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Los Madgyares [recurso electrónico] : Función extraordinaria para el domingo 26 de septiembre de 1897 / Compañia de Zarzuela. D. José Chaves (director)

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  • Autor
  • Año de publicación 2011
  • Idioma Español
  • Publicado por [Colombia], 1897
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
Inc. Softinterface, "Los Madgyares [recurso electrónico] : Función extraordinaria para el domingo 26 de septiembre de 1897 / Compañia de Zarzuela. D. José Chaves (director)", -:[Colombia], 1897, 2011. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2153854/), el día 2025-08-07.

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Imagen de apoyo de  Podcast: "Rock al Parque: la música"

Podcast: "Rock al Parque: la música"

Por: Red Distrital de Bibliotecas Públicas. BibloRed (Bogotá. CO) | Fecha: 2019

Podcast que recopila testimonios del público asistente al ciclo de charlas "Libertad Sublime" realizadas en las Bibliotecas Públicas de BibloRed. Dan cuenta de la experiencia musical relacionada al Festival Rock al Parque. Los participantes relatan sus vivencias: donde compraban los discos, los primeros conciertos a los que asistieron, como se difundían los nuevos exponentes del rock colombiano en los medios públicos, la relación de los rockeros con seguidores de otros géneros musicales y la influencia que tuvo esa música en un momento en sus vidas.
  • Temas:
  • Rock (Música)
  • Música

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Podcast: "Rock al Parque: la música"

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Imagen de apoyo de  La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 4

La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 4

Por: | Fecha: 29/09/1874

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. .--____ --c:t-.:~ s; ~ 2 ~,--:;S--_---- PERIODICO DEDICADO A LA LITERATURA .. -- Serie l. Bogotá, 29 de Setiembre de 1874. Número 4. • • Al\. DE. El c: Diario de Cundinamul'ca" nos recibió con un gala!1te y C:J.balleroso sulndo, "La I1us­tracia n " nos ha deseado cordialmente, al anun­ciarnos al público, una marcha. próspera y feliz, " La Américu" y "El Tradicionista" dieron cuenta de la apuricion de nuestro periódico, Devolvemos el cordial saludo:i los unos y da­mos las gracias á los otros. LA SERPIENTE DE ESMERALDA. (CONTTNUA CIO~ ), SaliJo de aquel fangal con mil congoja y angus­tias, seguimos lIuestm marcha bácia el punto denomi­nado El Toro de de donde se ve, segun la tradicion, el punto en donde Lancllero tuvo su primel' en­cuentro con los inuios, DC'spues de perdidos seis hombres muel'tos Y ocho heridos, entre estos el mis­mo Lanchero, quedó indecisa la victoria y :imbo be­ligerantesse apl'e .. taron para lluevo combate. Diez mil hombres presentaron los abol'Ígen á la pelea, y aunque muchos fueron lo,:; esfuerzos hechos por los e pañales, la suerte les fué adversa segunda vez. Des­pues de haber perdido doce he>mbrt>s y de recoger mueho'l heridos, empezaron:í. buscar salidel'e> hácia Santafé, teniendo que soportal' en la marcha la esca­sez de recursos y los ataques continuos de las dife­reutes partidas que los perseguían, A í terminó la primera intentona de Lanehcro sobre los valientes ,¡¡¿USOS y colimas. -Ni tantica fe le tengo á esa mula gulmnbeaclo?'a, dijo el arriero al ver 110 sé qué movimiento de una de las en que iba montado un compañero. -POI' qué, hombre; qué es eso de g~¿l¡¿mb eado?'f1, ?' -PUE'S que en lo mejor de la bajada afloja el rabo para zafar la baticola. -Eres muy aprensivo. --A llá lo veremos. El camino sigue su descenso hasta llegar al borde de una peña de de donde e ve la boya del rio Zarbe, so­gun 105 conquistadores, y hoy llamado Oantino. Aque­lla pefia denominada de Geromico se corta tan repE'nti­namente, que el viajero que allí llega por primera vez 6A amedrenta al pensal' CÓlllO podrá bajar al fondo profundo l hombre moria de pesadumbre ó se daba la muerte, obligaban á la adúltera á ql;e tuviese el cadáVer cn el regazo durante tres dia en los que no podia tornar mis alimento que un poco de chicha. Quemaban de pue el cad,í.ver y lo colocaban en un tú­mulo adornado con su" armas y capacete y alli perma­necia durante doce lunas, l\Iiéntras tanto la mujer era arrojada á los montes en donde vagaba hasta que ba­j aban el cadáver para darle sepultura; pero i es­ta ceremonia. no debia asistir la penada, No obstante, (jespues de pa ado este acto, la buscaban, la traian á la casa y la obligaban i que se casase nuevamente Si elll1arido queria hacerse de Ja. vista gorda,d ues de que su espo a cometia la falta, rompia todos los me­nnjes de la casa y se iba al monte: la mujer entónces deponia lo roto y Re iba á bu cario al obo de un me , Al hallarlo, lo Illal trataba de palabra y obra y vol­vian á la c~¡;a á vÍl'ir como ántes, Pocos años