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ANO I. Bogotá, 1,5 de mayo de 1858. NUM. 20.
Revista.
La circunstancia de haberse puesto en uso el
convertir el editorial de la mayor parte de nuestros
periódicos en un artículo de fondo llamado 'revista,
hace que nosotros tambien escribamos la nuestra,
porque i qué razon habría para quedarnos a tras e n
materias de moda i de progT so 1
Nosotros ser vi m os al sexo rei, como dicen los
Jasio¡¿ablcs, i ese sexo vi ve de la moda. La n1oda es
la soberana del tnu ndo; i en cuanto a lo del progre~
o, es tambien de observarse que, a fuerza de: o
a fuero, de repetirlo, como dice CELTA, nuestra R ~ pública
e ... tá a la vanguardia del Inundo •••• al m e nos
así lo decimos nosotros, lo que ya es algo, porque
cuando el rio suena •••• &. ...
Bien i i qué diremos nosotros en nuestra revista.1
Hablarernos de las cosas públicas, de las semi-públtcas
o de las secretas 1 Ahí está precisamente el busiles
(vulgo q,zteso), puesto que las primeras no tienen
novedad, las segundas son un tanto escandalosillas,
i las terceras, en el mero l1echo de ser del
carácter que son, son (redundancia) irnpenetrables
para nosotros. Sinem bargo, no~otros ten í~mos nuest~·os
apuntes de revista e n el bolsJ!Jo : hab1amos escrito
las sirruientes palabras, de suyo bastantes para escri-t:>
• , • • • bir folios enteros: rifas, ca·rest'ta, 'f}l,atr~montos, convt-tes,
i, sobre todo, la gran cuestion de las siete cabezas.
Rifas. Si nosotros (porque siempre hemos de ser
nosotros) fuéran1os personajes de corbata blanca,
rostro enjuto i compostura grave, ocasion era esta,
i mui de aprovecharse, para decir alguna cosita
sobre el pernicioso influjo de las rifas i loterías en
las costumbres de los pueblos, i echando de nuestro
lomo escarna o erud icion, citaríamos aquí pasajes
de pasajes del Perú i de las Antillas; pero lo
mejor será no meneallo por setenta mil razones i
rnas. Por otra parte, tampoco sacaríamos nada con
nuestras prédicas,porque en materia de agallas todos
.somos tiburones, i punto redondo.
Rífanse en el día ( i en la noche tan1 bien) ambalemas
caballos, candores, monturas i l1asta casa~,
sí seftores .. hasta casas, en que se lleva la codicia o
el' amor ái dinero hasta entrar en lid abierta con
las fieras de Jos bosques. 1 téngase presente que
esto no lo decimos por mal hablar, sino porque es
público i notorio que el tigre mismo, hastiado de
morar en la ex-casa del CongrPso (si milis con similibus
&. ) tenía la exajerada pretension, que bien
puede calificarse de tigrera i feroz, de sacarse la
casa de los $ 25,000 !
Carestía. Este sí que es punto espinoso, mas que
Ja bancarrota del Tesoro, pues ya empieza a valer
mas aquí la vida que en Lóndres, como dicen los
que han estado en Paris; no precisamente porque
ella produzca mas, sino porque consume mas, o es
De los nnte·pretéritos i coexistentes nada tenemos
qué decir.
Con vi tes. 1-Ia habido uno mónstruo.
En cuanto a la gran cuestion de las siete cabezas
(las seis del sombrero i Ja de bronce) que puso en
escena la compañía dramática el juéves último, es
lo cierto que ella no resultó ser mas que una, la de
metal, pues las seis del sombrero 110 salieron a luz,
ni l1ubo sotnbrero ni cosa parecida, sino panza i
mas panza; pues es seguro que seis i mas hubie ran
cabido en el vientre de Barriga, vientre hiperbólico
i mas que enciclopédico, que nos hizo el gasto, ya
que el coliseo mas parecía una sala de profundis que
el teatro de una capital de veinte mil almas, seguu,
el censo, i en donde no hai otra cosa mejor que hacer
que irse quincenalmente a la luneta a dar golpes
como en una gallera o a fumar como en un cafe,
que esa tambienes la moda i la elegancia, i los cuatro
reales no se dan solo por el derecho de asistir a
Ja fu ncion, sino tambien con el de hacer mayores
los inconvenientes de nuestra escena naciente i casi
infeliz.
