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PERIODICO DEDICADO A LA LITERATURA.
Serie III. Bogotá, 17 de Abril de 1875. Número 32.
......cA A~DEx
Recomendamos a nuestros lectores la leyenda del
bellísimo articulo que lleva por titulo" Las Abejas,"
joya preciosa de la literatura francesa y cuyo
autor es el celebrado escritor MERY.
LAS ABEJ' AS.
Problema espantoso.-La Abeja y Virgilio.-Orlgcn de la monar,
q\Úa en una. colmcna.-EI trabajo o:-gnnizado.-La. guerra.Un
Edan sin manz~M,-Vic:torias y conquistas.- uperioridad
de la abcjaamazona som-e el hombre soldado.-El genio de la
Invencion.-Experimento hecbo en una colmcda de cristal.-El
marqués de Ncgro.-Annrquia.-Gobicrno provisional.-Sufraglo
nniversal.-E1eecioll.-El drama dfl caracol y las nbejM.Consejo
do suerrn.-Car;;a.-Batalla.-Peripecias.-D c"~ nlace.
Recompeosa.
Vamos á abordar el más espantoso de los
misterios zoo16gicos y sin esperanza do resolver
un pro bleJlla, cuyo título es : la inteligencia del
elefante rn. el cuerpo del insecto .
Virgilio, aquel, alomon pagano que 10 estudi6
todo desdli ~l cedro hasta el hisopo, espantudo
61 mismo al ouservar las abejas no sabe ya
donde refugiar su penl:latnicnto, y olvidándose
otra vez de que es pagano, deserta del Olimpo,
abj ura el culto de los falsos dioses, el dogma de
la materia, las creencias del Tárbro y del Elíseo,
y entona el canto sublime del cristiano ántes de
rayar la aurora de Nazareth, y lanzándose hácia
el azulado firmamento, lo puebla de mundos y
proclama la inmortalidad del alma en el domi
llio divino de lo infinito. Nunca cosa más grande
sali6 do la meditacion de un pagano, puesto
que se anticipa diez y ollho siglos á nuestras
te odas y á nuestros descubrimientos modernos;
se hace plagiario de los sábios, nuestros contemporáneos;
arrebata á Saturno la iniciativa
de las creaciones de nuestro globo, recouoce en
el agua el principio de esas cosas: Oce'lnumque
pat1'em 1'erum, y sin tener la c61era del emperador,
sumo pontífice y plOtector de la religion,
reduce á la nada la teogonía de Hesiodo, destruye
el monte Olimpo, halla la vida en el cielo
y proclama la unidad de Dios.
La caída de una hoja revela á Newton un se·
creto de la naturaleza, el vuelo de una abeja
revela ti. Virgilio toda una religion, la que va á
nacer en J erusalen. Asi en Tibur * cuando
Virgilio, Horacio, Vario y Mecenas hablaban
de la naturaleza de las cosas con cierto estremecimiento
de terror nervioso, un enjambre de
ni Tiboll, ciudad del Lacio. (Nota del traductor).
abejas era más iutolerable á su pensamiento
que 1 enjambro de estrellas d~ la Osa mayor,
dc las P16yadcs y do Orion. Para calmar un
• •• • • poco sus ImagmaClOnes lDquIetas en presencia
do enigmas tan desoladores, aquellos grandes
hombrcs se veian obligados á rasgar el libro de
sus primeras creencias y se refugiaban bajo las
alas infinitas del Dios desconocido.
j Ouántas veces he creído yo mismo sorprender
las causas de aquellos terrores de Virgilio,
cuando peregrino cn Tibur y corriendo desdo
al álamo blanco, amigo de los rios, al fresno,
amigo de los bosqu~s, descubría un enjambre
de abejas en el huoco de las rocas 6 de los árboles
j sobre todo al pensar que aquellas mo,
narquías, hechas de un pueblo que vive siete
años, atraviesan las generaciones y los siglos,
eternamente reproducidos sobrc el suelo de su
cuna, y que acaso me era dado ver las herederas
directas de las mismas dinastías uacídas á la
vista y por los cuidudos del maravilloso poeta
latino.
.' .... N eque enin plus septima d ucitur reatas
At genus inmortale manet ...
En efccto, bion merecian un himno de Virgilio
las obreras misteriosas que componen sobre
la tierra ese dulce ?'Celo celestial, llamado miel.
Sin embargo, el más humilde de los naturalistas
tiene el derecho de añadir su pequeño capítulo
al interminable libro de la zoologia. Se
escribirá la última palaln'a acerca del homb1'e j
pero CtCeTca del elcfan/'e jamás, ha dicho un indio
~ábio. La misma máxima puede ser aplicada
á lfa. abeja. Esta es hoy mi disculpa.
Siendo la croacion de la abeja anterior á la
del hombre, se puede creer que este noble insecto
ha inspirado la primera idea del gobierno
monárquico, y aun de la antigua ley que daba
el cetro á la mujer, lo cual hace el cetro más
dulce. i Oosa notablo! aca o haya todavía hoy
en algun valle desierto de Sicilia y en el hueco
'de las piedras pomez, pumicwus cavis, colme.
nas naturales amadas de las abejas; allí habrá
moscas de miel que viven bajo el régimen monárquico
hereditario, desde la primora piedra
pomez del Etna y que jamas han becho una revolucion
para ensayar el gobierno representativo,
6 la república, 6 la anarquía, 6 el triunvirato,
6 el directorio ejecutivo, 6 el justo medio.
Aquellas abejas sicilianas han tenido siempre
una reina, no elegida, sino reina por dereoho
legítimo de nacimiento, y la han rodeado siempre
ddl mismo afecto, servido con el mismo celo
y defendido con el mismo valor en las horas de
peligro. Su historia de sesenta siglos no contendrá
ni Ulla sola revoluciono
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250 LA TARDE
Eso gobierno instituido por las abeja podria
servir de modelo á, los hombres, si los hom bl'(, s
se decidiesen un dia á, copiar un buen modelo.
Nada más admirable que lo interior de una colmena.
