Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Núm. 35. Bogotá, sábado 21 de octubre de 1865. - Precio: 10 centavos. Año IV.
PERIÓDICO DE INDUSTRIA, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA E INVENTOS.
A CARGO DE UNA ASOCIACION PROGRESISTA.
CONTENIDO.
Reeomendacion-Viajes por Europa i Améri"J'- A. Mercedes de Á.
E~piritua1i s mo i espiritismo-En el álbum de la señora Teresa
Arrabla de Codazzi. ---.......... _-- REOO:nEJ.~DA CION.
Entre las diferentes empresas industriales que
la paz v>a creando entre nosotros, ninguna tan importante
como la casa a cuyo frente se ha puesto
el señor Nicolas Pereira Gamba, i que con el carácter
de una especialidad (la primera de su j énero
en el pais) se encarga de la importacion i venta de
máquinas, herramientas i aparato~ útiles de toda
clase. De tiempo atl'as se estaba sintiendo esta
necesMIad entre nosotros, pu~s, ora por falta de
noticia, ora po).' falta de ensayos, ora, en fin, por
falta de arrojo industrial, no se han introducido
en la Union multitud de aparatos i máquinas de
¡poco costo i fácil manejo pa.ra el desempeño de
lOuchas oper.aciones mecánicfls, que, ademas de
reducir notablemente los gastos de produccion,
mejoran notablemente tambien los productos de la
industria. Nuestra agricultura, que hoi no cuenta
con otra cosa que eon la fertilidad del suelo, puede
sacar graudes provechos de la casa del señor P ereira,
pues relacionada esta, como lo .está, con los
principales centros maquinistas de Europa i Norte-
América, está haciendo venir al pais infinidad
de cosas nuevas para nosotros, de utilidad manifiesta,
i que una vez popularizadas serán una vcrdadera
fuente de riqueza para el pueblo.
Por lo pronto esta casa importante, ticne su cscritorio
en la carrera de Bogotá, esquina de San
Juan de Dios; pero sabemos que el infatigable e
intelijente empresario, tan conocido entre nosotros
por su probidad, su jenio emprendedor i escelente
carácter, está preparando a toda prisa un bello
local donde poder exhibir a los ojos de los curiosos,
aficionados e industriales, su coleccion de muestras,
i hacerlas funcionar satisfactoriamente a la vista
de los compradores.
Veas e pues que el pen¡;:amiento de la casa del
señor Pereira, se ha concebido i puesto en planta
como se debe en esta clase de negocios; i no hai
duda. de que los resultados serán magníficos segun
las consecuencias de una justa l(¡jica.
Despues de dar al señor Pereira el mas cumplido
parabien por su feliz t'dea, tenemos el gusto de recomendar
su casa a todos nuestros abonados, i de
suplicarles que, a su vez, la recomienden a sus
amigos. .
He ahí una buena ocasion de ser amables i pa-triotas.
.....
VIAlES POR EUROPA I AMERICA.
EL BRINDIS DE HIELO.
• (Conclusion.)
-Continú.e usted su historia, pues estoi ardiendo
de curiosidad.
-N o pudiendo yo hablar con ella por estar
siempre con su hermana, mayor de edad, i su padre
anciano de blancos cabcllos, fué preciso que
tratásemos de entcndernos i esplicarnos solo con la
mirada.
-Respecto de algunas cosas se quedarian ustetedes
a oscuras?
-Nada de eso. Podiamos vernos en el parque,
en el comcdor i en los salones, i siempre nos situábamos
convenientemente. Hc aquí nuestros diálogos.
Ella. Se fijó en mí con mucha intensidad, cón:o
una persona que desea saber una cosa; luego ab1'16
bien los ojos 'i -levantó la cabeza ácia arriba por
medio de un movimiento rápido.
-Bien.
-Ha entendido usted?
-Me parece que le preguntaba que de dónde
era usted.
-Perfectamente.
-Usted qué le respondió?
-Yo acaricié mi bigote negro, eché atras con
la mano mi cabellera negra para despejarme la
frente, i la miré sonriendo. Ella se sonrió amablemente
e hizo cierto ademan por el cual comprendí
que me decia: " Oh! no sea usted ~on~o ; ya yo sé
que usted' es español porque lo estol vwndo ¿ ~ero
de qué parte de España es usted? de dónde VIene.
i para dónde va ?
Yo me sonreí i meneé la cabeza, como para decirla
que me preguntaba muchas cosas a u~ ,tiempo
i que no le podia contestar. Ella se sonno a la
ve~ i se encojió de hombros, como quien dice : "No
I. mporta ; t od o me e~ I. gu~1 . )) . .
En seguida l.lego mI t~rn?,.1 yo la mll'é como
ella me habia mIrado al pnnClplO de nuestra con-versacion.
-1 le entendió a usted?
-Sí señor pues se quedó mirando las manos
con h01"ror CO~10 si las tuviera cubiertas de sangre.
-1 eso 'qué queria decir?
-Usted sabe que el azote de la g~el'l'a civil las-tima
las espaldas de los E stados Umdos.
-Si.
-Pues bien, ella me decia que era de los Esta-dos
Unidos.
-Oh! sí; ahora comprendo. . .
-Quedaba ahora un problema en pIé : saber SI
era del sur o del norte del pais; yo se lo demandé
marcando con el dedo índice el norte i el sur del
salon. Ella me indicó que era del sur con. una .s~ñal
afirmativa de cabeza, cosa que yo habla adlVlnado
desde que habia visto sus facciones graciosas
i meridionales.
-Empiezo a encontrar los amores de usted mui
orijinales.
-Lo son mucho en verdad, dijo el jóven sus-pirando;
luego ai'.adi6. Anoc~e la busqué por
todos los hoteles i todos los baIles, pero no pude
dar con ella; no pa¡'eoia sino que la tierra se la
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•
EL MOSA! O.
hubiera comido. Llegué a pensar que se hubiera
marchado repcntinamente de Saratoga, i csto me
hizo palidecer i temblar. Yo parecia un loco segun
el aire de mudo inquisidor con que me presentaba
en todas partes.