Por lo demas, los espectadores estuvieron contentos
en los pasajes que hubo desnudados: gritos, aspavientos,
zambomba, i todo eso que tanto nos gusta
por lo que tiene de trivial e indigno de un país de
j e nte civilizada. La cuestion de quitarse los calzones
en las tabJas es una gran cuestion para nuestro
público, i Jos apJausos se suceden a los aplausos
cuando se ponen en juego los resortes de una mi mica
de n1al gusto, que sirve soJo para echar a perder
los pasajes patéticos de las grandes piezas del arte;
en esta virtud tal vez seria m ejor para el director
del teatro anunciar matachines, pantomimas o cual·
quier otro escándalo escénico por el estilo, que
esforzarse por darnos un drama de sentimiento, como
lo es indudablemente el DESERTOR HUNGARO. Otras
cosas son las que nosotros queremos, pues nos resistimos
a lo b e llo, o no estamos suficientemente preparados
para gozarlo. Tal vez lo mas prudente
sería que dicho señor se resol viese a cerrar el t e atro
por algunas semanas miéntras lo acaba de organizar
convenientemente, o 1niéntras llega a esta ciudad
la compañía lírica de OJivieri, a la que sabemos
ha h echo ventajosas propuestas. Es necesario que
el señor Lléras se convenza de que, no yendo las
señoras al teatro, tampoco irán los caballeros, i que
persistir pot· ahora en su empresa es arruinarse a
sabiendas. Cierto que él se esfperza en todo lo que
es el aparato escénico; en todo Jo que depende de
él; p e ro qu é va a ser en lo que se refiere a la representacion
1 I decimos esto, no porque ella haya
estado maJa, aJ n1énos en la última funcion, sino
porque el público está cansado, i la pobreza es ya
un maltnui jeneral.
consumida ntas caramente, que todo es igual. Pero La casita del poeta.
qué no diremos de este año funesto, año de peste, Cualquiera puede ver en uno de los arrabales
quiebras, crinolinas i desafios ! de Berlín una estrecha c~sucha, que, ah?ra cin-
Matrimonios. Despues de un interregno mui lar- cuenta años, ,habitaban Guillermo 1 su muJ~r Vergo
parece que Himeneo ha vuelto a prender de tu a. No hac1a mucho que eran casados; mu1 pobres
ndevo su antorcha, pues se anuncian como próxi- ~ i desvalidos ~í eran, pero vivian felices porque de
mos varios de los que ántes no pasaban de remotos. S véras se quer1an.
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Estaba una vez ocupada en coser a la ventana la ~ n órden. ran pesadumbre le causó v e r e l mi era-jóv~
n esposa, cuando de repente se le quedó la agu- ble estado de la casaca negra, en cuvas co turas 1
ja sin movimiento entre los dedos, la costura se cayó color era blancuzco, el hiJo estaba .. reventado, los
sobre su delantal, ell1ilo se r eve ntó, i una h.\grima remiendos se descubrian escandalosan1ente; i i las
rodó por sus m eji llas. Entónces la catnpanilla del botas? pobres botas! coloradas, torcidas, agujereaportan
suena con estrépito, se oyen pasos en la an- das e n ]a punta, n1cjor hubieran stado en un mugosta
i oscura escalera, ertua se l e Yanta , enjuga ~ la dar que en Jos piés de tnendigo alguno, pero pres
us ojos colorados de ll o rar, i abre la puerta con la ~ ciso e ra ponér~elas, lo mismo que lo qu e en otro
sonrisa 1nas dulce en los labios. Era Guillertno que tiempo seria corbata i que ahora no era sino un
vol vi a a la casa. esqueleto, una burla de esta parte del vestido. J>or
-Estaba tan entretenida con la costura; que ha- mas que acepilló, zurció i tiñó con tinta de escribir
bia olvidado que ya era la hora de tu ll egada, dijo el ajuar de su marido, no pudo nunc~ r e parar el
Vertua dando un abrazo a su marido i r ec ib1endo irreparable ultraje de los años. Cuando GuiJlertno
un cariñoso beso. Nuestra cotnida será harto pobre ~ se prep:1raba para salir, se miró en el espejo.