Todo el mundo trabaja; cada súbdito
desempeña la tarea quc se le impone y sirve al
pais segun su capacidad relativa. Las unas, dotadas
del instinto de las previsiones atmosféricas,
observan el estado del cielo, y se oponen á
las sali.
muralla tapizada de acacias de suaves olor s y
un pequeño lago alimentado por la h rmo [\
fuente de aint-Pons y bordado do cipresos,
cuyos cascabelillos brillaban al sol. Expcriment1.
base un encanto inexplicable en respirar el
aire de aquel va.llo, donde los pinos mezclaban
al menor soplo de la brisa sus perfumes y sus
conciertos. i en aquel tiempo venturoso MI'.
de Albertas, propiotario dc Gemenos, el Tempé
de la Provenza, mo hubiera dado la única casita
que animaba aquel paisaje y el jardin
dondc crecía el girasol de rayos de oro, donde
se arrastraba la sandia y donde la vid trepaba
sobre el emparrado, habría hecho voto de no
abandouar jamas aquel Eden sin manzanas, y
lo hubiera cumplido religiosamente. La pobreza
ó la ambician empuja hácia el Norte laborioso
á los friolentos obreros del :Mediodía. No fué
la ambician la que me decidió.
Una colonia de abejas emigrantes pasó como
una nube sobre aquel valle tesálico; la reina,
que problablemente sabia geología se enamoró
de la serenidad odorífiica del paisaje, y arrastrando
á todo su pueblo, tomó posesion de un
viejo pino, agrietado por el tiempo, y aislado
como un anacoreta sobre una roca pelada en las
inmediaciones del lago de los cipreses.
La llegada de aquel enjambre alado fué inmediatamente
comunicado por un centinela al
pueblo de las abejas, mis amigas y arrendatarias
legítimas del valle. La reina hubo de alarmarse
al ver aquella invasion de abejas sarracénicas
; pero se condujo como una reina inglesa
ó española; disimuló noblemente su emocion
y representó el estoicismo con arte cousumado.
¿ Dió órdenes? Esto es lo que ningun oido humano
hubiera podido escuchar. ¡ Ay! ¡ so-n tan
imperfectos nuestr0s sent.idos! pero casi en
aquel mismo instante jóvenes y ágiles !lbejas
emprendicron su vuelo, y haciendo punta hicia.
el Oeste, como para ocultar su verdadera direecion,
volvieron á. tomar el camino del Este por
la via del aire y se cernieron sobre el pino aislado
como para. examinar la. nueva. colonia, contar
sus fuerzas y dar cuenta. fiel de su posiciono
IJlevada á cabo con buen éxito esta aventurada.
expedicion, volvieron al palacio de la reina,
y al poco tiempo sobrevino en el ~eino agitacion
extl'aordinaria. El grito de guerra fy.é lanzado
en un zumbido sonoro, y cada abeja abandonó
la comenzada tarea y aguzó su dardo. Allí nohubo
otra proclamacion.
Al rayar el alba del siguiente dia fueron
abandonados todos los talleres de miel y de cera;
y las abejas todas, á. excepcion de las enfermas
y viejas, las pobres viejas de siete años, se
reunieron delante da las colmenas en continente
marcial. La reina revoloteó sobre las filas, y su
belicoso zumbido se asemejaba bastante á uno
de esos discursos que Tito Livio pone en boca
de los cónsules ántes de una batalla. N~die
comprende, pero todo el mundo aparenta comprender,
y jura vencer ó morir.
A la señal dada la reina remontó su vuelQ y
el ejército la siguió, oyéndose tan extraño .ruido
que habria sido imposible creer que sCJD.ejant~
concierto saliera dc una reunion de insectos, si
el valle no hubiese estado desierto y silencioso,
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LA TARDE 251
como la cima de una montaña perpendicular.
Algun tiempo uespues, cuando el cura de
o.q uel pueblo me enseñó el latin, hallé:í Yil'gilio
mny verídico cuando habla, :í propósito de
los combates de las abejas, del sonido d el?"onr: o
b1"Once, de los g1·itOS belicosos y de las voces que
imitan el sonido de lcts trompetas, El ejército
llegó al campo de los usurpadores, y los atacó
vivamente con el valor que dá la buena causa.
Inmediatamente dos nubes de abejas cubrieron
el campo de batalla, y la peloa se hizo general.
Jamás el Termodonte * vió desplegar tanto hel'oismo
en el supremo dia de las guerreras amazonas
Las dos reinas enemigas se buscaban
para luchar cuerpo á cuerpo, como Aníbal y
Escipcion en Zama; pero los estados mayores
envolvian tan perfectamtnte á las dos augustas
personas, que el duelo real fué imposible, Los
oficiales de la corona, los ministros, los cortesanos,
los favoritos y las favoritas se dejaban
matar para defender la vida de las soberanas,
y los cad:í.vel'es llovian como copos de nieve en
medio de un tumulto que daba cierto cal':1cter
épico :í aquella lucha de mosquitos. La batalla
duró una hora; es la propol'cion relativa ti. la
de l\IosKowa.
la humanidad_ ¡ Cuántos Héctores ha habido
despnes! j y cuántas oxcusas tomadas de la
lliada, poema donde los -valientes de la víspei'a
son los cobardes del dia siguiente.
Sin embargo, notam:>s una diferencia en favor
de las abejas. Cuando los hombrcs se baten,
hay siempre un ejército que acaba por tO:llar
denodadamente la fuga, y los fugitivos llegan á
ser héroes en mejor ocasiono Despues de una
batalla de abejas no hay más que vencedores i
los vencidos se dejan matar hasta el último.
Esto es mucho más lógico_ Las batallas de los
hombres, sobre ser cosas abominables, no ticnen
siquiera. sombra de sentido comun. Si os
reunís para exterminaros, exterminaos; pero
i baldon sobre aquel que, viendo un terreno cubierto
de sangre y de oadáveres de sus amigos,
muertos en defensa suya, comete, so pretc:xto
de q ne está. vencido, la infamia de la fuga ó de
sálvese el que pueda. Esta es una cobardía. qUI1
no tiene disculpa, inventada por los héroes
griegos y romanos. j Terencio Vlll'l'On se escapa.
de Caunas con cuarenta mil desertores, y el senado
le felicita! ! ! Nuestros amigos han m.lerto,
decian los fugitivos, mañana los vengareruos.
