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- -- - --_-.Sc:----t'<:::?t ¿ ~ 5 J":::=::-:'; L~'_-----·
PERIODICO DEDICADO A LA LITERATURA.
Serie IV. Bogotá, 3 de Junio de 1875. Número 38.
_A
LA AMISTAD.
El atento y severo estudio del corazon humano,
siempre será uno de los más difíciles, así
como uno de los más provechosos, por las enseñanzas
que se derivan.
y creo que la Ética, la Ontología y las demas
ciencias morales, de bien poco sirven al individuo
que las estudia, si no estudia profundamente
con ese escalpelo intelectual, que se llama. la
sana crítica, y personalmente, elcol'llzon humano.
Tiene que ser primero cirujano del alma, tintes
que todo.
Así verá tan claro como Galileo, y podrá decir,
convicto, ú. la humanidad, lo que vea en
aquel infinito espacio de las pasiones.
y con ello le servirá grandemente.
Por eso, yo prefiero ese estudio á todo otro
estudio, y en él me ocupo hace muchos años, y
me ocuparé miéntras surque las ondas de la
vida_
Todo sé que me falta: talento, sinderésis, criterio;
pero quizás algo conozca á fuerza de estudio
y de cuidado_
Y, en fin, si de mis estudios psicológicos no
alcanzo nada útil al cabo de los tiempos, y tengo
que decir, en realidad, como Sócrates: "Sólo
sé que no sé nada i" á lo ménos habré ocupado
las sombrías horas de mi suerte, en un asunto
digno de todo el 'lue se llame hombre.
Ahora, voy á escribir lo que hasta hoy, en
más de veinte años de estudios y expe~imentos,
comparaciones y conclusiones lógicas, he observado
en gentes de todas condiciones, razas, edu-
• • • caClones y poslCIOnes.
y lo que expongo son observaciones generales,
y con raras excepciones.
Entre las pasiones del corazon humano, hay
clos que he analizado largamente, á saber:
El amor y la amistad.
Sobre lo que he observado acerca del amor,
ya lo expuse en otro artículo fugaz.
Empero, repito: que el más grande, noblo y
verdaderamente eterno que existe en este mnndo,
es el amor de madre.
El amor de la madre es grande para sus hijos
y para su esposo, y no perece.
El amor del padre para su esposa y sus hijos,
es muy inferior al de la madre.
El amor de los hijos á los padres, está más
abajo.
El amor de los hermanos, es más pequeño ya.
El amor de los parientes, ea ouasi nulo.
El amor al prójimo, no existe, aunque Dios
lo mandara con truenos y rayos sobre el Sinaf,
y aunque haya quien lo contrario diga.
La experiencia habla en mí más alto que too
das las protestas humanas.
Hay uno que otro rarísimo corazon que ama
á uno que otro prójimo; pero ninguno ama á la.
humanidad entera, ni haria lo que el sublima
J esus: morir por amor á la humanidad.
El egoismo, el interes, la vanidad del yo p?'imero
que los demas, son los sentimientos dominadores
que hay en el corazon humano.
Y nada prev alece contra ellos: ni la pazJ y
satisfaccion de la conciencia, ni la idea de la
ventura celeste para los buenos.
Este es el aml)r en el mundo, en todas:partes,
y no otro.
¿ Y la amistad? ,
Pero ántes diré qué entiendo por verdadera
amistad.
La verdadera amistad es un sentimiento no·
bilísimo y generoso, de los más delicados del
alma, no tan intenso como el verdadero amor,
pero !ji tan elevado y puro, tan exquisito y tierno
como éste, el , pnra snlidns do cocho i par·U
paseo y vi i tus, lu carretn do ocho rosorlos.
¿ y quién pnga? .
El marido, sill duda, á ni no quo lo sea Illlposible
SopOI·tnr oso lujo ..... porquo en fill, lo
imposiblo nadie puede hacerlo .... ..
