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,
- -" ------¡c:--¡R>C s; Q 2 ? sabemos cual) d~ FIlipo.
Nuest¡'o colaborador el senor O. A. E. en el ~U1nero
8 ha dicho alO'unos conceptos que acaso no sientan
bien para nuest~ periódico, segun la opinion de El
Dia1·io. Aquello no fué culpa nuestra, p~es segu,n
lo expresa el mi mo Sr. O. A. E. en su pnmer ar.tlculo
titulado "Lo que salga" uno de nosotros, al lll"
it.a~lo á colaborar le suplicó no tocase la política.
Sirva esto de ~xplicacion, pOI' lo que El Dia1'io
dice y de advertencia á los que nos quieran favorecer
con sus escritos, pues que deseamos pre~ent~r un ca~npo
escogido á los escritores y un solaz a qUle~es qUIeran
leer nuest ra h oja. Cuando queramos batu'uos en
campo extraño, armas y suelo sobran; y valor á buen
seguro no nos faltará hoy si. fuere necesario, como no
nos ha faltado eu otras ocaSiOnes.
-
REVISTA DE LA CIUDAD.
He hecho un descubrimiento que á la verdad, no sé
si me produzca alegría ó tristeza: tengo vergüenza!
Si señores, tengo vergüenza! Qué fenómenos tan raros
los que e ven en la humanidad. La vergüenza,
pudor instintivo que viene con la niñez, que acompaña
á la juventud y que como si fuera un bamiz que
realza y da. hermosura, se aja. y empaña. con la vejez,
,
en mí como con las muelas cordale~, ba venido despuell
de grande. Yo, que me he metido en todas partes con
permiso ó sin él, que no he dejado cosa que no vea,
que no tiente que no eche fuera, al entrar el 24 del mes
pasado en San Juan de Dios, por pocos me caigo de
vergüenza. Y no er,l para ménos la cosa. Señoras y
señoritas de lo mas re"petable, sentadas en la puerta
al frente de una mesa, y como las beneficiadas en los
teatros, iban diciendo á quien ent.raba: "la limosna
para el Hospital". Todavía me zumban los oidos.
Al oir esa descarga á quema-ropa quedé allí empotrado
como poste, con los carrillos rojos, la vista turbia,
la lengua torpe y las piernas tem blorosas. Y. c6-
mo no, si en el acto me acordé de que mis bolsillos y
la limpieza han hecho pacto de no separsejamas. Qué
hacer '~ Tartamudé alguna torpeza en son de disculpa
ú oferta, y por en medio de un numeroso corro de
cachacos que formaban la barra entré.
Ouando en el interior en.:ontré quien me diera prestado,
volví á depositar mi ofrenda á la ca1'iclacl. Nada.
le exijo á Dios por este acto, porque mi conciencia dice
que yo lo hice forzado por el..9.ué dirán. El resultado
puede ser muy conveniente, pero puedo asegurar
que ninguno de los que allí dan 'volunta1'iamente una
limosna dnn lo que sin testigos habieran dado. Y como
el evangelio dice que la caridad debe practicarse con
tal sigilo, con tan sin ninguna ostentacion, que la una
mano debe ignorar lo que la otra da, no creo muy
conveniente e te sistema de pedit' limosna en los templos,
cuando las personas que la piden son de aquellas
á quienes sin pasar un sonrojo, que con nada se paga
no se I es puede decir, señora ó señori ta, no tengo que
dar. El sa~rificio hecho por las señoras no tiene precio,
es una virtud iIwaluable, pero la humillacion pOlo
la que suelen pasar algunas personas, no tiene calificativo.
El que quiera ver lástimas que vaya á San Juan de
Dios, se decia antiguamente; hoy se puede decir lo
mismo, pero no con la intencion de aquellos tiempos
Nada lisonjero se puede ver en donde se albergan todas
las dolencias humanas, pero si en aquel entónces
se decia así, era porque daba grima ver el hospi tal.
Qué enfermerias, qué camas, qué alimentos, qué a istencia,
qué todo! Hoy, á la holgura, al arreglo y ,í la
comodidad, se unen el 6rden y los progresos de la civilizacion.
Por entre un sin número de gentes que se codeab!lu,
se apeñuscaban, se apretaban, se compactaban; que
subian, bajaban, salian, entraban y que colmaban las
galerías, patios pa adizos, enfermerias y hasta los últimos
rincones pude peuetrar primero en la sala obstetrical.
Las enfermas estaban en sus camas bien abrigadas
con colgaduras y, cerca de elbs tenian sus respectivas
cunas. Esta es nueva ó de no muy remota
creacion y, puede asegurarse que 1015 resultados obtenidos
son de grande influencia para la mOl alidad y el
progreso humano. Los infapticidios y el abandono do
niños han disminuido notablemente.
Pasé despues, por las demas enfermerias acompañado
del señor ~1ayordomo, quien tuvo la bondad de informarme
acerca de todo lo más notable que allí bayo
Como eSi natural, las enfermerias están clasificadas con
separacion no solo d~ sexos sino de ellfcrmedadcs.
Sobre la cama de cada enfermo hay ademas del número
que á. cada cual le toca, una papeleta impresa en
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66 LA T A R D E
la que eLá el nombre dd enfermo, el lugar de u na·
cimiento, nombre de lo padres, u e tad J civil, clia
en que entro al e tablccimientn, nombre de ]¡L enfermedad,
el rlia!!;nó tiro hecho por el practicante y, la
hi (.oria. cllllica llevada bao la 1 dia en que le pal'a
su ca a ó para el cementerio. E -ta boja recogida::.
son la que forman a la larg:t In hoja de ervicio dd
practicante para tener pre ente en el dia del grado.
Todo esto lo bacen lo ' tudiante de medirina bajo
la direccion de lo prore Ol'e" que di rigen el bo pita!.
Despues de haberme enternecido al ver la. ala en
donde e tan lo nino enfermo" cuidado y ntido
por lAS Hermana. ,quiene lo tratan como i fuesen
u bijos, de e;endimo al departamento de buérfana
. 24 Ó 30 niña r eciben allí educacion y adema de
las en -e::ñallza de lectul'a e cl'Ítul'a &c. de empeñan
oficio en lo. diversos departamentos, ya en la botica
preparando droga, ya en la roperia, de pensa y
co ina, La educacion que á e ta niña:: se da es
cia 1 como para el ervicio doméstico, de manera que
dentro de poco pre~tarán todo lo ser vicio' económico
del bo pita!. E te departamento e ti atendido
por Hermana. Qué aseo I Qué órden va en todo!
