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El Católico - N. 72

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  • Año de publicación 18/10/1864
  • Idioma Español
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
"El Católico - N. 73", -:-, 1864. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3687971/), el día 2025-07-02.

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Imagen de apoyo de  Bogotá contada

Bogotá contada

Por: Antonio (editor) García Ángel | Fecha: 2013

El programa "Bogotá contada" invita a escritores de diferentes países a que estén unos días en la ciudad, la recorran, la investiguen y participen en algunas actividades de promoción de lectura en bibliotecas, instituciones, librerías y universidades. Luego cada uno de ellos entrega un texto que se recopila anualmente en un volumen de Bogotá contada. En esta primera edición 12 autores extranjeros y 3 autores colombianos escribieron sobre la ciudad que conocieron en el año 2013
  • Temas:
  • Cuento
  • Ciencias sociales
  • Otros

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Bogotá contada

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Imagen de apoyo de  "Yo, maestra", Sandra Báez y los estudios de las emociones

"Yo, maestra", Sandra Báez y los estudios de las emociones

Por: Sandra Baez | Fecha: 08/11/1864

- 1 TRIM. ni. AÑO II. Bogota., 8 de no"'Tiembre de 1864, NUMER0'15 REDACTOR, VENANCIO ORTIZ. Hemos Yisto el númm·o 1. 0 del periódico que COn e) título: LA VOZ DEL CATOUClSl.\10 7 Se puulica a espensas de\ sef1m· Arzobispo; i notamos que no hnya en el unn palnbra parn nosotros que abrimos aquí la senda a Jos pel'iodi tas católicos en esta época, i que pusimos gratuitamente nuestras co. 1 lumnas a disposicion de la autoridad eclesiástica, pa1·a que publica1·a como ha estado publicando en ellas todo lo que ha creido que dcbia ver la luz con carácter oficial. Sentimos la ingratitud i la descortesía con que se r:os trata, pero como soldados de la causa cató­lica, saludamos con respeto al nuevo periódico ofidal ele la Curia. - ---<;:99+ -<~- · ... ·---- INSTRUCCION POPULAR. SOBUE LAS FIESTAS CATÓLICAS, En los dos primeros clias del mes de novieml.n·e, , l:l Iglesia co· memo1·a la glo1·ia de sus santos i rue- 1 ga por los fieles difuntos. Para podet· comp1·endet· lo que es un santo, es preciso snbcr comp,·eudet· lo que es un héroe. El mundo cM este tftulo a muchos ilrest?·es asesinos, como dice el poeta Maitin, a muchos que han inundado en lágrimas i sungre el suelo que ha servido de teatro a sus hazañas, i que han dejado en pos de sí una huella de horrores inolvidables, por defende1· algun capricho qne halagara las pa­siones de cierto círculo, sin proclucil· ningun bien positivo para la humanidad. Los santos no son héroes de esa especie. Ellos no han sacl'ificado sino las tendencias dai'linas de su propio cm·azon, su bienestal', sns comodidades, sns apetitos, su yo, al bienestar, a la comodidad, a la segurillad, al alivio ue los demas hombt·es a quienes han tratado •·ealmente como a hermanos. Los héroes del sig)o vencen el temor de un peligro mome11táneo, pot• la vanidad de Jo que llnman glol'ia. Los héroes de la Iglesia luchan toda su viJa por vencer los peligt•os ue su alma i conquistat· el cielo. Aquellos tienen orgullo, estos humildad, que es la virtud mas rara i mas difícil, como dice el Pndre Félix. Aquellos vencen los peligt·os, estos los dcspt·ec.ian, i muchas veces los buscan. Aque­llos