Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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PERIODIOO DEDICADO A LA LITERATURA.
Serie IIl. Bogoti, 3 de Abril de 187·5. Número 30.
Af\. DE.
HISTORIA DE UNA FLOR.
" Cercadme dc florcs" decia no sé qué grnnde
hombre, al cerrar los ojos á la luz del dia,
abriéndolos sobre el estl'ccho hueco de la tumba
que lo iba á recibi... Y por cierto que tenia ra~
on: porque las flores son nucstras compañeras,
nuestras nOligas y más de una vez nue5tras g , bntes
é inmejorables servidoras, Su colando
nos encanta la vista; su aroma nos llega hasta
el cOl'azon! y, aun cuando están marchitas, nos
conservan recuerdos 6 historias queridas_ Son
tan lindas, tan dulces, tan aromáticas que efuctivamente
nuestra cuna y nuestro sepulcro debian
estar euLiertos de fiares. Qué val e n ante
ellas los más ricos encajes ni las maderas más
soberbiamente enchapadas?
* * *
Hé fi'luí en dos palabras la historia de una
de esas preciosidades que brotan en la tierra,
para envidia. del ingenio y del arte humano.
ApénnB quedaba cn el cielo, en un cielo azul
y tranquilo como el mar pacífico cuando lo beSlln
las brisas dulcísimas de abril, una ligera
nube de color de fuogo, franjada y escarmenada
con colores de t o pacio y perla j ap é nas comenzauan
:í zumbar en los rosales las auras de
la. no('hc j apénas se despedian dol sol, picoteando
la corteza de los árboles, los p3jarillos
eomo otras tantas cajillas de divina música j
euando el boton en que estaba encerrada una
mosqueta se abrió y aquella. dulce flor quedó
meciéndose, coronada por un rayo de luna, a cariciada
por las brisas, embalsamada por ot¡;as
mil floros, y proclamada rei na por todas ollas.
.', '.' * ;le:
Cinco soles se pasaron así, entl'e la vida de la
infancia y los albores de la. juventud j el ciclo
continuaba sereno y azul, las brisas frescas y
dulcísimas; las otras flores se inclinaban al \'Cl'la
en señal de vasallaje y de nmol'.
Empero, qué suerte tan diversa les esperaba
IÍ una y otras! Todas ellas, escepto una, debian
morir en breve, azotadas por el huracau, tostadas
por el 801, nrrastradas por la lluvia, a.hogadas
entre el lodo!
Asf perecen tantas cosas bellas en el mundo!
No hemos de creer en que hay estrella?
Do todas eaaa Boros la mosqueta ta.n sólo se
sal vó ! Unos lindos ojos se prendaron de su hermo
s ura y una linda mano la desprendió del tallo
sobre cuyo verdc ramaje so r e costaba como
en un tapiz de terciopelo. Y otra ve? pregunto
¿, no hemos de creer en que hay esh'ella para las
flores y ...... para lo s hom bres '?
* .. *
Mas que el oro y el carey me gusta ver una.
flor en la cabellera e s pléndida dc una mujer
hermosa, ya ruede en ondao do 01'0, ya aventaje
la s ombra nocturna; y más que los ricos prendedores
de esmeraldas y brillantes me gusta un
ramo dc flores en el blanco pecho de una mujer.
Será p or eso que la mosqueta me pareció tan
hermosa la primera vez que la vi? Porque no
era en l os cabellos, ni en el pecho, donde airosa
desplegaba su encDnto: era, nada ménos que
en la más linda boca que Dios ha croado on estos
últimos tlempoF, cn una de esas boquitas
que merecen y l'em e reeen la quintilla de Campoamor:
Para formar niña. hermosa
Esa boca angelical,
Hubo competencia igual
Entre el ela vel y la l'osa
La púrpura y el coral.
Más ... p obre flol'! m va acercando á la muerte
con la velocidad del rayo, sin que noda pueda.
detenerla, simbolizando así b brevedad de
cuanto existe debajo del sol! Su infancia se
ovapoló en un instante; su juventud pasó como
una. sombTa !