1 asomos I Alejémonos prnnto ..... nos hulla
mas al bordo del abismo ...... !
Otro r fatal dcl cuadro (lo nuostrlls oos-tumbres
os la tOlld n ia cada dio. más 1111'0. y
más auu~zmento coní' sada. u una ¡.¡ Ilsunliuau
que so d sbol un; lo. pI' oeupacioll do. cOUl.rl· y
bober hien ha invadido tí todos; la cocmfl tlOllO
hoy su poriódico como al. salan, y. los más aorodita.
dos publioan de ~ontmuo la ltst:1. de un menú
variado y espléndIdo.
No se habla más que de salsns y do 7.umos ;
de ent?'emets y do 1101'S dr Qcubr: incitaLivos ¡ el
lujo de lo. mesa ha. scguido la mIsmo. progreSlon
que los otros.
Una oomida. os hoy uo grau no~~oio, que ~uesta
muoho dinero; ya no es pormltldo á. nadIe el
dar de oomol' á. sus amigos 6ill oeremonJO. ; 01 comedor
le ha. vuelto UD oampo oonado canto ~1
IlI.loD, todas lns rivalidades so enouentrnn o.llí y
•
,
so librn.ll una botalla i allí tambi n 110 luoha on
ox ntri ,idnd.
'o viol nLa 1 órd u do las stncioll a, s sirv
n pl'im.ol'os marohitos y oostosos, muoh tiolllpo
¡iutos el qno la naturnlozn, q u hne bi n lo
qn hao, 1 a dó Illaduroz 81\b1·OSl1. : so sirv mñs
])111'0. los ojos qu paro. 1 pnlt\.dar, ñ 11\ l'U da,
con tl11l1 n.uu1\tlullein j l'adu. tl pInto, oon ouyo
volor p dria OOmpl'al's una alu n.
'o traon los manjnros d todos lo pafs s: y
fácil s l·ia llur unn. 1 coion do g ogrnfÍl1. univ 1'sn
1, u 'u¡1l(pLÍe1·t\ do esas 001ll idas, ó mlÍs bi n
r ibirll\ d 1 1II!\IlStl' ala 6 j fo do omodor, sólo
con quo nombrllSO los plt\tos prosontes: 1 avil1l',
qua vi l1e do • an 1) torllburgo; 1 sl 1·1 I , dol
olgo. ó cIel Moldan; lns lenguas do v nn<1o, do
orurgn. i los jamonos, d 1 ondndo do York;
Jos mariscos, de Esco in; los fni nnos, do oh\
IIio.; los pollos do H.u ia; los lomos do Oso, do
Jos Ip s o do los l)irin os.
'fodo.vín qu dn 1 capitulo do los exoontrioidad
f;: S ortan lus ollUlcLas do una langosta
y so pI' sClltnn li br s sin despojarlas de su pi 1 :
no ha o muchos dias quo a isL( ó. una. eomido.
q uo mpozó por una sopn de nidos do golondrino
trnidos exprosamonto do hina para. o to
fin; otro do los platos ora un gignnt s pastol
de eoraZOllO do paloma, quo hubia dobido oostnr
más uin ro que 1 quo n sitnn s is familius
indig utos paro. aliment rso duranLo un uña.
Los vinos no pu d 11: qu llar?o atras d? los
manjaros, ni como varl ¡dad, 111 COulO cahdnd;
y oomo la producoion ha llegado á sor inforior
nI consumo, su valor ha llegado á un oxtromo
fúbuloso.
Mas, ¿-'qué importa? cuanto más caros euostan
sto vinos, mayor eanLidad de ollos so do-oa
b bOL·; Y sin mbnrgo, osta pr p nsion ruillosa
no pucdo fiel' agradable: el anfitrion que
hoco eol cal' dioz eopns dolanto do cado. plato
¿ po o el vorcIadoro sontido do lus osas? Esos
aromas distintos y algunas v oos opuostos, quo
os prooiso I:labol'e~r en un reduoido espaoio do
tiompo, BO porj udican los unos á los otros; y sin
embllrgo, lo orindos pns~ndo por opayaD.
