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PERIODICO DEDICADO A L A LIT E R A T U R A.
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Serie IIl. Bogotá, 13 de Marz') de 1875 . Número 27.
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~A Al\. DE.
MIS NOCHES.
I
Cada vez que vuelvo los ojos sobre mí mismo, cada
vez que abro las páginas _de mi corazon, encuentro
en él tanto misterios, tan ros a fectlls , tantos recuerd
os, l'scl'itos unos con tintes de rosa y ennegl'ecidos
otros con hiel, que mi alma perm:mece concentraaa bo·
l'as enteras en í misma, en su pasado y en FU porve ·
nir. La historia de cada hombre! cuán lIC'na está de
episodios! cuán digna no es de observacion ! E coged
á un hombre cualquiera, al primero que mireis á vllestro
lado, ya sea un gran pot.entado con el pecho ll eno
de C¡'uces y condecoraciones, el Arca repleta ::le 01'0 y
el cornzon de crímenes; ya una virgen adormecida
en el seno de un clau ero desde los primeros albores
de su juventud; ya un humilde labriego que ignore
los usos de 1M ocit'dad y viva En medio de la poureza
y de la sencill t'z. En la vida de todos los h"mb¡-es
hay cuadros ombri os, hay escenas tranquilas y sua,'
es, hay pasajes ll enos de animacion y de fuego.
Venídcon migo: repasad por nn instante en el
pasado vuestra historia ó la hi torÍa de vuestros amigas;
ved solamente e. a larga lista de noc};¡es que han
rodado sobre vuestras ca bt::zas, Qué div eri>id a d de
impresiones ha (]('jado cada una de ellas en vuestras
almas ! en qué diversos sitios las habeis pasado ! ·Y
miéntl'as os engolfais con la imaginpcion en esas horas
oscur~s, y <¡ne no volverán ya mús, porque la ete rnidad
no dev uelve los momentos que vamos depo~itando
en su seno, yo tambien recordaré algunas de
mis noches.
II
¿ Es ciel'to que los años de la niñez nos parecen
dulces tan sólo porque los vernos al traves de un velo
de lágrimas, tan ólo porque los miramos de léjos?
O es que realmente no ha germinado todavía en la
Ílüancia el fruto del dolor que lleva el hombre en su
alma y que despues amal'ga su t'.Kistp.ncia? Porque,
en efecto, los dias de mi niñez rodaron p:.lros y serenos
como una mañana de verano, y el sol de mi niñcz
no tuvo más de un ocllso, bien que un ocaso et erno:
mi niñez fué una mañana constante toda llena de fragancia
y de luz; entónces no buba noche para mí,
j es tan dulce dormir en el seDO de una madre, y sentir
sus dedos blandos entre nuestros cabellos y sus
be os en nuestros labios, y oir la algazara infantil de
nuestros pequeños hermanos y 'ldormecel'l1os pausadamentE'>
entre sueños de colol' de rosa! y despertar
der;;pues inocentes y alegres, como los mismos pájaros
que durmieron tranquilos y lIhora cantan y vuelan
en las ramas de nuestro jardin! La niñez! oh ! en la
niñe.z no hay noche; porque aunque la luz se vq.ya
del cielo, no se va del alma. Pero despues los años
pasan y la noche l\ega: á. veces el mundo la englllana
en festines y danzas con todas sus joyas y con todas
8US luces j pero á veces tambien la muerte y la desgracia
retlñoD sus tinieblas,
,
JII
'fodaykt. recuerdo la noche en que fuí :trrancado del
hogar deméstico y comencé á ser hom breo Ni el más
ligero bozo tocaua mi labio, ni la más ligera. pena oscurecia
mi frente; pero la sociedad me r eclamaba con
justicia; era preci o comenzar á formarme pua ella
y el colegio me recibió cenándome en seguida sus
puertas colosa les. Qué noche nquella tan o;cura!
