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Con la frase "Jorge Luis Borges"/.

Jorge Luis Borges no se cansó de repetir a todo el que quiso oírle que La dama de blanco y La piedra lunar, las dos grandes novelas de Wilkie Collins, pertenecen a la estirpe de los libros inolvidables.El gran poeta Eliot adoraba a ambas. Fitgerald, insigne traductor y casi inventor de Omar Jayyam, prefería La dama de blanco, pero para Swinburne La piedra lunar es una obra maestra. La relación de escritores que han alabado las novelas de Collins es infinita.¿Cuál es la razón de que autores tan dispares como los citados proclamen unánimemente la bondad de ambos libros? La respuesta habrá de hallarse en el galopante ritmo de la trama, en el equilibrio que alcanza entre la novela de detectives y el melodrama, en los desenlaces imprevisibles, en un manejo inigualable de la intriga y el suspense, y en una galería de personajes admirables y universales.
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Digitalia
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Libros
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La dama de blanco
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Poesías picarescas
Francisco de Quevedo (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, 1645) es el único poeta español que sorprende por su extraordinaria personalidad de disidente y heterodoxo. Le tocó vivir en el seno de una sociedad puritana la Corte y el pueblo, y entre miles de libros sobre vidas de santos, martirios, milagros, novenas y oraciones, de donde surge la voz discordante de Quevedo en medio de aquel desierto como el Fénix de las cenizas. El estruendo fue como una explosión. Por primera vez, la poesía sale al encuentro de la vida, merodea los bajos fondos, entre chulos y rufianes, prostitutas y alcahuetas, y hace uso del lenguaje de la jerigonza, precisamente lo que más admiró otro gran poeta, Jorge Luis Borges, tres siglos después. Los poemas de este libro son la radiografía social de una época en constante crisis, entre el poder de unos y el de otros. Es el discurso contra la hipocresía y la vanidad. El libro de Quevedo que el lector tiene entre sus manos es, a la vez, una variación de dos...
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Digitalia
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Libros
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Poesías picarescas
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Pedro Páramo
Desconcertante, lista a inquietar a la crítica, está ya en los escaparates la primera novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo, que transcurre en una serie de transposiciones oníricas, ahondando más allá de la muerte de sus personajes, que uno no sabe en qué momento son sueño, vida, fábula, verdad, pero a los que se les oye la voz al través de la perspicacia despiadada y certera de tan sin duda extraordinario escritor. Con estas palabras iniciaba Edmundo Valadés la primera reseña de Pedro Páramo, aparecida el 30 de marzo de 1955 y conservada por Rulfo entre sus papeles. Desde entonces, escritores como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Gunter Grass, Susan Sontag y Mario Vargas Llosa, o el cineasta Werner Herzog, entre muchos más de cualquier lengua, coinciden en calificar esta novela como una de las obras maestras de la literatura de todos los tiempos. La encuesta del Instituto Nobel de Suecia, de 2002, dirigida a un centenar de escritores y estudiosos de todo el mundo, ubicó a Pedro Páramo entre las cien obras que constituyen el núcleo del patrimonio universal de la literatura. El dibujo a tinta de la portada es de Ricardo Martínez. Apareció en la primera edición de Pedro Páramo, que se terminó de imprimir el 19 de marzo de 1955.
Fuente:
Odilo
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Pedro Páramo
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Los nombres de la ausencia
La elegía es el canto de la inmortalidad, del amor que perdura más allá de la muerte, más allá de los desiertos del olvido. La elegía es la voz del amor que ha vencido el tiempo y el espacio. Por eso, en el hábito y en el oficio de la poesía, nada hay mayor que esa recapitulación del amor del poeta, que es su canto perpetuo. Como la poesía es fruto del inmenso amor, todo poema en el fondo, y también en la intención menos oculta, es elegía. Por eso Jorge Luis Borges lo precisa en cuanto “biografía del ser”. Para el que ama -y el poeta es ante todo y ante todos el que am a- la elegía es el modo excelso de la evocación, es una llamada desde la entrada del alma, que hace comparecer a quien siempre ha permanecido presente, aunque en las apariencias de la ausencia. Esta poeta nos ha permitido llegar a su propio mundo, su universo incomunicable que, no obstante, ha cumplido el destino y ha vivido el misterio de la comunicación al entregarnos el poema, contenido de su alma, contenido de su amor, fruto de su árbol del bien y del mal, quiero decir, de la Sabiduría: fruto de su territorio interior, de su mar, de su isla, de su aire, de su savia, de su sangre. Dime a quién amas y te diré quién eres, cómo eres. Dime a quién amas y te conoceré plenamente y recibiré la comunicación de tu amor y te amaré yo también y amaré a tus bienamados.
Fuente:
Biblioteca Digital Feminista
Formatos de contenido:
Libros
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Los nombres de la ausencia
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