Pero ¿ porqué no los vengais hoy, ya que estais
aquí? Mañana puede venir la paz, y no serán
vengados. Puesto que estais en el campo de
batalla, teneis siempre un enemigo delante de
vosotros: matadlos ó dejaos matar. Este es
vuestro oficio, no huyais. No deis lugar á que
un historiador cobarde escriba esta eterna frase
tan deshonrosa y cómica: JJespZtes ele la victo?
ia jaenyl't perseguidos y acuchillados gmn número
ele enemigos. Solo la noche puso fin á la
ca?" nicería. Más de trecientos mil fugitivos han
mordido el polvo y han sido destnzados por el
encarnizado vencedor. Si se hubiese establecido
en principio, como punto de honor imperioso,
que la fuga deshonra al soldado, se habrian suprimido
todas las batallas. En el fondo de todos
10sJieroismos hay siempre un grano de cobardía.
Héctor hui a delante de Aquiles, y este
desgraciado ejemplo no ha sido perdido. Homero
dormia ouando inv~ntó el combate de
aquellos dos héroes, y hacia muy mal servicio'
• Sorl'onuOIl, rlo de Maeedonla. (Nota elel lraductol'l •
•
Un campo de batalla sembrado de cadáveres
es indudablemente un espectáculo triste de ver;
pero el sentimiento do conmiscerucion es pronto
modificado por una reflexion filosófica muy natural.
Esos hombres que así han caido en la flor
de su edad por un pretesto que comumente ignoran,
teniendo todos el uso de su razon, una
idea religiosa en el espíritu, un gérmen de ternura
en el corazon y nna chispa del rayo divino
en el alma, y ved á donde los ha condncido el
olvido de las facultades recibidas" en qua pe/"duxit
miseros, corno dice Virgilio, pero i tal es
la pena de llevar el título de hombre y pertenecer
al género que se dice humano!
Una sola vez en mi vida, y cn ese período
de mi infancia de campesino, vi un prado oubierto
de cadáveres de abejas, y el sentimiento
que experimenté anto aquel espectáculo no se
ha extinguido jamas, Reconocí á mis abejas victoriosas
por la valentía de su vuelo, y sobre
todo por la direccion que las llevaba á su antiguo
dominio. Las que veia tendidas en el campo
de batalla pertenecian á la colonia viagera
y á las esforzadas falanges que habian muerto
en defensa de su reina y del buen derecho, lo
cual era de lamentar por una y otra parte, porque
aquellas pobres abejas, vagando al traves
de los bosques y valles, no pensabán c.n hacer
una invasion conquistadora sobro los dominios
de otros; habian creido sin duda que las flores,
los perfumes y las aguas vivas y el azul del
cielo pel'ten,;cian á. todo el mundo, y expulsadas
de su primera y querida patria por las asechanzas
dellagflJ'to, el pico del abejaruco ó las exhalaciones
de un cadáver de pájaro perdido por
el cazador, habian abandonado con tristeza las
riberas matornas para buscar una tierra amiga
y volver á empezar su noble trabajo de todos
los dias. i Ay! las abejas tienen tambien sus
destinos. Aquellas infortunadas emigrantes habian
hallado su Lacio, como los troyanos de
Eneas i habíanse entregado á. una alegría infantil
viendo un porvenir de felicidad dom6stic
a y de trabajo no interrumpido, y la fatalidad
las empuj:lba al dia siguiente de un sueño de
oro á una batalla de ex:erminio. Cunndo se
piensa en lo infinito de la creacion, y aun cn
esa partícula de aire donde se mueve nuestro
humilde .i tema solo.r con sus cincuenta. y dos
planetas, partícula de sesenta y sei mil millones
de leguas cúbicas, se debe dar la misma
magnitud ó la misma flxigüidad tí todos los seres
de nuestro pequeño globo. Estos cálculos
desoladores trastornan toda.s las proporciones
conocidas, y en la óptica del ef'panto prestan al
al'ador la talla del elcfante, Ldmitido esto,
seria más humano dar l¡\grimas á. un campo do
batalla de abejas que á las desgracias de carton
expuestas en un teatro del boulevard.
Muy pocos animales están dotados del genio
de la invencion. En general, cada espeoie sigue
con fidelidad monótona. las tradiciones de su
instinto en sus movimientos, actitudes, apetitos,
pasiones y hábitos. La invencioo supone un
pensamiento, y el pensamiento no es el l'esul-
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252 LA TARDE
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tado de un instinto. El perro del monasterio ' cosas á una de esas repúblicas efímeras, donde
que viendo al torno llevar un plato . de comida todo el mundo otorga el mando á todo el muná
cada campanillazo que se daba, imaginó lla- do, bajo la condicion de que nadie obedezco,
mar tambien para robar un plato, no b izo una Jamas hemos podido saber si el sufragio unicosa
por instinto, sino que inventó. El instinto versal funcionó en aquella oca ion; mas para
DO aconseja á los perros llamar para atrapar de todos nosotros fué evidente que acababa de ser
esa manera un pedazo ele carne. Oierto que es- elegida una reina, la cual recibia los homenajes
tos ejemplos son raros; pero cuando los vemos de sus súbditas. Desde aquel momento, el traen
las abejas nos admiran mucho 'mas que en bajo, esta imperiosa necesidad de las abejas,
las razas superiores de los perros y de los comenzó en el pequeño reino de cristal; verdad
elefantes. es que hubo algunas viudas experimentadas que
El naturalista Daubenton ha hecho en una deplorando la au encia de las condiciones más
colmena de cristal un experimento muy curioso; indispensables á la vida de las abejas, pro tespero
se ha contentado con indicar su resultado, taron contra el aturdimiento de las jóvenes;
sin entrar en el drama y los detalles. El mismo pero este cisma no duró, .pues una señal de la
ensayo vi haCf:'r en la villeta del marqués di reina sofocó en su gérmen aquella oposicion de
Negro en Génova, y _ no creo que la zoologia nna minoría facciosa, y todas ya de comun
produzca un hecho más curioso. Solo debo acuerdo dieron muestras de obedecer á este
decir que el drama d~ la villeta es más com- pensamiento filosófico: "Vivamos hoy, mañana
plicado en su ejecucion que el del J ardin de no existe."
