Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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PERIODICO DEDIOADO A LA LITERATURA
Serie 11. Bogotá, 2 de Enero de 1875. Número 17.
A~DEx
EL AÑO NUEVO.
Un año más que ha pasado á hundirse en el
abismo de la eternidad. Una gota caida de la
clépsida del siglo XIX marcando la medida de
doce meses. ¿ Qué nos quedan de esos dias que
como un vértigo han pasado á nuestra vista?
Dos recuerdos de dolor por uno de placer. Cien
lágrimas por calla sonrisa. La vaga remembranza
de algunas ilusiones concebidas, y la tristísima
realidad de algunas decepciones. Es un
año ménos. Es un año más. Allí en la casa de
un rico negociante tiene lugar una rcunion de
niñas, que esperan en medio del bullicio do la
danza el primer vagido del naciente año. S 1S
risas infantiles, sus dúlcidos cantos de ánid
les impiden oir los gemidos que en su estortor
exhala el moribundo anciano.
Todas miran ansiosas hácia el minutero del
gran reloj colocado en la consola de la sala. La
manecilla ma.rca inexorable minuto á minuto,
los que faltan para que suene la última hora
del año viejo. O la primera del año nuevo.
Unos cuantos segundad más ...... hé allí la cam·
pana que da doce monótonos tañidos que re·
piten en coro todos los relojes de la ciudad. Un
grito de alegria resuena en los labios de aquellas
vírgenes que se abrazan mutuamente con
una alegria infantil. i Un año más! exclaman;
j feliz año nuevo! La anciana abuela q11e sentada
en un rincon miraba ao-uella escena, que le traia á la memoria recuerdos de otros tiempos
más felices para ella, inclina la frente, y siente
deslizarse una lágrima por las arrugas de su
marchito rostro. Una de las pequeñuelas viene
á darle un beso en la frente, y sin comprender
que se pudiera estar triste cuando ellas reian,
pregunta á la anciana la causa de su pesar.
--Tú no lo puedes comprender, María, dice la
abuela. Eres muy niña aun. Pero lo Ilue me entristece
es lo que tú llamas un año más, que es
para mí un año ménos. Tú ves hácia arriba,
porque subes el sendero que conduce á la cima
de la montaña de la vida. Yo miro hácia abajo
porque desciendo por la pendiente que conduce
al abismo de la tumba. ·-No te entiendo, abuelita,
replica María y corre bulliciosa á confundirse
entre la. nube de mariposas de sus amiguitas.
'"¡ Qué egoista. es la infancia! murmura
la anciana. j Qué egoista es la ancianidad!
añadimos nosotros. Despues aquella parvada de
golondrinas se desbandó; cada una se dirigió
ásu nído á ~oñar COn Un mañana lisonjero. La
anciana fué á pensar en un ayer melancólico.
Nosotros en un hoy indiferente. En unos corazones
veiamos sonreir la esperanza, en otros el
recuerdo ... llevamos la mano al nuestro y encontramos
en él solo el vacío. No encontramos ni
vestigios de un ayer ni la ambician de un mañana,
ni la realidad de un hoy. No habia lágrimas
en nuestros ojos, ni sonrisas en nuestros
labios. Ni odio en nuestra alma, ni amor en
nuestro corazon. Nos dirigimos a nuestro haga",
apagamos la luz y nos dormimos tranquilamente.
En la mañana nos despertó un impertinente
rayo de sol que á traves de la ventana se
deslizó hasta nuestro lecho como por desearnos
un buen año. Poco despues nos levantamos, y
fuimos á almorzar con varios conocidos. En los
postres nos pidieron un brindis. El champaña
hervia en las copas. Nos pusimos en pié, y parodiando
á los heraldos de Antaño en la muerte
de los reyes, exclamamos: Puesto que el año
ha muerto viva el año! !
-
BRISAS DE LA MAÑANA.
A LA SEÑORITA CONCllITA. BORDA.
A wind came out of the sea.
(LONGFELLOW.)
A disipar los nublados
De allá, muy léjos del mar,
La brisa viene diciendo;
"Neblinas, dadme lugar."
Las balsas que, orilla al río)
Se mecen va á saludar:
"Balseros, velas al viento i
" Es la alba; al remo; y bogad."
