Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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PERIODICO DEDICADO A LA. LITERATURA.
Serie IV. Bogotá, 13 de Julio de 1875. Número 43.
A~DE.
•
RESIGNACION·
( Conclucion).
Con esto, haciéndose mutuamente nuevos ofre·
cimientos, se despidieron con curiño de antigu08
amigofl, y poniendo á punto susc:lballo~, partieron
en direccion contraria Juan Oepeda, sin apartar
de la imaginacion la gallarda apostura de Humberto,
y éstc, conmovido extremadamentc por la
parte del relato que parecia atañerle.
Era la hora del anochecer cuando llegó llum·
berto á sus Jares, y como la mirada y el rostro
descubran lo que pasa en lo recóndito del coraEon,
don Adeodato y doña Ounegunda, despues
del abrazo ordinario, conocieron las violentas
impresiones que Humberto habia experimentado
j y ella con tono de habla sua vísim a le dijo:
No me ocultes tus pesadumbres ni quieras en
secreto devorarla!, que los disgustos suelen amen·
guar cuaudo su causa recibe baldo n de aquel á
quien se comunican. No calles lo que pueda haberte
sucedido, y con esto atibares el gozo que tus
padres han recibido con tu regre O. A lo que dun
Adeodato agregó: Habla, y que tus razones disipen
la perplejidad que nos traes con lo que en tu
ademan se trasluce. La fatiga del largo viaje y
no interrumpido camino, dijo á. esta sazon Hum·
berto, acaso ha mudado mi semblante. y si en
él se manifiesta. 01 sufrimieuto de alguna pasion,
no es ésta de manera de poder inquietaros, ni
ménl)s apesadumbraras. Es el caso que la corriente
del amor me lleva tras sí todos los pensamientos,
y esto naturalmente tambien habrá
aiado mi semblante hasta el punto de que pueda
pareceros maganto j y ya que bablo de amor,
fuerza será que descorra el velo y que os diga
que lo he concebido con vehemencia por una
doncella á cuyo mérito DO pongo precio por no
agraviarlo. Humilde, modesta y recatada, no
pisa la alfombra del podercso, ni sigue otros dictados
que los de la virtud, y los quehaceres dom~
sticos son su mas ordinario entretenimiento,
sin olvidar \lll punto el estrecho cumplimiento
de 8US deberes religiosos, el cual hace de la mujer
preciadísimo teMo ro. Teniondo esa doncella
semejantes cualidades, dijo doña Ounegunda,
no se ha decir que cifra su orgullo en la mayor
variedad de trajes quc gaste, ni en traer una
cuarta más de cola que su vecina doña Petra, ni
en cargar la cabeza de feos adeliños y ataviarse
de anga.ripolas, como lo estilan las doncellas del
diaJ en lo cual 100 padreIJ tienen mucha parte,
dado que fomclItnn en sus hijas el lujo, que suele
llevarse de calles no solo la riqueza sino tambien::\.
veces la honra j doncella!! tan frívolas y
superficiales, que hacen punto de no cojer la
costura y el bordado, y no haber puesto sus
manos, ni por semejas, en la espetera de su cocina.
10 cual va fuera de los términos de toda
buena razon j y siendo rliscreta, habrá sabido
desconccrtar á. los que, no embarbecidos aún,
con carocas y lagoterías hombrean requiriendo
de amores á las damas, y haciéndolas perdel' de
su de~oro con no ~OC3. frecuencia. Alabo, pues,
tu aClerto en escoJer una espo;,a tal, y DO vacilo
an dar mi consentimiento á un enlace que sobre
fecundo ha de tracr creces ti. nuestra red ucidn
familia: siempre anhclé que Dios te concediel"Q
una esposa pobre y humilde áutes que una rica
y soberbia; que la humildad y la pobreza cris·
tianas 80n como ferrada puerta que se cierra á.
