Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
•
llúm.34. Bogotá, viémes 6 de octubre de 1865. - Precio: 10 centavos. Año IV.
PERIÓDICO DE INDUSTRIA, CIENOIAS, ARTES, LITERATURA E INVENTOS,
A. CARGO DE UNA ASOCIACION PROGRESISTA.
C O NT E NI D O. -Parece ullted mui triste. ¿ Seria; Úl,la indisere-sion
de mi parte preguntar a usted el motivo?
Viales por Europa i Américo.- Epístola. moral- Tradiciones dio En tre nosotros hai un refran que dice: "Males
Oriente-Los ojos hablan-Los niños-Iob' s, comuni(,)ados suelen ser aliviados."
- - - .... '-+-. -Preseindiendo de ese refran, voi a referir
VIAJES POR EUROPA 1 AMERICA. a usted lo que me ha pasado en Saratoga, porque,
(Continuncioll.) no se por qué, he simpatizado con usted deMe el
EL BRí:'servacion. Es
-Por lo que hace a mí, yo lo deseo c-ordial- lástima que las norteamericanas no tengan la gra-mente.
cia de las francesas para vestirse. En Washington,
-Permítame usted que le diga que tiene usted Filadelfia &.a van mal con un aderezo de reina;
una nsonomía mui latina para padecer de esas es- en el bulevar de los Italianos, o en la Estrella,
centricidades inglesas. una gtiseta parece una V énus marchando sobre
-Oh! yo no Boi ingles, ni me gusta el caric- las ondas, aunque no lleve -mas que UO:l. capolina
tér de los ingleses; pero es lo cierto que hoi DlO- comun i unas enaguas de muselina. Cada ~acjoll-liria
eón b eonrisn en ,los lahios. tiene su gracia.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
EL MOSAICO.
-Sí¡ i la de los yankees es la de la fuerza i la
ropidez.
-¿ 1 cómo aplic:l:ria usted, pregunté yo riendo
a mi amigo,. ese juicio a las- norteamericanas?
-Oh! 19 mismo; no lo dude usted, cllas son
fuertes i rápidas tambien en sus pasiones.
-Por lo que veo, usted es un viajcro algo sintético,
que estudia a los hombres de un país cualquiera
en sus obras, i a las mujeres en sus devaneos.
-Por ahora no tengo tiempo para masí viajo
como relámpago, i es preciso sacar algun provecho.
Es por eso que solo me he fij ado en los
fuertes brazos de los hombl'es, i en los ojos habladorel!
de las mujeres.
-No son mui vivos que digamos.
-No; pero por apagados que sean, sucede con
los ojos de las jenteS", lo que con los libros; í es,
qne por maloS' que sean, siempre revelan el alma
del escritor.
-Usted me permitirá que le diga que tiene
usted mucho talento.
-Gracias; mas es lo cierto que basta ver el
brazo de los hombres i el ojo de las mujeres, para
formar una idea mui aproximada del carácter de
un pueblo.
-Usted me ha &nvencido de eso.
-Mire usted si no. ¿ Conoce usted elleon afri-enno?
el rinocerontc? la corz tl. ?
-Nunca los he visto sino en pintura o disecados
en los museos.
-Bien; supongamos por un momento que ustee!
no tiene ni la mas remota idea de estos animales,
i que de r epente le presentan eI nervudo
brazo de un lean, armado de sus cinco uñas, Il;Ias
fuertes que los picos de los mas poderosos buitres
de los Alpes ¿qué idea se formará usted de la
fuerza de aquel animal desconocido?
-Es claro que una mui superior.
-Lo mismo le sucederá si le presentan la pata
de un rinoceronte.
-Ya lo creo.
--Ahora bien ¿ ha r eparado usted en la fuerza
muscular de la j eneralidad de los yan1rees?
-Cómo no; i ahora recuerdo que en Colou YÍ
pelear a dos a hordo de un buque. El mas j óven
dió a su contrario un golpe, con la mano cerrada,
en el pecho, que lo tiró a tres varas de distancia,
arrojando sangre por boca, orejas i narices.
-Eso es mui comun entre ellos.
-Mas cuando yo estaba admirando aqneIla ha-zaña
de bárbaros, vino otro i dió al vencedor una
trompada mas terrible aún; fué algo como la patada
de una mula.
-:-1 bien ¿ c6!ll0 cree usted que se adquiere semeJante
fuerza, jugando con la rueca o manejando
desde niño el martillo de Vulcano ?
-No hai para qué decirlo.
-Vea usted pues que no voi yo tan descami-nado
en mis juicios. Yo he visto los brazos musculosos
de los yankees, fuertes como brazos de
l~on, i teñidos con el hollin del vapor, i me he
diCho: brazos de herreros, brazos de maquinistas,
b!az?s de nautas; porque solo manejando yunques,
ejes 1 cables, se puede llegar a tal corpulencia.
-Mui bien; i en cuanto a los ojos de la corza?
üije yo riendo.
- Voi allá.. ¿ Qué diferencia encuentra usted
entre los ojos de la corza i los de la víbora?
-Ah 1 ya lo ereo que la hai, i bastante. '
-I entre los ojos de la paloma i los de la
corneja ?
-J... o mismo.
-Pues, amigo, el ojo en los animales es el Me
simil de su corazon i de sus instintos; i en las mu>jeres
el denunciador de su alma.
-Usted me convence.