El bosque medio dormido
Con su ala toca al pasar;
" Hojas, música á los cielos,
" Aromas al viento dad."
A sacudir en los llanos
V á las cañas de un trigal
O el sedoso traje undoso
Del sonoroso maizal.
Las gasas con que la. cumbre
Del Ande, cubierta está,
Descorre j y á média lUID bre
Comienza luego {\ brillar.
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130 LA
Guardando el caliente nido
Aün las aves están;
" Cantoras del aire, os toca
" Alborada alegre dln.
Algunas nieblas aun vénse
En el barbecho blanquear:
Las sigue, las rasga, en grupos,
Las hace al valle rodar.
Con el gallo que aletéa,
Posado bajo el alar,
La voz de alerta á la aldea
Se pone luego á soltar.
Cruza calles; en las puertas
La rendija expiando está,
y hasta las tibias alcobas
Silbando se atreve á entrar.
Allá al blanco campanario
Travieso trepa á jugar;
" Campanas ya el alba rompe
"Sonad, campanas, sonad."
" Todos, vuestras plegarias
" En el templo, al alba, alzad:
" Que en nube de incienso envueltas,
" Derechas al cielo van."
En el triste ce~enterio
Que tras la iglesia está,
Por entre tumbas se esconde
y sollozando se va.
CINTlO.
LOS ZAl? ATOS.
Los zapatos, á los ojos de la mera observacion, son
el vestido de los pies, y nada más: los exigen el pudor
dor y la limpieza, aunque no los reclama la, bigiene;
pican la curiosidad de quien mira, y mantienen la
ilusion de quien no puede ver, por más que mi re.
Ouanto de ellos se diga como distintivo, es aplicable
al vestido en general, porgue si el calzado es el vestido
de los piés, el traje es el cal zado del cuerpo.
Empero, como no es lo comun que la filosofía presida
]0. formacioll ideológica de los juicios, aquellos, que
son s610 10 que hemos dicbo, hacen un papel que no
guarda armonía con las sustancias de que los fabrican,
y causan más de una ilusion, y otrC's tantos desengaños
No es el solo objeto que tiene múltiplo carác-ter,
derivado de los y las praocupaciones, más
bien que de la realidad. A los objetos, á las palabra
y á los bombres, les acontece en el teatro social lo
que á. los guarismos en las cantidades: tienen un vaJor
real, invariable, y otro mayor ó menor, que crece
á voluntad, segun el lugar que ocupan ó la ilu ion
que los favorece. Las palabra~, por ejemplo, tienen
segun el diccionario un ignificado que les es peculiar,
que altera el capricbo de quien las dice ólas oye.
Una fra e que en lo labios de un particular apénas
es sonido que el viento so lleva, proferida por un Emperador
ó su Ministro, es prenda de paz, pul acion de
guerra, golpe de bol a, ó cambio de decoracion en el escenario
político. Traduzca cualquiera una accion ó palabra
con el criterio de una arbitraria interpretacion y
todo cabrá en el dicho más sencillo y tornaráse ~n
grave hasta lo baladí. Esto explica el papel que hace
en el mundo la. interpreta.cion de las acciones ajenas.
A DE
Ctnllqnier accidente ó a~ributo per, onal? pOI' nimio
que parezca, se bace sentll' con la teJUlel.t1ad ,de )0
perdurable. Siga 01 lector con su atenclOll ti una
mujcr h ermo:=;a por la,senda que le preparan SI,IS grn.cías
Ó P(ll' la maleza a qU,e,la llevan ~11 atractlYOS" y
deducirá que gU belleza [¡slca decre~o s,u suerte ]ll·.r.;pera
ó adversa. Tome en ~u memOI'H\ ~\ una fea p~r'\
bacer la misma observaclOn; cn . egu\(]a :í. una 111-
glesa de Ja, al'istocr~cia; despues :í. una ni~1l. m! 'crabIe
y scductora, bIJa de las calles de Pans,! a la
postl'e, cumpa,re á ~na bC"gotana con una mUjer de
aldea. ¡Qué dlferencHls en el pal?cl -ocial, cl vestido es rl'fjllbito esencial : tan
notable seria un ll1ngistrado dl:;,calzo en su dCt-pacbo,
como un d tripa-terrones de ca aca y cbaleco blanco.