Honra á lo que con tanta abnegacion y comtancia
se dedic-an á aliviar las dolencias de la humanidad!
La cuestion de los encerramiento alarma. Ya la
policía ha de cubierto por casualidad una mujeJ', á
quien bacia cua tro años t enian encerrada en uoa pieza
, segun parece, para di frutar de alguno babereque
la infeliz po ee. E de calcular cómo saldria esa
anciana de. pues de tanto tiempo de aislamiento.
-
El señor J Ortiz actor drAmático de gran r eputacion,
en compañía de u estimable esposa: :a señora
Candelaria Tardo de Ortiz, de pue de babel' hecho
gran co echa de triunfos en Europa y America, abrirá
la e cena COil la comedia llamada "El Tejado de vidrio".
La compañía de aficionádo que aquí habia empezado
á dar funcíon más una dama jóven y el señor
Sigarroa, compañero d ~ l enor Ortiz forman el
elenco de esta nueva compañia.
El Fisgon por su parte e da los plácemes, y se los
da al público Bogotano, por tan famosa adq ui icion.
Quien como el señor Ortiz no solo ba estudiadu lo difícil
del arte de repre entar, ino que con la péñola en
la mano ha llamado la atencion como autor dramático,
no puede méno que ser notable, Quien como la
señora de Ortiz obtuvo diploma de primera cla e en
el Ateneo de Madrid y de la naturale7.a de gracio
a y galana, no puede ménos que encantar á quien
la oiga.
Ahora de ué se quejarán los aburrido con la vida'?
El teatro abierto, si no e di traen es porque no
les da la gana, :i no ser que ca por falta de cual'tillo,
pues entónces sí, eso no puedo yo remediarlo.
A consecuencia de un banqu )te que el Gobernador
de Oundinamarea dió á los miembros de la A amblea
del E tado, tuvo lugar otro en el Hotel Frances en la
semana pasada. Uno y otro fu eron untuoso, y en
ámuos lució la concurrencia del Pre idente de la República,
los ecretarios de E"tado y de otros altos
empleado.
A propó ito de Gobernador, el lamenta la
falta de reglamento que hay aún en ciudad, refe-tal
empedrado convexo sino cónca o so intieron 108
que dijeron aquello y paró la obra. '
-
Con urna at i faccion hemo vi to el lujoso programa,
que el Director de inlStruccion pública, Dr. DálIla~
o Zapata, ha becho di ' tribuir n la ciudad
pecto de lo' acto Iitetarios que lo alumno d~ las
do e cuela, normal o tendrán, dUl'ante los dias 4
á del corriente me ', en l alon de gra.dos.
. Llamn~n o lujo o dicbo progl'ama, pOI' la importancIa
y varwclad de materia que en él e anuncia erán
defendidas pOI' lo alumno" y por la multitud de es.
cogido tro7.O de mú ica y de canto con que queda-rán
amenizado dicbo, acto ; lo cuale i o ha de
J. uz~a r por 1O S trabajo~ que hemos vi Lo' j ecuLar á
vanos de Jos alumno de ámba uela, darán un
re ul tado e pl éntlido, digno de sta cul ta capital, y
de Jo e,fuerzos que el Gobierno baco en el sostenimiento
y mejora de tan notable plantele .
De de ahol'a no pl'ometemo que la concurrencia
que baya de contribuir á la olemnizacion de estlW
fi esta ó triunfos de la inteligen ia, será tan numeroa
y lucida como n año') pa ado .
lIa ·ta otm vi ta; hoy no cuento m:ís !Jorque me
voy para el R o picio á Yel' la Ca a de refutrio y echar
aful:'ra lo que allí baya. o
EL FrsGo •
LA TUMBA DEL SOLDADO.
El yencedor ejército la cumbre
alvó de la montaña,
Yen el ya solitario campamento
Que de amarilla luz la tarde baña,
Del negro terranova,
Compaüero j ovial del regimiento,
Re uenan los aullidos
Por los ecos del valle repetidos.
Llora sobre la tumba del soldado,
Y bajo aquella cruz de leño
Lame el césped aún en angrentado
Y aguarda el fin de tan profundo sueño.
despue , los buitres de la sierra
Rondaban todaVla
El valle, campo de batalla un dia.
Las cruces de las tumba ya por tierra ....
Ni un recuerdo, ni un nombre .•
Oh! no: sobre la tumba del soldado,
Del negro terranova
Cesaron los aulltdo ,
Mas del noble animal allí ban quedado
Lo huesos sobre el césped dos
1874. JORGE IsAACS.
----c:~~:--__
Mi querido Da.vid.
liedellin. octubre 12 de 1874
Ya que no te he dirigido una carta privada,
como tanto lo deseaba, y aun acaso lo debía, te
dirijo esta carta pública, por extraño que te pa~
rezca que haya cartas pl'ivadas y cartas públi~
cas, ni más ni ménos que colegios, escuelas, &c.
Y no vayas á preguntarme por qué no había
satisfecho mi deseo de escribirte, si éste era en
realidad tan vehemente' por que á la verdad
no sabria que contestarte.
rente á las be tia y dema animale de ervicio, En
dias de mercado, obre todC', bay calle, que no se
pueden tran itar sin exponel' la pa ó la vida
muchas veces. El eñor General algar acaba de recibir
nna coz de un bney que le ha di loeado una
pierna. Si lsucede con el Gobernador, qué e peranza
puede tener un pobre Fisgon que en donde qniera
se mete f
Qué hubo de adoquinamiento de la calle de Florian
f Dijo alguien que no debiera ser cóncavO si
no convexo, los ingenieros dijeron que no debía ser
Pero sea de esto lo que fuere, has de saber
que me entró una comezon irresistible de escribirte,
al leer la carta que te dirigió nuestro co~
mun amigo Nepomuceno, en el número 2. o
de " La Tarde," peri6díco que he leido COll. in-
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LA TARDE 67
finito placer, y en cuy'as columnas pido posada
para 6sta carta.
