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A~O XVII NQ 42r - CALl (República ele Cc.lombia) MARZO 23 DE rryrx
Directot', BJ.-\8 g. 8.CAHT'E'tTA
La última carta
Pocos dias antes de morir, escribió Tolstoi una hermosa epístola á un
eclesiástico. Puede considerarse esta carta como el testamento de un creyente,
independiente y humilde á la vez, como lo era Tolstoi.
< de gozo nos queda.
Y hay tormentas de angustia en el alma!
Levantando las hondas pupilas
A las mudas regiones del alba.
,\mbQ<; dimos profundosuspiro,
Y la a u ror,a nvs vió, sonroj«da, ~ ;2. •
ANIBAL ARCILA L
l }
EL RECUERDO
El criado abrió la puerta y con voz clara, breve, imperativa, exclamó:
! El número cuatro ! pase usted, caballero ..... .
Penetró en el gabinete <.Id c~lebre dentista yanky, un viejecito del-
/ gado y menudo, vestido <.le negro: t nía el rostro lampiño y enjuto, y los
cabellos completamente blancos; en sus ojos az.Llles llenos de melancolía,
el fastidio de vivir, h•1bía impreso U:l:t huella in~fable de nobleza y d~ bondad:
Sus manos, que la miseria dejó sin joyas, eran dignas de un rey. \.'
•
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IU.J CORREO DP:L VAttE :)019
M. Owen recibió á sn nuevo cliente con un saludo cortés y trivial.
- Servidor de usted. Tenga usted la hondad de sentarse.
El recién llegado se instaló en el terrible sillón de operaciones. El /
profesor añadió con voz cortante y gutural:
- ¿Qué deseaba usted?
- Sacarme este incisivo.
- ¿A ver?
El paciente echó la rabcza hacia atrás, abrió la boca y mostró sus en·
cías mondaf:, limpiadas cruelmente de dientes y raigones por los años.
Unicamente en la mandíbula superior quedaba un incisivo, que el operador
reconociÓ atentamente. Primero lo oprimió entre sus dedos vigorosos
y cercioróse de que no se movía; después lo golpeó con el mango de
una lima. •
- ¿Le duele á usted?
No, señor.
- iAh .... .. Entonces, ¿por qué quiere usted sacárselo?
Y como el viejecillo sonriera y tardase en contestar, M. Owen agregó.
- Porque, si piensa usted usar dentatlura postiza. le advierto que ese
incisivo no estorba. Al contrario, nos serviría de punto de apoyo .. .. . .
El anciano le interrumpió:
- No, señor; no es por eso.
- Entonces, no adivino . .. . . .
-Perdone usted; mi caso es bastante raro. Yo soy español. Pronto
hará quince años que vine á Buenos Aires, y, desde entonces, jamás 4eJé
de enviarle á mi mujer, en el día de su santo, algún regalo. Al princi~
mis asuntos marchaban bien y podía ofrecerle objetos de valor; una sorti;:
ja, una pulsera, un reloj . . . .. . Pero luego la fortuna, desdeñosa c:on loe
viejos, me volvió la espalda. Menguaban mis energías para la lucha por
la vida, y con ellas mis recursos menguaban. Afio llegó en que á mi
santa viejecita que, como yo, tiene también los cabellos blancos, sólo pude
enviarla una caja de pañuelos. Hoy mi situación es más precaria que
nunca; no tengo donde trabajar, estoy en la miseria . . .... y la fiesta ono-mástica
de mi compafiera se aproxima y la debo un obsequio. ¿Comprende
usted?
/ El doctor hizo un gesto negativo.
1 El anciano prosiguió:
- Por eso, no teniendo nada, absolutamente nada, que ofrecerla, he
pensado arrancarme este diente.
- ¿Para enviárselo?- preguntó M. Owen.
- SL
El doctor retrocedió algunos pasos y lanzó una carcajada- Pero en
el acto, como arrepentido de aquella vulgar expresión de hilaridad, sus
facciones caballerescas se serenaron.
