En la agenda educativa del tercer milenio existen, por lo menos, tres desafíos claves pendientes. En primer lugar, el logro de una educación de calidad y el de una armónica convivencia entre los seres humanos, en segundo lugar, el apoyo de la diversidad a través del diseño de una enseñanza individualizada y orientada a las necesidades particulares de cada alumno, y, por último, el fortalecimiento de la propia identidad y personalidad de los estudiantes para que puedan llegar a ser personas libres y autónomas. ¿Cómo alcanzar esas metas entonces? De una manera sencilla y eficaz: apostando a un proceso de enseñanza rico y dinámico, posibilitando la apropiación comprensiva de conocimientos y procurando que en los estudiantes se produzcan cambios conceptuales que los llevarán a un aprender y a un comprender seguros con proyección de sus acciones. Hay tareas que no pueden seguir postergándose en la escuela, pues el futuro de las actuales generaciones de estudiantes podrían correr riesgos, entre ellos, el de no poder estar a la altura de los avances y de los cambios que a diario se suscitan en la realidad.
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