Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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F E R-I O D.J~ n D E DIe A D o A LA LITERATURA
Serie 1. Bogotá, 20 de Noviembre de 1874. Número 1].
•
Al\. DEx
-1\
Nueve periódico.
De las prensas de los señores Echevcrría
Hermanos acaba de sa lir "El Oorreo de Colombia,"
periódico político. Que su vida sea
larga y provechosa para el país, es nuestro voto
sincero. La redaccion principal corre, segun
se dice, á cargo de nuestro amigo el se.uol' doc
·tor Lino Ruiz.
Saludo.
Ha negaclo á esta capital lluestyO compatrio~
ta el distinguido literato, señor José Ignacio
'Trujillo, despues de muchos años de residen-
cia en Costa Rica, Los Redactores de " La Tarde
saludan cordialmente al señor Tl'ujillo, y
ponen á su disposicion las columnas de su peil'iódicQ..
•
:REVISTA DE LA CIUDAD,
Vivo ahora en una pi eza que se baila en al t ercer
!piso del Hotel Danies, en la plaza de Bolívar. Como
ave encerrada en una jaula, golpeo los alambres para
ver si encuentro espacio en donde nade mi alm.a anhelosa
y por fortuna un ba lcon da á la plaza desde
-donde, sentado á mi escritorio veo una grande extcncion
de edificios, h elegante catedral que tengo al
frente, los tl'Ístes cerros que guarecen la ciudad y un
-cielo, un cielo .... ah '! nuestro c:elo azul, diáfano,
profund-o limpio é insondable. Cuántas veces he querido
romper esta leve baI'rera que me ¡;epara para volar
por los mundos de mis afectos, por a'llá en donde
se hallan los mio, y luego vagar por el infinito; pero
-es inútil, en tanto qucel espíritu esté sujeto por la materia
estará unido á esta vida de miserias, de decepciones
de desalientv profundo. Pero vamos, Fisgon, no es
tí. echar al ai,re tus debilidades á lo que te bas sentado
~quí, es;Í. escribir la revista de la ciudad. Son las
'diez de la mañana y te halla al {['ente de la plaza de
]a Constitucion. Oiertamente pido pel'don por la digres
ion y prometo no volverlo á. hac~r.
Pram, pram, prampram.
Un batallon de, emboca por el lado de San Agu!ltin
y una banda de música se ha encargado de anlinciar su
marcha desde muy léjos. Va de viaje pues el arma á
discrecion, su tmje y el de los jefes lo anunci :m. Irá
seguramente háeia Cúcuta á guardar la frontera con
motivo de la guerra que ba. vuelto :i incendiar la
República de Venezuela. Bendita sea la Providencia!
Nuestro pais est.á en paz, no tememos la guerra, y
aunque detras de este batallon brillan en mucbos ojos
lágrimas que nf) se han podido contener; si millares
de afectos como sombras impalpables siguen á los
villj('rOi; si ellos mismOl no puedon ménos que lanzar
-
l.ma mirada retrospectiva, eso consiste en que hay
I madre, parn quienes nunca se extinguilá el amor, en
que hay lazos íntimos que no pueele de1>tl'uir la au-
• son cm.
Allí, a1 pié de la estatua se ngrupa una cabalgata.
Es el jefe de las fuerzas naci~nnles que con la oücialitlnd
sale á acompanñar basta las afueras á sus compaííe'l'os
do :1rmas.
Diez ómnihns y algunos 'carruajes m:ís esperan (\
que lleguen los convidados á un almuerzo en Chapinero.
Las dama y"n llegando, los convidados se :1grupan
en derredor. POto fin partie.'oH á pasar un dia de
pIncel' en el campo.
La orquesta ue la gran Catedral se expacl1\ y llena
de soniu0s rtrmoniosos los mreR, y cm, i percibo cl 0101'
elel incienso que se quema al pié del altar. El atrio
e~üí colmado y las granues puertas del templo dan
entrada á lus qUE' por devocion ó por cur'Íosidad llegan
alli.
Ouántns seiíol'a,~, cuántos n iños y niíía~ pululan desllllTl,
hrando con sn~ vistosos trajes! A dónde van?
~c dirigen al Capitolio, en donde continua hoy la fie:,;ta
más gl'nnde q'Ie la civilizacion puelle presentar.
II.\y cert;Ímclles de lns escuelas públicns, Van otros
al snlon de grados tÍ :11 colegio del señor l\Iontenegro.
. L~s horas "an pn~n.ndo y el movimiento incesllnte
de gentes se '\umenta cada yez más y m;l'. l\Iultitud
ele senoras elegnntemente vestida, caballeros en traje
de etiquetay UOln gran multitud decul'io¡:os ocupan
la Catedr'al y el grnno¡:le y espacioso atrio. Algo e PP.rnn
todos porque se mueven, se agi tan, se ngrupan,van,
, ienen y revuel,en hasta. que apan:ce una silla de
manos., qne al pasar por enfrente ele la iglesia ela, ¡:alida
;í una j óven ve--tidn. de blanco. Quién es '? Qné es ].0
que hay. ,\Ta n. celebral'se un matrimonio en la Cated
ral, hor domingo y <Í. las d oce clei dia . P or fin concluye
la ceremonia; el inmensn concurso se derl'am~
por la piaza y calles. y la comitiv:l. se dil'ige á la ca~a
en donde habrá un gTan almuerzo. Sesenta cubiertos
adornarán la mesn_ Pero quiénes son los novios? Son
la señorita Rosalbina Amador y el caba~INo Abraham
Aparicio, qui enes se han unid l) con tan fallsto boato.
El día sigue <:on la animacion hasta que al fin ll eg&
la noche.
Paso á oün cosa_ La Asamblea del Es tado, entre
otras leyes de Fcrrocaril y leñocarríl y qué so yo qué
más, c.-pidió nna qne probibe todo jnego de suerte y
azar. A consecuencia de esto, pregul1tuua un suj eto
que tiene adquirido un comprometimiento ~Ario, s i esa
ley comprendia tambien el matrimonio. N"ada hay
más aventurado decia, y ahí si que juega UllO h de
toda la vida.
La policía ha emprenuido una cruzntla terrible contra
la r aza. canina. r-o ería po ible aborrar á la poblacion
el espectácu lo q ne se vé pOlo toda las ca lles
con los infelices animal es, entregauo, :í. las t erribles
convu oues que produce la estricnina? En dond.e
quiera que baya un g rupo de niííos y gentes de,ocupadas
ahí, e seguro, acaha de caer algun perro que
retuerce, e estira, que lucha para ponerse de pié -y
que con los ojos azulosos y de lu trados parece pedir
algun consuelo á quicnes rien quizá de verle en tan
horrorosa sit.uacion. Francamente, esto no es humano.
Dcspues de la última revi ta de teatro,la c0mp;¡iíl:l.
ha puesto en escena. los tres dramas llamados 'El tan-
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82 LA TARDE
to por ciento" "La Campana de Almudaina", y In
Flol' de un dia " Antes de entrar á hablar de e tas piezas
diré Jo que generalmente se crce, y es que BClgotá
DO resiste tres repre entaciones semanales, De ahí el
que las de los sábados hayan , ido e casas de concurrencia.
