Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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- --------¡;c---cc:;:::::::::.,R s: :s:t ? '2¿:?¡-~:s:s-------
PERIODICO DEDICADO A L A LIT E R A T U R Al
Serie n. Bogotú.-) 20 de Febrero de 1876. Número 24.
Al\. DE.
==========~.========-=-~-~~
Con el presente número termina. el
segundo trimestre de este periódico.
Suplicamos á los Agentes que no han
arreglado sus cuentas del primero y
segundo trimestre) tengan la bondad
de remitirnos los fondos que hayan recaudado.
Damos las gmcia.s á los Agentes que
han tomado empeüo por la empresa.
oaQ
•
• ORIMEN Y VENGANZA.
DF.DI CADO A MI (W ERI]')O .UIJOO E U';EDIO HERNA -OE Z T.
I
Era el 25 de Febrero tic l'GG.
De la uahia de Cartagena y en direccion á Franci '¡
zarpaba á las dos de la tal de In. goleta llamada" La
Jirafa." Iban :í. bordo su eapitan Tomas Hadoul, el
timonero, diez y seis marineros y algunos . eros;
entre éto MI. üárlos Malfit, su e posa y un ño de
seis año", junto con cUlltro negrus hermoso~, fornidos,
inteligentes y de cabezas lanudas. úmero total de
tripulacion y pasajerJs, trell1ta individuús.
La goleta iba cargada de riquezas pertenecientes :í.
los espo os Ialfit, que años án habian ,euido á
esta ciudad en busca. de furtuna, fortuna tanta ,eces
am bicionada por el europeo y t.ll1ta veces hallada en
América. Doce años de permanencia en ünrtngena
les un tó para 1 a adq ni icion de inmensas riq ueza
que pensabnn disfrutar en su paí , léjos de la T ueya
Granad:t, léjos de la tierra que se (as habia otorgado,
La dicha de los e posos em completa, puesto que á
la sn a ambician de riquezas se agregaba el nacimiento
de un gentil y gracioso niño. Voluntariamente
y 5010 pOI' gratitud seguínnlos los cuatro negros,
pue no ob tante haber obtenido la li bertad,
juzgábanse dichosos permanecien lo fieles á. sus amos;
y é tos aceptaron sus servicios en clase de compañeros.
Sin embargo, no siempre se abandona un pueblo,
una ciudad como Cartagena, en donde plácidamente
se ha pasado una parte de la vida, en donde se ha conseguido
todo lo que se CI'ee constituye la dicha, en donde
se dejan recuerdos gratos y durables, sill que e
experimente cicrta dolorosa opresion que angu tia el
corazon y empaña los ojos. Al zarpar la goleta d. De la contemplacion la sacó su esposo, prE'sent
ándole el niño j y las lÁgrimas de la madre humedecieron
las mejillas del' hijo.
II
A las iete de la noche, sentados el uno cerca de)
otro, enlazados de la. mano y el niño obre las rodilJas
de la madre, lo c.-po os Malfit se pintaban un cuadro
risucño y cn nntarlor de la felicidad que gozarían allá
en su paí , no hi cieran más que pisar la playas dcl
uelo natal. El punto can]inal que detenia sus mirada;:,
el col or más ubido en el cuadro que allí se trazn
ball, era la educacion y bienestar del hijo querido.
:\las no se excluia á los cuatro leal es y pobres negl'os,
no; :i ellus se les daba cabida: tambien se les concedia
una parte de la futura y afortunada vid:J. europea.
Los esposos concebian y desarrollaban mile de prase
fUljaban millares de nacal'ada' ilusione<., á
n'''ves 'de bs cual es ya el horizonte de la
Francia.
A las J111e\C, cuando bay) el último vigía del mástil
y cuando hubieron terminado las maniobrrs concerni
entes á su empIco, los marineros se repartieron en
dos mitadcs' la unn se fué á dormir á sus hamacas
colgada en el entrepuente y l:J. otra se quedó velando
sobre el puente, dillpuesta á maniobrar en caso ne-
• cesa no.
Los ~lalfit se retiraron al ('amarote.
010 que~nron sobre la cubiel'ta los marineros faccion:¡
riof', quienes muy plOl1tO e pu. ieron á trabajar,
porqne el viento, que soplaba en la línea del Sudoeste,
obligó al piloto á doblar la caña y mandar que
izaran vela . Eu el in tan te mismo" La Jirafa" inclinó
un costado y principió :i cortal' las ondas con
ba tante rapidez, oyéndose á intervalo la música que
producia el viento en las velas y mástil, acompañado
del crugido de las cuerdas.
Al amanecer el scr;undo di:J., todo el equípajc estaba
de pié, incl ve el capitan, así como los Malfit y
demas habitantes de la casa marítima. Despues del
exámen minucioso de todas y cada una de las partes
del buque, ne no habia. sufrido nada en la noche,
e procedió al uno.
El resto del dla so pasó bien y la navegacion fué
buena.
A las once de la mañana del tercer dia de viaje,
not6se que hacia rato se senti:J. una calma profunda,
calma chicha, que duró hasta las siete y media de la
noche, que la brisa. volvió t\ lSoplar_
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186 LA TARDE
111
El 1. o de Marzo, al acercarse "La Jirafa al 4. o
grado latitud Norte, recibió de lleno las brisas que le
venian del Sud. Todas sus velas se de . plegaron é inmediatamente
se hinch!lron, impeliéndob. con extraordinaria
1 igerezn.