quieren el ruido, estos el silencio. Los héroes mundanos ansian que se sepan sus hechos~ los san­tos procUI'an ocultarlos, po•·que Cristo les dijo: Es preciso que tu mano izquie1·da no sepa Jo que hace tu mano derecha,pot·que el que goza con la alaban· za de sus acciones, ya está recompensado. Por eso los héroes cristianos se sacrifican en silencio, en la oscul'idad al bien de sus he1·manos: la fé, la 1 esperanza i la caridad son sus guias. Por In fé ct·een que hacen bien en imitar a Cl'isto i son ab­negados; por la esperanza en el cielo, desp1·ecian i sacrifican los bienes de la ti_erra ; pot· la caridad aman a sus hermanos hasta mol'it· por ellos en medio de un desierto donde nndie los vé, donde no hai una mano que cierre sus ojos i eche un pu­ñado de tiena sobre sns restos. En los santos tiene 1 los pob1·es sus mejo•·cs ami­gos ; Jos ·hombres todos, verdaderos hermanos: sufren el mal con paciencia, i nunca hacen mnl v 1 ninguno : son los guat·dianes dél honor ajeno i entt·egan el suyo a clisct·ecion confiados eu que DiOs Jos vé, i les hará justicia: ni atacan ni se defiell­den sino con la orncion: no tienen nada suyo, } todo es de sus hem1anos; para ellos han fundado casas de asilo, hospicios, hospitales, escuelas, co· lejios, talleres. Donde se dct'l'ama una lágdmu de ¡ ~lol01·, un santo está pa1·a enjugada con el consue .. lo. Sob1·e las nieves de Jos A 1 pes como sobre los , ro desde el .ha estado velado, i que Jos mado po1' un Dios, lllfi ~.:.:~· m(!} a@ ·:'1":! ~~~ CONFEUENCI.\S DEL PADHE FÉLIX . .. SESTA CONFERENCIA. El Cristo de la critica moderna, delante de la Historia i del progre so. Señores :-La cdtica anticl'istinna ensaya va­namente destruit· .con los milagros del Evanjelio una de las mas firmes ·oases de la demostracion cristi:llla. El milagro evanjélico permanece como la mas populm· i la mas brillunte manifestacion de la divinidad de Jesucl'isto. Entre la ci'Ítica que­niega los mflagros de Jesucristo i esos milagros twgados por la cl'Ítica, lllli tres testimonios de que la verdadera cien~ia hará brillat· cada vez mas Ja evitlencin. Estos testimonios son: el de la Iglesia que afirma ; el del Evnnjelio que refiere ; i el de Jesucristo que ol)l'a. Estos tres testimonios que se conft ·man i se apoya!1 mútuamente, son de tal rnaneru el sello de la -verdad, que la crítica no j pueuc emprender negat• los milngt·os, sin afi•·mat~ }· lo incomprensible i sin ernbrollars,e en contradic­i cio lCS incxtricnbles; pórque neganclolos, afirma 1, que el hecho in;nenso de la fé de los cristianos no puede ·e-xistir; que el Evnnjelio que reune todas • las condiciones ele C'e1·tidurnbre, no es mas que un ~ tejido ele fábulas e impostoras; i que Jesucristo, -proclamado súbio i virtuoso por excelencia, no es mas que un bellaco, un titiritero o un monoma­ni: lno. La crítica puede continunt' sm ataques, ttue ~ ellós mismos la irán haciendo PLJ 1 ve rizar pasando l tlc una coott·ndiccion a otra contradiccion, i el mi!t\g:o quedanl. siempre intacto i proclamando la divinidad de nuest1·o Cristo TaumatUI·go. ~ 1 Así, señores, pnr·a reasumí!' diremos: Jesucl'isto npGrece en Jn histori[( con estos tres tftulos que lo demuest1·nn 1)ios: Posecdm· de los siglos; Refot·­rnndor de In humanidad, i SefiOI' de la naturaleza. Rei, Refo¡•madot· i Taumntlll·go, llevando como tal, sobre su frente coronada de' estas tres aureo­las, el triple signo de su -divinidad. Pero la cdtica negativa se obstina en no ver estos signos