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Colección institucional

Fondo Anselmo Pineda

Esta colección reune una serie de impresos tempranos del siglo XVIII y XIX que dan cuenta de la vida política del país. El legado del coronel Pineda es una fuente indispensable para el estudio de la vida política y social del siglo XIX colombiano. Por su importancia histórica esta colección se encuentra inscrita en el registro regional para América latina y el caribe de la UNESCO.​

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    • 6855 Libros
    • 6 Fotografías
    • 11 Publicaciones periódicas
  • Creada el:
    • 30 de Julio de 2019
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Ley fundamental de la República de Colombia

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Manifiesto de la causa formada por el señor Don José María Manescau, Alcalde del crimen de la Real Audiencia de Valencia, por comisión de la Junta Suprema de Gobierno contra el Canónigo de S. Isidro D. Baltasar Calbo [recurso electrónico]

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El cisma i la herejía / [Presbiteros Rafael Calderón, Facundo Delgado y Matias Silva]

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José Maria Obando y el asesinato del Jeneral Sucre [recurso electrónico] / [Manuel Arjona]

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Recuerdo

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Descanso [recurso electrónico] / [Anselmo Pineda]

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Almanaque para el año bisiesto de 1864 [Recurso electrónico] /ccalculado por el Dr. Benedicto Domínguez

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Pratiques pour les filles de la congrégation de l' immaculée conception [recurso electrónico]

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Imagen de apoyo de  Biblioteca de Señoritas - Año I N. 9