Todo indicaba que el dia seria bueno y la navegacion
bastante feliz, porque el cielo, claro y sereuo,
apénas marcaba algunos puntos cubiertos p or nubes
blancas que iban bajando y evaporándose al calor del
sol. .el horizonte e taba despejado, dejando :i la vista
de los navegante, por vía de panorama, el magnífico
espectáculo del firnll\mento unido con el mar.
Por la tarde M. Malfit y su eñora, lladoul y otro,
sentados delante de una mes ajugaban alegremente al
domin6)' en tanto que los marineros, tambien alegres
é in pirados por la hermosura del dia mezclaban su
canto a 1 ruido de las olas.
-Doble seis, dijo Madama Malfit colocando la ficha
sobre mesa.
-Seis y tres, contestó HadouJ.
-T1'es y blanco, añadió DI. Malfit.
-Blanco y C1¿at1·O .
-Doble blanco.
-Blanco y uno.
y el juego continuó, colocaudo cada jugador la pieza
que le correspondia, hasta que Madama Malfit gritó,
presentando la última ficha:
-Domin6 !
Una voz, pero voz de alarma, siniestra, aterradora,
pesada y fría como la muerte, se oyó en ese momento
que gl'itaba :-Fuego ! !
-Fuego!! Fuego!! repitió un marinero desde el
fondo del buque.
El'5e grito fué como un rayo caido eu medio de los
jugadores, como un eco que cOlitestara á Madama
l\falfit.
Todos se pusieron en movimiento. Se reunieron, se
juntaron marinero~ y pasajeros, y aterrados con la
espantos!1 catástrofe que los amenazaLa, precipitárunse
en monton al punto de donde salia el fuego para
detener sus estragos. Pero en vano todo.
El incendio era efecto .le un descuido. Producido
por una chispa volada al azar que habia caido y prendido
fuego al depósito de estopa que el buque llevaba
para sus necesidades, tomaba increm ento con los artículos
inflamables que iban á bordo, secundado por
la impetuosidad con que el viento soplaba.
En vano fueron los esfuerzos de todos. Sin que pudieran
impedirlo, el incendio se hizo general. Por
doquiera reinaba el espanto, el terror; no se oian más
que gritos, ayes dolorosos que exhalaban pechos agonizantes,
próximos á ser tragados por aquel infierno.
La l!ama fué subiendo, estendiendo y '~n anchándose'
ciñendo y cubriendo á la nave con sus anillos 1'0-
jos' y malditos: la feroz serpiente se bacia cada vez
más gruesa, más compacta, m~s temible. Enormes
lenguas de fuego, como lava salIda de un volcan, elevábanse
á los aires lI ebadas por el viento.
El incendio crecia, el viento aumentaba y la goleta
crugia, anunciando que pronto desapareceria. Esfuerzos
y más esfuerzos; pero en vano todo, pues ya los
gritos de los agouizantes infelices no se oian, dominados
por el rugido espantoso de la candela y el horrísono
bramido del viento.
En el supremo trance en que se encontraLan, trance
de desesperacion, el capitan desprendió del costado
de "La Jirafa" y lanzó al mar nna lancha pequeña
en quese precipitaron veintiocho personas. Apémrs
la luncha fu'; sepa lada y empujada fuera del costado
de la goleta, vióse sumergir y desaparecer á ésta,
dando al aire sus últimos quejidos.
Dos hombres habian perecido en el incendio: el timonel
y M. Malfit.
IV
Los náufragos salvaron en la lancha un poco de
carne y una pequeña vasija de agua.
Ya en la fni.gil barquilla y pasado el primer momell
to de terror, los pobres náufragos coru pren dieron
que su muerte era inevitable, porque la lancha, demas
iado pequeña parn. conten er tanta gente, no tenia
remos ni lugar donde culocar una vela, siendo a í qU(}
i end, iln que permanecer mucho tiempo á merced de
las olas, esperando que pasara algun buque que los
• socorriera.
En tal ituaeion, y cm vista de lo que lel'5 esperabn,
qué era preferible? i Haber perecido en el incendio,
morir de hambre ó ahogados en el in ondable mar s
i y si entretanto se agotaba la comida ó se prosentaba
una tempestad?
En el primel' ca so tendrian que devorar;;e los unos
á. los otros pam. aplacar el hambre; en el Regundo,
morir sumergidos en el Océano. K a era la perspectiva
de los náufl'ago;; de " La Ji raía."
l\Iiéntras tan tu, la lancba sin rumbo ni puerto fijo,
era juguete del embravecido mal'.
Pasaron tres dTas sin que se viera ni n:\,e ni tiarl.'a,
siguiendo la barca en la mi ma inaccion. Los infelices
desesperaban de sr.lvarse y temblaban á la iclea de
que llegara el caso de convertirse en antropófagos,
porque la comida disminuia, á pesar de que la racion
se redujo á dos ouzas de carne y una de agua.
y llegó el último dia &1n que la situaeion mejorara,
sino que empeoraba, puesto que las fuerzas faltaLau
á causa del poco alimento.
y para colmar la medida, por la nocbe se notaron
algunos síntomas que indicaban 1 proximidad de lit
tem pestad. 'rales eran la -vi ta de unas lJrocela,"ias,
el cruzamiento de numerosos grupos de nubes negras,
rojas y plomizas, la oscuridacl del cielo, l os reflejos
que ele cuando en cuando fulguraban l os relámpagos,
el encrespamiento de la s olas agitadas poI' el viento,
yotro más ql descabellado, donde va á apa·
garse una pi sto la en la frente pOI' nn desden de su
amaela, la que qneda tri te y pensativa ignorando fa·
tal cs consecuencias . .Fijémonos ahora en el exterior
de l os tcrtulinllos: oh! qué ClitU ia mo! i Qué hermosas
fig.uras forman cn los cuadros de contradanzas
y lanceros ! Todos bailan con el placer má grande.
i Qué miradns tan ti e rna: y fascinadoras las de las
bellas hurí. ! ¡Qué sonri as tan dulces y encantadorns!