•
UN BAILE Y UN HOSPITAL.
Asistíamos años h:t á un baile en nuestra ciudad
nativa. El salan era de los más bellos y lu josos
que puedan verse: la atmósfera estaba perfumada
j la luz rebozaba por las celosíaA; 1011
espejos multiplicaban la. cl)ncurrencia. Habia
mujel'es seductoraA: una/! rubias y lánguidas,
otras morenas y de ojos chispeantes. Aquí yall1
se cruzaban sonrisas dulces como una caricia y
expresivas como una l'evelaeion.
Entre las damas habia una. que llamaba la
atencion general, porque bien merecia el título
de reina de las bellas. Llamémosla Helena, nombre
que le cuadraba. perfectamente.
Entre los j óv enes que rodeaban á las bellas,
colmá.ndolas de h:Jlagadoras atenciones y regalándolas
con dulces galanterías, habia uno que
llamaba tambien la atencinn por su melancólico
silencio y la fijeza con quo miraba á. Helena. Le
daremos el nombre de Jorge. El ménos conocedor
de fisonomías habria dicho al ver á Jorge:
" He aquí un alma templada y un corazon ardiente."
No era muy buen mozo j pel'o poseia
en su frcnte y en sus ojos el sello de aquello
que ha ce al hombre respetable entre los otros
hombr cs , y bello para ante las mujeres, el genio.
Con efecto, poco ó nada interesa uno de tantos
sujetos que, dueños de condiciones físicas agradables
á. una mirada irreflexiva, carecen de 109
dones de la inteligencia; y sí mucho quien al
golpearse la frente, pueden decir como Andres
Chenier: "aquí hay algo!" Tenia el jóven en
contra Buya el ser muy reservado, lo que provenia
tal vez, no de soberbia, sino de timidez. ¿:Por
qué está casi siempre la meticulosidad unida al
talento? Esto se puede resolver recordando el
célebre dicho de Sócrates: "Sula una cosa he
aprendido, y es que nada sé." Sucede con frecuencio.
que las almas privilegiadas juzgan á las
demas dotadas de condiciones exajeradas, y se
ponen á. sí mismas debajo de quienes ni quizá
podrian comprcnderlas. Ouántos hombres grandes
llegarán á la tumba. sin saber que lo son, y
pasarán desapercibidos y confundidos en el oleaje
del vulgo, miéntras quizá la fama corona sienes
indignas!
Jorge fijaba constantes miradas en el rostro de
Helena, y malgrado suyo, su movible fisonomía
dejaba traslucir las impresiones poderosas que
agitaban su espíritu; más nada decia a. aquella
hermosa que tan fuertemente lo cautivaba.
Helena tenia esa noche en torno suyo un círculo
de galantes que le lanzaban atrevidas frases
y la cubrian con las flores silvestres de la
adulacion. Entre éstos habia un sujeto de bello
exterior. Jorge 10 observaba y oía todo. Bien
pronto notó que ella. recibia con marcado placer
los cortejos del buen mozo j en una palabra, que
estaba apasionada. Un golpe eléctrico hizo temblar
su corazon. Sus ojos se humedecieron, y de
su pecho se escapó un suspiro, débil anuncio del
dolor de su alma, como el hondo gemido del
volean apénas si revela. que en su seno se agitan
llamas impacientes.
El jóven siguió notando que para el lindo galante
habia amor, y para él completa indiCeren·
cia. N o pudo resistir más; y huyó de l. piQla
del baile.
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• LA TARDE 251
Tendido en su lecho, procuró conciliar el sueño
j pero el sucño, enemigo de lAS al mas q uc sufren,
esquivó cerrarle los párpados. Aquella noc~
e fué insoportable. Erdcsvclo es algo que puchera
llamarse la cruel prolongacion de una vida
que mata, No pudiendo soportar el lecho, se
levantó, y se puso á escribir. Estrofas tiel"D3s,
pero amargas, brotaron de su pluma, que corria
sobre el papel sin detenerse, como las aguas
de un torrente, incansables en su camino y tercas
en sus lamentos.