-Oiga usted ahora mi narraeion. 90mo decia
a usted, los primeros dias los pasé aturdido en Saratoga,
contento, distraido, casi feliz. Como víajero
que asiste a un museo, todo lo veia con ¡nteres
pero sin sentir entusiasmo por nada. Una tarde
despnes de COmel", no sé porqué (la fuerza de la
fatalidad sin duda) en yez de salirme a fumaT' 1.tl
corredor principal, que da a la calle (usted sabe
que en los Estados Unidos no se puede fumar donde
hai señoras} bajé al jardin i me senté en una
silla a la sombra de un árbol, a oir tocar la banda
de música del hotel. El sol se habia puesto hacia
rato, pero cl crepúsculo era mas bello que el dia.
La languidez dc la luz i el perfume de las flores
me tenian embriagado .... la música vino a completar
el éxta¡¡is en que se cernia mi alma ....
De r épente oí un suspiro profundo cerca de mf,
i sentí el roce de un traje de seda que se estrujaba
contra el mármol del peristilo. Alg9 como un há.lito
del cielo llegó hasta mí. . .. Voltee ItJs oj.os
i vi pasar cerca de mí' una n 01"team eri~na del
sur, alta, delgada, pálida i de hermosos i negros
cabellos ensortijados. 1 o habia un solo punto rosado
00 su cara; en cambio su boca, pequeña como
el capullo de una flor , era lacre como el coraL
Un verdadero tipo de mujer romántica; estaba
vestida de luto riguroso i se resfriaba con un aoonico
de ébano. Miréla, i miróme; sonreHa, i me
sonrió. Empero, tanto en su mirada como en su
sonrisa habia algo amal'go como una queja.
Fué entónces que comprendí, con ese fino instinto
que tiende el un sexo sobre el otro, i que no
se equivoca j:¡,mas, que aquella mujer se habia
enamorado de mí, i que su suspiro no habia sido
sino un aviso.
-Lo cree usted?
-Lo sé; podria jurarlo .... Por lo que hace a
su priwera mirada, yo comprendí mui bien que
ella me decia con sus ojos grandes, negros i dulces:
" Ah! aunque tarde, al fin caes en cuenta de que
te busco, de que te amo. Qué cruel e indiferente
has sido conmigo r"
-Permítame U·'~'·''·'''''''''''''''·U .•..•. F\.T\ • • • •• • •• • .... . ............. . ......... " •••• , •••• 14U .... ,,'U., •• \ •••• " •• 1, ... " •• ,.,,.. ... _."'1 .... '.\&' •• "'" ..... -...-
i si & eso se -agrega las suaves maneras de usted la
franqueza caballerosa de su trato, i su cabeza' de
poeta, todo se esplica mas facilmente aún.
~G-l'ac ias; pero por qué cree usted qud tengo
cabeza de poeta? es una burlilla o una lisonja?
-Por sus frutos los conoeel'eis, ha dicho la
Escritura.
-Ah!
- ¿ Porqué viendo usted los músculos de los
americanos, ha -deducido usted que son una. nacion
-de heneros ? .
-Pucs . .... .
-Oh! qué quiere usted? a mí me ha bastado
fil irlo hablar, i por sus palabras, bellas i dulces, he
venido en conclusion que usted es poeta.
-Caramba! usted tiene mucho mundo i talento
i .se.'burla de. mis te~rías filosóficas con mucha gra:
cla 1 opor~U!dad. Smembargo, usted me permitirá
que le cOJa lin punto, un puntito no mas, en lo
-que usted acab:t de decir.
-Ya lo creo .... cuál es l'
-El de que para enamorarse de mi, mal podia
entrar en la mente de la criatura de quc nos ocupamos,
el elemento preconstituido de mi poesía.
Poeta Q no, eUa mal podia saber que yo lo era.
-Usted se equivoca; un poeta jóven se adivill'&
sietnpre a tiro de ballesta. La poesía en los
hombres es como la virjinidaJ en las mujeres . ...
-Mui bien; usted se hace entender. Pcro seguiré
adelante con mi historia.
-Lo oigo a usted con el mayor in ter es.
-Desde aquel momento quedó establccida en-tre
los dos una correspondencia amorosa, que no
tenia mas ajente que nuestras mira-das.
-Seria ent,ónces una correspondencia lacónica
pero intensa '?
-No, señor, nos cntendiamos perfectamente;
usted va a verlo despues.
-Mas ¿ por qué no se hacia usted presentar a
ia señorita?
,-Por dos razones: la, primera porque no tenia
de quién vltlerme para que lo hiciera" sien,do estt'anjero
i estando re cíen llegado a Sarat0ga; i la
segunda, porque no hablando bien aún el inglés,
na queria. hacer c,l papel de un tont0 o de una estatua
a su lado, Usted sabe que el ridículo es 1'6
RUS grave .que hai en el mundo; pues bien, en
ninguna parte es mas, mortal el ridículo que en
d'lresencia de la mujer que se ama. Allí es el cólera
del amor.
-Tiene usted mucha razono ¿ De llliluera que
no supo usted nunca quién er a ella, ni ella quién
era usted ?
-Precisamente; i eso es lo que maE me atormeuta.
Dos estrellas que se aman, aunque separadas
por el infinito, están siemp re la una en frente
de la otra; dos flores distantes se envian su beso
perfumado con los céfiros de la tarde, Mas un jóven
i una jóven a quienes separan la crueldad o los
usos del mundo, no les queda mas consuelo que las
lágrimas.
-Las lágrimas? Llora usted alguna vez?
-Es que las lágrimas para mí no so~ sino ~l
rQcío de la tumba, i cuando uno debe monr en pals
estranjero, donde nadie lo ama, justo es que llore
ántes un momento sobre su sepulcro. No es uno
entónces el que llora, ni liora por cobarde: es el
f!!acerdo~e del dolor que cumple con la mision de
los pesares. '
. -No, hable listed de morir, pór unos amores de
poco, momentq.