los amagos del vicio j y puesto caso que se hayan
cumplido mis ansias, pro n ta estoy :í. bendecirte
cuando tu padre te otorgue la suya. A este
punto don Adeodilto, COD muestra de alborozo, le
dijo: Apresúrate á recibir, cou la de tu madre, mi
bendicion para tan bienhadado himeneo, supuesto
que, oyendo los documentos de una sana razon,
hayas sabido escoger por esposa una dama en
quieu vaytln apareados la virtud con el buen en·
tendimiento. Salga en buen punto de ese casamiento
una prol'3 que sea honra de sus padres
como tú lo has sido de los tuyos j Y quc la dis:
cordia no abelee el contonto de tu casa en los
dias que Dios fuere servirle de concederte. Besó
IIumbel'to las manos que le bendecian, y enternecido
por l? que le pasaba, apénas tuvo para
rcsponder 6100 entrecortaJas razones, que deja·
ban ver cuánta era la gratitud que en su pecho
na cia. A vosotros os esO. señalar, agregó IIum_
borto, y :i. mí el aceptar, segun lo conccrtado
con Arieia, que este es 01 nombre de mi be1Jo.
de!'posada, y con su madre, que es lo que tiene
en el mundo, el dia y el lugar que convonO'a :\
la eelebracion de mi enlace. Don AdeodatuO fué
de parece~ <).u.o lo mis pues~o en razon era que
ellos se dmglOsen á. la. capltal de la provincia
para que allí sellase perdurablemente la religion
el amor de su hijo, lo cual habria de efectuarse
de allí á treinta dias, y doña Ounegunan defirió
en un todo á lo que don Adeodato habia determinado.
Refirióles en seguida HumLerto otras
menudencias relativas á. la familia de Aricia y
cómo tenia grabada en el alma la idea de que' se
pondda en término de aclarar la aventura que
en dia aciago lo habia privado del calor del regazo
de su madre, la cual le habia sido comunicada
por don Pedro Románez, de lo que natural·
mente/:le sobresa.lta.roD a.qu611os UD tanto; empe-
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•
28'1 LA TARDE
ro, juzgando fuera de toda razon e l que pudi e ra
negarse á l a averiguacion de tan ext r año h echo,
hi cie r on donaire de e llo , y lamentaron u na v ez
más el OSC'lro origen de su querido Hurubcrtll, el
cual se d ió pri sa á ha ce r 5a bedora á Aricia p o r medio
de una. carta mi iva, del bu e n é xito en l o que
habia solicitado, y d e c ó mo se habia r es uelto celebrar
su proy e ctado matrimonio.
Preparados los b á rtulo s , pusié r on5e en cami,
no, segun su prop ósito , don Adeodato, doña C unegund
o. y Rumbedo, con alguna scrvidumbre,
que condu cia los preparativos p :u'a las bodas, y:Jl
c :1 bo de do~ dias de molesto viaje por los ardores
del sol qu e recio picaba por ent6nces, lle garon :í.
la cabecera de la provincia, donde alojaro n e n
el meson principal, pues don Adcodata ni d oña
Cunegunda quisieron apearse en casa de Ari cia,
considerando la. estrecheza en que, pobres como
eran, debilJ.n de vivir. aunque allí los esperaban,
y los habrian acogido con buen ánimo, que
es condicion de pobres principales la llaneza y
cordialidad en el trato. No se habia apeado
Humberto, cuando se fué desalado á "er á su
dama, hecho lo cual vino al meson con ella,
doña Antonia y Librada, la otra hija d e ésta,
Tierno fué el encuentro de las dos famili as , y
conmovedoras las afectuosas y ya familiar es
pláticas que tuvieron. Con gran sorpr esa y al·
borozo para Hum berto, anunció doña Anto oia
que todo estaba conc~rtado con el cura del lugar
para el casamiento, el cual se efect.uaria el ve,
nidero dio. junto con el de Librada y Juan C epeda,
á quien debian beneficios tales, que solo
habian podido pagar con la mano de aquélla.
Cuerpo de mí! exclamó Humberto, que Juan
C"peda es grande amigo mio, y tan grande,
que BU vida y aventuras me han servido todo este
tiempo de profunda reflexion, y cuando fucse
solo por verle, habria sobrellevado de gana las
fa.tigas del largo y penoso viaje que he hecho.