brillantes de lo divino en Jesucl'isto; r míéntras qne ÉL resplande-ce a la simple vista con f una claridad popul~u·, la crítica no consiente en vedo sino al traves de la nube de la preocupacion \ antict'istianu. Pam ella, es preciso absolutamcute l que Cristo sen un hombt•e i nada mas que un • hombre: este errOl' es el centro de toda la crítica t anticl'istianr., es el punto de partida del anticds-tianismo. Delnnte del siglo que In escucha i la mira, c\\n despoja al Cristo de su manto divino, de su coron:l diviun, i pt·esentándolo a la multitud igno- 1 ante esc\ama: bé aquí el homb1·e.. el hombre il'lcomparable; he aquí el Cl'isto verdadero, el Cristo del pt·ogreso. Tal e , en efecto, la (loblé pretension de la crí­tica : volvet· al Cl'isto sa vet·dudera fisonomía i i poco falta para que ella tambien lo adore. 1 bien,. léjos de proclamar que su t•einndo ha concluido, decl::tra qne Jesucl'isto no Sérá escedido,_ pot·que es la mas alta de las columnas que muestran al hom­bre a dónde debe dirijirsc. En dos palabras ; la cl'itica nos dá a ese Cdsto restam·ado i 1·ehecho pot· ella~ como el Cristo vet·dadero, como el Cristo 1 del progreso. Vamos a demostnu· que nada es ménos fundado que estas dos p1·etensfones; varnos l a ver que tu crítica anticristiana quitando al Cristo 1 su carácter divino, deshonra s 1 u carácteL·IlDlU.mano; :l qne si Jesucl'isto no es aceptac o como e ws que . el Cristianismo adom, nada en su incomparable firrma s·e comprende ni se sostiene ya. Añadiremos j q~e ese Cristo humano que la crítica p1·etende ba..; ' ce1• murchat· a la cabeza de la humanidad, léJOS de 1 podet• ser aceptado como el Cl'isto del pt·ogreso ¡ no puede set· pat·a la humanidad retrógrada sino 1 el Cristo de la decadencia. 1 Es para el que habla una rat·a fortuna ocupat·sc ¡. de lo que 11 en a su c01·azun ; si, porque en, esta vez l voi a hablar de Jesucristo mismo ; de EL i nada '¡ · mas qtle de itL. Pueda su diviria imájen reflejarse bastante en mi palaura para llegar derecha hasta l vuestras almas, imprimirse en ellas i quedat· allí ¡ pat·a si€mpre como la luz, el encanto i la fuerza ~~- de vuestra vida. j I ~~ Una de las pretensiones mas curiosas de la críti- ~ a~·~ ca anticristi3.na delante ele los hombres i de las cosas del pasado, es querer dades con relacion al arte i a la estética, una fisonomía nueva. A nada ~ ménos aspjra que a refundit• los elementos de la J histoda, a arrojarlos confundidos en el molde ! donde su jénio los funde para bact>r salir de ellos caractéres ine~perados i :Qguras que la humanidad ¡ no conocía. Esta idea pt·econcebida, los testos, los documentos, los libros~ los discursos, las ac- ji ~iones trasmitidas por· Ja historia a la cudosidacl 1 de las jenet·aciones, no tienen sino un valot• secun- ;. dario ; lo que prevalece sobre los elementos histó- ~~ l'icos, lo que vale mas que todas las relaciones tt·a- , dicionales, es el gusto, la estética, el sentimiento, el arte en fin ; i la ci'ltica procura hacet· sn1ir de 1 todos estos elementos depurados, ref'ot·mados i ~ ajustados a su capl'icho artístico, lo que se ha con~ ~] venido en llamar fl.gm·as vivas, para presentadas J a la postel'idad en toda su belleza t·ejuvenecida. ¡1 Esta teoría de la mzon de arte aplicada a la ~ historia i a la person& de Jesucristo, tiene algo de ~ tan sacrfleóamente audaz_, que ha 11enndo de sor- 1 ~ presa, de admiracion, de verdadero estupo1· u la · ~ humanidad cristiana. La fisonomía de nuestt·o a