Qué bien dijo G. G. G.
" El canto no es placel' sino un consuelo
Que á falta de placer nos presta el cielo."
Dios sabe cuá.nto sufre una naturalcza impresionable,
Como la sensitiva, cualquier [sacudimiento
la marchita.
Pasaron dias y dias. Helena seguia amnndo
:i. su buen mozo. Jorge, que cn vano 'pretendió
borrar de su mentc la imágen de lo. b~lla y calmar
la tempestad de su corazon, resolvió abandonar
la ciudad nativa, para ir á buscar á tierra
extraña las aguas del olvido. Allá. se d ió al trabajo
y al estudio. Poco á po o fué'"aquictándose
su corazon, y al cabo de algunos m"cses ya estuvo
tranquilo. Entónces pudo analizar sus iUl-
• preSIOnes pasadas, ccm la frialdad con que un ci-rujano
practica en un cadáver la autopsia. La
historia de una vida es un cadáver, salvo que (L
las veces se agita convulsa.
Como todo hombre de:talento, Jorge era propenso
á la generalizacion. Por eso él reputó ya
á todas las mujeres incapaces de amar el mérito
y dadas á la adoraoion de lo supérfiuo. Perfidia
vanidad, egoismo: hé aquí á lo que quedó par~
él reducida la muje!'. Uuéntas veces maldijo á
la bella mitad del género humano! Cuántas sintió
su corazon frio como el mármol de una tumba
é incapaz de toda impresion 1 Él juzgaba In
belleza de la mujer como un lazo tendido al
hombre para hacerlo caer en la degradacion. Al
pensar en el amor, sonreía con desprecio, porque
á su ver el amor era una explosion del egoísmo,
una miserable idolatría del yo.
Curado, como hemos dicho, de su antigua. paaion,
volvió á su país, creyendo que ya en su
corazon no podria introducirse el demonio del
amor.
P~seábase una noche en la acera del hospital
públIco, entrcgada su alma á sérias meditaciones
sobre la suerte de los desgraoiados que, desechados
del regazo de la fortuna, tienen que
aceptar el pan, siempre amargo, que brinda la
compasion pública. De súbito vió desfilar á su
lado, con paso ligero, á. una mujer que entró á.
la casa de los pobres. Movida su curiol'lidad por
un presentimiento extraño, no pudo méuos de
seguirla á las piezas interiores del edificio. En
UDa ancha sala, alumbrada por los pálidos re:
fl~jos de una lámpara suspendida del techo, habla
un enfermo anciano que daba señales de
hallarse en las agonías de la última hora. Sus
ma.nos convulsas estrechaban contra. el pecho
un crucifijo: sus labios murmuraban oraoiones
con voz profunda. y entrecortada por la fatiga:
por sus mejillas, color plomizo, resbalaban grueaas
lágrimas. y al pié del lecho del moribundo
USL8 mujer, bella, pero no como las mujetes que
fascinan en una orgia, sino cual un ángel que
mira al cielo, tambien lloraba, y dictaba en voz
baja al moribundo plegarias de contl'icion. J orge
de pié á la espaldll. de ella, contemplaba estático
aquella e cena de virtud y dolor, y tal
vez algunas lágrimas csquivas humedecian tambien
su ro tro.
BenJiga el Súñor vuestro corazon, como yo
lo bendigo, ángel de caridad! exclamó el anciano.
A poco rato espiró.