las Plantas de Paris. Las abejas italianas, ali- Los efimeros, esos insectos del rio Hypanis,
mentadas con los jugos poderosos del valle de no viven mas que un dia, como lo indica su
Lerbino, y los perfumes del golfo de Liguria, nombre, y pasan alegremente la existencia judebian
sobrepujar en inteligencia á las abejas gando y loqueando sobre las flores, y nosotlos,
de la calle l\louffetar. mortales raciona les, ¿ no somos tambien efi-
La ley solar del clima que se aplica á Virgilo, meros para los habitantes de Satul'Uo, Júpiter
Rafael y Rossini, tiene tambien su aceion, des- y Urano, y de otros mundos de!:'conocidos 6
cendiendo la escala, sobre todos los seres ele la invisibles que emplean treinta años en hacer su
creacion, en la península de las flores, de los Ji- revolucion al rededor del sol?
moneros y del sol. Así, pues, los que quieran Al concluir este primer dia las inquilinas de
hacer la misma prueba deberán apreciar su la colmena de cl'istr 1 no solo se hallaban resigmarcha
y resultado segun el grado de latitud. nadas, sino 3atisfechas; habian vuelto á sus háObtendrán
acaso mejor éxito que el marqués di bitos; los zumbidos anunciaban la alegria y la
Negro, 6 rnénos completo que Daubenton, pero quietud, y la reina, radiante de orgullo maal
fin alcanzarán siempre un resultado. ternal se paseaba por entre las filas de abejas
En un kiosco aislado, domiU'lnd~ el golfo y y parecia prometer á todos un largo porvenir
la ciudad de Génova, fué colocada. una colmena lleno de felicidad.
de cristal sobre una mesa, La parte superior de El hombre vehba; el hombl'e, ese tirano de
la colmena, que era convexa, tenia muchos agu- los animal('s, que se q u~ja cuando es devorado
jeritos casi imperceptibles. En el centro de la por un tigre, y i sin embargo habria ya devomesa
habiau hecho una pequeña trampa, que rado á todos los tigr('f! del mundo, si los foncorrespondia
al centro de la colmena, y colo- distas acostumbraran á, asar chuletas de ellos!
caron circularmente apoyándolos contra 10.3 pa- A média noche, la trampa de qU9 he hablado
redes ramas de tomillo con flor. Un jardinero se abrió, y una mano pérfida y humana introque
vivía. en intimidad con las abejas de la vi- dnjo un enorme caracol en la colmena: en selleta
introdujo hábilmente un enjambre en la guida volvió á cerra:5e la tra.mpa.
colmena de cristal. Instaladas ya. estas inqui- Ouando el primer rayo de luz caiga sobre la
linas en u nueva habitacion, en cuanto ama.- colmena, va á comenzur el drama .v á tomar
neció al dia siguiente tomamos todos posicion proporciones de iuteres que ningnna obra maes·
de observadores detras de unos agujeros hechos tra de Shakspeare ha tenido jamas en Oonventen
la pared ménos alumbrada del kiosco. El Garden.
puesto era favorable, porque veíamos .sin ser Un zumbido lamentable, como el Qual mesto
vistos. gemito de Semíramis, resonó dentro de la col-
Al primer rayo de luz las abejas expresaron mena de cristal y reveló una sorpresa extraorsu
sorpresa por medio de una inmovilidad que dinaria. Las abejas, rolocadas circularmente
se pUI'ccia á la prolongacion del sueño; todos como en las gradas de un anfiteatro, miraban
- los animales inteligentes se mantienen en guar- al m6nstruo a1'maclo de c-um'nos amenazad01'es,
dia más ó ménos tiempo des pues de un cambio y todas las alas temblaban sobre los talles,
repentino de domicilio. Las más atrevidas del como las túnicas sobre el seno de las trágicas,
enjambre se decidieron al fin á haoer el exámen cuand'l en el quinto acto se entona una plegl\l'ia
de su nueva casa, tomando las más minuciosas ó brilla un puñal.
precauciones en esta investigacion de lo El mónstruo por BU parte estaba poseldo do
nocido. El iuforme que dieron á sus hermanas gran terror, y no se atrevía á arrastrarse para
fué probablemente muy favorable, puesto que hacerse el muerto en presencia de tantos formial
punto se pasearon y revolotearon todas con dables enemigos. Todos los animales tienen,
alegre seguridad. por tradicion de instinto, exacto conocimiento
Hácia la mitad del dia reinaba cierta anar- de sus enemigos naturales, desde el rinoceronte,
quía en la colmena, y amenazaba comprometer que tiembla al enoontrarse con un elefante por
el 6rden público, asemejándose tal estado de primera vez, hasta el gato, que enarca. el lomo
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LA TARDE 253
y se espeluzna y ejeeuta nn dia.pason agudo
ante el primer perro quo distingu . IntroducidQ,
pues, en aquella. colmena un lagarto ó un
abejaruco, habrian calla-ado un e· panto que
ninguna reftexion hubiera podiddo disminuir
Ó calmar. En prosencia de un aracol d lúa suceder
otra cosa, porquo 1 in, tiI!to do la abeja
no reeonoce un enemigo natural en aquel animal.
Asi es que pronto sucedió al terror la admiracion,
y todas ~e aprestaron á la defensa,
porque al :fin ¿ qué v nia. ti. hacer en aquclla
colmena tan honiblo mónstruo? (. Cómo habia
penet"ado en ella? ¿ uáles rau su~ intenciones?
Do seguro no venia como amigo; su
invasion noctllrua anunciaba proyectos culpabIes;
un amigo de la ab(\jas so ha bria prcsontado
á la luz del dio. con la cabeza erguida, sin
cuernos y sin coraza. Era, pues, n cesario obrar
segun las tradiciones de las razas guorreras,
reflexionar con calma y defender con valor el
terreno invadido.