Para aspiral' el hombre á cierto empleo", para
ingresar en tal círculo social, par:! porlel el' cadlCtco
en ejercicio de liS funcione", e forzuso usar zapatos,
así como el !leyados es prueba de que e tiene renta
y uo jurnal. Poco importa el fondo productivo de la
renta; pero ellos no se adquieren, in buena oldada.
Donde cs costumbre usarlos, los zapatos son yestido
y nada más; á pesar de que, entro los de cuero
y lo de ra o, aunque todos son del género, bay us
diferencias. Donde apénas los alguno, , muchos
ó poco, pero señalados, son signo de distinciun, no
ante la realidad de las co af, sino para el extraviado
criterio bumano, En pueblos ele a,enidos por la lecciones
que dejan los re entimientos pohtico" ó por
rivalidades de cla e, 6 emulacion de predominio, el
ve tido es marca social, motivo de antipatía. y fuente
de inmotivadas prevenciones: algo com(l ser pri. ionero
en Roma, moro cn E paña, extrajero en el
Paraguay 6 negro en New-Yorl. No e tán rezagados
en nuestra memoria los episodios de Bogotá entre cachacos
y a Para prevenÍl' Ó 'par tales animosidades,
para quP. el ve tido no sea valla social, es
útil demostrar que son los zapatos, á la vez que para
generalizar tan buena costumbre. U nos se persuadirán
de que quien los usa es obligado por el hábito,
el cual le fué y le es impuesto por fuerza-
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LA TARDE 131
mayal'; otro perderán el temor ó la vel'güeuzn. que
le coarta el vebemente de ea de u arIos.
n recien llegado ó desconocido no e visto con los
ro ojo cuando se presenta descalzo, que si . e ex-hibe
de zapato, levita, reloj, cháleco: varita y dema
ndberentE's, r¡ue son las insignias tic ser cachaco en
disponibili{lad. A aquel, ni lo miramos; poro al ver
:í. e te preguntamos: " i quién scrá?" En un baile
de cl evada condicion, caeria en ridiculo el desconocido
que se atreviera á ingresar como pUl'cja, descalzo
ó de ruana: el rechazo mudo de la incli(crencia
y el dc precio no se hari:!. cspcrar. Pero si cse con
quien (por exhibirse con tan vulgares credenciales)
nadie habria bailado, ni ido alteatro, ni pl'esentádose
al publico, . c da valia con cambiar de edicion, y se
iuieia cun modales y arte, como neófito cutre la gent<"
. ubirá ('n bre\'e, ante el criterio ajeno, los escalone'
necc. ario para ser aceptado como ig ual por
aquellos ú aquellas que, de otro modo, no se digna¡'
ian nliral'lo. E te prólogo de iniciacion, ante,ala y
recibimiento, lo npeesita, i án lo conocían como á
extraño á ese círculo; pero si e de conocido, 01 vestido
le sirve de letras patentes para ser de todos aca·
tado, y merced á él e pre-enta con aires de gente y
librea de caballero. Per.onas hay que por sus costumbre
é intE'nciones y pOI' su e ca a cultura no
merecen en ju tici,1 lo miramientos que comprnn con
la decorncion que lbvan; cUlintos que por aber sor·
prendor con su C'xtcrior el extraviado cl'iterio femenino,
to:n:m.trinchcras sociales ó pecuniarias, que ánte
juzgaban inexpugnables; muje que si e.cogcn
pam u recopcilln en el gran mundo un teatro á rnédia
luz por lo extenso, como una ciudad no\'clera y
populosa, escalan puestos elevad en la gcrarquía de
la fama tan sólo con una audacia amanerada y lujosamlmt.
e vestida, Lo ocupantes de pue tos elevados,
ó cnanclo ménos,'l figurantes del buen tono, los caudatario
de la llovededacl, al acercar c un pcrRonaje
de eae jáez, lo r~cibpn primafctcüJJ como á igual,
porque a. ignan á ¡:lS cualidades el lugar quc ocupan
los gnan las joya y el coche de librea, á .ahiendas
de que tales atavíos son el di fraz de una bacante,
perla salida del muladar del crímen, variante
de la Rigolboche aderezada por la mejor modista de
la capital.
Nadie piensa que el vestido, lógicamente, no es
más que indicio de que hubo quien lo diera ó lo compral'a.