Juan Cepcda, dijo á este punto doña Antonia,
no se holgó ménos en saber que usted era el futuro
esposo de Aricia, con ocasion do lo cual
nos refirió por menor la extraña manera con que
trabaron relaciones, y el espccial cariño que luego
ha cobra-do por usted; y añadió que deseaba
S9 le ocultase hasta el último iostante la noticia
de su casamiento con Librado, pua que
con la satisfaccion y regocijo que éste le causara,
se aumentase la complacencia que usted en
el BUyO tuviera; pero como no seria bien que
yo celasa ñ. ustedes lo que ya he considerado
como imperioso deber declararles, me he visto
obligada á anticiparles tamaña sorpresa.
Aquí, renovando afectos y abrazos, se retiró la
familia de Aricia á apercibirse para las bodas
que otro dia habian de celebrarse; y Humberto
fué á estar con su amigo Juan Cepeda, y á gozarse
c on él en el pensamiento de su futura felicidad.
EDcontráronse, se abrazaron apretadamente,
, ni uno ni otro acababa de convencerse
si era cierto aquello mismo de que es- o
taban seguros. Humberto en breves razones
contó á Cepeda cómo se habia hecho ya sabedor
de lo que hitn intencionadamente se habia esforzado
él en ocultarle por algunas horas; á
lo cu.al respondió Cepeda que ya habia pesumido
que á doña María, que era comunicativa
ademas, no se le cocerla el pan en el seno por
•
adelantarle la !:o rpresa que él Je prepllraba, Departieron
largam ente los dos amigos, que ya se
miraban uno á otro como hermanos, Boure lo
que hace In verdadera d ic ha , y los caminos, :11
parccer sobrcna tu rales, por 1,)s '1 ue en t1'3 m bos
á dos habían llegado á un mi mo punto, como
tambien sobre el vinculo que por deber y por
afecto en adelante los ligaba j y, concordando con
los deseos de doña María. quodaron cn que el
paraninfo de la boda de Rumberto seria Juan
Cepeda, y csotro 01 de la dc éste, con lo cual tornaron
á ubrazar~e y fu e:'o ll :í r endí l' el cuerpo al
sueño, que con las impresion es del dia teoía más
disposicion para é l que para otra coa, nunqua sea
dolen cia cOlll un en ¡os n ov io~ no cerrar los ojos en
la noche ví spera de su s bodas , ocupado el ánimo
de la idea de que ese lazo perdurabl e va a deci dir
de su futura suerte.
Amaneci/¡ el día t:1O alegre y l'Ísueño como lo
estaban los di sc retísimos amalltes, que ya frisaban
con el t é rmino de sus ansias, daudo principio
á la l'ealizacion de sus espC'ranzas.
La casa de doñ~ María, sin esa lauta csplendidez
de las de los p od e roso", estaba primorosamente
adornada de laB fl o res con que la p.'óvic};¡
naturaleza nos regala, llls cuales en forma de ramilletei'l
, f es ton es y guirnaldas, contentaban la
vista y ha.lagaban cún su grato perfume, El menaje
de la aala, que estaba reci en enjalbegada,
se componia de tres canapés forrad os en dama ~co
amarillo, una d oceua de taburetes de guadamacil,
tres mesitas barnizadas, con seudo' e! comenzaron á correrle
unas lágrimas, que bien decian cuánto era su
padecillliento y ang·llstifl., el cual se comunicó
luego á los q uo la escu~haban, como pam que
no faltara acíbar á la dulzura ele la b oda. UD
momento estu vo suspensa n oita },{arla, y repue.~ta
slgun tanto de su turbacion, contiuu6: .Mi
marido don Pedro habia sido instad repetidas
veces por don Hernando Alvarcz, padrino de
J 0 3é, á pasar algunos uias en su hacienda dol
Cedron, distante elel Limonar unas seis legual:!
por camino no traj inado. Un dia, quo amaneció
para mi menguada hora, quiso mi marido coude
cender con el inocente deseo de clon H emando,
y como presumiese de buen caminador, calculó
que en seis horas haria fácilm p.lüe el viaje,
y ri. la. del medio dia se puso en camino para. el
Cedron, llev8.ndo con. igo {~Jo~6, niño cntónces
dGl cuatro :í. cinco años, y á. quien familiarmente
dt\.bamos el nombre de uno de vosotros, IIumberto_
No sn.lió bien en su cálcnlo, pues lo quebrano
del camino hizo encalmar la b estia y hu bo
de to,uarle la noche en una parte r ode:¡.da de
intrincada selva, la cual solia en oca 'iones ser
guarida de gcnte de la hampa. No habian entrado
por ella cuando luego al punto los acometieron:
introdujeron i don Pedro al corazon ue la
sE'lva, ya José querian dejarlo entregado á su
mal:tveniura, á la orilla de la senda, cuandn de
antuvion uno de los qtle con aquella gente estaban,
pone :l. punto su caballo, se hace del niño,
y picando de martinete, parte con él á galope, .quizás
á extrav iarle entre las fragosidades 6 los riscos.
