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P E R 1 O DIe o D E DIe A D o A L Á LIT E R A T U R A.
-
Serie IlI. Bogotá., 24 de Abril de 1875. Número 33.
-
Al\. DE.
-
LA MA~ANA.
La mañaLn es la bellísima juventud del dia,
es el ósculo de amor que cada vointicuatro horas
envio. !.:ios al munuo para sacarlc de los brazos
del repoeo. Mirad cuán bella :.soma con sus nubes
de oro y carmin, con su sol brillante y eún
la dulce alegría que inspiran sus tibias miradas.
Allá. en el bosque miles de ala os trovadores le
hacen salva y tal parece que en sus gorgf'os dicen
" Bendit.o quien viene ('11 nowbre de Jlios."
El labrador abre sus ojos heridos por los rayos
dorado de luz que e.nralJ por las hcndedmus de
bU humilde techo y se levanta dando gracias al
Señor, porque )e deju una vez más ver esa luz
tan ansiada de las almas laborio Ul'; y contento
eale :í. enyugar sus bueye.s par:l. dar principio al
trabajo, con el eanto en Jos labIOS y la esperanza
en el corazon. Cantan los gallos jubilosos, los
cabritos saltan, pian los polluelos, y todo es regocigos
J armonía. La bandada de palomas aha·
viesa )05 aires describiendo mil siuuosas espirales.
" y suben y bnjan,
y vienen y van"
La tortolilla gime en la espcsura con lánguida
tristeza y girando de un lado á otro, busca. el
grano que ha de lle\' ar ::í sus hijuelos, que al
verlo. l1egnr, batcn las implumes alas y alargan
los desnudos cuellos. ¿. Quién podrá describir la
alegria. de lo. alada familia? j Cuóntas cosas se
dirán en ese idioma que nosotros no eomprcndemos
y que sin embargo tiene que ser tan
elocuente!
El arroyo salta y despide rumores nuovos,
quc parecen aprendidos en el libro de la Naturaleza
durante la noche.
Las flores i oh ! las flores por la mañan'l ! culÍn
bellas desabrochan BUS corolas á favor dc los rayos
de luz que vienen á dilatar sus moléculas,
@acándolas de su sueño de reposicion: las gotas
del rocío tiemblan en los pétalos delicado, los
delgados estambres se mueven ligeramente al
soplo de la. brisa matinal y los finos tejidos se
dilatan, recibiendo del so), vida, perfumes y
colores.
La. mañana. es un himno de amor, es un idilio
lleno de incomparables armonías, es un soplo de
la divina Providencia, lanzado periódicamente
111 mundo para confortarlo y rejuvenecerlo. Si
todo el tiempo fuero noche, la. vida. seria un caos,
.i iodo foere dia, seria monótOJla. 6 insoportable.
El dia <.'s la imágen del progreso, es el movimiento,
es el intérprete entre Dios J los hombres,
entre la ti era y el cielo; la noche es la enviada
dcl sueño que agita sus húmedas alas sobre la
frente de la reacion. Escuchad la voz de la
campana que llama. á. los hombres al trabnjo.
¿ Hay nada mós elocuente? Ella nol' dice" despertad,
mortales, ya está. aquí la mañana con su
mauto de luces y de flores, salid del reposo y
haceos dignos de los bienes que la Naturaleza
ha puesto :í. vuestro alrededor." ¿ Quién hay 'lue
no re poncia á. esa voz sublime que sieute vibraren
el fondo de su alma todos los dias al despertar?
L~\ madre cariñosa. corre á la cuna de su hijo
y 01 ontemplar en su fresca boca la priml'ra
sonrí a. de aquel dia, tiembla de amor y le cubre
de besos tan inefables, que solo la que tiene hijos
pucde comprender. j Oh! dichosa la que coI\
oce ese Lien, dichosa la que pueue besar por la
mañana el fruto de su alllor y I'entir enlazados
á. su cuello los brazos 1el tierno infan te, que ent
re sonris
" Formando ('se rumor.
CI Tú me dirás la historia de la vida
" Desde que haya partido de tu lado;
" A mi vez te diré lo que he soñado
" Contigo y con tu amor.
" 1 cuando las estrellas una á una
"Empiecen á brotar del firmamento
" Nos diremos adios l con tierno acento
" Para despues marche.r;
" Yo volver6 :\. dormir bajo mis flores,
"y tú con pASO lento y mesurado
"Volverás algun tanto cOllsoludo
"A tu trauquilo bogar"
CÁRLOS SÁENZ EClIEVERRÍA.
--<>o~o-co--
EL DUELO DEL CURA.
e ontinuac ion.
Sin sobresalir notablemente como instrumentista,
Valentin Dnbreuil podia pasar por excelente
músico, Tenia una maguífica voz de tenor,
tanto q ue desde la muerte de su tia, babia tenido
muchas veces la idea de entrar en el teatro,
y quizás habria llevado :í. cabo su proyecto ein
los acontecimientos de 1848.
¿ Qui6n sabe si entónces no habrian cambiado
completamente las ideas ~e nuestro ~é~ooe? .
Bajo el deslumbrante Cielo de la clvlhzaclOn,
el hombre que entra en la sociedad con un alma
ardiente excitada por la instruccion, es como el
picha n viajero ó como la ~olondr,ina ~ue se eleva
en el vacío ántes de elegir la dlrecclOn que va
á tomar. Pero, DO tan bien servido por el instinto
que le guia, se extravía á menudo, y á
menudo tambien el término á. donde llega, es
muy diferente del que se habia propuesto.