Ella entónces, como familiarizada con las cscenas
de lo. muerte, r ecl inó su cabeza soLre la.
almohada que sostenia el cadáver, y quedó en
una santa contemplacion. Cuando abrió los ojos,
vió arrodillado á su lado á un jóven, y lal ¡zó un
grito como si hubiesen sus ojos tropezado con
un fantasma. "IIelena ! exclamó Jorge, teniendo
en á.mbas suyas una de sus manos, yo os odiaba
tanto cuanto un tiempo os amé, porque os
juzga ba mala i y ahora os hallo en la tarea de
los ángeles! "
Preciso es ad vertir á. nuestros lectores que
la hermoRa jóven sufrió duros desengaños en
su época de coqueti~mo y vanidad. Ji'! coquetismo
habia acabado por hastiar su COl'azoo, y
la vanidad. por dejar en su alma un negro vacto.
y más de una ocasion, en sus horas sérias,
habia lanzado fugitivas mirauas su alma hácia
el pasado, y visto destacarse del fondo de éate
la noble y dulce fisonomía del bueo Jorge.
y esa vaga aparicion le causaba tristeza y
¡'emordimiento, como el recuerdo de una felicidad
perdida neciamente, y muerta ya.
y entónces su corazou le dccia que lo amaba;
pero el orgullo se crguin. altivo ante aquella revclacion
íntima, acabando cl orgullo por imponer
silencio al corazon.
y tal vez la hermosa. vertia á las veces lágrimas
furtivas cuando, mal grado suyo, su pensamiento
revolaba en torno al jóven ausen: e.
Jorge estrechaba, pues, sobre su corazon lo.
mano de su amada, no esquivada por ella.
En una mirada, lanzada al traves de un velo
de lágrimas, sus almas se adivinaron y se comprendieron,
A poco tiempo la dicha abrigó bajo sus alas
6t la simpática pareja.
Helena ha continuado aliviando las desgracias
de los desheredados, así por instinto, como
por gratitud á la sania beneficencia, que labró
su felicidad.
,
ENRIQUE AL V.A.REI.
EL CONDOno
Oomo lágrima errante
Que el mundo llora,
Por el rostro del cielo
Rueda la aurora; '
y yo entretanto
Hago que por los aires
Ruede mi canto.
•
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252 LA TARDE
La tierra de colores
Se vi s te ufana
A los rojos flllg ores
De la mañana;
1\1 un do, despí erta,
Que la e s trella del alba
Llama á. tu puerta.
y mié ntras que en los aires
V oy á bañarme,
y en la faz de la luna
Puedo mirarme;
Ra~gan mi~ huellas
En nubes de topacios
Cielos de estrellas.
Es mi nido de amores
La parda roca,
Que perdida en las nubes
Al cielo t o ca j
En sus cimientos
Rotos contra las peñas
Gi;nen los vientos.
Miéntras que allí contemplo
Los horizontes,
La una garra en los valles
La otra en los montes j
y :i mi d eseo
Sobre montes y valles
Me señoreo;
El hombre eu sus palacios,
Pobre, peGJ.ueño,
Soñando en su grandeza
Duerme su sueño;
Mentira al cabo,'
Solo es grande el que es libre
y él es esclavo.
Mis leyes son los aires,
y los desgarro
Haciendo entre sus ruedas
Rodar mi carro;
Algunas veces
El erugir de mis alas
Los estremecen.
Cuando entreabren las flores
Su casto broche,
y bordada de estrellas
Tiende la noche
, Su negro manto;
Envuelto por las bl'umas
Alzo mi canto.
•
Yo cruzo los espacios
Oon vuelo alti~o,
Yo tan solo so y libre,
•
•
•
I
Yo solo vivo;
N adie se asombre:
Yo soy mucho más libre
Que lo es el hombre.
El hombre su grandeza
Necio pregona,
y el brillo lo esclaviza
De una oorona ;
mi raudo vuelo
No sufre más corona
Que la del cielo.
JACINTO GARCÍa. PÉREZ.
Caráeas, 1875.
o ::: G
Los pastores de la playa. •
Oontinu aciano
Aquella voz me biza volver en mí: detuve QI caballo
y me quedé pensativo.
