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BTS: K Pop Fan Favorites

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  • Exclusivo BibloRed
Imagen de apoyo de  The Stars of History   Charlie Chaplin

The Stars of History Charlie Chaplin

Por: Bruno. Bazile | Fecha: 2022

In creating The Little Tramp, Charlie Chaplin became a legend. Who remembers now that he was English, that he came up from nothing, that he made his fortune in the United States, that he had to flee the country under pressure from McCarthyism, or that he created the very first production house run by artists? Full of humor, the "Stars of History" collection offers a fresh new look at the legends of cinema.
Fuente: Comics Plus Formatos de contenido: Cómics
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  • Biografía
  • Historia
  • Humor
  • Cine
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The Stars of History Charlie Chaplin

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  • Exclusivo BibloRed
Imagen de apoyo de  21: The Story of Roberto Clemente

21: The Story of Roberto Clemente

Por: Wilfred. Santiago | Fecha: 2022

Now available for the first time in paperback, Wilfred Santiago's instant classic 21: The Story of Roberto Clemente is a human drama of courage, faith, and dignity, inspired by the life of the acclaimed Pittsburgh Pirates baseball star who died too young. 21 chronicles Clemente's life from his early days growing up, through the highlights of his career, capturing the grit of his rise from an impoverished Puerto Rican childhood to the majesty of his performance on the field, and to his fundamental decency off of it. Santiago's inviting style combines realistic attention to detail and expressive cartooning to great effect.
Fuente: Comics Plus Formatos de contenido: Cómics
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  • Biografía
  • Deporte

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21: The Story of Roberto Clemente

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Cervantes The Genius's Fantasy, Part I

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Daubigny's Garden

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  • Exclusivo BibloRed
Imagen de apoyo de  Abraham Lincoln

Abraham Lincoln

Por: Joe. Dunn | Fecha: 2021

Graphic novels aren't just for superheroes! Abraham Lincoln has been plucked from history books and his life and accomplishments have been depicted in an informative nonfiction graphic novel. The subject's birth, childhood, education, and presidency have been skillfully told with detailed art. Further reading lists, timelines, glossaries, and indexes make these titles useful in classroom discussion.
Fuente: Comics Plus Formatos de contenido: Cómics
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Abraham Lincoln

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Imagen de apoyo de  Leonardo Da Vinci: The Renaissance of the World