Entretanto hicieron sufrir t\. don Pedro mi~ géneros
de tormento, y despoj,í.ndolo de cuanto llevaba,
que alcan7.aba á una suma considerablo, 10 sacarou
vendado del bosque, y lo abandonaron en
unparaje excllsado, de donde:i graves penas pudo
salir para tL''lsr t\. su fiul1ilia congojas que le redujeron
á tal estado, que de allí :i pocos dias dió
BU espíritu al Criador, tranquilizado con los auxilios
de n uostra religion ; ID uerte q \lO anduvo
presta al ver que habia sido vana toda diligencia
en buscar al q uc era objeto de nuestras tcr- . - nezas y carlllOS.
Ya se deja discurrir cmín descorazonada y
marchita qnedari:l yo con la pérdida que tan de
seguida hice de dos sórea por extremo queridos;
DO obstante, resignnda a la voluntad dd Dios,
encontré en la fe cristiana con la tranquilidad,
el ~osiego y la paz del espíritu. En la oracion
encontré la calml', y eo la penitcncía el consuelo.
Aconteció en aquel entónee8 quedar huérfana.
una niña de pechos que ap6nas contaria seis
meses, y cuyos padres, que me habian hecho señaladas
mercedes en mi desgracia., murieron casi
á un tiempo. Recojíla, y haci endo las yecos
de madre. reconcentré en ella todo el cariiio que
tenia por el hijo que la suerie despiadada me habia
arrebatado; y esa hija es Aricia, que ha venido
á ser el sosten de mi apenada vida.
Como el hado funesto no se contentase con
108 embatos que me habia hecho experimentar,
quiso hacerme víctima á un voraz incendio que
redujo á. ptl.vesas la valiosa hacienda que por
. herencia. de mi marido posoía, por lo oual, para
-el pago de deudas me vi obligada á enajenar
hasta. la. oasa do habitacion que me quedaba.
Esta nueva cuita, sin la fe religiosa y la resig-
-,
nacion que me acompañaba, me habria l'educido
á la locura; pero á proporcion que esas cuitas
eran mayores, ele ellas Bacaba esfuerzo, así como
de la misel'ia discrecion.
Sabedora de mi triste estado, uno. buena señora
me llamó á esta poblacion para ofrecerme trabajo
y pan, hará cosa de cuatro nños. No poco
cuitada. salí del 1 ugar de mis ensueños infantilos,
acompañada de mis dos hijas; empero, la
suorte no estaba aún satisfechn., y ordenó que al
esguazar los arrieros el caudaloso rio de La Pi·
ña arrastrase con ellos nuestros avíos y unas
pocas alhajaR que todavía poseiamos, patrimonio
de mis pobres hijas. Duelo y quebranto teníamos,
pues, por condicion de nuestra vidn, y
solo podriamos salvarnos del hambre i de la desnudez
á' poder de recio trabajo y de continua.
faena, :í los cuales nos encontrá.bamos dispuestas.
N o nos dese~perámos, no rendímos nuestra alma
á la atLiccion, no exhalámos una queja, y confiámos
en Dios, á. cuyo amparo nos pusimos. Sí;
que siempre el remedio de nuestras desgracias
lo hemos encontrado en la católica religioll, la
. cual los tiene abundantemente, y los reparte sin
duelo i los que diligentes la buscan i y en cuyo
seno ('s donde solo he encontrado la resigna(;ion.