Los hombres se estremecen de alegría y gritan
El hombre vive y su existencia es una cndena pro- unebatados de entusiasmo: viva el buen 7wrnol'! La
longada de padecimientos mas bien que de placel'es música deja de sonar.:y todos descansan, ya galanque
á veces se disipan, aunque mornentaneamente, teando ó ya apurunuo sendos tl'ag0;s de licor; pero
con ese lampo fa cinatlor y engañoso que llamamos fe- llega la quinta pieza y comienzan á bailar. ¡Qué enlicidad;
digo fascinador y engañoso porque en la v!da tusiasmo! qué placer! y .... qué mentira! Parece
del mundo todavía no ha existido un sér que, abriga- que los hombres se di,ierten al influjo de esa sensado
con el manto de esta diosa de los placeres, haya cion que comunica un verdadero placer, pero mentira
cruzado los senderos de la vida sin pi ar continuamen- es el abominable influjo del espíritu del brandy y del
te los ásperos abrojos que se presentan á nuestro pa;¡o. champague: al inflnjo de la maldad y de la locura.
A veces nu estra buena posicion monetaria, nuestro i Las mujeres gozan en aquel instante? Sí. i A imbuen
estado de salud, y viviendo en regioncs donde pulsos del verdadero placer? No. A impulsos de la
parece que gozamos halagados por las frívolas vanida- vanidad y de la coquetería! ....•..••..•..........
des de la sociedad que continuamente nos proporcio- Oh ficciones de la humanidad! i oh mundo engañana
medios d'3 pasar ratos de placer y solaz, en que el dor, lleno de meJ.ltiras é ilusiones! i Dónde están los
alma se expande, alza su vuelo en alas de la imagina- placeres que con stituyen la ,erdadera felicidad 1 ....
cían á las regiones ideales de la fantasía más absurda, Por más que la humanidad se afane en creer que
entónccs parece que gozamos, que alTebatados por l~ la felicidad se encuentra en los vanos placeres que nos
felicidad más grande llegamos al estado de una ver~ brinda el mundo, se engaña. No hay placer que no
dadera tranquilidad y bienandanza. Pero mentira! 'esté saturado con una d6sis mayor de dolor. Es un
engaño! ilusion! la felicidad está muy léjos de encon- . grande absurdo decir' que la felicidad consiste en los
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LA TARD E lS0
placer es, pues to que c1etras do ellos no encontramos
m¡is que ha tío, d i~gu to y tristeza, Yo b conocido
per onas ll ena de vida, de rique~as , aduladlls por todo
el ruun lo, instruida', elevada lí. la Cll tegoríJ. de
g randes, que despues de -un suntn050 y espléndido
banquet e, para cl i:;;ipar u ia tid'io y 1m; dolores de ld
onciencia producidos por alguna mall1 accion, han
t enido que apelar tui erabkmeoto á conSUIlHU' el m:\s
h or roroso atentado eOnLrl1 Dios y con.tra la sociedad,
al mald ito y abominabl e cl'Í men del suiciJio, b Y esto
qué prueba? Que det¡'as del plaeel' viene el dolor;
detras de los banquetes y fes tines los fé l'etl'os y los
fun eral es , Si la fcli cidud consiste en los placeres,
i porqué experimenta la humanidad semej antes dolencias?
"Vanidades de la vida
Fugaces pompa del mUlldo,
Glorias que el tiempo con ume,
Placeres de amargo fruto,
Quimeras que fugitivas
Pasan en r ápido cur o
Ciencia que ha ta Dios levantas
La arrogan cia de t u orgullo;
Ansia que la vida enci emle
Fuego que apaga el sepulcro,
Poder, riqueza, her lO(l Ul'n ••••
AIRE, S O nlBR~, POLVO, n UMO."
No basta que la criat ura vÍ\'a, en un suntuoso pal acio
dando sea curtejaao por lo!'; mi apuestos cortesanos,
halagada por la, comodidades más apetecida:: ,
para que por est o e té compl et amente satisfecha; no
señal'; los reyes, los granJes magnates, lo miembros
de las sociedades má¡=; el ovada del mundo, no encuentran
jama la verdadera feli cidad en es tos lugares de
vanidad; ignoran donde se b allan y por consiguiente
vi ven atormcn tados.
i Oh triste condicion de la humanidad! i Cuán fal az
y engañadora es nues tra. vida de mentiras y vanidades!