Cl'isto resplandece en los si!:.dos como el ·so( en la ¡j '-' 11 .naturaleza; es un cuadro que tiene:tpot· marco el \:~~· infinito, i para realzar .su luz,ese fonCio inmenso de. las oscuridaaes humanas sobre el cual se destaca su figura con un relieve que ba fijado todas las mira­das, con una belleza que ba cautivado todos los ~ corazones. Jamas se ha mostrado en fos bol'izon- ' ~ tes de la historia, jamas se ha gravado en la me- : 1 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 212 EL CATO L 1 C O. 1 mol'ia de los hombres una figUI'a m.énos descono­cida, una fisonomía mas popular, un caracter mas público. Pero hé aq~lÍ lo que s~cede ; desyues de casi dos mil años, viene un art1sta, cambm todas ' las proporciones esenciales i todas Jas gmndes lí­neas de esa fio·um incrustada en el mármol de una incorruptible 0 historia, i nos dice : mirad; aquí teneis el verdadero Cristo; estaba perdido, i yo le he cneoutr~do ; estaba borrado por la mano ele los hombres i la injut·ia de los siglos, i yo le hé restaurndo ; héle aquí, héle aquí en su '' ~rdadera fom1a tal como le hé t•econoeido sob1·e los hod­zontes' de N awret i de la Galilea: este es el Cristo orijinal, i la 1·a::;on de arte está satisfecha. . En verdad, seflorrs, esto es de tal modo prodi­jioso, que aun despue::; de consumado el hecbo, aun despues de la celebrid ~;td del escándalo, se r pregunta uno todavía si tal id.ea ha po~ido cabet· 1 ,: en una inteli¡encia humana, st tal audacta ha po­dido subil' hasta el comzon de un hombre. Nó, no se lo crecl'ia si no se supiese que la apostasía hace f¡ posible todo crímcn contra Jesucristo; testigo la 1 traiC'ion, modelo i profecía de tantas otras. Sea lo que fuere, como esta empresa tan incom­prensible ha venido a ser un hecho estruendoso, 1 es preciso al ménos que la crítica, suprimiendo lo il divino nos ofrezca un Cristo hombre que la hu­l m~mid~d pueda reconocer i respetar. Pero, seiio- 1 res, hé aquí la gran contrudiccion de la crítica soi dissant restaumdora de la :fisonJmía de Jesucristo: 1 ella nos present::l un Cristo que no so1am~nte no es el Cl'isto Dios que nosotros adoramos, smo que 1 ni aun es el mismo Cristo hombre que ella preten­de venerar ; es un Cristo falso, un pseudo-Cristo, el único que poclia espesarse de la cdtica pseudo­cristiana. Si yo hubiera de dclineat· los rasgos mas nota­bles de la fisonomía de Jesucristo, pod1·ia repre­sentarlo pl'incipalmente con t1·es caractéres que le constituyen una figura enteramente especial, dán­dole un relieve i una belleza incomparables : la kwnzldad, la caTidad i la sinceridall. :Es impo- , sible pintarlo en su propio pensamient~. sin com­binar at111oniosamente estas tres cosas que cons­tituyen su grande orijinalidad. Pero si el rayo de la divinidad deja de brillar en e1 rostro de Jesu­cristo, estos tres rasgos se debilitan, i no queda mas que unn. figura sin carácter; digo mal, una figura mnrrada con vergonzosos caractéres. D~ los tres rasgos indicados, el esencial, el que put!de reputarse como su línea fundamental, si puedo cspresarme así, es la humildad. «Aprended de rní que soi manso i humilde de corazon.