- Es curioso - dijo - y, desde luego, estoy dispuesto á complacerle.
Pero, explíqueme, señor, y perdone mi pregunta: ¿Por qué con el dinero
que ha de darme á mi no compra usted algo, un recuerdo cualquiera? . . . .
Por ejemplo . .. . ¿que le diría yo? ...... i Un par de guantes!. .... .
El semblante cansado y grave del anciano reflejó una gran tristeza.
- Es que yo no puedo pagarle á usted- dijg.
- ¿Cómo?
- Asi es.
¿No tiene usted dinero?
--No, señor.
Y, tras una pausa, agreg-ó insinuante:
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5080 EL CORRl';O DEL VALLÉ
-Tiene usted derecho á despedirme, pero no lo haga usted. Si he venido
á su clínica es porque nadie mejor que usted, que es rico y no necesita
de mi dinero para comer, puede brindarme este favor. Sea usted bueno;
asi mi mujer y yo le seremos deudores de una gran alegría.
Con las manos enfundadas en los bolsillos de su batín, M. Owen le
escuchó atentamente, y tras sus gafas de oro, sus pupilas verdes, de un
verde claro, miraban al desconocido con asombro y ternura.
--¡Es bonito!-murmuró,
Y, tras una treguá, repitió, ya vencido.
-¡Es bonita la historia!
El viejecito repuso, con una voz en la que latía un acento de infinita
súplica :
-¿Me complace usted?
-¿Por qué no?
El paciente había adoptado en su asiento una actitud cómoda. M.
Owen oprimió un resorte y el sillón giró hacia atrás, dejando al anciano
en postura casi supina. Después abrió un armarito, del que sacó un gatillo
de bruñido acero, sobre el cual la luz resbaló con una sonrisa fría y
dura de cristal. Y había en los dientes de aquel aparato de tortura, una
especie de voracidad.
M. Owen, flemático y humorista, exclamó:
-¿Está usted dispuesto?
-Sí doctor.
-Le advierto que le dolerá mucho.
-No importa. Vamos.
Fué un momento dramático. El operador apoyó su mano brusca y
fuerte sobre el rostro del anciano, con lo que le obligó á cerrar Jos ojos.
Luego, dijo:
-Ahora .. _... •
El in~isivo est~bJ. pr.3so entr~ las pinz1s inexorables del gatillo; el
brazo musculoso de M. Owen se contnjo, las gruesas venas de su mufteca
se hincharon ele sangte, y la mano experta y sañuda inició á derecha é
izquierda un dob1e movimiento de tor3ión. El anciano exhaló un ronquido
gutural, de terrible dolor; las largas rrríces del diente crujían, chirreando
en las profundidades de la encía: fué un crepitar recóndito, del que toda
la arquitectura craneal pareció resentirse. Tiñéronse de sangre los bor-des
del alvéolo. M. Owen, implacable, apretó más, más ... ___ haciendo
palanca de su cuerpo. Por fin, los dientes del gatillo cobraron su presa.
Entonces los dos hombres se miraron frente á frente: al anciano el
dolor le había dejado lívido; á M. Owen, el esfuerzo le habia puesto rojo.
Después, el viejecillo, mientras se enjuagaba la boca, se restañó con un
paftuelo su frente triste, bañada en sudor. Tosió, resopló con fuerza.
Luego, más sereno, pudo levantarse; sus piernas, sin embargo, temblaban
aún. M. Owen le presentó el diente, ya desinfectado, envuelto en
un papel.
-Servidor de usted-dijo
Su interlocutor le estrechó la mano, lleno de agradecimiento.
-Gracias- balbuceó- gracias._ .... por ella y por mi. ... _.
Salió. A su espalda, la voz impasible del criado, metido en su larga
librea azul, exclamaba:
-¡P~se el número cinco! . .. .. .
