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1Sisemanario ~oIítico, jLiterario ~ lRoticioso
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AÑo l.-SElm: II I. } Bognt(, (REPÚBLICA DE COLOlfBLI \. juev,'s ;-,0 de' S ,' ptiembrc de 1897. {;-':ÚMERO Gl
U:f13ogotá"
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Bogotá, Septiembre 7 de 1897.
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"~ogotá"
EL TRIUNFO MORAL
Para los que t·enemos la fort.una de
poder apreciar de cerca la conducta y
sentimientos republicanos del señor Caro,
nos parece fal sa. y torpe la intención de
los que, con el pretexto hoy de las candid~~
uras, ~e esfuer7.an en arrebatarle opilllon
al dlgno mandatario.
Una aspiración, un sentimiento general
más intenso que los fugaces y transit.
orios del momento, mueve á los pueblos:
el deseo de la pa.z, la necesidad de conservar
lo establecido, porque representa
el triunfo del derecho en armonía con los
dictados de . franca y cordial avenencia
aun con miembros de dist.intas colect.ividades
polfticas. El desarrollo de la política
iniciada, sin t.ropiezos, sin mirar
atrás, sin yacilaciones tendentes á fomentar
la anarquía ó á dar vida á grupos de
descontent.os que quieren apoderarse inconsultamente
del mando, esa política es
la que puede dar estabilidad It la marcha
regular y progresiya de las sociedades.
Después de las expresivas frases pronunciadas
por el señor Caro en momento
solemne, en presencia del pueblo congregado
de Bogotá, cuando con firmeza de
atleta anunció desde los balcones de Palacio
su propósito de no abandonar los ideales
de justicia y de conciliación que persiguen
unidos los nacionalistas, los partidos
del país volvieron á recobra.r su perdido
nivel; la excitación pública desapareció
y el malest.ar que enojosas dicusiones
habían fomentado quedó relegado al olvido.
Tal t.ransformación se debió It que los
hombres de buena voluntad adquirieron
el convencimiento de que el señor Caro
echaba sobre sus hombros toda la responsabilidad
del t.riunfo moral permanente
de la bandera que cobija la República.
En otro;:; términos, él renunció á los honores,
á las dádivas, al aplauso inmediato,
si se quiere, para tener la sat.isfacción íntima,
la gloria histórica, de vincular su
nombre al problema que entraña saber Sl
es un grupo de descontentos, de malquerientes
de esa excelsa personalidad los que
están llamados por designio del Dios de
los cielos á modelar la Patria con sus agi-
~OlX.ettll
OJEADA CRITICO-HISTORICA
SOBRE LOS ORÍGENES DE LA LITERATURA COLOMBIANA
.9tdicada al ulior doclor ¡J, José lJfallue! Coenaga G.
(Continuación)
su primer triunfo, y lo que, por consiguiente, merece nuestra
primera alabanza. Sin títulos literarios para juzgar
acertadamente la hermosa composición de que tratamos,
y sin tiempo para hacer de ella un análisis completo,
vamos, para pagar un tributo á nuestro entusiasmo, á tratar
de bosq uej aria __ _ "Como todos sabemos, la envidia, las miserias, las persecuciones
de todo género, contrapeso fatal é inevitable en
la balanza de la gloria, amargaron la existencia elel más sublime
y más fecundo de los ingenios de España; y que por
una dolorosa singularidad, Cervantes sufri0 más que ningún
otro ese rigor del destino ele los grandes hombres, de
tal manera, que no podemos, al recordar esa noble figura
digna del pincel de \Val ter Scott, olvidar su largo cautiverio,
los sarcasmos de Vi llegas y Avellaneda, y lo que es
más, su muerte causada por la injusticia y el desamparo y
en la misma calle en que otros, sin merecer lo que él, triunfaban
en honores y opulencia_ Pues bien, de esas persecuciones
de que fue víctima Cervantes ha tomado ocasión el
señor Caicedo para pintar una pasión terrible: la venganza;
pero la venganza furiosa, la venganza que, como todas las
pasiones malévolas, en su apogeo convierte á los hombres
en monstruos; una venganza, en fin, fruto de trei'lta años
de odio y de rencor.