.-:Usted se_ equivo~ll; ningun amor ee de poco
momento. Nada hai" mas sério en la viaa que el
amor .. Su sombra es como la sombra de esa planta.
que tle~en ustedes ün América, i que se llama.
manzamllo, que mata al que se refujia bajo da
ella . . .. Los rastros del amor son como ros de la.
pólvora, que no se bonan nunca.-F. PÉREZ.
{ Coottinua1'á, )
EPISTOLA MORAL.
A DON F. F . GOLFIN.
Aunque ausente de tí, Golfin arriigo,
Pr el mundo, entro en mí, i hablo eontige~
1, al recordarte mi doliente :historIa,
Daré consejo -a tus precoces canas,
Diadema de tus di,as i tu gloria.
Mis esperanzas i ai ! fuCl:on tan vanas,
Tanto el placer de la ciudad me hastía,
Que ni de ser ·feliz tengo ya ganas.
Tl'U()ca tu vida por la vIda mia,
O pagarás, cual pago, la flaqueza
De creer de la corte en la alegría.
¿ Ves la dicha mayor de la grandeza?
Pues es mucho mas gran-de i mas risneñ'O
El gocc con que sueña la pobreza.
¿ r qué vale el ser grande si al pequeñB
En premiar su martirio se desvela
El alto cielo en su aparente sueño?
Al campo por salud mi mente vuela,
Que el mal de corte, que se llama hastío,
¡ Ai ! como el viento del sepulcro, hiela.
Hoi, como ayer i siempre, amigo mio,
Que te Heve con fruto, a Dios le rueg()
Las muchas bendiciones que te envio.
Ala bado ya Di~s, te escribo; i ruego
Lievó cl próvido afan de mis amores
Al huerto que he plantado, i que ahora riego.
1 despues convertidos en olores,
El viento, al despertar, me vuelve i cuenta
Gl'atísimos mensa.jes de las flores.
Creeme, Golfin, solo la paz se aSlenta
Aquí donde la {ln'Vi-dia no asesina
Con su mirada ,de C-ain sangrienta.
Todo en la corte a la ambicion inclina,
COllO el llar con sus m'uscas tempestades
Las almas de los débiles fascina,
¿ Qué brota esa Babel sino maldades
Para el que son, de intemperancia ajeno,
Un pohlado desierto las ciudades?
Un mes hará que -de cuidados lleno
Te dejé donde atroces las pasiones
Prueban el hierro, el fuego i el veneno.
I ya henchido de impuras ambieiones,
Como arrastra la arena, va arrastrando
El viento del desierto las naciones.
¡Cuánto Neron la libertad va alzando,
Confo'rme va sus hierros, oprimida,
Al rostro de los siglos arrojando!
Ven donde el ~ura a respirar convida.
En la parte del bosque mas oscura
Alientos de salud, soplos de vida.
Deja del mundo la reji,, con sus impuros gritos a aquella Liña cOl'rompida.
Purifica pl'lmero su conciencia. Salomé, como si estuviera poseida de un Yértigo,
¡ Cuán ventllrosos son, aunque olvidados, danzaba sin tregua sin demostrar fatiga.
~in saber lo que es gloria ni riqueza El s~dor eorria por su frente coloreada poe el
Los pastores que van por estos prados! cansanOlO.
Hai jent~ t&ll dichosa en su pobrcza Por fin cay6 casi desfallecía::. en los brazos> de
Que con escaso abrigo i pan tasado, Antipas. Este la estrechó contra su corazon, ébrio
No recuerdan ni un dia de tristeza. de placer.
Mas tq vendrás por el dolor guiado, En aquel II}.omento 'do entusiasmo, i mientras
Gomo las aves. van; emigradoras, daba a la j6ven en la acalorada mejilla el beso d~
A un pais que no han visto i que han soñado. agradecimiento, la dijo eon una alegría infinita:
Verá.s que en estas playas s.eduetoras -j Oh, hermosa e incomparable Salomé! Tu
Si ajenas de pl;wer se pára Itlguna, cintura es flexible como la palma que creée en }all
Vactas de ~oklr corren las horas. orilla/! ~e un lago, cuando 'la mece el céfiro de lQ¡
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
EL 1\10 S A 10 O . 2üú
.,.,~ ".-.,1."1.,1,1',,.,'0.,0. 0"".",.'\,'1.' -.t .. lo o"~ ".,,' tI 0,,', .• '0"'_' ", •• , •••.•.• j •• , •••• , •• ", ••• , •• , •• , •••• ", lO .'0 •• ', 'o" ',.' .,',.' .,'" """ ''''.0., o' ••••.• t •••• "" ............. , •• -......
mañana; tus ojos tienen el brillo irresistible del
diamante herido por los rayos del sol. El jenio de
la gracia i del an¡.or no pueden formar otra mas
bel\a que tú. Pid-e, ~ija mia, pide lo que quieras,
que yo te ofre<:oo, baJo palabra de honor, que te lo
concedo aunque me pidieras la mitad de mi reino.
S~alomé dió un . beso al tetrare,t i fué a donde
estaDa su madre.
En los ojos de Herodías brillaba el placer indefinible
de la venganza.
Abraz6 a su b.ija con un entusiasmo que nunca
habia sentido.
. -Ya has oído, eselam6 Salomé, lo que me ha
d~c-ho tu esposo, mi señor ¿ qué te parece que le
pIda, madre mia?'
. -Pídele, le dijo Herodías, la cabeza del Bautlst:¡,
en un plato.