qué friu estaba entónces mi lecho! La luz de un escaso
farol derramaba sus hiloR de luz sobre Iu. cama
donde dormia yo sin madre y sin hermnno .... las
horas pasaban largas y pe adas como si fuer'un de plomo,
dejanr]ome cada una el corazon bel'ido. Y al sollar
la call1pa na ~ esa reina del inmenso edificio, no pude
saltar s iqui era de la cama como lo bacia ~n otro ti empo:
estaba ya encadenado por la mano del debe¡'.
fué tal vez la primera de mis noches tri tes. Sin emBargo,
á los once me es tuvo s u revancha , cuando despue
de habel' c'lDseguido mi primera cinta de honor,
agobiado de ca ri cias y regalos, volví ¿ tenderme en la
alcolba de mis primeros años con la alegr'ía de las vacaciones:
era una noche de Diciembre llena de luz y
de estrellas.
IV
Algunos nños pasaron: el corazon empezaba ya :i
latir estrcmcci do por una sensacíon nueva y desconocida
hasta entónces; y mis ojos bu. caban entre el
aire luminoso del dia .r entre las tinieblas de la noche
algun sér encantado cuya existencia pl'e,cntía
con la seguridad más completa, así como dice Caro
que se presi ente el j3zmin por el aron.a que exhala
en derredor. El soberbio v"por .Med~cn.v, de la C01!1-
pañía de vaporcs que su rcan el A tlántico, se destacaba
entre olas de espuma levant ando su plumero de
humo oscuro 'lob r e el cielo purísimo de las Antillas,
Al fin detuvo su rumbo majestuoso entre las tibias
olas que besan murmurando las pl¡,yas de San-Thomas,
ese idilio trazado por Dios y embell ecido por la
man() del bomure, esa canastilla riente y gracia, a que
sobrenada y mece sus flores en la inm ensidad del
0céano. Míl y mil barcas recorrian la ribl' r:l ornadas
de banderolas y cintas, las colina de la ísb cubiertas
de árboles y casas reverberaban con mil luces quo
sa lian do las persianas y los colores del crepú¡,culo
muriente chispeaban en las aguas temblorosas. Interesante
cuadro, digno del más animado pincel! Pero
no era ménos intere, ante el aspecto del colo.o que
abrigaba en su' flancos ca i Ull pueblo entero. La
bandera británica flotaba en el palo ruayor, los oficiales
vestian ele gala y más de treinta jóvenes ba baneras,
pel'uan as, mejicanas y pOl'toricens( s, e ta ban en
el puente del vapor. El canto de algunas de ella y
los ecos de una gitana regalaban al aire los tonos
melancólicos y ti el'Dos de una cancion amorosa ,
Entretanto saltaba del buque á la chalupa una jóven
fralleesa con quien habia entaLlado yo re l acione~
,de una amistad delicada. Tal vez yo abrigaba una
verdadera pasion por ella; pero lo ignoraba hasta el1-
tÓllces. Y qué bella estaba en aquellos momentos!
vestia traje de seda de color de rosa y una capilla
aplomada j sus trenzas se derramaban profusas agHadas
por el viento, lo mismo que las cintas que sugetahan
el ligero sombrerillo de paja italiana. Entónces
por vez postrerlt estreché su mano suave como el raso,
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210 LA TARDE
y al tocarla sentí que mi sangre corda acelerada, fijé
mi oJos en ella y al verla ruboro~a y melancólica,
den'amp la lagrima primera de amor: el \'iento trajo
á mis labio~, como úl.imll dcscTeuida, una mach'ja de
su cabello ca. tnño, y un momento dCl'pue, 110 quedaba
en el mar ni la buella ,¡quiera de tan hermosa mujer:
aquello tudo lwbia sido lln ensueño instantál1eo, un
minuto de amor ahogado por un adio eterno. Una
Ve7. evaporada aquella imágen, la ombra de la noche
e interpusieron entre lo dos y el cuadro del con
torno de apareció. Ay! así vuelan las glorias y la felicidad
de la vida.