····-y~~~-~~- ~á~á: ~i -~~~i~~Ó, · ~~~tad~- á~t~-~~~-~~s-ita · d~ ·pi~Ó, · -~~~~ibÍÓ
esta carta rara y triste:
«Buenos Aires, 30 de Enero. •
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EL CORREO DEL VALLE 5081
«María, compañera de mi alma;
KPor este correo, y en cajita certificada, te mando un regalo, un re-cuerdo
..... .
(( - ¿Cuál?
((Hubiera querido enviarte un collar de brillantes, una lanzadera, un
abrigo de cibelina ó de marta. Pero la mezquindad de mis recursos me
prohiben atreverme á tanto, y te ofrezco una quisicosa insignificante, casi
ridfcula: te ofrezco un diente. No te rías. Hay en los dientes que se
caen, como en los cabellos que se van d~ la frente, como en las ilusiones
que emigran del alma, la enorme tristeza de todas las cosas, frágiles ó
ingratas, que en esta vida filante nos han dicho ((adiós)).
((Pronto hará cuarenta años, ¿te acuerdas?, que tu cabeza y la mfa
durmieron, por primera vez, sobre la misma almohada. Entonces yo tenía
el mirar ingenuo y audaz, alegre la frente, los cabellos negrísimos: en
la línea roja y dura de mis labios, ardía la voluntad.
((Cierta noche, una de esas noches en que el fuego de la chimenea y la
canción de la lluvia que bate el zinc de las ventanas, despierta en el esp{ritu
vagabundo de los hombres ideas de hogar. nos hallábamos en aquel
gabinete sobre cuyas paredes de brocatel carmesí, tus hombros desnudos
parecían un suei'i.o de carne. De pronto, sin responder directamente á algo
que yo acababa de decir, exclamaste:
tt-¡No te muevas!
<<-¿Por qué?-repuse conservando el mismo gesto alegre en que tus
palabras me habían sorprendido.
(<-Porque- continuaste- me gusta mucho verte reir. Bajo la lfnea
negra y sedosa del bigote, ¡qué parejos, qué limpios, qué blancos, bri-llan
tus dientes!
<1Continuaste diciéndome mil dulces galanterías, que no transcribo
aqui porque la evoción de aquellas memorias inefables me lastimaría demasiado.
Y luego, arrastrada por la vehemencia de tu pasión, enlazaste
tus brazos á mi cuelllo y apoyaste sobre mis dientes el tesoro-fresa y
miel-de tus labios.
((Pasaron los ai'i.os malditos y avaros, que se lo llevan todo, y otra noche
notaste con pena que mi dentadura era más desigual y menos blanca
que antes. ((Va adquiriendo el color de las hojas secas>>- dijiste. Y era
que aquellos dientes que tú besabas y que tantas veces hicieron presa,
I ....
Uno de esos pintores que parecen mojar su pincel en rayos de luna
habría hecho tal vez un bello cuadro.
Cerca de media noche, en la alcoba silenciosa, iluminada suavemente
por un brochazo plateado, la niña, de rodillas sobre el lecho, parecía un
ángel en oración.
Con las manitas unidas y queriendo mirru.· hacia el cielo por la persiana
entreabierta, murmurando:
--Divinos Reyes Magos, no me traigáis juguetes.
Yo no quiero la muñeca grande, ni el automóvil, ni la caja de bombones,
nada, nada ....
Quiero que venga mi papá, mi papá bueno que me quería tanto, que
me daba muchos besos y que jugaba conmigo ....
Carmela no pudo contenerse por más tiempo. Estaba allí, oculta en
la penumbra, llevando los regalos para la niña adorada. Pensaba colocarlos
sigilosamente, con el fin de realízar el dulce engaño.
La pertueña cref'ría luego que habían sido los Reyes.
Pero ante la súplica ingénua, ella, la madre, sintió que todos sus dolores
renacían.
Un deseo infinito de paz y de consuelo invadió su sér.