"Gaspar de Espeleta, joven caballero, huérfano criado
como un hijo en la casa de Cervantes, acaba de llegar de
un largo viaje, y la hija de éste, la hermosa Isabel, i quien
nne con el recién venido una antig~la pasión, va á serie
tadas y nerviosas manos; ó si han de pesar
más en los propósitos humanos, la
grandeza moral del carácter del seiíor
Caro, que, colocado en serenas alturas
no da entrada en su pecho ú voces discordantes
que dtllloten odio, pasión ruin
y mezquina, intereses de círculo; ni á lisonjas
engañosas y falaces de parásitos
que mafíana derribarán el mismo ídolo
que hoy adoraban pllblicamente !
Salvar á un país del desconcierto y
de la anarquía es algo tan grande y duradero,
que todas las voces que en elogio de
esa humana epopeya se consagren nos parecen
pocas.
El partido radical mismo trata de salir
de ese extraño sopor que por t.an largos
meses le ha h echo vacilar, para darse
cuenta de que el mal moderno del Estado
es el de una elección inconsulta, incompleta,
digámoslo así, que no represente á
la Nación, que no sea obra sincera sino
anárquica_
"¿ Cómo lograr que el verdadero país
no sea sacrificado al falso país que politiq'uea
? " Hemos oído exclamar á u n personaje
eminente: lo que hace falta no es
demoler, sino construír sobre lo existente.
Por fortuna, el predominio moral del
señor Caro es absoluto, y como con santo
y seña de yida ó muerte, los que aman el
orden, se han dado la ,07. de seguirle con
absoluta conyicción de que él sabrá conducir
á buen puerto la nave que O'uarda
las más legítimas esperanzas de la Patria.
LA MEMORIA DEL LIBERTADOR
(A propósito de 1111 alticulo publicado por el doclOr Galindoen el Dia·
rio de Colombia).
Deslustrar las glorias de Bolívar, ó tratar de ma nchar
su memoria con señalarle como inmolador de
Piar, por emulación y rivalidades en e! campo de la
guerra, es un juicio muy poco meditado, que falsea
por sus cimientos las bases de la historia y tiende á
fijar una sombra inmensa sobre la figura del inmortal
hijo de Caracas.
No alcanzamos á penetrar el pensamiento de un
republicano que parece soñar con ver nuevos horizontes
de libertad en el cielo de la Patria,' echando
por tierra el ídolo mundano pero legítimo, fiel, auténtico,
que nos dio la libertad sobre el suelo que pisamos_
La elevación moral de los hombres es lo que
constituye su mayor grandeza.
¿ Pudo Piar, nacido en Cura~ao, en un medio
inferior pobrísimo, con sangre africana en sus venas,
dada en matrimonio; la ocasió" es o)Jortuna: Blanco Paz,
que espera hace mucho tie:npo vengar \lna rle esas injurias
sin nombre para los caballeros de entonces, se presenta á
Espeleta, disfra •. ado ele relígioso, y le anuncia que su unión
es imposible, puesto que él y su amada deben la vida á una
misma mujer: autoriza su dicho con los más terribles juramentos;
pero como es tan elificil creer aquello que si fuera
cierto nos volveda locos, el jo'-en necesita pruebas más
fuertes, y Blanco promete dárselas en Madrid, para donde
le exige que partan al momento. Sin embargo, un enamorado
no se marcha sin ver a su amada por /lila última 1JCZ,
y Gaspar, instigado por su pasión á la par que por su enemigo,
sube por el halcón al cuarto de Isabel: entonces Cervantes,
avisado por Blanco, va á ser él mismo testigo de la
muerte de su honra y de sus esperanzas; nada más bien
ideado que la situación dramática de tedos los personajes
en este momen to; á los ojo~ elel espectador la posición de
todos, inclu,a la dueña, es sobremanera interesante, casi
sublime_ En e,te lugar flebemos considerar la superioridad
de la trama del señor Caiccdo-ciertamente que nada hay
más temible, más completo que esta venganza, que no puede
ser menos que el fruto de treinta años de odio_ A los
ojos del honradu ,-iejo iba á aparecer ~u buen3. esposa
como una torpe hip0crita; su cándida hija como una mujer
perdida y su hijo adoptivo como un ingrato, un trdidor.