Los que no la aman, no han saboreado -lasinefable3
dulzuras que proporciona, y sus corazones esterilizados
par¡~ -el bien, no paeden dar de sí, sino
cuando más los frutos secos de la filantroría: y
los que habiendo nacido en su regazo fingen desamarla,
es porque las ligad uras del vicio, les impiden
levantarse hasta ella. ¿ Y qué hab,'ia sido
de mí, envuel ta por la ola de las desdichas, en un
mar sembrado de sirtes y de escollos adonde iba
á. estrellarme, sin la esperanza quc fortifica y sin
la fe quc mitiga las penas?
Dios no deja de su mano á los que á. su soberana.
voluntad se sujetan, viviendo conforme á su ley;
y yo, que cuando tuve bienes de fortuna nunca
los escatimé al pobre que t\. los umbrales de mi
habitacion se acercaba, fié en que el Hacedor
suprcmo no me renuoiria i la estrechez de mendigar
el sustento. No dilató en hacerse visible la
proteccion divina, pues, movidos á compasion
por mi angustioso estado, muchos de los vecinos
de este lugar, qui ieron aunarse á la señora que á
él me había llamado, para ofrecernos toda clase
de socorros, lo cual dió por resultado qua mo
hicieran dádiva do esta misma habitacion, para
que en ella viviese con m is hijas los pocos dias
tI \le me restan de vida. De entónces acá hemos
podido subvenir honestamente á nuestras necesidades
con el trablljo de nuestras propias manos:
Aricía que es la mas vigorosa, planchaba;
Librada. se ocupaba en las obras de bordado, y
yo en las de costura.
En tal término, conocimos á Humberto, quien
observando la vida honrada que teniamos, cobró
amor á Aríoia, y conoertó con ella el matrimonio
que estamos á. punto de presenoiar.
De allí á .pocos días se presentó en nuestra.
oasa Cepeda, hijo de mi difunto hermano materno
don Leon, á cumplir una de las últimas voluntades
de ~ste hermano, que consistia on cederme
la sexta parte de los bienes que ha.biaheredado,
asegurándomela. con los esoritos tdocumentos
que venia á poner en mis manos. Alabando
á Dioa por este nuevo benefioio, agraaecí
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2S9 LA TARDE
con toda mi alnia á Juan Cepeda la merced que
de él recibia, tanto más inesperada, cuanto hacia.
muchos años que no tenia noticia del paradero
de mi hermano, ~l cual no vino á sa ber
todos mis altos y bajos sino pocos dias ántes de
finar. Enamoróse Cepeda del alma de Librada,
y de ahí se siguió que se dispusiese su enlace
con ella.
Tales son las principales vicisitudes de mi
vida, lad cuales si no han sido de profundo interes
para vosotros, sí pueden haber arrancado
suspiros á vuestro pecho; y he tenido por bien
referíroslas pun~ualmente para que si algun dia
se descorren loa velos que encubl'en ciertos sucesos
de mi vida, no se diga que he callado lo
que debiera aclarar en oportunidad.
En esto levantándose H umberto, con voz va"
ronil pero enternecida, diju : Ah! j Y cómo Dios
ha encadenado estos acontecimientos para que
en ocasion tan grande tengan su desenlace, y
para pagar con usura en un illstant~ todas las
tristezas que sobre Dosotros han caido! Sabed,
querida madre, añadió dirigiéndose á doña
María, pues desde hoy con doblada razon os
puedo dar este título, que ese hijo que un tiempo
perdisteis, y que fué causador de la muerte
d~ su padre no puede ser otro sino yo, á cuya
conclusion he venido, por modos que no dejan
duda alguna en mi ánimo; y Juan Cepeda fué
el que p.n aquella menguada noche me salvó de
las manos de aquellos hombres inhumanos que
saltearon a mi padre, como os lo va á comprobar
ahol'a mismo su dicho.
Suspensos sobre todo encarecimiento quedaron
don Adeod<1to y doña Cunegunda, quienes á la
sazon hicieron memoria de la luz que sQbre este
particular les diera Humberto, y de que no se
habian curado; y doña Ant,onia, turbada y sorprendida,
se estuvo sin decir palabra por habérsele
hecho un nudo en In garganta y dudando de
lo que veia, esperaba como enajenada el fin de
tan mr.ravillot;o desenlace.