v
Alentado el corazon por la e peranza, fijos los ojos
del alma en el bello suelo bogotano y lleno de lo
recuerdo, de la infancia, i cuántas veces al ,ol,er de
lejanos paíse ,alía durante la noche á respirar las
brisa frescas del undo o rio Magdnlena! Todo en
torno dormia: ni el más leve rumor movía la olas,
ni la ola mas leve azotaba los flancos del vnpor: los
inmensos ramilletes de flores silvestre que colgaban
á manera de jardines flotantes de los árboles, embalsamaban
el aite, y al traves de su vá tagos tan dulce
y profu amente engalanado~, derramaba la lUDa como
una lluvia de rayos: el azul sin límites del firmamento
y sus globo de oro innumerables se retrataban
quieto en el Magdalena.
De pues la hi toria de todo viajero: pone el pió en
tierra firme y cone de alado al suelo donde nació:
despues de un dia pasado duramente ~obre los duros
lomo de una mula, se recuesta en alguna pobre ve7tta
al pié de cerros altí Ílnos que nada mezquino con ienten
en su seno y en los cuales tan sólo brotan árboles
corpul l'utos y sombrío. Si el equipaje ha qned¡ do
atras, sólo tiene para abrigar su cuerpo la capa de
hielo que le brinda la atmó fem: no importa, el vestido
nacional suple en esa noche los exce os de lujo
y comodidad europeos; los zamal'ros de piel se extienden
como un mullido lecho, el freno y el cojinete
le sirven de almohada, y de colchas para cubrirlie el
bayeton democrático. Añádase á esto un acanelado
cigarro de Ambalema, en cuyas ondns de humo van
volando los recuerdos y la esperanza, y la noche de
la sabana está concluida. Por la mañ:ma todo es murmullo
en los bo ques, alegría en los ci('los, y gozo en
el cOI'azon del viajero. Y cómo no, si cuando el crepúsculo
vespertino tienda su velo de púrpura tornasolada
ha de gozar de otra noche más bella todavía?
VI
Esa noehe es aquella que al tocar el eslabon de la
puerta tras de la cual vivimos luengos años, la vemos
abrirse entre ruidosa lágrimas y mani ciones de
alegría. oche en que se aura7,a al padre que nos b¡¡n·
dijó al partir, á la madre que tanto lloró por nue tra
ausencia, á la hermana que levanta u sieu coronada
de inocencia, al hermano que lleno de brio e lanza á
los espacios de la vida. i Cómo no ha de ser brillante
~a noche si su misma madre, la madre de PI imeros
años, viene á cerrar las cortinas del lecho donde
útro tiempo tuyimos delicios sueños? Ah! en aquella
noche se duerme con tranquilidad, i hay tantos que
están velando por nosotros!
VII
al pacUico cuarto donde habi to y donde ólo alcanza
á oirse la grata \'07. ne un hermano ó de'un amigo, e
veian lucir cuatro hachon que chi 'porrotcahnll, y
ell medio, sobre un pafio negro R[¡lpir'ado con g()ta~
amal'ilI.\s de cera, dorlllia un cadtiver! OJ..¡ ! sí, dO! mia,
dormla efln la mucrte de los ju"tos (ltle e van ('11 suC"o
ño,' al cielo. Y ese cadtive!' 'rn el más sa¡;rndo para
mí y el más :Hlora ICl, p0rque era el de mi maclre, á
quien pOC' ;>$ horas ¡intes yo mismo habia c nado lo;;
ojo, y be ado las manos blanca y í'das ya como el
n1árrnol ......... o. •• • ................... o. ..... o. ••• o. ..... . . .. .. . .. . . . . .. .. .. . .. .. .. .. . . . .. .. . . .. .. . . .. .. .. . . .. .. .. . .. .. .. .. . .. .. . .