Leonardo Da Vinci: The Renaissance of the World

Por: | Fecha: 05/06/1858

• 1 • ANo 1. Bogotá, 5 de junio de 1858. NUM. 23. Revista. Despues de la terrible sensacion causada en esta ciudad por e l artículo de E1niro l{astos intitulado los pe.pitos, que ha arrancado mas de un ()'rito de enojo a ci e rtas damiselas i provocado mil bamena­zas de parte de Jos agraviados, la vida bogotana se ~a arrastrado p e rezosame nte por calles i salones, ~~n mayor interes i casi sin incidentes de ningun Jenero. Se han c e l eb rado apénas aJgunos enlaces matrimoniales, i continúan poni é ndose en juego mil resortes ocultos para qu e aurnente la pesca con­yugal, que, segun el decir de los intelijentes, esca­Eea de una manera alarmante. Háblase :ya mucho de una socied"d anticelibata­ria organizada recientemente aquí por varias seño­ras con el fin de propagar el culto de Him e neo. He aquí la d istribucion de sus empleos: Presid e n­ta 30 años, Vicep r esidenta 25, i Secretaria 16; se­gun las esperanzas abrirá sus sesiones en e l próxi­mo julio. La parte que se conoce de su progran1a es la • • s1gu ten te: Aumento progresivo e improporcionaJ de cri· nolinas. Libertad de amar. Correspondencia inviolable. Eleccion directa. DisolubiliJad de corazones, &.•, & .• Esta sociedad de carácter nuevo e n el pais, no • • • • • en cuanto n pranct p1os, s1no en cuanto a organl-zacion, abriga grandes esperanzas para el porvenir, i se promete hacer grandes conq ui~tas en las próxi­mas .fie~tas de toros. tas corrientes a los fondistas i confiteros i quedareis .... tnas qu e escandalizados al ver la can'tidad de al­cohol que se consume en B ogotá diariamente. Esto por Jo que hace al Jado masculino de la cuestion. En el femenino la cosa anda peor i sá .. ben lo bien las modistas i tenderos de raso 'sedas • • • ......... J 1 m1r1naqu es. Pero se nos dirá que 1o mismo sucede en todos los paises del mundo donde h !li poblaciones tan nume rosas i civilizadas corno esta nu est ra ciudad andina. Pero a eso contestatnos nosotros que en esas ciudades hai otros recursos industrial es i mer­cantiles; que no puede compararse la inrnovilidad de Santafé con la ebullicion de Lima o la activi· dad de L e an o Marse lla; que aquí saJo abundan las papas, i eso .ninguna ~asecha, por rara que sea, pasa df: producir $?0 , ~11 p~sos al ~ño ; que. no hai 1ndustr1as creadas ni hab1tos 1ndustr1al es de n1nguna clase, pues ya ni doctores podemos hacer a nuestros hijos porqu~ están abolidos los tí tu los; i que, como consecuenc1a natural de todo eso, empiezan a desa· rrollarse las industrias de una man e ra alarmante porque entre la n ecesidad de gaEtar i no tener qu~ gnstar , es preciso probar fortuna por t odos los ca­minos imajinables. En vista de tanta i tanta calamidad, nosotros nos atreveríamos a aconsejar a nue .... tras damas, ya que son tan dóciles como b e lins, que, léj os de ponerse al frente de la moda i del luj o, los re chazaran como un azote de la sociedad, i fueran tan sencillas i eco nómicas en el v estir, como senciJJas son en s us • • • 1 • sentun1eutos 1 econo1n1cas en sus fa vares. Las linJas no n ecesi tan de adorn os, i las feas quedan horribles con eltos. Celebróse el Corpus como de costumbre, esto es, con altares, arcos i tapices en Jos balcones de la calle del Comercio. Hubo zambra, frutas acarame· ladas i vestidos nuevos para niños i criadas. Exhi­biéronse cuadros sagrados i profanos en las puertas de_ las tiendas; hubo procesion , de santos que ha­brian puesto a prueba el estomago artístico de Benvenuto Cellini i de Canova, i todo concluyó a hora de medio dia. 'l'u vimos tambie n funcion dramática, que fu e mui aplaudida, i que se repetirá e l domingo. F e li­citatnos a la señorita Rodrígu e z por e l exito que obtuvo e n la represe ntacion; el tiernpo i sudoclli­dad al fin le están preparando los grandes triunfos a que es acreedora por su consagrat;ion. I a propósito de esto, parécenos que tendremos dos fiestas: la~ de la plaza de Bolívar i las de la pla­zuela de San Victorino. Tendremos, pues, ocasion oportuna de desplegar toda la magnificencia de nuestro lujo bogotano. Ese lujo que todos vemos, pero que nadie se esplica porqué se pierde en Jos antros ose u ros del misterio, en los secretos de la duda, en Jas rejiones mismas del in1posible. Bue­no que arrastre