despues de la derrota d@ Lanchero se internó el capitan nIelchor Yaldes en lo dominios de los muzos <:on el objeto de someterlos, pues ya ame­nazaban Jo pueblos de los rnuiscas, El ejército, com puesto de cien l.lOmbres de mfantería y algunos de caballería, fué atacado por cuatro mil flecheros que los pusieron en perplegiuau, Sólo el ánimo de Yaldes pudo detener á los suyos y :luyentar oí. los in­dios; poro éstos se retiraron :í recoger todos los ele­lmentos de que pudieran hacer uso los enemigos y á Í1H'itar á todas las tl"ibus vecina para que concu­rrieran átla pelea, Por entre escollos profundos y tronco tendidos en el camino pudieron llegar los es­pañoles al '1'01"0 y luégo d der al rio_ Ilabia pasa­do la mitad de la. gen te el corrento o rio cuando los atacaron los indios qU\\ estaban escondidos entre cue­vas formad as en lo barrancos y entre las arboledas de la orilla, produciendo aquello uno de los ataques más sangrientos que en época se vieran. 1Ilu­chos e~pañoles murieron ahogados en tan terrible pa- , • so, pel'O p l' fin, gracia al fuego ele lo arcabuces, pu-diero~ l repasar el rio JI em prendel' retimda, 'l'rein tu e pañole' y quiniento~ indio ' mlll'ieron en aquella se­gunda j omada en que los naturale::. defclluieJ'oll la li­bertad de su &uelo, lIoy no existe de tan valiente nacíon sino gen­te raquítica y degenerada, y aun el rio que corriera tinto en sangre de iberos y aborígene no conserva su nombre indígena. J. DAVID GUARlN. • ( e ontin2ta1'á), .... ,/\ Al r ecibir de nuestro amigo el señor Pom bo la siguiente poesía para su r eproduccion, nos dijo que el original ha sido acaso la que haya h echo vérter más lágrimas y de las que más bie­nes hayan reportado á la clase prolotaria, Des­pues de publicada esta eomposicion y e l "Canto de Id. camisa,," que pronto verán nuestros lectores, se formaron sociedades en Inglaterra para aliviar la. suerte de los obreros y de las jóvenes huérfanas, se fomentaron casas de asilo y asociaciones para levantar los j ornales, No falta raZOD, pues, para d ecir que todos los can­tos de BJl'on juntos, en los que se bebe la hiel de un corazon sin esperanza, jamas hicieron ni la centésima parte d el bien que han hecho las dos poesías de que hablamos, Tendencia no ménos filantrópica lleva la com­posieion de nuestro dulce é inspirado cantor señor Esguerra, Poesías como las dos que insertamos hoy, son para la indigen cia un alivio, pues que ablandan el corazon de los que pueden hacer el bien, y sirven de corona inmortal :lo quienes las conciben. El puente de los suspiros. (DE ROOD,) Ahogada! ahogada! lIAMLET, One more unfortunate, Wearyoí breath. Otra! otra. infortunada Ya cansada de vivir! Importuna despechada Que por fin logró morir ! Recojedla con blandura, Con gentil solicitud! j Cuán delgada! -Su figura Cuenta aún su d esventura, Su belleza y juventud. Como al niño los pañales, Como lienzos funerales Se le adhiere el casto traje, Do áun gotea el oleaje D el naufragio del dolor. R ecoj edla sin ultraje! Recoj edla con amor! Ni una burla, ni un agravio Le-bagan mente, ó tacto, ó labio! P ensad d eUa como h ermanos, Como d ébiles humanos; PeDsad sólo en sus angustias, Y sus manchas olvidad. • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • LA TARDE 27 ¿ Qué hay en esas formas mustias Que no implol'e caridad? N o h agaiH honda, cruel pesquisa D el conflicto que insumisa La encontró con el d eber; Ya la muerte en su torrente Llevó el fango; y solamente Queda el oro de su sér. Sus errores, sus deslices Son de hntas infelices! Hija de Eva! su contagio D esvalida la encontró. Por la. herencia que nos toca Enjugad en esa boca Las espumas del naufragio ..... . Trago acerbo, pero el último Que el amor le presentó. Ricos enm sus cabellos! Componedlos cual salia Cuando, mísera! esperaba y creia en el amor. Ah ! decidnos, gajos b ellos, Dó está el peine q ne os peinaba, Dó el humilde tocador? Quién sus padres nos diría? Tuvo hermana? tuvo hel'mano ? O uno acaso más cercano Y más caro toda vía? Ah ! en el mundo cuánto es rara La cristiana caridad! Oh gran lástima! oh avara Inhumana humanidad! Que á una víctima indefensa Falte h ogar en esta inmensa Babilónica ciudad! Ya no hay padres? no hay h ermanos? Ya no hay vínculos humanos? Reina pues la indiferencia Y el amor se desterró? -y únn la Santa Providencia A su grey desamparó? Desde aquí .t al ve.z la, misera, Al nocturno CIerzo ImplO, Recol'ria tantas lámparas Que r eileja el ancho rio, y la tibia luz de innúmeras Galerías y ventanas Quo pintaban en su espíritu Tras de velos y per ianas Oada cual la paz y el júbilo De un amor y de un hogar; Miéntras ella, aislada y huérfana, No tenia más q ne lügrilllas y ni donde ir á llorar! Y la endeble criatura Tiritaba, de hambre y fria, No de histérica pavura, Al mirar de tanta altura Relumbrar siniestro el rio. Ya palpaba los dolores, No sus duendes y temores; Ya sabia el cuento serio Qlle la vida le enseñó; Y tentábala el misterio Que la fácil muerte esconde; - El transporte de lanzarse, D e exhalarse en un segundo Para ir ...... qué importa adónde? Fuera! fuera de este mundo! Y esa idea devolvió A sus labios la sonrisa; Dióse prisa, y se lanzó! ..... . Ven, alegre libertino, A mirarto en esta escena Que ameniza tu camino Por el Támesis ó el Sena. Ven, r bcoge tus la ureles, Y regálate cual sueles En el ba1'io y el festín. Brinda y b ebe sin espanto De esa espuma y sangre y llanto Oon que riegas tu jardin. R ecojedla con blandura, Oon gentil sol ici tud! Cuán delgada !