Otra advertencia, Toches ha habido en que dos
personas hayan ido :i ocupar un mismo puesto llevando
:\mbas boleta; y por último, puesto que á las galerias
altas sube a hora el totilimundi, y que ya se ha permitido
allá una cantina, seria conveniente no se pcrdiel'a
de vi ta por la policía aquel barrio latino. úte e
que de allá parten Jos gritos, la carcajadas grotescas,
los llantos de los mucbnchos y las observaciones de
los ajumados. Hombre! y ya se me olvidaba otm cosa:
es muy desagradable el ver en la escena, cuando
, se cree el e pectador trasportado á la sala ?'égia, y casi
llora al ver á dos amantes que enteramente sólos se
juran ser tan fieles corno Lola en la "Flor de un dia"
alcanzar á ver la cabeza de un niño Agnpito ú otro
ue e os que acaban de soltar el cordel pam ir :í ayudar
á los tramoyistas. En toda casa los te::;tigos sun
perjudiciales pero en la escena más.
Entrando á juzgar del mérito de las piezas representadas,
i qué juicio más oportuno y esncto podré
dar á mis lecteres que el que acerca del drama "El
Tanto por ciento" escribió nuestro inolvidable amigo,
el señor José María Vergara y Vergara? Con placer
con satisfaceion, con orgullo abro campo en mi pobre
revista al juicio que la galana pluma de mi amigo escribió
hace ya algunos años.
-
Tanto por oiento.
Este drama que tan buena acogida ha recibido en
Bogotá, en cuyo te:¡,tro se ha repetido 3U representacion,
merece que" El :Mosaico " le destine una de sus
páginas; merece mucho más: que todos los periódicos
lo recomienden, y que todos Jos miembros de la dislocada
sociedad del siglo 19 nos lo aprendiéramos de
memoria, En primer lugar, nos felicitamos de que
este admirable drama, de los mejores dramas del siglo,
sea original español. El señor LÓPEz AYALA, su
autor, de poca nombradía ayer, de nombradía universal
hoy, ha abierto una carrera nueva á la Iiteraturn
española, aclimantando en ella la. gran e cuela francesa,
mejorada en sus tendencias; y que, bajo la dulce,
y armoniosa versificacion castellana, tendrá un encanto
más. i Qué son los más grandes dramas del
egregio Víctor Rugo? Sublimes cuadros de literatuI'n,
en qu e la moral no queda muy bien parada, porque
El Re y se d'ivie?'te, .1IlJaTia Tudo?' y todos los demas de
su plu ma desgarran el alma, y pervierten su pudoroso
y delicado ins tinto y ponen un abismo entre la esperanza
y el corazon. ¿ Qué grande enseñanz!t se saca de
los "Amantes de Teruel," si en este siglo ya no se
usan los casamientos forzando las inclinaciones? La
jmaginacion se extasía delante del os magníficos cuadros
desarrollados por Harzembusch, pero el corazon
no retira de la funcion provecho ninguno. Se han e -
cr to muchos dramas para el beneficio de célebres actr;ceis:
pocos, muy pocos, en beneficio del público que es
un autor más digno de consideraciones y más desgraciado
que las mimadas actrices, Entre estos pocos luce
como la luna entre las estrellas el "Tanto por ciento"
cuyas tendencias son á sanar la llaga que devora
las sociedades actuales, Severo como un predicador,
atento sólo á su objeto, como Colon atento sólo á descubrir
el Nuevo Mundo; y sin embargo, con una accion
en que lleva á remolque la imaginacion de los
oyentes, y con una versificacion que encanta los
oido¡;, y lleno de pensamientos elevados reducidos á
una corta fmse que se puede aprender de memoria, ó
mejuI' dicho, que no puede lllénos que aprenderse de
memoria: tal es el Tanto pO?' ciento!
Sus grandes caractéres son el especulador, en primer
término, odiosa figura demasiado verdadera, por
desgracia! que hace negocio solamente. 1, Qué es para.
Roberto la noble pasion de la noble condesa por Pa.-
blo? i Qué la felicidad de cste, que es su amigo de
infancia? i Qué In cOrI'upcion que inspira á la criada
de la condesa y al criado de Pablo, y á don Gas ,
corazon honrado, y á PetI a corazon vulgar y 0-
. o? i Qué la ruina de su amigo, !lU dcsesperacion profllnda?
i Qué la el shonra de la conoe a, cUYlI. inocencia
consta en un papel que él guarda cuidado fllllente
y que no muestra porque echaria á perder u plan de
ganancias? Qué es todo eso? Lo elemento con lo
cua les va á ganar un treinta por uno; las cifras moral
es que constituyen lo que él llama un negocto
?'Cdondo. Ya á subir de valor la . de Pablo: para
quitarla, destroza dos corazones, porque i Pablo
se casa con la conde a, e rico otra vez y l'e\'Índica su
propiedad. Qué Ílupol'ta I Corazoncs'? Patarata! El
, negoc1o es negocIO
En dCJ'l't'dúr de e te caráter protagonista, que no
está olnmp.nte bien ideado sino copiado del natuml,
se agrupan los C~l'nctéres principales y lo ubaltcl'Dos.
El primero, el de Pablo, jóven, caballero. o y enamo·
rado; el segundo, el de la condesa 1 abel, buena como
saben serlo las ll1ujeles buenas, en quienes la genero~
idnd es de 01'1', como lo es de oropel en los hombres.
1. abel cleswfllCt {~ Pablo todo ~tn día, porque los negociantes
que la rodean le han in pirado no sólo celos,
ino a co por Pablo, suponiéndulo un libertino, que
ha abrazndo camareras y enamorado cnsadas de vulgar
condicion ; pero apénas sabe que Pablo es desgraciado
y pobre, 01 vida sus celo, lo olvida todo, y no
tizne sino un pensamiento: <>1 de dar á Pablo su riqueza
y su mano. Siguen don Gaspar, viejo de buena
conciencia, débil ante las especiosas exigencias de su
e posa, y que por debilidad calla cuando una palabra
suya pudiera, alYfII' la bonra de la condesa: Petra, su
esposa, mujer odiciosa é infame; la camarera de I abel,
codiciosa tambien; Andres, que pretende detener
su ruina y acial' su pasion, casándose con la condesa
que es bell:t y rica; y Sabino, que tambitm bace
cueDtns en los dedos, contando lo que puede ganar, ya
ca ándose con la camnrcra de I . abel, ya yendo cou
Roberto á la parte sobl'e los de pojo de su noble
amo. Todos estt; negociantes giran.en derredor del
amor de Isabel y de Pablo; y entre las rninas de e os
corazones amante y nobles no buscan sino oro, como
lo alquimi ta lo bu. caban entre las cenizas del hogar
dunde habian encendido fuego para hacer su ma-
~ ligno y codiciado metn1. Todos los caractéres son pin-tados
con mano maestl'a: el subl!me poéta, en lugar
de soltar su imaginacion á creal' tipos, ó desfigurar
tipos bistóricos, los ha tomado del natural entre la
sociedad que nos rodea. La intriga, que á cada paso
excita una cmocion, se desenlaza de una mnnera en
que lo natural y lo romántico se disputan el premio.
I abel, que acaba de hacer aparecer 5U inocencia anLe
los ejos de Pablo y que ha vuelto á ganar su amor
con ganal' su estimacion, ha pngado en secreto la deuda
de Pablo; y cuando él, absorto ante las dos felicidades
que se le vienen encima, la de baIlar inocente
á su amada, y la de reconquistar su pmpiedao , pregunta
á qué mano debe esos beneficios, Isabel le dice:
á esta, que te entngo hom'ada; y al oir e, e grito qne
le sale del fondo de sus entrañas, una lágrima _sale
tambien á los ojos del oyente del lugar de doude sal ió
aquella inimitable respuesta.
La comedia termina en casamiento, como debe hacerlo
toda comedia honrada.