hoj, pero a nosotros, gracias a Dios, nada se nos da Estás mui bien vestido, le dijo Vertua tratan-de
eso. . do de dar serenidad a su voz; Ja casaca parece en-
Al dern· estas palabras, que no eran 1nas que la teramente nueva.i el sombrero está corno si lo hubiever~
nd, Vertua r.uso ~n la mesa un plato de papas ? ras comprado ayer.
coctdas en agua 1 sal 1 alg_unas nu c~es seca~. . Los dos amantes metían cierto empeño sublime
-Se me pone que ~o t1en es ya u1ncro, diJO Gut- en engañarse rnútuamente acerca del espantoso es-
Jlermo ,con _una.voz trist e . . .. tado de n1iseria en que se hallaban.
~~, m1 a1n1go. Sí. t e ngo, 1 mucho, diJO Vertua Gui] lermo obtuvo por fin colocacion en un teatro
sacudtendo en la faltriquera del delantal algunas de ma]a muerte, de cuya orquesta él era el único
mot)edas de ~obre. . . , . músico; pero la perdió pocos di as despues. Empren-
-Ya cas1 tengo una ~olocacion, re~hco Gu1ller- dió luego sucesivamente diversos oficios que chocaroo,
co~ u~a voz q~1e d eJab~ poca ? ninguna espe- han a su an1or propio, i que satisfacian··a duras pera!
lza; 1, s1 me conviene, manana mtsmo comenzaré nas las necesidades mas urjentes de la vida.
mi ta~ea. , . 'l . , Diez atíos dcspues este mismo hombre vino a ser
--¿Que clase de.colocacion · pirguntu so sobre la rn esa
dos cucharas de peltre , dos tazas ele loza ordinaria
i dos servilletas de Jino grueso. Ya la l eche hervía
en la paila i empezaba a arrojar su blanca espun1a
• por enctma.
Por la primera vez, durante diez años, t e nia •uillerrno
buen ape tito; el aire que respiraba ahí le
era saludable ; cierto rú s tico perfurn e el e juve ntud
i sentimiento l e penetraba has ta el fondo d <= l alma.
Los pajaritos entraban por la ventana, como en otro
tiempo, i venían a picotear debajo de la mesa el
pan negro que Vertua les desmiajaba.
Guillermo i Vertua estaban sentado, como en
sus bellos días, uno enfrente a otro; la tn e. ita d e
pino permitía que sus rodillas se toca se n. 1·~1 almuerzo
fué delicioso. Cre íanse de nu evo e n lo mas
fino de sus primeros amo res, cuando el corazon estaba
jóven i la negra pesadutnbre se disipaba con
cualquier cosita.
D es pues del alrnucrzo, qne fu~ corto, Guillermo
sacó su violin i se pu so a repasar su lecc ion para la
noche, como lo hacia cuando estaba empleado en lo
orquesta del teatro; i Vertua, que hacia diez años
que no cantnba, le aco1npañ6 con In voz. La tonada
era .sencilla i tierna, adecuada al estado de su alma.
La salita temblaba toda de conmocion i los pajaritos
acompañaban desde el techo.
Pero apénas habían exhalado la última nota,
cuando de reponte se oyen aplausos al pié de la
E SERORJTAS. 159
v entana. Amigos o c uriosos ( i cómo saber lo ci e r t
o 1 ) habian seguido l ns hue JJa s de c rtun i de su
e"'"'1 O O.
-1~ ... tt11nos descubiertos, murn;1uró tristc rn c nte el
poeta.
1:alha y a 1 dij o V crtun, ) ra vo lo había t tnido.