-Su figura Ouenta nún su d esventura, Su belleza y juventud. Oomponed sus miembros frígidos Con esmero cas to y pulcro Antes, ántes de que rígidos So rebelen al sepulcro, Y que al ménos en su fosa Paz y abrigo se le dé. Y cenadle luego, luego Esos ojos ya sin juego Que parecen los de un ciego Que nos mira y no nos ve ; Porque allí quedó clavada Sólo esa última mirada Oon que ansiosa y acosada A abrazar la muerte fué ! Triste fin da una existencia Aun más triste! Eu su demencia La empujaron al abismo La crueldad del egoismo Y la afrenta de su error. Débil fué, mas no in acento. Oruzad pues humildemente Sus dos manos sobre el pecho Cual si orara sin despecho Silonciosa y reverente ..... . Y delito y delincuente Dejad ambos al SEÑOR. RAFAEL POMBO. ----~~~:---- NAVEGANDO. Patri:... '! Patria! mi destino Me arrebata peregrino y para siempre quizás .... Si desmaya l- n otra playa MI varonil ardimiento, Mi post.rero pensamiento Tú serás. • RICARDO PALUA. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 28 LA TARDE LA PRENSA. P r ngmento de "El crimen de Aguncntal," por F . de P. M UDo z." L a pre n sa es un gran p ouer I La p rensa es I ve r bo hUll!a nO d o mi n ando el es pa­cio p Ol' el m ov imie nto, la rapide z y la e xpansio n, y do m i nando e l ti e mpo p o r la dura c io D) la iD co rrupti bi­lid a d y la fi j ez a. NUDca, en la a ccide ntada série de los siglos , s e ha­ba alza do e l p e n ami e nto humano so bre un trODO má s el e vado y m ás d ominad or, ni habia di s puesto de UD in s tr u m e nto más p od e r os o y m ás so n o r o . La p re n s a ha li g ado las almas co n un v ín c ul o indi ­s(,] u b l e co n y irti é Ddo las e n m o l éculas o lidarias é ins e­par abl es de un g ran iD trum e nto a c ú ti co qu e golp ea­do ó t oc a do c n un punto , e parce, co mun ic a, difunde y multipl ic a las vibra ci o n e , para formar al fin una g r a n v o z de eco et e rn o y d e r es onan c ia infiuita. B ocina abi e rta á t o d os l os labi os y p e r ce ptible á t odos l os oi d os , á ella a c ude t o d o el qu e se s ien te po­br i u o d e una idea, d ominado p Ol' un seuti mi c nto, im­p ul s ado p o r al g un in stit1t o ; y halla si e mpre eco que r e p e r c uten sus palabra, alma;; que la r ec i ben, i nt e l~­gcn cias q ue l as a ceptaD y COl'az o nes que se las aSI ­m i lan. L a go ta d e tinta d c- rramada s o bre e l pape l p OI' un s abi o sol ita rio en el f o n d o de un gabin ete i g n o rad o, ] 1 0 es se milla qu e se aniquila 6 s e e vapo ra al vi e nto; p o rque fi j a da co n el tipo inm ortal de G utte mberg y pro pagad a e n t o das direccio n es p o r el s o pl o espansivo d e hI. publi c idad halla s i e mpre e n la montaña ó en la llanura, en e l á rbo l ó e n la pi ed ra, en el aire ó en el ~l gU:l, en el hi e lo ó en la. r oc a, un terreno propio que la rec ib e para d es arrollarla, que la ace pta para hacer­la fl o r ecer, que la acog e para darle vida y duraci0n. .A veces la idea enco m e ndada :í. la c o rri e nte de las in­t e lige n c ias atravi es a esté ril ó d es e chada un gl'un nú­m e ro d e g e neraci on es; pero tarde ó t e mprano es a he milla que du e rme olvidada en el polvo de una bi­bli o tec a, s ale d e nuevo á la luz para germinar, crecel', fl or ec er, fru c ti fic ar y reproducirs e como el grano de tri g o ence rrado de s de la m as remota antiguf:'dad en la caja embal s amada de la m o mia. i Ouántas veces una fra s e ni lada é ireflexiva caida d e la. pluma de un necio vieBe á ser la clave de un d ifícil é intrÍncado probl e ma para el sabi o umergido en largas é infructuos as meditacion es! i Y cuántas o tras es una in s piracion r e pentina y reveladora de su pro pia fu e rza para una intelige n c ia qu e yacia dormida en la más co mpleta ignorancia d e sí mi s ma! i Ouántas v eces la nota, la palabra, el soll o zo, el grito la máxima, el precepto , la d o ctrina, el siste ma, lanza'd os á la publicidad pOI' un hombre de genio ó p o r un h o mbre de inte ligencia, 6 por un hombre de corazon, ó p o r un hom bre de ciencia, toca repentina­m e nte, á mil leg uas ó :i mil siglos de distan c ia, otra alma que a g itada de súbito por un opIo en é rg ic o da á la humanitlad un grand e arti ta, un g ran p oeta, un grande orador, un gran fil 6so fo, un