i D6nde se encuentrn, pue , d6n tan apetecido,
esta diosa tan desead ~ y detras de la cual corremos
continuamente á nlcanzarla in poderlo conseguir
nunca? La criatura alimentada por las veleidade de 1
mundó, criada en la opulencia más grande, es imposible
que la pueda encontrar. La humanidad experimenta,
á veces, subiendo por la escala de los padeci mientos
y miserias, dulces y deli ciosos pla ceres que
la encaminan hasta cierto punto donde di vi un :í. esa
diosa que sOlll'iente nos fascina, á muy lejana distancia.;
entónces .gozamos i ah ! p ero est os goces duran lo
que dura una exhalacion; se evaporan y se van t al
vez para no volver mus. El hijo de un I'ey naco en
medio de 111. opulencia, ignora lo¡=; padec imi ento ha ta
que llega á cierta edad on que el coraZOl1 cicl) trizado
con el orgullo se lastima con todo aquello que molesta
su vista y que no pueda e vitarlo; padece porque ye
que el puesto que ocupa es eminentemente peligroso,
y que tar<.le ó temprano, puede ser destronado, y si
es posible conden:l.do lí un des tiel'l'o ign(lmillioso donde
gima bajo el yugo del dolor y la mi eria, El solo
temor lo intranquiliza y lo consume en un illfel'llal
tormento.
El pobre que mendiga un pan de puerta en puerta,
oxpuesto al desprecio de sus mismos hermanos, más
bien encuentra momentos de felicidad, porque acostumbrado
á la escacez, el dio. que lleva bueIlos y abun dantes
alimentos para sus hijos, ese dia alza u alma
al cielo, da gl'acias al Dios de las misericordias y derrama
una verdadera hígrima de felicidad. Más tarde
éste mismo mendigo cambia de suerte, so va elevando
poco á poco hasta que llega al colmo do una vel'tigiDiosa
prosperidad, los grandes caudales le halagan:
pero infeliz! el dia que quiero gozar de sus espléndidos
tesoros, ese dia la inexorable cuchilla de la destructora
parca corta 01 hilo de su existencia y lo
consume en la eternidad: etite es el receptáculo de
1118 vanidades del mundo.
•
--
El hombre cree quo éstr divinidad ilusoria, dosconoeirla,!';
c halla en la. riquellu- yen los honore!'; quo
bl inda mentiroso el muudo: se agitll, se enloquece
por haccr"e á grandes tc.;;o!'os, pOI' a canzar granc1iohOllores,
so sacrifica y se expone á la nbcl'l'acitlll
malévola de u' competidores Ó I i"nlc:~, y ¡lcs \1ues do
muchos aITos de pellas inaudita, de d \!" ti e ITo~ , (~e
hambres y vigiliui<, entl)llCm" como quo (livi$a en lontananza
á eSll dio::." fugitiva, de lo. placerc cnhiel'ta
con las gala de la OPUIClICill y H'lnda con la sutil
gasn de la bienamlanza. Entónccs nlllfl Sil f:.lZ que estaba
caida por el tOl'mento, extiendu una mi l'ada ávida.
ele entu iasmo y se alza en ala. de su futura g¡'andeza.
Lleno de vanidau i o:'gullo desdeITa al tanero á
us mi mos compaiícl'o!,; y camaradas; el'ee ser supremo
r que an te él todo' deben etuLlsos doblegar
las services, que ante é l nadie debe al! e\'erse ti alzar
los ojos eino dirigiéndole mil'ada tímicla~, y que todo.
deben estal' prontos i complaccr sus caprichos r indiéndole
vcnel'aCiOll y respeto. Pero. puhre sér lleno
<.le ,anidad y orgullo! Cuando '1 pensaua cucontrar e
con la felicid ad que divisaba en lontananza, de súbito
tropieza con el desengaño, que le sale al encuent ro
pálido, ex t enu1\rlo, cubier to con los a, querosos harapos
de l indigente; y entónces perdi(las ya f.\;S Í'Ísuefías
esperanzas, <1 ue Curnu\ua n el pc¡]csta I de su yida.
de placeres, Sl' clIcamin:\ taciturno y lleno de melancolía.
11 lugares soli tarios á donde va :i da!' rienda. á su
dolor por sus 51wranzas perdidafi; entóll ces siento
al'der en su alma las llamas del al gullo, y bn. cando
un leni t ivo para curar sus pen as, se entrega á la locura
bajo la. sucia capa del vi cio y d 1 descaro : r enas
sobre penas : cJetras d e grandes dolores, to rm (~ n tos
infernales.
i Oh t ri te y d ébil h umllni cla(l , que no te aClle r c1as
del bálsamo que nos da para las penas y sulL'imientos
la dulce y santa re ignacion !
( Conela irá. )
l:n memoria. de J. E· Caro,
(EN El, CE IúENTEBIO DE SANTAMARTA.)
•
¡A~uí!. ¡ cerca d el mar que brama insano
y en .a quemante playa, calcinada,
Se convirtió en coniza, en polvo, en nada,
El más tierno p oeta americano!
¡De g 6nio y sen timionto sob erano,
Se hi zo g rand e, cua l T l1sso, por su amada!
Ah! di g na de su l ira abandonada
Jamas Oolombia encontrará. otra mano !
i Hoy yacen sus d esp ojos en el cieno
Olvidados del mundo, cuya his tor ia
Enalte ció con cítara de trueno!
¡Oh! que lo olviden hoy !...¡ que su memoria.
Brillará. de les siglos en el s eno
Con la aureóla inmensa de su gloria!.,.
TEMíSTOCLEs T EJAD.\..
EL REY DE BASTOS.