-I o poder ir a d onde uno .. quiere, ni hn cc r lo
que Je g u s ta, s in ser acechado; soporta r las tont e ría s
d e l tnu ndo entero a c u Pnta de qu e uno s h on1bre
d tal en to; .. s tar forz·ulo a no t e n e r ni d csca n ~o en
e l nltna, ni place r en el h oga r d omést ico , ni amor
e n el corazon i qué es eso, io s 1ni o 1
-F.Jso es, mi amig·o, r pondi ó tímidnmrntc V c rtua,
lo qu e todo s Jo"'"' hombres solicitan con e 1np e ño
i qu tanto lo s alu c ina : la g l oria!
l~sc h o tn b r e tanto ti c rnp o pers g ui do por la el esgracia,
p cr s g uido dcspu es p or ln g lo ria, e ra Jloffmann
en p e rsona.
La poesía.
1~1 públi c o ha visto e l proyec t o sob re un institu to
de cien cias i artes escrito p or e l seño r Luis <:'g
un do Silves tr , J c; unl está preced ido de una carta
del sciío r Lu is l\1nria Silvest1e al autor, s u hijo.
Esta carta ha la~timado la su~ccptibilidad de al g· un
lite rato,' pu es e n e l número 18 de este periódico e nco
ntrarn os un nrt ículo, en que J auto r derrnma
gota n érez, Samper i otros varios.
se pierde i se anonada al querer seguir los rastros Ellos honran nuestra naciente civilizacion, i las
de tr e s hombres solamente : de Guttetnberg, de Fui- jeneraciones venideras lanzarán sus miradas al traton
i de Daguerson •••• ! ves de Jos siglos para contetnplarlos de cerca,
El escritor a que nos referin1os encuentra vacía desde su propia c.una.
de sentido la espresion dedicarse a la poesía : cree
que nadie puede dedicarse a ena: porque r') es un
arte, una profesion, sino un objeto, un hecl1o o un
conjunto de estas dos cosa~ que está en todas partes,
que se manifiesta siempre en todo lo bello, en
todo lo grande. Sí, estamos de acuerdo en pnrte: la
poe ía está en la naturaleza, se encuentra en Ja admirable
artnonía de Jos globos que jiran en el espacio,
en su volúmen, en su brillant~z; la vemos
en el portentoso organisn1o del hombre, en su espi ritualidad;
ella se exhala en Jo~ aromas de las flores
i de Jos bosques, se percibe en el canto de Jos
pájaros i en el murmurio de las aguas •••• Sí, se
encuentra en todas partes: nadie puede crear la
poesía, ella es la obra de Dios. Sinembargo, eJ hombre
que lanza su j majinacion en el espacio, que recojeen
los inmeusos soles que lo cruzail la poesía
del Eterno, queJa absorbe toda en su alma para derramarla
de~pues en palabras ardientes i armoniosas,
ese hombre r.s el poeta que ha cantado la belleza
de los astros: el que vaga en los campos aspirando
perfu1nes, repitiendo el ruido del arroyo i
sonriendo al canto de Jos pájaros, para cantar des.
pues en melodiosos versos esos perfumes, esos ruidos
i esos cantos, ese hombre es el poeta que canta
las bellezas de los bosques. En fin, el poeta recoje
en todas partes la poesía de Dios: él recorre el
mundo espiritual i el mundo· material, para arrancarles
miJ lares de bellezas i ~rrojarlas des pues entnedio
de la humanidad. Para recojer estas bellezas,
i, sobre todo, para dcrratnarlas de nuevo en
números gratos i cadentes, hai reg·las fijas que constituyen
u na de las bellas artes, i es la que los hombres
l1an convenido en llamar poesía. De aquí se
infiere que un jóven sí puede dedicc¿rse a la :poesía.
l .. os maestros del arte han definido la poesía, diciendo
que es '=el lenguaje de la pasion o de la imajinacion
animada, formado por lo co1nun en números
regulares." Esta definicion, que creemos está
de acuerdo con lo dicho anteriormente, hace indispensaBle
la pasion o la imajinacion, para que en
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L. HINESTROSA.
La Música.
\TI[.
1\iú ica inglesa en la centuria décima-sC'sta.-~IJ.úsica i
n1úsicos italiano ~ en la n1i ~ ma centurin .- 1\lemanes, franceses
~pañoles i holandeses. - 1 ú _ica inglesa en el siglo 17.