-
"La Flor de un dia" del señor Camprodon es un drama
que no resiste juicio crítico severo. Ni el plan es
correcto, ni bay cohesion en el desarrollo, ni vivo interes
ni verosimilitud en las escenas, ni el desenlace
trae aliCiente alguno. Casi puede decirse que no hay
tal desenlace. Pécase por otra parte en los diálogos
interminables y los monólogos sin motivo qne los
justifique. Pero en cambio; qué lirismo, qué dulzura,
qué novedad de imágenes; qué rima tan suave y tan
cadenciosa! Puedo decir esto sin riesgo de equivocarme:
" La Flor de un dia" y "Las Espinas de una
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LA TARDE 83
flor", no se habrian representado segunda vez, si no
se llevasen la imaginacion del espectador tras ele
una :1\'monía casi celestial. Vaga C01110 el perfume
enante del bosql¡e, rU11101'0Sa como la brisa en la enramada,
juguetona como el arroyo campC' ino, blanda
C01110 la ola, trasparente como la Ilube de verano,
rosada corno el celaje de la tarde 6 eomo el carmin de
la aurora, eso es, y más, aquella poe in encantadora.
POlo centenares podda presentar aquí mue. tras de
versos admirables; versos que, justo es decido, han
adquirido un gran mérito on lQs labios de los actores.
La recitacion fué satisfactoria.
De las petipiezas haré excepcion de una para castigarla.
":Ner.esito un hombre" no merece el trabajo
del reparto de papeles, del aprendizaje, y mucho ménos
de la representacion. Adcmas ue escasa de ingénio
es poco decente. Toda ella está reducida :í. un diálogo
en que una mnje¡' suplica á un hombre que (iba
á sentar la fmse de que:allí se valen) le sirva de amant
e no más que por tres dias. Ya e co'np renderá que
el hombre no se hizo de rogar. Me dió pena de , el" á
la senara de Ortiz haciendo aquel papel de costu rera
que busca y suplica (t un hombre.
Debo á la fineza de un amigo el siguiente artículo:
LA CAMPANA DE LA ALMUDAINA.
,
E SPECIE DE Jl:ICIO CRlTI CO.
La campana de la Almudaina es un drama de don
Juan Paloa y Co11, á. quien Dios conserve 11Iuchos aITos
para honra y gloria del teatro y Lien de nuestras
almas.
El infante don Jaime se halla. preso por órden del
rey su tio, y el gobernarlor Centellas qlliere hacerle al
infante la volada de matarlo. Doña Cons tanza, S il mndre,(
no de Oentella ni de usted señor lector, sino del
infante,) aparece:delante del Gobernador uplicandole
que no baga tal desa fu ero. El Gobernador no da cuartel,
porque es un h.ombre endemoniado, ap e~a r de que
dou,\ Constanza lo babia cur Ido de unas heridas q\le
le hicieron unos facin e1'Osos. Don Jaime va á morir,
porque Centellas va :i tocar" una campana, y oh ! portento!
una conspimcion estalla de )'epente por una
ventana y la hija de Centellas es entÓ1lees la que vaá
motir. Isabel se llama 13. hija y no queda duda q {le es
de él, porque el retrato de la madre está colgado sobre
una. puerta.. (Aquí el autor dice que el telon debe
correrse rápidamente j. En fin, sigue el t ercer acto
y con ésto acaba el drama.
Creemos que nuestros lectores se habrán formado
una idea completa del drama, con lo que dejamos expuesto,
réstanos solo dar una idea del verso, para lo
cual, copiamos el siguiente
"y aunque os pese, porque os prive
En mi ese azar, de reboso,
No sé reprimir mi gozo
Que siento al pensar que vive! "
Es de advertir que en el drama figuran primero Casador,
segundo Casador y tercer Casador.
He dicho.
La Compañía ha continuado llamando la atencioD
del públ ico por sus esfu erzos en la rep¡'eseutacion.
Cada dia se nota el adelanto de los que al lado del señor
Ortiz, su señora y el señor Sigan'oa hacen esfuer-zos
por agradar al espectador, EL FISGON.
EN UN LIBRO.
Para adornar las hojas de tu libro
Le pides á mi lira una cancion :
A ve de paso en cxtranjero suelo
No tengo cantos que ofrecerte hoy.
Como la planta que atrevida mano
De su suelo nativo la arrancó,
y á otra tierra, otro clima y otro cielo
El capricho del hombre la llevó i
y nunca más la primitiva sávia
Vol vió á sus tallos á prestar verdor
y débil, triste, pálida y marchita
Ya nunca más á florecer volvió.
Así yo siento léjos de mi patria
M6nos vida en mi pobre coraílon,
y las flor es del alma ... mis cantares .. :
Se agostaron al soplo del dolor I
Paris, Julio de 1866.
HORTENSIA ANTOMMARCHI DE V ASQUEZ.
•
CARTA A UN AMIGO.
Vaya, Cár los, que has sido cruel, muy cruel
conmigo, al escribir la carta que se reg istra en
uno de los números de "La Tarde" j esta horrible
decepcion me aguardaba. al declinar la
carrera de mi vida.
Tli me has h erido á man salva, y poniendo por
mampuesto á David, me has lanzado á quemaropa
un tiro alevoso, que me ha d esgarrado el
alma, porque con él se han marchitado mis ilusiones,
mi más ardiente aspiracion ha volado, y
nada, nada queda ya en el horizonte de mi
existencia, de esa luz viva y radiante que ilumina
e l albor de la juvent,ud, cuando el alIlla
animada por las mis dulces emociones, por la
fogosidad y la alegría, por sensaciones inten·
sas, se halla en la plenitud de la vida, se mueve,
se eleva y se agita, con la fuerza con que
la lava inflamada y los gafOes encendidos de un
vol"au, sacuden y conmueven las gigantescas
moles de granito que los encierran y aprisionan.
Prevalido del seudónimo y de la distancia qua
nos separa creiste que en la ceguedad que me
atribuyes, no alcanzaría á divisar la mano qua
me ha asestado tan tremendo golpe; ah! no
caiste en la cuenta de que el estilo te habria da
vender, y que cualquiera al leer tu carta, podia
ver en ella la misma pluma, que para houor de
la literatura nacional, trazó el magnifico cuadro,
titulado « Misterios del corazon "
Confiesa, CárIos, que si no te ha guiado un::t
torcida intencion, al ménos has pro cedido con
manifiesta imprudencia al llamarme viejo, al
pregonar á són de trompeta mi d ecaden te edad,
y exhibirme así en plena tanle a chacos o y valetudinario,
indigno por consiguiente, de entrar
triunfante al templo d el Himeneo.
Inútiles han venido á ser mis r epetidos viajes
á las peluquerías de Saunie;', Gilede y Ferdinand,
estimubles sujetos, á cuya incontestable
habilidad, tantos hemos podido pasar como jó·
venes rosagantes, ocultando las arrugas y el
plateado brillo de nuestro cabello. Ah! si estos
tres maestros del divino arte de las tij eras y dol
cosm6tico, llegaran::í. hablar, como tú lo has hecho,
qué trastorno socialllegaria á veríficarse;
cuántas caretas eaidas al suelo, cuintas esperanzas
perdidas, y cuántos desengaños más; p ero no,
ellos no lo harán, ello::3 continuarán guardando
el secreto de las debilidades humanas, que allí
lleva en trofeo la vanidad del hombre.