Nuestro amigo Nepomuceno ha, permíteme
la palabra, y ruégale á éste que me la perdone,
ha calumniado i la tarde, al disculparse con ella
de cierto error tipográfico, que hace un perverso
contraste con los colores de rosa y de zafir, en
su precioso artículo" La Tarde" publicado en
el primer número de la id-
El nos sale ahora con que por causa de los
snaves tintes, de los variados matices, de los
caprichosos arreboles, con que aquella graciosísima
coqueta se adorna al despedirse del astro
que se hunde eu las profundidades si!' límites
del espacio, no pudo ver el gaya, que en lugar
de un gualda se le escapó, en la correccion de
las pruebas de aquel pulido y bien elaborado
escrito.
y si tú eres tan bolonio que aceptes esta
disculpa, yo no la acepto, aun para descargo de
mi conciencia, confieso qne soy más bolonio que
tú y que el público iliterato.
N o, señor, no hay tal.
No es la suave y á veces dulcemente melancólica
claridad de la tarde; no son los variadísi
mos tintes con que la luz crepuscular se re.fll'lja
en los caprichosos y escarpados cerros que dominan
la capital; no son los encendios arreboles
que allá á. lo léjos, muy muy léjos en el
occidente, detras de las cúpnlas de inmaculada
blancura del Tolima y del Ruiz, se alcanzan á
divisar dcsde esa ciudad muellemente recostada
en el amoroso regazo del Guadalupe y del
Monserrate; no son no, los culpables de la
omision de nuestro amigo.
quiere echar de jóven, at'.lDido á que no ha ingresado
aún en el gremio ó no figura en el martirologio
conyugal; y prefiere quedarse en tinieblas,
á usar las insignias del hombre grave y
y sesudo, pues reconocc con lealtad que ha asistido
á todas las revoluciones políticas de esta
ta patria infortunada.
Espero que háyas comprendido, porqué razon
se le escapó el vocablo aquel que lo ha
mortificado tanto; y porqué ha querido declinar
su re. ponsabilidad echándole la culpa á la
tarde, por lo cual, á fuer 'de buen caballero, he
prestado voz y caucion, casi indignado por la
injusticia con que se la acusa, y por la cobardía
que hay en aprovecharse de su completa indefension.
Nada hay comparable al tiempo!
y pídele á álguien que te lo defina, y te quedarás
á oscuras, como si te quisieras dar cuenta,
de la esencia íu tima de la 1 uzo
La luz es la cosa más Oscura en el estudio de
la fíilica.
¿ Quieres convencerte de ello? Toma á Ganot
en la mano, abre por allí á la pájina 391. de h
edicion española de 1871, y lee: "Luz 6 hipótesis
acerca de su naturaleza," y te preguntarás
desalentado, casi desengañado por los mentidos
progresos de la ciencia, de que tan ufano se
muestra nuestro siglo.
"Qué ¿ no hay más que hipótesis sobre la
esencia de este flúido imponderable, que se llama
luz, vida del universo, sin el cual viviríamos
en perpetuas tinieblas, en eterna noche?
y el sabio te dirá:
" No más."
Para ver, son neccsarias tres condiciones Pues así sucede con el tiempo: pretende de-coexistentes
ó simultaneas: objeto, luz é ins- finirlo, p illletrar su esencia; y no 10graráA, por
trumento visual. . más esfuerzos que hagas.
Si una de estas tres condiciones falta el fe- Y sin embargo, el tiempo es un Océano en
nómeno vision, es imposible. cnyas aguas estamos sumerjidos; es, empleando
Cuando los objetos están muy distantes, no la bella expresion que M. Chevalier les atribuye
los vemos bien por dos razones: por la debi 1i- á los Yankee, la estopa de que está hecha la
dad de los rayos luminosos, y por la falta de vida.
potencia del ojo. Por. él tenemos recuerdos, y esperanzas, ilu-
Entónces tenemos necesidad de ocurrir á los siones y desengaños.
anteojos de larga vista, que nos hacen creer El forma esta cadena misteriosa, esta suceque
los objetos se acercan por que los agrandan; sion de dolores y de goces, de dolores eternos y
así como aplicado el anteojo en sentido inverso, de goces efímeros, que al huir en las alas imcreemos
que los objetos se han alejado inmen- palpables é invisibles del tiempo, clavan una
samente, porque los vemos infinitamente pe- espina en el corazon, le arrancan una esperanza,
queños. le muestran el esqueleto de la realidad ó le cica-
Cuando el instrumento visual no es perfecto, trizan una herida que hacia manar incesantesea
por un vicio congénito, sea por haber sufl'i- mente" esa sang¡'e del alma: las lágrimas."
do alguna alteracion, la vision es imperfectit ; El tiempo!
y llega á ser imposible, si no se ocurre á algun Reflexiona bien. El tiempo es el clemen to
instrumento que corrija ó modifique el vicio 6 indispensable en la vida del hombre y de todos
la alteracion del instrumento natural. los Aéres que lo rodean.
Tal les sucede á los miopes y á los p?'ésbitas. El hace germinar la simiente; él desarrolla
Tú sabes que la 2J?'esbitía es un percance de la planta, matiza las fiares, madura los frutos.'
la edad; y que el que no echa mano de las an- Por él se cumplen todos los fenómenos de la
tiparnts, cuando el tiempo en su fria é impla- existencia: la gestacion y la lactancia, que
cable saña, ha alterado las formas del instru- preceden á esos dias sin noches alegres y risuemento
visual, se queda á oscuras en medio de ños, rrue llamamos la niñez.
la. luz y en presencia de los objetos, que no al- Por él llegamos á la juventud, tomamos po-canzan
á pintarse en la retina. sesion de la vida; nos dejamos engañar por las
Falta así, una de las condiciones necesarias falaces ilusiones, por esos celajes de púrpura y
para ver: falta el instrumento óptico. grana; ó extraviar por las pasiones borrasco-
Ahora bien, .nuestro amigo Nepomuceno las. sas, yendo algunas veces hasta las fétidas sen-
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68 LA TARDE
tinas del vicio, y hasta los antros tenebrosos
del crímen.
Por él llegamos ú, la edad madura, ascendemos
al zenit de la vida, y luego decliDamos,
bajamos á la tarde de la existencia y nos hundimos
en el océano eterno de la tumba.
