- Déles, pues, mano Peruchito.
Arriba motilonas, que vamos á sacar como 20 arrobas! y
al mismo tiempo el delgado y dócil rejo del zurriago se enreda
en las zancas de los cuadrúpedos con chasquidos de
flexible chur'reta.
Rompen la calma de la noche los gritos del arriero que
cuenta á los brutos largas historias, como si ellos pudieran
entendt:rlo, bs interpela con viveza ps.ra que hagan bien su
ttuea ó saca á la luz pública sus defectos, sin mü·amientoa de
ninguna clase: el rumor de la quebrada cercana que se desliza
casi insensible por momentos, mientras que en ot1·os levanta.
au voz atronadora, como para hacer recordar su existencia:
el ruido del trapiche que ora chirría s bulliciosos: "¡Cabal let·i tos, á mí nadie me tose 1"
Unos minutos má;, y d')s abanicos de áurea luz brotan
allá á los lado~ del alto pico de la cordillera leJana, y vQn á
dorar, el uno, la colir.a que domina el ingenio, y las faldas de
la parte opuesta, el otro.
Pero más jubiloso qu~ ~1 canto de las aves, que el ruido
de la q uebra.da y que la 1 uz del astr·o del día. es el acento de
una voz infantil que grita, al retirar· los torr.;edo're$ los baga~
os de una 1nano de caria
-¡Se llenó el pozuelo!
Y rápido da vuelta a.l andén eo sentido contrario, detiene
la~ cabal!erías. sornbrer·o en mano, y le~ pone delante uc
p:atón coc cogollo picado.
Le~ántansE" eontonc~s los que sentados eo mazas de madera
retiradas del uso, hacían el oficio de torcedores, PS decir,
mPtfan las caffas al trapiche y ya machacada!~~, dabar:
vu~lta á ~os extt·ernos que asomaban por las junturas de las
mazas como cabezas de víboras y los intrcduc{an de nuevo,
hasta que quedaban la~ cañas, ~i no desprovistas de todo su
jugo, que á. e5e resultado no se llega n u u ca en tan rudimentario
aparato, lo más exprimidas posible.
El, el varón,e5 rno~o que contará apenas veinte a tíos:
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50 HELEOHOS.
cara simpá~ica, pálida y triste- con esa tristeza de los desheredados
sin esperanza.- c~n un ligero amago de bozo. Eila,
joYen también, reYela met1os edad dP. la que contará., poe su
baja estatura y sus facciones finas, pequeñitas y bien delineadas
que la hacen asemejar á cara de nina ó de imagen. También
pálida, efecto sin duda del clima, y tt·iste como su compaffero;
es difícil ver el colot· de sus ojos porque clava ten azmente
la Yista y echa así un velo, más oscuro que el más negro
terciopelo, sobre ellos; modesta, más que modesta, medrosa-
su andar lo revela- ~e compt·eode á primera vtsta que
ea delicada y soñadora.
Onofre- porque es el mismo Eno.f1·e de mano Juanchoal
levantarse sacude los res id uo3 de bagazo de que está salpicada
su acolchada vestimenta y sin detenerse, se vu al horno
á ayudar allá; Leonor·cita- a5Í la llamó su compañero- se
levanta después y con &u paso menudo y suave, se dirige
á la cocina, €:n busca de la compañía de Juana.
Mien tl'a~ la!. mayal eras de mano Juancbo saborean á su
satisfacción el cogollo con que las ha r€galado Perucho. démosnos
una vuelta por el horno para obset·var lo que por él ocurre
Son ollas de barro coddo, de las que fabl'ica ña Rufina,
la más acreditada ollera de esos lado~, las vasijas en que allí
se cuecP. el guarapo. En éstas, al decir de mano Juancbo, que
es hombre sedo, al me~;os por lacar a, "se pueden pilar aehirillaa
sin que ~ufran lo máa mínirnon (no se sabe si las ollas ó
las acbirilla~; traslado al autor de la ft·ase).