Al contrario, parece que todos hacen esta
deduccion: é. te está bien vestido, luego cs gente.
Para poner.~e el mejor vestido basta la voluntad y los
medio ; para ser lo que muchos desean CI', mediante
un buen ve tido, se necesita volver á nacel', 6 al méno
formal'se de nuevo ó mejorarse mucho. Don Eugenio
Diaz, el simpático viejo narrador de costum bres,
el pintor de pluma de cuadl'Os nacionales, era bajo su
humilde ruana tan observador, picante y talentoso,
corno jamas lo fueron ni podrán serlo rnucbos que á
Sil lado se creerian superiores.
Allí donde todos usan zapatos, ellos nada significan;
luego tienen valor social porque no los usan todos;
pero ello no quiere decir que si todos compran, quedan
de igual condiciono Quien en Francia se pu, iera la
cruz de la Legion de lIonor no quedaria condecorado:
le sucederia lo que á aquel que en Prusia se vistiera
de general sin serlo: quedan todos lo mismo que ántes
ante el criterio que la filosofía aplica para pesar á los
hombres.
i Qué son, pues, los zapatos ante la lógica '?-El
vestido de lo . ¿No agregan mél'ito?-El mérito
que da el sombrero-¿ Son prueba ó señal ó indi cio iquiem
de que sea inteligente, rico, in truido, bueno,
malo, holgazan ó laborioso quien los lleva ó se viste
bien '1 No, mil veces no.-¿ Qué prueban, pues, los zapatos
en los piés ?-Que quien los tiene so los puso.i
y el que los considera como premi, a de alguna
deduccion favorable 6 desfu.vomble á la persona
que se los pone ...• ? Es un tonto. Y si es mujel' la
que so paga. de la lujosa edicion de un pretendiente
nulo •••• es más que tonta, •.• está loca. i Y qué se
debe hacer con aquel que con pretensiosa intencion
se exhibe con ellos? Dejarlo pasa!' como á un mentecato
y procurarle cuarenta pares más paro. que pruebe
si su valía. e hace cuarenta veces mayor •.•• 6 si
queda Jo mi IDO que ántes.
Esta es nna leccion de filosofía. escrita con el propósito
de que se mejore la manera do juzgar: es aplicable
al vestido y á todos los atavios de la especie
humana,
PEDRO ELÍ.\5 MANTILLA.
--_Z>-&. _ _
TRISTEZAS.
Cuando recuerdo la piedad sincera
Oon que en mi edad primera
Entraba en nuestras viejas catedrales,
Donde postrado ante la cruz de hinojos
Alzaba á Dios mis ojos,
Soñando en las venturas celestiales;
IIoy que mi frente atónito golpeo,
y con febril deseo
Busco los restos de mi fe perdida,
Por hallarla otra vez, radiante y bella.
Como en la edad aquella,
i Desgraciado de mi! diera la vida.
j Con qu6 profundo amor, niño inocente
Prosternaba mi frent~
En las losas del templo sacrosanto!
Llenábase mi jóven fantasía
De luz, de poesía,
De mudo asombro, de terrible espanto.
Aquellas altas bóvedas que al cielo
Levantaban mi anhelo;
Aquella majestad solemne y grave;
Aquel p?usado canto, parecido
A un doliente gemido,
Que retumbaba en la espaciosa nave;
Las marmóreas y austeras esculturas
De antiguas sepulturas,
Aspiraeion del arte á lo infinito;
La luz que por los vidrios de colores
Sus tibios reeplandores
Quebraba en los pilares de granito;
Haces de donde en curva fugitiva
Para formar la ojiva,
Oada ramal subiendo se separa,
Oual del rumor de multitud que ruega,
Ouanclo á los cielos llega,
Surge cada oraeion distinta y clara;
En el gótico altar inmoble y fijo
El santo crucifijo,
Que extiende sin vigor sus brazos yertos,
Siempre en la sorda lucha de la vida,
Tan áspera y reñida,
Para el dolor y la humildad abiertos;
El místico clamor de la campana
Que sobre el alma humana
De las caladas torres se despeña,
y anuncia y lleva en sus aladas notas
Mil promesas ignotas
Al triste corazon que sufre ó sueña;
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132 LA TARDE
Todo elevaba mi ánimo intranquilo
A má s sereno asilo:
Religion, arte, soledad, misterio ......