--Sí, aprended, porque sin este l'asgo característico, no poclreis entender nada ni en el misterio íntimo d e mi vida, ni én los reflejos que brillan en mi sem­blante; si no me conoceis humilde, no me cono­ceis. >) Esto es lo que dá a Jesus, sobre todas las figuras qne brillan en la histol'ia, un signo inimi­table i absolutamente único. Nadie; que yo sepa, se ha complacido jamas en estasiarse aute la hu­mildad de Aristóteles, de Platon, de Mahomet, de Zoroastro o de Confucio. Tomar en sério la hu­mildad de estos grandes hombres, no tendria otro resultado que escita1· en nosotl'Os lo que siempre es triste : la risa en un asunto grave. Cuando se trata de Jesucristo, por el contrario: se sabe tan bien que la humildad es su signo, que ensayar re­presentado de otra manem que con esta dulce aureola, es siempt·e condenarse a desfigurado. 1 -· P:ro- ~ ~ué es la humildad? ¡ Ah ! La hu mil~ l dad es lo que hai de mas raro i de mas difícil,pero 1 ¡ al mismo tiempo os lo que puede haber de mas J simple i de mas divino en el hombre. La humil­dad es la verdad, pero la verdad aplicélda n sí mismo ; es la vista clara i desinteresada de lo que 1 uno es i de ' lo que vale en sí i por sí. La bumil- 1 dad de Jesucristo está, pues, subordinada n ecesa­riamente a la vista de sí mismo i a Ie snber; es EL el que ordena todo lo que se debe hacer ; es EL el , qu3 juzga, ,el que· castiga, el que pel'dona; es EL el que dira a los el~jidos: ): el que dirá a los r~probos: « Uetiraos; Yo no os conozco. >) Hé nquí lo que Jesus ha dicho i pensnqo. de sí mismo; i el menor honol' que puede hacm·sele, es seguramente suponer que hablaba lo que pensa­ba i comprendía lo que hablaba, aunque decir lo que se piensa i cofnprender lo que se dice, es una gloria· que no se rehusa al mas vulgar intérprete de una sauiduria humana. Pero entónces, siendo ineontestal.Jlemente histórico que Cristo ha dicho esns cosns, i pue.sto que ha dicho lo que pensaba~ comprendido lo que decía, yo pregunto: ¿que Yiene a ser la aureola de su modestia i la gloria de su humildad? Si la humildad en un hombre ha podido hablar de esta suerte, ¿cómo podt·á hablar el orgullo? Así aunque yo haya querido re.tener sobt·c su frente esta corona tau bella en la frente del Dios de Belem i de Nazaa·et, elta se ha desva­necido al soplo de vuestra impiedad. Ah! Si _Jcsus no es .Dios, no me hableis, os ruego, del mtlagro de su humildad. Aunque cien veces me diga i me repita: Aprended de m,i. que soi manso i humilde de corazon, me ' 'eré forzado a respondel'le: no, lo que ap1·endo de vos no es la humildad; lo que yo aprendo de vos a cada pájinu i casi a cada pa­labra caida de vue~tt·os labios, es que os atribuís, vos hombre, uo valor, una importancia, un papel, uua funcion, un poder que ninguno de los hom­bres conocidos habriu podido atl'ibuirse sin da1· la prueba o de la vanidad mas atrevida o del orgullo mas jigautesco. Así, señores, ya lo veis; suprimiendo la divini- 1 dad de Cristo, se destruye de hecho el rasgo emi­nentemente distintivo de su figura histórica ; se rompe el pedestal de st1 estátua, la humildad, para levantado ante la humanidad como el tipo del orgullo. Hui en la fisonomía de Cristo otro rasgo funda­mental sin el cual me es imposible repJ·csentát·­melo: es el amo1·, el amOl' pUl'o i desinteresado, la adhesion., el sacrificio, la abnegacion, lo que hai, en una palabra, de mas radicalmente contra­dictol'io a esta cosa vil i vea·gonzosa que se llama egoismo. Es porque la dulce figura .de Cristo ha brillado sobre el mundo como el astro del mas pua·o amor, que ha ejm·cido por todas partes i siem­pre, sobre el corazon de nuestra humanidad, este 1 incomparable imperio. Es de tr,, es de su ense­i1anza i de su ejemplo que nació en la humanicl:ld la grand-e era de la ft-atemidad. Los mismos que 1 niegan o recusan