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490 LA 1\IUJER
de reprobable, sino que puede ser- de una manera. notable el nútnero
vir de norma para muchas otras. de suscriptoras; de la, señorita
Y, en fin, por no ser cansados doña María del Pilar Lara, del
no señalaremos n1ultitud de otras Hato (Tolima ), quien ha trabajacosas
en que la mujer se hace la ! do con noble y Tnarcado interés
guerra á sí misma corno no se la 1 en fin~or de nuestras ideas; de la
hiciera su más encarnizado ene- sef1orita doña Lucrecia Forero
m1go. Franco, de Bucaramanga ; qe la,
Muchas de nue~tras mujeres señora doña Corina Pá.ez de E. en
toman por disculpa la. fcdta de Facatativá; de la señorita doña.
tiempo para entregarse á cosas de Elena Cuéllar, del Gigante, y
bien público, de bien social ; y, otras, á quienes damos las gracias
sin embargo, lo desperdician, CO· por el apoyo n1oral y n1aterial
mo puede desperdiciar un botara- <{Ue nos han prestado, felicitándote
su dinero. las al mismo tiempo por su labor
No perdemos la esperanza de en pró del bello sexo.
que la mujer, en nuestro país,
pero principalmente en Bogotá,
abandonando esa indiferencia con ADELA
que se mira á ella misma, trab~Je (HisTónxco)
por romper esa estrecha esfera I
material, moral é intelectual en Sí., así se llnmnba; era nnn. morena de
que hoy se encuentra, y sirva de diez y siete años, y tan picante y decidora,
Poderoso· auxiliar en favor de sus que todos la e~timaban, y auoq 1e codiciada.
por todos los jó ·enes de la. comarca,
propios intereses y de su verda- nunca se decidió por ninguno, porque la
dera posición. mudre siempre le repetía: ése nó.
Por fortuna, hay yá varias en La pobreza en que •ivían, que casi ra-la
capital y en diferentes puntos yaba en miseria, mortificaba mucho á la
mndre7 que mAntenía ú la abuela tullid y
de la República que, dejando la sujeta ó. los máq crueles dolores y dada t1
añeja rutina, se están levantando la tarea do increpado núche y día nn pepara
trabaJar en ese sentido, y cadillo cometido en su juventud, y que
Podemos asegurar que tiU noble trajo nl hogar á Adela.
La. autora da sus días no soñaba en ot.ra
ejempio no tardará en secundarse cosa sino en que su encantadora hija se
por muchas otras. ca8ara con un hombre deo, pues la ambl-
Y ya que hemos tocado tan ción 1~ dominaba., porque ella creía que el
importante asunto, sea ésta. la dioerc es el supremo pode· con que se
ocasión de estampar aquí los nom- avasallan las más grandes dificultadeR, y
que 1·iqucza es sinónimo de felicidad, pne2
bres de la inspirada püetisa seño- á todo trance q nerin matar vse monstruo
rita doña Isolinn. Chaparro, quien de mil cabezas llamado guido desde su judiferentes
modos nos ha ayudado ventud. ,
' ~ . Un d1a de esos en que todo es luz y
eficazm:nt~ en nu:stra. empresa 1 armonía, se dió Adela á vagar por lo~ pra-de
la senorita dona, Emma Can-~ dos inmediatos al poblado; absorta en sus
cino, nuestra agente en el Soco- sueños de dicha, dejaba correr el ptnsarro,
quien ha comenzado á ador- ~ie~to, y engolfada en 8us mv.s dulces
nar nuestra ho1a con sus preciosas tlus1~ues1 p~es. en cada árbol y en cada
• • J pareJa de paJanllo8 que cruzaban el espa-composiCIOnes
en verso, Y cuyo cio no voia sino un idilio de amor, 'que
eficaz apoyo ha hecho ensanchar descendiendo desde la5 regiones deleitcsns
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LA 1\fUJER 491
del éter, e:e convertía en un paraíso sin sobre toda su descendencia. Adela, ate,:;
ombrns de pm:ar. Tan nbsorta estaba, que rrada, confundida, rechazaba uuas veces,
no vió que del fondo del bosque salió una pedía tregua, solicitaba consejo y proteofigura
singular que se le puso delante, ción de los amigos. Pero la madre, ciega
hallta que la comenzó á requerir de amo- de ira y de despecho á las reflexiones, inres:
era un hombre horriblemente desfi- sultnba, maldecía, calumniaba.