gran p o lítico, un grande após t o l ó un g ran genio! i Y cu á nt a otras , una palabrn. de vida va á matar en la m e nte de l h o mbre d é bil el pe nsamiento crimi­nal nllcie nte , 6 :i mitigar en el alma adol o rida un pe­sar in co n solabl e , 6 á dulcificar en la co nciencia del c u lpado la lág rima siempre enjug ada y siempre rena­ci~ nte de un r e m o rdimie nto t e naz! Mas, así c omo la nube que derrama aquí la abun­danc ia en lluvia bi e nh e ch o ra, más allá la des truccion e n agres iva granizada, m á s l éj os la d esolacion en im­petuoso hura can ó en tromba devas tadora, en otra parte la muerte en rayo des tructor, la imprenta, ala, que dis e mina las ideas y buril que las eterniza, puede llevar con igo la s al ud ó e l ve neno, el bien ó el mal la vitalidad ó la co rrupcion, la calma 6 la inquietud, la fe ó la indiferen c ia, la e s peranza 6 la desesperacion á los hombres; y la obediencia ó el motin, el órden .. Tiiulo de una obra que pronto verá la luz púb lica. 6 la in urreccio D, la paz ó la g u e rra, la v ida 6 la mu e r ­te á la na cio n es . F ormid abl e y t e rri b l o p o d e r e l d e la pre n s a que e n c ierra e n s u sen o t o d as la esperanzas y t odos 10 8 p e l íg l'os, como e l aire q ue co n teniendo el p rincipio ·.,- i­t al d e la exist e n c ia Il c va ta m bieJl co n sigo e l miasma m o r! í fe r o y la e p ide mia d eva" Latlo rn t M as i c6 m o hace l' pam co n 'e l'var e l bi e n y e vitar el mal i' upr i mirla '? R e prim i rla. ? Limitarla? Oh ! n o ! ¿ Pue d e habe r al go más tirá nÍ co y más odio o qu e e l m on o po lio d e l aire que en cie rra el miasma ? S í! e l m on o po lio de la pal aL I'a! Pu e qu é l i N o n os d e muestra á cada pas o la hi s­t o ria qu e la i de a na c i d a e n un só lo ce r e bro o bj e t o d o la burla, d e l cbc arnio, d e Ja maldi ci on, d e la s p e rse ­cucioncs de una é p oc a, s u e le s er la a pira cio n, la es ­p e ranza, la f e li c idad, la. vida, la exist e ncia de otra? P qu é ! i ' o fu é el cri s tianis mo una heregía di-sociadora de su ti e mpo, y no rasgó rabi os o el juez us ves tiduras ante el blasfemo d e G alil e a? y si tanto abu a h oy d e la imp re nta e l que preco­niza el p e tró leo C(1 mo el qu e pred ic a la Inqui ~ i c iol1 i cuál s e rá e lju e z qu e pu e da J ec hlil' imparc i a l 6 infali­bl e mente de la v e rdad ó d e l e rro r, d e la salud 6 de la mu e rte que en s í mi s mo entraña el prin c ipio que aca­ba de nace r mald e cido, abo minado, anatematizado p o r las cre en cias gen e rales d e una é po ca ? i ser á n y d e b e rán ser l os Go bi e rn os encargad o. , es verdad, do procurar la f e licidad pública, p e ro suj e t os como todo lo qu e vi e ne de l o hombre s á la influe n c ia de las preo­cupacion es y sobre todo:i la acclon de sus propios intere es y pas iones del momento? N o : las ins tituciones deben dejar amplia la liza para que á la vista de la Humanidad combatan la verdad y el eITor; y no hacer como el avestruz que acos ado p or un enemigo mortal, cierra los ojos y se­pul ta su cabeza entre la arena figurándose que, por dej ar de verlo, desaparece el peli g ro. Prohibir no es combatir, y por consiguiente prohibir no es vencer. En Oolombia, á Dios gracias, se ha ganado para siempre las más absoluta libertad del pensamiento y de la palabra, y el escritor público no reconoce otros límites que los s e ñalados por sus propios principios 6 por su propio decoro. A s í co mo en la conducta de los gobernantes y en el es píritu d e las instituciones y en la vida pública y privada de sus conciudadanos; pue­de el escrito r, stn 1'esponsabiliclad l eg a l penetrar in­discreto en en el respetable santuario de l os Tribuna­les, P e ro la prens a que indudabl e mentente p ued e, de be hecerlo ? E te era el punto á donde queriamos llegar y sobre el cual vamos á emitir nuestras opinio­nes francamente, ............................................................................................ UNA LIMOSNA POR AMOR DE DIOS 1 D edicada á las R ennanas d e la caridad residentes en la capital. 1 Felices de este mundo! es á vosotros Que esta plegaria se dirige tierna, A vosotros que nunca habeis sentido El terrible aguijon de la miseria; A vosotros, que en bailes y festines, Entre el bullicio de la alegre fiesta, Libais, ansiosos de emociones vivas, En ricos vaso, delicioso néctar; y que ignorais tal vez cuántos dolores La humilde choza del mendigo asedian, Porque los ayes que su p ~ cho exhala Se pierden entre el llanto y las tinieblas. Llevad á su infortunio, algun consuelo, Oompadecidos escuchad sus quejas, • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. o rol A T A R DE 29 Que por vo otros nunca los clamores Del desgraciado desechados sean. ·H lIIírad allá la huél'fanc. inocente Contra el vicio y el cl'Ímen indefensa, Volver temblando los llorosos ojos A los umbrales de