Tú mismo no sabes todo el mal que me has
ca.usado, yel terrible ostrasismo á que me con~
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84 LA TARDE
uena tu in consulta Egereza; y todo esto Pl'ecisamente
cn el momento más ério de mi vida,
cuando pensa ba __ -sí, pensaba en abandoll'u
ste ostado que ya comienza a lllal'tiz.lrllle e l
alma, qu e me alarma, me abruma y desespera;
porque en los celajes do la tarde á que he llegado,
veo el oca&o oscuro y pavoroso, á donde ir é
á ocultarme, solo, sin un rayo do luz que ilumine
1 veloz descenso de mi vicIa.
y no hay r emedio, im posible es detener 01
tiempo! que inexorable é impa sible en su carrel'a
no se detiene un momento, ni pál'a sus alas
de r ápido v<>lar. El tiempo qu e se complace en
a grupar l a nieve sobre nuestra cabeza, que enjuta
nuestras carn es quitándoles su frescura y
morbidez, marchita l os colores, r oua 1 brillo á
los ojos, entorpece l os sentidos, d e~t ruye la fuerza
vital, y se lleva el fuego, el vi gor, la animacion,
todo, todo, hasta l a i noeenci ¡¡ de .n u estros
primor os años. Mar insondablo donde la felicidad
esquiva y caprichosa, escapándoso ele nuestras
manos, va á s ume rgirse para n o volver á
a so mar su faz e n el horiz onte ele nuestrc\ vida.
R e loj d e l infinito, cuyo horario va marcando
amarguras y decepciones, y que á cada momento
nos señala un nuevo escollo, una contrariedad
m ás qu e vencer.
No, Cárlos, yo no querría ser inmortal, como
lo has ll egado a juzgar; p e ro si me par ece ~lue
ayer no más vine al mundo, si tengo tau fresco
el re c u e rdo de m is primeros años, si aún no se
ha secado el árbol á cuya sombra jugaba con
l os co~pañCl'os de mi i nfanc;ia, que no puedo
convencerme, se hayan aglomerado tantos años,
y que la v ej ez haya v enido á sorprenderm e á ntes
de estrechar esa mag'a que se llama la Fortuna,
qne sonrie y se aleja, y cuya rue da no he
polido hacer parar jamas.
Pero tú 10 has dicho, lo ha s pregonado, y co n
tu denuncio has pronunciado u n fa llo, una sentencia
inapelable, que las muj e r es se encargal'{
m de ejecutar, entregándome ::í. la desob cjo n.
Si síquiera me acompañara un fuerte capital,
con l o cual ningun hombre es mal recibido, ni
carece de cualidades inapreciables, y á l os cuarenta
es todavía jóven y hasta inteligente, la
cosa vari aria d e aspecto; pero ni e l r ec urso de
este infalible ta1isman mc ha quedado.
Alucinado con la idea d e que mi vej ez era
desconocida, iba i empreuder mi vuelo, y tú mal
amigo, m e has cortado las ala ; hoy ya las madres
e n contrarán en mí un obj eto co n que asustar
á. los niños; no faltará quien venga á pedirme
consejos como á hombre experimentado, no
podré librarme de los cargos onerosos; e n hs bailes
á fu er de mas anciano, me tocará. poner la
contradanza con aIgun v estiglo ; pues por l o que
hace á las muchachas, ellas sc darán sus trall9.S
por evitar mí compañia; son tan hábiles l as muj
e r es en esto de esqu ivar e l bail:u con una par
eja madura, ó r epelente, que cuando se hallan
as e diada s por un mal partido se les disloca ua
pié ............ ó resultan comprometidas de a nte-mano
con algun primo, que á guisa de calan-
, chin ha ocurrido á esa lotería llamada baile , d onde
muchos juegan á fi cha vista, pero donde no
á todos le es dado gritar ambo ni ganar partida.
Penosa situacion por cierto, para quien son
negadas l as son risa para quien toda r eunio n
donde la juventud exhibe sus gracias y belloza,
se convierte en un suplicio de Tántalo; quien
al fin de tanto fiasco, de tan t,) lance ridículo,
comienza por fa. tidia r se de todo, por protestar
contra el mundo que lo mira con desden, y con cl
uye por retirar e doi trato social y por dudar
hu ta de sí mismo. Un sér sin afectos íntimos,
contrariado, descreído, inuolento, gastado y hasta
caprichoso y malgeniado, éste es amigo mi()
el solteron .
Quie'!.'es conocer el e sta do de su alma? Visita
una de esas casas abandonadas y derruidas por
el tiempo, allí donde no se enciende 01 fu ego,
ni se levanta el humo en forma d e espirales
sobre su techumbre, donde no hay una flor, una
fuente que corra murll1urando, una mujel' que
la anime con su presencia, niños que salten, jueguon
y griten, lli perro qua salga al encu e ntro
del amo. Observa en el desierto el árbo l sin lozanía.,
cubier to de musgo, sin bojas, sin fl ores y sin
frulo, que en busca de la brisa vivificantA extiende
a l espacio sus ramas desprovistas de sávia
y de vera.ura, como brazos entecos, r ígidos y
descarnados.
Tal es s u estado de desolacion, y al cual ha
podido lanza rm e tu imprudencia.
Pero llO, yo no viviré solo: Hay en el mundo
un 561' que m e ama á p esa r da mi decad ente
edad, que me mira con cariño y con ternura~
que me sonríe :i cada rato, cuyo corazon es mio;
mujer llena de bondad y de dulzura, cuyo amor
no me adandonará nun ca, y que como un ángel
de conf'uelo me acompañará en todas las sitU!l.4
ciones de mi vida:
Yo tengo mi madre.
Tu amigo,
- EL SOLTB:B.Olli'.
--==><><:;>0-0= --
ELLA DUERME!
"No duermas," suplicante me decia. ;
" E scúcha me, despierta" ..... .
Cuando haciendo cojín dA su regazo
Soñándome besarla me dormia_
Más tarde ... Horror ~ en convulsivo abraz()
L e oprimí el COl'azon ... Rígida y yerta :
En vano la b esé; no sonreia .
En vano la llamab a ; no me oia :
La llamo en su sepulcro y no despierta!
JORGE ISAAcs.
--oo:O«o-o~-
FLORES DE MUERTO.
A 'í pued en llamar'e las que han quedado presentes
siempre en mis sombrías l'I::mini cencia~, al
hielo de mi nocbes sin sueño, y sin embargo iuextin""
uibles en el triste desencanto de mi vida.
o Es una honda mem oria, cruel y pers eg uidora, que
en vano quiel'o desterra r del alma.
Sombra que fi ota sus alas de vampiro sobre el triste
vacío de mi juventud.
Extinta primavera de mis soles, recuerdos de una,
hermosa pe"adilla. -
Era el año de 1860, frescos están en mi oorazon sus
•
•
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LA TARDE 68
acontecimientos, como el remedo de una incesante ,
ngoma.
Yo era jóven alegro y bullicio o, bijo único de una
familia acomodada, y con alguna educacion, recibIda
en la bancas de un colegio de provincia, mi vitla sé
de Iizaba como la' aren'\ de mis nativas fuente .
Era una e pecie de Byron, sin su talento y in su
belleza, pero i con algo de su' inmen a tempe tades.
En toda la plenitud de mI Incido años, y tra los
tibio arrebole de mi primera estrella, amé con e e
amor qne abre su alas de inquieto colibrí
sobl'e interminables mundos do la fanta ía. Idca
única rccluida iempre á u primera fe.
A í oñaba bnjo el poder de una evocacion divina, y
sentía en mi corazon algo emejante al de'peñado
Tequendama, y mi cabeza hcn"ia como la lava en infusíon.
Oh! In. amaba tanto! oh i, .... tanto, que boy
ues de 14 años .... boy de!;pues de que por mí
han pasado tan duras y tcrribles pruebas, aún me pa-rece
verla todavía!
Era mi que mi vida, y la amaba tanto, como el
antiguo caballero de la Oruz, el in eparabJe recuerdo
de su patria riberas y el honor de u amada.
Pero ay! la noche llegó tri te y helada sobre los
limpios paisajes donde soñaba mi alma.
Las olas de los acontecimientos políticos me proscribían
do mi pais.