Todo en el templo secular hacia
Vibrar el alma mia,
Como vibran las cuerdas de un salterio.
y á esta voz interior que solo entiende
Quien cr6dulo se enciende
En fervoroso y celestial cariño,
Envuelta en sus :flotantes vestiduras
Volaba á las alturas,
Virgen sin mancha, mi oracion de niño.
Su rauda, viva y luminosa huella
Como fugaz centella
Traspasaba el espacio, y ante el puro
Resplandor de sus alas de querube,
Rasgábase la nube
Que me ocultaba el inmortal seguro.
i Oh anhelo de esta. vida transitoria!
i Oh perdurable gloria!
I Oh sed inextinguible del deseo!
i Oh cielo que ántes para mi tenias
Fulgores y armonías,
y hoy tan oscuro y desolado veo!
Ya no templas mis íntimos pesares,
Ya al pié de tus altares
Como en mis años de candor no acudo.
Para llegar á ti perdí el camino,
Y errante peregrino
Entre tinieblas desespero y dudo.
Voy espantado sin saber por dónde;
Grito, y nadie responde
A mi angustiada voz; alzo los ojos
Y á penetrar la lobreguez no alcanzo j
:l\fedrosamente avanzo,
Y me hieren el alma Jos abrojos.
Hijo del siglo, en vano me resisto
A su impiedad i oh Cristo!
Su grandeza satánica me oprime.
Siglo de maravillas y de asombros,
Levanta sobre escombros
Un Dios sin esperanza, un Dios que gime,
j Y ese Dios no eres tú ! No tu serenll
Faz, de consuelos llena,
Alumbra y guia nuestro incierto paso.
Es otro Dios incógnito y sombrío:
Su cielo e~ el vacío,
Sacerdote el error, ley el Acaso.
¡ Ay ! No l'ecuerda el ánimo suspenso
Un siglo más inmenso,
Más rebelde á tu voz, más atrevido j
Entre nubes de fuego alza su frente,
Como Luzbel, potente'
Pero tambien como Luzbel, caido.'
A medida quo marcha y que investiga.
Es mayor su fatiga,
Es su noche más honda y más Oscura,
y pasma al ver lo que padece y sabe,
Cómo en su seno cabe
Tanta grandeza y tanta desventura.
-
Como la na ve sin timon y rota,
Quc l ronco IDur azota,
Iuoondia 01 rayo y la borras ca mece
En piélago ignorado y proc e loso,
Nuestro siglo-colo s o
Con la luz que le alJrasa, resplandeco.
j y está la playa mística tan léjos ! ...
A los tristes re:flej os
Del sol poniente se colora y brilla.
El huracan arre cia, el baj e l arde,
y es tarde, e ~ i ay ! muy tarde
Para alcanzar la sosegada orilla.
-
¿ Qué es la ciencia sin fe? Corcel sin freno,
. A todo yugo ajeno,
Que al impulso del vértigo se entrega,
y á. traves de intrincadas espesura. ,
Desbocado y á. ol'curas
A vanza)in cesar y nunca llega.
Llegar! A dónde ? ... El pensamiento humano
En vano lucha, en vano
Su ley ocult'} y misteriosa infringe.
En la lumbre del sol sus alas quema,
y no aclara el problema.
Ni penetra el enigma de la esfinge.
i Sálvanos, Cristo, sálvanos si es cierto
Que tu poder DO ha muerto.
Salva á esta sociedad desventurada,
Que hajo el peso de su orgullo mismo
Rueda al profundo abismo,
Acaso más enferma que culpada.
La ciencia audaz, cuando de ti se aleja,
En nuestras almas deja
El gérmen de recónditos dolores,
Como al tender el vuelo hácia la altura
Deja su larva impura
El insecto en el cáliz de las :flores.
Si en esta confusion honda y sombría.
Es, Señor, todavía
Raudal de vida tu palabra santa,
Dí á nuestra fe desalentada y yerta:
-Anímate y despierta!
Como dijiste á Lázaro: -Levanta!
G.N DE ARCE.
o ::: o
UNA ALMA PIADOSA.