Biblioteca de Señoritas - Año I N. 9

Por: | Fecha: 27/02/1858

• • ANO I. Bogotá, 27 de febrero de 1858. NUM. 9. Fe de Erratas. trinnl, qu sí, i que no. u e sí, porque las observa-ciones filolójicas de ese autor son i deben ser respe­- no de los peor s vicio~ de lenguaje de que ado- tudas; i que no, porque bajr, la bttse no se puede ha-lecemo- los que, por falta de tiempo 0 de gusto, ni cer nada ; i cuando algo se trata bajo lcL base, la consultatuo~ un diccionario ni leemos casi nunca cuestion de hecho queda soterrada i en1bovedados una gram ;tica 1 de cambiar atontadament la merecidamente los que así ponen las bases encima. acepe ion de la pal· bra · e sta ha i algunas cu · la blemos, por tanto, en lo su ce -ivo sobre esa base yo u -o caj j e nera 1 entre nosotros difiere del que ha- i sobre todas las d mas que lo sean. cen de ella lo~ b.uenos habiUas, i otras a q~ por J>ro bable e que al llegar aquí diga alguna de nue ... tra cuenta 1 rle:srro ao-rec:rarnos una!:> vec ~ 1 otras nuestras lectoras: '' pue~to que tantos errores, no quitamo. letras i aun ~ílab -enteras. A muchas da- solo de entendimiento sino de lengua, cometen los mos mala pronunciacion, ya alterando 0 cambiando hombres, tambienes de creerse que uno los come­sus letras. J a variándoles el J no-ar del acento. Has- ta." En c..,o como en todo lo d mas que diga, sobra - ta se enc~1entran frases compl tas cu \·o si.rrnificado · , . J ....., rá rnzon a nuestra 1 inda suscritora ; i al11 tiene la ''erdadero no es 1 que les damos nosotros al cm- prueba en ese uno que ella habrá empleado con re· plearlas. lacion a sí misma. 'on efecto, ya que noso tros los Si se cree que es ta es cue~tion de poca monta, re- hombres decimos ?tno, una han de decir las muje-cuérdese que la anarq uta n el idioma es ~{ntoma res, suscrito ras o no. " Uno es fiel i constante, es de la anarquía en las ideas; i considérese que sien- frase esencialmente masculina; "una suele ser ol­do la eomuniJad de lengua uno de los vínculos de vicladiza e ingrata" debe por supuesto ser la frase nuestra raza en el antiguo i en el nuevo n1undo, de· femenina correspondiente. hemos odiar cuanto ti enda a aflojar ese vínculo. I Estas advertencias las hacemos por el bien p1·o mucho que lo afloja i ha la lo suelta el descuido en comunal. l e ro esto no quita que cualquiera, a su hablarla uniformei regularmente i porque esto pu e- turno, nos advierta que ninguna necesidad habría· de parar en el mon::;truoso enjendro de algunas de- mos tenido de ese las al habe r puesto la frase al de­cena- de ba~tardos dialectos, en s ustituc ion de 1 a re eh o: /tacemos estas adveTtcncias &. • con lo que hermosa lengua qne aprendimos de nuestros padres. habríamos evitado un pleonasmo mui usado pero Todo esto sin contar el p e Jio-ro inmediato de no en - de 1nui mal sabor, sobre todo cuando el nombrei l tendernos, o de entendernos a medias. reproductivo van m u i inmediatos, como en este ca· Si decin1os, po1· ejemplo, que estábamos ambulan- so ad'Vertencias i las. I si el tal no e s un simple cual­tes entre si escribirían1os o no sobrs tan enojosa i quiera, nos advertirá ademas el otro inicuo pleonas­resbaladiza materia: unos se harán cargo de lo que motan comun cotno imperdonable de ese bien i ese quere1nos e"""'presar, pero otros no; i estos últimos pro tan juntitos i tan parecidos en significacion. tendrán 1nucha razon para no comprendernos. Los Pues iqué es pro si no bien, provecJ¿o en toda tierra prin1 e ros, que Dios sabe cu~ntos son, s~pon~n gra- de españoles? I si el uno es e l otro, i ambos son uno tuitamente que ambulante 1 dudoso o Indeciso son ¿a qué fin amontonar el bien i el pro sobre un solo sinónimos; pero los otros saben mui bien que eti- adjetivo, abusando de su contlcsendencia como se mol ójica i usualmente ambular¿te e~ lo q':le s~ tnue: abusa de todo lo co1nunal? ve o anda sin tener paradero o r es1denc1a fiJa. 1 l ra tengamos razon en lo que h e mos dicho, ora aun se puede sospechar qu~ m~tafóri_came~t e se to- no la tengamos ; biell se confiese que la tenemos, sea me la ambulancia por vacllac1on o 1ncert•dumbre, que no se confiese lo que sí es indudable es que porque en materia de andaderas: o andanzas, el que es to que acabamo~ d e l1ac e r de contraponer ya a vacila o duda lo mas prudente que pu e de hacer es¿ 01·a i bien a sea es una atro c idad qu e debía estar pararse; echarse a andar, hacerse ambulante pudie- defi,nida i castig~da en el código p enal. Cuando se ra costarle caro. ha empleado una de esas palabras en la primera Van, pues, por el deshecho de la l.engu? los.que parte de una disyuntiva, debo e mplearse la misma se llaman ambulantes c~ando están Indec•sos, ... I co- en la segunda parte, aunque ot.ra sea la malhnda.da meten en ello un sendo disparate. 1\'Ias.he aqu1 que práctica de los que P.or afe~tac1on u .otro cualquter este disparate sendo será peor que grtego para Jos mortal pecado de e ... tilo, as1 descuartizan la lengua. que están persuadidos de que Muchos son los errores de dic~ion es i de f~~ses "Y erran los que creen que senrlo.