las ricas puertas. Mal cubiertas sus formas demacradas Con el sucio jergon de la mi eria) Luchando con el hambre y la intemperie Que en pre pectiva el deshonor le muestran; Sin abrigo, sin pan, sin una mano Que bienhechora su virtud proteja, Las palmas tiende mendigando amparo, y el mundo despiadado la desprecia. Empeña, sin embargo, heroica lucha, Parece que algo en su ansiedad espera; Pero al tender' en torno la mirada La torva faz del infol'tunio encuentra, y el hambre la tortura, Ja :miquila, y ya estinguidas las escasas fuerzas, Cae <>n la red que ante SltS pasos tiende El genio tentador de la inocencia. III Ved ese niño enflaquecido y sucio Que á demandaros compasion se acerca, En su voz, en su aspecto, en su mirada Un inmenso infortunio se revela. Sus mugrientos harapos bien nos dicen Cuánto es á aveces la fortuna ciega) Con esos sél'es que abandona el mundo y al suplicio de Tántalo condena. Sus tristes ojos que piedad imploran, Su aspecto de abandono y de miseria, Dejan ver que los labios de la madre N unca á sus labios cárdenos se acercan. y ese niño tal vez os pertenece, Sangre vuestra quiza corre en sus venas, y en desagravio á la justicia humana De ajenas culpas el estigma lleTa, Ah ! si á tu madre al ménos fuera dado Entre sus brazos estrecharle tierna! Si en las mejillas que humedece el llanto us cariñosos besos imprimiera! Cuánto fueran menores los tormentos Que su eXIstencia mísera envenenan! Porque el amol', los besos de la madre Con la ternura el corazon alientan. IV Ved ese anciano, en cuya faz rugosa Marca el dolor sus indelebles huellas, En su mejilla pálida y enjuta IIondo surco las lágrimas le dejan. Ese anciano de aspecto miserable, Suplicante mirada y marcha lenta, Que entre pesares su existencia arrastra o y que mendiga un pan de puerta en puerta, En otro tiempo desafió al destino {)onfiado en el poder de su riqueza, Que di ipó como neblina leve Un solo golpe de fOl'tuna adversa. Ah ! nunca el llOmbre á penetrar alcanza El hondo arcano que el futuro encierra, y en ese escollo á su mirada oculto La más fecunda prevision se estr ella, V No veis esa mujer? el infortunio Con dardo cruel su corazon lacera, ¿ En su,; ojos de lágrimas preñados La imágen del pesa!' no veis impresa? Esa mujer que desolada llora, Tuvo dichas, tesoros, gentileza Más, la °a convirtió en harapos De sus d.ridacl refleja flelmcllte Ull aspecto poco conocido de la vida de los A! pes . 1 liaba alumblNln. únicnmente por el trémulo resplan­dor de las l'amn que ardian en la chimcnea. Junto}\ la ventana, cuyos vidrios se habian vuelto opaco con el [¡ielo, una jóvcn 8e hallaba de pié (I]lo­yada en el mUI'o, con la manos cl'ul.adas, la caL(~za baja, y en una actitud que mnnifcslaba una tristeza meditabundn. A sus piés se Lallaba scntndo un jóven con In fl'ente apoyada en sus manos. Su dilíl0go e taba in duda interrumpido por una de esa pausas de de­saliento, tí cuyo beneficio carla intetloeutor continúa. la conversacion con, igo mismo. Durante largo tiem­po no e oyó en la choza más que los mllgidos sordos del Lutschine-l egro que continuaba lanzando sobre sus orillas las pieclm. arrancadas de la montaña, y los chasquiuos de la leñ:;, que proyectaba á lo léjos llamas y sus chispas. Por fin el 11101.0 cogió una de las manos de la j6vcu y la dijo con aceuto abatido: -¿ Conqne es verclad, Freneli? En tanto que yo trabajaba léjos de aquí con valor para obtener tu ma­no, la Trina te destinaba al pl'ÍIllO Hans. -Es verdad, D lri cn, respondió tri lemente lajóven. -Pero i no he oído mal, uada ha dicho toda \ ía ni tí tí ni á él. - ada. -Entónces tu abuela no te ba prometido al primo. -No de palabra, sin duda, pero sí de intencion, y Hans la comprendió sin que abriera la boca; se han esplicado en e píritu. -Ahora falta saber i, confesando :í la abuela que tu corazon e tá por otra parte, cambiará de proyectos. Freneli meneó la cabeza. -La Trina es tan firme en su resolucion como el Heiger en us raíces; más facil selia mover la mon­taña que cambiar su volunt::td. -i Aun cuando al primo no le agracIara? repuso Ulrico, cuya mirada estaba fija , está en los picos de arriba buscando sus y clesde el 28 de octubre el sol no habia brillado una planta., us piedras y su~ cri tales. No obstante, ten­sola vez en el valle, Una luz apagada penetraba apé- gO e perauza de que volverá esta noche. nas en el fondo de la gnrganta, y las montañas que la -Pues bien; hasta mañana no me voy á 1\1eren­baei:: m frente desde Isel ten·Al pp hasta el ",Veter-Horn gen, respondió UlI'ico pensativo; veré si puedo espe­se hallaban cubiert'l.s de una nieve de lumbradora, rar algo del tio. Plor entrebla cua 1 asomaban de distancia ell distancia y acueándose :í la jóven, que rodeó con uno de sus a gU110S a eto . brazo : Hó aquí pues lo que pasaba en la chozl, ql:e ~e hl-, -Pero tú, añadió inclinando la cabeza tasta rozar • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • LA