Para poner coto á esas reflexiones filosóficas,
debemos decir que Dubreuil, de pues de acompaüar
á las señoritas Thibaut sucesivamente,
cantó con su madre un duo qlle mereció todos
los aplausos, áun de los m~nos ~onocedores ..
l\i aravillado el cura, deJÓ el Juego para Ir á
felicitarle, deslizándole al oido estas palabras:
-Amio-o mio, acabas de tomar un desquite
brillante? está bien, muy bien j deseo que continúes,
y me darás en el10 el mayor placer ..
M argaloita no fué la ménos senSible en el trlUnf,>
dol aficionado; tam bien á ella le gustaba la
música. con pasion j tambien tenia una linda
voz pero su instruccion mu ical estaba muy
atr~sada, porque Margarita no habia recibido
otras lecciones 'lue las de las señoritas Thibautl
yeso escasas, por vía de recreo. Al encanto que
experimentaba, se veía mezclarse el despecho
de no poder tomar una parte más activa en el
concierto.
Val rmtin Dubreuil, habiendo hecho esta ohservacion,
sc acercó á la jóven y le dijo:
-Señorita, tengo en Paris un piano muy bueno'
si su tio lo aprueba, le harell!os venir, y
yo ~espondo de que en muy poco tiempo se hallará
usted en estado de cantar deliciosamente.
Esa promesa prod?jo su efecto en ~~ pobre
jóven, que se prometió otra vez no omItIr nada
para conformarse con la voluntad de su tío, respecto
de su jóven amigo.
Madama 'fhibaut dió repetidas gracias al cura
po.r haberle traido un convidado bn amable,
y dijo con mucha gracia á Du~reui~ Siue dt>¡;de
aquel dia estaba su casa á su dlBpos~clOn y que
tendria sumo placer en verle en ella.
El cura, encantado de ver el mucho hono!!
que le hacia su protegid{), no se harta.ba de miI
rarJe, como para, preglUlwa8 8Í erA l'ealmeDM
I el hombre del bosque.
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I
LA TARDE 259
:En fin, preciso fué pensar en retirarse. Antes
oe la marcha, el alcalde y el regidor proclamaron
ñ. Dubreuil secretario de ayuntamiento. La
sociedad aplaudió vivaménte, y las dama.s ex·
presaron en voz alta el ardiente deseo de qua
el nuevo ompleado baIlase algunos insten tes de
ocio que consagrar á la músiea.
Al dia siguiente, Dubreuil tomó posecion de
su empleo, y á pocos di as introdujo en los registros
y cartones de la alcaldía una órden y una
claridad basta entónces desconocidos.
Sin embargo, su~ nuevas ocupaciones no le
absorbian tanto que no le quedase algun tiempo,.
y no tenia dificultad en utilizarlo de un modo
agradable .Y variado.
Pasaba largas horas en el pabellon con el
cura, cuya paternal bODdad y vasta. erudicion
le encantaban cada vez más.
La literatura, la historia, las ciencias naturales
hacian, en parte, el gasto de la conversacion.
Algunas veces, el digno pastor se complacia
en recordar las épocas de su vida militar, lo
que le subministraba la ocasion de hablar del
padre de Valentin y hacer su elogio, porque, en
cuanto á él, tenia cuidado de no decir nada_
De vez en cuando, entraban en el campo de
la política. Sin abandonar sus convicciones democráticas,
el jóven era arrastrado por la poderosa.
lógica del Gura ñ. abjurar todo lo que tenian
de e.KHgeradas.
-¡Pero, spñor cura, exclamaba muchas veces,
usted es tan republicano como yo !
-No digo que no, respondia el cura; pero
vosotros sois locos, en punto á republicanismo,
no entGnueis nada en cuanto tí la prncticn ;
obrais ántes de reflexionar en vez de l'oflexionar
:intes de obrar. Os creeis héroes de la libertad,
miéntras os dejais conducir como coroeros,
por ambiciosos que os explotan, por pretendidos
demócratas que se muestran más absolutos
en sus voluntades que los más famosos
déspotas de que se habla en la historia.
Rara vez abordaba el cura las cuestiones religiosas,
porque estaba persuadido de que, con
pel'sonas instruidas y razonables, el ejemplo es
más poderoso 'lue la discusion.
Pocos dias pasaban sin que el alcalde fuese
á. tomar parte en aquellas conversaciones. En
cuanto á instruccion, el coronel no era bastante
fuerte para discutir con sus dos interlocutores;
pero 10 suplian su buen juicio y su razono
Por otra parte, éuando se veía al cabo de sus
argumentos, siempre acababa por apelar á las
armas_ Entónccs bajaban á la sala oel piso bajo,
y se empeñaba una lucha furiosa, pero sin efusion
de sangre.
En ese momento supremo, solia intervenir
Margarita, no para separar á los combatientes,
sino para zumbar á los vencidos. Su presencia,
estimula.ndo el amor propio de Valentin, no habia
contribuido poco á hacer BUS derrotas ménos
fr~cuentes.
Dubreuil habia hecho llevar á Paris los restoS
de su mueblaje, y con la aprobacion del cura so
hallaba instalado el piano en el salon. Todas las
noches tomaba Margarita una leccion de músioa
en presencia de su tio, y la rapidez de sus p\,ogr.
6S08 atestiguaba su deseo de instruirse y la
influenoia del maeatro.
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Un negocio importante ocupaba tamb:en á
nuestro héroe: se trataba nada. ménos que de
una conspiracion qne debia estallar el mismo
dia de Navidad. L9. misma casa del alcalde
era el punto de la conspiracion; su mujer y
sus dos hijas, igualmen te que Margarita, eran
los p:incipales oonjurados, y Valen tin el jefe_
El corOIllel Thibaut 110 habia logrado ser iniciado
sino á condicion do guardar el más inviola
ble secreto.