-:i\fá.scaras, (*) rnadri_aale s, haladas, &.-Eminentes compositore
s inJlese.,.-... iusica italiana en el ~i~lo 17.-Céh.,_.
bres compost tore i violi ni tas. - orretli.-1\1 u'-=ica alemana
en el c;i~lo 17.-Jntroduccion en Ale111ania de la ópera italiana
-i\lusica francesa en el c;iglo 17.-Jntroduccion de la
ópera jtaliana en Francia.- ulli.-Compositore <.le música
en Inglaterra despue de Purcell. -Antes de la reforma, así co mo no había mas que
una rclijion en Europa, tampoco babia mas que
una sola especie de música sagrada, el canto JJano,
i el discante a que aquel servia de base. Aplicábase
e~a 1núsica a una sola Jengna, Ja latina; i en el
siglo 16 la música era en Inglaterra una parte in ..
dispensable de toda educacion esmerada. Consér ..
vase todavía una coleccion manuscrita, con el nombre
de :' Libro virjinnl de la reina Isabel," quien
deoió ser una artista de primer órden si era capaz
de ejecutar las piezas que dicho libro contiene.
Fueron los dos autores de esta famosa coleccion
Tallis i su discípulo Bird, el primero de los cuales
fué singularmente profundo en la composicion mu·
sic al.
Durante el reinado de Isabel, el jénio i el saber
de los m úsicoJ británicos no fueron inferiores a los
del continente, observacion que apénas podría apti ..
C[trS\3 a algun otro período de la historia de Inglaterra.
La música sagrada era objeto principal de
estudio en.,toda la Europa. Ellaud i la espineta t••)
eran los únicos instrumentos para los cuales se com·
ponja alguna mú"ica tolerable, pues el violin a pénas
se conocía ; i las viaJas con seis cuerdas, i
tocadas a guisa de guitarras, se admitían en los
concicrto3 privados ; i la reina Isabel tenía la cos-
( *) Entretenimiento festivo con mascarillas ; representa ..
cion dramática sin guardar las r.eglas del drama.
(ll'"') Clavicordio pequeño .
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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BIBijiOTE •A DE SE:& RlTAS. 1~1
tumbre de que le regalasen los oidos, durante la ~ nadas, que se coleccionaron entónces i publicaron
comida, doce trompetas idos timbales, acompañados en cuatro pt'rtes1 se inventaron muchas árias en
de pífanos, tambores i clarines, lo cual n1uestra el imitacion suya por todos los grandes compositores
estado de la mú ... ica reaJ en el spresado período. de aquel ti empo, las cuales se cantaban por las ca-
Ellaud, que hoi es conocido escas::unente, ra el llcs n partes. Ell as t eni nn mas aire i vivacidad en
instrumento favorito de todas las naciones de Euro- la n1 e lodía que otras canciones de la misma fecha.
pa durante los dos últimas centurias. Las compoj- Ningun compositor napolitano de este período ha
cienes corale~, los madrigales i las canciones en merecido tan alta alabanza con1o don Cárlos Gepartes,
eran la sola música vocal de entónces. Las sualdo, príncipe de Venosa. Dice Tassoni, autor
árias, o solos, las antífonas i cantatas, son produccio- italiano df~ aquel tien1po, que dicho Gesualdo imines
de tiempos mas recientes. Es por tanto en la tó las melodías escocesas; pero las composiciones
znúsica de iglesia, los madrigales, i canciones en par- que de ' 1 quedan no tienen semejanza alguna con
tes, qua los ingleses deben hacer consistir su repu- la música de Caledonia. Parece que sus contempo·
tacion durante el reinado de Isabel. El gusto, el ráneos se deslumbraron con su rango en los enearitmo,
el acento i la gracia no deben buscarse en mios que le ~ributaron.