TARDE 31 'Con su labios la cabellera de Freneli, ¿ tan poco me amas que pueda vivir contenta con el primo Hans? -Bien subes lo contrario, respondió la jóven muy conmovida y haciendo un (!sfuerzo por soltarse. --i Me ayudarás, F¡-eneli '1 -Uuan to pueda ayudarte una pobre jóven. -Pero si la Trina y Hans pertii ten ..... -Entónces muy desgraciados seremos. El jóven se lIe\·ó los puño' á la frente con una ex­presion dese'perada_ Sinembargo, ni él ni Freneli pen­saron un instante en la posibilidad de una drsobedien­cia. En esa yida s('ncilla de lo_ yalle de los Alpes, la tradicion del hogar, mantenida por la infiuencia de la Biblia ha ·conservado intacta la sumi ion en los hi­jos; la lógica no habia yenirlo aún en favor de la ra­sion parn. discutir cl poder del jefe de la familia; él sólo tenia el derecho de querer, y COlllO Abraham po­dia eu ca o de nece idad conduci l' á su bija á la iumo­lacion, haciéndole lIe-var ln, leña del sacrificio . La abuela de Freneli, que e habia quedado sóla para representar ese poder omnímodo, lJabia sabido con ervar todos lo privilegios de u posicion_ Educa­dos á su lado, sus sobrinos Hans y Ulrico habian tlPI·endiuo a no discutir nunca voluntades ba ta la edad eu que los dos, que se habian hecllo cazadores de gamuzas, bauian conquistadc, l:t libertad de la. mon­taña; pero Dlrico no poseía ni el instinto de la. lucha ni la necesidad de emocion febril necesaria para esa dura exi"tencia; sus aspi radones eran otras. Cada. vez que atravesaba lo valles de Lauterbrunnen ó de Harlí, se detenia involuntariamente horas enteras á ver cómo los pastores esculpian el roble, admiraba esas obras maestras que sólo se l'e<:Íenten de la falta de invencion, imaginaba nuevas formas, y en las bo­cas de acecbo, olvidando la presa que e peraba) dejaba caer á sus piés su carabina para cortar y labral· una vara. arrancada de un árbol. Sus pruebas mul tiplica­das fueron conocidas eu breve, y á medida que decli­naba su reputacion de cazador, la de escultor iba cre­ciendo. Por fin: un fabricante de Ierengen ofreció llevarle :1 su taller. Ulrico ckbia encontrar, alli no sólo los medios de seguir sus gustos perfecionándose eu su arte favorito, sino tambien bastantrs ventajas para asegurar:i Freneli un biene tal' que no babria podido obtener por medio de la caza. Este úl timo mo­tivo era bastante. Ulrico colgó su carabina á los piés de la calDa del tia Job, Y se marchó á l\1erengen. Dos años tra currieron, dos años de trabajo encarni­zado, uurante los cuales Ulrico conquistó el primer puesto entre los escultores de madem de Oberbnd, y reunió la suma suficiente para la realizacion del más caro de sus deseo _ Ya hemos v cómo sa enteró de los proyectos de la abuela en el momento en que creía lograr sus fines. El jóven escultor pregt¡ntó ce nuevo á Freneli so­bre los indicios que llUbieran podido descubríl' los proyectos de la Trina cuando entró esta: era una mu­jer de set()nta años, pequeña, delgada y COIDO doble­gada bajo <:;1 peso de la edad_ Al YCI' sU andar Icnto, pero firlll(" se babria dicho que la vejez babia revesti­do us miembros con una armadura de acero. La de­crepitud de 8U !"I)stro baciaresaltar m:1s aun sus njillos pardos de una fijeza tan penetrante como los de las nves de rapiña; sus hombros se hallaban cargados con uno de eso cestos de mimbre que parecen in e­parables del habitante de- la montana, y que llevan siempre in oujeto, por bábito, como el militar lleva la espada. Apénas entró, cuando su mirada fué :í. bu car en la sombra del cuarto á Freneli y:í. Irico que, inte­rrumpidos en medio de la conferencia, se quedaron natUl"almcnte algo cortados. -¡ 11! \lh! dijo sacando lentamente unO de sus brazo del tirante de mimbre de la cesta; compañía tenemos! - -Dios os proteja, tia, respondió el jóven adelan-tándose hácia la anciana; llego de Merengen .••• y venia á saber cómo estábais. -y te informabas preguntándola á Neli quedito co- 111 0 e tau:1. yo ¿ no es \-crdad ·? repuso la aJlciana; es­tá uien, pero CQIllO me gustn ver el rostro de las gt'n­te~, encell'J er:ís unn. 1m:, Neli, Miéntrmi la jóven obedecia, la Trina se sacó el ces­to que uejó en un rincon, y I uégo adelantándose há­cia la parte 1D1lS clal'a de In choza, ecbó una rápida. mirada á UII-ico y á su nieta. -~_H:\ns no ha ynelto aún? preguntó_ -No todavía, respondió Fr(,lwli. La -vieja se volvió hácia su 5011 ino, diciéndole con intenci oll : -E porque 61 nunca descansa; rl pan que se come aquÍ, tiene ('1 que ganarlo allú. arriba soure las ven­tisqueros. Has hecho bien en elcgir un oficio más f:i­cIl; las ¡r:Jmuza~ van muy de prisa para los piés que gustan de la chimenea . -POI' e1'O cada dia me alegro más de mi delermi­nacion, r cplicó el jó"en sin adivinar la irouía uajo el acento sel'Ío de la :luurla. -UII'ico nos ha tl·nido una mnestrn uc su trabajo, interrumpió F r enel i tratanao de mezclarse en la