Abrazó á su hija, la llenó de besos, arrullándola con maternal caricia
y la hizo acostar, mientras decía con suprema dulzura:--duerme, angel
mío, duerme, que papá vendrá.
¡ En aquella fría noche de Enet·o, en el sil ncio del hogar vacío, Carmela,
pálida y febril, sentose ante la peqnei\a mesa, para escribir una
carta que comenzaba de este modo :
((Mi querido Ernesto ....
__. ._...... __ _ ROSALIA CASTRO
La sala desieL•tc:
Su ventana c~l.i cerrada
La ventana en CJIIC)~olia
¿\ snn1ar su faz n1i Hlnasa
llirij¡, inquieto la dsta.
l al ver que tuclo repo~a
1\li corazúu se cootrist.l.
En medio ·i tanto mutismo
Cómo su nusencia resalta ..... .
'l".ltlO t•st·i, todc>, l0 misnw ... .
1 l~lla solamente falta!
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EL CORREO DEL V A LLE
Ya truncada estás, historia!
Ensueños, ya sois huldos!
Cuál llegan á mi memoria
Aromas de tiempos idos!
La silla que se halla al frente,
Muelle parece que aguarda
A la que lloro yo ausente.
Aquella que tanto tarda.
En la tallada consol•
Está abierta la novela
Que leía cuando sola
Pasaba la noche en vela;
Como en aquella doliente
Noche del último adios.
Cuando besé su alba frente,
Cuando lloramos los dos ....
Como en noches de agonía.
Noches de rayos y lluvia.
Cuando en las manos hundía
La hermosa cabeza rubia ..... .
Un ramo casi de'secho
Mis ojos miran allí ..... .
iEI que llevaba en el pecho
La última vez que la vi!
Parece que :ecos de danzas
Cruzan el salón desierto ..... .
El libro de las romanzas
Está sobre el piano abierto;
Y como todo lo abraza
El sol con sus resplandores,
En el patio de la casa
Secas estarán las flores,
En medio á tanto mutismo
Cómo su ausencia resalta ..... .
iTodo está, todo. lo mismo ..... .
Ella solamente falta !
5085
ISMAEL E~RIQUE ARCl::SIEGAS
Era tímido Para el trabajo
Rechazo honradamente la paternidad de la historia que ,ais á leer.
Anoche mP. la refirió uno de mis amigos. Yo no he hecho otra cosa que
ponerla presentable.
Si en Jugar de ser una verídica. historia cuyo héroe falleció hace poc<;>,
fuera una obra dramática, juro que cedería á mi amigo la mitad de rms
derechos de autor.
Habreis oído atribuír la frase que encabeza estos renglones al insigne
autor de don Francisco de Quevedo, Eulog-io Florentino Sanz.
Hay quien la concede á Ventura de la Vega, á Ayaln. y á otros perezosos
igualmente ilustres.
Al héroe de mi cuento, por ser ilustre y por ser perezoso, le cuadra
también.
Tenía un gran talento que jamás empleó. En sus c01wersaciones derrochaba
los chistes espontáneos y las observaciones filosóficas. .
Como decía el epitafio de un cementerio, hubiera sido un gran hterato,
un excelente periodista y un aplaudido autor, ~'>i la. muerte no lo huhiera
arrebatado á los cuarenta años de edad ~in haber hecho nada.
Una noche se hallaba reunido con varios amigos, los cuales blusona-ban
todos de una carrera.
-Yo soy abogado, decía uno.
-Yo médico.
-Yo comerciante.
-Yo, interrumpió modestamente nuestro héroe, soy perezoso. Tenía
la conciencia de la misión que sobre la tierra estaba llamado á cumplir.
Su familia no le destinó á esta gran carrera. Pero le obligó á seguir.
la una irresistible vocación.
Descle sus primf'ros años se sintió animarlo por el im·eneihle d<'Fieo de
no hacer nada.
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50R6 EL <'ORREO DR:L VALLE
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Como todos los casados, empezó por ser soltero. ?\las tuyo que casarse
para atender á las prosaicas ncce1üclades de la ,·ida, con una mujer
que tenía unas tierrecitas en Pozuelo.
