Por:
|
Fecha:
29/01/1906
RepÚblica de Colombia
LOS LUNES DEL CORREO
SUPLEMENTO LITERARIO A "EL CORREO NACIONAL"
Dlreotor·Redaotor, B. PALACIO URIBE
¡SERIE i.' ~ J30GOT t ~NE~O 29 DE 1906
Los cuatro Sargentos de La Rochela, traducción de J . D.
.Monsalve.-Flor d e pesadilla por Manuel Ugarte.- Capri·
choe de la luna, por Charles Baudclaire.-En unas boda•,
por Antonio Gómez Restrepo.-Sensaciones de autom6vli,
por Mauricio Maeterlink.-La melo.ncolia de Simón Bolivar,
por Pedro Emilio Coll.-?distica, por Alfredo Góm cz
Jaime.-Flor negra, poesia Inédita por Jullo Flórez.- Sol
de invierno, por A. Fernández Garcia.-De mar á la mon·
taña, poeafa por Diego Dublé Urrutia.-Una biografio. de
Edgara Poe, por Am@de Barine.-La fortuna y el arte, por
Joeé Nogale.-El Cisne, por Enrique lbacn.
}:OS o ... ~ SA~GENTOS DE t.A .ftOCHELA
(Boriu, Gouoin, Pommier, Ra.ouZa~) 6 una conspira.
ción en 1822, por Charles de Negrondes, tradu.
cido por J. D. Monsalve.
Loa cuatro sargentos de La Rochela son
cuatro cadetes condenados á muerte en 1822
por haber conspirado contra el Gobierno del
Rey. El espíritu de partido se hizo dueño de
la piedad que inspiran lá desgracia y la juventud,
para hacer de ella un arma contra
la autoridad legítima; se les ha compuesto
una leyenda gloriosa, una apoteosis; han
venido á ser, en los retratos de fantasía,
vfctimaa, héroes, mártires del patriotismo,
de la libertad. Estas cuatro cabezas dejóvenea
y desgraciados conspiradores fueron
recogidas al pie del cadalso para seli arroja .
das á la cara. de los soberanos que quisieron
destronar. Pero esas leyendas, inspiradas por
la pasión, no duran más que un día; lapasión
no tarda en desaparecer, y con ella la
leyenda. Esas apoteosis flamantes no pueden
demorar sino unos pocos días la obra de la
historia, de la justicia. y de la verdad. Esa
obra p~eciosa sobre los sargentos de La Rochela
está hecha. El fallo de la historia se
ha dictado, y si algunos espíritus se apegan
aún á la leyenda que cens'ura al Gobierno
aquella ejecución como un crimen, ésos no
aon más que los ignorantes, Jos crédulos engaiiados
con evidente malicia. Víctimas, sí,
Jos cuatro sargentos lo fueron ; perv solamente
de los intrigantes que los impulsaron
al delito y luégo los abandonaron en su desgracia;
m•rtires nó: no es m4rtir sino el
que ae inmola por la justicia y la verdad.
El año de 1822 . fue el de las conspiraciones
; no se hal1ará otro en el siglo. XIX que
baya alcanzado número tan grande. A pesar
de sus errores y defectos, la realeza le·
gítima era entonces el gobierno más favora .
ble á la religión, es decir, l\ 1 bien en ~1 más
lato y elevado sentido de la palabra. Sin
embargo, todos los enemigos del bien se declararon
11outra ella destle el primer tlía; Jos
antiguos revolueionarios, humillados con .La.
vuelta de los reyes, Jos irreligiosos, los disolutos,
los sediciosos, los turbulentos, estaban
encarnizados en su desesperación; se les vio
el 20 de Marzo de 1816 celebrar el regreso
de Bonaparte, con gritos que á él mismo lo
sorprendieron. ''Yo creía, decía, que se ha·
bían abierto totlns las cárceles, y me sentía
rotleado de banditlos."
En tanto que el trono restaurado dejó el
GobiMno en manos de sus antiguos adversarios
corno los LaVI\Iette, los Touché, los
Talleyrantl, los Decazes; en tanto que, gracias
á su influencia, la Uámara, renovada
por quintas partes, veía engrandecerse el
número ue los Diputados hostiles á ladinas ·
tfa fueron más raros los complots. Seguras
de una victoria próxima, las facciones se
n•signaban á la acción legal de la oposición
por meuio de los comités y de los periódicos;
apenas se vislumbra ha una que otra conspi·
ración bonapartista. Pero cuando, después
de la elección del regicida Gregoire y del
asE'sinato del Duque 1le Berry, el Rey Luis
XVIII abrió al fin los ojos y depositó su con•
fianza en los amigos fieles del trono, la oposición
desesperó de llegar pronto á sus fines,
recurrió con una especie de furor á los medios
violentos, á las conspiraciones, á las sediciones.