Felices! los que tengan tardes tan bellas como
la descrita por nuestro amigo Nepomucen
y nn ocaso de vívidos arreboles, como los que se
ven extendidos muy más allá de la cordillera
tlon tral, cuando el observador se extacía desde
el altozano con el berlo espetáculo que ofrece
el sol, en UDa de esas tardes de Bogotá, al ponerse
tras esas crestas atrevidas, tras esas moles
gigautezcas, que hunden su diadema nítida,
en el azul desvanecido del cielo! !
El tiempo! He aquí el amigo leal y el enemigo
implacable, por extraña quo te parezca
esta an títesis.
Ouando amamos, cuando el corazon siente ese
deliquio inefable, deseamos que el tiempo pase
con rapidez para que llegue la hora anciosamente
esperada, acaso la tarde, en que tenemos
la dulcísima ilusion ó la gratísima esperanza
de ver á la mujer amada_
Cuando estaOlos al lado de este ángel (para
los enamorados siempre es un ángel la mujer
amada) deseamos que el tiempo pase su vuelo
misterioso, para prolongar esas dulces quimeras
de que vive el coraZOD.
El tiempo nos arranca las ilusiones y nos
mnestra la falacia de nuestras esperanzas.
Es el gran Ministro de la Providencia, que
les quita la careta á los hipócritas; y desvanece
las brumas con que la caluOlnia y la mentira
eclipsan los vívidos resplandores de la verdad.
El tiempo simboliza para el desgraciado la
esperanza: "mañana, dice, no será así."
y ese mañana suele ser para él algo tan falaz
como el límite del horizonte.
Los afortunados lo temen, porque trae de
continuo en sus senos oscuros y misteriosos, insólitas
mudanzas y espantosos cataclismos.
El dolor mismo se gasta con el tiempo; y las
aguas del Leteo, no son más que una alegoría
del tiempo.
Ouando la muerte nos arrebata una persona
querida; cuando la eterna separacion enlutece
el hogar y amarga la existencia, el tiem po viene
á curar estos crueles dolores, que si no perdieran
á su influjo su acerba intensidad, romperían
el hilo de su vida.
Pel'O ¿ qué es el tiempo? Un gran filósofo
dijo que es una idea relativa, qua tiene por
elemento el presente.
y el presente es un instante fugaz; es ménos,
comparado con la interminable sucesion de los
siglos, que el punto matemático comparad.o con
el espacio infinito.
Qué misterios tan pavorosos, que arcanos tan
profundos: ellos nos muestran que" la ciencia
humana es un punto luminoso en un infinito
de tieblas_"
Nuestro amigo Nepomuceno pret"'nde, por
medio de un sofisma, haberse sustraido al influjo
todo poderoso del tiempo; y si lo lograra
¿ no le consideraría como Oalipso, desgraciada
por ser inmortal?
Así es el hombre; todo 10 cansa.
Su anhelo es ir más allá.
A veces echa de ménos el tiempo que pasa,
porque se lleva en sus alas de tinieblas las dichas
quo acariciaron su alma; pero nadie quisiera
empezar á vivir do nuevo.
Más de una vez habrás lamentado el tiempo
que te quito con obligarte á lcer esta larga.
misi va, pues tú tam bien eres de la escuela.
mercantil que ha popularizado el adagio; "El
tiem po vale dinero."
Perdona á tu amigo OÁRLOS.
LAS GOLONDRINAS·
EN EL ÁLUU~[ DE MI AMIGA LA SEÑORA LUISA
,
ALCALá DE BORDA
Ouando las golondrinas
La pa tria dej nn)
Van cruzando los aires
Oon tristes quejas,
Quejas que duran
Ouanto en lejanos climas
La ausencia cruda.
En vano de otros cielos
Ven los encaDtos,
y las fuentes, las flores
De hermosos prados i
Siompre la patria,
Ah! la patria por siempre
Oautiva el alma.
Comprendo que tus labios
Aunque sonrian,
La nativa morada
Jamas olvidan,
y alas quisieras
Con que, hendiendo 108 aires,
V olar a ella,
Más que tu venturoso, .- Por cortos dlas
Dejé de mis hogares
Flores y brisas,
Pero aunque cortos
Ya, Luisa, me parece
Que no retorno.
¡Ay de tí que has labrado
Léjos tu nido,
Y al verme alzar el vuelo
Das un suspiro
Sobre mie; alas
Tus ardientes deseos
Llevo á la patria.
A vecilIa del Guaire,
Bella avecilla,
Adios! á sus riberas
Retorna aprisa.
Ah ! yo quisiera
Dejarte mi contento,
Llevar tus quejas.
ARÍsTIDEs CALCARo.
Bogotá S'etiembre 18 de 1874.
•
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•
LA TARDE 69
EL TIEMPO. •
A MANUEL. POMBO.
IV.
El tiempo es, segun varias autoridades respeta,bles,
presente, pasado, Ó !l¿tm'o.
Lo presente es ('1 anillo que une lo pasado con lo
• porvel11r.
Nadie hay, ni el niño sin mun~o, ~i el cachifo T?alicioso,
ni el hombre aperreado, DI el 19norante, Dl el
sabio, que no diga lo que digo yo.
Pero cuanuo hay autoridaues que afirmen una
cosa ¿ debemos creer en ella, pOl' eso y nada más?
Oh! o.
Me quitaría hasta el nombre, si fuera yo capaz de
respetar autoridades que me manden creer lo que no
creo. Salvo los mi terios y dogmas de nuestra augusta
reliO'ion, los cua.les confieso y sostengo, no me se-paro
u~ punto de Santo Tomas: Ver y creer. .
Yo, mecido siempre por mis dudas, pregunto: E x<¿ste
lo pasado? Y respondo: No: puesto que ya pas6, ya
muri6-¿Existe lo 1JOTVeni?''7 Y respondo: No: puesto
que no ha llegado, no ha nacido.
Luego cl pl'esente es un anillo que une dos cosas
que no existen; una supuesta verdad que nace de
dos mentiras; un sér que debe á dos nadas su existencia'
una vida consecuencia de la muerte y del no ser.
P"e ro es asi que todo lo del párrat o ainte·rIO r es a b -
.urdo é imposible, luego el presente no existe,
¿ Ouándo, c6mo podría existi.r ~l. presente si, ~un al
pronunciar su nombr~, y.a la p llliclal es~á hundida en
lo pasado, cuando la ul tIma e no ha salldo de lo portien
ir' '7 -
Mira Manuel cuando y0 me dejo llevar en alas de
estas cdnsideraci~nes profundísimas, y rindo mi valeroso
ingenio ante estas demostraciones evidentes, no
puedo ménos de admirarme de que haya unos hombres
que hagan y otros hombr-es 9-ue compren, relojes.