Ailá, cerca de la. chime~ea 7 campea por sus re:!petos y e~
mirado con cierta temerosa veneración, el fondo de cobre que
sirvió á la difunta Marucba, mujer de mano Juancho, para fabricar
el jabón y las velas de su balance y la natilla y la conserva
en Jos tit-mpos de nochebuena. En ese fondo hierve la
miel á punto ~e ser vaciada á la batea para coagularse en pane!
a, y e~to da. una idea de las altas funciones de la venerable
paila, contando la cual son C'inco las ''asija5 que ocupan
el horno. A un lado d~ éste, montada sobre pilares de madera
redonda, !a batea batidora con su compañero inseparable el
mecedor;. remellone~ y coladores de cuyabra y totuma7 sobre
el fondo y las ollas; e o la puerta del horno, 6 muy cerca rte ella,
~1 patojo de fia Luisa, que gana medio rP.al diado aprend~
eodo desde en vida el oficio de condenado, que á eso equivale
el de ati~adur. Como reventar de cohetes se oyen con frecuencia
los esta~lidos de las guaduas cuyas nudosidadea ataca
el fuego, Jo que pon.e orejón á Juancho- á peaar de lo de
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~!OLIENDO 51
ias achirilla! -por· e: t~mor de que cada traquido pueda desfondarle
un a olla; en cuanto al patojo, á. él ·•r:o Jo asustan .-aniaoa''.
En las ,·asijas próxima• á. la pu~rta del horno, es descachazado
EO.l gua.·apo apenas tibio; en las ~iguientes, hierve
la miel de c~?ba y la de tomar. El vaho que se levanta del fond('
donde hierve pau!ado. la miel de saca, formando cráteres,
que vomitan peligrosos chilguet.e~. y mansas colinas, ese vaho
q~e eosalcha los pulmones y alegra al espíritu, lleva á l6s
campos vecinos, si ya ao lo ha hech0 la colmena ::le humo espeso
de la chimenea, la. noticia de que en el establecimiento
están de molienda. El ho•·nero - mano J uar.c!'lo- empleado á
"~uyo cargo está todo eso, se pasea ('\cupado de un extremo á
otro del horno, serio cual sacerdote ante el altar, remellón 6
colador en mano, para cebar, descachaza.r ó vaciar la saca.
Pero ya es hor·a de volver al trapiche, que la vanidad de
los que tienen éste á su cargo consiste en mantener el pozuelo
lleno. Nuestros torc~dores y arriero han tomado miel y comido
dulce caliente. Juancbo, que si hace trabajar á r..eonorúita
como bestia de carga, la mima á veces, la ha obsequi-
ado con algunos puntos que á dedo mojado extraJO del
hirviente for.do. Perueho se ha dado un atracón de guarapo
crudo que se lo toca con los dedos y todos vuelven satisf~chos
á ~u faena.
Pero ...... "aquí hay trapo en l~jía", como suelen decir
las comadres. Esa mirarta lat·ga y so!tenida -que se la juzgarla
incapaz de dar- de la torcedora á su compañero d~ faena
y la. de é&te á. aquélla al ocupar sus puPstos, t:.o tlejan rluda
de ello. 1 Es tan indiscreto ~1 amor! Y de que esas miradas
revelan prorunda simpatía, no quedará. duda momentos despu,
s.
Cuando el arriero vuelve á relatar á la6 cabal!Prías ~us
peregrinas historias; mano Juancho silba por lo bajo y en tona
luégo eata cop!a picaresca
¡El juez me mandó al pr~e\dio
porque la maté por ceios . ... !
¡Algunas veces los juacea
suelen hacer algo bueno!
Y Juana canta deade el pilón
1 Mi padre se me mGrió
y se me murió mi madre!
¡Dende que lo~ dos se han muerto
estoy güérfaoa de padres!
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52 l'IEJ...ECHOS.
Y el viento que llega del cañawe!ar tn\e retM.zos de estrofas
Molé, trapiche, molé,
Molé la caña pasada ..... .
Entonces, los torcedores se miran con car·iño al travé•
de los claros de las curefías y las mazas, y él, con la dulzur·a
con que se habla á los chiquillos mimados, la iott""rroga:
- Leonorcita, vusté porqué e&tá hoy como tan triste?
- Ello no, es que á vusté le parece.
- No se aflija que ya se a1·rima muc~o aquello. El san
Juan ya tá por las manos.
-¿Y vusté ya habl~ con mi padre? Acuérdese que desde
que se murió mi madre, yo no ter.go más á qm~u darle gusto
que á él.