"Desenlazada esta escena, el señor Caicedo hubiera
hecho un drama, pero un drama al que faltaría la moralidad,
sin duda, es decir, el castigo del malvado, un castigo tan
grande como el mai inmenso que había procurado hacer; y
es nueva y sorprendente la manera como ha enlazado esta
parte de su drama con la parte que le precede, haciendo
que Blanco, Ilel-aclo por esa ciega fatalidad de las pasiones,
asesine á Gaspar en el momento en que éste salía
para pedirle cuenta de la difícil situación en lIue le había
puesto, situación que á no ser desatada feli7.mente, merced
á la grave y majestuosa palabra de Cervantes, iba á arruinar
sus proyectos.
" Aquí vuelve á complicarse y á hacerse interesante
exceder en educación, en conocimientos, en virtudes
á Bolívar?
Lo dudamos_
¿ Pudo excederle en valor y en pericia militar?
Es posible que sí, desde !uégo que estas condi-ciones
pueden ser naturales é instintivas_
La larga g uerra de la independencia no fue un
palenque al cual concurrieran todos voluntariamente
con el propósito deliberado de sacrificar heroicamente
su vida. Esa g uerra obedeció en un principio á los
antiguos resabios de las luchas europeas, que debían
también tener eco en el suelo de América_ Entraba
entonces por mucho e n las costumbres el hábito de la
guerra, aun puede d eci rse que estaba en la sangre, y
los padres veían 'ir á sus hijos á la lucha persuadidos
de que ese era el medio expedito para engrandecerse
en una carrera, que era la de la nobleza_
Eran ta mbién e ntonces menores los riesgos de
perder la vida, puesto que las armas no tenían el lujo
de precisión destructora de hoy_ Que hubo un sentimiento
de emulación en los criollos, que veían con disgusto
que los españoles ocuparan empleos en América,
nos lo enseña la historia_ Originada la lucha, los hombres
fueron habituándose á e lla, y muchos quizá encontraron
hasta agradable aquel género de vida aventurera
y de peligros en que las emociones compensaban no
pocas veces los sufrimientos y penalidades_ Algunos
caracteres toscos, totalmente incultos y sin elevación
moral ó educación de ninguna clase, que pelearon obteniendo
g rados no despreciables, nos sirven de documentos
humanos pard confirmar la anterior observación_
En e l teatro de! mundo, como en el teatro de
la escena, ni todos tienen el mismo valor ni todos trabajan
con igual emoción y sentimiento_ ¿ Hemos de
suponer que, porque la guerra de independencia entrañaba
el principio de la libertad en América, hubo
de ser acogida y favorecida por todos los caudillos,
con la única mira, generosa y desinteresada, de que
se consumase la emancipación? Sería error afirmarlo_
La persistencia de la lucha fue lo que favoreció
principalmente la acción de Bolívar para ir despertando,
con sus incesantes escritos y con la verbosidad de
su elocuente é irresistible palabra, el sentimiento de
autonomía de los pueblos. Causa asombro contemplar
la grandeza de aquel incomparable espíritu_ Que en
el ardor de la lucha cometió desaciertos militares, atacando
á sus enemigos sin mayores probabilidades de
éxito; que su constante anhelo era apoderarse de la
capital cuando dejaba lineas de enemigos que podían
caer luégo sobre él, todo esto es muy bueno para discutir
planes militares sobre el papel, en la presente
época, pero de ningún modo aplicable á aquellas críticas
y premiosas circunstancias en que el Líbertador
comprendía que tenía que vencer á toda costa, y que
no podía debilitar ~con la demora el movimiento espontáneo
de algunos pueblos, los que, pasada la efervescencia
del momento, podían tornar sus miradas al
campo realista.