Refirió luego Juan Cepeda la aventura de los
malhechores, y don Adeudato, sin faltar punto
el modo como á Humberto habian encontrado;
pero lo que trajo el convencimiento á doña María
de la identidad de su hijo, fuera de la semejanza
de familia que desde un prinoipio habia
descubiel'to en él, fué la cirounstaneia de haber
dicho don Adeodato el nombre que Humberto
daba á sus padres, y el haberle ob,ervado un
hermoso lunar que tenia debajo de la barba.
Humberto, embriagado de gozo, se arrojó ent.
6nces en los brazos de doña María, cuyos ujos,
si so habian hecho fuentes, los de don Adeodato
y doña. Cunegunda, que so abrazaban con Arioia,
Librada y Juan Cepeda, se habian hecho raudales,
y tornándose todos á abl"aZar suoesivamente,
presentaban un cuadl'O tan conmovedor y tan interesante,
que todos los demas del oortejo nupcial,
sobresaltados, acudieron presurosos á avel'Íguar
qué era aquello, y sabedores del suceso, participaron
no ménos que del rego!.lijo de lall lágrimas
que d. él se unían, y afit maron y consintieron
que tan extraordinario BUCeso era prosagio
de la felicidad de los esposos, y galardon
alcanudo por la paQienoia y amor de Dios COD
qqe doña Antonia habia recibido todas las calamidades
que el cielo h~bia ordenado i y no
-
acababan de mirar á Hnmberto, como si su 3Specto
tuvieso algo sobrenatural, que si lo tenia,
pues en quien se verificaban señales tan prodigiosas,
necesariamente tenia que presontar á. 108
ojos algo que saliera de los márgenes de lo ordinario
y naturaL
Con tan felices circunstancias recibieron 108
esposos la bcndicion de Dios, que hizo de sus
familias una. sola. en la paz, la monsedumbre y
la caridad, y ba traido dias de ventura á su ya
numerosa descendencia corno p1',rnio y corona
que Dios da á los que se snsticrlen en el sufrimiento
con 1'esignacion y b1escan los caminos
de la cristiana ley.
MENDO MÉNDEZ DE l\bNDOZA.
. : .
LA LUZ y LA SOMBRA,
Desprendida...una luz del sol naciente,
Se miraba, gozosa, en una fuente,
Y, aHiva, se decia :
-¡ Me cuento tan feliz 1 i Soy en el mundo
El pode¡' soberano ...... á todo inundo
De encanto y de alegría!. .
Pero llegó una sombra, triste, OSCUI'a,
Y ahogó á la luz, y dijo, con ternura:
-j Nada en el mundo és fuertd,
Pues todo cuanto existe y hoy asombra,
T8rde ó temprano abismará esa sombra
Que s e -llama la Muerte !. .. _ ..
1874. TEl\1ÍSTOCLES TEJADA..
FLOR MARCHITA.
Á lit AMIGO JosÉ MANUEl. LLÉRU.
Nació en la verde márgen amen"
Que baña plácido el Telembí,
Cáliz de aromas, alba azucena,
Fncantadora
Hija de Aurora,
Dulce embeleso del colibrí.
Manos que amantes la cultivaron
En su florida márgen natal,
Del tallo esbelto la separaron,
y de la vega
Que manso riega,
Siempre tranquilo, puro raudal.
Mas, ay ! el aire Ide otras riberas
El tierno oáliz envenenó;
Como las plantas adormideras
Languidecia,
_ Hasta que un día
Tu María Luisa S6 marohitó.
D. DEL O.
EL GORRISTA.
Na1fa hay más indefinible, más l'elativo J mi.
iuoomprensible, que la felicidQd. ~08 hablamos
de ella, y nawe la oomprende, porque Da4ie
la pOlée.