~ ha significa· que es~án a .la moda entr~ nosotros 1 d e q~c pudier~­do jamas grandes, o fuertes, o descomllnales. No pue- mos citar eJem~los palpztantes; pero no ~1endo post· de decirse, por ejemplo, que un ltontbre clió a ?tro ble tratar a un tiempo de todos ell?s., los Ir c tnos cn.u­sendas bofetadas; i se dieron sendas bofetadas quiere 1nerando poco a poco para no fa_stidJar· Los n1 e nc1o­decir simplemente que cada cual dió una bofetad~ nadas .no son los mas graves nt los ID:as frc~uentes_, al otro: sendos no envuelve ninguna idea de cuah· pues.sJn conta~ los que forman la copiOS_?, ptca~te I dad o magnitud, sino de unidad djstributiva. Y e- erurl1ta colecct.on ~el malogrado ... ~onzal7,z, nt los Tran mas groserarnente, si cabe, los que usan este que con dona1re 1 pureza. cori1JlO en El l\1u­adjetivo en singular •••• , seo" uno de los mas aprec1a~les colaboradore s d~ Si ahora nos preguntase alguno si en cuanto al "~a Biblioteca/' _hai otros m1l que an?an como .s1 uso de sendos se debe proceder siempre bajo la base dJJéramos alzados 1 cerreros; de cuy?s mil errores OJa­de las anteriores advertencias de Bello Je tendría- lá nos fuera dado curar para Siempre nuestros mos noso.tros que responder contra el p;ecepto do e- escritos co1no de llaga inmunda que todo lo afea. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 70 BIBLIOTECA DE SEÑ"ORlT AS. • • Mas h e aquí que sin malicia i como para com- ~ la espuma blanca que h e rvia d e rramándose porto-pl e tar la lista anterior, se nos ha escapado en ese cu· das partes. yos t,rroTes otro que a ninguno va en zaga en lo d es - 1 Hago abstraccion de o tras innumerables bellezas c arado i e ntrometido. Los cuales er1·ores debimos que e l ate nto viaj e ro obse rva en aqu ell os alrcdcdo­deci r , porque ahí no se trata de ninguna posesion, r es, como las grandes lajas cubiertas d e impresiones si n o de una simple refe rencia. Pero hen1os visto fósil es e incrustaciones de conchas mnrinas,e l ocu e n­tantas veces: '' remito a U. tal oficio •••• en cuyo t es libros que la mano de la natural eza ha escrito oficio digo a U. &.a" i tantas otras construcciones allí con caracte res rniste rios os para que e l hombre o 1nas bien destrucciones iguales, que no pudimos medite e investigue sus secretos. Lo que ixnp orta m é nos que presentar de una vez ej e mplo de tan fu- por ahora es llega r al t é rmino d e nuestro viaje e nesto solecismo. iluminar los puntos principales d el cuadro de esta Ojalá nos s e a fácil siempre que pongamos el de· escursion, medio romántica por los incid e nte s qu e do o mas bien la uña de la crítica sobre alguna fal- en ella ocurrieron. ta, el hacerlo, como en ese primer apunte, en nues- Llegamos a Suáita bien entrada ya la noche, i tra misma frase ; así podremos hablar con desem- merced a la culta i noble hospitalidad de In fa nlilia barazo i sin temor de desafíos. Claro está que cuan- principal que allí reside, con la cual nos li gaban do así no suceda, no será por escasez de errores en sinceras r elaciones de amistad, d escansamos de las nuestros escritos, ni por l ástima que nos tengamos, fatigas de la penosa jornada, gozando de todas las pu es esta nos la tien e n otros; sino por aquello tan comodidades que habriatnos podido tene r en nues­sabido d e que se ve la paja en el ojo ajeno, i no la tra propia casa. ¡Qué h e rmoso contraste prese nta viga en el propio. aquella familia respetable, en cuyo hogar se v e reu­nida al refinamiento de la civilizacion mode rna, la Apuntes de ranchería. 11. La relacion de la espantosa catástrofe de que he hablado ántes , a sabe r e l desce nso de una amiga 1nia por un hondo precipicio, me trajo un recuerdo de la infancia que nunca se borrará de mi memo­ria, i es el de una señora anciana que miraba an­siosa la estupenda cascada de Tequentha1na, i ha­biendo pisado la húmeda yerba, resbalaron sus piés por ella, i bajó mui dulcemente un buen espacio, deteniéndola en su funesto camino una bienhadada aunque débil cerca de palos, en donde quedó mon· tada, i meciéndose en el aire a la manera del canó­nigo Claud1o Frollo, o del enano Habibrah que refiere Victor Hugo. Aún viven algunas de las personas que presenciaron este caso. Cuando tocan a r eferi r cuentos e historias, cada cual se apresura a poner su continjente, i ya le pa­rece que le quitan la palabra de )a boca. ¡ I cuánto placer no ~ausa ver la atencion que prestan lo~ oyentes, que en tales caios suelen quedarse esta­siados, como los niños cuando alguna criada deci­dora los entretiene por la noche con relaciones fantásticas i estravagantes! Ello es que cada uno de nosotros echó su cuarto a espadas, i narró, con mas o menos eloc uen cia i con mas o ménos deta­lles, alguna aventura estupenda que hacia crispar los n e rvios al escaso auditorio. Refe riase de dos sujetos que se encontraron de