Bolívar no debió únicamente al ruido y esplendor
de las armas el brillo irresistible de su nombre.
Fue, y este es su mejor y más hermoso timbre para
la posteridad, la grandeza moral de su alma, la que se
impuso en la lucha: lanzado el reto á la Península
Ibérica, él acogió ese pensamiento y lo convirtió en b
esencia misma de su vida_
Su temperamento ardoroso, impresionable, era
sin duda arrebatado cuando tropezaba con la malicia,
con el fraude, con el eng.lño, con las intenciones tor-la
situación, puesto que Blanco, dando una prLIeba ele aterradora
perversidad, atribuye á Cervantes, delante del Corregidor,
el crimen que acaba de cometer, imputación
riesgracladamente corroborada por circunstancias que _ el
monstruo pinta con odiosos colores. La naturalIdad, el \11-
terés, el pensamiento dramático no pueden ir más arriba:
una imputación de asesinato, con visos de verdad, remata
el edificio de esa venganza, edificio colosal que el autor,
manifestándose conocedor profundo de la fisiología de las
pasiones, hace desplomar en este momento supremo sobre
la cabeza del vengativo blanco: pero, ¿ de qué manera
hace esto? se preguntará: ¿ de qué manera? ____ nosotros
eludamos, como Cervantes, al decirlo; pues bien, lo hace
descubriendo que Gaspar, á quien no quedan, según el parecer
del médico, más que pocos instantes de vida, es el
hijo de Blanco ____ No creímos que esta escena fuera aplau-dida;
juzgábamos que como sucede en estos casos, las
manos abiertas para juntarse fueran paralizadas por el terror,
mas, sin embargo, venció el entusiasmo, y resunaron
en la espaciosa sala unánimes y frenéticos aplausos_ Después,
Gaspar expiran te, sacado por consejo del médico,
jllfa delante de todos los personajes que tan acertadamente
ha reunido el autor para ese trance deliciosamente horrible,
que Cervantes está inocente y que ese hombre, Blan-co-
___ su padre, es su asesino ___ - __
"Este es el drama ~onslderado en conjunto; tal vez
tengamos ocasión de ocuparnos de él más detenidamente y
enumerar sus mucha~ bellezas; por ahora haremos notar
"olamente la ,-errlad é ingeniosa disposición de la trama,
lo bien sostenidú (le los caracteres, principalmente los de
(;-aspar y Cervantes; ese terrible castigo, tan á pro[l()sito
icleado; cosas todas que manifiestan, no solamente el conocimiento
que el señor Caicec10 tiene del corazón humano,
sino también del gusto dominante; y que le aseguran los
triunfos que le esperan en la honrosa carrera en que acaba
de entrar por tan ancha y tan dorada puerta.
( COll/illuemi)_
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
"J]OG-OTAJJ-Septiembre 80 de 1897
pes y mal concebidas; su talento indomable le hacía
penetrar en e! pecho falso de los explotadores políticos
como quien mira por entre limpios cristales, y
abarcando de una mirada sus intenciones, ni siquiera
se tomaba e! trabajo de disimular que le habían engañado.
El enojo del grande hombre estallaba ante todo
lo bajo, ruin, cobarde y falso. Por eso sus émulos y
malquerientes fueron incontables, por eso, al correr del
tiempo, utopistas y malquerientes suyos lograron en
Cundinamarca arrebatarle e! mando, el prestigio de
su nombre, su posición eminente, para darnos en cambio
un país desconcertado, enfermizo y anémico en
los albores apenas de la Independencia.
i y en medio de las pasiones incontenibles de su
época, cuántas veces no logró Bolívar dar elocuente
enseñanza con la magnanimidad de su carácter! El
pidió que se perdonase á los conjurados del 25 de
Septiembre, y ni aun quería saber sus nombres. Esto
consta en la historia; que los representantes de la justicia
no conviniesen '!n dejar aquel nefando hecho impune,
y que él se plegase luégo á su dictamen, son hechos
posteriores que en nada amenguan la gloria de
SiU primer noble impulso.