En cuanto al objeto de la conspiracion, consistia
en organizar una mó ica religiosa que debi,
a, hacer explosion en medio de las solemnidades
de la fiesta.
Para no permanecer enteramente neutral, el
coronal se habia encargado de enganchar y
atraer á su casa algunos niños del pueblo y dos
sochantres de la iglesia.
Todos se habian obligado á no revelar nada
so pena de perder el aprecio del alcalde y de no
volver [Í tener parte en las golosinas regaladas
por las damas para alentarlos.
La conjUl'acion' alcanzó un éxito superior á
toda esperanzil.
El 24 de diciembre de 1849, cuando la nocha
babia cerrado, el sacristan, naturalmente hablador,
fué iniciado por la primera vez en el secreto,
y le intimarun que entregara las llaves de la
iglesia para introducir el piano, lo que se verificó
inmediatamente.
Hecho esto, ya no hubo medío de prolongar
el misterio re~pecto del cura, en atencion á qua
era indispensable arreglar las disposiciones da
la fiesta conforme á las circustancias, y se encargó
Valentin de prevenirle y entenderse con
él para el dio. siguiente.
Al oir de lo que se trataba, el digno pastor
tuvo una sorpresa y una alegría tan grandes,
que abrazó á BU maestro de capilla, llamándole
hijo_
Llegado el gran día, el éxito correspondió
magníficamente á 10 que se esperaba. La admi·
racion de los feligreses llegó á su colmo, y bien
pronto no se habló en todo el país más que da
la música del cura. de San Roman. A cada fiesta
solemne, acudüm ñ. oírla de muchas leguas
en contorno, y esto dió ocas ion á. reuniones brillantes
y sirvió de grande ventaja para la parroquia
por el gasto que naturalrr.ente se haoia.
Desde esa épooa el afecto del cura hácia Dubreuil
no tuvo ya reserva ninguna; todos los
dias se complacía en descubrír en él algunas
prendas dignas de aprecio.
Sin embargo, lo preocupaba una cosa j el empleo
de secretaolo de nyuntamiento era muy humilde
para un jóven como él lleno da talento
é instruccion; no podia ser más que una oeupacion
t¡'ansitoria; él lo comprendia; Valentin
debia comprenderlo tambien, y sin embargo
aun no le habia hablado este de sus proyectos
da porvenir, pareciéndole bastarle el presente.
Como hombre experimentado, el cura sospechó
que quiz.'Ís mediaba algun motivo secreto
que tenia su origen en el corazon, y en su prudencia,
resolvió ilustrarse sobre ese punto en la
primera. conferencia en el pabellon .. Presentóse
la. ocasion al día siguiente, y para dlspon~r ?lejOl'
al jóven á. franquears~ con él, se ~eCldló á.
dar él mismo el ejemplo, segun su máXima.
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260 LA TARDE
Hacia algunos instantes que estaba entablada
la conversacion &obre la earrE'l'n militar, cuando
V nlentiu dijl) sonriendo y con alguna perplejidad:
- Señor CUI a, nunca me he atrovido á preguntar
á usted una cosa ...
-Ya te veo venir, curioso, interrumpió el
curo. Tú deseas aber porqué, despues de haber
buscado un general, ó lo ménos un coronel, no
has baIlado al fin más que un modesto cura de
aldea. No te biné más tiempo un misterio de
esto; va s á ~a berlo lodo:
Durante mi permanencia. cn Argel, frecuentaba
una familia encantadora y l'espetable bajo
todos couceptos, de la que bacia la alegría y el
orna.to una bija única que reunia todas las bellas
prendas de su sexo.
Yo no habia pensado nunca en el mahímonio
j pero me ocurrió entónces esa idea, aunque
me guardé bien de dejarla traslucir, porque mis
deseos me parecian muy supel'iores ü. lo que me
era permitido esperar.
Pero ni parecer no era difícil leer en el fondo
de mi alma, porque el padre de la jóven adivinó
mi pensamiento y se anticipó á la demanda
que yo no babia osado bacerle nunca. Su paso
me causó tanta más alegría, porque no lo habia
dado sin consultar ~nteB el gusto de su bija.
Desde entónces con.ideré aquel matrimonio
cemo un feliz tél mino de toda mi am bicion, y
estaba en ví~peras de celebrnrse, cuando una
enfermednd aguda al rebató {L la que debia sel'
, ml esposa.
A'1uí el pastor se tapó un momento los ojos
con la mano, y luego pro~igui6 con una voz sen-sible
alterada: '
-Fué tan grande mi desesperacion, que el
general, que me apreciaba mucho, pidió al ministerio
me sacase de la Argelia, con lo que
volví á Paris, en donde me agregaron al Estado
Mayor de la plaza.
Pero el pesar me perseguía en todas partes;
habíase apocerado de mí el des!11iento de tal
manera, que no sintiéndome ya con la energía
necesaria para llenar mis deberes militares, me
uecidí á dejar el servicio.
En ese intermedio, un pemamiento religioso
reanimó de súbito mi valor. Primel'Umente lo
atribuí al acaso; pero despues reconocí que era
Dios el que me habia enviado aque: pensamiento.
A medido. que me identificaba ron él, sentia
que mi alma recúbraba todas sus fuerzas ...
JJo que entónces pasó en mí, debe ser un secreto
de mi conciencia y no puede interesal' á nadie.