VIn
Para qué hablar de esa multitud de noclJes pasadas
con un libro, en un círculo de amigos, reanim ~ndo sin
ce al' la vivt~ l llz del cigalTo y aglomerando sus nubes
de bumo, al ruido de uo violento aguacero?
f Para qué recordar e a llOche de in omnio en
·que la Nebrc UlC uc;voraba y, cuando má~, t en ia á mi
Indo un "él' amado, que tocase mi pul 'o agitado y '=!njuga
e el calor de mis ienes?
i Para qué recordar esas noches en que, al traves
de las ga as, las luces y las flores de un salon, be visto
la. oU1edias traido) a- y embustera que representan
diariamente hombrc y mujeres?
Dejemos las noches del pa ado i c,uáles serán las.
noche" de mi porvenir '1
IX
Léjos allá en las costas de Inglaterra ví al incansable
pescador lanzar su delgada y ágil barca sobre el
seno agitado del mal' bajo un ciclo si n a tros, y oí sus
cantos melancólicos y vagos que aban la ternpe
tad unas vece,> y p en lo mares de la vida;
mi corazon late sueno y mis labios ('antan sin cesar.
i Qué me impol'tall los truenos lejano de la tempestad?
Mas hay en la vida de todo hombre dos noches llenas
de intel'es ; una de ellas incomparablemente feliz,
y otra que destila gotas de acíbar en nuestro pecho r
en el de todos los que nos aman-la noche en que uno
entl'('gn su corazon, su porvenir, u vid~~ á una mujer,
y la noche en que deyuelyc á la tIerra el ye"tido que
nos cubre, el cuerpo. Ah! cuántas veces he pen ado
en ellas y me be estremecido. Si pndiera copiar con
pluma y pinceles terres la vírgen cuya imágen reposa
aquí en mi corazon! Si pudiera retratar el fulgor
de, us ojos, y detener sobre e:;ta página su alientoque
se exhala de sus laLios purísimo como las bri as
del país donde nació! Y e a mujer, ó tal vez otra estrechará
mi mnno al pié de 105 altares y alií mismo
enlazará conmigo su existencia de tal ruodo, que D<>
podrán de prender, e nunca una de otra; porque más
allá¡Jde la turuba hay campos floridos para los que se
amaron de "éras en la tierra. Habrá una noche en
que libre y dichoso la acercaré á mi COl'azon y luego
como a ustado de mi osadJa me echaré atras y ca í la
adoraré, mirando en ella el poder inmenso del Señor,
y viviré desde entónce- en,uelto en esa atmó fera da
aromas que ('Írcuye á los amantts cri tianos.
Pero :::1 fin la e cena cambiará, y entónce3 será ella
quien me abrace. Si; me parece haber salvado ya los
pocos af¡os que se pueden vivir sobre la tierra. E toy
en una alcoba pequenn, y el bl'illo de una lámpara
amortiguadll alumbra un grupo puro y sublime en su
mi ma encillez: no hay allí amigos; porque los ami-
Ha habido en mi juventud una noche en que los gos yuelan cuando sopla la desgracia, como los pájaros
huracanes del dolar bramaron sobre mi cabeza y la en las mañanas de invierno. En mis mejillas ajadas
desdicha se apoderó de mi corazon y lo prensó dQ tal siento caer las tibias lágrimas de esa mujer adorada
modo, que al verme los hombres medio tendido, con que embelleció mi exi tenciu; con sus labios dulcísila
frente en las palmas, los ojos ecos y fijos y los la- mos recoge el helado suspiro que de los mios e escabios
amortecido:;, e compadecieron de mÍ. Acababa pa, y luego con sus dedo de ángel Itledio dobla mis
de pasar uno dl' e os dias que hacen época en nuestra párpados sobre los ojos apagados ya por la muerte.
vida y que no se borran jamas, porque no los ha i1u- Esa noche será larga y terrible, mucho más horrible
minado el sol, sino lo antorcha del ángel del estermi- si en vez de su seno siento bajo mi cabeza, una piedra
nio. Desde ese di:!' un paño de muerte quedaba esten- en el desierto; pero al fin terminará para dar campo
c1ido sobro mi porv('nÍl' y yacian entre el polvo mis al dia clarísimo y eterno que el amor desplega en ese
c¿;reranzas má bollas y mis más dulces glorias. Junto. mundo incógnito. J. J. BORDA .