IV
El conde lIéctor se hallaba muy sorprendido sin
duda con aquell a brusca idea que habia tenido el florentino
de llevarlo al Louvre, y vaciló un momento
en seguirle, pero la curiosidad es un poderoso aguijan
y el j6ven se hallaba picado en alto grado I
¡Y des pues el Louvre donde ella estaba hncia. una
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190 LA TARDE
hora, donde quizá volveria á verla" gracias á ese dios :Mal'garita habia salido para Fontaineblau, des-de
los amantes ¡¡ne . e llama el aca o. pacbaron un paje á buscal'!a como ya hemos v .
E ,ta última reflexivn habria llevado á nuestro bé- Al perro le llamaron por todo el Louvre hasta que
roe á la IlIna . Por eso e decidió á seguir:i Ren~ le encontraron muerto junto al libro de caza que haqni
en pal'lI ll egar más ]JI'onto se puso en ancal; de! bia roido.
caballo de IIéctor, y le blzo tomar un buen trote. El rey acostumbl'llLa :i tOlllar un contraveneno
Diez milllltos de, pues llegaban á un po tigo de Lou- desde su infancia j por e o es que tenia aun ocho
vre, guardado por un suizo. El florentino se in clinó dias de vida, cuando su perro ya habia lUuerto.
al oi llo del ('entillcln, murmuró el santo y seña, y to- El rey de Naval'la entró en el aposento y vertil)
mando á n éctor de la mano, le dijo: abundante lágrimas amargas y sinceras, En aquel
-Abandonad \'l1estro caba llo al suizo y dejúos guiar, j óven de vl'inte años e descuhria ya al noble y buen
IIéctor tenia. un espíritu aventurero corno un jóven Enrique IV á quien el pueblo llamó padl'e ~íntes de
de veinti cinco años, enamorado y decidido. Aunque oturgarle el título de ¡!;rande ,
el florentino le llevara :i uno de aquellos calabozos -Enrique, le dijo Oárlo IX-, mi raZ!l es una raza
secretos que la reina Catalina de i\Iédicis habia sem- maldita que trae la muerte con igo. Mi hermano do
brado aquí y allí por log sombríos y ileneiosos corre- AlIjon es rey de Polonia, y quizás es el único que
dores del Louvl'e, el j óven le babria seguido con con- cuen1la con el amor y el bien del pueblo. Mi hermano
fianza. de Anjou no vendrá, pero no quiero que r eine de
Llevaba una mano en la de René y otra en el puño I Alen<:on. Tú me lIcederás en el trono.
de su espada! un guia, y una espada! Con esto habria En tanto que pagaba esto en el cuarto del rey, la
ido al fin del mundo en busca de una simple sonrisa I reina. madre y su último hijo el duque de Alencon,
de la reina de Navarra. estaban en consejo con el condenado perfumista René
René le introdujo en un corredor húmedo, tenebroso, el florentino.
donde el j6ven conde si hubiera. ido solo, hubiera tro- i Rey el Beames! murmuraba Catalina! eso no
pezado á cada paso; d le hizo subir una escalera puede 'el' y no será.
de caracol, á cuya extremidad habia otro corredor tan - Pues será, re pondió el duque con una sonrisa
húmedo y oscuro como el primero, y en el cual entró infernal. El reyes rey hasta su muerte. Miron le ba
el florentino con atrevido paso. dado ocho dias de vida y con dos olamente Lay bas-
-Pero á dónde diablos me llevais ? tante pal'a r6unir uñ varlamento y hacer sancionar
-Silencio, respondió el perfumista en voz baja, su voluntad por él y pOI' la. universidad.
Un inst:mte despues, deteniéndose de repente, La reina madre se quedó pemativa.
añadió -René, preguntó, i no se podría salvar á mi hijo ?
-Esperad me aquí. -Ya sabeis, señora, que el veneno que le mata. no
Y se e~capó en las tiniebhs. Al cabo de un segun- tiene remedio. V. hl. debe acordar e de Juana de
~o se abrió una puerta, un rayo de luz llegó hasta el Albret,
conde, despues la puerta se cerró y siguió reinando -i Sil encio! Puesto que mi hijo debe morir que
la oscuridau de ántes. muera seis di as m,ís pronto. Es una simple cue tion
Antes de pasar adelante di gamos en pocas palabras de ti empo.
lo qUA en aquel dio. babia sucedido en el Lcuvre, La. reina madl'e pronunció estas palabras con un
Esto que sigue es histó rico. acento tan firme y severo que el duque y el pel'fuV.
En la maüana de aquel mismo dia á eso de la 8
nueve, el rey Cárlos IX baj6 de su taller de cerrajería
y plateria donde habia estado trabajando desde
el amanccer con su favorito el cincelador Andres Pisoni,
y dijo que quería ir á cazar á San German en
seguida.
Miéntras la córte se hallaba conmovida con la órden,
y el montero mayor se ocupaba. en los preparativos
de la caza, el rey entró en el apo 'ento ocupado
por su hermano político el rey de Navarra; su bermano
no estaba, pero en una. mesa se veia un libro de
ectl'eri<\ cuyas hojas estaban pegadas.
El rey era un cazador apa ionado, y todo lo que
tenia rebeion con la montería le interesaba. en sumo
grado. Así, pue , abrió el libro áyjdamente, y con un
dedo que mojó en su boca mucbas yeces, separó las
página' pegadas recorriéndolas una despues de otra,
Media hora despues la cacería estaba pronta, el
r ey montó á caballo y llegó á San German bueno
y "ano. Pet·o apénas se habian lanzado los primeros
perros cuando S. L que iba al galope sintió un fu erte
dolor de cabeza, detuvo su caballo, y exclamó: "Soy
hombre muerto." En efecto, Cárlos IX entró moribundo
en el Louvre. Miron su médico de cabecera
examinó la lengua del rey, y viéndola cargada de
pústulas verdosa , le dijo: " Sl'ñor estais envenenado. '
El rey palideció, pero sin perder ánimo.