¿ Quién dio libertad á los esclavos?
¿ Quién llevó sus armas hasta los confines del
Perú sólo por asegurar la obra de independencia de
la Gran Colombia?
¿ Quién, sino Bolívar, exhaló aquellas sublimes
palabras en su lecho de muerte:
.. Mis últimos votos son por la felicidad de la
Patria: si mi muerte contribuye para que cesen los
partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo
al sepulcro."
Las letras colombianas cuentan como su más bello
monumento histórico, de autenticidad indiscutible,
la Hist01'ia de la Revolución de fa República de Colombia,
escrita por D. José Manuel Restrepo, obra de
tánta trascendencia y tan fiel y exacta á su objeto,
que cuantos después de él han escrito en este ramo,
han tenido que seguir con escrupulosidad los pasos
de aquél.
Pues bien, copiamos aqu í las palabras del historiador
Restrepo, al ocuparse en juzgar la conducta de
Piar:
Aquel caudillo conservaba celos y antiguas rivalidarles
'con Bolívar, los que antes habría hecho valer rlesconociendo
su autoridad de Jefe Supremo, si no hubiera temido á los
demás Jefes, OfIciales y sol riadas que en lo general amaban
con entusiasmo al Libertador. Piar se sometió á la necesidad
del mejor grado que le fue posible, y parecía haberse
reconciliado enteramente con Bolívar, después que
éste le ascendió á General en Jefe, en premio de sus grandes
servicios á la causa de la Independencia. Sin embargo,
no pudo ocultar por mucho tiempo que él obedecía con
pena y que aguardaba una. ocasión oportuna para sacudir
el yugo. Así, cuando el General Mariño forma el congresi-
110 de Cariaco para hacerse independiente riel Jefe Supremo,
y que el mando se le confiriese á él, Piar, de acuerdo
con el General Arismendi, trató de ganar á los demás Jefes
y Oficiales para que en Guayana se estableciera un
Consejo de Generales y de hombres de influencia, por cuyo
medio se limitara la autoridad suprema y absoluta de Bo·
lívar: él exageraba los peligros que había de una guerra civil,
si el Libertador continuaba encargado exclusivamente
del Gobierno Supremo: les decía que en Guayana debía
establecerse el mencionado Consejo, con el fin de que, contrapesando
la autoridad del Jefe Supremo, se restableciera
la confianza y la unión. El Verdadero objeto de tales sugestiones
era apoderarse Piar del mando y ha cer á Arismendi
participe del Gobierno _ .. _ Piar, á pesar de sus esfuerzos,
no pudo reunir partidarios, y abandonado por todos, se
trasladó á la Villa de Aragua de Cumaná, con el fin de
apoyarse en les descontentos del partido de Mariño. Allí
le encontraron rodeado de un numeroso cuerpo de caballería
á las órelenes del valiente Coronel Francisco Carmona;
empero, instruído éste de las órdenes que llevaban del Li
bertador, no hizo resistencia alglma; así Piar fue arrestado
inmediatamente y conducido á Angostura con todas las
consideraciones debidas á su alto rango militar y á la desgracia
en que se hallaba sumido.