-
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LA TARDE 290
Cuando hemos notado sati faccion y contento
eu el ro ho de algunos pordioseroR, cubiertos
de harapos y abrumados pOl: enfermedade crue ·
les, y d esespl'racion y La tío en el de personas
de aven tajada. posicion, hemos com prendido q ne
la felicidad DO se somete á Jos eálculo8 humanos.
l\Iuy bien explica el problema de la felicidad
aque1\a fáhula. que nos hab;a de un niño á quien
le dió el extraño empeño de asir el cielo, porque
lo veia adherido á la montaña vecina. Emprendió
con toda formalidad viaje hácia la cima de
la montaña. Por fin llegó, no sin haber mt'rido
fuertes fatigas, y al coron:..rla se halló con que
el ciclo habü huido á In. otra montaña. No por
ello de i tió. Continuó &u marcha con la esperanza
de que ya por esa vez no se le escaparia
el cielo. En el trayecto en contró hermosas fuentes
y arboledas sombrías, y oyó dulces cantares
de las aves habitadoras de la espesura; mas á
nadd. prestó atencion, fija como estaba su mente
en la idea que lo dominaba. Coronó por fin la
- segunda montaña; y vúlvió á hallartie con que
el cielo habia huido. Alguna desazon sintió, y
empezó á creer que algun génio se bul'laba de
su anhelo. Mas no desistió aún. Siguió, poseido
de un nuevo entusiasmo. Rendido por el cansancio,
sofocado por el calor del sol, que ya se
aproximaba al cenit., y bañado de sudor, se reclinó
sobre el césped á la. sombra de un árbol
de rico follaje, y allí Ee entregó á un sueüo profundo.
Suñó que una hada se habia desprendido
del cielo, y que con ~u varilla mágica trazó
en torno 8uyO un círculo; que luego a ió por un
brazo al niño, y le impuso la o bl igacion de andar
hasta no encontrar ('1 fin de la curva. El niño
giró y más giró en busca del fin dp.l círculo.
Cuando vino en la cuenta de que nada más hacia
que volver de continuo s0bre sus propios pasos
comprendió que la hado. se burlaba de él, y le
rogó cesara ya en su cruel exigencia. Ella sonrió,
y le dijo: " Primero hallarás el fin de este círculo,
que asir el cielo, si bien te p'lrezca unido
á las montañas." El niñó despertó; reHexionó
sobre lo soñado, y comprendió cuán insensata
habia sido su pretensioo. Volvióse á su hogar,
no sin llevar en el alma la tristeza que deja. toda
descepcion, y no sin sentir sus plantas heridas
por las espinas y los guijarros del camino.
Ré aquí, lector nuestro, la fiel imágen de
todo hom breo
¿ Quién, al salir de la infancia, y entrar en la
edad de los sueños, esa en que todos vislumbramos
hermosas visiones, y aspiramos pel'fumes
embriagadores, no se lanza con fe y esperanza,
y entusiasmo en busca de la dicha, maga
que le sonríe en la vecina montaña, y le regala
desde allí caricias halagadoras, y le envía
en alas de las brisas los aromas que exalan sus
vestiduras? Mas la pérfida huye, y más huye,
de aquel que en pos de ella S8 lanza. Y al iluso
no le queda, á. la vuelta de su viaje sino un negro
vacío en el alma, i en el corazon la herida
dolorosa del dellencanto. Creemos haber com
prendido la historia de todo hijo de Adan, f'Scepto
lo. bienaventurados tontos, porque á ellos
jamas les asa el vértigo de la ilusiono
to cuanto IObríol. o lo eztrañeis. Extrañad,
si, que alguaa velOS momemos jovialidad, y
pensad que entónces fingirnos alegrías no sentidas
por nuestro coraZOD.
A las vecps el vu1!:o resuel ve tí. su modo los •
más intrincados problemas de la filosofía; y los
resuelve parodiando á aquel famoso personaje
que cortó de un tajo el nudo que en vano otros
habian procurado soltar. Bl no se detiene á estudiar
los mil rodeos de los problemas de la
vida: de un tajo corta las dificult~dc" . Quereis
sa ber cómo ha explicado el mi terio de la felicidad,
ese misterio que ha sido el tormento de
todos los pensadores <.lel mundo, mis que la pie·
dra fi losofa.l y que la cuadratura del círculo?
De una manera muy sf'n cilla. El ha encontrado
que la felicidad comiste en perder la vergüenza.
Esta resolucion, tan simplecilla como es, entráña
mas filosofía dc lo que á primera vista parece.