Salomé miró a su madre; pero esta le contestó
sencillamente:
-V é, hij a, pídele lo que te he dicho.
La j6ven corrió a donde estaba Antipas.
Algunos cortesanos le rodeaban, celebrando la
gracia irresistible de Salomé.
Al verla llegar abrieron la puerta.
La hija de la infame adúltera se arrodilló a los
pies del tetrarca. .
-Vengo, señor, le dijo, a r eclamarte el ofrecimientJ
que hace poco me h8s hecho.
--Me alegro, hija mia, que me cojas la palabra:
se ni. para mí un placel; recompensar tus encantadoras
gracias: pide lo que quieras, que concedido
lo tienes.
-Pido pues, señor, la cabeza de Juan el Bau-tista,
puesta sobre un plato. .
Estas palabras produjeron un efecto rnájico.
Los miserables cor tesa~os de Antipas aplaudieron
con entusiasmo el inereible i criminal capricho
de la jóven Salomé.
El tetrarca habia aado su palabra; pero vacilaba.
-Tengo tu palabra, señor, que es sagrada; volvi6
a decir la desenvuelta jóven.
-Es verdad, dijo un co rtesano, adulador despreciable
d'e la adúlter:¡, Herodías; tú, señor: le
has dicho que pida lo que quiera, i csa jóven de·
sinteresada, casi heróica, pide la cabeza del trastornador
del árden público, de ese andrajoso que,
haciendo creer que estaba inspirado por el Santo
de los Santos, embaucaba a las tribus poniendo
en grave riesgo la tranquilidad de Galilea.
La mayor parte de los cortesanos apoyaron las
palabras de sus compañeros.
Antipas, aunque con alguna repugnancia, llamó
a un oficial del castillo, i le dijo:
-Baja al calabozo de Juan,i manda a un sayon
que le cor te la cabeza.
El oficial, acostumbrado a obedecer, se inclinó
en señal de aC¡Ltami~nto.
-Espera, volvió a decir Antipas; coje un plato
i coloca la cabeza en él: luego se la entregarás a
esta j f¡ven.
En~6nces i barbárie inaudita! Herodías hizo
una señal a los músicos, i, empuñando una copa,
invitó a los convidados a un brírtdis, diciendo:
-POI' la gracia de la baila~'in~, por los encantos
irresistibles de Sal'Omé, ml hlp.
Todos apuraron la copa, osc~pt? Antipas, en,
cuyo rostro se pintaba el r emordlmlento.
El festin continuó con la misma alegría, con el
mismo entusiasmo.
Qué importaba para aquellos infames la vida de
un hombre como Juan el Bautista?
r.fiéntras tanto, en un tétrico i húmedo calabo·
zo, a donde no penetraba la luz del dia, un hom"
bre j ~' ven aún, jemia entre las gruesas cadenas que
le SUJetaban a un banco de piedra.
Atluel hombre se llamaba Juan elBaut¡~ta; era
el san to precursor de Cristo.
.La noche del festin que hemos bosquejado, dormUl
con el sueño tranquilo del justo, sobre las
duras piedras que le servian de lecho.
A sus oidos no llegaba el báquico estruendo del
banquete, celebrado en la parte alta del castillo.
Hacia siete meses que esperaba en vano, dia tras
dia, ver rotas sus cadenas .
Dos pensamientos preocupaban su imajinacion
durante las horas del sueño: los milagros del Mesías,
cuya fama habia llegado hasta su calabozo, i
vcr la luz del sol.
Cuando los sayones entraron en el calabozo,
Juan dormia tranqui lamente.
El ruido dc las armas, el resplandor de las teas,
le despertó. .
E l oficial encargado de tan horriblc sentencia,
estaba pálido.
Juan le dirijió una mirada llena de dulce compasion.
- ¿ Vienes, le dijo, a anuncil\rme la hora de mi
libertau ? .
-Vengo, dijo bajando los ojos al suele, a anunciarte
la hora de tu muerte.
Juan no se inmutó.
Una sonrisa llena de santa resignacion asomó !t
sus labios.
-Haz pues lo que te mandan, le dijo sin levantar
la voz. Solo siento morir sin besar ántcs
las divinas plantas del Cristo que recorre la Galilea
predicando la nueva lei.
Uno de los sayones, que llevaba en la mano una
espada corta, dc hoja ancha i afilado corte, se acere,)
a Juan i le puso una mano sobre el hombro
como para obligarle a que inclinara la cabeza.
-]~spera un momento, le dijo el precw'sor; i,
dirijiendo la mirada i la palabra al oficial encaro
gado ele la sentencia, continuó:
-J óven, dile a tu ama i al adúltero Antipas,
que por las tierras de I srael va el que ha de vengar
mi muerte; que yo deploro, en el último - instante
de esta vida pamjera i perdurable, que ellos
me quitan, cl fin que les está reservado. Antípas,
Herodías i Salomé, su hija, morirán en tierras es·
tranjeras, abandonadas de Dios i de los hombr es.
Ahora, hiere, verdugo; hiere sin temor: yo te perdono.
Un momento despues la cabeza de Juan cayó
sobre las duras baldosas del cn.labozo, i un mar de
sangre enrojecia el cuerpo frio i mutilado del
santo precursor.
H .
Cuando terminó el festin, el oficial cncargado
de la terrible sentencia, presentó a Salomé la 030-
beza de Juan en un plato, diciéndola:
-Toma, hermosa j6ven, el premio que codicias
por tus gracias. .
. Aquella cabeza ensangrentada iba cubierta con
un paño blanco.