Finalmente, dejé el mundo y me s~paré de
mis &mig08 para entrar en un feminario de
donde no salí sino con el caráctel' de que me
ves revestido.
Despues de recibir las órdenes sagrada!', desempeñé
alguu tiempo las funciones de Vicario
en el valle de Meaux; y luego me nombraron
cura de esta parroquia en donde deseo pasar
mí vida. Con la renta que me da y un poco de
rntrimonio, hallo en este país unfl. existencia fej
jz y coniol'me {¡, mis gustos; ademas, puedo
hacer algun bien.
Me baIlaba aquí hacia algun tiempo, cuando
pndí una hermana única que estaba viuda y
habitaba en Orleans. Dejaba una hija de catorce
~ños SiD otros parientes ni apoyo, y me decidí
tÍ. traerla á mi lado con el fin de terminar m
Ldutacion y de yelar por lo jntere~e de su módica
fortuua, hasta que se halla e en estado oe
C3!>arse. Esta jóven s Margarita, á qui n miro
boy como una ¡lija mia, y do quien no me separaré
hasta que le haya encontrado un partido
que asegurc su felicidad y no la olAje demasiado
de mí, si es posible.
El cura baLia hecho esta l'elacion con una
sencillez meláncólica. A pesar de su resignacion
y del número de años trascurridos, parecía trasladado
á loe épocas que acababa de recordar i
quizás habria añadido algunas palabras, pero
habirndo nolado \lna viva emocion en la cara
de Yalentin, se contentó con alargar la mano
al 5ó\'en.
E te retiró la suya brusc!lmente, exdamando :
-j Ah j señor cura, usted que acaba de hablarme
con tanta confianza y abandono, no sabe
aun hasta qué punto he sido culpable hácia usted
el dia ...
-Basta, basta, dij1:> fríamente el cura. Lo pasado
está. pasado; no hablemos más de ello.
l.uego, le\-antando los ojos al cielo, murmuró
tristemente:
--j robre niña l. ... Tan jóven, tan cándida y
pura, y calumniada ya!
-Defde aquel dia, cl'éalo usted, repuso el jóven
derraman do copiosas lágrimas. veinte veces
hubiera querido poder pedirle perdon de r(ldi-
11as. IIoy la respeto y la amo como una hermana;
querria podel' exponer mi vida par apde
fendcrla; querria ....
-¿ Ca~artc con ella tal vez? interrumi6 el
cura cortándole la frase.
- No osaría aspirar ::í tanta ft·licidad. .
-j No oEal'ias, no osarias ! ... !)ero en fin, ¿ 81
lo osases?
-Pues bien; diré á. usted que es m i deseo
• ardiente, y esto por dos razones, porque serIa
el medio de no separarme más de usted.
--¿o Conque no te parece largo el tiempo nqut !
--J amas he tenido el corazon más contento,
--Todo eso es muy nuevo, dijo el cura son-riendo.
-Sefior cure, replicó Dubreuil sin vacilar,
he podido dejarme arrastrar por el torren te más
allá de mis convicciones y de mi carÍlcter, ceder
á la influencia de amigos exaltados; pero hay
una cosa que 1 uego á usted no pierda de vista:
en medio de las agita0iones ~e mi vi~a, he bus:
cado, sin conocerle, el antIguo amIgo de mI
padre, al que yo me habia habituado instintivamente
á mirar como amigo mio. Hoy que, baIlándole,
he visto reasumirse en él los sentimientos
más nobles, la razon más elevada, la
bondad más atractiva, dígame usted si puedo
razonablemente pensar en buscar hombres mejores.
Ademas he encontrado cerca de usted
una jóven que usted ba fOl'mauo por su modelo,
que reune todo lo que puede hacer la felicidad
de un esposo, la alegría de lIn hombre honrado.
Así pregunto á. usted: ¿ podria yo, sin ser UD
loco. correr tras de una e~i8tencia más feliz
cua~do tengo aquí la certeza de ver colmado.
todos mis votos?
-Hay algo de verdad en lo que acabas de
decir, re&pondi6 el cura que habia escuchado
con atencion. Ya refiezionaró sobre ello, y
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LA l' A R D E 261
aguardur:\s á que volvamos á hablar soure esta
materia. Hasta eutónces no necesito recomendartA
la m isma cir()unsp~ccion con mi sobrina,
que has observado hasta ahora y que yo he sabido
apreciar.
-Juro i usted, dijo Valentin con un acento
que salia del cor3zon, que Margarita seguirá
siendo para mí una hermana queridR.
Esta conversa cior., fijando las ideas del cura,
DO hizo más que aumentar su viva simpatía hácia
el jóven y la buena opinion que de él habia
formado. Aquella mezcla de org.ullo para defender
~m; convicciones y de humildad para reCODOcel'
,us faltas, anunciaba una alma recta,
un corazon esencialmente honrado.
El digno eclesiástico tenia un conocimiento
profundo del corazon humano, y sabia los muchos
crrores á que está sujeto nuestro juicio, especialmente
cuando á su alrededor fermentan
nuestras pasiones. De consiguiente no vaciló en
disimular todo lo que habia podido tener de
criminal la conducta de su protegido, disponiéndose
á que esa comideracion no tuviese la menor
influencia en ht determinacion que creyese
deber ad Jptal' acerca de él.
El perspicaz cura no ha bia dejado de percibir
algunos puntos deatraccion en tre los dos jóvenes.
Sin alarmarse precisamente, habia sentido haber
colocado tan cerca de Mal'garita un jóven con
todas las dotes para trastolnar la cabeza de una
jóven, y esta circunstancia le movió á provocar
cuanto ántes la conversacion que acabamos de
referir.