Todos le decían que el matrimonio le animaría á trabajar. Pero no
sucedió así. Sólo á los seis meses de luna de miel pensó en sacudir la terrible
inercia que le dominaba.
Hacía diez años que tenía. d proyecto de escribir un drama. ~inguQa
o .~asión como ésta se le volvería á presentar. Tenía casa, tenía mujer,
tenía mesa, papel y pluma. Y, sin embargo, comprendía que le faltaua
algo. ¿El qué?
¡Una bata!
1Una bata! ~í.. ....
¿Quién trabaja en casa sin bata?
La bata es una gran inspiradora. No se le pasó por la imagir.aci6n,
ni por un momento, que se pudiera escribir de levita.
Recorrió todos los almacenes de ropa hecha y todas las sastrerías de
1- en calma. Hermosa
La luna su lumbre riega,
Y á besar el lecho llega
Donde la virgen reposa.
¡ Como su pecho se ensancha
Ante esa luz de consuelo!
Es la bendicióu del cielo
Sobre esa frente sin mancha.
ISMAEL E . ARCINIEGAS ----------
Viejos amores
Querido Pepe: Hace tiempo que vivo ap artadadel mundo, lejos de la
sociedad y sin otro trato que el de algunos de mis vecinos, ni más amor
1 que el de mis pájaros y mis flores.
/ A esta soledad y retraimiento me han llevado el conocer las flaque-zas
y debilidades de los hombres y la seguridad . adquirida en su trato
de que sólo con la mentira en los labios, la hipocresía en el alma y el fr1o
de la muerte en el corazón, se puede caminar tranquilamente por la
tierra.
Después de gustados los pocos y amargos placeres que la vida proporciona,
me rufugié en los libros que, si bien me han consolado, serenando
mi espíritu, lo invadieron de negro excepticismo.
Entre las cosas pasadas, entre lo que fué en un tiempo alegría y regocijo,
sólo hay una que no se ha borrado por completo, que á veces me
hace sentir y que ha días me obliga á pensar, poniendo hoy la pluma en
mis manos para trasmitirte .. . . . . un sueño.
Hasta mi reti'ro han llegado los ecos de las voces que te aclaman, los
fulg·ores de la aureola que rodea tu frente y los aplausos de la multitud
delirante que tributa honores al genio. Al ver todo eso, bato palmas con
1 entusiasmo y siento, como si tuviera parte en ello, como si algo de tu gloria
se reflejase sobre mi:
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50k8 EL ('()nREO DEL VALLE
He visto retratos tuyos en los periódicos y, más que viejo, te encuentro
desaseado, sucio, vestido con la negligencia de quien no se preocupa
de agradar, ni tiene á su lado una persona que con el interés que da el
cariño, se cuide de quitar una mancha, poner la corbata derecha y todo
ese cúmulo de nimiedades y pequeñeces hasta las que el sabio no desciende
pero que constituyen los pequeños encantos del hogar y sirven para
dar realce á la figura del hombre que llega á d_estacarse de entre la
muchedumbre.
Como comprenderás, todo este exordio tiene alguna finalidad y á
ella voy.
Me figuro verte instalado en el mezquino cuarto de una casa de huéspedes,
mal atendido; los libros y papeles que rebosan de la mesa, invadiendo
el suelo y los escasos muebles; tú, sin sitio donde trabajar, sin aire
respirable, sin comodidad, sin nada. Y al contemplarte así mirando el
estado de mi espíritu, se me ocurre hacerte una proposición.
Hubo un tiempo en que tú me amaste con toda la intensidad de que
eras capaz, y en que yo te quise con todo el fuego y la pasión de los primeros
amores. Ese sentimiento es el único que perdura en mí, lo único
que los afios no han borrado de mi corazón y mi memoria; y al pensar
que caminamos hacia la vejez, solós, tristes y desengañados, te escribo
preguntándote si no sería mejor para ambos unir nuestras existencias,
completando cada uno lo que al otro le falta. Nos volveríamos á querer,
si no con los arrebatos de la mocedad, con el tranquilo amor de la madurez,
y nuestro mutuo afecto sería garantía cierta de una felicidad sosegada
y duradera.