sus otros beneficios, afirman, aceptan i procl.aman este. Jesucristo reveló la idea, díó el ejemplo i fundó sobre la tierra el rei­nado del amo1· i de la fraternidad. I si creemos a ciertos apóstoles del Cristianismo puro, la funda­cion de la repub!ica ft·aternal resume toda su obra, la pa·áctica del amo1· fraternal abriga todas sus virtudes; i esta palabra: "vosotros sois herma­nos," condensa toda su doctrina. Evidentemente, los que limitan a esto 1as reve­laciones dogmáticas i las influencias morales i so­ciales de Jesucristo, se engañan ; toman el atTO­yo po1· el río, la luz por el fuego, un elemento destacado por el total de la cosa, i un ft·acm<'nto de la estatua por la estatua entera: Pero este 1 mismo eri'Ol', viniendo de nuestros adversarios , es 1 un testimonio precioso. El atestn qt'le aun los que no adol'!Hl al Cristo que nosotros adoramos, saludan .en EL con nosotros i como nosotros, la mas grande figura, el mas sublime modelo de amot·, el ideal mismo de la fratemidad. Ellos confiesan, por consecuencia, que un Cristo mar­cado en la frente ) Ah! si EL es parte el ideal de Ir. sinceridad total, i si el Ct·isto Dios sí, yo compt•eudo ese mistel'io del amor que de mi Evanjtlio ha podido menti1· una vez siquie­se da i se inmola por mí: quiet·o a bmzarle, quie 1·o m, una voz íntima gdta en el fondo de mí mis· besat· sus llagas libertadol'as, quiero l101·ar sobre m o: i No, ese no es ·EL, yo rechazo ese ideal, re­sus piés ensang.t·entados, llo 1·a 1• de amor, de dicha nuncio a tal Cdsto, abjuro tal Evanjelio ! i ele alegria 1 Pero si no es mas que ün hombre, I, notadlo bien, cuando se trata de Jesucristo, ¿qué quereis que yo entienda de ese misterio de la cuestion de su divinidad es la de su siuceddncl. nmo1·, de ese misterio de sacrificio? Cuton, Só- Si Jesus no es el Cl'isto Hombre Dios, no es un crates i tantos oti·os han muerto tambien, segun hombre sincero.¿ l po1· qué? Porque si no es Dios, dic~n, por la lihm·tad de los hombres. ¿Acaso el no ha podido sin mentit· proclamarse Dios. 1 si 1 reconocimiento i el amo·¡· me pt·osternan delante hai alguna cosa manifiesta a cada pl.\jinn del de ellos? ¿Acaso espel'imente )a necesidad de Evanjelio, es que Jesucl'isto no solamente se ha conmoverme con su recuerdo ni de llorar al pié dejado ct·eet· Dios, sino que él mismo se ha dado de sus cstátuas? ¿ I qué mas me importa la muer.. por Dios. No se ha co tentarlo con darse todos los 1 te de Jesus, si Jesus es solo un hombre? Su muet·- títulos de que hemos hablado, i que un sét· que se te 110 tiene delante de la humanidad ni el vulgat· c1·eyera solo homi.H·e no se atrevería a atribuit·se l onot· de tlll sacrificio voluntario, porque esa sin un inmenso ol'gullo o sin una estrai"la locura ; muerte lo ha tomado apesa t· suyo, i -é l se ha estre- ha hecho mas, se ha atribuido la dignitlad que en­mecido de terrol' bajo su mano h€1ada. I si quereis cietTa i domina todas lns demas, la dignidad di vi­sostener contra toda evidencia que esa muel'te fué na. El que no l ..... n esto en el Evanjelio, prut>ba que una voluntaria inmolacion, hai una cosa mas evi- lo ha leido con los ojos vendados. dente que todas las demas, i es, que si fué volun­taria, no fué desinteresada. Dió su Yida para ilustt'at· su muerte, vertió su sangt·e para cosecha!' gloria, i lo consiguió; el buen éxito fué su fot·tu­ua, i su gloria su recompensa: yo no le debo .nada, nada sino lo que met·ecen el ol'gullo i el egois· mo : el desprecio r El