noche en un angosto puente, ~in barandas, i que t e mblaba con el peso de las mulas i jinetes, i ni unas ni otros podian seguir ni volver a tras, cuando llega· mos real i verdaderamente al puente de Suáita, echado sobre un magnífico rio, cuyo atronante rui­do nos impidió continuar o~yendo el desenlace de aquel medroso encuentro; i así hubimos de dejar a nuestros viajantes sobre su puente para pasar no­sotros el que teniamo~ delante. Y o no pude ménos de detenern1e en la mitnd de él a contemplar aquel raudal inmenso de agua que baja de la montaña por un plano inclinado tal vez de 25 por l 00, i que se estrella contra n1il enorn1es piedras con un fra· gor que espanta. Si el charlatan de Francisco Aronet hubiese visto este rio habria dicho que al­gun Micrómega habia despachado allí una botella de chatnpaña, porque en efe.cto no se veia sino sencillez i candor de los tiempos patriarcal es l . Pintar el delicioso chma de este pueblecillo, su aire puro, embalsamado i diáfano, sus v egas c u­bie rtas de blnnco algodon, se m ejante a la ni e ve del invierno que arropa los campos en las zonas t e m­pladas; citar los abundantes depósitos de nitro que demoran en las montañas vec1nas, i en donde los antiguos habitantes indíjenas hacian sus se pulturas, sin duda para que se conservasen intactos los cadá­veres, como en efecto se han hallado muchos; ha­blar de todo esto seria entrar en porm e nore s, sino escasos de interes, por lo ménos demasiado difusos para unos m eros apuntes de ranchería. Tres dias despues dejamos a Suáita; pasamos por e1 pueblo de Guadalupe, famoso por las terri­bles tempestades que allí se descargan con frecuen­cia, celebridad en que no tiene mas rivales que Mogotes en la misma provincia, i La Cimitara en el l\Iagdalena. Cuando uno va pisando aquella tierra clási<:a de Jos truenos, siente con ind e finible gozo i bienestar la suave influencia del fluido eléc­trico que se respira i circula por todas las venas ; pero cuando alza la vista i mira esas rocas sinies­tra~ de color negro i reluciente, a la manera de los aerólitos, jigantes que se levantan formidabl es, i parecen amenazar con sus salientes brazos a los transeuntes; cuando a los pié s de la cabalgadura se divisan esos largos i profundos subterráneos practicados por aJgun cataclismo, dentro de los cua­les se oyen las pisadas de las mu!as con fatídica resonancia, i que probableme nte fueron en un tiem­po guaridas de las fieras; entónce~, sobrecoj ido uno de un secreto te 1nor, aplica la es pue la a los hija res i se apresura a saJir de aquella r ej ion que parece encantada, creyendo ver ya encitna la lluvia de fuego que amedre nte a sus habitantes. Antes de llegar al Socorro tocan1os en cierta po­sesion de campo donde habitaba una señora amiga nuestra con una hija suya, beJla i j e ntil muchacha de veinte años, un jóven mayor que ella, i un niño de diez a doce: fan1ilia interesante por su amabi­litlad, finura i trato fraflco i campechano. Apartá­base tnucho la casa del camjno, i su situacion era la mas pintoresca que puede imajinarse: con her­mosas vistas por el occidente, rodeábanla monteci­llos i setos encantadores, por donde habia hecho su cáuce una fuente de abundantes i claras aguas . • • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SE:ÑGRiT:AS . 71 Las huertas i jar din s, llenos de 'árboles b ll ísi mos, a síd u o de costuras i otras haciendas. Ve íanse aqu.í Jas vegas donde pastaoan las pintadas vaca , el i allí piezas de telas de lino blancas ya enteras ya e 1 ima te m pludo i d licioso, todo hacia de e tn ha- cortadas i e~ tren d~ trasformarse e~ ropa interior; c iencia, de cuyo non1bre qui ero no ncordarn1e por cortes ?e !raJeS de dtferentes clases esparcidos sobre ahor!J, un pequeño paraíso, o aorno diria un poeta, los ~of~s, 1 otras cosas por e l esti lo. Nuestros pre­un Ed e n en miniatura. sent1m1entos no nos engañaron. La señora a fuer L o'"" a1nables ruego' de nue "'t ros h 1é pedcs, uni- de antigua i buena amiga , hubo de hacern~s fran­? os a cierta in.disposicion de mi con1pañ ro d? via- c~~ente una revel.acion que laJl enaba de gozo: la Je, que se l1ab1a agravado con ]a fe: t1ga del du1 an- ntna se casaba mu1 pronto •••••••• Para horrarnos terior, nos obliga r on n det n rnos allt alrrunos dias, ~ inoiscre tas preguntas, se anticipó a decirnos que co n o-ran place r i contentamiento mio i aprovec h é ~ creia establecerla mui bien, pue s el futuro era un aqu ')l re-piro para baña rme, pa ea r a pié, i buscar jóven Je buena presencia, de escelente carácter la abundante caza en Jn rnontaña vcc!n~, hac~~ndo hon!ado .i l a~ori~so, que c~ntaba con un regula; uso de una cscelcnte escopeta que ten1a el JOVen cap1tal, 1 tenia bien estab le c1dos sus n egocios. Esta dueño de ca"'a a la sazon aus,~ nte. En mis largas pintura, h cha: en pocas pinceladas maestras era esc ursi ones llev-aba por compañeros infalibl s a e seductora, i no pudimo~ mén os de felicitar co;.dial­Jorj e, que