El Jefe Supremo dispuso que prontamente se le siguiera
el proceso como á conspirador y desertor. Sustanciada
la causa con arreglo á las leyes militares, se reunIó un Consejo
de Guerra ele Oficiales Generales, al que presidía el
Almirante Brion. Componíase de los Generales de Brigada
Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui; de los
Coroneles J osé U crós y José ¡Vlaría Carreña, y de los Tenientes
Coroneles Judas Tadeo Piñango y Francis~o Conde:
era el }'iscal ó acusador el General Carlos Soublette,
y defensor del reo el Coronel Fernando Galindo. El Tribunal
pronunció la sentencia el 15 de Octubre, y el desgraciado
General Piar fue condenado unánimemente á muerte,
y á ser degradado, por los crímenes de inobediencia, sedición,
conspiración y deserción, según consta ' del proceso.
El Jefe Supremo confirmó la sentencia del Consejo de Guerra
en cuanto á la pena de muerte, mas no en la parte relativa
á la degradación.
Muchos de los Jefes y Oficiales del Ejército eran de
dictamen que esta sentencia no se ejecutara públicamente,
por el riesgo que había de una conmoción en el pueblo y
en el ejército, que estaban seducidos en parte por los atroces
proyectos de Piar. :Mas el Libertaclor declaró que prefería
correr aquel peligro y cualquiera otro, antes que ciar
lugar á que una secreta ejecución se atribuyera á venganza
suya; que la muerte de Piar era un sacrificio necesario que
se hacía á la justicia y á la seguridad públicas ___ _
Asegúrase tlu e el Libertador no pucia contener las lágrimas
al oír los tiros que terminaban la vida de aquel Ge-neral
valiente, que ha hía riada tántos días (le gloria á la
causa de la Independencia ____ (1)
Bolívar era hombre de una visión política extraordinaria:
á ella debió de merecer sus más sólidos
triunfos. Su eximia é incontestable personalidad, en
que se reflejaban con luz igual su grandeza moral y
su talento, influyeron de modo absoluto para que lograse
atraerse en Inglaterra el favor y protección de
la poderosa Albión, la que prestó sen'icios de u.tilidad
indiscutible en el triunfo y logros de la revolución.
Por ahí dio principio el grande hombre á sus servicios
en favor de la causa americana, y después, en tan largos
años de lucha, ¿quién se atrevería á desconocer que
su amor á la libertad fue el sentimiento que le guió
exclusivamente hasta su muerte?
Pero e! haber sido más político que guerrero, si
cabe, tenía que ser rémora de los que en todo tiempo
convierten la política en esclava de su propia personal
ambición. Y á favor de ese pérfido sentimiento
los ambiciosos de bajo coturno, le cerraron siempre el
campo, con increíble audacia, hasta el punto de acabar
con aquella preciosa existencia. Tal vemos en
nuestras majestuosas selvas caer desplomados, por el
trabajo tenaz de miserables roedores, árboles corpulentos
que se erguían ufanos.
Piar, fomentando la guerra de castas en Venezuela,
daba vida á un elemento de anarquía irreconciliable;
destruía en germen cuanto bueno, estable y
definitivo se pudiera implantar por constituír la vacilante
nacionalidad. Sin la absoluta intervención de
Bolívar, sin la influencia personal suya que le hizo
conocer en Inglaterra de modo tan ventajoso, es 'muy
presumible que esta nación y Francia misma habrían
dado apoyo á España para sojuzgar sus colonias, y
entonces la revolución hubiera terminado de modo
desdichado para los americanos.
Estas son las grandes líneas que se pueden trazar
en un artículo de periódico sobre tan ardua cuestión_
RECLUTAMIENTO
El Correo lVaciollal, vocero de lo que se ha llamado
historicismo, en el editorial correspondiente al
23 de Septiembre vuelve á la carga sobre los cuarteles
de "San Agustín."
El señor Director de la hoja en referencia dice
que ignora los motivos que "tenga el Ministerio de
Guerra para haber ordenado la ejecución de tales medidas,
etc." Refiérese esto á que "varios de los periódicos
de esta capital han dado cuenta de cómo en recientes
días se han visto entrar públicamente á los
cuarteles varias partidas de infelices reclutas."