cou· versacion; abuela, mirad qué cos··s hace. y al decir esto acercó la luz :í. una de esas copas en forma de lulipan, imitadas por todos los esculto­res de madera, pero cuya inyencion era debida á UI­rico. La vieja apénas arrojó una mirada rápida sobre la obra de su sobrino, y preglll"ó con una espcie de sorpresa: -¿ y bay gentes que compran eso? -y muy caro, contestó UII-ico con alti-vez; de modo que mi torno, mi punzon y mi cuchilla me pro­ducen más dinero en una sem:,na, que le produce á Hans su carabina en todo un IDes. i A que le gustan los cuartos á la abueli ta '1 -Ciertamente .. _. pero me gusta más la plata y el oro. -Sin contar, añadió Ulrico siguiendo su idea, que no estoy expuesto siempre á encontrar In. muerte co­mo en la montaña. Por eso la mujer que me espere en casa no tendrá que temhlar cada Y(;,7. que oiga el ruido de una avalanchn, por el lado del Schereck­lIoerner 6 del Wetter-IIolll. La abuela le lan7.Ó una mirada que le obligó á ba­jar los ojos. -i Y era eso lo que la deeias nI oido tí N elí ? La jó,en quiso cortar con un ademan la respuesta de Uh-ico, pero éste apro-vecl1ó la ocasion con ulla es­pecie de ardor desesperado y q ui o conocer ó'U suerte. -Es cierto, la be haulado, dijo con acento COnIDO­vido; y puesto que lo habei adivinado no hay razon para que ya lo calle. yo be deseado siempre ese ma­trimonio, pero de de hace tres unos, somos dos á de­searlo. La anciana se yol"ió llácia Freneli que bajó los ojos sonrojándQse. -Me conoccis desde la cuna, continuó Ulrico; be sido educado nquí como vuestro bijo, sabeis que en mi cora7.011 no Ilay cobardia ni malicia, y que la mu­jer que me dell será dichosa; Dios me confunda si llora algllna vez por culpa IDia. Dejad que Freneli y yo eamos felice : y os daremos las gracias de rodi­llas; Frencli os suplica conmigo; 110 nos quiteis la fuerza y el contento de la vida. "Inca habia tomado la mano de la 5ó\'el1 y estaba con ella delante de la abuela en actitud de ruego te­mero o. Esta los miró un in tan te fijamente, y des­pues meneando la cabLz!1. dijo:i lrico: -i Sabes cuál es la dote de Freneli ? -Su dote? repitió <:;1 jóven como si no compren-diera; nun(;[\ he pensado en tal cosa; i qué me im­porta una dote? -A mí me importa mucho, repuso la vieja, porque esa dOté no es un bien que me enriquece, sino un bien de respeto. Abí esta en ese armario que ningu­no de vo otrE'S ha vi. to nunca abrir y que os daba. miedo en infanCIa. y la vieja se fue al mueble carcomido, metió en la Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. , 32 LA TARDE cerradura. una llave que dió vuel ta. con gran trabajo, y abrió de par en par la dos puertas, dejando ti. des­cubierto en la. . o mbría profundidad del armario una porcion de c¡'áno- de gamuza, con trofeos de cuemo . Estos hueso ' blan cos e d tacaban en la sombra. en perfiles tan ingulare, que Freneli no pudo contener un grito; la abuela se volvió hácia ella y le dijo COD dureza: -' EI'e' tan d é bil de ánimo que te ta eso? -~i 110 espanta, bien puede sorprender, intenum-pió Irico; i qué dote es esa, y de quién proviene '? -Proviene de los padres de su padre, respondió la anciana; aunque no sea un gran cazador, Irieo, pu e des reconoce r que cada uno de de pojos per­t enece á una emperatriz de gamuza. -En efecto, replie.) el jóven que sabia, por tl'adi­cion qUtl aquellos cuemos tau altos pertenecian tÍ las gamuzas bastante viejas val'a que su descendecia for­mase una especie de tl'ibu de la que las cl'cían jefes. -Tambien d e bes haber apI'endido lo dificil que es matar á una de éstas, repuso la tia, y supongo que te habrán dicho que el que la cazaba no reconocía por supe rior en la destreza, sino al arcángel Miguel ó al Cazadol' eO"ro' o -Me lo lJUn dicho, conte¡;tó Ulrico. -Pues bien, repu o la abuela c o n cierto enfásis; desde hace más tiempo que el que es preciso para ha­cer crecer una encina, todos los mal'iuos de las mu­chachas d e nues tm ca a han traido <Í su desposada, en regalo de boda, una empe?'atl'iz de las g:unnz'ls. Mira: bajo cada uno de esos trofeos porlrás l eer el nombre de nuestros antepasados. El último que se :lIza un poco sobr~ los de mas, fu é colgado ahí por mi yemo; Dios le recompense; cuanuo vino ú peJilme su prima, la m , dre de FI'eneli, le en~eñé lo mismo que tc enseño. -¿, y qué os l'pspondió él? -~ada, p e l'o dos m eses de3pu es arrojaba á mis pié- 10 que estás viendo; si n 10 hubiese traido, mi bija y yo habriamos esperado á otro cazador más dies­tro. Los dos amantes cambiaron nna mirada desoladora. -; Cómo! exclamó Ulrico, i creeis que semejante glori:t es superior á todo lo demas? i no h?briais acordado nada á la amistad de vuestra hija por el pa­dre ue Freneli ? U na sonri ' a de des precio allornó, pOI' toda respues­ta, á los arrugados labios de la anciana. -Poco os imp0rta, pues la voluut:ld de la que se casa, repuso tristemente el jóven; no pensai en u felicidad, sino en que haya en vuestra familia el me­jor cazador de I a montaña. ~i y siempre suceclió así! exclamó la Tl'Ína con orgullo. -¿o y qué os han traido e os maridos, continuó DI· rico animán::l.ose, sino la pobreza, la viudez y las an­gustias? ¿ Dónde e tán ahora lo .