a "Í se lhuna ba e l niüo, i a ~'lochoroco, rnente a la madre i a la hija, i de desear a esta toda perro fi~l i de adtn~rahles instintos, qu e hizo e~t r c- la dicha a que era acreedora. E s ta r evelacion, que cha atnJ. .. tad conm1go desde que supo que yo era e ra un parte en toda forma, estrechó mas, si era po­aficionado a la cacería i que me propo nia salir dia- sible, nuestra intimidad, i los djas r es tantes de nues­riamente con la esc0peta. '( tra 1nansion en esta feliz morada se pasaron dulce i Quiero decir do palab ras acerca de J otje porque aleg r e m ente . .... u carácter ardiente i entusiasta, su imajinacion D espedímonos al fin, no sin pena, para se rr uir vi va i clara i nte lij e ncja; m erece n una m emor ia llo· nuestro derrotero, i en una mañana apacible ~on · norable . Era el chico afecto a leer toda clase de li- tamos en nuestas mulas, despues de haber acomo ­bros i ya habia agotado la pequeña biblioteca de su dado en Jos coji n e t es una buena provision de frutas, hermano n1ayor, compuesta e n gran parte de ob ras dulces i bizcochos con que nos obsequiaron nueshas trunca~; babia leido dos o tres tomos del Parnaso · Anfitrionas. Acompañáronnos un buen trecho nues­Español, uno del 'I' ~at ro de Feijoo, algunos del tras dos amables compañeros J orje i Mochoroco, i Abate Pluch , la Galatea, i otras norv e i as antiguas. ~uando nos dejaron fueva de los términos de la ha­Pero lo que llamaba mas ~ u atcncion e ra l a l\~Iito- cienda, reg re ... aron con sincero pesar por nu estra 1ojía, de que tenja un compendio que casi sabia de separacion. 1nemoria . . A .. propó'"'ito de mitoloj ía referiré un lan- Nada de notable ocurrió en nu estra pere arina­ce chi toso: estando toda vía mui niño, vino un di a cion. Visitam os varias poblaciones de la pro~iucia corriendo a su madre i hermana, i l es dijo con ro s- del Soco rro, vimos el proyectado camino al Magda· tro animado :-iVIamá, y·a he visto a las náyades ; las l ena, que será el vehículo de la gran prosperidad a he visto. Oh! qué hercnosas son! Al fin he descu- que está lJarnatla aquella parte de Ja R ep úbli ca ; bierto el pozo e n que se esconden. i vieras, decia llegamos hasta la jnteresante villa de San Jil, una a la hermana, son unas muchachas co mo tú, blan- de Jas mas notables poblaciones de la República, cas, de abundante pelo, gordas i e .... beltas, i nadan por su belleza, s u estremado aseo, su pintoresca si­que es un primor; v e n i las v e rás. Averiguando tuacion, i sobre todo, por la cultura de sus habitan­el caso, resultó que una familia que por allí viajaba, te~, por su escojida sociedad, que ha alcanzado un al atravesar la provocativa fu ente que r ecorria aque- grado mui alto de civi lizacion, i por haber produ ­llos campos, quiso bañarse a la hora de la calorosa cido ciudadanos de gran mérito. Pasamos a la de ­siesta, j desviando algu n tanto d e l camino, las m u- liciosa i poética provincia de Soto, hoi parte del Es­jeres de la comitiva, despojadas de sus vestidos, se tado de Santande r, i finalmente •••• Pero para qué metieron en e l agua, donde retozaban i nadaban d e t e n erme en la relacion de un viaje hasta la fro n­mui a s u sabor, persuadidas de que e n aquelJas tera, cuando no me he propuesto escribir un viaje, soledades ningun afma viviente podria verlas. A sino apuntar únicamente los mas notabl es incid e tl­esta sazon llegó el rapazuelo, que vagaba por las t es d e é l1 m á1jenes cojiendo mariposas, i se quedó sorpren· Poco mas de un m e s gastamos en nuestra espe. dido i estasiado con aquella májica aparicion, de dicion, parte de placer i parte de negocios, i ha­que solo tenia idea en sus libros de mitolojia i en bi é ndose visto obligado tni compañero a p ermanecer las poesías que habia Jeido. Por d e sgracia, o por al g un tiempo e n el Socorro, donde lo llamaba cierto fortuna, las náyades que oyeron el ruido de ]a ma- negocio, r egresé yo solo por Ja misrna ruta que ha ­leza i descubrieron una parte de los vestidos de biamos llevado. Ya se figurará e l lector, si es que Jorj e, corrieron desatentadas, unas a esconderse nos ha acompañado hasta aquí, que al volve r a nti entre l os árboles, otras a sumerjirse en lo mas pro- tier1:a , como se dice por acá, no quise ni debí pasar fundo de las ondas, o a ocultarse entre las piedra5, de largo, sin tocar en la casa d e nu estras conocidas. i la vision desapareció, con no poca consternacion Con el corazon palpitante i rebosando de gozo~ He­del inocente niño, que no pudiendo atravesar el gué a aquella parte del camino desde donde se raudal, no pudo tampoc0 averiguar el paradero de alcanza a ver e n lontananza, i como en un pano­sus ninfas. rama, la hermosa casa e n que pocos dias ántes habia Vol viendo a lo principal de nuestro cuento, que pasado 1nomentos tnn agradables. Todo fué divisar no es cuento, la c&sa de nuestras amigas parecía aquellas colinas que me eran familiares, aquellos estar de fiesta en esos dias, i ~odo en ella revelaba bosquecillos a cuya sombra babia escrito algunos una felicidaa pre~ente o próxima, que se traducia versos i apuntamientos, piqué las espuelas, i la · en los semblantes alegres i risueíios, en la con ver- mula, como si supiera a donde nos dirijiamos, apre­sacion animada, i en cierto movimiento i trabajo suró el paso. No sé si el lector habrá observado ... Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 72 BIBLIOTECA DE SE:&ORIT AS. que entre las emociones mas vivas i que mas ablan· dan el aJma, ninguna puede compararse con la que produce el ruido ya cercano de una fuente a cu­~ as ~árjenes hemos sido dichosos, o hemos gozado stqutera de un solo momento de placer puro. Esa voz que ya conocemos i que parece venir en alas de las auras a saludarnos; esa corriente que pare­ce apresura el paso para encontrarnos: hacen estre· mecer todas las fibras, i por un movirniento in vo­luntario se lanza un grito. Tal me sucedió cuando percibí a lo 1éjos los ecos de la fuente que yo lla­maba de las Náyades, desde Ja aventura de Jorje. Toqué en fin a las puertas esteriores que estaban abiertas, atravesé las cercas i parte de los jardines, llegué al patio principal, llamé en alta voz ; nadie me respondió ••.•••• volví a llamar i no tuve 1nas contes tacion que el graznido de unos ganzos que se solazaban en la ori1la de un estanque. Me des­monto, r ecorro una parte de la casa i por todo in­terlocutor encuentro a Mochoroco, que a mis voces sale presuroso ladrando amenazante, pero que al reconocerme me acaricia moviendo la cola, i con sus ahullidos parece decirme alguna cosa. Sale al fin d e l interior una mujer a quien no conozco, i a • • • quten Jnterrogo ansioso. . ...--N o hai nadie en la casa, me dice. -En dónde están las señoras~ -La señora se ha ido, i quizá para no volver. -I la señorita ~-No me responde Ja interlocu-tora, pero ántes de tres segundos caen de sus ojos gruesas lágrimas, que enjnga con su pañuelo de algodon puesto al pecho. -Acabe U. por Dios ! Qué ha sucedido 1 -Hace quince dias que murió la Señorita. -Es posible!! 1 No! •••••••• Tú me . engañas, • ffiUJ8f. -No, mi amo, es cierto. Mi 1narido que ha que­dado encargado de cuidar la hacienda, se lo dirá a su merced . Hice llamar al marido, que se hallaba en la roza, i entre tanto, agobiado por el dolor, por la sorpresa i por la incertidumbre cJavé los codos e incliné la frente sobre la baranda del corredor, como fuera de mí i sin poder cordinar mis ideas. He aquí 1a relacion que me hizo este hombre, a quien rogué me dijese todos los pormenores de esta desgrac ia. Tres semanas hará, queJa señorita co­menzó a sentir los accidentes de una enfermedad que se fue agravando hasta perder el conocimiento. Yo me hallaba entónces aquí, i tne daba lástima verla delirando con la calentura. Se le prodigaron toda clase de cuidados i remedios, miéntras se hizo venir un médico del Socorro, que yo mismo fuí a 1lamar. Todo fué inútil, porque el mal Ja consu· mió en ocho dias, i cuando e! señor su hermano llegó, ap é nas tuvo tiernpo para darle el último a­dios •••• La familia, despues de un golpe tan terri­ble, no ha quei~ido permanecer aquí, i se han ido todos para Charalá, dejando a mi cuidado esta po­sesion, que probablemente venderán. -Con que fué una fiebre •••• tal . vez el tifo ! .. -Así lo dijo el médico, señor. Durante esta relacion, que el pobre Mochoroco oia atentamente como si entendiese lo que se decia, el llanto corria en abundancia de mis ojos. No queriendo permanecer en estos lugares poco ántes alegres i animados, hoi tristes i desiertos: monté de nuevo, i con el corazon oprirnido me despedí de aquellas buenas jentes, miéntras el intelijente i sen· sible animal volvia a acostarse cabizbajo en la puerta del aposento donde babia muerto su ama. Un cuarto de hora des pues decia mi último a dios a aquella casa, desde una colina donde tuerce i se oculta el camino entre los árbol e~ , i con los ojos nublados todavía envié por Jos ftires a mi amiga un profundo suspiro. CELTA. El llanto de Juana. {IDEA TOMADA DE UNA POESÍA ALEMANA.) De carmin ámbas mejillas, Pequeños labios de rosa 1 la cabellera hertnosa Besando las pantorrillas: De perlas la d e ntadura, Ojos negros, grandes, grandes; No pisó nunca los Andes Tan donosa cr·iatura : Las pestañas aureolas, Las cejas de ébano fino, De las que quitan el tino 1 cautivan ellas solas; 1 un pecho •••• 1 qué pecho aquel! Hubieran dado un colmillo Por. v~rlo el mismo Murillo, 1, s1 d1go, Rafael. Tal era Juana, que, en pena, Sola, soJa en la sabana, Aburrida de ser Juana Se convirtió en Magdalena. Lloraba a moco tendido, Bajando por sus tnejillas Torrentes que hu hieran millas Del camino humedecido. Sus cabellos por el aire Flotand.o con noble maña, De su cJntura de araña Mostraban todo el donaire. La vió Juancho i de rondon, Aguándosele los ojos, Ante ella cayó de hinojos, Herjdo de compasion. -¿Qué tiene~, preciosa niña~ Le dice t por qué ese lloro Que