El reloj no dice que horl1. es, SIllO que.hora el'a .
y así sucede en todo,
¿ Ouándo se acaba un dia, 6 un mes, 6. un año,.6 un
!iglo'7 ¿ Ouándo, en qué momento preCISO, comlenza
nn período cualquiera?
Nadie puede saberlo. Y esto prueba que el almallaque
es tan embustero como los relojes.
Porque, una vez demostl ado qu.e esos períodos n~
tienen principio es preciso dednclr que no duran 111
mueren, puesto que, fuera de Dios, no hay existencia
alguna que no haya comenzado.
Tenemos pues averiguada una gran verdad, á saber:
que no hay pasado, pl'esente, ni,po?:ve?1~1' ; y que los
relojes los almanaques y toda maquilla u obl'(\ de esas
con qu'e se pretende medir 6 calcular el tiempo, s.on
meros sofismas inventados para. explotar á los lDcautos.
-
A mucho andar, y emplea;tdo el lenguaje figurado
del corazon pudiéramos deCir que el pasado es el dolor'
el por;enir la de confianza; y el presente, un
tor:'ente de sobresaltos que se hunden en el abismo
tenebroso del temor.
Porque á la verdad. ¿ Quién no sufre 6 llora en este
mundo?
Nadie,
El que logr6 atrapar una fortlln~, llora l.as hambres
que pasó; el codiroto que se caso con rIca, llora la
vida de sus cuñlld os, y la buena salud del suegro;
el suegl'o llora su capili~ t:liminwio, porque el
yerno lo volvió hijo de .f~~miha; el emple::ado U.ora
maldICiendo la alternablhdad de los goblernos, ~l
tendero pOI' el abamtamiento; las beata¡:, de rabel.
hipocondriaca; las ~olteronas, pOl' eso;. las ~~ un año
de casada su perdIda libertad; la Viuda Joven, su
labol'iosa c~sUdad, como la llam6 sábiamente San J er6nimo.
Oon razon llaman v(¿lle de lágr'&m(¿s á este ruin bo>
doque que habitamos.
-
El presente es el af~n.
¿No habeis visto al Tequendama, lectoras y lecto.
res mios? No habeis hecho (los segundos) y dejádo03
ha.cer (la- primeras) un paseo al Salto?
Oh l Sin uuda todos los que hayais podido habreis
cumplido con el deber de visitar la sublime maravilla .
Pues bien: e~s aguas espumosas que, cual manadas
de blancas ó~ejas per;;eguidas, se lanzan en tropel
al abismo rugidol'; esos vellones que se deshebran;
esas espumas, que se vnel ven niebla, vapor, nada,
son la imágen vi Vl1, elocuente y eterna del presente.
-
Ahora pregunto ¿ Qué puede ser, qué cosa buena
puede ser el presente, ese hijo de las lágrimas de lo
pasado, que se alimenta con las amarguras de lo porvenir?
Ay! El presente es la agonia. {
Por eso El Oreador, en su sabiduría infinita, le neg6
los goces, la fuerza, el placel' real, y le concedió
tan solo la espel'anza.
. La E spemnza !
: Prueba, regalo, caridad de Dios!
L a espel'anza, esa dulcísima coqueta que se sonrie
con t.odos, pero que á todos los engaña, se representa
geométricamente, por aquella curva incansable que
andn. sin cesal', acercándose en cadn. punto al centro,
sin poder, i(¿mas, llegar á él.
Pudiera tam bien compal'árseln. á la f6rm ula 9 : 7
Aproximad, esa fraccíon por el cálculo decimal; id aumentando
ceros de siete en siete; sin duda en cada
operacion os aproximais al término; pel'o la eternidad
misma. seria demasiado corta paaa alcanzar al fin del
cálculo.
Qué portento! Qué puerta tan luminosa y tan
modesta, para entrar, con la mente, al infinito!
, -
Iba yo con G. G. G. de MedelJin á Caldera. Yo
llevaba un volúmen de poesías de ese vate inmortal.
Luego que desensillamos las mulas y nos quitamos
las espuelas y zamarros, nos sen tamos en la huerta al
amor de ese sol vespertino á quien los niños montañeros
llaman"elsolecito de los Venados".
El rio bramaba en lo hondo, y se veian á nuestros
pies las aguas coronadas de espuma, que se deslizaban
6 se perdian saltando, entre los negros pedrones.
El aire estaba tibio, adormecedor y perfumado.
El cielo estaba azul y adornado acá y allá por nubes
inm6biles, blancas como el mármol, que presentaban
figuras caprichosas.
-Qué belleza!
-Incomparable! respondí.
-Qué tienes por ahí qué leer '7
-Te tengo á tí, elije sacando el libro.
-Pues, sino hay otra cosa ménos mala, Zeámosme,
agreg6 el poeta sonriendo.
Eso mismo digo ahora: L eámosme. Abramos "El
Oásis" de Medelhn y tomemos en el número 7. o "LA
ESPERANZA."
........................... lo ............................................................ ..
.. .. .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . ... . . .
-
Mas esto de plagiarme á mí propio, se parece á lo
del tabernero aq~tel que aguaba el agua., ó á lo de
aquel compatriota que, por la noche, se robaba del
aparador la tabla de cacao que se habia de bebe?' por
la mañana.
E cribiré, pues, algo original y nuevo. . ,
Pero vamos andando porque, como la mIU0l'la de
los lectores sabe, al'S longa, vita bl'evis.
No hablemos de La Esperanza, hablemos de La
Desesperacion.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
,
'70 LA TARDE
Digo, en primer 1 ugar, que la D esespe¡·(tcion es
eso que siente el que l eyendo e5te artícu.lo, viendo
que, de pretexto en pretexto, voy baciéndolo mas
largo y dejando al l ector sin eepuanza de verle el fin.
E ta e la d ese peracion pasiva ,q\Je forceja y cJa·
roa; que á veces,gime; pero que jamas se irrita ni bace
mal.
Hay, emper o, otra espeeie de este mismo género:
hay la D esespe¡'acion Active,.
Esta es todo tempestades. E Milon de Crotona cogido
e n la prensa de la enciLla bendida; es la última
gota de sangre de un corazon quebrantado; es la. última
pluma de las alas de un alma viajadora, enloquecida)
es eso que hayal otro lado de las puertas del
infierno.