~ restos rle los que han traido á ese armario tan bello de,;pojo '? i N o duerm e n tocios en el fondo de los precipicio', su úni­co cementerio? -i Quién te dice lo contl'ario? r epitió la abuela con una feialdad al tanera; i te he hablado yo de vi­da larga, de de;;canso, ó de I'iqucza? En las vieja historias que los chicos nos leen en aita voz dUr:lnte las veladas de inviern .', i no b as vi - to que nacian no­bles fami lias de los hOlllbre- que morian en l:l gue­na? Pues bien, nucstros maridos rnue¡''lU sobre la montaña; es su campo de batalla; la verg üenza prin­cipiad. pOI' el primero que muera en su lecho, Freneli cruzó las manos con un exclamacion que se asemejaba á una protesta; pero la anciana conti­nuó imperiosamente : - ilencio, loca cl'Íatura, no te piden aqní tu pa­recel'. Gracias:i Dios, no eres tú la que manda' e.3eucha y calla, e a e tu obligaciun. Yo bablo al qu~ ha querido saber cómo entraban ::quí los maridos' ya lo ":Lbe, ya ha. vi - to lo que cada uno ele ellos d~bia añadu' á nues tro tesoro de honor .. -De modo 'lile in 1I0nar la condicion, ninguno será a ceptado? dij o lrico; y l.HI."ta el primo IltI.ns .. -Han no pide nada, inte l'l'ull'lpió brevemente In abuela; Hans cumple con su d ebe l', un dia. tentld suerte, y entónces su bala segllini el camino r ecto; entre tanto trah'lja para nue .~ tro su tc;;uto. y podeis añauiL' quo e una pl'e l'e reneia que obtie­ne contra toda jn ticia, dijo Ulríeo vivamente, por­que yo tambien ten llria d e rec ho para h!lcer aceptaJ·. -Nada, exclam' 1.\ abu ela : 10<; Han (> 1' }¡an vivi­do siempre de la montaña, el sobrino IIlUs y el Uo Job recogen para no sotras y su cosecl11. ha ·ta. Cuando acababa de d eci r e'lto, sc> oyó en el sende­ro hondo que conciucia á la cabañ'l. el ruido de las piedrecillas bajo unos pasos precipitados. Freneli al­zó la cabez'l, prestó el oído y dijo: -j El es 1 (cmcluil'.i). Diario de un petardisb. ( CONCLUSION ). DIA 13-Anoche fuí al circo. Mi general corl'espf)nuió tí mi esperanzas, Pretendí sel' im'itado por v[\rios amigos á cen~r, pero no m e atreví. ... Ya se ve. A veces es una des­gracia tener un canic"éel' como el mio. Genio y figura hasta 1n sepultlll'n . E tá visto que debo el' corto toda mi viua, Ademas, e taba allí un tal don Ba<¡ilio, autor de un artículo en el- cual he crciuo ver alutiiones á mi persona; y me mil'aba con unos ojos .... Qué bombl'es, ni cumen ni dt~all comer! DIA 14.-11oye cumpleaños de fulanita. Le be compuesto una. u éc ima y á correspondiJo á mi fineza remitiéndome tres fuertes, A la caja. Pero no, pl'obaré suerte con ellos en un albur! Qué diablos, al fin somos hijos de la tentaciou r D lA 15.-S'mto·' Dios! Limpio como uua. patena! Me han robado! Pero he de vengarme! • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •• • ••••••••••••••••• DIA 20. En la' R otnnda de Cn l'ácas.-Cineo dills mortales! cinco dias infernales hace que estoy en esta hOl'l'ible mansion, como i fuera un malhechor! Cinco dias há que penH mi adorada libertad! 1\1al­hl. ya el Prefecto, y todos cuantos haceu alarde de per eguir las aí·tes libel'rll es ! Pues qué? El talento no es un cimiento de trabl­jo como el zurron ó la e c:l.I·uil1a? Ah! desdichado de mí Pensé que poniendo en accion mis dotc's inteleetua- 108 para proporcionarme la ,ida, pouria 'r m; objeto. Pero nadl\ de e~o. .AllOra cinco noches fuí á de quitarme en el propio lugar donde me habian estafado. C\lmbil1é una nuc;;~a marca, arreglé con ella mi ' bllajas, y provisto de' Cst05 elementos, obra tojo de una inteligencia que no me "uborizo al confesar, me preparaba recuperar el pro­ducto de mi obra. literaria, cuando izas! se introdu­cen l os alguaciles ,en el taller y roe arrastran á esta horrible pl'Ísiun. j Destino clel hombre vi~j¡, p!lra ....•... " .... ' .• . .. .. . . .. . .. . . . .. . .. .. .. .. ............ "'" .. .. .. .. .............. , ............ .. Aquí está rota la última página de e te dia.rio que ha venido á nu tras munos de la mallera m ;t impre­vistn, y que reprotlucitoos in quitar ni añadirle nada, por haberno parecido bastante interesante. Hespec to nI peligro qnt.: pudiC'l'a cxistir por haber­le dado publicidad ¡í apunte::, rep05<'lmOS tran ­quilos en la confianza. de que no habrá padre que quie­ra reconocer :í. semej:lI1te hijo. .A.nn1iL AZIs, •

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 4

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Los Madgyares [recurso electrónico] : Función extraordinaria para el domingo 26 de septiembre de 1897 / Compañia de Zarzuela. D. José Chaves (director)

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