Ninguno de los dos sería gravoso para el otro; tú tienes lo que te produce
tu trabajo, yo tengo mi renta; juntemos nuestros medios de· vida,
hagamos de dos hogares fríos uno templado por el cariño, y nuestras almas
unidas nos harán vivir lo que nos quede, en medio de una dicha no
interrumpida.
Sí mi proposición te pareca aceptable, no tienes mas que escribir una
palabra ven, y volará á tu lado. - M a río.
Querida María: Con razón dices que sueñas. Sueñas, y yo lamento
tener que despertarte, puesto que sé por experiencia que no hay nada tan
hermoso como soñar.
iUnirnos, resucitar un pasado tejano! ¿Sabes lo que pides?
Te engai'ías, y si yo no pensase serenament"', me engañarías también
con la perspectiva de un porvenir encantador.
/Tener un hogar, sentir los goces de la famiila, ver cerca de sí una
mujer que nos quiere y atiende solícita á los menores detalles de nuestra
existencia. No conozco nada tan h;:1lagador. Pero, ¿tú sabes si esto es
posible?
Cuando se lleva en el cerebro un mundo de ideas, está muy lejos de
este de aquí abajo y no nos entienden, ni entendemos á los que andan á
nuestro alrededor. Eso te pasaría conmigo. Vivirías á mi lado, un mismo
techo nos daría alhergu(', y sin embargo, estaríamos el uno del otro á la
misma rlistancia, f!Ue los antípodas.
Esás cosas pueden suceder cuando son productos del amor y entusiasmo
.i u veniles; pero á nueitra e, bajo el
cielo, nos es dado disfrutar, Atiéndeme y más tarde sabras agradecerme.
Tanto por tus cualidades morales como por los atractivos físicos que
posees, serán muchos los que anhelan unir á ti su suerte, en este caso
elige, únicameute, amiga mía, al que ames de todo corazón; el amor es
el lazo único que debe unir dos almas para siempre; amor inmenso, que
debe tener su origen al considerar los méritos del que pretende ser el compañero
de tu vida.
Para que sea excelente esposo debe reunir muchas cualidades, entre
las cuales se destacan algunas que te ruego observes si posee el elegido de
tu corazón, pues las considero lcomo las más indispensables en un hombre:
Advierte si en su corazón existen los verdaderos y sólidos sentimientos
católicos pues sólo así, podrá reinar la virtud, única fuente de la verdedera
felicidad.
Que los vicios no se hayan apoderado de su corazón en él no existirá
el verdadero amor si el vicio lo enajena. La felicidad es absolutamente
incompatible con el mal y la depravación.
Fíjate si es amigo del trabajo, honrado y constante, y aunque no sea
rico, no temas por tu felicidad la riqueza es muy ingrata y casi siempre
't. viene á daii.ar el corazón; el temor de perderla, acarrea angustias é in-
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5090 EIJ CORERO DEL VALLE
tranquilidades, y su efectiva ruina, aleja completamente toda idea de
felicidad. El hombre trabajador nunca verá llegar la miseria á sus puertas
y tendrá además el don inestimable de la faz del corazón y de la conciencia.
Observa si tiene en todos sus actos la finura y delicadeza del hombre
verdaderamente culto, amable y de sensible corazón; así llevarás una
gran garantía para ser feliz; sólo la educación puede disimalar los frecuentes
sinsabores de la vida; y nunca serás víctima de las tristes consecuencias
que ocasiona el trato íntimo con persona que carece de la suficiente
cultura.