Salomé corrió al camarin de su madre, i dejando
el plato sobre una mesa de cedro, la dijo:
-Aquí tienes, madre mia, lo que me haz pedid(\.
H erodías quitó el paño i se puso a contemplar
la lívida cabeza del Bautista.
Despues se quitó un punzon de oro de sus cabellos,
i se entretuvo en pinchar aquella lengua que
en otra oeasion la babia llamado adúltera. .
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
270 EL MOSAICO.
..... U •••• , •••.•••• I.' ............ '\.'-...\ .... ".~., .......... H •••• h ............................... , ••• ·, ••••••• ,. •••••••................ H.''" •••• ·"· ••••• ,,.,~ ...... • .. ·.:·, .......... ~ ... -.... ~~
La mujer de Marco Antonio habia hccho lo r ei cobarde i vicioso. Maldito sea Antípas! maldi-mismo
con la lcngua dc Ciceron. ta sea Hel'odías! maldita sca Salomé!"
Increíble parece tanto renoor, tanta ferooidad , l\1iéntl'as tanto, Aretas i Filipo, conquistando
en el oorazon de una mujer. ciudades i talando campos, llegaron a Tiberiades.
Mientras tanto AnLipas se habia aoostado. Antípas tuvo miedo, i huyó con su esposa i su
En vano procuraba el oobardc asesino dc 1\1 a- infame ahijada.
queronta reoonoiliar el sueño. De noche, rodeados de un puñado de mercenarios
Mil sombras ensangrentadas cruzaban por su romanos, espuestos a oaer oien veces cada dia en po-mente.
del' de los invasores, llegaron a la torre de Stralon.
El oficial le habia dicho las últimas palabras de A fuerza de oro, la lancha de un pescador, 00-
Juan, i la serenidau oon que habia visto brillar el rriendo mil riesgos, les trasportó a Tiro.
arma homicida sobre su cuello. Esta travesía oostoles muchas noohes porque te-
Antípas el asesino, . logró por fin conciliar el mian: navegar de dia.
sueño. Herodías se enfermaba, i de un mal estraño,
Pero ¡ai! entónoes se presentó ante los ojos de desconocido.
su oalenturienta imajinaoion el horrible porvenir Antípas veia de dia en dia apagarse la .belleza
que le esperaba. I de aquellos ojos que le habian hecho cometer una
Víó en sus sueños un ejéroito poderoso que, infamia.
atravesando las altas cordilleras del monte H er- Salomé, encerrada en su dolor, maldeoia a aquel
roon, se detenia en la llanura de Aubanítide. monaroa destronado.
Aquellos soldados, de rostro tostado por el sol Por fin llegaron a Roma.
del desierto, vestian blancos alquiceles que flota- Antípas tenia una esperanza: Tiberio; pero ¡ail
ban a merced del viento. Tiberio habia dejado el oetro de Roma.
En sus callosas manos brillaban sus cortos al- Otro reinaba en su lugar.
fanjes i las lijeras lanzas. Lla.mábase Cayo Calígula. Debia el imperio a
Sus oaballos corrian oon la rapidez del viento. un ofioialllamado laoron, que, audaz i temerario,
Aquel ejéroito lo mandaba un anoiano de noble habia ahogado a su señor Tiberio bajo un monton
scmblante i blanoa barba. de almohadas, sentándbse sobre ellas i diciendo
Llevaba un estandarte negro en la mano izquier- oon burlesca entonaoion: He aqttt ten tvrano que
da, i una pesada haoha de armas en la derecha. mUe/'e por falta de aire, i no dejaba 1'espi'/'a1' a nadi8
Un casoo de hierro. alredcdor del oual brilla- en el imperio.
ban las hojas de uu'a corona de oro, oUbria su Cuando Antípas supo que reinaba Calígula, tuvo
cabeza. miedo; pOlque Calígula era un insensato que eri-
El oaballo que montaba obedecia a la voz. Las jia templos a sus queridas, que sembraba con pol-riendas
eran inútiles. vos de oro las arenas del circo donde los gladiado-
El estandarte tenia una inscripoion. res se despedazaban para entretener su ocio, que
Los eerraJos ojos de Antípas leyeron aquella haoia oonducir los carros a los senadores, que en
inscripoioll, que decia: solo diez i ooho horas hizo m~tar en el hipódromo
"Aretas, rei de Arabia, vengará. a su hija." quinientos osos i tresoientas panteras i leones.
Gruesas gotas de sudor caian de la frente del Porque Calígula, de insensato, de loco, se tras-dormido
tetrarca de Galilea, porque aquel nombre formó despues de su grave enfermedad en el monsera
el del rei cuya hija aoababa de repudiar, por truo mas despreoiable, en el asesino mas soez.
unirse oon la mujer de su hermano, con la venga- Su primer crímen fué monstruoso.. Potisio, vien-tiva
Herodías. do enfermo a su emperador, ofreoió su vida a los
El ejército árabe que se encaminaba a vengar a dioses si salvaban al j óven Calígula: i Calígula
la hija de su señor, se detuvo en los campos de ¡crueldad increible! mandó, -viéndose restablecido,
Betaña i oomo a una hora de la oiudad de Gaulon. que oumpliera el ofreoimiento.