esa especie de música. Lo que jcneralmente se lla- A la cabeza de la escuela lombarda está el padre
ma gusto, es casi inadmi ible en la co1nposicion de . Costanza Porto, de Cremona, autor de diez i ocho
iglesia. Las figuras i cánones del siglo 16, como < obras diferentes para ]a iglesia, llenas de con1posilos
edificios góticos en que se cantaban, tienen cier- ~ cienes elaboradas i curiosas. Gastoldi, tambien de
ta gravedad i grandeza peculiarmente adecuadas la escuela lombarda, fué autor de varias baladas
al objeto de su construccion; i por estraños que mui vivas, i mas graciosas que cualesquiera otras
parezcan ahora, deben conservarse como reliquias melodías que se escribieran ántes del cultivo de la
venerables de la erudicion i trabajos músicos de los melodía para el teatro.
tiempo~ pasados.. . . . . Entre Jos maestros principales de Jn escuela de
El s1glo 16 v1ó florecer en Ita ha a G1ovan1 P1er- Bolonia en el si o-Jo ll.6 deben contarse Arturi i Anliugi
.. da Palestrin.a, el maestro ~mas ~minente ~e ~1. dres Roti: i entl~ los d'e la escuela florentina, Fran·
Nac1o en Palestnna en 1529, 1 hab1éndose d1sttn- cisco Corteccia autor de madrio-ales i música sa~raguido
de jóven como compositor, fué adntitido por da· Alejandro' Strigo-io, compositor ¡yofumingso ·
el Pap~ a su capilla de Roma, en ~onde Jlevó la 1 Constancia Testa, u0 no de los mas graciosos com~
arm?nJa cora~ a tal gr,ado de perfecc1on que nunc~ positores de ese período.
ha sldo escedido. Cuentase que, estan~o el.Papa 1 En Alemania, entretanto, ademas de los numeroel
a~ ion . .1 unque indudablemente ' 1 debe una
gTa .n parte de su efecto a la escena en derredor, a
la reunion solemne del llapa i Jos cardena]e-.; 1 a las
antorcha-.; apagadas, i al n1i tcrio de las voces ocu ltas,
con todo es n1 enester considerarlo siempre co mo
uno de los esfue rzos rna s suslimes del injenio
humano.
En e l mismo período, los dos I iazzoc hi con tribuyeron
a la perfeccion de la m út.,;ica de iglesia este nd
iendo l os límites de la arn1onía, i floreci e ron en
Italia muchos organi~tas fa1nosos. A fines de dicho
siglo, empezó a gozar de favor una especie de dueto
ola para voces. El primer compositor de c .... tc
jénero fué Bonoricini, entónces Abate Stcffani, admirable
1nú '-i ico qu e nació en 167 4. Sus duetos
fueron seguidos de los de Clari, HandeJ, iarcello,
Gasparini, Loth, l-1asse i Durante.
Arc an gelo Core lli nació e n fe brero de 1653 en
Tusignano, en BoJonia. Visitó a Paris en 1672,
pero los zelos de SulJi le echaron de él, i en consecuencia
vino a Roma en donde poco despucs dirijía
la orquesta del teatro de la ópera como primer vial
in. Allí publicó sus Doce Sonatas i sus BaJletti
da Camera; mas su fama principal le vino de sus
solos para violín, i sus obras han contribuido mas
a encantar a los amantes de Ja música por el 1nero
poder del arco, sin el auxilio de la voz humana,
que las de ningun otro compositor que haya existido
todavía.
Invitado a Nápoles a tocar delante del r ei, su
timidez le impidió despl egar todas sus facultades;
el rei se salió de la sala en la mitad de un adagio;
el famoso Scarlatti ejecutó un pasaje en que tuvo
mal éxito; un tocador de oboé fué mas adn1irado
i aplaudido, i Corelli regresó a Roma mortificado.
Los conciertos de Corelli han resistido a los ataqu
es del tiempo i de la moda. Su armonía es rica
i pura, las partes están dispuestas juiciosatnente, i
!U gracia i elegancia 8on mara vi llosas, si consideramos
que muchos de dichos conciertos tienen una
antig üedad de mas de cien años. Despues de la
publicacion de sus obras, creció el favor del violin
en toda Europa. Entre una multitud de nombres
célebres, podemos mencionar a Gemunani, a Tartini,
a PascuaJino Bini, i finalmente a Veracini,
quien tocó un soJa tan b ello en lacated:ral deLuca,
que el auditorio entusiasmado no pudo contenerse,
i esclamó Ev1:iva!