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EL ANGEL.
De lampara fUneraria
La ténue luz ilumina
Oon moribundo tem blol',
Las sombras de mi alcoba solitaria
y sábanas r evueltas del lecho dcl dolor.
En un perpetuo gemido,
Mi triste vida se exhala • y con mortal variedad
El alm.a presurosa bate el ala
y asciende ti. la insondable y augusta etcl'Uidad.
Mi sueño es un desvarío,
Una agitacion continua j
P ero siento al de pertar
En 01 fondo del alma, tanto frio,
Que lánguidos mis ojos se vuelven á cerrar.
Mas, un rumor á mi lado,
Oon grato. sorpresa escucho,
Cual dulce re. piracion :
Vuelvo el rostro doliente y faLigado
y miro ante mis ojos fantástica visiono
Es un ángel cuyas alas
Conservan de la inocencia
Aun el polvo virginal j
Angel quo deja las celestes .alas
rara llorar conmigo mi horóscopo fatal.
,
En mi rostro enflaquecido
Siento el suyo, terso y suave
Como del cisne el plumon ¡
y sus labios pegados tí mi oido
Inulldan de esperanza mi yerto coraZO:1.
Con cuanto placer le ID iro
Ir y venir noche y dia,
y escucho el revolotear
De sus alas dc púrpura y zafiro,
Cual linda mariposa en torno del hogar.
En medio de mis dolores,
Aún me siento ven turosa
Pucs donde el ángel está
Hay músi0as, perfumes, brisas, flor es ¡
Blanc.lras inefables) inmensa claridad.
- Sus labios frescos y rojos
Sonrien como las flores
Al pri'n er rayo del sol;
y abrasa la mirada de sus ojos
Si tiñe su mejilla el púdico arrebol.
El (.ngel es muy hermoso
Mas lo más bello del ángel
Reside en el corazon
¡Bendito fué el instante venturoso
En que este blanco lirio brotó en la creacion !
Oh! mi tierno ángel querido,
Mi hija de quince abriles,
Boten que empieza á entreabrir,
y se dobla en el tallo entristecido
Porque la planta madre dispónese á morir.
- Morir he dicho, y profundo
Implacable dolor fiero
Me de¡;gnrra el COl'azon j
Moril', cuando la dejo en este mundo
211
Sin más quc su inocenoia, sin más que su candor.
Mas, ¿ como podré, ángcl beno,
Dejartc, si no me dejas,
Ni te separas de mí?
Si tns brazos se eu!azan :i mi cuello
y al mundo mo .encadenan y me unen más á tí?
i Si me da calor tu aliento,
Cuando el frio de la muerte
Sieuto en mis venas serpear j
Si mi rostro abatido y macilento
A fuerz,a de caricias consigues reanimar!
Tú no quieres, hija mia,
Separarte de mi lado,
y no mc dejas partir,
Pues si miro al entrar en la agonía
Tu rostro idolatrado jamas podré morir.
/
U RSULA. CÉSPEDES DE E SC.ANA VEllINO.
-----=~,~~Ce3-----
EL LLANTO.
Dichosos los que ll"ran
porque ellos sedn consolados.
.. • •• ..'O .... •• •• •••• ,.... • • • •• ••
El llanto es la esencia del espíritu) el desaho·
go de la cabeza y el jugo de! corazon.
El que no llora, no goza las in efables delicias
del con<;uelo.
Un rostl'O quo nunca se humedece con el benéfico
r ODÍo del alma, no puede ser h ermoso.
Porque 01 llanto es la animacion, es la sensibilidad,
es la exprecion de los afectos más sublimcs.
Una mujer que no llora) es un cuadro sin colorido,
Ulla llegacion do su sexo.