Antípas vió otro ejéroito que salió de la oiudad. Potisio fué páseado por las calles de Roma, eoDelante
de aquel ejéroito, montado en un caba- ron ada la frente de laurel, i luego, arrojado desde
llo negro como el dolor, impaoiente como la ira, la Roca de Tarpeya.
veiase a un hombre vestido con el traje de los Porque Calígula, loco, sanguinario, cobarde ase-señores
hebreos. sino, a quien hacia temblar la idea de la muerte,
Aquel hombre se llamaba Filipo; era el esposo tenia el capricho de presentarse en público con una
burlado de Herodías, el hermano de AnUpas. barba de oro imitando a los falsos dioses de la an-
Filipo i Aretas hablaron oon calor por largo tigüedad.
rato bajo una tienda. Porque Calígula, estravagante i mentecato, hizo
El miserable verdugo de Juan viii cómo aque- construir una cuadra de mármol blanco para su
llos dos caudillos se estreoharon -las manos, i oyó caballo, le cubrió oon la púrpura real, adornó BU
este juramento: "Guerra i esterminio a H erodes cuello con ristras de perlas, servíale oebada en plaAntípas!'"
to de oro, le hacia beber vino en su misma oopa,
Despues los dos ejércitos, el árabe delante i el le nombró oaballel~os para su servioio, i, últimade
Filipo deh'as, se encaminaron áeia el J ordan mente, elevóle a la oategorÍa de oónsul,
en son de gucrra. Porque Calígula compraba todo el grano de las
Al llegar a la ribera opuesta del Corozain va- coseohas para que su pueblo muriera de hambre,
dearon el rio, i, como el simoun, se cstendieron i esolamaba de vez en cuando: i Ai! si el pueblo
devástándolo todo por las paoíficas tribus de Neph- 1'omano no tuvie¡'a mas que 1tna cabeza i pudiera OO/,-
talia hasta Zabolon. tarse de un solo [Jope! .... "
Antípas escuchaba el lamento de sus súbditos
cuyas gargantas eran segadas por el alfanje invasor.
Estas maldioiones llegaron a sus oídos.
"Maldita sca la mujer adúltera; Dios castigue a
los galileos porque per~iten que le9 ggbierne un
* Sabida es la suerte del asesino Calígula. Los puñales
de Morea i sus cómplices acabarou con aquel monstruo en
los corredores del teatro do Roma: tenia veinte i nueTe
años i habia reiuado cuatro. Su mujer i su hija fueron de.
golladas por órden do Merea. '. .
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
EL MOSAICO. 271
·."v·",·\,·,.,~·""·.,·.,·~·\,.·,.,~,,,.,· .. ·.,· .. · .. · .. ·'.··.,·.,·u·.,· .. ·, ................................ , .. ,., ................ , .... u ••••••••••••••• ,." •• , •• ~ ••••••• •••• • '\ ••••• • •• ~., •••• u •••• \ ..
Antípas, en su horrible sueño, veia todas estas I
cosas que aún pertenecian al dominio del porvcnir.
El cobarde fujilivo de Galilea se presentó temeroso
al tirano de B.oma, i el tirano le dijo:
-El destierro i la miseria es la muerte mas dolorosa
que puede darse a un rei. Tú :tyudaste la
conspir:teion de S:tjan, rei de los partos, con tra Tiberio.
Pues bien, tu hermano Agripa es tu delator:
yo le doi tus riquezas i iu reiuo, i te destierro
con tu familia a un rineon de España.
Antípas veia todo esto con la verdad aterradora
de una pesadilla.
Salomé abandonó a aquellos pobres desterrados,
que tenian haJlJbre i que vivian en una miserablc
aldea de Sierra-l\Iorena.
Herodías fué atacada de la lepra, i contajió a
su esposo. Este mal los aisló de las jentes.
Los dos esposos llegaron a odiarse, i por fin, la
muerte puso término a tan miserable yida.
Pero cl sueño de Antípas era tenaz como la
desgracia.
Despues de muertos, vi6 como sus cuerpos fueron
pasto de las aves de rapiña.
Vió a Salomé caer en un rio helado i quedarse
con la cabeza fuera i el cuerpo sumerjido en el
fondo.
Todo aquel que ha qucrido
Comprende i sabe.
Amame, decir ~ u e len
Los ojos negros
Con su ardiente mirada
Que bl'ota fuego;
Los ojos rlaro~,
Poderosos i azules
Dicen, te amo.
Mas, ya amores ofrezcan
O ya los pidan
Tambien los ojos saben
Decir melltiras j
Pues taoto negros
Como azules ser suelcn
:Mui embusteros
Pores~ aunque los tuyos
Algunas veces
.A I mirarme me dicen
Que tu me quieres,
Por mas hermosos
Que sean no be ereido,
Niña, a tllS ojos. F.
Salomé hacia esfuerzos horribles para salir de LOS lHÑOS LOBOS.
aquella situacion desesperarla; pero el cortante Los habitantes de la provincia de Oude (India)
filo del hielo fué poco a poco segando su garganta. tanto indíj enas como europeos, creen firmemente
Antípas vi? la hermosa cabeza de ~u ahija~a que los lobos toman a las criaturas para llevá.rserodar
por encima de la helada superfiCie del no, las vivas al monte.
i el euerpo hundirse en las profundidades del I La" Revue britannique" en un artículo titulaagua.
I do" Escenas de la "ida en la India," da sobre lo
Aquella eabe~a te~ia los ojos abiertos, i aquella que se llama "Niños lobos" algunos pormenores
lengua hab~aba 1 de~la: . I tomados del viaje de Sir W. Sleeman en Oude.