-i Tienes alguna esperanza de salvarme?
-Ninguna, respondiÓ Miron; pero po deis vivir
seis dias mas, lo que es bastante para conocer y castigar
á los regicidas.
-Los conozco, murmuró el rey con acento sombrío.
Despues mandó llamar á los tres sé¡'es que le eran
mas queridos; el rey de Navarra, su herma.na Margarita,
y su perro Acteon.
,mista, á pesar de toda su corrupcion, se estreme-
• eleron,
-Maese Rcné, continttó la reina impasible, i no
teneis en casa un poco de ese veneno que se habia
destinado al rey de Navarra, y que la fatalidad. ha
querido que baya ido á dar contra el rey de FrancIa?
-Os comprendo murmuró el florentino estremeciéndose.
Un instante despues salia de Louvre en direecion
de su ca a; pero habiendo encontrado á Héctor en el
camino, é iluminado de repente por un pensamiento
maquiavélico, en lugar de ll egar á su tienda, se volvió
con el j óven conde al palacio de Louvre.
VI.
René habia dejado~ pues al conde Héctor de Furmeyer
en el oscuro corredor que Catalina de Médi,.is
habia mandado practicar al rededor del Louvre en el
grueso de .sus antiguos muros, y se habia entrado 50-
lo en el cuarto de la rei na.
-Qué hay? preguntó esta
-Señora, respondió René, es del todo indiferente
que el rey muera seis djas ántes 6 despues.
-i, Qué quiere decir eso?
-Que el rey de Navana no será rey de Francia.
-Porqué?
-Por que tenemos aquí al rey de Polonia.
La reina madre lanzó un grito de júbilo; mas el
duque de Alencon se mordió los labios con mal humor,
y murmuró.
-i Jamas llegaré yo á ser rey!
Pero René en vez de responder abrió la puerta. y
dijo á media voz:
-Venid.
Héetor que esperaba á la puerta e ...l tró al punto.
A su vista, el duque de AlenC(on retrocedió, y la.
reina madre corrió Mcia él con los brazos abiertOfJ,
diciéndole:
-i Hijo mio!
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LA TARDE 191 ,
-¡ La reina! murmuró lIéctOl' cOI·tado. Pel'O des- • no, y luego llevando nI jóvcn lH\cia e l bburetc nrripues
dijo: o engañais .... no soy el rey de Polonia. mado á 1:1. pared, l e dljo quedito:
La rcina se quedó estupefacta y el duque de Alen- -Todo lo he oido .... no eumplireis vuestrn pro-con
arrojando un grito de ·alegría lanzó uua mirada mcsa ....
de triunfo á Reué . -- i Por qué? preguntó l1 éCtOI' que creía estal'
-y bien, dijo René glorioso, el parecido no e pero soñando.
fecto? -Porque en vez do sah'ar ~\ mi horma no ....
La rein1\ clavó su mirada inquisitorial sobre H éctor Margarita se detuvo estremeciéndoso.
y exclamó: -Qué! ....
-Sí, pero no es mi hijo. -1,0 matariais.
-Lo sé, conte tó Rene, pero qué import:l. eso? --lIéctor hizo un movimiento do 80rprel'll.
-Oómo diccs? -i Silencio! l\largarita, escuchad y ved!
-Oigo, repuso el florentino, que si sienclo su madre Y al decir osto toc.ó un re- orto encnjado en el
os ha bei s engañado, todo el mundo so engañad taro- muro, y quedó abi e rto eu él un agujero imp e rceptible.
bien desde el rey ha ta el último de su guardias. -Mirad, le dijo.
-y luégo ? lIéctor aplicó el ojo al judas microscópico y reco-
-Ya tonemos un rey de PolonÍil, provicional que noeió el cuarto de donde acababa do salír. La reina
mañana entralá con gran pompa cn Paris y tomará y el florentino ya no estaban, p el'O en su puesto hnel
puesto de Enrique de Anjou hasta que éste llegue bia un hombre vestido con sencillez, de ojos frias,
de Polonia. frente baja. y hundida, que "e hallaba sentado en-
Los ojos de Oatalina brillaron con un relámpago de frente del duque de A len«ol1.
aurniracion i despues mirando fijamente á Héctor le -Olivry, decia el duque á Sil capitan de guardias,
dijo: creo que tengo al infierno en mi favor. Me parece qu!'
-Sabed, caballero, quien quier:J. que seais, qua te- voy:í. ser rey.
ueis la fortuna en las ruanos. La dejáreis escapar? -i Qué decís!
El jóven conde se acordó espontáneamente de las -Hay á la llora en que f"1stamos, repuso el duque,
últimas palabras de su padre :"Afecto absoluto al rey dos hombres que se p:\recen hasta el punto de equide
PolOllia" Oomprendió que tenia. en sus manos la VOCl\rse i el uno es un simple noble, y el otro es 01
corona del duquo de Anjou, y que si él queria, el du- rey de Polonia.
que de Anjou seria rey. -i Y des pues ?
-Acepto, dijo sencillamente. ---Do esos dos hombres, el UDO no existirá dentro
-Sereis el noble más rico de la corte de Francia. de ocho di as.