? Qué es ya de la encantadora flor, que doró
con sus rayos la luna, que besó la bri:m, que las
otras flores aclamaron por reina? Qué es ya tIe
la cncantadora mosqueta, bace un momento tan
feliz y tan ufana en unos labios de color de l'OSa.?
Ya no exi s te ......
De los labios de la beldad cayó sobre un ca·
razon Poro ese corazon estaba yorto, como un
prado que los yelos cubren, tristc y son. brío
como un prcsentimiento de mu erte, melancólico
como el sauce babilonio que inclina cl ramaje
sobre un mármol sagrado i y ya e. taba marchito
ese coraZOIl, que no habia amado jamas; y
sin embargo las flores, para "ivil- y dilatarse
necesitan de luz, de calor y en la pared floretes, es padn:;:,
sables, careta, petos: andalias, todos los pcrtrechos,
en fin, del maestro de esg1'Íllla mejor montndo.
Miéntra contemplaba todo con ojos asombrados,
el cura, sin pouer notarlo, le dirigió tranquilamente
estn. alocucion:
-Caballero, está usted víendo que hallaremos aquí
casi todo lo uesto que usted se
empeña, pero no quiero nsesinar a usted, No le debo
ocultar, que en mi juventud he tenido mucha aflcion
{l bs arma : y aun hoy me uí. tl'lligo ell la esgrima
con uno 6 dos amigos, cntre otros con el eñ01' aJeal·
(]r, ,t quien a c,l ba u tNI de vel', y que le a~egurv e:5
un t erri ble j u taclo r.
-Le dejo 1\ tl s te!l la Iilt ertad de la eleccion, pues
l11e e5 indirl' r ente, Pero línte;; que 11 ted so decida,
,amo ~t probar cl o floretes, s i gu ta, y mi conciencia
me elir<Í si puello permitirme el manC'jar la espada
co,~trn 1I 3ted.
Al mismo ti e mpo, de c:llgó dos fl ol'etel', y pre entó
el puño ele uno :í. Sil advC'l"' ario que e - taba alh co-mo
petrificado p oI' t'I de u orpresa.
Este último parcció in c ieno al priucipio; pero 1'0-
primiéndo e al punto, p0rque no 13 ,o~pcc ha e cobarde,
:tgal'ró el ama con mano convul 'iva y so puso en
guardia.
-Vamo , caballero, aguardo á u s ted, dijo el cura
viendo que iba :\ ~ tacarle.
Parar el ataque, dar un primer bote, hacer yolrlr
el arma de su ad l'erEario contra la pared, fué negocio
de un in tantC'.
El cura. corrió al punto á recoj e l' el florete, y lo
presen tó de nuevo á su ndvel'sario diciendo:
-llace calor, usted hn. caminado mucho, y esta
primer prueba n o SC' elebe contur. Vamos á principiar
de lluevo, si u tecl lo tiene :\ bien.
Picado en lo vivo, el jcíven se apoderó del floreto
con U!l adC'I11:1I1 de impaciencia.
-E-s d fuerte, señor cma, dijo con orgullo, pe-ro
yo sé defenderme tambiell: oy di cipulo de mi
Jl:ull'e que era prim e l' maestro do 'Ull en su reg
imiento,
El el1m le miraba con particular atencion; pero
viénclole arremcter con furin, le a~uaruó friamente,
le dió un botonazo en medio nel pecho, luego otl'O,
IUl'g:o otro y le hizo salta¡' el florete por segunda vcz.
El jó\'e n quedó a terrado.
-E~tá usted viendo, caballero, dijo trnnquilamente
el cura, que con h mejor voluntad del mundo, no
hay medio de hacer la partida igual, á lo ménos á la
C' pada. Vamos :i ensayar otra armas.
y diciendo y haciendo, subió I istamente In e~calcra
y hnjó ca i al punto con una caji~ de pistolas en
cada mano,
-Aquí. tiene usted dos pares de pistolas de combate;
le garantizo que son de la mayor confianza.
Yo las cOn'lnco, u ted va á probarla" :í. su vez.
Al mismo tiempo abrió la puel'ta, salió del pabellon
y se dirigió al lado de tras de un muro constl'Uido á
seis paso del que er,ia de cercado.
El jó,en le seguia in abrir la boca, como si hubiese
perdido el uso de In. palabra.