Distinguiéronse tambien, durante el siglo 17,
muchos tnúsicos alemanes. El rPinado de la armonía
i la nota continuó entre ellos por mas tiempo
que en Italia. Entre los organistas i compositore s
mas célebres, se hallan Juan Klemme, Jacobo Froberger,
Andres Hammerschmidt llamado la gloria
de Alemania (acaso porque Mozart no había nacido
todavía) Schein, Scheit i Buttstett.
En 1627 el célebre Martin Opitz tradujo del italiano
la ópera de Dafne; Schütz, el maestro de
capilla, le puso música, i fué representada en la
córte de Dresde con motivo del casamiento de la
hermana d e l Elector con Jorje 11. La ópera de
Alcindo i Clorinda fué representada en Viena en
1665. El Adan i Eva de Theiles se ejecutó en
Hamburgo, en aleman, el aYío de 1678. En 1694,
Keiser, Branner i Krieger empezaron a componer
para el teatro; i al principio del sig lo 18 Jo s actores
de las óperas alemanas eran todos tenderos, carpi n·
t eros o zapatero~, i la Armida i la Scmíratn is d e la
noche _vendian el dia siguiente frutas o dulces.
E ... to, Sin embargo, solo sucedió en la infancia del
drama tnusica l.
Por una comunicacion mas fr~cucnte con la Italia
i con e l cstablecilnicnto de óperas italianas en toda~
las có rtes de Alemania, llegó Ja música en este país,
i especialmen t e la instrumental, a un grado tal de
perfeccion,supcrior al de cu alquie r otro,esceptuando
ap ;nas la l talia.
. Aunque l os franceses habían deseado por largo
tten1po t ener una musica dramática suya propia, debieron
sin embargo la introduccion de la opera a
los italianos. O,fco i E1 ¿1·íclice se ejecutaron en
en Paris en 1647, i Ja músi ca era poco cultivada
e n Francia hasta que Jas óperas de Sulli, bajo el
patrocinio poderoso de Lu1s XIV, escita ron la atencion
pública. Sulli naci ó cerca d e Florencia en
1633, fué hijo de un campesino, i un fraile franciscano
l e enseñó a t oca r la g uitarra. El caballero D e
Guise le llevó a Francia, i l e hizo sub·galopin d e
la cocina de la señorita D e Guise, dond e mortificaba
a sus compañeros rasc ando constantemente un mi·
serable violin. Su mérito, no obstante, fué al .fin
descubierto, i obtuvo gradualtnente e l favor público,
en té rminos de recibir del rei tílulos de nobl e za i
hacerse célebre en toda la Europa.
La famosa cantarina La Rachois fu é una de sus
disc1' pulas. La Niacpin, otra cantarina céle bre, se
hizo tambien famosa por sus aventuras romanescas;
por habe r t e nido vartos duelos, en tre s de Jos cuales
tnató a sus adve rsarios, i por habe r te rminado su
vida devotamente en 1707 a la edad de treinta i
cuatro años.
Las árias en las óperas de Sulli son tonadas cortas
i sencillas, mas en el estilo de Jas baladas venecianas
que en el de canciones de óperas; pero el
recitativo es grave, noble i sencillo.
En 1 n g !aterra, 1 os princi pa 1 es compositores para
Ja jglesia, despues de Purcell, fueron Clarke, el
doctor I-lolden, el doctor Creyghton, Tucker, Aldrich,
&. i Juan Stanle y, que, aunque ciego, obtuvo
en la música una gran celebridad.
El baile.
El oríjen del baile se pierde en la mas remota
antigüedad; pues, unido a la música, puede casi
asegurarse que nació con el hon1bre al manifestar
este su respeto i gratitud a Dios por medio de
cánticos i bailes. Así es que la
Citación recomendada (normas APA)
"Biblioteca de Señoritas - Año I N. 20", -:-, 1858. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2094821/), el día 2025-07-07.
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