-Usted me permitirá que le haga una observacion,
i es la de que no encuentro la razon por la
cual sé hubiel'a ebamorado usted tan de prisa.
-Yo se lo esplicaré a usted en el instante. En
primer lugar, ella es muí linda, i eso hubiera bastado;
i en segundo lugar, la sonrisa de la I~u:ier
tiene sobre la del hombre, entre otros, el pnvllejio
de conquistar en el momento. Ouando una mujer
se ha sonreido con un hombre puede estar segura
de tenerlo a sus pies dentro de una hora.
-Aunque sea fea?
-Una mujer amable i enamorada nunca es
fea ...• i luego hasta ahora solo la historia sagrada
nos ha hablado de un hombrc tan l)OCO cortes
que; por huii", dejase su capa en manos de una
nfuJer ....... .
-Usted tiene el don de convencerme siempre;
i creo que en mas de cuatro mil años no se ha repetido
la escena.
-Cansado pues de no hallarla por ninguna parte,
Wepé al cuarto piso i me encer~ en el número
175, que era el de mi alojamiento. l\letime en seguida
cn la cama lleno de pesar i dc rabia; mas me
fué imposible de todo punto dor'mÍr en toda la no.
che. Sinembargo, cerca dé la madrugada sentí
que un rayo de luz penetraba en mi alma, i el
frescor de una sonrisa humedeoió mis labios.
-Tuvo usted alguna bella vision ?
-No, señor, tuve un recuerdo placentero.
-Cuál?
-Recordé que ella estaba de luto, i que por lo
inismo no era posible que yo la hallase en el baile.
-1 cómó sabia usted qUé el vestido negro en
ella era lut('), i no un c3lpricho de mujer pálida ?
-IDra luto, porqUé toda su familia estaba tambien
vestida de negro; i digo mas, pues puedo
asegurar a usted que el duelo debia ser 'Por su
í'nadre.
-Por su madre?
-Si, porque era la pe'rsona que faltruba en la
familia.
-,-lfsted es un completo observador.
-Tranquilizado con csta idea, logré dormir un
poco i me levanté temprano. Cuando bajé hoi al
comedor ya estaba ella en él. 1\1e pareció mas pálida
que nunca, i en sus ojos oansados i tristes se
revelaba un insomnio mortal. Saludámonos con una
sonrisa desesperante. Ella mé dijo con la mirada:
"'toda la noche he velado a mi ven'tana, i ústed no
ha venido. fIé sufrido mucho." Yo le dije por mi
parte: "La he buscado a usted en vano toda la
noche." En seguida suspiramos; no nos quedaba
otro partido. .
-Ya lo creo; pero por qué-flo1iratabausted de
informarse con álguien ?
-Nadie me dió ra'Lon; el oro mismo, descubridOT
de todo secreto, ha sidó impotente esta vez.
-Por qué no averiguó el n'úmero de su habitacíon?
dcspues habria sabido ustéd por él su nomp
obre en el libro del hotel.
Lo intenté pero fué en vano; usted sabe que un
ho~e} en lós Estados Unidos es un la,berintó. •
-1\1e parece que lo ha perseguido a usted una
fatalidad ciega.
-DUl1ante elruImuerzo nuestras alma¡=¡ dialogaron
como do/! ánjeles al traves dél espacio, para
decirse que l3e amaban i que querian juntarse en
un solo vaso como dos aromas o dos rayos de luz
en el cáliz de una misma flor. Ya: para levantarnos,
ella me dijo con la mirada: "D 'nde 10 veré a:
usted, pucs lo deseo ardicntemente." Yo miré al
ciclo con in tencion i me sonreí con tristeza; ella
se sorprendió de mi .respucsta, i pensando que yo
no la habia entcndido, me repitió la pregunta. Yo
le di la misma r espuesta. Entónces vi que dos lágrimas
se desprendieron de sus ojos i rodaron por
sus mejillas heladas como dos perlas sobre una.
losa de mármol ; de pálida aquena mujer sc puso
lívida, i pareció morir por un momento.
-Si no me engaño, ustcd le habia dicho que no
se uni rian sino en el ciclo. ¿ Era esto lo que la
en tristeeia ?
-Oh! sí, sin duda.
-La cita empero no podia ser mas hermosa ni
mas espiritual.
-Sí; pero mui lejana e insegura. Ademas aun
que al fin de la jornada esté él cielo, los enamorados
ql1ieren ir siempre juntos allá. Juntos,8iempre
junt<18 es la cuestion entre ellos; lo deii'las es .
todo secundario, el cielo o el infierno, la luz o la
som bra, el raso o el fango.
1.\1i interlocutor compren di a bien la materia.
-1\1as ¿ por qué la eitaba usted para el cielo?
-Porque yo debia dejar a Saratoga hoi mismo,
a las cuatro de la tarde, i lo iba a dejar para
siempre. Para siempre ¿ entiende usted lo que significa
esta palahra aterradora i fria como el bajido
de la muerte?
-Para siempre, cuando es una cadena que se
une, es la felicidad suprema; cuando es 'una cuerda
de amór que se rompe, es la desesperacion_
lUas ¿ por qué no se quedaba usted en Saratoga ?
-Imposible!
-Los imposibles no exil!ten para los amantes.
-Pero sí existen para los viajeros; yo, ántes
que quedarme en Saratoga por asuntos de un amor
sério, me habria levantado la tapa de los sesos,
El deTaneo de una hora no valia la pena.
-1\1e sorprenden mucho las palabras de usted t
Algun secreto tal vez? algun amor?
lUi confidente no me r espondió.
-Un momento despues, dijo en seguida, las
lágrimas habian de~aparec ido, i una aureola de
resignacion i de fe la circuia la frente como una
aureola de mártir. No volvimos a hablar mas.
Terminado el almuerzo nos levantamos a un tiempo
de la mesa, pero cada uno tomó por distinto.
camino.
-1 no la volvió a ver usted?