tercio pelo la hija del ca pi tal ista, i ro1npa charol i arrugue guantes el nene que man­dan los Estados a educar a la capital ; todo eso al fin se comprende. Pero que Jo gaste Ja huérfana sin herencia, el cornabacete dependiente con $ 25 al tnes, el lechuguino sin oficio, i tanto príncipe de los Portales, sin mas gracia que la de consumir­se él misn1o i consumir a los demas de una mane­ra perman ente e improductiva, cosa es de pen-sar en brujas, i de decir como el famoso predicador Observaciones criticas. aquel: "Amados oyentes, ya os he dicho i ahora (ARTiCULO CUARTo.) os repito que no hai brujas; el Evanjelio i los sa- Creemos haber demostrado ya, aunque indirecta-grados testas nos prohiben creer en ellas; pero las mente, que el seYíor Villergas no tiene las dotes hai, porque yo las he visto!" que algunos pensaron encontrar en él para hacer el Recorred una a una todas nuestras pesebreras exámen de Jos poetas españoles contemporáneos; i de brutos de a cuatro piés, i hallareis mas de 600 ahora agregamos, que otro de sus muchos defectos caballo~ de a $ 300 pesos unos con otros, que cau· como crítico, es la ninguna fijeza en sus opiniones san un gasto a sus dueños de $7,200 mensuales literarias. en manutencion i herraduras; pedid sus libros de "El ENcUBIERTO DE VALENCIA, dice hablando crédito a los sa~tres, zapateros i peluqueros, i vereis de las obras de García Gutiérrez, es en mi concepto como el nctivo (pasivo dijéramos ntejor) de esas ? el p1·imero d~ /o$ dramas modernos despue$ del TRo· ofieinas monta a sumas enorme!! Pedid su~ cuen- ' v ADOR.. ,, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • 18~ BIBLIOTECA DE SE~ORI1, AS. 1 e n otr a parte : "El dram a Lo s A1\IANTE S DE TERUEL no es la obra de un g r a n p oe tn ; p ero es el pri1nero de nues· tros rlra1nas ?noclernos despues de l 'l,ROVADOR ." N osotros no co n oce mos e l ENe · nrE RTO DE V AI.. EN· C IA; pero c r ee mos que con dificultad pueda igua la r a l o~ A1\IA~TES DE TERU EL, primero, por su esc oj ida ve rslficacion; segundo, p or e l pro di j i o qu e o bró H a rt ze nbu sc h h ac ie ndo d e un t e tna t a n popular i obligad o com o el de " L os amantes d e T e ruc l, , un dr am a q u e llegára a int e r esar tanto con1o ha intere· sad o este . M ucho pue d e c onoce r el idioma caste llano Gar­c ía G uti é rre z, i muchas tambi e n pu e de n ser sus c u a l idade s dramáti c as; p e ro apé nas prodrá produ· c ir r asgos como e l si g ui e nte : D. 1\ll .ARTIN. D o n P e dro S eg ura, seais bien venido. D. P EDRo. N obl e don 1\lartin Garces d e Marsilla, D. D. D. D. D. S a lud os d ese o : t omad es a silla, Qu e m e l1ab c is halJ a do d es ape rcibido. (Ci ñ ese la espad a : que es t a ba sobre la mesa.) D e vues tra d o le ncia nuevas he tenicio, MARTIN. P EDRO . l\1 ART I N . P EDRO. MAitT IN . i C ó mo e stáis~ D e l tod o r e pu esto N , o se •••• Domin g o C e lada •••• Fue rte h o mbre es a fe ! Puos si e n1pr c a la barra le gano e J par­t id o. D. PEDRo. A s í os quiero yo. Conmigo venid: Vamos a la orilla d e l Guadalaviar. D. MARTIN. D on Pedro, yo os tengo prim e ro de hablar. D. PEDRO. Hablemos sentados. Ea pues, decid. ( S ié ntanse. ) D. M ARTIN. Fué de nu es tro du e lo causa •••• D. PEDRO. P ermitid Que yo os la recuerde. Vuestro labio dijo Qu e por mi codicia llorábais un hijo. D e honor es la injuria, precisa la lid. D. MARTlN. i Me juzgais cobarde? D. PEDRO. Si cre yera tal, Don Pedro S egura, con vos no lidiara. D. MARTIN. Jamas al peligro he vuelto la cara. D. PEDRo. Si, nuestro combate puede ser igual. D. MARTIN. Será por lo n1isn1o •••• D. PEDRO. Sangriento, mortal. Ha de perecer uno de los dos. Es imposible manejar m ejor el diálogo, ni hacer­Jo mas ad ec uado a la época i a las circunstancias. Con e fec to, no se sabe qué admirar mas aquí, si el repos ado contin ente d e Jos dos adversarios, lo hidal­go d e sus palabras, o e l sabor antiguo i escojido de t oda la esce na. Escribir así e s conocer el teatro. Qu ~ dife re ncia entre este diálogo i el puesto por Zorrilla e n boca de don Pedro i don Fadrique ante la ti e nda de Mosen Beltran ! Aquel parece una p e nd e ncia entre dos verduleras. La escena 2. a de la jornada l. a del TROVADoR, citada siempre como una cosa acabada, no es en nuestro concepto superior a esta; i