También te aconsejo, por último, que te fijes en sus cualidades intelectuales;
de un hombre inteligente puedes esperar mucho, sabrá estimarte
y, por lo tanto, medirá prudentemente tus pasos, haciendo de ti el tipo
perfecto de mujer y así poder contar con tu segura felicidad. ·
De tu manejo para con un hombre semejante nada te diré, claro está
que tu conducta seguirá al nivel de la suya.
Nunca te creas, amiga mía, de las exterioridades y del oropel; jamás
te dejes sugestionar por el brillo y fama de un hombre ni llegues á pensar
que en él encontrarás la felicidad; el engaño será real é inevitable; tras
del velo de los honores y de las riquezas encontrarás un corazón lleno de
negros sentimientos. ·
Escúchame y piensa que si esto digo yo, qué podrán decir los que
cargan con la verdad de la experiencia.
Quizás algún día podrás, llena de júbilo, de:!irme: escuché tus consejos.·
soy feliz.
Adios! Tuya que anhela por que seas dichosa.
BLANCA DEL MAR
Caldas, Marzo de 1911.
Los pelos de punta
1 6 el higado de Juanita
1
Así podría titularse una historia que cuenta el escritor francés Carlos
Monselet, que es la última palabra del naturalismo y de la neurósis literaria.
El mismo Edgardo Poeno ha imaginado una aventura más espantable.
Leed y estremeceos.
11
La escena es en un ménage d' étudiant, como dicen los franceses.
Emilio que aspiraá ser con el tiempo un Nalatón, almuerza con su
compañera ...... de estudios.
Adelina y Emilio, que están en la luna de miel del amor libre, despa/
chan en un santiamen su almuerzo, compuesto de huevos con jamón, é
hígado salteado. ·
Todavía están en el postre, cuando Emilio, que, á fuer de buen enamorado,
no se ha preocupado poco ni mucho de lo que comfa, dice de repente.
'
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EL CORREO DLE VALLE 5091
-¿Qué ocurrencia te ha dado de poner hígado en el almuerzo? Ni
á mí me entusiasma gran cosa ...... Digo me parece á mí ..... .
-Y es verdad, responde Adelina. Pero entónces, ¿ por qué lo has
comprado tú?
-Y o ? ¡ Si en mi vida he puesto los pies en ninguna carnicería !
-Pues el hígado no ha entrado solo en casa ...... En la mesa de tu
- cuarto estaba, envuelto en un periódico.
-¡Ah, ya caígo! El portero entró esta mañana á dartne un recado,
y quizá lo olvidó en vez de llevárselo á algun inquilino.
III
- i Tilín ! ¡ tilin i i tilín !
-Vé á abrir, Adelina.
-¿ Si será el portero, que viene por el hígado ?
-Es posible.
Adelina abre la puerta.
-¡ Hola, Sebastian.
Sebastian es el amigo íntimo de Emilio, y uno de los internos más
aprovechados de la clínica de Lariboisiére.
Estrecha la mano á Emilio, y después de mirar en torno suyo, pre-gunta:
-¿ Habéís encontrado un paquete que debí dejar olvida~ ayer ?
-¿ Envuelto en un periódico? dice Emilio. · ·
-Precisamente.
-¿Un hígado, verdad ?-añade ella.
-Sí, un hígado ...... El de Juana Chiffon ...... La pobre muchacha
ha muerto de un absceso, y el caso era tan interesante, que he querido
estudiarlo de cerca
-¡Jesús!
-¡Horror!
Adelina cae desmayada. Emilio lívido la faz y erizados los cabellos,
dice con voz entrecortada.
-¡Nos lo hemos almorzado!
IV
1. Juanita Chiffon-y esta es la riota más drámatica del horrible lance-había
sido la antecesora de Adelina ..... .
El primer amor de Emilio.
SUELTOS
La áltima edición de "El
Nuevo Tiempo Literario" correspondiente
al S de Marzo,
trae un manojo de exquisitas
flores del ameno jardín que
con tan delicada mano cultiva
en Bogotá, el suave poeta don
Ismael Enrique Arciniegas.