-Si, señor. Una hora des pues todas las cám~
panas de Sara toga se dejaron oir, i aunque con
distintinto i desacorde son, todas ajitadas por el
mismo motivo: era la santa voz de las iglesias
llamando a la oracion dominical. Yo estaba en nli
corrillo con vatios amigos precisamente al empezar
una de las escaleras que dan á la calle, distraido,
fastidiado, rabioso. De repente llega una fa.milia
que se abre paso por entre nosotros, i la vi
a ella con una biblia én sus blancas manos, i oí
su voz temblosa i amante que me dicia en el inglés
mas d ulee que he oído en mi vida : "y o voi a la
iglésia." Ese aviso era un llamamiento al que yo.
no podia ni queria ser sordo. Tomé pues el brazo
de mi amigo de mas confianza, i me puse en
marcha.
El templo estaba algo distante; mas el camino
±ué para nosotros un camino de rosas. Unas veces
volteaba ella a verme, i olvidada de todo &n el
mundo, me sonreia feliz; otras persistia en no mi.
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EL MOSAICO. 275
1'11.1' para ah'as, mas su oído no perdia uno solo de
los ruidos de mis pisadas. J un to ele ellc6 iba un
jóven, al parecer su amigo, el cual le conversaba
con bastante intcres; ella le replicaba alto i bien;
era. que todas sus 1'espuestas eran para mi I
Llegados al templo ella entró primero i yo despues.
Confieso que al principio la iglesia no me
llamó la atencion, o-cupado en ver dónde se colo-
caba ella, i dónde nos colocábamos nosotros, trabajo
que luego me cvitó un yankce, especie de
maestro de ceremonias, que nos condujo con mucha
política a un asiento cómodo i desahogado.
Empero, pasado ese primer estupor que acompaña
a todo el que eI\tra por primera vez a un lugar
donde hai jentes desconocidas, paseé mi'vista en
torno, i confieso a usted que me sorprendí' veniaderamente.
-Por qu6?
-Porque estaba nada ménos que en una igle-sia
protestante.
-Sí ?
-E iba a asistir a su cercmonia dominical.
-Amigo, el viajero debe verlo todo, para for-marse
idea de todo.
-Así lo ctco yo; i aunque no, ya la cosa no
tenia remedio.
-Cómo no? por qué no se salia usted?
, -Salirme? de ninguna manera; cso hubiera
llamado mucho la atcncion, i me hubiera espuesto
'a graves censuras. En las iglcsias protestantes
tengo entendido que no se hace lo que en las iglesias
católicas. En estas últimas todo el mundo
entra i sale como quiere i cuando quiere, como a
~lUa plaza pública .... paises conozco yo donde las
jentes van primero a misa, i luego vuelven a sus
-casas a peinarse i a lavarse la cara i las manos. En
los Estados Unido;; sucedc todo lo contrario. Aquí
todo el mundo almuerza ántes de ir al templo, i
va aseado el cuerpo i vestido d-e limpio. Todos,
.ántes de querer ser- el hijo pródigo que sale de
entre los cerdos para volnn' a donde'su padre,
quieren ser los creyentes respetuosos que se acercan
al altar.
-De manera que usted se quedó en el templo?
~Sí, señor; i debo confesar a usted que no me
¡pesó, aunque al principio tuvo lugar 1¡U incidente
que no dejó de molestarme un poco.
-Qué incidentc ?
-Nuestro tipo, i mas que todo nuestros som-b
reros de paja americana, estaban diciendo a todo
el mundo que nosotros eramos e&pañoles.
-Ah! 'sí, ahora comprendo, le interrumpí yo
sonriepdo,
-Por lo que todos nos miraban con estupor.
Dos españoles protestan es era ciertamente una
cosa rara, i por lo mismo digna de verse. Nuestra
juventud i el respeto que manifestáb"mos en el
'templo estranjero, nos haoian mas notables al concurso.
Mi compañero, mas jóven que yo, se afanó
un poco, i me dijo por lo bajo; "I bien ¿ ahora
qué hacemos?" No se dé usted por notificado
de nada, i hagamos todo lo que veamos hacer a
estos judíos. Nosotros los españoles llamamos judicios
a los de la raza sajona i 110 católicos por licencia
poética.
-Entre nosotros los ame~'icanos del sur sucede
una cosa parecida.
-He hecho uso de~a palabta judío, i ella me
trae a la memoria otro lDcidcnte mas.
-Espóngalo usted.
-Mi compañero, que cs un bello jóven por
cierto, tiene e11 la fisonomía bastantes r::,tsgos de la
raza judáiea; por lo que todo el mundo al verlo
pasar esclamaba involuntariamente; "judío! judío!"
Calcule usted pues cuál seria el asoro bro
de los yankees viendo en su templo dus súbditos
de su majestad la reina de España, uno de ellos
hebreo!
-Sinembargo, no tenian mucha r,azon papa ello,
pues los judíos son los primeros protestantes que
'Gonoee la historia relijiosa.
- y a lo veo; pero no se trataba de espa pnotestantes.
Mas sea de ello lo que fuere, yo tuve mi
buen rato de disgusto. Usted debe sabel' que la
ERpaña es un paia mui relijioso, patria de la santa
inquisicion, semillero de frailes i monjas; i que si
en ella suele producirse renegados segun las novelas
de D' Arlincourt, no se verá un protestante en
muchos siglos, a no ser derOi!a
que el dolor. Mas no vaya usted a creer que eUa
fué altiva i no quisiese que yo la viera llorar;
nada de eso; era que tenia vergüenza. de la multitud.
Un momento mas, i toda aquellajente jóven,
feliz, rica, alegre i soñadora que comia en terno
ele nosotros, iba a levantarse de la mesa i a desbandarse
como una miriada de mariposas sorpren.didas
en el bosque .... esa nube de gasas, 01'0 í
perfume nos iba a esconder para siempre al uno
del otrl?; no quedaba pues mas que UB instante" el
último, i ese instante podia valer un sigla para mí.
-Es claro.
-Yo quel'Ía decirle algo, pero no sabia qué ...
nuestras lenguas no podian hablarse .•.. nuestros
ojos habian acabado por sentirse impotentes, pues
habiendo avanzado mucho en el pais del amor, nC'cesitábamos
ele poemas enteros i no de monosílabos
ni jestos. Una mirada puede ser un meteo.ro,
un relámpago, pero no un mundo; i nos9tros habiamos
dejado ah-as el éter para entrar en la rejion
de las esferas.