el insondable tesoro De tus ojos desaliña 1 Que tus meJillas empapa, 1 que cayendo de lleno Sobre tu onduloso seno Toda su frescura tapa~ t Haz sido engañada, dime, Por algun pérfido amante~ Pues te juro que al instante Este brazo te redime. i O es que amas sin esperanza, Sin esperanza ninguna, Como yo, i tu humilde cuna A tus anhelos no alcanza~ t Qué tienes 1 Cese tu llanto ! Cese esa amargura enorme Que te aniquila conforme l\1architando va tu encanto! ' •••. t Mas lágrimas~ mas lamentos ! Ya vida tienes apénas •••• ! Grandes deben ser tus penas, Enormes tus sufrimientos r • • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SE~ORJT AS. 73 -¡Horrible es, contestó Juana, Espantoso rni dolor, Inmenso, desgarrador •••• Es una cosa inhutnana ! ¿Ere s un Dios de clemencia, Dijo Junncho, i tu justicia Absolviendo la malicia Solo ultraja la inoc e ncia~ -El oríjen ¡ mártir 1 dime, De ese mal que tanto crece, Que tus labios enmudece I tu corazon oprime! -¿ El oríjen de mi enojo~ Dijo ella. ¡ ¡ ecia de mí, Que fní i agarré un ají 1 me lo estregué en un ojo ! t E. S. Concierto del señor Malavasi. primer acto de " Lucía de Lammermoor ,, cuya letra. omienza: Regnaba nel silenzio, la ejecutó con propiedad. La voz flexible, dócil i su m amente agradable de la señorita Borda, unida al buen gusto que ha adquirido, i a su entusiasmo por el arte, con.siguieron un éxito que no esperábamos, por lo dehcado de la cotnposicion i el corto ti etnpo que hace practica bajo la direccion del señor Malavasi. o es posible hablar de esta perla de Donizetti sin detenerse un poco. Cuando Lucía refi e re aterra­da a su amiga Alisa la vision que ha tenido a orillas de úna fuente, i la dice entre notas de dulce melodia: "Reg naba n e l silenzio Alta la notte bruna, Colpia la fonte un pálido Raggio di letra luna. Ed un sornmesso gemito Tra l' aure udir si fe, Ed ecco su que1 margine L' ombra mostrarsi a me;" Despues de varios anuncios de este concierto, al fin tuvo lugar el mártes último, favorecido por una parece que se levanta en efecto esa son1bra que veia, noche n1ui bella, i por una escasa aunque lucida queJa llama con su mano cadavérica, que mueve concurrencia. los labios para hablar, que clava el puñal en un En dos partes se dividió la funcion, como de cos· pecho inocente, i enrojece con sangre las ondas cris· tumbre, compuesta cada una de cinco pieza~, de las talinas. cuales enumeraremos lijeramente las mas notables, La música de esta cavatina, como de toda la sin que nos sea posible hacer largos análisis o comen- ópera, es admirablemente acomodada a las palabras, tarios sobre cada una de ellas. i se necesita un gusto mui fino para inte rpretar esas Dió principio al concierto la overtura de la ópera notas melancólicas, suaves como el susurro de la nueva del maestro Auber titulada "Marco Spada.,' brisa. La señorita Borda, como las señoritas Bece­Ni esta partitura podría negar a su autor, ni este rras, han demostrado que poseen en alto grado ese podría repudiarla: tan impreso está en ella el ca- talento, i que con el tiempo serán escelentes canto· rácter jeneral de la escuela francesa i el mui espe- ras. I así Jo manifestaron tambien en el duetto del cial de Auber. No dejó de agradar esta hermana "Trovador," que ejecutaron las dos últimas con lejítin1a del ''Che val de Bronce," de "1' Ambassa- soltura i donaire para terminar la primera parte del drice," de la ''Muette~' i de tantas otras producciones concierto. de la misma pluma; i mui particularmente llamó Despues de algunos minutos de intermedio, se la atencion por el arreglo i buena direccion de la dió principio a la segunda con la overtura de la orquesta, en que se notaba ensayo cuidadoso i esme- ópera del ya citado Auber, '~Le Do1ninó noir," que ro de parte de Jos ejecutantes. Reciban aquí nues- desempeñó bastante bien la orquesta. Esta overtura tras feJicitaciones i nuestras gracias esos pocos aficio- agrada jeneralmente por Ia semejanza que tiene nados, v erdaderos artistas, que ajenos a los partidos con a)gnnos de nuestros aires nacionales~ o sea con (que tambien los hai en el ejercicio de las artes) i a el j é nio i carácter de nuestra música. las intriguillas mezquinas, i ~obrcponiéndose a Jas Mucho gustaron las variaciones sobre el tema, ideas vulgares i ruines pasiones, ausilian al jénio, "Oh suave melodía!" que, con acompañamiento le ayudan, le estimulan i le prestan gustosos su de piano, cantó la señorita Erisinda Becerra; i en cooperacion. e fec to es una pieza que, aunque sencilla, tiene tné-i I tocando este punto qué di remos de 1 as señoritas rito por sus belJ as melodías. que, devorando en silencio disgustos i amarguras Una de las 1\toRgEAUX que mas llamaron nuestra que solo s·aben supeditar las almas grandes, i hacien- atencion, fué la cava tina de la famosa ópera de Ver­do el sacrificio de su inocente paz en las aras del di '' I due Foscari," mui bien ejecutada por la seña­arte i del entusiasmo, arrostran todo jénero