Al mismo tiempo, la muerte del Emperador,
que no dejaba más que un hijo enfermizo,
hizo fácil la fusión del partido bo·
napartista con las otras ramas de la oposi·
ción.
La destrucción del trono de San Luis vino
á ser el único objeto de una acción rigurosa·
mente unida; se dejó para el día siguiente
de la victoria el cuidado de elegir un nuevo
Gobierno, y este acuerdo, hasta entonces
incompleto, tlobló las fuerzas del enemigo,
que aun más sensiblemente fueron aumentadas
con el concurso y el concierto de los
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Los .Lunes del O orreo
revolucionarios españoles é italianos, quienes
lanzaban sobre la Francia emisarios de
sus sociedades secretas y en particular la de
los Oarbona1·ios, la más ardiente y la más radical
de todas.
Entonces el Gobierno se vio envuelto en·
tre una t·ed de tramas enemigas. Los grandes
Cuerpos del Estado que debían ser
sus sostenedores, comenzaron á volverse
contra él ; hubo en las Ventas de los Oarbonarios
y en las logias de los franc masones
militares, magistradrs y profesores. Entonces
fue también cuando aparecieron los complots
en todas partes. El nacimiento del
Duque de Bordeaux, que parecía asegurar
para siempre las Iises, aumentó más las impaciencias
y las audacias de partido. Belfort,
Saumur, Colmar, Brest, Thouars, Saint
Malo, Strasbourg tuvieron su complots civiles
y sus revueltas militares casi simultáneamente.
La lucha era entonces difícil de
sostener, y la victoria del Gobierno, ordinariamente
acompañada ue suplicios inuispen.
sables, inflamaba y exasperaba el iuror de
los enemigos. ll.allábase el trono sobre un
volcán cuyos levantamientos no parecían
sino erupciones parciales, presagios siniestros
de una explosión más general y terrible:
el Gobierno, hostigado por estos asaltos cuotidianos,
estaba siempre sobreaviso y se sentia
compelido por el sentimiento oel peligro
á la más inexorable represión.
El 21 de Enero de 1822, el 45° ele línea
estaba de guarnición en París, -cuando de
repente el Marqués de Foustain recibi6 orden
ue conoucir su Regimiento á La Hocllela.
Sin prueba suficiente de que se prepara·
ba una sedición, el Gobierno estaba advertido
ue que varios cadetes estaban posefdos
del espíritu de insubordinación y de que ellos
tenían relaciones alarmantes con los civiles.
Habianse notado señales misteriosas de
inteligencia, reuniones sospechosas y evasiones
cuya razón era difícil de explicar.
Alejando este H.egimiento de la. capital se
creía ponerlo en seguridad, ó en todo caso
sustraerlo de las influencias perniciosas.
Habiendo partido el 22 de Enero, y después
de pasar por Orleans, Fours y Poitiers llegaron
e112 de Febrero á su destino. Sin
embargo hubo en Orleans riñas y querellas
entre muchos soldados de este Regimiento
.y los suizos, que estaban acuartelados en el
mismo edificio. •
Un joven sargento primero llamado Bories,
que se había mezclado calurosamente
en el desorden, recibió una herida leve en la
frente y fue arrestado por el Ooronel. Este
arresto fue cambiado en La Rochela por p.risión
militar; pero el Coronel supo bien
pronto que Boriés se había ganado la guardia
y que había saliuo ourante algunas horas
después de haberse presentado pre:o.
Esta circunstancia llamó la atención, y se
supo que había habido otras muchas eva.
siones de los cadetes después de la hora reglamentaria,
que eran multiplicados los paseos
y que tenfan reuniones sospechosas.
70
El Coronel creyó de su deber ponerse de
acuerdo sobre estos hechos con el General
N agle, que era el Comandante de la plaza;
juntos informaron al 1\Iinistro, quien dio orden
de que fueran arrestados otros tres cadetes
llamados Goubin, Raoulx y Pommier.
Fueron ronuadas sus piezas de habitación y
se les encontraron en sus camas puñales,
cartuchos y papeles en que constaba su afiliación
en ~ la sociedad de los Oa'rbonarios.
Evidentemente, se tramaba un complot.
Entonces se inició la instrucción, extendiéronse
varias declaraciones, y bien pronto
fue imposible dudarlo. Se tramaba una conspiración
entre muchos suboficiales del 45,0
;
esta conspiración se relacionaba con la que
acababa de fracasar en Saumur y de la cual
era Jefe el General Berton; no era más
que un hilo de la vasta urdiembre de conjuraciones
civiles y militares que desde hacfa
varios meses se estaban descubriendo por
doquiera.