-Pero en fin ¿ qué hizo usted? '.
-Lo único quc podia hacer en la ocasiono Alcé
la copa i la lle\'é a los lábios invocando su imáje.n,
ya que no me era dado pronunciar su nombre!
-1 ella?
-Dejó que yo concluyera, e hizo lo mismo;
mas al terminar ¡Í,mbos teníamos los lábioa cá.rdenos
i las frentes p,álidas.
-Pues qué?
-Habíamos brindc.do con hielo!"
--Con hielo?
-Oh! sí! ¿ No le parece esto a usted un cruel
sarcasmo de la suerte? Qué festin i qué copas aquella!
Tener los labios abrasados i cauterizarlos con
el cuchillo penetrante de la nieve.
-1 todo concluyó?
-Todo; nuestros corazones eran una hoguera,
i era i'eciso apagarla con hielo.
-Mucho me terno que aquello no haya sido
mas que un ropaje de volcan.
-N o; i la prueba es que oiga usted a la locomotiva
como saluda a Troya. Hemos andado dos
horas, i hemos hecho 120 millas. .
-Yo sé dc algullos volcanes que al reventar
han lanzado su lava mas allá de esa distancia.
-Oh! sÍ, eso sucede mui frecuentemente en la
América del sur, la tierra de usted; pero por acá
no hai mas volvan que el Masaya, que despide
únicamente una luz tranquila como Ulla lámpara.
-1 no la volvió usted a ver mas?
-Oh! sí. cuando yo estaba en la estacion del
ferrocarril lloraba ella amargamente en la ventana
de su cuarto, i se despedia de mí para siempre
ajitando en los aires su pañuelo blanco!
-Qué pena! •
-Ahora comprenderá. usted por qué razon yo
me lamentaba haGc dos hqras de que todavía. faltasen
veinte minutos para partir.
* Para intelijencia del lector, tlebo advertir aquí que en
los Estados Unidos casi t?do so toro" mezclado con hielo,
empezando por el agua llllsma.
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EL MOSArO
-Oh! sí.
-Usted sabe mui bien que eh esos veinte mi-nutos
que yo perdia, bab ia habido tiempo de sobra
p;:¡,ra saber su nombre) para cojer su mano i besarla,
i hasta para espirar de amor a sus pies trocando
el placer del hombre por la corona del ánjel.
El tren paró, i todos los viajeros saltamos ue
los carros i nos lanzamos en el bote que debia conducirnos
a Nueva York durante la noche. Hubo
allí un momento de eoufusion, pues todos temian
no conseguir cama en qué dormir, i había a la
portezuela donde se vendian, a un peso, los tiquetes
correspondientes, un torbellino de jentes, que
lo traia todo en desta·dcn. Josotros fuimos de los
dichosos, pero cuando yo vine en busca del jóven
enamorado no lo hallé por ninguna parte. Pregunté
por él, i nadie me dió razon; uo parecia sino que
yo hubiera soñado, o conversado con mi sombra.
N o recuerdo el nombre del vapor en que bajamos
el Hudson hasta Nueva York, pero era un
liudo vapor por cierto. Aunque de ménos fuerza
que los que navegan ell\Iagdalena, tenia trescientos
piés de largo, i contaba sobre ochocientos camarotes.
Estaba atestado de mercaderías, entre
las cuales llamaron mi atencion varios carruajes
armados i una veintena de caballos negros como
lobos marinos 1 grandes como elefantes.
Debo hacer notar aquí que una de las primeras
cosas que llamó mi atencion en los Estados U nidos,
fué el tamaño de las mulas i caballos, comparado
con el de los nuestros. Un caballo aquí o una
mula es mas alto que un hombre, cuando allá es
una maravilla el que pasen de siete cuartas. Su
figura es ademas hermosa i sus cascos grandes
como una luna llena. l\Ianéjanlos con frenos mui
sensillos i hasta débiles, i los herran con herraduras
enormes i dentadas. Todos, o casi todos son de
tiro. Mas, este asombro va desapareciendo luego
luego, cuando se nota que la raza es basta, i que
vale mas cualquiera de nuestros alazanes de Sogamoso
o nuestras jacas de la Sabana, por cuyas
venas corre la sangre ardiente de la Arabia; i que,
enjendrados la mayol' parte de ellos por el céfiro,
DO conocen el cansancio ni conceden a la tierra la
estampa de sus piés, como dicen los poetas. Con
todo, hai matalote de estos. que hace, en Nueva
York, 8 millas en una hora sin salir del trote, i
que fatigaria en ménos tiempo un bridon nuestro.
Infeliz empero del que vaya encima: es mas blando
el lomo de un erizo.
El ganado vacuno sí me ha parecido igual al
nuestro, i a veces hasta inferior al llanero ; i a
juzgar por las cercas de tabla que separa los potreros,
debe de ser de una condicion mui mansa.
Ninguna de esas cercas resistiria un puntapié de
un hombre, ni tiene arriba de un metro de alta.
Los campesinos de aquí hacen cierta operacion
a las vacas paridas que seria de mucho provecho
entre nosotros. En virtud de esa operacion
una vaca da leche toda su vida dcspues del primer
parto, pudiéndose la separar del ternero.
Esceptuando los botes de los prácticos, de que
he hablado atras, no he visto buque mas lindo que
aquel que acababamos de embarcarnos. Tenia la
forma i la celeridad de una zaeta. Sus cámaras estaban
todas revestidas de luces esmaltadas, alfombras,
láminas, terciopelos, pas;manos de bronce sobredorado,
bujías, tetatés mullidos i escupideras .de
a.labastro. Antes que barco, parecia un kiosco
oriental meciéndose a las ondas, o un palacio de
Venecia alistado para una cita de amor.
N osotros no teníamos mas que el simple dere
cho de pasaje, pero habíamos dado un peso (en
billetes, papel, como se dice en los Estados Unido
) e íbamos a gozar de una cama de plumas, con
sábanas de lino i cobertores de piel de carnero.