gurado; la cara cubierta de cicatrices de 1 El pueblo, conmovido al saber lo que
un color ''iolado; sin cejas, barba ni pes- ¡ pasaba en aquel hogar tan tranquilo hasta
tañas; con la mu·iz deforme, y lo~ labios entonces, y al suponer próximo tan cruel
cngrosadoR, que de~pedian un aliento fétido. sacrificio, llevado á. cabo por l más desnaPa~
ada la primera impresión de terror, que turalizada de las madres, solicitó del cura.
por e] momento la dejó paralizada, se lanzó el poder de RU autoridad.
en dirección de RU casa con toda la agili- Ji~ste varón, lleno de prudencia y de
dad que le pl'estaba su juventud; pem oo- virtud, no solamente le llamó la. atencióu
menzó á perseguirla la sombra de esa ex de sus deberes como madre y su responsa.
trafia figura, cual si íuera uu presenti- bilidn.d ante Dios, sino que él, que conocía
miento. las páginas escritas por una notable escri-
El espanto producido por lo que ella tora que !JÍnta los ~fectos de esta desasIlamó
«:La apat·ición,» la privó de sus pa· 1 trosa en fermeda; y solamente en las altas horas de la
noche se oyó á Adela que cantaba:
• «Hay en Judea un mar que la Escritura
Ha llamado Mar l\1nerto:
Sus aguas saturadas de amargura,
Cual ningún otro mar, no dan asilo
Ni al inocente pez, ni al cocodrilo:
Son un hondo desierto,
Y el huracán apenas lo remueve,
Porque es para ellas demasiado débil.
Al fondo de ese mar yacen Gomorra,
Sodoma, Zeboín, Ada m y Bala;
Ninguna nave allí su quilla cala,
Y el triste peregrino
Que se acerca á su orilla pavorosa
Lanza un grito de horror, y su camino
Desanda con carrera presurosa.
Ay! ese mar soy yo: mis ilusiones
Y mis placeres son esas oiudades
Que en su justicia Dios volvió carbones,
En pena de sus muchas li viandades.
Ninguna idea por mi mente cruza,
Pues todas las rehusa;
Ni al bien ni al mal doy on mi sér sustento,
Y ni aun el vendaval de las pasiones
Turba e~te inexorable abatimiento.l>
Al día siguiente, cuando los pajarillos
poblaban los aires con sus trinos y el astro
rey dejaba ver su brillante caLellera, desfilaban
el esposo, la esposa y la suegra en
airección al Lazareto de Agua de Dio , á
vivir allí, y donde pasarían la « luna de
hiel,l> y del cual decía el desgraciado
Adriano Páez: «Torpe, bárbaro, criminal
es enviar colonias de colombianos ó. soportar
por años enteros la sed, el calor y la
fiebre en arenales donde no pueden vivir
las bestias feroces ui las aves de rapiña.:.
IV
Han pasado t.res años; volvimos á V6r tí
la qne fué la encantadora Adela; pero ah!
todos sus encantos han desaparecido, y sólo
se ve la mano desastrosa de la muerte acabando
yá con aquella naturaleza de veinte
años, consumida por el más espantoso de
los infortunios.
ADOLFO FL6REZ.
MBDZGZII'A CAS:BBA
Enferma está la niña,
Y, aunque te canses
N o sanará con caldos
Ni con brevajes.
El doctor que la asist'l
Su mal no sabe:
Te aconsejo le pongas
Pronto en la calle.
Pnra niñas enfermas,
Es indudable,
No hay médico tan sabio
Como una madre.
Tóma el pulso á tu hija
Tranquila y grave,
Y con mucho cariño
V é preguntándole:
-Desde cuándo, hija mía,
Te sientes mala ?
Sufres más si est:ís sola
Que acompañada ?
Es cierto que escribiendo
Tu ardor se calma?
Echas de menos algo
Que te hace falta i
Si la niña con testa,
Como es probable: _
-Desde que á I!'u,lanito
Vi en aquel baile,
Conozco que me alivia
Sólo el mirarle.
Hace un mes no me escribe .•••
¡Un siglo casi 1
Y sin saber qué tengo,
¡11:e muero, madre !
U na vez la dolencia
Patente y clnra,
La receta infalible
Cualquiera alcanza:
-Tómese fi Fulanito,
Y, en cuerpo y alma,
Prevenida la enferma
Como Dios manda,
Dége}e ~t. todo pasto ..••
¡ está curada l
)fANUS:L DEL PALACIO.