Luis Francisco Leclerc Bories nació en
1794 en Villefranch ue Aveyron. Entró en
1816 como conscripto en el 45~ Regimiento
de infantería y llegó hasta obtener el grado
de sargento 1~ Sus opiniones democráticas
eran ardientes, leía los periódicos más exaltados,
y no tenía más amigo~:~, lo mismo entre
los civiles que entre Jos de su Regimiento,
que á los más apasionados enemigos de
la cua ue Borbón. l\Iuy pronto entró en la
sociedad secreta de los Carbonarios, y tales
pruebas dio de sus sentimientos, que se le
nombró diputado á la Venta central, presidiua
por el abogado llaradere; y aun fue presentado
á más altos personajes que manejaban
las cuerdas ue aquella vasta. conjuración.
También tuvo relaciones con el General
Berton, Jefe de~ insurrección que debía es
tallar en la Vendee. Su falta. fue la ue haberse
ganado á los otros suboficiales, y por medio
de ellos á los sold~\dos. Raoulx, Goubin
y Pommier aceptaron sus propuestas; y Jos
cuatro formaron una pequeña Venta militar
con el objeto de atraer poco á poco todo el
Regimiento y preparar una insurrección, que
estallara al mismo tiempo que la de la Vendee
y otras varias. Cuando el Regimiento hu- -
bode abanuonar á Pa.ós, estaban aguardando
la señ-al de una sublevación. Bories, provisto
de una gran suma d~ dinero, invitó á comer
en Orleans á varios injciados; les dijo que
babia llegado el momento de mostrarse dig·
nos del nombre de Oarbonarios; que el Regimiento
no iría sino hasta La Rochela; que
no lejos de Tours comenzaría la empresa, por
la cual todos deseaban derramar su sangre;
y que él iría á reunirse con los conjurados de
Saumur, cuyas puertas le serían inmediatamente
abiertas.
Fue al salir de esta conferencia, con la
cabeza trastornada por el vino, cuando tuvo
lugar la reyerta con los suizos y fue arrestado
por el Coronel ; y fue entonces también
cuando pudo salir de la prisión durante algunas
horas, de que se aprovechó para dar
• sus instrucciones á Goubin y confiarle el en-
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cargo de reemplazarlo durante sn cautivi tla.d .
Una junta de personajes de consid eración
tuvo lugar en La Rochela, lugar adon prÚ:im >)
FLOR OB PESADILLA
J.....,...,... •• _ .. ,,.,.,,,,,uo-•• ·•-••• •·•Ut• ••• ••
En la alucinaciÓfí(lel crepúsculo, la terra·
za del café parecía un jardín de fuego tendí do
ante el bulevar azul que hufa en la bru.
ma salpicado por inverosímiles siluetas de
transeú)ltes.
Como brotaban á lo largo de lA. acer.\ los
primeros focos de luz blanca, yo me incliné
al oído de Gaby y lfl silbé en un vértigo:
-Esta noche te tengo que matar.
El agua azul de sus ojos ondeó más que
solía bajo el huracán de nuestras tempestades.
Dos lágrimas pequeñas cayeron sobre el
mármol. .
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Los Lunes del Oorreo
-¡Por qué me quieres matar 7 suspiró la
música lejana ele sus sílabas.
-Yo no soy quien te mata; es tu pasado.
Los ojos de mi amiga se llenaron de sangre,
como si surgiera tras ellos un crepúscu.
lo de muert(l.
-Mi pasado es anterior á nuestro encuentro,
murmuró con pesadumbre· si pudieras
ver mi alma, sabrías que s61~ te he
querido á ti .....
Los violines de la orquesta lloraban sus
angustias hondas envolviendo el café en una
atmósfera de ensueño .... .
Reviví viejas visiones .... .
-La ciudad está sembrada de tus caídas
insistí reconcentrado en mi locura· ¡ten e~
moa que morir! '
. Y aunque en los ojos de Gaby habfa un
CJelo, la arranqué del café y nos alejámos .
. . . ¡Qué habría de inquietante en la ca.
llejuela estrecha, obstruida de sombra Y ¡Fueron
las ventanas cerradas y las puertas oscuras
las que empujaron mi brazo! .... No
lo sé ..... ~o único que recuerdo es que
Gaby me mJrÓ etra vez ron los ojos encendidos
por las estrellas de su llanto .....
-¡Si pudieras ver mi alma! murmuró
de nuevo.
Pero yo Ja tapé la boca y acaricié el pequeño
puñal de hoja afilada.
-Sólo renunciando á la vida me puedes
probar tu amor, desafinó la demencia ....