N unca es mas LlignQ de adoracion una belleza
que cuando rueda por sus mejillas una lágrima
de ternura.
N unca es más grande un hombre que cuando
se desliza de sus 1 árpados una gota de fuego.
Hoy, en que la moda, ese azote del mundo, esa
destruccion de la felicidad doméstica impera en
todo, el ll anto se ha suprimido) C01110 ridículo y
de mal tono.
Una mujer que hoy llora al ver la representacion
de un drama á los desvastadores cuadros de
la historia, se la considera una vulgaridad it 8llfribl
e.
Un hombre Cjue se enternece y arrasa sus ojos
con ese manantial de la. vida, es un ente ridículo ,
á. qu.i en debe mirar-se con el más insolente dcs - preclO.
y sin embargo, j cuánto vale ese licor bendito,
elle raudal fecundo de pureza, ese tesoro de
bienaventuranza!
El hombre, al naoer, lanza un gemido y vierte
una lágrima: el primero es el ay! de dolor
que siente la materia, la segunda un precioso
bálsamo contra las injusticias, azal'6S y amargu-
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212 LA TARDE
- -
ras quo se espel'an en la vida.
El niilo llora y sonrie con una facilidad admirable,
sin que uno ni otro parezca tener significado;
ma ' ay! i CUllnto pudiera de cirse de este
lIan to in ca u a, de e ta rí. a sin origen!
El ulma siente desde que desciende al mundo
pal'a encerrar e en el barro de la humauidad.
No hay duda que el llanto es la sivia de la
• • eXlS tenCIa,
U na sóla lágrima á. veces, encierra todo un
mundo de poe ía, ~'andeza y elevacion.
El llanto es el mejor intérprete de las almas
sen ibles.
Lo que no con igue una lágrima no lo consigue
todo e l poder del universo.
El llanto es magnético, tiene la fuerza. de la
atmccion ; a i e que no puede mimrse en otro
ojos, sin que los propio se a rrascn.
i De"dichados aquellus que no e inundan con
la desgracia de un semejante ! .... ,.
Huid de ellos; pues el que ama un sér sin
corazon, camina á perdel' el suyo.
El egoi ·ta no sabe lo que es llanto, el ambicio
o lo olvida, el avaro lo "eca,
La mujer que pierde la hermosa aureola de la
virtud, hace del llanto un comercio hOI'l"Íble. El
es el re orte de su engaño, la careta de sus ma·
quin acione8, y tambien en su dia el únicu r ecuro
so de la dignidad ferdida.
Cuando una de estas mujeres llega á anodillarse
como la Magdalena, cuando siente en su
frerte el oprobio, y lucha entre el orgullo y la
po tracion, vierte una lágri ma, hervida como la
de Luzbrl, pero que suele ser la transicion del
m al al bien, de la desgracia al arrepentimiento.
El llanto sana las heridas y pUl'ifica las culpas,
no hay duda.
El poder de las lágrimas es infinito como Dios,
grandv como el cao , precioso COOlO la gloria.
Cuando veais sufrir un d esgraciado, no le
prodigueis consuelos, ofreced le una lágrima.
Cuando el objeto de vuestros amores os atormente
con desvíos, dejad sin temor que vea
vue:otro llanto.
Podrá dejar do amaros; pero nunca olvida·
rá que derramá teis por' él vuestro lloro.
Esta memoria es un recuerdo santo, que sólo
un alma depravada puede ridiculizar.
Si n o tu viésemos el recur o del llanto en las
aflixiones de la vida ¿ cómo podríamos soportar
las distintas emociones con que lucha el sér, in·
terin alient'l en este inmenso caos?
¿ Por qué os a vergonzais de llorar, i oh séres,
que aun conservais vírgen el raudal de vuestra
ternura?
¿ Por qué no demostrais al mundo que el
llanto os la recompensa de la virtud, el consuelo
de la miseria y la sal vacion de la humanidad?
¿ POi' qué no le enseñais á sentir y á compad
ecer á sus hermanos?