(Conclusion.l
La tarde de la boda, los vecinos principales
se presentaron de punta en blanco. Don Nicolas,
el más ricacho de los gamonales, se puso
/;lse dia, como los juéves santos, mancornas de
oro en el cuello de la camisa, cuyas alas, cual
las de un murciélago, le caían sobre los hom.
bros. Doña Pastora, su bizarra consorte, tam.
bien concurrió. La tal señora tenia una figura
en verdad poco romántica: era chica y gordi:
flona i en su cara circular y terminada por una.
papada mórbida, hacian juego algunas manchns
azules, que las gentes decian ser carate, sin
perjuicio de que ella las atribuyera á la. melancolia.
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LA TARDE 133
Doña Pastora debajo de tan mala pasta tenia
uua alma buena, así como hay bellezas
encantadoras dueñas de corazones ruines. Don
Nicolas tenia sus defectillos de gamonal, como
una presuncion necia y muoha golosina de mando;
pero en el fondo no era malo, quizá por su
docilidad á los consejo de su esposa. Don Nico
las ora cabildante perpetuo, de donde se le metió
en el cuerpo la mania de perorar: en pocos
minutos decia unos cuantos despropósitos; pero,
eso sí, con todo el garbo de un señor cabildante,
ó un señor senador, ó cosa por el estilo.
Ouando don Juan lo vió esa tarde con una enorD1Jl
totuma en la mano, perorando, necesitó de
mucha fuerzn. de voluntad para no soltar una
imprudente carcajada.
En toda la tarde no hubo más novedad que
unos cuantos puñetazos que Oustodio clió á un
muchacho, porque no queria descubrirse al
pronunciar el negro el nombre de Bolívar. Al
ruido salió Oarlota, y Custodio se de~cubrió
respetuoso saludándula con el sobrenombre
que la habia puesto de "mi Vírgen del Pilar,"
por la semejanza que decia haber entre
Oarlota y una imágen que él vió en Oarácas,
ó en no se qué infierno. Oustodio vivia siempre
ebrio, y en ese estado tí nadie respetaba, excepto
á Oarlota, quien lo salvó una vez de una enfermedad
grave. Las autoridades le temblan
al negro, que habia hecho la campaña en la
guerra de la independencia: habia alotado algunos
años en presidio, y en prueba de sus hazañas
ó ue sus crímenes, tenia la cara -marcada
por dos anchas cortadas. La presencia de Oustodio
era casi aterradora, con sus labios gruesos,
su nariz aplastada, su piel aceitunada, sus
ojos de rapiña y sus cabellos grifos; pero cuando
se dejaba llevar por sus continuos arrebatos
de ira, y al que primero se le acercaba le tiraba
con lo que habia á la mano, y mugía y echaba
espuma por la boca, y por los ojos llamas, era
el tal hombre verdaderamente aterrador. Más,
cosa rara, bastaba para calmarle en tales casos
una sola palabra de Oarlota, "su Virgen del
Pilar." La dulzura de una mujer bella y virtuosa
es capaz de amansar fieras.
La dicha de Oarlota. era completa: su única
aspiracion habia sido siempre la de unir su
existencia á la de un hombre honrado. Alma
generosa! aquel dia de triunfo, recibió entre
sus brazos, con demostraciones del más tierno
cariño, á q ueUas mismas am(qas que la trataron
con desprecio y casi con insulto en los dias de
BU infortunio.
EL HOGAR.
v
Coronada de floree y cantando
La alegre juventud viene á la vida:
N o halla una zarzo su flotante manto,
Ni BU planta ligera bnlla una espina.
GREGORIO GUTIÉnREz GONZÁLEZ.
Pasado el dia. del regocijo, don Juan y Oarlota
pensaron casi con miedo en el porvenir.