Los ojos de Gaby so llenaron de luz como
si todos Jos mundos se agruparan e~ uno
solo. Sus brazos me ciñeron el cuello .....
Y en una indecible inmolación de mujer se
resignó á la sombra.
·-Mátame ..... • • • Un grito, un relámpago de acero y la
adora~a c!"yó dormida. sobre las piedr~s ....
Almchnarme para besar por última vez
sus rizos de oro, algo más frágil me rozó JeTem~
nte •.... El l'lma inmaculada de Gaby
$urg1ó en un chorro de la herida roja .....
Y de ese lirio ideal que puso en fug~ mis
aospechas, brotó..,¡a voz tranquila llena de
perdón y de ternura . . ...
-Es justo que yo muera ¡pero vive tú!
Entonces comprendí la inmensidad de
aquel amor y caí de rodillas, sacudido por
los sollozos. 1\I~s _lágrimas rodtt.ron en gotas
gruesa~ y preCJpitadas sobre la herida que
fue palideciendo como si la savia de mi do- •
lor neutr_alizara I_a _ m~~erte..... Sospeché
que en mi llanto Iban Jirones de mi vida y
que esa vida entraba en Ga.by para resu'citarla.
Una loca esperanza. me sacudió.
La calle se:ha.b!a. transformado en un jardín
; los muros gnses habían desaparecido y
la góndola de luz de la luna se alejaba en la
noche dejando un gran surco de estrellas ....
¡Qué ocurría en torno t
Gaby empezó á renacer •....
-¡ Has visto cómo era blanca mi alma t
preguntó su voz frágil de dolorosa sen ti.
mental.
Y yo, oprimido, murmurá : ¡ me perdonas
t
Los labios se unieron otra vez.
Sin embargo, un dolor amargaba la gloria
de mi amada en el alma naciente.
-Te has matado á medias, pu~sto que
me has dado la mitad de tu vida •....
Tuve que desvanecer sus escrúpulos : si
somos inseparables, ¡ no basta para los dos
con una sola!
Y en el paisaje impreciso é indefinible
que se esfumaba en perspectivas de ensueño,
nos besámos largamente sin inquirir
dónde estábamos, puesto que estábamos
juntos.
MANUEL UGABTE
La luna, que es el capricho mismo, mÍI'Ó
por la ventana mientras dot·mías en tu oama,
y se dijo:
-Esta niña me agrada.
Y bajó despacito !u escalera de nobes y
pasó sin hacer ruido al través de los vidrios.
Luégo se extendió sobre ti con la suave ter·
nm·a de una madre y depositó sus colores
en tu faz. Las niñas de tus ojos quedaron
\'ardes y tus mejillas pálidas. Contemplando
elita visitante fue como tos ojos se agran·
daron de un modo tan ext1'8ño, y te oprimió
tan tiernamente la garganta, que te quedó
para siempre la gana de llorar.
Mientras tanto, en la expansión de su
gozo, la luna llenaba todo el aposento como
una atmósfera fosfórica, como un pez luminoso;
y toda esta luz ¡,ensaba y decía:
-Sufrirás eteroamen-t~ la influencia de
rui beso. Serás bella á mi modo. Amarás lo
que yo amo y lo que me ama: el agua, las
nnbes, el silencio y la noche; ~1 mar inmenso
y verde; el agua infot·me y multiforme;
el lugar en que no estés; el amante Á qnien
uo conozcas; las flores monstruosas; los perfumes
que hacen delirar; Jos gatos que se
pasman bajo 1 pianos y gimen, como las
mujeres, con voz 1;onoa y dulce.
-Y serás amada por mis amantes, oot·tejada
por mis cortesanos. Serás la reina de
los ojos verdes, cuya garganta yo estl'eohé
en mis caricias nocturnas, de los que gusten
del mar, del m~n· inmenso, tumultuoso y vor.
de, del agua informe y multiforme, del lugar
en que no estén, de la mujer á quien
no conozcan·, de las flores siniestras, parecidas
á los incensarios de una I'eligión desconocida,
de los perfumes que turban la voluntad
y de los animales salvajes y voluptuosos
que son los emblemas de su locura.
Y por eso, maldita querida niña mimada,
estoy ahora tendido á tus pies, buscando en
toda tu persona el reflejo de la temible divinidad,
de la fatídica madrina, de la nodriza
envenenado1·a de todos,los lunáticos.
CHARLES BA.UD'ILAIBE
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EN YNAS BoDAS
Ouando la na ve rápida se aleja
Seres queridos poi' el mar llevando,
Los va el adi6s lloroso acompañando \
De amantes prendas que en la playa deja .