Por el sesgo que iban tom:¡ndo las cosas, se
tranquilizó completamente, y ya no pensaba
más que en los medios de preparar una solucion
satisfactoria para todos.
Algunos dias despues, vino i la casa. rectoral
el c01'onel Thibaut, miéntras q'..le Dubreuil quedaba
trabajando en la alcaldía, y pidió al cura
UD rato de converS8cion.
( Concluirá).
LA CAL UMNIA-POEMA
EN DOS CANTOS.
DEDIOA.DO A MI QUERIDO AMIGO Y PAISANO sEÑon D.
....
,
C.A.YETANO SANCIIEZ y llUSTILLO.
---
CANTO PRIMERO.
DICEN QUE DICEN ...•
1
Es Marcela una esposa honrada y bella;
Pero Jorge, su espo~o,
O por falta de juicio, 6 por celoso,
Ve con despecho gravitar sobre ella
El peso de un enigma misterioso.
Aunque Marcela ignora,
Como alma casi exenta de pecado,
Qué causa le ha robado
El corazon del hombre á quien adora,
Esa innoble y comun maledicencia
Que añade á lo entrevisto lo inventado,
Con reticencias viles
Va trazando, t.razalldo, de ella en torno
Los :;ioiestros perfilcs
De unas vagas sospechas sin contorno i
y siendo ulla beldad ta:l candorosa,
y de pureza tanta,
Que apostar se podria cualquier cosa
A que, ll¡{tS qne mujer, cs utla Eanta,
Ya sicnte una tristeza sin objeto,
Pues sabe que en la vida
Se hace verdad mentira repetida.;
Y, aunque lleva en sí misma su respeto,
Para anancar df\l corazon humano
La dicha y el reposo,
Basta el aire sutil dc un dicho vano,
Comu basta un gusano
Para perder el fruto más hermoso.
-
Lo cierto es que Marcela, que era buena,
Llegó á saber con pena
Que su nombre llevaba
El sello de un destino misterioso,
Y á. creer comenzaba
'Que una fuerza invisible la arrastraba
Envuelta en un torrente cenagoso,
Pues una vez que con su airoso talle
De algunos hombres la atencion se atrajo,
Dijo uno de ell08, al volver la calle:
-"Tiene csa jóven .... " y se hablaron L.-:.jo.
IU
y en sitios y ocasiones diferentes,
Escuchando á esas gentes
Que de todo maldicen,
Con tenor este diálogo oyó UD dia:
_" Dicen que dicen .... " una voz decía;
,. Pero ¿ qué dicen? " ¿ Qué? Dicen gue diceo . ."
Así era su virtud inmaculada
Poco á poco empañada,
Con ese vago modo
Con que acostumbra i suponerlo todo
El que no sabe nada;
Pues es cosa probada
Que la calumnia astuta,
Crece tambien entre la gente honrada
Como en un bosque vírgen la cicuta.
IV
Mas, ¿ por qué Jorge, que á sentir comíensa
Un malestar no exento de vergüenza,
Sabiendo que Marccla es inocente
y siendo él ademas tan buen marido,
De noble y de galan se h& convertido
En un hombre vulgar é inconveniente?
¿, Por qué? Porque en calumnia convertida
Cualquier maligna chanza,
La más serena vida
Llega á ser un infierno sin salida,
Sin amparo, sin luz, sin esperanza.
y como de ella al corazon herido
Cada vez más la duda le exaspera,
Ya mira á su marido
Con un poco de lástima altanera i
y el desdiClhado esposo,
Con rostro enjuto y aire desdeñoso,
•
,
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262 LA TARDE
1'pnicnd al 'lué dirAn un miedo honiblc,
Dud a, nu e1'I':I , medita, y medit, ndo
Si ulgun:t accion peljura
E s PI) ible en Mal'eola ó no es posible,
on i:ro mismo á intél'valo.:! hablando
A modi '\ voz mOll ólogos murmura,
Que sta es la pre uncion inevitable
De una lógic:\ impura :
Mujer po ible, es tentacion probable;
Mujer probable, es tentacion segura,
v
Pero ¿ qué causa habia
Para dudar de honor tan acendrado?
No sé por qu6 seria;
Mas debo coufo ar, como hombre honrado,
Que tod;) el muudo en el lugar sabia.
Que Marcflla tenia
Un precio o luoal· en un co~tado ;
Lunar que, ocu1to, era una hermosa gloria,
Pero que, ya sabido y comentado,
Fué el principio terrible de una historia;
Historia que fué en cuento convl'rtid 1,
y hecho el cuento despues noticia grave,
Siempre á 1-1arcela unida
La siguió todo el resto de su vida,
¿ Adrede 6 sio querer? Nadie lo sabe.
Solo es cosa sabida ,
Que, en el flujo y reflujo de la vida,
rara cualquier galan, áun siendo hidalgo,
Saber que hay uu lunar, ya es saber algo i
Y, al contarlo, del modo más sencillo
La noticia primero corre y corre ...
y despues sube y sube ...
y así sobre ellunur se alza un castillo
y sobre éste despues se alza una torre ...
La torre se circunda de una nube,
Y, deshecha en torrentes,
La nube arrastra un nombre por el lodo,
Nombre que infaman las odiosas gentes,
Que, siempre maldicientes,
Encuentran algo que decir de todo.
Por eso Jorge, coo el alma herida,
Siente un tósigo arder en sus artérias ;
Pues, más que 00 desengaños, en la vida
Consis~en en las dudas las miserias;
y siempre receloso,
El desdichado esposo
Tornando á su dolor no halla la calma,
Pues vuel ve al fin, cuando se está celoso,
Como á la playa el mar, la pena al alma.