Esto era ya algo ; empero el destino nos tenia reservado
otro placer i otra sorpresa. Un cartel
fijado en el mástil del buque decia :
" Cenas a 75 centavos! »
Las cenas son para mí el bello ideal de las comidas;
no B9i gastr{,nomo; por el contrario, la
solo vista de la comida me fastidia. Empero, las
luces i las flores de una cena me encantan. E l color
de los vinos brillando entre el cristal de las
copas a la llama de las lámparas; los ojos i las
sonr isas de las mujeres"jiraudo en torno como cabezas
de ánjel mal escondidas entre las nubes; lo
vivo, tierno i hasta exajerado de la conversacion,
la espansion del espíritu, el silencio i los misterios
de la noche, todo eso hace de las cenas las sultanas
de las comidas. ¿ Ante una cena a duo, o un
coro de amigos, i donde ya no se siente sino se habla
del amor bajo el hálito de mil perfumes ¿ qué
pueden valer ni qué valen en efecto, las lentejas
de Léntulo? las habas de Fabio, ni los chícharos
de Cícero ? Qué los pavos de Marco Aufrido, quien
se hizo opulento cebándoles? Qué las ensaladas
de los antiguos, en cuyo vinagre se disolvian por
ostentacion las mas ricas perlas del Oriente?
Yo sé que el emperador Vitelio, cuya fama
de gloton lleva inju~tamente Heliogábalo, dió un
banquete a su hermano en que se sirvieron dos mil
pescados i siete mil pájaros esquisitos. Tambien
sé que en cierto convite romano se aderezó un
plato con diez i seis aves, que costaron cada una
a ciento doce pesos por ser de un canto raro i admirable.
Mas ¿ qué vale todo eso comparado con
las cenas que daba Lúculo en las salas de A polo, i
cuyo gasto no bajaba de cincuenta mil dragmas
(como cinco mil pesos de nuestra moneda) ·? ¿ Qué
vale todo eso con una cena de Marco Antonio i
Cleopatra a la luz de la luna en el Nilo? o de Catalina
II i el rei de Polonia sobre' un trineo
en el cva?
Oh! nada; mas lo cierto del caso es que no sotros,
pobres colombianos, sin admiracion ni ca:
riño por los reyes, i sin pensar en los romanos Dl
en los tolomeos, r esolvimos cenar sobre el Hudson
a la armonía del vapor que marchaba, i pagando
a setenta i cinco centavos el cubierto, en
papel.
Con efecto, bajamos al comedor que estaba en la
segunda cámara del buque; i el cual, merced a sus
cortinas, luces, flores i estrechez relativa, tenia
mucho de parecido a un departamento de la isla
de Montecristo, si esos departamentos han existids
alguna vez fuera de la primorosa cabeza de
Dumas.
No un Alí, sino diez se presentaron para servirnos,
lustrosa la piel como la del númida, blanca
la toalla como las espumas del mar.
Rcgalámonos con pescado, carnes, huevos, helados,
frutas, bizcochuelos, leche, cremas, vinos, i qué sé
yo que mas .... no faltab.a allí sino la sombra 1:0-
mántica de Haydea deslIzándose entre los plIegues
de granito i seda de la cueva .... en cambio
revoloteaban por ahí algunas bellezas desconocidas.
Cenamos i habl.amos ; suspiramos por el suelo
natal i sonreimos al tra\Tes del espacio con los que
en aquella hora hacian lo mismo con nosotros, i
luego nos entregamos al sueño mecidos por las
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278 EL MOSA I CO.
aguas delrio. La aurora vino a avisarnos que estábamos
en Nueva Y;ork.
El 22 de agosto lo empleamos en hacer algunas
compras de oJ¡jetos de regalo para enviar a nues·
tl:aS familias, arreglar ntle~tros equipajes i escribIr
a las personas queridas que habiamos dejado
de~ otro lado de los mares: a aquellos mismos de
qUlenes hacia cuarenta días gue no sabiamos nada;
no si vivian ni morian; no si lloraban o reian! Oh!
qué arte tan divino i tan grandioso es el de la esCl'it~
ra! La escI'itura es el daguerreotipo del pensamIento,
Por ella puede uno derramar su alma
i su eorazon <:\n una cuartilla de papel, cerrar luego
ese papel, meterlo en la malena del c01:reo, e ir
a conversar con los que ama al traves del t.iempo
i del espacio. He aquí cómo la eRcritmra viene a
ser el sírn bolo del peIHmrnien to, i oómo se apodera
de él para fijarlo permanentemente sobre el ' algodon
o el lino, como la luz fija la imájen del hombre
i de las cosas en la faz de la arena cristalizada.
. Despues de aquel suspiro ,i de aquella sonrisa
(nuestras cartas DO eran otm calla ) enviadas a
nuestras familias a mil leguas de distancia, pa,gamas
las visitas que debiamos, i dejarnos el dia 23
para visitar ell'arque Oentral de la ciudad.
Al dia siguiente nos despedimos de nuestros
amigos a bordo del" Persia," vapor inglés de mas
de dos mil toneladas i de trescientos noventa pies
de la¡'go, i emprendimos nuestro viaje a Europa
por la linea de Líverpool. De los veinte que habiamas
salido de Bogotá, estábámos reducidos a cinco.
Teniamos delante de nosotros treslllil millas de
agua que atravesar. La inmonsidad !iel mar salo
es comparablo a la inm'ensidad de Dios !
F. PÉREZ.
A 1IIERCEDl:S DE A.
Roi ceñirá tu frente una guirnalda
De flores olorosas i escojidas,
Por las manos de aquellos ofrecidas
Que te tributan amistad i amor.
1 yo, infeliz de mí, solo te envio
Una púdica flor, lIn pensamiento ___ _
Abrió su caliz punzador tormento,
Regala el llanto i la nutrió el dolor!
Ai! no l:ehuses tan humilde' ofrenda;
No desprecies mi pobre trinitaria :
Ella la imájen es de una plegaria,
1 otro don mas preciado .no encontré.