Tales fueron sin dud¡¡. las reflexiones qne agital'on
en tan solemne instanto á aquel puoblo.
¿ Quiéll no adivina los pensa.mientos do los animales
inteligentes cuando Ilf'gnn á la accion?
Entre los hom brcs e. f;\ admtido qua en los
momentos de pcligro suba nn general á una co·
Jina y lance sus !;oldados al I1nno e:igui6ndolos
con un anteojo. Las abejas no conocen estos
usos, que por otra parte haca n muy bucn efecto
en los cuadros de batalla. Las abejas hacen pre·
cisamente lo contrario, como en a(1 uella ocasion
pudimos todos observarlo. La hbroica soberann
de aquel reino de cristal se sacrificó por la salvacion
de su pueblo, como Cad ro, el rey de
tenas, que inmortalizó Virgilio, pensando en
las abejas, /¿aubes laudes o.'dri. Abandonó el
ramo de tomillo que le flervia de trono, remontó
BU vuelo, y pasó rasando la bóveda do su
colmena, y despueil de haberse cernido sobre
el mónstruo, Be lanzó de repente sobl'e su coraza,
como hace una paloma de la India sobre
el lomo de un elefante. El ejército aplaudió con
un zumbido armonioso y permaneció sobre la
colina.
El mónstruo no se movió, y aun parecia no
sospechar siquiera que una reina formidable se
paseaba sobre sus e:::paldas.
La Antiope alnda hnbia concebido muy bien
8U plan de ataque; nada aventuraba y tonia
completa fe en el 6xito. l~ntretanto nosotros estábamos
con tamaños ojos ubiortos, mirando
aquella escena con la misma aV'idcz que si se
tratase de una lidia de toros en un circo español.
Silencio profundo reinaba dentro de la eolmena
de cristal.
La reina aguzó su dardo con BU trompa, lo
que me hizo pensar en Virgilio: spiculaque
exacuunt Tostns, y avanzando con precaucion
picó vivamente entre los dos cuernos la oabeza
del caracol. La herida no podia ser profunda;
pero los cuernos y la cabeza desaparecieron al
punto, quedando ~olo la concha. Oyese un zum.
bido de victoria i pero la reina, dotada de una
sagacidad milagrofla, no tuvo nun por 'ooneluida
8U obra i habia. picado uoa piel dura, y oomprendia.
que se necesitaba mas de un zaeta.zo
para matar un mónstruo ta.n cOl'iáceo Así es
que aguzó de nuevo iU arma embotada para.
1
disponerse á dar otra lltnzad~, cuando el. mónstrua
experimontase la nocesldad de rcsplrar.
El cálculo era ingenioso y bu('no. , o pena ele
ahogarse y sepultarse á sí misnto en su tu.mba
portátil, el caracol so aventurÓ á ~o.car primeramente
un cuerno, lue. go dOA, despues la .c a--
boza. qua tuvo que retirar ~on nuova pre?llJl-tacion
al scgundo saetazo dIsparado más VlgO-rosamente
que el primero. .
N ndio en t:·o los ospectadoros compren dló ont6nces
el cambio de pcnsamiootos ó dc lenguaje
entro la reina y su pu blo ; pero h6 ~q~{ la conjetura
probnble qua obtuvo 01 ascnLJmlento gonoral.
Ln rein:\ hahia empll)ado tanto ardor on
aquelJa segundo. e & to c~da, qll:e hab.ia. dojado inservible
su dardo haCIendo lInpo:nblo su tercel'
asalto. Iomedjat~mente se destacó una aboja y
vino á reemplazar con su arllla nucva á.la rcion
en la. trinchera del sitio. Ent/locOS Vimos comenzar
otra voz la misma operacion de ataquo
con los mi$mos ioeidentes. Era una lcccion de
e grima que uua mnestra ha?ia ell s ciiad~ :i. h..ibiles
discípulas j y las lllas Jóvenes y dle~tras
vinieron sucosivamento i ontregar ° al Inlsmo
ejercicio j pero sin confnsion, con 1!n órJcn anmirable
, como si de antemano hubIesen tomado
número de inscripcion Ó contestascn IÍ un llamamiento
nominal. Luego que '¡na aheja daba sus
dos saetazos, lovantaba el vuelo y volvia á la.s
filas sobro las ramas del tomillo. , 010 quedaba
la roina, en el puesto del peligro para animar
á las débiles con su presencin.. .
En esta 10.1'0-3 lucha el estúpIdo caracol habla
recibido de la~ abojas tan fuerte contingente d~
efluvios oléctricos qua hizo un progreso CIlSl
imposible en su e'speoíe i conoció la cólera, el
el valor v la clesN;perfl.ciou, y cambió su nnturaleza.
Ávergol1zado de dejarse matar en detall~
y sufrit· nquel martirio de 0..1 fil c.ra7.os, por la neecsidad
intermitente de respHoclon, aceptó francamente
el combato, salió do su ti onda como
Aquíles y expuso IriS dos tereeras l~nrtes de su
cuorpo á los gol pes de los en.oI1llgos, ren unciando
{¡ sus mo\'Ím ien tos do retlr:Hla.
Al ver asta nueva táctica la reina lanz6 un
gl'ito, sc precipitó sobre el mónstr~o, y todo el
ejército úi6cutó una carga on 'rcmoh~o corno un~
sola abeja. '.rreínta en ayos lo menos noeesltarian
los oomparsas dol Circo par?,. hacc~ una.
maniobra semejante con tanta prec.IslOn lmea~,
Aquellas humildes moscas Ilpr~ndleron :~I P~'Imer
golpe tan vietoriosa evolucloo. El oJ6rClto
describia un a eclipse perfocta, cuyo centr~ era
01 caracol. Ninguna falta de compis rompla en
un solo punto la rcctitu~ ~o aquell?-. figura geom6trica.
Cada abeja esgrimlasu agu1Jon al pasa~,
y volvía á tomar su número de Ól den con la ápl
destreza de un clown. Un zumbido general y de
un tono agudo y oncarnizad? sobr~ 01 mismo
diapason acompañaba á la mamobra, sm el me.no.r
desafinamiento; hubi6rase dicho que un habll
maestro de colmena habia. compuesto para 108
peligros supremos aquella Ma1'sellesa de las
abejas.