-Aquí tiene ted un tiro que he mandado con~truir
para mi recreo y el de algunos amigos. Allí hay
un blanco, muñecos; :tquí pól\'orn, bala ~ , pistones y
todos los accesorios, Vn. usted á di parar algunos
tiros, lo que crea necesarios; y para que mi presencia
no estorbe á usted, me permitirá que le deje por
un momento, pucs tengo que dar alguna órdenes en
mi casa, Creo que puede ha.cerlo sin inconveniente,
y que no tiene ya dudas sobre mi lealtad?
-N i la más le\'e, respondió el ex-pasante do notario
con un tono casi re- pe tu oso.
Apénas se nlc:>jó el cura, nuestro héroe principió á
palparse para asegurarse de quo no estaba soñando.
-¿ Dónde diablos me he metido 1 murmuró nI fin ...
i Yo que queria dar una leccion á un clérigo! Preciso
e5 convenir en que he dado con la horma de mi zapato!
Vn, no extraüo que aquel viejo alcalde le haya
llamado su maestro,
Luego mirando las dos cajas que tenia uelante sobre
una mesa, añadió:
_tI Entendemos á usted, señor cura," decian aquellos
buenos campesinos", Hé aquí los instrument08
que toca el señor cura, el contra-bajo y el se1 penton.
Sin embargo, despues de reflexionar algunos inlitantes,
dijo con resolucion :
-Vamos I vamos! Es igual, no me conviene el pa-
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LA TARDE 239
sar aquí por necit', ó un cobarde, aun cuando hubi ese
de costarm e la vida. Prob la pIstolas, puede
que ten g a mej o r sucrte.
Abrió la caja y excla m ó :
-j A fe mj:~ quo son una's pisto.las h erm osas! Se
Te que s u dueiío e conocedol·.
y al punto la cargl) todas cua 1' 0 , la!; di paró S\lce
i"am e nte, no pareció muy s ati lecho de s u puntería,
y principió y YQlvi ó :i prin cipi m' de nuevo .
e hnllauaen Iacunrta prueua ellando ll egó e l c ura.
- y bien, caballero, le dij o , i e ti uste d contento
de esas annns ?
-De In5 nrmas sí, r cspondi ó cl tiraclor. Preci o
seria ser descontentadizo para decir n o; pero de mí,
eso es c onfo rme; y Ri II s ted maneja las pi s t o las tnn
bien como la espada .....
-La obse rva c i o n de u t ed es ju ta, dijo el cura:
debo mnnifes tar mi habilidad. Ru ego:í. usted tengn
la b o ndad d e cnrga r las cu atl'O pi"tola~, mi~ntras)'o
" oy á c olocn1' lo s c U3.tro muñecos en e l fo nd o del tiro,
para ervirme de blanco.
A peticion, nu es tro h é roe se s inti ó como fa s-cinado
por tanta sangre frin. Sin embargo principió
á cargar las armas , in saber muy bieIl lo que hacia.
Apénas babia acabado, cuando se hall ó con el cura
que acababa de colocal' los muüecos elI ó rden de batalla
á dos centímetros uno de otro,
-i. Usted ha concluido, caballero, y no ha olvidado
las balas? Muy bien, doy á u ted las gracins. Y
agarrando, por dos veces, una pistola en cada \nano,
se puso á contar: uno, dos, tres, cuatro, haciendo
yolar cuatro cabezas egun el número indicado,
El j óven palideció á pesar suyo,
El cura no tu,o el aire de notarlo.
-Caball e ro, le dijo, convengo en que estoy al.,. o
familiarizado COII las armas de fuego ; pero ten go
Im' iba otras que me 1'on m é nos familinl'es; t c n~a la
bondad de \'enir :í escojl'l' usted mi s mo, Vnmos :í
subir estas dos cajas; tenga usted á bien trr.cI' unll,
y yo llevaré la otra,
Sin aguardar la res puesta, entró "ivamente en el
pabcllon y se dirigió hácia 1:\ escalera seguido de su
advel'sario á quien, en e e momcnto, se podia compa-
1'al' á IIn sonámbulo que obra bajo el impe1'Ío del
magnetizador,
Cuando llegaron :í 10 alto ele la. escalera, el cura
empujó una puertecita ya. entrc:\bierta, levantó una
cortina de nnchas rayas blancas y enca\'llnda~, la sos·
tuvo ('n su brazo, Lizo selia nI j ó ven para que pa s ara
adelante, y entró detI'as de él dejando caer la cortina.