VI
Teniendo ya Marcela, casi loca,
Una arruga imborrable entre las cejas,
y pálida, además, aquella boca
Que engañaba en. el campo á las abejas;'
En una idea fijo
Su, hasta entónces, espíritu perplejo,
_" Eotre la muerte y la doshonra "-dijo,
" j Morir !" y del gran trágico el consejo,
Más de virtud que de arrogancia llena,
A la muerte despues m~rchó Ber~na ;
Porque ninguno sabe
La abnegacion magnánima que c8(be
En un alma. sencilla, honra4a y b\l ena.
•
VII
A Marcda, el esposo onamorndo
Sin quererla matar como un malvado,
La deja que se nJUera. poco á poco.
Pero, J urge ¿ es un loco?
Es que la am:\ tao mili el desdichado,
Que, hablándola una. noche da ese modo
Coo que haula siempre el que no sube nada,
Le dijo de improvi o :-" ¡lo sé todo 1 "P6ro
ella, hasta los ojos colorada,
Le replicó con sencillez b'lnrada :
_" Mientes! mientes! y mientes !' .. "y
al decirlo en tres tonos diJerente ,
Se elevó á la expresion de una. inspirada.
VIII
Llora un dia Marcela .... y de repente,
Con ceño entre las cejas permanente,
Coge uo yaso con mano temblol'osa,
Aparta cierta nube tenebrosa
Pasándose otra mano por la frente,
Y, despues de beber no sé qué cosa,
Oon un aire sublime de paciencia,
1irando :í. su marido,
Que matarse lo ve con impaciencia
Oomo un jue~ por el opio adormecido,
-"¡ Adios ! -le dice _. i Adios! Oomo no puedo
Dejar de amar lo que olvidar siquiera,
En prueba del perdon que te concedo
Dame:> un beso en la frente cuando muera! "
Y, hablando de esta suerte,
Por el mortal licor desvanecid:.t,
Sintiendo la agonía de la muerte
Despues de los tormentos de la vida,
Ya fria y con los labios azulados
Fué adquiriendo por uno de sus lados
Su boca esa angustiosa curvatura
Que toma en los enfermos desahuciado8.
Y sin alzar más queja,
y en secreto llorando,
Su voz se fué apagando
Oual la voz de un viajero que se aleja:
Los grandes ojos, que abre enajenada,
Algo invi ible en contemplar se aferran:
Su sien deja caer sobre la alm~hada,
Y sus manos que se abren y se cierran,
Crispándose por fin, cogen la nada.
IX
Marcela, virtuosa y sin consuelo,
M: urió así j pero Dios está en el cielo;
y Jorge tan celoso como amante,
No templando la muerte sus enojos,
El cabello apartó de aquel semblante;
N ° la dió el beso, la cerró loa ojos,
y miéntras en tal dia,
Cou mezcla de pesar y de alegría,
De su deshonra, que juzgaba cierta"
El término veía,
j Una lágrima fria
Corrió par el semblante de la muerta!
x
Por vergüenza, y por 6rden del esposo,
En la fosa oomun despues lué echada .
•
•
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
LA TARDE 263
i De este modo el celoso
Perder hizo en la sombra ilimitada,
El cuerpo más hermoso
ne la mujer mús buena que, muriendo
Olvidó sus agravios, '
y noble á su verdugo bendiciendo,
Como las santas espiró, teniendo
El peruon en el alma y en los labios!
( Concluirá).
LA CIUDAD Y EL CAMPO.
DEDICADO A MIS QUERIDOS HERMANOS RAFAEL
nlQur. CABnALES.
¡ Qué descansada vid&
La del que huye el mundanal rüido
y EN-y
sigue la escondida
Senda por donde han ido
Lo(pocos sabios que en el mundo han sido!
FRA.Y LUIS DE LEON.
1
dera y se lo aplique con furor al primer transeun~
e que tenga la mala fort.una do pasnr con
el o?Jeto de ro?arlo. E ' mucho lo que fastidia
la vlda en la cludad, mif', cuaudo uno es testigo
de escenas que degrada1l y envilecen e l corazon
pre¡,euciando, hasta en la alta sociedad, cosa~
que no son más que propias de la canalla, y esto
viene de que hoy los más encopetados caballeros
S? rozan fre0.uentem~nte con estos hijos del viCIO
y de la 101ll0rd.hdad. Ra,ta en las mismas
señoras y señoritas notamos oosas mu) ao-enas
de su sexo y de ~u condicion social: pas~ll la
mayo: parte del. dIo. en coutí.nuos coloquios con
las cnadas y cocmeras, examlOando vidas auenas
y aprendiendo con ellas sus malas costurnLres y
u modo de ser. Ah! esto da tristeza pero ~s
debido. al poco cuid.ado y esmero que hay en la
eduoaclOn de la mUJer. Conozco. eñoritas que es
tanto lo que se han habituado al trato con los
domésticos, que descuidadamente han proferido,
en pleno espectáculo, palabras que no están muy
conformes con su sexo y con su posicion 50c:al.
Una señorita que tenga estos descuidos en un
salon de baile por ejemplo, indudablem~nte quedará
muy mal recomendaua por la sana sancion,
y por consiguiente desprestigiada, porque siendo
las finas maneras el primer ornato de la mujer
y que las exc! uya para darle ca bida i las vul-
• • • gal es, es preCl ~o y couslgUlente que se inc] uya
en la lista do las personas inc ultas y mal edu·
cadas. Esto da lástima porque sabemos muy bien
que de las madres siempre salen los primeros
rudimentos de la edueac~on de las personas que
más tarde pueden ser lutetU bros de altas sociedades
ó ~illistl·.OS de grandes poderes.