El pobre oaracol, aturdido con n;quel es~r6-
pito, ciego con aquel nublado de abepe y herrdo
por mil picaduras, no pensó siquiera en envolverse
en su mooto, oomo C6sar; dejó oaer sus
euernos, como un deseador deja caer sus remos
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254 LA TARDE
:,lnte el naufragio inevitable, y sucumbió á los
últim os disparaJos por la reina y su estado
mayor.
Cre íamos que aquí con cluiria todo, como en
las tragedias, con la Uluerte del héroe. Los
hombres son niños alIado de las abejas. Se nos
preparaba un de enlace más curioso que el
drama, y que debia dar p or completo la razon
al infalible po e ta d e las abejas: es se apiban
pmtem ilc vin re m e1ltis. Sí, Virgilio decia la
verdad; un rayo del Altísimo ilumina á los no·
bIes insectos de la miel. ¿ Por qué ese divino
poeta no habrá consagrado á las abejas las anéc·
dotas de los detalles, ya que tan perfectamente
las conocia t ¿ Por qué su canto maravilloso no
La descendido jamas á la charla lugareña, ya
que asistia á. las veladas de los cam pesinos de
Mántua y de Tibur? En fin, contentémonos con
lo que nos ha dado: jamas el punzan autiguo y
la pluma moderna han escrito nada más bello.
Si hubieran podido fabricar colmenas de cristal
en Roma, me decia el marqués di Negro,
hubiera descubierto Virgilio lo que nosotros
vemos. y tal vez no hubiéramos tenido el episodio
de Aristeo, le dije yo, y prefiero Orfeo el
caracol.
Miéntras hablábamos de estas cosas en la villeta,
las abejas platicaban entre sí más séria·
mente que nosotros. La alegría del triunfo fué
corta en la colmena de cristal; profunda cons·
ternarion y silencio óepulcral sucedieron al ruido
de la victoria. Estaban indecisas, taciturnas, in·
quietas, no sabiendo qué partido tomar y justi·
ficando de este modo el verso de su poeta:
clausis cuuctantur in cedibus.
-Parece que no ha concluido la pieza, dijo
el marqués di Negro; volvamos al palco.
y cada uno volvió á tomar su puesto de
observacion.
Al cabo de una hora de congeturas, lo comprendimos
todo; pero nuestra inteligencia no
nos sirvió de nada para hallar la solucion de
de aquel enigma; preciso fué que viéramos un
principio de ejecucion en el acto final.
Las abejas, esas amigas de las flores y de los
perfumcs, tianen una delicadeza de olfato excesiva
i temen las exhalaciones fétidas, se alejan
de los osarios frecuentados por las aves de rapiña,
y cuidan de llevar ellas mismas muy léjos
de las colmenas á las abejas muertas, segun observa
Vil'gilio :
...... Corpora luce carentun
Esportan tectis
lida de una colmona sin puertas? Todas las mi·
radas se fijaban en la reina, y la reina meditaba.
Mucho se elogia á los ilustres inventores de
los expedientes espontáneos, IÍ los hombres que
crean un procedimiento salvador en las crisis
invencibles; Annibal, que se abraza á los cuero
nos dc los toros; Cayo Dlfilio, que arma. de es·
polones á sus triremes; Sipcion, que hace atacar
la falange de Zama por la oaballerio. de Lelio;
Richelieu, que apunta el cañon sobre la columna
de Fontenoy y Napoleon, que rompe el
hielo de un lago con su artilleIÍa en Austerlitz;
pero todos estos proccdimientos debidos á una
cabeza de genio no equivalen á la accion de la
abeja que, obligada á ponerse en viaje con una
brisa. muy fuerte, agarra una pieclrecita con sus
patas {~ fin de llevar lastre y luchar contra el
viento. Y aun l'sta ingeniosa invencion vale mé·
nos que el descubrimiento hecho en una colmena.
manchada por el cadáver de un caracol.
La reina, como siempre, dió el ejemplo, dominó
heróicamente su repugnancia y colocán·
dose sobre el cadáver del mónstl'uo destiló algunas
gotas de esa liga pegagosa de que habla
Virgilio: collectun giúten. y que sirve para cerrar
las hendiduras de las colmenas Este glúten
dió lugar á la invencion del cimento romano on
el siglo de las G-eórgicas. Todo el pueblo f~é
puesto á contribucion para proporcionar el mlSmo
contingente, y no hubo ni una recalcitrante
entre todas las abejas. El impuesto del glúten
fué pagado con un suplemento de oera votado
con entusiasmo, en términos que al terminar el
dia la suma total cubría cl cadáver y su concha;
pero como las abejas son Il.l'tistas no quisieron
dejar una maSa informe de cimento en medio de
la colmena; habrian ofendido á la vista tan
tosca fabricacion y aquel sarcófago sin reglas.
La misma reina puso manos á la obra, y con el
auxilio de las mejores artistas, dió al sepulcro
del carocol una forma elegante y simétri::a que
se asemejaba mucho al tipo egipcio piramidal.
Concluida la obra, todo el pueblo se entregó
locamente á la alegria, porque. la .vi~toria er.a
completa y no dejaba para el dla slgUlente CUldados
ni re:lIol'dimientos. Las abejas se hu·
bieran entregado en seguida al trabajo; pero
la reina autorizó la~ diversiones hasta. ponerse
el sol, y aun se dignó mezclarse á la pública
aleO'ría como un simple particulal'. Cuando llegó
la ~oche, cesaron los zumbidos y e.l silencio del
sueño reinó en la colmena de cnstal. ¿ Hubo
sueños de oro? La respuesta afirmativa tiene
probabilidades de ser una verdad.
En fin, tienen toda la delicadeza refinada,
toda la sensibilidad exquisita y todas las repug·
Dancias nerviosas de las más remilgüdas damas
de nuestra aristocracia. Ahora comprendereis el
súbito terror que se apoderó de nuestras abejas
victoriosas, cuando vieron el cadáver del mónstruo
tendido en medio de la colmena y haciendo
temer la invasion de la pe¡¡te, despues dc una
putrefaccion próxima, en el mes de junio: Este
lance era para hacer arrepentirse del triunfo.