-Si, Leonorcita, esa buena noticia le tenía guardada; y
mano Juancho con vi no m u y bien. Y ya tengo cortada la madera
pa la casita que voy á. comenzar la semana que rleot1·a,
allá en el asiento del Guapantal¡ y como é! siPmpre nos dPja
moler aquí de cuándo en cuáudo p'ajustar la racioocita .... .
- Demáa, él ::Le quiere mucho ...................... .
Vuelve á quedar lleno el pozuelo, con gran ~atisfaccióo
del rapaz, que no sabía yá á qué santo eoct)mendarge para
hacer sacar fuerz&s de flaqueza á las cansadas caballería~. Es
la hora del almuQrzo y Onofre r.iene que ayudar á mano Juancho
para que &ste pueda echarse unos bocados, pues si se
descuida el horno, podría quemar se el preciado fondo.
Despachada la ración, Perueho y Onofre reeiben orde11
de traer del potrero el muleto negro de D. Basilio que habían
de pegar luégo al mayal para ir domándol~, por encargo especial
de su dueíío.
Tt afdo el animal, resulta que se resiste <'oo todas su'i
fuerzas á pasar del estado libre ai de la ser:-vi~umt re. Mano
Juancho declaró que en los días de su vida "no había visto
un animal tan caoóoigc" y Perucho, quA "ca~i se come á mano
Enofre, al caballo tungo y á la Pstancia eate1·a!' El, como hL
jo de la Montafia, sabría lo de la ''du•·a cer•iz" y no querría
doblar la suya altiva ante el palo envilecedor¡ p~ro el mayal: á
manera de gobierno yanki, sabe domar & cuanto~ con él ae
ponen en contacto, por más que como el muleto negro, la ec..
hen de '~grandes potencias"; y á poco. · protestando débil·
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HELECHOS. 53
mente con algunos mordiscos á su compañero de yunta, hace
coucicnzudamentXpP.t iruen to !
- Pu~'s; ¿qué quieres que h¡.¡.ga? repli<:ó Luisa. Soy alegr<',
e3 cierto: pero ¿eso es un crimen? ¿Y pot·q ué be de mostrat·rnp,
fría cc..n aquéllos quP sólo se acercan á mí pat·a dil'igir·mc ehicoleos?
-Tú et~es una c0quetuela, y tu d a me desespet·a; pot·que
~i tú ríe~ a í en contra de mis deseos, debe ser únkamente
por enseñar tus diente:s. Sabes pedectamente cuán bermoss.
estás, cuando ai reir con un objeto d€terminado: <'chus hacia
atrás tu catezG y muestras tu pr·ecioso cuello aiabastt-ino.
- ¿Pet·o qué debo hacer para probarte mi cariño? Pídeme
lo que quier·as, pero no .-ne exijas que deje de reir·me. Sólo
soy feliz cuando estoy alegre y con libertad de e:;tarlo .
.M. de Beaucbamps se pu.:;o serio.
-Una noche me diji5te, exclamó con tono solemne, quepor
mí sacrificn.rfas tu vida. No te pido tánto, mas Pscucba:
¿Quieres hacerme e: hombre rr. ás dichoso de la tierra?
-No tienes más que hablar.
- ¡.A un teniendo que sufrir?
- Sí, me ilicido á todo.
- Bue[1o, pues sacrifica un diente por mí.
- ¡ Qué me pidP~ ! ¡ Eso e~ una barbaridad 1
-Solo un diE>nte; el más peq~eño a~ delante. Y despu~
puedes reir cuanto gustes.
- Per::> tú creerás que estoy fC"n, y ya no me querrásr
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NITO 57.
- Te j Ul'O que sólo de esa m¡¡¡,ner~a. asegura.rá!i mi felicidad.
- Bien: todo lo !acritico por tu amor·. La Condesa tocó
el timbre.
Juan, su cr·iado, recibió sus órdenes, y reg1 esó un cuarto
de hora más tarde con un hombre que !levaba en la mano un
estuche de cuero, semejantP al que usan los dentistas.
- ¿.Quién .:-s ese !~eilor? preguntó M. de Beauchamps.
-·Es Mr. James Pl dentista, contestó la Condesa.
La Condesit.a entró en el tocador seguida de Nito, el cual
llevaba l¡;¡. cola entre las pit-rna , como ~i comprendiera que
algo serio iba á suce-der. Luisa regresó al poco rato, avergonzada
y humiiluda, y entregó á M. de Beauchamps un dieutedto,
blanco como la leche, que el amante be~ó con delirio.