Era preci o decirle adios! ...
Con l:lo Uluerte en el almn, y CO!l la triste esperanza
dQ mi ituaeiou me encaminé á su casa.
E taba ola, dulce y hermo a como siempre, no sé
lo que le dije; pero su mano calenturienta y t.cmblorosa
oprimió la mia vacilante, helada. u dorada cabez::.
cayó sohre u pecho, y sus ojo dulcemellte in o
clinados, me dijeron muelos toda la solemne tristeza
de u corazon. Así lo creí, y el infinito peso de mi
dolor no tuvo límites .
Nos dijimos adios! último y tri te adios! que aún
hoy des pues de tanto tiempo .... vibra en mis oidos,
como el eco da una maldicion, corno el hirviente plomo
sobre las olas de un lago.
Ingrato! por ella me habia olvidado de mi pobre
madre. Oorrí á abraznrla por la última vez I
Hacia tres meses que me aturdia al agrio són de los
clarines guerreros, en los campamentos del general
París, cuando la carta enlutada de un amigo mio, me
llevó la nueva do su tri te fallecimiento. j Pobro madre
mia! j cuánto debió sufrir! Santa y dnlce compañera
de mis año, la muerte selló sus amarguras
con el último sucño. Y mis labios y mi alma
no recojieron ni su última plegaria, ni su postrera ca-
• • rICIa.
Huérfano desde la cuna, de un padl'e am~nte y cariños,
o , tampoco cerré u ojos, ni velé sus postreras
agoma.
La muerte de mi madre extendió sobre mi frente
una visible sombra de profundo malestar, que casi
ahogaba la locds emocione tic mi cO¡'azon, imponiénles
un olemne y silencioso recojlmiento. Mi alud
declinabn, y úl timaOlente tomó caractéres tan sé1'Íos
que mi amigo e alarmaron profundamente.
Mi razon se extraviaba.
i Quién lo creyera! Mi jóven organizacion ardirnte
y vigoro a, al fin e dió por vcncida: 1 me e sin
conocer á nadie, y en una sitllacion de espíl"itu ti
Docida, reducido al lecbo, sin conciencia de mi propio
destino, pa é mi vida sin que á mis oído llegara nil:l.
más vaga noticia de mi encantndora amiga.
Nunca supe sí me habia escrito siquiera dos líneas,
acompañándome en el duelo de mi madre.
Un poco débil, pero ya mejor de salud, de esperado
por la ince¡·tidumbl'e, y un tanto desprjado el ho-rizonte
político de mi me Ivi á marchar.
Dije adios á mis queridos go , lleno de pena y de
agradecimiento, y cada cual al abrazarme me miraba
triste y pensativo; tornando yo este sentimiento por
efusion de cariño, se los ngradecl en el alma, y emprendí
mi viaje.
Diez días despues piso.ba el suelo querido que me
vió nacer; mi corazon latia ansioso y delirante; en
e e suelo habia d ejado la infinita ventura de mis primeros
ueños; de nuevo sentí desbordar e mis ojos
cuando mi pi ada re onaron huecas y silenciosas en
el fl'io y de ierto hogar de mi padre.
na antigua criada de la ca a me recibió llorando,
y alJondando lí. cada palabra las herida de mi corazon.
'.l'rabajo le co. tó reconocerme. i Ouánto habia
cambiatlo! ii vida habia sido un cementerio en sus
do últimos anos y en él ardia una lámpara, única, solitaria,
inextinguible ....
TO hacia du. horas que habia llegado cuando mi
ca a se llenó de amigo que venian lí. darme la bienvenida,
enlutados y cabizbajo. Despues de un rato,
la com'er acion se animó Ull poco, y uno de ellos me
dijo, con tOllO entre alarmante y di imulado: i La
familia de .... no te ha escrito? Nada, ni ella siquiera,
le contesté; quizá por mi locura me habrá olvidado
..... a. í P. este mundo. Oiertamente, r eplicó mi
amigo, con airo incierto y meditabundo, mil'lllldo á
sus compañeros con ojo interrogadorcs y tri tes; alguno
se me acercó en este momento y poniéndome
familiarmente la mano en el hombro, me dijo: si ctla
te olvidó, Dios se encargó de !Su castigo .... ya duerme
el l.u'go ueño de la tum ba ....
Herido Lomo por una detonacioll, mi cabeza empez6
á dar vueltas, y sen tia que mi corazon habia cesado
de latir. Empezaba otra vez el delirio de la locura,
mi o amigo me rotlearon, y des pues de agotar los recur
os de la ciencia y ele la ternura, logró rehacerse
mi eSl?íritu dcspues de la madrugada.
Do dias de pues, recoo tado en mi lecho, como una
sombra obre unas ruinas, apuraba gota :í. gota toda
la inmeusa amargura del incurable mal de que me
muero.
Ella, perjura y vil, se habia casado, cuando yo agonizaba
casi al duelo de mi madre y al luto de su ausenC'Ía;
Pero Dios se habia encargado de mi fe burlada.
Poco del'pues tle casad", en una noche de tempestad,
un rayo descendió sobre su hermosa frente; quedando
así recolllpenFada su felicidad de la tiorra y el
hondo desconsuelo de mi vida!
Pobre do mí !
Mi cabeza jamas babia probado el vértigo de la cai·
da, balanceándose sobre ese abismo que acaba á nue.tro
piés el desengaño.
Mi cornzon habia muerto á la primera impresioIl
del mundo; dije adios á la tumba de mi padres; besé
reverente todo lo que les habia pertenecido en el
hogar; y errante y :!in objeto me bice viajero; pel'O
lo lluevos soles de otro o pai"rs y el aire de us clímas
deliciosos, no le han devuelto la salud á mi espíritu
enfermo.
No dllé que roe he abandonado á la. dese peracion,
porqu esto no es cieloto; pero i ver:1ad, que el
recuenlo de esa mujer prsa como el Tolima obre mis
hom bro . En vano cierro mi COloaZOll y m is ojos: ella
y iempre ella, entre mi destino y yÓo Ella .... que
embr6 de Itlgrimas y abrOJOS el endero do mi vida,
y alTazó con el cier7.0 de su ingratitud, las primeras
florrs que brotaron en mi alegres mañana o
Tal es la l.Jistoria que nuestru amigo Enrique nos
contaba hace algun tiompl'>, tratando de dominar sus
tri ' tes impreiones. La que tra cribiruos íntegra á
l1ue tro lectores sin pretensiones de ningun género.
Octubre 13 de 1874.
AGRIPINA MONTES DeL VALU:.
• : • •
A DOS AMIGOS
el dia. de sus boda.s.
Fundir dos almas en la misma vida. I
En solo un vuelo remontarse dos!
Doble mirada, en lo infinito unida,
Alzal' al tl'ono en que bendice Dio~ !
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86 LA T A R D E
j Esa es la iniciacion, dulce y sublime
De que hoy partis al porvenir ideal I .
Por hase, amor, que encanta y que redIme,
Virtud que inmortaliza por fanal!
¡ Seguid, amigos, la envidiada vía
De sombras y de espinas sin temor!
j Pueda, por siempre, ser vuestra alegría. I
Ouaoto hoy promete la esperanza en flor.
y siga, siga vuestro amor creciente
Para libraros del humano mal!
El alma. embota del dolor el diente!
El amor, como el alma, es inmortal!
Ambalama, Octubre, 9 1874.
Pr~zON RICO.
•
LAS HOJAS SECAS·
El sol' se habia puesto: las nubes, que cruzaban hechas
girones sobre mi cabeza, i~an á am?ntonar~e
unas sobre otras en el horizonte lepno. El VIento fno
de las tardes de otoño arremolinaba las hojas secas á
o o , mIs pIes.