La SOCIedad llw,trada debe empeñarse cuanto
más es~é {~cm alcance para dar á la mujer Ulla
educaelOn exten baRada precisameute ea los
sanos pI'incipios de la l'eligion y In moral. Ellas
son .el princ:pal adorno de la sociedad, y por
conslgulen.te, el blanco tí donde todos dirigimos
nuestra muada i adema~, como madres, deben
tener una grande y profunda imtruccion en los
deberes de eo?~o?Jía doméstica, á la par que un
sa~o y recto JUICIO para gobcrnar la h , cienlla,
eVItar trastorno.s. en el hogar domésti l:o y dar
placer J tranqUIlIdad al s.er que Dios le dió por
oompal:ero. Ellas deben lOculcar en sus bijos
sanas Ideas, morales y religiosas co'tumbres
para que en sus corazoues se dcspierten desde
sus primeros aüo~ e tos dulces y- noLles sentimientos:
amor á Dios, I1lU.or:\. sus padres, amor
:\. la patrIa y am 01' á la EOcledad. Todas las nacionen
deben fundar sus ri nenas y doradas esperanzas
en la educaciou física é iutelectual do
la mu.ier, porque como ha dicbo un célebre escri·
tor los hombres forman las leyes y laR mujeres
forman las buenas costumbres: baSA fundamental
y origen radical del adelanto y civilizacion de
toda sociedad.
Podad la planta y rccogereis un fruto dulce y
sazonado.
Ed~oad á la mujer, y el país marchará. á la vanguardia
de una civlizacion tiólida y fecudante.
La vida en la ciudad fastidia cuando uno carece
de ocupacion que le disipe ratos de como
p!eta monotonía ';lue mutilan la inteligencia, y
Dl aún la ocupaclOn basta ti. disipar tantos momentos
de melancolía porql1e e: hombl'e goza
cuando su alma vela en el cielo de delicioRas
impresiones, y estas impresiones donde más bellas
é imponentes se encuentran es en la tran·
quila soledad del campo, contempiando los panoramas
encantadores de la vírgen naturaleza
á. la clara y brillantina luz de un dia tropical,
6 por )a noche á. la melancólica y poética de la
luna en plenilunio. Examinémos cuál es nuestra
vida cuando no tenemos mayor ocupacion en
la ciudad, y encontraremos quc nos levantamos
á las seis ó. siete de la mañana i ésto, cuando no
hemos temdo una víspera de tertulia ó com ilona:
miéntras aseamos nuestro cuerpo y nos
acicalamos, viene el almuerzo; pasa, qué hacer?
lo más pr11dente y acertado es leer periódicos ú
otras cosas, y dormir un rato: viene la comida
pasa, qué hacer? salir á pasear: qué vemos e~
nue~.tros paseos? poca .cosa que interese y que
admH~.: ..... no, que rllento, algunas veces vemos
dl~lDlda~es que ~cultan sus preciosos y pícaro~
oJos baJO el ala ele sus gachos sombrerillos
cammando con un no sé qué que fascina y enlo·
quece. Pero entendámonos: éstas son las IIespéri~
es que vienen de sus deliciosos pensiles ti
la clUdad á ost~ntar sus púdicas bellezas, pero
que se vuelven pronto al lugar de sus deleitables
encantos. Despues de .estas escasas escenas llega
la ~oche, qué hacer? u donde un amigo ó una
a~Illga á pasar eI1'ato, conversando ó jugando al
ajedrez i esto, cuando no á los naipes (que algunas
personas los tienen de lo primero con el ob·
jeto de que sus niñas ó niños tengan su diver-
8io~) hasta las ocho ó nueve de la nooho que nos
retuamos á la. casa, hora propioia en una noche
oscura y lluviosa para reventarse uno la crisma TI
c0I?-tI'a un.a puerta ó una ventana sin tener á i Cuántas veces he salido á las calles de una
qUIen pedir socorro, ó para q~e algun desalmado opulenta ciudad á la clara luz de las estivales
laque de detrás de UDa eS'lulna un flrC:)lIO' de mQ- . tardes- con el objeto de pasear y de dar dulce ex-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
264 LA TARDE
pansion:i mi e piritu agobiado por el sufrimiento!
i Cuántas veces he alido á reconer ciudades
enteras con el objeto de gozar de sus ponderadas
pel specti va:; !
Pero, oh delirios de mi loco deseo! oh fanta
mas de m i loca. imagilJacion ! En vez de encontrar
cncalltos para engolfar mi espíritu en
un mar de do 'eitable ext:isü', hc encontrado tí
la humanidad de!'truyéndose con el veneno inferDal
dc las pa iones sensuales j al paso que la inmoralidad
de las malas doctrinas, inculcadas en
su alma. por los el'urlit s sabios, hao engendrado
en su sér bs torpes placcres de la concupiscencia
trastornando enteran,ente, con especialidad en la
juventud que se levanta, el6rden de sus tiernos y
delicados :sentidos. TIc Yi~to con dolor y rcpugnan·
cia pasearse el bonor de brazo con el vicio; el ri·
co atropellando indiferente al mendigo que en ·
cuentra á su paso quien con demacrada faz le
demanda un pan por el amor de Dios; el hom
bre probo al lado del bandido, que es¡;cra impaciente
la hora que apetece para asestar el golpe
y rcirse de su víctima: la mujer inoceate, al
lado de la mujer de edad, que husmea buscando
los corrillos:i donde se encalllina para oir hablar
:!. los vagos y de allí sacar algun chisme y con
él fundar tal vez la intranquilidad en el seno de
una virtuosa y respetable familia ¡ los impertiDentes
y malcriados, al larlo de las personas de
alta dignidad y de gran juicio; los jóvenes embriagados
por el detesta ble vicio del licor, en
insolente trato con las deovergonzadas cortesauas¡
muchachos que vagan sin oficio profiriendo las
desvergüenzas más grandes; el caballero de industria
azotando las calles y engañando al desgraciado
que cae en sus horribles garras; los
hombres que deben ejercer la justicia, al lado
de los hombres que se burlan dc la justicia; y,
en fin, la religion, la 1I10ral y el6rden, rozándose
continuamente con la impredad, la inmoralidad
y el desórden. Todos estos contrastes que inspiran
J:epugnancia y trü,teza los presenciamos continuamente,
no solo en los lugares escéntricos,
sin'l tambien en las plazas y calles principales.