Luí-a, al ''er e~tP. tributo -1e afecto echó á. correr.
M. de Beauchamps mandó colocar el diente en un medallón
que llevaba. colga.do al cuello como Ull recuerdo.
Desde aq ~el día la Condesi ta se pus-o muy triste. S0lo en
radsimas ocasiones se iiumicaba su ~:.emblante con una sonrisa.
Se ret.iró ~a'l:ita donde fué posible de :a soc:kdad, pPrO cuando
se veía obligada por sus de he res sociale5 apresen tarse ante
sus amigas, la vPían rnan ten e rse sepa1·ada ile eiias, 6 senta<~
a en un r iucón, muy Sí'l'Ía y con la boca cerrada, como la
puer·ta de una. cárcel.
-¡Pobre Contlesa! decían aigunos mal inter.cionados.
1 Qué ca:-r.biada está!
Y de BeauC'h:l.rnps sentía que su cariño iba. disminuyendo
poco á. poco. Parecía que comenzaba á compt·ender que lo quP
más amaba en ella era especialmente su sonrisa, su~ chanzas,
su éllt>gría, y se puso triste también .
U o día, y á de s ~spez·ado, fué á ver á la Con :lesa.
- Luisa, dijo arrojándose á e u s pies, ¿me amas todavía.?
- Te he jur·ado amarte siempre, contest6.
- ¿,Quieres probarme la 3inceridad de tus palabras?
- No d ' SPO otra cosa.
-Bueno; cotonee~, si me quieres, haz que el dentista t.~
ponga un diente postizo.
- ¡Qué locur·a! dijo Luisa. sollozando. Tenía yo t·a.zón
cuando te <'lije que me deJarfa5 ll'"'- querer·. Así son ustedes lo8
hombres. ¡ Y me tach. bus de caprichosa!
- Lui~a, te rut:-go que me perdone~. Maldigo mis celos,
mis imprudeucias.
- Según eso. realmente deploras la debilidad ccn que
accedí á tu capricho.
- Estoy desolado y . tr reren tido.
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58 HELEOJiOS.
-¿Reconoce& la crueld~d de tu injusta exigenci~'t
- Me la echaré en cara toda mi vida.
-¿Serías feliz si te hubi~ra desotedecido?
- Daría cualquier cosa p0r ello.
La Condesita ~oltó una carcajada, enseñando todos sus
dlen tes completos.
- ¿Qué significa esto? pregúntó M. de Beaucbamps., te ...
n1endo entre sus dedo'J el mertallóo en el cual e8taba. en gasda
la perla del saorificio.
La Condesa abrió el hocico del perro y dijo:
- He aquí la víctima.
¡ Oh! eiclamó :3eaucbamps. Nucca me has querido!
PAUL BOURGET.
MISCELANEA
CONCURSO.~ Las composiciones que hayan de presentarse
para el concurso de que se b.·ató en el número 1 °.
de esta Revista, deben ser recibidas antes d e l 20 de los corrientes,
para dar tiempo así. á la Junta calificaclora para lo
que le corresponde.
· Las composiciones deben ser dirigidas en cubierta cerrada
al sefior Dr. ~=ticardo Jaramillo A. Dentro de otra cubierta.
cerrada debe enviarse el nombre que corresponda al seudónimo
con que haya sido firma da b e umposiciL>n, y sobre la. cubierta
que coutenga el icho nombre,¡se expresará á qué seudónimo
corresponcle.
GRATITUD. --Una vez más hemos sido visitados por la.
Divina Proviclencia, con la muerte de nuestra querida hija
Emilia, en Religión Hermann. Teresa del Carmen. Humildemente
n signados bendecimos sus designios y enviamos á la.
vez nuestros más sinceros agradecirr.ientos á todas las personas
que hn.n tomado parte en nuestra pena. Que Nuestro Sefior
les pague con creces esta obra de mjsericordia para con
nosotros.
Manizales, Septiembre de 1904.
FRA...~Cisco A. HENAO y familia.
( R~miticlo)
----------
Imp.de F. A/.tJ?tt.oya -&n• ~
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Citación recomendada (normas APA)
"Helechos: revista mensual de literatura, ciencias y artes - N. 4", -:-, 1904. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3683653/), el día 2025-08-20.