de mo· rita Borda, con aco1npañamicnto de orquesta i coros lestias para exhibirse en público i daTnos una leccion de señoritas. Es esta una concepcion profunda i de cultura i una muestra de civilizacion 1 •••• No llena de uncion i armonía, de aquellas que llegan digamos nada, porque cualquier elojio para ellas ? a Jas fibras mas delicadas d e l alma. i Quién no se sería frio en nuestros labios. ¿ siente conmover, casi llorar, al oír aquellos acentos A la overtura siguió la cavatina del primer acto S tiernos que se exhalan en ecos prolongados, en me­de ''Capuleti e Montechi," que comienza: Se Romeo ) dio de un acompañamiento sordo, semejante al vago túccise un .figlio, ejecutada con voz llena i suave rumor de Ja~ olas e n una playa l ejana? por la señorita Clementina Becerra, con acompaña- Por desgracia e n los conciertos propiamente tales, miento de piano, i que fué justamente aplaudida. se pierde como es natural la mitad del efecto i del En seguida el señor Malavasi ejecutó en )a flau- interes, por cuanto falta e] complen1ento de la mú­ta una fantasía sobre motivos del T1·ovato1·e. Siem- sica i las palabras, que es la escena, o sea el apara­pre :firn1e, siempre dulce i espresivo, el simpático to i decoraciones propias, la d eclan1acion, la accion, artista embelesó a su auditorio, con las nuevas ins- los trajes adecuados, i mil otros e le mentos que hacen piraciones del orijinal Verdi. de la ópera lo sublime del drama, el non plus ultra La señorita Adelaida Borda ocupó su puesto, i de la pompa i magnificencia de ese todo complejo venciendo las mil dificultades que ho1.ha1 q.ue sud~r la v1da; pero a oveja trasqui­mantenian ellas estrechamente enlazadas para mez- lada Dtos rnzde el vzento, como se dice, i Dios nos ciar sus lágrimas i ~brazarse, se las hubiera tomado ayudará. Así pues, n.o hai mas que hablar. Estas por dos rosas abiertas en el mismo instante i húme· son nuestras dos sobrinas. ( Continuará). das con el rocío de la mañana. No. se le ocurrió a Magdalena el pensamiento de separar a esas dos encantadoras criaturas; pero, por otra parte, su em­barazo era grande; no podia ni se atrevía a escojer. Así, despues de algunos dias empleado~ en los arre­glos que hacia necesarios la muerte de su hermana, Magdalena se volvió para Rouen llevando consigo a las que ya llamaba sus sobrinas. A Meunier le había parecido un poco larga la a~sencia de su mujer; la conversacion de su amigo Bibolet no reemplazaba para él todos esos pequeños cuidados, todas e~as dulzuras de trato a que uno se habitúa con tanta facilidad i cuyo verdadero pre­cio no se reconoce sino cuando se han perdido. Preparábasc él a regañar a Magdalena, pero cuan­do la vió llegar tra)rendo de la mano dos lindas niñitas, toda su cólera amainó. Meunier sentía en el alma no tener hijos, su corazon era escelente i sus caprichos no existían sino en su espíritu. Co­men~ ó por abrazar a las dos niñas, i dirijiéndose en segu1da a l\1ngdalena: "Al1t le dijo, cuál de las dos es mi sobrina~" -En eso está precisamente la dificultad. -Qué! no lo sabes? Espera voi a l1acerlas ha-blar. Cómo te llamas~ dijo a la una. - Anjela. -La hija de tu hermana l\1agdalena se llama-ba Anjela; debe, pues, ser esta. 1 tú? preguntó a la otra. -Anjela. - Eh 1 V aya una cosa singular, i qué edad tienes1 -Diez años. Diccionario de curiosidades. BERGANTIN. Ernbarcacion lijera que empezó a. conocerse en el siglo XIV i cuyo nombre se de­riva de la palabra fr?ncesa. b·rigand, bergante, sal­teador, porque los p1ratas 1 otros maJecl1ores bici e· ron uso de esta nave desde su principio, por ser mui velera. .CruDA~. Parece que Gain fué quién edificó la primera ciudad por los años 3, 70 ántes de J esucris­jo, a la que dió el nombre Enochia por el de su hi­to Enoch, la cual quedaba al oriente del monte Lí­bano. CocHE. Parece que su uso se introdujo ácia el si.glo ~V, i que su nomb.re se deriva de una pobla­Cion hungara, donde se d1ce que fueron inventados. En Viena. se usar~n los pri:ncros coches por el año de 1,580, 1 en Par1s no hab1a mas que tres en tiem· po de Francisco I. A España los llevó de Flándes don Juan de. ~ustria, i se jeneralizaron tanto, que fueron proh1b1dos por pracmática de 1577! , CoLoRES. El célebre 1 e\vton descubrió que la luz ~lanca qu_,e nos viene del sol o de otro cuerpo lum1noso? esta con1pue ... ~a de siete colores, que se !laman sirnJlles o prlmlttYos, a .saber: rojo, naran­J~ do, amal?J.lo, verde,. azul celeste, azul turquí i v1olado. Pitagoras hab1a de'"'cubierto )ra alao sobre el oríjen de los colores. o LANA ~IARl~A· Tomó su nombre en España de la palabra marzna, porque fue llevada de ultramar Solamente es inferior a Ja de Oachemire i a la d~ los carneros de las orjlla~ del 'J'ibet i de algunos parajes de Persia. • - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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Biblioteca de Señoritas - Año I N. 9

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