Así también cuando gentil pareja, " •
De la ilusi6n las velas desplegando
Al reclamo de amor parte cantando,
Algo, en la sombra del hogar, se queja.
¡Do va la barca ico en el abismo
y el mágico aparato la precede; los árbole~
que ~e tánt~s años la flanquean plácidamen.
te, parecen JUntarse, agrupar 2us verdes ca.
bezas y conjurarse ante el fenómeno que
surge para cerrarle el paso; pero como ven
que no se detiene, se retiran, se alejan se
contorsionaD, vuelven á encorvarse s~bre
mi1 y con voz sumisa. y arcana, sus miles de
hoJaS murmuran á mi oido los cánticos volu.
bies del espacio, que admira y exalta á su
viejo enemigo finalmente vencedor: la velocidad.
En los trenes el espacio l:levorado pasa
ante nuestros ojos, pero pasa lejos de nos.
otros ; no lo tocamos, no lo podemos gozar.
pero aquf, en este carrito de fuego, dócil Ji~
gero, milagrosamente infatigable, entre 'las
ala~ replegadas de este p'jaro de llama, que
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Los .Lunes del Correo
vuela desflorando la tierra para admirar sus
flores, que acaricia los campos de grano, que
aspira los arroyos, que conoce la sombra de
los árboles y entra en las aldeas, aquí el espacio
se hace verdaderamente hermoso, se
hace proporcionado á nuestros ojos, á los deseos
de nuestra alma, insaciable y meticulosa.
Ahora no se espera ya la llegada que reabre
los ojos é invita á la aleg!ía del mirar;
todo el camino es una llegada continuada,
y los goces que pregustan, al alcanzar la
meta se multiplican, porque todo toma la
adorable forma de la meta.
&!AURIOIO MAETERLINK
--~!o!~-
~¡ MELA:r-{COLÍA DE plM6N J3üLÍVAR
~ '-"' ~"'-""-~--....----.--.....---~
El treinta y uno de Diciembre, á las doce
de la noche, cuando la campana canta con
su lengua de bronce la epifanía ~1 Año
Nuevo, en la Plaza Bolívar todos se abrazan,
y Jos ojos de la estatua se iluminan con
una maravillosa ilusión; cuando la campana,
cual una gran flor sonora, deja caer sus
doce pétalos sobre la multitud, el Libertador
ve á sus pies el pueblo que soñ6: unido
al fin en un abrazo generoso y fuerte, y
_ siente entonces renacer la esperanza que
perdió en los tristes oías de San Pedro Ale·
jandrino, cuando sus manos de agonizante
reposaban en el lecho con infinita pesadumbre,
cuanuo lofli8ollozos del mar eran un eco
de su propio corazón.
. El resto del año, Simón 13olivar en su
corcel olímpico, sufre una incomparable melancolía..
El ha oído las palabras de los falsos
patriotas, de los falsos héroeos, de los
falsos apóstoles, y su espada no puuo herir·
los en el pecho ; él conoce al espía, al traidor,
al que compra la hija del pobre y bebe
en copa de oro las lágrimas que el misera·
ble vierte en su desolación, y no pudo golpear
sus frentes con los cascos de su caballo
; él ha visto marchitarse las coronas que
pusieron en el granito del pedestal y disiparse
los más bellos entusiasmos; él escu·
cha el grito que implora misericordia, y no
puede llevar el pan y el agua á los que tienen
hambre y sed de justicia. Pero el bronce
siente la santa cólera y · la suprema piedad:
¡oh tranquilos parroquianos de la Plaza
Bolívar que por una moneda de níquel compráis
el derecho de vivir sentados bajo el
parpadeo de las lámparas eléctricas, bajo
los cielos color de violeta y Jos árboles que
deshojan sus :flores de sangre I
Las noches de retreta el alma lírica de
Simón Bolívar se llena con la divina embriaguez
de la música, y recuerda las tardes
dofadas de Lima, y el rumor de los
bosques, y los crepúsculos de las p'mpas, y
la nieve de las cor Jilleras, y las verdes palmas
de la victoria, y los besos de Manuelita
Sanz, y sus juegos infantiles, y su casa pa·
terna, ahora destruida por los mercaderes.
74
Gusta que los nifios jueguen á su rededor, y
ae divierte con las bombas de papel, las
guirnaldas de fanales y los lirioa de fuego
que se abren en el terciopelo del espacio.
Un tiempo fue menos desdichado porque
dos golondrinas hicieron un nido en su tricornio
....