Si nI llegar un pordiosero á vosotros no teneis
una moneda que ofrecerlo, y le mirais co n~olidos
y derramais on su de"carnada mano una
lágrima de piedad ó un acento d.e compasion,
¿, cuántas bendiciones no recihireis de aquel infoliz,
acostumbrado al desvío y á la seca y áspera
voz de la indiferencia social?
Si llegais al pié de los altares, y vuestra condicion
humilde no os permite alhajal' el templo
•
Agrado, ni dedicarle ofrendas de riqueza y lujo,
no importa. Dioa se contenta con una lá-
•
gl'llll a.
El munel e piritnal cs de los eres sensible'J.
¡Eterna degradacion a l hombre que nUllca
ha humedol:ido su rostro con el agua bendit:\
de h pi edad!
¿ D¡)nde hay de, espera:Jion, frascs, ademanes,
ni gritos que xpre en lo que una lágrima?
Vosotro , lo que habeis perdido la mujAr que
amai. ) los que rozais en el sepulcro de UII amigo,
los qua vístei . bajar á la huesa un pad re Ó
un hermano adorado, decidme, ¿ qué tributo le
ofreceis? ¿. qué poder mitIgó vue,tra de alada
amargura? ¿. cómo no se rompió vuestro corazon
en el pC'cho? ¿ cómo no . altaron yue;tras
sienes h echas pedaz¡do de los juece francos.
Cuando e o hombl'c- e pI' . ntaba en una
fiesta, la fie .'ta se camuiaba en c l' monia fúncbrfl;
cuando un pastol' 6 una.ióvon tenia on los
labios una cancíon alegre y 10 veifl n pasar, su
cuncíon se acabaua y el corazon su pendia sus
lat,ido ..
L os ocho gen tiles-hom bres del rey se cstt'cmecieron,
la marqnesa npal' ntó un desmayo, y
el conde Jablonowl;k y sus dos compañeros manife
taron un terrol' profundo.
8ól,) el supuesto rey permaneció sereno; 0.1'rancó
sin titubear e l puñal y el pel'g mino, tiró
el arma al uelo, de pI gó el men tlje, y aCCrcáudole
á un candeleru leyó en altll voz lo SI'
guiente:
"Nosotros, los jueces francos, te llamamos,
Enrique de Valois, ante nuestro tribunal supremo,
para que dés cuan ta de tu co nd ucta como
hombre y como soberano.
--Ah! ah 1 interrumpió el conde Héctor mira
ndo al conde J ablonowski con aire iud ¡ferente,
creia que los reyes sólo :l. Dios deben dar cuenta
de su conducta.
El conde se inclinó sin responder palabra.
H¿ctol' prosiguió su lectura en e tos términos:
" Si no quieres que se te d eclarc tl'aidOl', co-barde
y felon, y que se te dé de puñaladas como
á tal en cualquier punto en que te encuentres,
y por de tras como e mata :l. los hombres sin
vel'güenza, pr03séut:1te inmediatamente ánte nosotros.
Comp rece 1 comparece!
-Muy bien! dijo el supuesto rey y continuó:
"Te irás al in tante á la orilla izquierda d el
Vístula j saldrás de Varsovia subiendo el curso
del rio, y cuando te halles fuera. de sus fortificaciones,
te sentarás al pié dcl primer árbol que
veas. Poco despues se llegará. á ti UI) hombre á
quien te fia.rás enteramente y á quien seguirás.
D ebes acudü sólo. "
El condc Héctor volvió á doblar el pergamino
y se levantó sin titubear, echando en torno suyo
una m irada tranquila y fria.
Todos los ojos estaban bajos, y los geotileshombres
del rey, esos hombres que jamas le dejaban,
que poco ántes temblaban todavía cuando
fruncia las cejas, se separaron de ól con aquel
terror mistp.rioso y despreciativo quo se apoderaba
do todo el mundo que veia !Í. un hombre
citado ante cl inexorable tribunal, por elevada
que fuese su categoría,
U na sonrisa de desdo n asomó á los labios del
conde LI éctor.