Don Juan, aquel apreciable jóven, que entre
dOlicientos compañeros de estudio tuvo rivales,
pero no superioreSi que .iempre se distingió por
SH carácter caballeroso; quo hizo una carrera de
bastante lucimiento; 61, qué pro~ sion creis qué
tomó? La de maestro de escuela. Pocos habrá
que no recuerden con emocion aquellos dias
felices de colejio en que tan hormosos castillos
se fabrican en los aires. El alma soñadora del
jóven entrevé el porvenir al traves de un velo
matizado de rosa y oro. Poco le importa ver
asomarse desvergonzados sus dedos por entre
sus rotos zapatos, y al pasar por entre los corros
de los cachacos, divisal' sonrisas de burla y
desprecio excitadas por su l)oética figura: poco
le duelen las calaúazas que a]gun adoTCldo tormento
le da por preferir á un pepito de esos
que abundan en las ciudades, petrimetres ridículos
que valen tanto cuanto lo que llev~m encima:
poco se le da cuando el dia do ,' acaciones
recibe el flaco rocin que de su casa lo envían
para el regreso á la familia, y de verse allí
encaramado en su silla escarapelada, con sus
estribos dé palo y sus zamarros llenos de condecoraciones
que publican an tiguos servicios. Qué
es todo eso, y más, para una fantasía poblada
de imágenes risueñas, y que entrevé riquezas,
honores y glorias? Dichosa edad la de la juventud!
Si nunca el hombre pasara de ella, habria
en el mundo felicidad. Entónces se ama con
ardor, se sien te con emocion, se espera con fe.
Por cierto que don Juan en sus ensueños de
gloria jamas pudo figurarse venir á parar en un
triste maestro de escuela.
La pobreza de los nuevos espo. Doña Pastora, temiendo '1 ue pre·
tendiera hacer algun disparate, tomó una luz,
y la siguió, no sin algun terror
-Niña, no le dije que estaba dormido? Allá
se las avenga: él se molestó porque le fué á
quitar el sueño.
Era falso: don Juan no habia desplegado
los lab, ios.
-El me oyó, él me oyó! Exclamó Carlota,
sonriendo como un niño, y señalando con la
mano extendida la imágen de Oristo: y le oyó
á Custodio! •
Don Juan se restableció en pocos dias, con
sorpresa general, pues se creía infalible su muer·
te. El vecindario se alegró todo, como si celebrase
un triunfo. Era tan amado el noble ca·
ballero!
-Cuando yo me muera, buscarás una novia
buena masa y muchacha. No? Le decia un dia
Oarlota, acariciando á Ignacioy jugando con
los dorados ca bellos de éste.
-Si yo me hubiera muerto, ya estarías tú
en segundas nupcias, le repuso él, sonriendo.
-Como no somos como ustedes los hombres,
que mujf'r al hoyo y mujer al altar.
-y dices eso casi con seriedad. Mírame. Te
has puesto brava? Por qué palideces?
-Si yo no estoy braba. No me ves riendo?
y Oarlota sonreía sin caer en la cuenta de que
sus ojos estaban aguados.
-y lo dioes llorando. Qué es, Carlota.? es·
tás celosa?
-,Ay el tunante. Celos yo?
-Es con lágrimas como festojas mi vuelta á
la vida? Ah! tuve acaso la culpa de no haborme
muorto?
-Carlota exhaló un débil grito, y se llev6
las manos al rostro. Don Juan se las tomó con
ternura.
-1 o llores, Carlota, por Dios I
-Tú me juzgas, así, y quieres q uc perma-nezca
impasible. Qué motivo te he dado yo para
ello?
-Perdóname, que no pensé lo que dije, ama·
da mia.
Ignacio, que se habia retirado hacía un instante,
volvió trayendo en una varita un gusano
negro.
-Te echo el coco. Huuuuuy ...... coco, que
te come, decia Ignacio, dándole sustos á Carlota.
-Ay qué asco! Le dijo ella haciendo un jesto
ágrio y ese u piendo.
El chico botó al patio el gusano, y luego se
lanzó al regazo de su madre, riendo con inmensa
gracia. Don Juan plle:lto ne rodillas al
pié de su esposa, se puso hacerle caricias al
niño, sin perjuicio de que algunas fueun tambien
para ella i pero hecha~ con disimulo y
respeto, con esa casta timidez del amor primero.
En la noche de ese dia, Oarlota permaneció
en el oratorio más tiempo del acostumbrado.
Don Juan, cansado de esperarla, se fuó á buscarla,
y la encoutró llorosa, con las mauos cruzadas
sobre el pecho y la ca beza inclinada.
-Dime, O'll'lota, qué tienes? Por qué has estado
hoy tan tonta? Ven á acostarte, que ya
es media noche, é Ignacio ba llorado.
-Alma mia del negrito i habr
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 17", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092967/), el día 2025-06-25.
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