En el silencio profundo de la media noche,
cuando la ciudad duerme y sólo algún
perro cruza fugitivo por la plaza ó algún
mendigo reposa en un escaño del pedestal,
un sueño loco se apodera de su espíritu :
sueña que su caballo se convierte en Pegaso,
que su capa bate el éter como un ala, y que
en vuelo vertiginoso va á arra-ncarse de la
tierra y á perderse más allá de las estrellas,
dejando un reguero de chispas en el camino
de los astros.
PEDRO EMILIO COLL
Jv'iÍSTXCA
Envidio á esos monjes de oscuras edades,
aquellOB fantasmas de melancolía,
que huyendo á la vida y á sus veleidades
amaban las grutas y las sole~ades,
el- húmeño claustro, la celda sombría.
Aquellos tocados de fe prodigiosa
que hallaron deleites en rudo suplioio,
y, como se ciñe de espinas la rosa
cual de un armadura, su carne gloriosa,
ciñeron las puntas de agudo cilicio.
Aquellos espectros de faz amarilla,
de voz cavernosa, de barbas de invierno;
filósofos graves con alma sencilla
que s6lo buscaban del bien h semilla
y amaban la gloria temiendo el iufiet·no.
Aquellos que amantes oraban de hinojos
ante el Cristo, pálida flor del mutil'io ;
aquellos de fieras sangrientos despojos,
aquellos donceles de tímidos ojos
aquellas doncellas de manos de lirio 1
Felices los tristes, felices los graves,
que amaron al Cristo, que amaron al cielo;
viajeros que á puerto llevaron sus na ves;
su vida fue el paso de místicas aves
que á climas dichosos sesgaron el vuelo !
Oh! pobres de aquellos, que atrás, en la
(senda,
perdieron el rumbo, perdieron la guía.
¡ Qué iner"mes estamos en ruda contienda l
De internas bonasoas en noche tremenda
es luz que se apaga la filosofía l
¡ Oh ancianos, oh niñas de castos fervo1·es,
felioea vosotros, feliz vnestra suerte;
los dulces, los tristes, ya sois vencedores ;
y en tanto, en la cárcel de eternos dolores
el vasto rebaño le teme á la muerte t
ALJ'B.DO GOMEZ JAIME
1906
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
7fj . Los Lunes del Correo
FLOR NEGRI!
(INÉDITO)
¡No dudes más de mí! Yo sé que lloras
"Y: que la duda agranda tu tristeza:
Tiene esa duda garras destructoras
Que arrasan el jardín de tu belleza !
No dudes más de mL ... Glaucas auroras
Tus ojazos, rocían la maleza '
De ortigas y de zarzas punzadoras
Que en mí se m br6 la suerte. Mi cabeza '
Sueña con los miríficos asombros
De una dicha inmortal, siempre que toca
La tersa y tibia curva de tus h~mbros!
Yo no amo más que á ti ! .... ~lor es tu boca,'
Que habré de trasplantar á mis escombros .. _.
Porque es la única flor que me provoca !
JULIO FLOREZ
... -.. ................................................................ ...................... ~ ...................... .. ..................................... .......... ........... ................. .... .. .................. .......... ........... ............. ..... ............. . , .. ,.,_
¡Qué oro tan pálido, qué oro tan lívido,
qué oro tan exangüe, el oro de este sol de
invierno!
Oaracas amaneció vestida, como una hada,
de vaporosas lllUselinas. Desde las agujas de
las torres caía la neblina sobre Ja ciudad, en
claros, vaporosos pliegues. Y por sobre ár·
boles y casas, de cada rama, de r.ada alero,
parecía estar prendida por millones de maravillosos
alfileres. Rompiendo los claros
velos sutiles una campana que llamaba á
misa, tiritaba de frío; la llamn de un farol
de gas, parpadeante como una pupila, se
helaba; y en un tímido l'Byo do sol que se
aventuró por el..aire, mhó la palidez y la
meluncolía de un convaleciente.
¿Por qué está el sol tan pálidof ¿Pot· qué
está el sol tan triste? ¿Se habrá cansado de
alumbrar tántas miserias? ¿Acaso nó' existe
ya el amor? ¿Por qué sufre de hipocondría?
¿Por qué padece de murrias?
~am.inando á la ventura en el pálido día
de mvterno, entl'o á un bazar de cosas viejas:
muebles, joyas, armas, toda suerte de
oachivaohes en heteróclita confusión.
En estos viejos bazares de Oaracas, en estos
bazares de cosas viejaf!, está la vida de
la ciudad y casi la historia de Venezuela.
En un rincón miro un arcabuz. Es un viejo
arcabuz, mordido por la herrumbre, devorado
por el orín, lleno de cicatrices ......
¿A quién perteneció este arcabuz? me
p1·egunto. ¿Qué español lo trajo á América
en tiempos de conquista? ¿De su boca
infame y negra salió la bala que pntió el
corazón de nuestro abuelo el Cacique?