:LA MVBB.TB DB BBBMJ:XIA
-Teresa, acabo de encontrar en la
calle á-Herminia, y la he suplioado que
venga á oomer con nosotro~ esta tarde.
¿Te contraría. mi invitación ?-preguntó
Enrique Bornier á. su esposa.
-Y a. sabes-contest6 Teresa con acento
dolorido y sin alzar los ojos-que nan
ca me desagrada lo que ttí dispones. S~
1
Herminia viene esta tarde, la recibiré
como la. he recibido siempre que la has
invitado.
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494 LA MUJER
AMOB. Y OB.GUL:LO
' \Verrieth mein blasses Angesicht.
La tristeza de mif'l ojo~,
La palidez de mi frente,
¿No te dicen los PnojoA
H. REINE.
De un amor loco y vehemente?
(:Y quiereR que en mi quebranto
:.Mendigue tu amor, l'leÜora,
Y que avive con mi llanto
El fuego que me devo1·a?
Oh, nó! Mis labios se hicieron
Para reír y besar ;
Y, altivos, nunca supieron
La compasión implorar.
Y aun de dolor expirando,
Jamás un ay! lanzar:in ...•
Siempre riendo y bnrlando
• Soberbios se plegarán !
~L J. RonnÍGtTEZ GoNz .. Ü.Ez.
1895.
:LA PESCADOJt.A :MAXCHilGA
(Continuncióu}
Bertn, entre tanto, habiendo segnido
con la vi ta los movimientos de Che. ·ter,
no pudo dominar Pn emoción cuando lo
vió acercar8e á Teodora, colocarse de rodillas
tl · u lado y hablarlo con esa ·ehemcucia
de expresión que, aunque habitual
en él, encontraba ella rara por la forma
de npnsionada angul:itia que . u semblante
demostra ha.
Puede decir!ie que flin haber oído las
palabra de Chester, su alma amaute, celosa
como el amor ferviente que la animaba,
había adivinado la amargura, de
nqnel breve diñ.Iogo.
Ardiente sol, hermosos horizonte .~, dormido
mar, todo d~sa pareció :i su VÍ$.ta.
Su almil, silueta perdida. en la. inmensa
lobreguez del país del desencanto, flotaba
errante sin rumbo ni concierto.
Terminado el almuerzo, los músicos
aficionados de Saint-Pif::rre empezaron á
dejnr oír las dnlcrs melodias de su::¡ violines
y flautas, á cuyos ecos la sangre ardiente
de los jóvenes pescadores se agolpó
al cOrDz6n y ú. la cabeza.
.Media hora después se hailn.bn alegre ..
mente, á campo abierto, bajo los rayos de
un sol que templaba dulcemente las brisas
del mnr.
Sin duda que entre todas laR pescndorns
la que m:ís llamllba la atención flra la rica
y mimada Teodora, cnya faz reflejaba en
aquel momento, con las agitaciones de la
danza, la más atrayente y la más cumplida
felicidad.
Chester, recostado á la sombra de nna
tolda, no tomaba parte en el baile ni Riquiera
con la mi1·aoa, pues ésta erraba allá
sohre las ondas del e!'pumoso océano.
Berta también había opuesto dulce pero
firme resistencia á las s1íplicas de los pescadores
y mn.rinos que la invitaron con
entusiasta. interés.
A 1 lado de su padre, qne departía alegremente
con !'IUS camaradas de~pidiendo
de su cig~trro densas bocanadas de hnruo,
Berta, decimos. no mimba al mar, pero sí
á Chester, n.llá á su izquierda, abstraído y
melancólico.
Qué pensamientos cruzaban su mente?
Qné anhelo su alma?
De repente Re levnntó.
Su semblr"nte se coloreó Iigernmente.
Compuso bajo su gorra de felpa su ca-bellera
rubia, y se dirigió resueltamente
hacia CheRter.
-Por qné no bailas? dijo deteniéndose
ante el pescador.
Je los huevos entre el azúcar y se combaten venbátase
t.odo con un teneder púr media tajosament~ el raquitismo, la escrófula,
. hora. Tómese previamente una cantidad los estados consuntivos y )a. tu~erculosis.
de harina, equivalente al peso de qos huo~ Septiembre 11 de 1894.
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Citación recomendada (normas APA)
"La Mujer - N. 62", -:-, 1896. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3687067/), el día 2025-11-20.