de pt·ecio 1 1 Ah, señot·es! ese Cristo falso, si existiese, le merecería tanto mas, cuanto que sobre estas dos señales vergonzosas del orgullo i clel egoismo, llevada una tet·cem todavía mas vergonzosa, la del disimulo i la hipocresía. Ya hemos dicho sobre esto algo, a propósito de su pa· pel de ta.umatm·go, pet·o es preci-so volver a esta cuestion que es aquí, en el sentido mas riguroso, el rasgo decisivo. En efecto, lo que nos átL·ne a todos ácia esta figura, la mas dul ce i fue¡·temeníe att·activa de Yo sé que la cdtiea no tiene vet·gúenza de decir que Jesucristo no ha Yertido jamas, "una palabra de donde pueda conc1uil'se que se ha creido Dios·" ¡Dónde estamos gnm Sér de los Sétes! ¡ A horu, cuando todos tene:nos dial'iamente el Evanjclio en la mano, se nos viene a anunciat· semejante descu­brimiento 1 ¡Cómo! ¿ni una palabt·a, decis? ¡Cuán ciegos estais! El ha dicho, diez, ciento, mil palabras a este respecto. Eso está escrito de tal mane1·a en todo el Evanjelio, brilla tan clara­mente al tmvez de todo el tejido de las palabras i de las accioo.es de .Jesucristo, que sola esta afirma­cion: Yo soi Dios, puede dm· sentido al Evanjelio. No tengo necesidad de hacel' citas pues todos po­deis leerlo, sinembargo, esc.uchad solamente algu~ nas de esas palubms. "Quién dicen que soí? pt·e­guntó Cl'isto a sus dtcíputos.-Vos soi's el Cl'isto, et Hijo de Dios Vivo.-tOh! Sirnon Pedro, sois bien- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 1( t EL CATÓLICO. 215 1 -~ ~:nt=-a~:~,:qu:~;i l::•~ne-~-;1: sangre os ~~ ;,: .;,:::ida~·e:;.~;·a ·;::;:,:::;::;;, q ~. han revelado esto."-"Es cierto,como se te acusa, que hai rnuchas medidas en la since?'idad. Así lo ~ que tú te dices Hijo de Dios! -Sí, vos lo babeis ~ han dicho en efecto nuestros mentirosos contem-dicho: Yo lo .soi. )~ Así responde al Pontífice que j poránros, de manera que, al creerlos, habria a f· le intetTogn. ((Nosotros tenemos una lei, gl'ita el lo ménos dos sinceridades; la que no miente ja- 1 [ pueblo, i segun e·!la. el debe mo•·it·, po¡·que. no j mas i la que miente algunas veces; In que dice lo f siendo sino un hombre., se ha dicho H7)o de verdadero i la que dice lo falso; la que marcha a [ Dios.>)- ) (quonian homo cumsis facis teipsum 1 si lo que oye, es realmente el e~o de una"?.,. ln~- 1 '. Deum) >) , Así, los mismos enemicros no se enga- mana. i Qt1e! ¡ 1Uztcltas medtdas en la smcen­ñaban entónces."- "Si es el Hij~ de D'os que 1 dad, i el Hijo de Dios no teniendo para sí sino la descienda de la Cruz ¡ que Dios le libre; porque medida mas pequeña, la medida en que la sincel'i- 1 f EL ha dicho· Yo sol el Hijo de Dios. 1 ~acl miente.! 4' ~né ÍI'0 7 nía ele l?s ho.m})l'es. i q.t~e ,J ! quÍ teneis, pues, paJa:.H·as de Jesncl'isto i he· 1 msulto a Dws. 1 .:.Uuc,!las 'tnedzdas en. la sznce1z- · f eh os evanjélicos. ¿ Cómo ha beis podiclo a egurar cl.ad ! ¡ ?I: sofist~.; s1, ~ara vos~t1 o~, 1 para v~1cs~ f que Jesus no dijo una !~Ola palabra de domle pn- t1 os maest1 os en '.11 tu~l 1 en sal)}clUIJa, tnl ·Hz . j diese deducirse que se creÍa Dios? ¿Por quó este ! Para nuestro ~nsto 1 p~ra sus adoradores, nó, 1 ~ rnl tel'io de igno1·ancia 0 de olviélo? ¿ Es cálculo, ,l(lllla 1 ~.te Cnsto n~'tn ~~·oso no s~rá nunca el de distraccion,o nlgun oti'O misterio que yo no pu.edo la hum.atn<.lad que lo a~OJ.a, per? m aun ~1 ~le ~~ peuetrc.\1'? ¿Qué importa por¡ demas el moth'o humamdad.