O hay mala fe ó ignorancia de las disposiciones
que rigen acerca de! modo como deben llenarse las
bajas que ocurran en el Ejército. Todos los Departamentos
deben dar su contingente de hombIes para el
servicio militar, y es por esto por lo que las autoridades
envían á su debido tiempo los individuos que deben
formar parte de la fuerza activa. Con celo que aplaudimos,
el señor Director de El Correo exige se dé
cuenta al público de "qué clase de epidemias, diezmando
últimamente el Ejército, han hecho que su
personal sea renovado prontamente, etc." Como lo dijimos
ya en BOGOTÁ de! 12 de los corrientes, hay ignorancia
absoluta en los señores Generales del historicisma
del modo como está formado el Ejército: las
leyes militares disponen que todos los individuos de
tropa que hayan servido cuatro años tienen derecho á
que se les conceda su baja y se les dé una recompensa
de cincuenta pesos ($ 50) ; el estricto cumplimiento
de esta disposición impone la necesidad de renovar
diariamente e! personal de los batallones, para que
siempre esté completo el número de plazas que debe
tener cada cuerpo. Bien sabido es que en tiempo de
paz ningún individuo ocurre voluntariamente á presentarse
como soldado en un cuartel y esto impone la
necesidad de obligar á los que no han servido, á que
ocupen puesto en las filas del Ejército. Con gran cuidado
se escoge en. cada población, para prestar el
servicio militar, á aquellos individuos que no tienen
obligaciones que llenar, es decir, jóvenes solteros ó
huérfanos que, si pueden ganar un salario, no le hace
falta á ningún miembro de la familia á que pertenecen;
de este modo de proceder se llega á untl conclusión
moral de gran peso: un hombre que gana un jornal y
no tiene, por obligación, en que invertirlo, puede muy
bien emplearlo en sostener Ull vicio; apercibido de esto
un Alcalde, por ejemplo, envía al dicho individuo como
contingente á Ull cuartel. ¿De aquí qué resulta? Que allí
ese joven recibe educación religiosa, moral y física y se
forma un hombre que, al cumplir e! tiempo de servicio,
sale con una ilustración relativa á su posición y va al lugar
de su nacimiento á ser un ciudadano honrado y útil
para la sociedad. Es preciso que lus seiíores históricos
sepan que bajo e! actual régimen de Gobierno los cuarteles
no son antros de corrupción y de desórdenes,
sino santuarios donde á la vez que e! soldado aprende
los deberes que tiene para con la patria y el manejo
del arma, cultiva también su inteligencia y recibe cla-
(1) REsTREPo.-I:listoria (ü la R¿'¡/olución, página 421 y ~i
guientes .
ses de profesores hábiles que los instruyen en los
'principios del saber humano. Hay varias horas destinadas
para enseñarles lectura, escritura, aritmética,
geografía, etc. Hoy al entrar á un cuartel no puede
uno menos que descubrirse al ver la cultura que distingue
á cada uno y á todos los miembros del Ejército_
Probablemente dio origen al artículo en referencia
la circunstancia casual de que en uno de los primeros
días de la presente semana UllO de los señores
del historicismo (á quien en 1885, le dijeron):
N o sé si es mejor subir á Monserrate
y robarle á Pulecio el chocolate
O comer sólo pan 4 ~ •••• __ _
pasaba, digo, á las nueve de la mañana por frente al
cuartel que ocupa el batallón Bárbllla, que da hoy el
servicio ele trabajadores para la plaza de armas; como
era hora de almuerzo, entraban en formación y en traje
de paisanos los cien hombres con que el Gobierno
nacional contribuye para los trabajos emprendidos
por el Municipio, y el histórico suposo que aquellos
eran reclutas que venían de casi todos los pueblos del
Norte de Cundinamarca, y con paso acelerado (porque
lo vimos) se dirigió á su oficina y dio principio á "RECLUTAMIENTO."
ARTAÑÁN.