La boca del desesperado vive seca y solo 'Se abre
para maldecir. Su labíos e Lún siempre. tostados: si
alO'o como una sonrisa los mueve y los dIlata, ellos se
'" rajan y cchan sangre.
-
La de esperacion constituía la naturaleza del Diablo
en los primeros siglos de su juvellt.ud. Negra no '
che en torno! l\Iüuc1o impalpaLle y sin barreras! So
ledad absoluta y, por única compañía, su dolor sin es_
peranza!
Despucs la co a varió y el pobre Satanás tuvo algunos
ratos de consuelo.
Coger á una beata y zamparla de cabeza e n In caldera;
jugar con los maridos; enganar á lo cándido:::;
correr con la ornamentaclOn .Y el cornisamento de
las alcobas de los celosos; probaL' á los bellacos y á
los tacaños quc él sabe mas quc todos ellos juntos; fomentar
guerras, rebel ion es, pecul ado y prevariea tos;
quitar su blanco velo á la virtud; disfrazal' hipócritamente
el vicio; encen1er la sed de los avaros; tirar
lodo á la fr ente de la verdad; levantar el Bece no de
oro ; soplar en los corazones el fuego egoista de un
interes ruin; tirar su red á la IgI . Y sacar de cada
tiro una docena de infames 'Santurrones .... toJo esto
debe aliviar las penas del precito y hacer s u existencia
casi envidiable PO?' ahora .
y digo po)' ahom, p o rque,como todo el mundo sabe
este mundo no es eterno, y tendrá su dia final; Dies'
Í'/' CB , d ies illa !
Ima g ínome que el Diablo le tend~á miedo pánico
,,1 dia <.Iel juicio final, porque en ese dla luctuoso se le
acabarán el destino y su renta de peca y tend.rá
que yolver á estar de balde: su mayor dolor consIstirá,
sin duda, en la consideracion antwi}Jada de la
pérdida de su reino.
Si el género humano fuera eterno, el Diablo seria
casi feliz.
-
¿ Quién no ha visto al raton 6 á la hiena, en la trampa.
ó en la jaula, cómo and a n, de uno á otro lado, tocando,
con ánimo de mov e rlas, las baLTas de u ~"trecha
cárcel? Sabei , por qué no se detIenen
jamás y vuelven y revuelv e n sin cansarse nunca '1
Es porque e peran.
Eso hace el vi ejo mendigo que d ejó una piel'lJa. , e?
el campo ele batalla y que arrastra su cuerpo e cuahdo
com ido dc 1I agas cancerosas.
y aqllel j óve n de veinte años
"Maldita edad de amargos desengaños !"
? p or qu é se detiene en la n.1Ítad del valle y de la
prima,era de la vida, y mueve en torno la mirada ,aga,
y arroja, con d esdeñoso desaliento, el peso de la
carga de us dias '1
¿ Por qué? Porque no e~pera.
Para el que perdió la esperanza no hay cielo azul,
ni campo abi erto, ni camino trans itable.
Reniega de la .ociedad y se sale de ,u seno, para
vivir solo con su corazon, que es su enemigo.
Pero ¿ qué es, quó papel hace en la vida humana,
EL CORAZO. '1
eámo¡; lo.
P ero ya e TIF.MPO de terminar este artículo .
1 74. Octubre 30.
C . .A.. E.
CON LOS BIENES DEL DIFUNTO
¿De qué le s irv e tí don Juan
Converti l'se en usurero
y buscar tanto dinero,
Con angu tia, con aran,
d lu ego su ni eto .A.brahan
Que e beredero presunto
En una hora pondrá punto
A s u g ran ecoporoía,
Diciendo con alegría :
"Son los bienes del difunto" '1
¿ De qué le sirve á Paulino
Comer de pan malo sopa,
y no tomar una copa
De algun excelente vino,
Si la muerte en su camino
Habrá de ponerle punto,
y el dinero todo junto
Pasará á manos de extraño,
El cual gozará buen año
Con lo s bienes del dif~¿nto '1
Don Quintin el cnpa rota,
De lo s piés á la corona
Revelaba en su per ona
U na horrible bancarrota,
Pasó la vida en p elota
Fuá de miseria conjunto,
y al fin murió; pero al punto
Su caudal cogió un pariente,
y marchó para el oriente
Con los bienes del difu?!to.
Yo por eso bebo y como:
Si hallo jamon, adelante,
Si tintilla de Alicante,
Que lo sirvan, yo lo tomo:
A las penas hago lomo
Mi éntras concluye el a~unto.
¿ Qué tal mi plan '1 yo pregunto:
Gomer beb er y gozar,
No vayan luego á bailar
Con los bienes det difunto.
MARTlN GUERRA .
• :::: o
Escenas de los Alpes.
EL Cá.Z.á.nOR DE Gá.MA US;\.S.
( Con clusion,)
-Enhorabuena, interrumpió Job; pero reanímate
y arriba.
Todavía no .... dentro de un rato .... murmuró el
j óven cuyos ojos se cerraban.
-Dentro de un rato no seria tiempo, exclamó Job
sacudiéndole con pres teza. Levántate Ulrico, es necesario;
las fuerzas te vol verán andando, y descanRaremos
en la primem que encontremos. ,i permaneces
aquí, eres muerto. En pié, de ello depende
tu vida.
y al decir e"to habia obligado á su sobrino á lenntal'
e y le arrastraba, uyo, por el ventisquero
con la cabeza flotante, tré mu 10 y medio cerrados los
párpados. El viejo trataba de reanimarle con preguntas;
Ulrico, cuya sangre se fué poniendo en mo-
•
•
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
,
LA TARD E 71
vimiento poco á poco, pudo contarle en fin con palabra
entrecortada su fuga de la ví pera empujado
por el f(/Jhu, su caida .en el golfo, amortiguada por ~a
avalancha que Je Ilabla arrastrado, y su larga agollla
en el abí mo; sólo guardó silencio sobre el encuentro
de llans.
J ub se sorprendió de que con su poca experiencia
se hubiese aventurado de aquel modo hasia las altura
.