El Correo del Valle, que repetidas
·eces ha engalanado
~us columnas con las magníficas
producciones del señor Arciniegas,
inserta hoy para solaz de
sus lectores algunos de sus versos.
Contristado el espfritu
con la muerte de la apreciada
señora doña Mercedes Palacios
de Caicedo, ocurrida en esta
ciudad en la noche dellS, envia-
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5092 EL CORREO DEL VALLE
mos á sus deudos por quienes
tenemos especial deferencia,
nuestas palabras de consuelo.
Felicitamos á la H. Asamblea,
por el nombramiento hecho
en la persona del Sr. Don
Jorge Zawadzky, para llenar
el vacío que ha dejado en la Secretaría
el Sr. Dr. D. José M.
Saavedra G. El uno será digno
sucesor del otro y este será
nuestro mejor encomio
Distinguidos vlaJeros.
Para Estados U nidos y Europa,
han partido D. Enrique J.
Eder, Sra. é hijos, D. Luis Felipe
Campo y familia y D. José
M. Saavedra G.; para Bogotá
Eduardo H. Mason; para Pasto
D. Herman S. Bohmer y para
Manizales el simpático poeta
- Manuel Briceño; y han llegado,
de Bugalagrandc el Dr. Pedro
A. Molina, del Sur, D. Emilio
Bizot; del Cerrito D. Pedro
Cucalón y de Bolívar D. José
León García F.
Lle'\'len los primeros un feliz
viaje lj séales grata á los segundos
su estadía en esta capital.
Noah H. Gans inteligente
escritor de la costa Altántica
nos ha favorecido con el envío
de su libro Prosas Breves
que ha publicado en Barranqui-
11a con lujo de edición y con
prólogo del conocido literato D.
Fernando E. Baena.
Reciba el autor de I(Pétalos''
nuestra más efusiva enhorabuel
ua.
Ell9 del que cursa falleció
la Sra. Juana Pe trona Castillo
de Echevcrri. Paz á su tumba.
Trabajos de la Asamblea del
Departamento del Valle·
Ordenanzas que han recibido el 3er. debate
ORDENANZA NÚMERO 4
(MARZO DE 1911)
Por la cual se fonna el Distrito
Electoral del Valle para la elección
de Diputados á la Asamblea Depar.
tamental.
ORDENANZA NÚMERO 5
(MARZO 16 DE l9II)
[Sobre creación de vartas escuelas
primarias]
Pasó en tercer d~bate.
ORDENANZA NÚl\IERO 6
(MARZO 16 DE I9II)
[Sobre -creación del Circuíto de Notaría
y Registro de Candelaria.]
ORDENANZA NÚMERO 7
(MARZO 20 Dlt I9II)
[Por la cual se crea el Circuíto de
Notaría y Registro de N aya.]
ORDENANZA NÚMERO 8
(MARZO 20 DE 1911)
[Que elimina las Jefaturas de Sec]
ción en la Policía Departamental.
TERNAS PARA Flc3CALES.
Para Fiscal del Tribunal:
PRINCIPALES.
José Manuel Saavedra G, Teodomiro
Calderón, Francisco A. Magaña.
PRIMEROS SUPLENTES.
' Salvador Iglesias, .Jenaro Cruz,
Primitivo Valencia.
Segundos suplentes.
Ramón Rosales, Felix A. Posada,
Pablo Acebedo.
Para, Fiscal del Juzgado Superior.
PRINCIPALES.
Ignacio E. Copete, Roberto Artu.
ro, Tobías Vergara.
P1 imeros Suplente8.
Nar:!i~o Riascos, Mario Cucalón,
Rafael Zamorano.
Segundos suplentes.
Luis Escobar, Cayeta no Ménrle~,
Ulpiano Zamorano. •
Citación recomendada (normas APA)
"El Correo del Valle: periódico literario, industrial y noticioso - N. 421", -:-, 1911. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3686404/), el día 2025-07-17.