,-j 1\faldlta, ~laldlta, maldltl1:.sea ,~a que me lle- Un labrador vivia con su mujer e hijo en la
"O en sus entra~as! _ Ella me dIJ~.: Pide. la ca- aldea de Chnpra, a 20 millas de Sultampore. El
beza de .Juan," .1 .Juan el~a un eleJI.do del DlOS v~r- I hijo tenia tres años cumplidos en 1843. Un dia
dadero. i Maldita, maldita, maldita ~ea la mUjer I del mes de marzo del mismo año se fueron el marencorosa,
pues por ella muer? degollada.! Madre, rido, la mujer i el niiío al campo, los primeros patú
querias la cabeza del BautlRta, pues bien: toma ra cosechar, divirtiéndose el niño sentado sobre la
tambien la mia ! . yerba a algunos pasos de distancia de sus padres;
I Antípas vió rodar aquella cabeza msepulta de repente, un lobo brinc6 sobre el pobre niño, le
que se llegó hasta él dándole un beso. .. agarró i se fugó llevándolo. J,os padres le perai-
Entónees despertó. uuieron, mas el lobo desapareció con su presa.
El sudor inundaba su cuerpo. 1:> El chico tenia en su pierna izquierda una pro-
El miedo hacia estremecer sus carnes. funda cicatriz causada por una quemadura que se
La luz del dia que penetraba por una ventana habia hecho en el invierno anterior. Seis años des- ..
del castillo, come~zó a serenar~e. ., pues, habiendo muerto el labrador, algunofl so~d~-
- Ah! esclamo. i Qué sueno tan hornble SI dos tomaron a un pequeño muchacho que VIVla
fuera cierto! con un lobo a diez millas de Chupra; eso fué en
Aquel sueño se cumplió algunos añ,os despues febrero de 1849.
de la muerte d-e Nazareno. Al apoderarse los soldados del muchacho, este se
E. P. DE ESCRICII. echó lue'l'o s lbrc ellos i los mordió. Le alimcj,tJrOIl
---........ 101>0---
LOS OJOS HABLAN.
Tambicn los ojos tienen,
Niña, su idioma;
Quien no amó 'puede solo
Negar tal cosa,
Pues su lenguaje
* 'fados estos sucesos son pn su mayor parte históriCORo
Antípas i lIcrodías murieron ll}is~l'a,blemer~te en U1;
rincon de l~ s paña, doude Jos desrerro Uahgula, I ~alome
tuvo el fin trájico qne hemos narrado. Nuestro objeto al
narrar en la forma de sueño el fin del tetrarca de Gahlea
i su infame esposa, del hombre qne de~~ucsde degollar
a San Juan debia poner sobre los punslmos hombros de
Jesns el túnico de los demer, tes, ha sido pam. dar una
lijera idea a nuestros lectores de cómo tcrmmaron los
verdugos de San Juan; porquo despues de la llluerte de
Cristo no pensamos o<:nparnos de ellos.
por algu~ tiempo con carne cruda, pero hallando
esto costoso, le llevaron a Kolip::n'e entregá:1dolo
a la caridad pública. Un dia fué un hombre de
Chupra a Kolipore,.i a su regreso habló aJa viu~a
del labrador dellllño lobo. Esta se fué Illmedtatamcnte
a l~ ciudad, i reconoció a su hijo por la
cicatriz todavía mui visible de la quemadura en
-la pierna izquierda. Le llevó consigo i le mantuYO
por dos meses con la aynda de algunos chaca:
reros vecinos, que le dieron de yc:z en cuando pedazos
de carne para su hi.io.
El cuerpo de este niño exhalaba un olor insoportable.
Para beber metia la cabeza entre el agua
chupándola de este modo. Seguia a su madre a
todas partes, pero folo, parece, porque ella le daba
de comer, pues no le mostraba ningun otro afecto.
No queria emplearse en ninguna clase de trabajo,
i cuando su madre estaba trabajando en el
., ,
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
272 EL MOSAICO.
campo él sc fugaba al monte. Al cabo dc dos poco el mal olor, pero no lc suprimi6 entcramente.
meses,'la pobre mujer, rcducida a la mayor indi- Este niño lobo tenia tambien las rodillas i codes
jencia; pidió recursos a la caridad públicá para callosos por la costumbre de march~r en cuatro
mantener a su hijo. Pero a poco se acostumbró a pies. Se neccútal'on .no ménos que seIS mcses dc
comer - cualquicra clase de víveres. A menudo una instrucc:on pacicnte por la parte de J anoo para
murmuraba hablando consigo, pero nunca se podia I decidirle a marchar derecho como los otros sercs
hacer articular bicn sus palabras ni darles alguna humanos. No pronunciaba mas que una sol?, palacoherencia.
Sus rodillas i codos se habian puesto bra: Abudya. Esté era cl nombre de la luja dc1
tan duros como cucrno, por haber marchado siem- comcrciante que le trataba con bondad. En cuatro
pre en cuatro pies con los lobos. meses mas cmpezó a comprcnder las órdenes que
"Este mucb:who, dice Sir W. Slceman, se halla se le daban i a obedecerlas. I>reparaba la pipa i la
todavía en Kolipore (1851); no lleva vestidos; traia a J anoo cuando este lo ordenaba.
prcfiere la carne cruda a la cocida, i se regn,la con Este cra un gran progreso. Pero una noche, escarroño
todas las veces que lo encuentra. Los ni- tando el niño acostado en su cama puesta, como de
ños del pueblo se divierten tomando zapos i echán- costumbre, bajo un árbol, dos lobos llegaron furdoselos;
los agarra i se los come. . tivamentc cerca de él i le olfat(;aron, despues le to-
Cuando matan a un toro i le han sacado la piel, caron; el niño se levantó cntGnces i se puso a juel
muchacho va a comer los restos dc la carne gar con cllos. J anoo, asustado llamó al centinela
junto con los perros del pueblo. Nunca corespon- mas inmediato, gritando quc dos lobos iban a dcde
al cariño que su madre le tiene. Todos los ve- vorar al niño; pero el centinela no le comprendió,
cinos, i los principales chacareros, cultivadores i i Janoo logró echar fuera solo a los animales.