Yo estaha sentado al borde de un camino, por donde
siempre vuelven ménos de los que van.
No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entónces
eu alguna cosa. l\Ií alma temblaba á punto d~
lanzarse al espacio, como el pájaro iembla y aglt:l. ligeramente
las alas ántes de levant~r el v~e!o.
Hay momento en que, merced a una sene de abstraccione
, el espíritu se sustrae á cuanto le rodea, y
replegándose en si mismo, analiz~ y ~omprende todos
Jos misteriosos fenómenos de la VIda mterna del hombre
lÍay otros en que se desliga de la carne, pierde su
personalidad y se confunde COIl 103 elementos de la
naturaleza se relaciona con su modo de ser, y tradu- , o ce su incompren5ible lenguaje.
Yo me hall!lba en uno de estos últimos momentos
cuando solo en medio de la escueta llanura oí hablar
cerca de mí.
Eran dos hojas secas las que bablaban, y éste, poco
más ó ménos, su extraño diálogo:
-¿ De dónde vienes, hermana?
-Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la
nube de polvo y de las hojas secas nuestras compañeras,
á lo largo de la interminable llanur~. ¿ Y tú ?
-Yo he seguido algun tiempo la corriente del r10,
hasta que el vendaval me arrancó de entre el légamo
y los juncos de la orilla.
-y á dónde vas?
-No lo sé: i lo sabe acaso el viento que me em-puja?
, ., d" h b' d bar ama -i Ay. i qUien Ir,la que a lamos. e aca -
rilIas y secas arrastran nonos por la tierra, .~osotras
que vivimos vestidas de color y de luz meClendonos
en el aire?
-¿ Te acuerdas de los hermosos dias en que bro~amos'
de aquella apacible mañana en que, roto el hmchado
boton que nos servia de cuna, nos desplega.mos
al templado beso del sol, como un abanico de esmeraldas?
-i Oh! i qué dulce era sentirse balanceada por la
brisa á aquella. altura, bebiendo por todos los poros ~l
aire y la 1 uzo
. Oh! qué hermoso era ver correr el agua. del
riC: que lamia las retorcidas raícés del añoso tronco
que nos sustentaba, aque~ agua limpia. "5; trasparente
que copiaba como un espejo el azul del C1el~, de modo
que cI'eiamos vivil' suspendidas entre dos abISmos azules
!
-j Con qué placer nos asomábamos por cima. dE;
las verdes frondas para vernos retratadas en la temblorosa
corriente 1
o
-j Cómo cantábamos juntas imitando el rumor do
la brisa y siguiendo el r ¡tmo de las ondas!
-Los insectos brillantes revoloteaban dpsplegando
sus ala de gasa á nuestro R lrededor.
-y las mariposas blanc \8 y las libelulas nules,
que giran por el aire en extraños círculos, se paraban
un monumento en nuestros dentellados bordes :i contarse
los secretos de ese misteri030 amor que dura un
instante y les consume la vida.
-Cada cual de nosotras era una nota en el concierto
de los bosque3.
~Cada cual de nosotras era un tono en la armonía
de su color.
-En las noches de luna, cuando su plateada lu;¿
resbalaba sobre la cima de los montes, i te acuerdas
cómo charlábamos en voz baja entre las diáfanas sombras?
-y referiamos con un blando susurro las historias
de los silfos que se columpian en los hilos de oro, que
cuelgan las arañas entre los árboles .
-Hasta que uspendiamos nuestra mon6tona charla
para Oil' embebidas las quejas del ruiseñor, que habi~
escogido nuestro tronco por escabel.
-y eran tan tristes y tan suaves sus lamentos
que, aunque llenas de gozo al oirle, nos amanecia
llorando.
-' Ob ! i qué dulces eran aquellas lágrimlls que nos
prest'aba el rocío de la noche, que resplandecian con
todos lo~ colores del íris á la primera luz de la au-rora
!
- De>:pues vino la alegre banda de gilgueros á llenar
de vida y de ruidos el bosque con la alborazada y
confmm algarabía de sus cantos.
--y una enamorada pareja eolgó junto á nosotras
su redondo nido de ari~tas y de plumas.
-Nm¡otras fiervíamos de abrigo á los pequeñuelos
contra las molestas gútas c!e la lluvia en las tompestades
de verano.
-N osotra les sel"oíamos de dosel y los defendíamos
de los importunos rayos del sol.
--Nuestra vida pasaba como un "meño de oro, del
que no sospeehábamo~ que se podía despert~r. .
--Una hermosa tarde en que todo parecla sonrelr
á nuestro alredeuor, en que el sol poniente encendia
el ocaso y arrebolaba las nubes, y de la tierra ligeramente
húmeda su levantaban efluvios de vida y perfumes
de flores, dos amantes se detuvieron á la orilla
del agua y al pié del tronco que nos soste~ia. .
-i Nunca se borrará ese recuerdo de mi ~~morla t
Ella era jóven, easi una nii'ía: hermosa y pahda. El
le decia con ternura :-i Por qué lloras 1-Perdona
eate involuntario sentimiento de egoismo, le respondió
ella enjugándose una lágrima; lloro por mí. Lloro
la vida que me huye: cuando el cielo se corona de rayos
de luz, v la tíerra se viste de ver¡]u~ y de flores,
y el viento trae perfumes y can~os de paJaros y armonías
distantes, y se ama y ~e siente un~ ~ma~a,. i!a
vida es buena !-¿ Y por que no has doe VIVIr? mSlstló
él e5treebándole las manos conmovldo.-Porque es
imposible. Cuando eaigan secas esas hojas que m~r;
muran armoniosas sobre nuestras cabezas, yo monre
tambien, y el viento llevará algun día su polvo y el
mio i quién sabe ~ dón.de ? .
-yo lo oi Y tu lo Olste, y nos ~stremeclI~os y. callamos.
i Debíamos secarnos! i deblamos morir y gIrar
arrastradas por los remolinos del viento! Mudas y
1 lenas de terror permanecíamos aún cuando llegó la
noche. j Oh! i qué noche tan horrible!
-Por la primera vez falt6 á su cit~ el enamorado
ruiseñor que la encantaba con sus queJ88 •
-A poco Vvlaron los pájaros, y con e~los s~s pequeñuelos
ya vestidos de plumas: y quedo el melo sólo,
columpiándose lentamente y triste, como la CUDa vacía
de un niño muerto.
_y huyeron las mariposas blancas y las libe]u]as
azules dejando su lugar á los insectos oscurO!! que
venia~ á roer nuestras fibras y á depositar en nuestros
senos sus asquerosas la.rvas.
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LA TARDE , 81
-j Oh! j Y cómo nos estremecíamos encogidas al
helado contacto de las escarchas de la noche!
-Perdimos el color y la frescura.
-Perdimo la suavidad y .la, forma~, y lo que án-tes
al tocarnos era como rumor de como mUl',
mullo de palabras de enamorados, luégo se convirtió
en á pero ruido, seco, desagradable y triste.
i y al fin volamos desprendida !
-Hollada bnjo el pié del indiferente pa ajero, sin
cesar arrastrada de un punto á otro entre el polvo y
el fango, me he juzgado dichosa cuando podia repo ar
un instante en el profundo surco de un camino.
-Yo he dado vueltas sin cesar arra trada por la
turbia corriente, y en mi larga peregrinacion ví. solo,
enlutado y ~ombrío, contemplando con una mirada
di traida las aguas que pa aban y la Iloja secas que
marcaban u movimiento, á uno de lo do amantes
cuyas palabras nos hicieron prc rntir la muerto.