Tended, si no, amigo lector nuestro, tE:'nded
Yuestras miradas en torno vuestro; observad
quienes son los gananciosos en la gran rifa social
; indagad en qué corazones mora la mayor
suma posible de dicha; inquiríd cuáles son los
semblantes mas festivos, los ojos más alumbrados,
los lábios más risueüos, y hallareis, os lo
aseguramos, que todo eso pertenece, y tal vez
exclusivamente, á los que han sabido proscribir
de su carácter y de su corazon toda idea de delicadeza,
todo sentimiento de pudor. Desgraciado
del que tieU'bla. al oi¡- una rechifla burlesca;
del que palidece al recibir un insulto; del
que se ruboriza al solo pensar que se juzga mal
de 8US iotenciones; desgraciado, sí, porque ese
la lleva perdida: siempre s:!rft el juguete del
primer soplo del mundo, como la hoja muerta,
desprendid", del árbol y sometida al furor del
huracan.
Lo que dejamos sentado en las líneas precedentes,
es á las veces la (mica clave con que se
pueden explicar ciertas ¡'iquezas y ciertas posicioues.
El que atribuye todo buen exito al genio
ó á la honradez, va errado medio á medio.
Cuá.ntas veces el genio vegeta, mudo é inerte,
en la oscuridad, en tanto que brillan y hacen
ruido los más osados, aquellos que se tapan las
orejas cuando les conviene, cuando se les dero
uestra su incapacidad para ¡¡entarse en los
puestos que ocupan! Cuántas la 1 cura se ve
obligada:i. bajar la frente ante un pillo que sube,
hipócrita y desvergonzado, disfrazar sus fechorías
con el velo de la virtud, y reirse de todo,
porque poco se cura de la opinion.
Aprop6sito de opinion, hacemos una observacion
de paso. No hay delito punible por la.
opinion pública i que atraiga sob¡·e sí el desprecio
ó el odio de las gentes; que estampe en
una frente la marca de la infamia, y que arranque
de todos los pechos el grito del escándalo 6
de la. reprobacion, sino el delito improductivo,
Los ladrones en grande, los asesinos en grande.
los seductores en grande, las prostitutas en grande;
..•... toda esa gente cuyos crímenes ee convierten
en monedas, ñlzan satisfechas su frente
manchada, que la. sociedad, solícita y humilde,
se apr~sura á limpiar 1 Y en tanto, zumba b
voz del esoándalo en torno á los delincuentes pequeños:
ora es un ladronzuelo cuyo robo no le
alcanza para imponer silencio ;i. los deslenguados;
ora una infeliz mujer, tal vez de elevado
carácter, á quien la. ¡niseria ó un a.mor insensa.-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
•
29] LA TADRE
to lanzflron :í la desgracia. Tal es la. O' inion pública.
Algunos filosofastros han querido que no
se d ejc otro freno á )¡" conciencia, que el t emor
á la op inion. Medrados quedariamos el dia en
qu e tal succcan sus padres. cluyó refiriéndolele lo que acababa de pasar en la ca-
_T('nemos 6rden de manifestar que los que pasan baña cuandu él entró.
por tales no lo son, y que eso se comprobará ante 105 -y bien, dijo el conde, i quién es el soñor de Ibá-
Tribunalc de justicia. ñez'l 1\1e decis que podemos c('ilfiar en él y que nos
- Dejemos di cu iones que á nada conducen, dijo nyudará en la empre a; pero ántes nece i tamos suber
el capitan coo tono reó'uelto; de aquí os habeis de ir quién es, y cuáles son us intencione ,porqUt', lÍo dccil'
como habeis "cnido, con la diferencia dc que ahora verdad, no es don Luis únicamentc quien ha concebiI1evais
algo Vil los bolsillos con que llenar el estómago. do, ospechas de que es un I!, pía. En cuanto á. vos, ya
Tomad. os conocia, ~i no per50n:llmantc, sí de nombre, y vues-
-Es qu r :10 podemos dejnr de cnmplir nuestra co- lro hechos son muy conocidos para poder dudar.
mision, pU l'- 1:'1 señor don Luis no per eguiria y nos -En ese caso yo o re p'mdo de él COIllO de mí
haria rasti;.: ' ", dijo uno de ellos. mismo: él me ha exigido re- erva re. pecto de él,
-E~e no e, más que un motivo para que no os de- miéntras adquiere ciertos conocimiento.> ú de
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 43", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092969/), el día 2025-06-25.
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