En un armario veo un libt·o, forrado en
pergamin.o amarillo, de ouya pasta no se ha
borra~o todavfa la huella de los dedos qne
lo hoJearon. Es nn libro místico y es el libro
de una monja. En la primera página
hay una~ iniciales, y luégo .una inscripción
en tU'Cinoas letras que diCe: Convento de
Cat'melitas descalza3. ¿Fue acaso un recuerdo?
¿A qué monja perteneció? ¿Cuántas
noches de insomnio, pobladas de tentaciones,
no mató aquella lectnra?
Medula mística es tu nombre, viejo libro
conventual! ¿Eran bellas, eran grandes
eran ojerosas, eran profundas las pupilas d~
la monja, hoy convertidas en polvo, que te
leyeron, ¡oh viejo libro místico?
Y más lejos, aquí y allá, espadas, retratos,
zarcillos, aldabas, cerraduras y llaves ·
llaves enormes, llaves gigantescas, llave~
monstruosas, llaves fantásticas, llaves fabulosas,
de todos los tiempos, de todas las épocas,
llaves bistól'icas, llaves crueles, llaves
místicas, llaves de iglesia, llaves de calabo.
zos, llaves de casas solariegas, pesadas, macisas,
formidables ......
El día de invierno penetraba tímidamen·
te a.l bazar y ponía su beso triste en todas
las cosas. Al beso de la 1 uz adquiere el bazar
no sé . qué vida intensa y profunda.
Todo tiene allí sn historia. Todo tiene allí
1 su dolor. Aquello tiene aspecto de hospital.
Y es un hospital, un hospital de cosas viejas.
Aquel piano de teclas ahumadas debe
estar asmático . .. Al tocarlo, al oprimir so
viejo mecanismo, debe toser con una toa cascada
y afónica. Aquel violín, enjuto y raquftico,
debe padecer de t·euma, sin dudR.
Pero por sobre todos los instrumentos,
los que más tristezas evocaron en mí fue¡·on
aquellas guitanas, aquellas viejas guitarras
españolas, manchadas de vino, estropeadas
por el uso, con la huella de mil dedos infames.
¡Cuántas cosas me hicieron pensar aqoe-'
llas pobres guitarras enfel'mas, oolooadas tn
ringlas, huérfanas de cuerdas, llenas de telarañas
y polvo!
Al verlas en tan lamentable estado pensé
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Los Lunes del Correo
en los vet·sos de Darío, en aquellos versoé
q!l~ la describen de manera tan bella y tan
hr1oa:
Urna amo:JOsa de voz femcmina
C&ja de música de duelo y placer,
Tiene el acento de una alma divina,
Talle y caderas como una mujer.
Aquel talle, aquellas caderas, estaban aja.
dos; aquella voz femenina se había apagado t
So música, sn voz, su alma, que era un canto
de cigarras dormido en los bordones, había
muerto, había volado, se había desvanecido!
No quedaba allí sino un cadáver,
un armatoste frío é inerte, un ruin esqueleto
de madera.
Y aquellas guitarras hijas del sol, herma·
nas de los claveles, de la sangre de los toros,
del vino, de los puñales y del amor, me
hicieron ver el día cada vez más pá'iido,
cada vez más triste como si la tierra fuera
un inmenso hospital y el sol una triste vela
amarillenta ..... .
A. FERNÁNDEZ GARCIA
~
N O V 1 A
El amor es golondrina
que -á aquietarse no se allana
ni en collado ni en colina ;
hoy anida en tu ventana
y mañana
en mi alero se avecina.
La amistad es yedr.a eterna
que en verano adhiere á un muro
y en el mismo muro invierna,
y que al cabo sj su tumba
halla el muro, de seguro
con el muro se derrumba.
A la amistad nada arredra . .. .
así1 pues, flor peregrina,
no te olvides. de esa yedra
cuando seas golondrina!
DIEGO DUBLÉ URRUTIA
•••••
P. .~.~ .... ~~~.~.~.~:..~~ .. ~~ .... P..~~~~~ .. f..~~.
(Traducido para Los LuNEs)
M. Emile La u vriere consagra á Edgard
Poif, su vida y su obra, un hermoso libro
tan fecundo en observaciones originales como
rico en razonamientos. La vida de este ilustre
desgraciado ha sido estudiada desde el
punto de vista patológico, el único que
permite ser justo con él ; es difícil indicar
cou mayor'J)recisión la repercusión del estado
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morboso del hombre sobre la obra del poeta.
He ahí un feliz ejemplo de lo que puede dar
la alianza de la ciencia con la crítica literaria,
por la explicación de ciertos genios oonfusos,
visiblemente manifiestos á la locura.