1 ¿ quién, sabe, quizá, si es el emblema
De una historia por todos ignorada,
.L\.sí como es el ara consagrada
Para el creyente, símbolo de fe?
En esa triste flor hallen tus ojos,
Si es que en ella los fijas algun dia,
L a sensible espresion del alma mia
Que ácia' la tuya suplicante va __ _
1 en su corola pósase un reouerdo
Santo i etemo, puro i solitario,
Oual la pálida luz que en el Santuario
Llama perenne difundiendo está.
24 de setielI\Qre.
Es este una grande estensioll de terreno, que
ahora pocos años era como la trastienda de los
desperdicios i de las inmundicias de Nueva York;
pero donde hoi todo ha cambiado bajo el golpe
del martillo i del oincel, i con la vijilancia oonstante
de la polioía. BeUos prados, al'boledas, fu.entés
repletas de cisnes i pescados, pájaros, puentes,
túneles, bo quecillos, calles i avenidas, rotondas,
pal'adores espléndidos, ciervos en manadas como
carneros, kiokos, grutas, ostatuas, glorietas, lagos,
gó~d?las, i todo lo que la riqueza, el gusto'i Ir¡,
actIvIdad pueden amontonar, distribuir i hermosé?,
r, se encuentra allí para servir de ontretenimtento
a los elegantes de la ciudad i a los estranjeras
01ÚOSOS o div61'tid0s. Veraad es que la obm I
es colosal i (pIe no estará acabada sino dentro de lo.
algunos años; pero tambien lo es que cuando es- ¡!:SPlRITUALISMO I ESPIRITISMO.
Mn crecidos todos los árboles, fOFmádos los par- (OONTINUAOION DI>L NU,MERO 33).
ques i enrobustecidas todas las plantas, flol'es;i "Para muohas jentes la oposicion de los cuerpos
bejucos que adornan aquel verjel de mas de dos sabios es, si no una prueba, a lo ménos una fuerte
.leguas eh cuadro, apénas habrá un paseo mas lindo pl'esuncion contraria. N o somos nosotros de los
en el mundo, por lo complicado de sus trazos i lo que claman contra los sabios, porque no queremos
accidentado de su área. Para calc¡¡.lar lo qU() pue- d¡tr ocasion a que se diga quo damos la coz del
de llegar a ser el Parque Central, basta verlo un asno. L os tenemos, mui al contrario, en grande
sábado a la caída del sol, oprimido por veinte mil estima, i nos creeriamos mui honrados de contarc?
ches, i visitado }Jor cien mil paseantes jóvenes, nos entre ellos; pero su opiniou 110 puede ser, en
1'1cos', hermosos, tal vez enamorados, estasiado¡3 a toda circunstancia, un juicio irrevocable.
los acordes de las bandas de músic.'t que tocan en ., Desde que la ciencia sale de la observacion
tribunas de bronce i marfil a la sombra de 10s.Ala- material de l os hechos, tratándose de apreciar i
mas, i ébrios 'con los perfumes de la primavera. esplicar estos hechos, queda abierto' el crampo ·a
Nosotros lo "isitamos deBpacio, gozando' del con- las .conjeturas i cada uno presenta su pequeño sisjunto
de su espectáculo i de la graúa de sus deta. tema, .qJlO quiere hacer prevalecer sosteniéndolo
nes; i como hubiésemos encontrado a mas de un oon ¡mcarnizamiento. ¿ N o vemos todos los dias
yankee caballero desarmado on un trotan de largo que las opiniones mas diveljentes son sucesiva.
cuello, corto rabo i patas de ciervo, en lucha de mente preconizadas i rechazadas? Ora desechaequilibl'ios
opuostos, echado atras el fraque i el das como errores absurdos i proclamadas despues
sombrero por la brisa i las piernas opTOsas entre un como verdades incontestables? Los hechos: he
pan talan de mah.on amarillo reluciente i atr~villa- aquí el verdadero criterio de nuestros .húcios; i
do, uno de lluestrns compañeros esclamó : en ausencia de aquellos la duda es la opinion del
-Ai! amigo sajan, ahora nos toca a nosotros sabiDo
reirnos de ustedes: ustedes no na,cieron para an- " En las cosas de notoriedad la opiniOll de los
dar a caballo. Vaya, desmóntese, i qu.e le dén una sabios hace fe, i con razon, porque ellos saben mas
fricciono i mejor que el vulgo; pero en cu.anto a principios
Oon efecto, aunque estábamos en la fuerza del nuevos; a cosas desconoci?as, ellos no esJ;á.n. mé:
verano, los desairados de los jinetes yankees t.e- '1108 esent(j)s de preocupaelOnes que los ch~mas; l
nian las narices moradas dc frio i las manos diré ' aún, q1.1€ el sabio tiene quizá mas preocupa.
cárdenas. ciones que cualquiera otro, pOI'que una prúpensioll
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EL MOt;AIOO. 279
natural lo inclina a subordinarlo todo al p1fnto de I res de las ideas nuevas, e insaritos alIado de los
vista quc él ha profun~izado. Así, el matc~ático de l?~ miembro~ do la docta asamblea que eu 1752
~o en?uentra pru~ba smo en una del1lostrac~on al- acoJlO ?on una mmensa carcajada . la memoria de
Jebrá1Oa; cl qufm100 lo refiere todo a la acclOn de Fl'anklm sobre los pararayos, juzgándola indigna
los elementos &.'" Todo. hombre que se hace una de figurar en el número de las comunicaciones
especialidad, a ella ajusta todas sus ideas, i sacán- que se le habian dirijido; como tambien al lado
dolo de ella con frecuencia disparata, porque quie- de los de aquella otra que hizo p.erder a la Fraure
someterlo todo al mismo crisol. Esto es una cia el bcneficio dc la iniciativa de la marina da
consecuencia de la debilidad humana. Yo consul- vapor, declarando que el sistema de Fulton era
taré pues, gustoso i con plena confiaJlza, a un quí- C11 sueño impracticable. I sin embargo estas eran
mico sQbre una cue&tion de análisis, a un físico cUE/stiones de su- resorto. Si pues esa~ asambleas
sobre cl poder e16ctrico i a un l;l1ocánico sobre una que contaban en su seno la flor d~ los sabios del
fuerza motriz; pero ellos .me l2erdonarán, sin que ~undo, no tuvieron sin~ bm'la i sarcasmo para
esto afecte en ~ada la estnnaclOt,l quc merecen. por l~eas que no cQ.mp~·endleron, .(ideas que, algunos
su sabcr especial, el que no consIdere de la misma anos mas tarde, deblan rcvoluClonar la ciencia las
manera su opinion negativa en asuntos de espiri- costumbres i la industria,) ¿ cómo esperar que 'una
tis~o, i el que la, asimil~ al juicio de un arquitec- cuestion estraña a sus trabajos obtenga mas favor?