-Te creí má prudente, dijo meneando la eabeza,
pero sucede con 1 aire de la montañas e01110 con el
vino; la mayor parte de lo bebedore no se hartan
ha ta embriagar e. Habría deMdo acordarme que
tenias angre de lo Hau el' en la vena y que de de
hace cien año todos han tenido su temeridad por
mortaja. i Dios me perdone! me figur6 que solo Hans
estaba po eído de la fiebre de la caza.
-¿ Le habéis visto? preguntó U1rico.
-Nu pero he reeonocido la huella de sus pi é", res-pondió
~l tio Job; .ta mañana la he visto sobre la
nieve detras de una PI ta de gamuzas.
_. Ah ! es el rebaño que buscaba, exelamó Ulrico,
el qule vió anteayer guiado 101' una emperatriz.
-Quizá. ; la pista iba hacia el norte.
-i Al pió del .\!:iger ?
_: o más cerca de nosotros, allí, á. la dereeha.
La m~no del tio Job inrlicaba una de las laderas
del ventisquero que iban co teando haci~ algunos il!stan
tes y por la cual reinaba UI,a e peCle de C01'11I a
quebr~da por muchos sitios. La cuesta que h~bi~ debajo
cortada primero bru'3camente, conducHl. a un
larg~ r epecho abrigado donde la nieve deshelada habia
dejado á descubierto una yerba muy fina y de esa
tinta azulada particular de los pastos de los Alpes.
El jóven escultor' e habia detenido; s~s ojos err~ban
por la verdura encajonada entre las pIedras y hle.los
de aquellas al tas cumbres, cuando de· repente obligó
á su companero á esconderse tras de una pena.
_¿ Qué hay? preguntó el tio Job bajando la voz
instintivamente.
_ Iirad, mil'n.d, murmuró Ult'ieo, allá abajo, en el
recodo del pecho. .
El viejo montañés se puso la man? en .for~a ~e VIsera
sobre sus ojos y VIÓ, en la dlrecclOn mdICada
nueve gamuza que volvian la montaña con la empera
triz á la cabeza.
En la rapidez de su carrera se a~ivina fáciJm~nte
que debian venir perseguidas. Ull'lco y el anCl~o
buscaron primero al cazador á la falda de la mO~ltaDa,
pero sólo le di tinguieron despues en la corlllsa de
que hemo hablado.
En tanto que laf; gamuzas cruzaban la yerba, TIans
las costeaba, por decirlo así, desd~ aquella altu:a esforzándo
e por adelantarlas. El tlO Job Y Uh'lco le
vieron con espanto correr por la estrecha cornisa
sal tanda unas veces las más anchas brechas, otras
suspendiéndof;e á un pico de la ,roc.u, y otr~s arrastrándose
junto á la pared re~baJadlza: lla~H~ en su
audaCIa yo uo sé que desprecIO du lo Il?poslble, .q~e
daba vértigo. Impelid? por un~ esp~ele d.e deJ¡r~o,
marchaba delante de el como SI hubIera SIdo dueno
absoluto del espacio bin oir nada, sin ver nada, y con
los ojos fijos en su presa. Por fin logró adelantar u.n
poco á la gamuza, y á fin de. cojer con má~ segundad
á la emperatriz que la glllaba, se lanzo sobre el
último pico que habia separAdo de la corlllsa.
Job se apoderó de la mano de Ull'Íco conteniendo
una exclamacion y sin hacer un movimiento, IIans se
habia acul'l'ucadado sobre el zócalo estrecho que le
sostenia y apuntaba: en este momento las ga.muzas
pasaban á sus ; dI paró y cayó la emperatnz !
El cazador lanzó un grito do victoria que á pesar
de la di tancia fué oido por los otros; pero al endel:ezarse
con la carab:na humeanoo en la mano. tO?R:vm,
la pecie de en que se apoyaba, pl'lUClplÓ a
hundirse; extendió los brazo, pero era tarde •.. : sus
manos se deslizaron sobre aquel muro de rocas hmado
por el invierno, b¡'incando de puntaen punta. y
llegó deshecho hasta la praderilla. á veinte pasos de
la gamuza que habia malacIo.
Alguna hol'US despnes llevaban á la casita del Engel'
el cuerpo desfigul ado de Hans. La vieja Trina,
advertida ya por el tio Job, recibió el cadáver á la
puerta de la cabaña; miró al muerto durante largo
rato con la faccione crispadas por un dolor feroz y
murmuró con acento entrecortado :
-Otra más .. pero así debia ser .. habia visto como
el padre de N eli un rebaño de gam~tZa8 pe1'di(
las . • era un anuncio! El íritu de las montañas
es el má fuerte; el último de los Hauser va á. dormir
en la tierra.
y sin añ1.dir otm palabra más se ent6 cn una roca
con la frente apoyada en su dos mano. Freneli y
Ulrico quisieron acel'carse, pero ella les hizo una señal
para que la dejaran. Solo cuando ::<0 disponia la
ceremonia fúnebre, se levantó lentamente, entró en
la casa y se ocupó ella misma en amortajar al cazador
difunto. 'l'ambien veló ella sola al pié del lecho mor-tuorio
ha ta el dia de los funera Los habitantes
del valle y de las colinas advertidos de la
que habia sucedido en la montaña, cordel'on todos á
us exequias; los restos del cazador rueron extendidos
en unas angarillas de rumas, y la cabeza lleyaba por
almohada á la emperatriz de las gamuzas que le habia
o la vida.
Detras marchaba la abuela con el rostro desencajado,
Ull'Íco conmovido, y Freneli que no podia con tener
su lágrimas.
En el momento en que la comitiva llegó al sendero
que conducia á la casa, el sol apareció sobre las
altas rocas donde no se habia mObtrado despue:s de
cuatro meses y lanzó ha ta el valle del Enge uno de
sus dorado rayo. La muchedumbre hizo un movimiento:
todas las manos mostraban el alegre resplandor;
hasta la vieja Trina e estremeció, pero mir9
involuntariamente al muerto, y sus ojos áridos se humedecieron.
La pérdida de IIans fué el último golpe para ella;
todos la vieron doblegarse y debilitarse de hora en
hora, hasta el dia supremo que apénas e hizo esperar
algunos meses. La 'l'rina murió con los ojos fijos en
el sombrío armario de nogal que habia mandado abrir
en su agonía, y donde se habian depo itado con los
otros los despojos de la última gamuza que IIans habia
matado.
