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Vida uno, dos, tres...

Al llegar a la inmortalidad, se sentía necesario saber sobre el pasado de cada alma humana.

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Por: Sahally Lisbeth Rodríguez Paredes

La inmortalidad no tiene implícita la memoria: desde que la humanidad supo de esto, las religiones y el concepto de muerte cambiaron radicalmente. Se sentía necesario saber sobre el pasado de cada alma, aunque eso no implicara recordarlo completamente. Por ello y luego de un largo tiempo, el ser humano encontró la manera de evidenciar en el cuerpo el viaje de su alma, como una marca indeleble que surge al nacer. En esta realidad, las personas se enfrentan a la paradoja de ser eternas, eternamente nuevas, navegando en un ciclo interminable de descubrimiento y olvido. La pregunta ya no es si existe o no el alma y la vida eterna, ahora el principal cuestionamiento es cómo inicia.

Descripción del proyecto

Partiendo de la pregunta ¿qué pasaría si fuéramos viviéramos para siempre?, Sahally exploró la inmortalidad. Dentro de los escenarios resultantes de la ideación, surgió el conteo de vidas mediado por un prototipo diegético anclado al antebrazo, tal como en la película El precio del mañana. Dicho contador expondría el número de vidas por las que el alma de las personas ha pasado y, sin memoria frente a los hechos de sus vidas pasadas, la reencarnación tendría entonces una muestra tangible. Este proyecto y en específico su prototipo diegético, teniendo en cuenta el cilindro de escenarios, se ubica en los futuros absurdos.

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