tenderos de Chupra, at,estiguan la veracidad dc La nochc siguicnte, ~res lobos vinieron a,visitar
csta historia." Sinembargo, Sil' W. Sleeman, nun- al niño, jugaron con él como ántcs, i así sucedió
ca ha visto por sí mismo a este ser tan singular. durante varias noches seguidas. Scgun J anoo, que
era testigo de estas cscenas estrañas, los lobos pareGian
tener mucho afecto para con el niño, lamiénHe
aquí otra historia, mas nueva, extraida de dole la cara miéntras que él estaba jugando con
los intcrcsantes volúmenes de Sir W. Sleeman. ellos. El comerciante tenicndo que regresar pyon-
En el año de 1844 un caballero al servicio dcl to a Lucknow, le dijo a J anoo que dejase allí al
Príncipe Hindut-Sing siguió las orillas de un niño lobo, mas el jóven lo rehusó absolutamente,
arroyo que da al rio de Gaga, cerca de la residen- au que su patron le amenazó con despedirle.
cia del príncipe hindoo en Bondy. Vió a dos 10- lIabiendo· al fin cedido el comerciante a su debos
i a un pequeño muchacho bebiendo en cIrio. seo, Janoo ató una cuerda al brazo del niño lobo, i
El caballero, acompañado de UD sir,iente, trató de le condujo de estc modo por todo el camino, haapoderarse
de él. Lo logró no sin trabajo: el mu- ciéndole llevar al mismo tiempo un paquete sobre
chacho desgarró los vestidos del caballero i le la cabeza. Mas dc una vez botó el pequeño salvamordio
duro a él i su sirvicnte. je el paquetc al suelo, i trató de fugar al monte.
Entre tanto los dos hombres lo llevaron en tri un- Durante los tres meses que J anoo lo tuvo en Luckfo
a Bondy; el príncipe lo alojó en una cho\';3, i now se mostró mas dócil, pero al fin escapó i no
le hizo dar carne por alimento. ti se le ha encontrado mas,
Despues de tres meses de inútiles trabajos para Dos meses despues lleg6 a Lucknow unn. mujer
sacarlo dc ese cstado salvaje, el príncipe se cansó enviad:1- por el Príncipe de Bondy. Ella contó que
i le dejó ir. Un cúmico de Tashmire lo tomó pro- seis años ántes, su hijo, eutónces de cuatro años de
bablemente con la esperanza de sacar alguna ven- edad, le habia sido robado por los lobos. Segun la.
taja; pero al cabo de seis meses tambicn el cómi- descripcion que habia recibido del protejido de J amico
se cansó, i lo cntregó a la caridad pública en noo, ella no dudó que este fuera su hijo. Se quedó
Bondy. Allá cometió el niño lobo. algunos 1'0008 cuatro meses en Lucknow para buscarlo pero cn
pequeños. vano.
Un dia robó un pedazo de carne al carnicero "El comerciantc, el caballero i J anoo, escribe
mahometano de la plaza. Otra vez del'l'ibó varias Sir 'V. Sleeman, están todavia en Lucknow, i
mercancías en una tienda de ropa hecha. Hl ten- todos tres me han afirmado la esactitud de los hedero,
enojado, le tiró una flecha que le atraves6 chos precedentes.'"
la picrna. En toda la provincia de Oude, los indíJenas ba-
En ese momento se hallaba en Bondy un co- blan de los niños lobos como de una cosa notoria,
merciante llegado de Lucknow para ofrecer S-:lS pero consideran imposible el domesticarlos.
mercancías al príncipe. Este negociante tenia a ~.-./
su servicio a un j6ven llamado J anoo. Este vicn- A V :1 S «) S •
do al niño lobo hcrido, tuvo compasion de él i le "LOS l\lISERAB-L-E-S-.-"-- sacó la flecha de la herida. Le preparó una cama al 11 1
lado de la suya i trató de quitarle la costumbre
de comer carne cruda, dándole a comcr solamente
arroz i otros alimentos vejetales. .
Durante algunos dias el niño lobo sc obstinó en
no comer nada. Entre tanto, habiendo persistido
J anoo en su sistema, el pcqueño salvaje cedió al
fin, pero se necesitaron quince dias de un tratamiento
severo para inducirle a tomar, sin oposicion, los
alimentos ordinarios del hombre civilizado. J anoo
se ocupó despues en quitar al cuerpo del niño
lobo su insoportable olor. Le frotaba de la cabeza
a los pies con una agua de mostaza. Estc tratamiento,
continuado algunos meses, disminuyó un
Esta interesante obra del inmortal Víctor Dogo, en
cinco tomos, edicion do lnjo, i al ínfimo precio de dos
pesos fuertes, se halla de venta en la imprenta de la
nncion.
SILVA & V ALE.N ZUELA.
ACABAN de recibir el muí fino i acreditado
Champaña "Comte de Villefort, p>'és.
Rheims," en medias hotellaR de cuello dorado.
Lo ... 'enden por mayor i por menory a precios
equitativos, en su almaeen, carrera de Vene.
zuela,. calle 2." número 65. 3-3
I~rrRF~ fA DE "EJ. l\IOsAH:O."
Citación recomendada (normas APA)
"El Mosaico - Año IV N. 34", -:Bogotá: Imprenta El Mosaico, 1865. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2093545/), el día 2025-05-01.
¡Disfruta más de la BDB!
Explora contenidos digitales de forma gratuita, crea tus propias colecciones, colabora y comparte con otros.