-j Ella tambien se de prendió de la vida y acaso
dormirá rn una fosa reciente, obre la que yo me detuve
un momento!
-i Ay 1 Ella duerme y reposa al fin; pero nosotras
¿ cuándo acabaremos este largo .iaje l ..
_j Junca ! •. Ya el viento que no dejó reposar un
punto vuelve á soplar, y ya me siento estremecida
para levantarme de la tierra y seguir con él. i Adios,
hermana!
-,. Aj'l OS ., ................................................................... ..
......................................... lO .............................. ~ .............. ..
Silbó el aire que habia permanecido IIn 1Il0mento
callado, y las hojas se levantaron en confuso remoli-
110, perdiéndose á lo léjos entre las tinieblas de la
noche.
Y yo pensé entónces algo que no puedo recordar, y
que, aunque lo recordase, no en contraria palabras
para decirlo.
G. A. BECQUER.
EL POETA Y EL VULGO.
Al altanero y encumbrado pino
Díjole un dia la rastrera grama:
-" ¿ Porqué tan orgulloso alzas tu rama
Cnando no alfombras como yo el camino?
y él respondió: -yo doy al peregrino
Sombra, cuando BU luz el sol derrama,
y cobijo tus flores cuando brama
El ronco y desatado torbellino."
Así el vulgo al poeta gritó un día:
_" Porqué mirais indiferente el suele, ?
,
¿ Qué hacei ? Quién sois 1" y el bardo re!'pondia :
-Soy más que vos, porque tal yez recelo
Que Bolo de mi canto á la armonía
Comprendeis que bay U11 Dios y que hay un ciclo.'
EUSEBIO LILLO. (Chileno)
LA VIDA DE DOS MUJERES·
(CUADRO iNTIMO)
Por Aldebaran.
( Continuacion.)
_Quiero estar sola, uijo tia Juana interrumpiéndola
con brusquedad é incorporándose y mirándola
de hito en bita, añadió:
-l Porqué se te figura que he de sufrir hoy más
que ayer?
-No só , ••• pensé ..••
-Pues no pienses nada, volvi6 á decirme durante
la enferma; hasta mañana, añadió volviéndose hácia
el rincon.
lI.
Yo tenia mi cama en el cuarto de tía Andrea di.
idido del de tia Juana por la snla. La noche estabp
calmosa y 1'0 tenia sueño, a í fué que en lugar d
acercarme á mi cama, me senté en una tarima que t
hallaba al lado de la ventana enrejada que daba sobre
el corredor. La ventana estaba abierta y levantando
la vista al cielo le ví nublado, y la luna no daba sino
una luz tri te y de igual.
- Jo piensa acostarte 1 tia. Andrea.
- o tengo sueño, con
-Mucha impresion te ha hecho ]0 que vimos esta
noche 1 me preguntó.
;-Talvez sí, contesté .... era el primer muerto que
ve!a.
-Hice mal, re el1a,lo con en llevarte á
la Iglesia .. " pero no pude vencer el de verle
por última vez, despues de tantos años de extraña.miento
y fingida indiferencia.
_ Y ~ la miré sorprendida, y notando ella mi sorpresa
anad,ó:
- o sabias acaso, Pepita, que yo debia de haber
sido la esposa de don R~mon ?
-Nunca 10 habia oido, contesté ¿ y porqué pues no
se llevó á cabo ese matrimonio?
-Quiéres que te cuente lo que pasó ahora veinte
años '1
-M ucbo se lo agradeceria, tia, exclamé, pues
esta propuesta me fOl'prendia mu~hisimo, siendo tÍ<\
Andrea tan reservada, que rara vez hablaba de su
persona.
-Pero, dijo ella con embarazo y como arrepentida
ya de lo ~ue habia dic1;o, pero será mejor dejarlo para
otro dla •.•. te clara sueño ....
-No, no, contesté, no tengo sueño y es preci o que
cumpla lo que ofrece, anadí tomándole la mano, miéntras
que ella se sentaba á mi lado y envolvia mi cíntnra
con su brazo y apoyaba su cabeza sobre mi
hombro.
-Yo, jamas, dijo, he tenido confiall7;a en Iladie y
tú s0la al hacerte mujer me lo in piras... . '
-Yo tambien, contesté, la quiero á usted más que
á tia Juana, quees tan séria.
-Lo sé, repuso, y por eso deseo hablar contigo
de m i pasado ....
-y con tia Juana no lo recuerda?
--:-i o sabes que es tan rígida y poco comuni-catlva?
--y con mi abuela?
-~féno !. ... cuando te refi era la bictoria de mi
tri te \"ida encontrnr::ís que con ella me eria imposible
h~blar del pasado •... En cuanto á mi hermana,
ella sIempre me ba mimdo como á infel'iol' V pien a
que mi entendimiento no está :i la altura del suyo ..
Pero en e to es cierto que no se eq 11I YOC,I; yo no tengo
talento, ni he leido, ni he e ~ tudiad o en esos librote
que:i elln le han gu, tado ..• , in c:mbargo si á
veces es brava y me ofende, tengo de perdonarla al
ver que sufre tanto y es tan enferma. l!:n ca 1\ todos
la preferian por ser la ~a,):ol' y la más inteligente. Tú
sabes que mI padre reclbw en us primeros años muy
poca educacion, y como el único bija hombl'e tu padre)
que le ayudaba en sus negocio se de do
muchacbo y se fué á establecer á 01 ra parte mi herman~
l~ ofreció ayudar en sus cuentas, y en 'breve se
convIrtió en su mano derecba; nose cansaba mi padre
de elogiarla pOI' lo juiciosa y reservada que era desde
niña. Le llevaba los libros y con ella consultaba cuánto
hacia, sirviéndole muchísimo. Ouando Juana cumplió
veinte años yo tenia trece, y era una niña aficionada
á jugar á las muñecas y divertirme en la huerta
con ob'as compañeras de mi edad; no se habin logrado
que me aficionase al estudio, sufriendo ca tigos en la
escuela, lo que me causaba mucha afiixioD, volviendo
á casa bañada. en lágrimas, pero sin intencion de enmendarme.
Por ac¡uella. época llegó á N*** don Ra-
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
88 LA TARDE
mon, quien despues ¡Je haber vivido siempre en TIogotá,
qui o venir á ra(1:ca l';;(' en sus tielTas y velar de
cerca RUS interese-o Aunque teni,\ m,í.'l de 30 añ01;,
Don Ramon era hombre elegante y se manife taba
siempre amable con la' mujeres, aunque le tachaban
de altanero y orgullo o con las gentes del pueblo. A
poco de haber ll rogado aquí empecé á verle con frecuencia
en casa, y supe que le habia llamado mucho
la atencion el inculto talento de mi I¡ermana, á quien
empezó á pre~tar libros, dade consejo en estudios,
enseñad e fr:mees, acabando como era natural
por prendar'e de ella. Juana no era hermosa, pel'o
tenia ojo muy vivo~, dientes blanqui ímos, boca
agrnciaua y sobre torIo, mucho jllicio y buena conversacion
. Don R'lmon, que deseaba tener un hogar
arreglado, en breve concertó matrimonio con mi
h ermana, cosa qnc llenó de orgullo y alegl"Ía á. mipadres
que creian establecerla muy bien con el hombre
de más con'litlel"llcion de ~stas comarcas. Aunque
al principio yo le tenia recelo y no me atrevia á acercatrme
al novio de Juana, él me trataba con tanto
cariño y me regabba con fre0uencia dulces y manzanas
d~ las que le traian de Bogotá , que al fin fui adquiriendo
confian:r.a y hnci éndome muy amiga. uya,
y le aguantaba sin alterarme sus chanzas acerca de
mis estadios y percances y afanes ell la escuela.