Entónces el extranjero salió de su estupor para
caer en otro,
La picza, lo mismo que la. de abajo, tenia toda. la
dimension del edificio. En el fontlo, enfrente de la
ventan:\ del centro, se hallaba UI~ reclinatorio de cncina
coronado de una pequeña cruz dc la misma madera.
A la derecba habia un armnrio de vidri e ra qu e
formaba biblioteca, gual'l1ecido de libl'os r e li g io. o
bien encuadernado y de algunos objetos de devocion,
A In izquierda del reclinatnrio, habia un lll'lnario
semejante al primero, pel'O destinado á los libros de
ciencia y literatura; numero as piezas de hi tOI'Ía
natural, minerales, animal e s di eeados, lI e nabnn la
parte baja del armario en que estaban di s puestos con
órden al borde de lo estantes,
En la pared dc la derecha y encima. de una especie
de aparador, se percibian do'! rico trofeos ue armas
francesas y extl Sables , pi. tola, fu iles al'a '
bes y ya taganes, puiíales, hachas de armas: uada
fal ta bao
Contra la pared de la izquierda, habia un al'mal'io
con vial'Íeras parecido á los otros, pero ruayOl', en el
que se veía suspendido uu casco de oficial de dragones,
y abajo el uniforme completo con las charreteras
de capitan. 1\1as abajo, un sombrero apuntado, una
casaca de oficial de estado mayor adornada con una
cruz de la Legion de Honor, sardinetas de oro, espucias,
un tahalí con su cartuchera, UD pantaloD ga-rance
y hasta botas, completaban aqu el almaccn do
equipo militnl'.
En la parte in~ ri o r d 1 nrlll t,l'Ío efltaba ng l'llpauo
con arte todo lo necesario pam lo arneses de UIl ca ua
11 0 ue o {icin 1.
1'nra t,mninar la descrip cion dt'1 mu pblaje, nií .' dans
r do poltronn y cuatro silla,> con nc i C' llto,; de celcl a ,
una me a en el cent r o que s enia ele bufe t e , una e ti tu fa.
de p orce lana al lad o de la puerta, y en fin obre
e l tillado un tapiz marroquí, dos pieles uc pantera y
una de l e o n,
Valentin Dubreuil estuvo largo rato ex tas iado ante
c l singular espectáculo que tenia. :i la vista. De
a ombro e n asombl'O, habia ido per diendo toda la asp
e r eza del bo r¡ue, y ya n o era más que un mu chacho
timido, Si n embnl'go, la "iveza de su cadcte¡' acabó
por prevalecer y r eco r darle u po ic iOlI.
- sted ha s i do milit;\l', señu r ~llrll, dijo co n una
firlllC7.a que di imulaba mal 1;\ ilOpl'csi o n que s enti:l.
-O r co haberlo s ido con h o n o r, l e po ndió 111 0c le s tam
ente e l c ura; y por eso 'Con s e rv o 1)l' ec io ;; am e nte Sll'l
r ecue rdo . Ya está u ~ted vientlo, he r e uuido n e~te ,
pabellon t odo lo que pucde ocupa r agradablemente
• • mis OCIOS ,
Des pu es de l oe:; deberes de mi mini - tel'io y la . h o ras
consagrada á mi s feligreses, vengo ar¡lIl á entr eganD O
ti la m e dita c io n, ú la o racio n, al trabajo, tÍ bien á buscar
un mom e nto de di tracc ion e n cOlllpaiiía de al "u nos
amigos, Aquí GOy r e y abso luto, r e ino por la fu~ r za
del ",able; p e ro u o hago la guelTa. lTlás que á Ia.~
Ill OSC ' lS y las araiías. H e dicho ú u teu que t oda mi
vidn he tenido alj cio n á la al'm as, y es a afi c ion pro.