Ahora, si queremos atormentar más nuestro
es¡::.íritu con otras escenas no ménos e~c:todalosas,
entremos en los edificios donde se expiden las
leyes; á los suntuosos palacios donde la aristocracia.
brilla, no con la. humilde luz de la virtud
y del talento, sino con los vivos y siniestros res
plandores que sobre el mundo arrojan las linternas
de la. opulencia, que fascina los sentido~
y pervierte el corazon con el imperio del (rgulIo
¡ á. las casas de los medianamente acomudados
j á. la choza del pobre; á la infeliz barraca
del mendigo j y en fin, oh! no quién lo creyera,
hasta en la sagrada Casa del Señor, en el santuario
místico donde debe adorarse el Dios de
nuestros destinos. Oh! ahí tambien la humanidad
arrebatada miserablemente por el genio del
mal irespeta al Dios que nos da y nos q -
cometiendo los mayol·CS y más infames sacrilegios.
j Oh humanidad miserablemente degradada!
j Oh humanidad miserablemente envilecida!
In
Son las nueve de la noche.
¿ Quereis amado leotor, venir conmigo á con-
-
templar dos cuadros que la sociedad nos presenta
continuamente haciendo alarde de hechos
que, en lugar de da,· esperanzas para el bien do
la patria, serán la causa que más tardo contribuya
tí. su destruccion y anÍ<}llÍlamiento '? ¿ Quoreis
acompañarme? venid, seguidme. Penetreruos
en nquella casa de juego. Bien, ya e~tnmos_
¿ Quereis ver en que se emplea la juventud que
~e levanta? (, Quereis '-el' la labores que afanos!l.
fabrica para el bien de la sociedad y del la patria?
Mirad aquellos seis jóvenes acompañados
de otros tantos pel· onajes de mayor odad, embriagados
todos por 01 licor, profiriendo indecentes
snreasmos, injlll'ias y blasfemia" que
I't'ntados juut á una mesa.y :\, lo. pálida y siniestra
luz de un quinqué se entretienen jugando
á los dados, apostando en t:1D desgraciado juego
cl pan que debia servir de sustento talvez á sus
pobres y del'graciadas familias. Mirad como se
sacrifican! mirad cómo se o.rruinan! mirad como
e consumen en los infiernos del rOUlordimiento!
Vámonos, salgamos de este maldito
lugar donde la juventud se corrompe y vamos ~
contemplar cl segundo cuadro.
Estamos en el teatro. Cuántas señoritas ricamente
vestidas adornan las filas de palcos!
Cuántos apuestos caballeros inundan las lunetas
y parques de orquesta! ¿ Creei" que toda esta
multitud e~tü. aquí gozanno de los placeres que
da el drama tan moral que han pue. to en escena?
Creis que ha vellido con el objeto de instruirse
y de corregir sus malas y viciadas costumbres?
Oh no! salvo uno que otro personaje,
ella ha venido á otra COl'a, y si no, vedlo: las
señoriras á ejercer el abominable cuanto detestable
arte dc la coquetetÍa, que ademas de desperfeccionar
la belleza uatural por medio de las
muecas y ficciones, corr~rupe precisamente el
corazon y lo lleva á quemarlo con las infernales
llamas que se levantan de las siuiestras
hogueras de la corrupcion de las sociedades dA
este siglo; los hombres han venido :í dirigir
miradas indiscretas y (\ bUl'lal·se de la señorita
que, correspondiendo:í. sus f ·dsos galanteos se
da al dios de los amores, estremeciendo los palcos
con sus monerías, dengues y meneos. Siguiendo
los tiempos. qué resulrará de todas estas
cosas que hoy la sociedad admite como elementos
de educacion y de caballerosidad? Es fácil
decirlo, mas me abstendré de esto ... Vosotros,
lectores, S3 beis ID uy bien cuál es el fin q uc reportan
los malos principios, sobre todo en las
sociedades que empiezan :i vivir.
Son muchas las cosas que se notan en el seno
de las sociedades presentes, que fOI·man por decirlo
así, la sentina inmnnda en donile entran á
la .ez que salen los vicios más infames y detestables:
es la piscina de los cadáveres del mal
que despide infisivas miasmas que corromperá
precisamente tambien á la generacion que
vendrá.
IV
Las sociedades de hoy DO son las sociedades
de otro tiempo, que enlazadas con la fraternidad
y á la sombra de la religion y de la verdadera
moral trabajan por el bien de toda la humanidad_
Ooncluirá.
SIMON C. CABRÁLES_
•
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 33", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092972/), el día 2025-06-25.
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