Aunque el matrimonio con Juana e"taba entE'ramente
arreglrlllo, no se habia fijado más fecha "ino
para cuando e acabara de edificar III casa de don
Ramon, qua es la que conoce", yen donde IllnriÓ. En
el entretanto. ufrió Juana una enf~ rm edrtd muy grave
que le duró mucho meses, y ¡Je el la digeron lo
médicos que jamás volvería. á recuperar su salud por
completo, y efecth'amen te, desde entónces padece
ataques que la postran en la cama dumnte scmanas y
hasta mese;; como 11[\ vi"to. El fallo de los mé !icos
con trarió sobre manera á Don Ramon, qu::: tenia por
máxillla, que la cualidad más ap"eciable en una esposa
era. la buena !.'alud, sin la. cual no pod ia haber, decia
él, ni sombra de felicidad en el matrimonio. A la
verdad, don Ramon no estaba enamorado de mi hermana
y lo que habia buscado en ella en su inteligencia,
buen sentido y honradez de su familia, cualidades
que creia I{' formaran un hogar tranquilo y una vi(la
honorable. Artnclla malhadada Enfermedad produjo
en él suma de,'azon é intranquilidad de espil"Ítu, yendose
al fin para Bogotá á pasar una tempOl'ada con
un hermano casado que vivia en la. ~apitnl. Aunque
todos habiall notado el re friamiento de don Ramon,
nadie se atrivia á decirlo y ménos que todo, mi hermana,
que no llegó á manifestar el menor disgusto ni
queja. A pesar de mi poca inteligenci.l y corta. edad,
nada. de esto se me habin. escapado, y un dia me con
vencí de lo mucbo que sufria. la pobre Juana con la
cruel indiferencia de don Ramon, porque me encontré
un papel que ella habia e~crito, en el que se lamentaba
con sentidLimas palabras del abandono del
hombre á quién ella amaba, y por quien tenia una
ndmiracion sin límites. En tanto que sucedian estas
cosas, se habian pa, ado los año, y yo habia. crecido
haciéndome mujer, aunqne!lo utjaba de ser bastante
juguetona y poco estu1iosa. Cuando cumplí quince
años empezé á oir decir que era bonita, cosa que me
repetía el e pejo cuando le conslutaba. _. esto lo
digo, Pepita, no por pre uncion, sino porque han desaparecido
de mi fisouomÍa ajada basta las huella de
una. belleza que se marcbi tó pronto, merced á la triste
y monótona vida que he lle'!ado desde entúnces.
-
Tia. Andrea guardó silencio por algunos momentos
é iba. á continuar bablando, cu.ando de repente entró
por la ventana abierta un murciélago, el que, despue
de dar dos ó tres vuelta,> volando en torno del aposento
fué a. golpear contra la vela que babiamos puesto
sobre la mesa. Yo me puse de pié para alir á encenderla,
pero mi tin. me detuvo dlciéndome:
_ T o te vaya!', Pepi ta, prefiero 1:1, oscuridad pnra
se61lirto refiriendo 10 que tengo de decirte •• dcspues
iré yo mi ... ma á encenderla al aposento do Juana, quo
, i mpre c!<'ja luz.
y en ¡;egnida continu6 . u relaciono
-Tc dcela, qucrida Pepitn, que yo era. bonita, y
así era la verdacl : mucho mús blanca que mi hermana,
tenia lo ~jos m¡Í" grandcs J' 111 boca pequeiia,
el pelo rubio, ondeado y .. ,'..:" ."ro .), ademas tenia
buen cuerpo y a¡;pecto sielT,¡l,-e ao imado y alegre.
lIabia permanecido don Ramon en Bogotá mucbos
me es, y el dia en que volviü ;í X*** haLia yo e tronado
un Ü"aje de III uselina blanca y como. e usaba
entóncc~, lle\'aba los brazos descubiertos y cubríame
el pecho un paiiuelo blanco tambien, entre b parte
supt'rior de la - tl·en:r.as habia p un rami to de
jazmines estrellade s, y a. í vt'stida salí á la sala en el
momento en que entraba á 1Ia don Ramon y se estuvo
de pié :i la puerta mirándome sin hablarme; yo
me sOllrojé y bajé lo. ojo. an te lo suyo.. .
-Andreita, me dijo al fin alarg;índome la mano, ha
crecido u, ted t..'l.nto y embellecido que casi no la conocí.
i Y hasta bonitas mano~ y ari stocráticas tiene I
añadió guard¡índo una de las mia entre las dos suyas.
Yo permanecia canada y sumamente turbada y él
añadió:
-Ouántos años tiene usted, pues '1
-Pronto cumpliré diez y seis, contesté arrancando
con dificultad mi mnno que aún tenia en las uyas y
no queria altar, y bajo pretexto de avisar su llegada.
:i mi madre y hcrmana, salí corrienrlo dc la sala.
Sin embargo, yo no me cuide de llamarlas sino que
me senté de tras de unos granados, b¡0o un emparrado
de jazmines que habia en el primer patio, y llena
de o¡'gnllo con los elegios <1e don Ramon, me puso á
mirarme las mano", como sino las hubL' e vi tojamns.
-y , i Juana ]0 ha oido, pensaba, pues e taba en
la alcoba, se disgu'tará .... i Pero no será mi bermano
1 ..•. Qné voz tan dulce tenia y que mirada ! .•
" ! Y hasta bouitns manos y aristocráticas tiene! "
decia yo en voz bnjn, repitiendo sus palabras á mcdia
vo:r. .... segura mente don Ramon se acordó de las de
J nana, que son negras y fla(;as !
No qui e vol,er á la sala, pero 10 estuve oyendo hablnr
por la rendija de In puerta de mi cuarto, y desde
e¡;e (jin cuidaba mUf'hi ilUo mis manos y pensaba sin
ceoar en el novio de mi hermana; aunque me iba.
cuando oia q\le se acercaba á la casa, y i acaso permanecia
en la ala, Juana buscaba siempre algun pretexto
para alejarme. Yo salia, pero me situaba en alglln
lugar de donr:le le pudiera ver y oir sin ser vista,
notando que cuando yo 10 estaba presente conversaba
con distraccion y C011 los ojos parecia bu car alguna
cosa que le faltaba, manifestándose animado y satisfecho
si por ca ualidad me presentaba.
.4 La pobre de mi hermana en breve descubrió lo qua
pasaba en su corazon y en el mío y cada dia se manifestaba
más tri te é impaciente. Habia momentos en
que fijaba en mi los ·os con indecible pena. Al fin
era preciso que e ta fa situacion tuviera. término .•
Un dia, estando yo en la. alcoba escuchando la conversacion
de Juana con don Ramon, que estaban solos,
oi que ella le decia con voz un tanto turbaba:
-namon i no es cierto que soy una mujer muy
inutil y enferma?
-y no recuperará de vél"as su salud? preguntó él.
-Tal,ez no.
-Qué desgracia! exclamó él suspirando con desa-liento.
-Lo siente u'lted por mí ? pregunt6 ella con ironía.
El no contestó.
-A usted no le conviene una mujer como yo,
repuso ella con acento ronco por las contenidas lá-
• grimas.
Sin decir una palabra él se puso á dar golpecítos
con su baston contra la mesa.. Oomprendí que ella se
babia puesto de pié al decir:
-Ramon .••• le devuelvo su palabra y su libertad
•... No crea, añadió, que pretenda. obligarle á
cumplir un compromiso hecho en otro tiempo y en
otras circlll1Stanci:lS. . • • (Continullrá.)
•
Citación recomendada (normas APA)
"La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 11", -:-, 1874. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2092952/), el día 2025-06-28.
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