Sola y dueña de su suerte, Freneli se casó con Ulrico
y se dejó llevar á. llIerengen, donde el viejo Job no
tardó en seguirlos. El que recorre los valles de Hasli,
!us altUI'UE del Branih y de la G rando Scheideck,
puede tal' segara de eneontrar al infatigable viejo
buscando sus cristales, errando por los más recónditos
senderos, y cantando á las de la montaña 109
antiguos salmos que acompañan como un órgano prodigioso
el ruido de las cascadas y el rumor de los témpanos
de nieve.
Al Cotopaxi.
l.
E. SOUVESTRE.
Yo te saludo, monumento eterno
Del Dios inmenso y bueno y sempiterno
Que gobierna los mundos y la mal' !
Tu pedestal descansa aquí en la tierra ......
El cielo azul tu excelsa frente encierra
Y escucha tu bramar!
n.
¿ Acaso fuiste <'l atalaya augusto
De albos cabellos y semblante adusto,
Que Dios cual centinela aquí fijó
Para cuidar el snelo americano
Y protejer al inocente indiano
Que en paz aquí nació?
•
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
72 LA T A R D E.
Tú eras, oh monte, la. potente egida
De esta nacion feliz que adormecida
Bajo tu guarda, el gran rumor no oyó
Del poderoso paso de extranjeros
De rudas almas y a emanes fieros
e tu altivez holló.
IU.
¿ Atahualpa no viste con ternura
Cruzal' desprevenido la llanura
De la traicion que le esperaba atroz,
y que albergada en pechos ~a~tellanos
Pudo infamar á todos los onstlanos
Por su crueldad feroz?
IV.
¿ Por qué con tus volcánicas ent::añas
No hiciste derrumbarse las montanas
Oon estupendo, h01'l'ísouo fragor?
Fácil te fué desde la etérea cumbre
DEljarle ver la hambrienta muchedumbre
A tu infeliz señor!
Pudiste bien en espantoso abismo
Sepultar para siempre y aquí mismo
Al grande Inca modelo de lealtad,
y librar al hispano de una afrenta
y á tu rey de una muerte asaz sangrienta
Que le dió la maldad.
y aún más oh Ootopaxi, tu pudiste ......
¿ Por qué cad clara voz no le dijiste
A tra:;, guerrero! el fratricida ardor
Oese y unido c,on tu hermano al punto
Defe'nded vuestros lares en conjunto
Salvaos del deshonor?
v.
Mas, ay gigante! tu iml(otencia entiendo,
y tu grande estupor tamblen comprendo. - -Era
llegado el término fatal!
Que ni en la tierra ni en el mar profundo
De Dios la voluntad que rije el mundo
, Nada pudo burlar.
VI.
En el relój de justa Providencia
Sonó la hora, y la fatal septencia.
El eco en tus entrañas devolvió,
De tu garganta &n el feroz bramido,
y en el clamor del indio desvalido
Que todo lo perdió.
De Viracocha asi la profecía
Mostró cercano el anunciado dia,
y con ronco rugir y rebramar
Diste al indiano la esperada seña •
Que repetida de una en otra peüa
Perdióse en la ancha mar.
y del Inca en su hora postrimera
Te estremeciste con violencia fiera;
Tu inmenso imperio atónito tembló,
y ántes que ver la hoguera funeraria
Con prolonga.da y lúgubre plegaria
Tu cumbre al mar rodó.
VII.
Y la tierra feliz de tus mayores
Entre alegres y vivos r esplandores',
A otro pueblo, Atahualpfl, albarga ya!
la Ootopa 1 en su clamar rugion to
un alto orgullo á la futura g eute
Tu nombre enseüará !
Quito, se~iembre de 1 74.
J. M. MALLARl O.
--o-o~()<)--
Un desafio de Lamartine
Lamal'tine tuvo siempre un caráctel' noble y
ca balleresco, y no pocas veces en BUS oscursiones
literarias expuso 'u vida.
Hallándose en Florencia, abrió se de repente
una mañana la puerta de su gabinete.
-¿ Quién se atreve á entrar de este modo?
preguntó el poeta, levantándose de su silla, mirando
con sorpresa á un militar de alta graduacion
que entró enfurecido y con un libro en la
mano.
- ¿Sois l\Ir. de Lamartine? pregunta el desconocido.
-Si contestó el ilustre poeta.
-Habeis escrito el Ultimo canto de la pere-g1"
inacwn ele Hm·olcZ ?
-Oiertamente, contesta Lamartine. Pero Ol!
ruego me expliqueis el motivo ......
-¿Qué me ha C'onducido hasta aquí? Me parece
que este libro os lo indica sin género de
duda. Soy el coronel P ...... hermano del general
del mismo nombre. La Italia es mi pais natal,
y vos habeis insultado la Italia.
• -Pero, señor ..... .
-Acaso no os acordais del pasaje, y conven-ga
ayudar vuestra memoria.
y abriendo el coronel su libro, leyó los versos
en donde el poeta dice que la Italia tiene hijo!
que no heredaron la sangre de sus abuelos,y que
los viles aceros hieren escondidos en la sombra.
-j Vive Dios! añadió el coronel. j que yo soy
jóven y siento correr por mis venas sangre aro
dorosa, y,sabed ...... que mi espada os probará
que hay aceros que no hieren en la sombra,
pues ahora mismo nos vamos á batir, en pleno
dia, tí la luz del sol, á no ser que barreis de
vuestra obra versos tan ignominiosos! !
--Dispensadme, contestó Lamartine, con cal·
ma : yo cedo facilmente á los ruegos, pero nunca
á una amenaza.
-i Iuy bien! Pero ved aquí otros versos en
que decís que en valde buscais en Italia hombres
y solo ha113is su polvo ...... i Yo os haré
morder este polvo, caballero!
-·-No lo creais, respondió el poeta. Intentais
intimidarme y no lo lograreis. Absolutamente
cambiaré nada en mis versos, y desde luego
estoy á vuestras órdenes.
--Marchemos, gritó ul ('oronel.
--Inmediatamente, dijo Lamartine.
En el jardin de la misma habitacion se desafiaron
y batieron, pero el autor de la Peregrinacion
ele Fiarold, fué gravemente herido. La.
sociedad de Florencia !:e interesó vivamente
por el restablecimiento del poetá, miéntras qUQ
su vida e. tuvo en peligro.
•
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 9", -:-, 1874. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092962/), el día 2025-12-21.
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