-Nada pido ni nada quiero, señora. Voy á pagar ---i Ouál de ellos?
la deuda de mi padre. Me llamo Héctor de Furmeyer. ---El rey de Polonia.
-Ah! dijo la reiua danelose en la frente' una pal- Olivry se remeció.
mada. Ya me acuerdo y en seguida añadió: ---El otro, repuso el duque, será ahorcado como es-
-Seguireis á mi perfumista que os llevará á su ca- debido dentro de un mes.
sa donde os tendrá escondido, y allí esperareis mis --- o os comprendo, dijo bumildemente Olivry.
órdenes. ---"Vamos á ver, continuó el príncipe con su falsfI
Héctor se inclinó en señal de despedida. sonrisa, faltando el rey de Polonia, el rey soy yo. El
-Id con Dios, lo elijo la reina. rEj-V de Polonia está léjos y yo no. Si el rey de Polo-
René abrió la puerta y arrastró al conde al corre- nía estuviem aquí mañana, reinaria; pero mañana
por por donde habia venido. otro hará su papel, miéntras llega el rey verdadero
Pero do repente se volvió á abrir la misma puerta que no Ilogará nunca.
y la reina llamó á René, porque sin duda tenia que -~_Y cómo es eso?
darle nuevas instrucciones. - Vas á saberlo. Hace un año que un puñal asesino
-Esperadme aquJ, díjo el perfumista volviendo amaga la exi tencia del rey de Polonia.
sobre sus pasos y dejando nuevamente al conde en -i Y con qué brazo?
las tinieblas. -El brazo son los tribunales secretos de la Ale-
Oatalina dijo á René abriendo una puerta secreta mania protestante.
y dejando solo al duque: -i Y con qué objeto?
-Vamos al cuarto del rey i ese jóven podrá espe- -Con el objeto de que la corona de Francia recai-rar
diez minutos. ga en Enrique de Navarra.
El conde esper,~ en efecto, y ya principiabá á can- -¿ Y á quién obedece ese pUllal ?
sarse, cuando oyó cerca de sí el ligero ruido de un -A mi. No tengu mas que deej¡' una palabra, y
vestido de sed::t, sintiendo un segundo despues un entrará hasta el puño; porque despues del rey de Poaliento
tibio y perfumado y una suave mano que se lonia hay el duque de Alen«on, el hermano del rey
apoderó de la suya. Oárlos IX, que será rey á su vez, y ántos queEmique
-¿ Quién está nhí ? preguntó en voz baja. de Navana. Oyeme bien, Olivry si yo devuelvo á los
-i Silencio! respondió una voz simpática y sonora protestantes francese lo que les ha quitado Cárlos
que le hizo estremecer. IX, y lo que les ba prometido Enrique de Navarra,
IIéctor se abandonó sin resistencia á su nuevo guia ellos acabarán con el rey de Polonia para coronarme.
y le siguió en medio de las tinieblas, con el corazon Esperan solo una palabra •.. palabra que te diré.
palpitante, la frente inundada de sudol', estl'cme- Vas tí montar á caballo.
ciéudose de todos sus miembros, y aspirando volup- -Esti bien.
tuosamente aquel hálito misterioso que le rozaba los -I¡'ás á V:Jrsovia.
cabellos. -Oorriente.
Al cabo de algunos pasos encontró una puerta, -Te dil'igirás á casa. de la querida del rey, la her-luego
dos escalones, y la voz de su guia desconocido mosa marquesa de Aureville y la dirás estas palabras:
le dijo: i Ha llegado la hom del ?'ey (le Bastos!
-Subid. Olivry se levantó, se ajustó el cinturon y dijo al
El jóven subió, se abrió una segunda. puerta, y se duque:
halló en un cuartito, especie de oratorio y de 'gabi- -¿ Nada más '1
nete al mismo tiempo, débilmente alumbrado por la -Nada más. El resto no te importa: puedes irte
pálida claridad que daba una lámpara cubierta. al instante .
.El conde alzó los ojos y reconoció. " .á la reina de -Al instante voy.
Navarra. . . Y el conde de Olivry salié> del aposento.
Sus labIOS se abneron y estuvo á punto de lanzar , Ouando el duque se vió solo exclamó:
un grito. Margarita le tapó la boca con su linda roa- -j Ah ! j mi señora. madre! i Ah! j mi hermano
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192 LA TARDE
ue Poloni!\! i Ah ! mi primo de ravarrn.! i Conque
no I]llercis que yo sett rey! Pues lo seré contra la
.01 un tau ue todos.
.........................................................................
El conue néctor e apttrtó del agujero, y se volvió
hácia Uargari ta, que, pálida, conmovida y con lo. cnbello-
orizadLs, no babia pOl'dido una ola palabra de
la conversacion del duque y de u favorito.
-j Ya e viendo lo que sucede! le dijo; si pcr-manoceis
aquí, mi hermano está perdido.
-Vne tl'o hermano vivirá. y ser¡\, rey, respondi{) el
conde dando un pa o hlicia ella, y alzando con orgullo
su cabeza. 'abré llegar á Polonia ántes que ese
bribon' ...
-i Y luégo? preguntó Margarita con ansiedad.
El puñal entrará en mi pecho y no en 'el de vuestro
hermano.
-j Ah ! exclamó Margarita con espanto y tomando
en su manos la. del conde; no quiero, no, que e,,0
suceda..