Todos los esfuerzos de las abejas reunidos no
hubieran podido leva.ntar aquella gran mole, y
suponiendo que por un prooedimiento de ' tiro
hubiera. sido posible transportar aquel cadáver
adherido á, BU concha, ¿ dónde ee hallaba lq, sao·
Despues de estas dos maravillosas jornadas
bien merecia una recompensa. aquel noblo enjambre,
y el marqués di Negro, poeta como
todos los italianos, saltaba de gozo como un
niño al dar á aquellas abejas en patrimonio he·
reditario el terreno que, segun Virgilio, goza
de todas las condiciones favorables á esas
amantas de las flores, de los perfumes, de la
sombra y de las aguas. Les preparó colmenas
hechas de mimbres flexibles, vimine lento,- la!
colooó en un rincon del jardin donde no penetra
jamas el mal olor de los pantanos, o«or
€lami gTavis, ni llega el eco de los valles. Las
abejas detestan los ecos, y no tienen razon, porque
son los papagayos de las montañas. Todos
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LA TARDE
los tejos do las inmediaciones fueron cortados;
las ahejas aborrecen l os tejos, y t.ienen razon, porque
el tejo es el árbol del frio, frig o?'a ta x ~. Se
prohibió á los campesinos dl' los contornos coger
cangrrjos; las abejas tienen horror (~ los
cangrejos cocidos, ?'uo entes foco concros, y dan
en lo cierto; j son objetos tan horribles, con
tantas patas! Tampoco gustaban á Virgilio.
En fin, dispuesto y arreglado todo de esta
suerte para la mayor felicidad de la nueva colonia,
trasladó el jardinero la colmena de cristal
al terreno señala.do, la volcó suavemente :íntes
dc los primeros albores del dia y se retiró
sin hacer ruido.
Cuando el sol iluminó aquel espléndido paisaje
de la ciudad, de los jardines, de las montañas
y del golfo de Génova, las abejas, revoloteando
por el aire libre, prorun:pieron en un
zumbido de alegría y agradecimiento, cuyo tema
musical recordaba el celeste man placata de
Moisés, el himno más tierno y conmovedor que
la tierra ha enviado al cielo'
-j Vivid dichosas! les dijo el marqués di
Negro.
Preciso era tambien tomar el vívite felices,
como último adios, del inmortal poeta que ha
can tado las ab':ljas en la lengua de los querubines
MEBY.
• . : .
REVISTA DE LA SEMANA,
Dichoso aquel que no ha nsto
Más campo que la Sabána,
Ni más rio que el de Funz:J,
Ni más wagón que la cnjalma,
Pues aunque bicn puede SCl'
Que se encuentre hecho una lástima,
Con estrecheces de bolsa
y más estrecheces de alma i
Con romadizo perpetuo •
y joroba cuotídiana
Bajo el yugo de la peste
y los callos, y la capa,
y los caños, y la chicha,
y las ronchas que le esta.mpan
En la epidérmis las pulgas
Yen la frente las ventanas
y en el corazon los pobres
Con su exhibicion de llagas,
y en el fisco los empréstitos
y las prendas y las trampas;
y aunque no tenga más goces
Que la misa en la. mañana,
Ajia.co y olla 1, las tres,
y por la noohe la cama,
Con lijeros desenfrenos
De un paseo por las Aguas
Retreta domingo y juéves
y en la tarde algo de charla.;
y aunque ~a un purgILtoIio
Su doméstico programá¡
Troya eterna, gresca horrible
•
De amos, niñoA y crlaua s ;
y aunque c a du in g rato sorbo
(Si hay en cas a qui ou so lo haga)
Lo cueste una inuiges tion,
Un reniego, una pringarln, :-
Sin embargo, e l inoc ente
Es feliz, porque no alcanza
A sospechar que otro modo
De vivir en 01 mundo ba.ya;
Cree que todas las esposas
Son cual la suya, una Parca,
y todo viejo una criba,
y todo pobre, de ruana.
y es feliz, porque está cierto
De que nue tras cuatro tapias
Son la Arcadia venturosa
De que los poetas hablan;
Porque solamente aquí
Crece el trigo y corre el agua
(Aunque sabe Dios por dónde
y revuelta con qué ámbar)¡
y sólo aquí hay apetito
y aire y cielo y casa y cama
y amor en las hijas de Eva
y en los hijos de Adan gracia i
y porque ef>ta Bogotá,
Tal vez por lo mal lavada,
Tiene cierta pegapega,
Cierta cosita que encanta,
Que embelesa, que fascina,
Que satisface, que amana,
Que agradablemente pica
y sabrosamente rasca
A todo aquel que no ha visto
Más campo que la Sabána,
Ni más río que el de Funza
Ni más wagón que la enjalma.
II
Perdona, Manuel Briceño,
Si al cumplir lo que me manda'S
N o me ocurre otra más fiel
Revista de la semana i
y si acaso al escribirla
Toqué tu plata labrada
Recuerda que es tambien mía
y que todo queda en casa.
Figúrate tú que estoy
Con una pulga en la espalda,
Situada en el punto adonde
Ni izquierda ni diestra alcanza;
En aquel Í0rtin precioso,
Privilegiada butaca
Por la cual darán las pulgas
Hasta un ojo de la cara,
y por cuya posesion
Para chupar á mansalva
Armarán tal vez feroces
Reyertas eleccionarías.
Figúrate quo en los piés
Tengo más callos que plantas
y á ca.da paso que doy
Me estaquillan y taladran.
Figúrate que á. torrentes
Está lloviendo, y me afana
Ell!alir, y UD prestamista
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2G5
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256 LA TARDE
Mo desmortizó el paraguas.
Figúrate que los libros
y papeles de mi cstancill
l,a c riada 10$ arregló
Haciéndome una ensalada.
Figúrate que mi in signe
San Antonio de Villalta
Lo han ll evado á la cocina
Como leña Ulás barata.