to, Ignorante de la: mús1Oa, sobre una cuestlOn de " Estos errores de algunos de ellos, dignos d~
este arte. lamentarse, pOI' su momoria, no les quitan los tí tu-
" Las oiencias vulgares reposan sobre las pro- los que bajo otros respectos han adql:lÍrido a nuespiedades
de la materia, que puede esperimentarse tra estimacion. ¿ Pero debemos creer que sea nBcei
manipularse a voluntad, miéntras que los fenó- sita un diploma oficial pata tener buen sentido, i
menos espíritas se basan en la accion de intelijen- que los que no ocupa:n los silloJles académicos no
cias que tienen su vol.untad i nos prueban a cada son sinv tontos o imbéciles? Echese una ojeada
instante que no están sometidas a nuostro capri- sobre los adeptos de la doctrina espírita i dígase
cho. Las observaciones no pueden pues hacerse si todos ellos s6n unos ignbrantes, í si el inmenso
de la misma manera; ellas requieren condiciones número de hombres de mérito que la han aceptaespeciales
i otro punto de partida i querer somc- do permite C'ontarla en la categoría de las creenterlas
a los procedimientos ordinarios de investi- cias de dueñas. Su GaráGter i su saber autorizan
gacion cs establecer analojías que no existen. La mas bien a que se diga: puesto que tales hombres
ciencia propiamente dicha, como cioncia, cs pues lo afirman, es preciso que en e,~to haya algo real i
incompetente para pronuncüuse en la cuestion del efectivo.
espiritismo, de que no le toca ocuparse; i por con- " 1"0 repetimos: si los hechos que nos olJupan
siguiente, cualquiera que sea su juicio, favorable se hubién¡¡n cbncretado al movimicnt@ mecánieo
o adverso, no puede ser de ningun peso en el de los euol'pos, la investigacion de la oausa física
asunto. El espiritismo es el resultado de una con- de oste fenómeno seria del dominio de la cienoia;
viccion personal, que los sabios pueden tener como pero desde que se trata dc· una manifestacion fue.
individuos, haciendo abstraccion de su calidad de ra de las leyes ~le la humanidad, sale de la comsabios;
pero querer deferir la cuestion al fallo petencia de la cienci,t material, porque no puede
científico, seria como hacer ecidir la de la exis- esplicarsc ni por los guarismos ni por el poder metencia
del alma por una asamblea de físicos o de cánico. Cuando surjc un hecho nuevo, que no se
as~rónomos. En efecto, el espiritismo se basa por desprende de ninguna ciencia conocida, el sabio
completo en la existencia del alma i en su estado debe hacer abstraccion do su ciencia para investidespues
de la muerte, i es soberanamente ilójico garlo, i persuadirse de que para él es un estudio
el pensar que un hombre que se distinga como nuevo, que no puede hacerse con ideas concebidas
gran matemático o hábil anatomista deba ser a la de antemano.
vez un profundo sic610go. Busca el alma el ana- "El ~om bre que cree infalible su razon está
tomista cuando dise0a el cuerpo humano, í porque bien cerca del enor; i aun los que tienon las ideas
po la encuentra con el 'escalpelo, como encuentra mas falsas se ¡¡poyan en su rallon, i en virtud de
una fibra nerviosa, o porque no la ve exhalarse e~to es que rechazan todo lo que les. pare.ce impocomo
un gas, saca la conclusion de que no existe, sl?le. Los qUE/ l'~cb.azal'on en otro tiempo l!lS adporque
se colooa bajo el.p:.l'llto de vista cselusiva- mll'n:bles desc,;~nmlentos con. que se honra la humente
material. Pero ¿se sigue de aquí que tenga mamdad, lo h1Oleron 'apelando a ese Juez. Lo que
razon contra la opinion universal? Por cierto que s~ llama ra~on no es muchas v~ces .sino orgullo
. no. Ved pues que el espiritislllo no es del resor- ~lsf]'azado, 1 t?do el que se creE/ lllfuhble presume
te de la ciencia. Cuando las creencias espíritas se 19ualar,¡¡e a DIOS.
'hayan vulgarizado i hayan sido a~eptadas P?r ~as "Nos dirijimos pues a los que son ba~tant~
masas, época que no podembs conSIderar mlllleJa- prud~ntes para dudar ~e lo que no han VISto, 1
po, a juzgar por la rapidez con que se están pro- que, Juzgando el pOl'venu' por el pasado, no creen
pa~ando, sucederá con ellas como con todas las que el hombre baya llogado a su apoJe@ ni .gue la
ideas nuevas que han encontrado oposicion: los nat~raleza haya vuelt.o para él la áltlmat páJlna de
'~abios ceQlerán ante la evidencia. Hasta entónces su lIbro.
es inten~pestivo distraerlos de sus trabajos es.peciales
para obligarlos'a ocuparse de una cosa que
l es es cstraña i que no está ni en ::rus atribuciones
'ñl en su programa, Entre tanto, los que sin un
estudio previo i prQfundo se pronuncian por la
negativa i escan:necen a todo el q1.1e na as de su
die támen , olvidan que lo propio ha sucedido con
1{1 mayol' parte de 108 descubri!!lientos que honran
u la humanidad, i se esponen así a ver suS nombres
aumentando la lista de los irustres prosorito.