-Dios ruio, Dlurmuró en "l"OZ baja, tan baja, que
solo una muje¡' podia oirle, i por qué so reina?
Ella tomó la frente del jóven en sus manos, la be ó,
y respondió en el mi-mo acento silencioso con que él
habia hablado:
-j Id con Dios .... las reinas son mujeres como
las demas.
nT
Héctor se estt'emeció al contacto ele los húmedos
la de la reina, y vuldu:í levantar l\ frente con
nltivez .
Aquel bes le habia hecho fuerte y gl'1.nue; ya se
sentia capn de acometer las accione ... lila" heróicas, y
se hallaba ~egnro de alir triunfante de tojos lo '
obstácu los.
Margarita, sin :lñadir una pal:1.bra, le tomó por 1 ..
mano y le hizo salir del :1po~ento d(ll1,le le habia introducido;
de"p 1(' (' lll'lujo e1L' Il11C\-O por el laberinto
de lo corredore<, y en t;na direccion o[1\1e tu á.
la que habia seguido cU;lll'lo I florentino le guiaba.
Los dos jóves (bien podeUlIJ llam'lrlos a í, puei:>
ámbos eran jóvenes y hermo'o ) and:lban en bi!encio;
pero SU'i manos se toca han i, e c:;tremecian con una
presioH ligera, que era entre ello' como el hilo con ductor
de un lenguaje muelo; sus respiraciones á
veces se cruzaban en la :ltmósf<:'ra .oluptuo. a que lo
rodeaba; á veces tamLicll un hucle de cabellos de
Margarita r07.3 ba la fren;'e de IIécto¡' y e te se e. tremecia
y besaba ese bucle con la furtiva espolltaneid:HI
de I1n ladron astuto. De cuando en cuando un ruido
pel'ado de pa~os ó de .oce!'; re onaba en las profundidades
del viejo palacio, y entónces se acercaban
silenciosamente el uno al otro, conteniendo el alieuto
y temb)ando.
Lo diez minutos que emplearon en atran'-ar los
conedores y la escalera. de caracol, á cuya extremidad
habia una puertecilla que daba al rio, fueron para
ellos un siglo de fiebre voluptuo a, un sueño de cien
años que duró diez lUinutos y que confundió en una
sola entrambas alma~.
De repente, 01 aire de 105 ho corredo-re
de Louvre y de sus e"calerlllns secretas, e cambió
en un aire má y pu:-o, y una pálida claridad
impregnada de 105 hÚloedo aromas del rio inndió
de repenle las tiniebla, al mismo tiempo que e
hallaron junto á un;], puertecilla cerrada con cerrojo,
y que comunicaba con la parte baja del muelle junto
al ena.
--Buenos cerrojo gastaban antiguos reyes.
Pero este ob táculo no detuvo á " Iargal'Íta, que sacando
una llave de su seno, abrió la. puerta, que giró
sobre sus gozne sin el menor ruido.
Catalina de l\Iédicís que nece itaba muy á menudo
esas snlidas misteriosas, hacín. untar de aceite todas
las cerraduras.
-Ya estais fuera del Louvre, dijo Margarita rompiendo
el silencio. Subid el muolle y seguid el rio
ha. ta la puerta 11011nlolle. Allí enseñareis el anillo
que o' di hoy <;n Yillnnuc\-a du an .Jorge, al capitan
de los arlJlIcro' l]\1e guardan la puurta y le pctlireL
un caballo en mi nombre. Ahora, pro~ iguió Margarit.
a, :lql\l tenei un bolillo lleno de oro para subvel11r
á los ga<;t uel vIaje .....
y al decir esto lo tendió un bol i\lo que el conde
apartó con II mano.
-1'engo en mi poder lo suficiente para. llegar :\
cknde e.~ tá el rey. Sud g~neroa hasta el flll, y dejadme
que lleve á cab'l lo que hacer, movido únicameute
por vuc tro amor,
La frente de Margarita Ee cub:'ió de una viva,
emocl•O n.
• Continuará.
UN ARROYO.
¿ Ves ese arroyuelo blando
Que va la yerba lamiendo,
Cómo se acercn sonriendo
Cómo se aleja llorando?
Es una blanca madeja
Que con sus hebras encanta,
y cuando se acerca canta,
y llora cuando se aleja,
Cinta do cristal sonora
Que en aljófar se dedlie,
omo un alma alegre rie
COlliO un alma triste 1101'3.
Ya forma en su murmurio,
Oopos de blancas ospumas
Rizados como las plumas
De los ánades del rio.
Ya temblando se alboroza
Si el aura sus linfas mece,
O bien corriendo parece
Que e queja y que solloza;
Y cuando viene :i besar
J.Jas flores con su corrien te,
Se llega tan mansamente,
Que no se siente llegar.
Entre sus espumas frias
y mis yertas ilusiones,
Hay vagas palpitaciones
De secretas simpatías.
El baja del soto umbrío
Solo, humilde, sin estruendo;
y v a corriendo, corriendo,
Ilasta perderse en el rio.
Su existencia viene á ser
Una existencia latente
Que corre tan mansamente
Que no ¡,o ~iente correr.
y yo con paso ligero
Busco el lugar del olvido,
Trovador desconocido,
Ignorado caballero.
Vengo á su orilla á sentir
La fe muerta, el bien pasado,
y á vivir tan ignorado
Que no me sienta. vivir.
J. J. PALMA.
•
-
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 22", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092947/), el día 2025-05-10.