Edgard Poe ha sido un{) de estos desafortunados,
y no hay otro cuya memoria
haya permitido tánta intromisión de la ciencia
en el dominio de la psicología.
Antes que ella se hubiesé mezclado, los
admiradores de Poe le hacían tanto perjuicio
como sus enemigos : los unos y los otros estaban
de acuerdo en ver en él una especie
de genio del mal. Se le admiraba por su satanismo
cuando era un Baudelaire y se cubría
la cara ante él cuando era un Reverendo
americano ó la Revista de Edimburgo.
Los progresos de la patología han prestado
á Poe el inapreciable servicio de hacerlo
descender de su pedestal de perversidad.
El " perverso de cuenta" de la Revista de
Edimburgo en 1858, no es para nuestra generación
más que un enfermo, un pobre enfermo
que no tiene nada de bello pero tampoco
nada de criminal, porque ha detestado
su abyección y ha luchado á brazo partido
por separarse de ella.
Su desgracia fue la de nacer de una ma.·
dre tísica y de un padre alcohólico y tísico
también, nacido, á su vez, de una raza bebedora
en que la degeneración estaba ya
avanzada. Edgard Poe fue un niño anormal
en sus acciones, con una herencia terrible
que hubiera sido necesario combatir con la
higiene y la educación. Tenía una hermana
con tres cuartas partes de idiota y un hermano
pernicioso. Hace un siglo no se conocían
ni el daño ni sus efectos. Huérfano an.
tes de haber cumplido tres años, Poe fue
recogido por una familia absurda que hizo
precisamente todo lo que se necesitaba para
acabar la destrucci6n de su sistema nervioso
y de su buen sentido y que se indignó por
haber sembrado vientos y recogido tempes·
tades. A los diez y ocho años se enganchó
en el Ejército americano en donde su conducta
fue "irreprochable,'' según su hoja de
servicios que aún existe. "No tiene malos
hábitos, añadía su Jefe, no bebe y es digno
de toda confianza." A los veinte años se recibió
en una escuela militar. Su mala estre·
lla parecía conjurada.
.En trabajos recientes sobre el alcoholismo
se ve que no todos los alcohólicos son
ebrios. Existen diferentes maneras de embriagarse,
bien caracterizadas y descritas ya
para que sea posible confundirlas. Habiendo
tenido que ocuparme de Edgard Poe, hace
algunos años, llegué á la misma conclusión
de M. Lauvriere. Atenuamos, aunque por
distintas vías, la responsabilidad de Poe en
el exceso de dilirium tremens que terminó
con aquella gloriosa vida miserable.
Veamos c6mo vivía Poe. Se lee en una
de sus cartas escrita á los treinta años: "Yo
no encuentro ningún placer en_ estos estimulantes
de los cuales he pretendido separarme
muchas vece e. N o ha sido por amor al plaeer
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por Jo que he expuesto mi vida, mi reputación
.... y mi razón."
Con efecto, jamás había bebido por placer
ni aun al principio. ''No fue el gusto del
brevaje lo que lo atrajo-explicaba uno de
sus amigos de la U Diversidad ;-apuraba un
vaso lleno y lo vaciaba sin gustarlo."
No era tampoco Ja excitación que podía
producirle el alcohol, porque después de...bebel'
caía cQmo somnolente. En su vaso no
encontraba sino Ja supresión de una apre·
miante y dolorosa necesidad que se presentaba
de manera irregular con algunos meses
de intermedio. Poe se imaginaba entonces
estar curado y regocijábase. Hacía que en
ello tomasen parte sus amigos y daba gracias
á los dioses. Cierta vez le sobrevino una depresión
física y moral, que apenas conocía,
y su júbilo, oscurecido con su salud, le dio
un nuevo aspecto que le dejaba más enfermo
y más avanzado en el camino de la locura.
Estas extravagancias toman en medicina
el nombre de dipsomanía. " Los ebrios, dice
el Dr. Trelat, son gentes que se embriagan
cuando encuentran la ocasión de beber. Los
dipsomaníacos son enfermos que se embriagan
siempre que les sorprende el acceso."
Y el Dr. Magnan : " Todos los autores distinguen
hoy el alcoholismo de la dipsomanía
que es una forma particular de la monomanía
instintiva, cuyo primer origen reside en la
herencia."
Según los mismos sabios, el acceso hace
del dipsomaníaco una especie de enajenado.
El Dr. Trelat hace notar el caso de una mujer
á quien esta enfermedad lo había costado
su fortuna y su situación : " N o se podía oír
sin compasión el relato
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
Tipo de contenido:
Prensa