Noté entónces que en la crin del caballo estaba atado
un papel plegado; desdoblélo, leí su coutenído que
eran estas pocas palabras:
"El señor capitan haria bien en seguir el camino
de Franci~; las hOl'cas francesas están siquiera más
distantes que las españolas, y aún pudiera suceder
que el verdugo no tuviera nuda qué hacer con el capitan
Francisco Llános,"
Acc-pté el consejo que me daba aquella hoja de papel,
y partí á toda pri. a. El hombre que ántes mo
hahia hablado, me gritó:
,; El señor capita}} debiera tomar el camino de la
co s ta, donde ~ncontl'ará barcas que podrán conducirlo
á Francia, sin pasar por la frontera de tierra que puede
el' peligrosa."
Como una máquina movida por nquella voz, dirigí
mi caballo hácia la costa.
Allí me embarqué y pasé á Francia.
Luis Sánchez, que así se llamaba. aquel infame, hízo
circular en España que yo babia muerto en el
ataque qtfe babian becho unos bandoleros para apoderarse
del convoy, y como los soldados de confianza,
que tambien habian embriagado, hr..bian sido maniatados
durante la noche y no podian explicar lo que
habia pasado, confirmaban así los rumores que circulaban,
nadie dudó que el capitan Francisco Llános
hubiera muerto, como buen soldado español, defendiendo
los intereses de su pat¡·ia. Esa noticia llegJ
hasta tí, y vestiste luto por el que debia ser, y es
hoy tu esposo. E s parcida y confirmada esta notícia,
desfigurado en parte por la herida y por la barba que
me habia dejado crecer, poco ó nada tenia que temer
al volver á Eó'paña, Así, pues, cnando Sánchez me
escribió que podía y debia volver á España y me daba
todas las seguridades imaginables; como por otra
parte aquel bombre se habia hecho dueño con mí
ayuda de cerca de tres millones de reales, creí que
ya nada tendría que bacel' con él, ni él conmigo, y
volví á España.
No habia acabado de llegar cuando se me presentó
aquel perseguidor, para arrastral'me á una nueva infamia.
l\Ie exigió mi cooperacion para una. empresá.
que meditaba, y de que ámbos sacariamos provecho.
Armado de aquella fatal obligacion, nada podia yo
reusarle, y prometí ayudarle, suplicándole que ántea
me dejara ir en tu busca y cumplir el compromiso de
unirnos, que en épocas más felices habiamos contraído.
Consintió en ello, y fué ntlestrb padrino.
-Ah! Sebastian, te compadezco! ' Con que nueatro
padi'ino, ese Luis de R<:>blo8 que me ha inspirado
•
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LA TARDE 2u3
siempre tanta antipatía, nu es otro que Luis S'lnchcz, .
el infame bandido que revolcó tu virtud en el fan ro en
que habia abogado su conciencia. Pobre amigo mio!
cuánto has debido sufrir!
-y cuánto tengo aún que padecer! P ec.o escucba
el fin de mi hi toria. Francisco, me dijo, unos dias
despues del matrimonio, tengo á mi cargo dos niños
que no puedo tener á mi lado, que me es impo. ible
educa¡' como yo lo quisiera. Voy á ponerlo bajo tu
dependencia; tú los educarás en la pl'ofcsion que escojas;
cuidarás de ellos como de tus propios hijos,
pues te advierto que tienen que pasar por tale. Quien
puede morir en la borca por ladron, no es rl ifí cil que
tenga que hacer á RU mujer confesioneR de esta espe'
cíe. Tú verlÍs como te las entiende para «:'110.
Los niños DO están en estado de saber nada, de comprender
nada; pero deben ignora¡' abora )' siclllpre
todo lo que á ellos se reficra: se llaman Enrique y
Julia; son tus hijos y nada más.