bablemente se acabará conmigo. lIace tiempo que me
he dedicado :i fo rmar esta co l ecc io n que u tecl ,e' y
algunas p e r -o nns, que co n oce n mi debilidad lil e l~alI
traido su tributo :i ti tu l o de r ecu e rd o , 'l'odo 10 que
est;í u s t ed vicndl) aquí, C5 p¡:ra mi un objeto de CI1 -
r ios irlad y de e Ludi o . lIace mu cho, años que e l u so
d e las arma,; no es para mí mas que un entretenimiento,
l~n ejercicio nc? ~s nrio :í mi salud, y me habia prom
etIdo qu e no se na nun c a ot ra c osa ; pero no siempre
hace el hombre lo qu e quiere.
!lIi é ntras a s í hablaba, e l c ura abria la s do' h oj llS
de la alhacena de que se ha u e:ho mencion yen un
flanco se perci bia un " e rdad c I'O arse nal. '
-Vea u s ted ahí ad c ntro, caballer,), pl' O ig ui 6 . Ahí
hay pi tolas que tal vcz pre fi c ra u ted á las que a ca ba
de prob nl'.
-Es inútil, r e plicó friam e nte e l j ó ven' " co que
usted maneja IJi e n t o da s la armas; yo tmtaré de
arrC'g larme con cual es qui e rn.
- omo u s ted guste, añadió el cur". Ahora señO!'
Dubre~il, ántes de ponerme á liS ó rd e n t engo que
bace r a u ted \lIla doble pregunta: l o ~ acontecimientos
de esta mañana so n cnu. a de que me halle en
nyunns. E mi hora ordinaria do COl11el' y llle siento
con grande npetito, . , i qui e re mted pe;'mitirme quo
me l'e ~ taure un poco?
-Como u sted g u;;te, señor cura.
-Muy bien; doy :í u,ted gracias por haber acce-dido
á mi prim e ra peti ~ i o n, y pac;o á la segn nda. Usted
se ha bailado tambl e n en la s mi s ma circunstancia;
que yo, r d e be expe rim enta r la s misma sensaciones.
¿ O~al'é r oga r á ustcd que participe d e mi comida
'1
El j óyen hizo un movimiento, y como el cura Jo
nota e 8e apl'e UI'Ó á aiiadil'.
-Ob ! esto no le compro mete á usted á nadn como
tnmpoco el habel' ,en ido :í m i casa: Itabr:i ust~d ce-dido
ú la dad y nada m .IS ,
. A e t 7 invi~l\cion fU\'lnulad~ con franqu e zn y urbal1ldad,
"\ ale~1tI~, .a~nque ~entla que su po ic io n em
cada. yez mas dificIl, hallo ba tan te apl o mo parJ. dar
una respuesta conveniente.
-Seüor cura, dijo, no tengo necesidad de nada y
doy á usted las gracia!'.
-Lo extraño, replicó el cura. A la. edad de usted
yo tenia un estómago muy exigente. En todo caso no
pretendo contradecir á usted de ningun modo; sólo
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240 LA TARDE
le haré observar que creeria cometel' una falta de ur- anchas alas, '1 trAje desordenado y hru;ta la poblnda
banidnd d\:jando Ú u ted aquí ólo, miénlrns que voy barba, aunque la tenia tí la vis ta,
ú comer, A lo 111éno' Yeng:\ sted a .en t.ar e á llll
.m e.! ';l, r eni u ted libre de no t omal' nada, pues no . , 10SI tll'e.
Era ya impe ible torla obgecion. T,lubreuil hizo un
signo de a. l.'n 0, r sigu i!) el cu ra . ilenciosamente, in
saber de que mudo ~all\¡ia del atolladero en quo so
babi:\ m tido.
Ambos ntrnrlln luego en un comedor en que estaba
preparada una mc,,,a on tres cubierto~,
Lajóven que habia llamado la atenclOn de Du,
Lreuil al Ilega l' tí 1.\ casa rectoral, so bailaba allí y
pareci" nguan];,r. .
Una vieja el iada, :í qui<,n ~in d'lda hablan nado las
ól'dene COI Te. pondi ente. , traia b sopa.
El cl1I'a habia pr
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 30", -:-, 1875. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092961/), el día 2025-12-21.
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