-Mi capa, señores, les dijo.
Pero los gentilos-hombrcs en vez de obedecer
se alejaron silenciosamente.
-Cobardes! mur::tluró el falso rey.
y tomando él mismo su capa se dirigió con
paso firme hácia la pUHta.
Durante ese tiempo la marquesa. habia. vuelto
en sí, y dominando la emocion yaun los remordimientos
que principiaban á desgarrar su corazon,
se precipitó hácia el supuesto rey, le detuvo
de un brazo y le dijo:
-No vayaia.
Héetor se encogió de hombros, se volvió un
poco háeia ella, y le dijo con. tODO iudiferente :
-¿ N o ho do ir, cuando sois vos quien me
onvia? Aclios, marque '(1..
y (In trlnto qu r tI' codía en 01 colmo del
espanto, n éctar !'ia1ió con pasn firlll o, COIl In. cn·
beza alta y cspléndida do Hudo.cia, y con la mano
on 01 puño do la aspada.
XII
•
El cando H éctor salió ti. la calle, llegó á la
orilla d 1 l'Ío y so volvió por última vez Mcia 01
palacio de donde s(l.1ia.
---j IIó ahí, dijo con amargura, lo que valen
los reye ! E as goo t s qua acabo do dejar y
que, tomándomo por Enrique de Valois, se halla
ual. pooo hace á mis pi68, me abnnuonan cobardemente
porqU0 un tribunal illfanl (~ , mi sto·
lioso, al servicio de odios personales, ha querido
citarmc ante su barra!
Al cabo de un momento de pausa, Héctor
cominuó dando otra dil'eccioll á sus pensa-
• mIentos :
---Exi-;te alH, h{Lcia 01 sudoeste, uno. ciudad
que se llama Pari , un palacio quo se llama el
Louvre, y en ese palacio hay 'una mujer con el
dulce nombre de l\1argarita. Por amor á esa
mujer he venid. nq uí, por ella voy á morir sin
duda dentro do una hora, y sólo Dios, á quion
nunca he ofondiLlo, conoccl'á. la extension de mi
sacrificio.
El conde caminaba á paso largo sin conocer
los sitios, pero guiado por un maravilloso instinto
y un fria cálculo topográfico, que salió sumameute
acertado.
LlegaJo fuera dc los muros, vió una inmensa
encina cuyas sombrías ramas se agitaban ti impulsos
del viento nocturno, y fué á senLarso debajn,
siempre con la mano sobre su espada.
Allí espcró tranquilo y sereno al temible guia.
que debia acudir á bu carle, y on ofecto no esperó
largo tiempo.
Un hombrc que pareció salit' de debajo de
tierra, tan de súbito se prosentó, enmascul'ado
como el que habia llevado el porgamino, so puso
en frente de él diciendo:
---Seguidme, oñor.
---Vamos, pensó Héctor, mis jueces se dignan
llamarllle aun señor, lo cual supone que Ole reconocen
como rey i siempl'e será illucho hallar
que muora como tal.
y dicho esto se embozó en su capa para resguardarse
del fria.
Bl guía siguió el rio duranto uo cuarto de
hora; luego se volvió bruscamente hácia lo. izquierda
y dijo á IIéctor :
·--Seño!', estaremos viajando toda la noche.
-Muy bien, respondió el conde.
El guia extendió una mano; el conde sigió la.
direccion que le marcaba, y á pesar de la oscuridad
blanq necina de la noche, distinguió dos
ca1;>allos atados á un árbol y que piafaban de
• •• Impaclencla,
El supuesto rey montó uno de eSOR animales
y dejó pasar delante de él al misterioso enviado.
Este echó su caballo al galope, lanzándole
por medio de los campos, y seguido del conde
Héctor, llegó á orillas de un bosque que se extendia.
oomo una neg,ra
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 27", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092964/), el día 2025-05-16.
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