ce Añádase a esto que el estudio de una doctrina,
tal como la espÜ'ita, €J.l~e nos lanza repentinamente
en un 6rden de cosas tan nuevo i tau grande, nQ
puede hacerse oon ft'uto sj'IHI por personas sérias,
perseveran tes, esen tils de pTe'Venciones i animadas
de una firme i \:leei<11ida voluntad de lllegar a un
resultado. No podríamos dar este calificativo a los
que j'llZgau a yrio1'i, 1ijerall'lenue i sin ihalberlo visto
todo, i que no hacen el estudio con la constan,
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280 EL MOSAICO.
cia, la regularidad i el recojimiento necesarios; i
mucho ménos podriamos darla a ciertas personas
que, por no desmerecer en su reputacion dejentes
de espíritu, se esfuerzan en hallar un lado burlesco
a las cosas mas verdaderas o juzgadas tales por
personas cuyo carácter, saber i convicciones recla·
man la consideraeion de todo el que se precie de
practicar la urbanidad. Que se abstengan pues,
de creer aquellos que no juzgan los hechos dignos
de su atencion, pues nadie pretende violentar su
creencia, pero a lo ménos que respeten la'ajena.
" Lo que caracteriza como sério un estudio es la
constancia i la manera como se hace. ¿ Será de
sorprender que a menudo no se obtenga ninguna
respuesta sensata a preguntas graves en sí, cuando
se hacen al acaso i a quemaropa, en medio de una
multitud de otras descabelladas? Por otra parte,
una pregunta es a veces compleja, i exije para su
esclarecimiento otras preguntas preliminares o
complementarias. El que quiera adquirir una ciencia
debe hacer un estudio metódico, enpezando
por el principio i siguiendo el encadenamiento i
el desarrollo de las ideas. Dirijiendo intenpestivamente
una pregunta a un sabio, sobre una ciencia
que se ignora absolutamente ¿ podrá adelantarse
algo? 1 en este caso, el sabio mismo, con la mejor
voluntad del mundo ¿ podría dar una respu~sta
satisfactoria? Esta respuesta aislada sería indudablemente
incompleta i aun inintelijible, o podria
parecer absurda i contradictoria. Pues sucede
exactamente lo mismo con las relaciones que establecemos
con los Espíritus. Si queremos instruirnos
en su escuela, debemos bacer un curso completo
con ellos; pero, así como entre nosotros, es preciso
escojer los profesores i trabajar con asiduidad.
(Continuará.) E. OMUELA.
4 _ ..
EN EL ALBl'lll
DE LA SEÑORA TERESA ARRUBLA DE CODAZZI.
Nunca en situacion tan clara
Colocado
Se vió el catire González;
Ni 'en circunstancias iguales,
Ni en trance tan apurado
Se vieron los liberales
En este tiempo pasado. .
Yo escribir en este libro?
I,oco estoi !
No tuvo el viejo Mosquera
Al pasar la cordillera
La audacia que yo tengo hoi :
Él al fin sabia quién era,
1 yo no sé lo que soi!
¿ Quién a mancharlo se atreve
Cuando uno halla
En su pájina primera
I,o que en ella te escribiera
Tu prima Elena Miralla ?
¿ Quien a escribir se atreviera,
1 viendo esto no se calla?
Dejó probado que es fino,
Quisiera mi cruel destino
Que un borron dejara en él?
o haré yo tal desatino,
No, Teresa, por Luzbel!
Yo competir con Galindo?
No haré tal!
Teniendo él hoi con Vergara
U na casa comercial;
Priméro me envenenara,
Pues no habría quien me sacara
Luego del berenjenal!
En tal estado, Teresa,
Yo prefiero
De algun ejército el mando,
Correr la suerte de Obando
1 suicidarme-primero,
Que verme, torpe, manchando
Este album que tanto quiero.
Pero el mundo es de los guapoe,
. Vaya pues!
Vengan las inspiraciones, .
1 en desiguales renglones
Diré con desfachatez,
Lo que he tenido intenciones
De decir mas de una vez,
Que eres la belleza suma
Oh! perdon! ___ _
1 pues te lo dije al fin
Repetiré en conclusion
Lo que dije en Medellin :
Que tiene mas que razon
Para adorarte Agustin.
Para él se hicieron tus gl'acias
1 tu amor;
Yo que pron o partiré,
No se a dónde ni por qué,
Seré siempre admirador,
Sí, Teresa, lo seré
De tu gracia ___ tu candol'.
1 aquí como en Cartajena
O Colon,
Pasto, Cali o Panamá,
En Pamplona o Timaná,
Honda o Pur1ficacion,
Siempre el Catire sera
. Tu amigo de corazon.
~~~~~~~~~~~~~~~
A VISOS. -------
MANUEL ABELLO
P!D.E órdenes a sus amigos i relacionadps para la Costa,
. 1 sIente uo poderlo hacer personalmente, por falta de
tIempo.
AMORE8 DE ESTUDIANTE.
NOVELA DE COSTUMllRES NACIONALES.
En la última foja, J ulío
Te escribió,
¿ Cómo resuelvo el problema?
Que situacion tan estrema
CON?CID.A. i juzg.ada f~vorablemente del público esta
obrIta que se publIcó en "El Tiempo," se ha impreso
por separado en una boniLa edicion, i se vende en el despacho
de la imprenta de Echeverría Hermanos a 40 centa-vos
el ejemplar, a la rústica. '
En la que me encuentro yo I
Elena i Julio-dilema
Peor que el de Quinamay6!
1 despues que en tu album, Porras
Su pincel
-----
"LOS ~IISERABLES."
Esta interesant.e obra d~1 ¡.nmor,taI VÍetor Bogo, en
eloco tomos, ediclOn de lUJO, 1 al Intimo precio de dos
pes?s fuertes, se h¡Wla de venta en la imprenta de la
naClOn.
~~~
IMPRENTA DE "Er. l\lOSAICO."
Citación recomendada (normas APA)
"El Mosaico - Año IV N. 35", -:Bogotá: Imprenta El Mosaico, 1865. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2093586/), el día 2025-05-02.
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