PENA CAPITAL
El sábado 25 de los corrientes, en el ángulo suroeste
de la parte alta del cuartel que ocupa el batallón
AyaC/tcllO número 3'-' se instaló á las 12 Y 8
p. m. el Consejo de Guerra ordinario que debía fallar
en la causa seguida á los soldados Rafael Gómez é
Hipólito Quiñones p0r los delitos de homicidio y ataque
á un superior.
La parte del edificio mencionada, en un cuadro
de más de veinticinco metros, fue convertida en una
especie ele salón apropiado al objeto á que se le des tinó.
N o podia esperarse menos de la cultura que en
todos sus actos ha distinguido siempre al señor Coronel
Franco O.
El pavi~ento se hallaba cubierto con una alfombra
y sobre el centro se encontraba la mesa de la Presidencia;
en ella lucían dos candelabros de cristal con
sus bujías y en medio de ellos una lámpara á la que
daba sombra una pantalla de amarillo y negro. Un
poco adelante se encontraba otra mesa que ocupaba
el señor Secretario del Consejo. A la derecha, una mesita
que ocupaban los defensores, señores Capitanes
Jorge Ortega, Ayudante Mayor del batallón 1'-' de Artillería;
Mariano Pedraza, Sixto Camero y Carlos Ospina.
Los dos primeros, defensores del reo Rafael Gómez,
y los dos últimos, de Hipólito Quiñones.
Sobre el costado izquierdo otra mesita ocupada
por el señor Sargento Mayor Rafael Groot, Ayudante
Mayor del batallón .AyaC/tcllO, quien llevó la voz del
Ministerio Público. En los costados derecho é izquierdo
dos sofás, y cerrando el cuadro, un banco de madera
ocupado por los reos, quienes tenían cerca sus respectivos
centinelas, en traje de parada. Dc este banco
se desprendían cuatro filas de asientos de paja que
ocupó la concurrencia.
A la derecha del señor Coron:!l Carlos Franco
Q., Presidente del Consejo, se hallaban los Señores
Vocales Capitanes Manuel J. Escallón (á :¡uien correspondió
la derecha por ser el más antiguo) y Francisco
Malo P., y á la izquierda el señor Coronel Enrique
Hoyos, Auditor General de Guerra y los Vocales
Capitanes Eladio Pineda é Indalecio Guzmán.
Instalado así el Consejo, el señor Presidente declaró
abierta la sesión. Puestos todos de pie, el señor
Presidente juró por e! "puño" de su espada y su palabra
de honor cumplir bien y fielmente e! cargo de
Presidente de! Consejo. Acto seguido exigió éste á
los señores Vocales el juramento legal, e! que fue prestado
en voz firme y clara. Este acto es necesario verlo
para comprenderlo; es tan grande )' solemne, que
por sí solo impone respeto. En él se toma á Dios por
testigo, se compromete el honor y entra la conciencia
á ser Juez y á decidir de la suerte dt: los reos.
El señor Presidente interrogó á los reos sobre si
tenían algún motivo para recusar á alguno de los señores
Vocales; igual pregunta hizo á los señores defe
nsores yal señor Fiscal, y toelos respondieron que no
tenían motivo de recusación ; con lo cual se dio principio,
por el señor Secretario, á la lectura de la causa.
A las dos p. m. se suspendió por algunos minutos
la lectura de la causa mientras bajaba p.I batallón
al patio interior á tomar la comida; igual cosa sucedió
á las 5. p. m.
A las 5 y 16 p. m. se terminó la lectura de la
causa.
Una vez fuera del recinto del Consejo los reos,
algunos de los testigos que se hallaban presentes se
ratificaron, bajo juramento, en sus declaraciones rendidas
en el sumario; luégo, á petición de! señor F iscal,
se practicó un careo entre los reos Gómez y Quiñones;
éste último se manifestó un tanto altanero en sus
respuestas.
A las 9 p. m. el señor Presidente levantó la se-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Citación recomendada (normas APA)
"Bogotá: bisemanario político, literario y noticioso - N. 61", -:-, 1897. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2094799/), el día 2025-06-23.
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