Figúrate que Gutiérrez
Se marchó para su patria,
y ya no tengo á quien ver,
Del Criador tí semejanza,
Soplar en el Olías luz,
Sacar mundoe de la nada,
y animar de tosca ar ~illa
Carne que arde y siente y habla.
Figúl'a te que estoy seco
De pesad umbres y ligrimas
Oon la cosecha de mue rtos
De esta horrenda temporada,
J ardin dc lirios y rosas
Que doquier mi vista. vaga
La angina y el sarampion
Enfurecidos arrasan j
Espectáculo que aterra,
Que da la ciencia á la trampa
y hace sentir que la vida
Es una chanza pesada,
Una cerilla que apénas
Empieza á alumbrar, se apaga,
Despues de mil quemaduras
Pal'a encenderla y salvarla.
Figúrate que en mi anhelo
.De hallar á mi angustia calma
y un esparcimiento digno
De espíritus, no de lDáquinas,
U na fiesta de belleza
Melancólica y sagrada,
Un canto de Palestrina,
Una lJIacZonna h echa en gracia,
Un camposan~ poético,
Una fu ente solitaria
Que á la sombra de algun bosque
:l.\1urmure amor J esperanza: -
Salgo de casa, y qué encuentro?
i Infeliz natura humúll'l !
U n angelito que llevan
Entre cl~uchas, chicha y zambra
Sus dolientes á enterrar
Más alegres que una pascua,
Si esto es en la capital,
Foco de las luminarias,
Cómo será, dime, en donde
Sus resplandores no alcanzan?
V uel vo :1 casa, y luego leo
En " La estrella bogotana"
•
Que estamos de entrámbos mundos
Montados á la. vanguardia i
y á riesgo de perturbar
La angélica bienandanza
Del escritor, ensarté
Mi revista atrabiliaria,
Que bien puedes, Manuel mio,
Anotar como te plazca
No sea que nuestro crédito
Por ella en Europa caiga.
•
•
FLORENCIO.
•
Una madre es la fortuna de un hijo.
En 1875 la cai"l\ de las diligencias presentaba un
espectáculu interesante, á que no di6 lugar lo siguiente.
Una niña, bija de una pobre mujOl' que ejerce el
uficio dc lavande!':I, volvia de Toledo á Madl'id con
una parienta suya, á quien la babia confiado su madre.
En In. diligencia hizo conocimiento con un scñol'
muy rico, egun parece, y que encantado de la hcrmosura,
la gracia y In. amabilidad de la niña, recibió
un placer inftnito en llnvlar con ella durante todo el
camino. J\Iarín, (este era su nombre) gustaba á nuestro
viajero, tanto más cuanto que el'a el fiel retrato
y la viva imágen de un hijo quc habia perdido hacia
algunos año". Y en efecto la semejanza era notable,
tenia la n isma. fi onomía t'xpl'esiva y vivaracha, las
mi mas facciones finas y regulares, el mi~mo modo de
mirar dulce y l'eno de in telig~ncia .
Entretanto el coche habia llegado á la casa de postas;
los viajero Raltaron en tierra, y la primera persona
que divisó María fué su madre acomp:\ñada de
una parie:1ta, á quien no habia visto hacia seis meses.
Cuner hácia. ella, arrojarse á su cuello y colmarla de
caricias, todo esto fué obra de un instante. En cuanto
al senor, que durante todo el camino habia colmado
de atenciones á la niña, se hallaba totalmente olvidado,
pero no babia pcrdido de vista á la encantadora
niña, y únicamente se mantuvo á cierta distancia
para que pudiE'se dar libre curso á su ternura filial.
Luego, cuando el ardor de sus mutuos abrazos
se hubo calmado, acercóse á la madre, y despues de
cumplimentarla por tener una hija tan interesante,
le dijo:
" Señora, he formado el proyecto de hacer dichosa
á usted y María, y de asegurar á ámbas una posi-icion
brillante para el resto de sus dias. Poseo un
bonito candal; i pero qué son las riquezas cuando
ningun afecto viene á embellecer la vida'?'. Privado
hace mucuo tiempo de una esposa á quien adoraba,
estoy solo, aislado, y arrastro una existencia triste y
desgrílciada. .. Neeesito una. persona que se interese
por mi, un ap:>yo para mi vejez, y este apoyo le encontraré
en Maria ; sus preciosas cualtdades, la bondad
de su corazon y la amenidad de su carácter no
me dejan duda alguna acerca de esto. Permítame
usted, señora, que adopte á su hija, que yo mismo
cuide de su educ,1cioD, que me ocupe de su porvenir.
Ya la t engo el afecto de un padre, y si me trasmite
usted, el derecbo y autoridad de tal, le aseguro que
no tendd. de qué arepentin>e; un donativu se seis
mil reales que voy á hacer á usted inmediatamente,
y ademas la eguridad de que lIfaria será mi heredera
universal, muerto yo, pueden hacer á ustedes más dicuosas
que lo que &on hoy."
Estas promesas eran muy seductoras para. una pobre
mujer que hasta entónces habia vivido con escasez,
y sin embargo, titubeaba, porque nunca consiente
una madre en separarse de su hijo, sin una lucha dolorosa.
Llorando y no sa.biendo qué partido t omar,
interrogaba con la vista á su parienta; ésta le aconsejaba.
que admitiese las proposiciones del generoso
forastero, y los curioS'os que habia traido aquella intel'esante
escena, unian sus instancias á las suyas, repitiéndole
que iba á labrar la felicidad de su hija.
Conmovida con las súplicas de su parienta y de las
personas que la. instaban á que aceptase, tal vez iba á
ceder la madre, cuando la niña puso fin á su ,incertidumbre.
Arrojándose á sus brazos, agarrándose á ella
y no queriendo dejarla, COIllO si su intencion fuese
decirla " léjos de tí i qué me importan las riquezas 1
i (Jna madre es la fortuna. de su hijo !"
El forastero, vivamente conmovido, fué el primero
en retirar su proposicion, pero queriendo dejar á la
encantadora niña pruebas de su munificencia, le ascguró
una pension por toda su vida de seis mil reales
anuales, con la cual podrán pasar ella y su madre
dias felices y tranquilos.
-
•
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 32", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092975/), el día 2025-06-25.
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