~~e lo.h_on: a 1 esp::andose a "I m1sma. de vuestra negarion? l .. a nfit'maciou de Cl'isto ~sí, la Cllttca m t1sttca, s?L' ~todos '?i:) punt?s. queda, queda ea su perpetua evidencia, en su 1 baJO todos as.pecto.s se-l Gran Doctor de la huma- son altamente pet·judiciales a la causa de In. Iglesia; nidad, del Gran Reveladot· de la humanidad ; i que no pueden redundar en honor para ninguno qué viene a set· su sinceridad '? ¡ Qué 1 ¿ 1~~. diJO de los rontendot·es. Dos hombres que se ai'I'Ojan q~1e era Dios i sabia qne no lo era'? ¡ Oh! EL sa- \ lodo, al fin de la contienda no pueden resultar bm que lo era ; sí, yo no me att·evo~ pot· respeto limpios; i si esto es deplorable t1·atándose de sim­a Jesucristo i pot· respeto tambieu úcia ,~osotros, 1 pies pat'ticulat·es, siendo eclesiásticos, i eclesiásti­uo me atrevo a detenerme en la idea insolente que 1 cos de notable posieion los adalides, el hecho toma supondl'ia en Jesus una fé real en su Divinidad ¡ proporciones tan grandes como malamente sig- 1. ,:1 imaJinaria; es dccia·, la mas ridícula de tc.das las nificatívas. locnras en el que se supone el mas sábio de todos Deseamos que el Ilustdsimo señot· Arzobispo, los hombt·es. Esta últ!ma hipótesis es tan estupi- empleando su alta dignidad i su cal'ácter benévolo, damente sacrflega, que casi es demasiado mencio- concilie esas desavene leías ajenas del sacerdocio 1 nal'la. Es preciso, pues, volver a esta ot1·a: Jesus \ i tan perJudiciales a In edificacion de la sociedad. no se creía Dios, i, sinembm·go, en sus palabt·as i No es posible que el público se fot·me una buena ' en sus acciones, afit'mó que lo era. 1.;_:s decir, que idea del Glet·o, si este se despedaza con sus propias 1 sob1·e la cosa mas grave, decisiva i sagradn que se 1 manos; romo j3mas se la ha fo1·mado favot·able de pueda concebit·, afirmó lo falso, lo absolutamente una familia, que si tiene un pat'iente difícil o cen- ' falso ; de donde resulta con las condiciones del suruble publica sus defectos en vez de ocultarlos 1 ' mas solemne i del mas impío de todos los engaña- : para evitar su pt'op-io despt·est1jió. Rn estas pala­dores. ¡ Ah ! Si fué así, velad me su se!l1blante, bras no nos dil'ijimDs a las personas sino a los ·: porque lo que yo quiero contempla!' en EL, es la 1 principios úe verdadero órden • . 1 ?sonomía de la sinccl'idad, i vuestm crítica tan El inteJ.·cs ·.con que vernos cuanto atañe al decot•o 1 msensnta como sacdlcga, no me deja vet· sino la ele la Iglesia i a la dignic acl de sus Ministros, nos ' faz repugnante del disimulo, de la hipocresía i del 1 dicta estas líneas del todo imparciales. J 1 engaño. Me muestra no sé qué cat·a maquiavélica, Es sensible que Jos homlHes no vcarnos a veces con sonrisa menttmsn i mirada equívoca, en vez todo el alcanoe que tienen nuestms acciones; pues de esa figma radiante i pura que se presenta a la no pocas ocasiones, pot· herit· a otro, nos herimos, J humanidad con la coronn de una sinceridad abso- i q.uizá mas pt•ofund&mente, a nosotros mismos. , luta i de un candor divino. 1 En este caso, las palabt·as del Divino .Maestro 1 para asegm·arme sobre el carácter del Cl'isto 1 merecen bien traet'se aquí ahot'a: - qué me dejais, para calmar e~ grito de la coneien.. · "' Todo reino dividido- perecera:' ., rd --- --- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. F.L CATOLICO. -------- --------- -'81 n~mero 71 de Los Ande$, p:cri

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El Católico - N. 75

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