En cuanto á la profesion que quieras seguir, te
aconsejo que elijas una que te permita vivir retirado,
donde baya pocos ojos que te vean, para que no ha·
ya algunos que encuentren semejanza entre el capitan
Fl'ancisco Llános y Sebastian del Rio. Acabo de
comprar las tierras pertenecientes al castillo de los
marqueses de Santiilana, y aunque no he podido hacerme
dueño del castillo, que el rey ba cedidu al
orgulloso conde Loredo, todas las tien'as adyacent.es
me pertenecen, y he mandado const¡'uir un castillo,
que sirva como tal sin tener ese aspecto tl'Íste como
la muerte que toman todas esas construeciones anti·
guas. Hay cerca del castlllo de Santillana, y hoy de
Loredo, una cabaña con algunas tierras de labranza y
un pequeño rebaño. Todo es para tí, y te daré la escritura
que se extenderá como si lo hubieras compra·
do todo. Piénsalo y avísame.
Bien comprendes que manifestar su voluntad era
darme una órden. Acepté cl)n todas las condiciones.
Faltaba hallar el medio de intl'oducj'¡' á cnsa, sin destruir
la. úuica felicidad con que podia contar, aquellos
dos niños, que, no sé porqllé me inspiraban compasion
y simpatía. Despues de mucho pensar, me ocurrió
que el único medio era valerme de. ¿¡eñor cura,:i quien,
bajo el secreto de la confesion impondria del asunto,
e»plicándole mi situacion, y suplicándole se convenciera
de que no tenia de qué acusarme con respecto á
aquellos niños, Tú sabes lo dcmas, así como la promesa,
que me recordaste no ha mucho, de revelarte
algun dia este secreto. Es posible que haga un viaje
con cualquier pretexto para ir á la cita que me dan
en Bilbao, y en la cual me prometen revelarme algo
relati vo á los jóvenes quc pasan por hijos mios. La
carta en que me llaman, t.iene el mismo ¡:;ello de las
que hemos recibido otras veces y de la que Enrique
dejó en el bolsillo de la blusa. Parece que al fin d~jarán
de ser huérfanos los que han pasado por hijos
nuestros. Qué haremos entónces? El ciclo roe ha
castigado por haberme usurpado el título de padre,
negándome la dicha de poder decir "bijo mio," con
todo el corazon, con el sentimiento de verdadera paternidad.
Que se haga su voluntad!
-Dime: i no has podido averiguar si esejóyen que
dicen es hijo de don Luis lo es en realidad, ó es como
dicen hijo natural del m~rqués de Santi llana?
-Don Luis me dijo urna vez que era hijo de una
hermana. suy,a que habia cometido una debilidad, y
del marqués; pero me prohibió severamente hablar
del marqués, delante de nadie, ni aun delante de tí.
En esto hay un misterio que jamas he podido comlirender.
Segun dicen el castillo fué a&altadu por las
tropas francesas que se apoderaron de la comarca, y
que los dueños del castillo perecieron á manos de los
soldados. Por lo que he podido saber, uno de los que
penetraron en el castillo despues de tomado, fué don
Luis, Solo él debe saber á punto fijo lo que pasó,
porque tudos los demas murieron cuando el conde de
Loredo, arrojó á los franceses del castillo y de la coJIlarca,
logrando así que el rey lo distinguiera, dándole
el castillo que babia recobrado por medio de su
valor. 'rodos lo papeles relatiyos ¡\ ltl fall1i lia, C:l)'crun
segun d icen a Igllnos, en po¡] ('r de don Lu is, que
ngl'egó c. a á sus 3ut,iguas infamias.
En cuanto :1 los padl'es dc los niños, crco haber ues- .
cubierto algo; be notado, aunque no te be vi"to sino
de l(-jos, alguna seme-janza entl'e el señor de I báñC'z
y Enl'ique., .. Si fuera su padl'e!, ... No'Ré porqué,
pero, aunr¡ue la idea de i>epal'aI'I11C de ellos me t'ntl'istcce,
y tengo celos ~e él, quisicra
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 38", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092971/), el día 2025-06-25.
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