casi puede de­cirse que todo su secreto está en Ja famosa cuarteta aquella: Al campo, don Nuño, voi, · Donde probar os espero Que si vos sois caballero. • • • ~ Caballero tambien soi. < Tan 011ortunamente colocada en boca de Manrique. ~ P or este i otros puntos de bondad de los dramas e l1,ROVADO R i los Ar.rANTES DE TERUEL, ~e pu ed e ve nir e n la s uperi o ridad d e l segundo r e specto u e l E NcUB I ERTO DE VALENCIA; a pes ar de la opinion c ontradic toria del se ñ or Villc rg a s . P e r o t odavía se nota ma s la falta de fijeza de ide as d e este suj e to e n lo que respe c ta a las c ríti cas qu e h a ce a Martin e z de la Rosa, por lo insípido de s us v ersos i la n1 edianía de su prosa; i las que hace al duque d e Rívas i a O choa p o r su romanticismo. De donde deducimos noso tros qne aJ señor Viller· g as n o Je gustan ninguna de las dos escuelas, clási­ca i romántica; pu es to que censura Ja una en unos e scritor es, i la otra en otros. C ó rno negar que la poesía de 1\Iartínez de la Rosa e s una poes ía glac ial 1 Pero este no es un d efe cto peculiar de este cé le bre literato espafiol, sino e l carác ter, mas bien, d e la escuela literaria a qu e p erte n e ce, co sa en que no se ha fijado el señor Vill e rgas. Frios , mui fríos, son Jos versos de Martínez de la Rosa, como frios, mui fríos, son los de Lista i demas po etas ante riores al renacimiento de las letras en España; qu e en el liri s mo nunca quisi eron aban· do nar las faldas de H e li cona, hasta cie rto punto ernb ell ec id a s con los d es poj os d e l Olimpo; i en la e p ope ya i en e l dran1a aju staron sie1npre su p e nsa· mi e nt o a las reg las aristotélicas; sin que nunca, c on justicia, se pue da hacer r esponsable a u no solo d e e llos de los multiplicados de fectos del gusto lite· rario de aquel entó nc e s olvidado. Critica el señor VilJ e rgas la primera estrofa del fragmento é pico de Martínez de la Rosa, que dice: En el soberbio alcázar mahometano, D e l p é rfido Boabdil d ejado apé nas Cuando cayó del trono soberano Despeñado a las J íbicas arenas, Reposaba el caudillo castellano Dando treg ua de l mando a las faenas; 1 ya batiendo el sueño el ala grave Le rociaba con bálsamo suave • Tiene razon el señor ViJlergas cuando dice que no encuentra en e~ta octava toda la robustez que debiera tener, atendido a que es la primera de un po e ma, i de un poema a que ha consagrado l.Vfartín e z de la Rosa muchos de los años de su lar­ga i estudiosa existencia; sí, tiene razon, la trompa épica debió ser tocada con mas arranque i maestría al principio del canto primero, en el que, indudable· mente, todos Jos autores pugnan por captarse las simpatías del lector, para que los acompañe en los posteriores ; pero no Ja ti e ne en cuanto a hallar de­fectuoso el que se dé a el ala del sueño el calificati· vo de grave, esto es, pesada, porque él le cuadra perfecta mente. Por qué no citó el señor Villergas estas o seme-jantes eStrofas del mismo fragmento 'l , Temblaron los magníficos salones, De mármol, oro i nácar fabricados, Con versos i amorosas inscripciones Cual filigrana arábiga labrados; Crujieron los soberbios artesones En cien i cien columnas sustentados, Arrancándose al ímpetu violento Los mosáicos del rico pavimento. •••••••••••••••••••••••••• Mira a Colon, del vi~nto combatido, Con pocas naves, náufragas i solas, • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SEnORIT AS. 183 En no surcado nlar desconocido, Romper el seno a las hinchadas olas: El ''alladar de A lcídes destruido, Ensancharse las costas españolas; 1, cediendo a su esfuerzo s1n segundo, Crecer los mares i doblarse el mundo. Estas estrofas no están impregnadas de ncolojis­mos, pero nada tienen de censurables; i de estas i de otras mejores está Jleno el fragmento épico de Martínez de la Rosa, que tan bastardo i falto de sentido parece al señor Villergas, apoyado en la sinrazon en que sobreabunda siempre. Nosotros no lo negamos; las poesías de Martí· nez de la Rosa, como las de todos los clásicos espa­fíoles, están plagadas de prosaísmos; pero lo repe .. timos, este.no es un defecto peculiar de sem ejante autor. Para probarlo, vamos a abrir, al acaso, un tomo de versos de Lista, que tenemos a la mano. Lo hemos abierto en la pájina 122 Leemos: V en suspirado m a yo •••• Las Pléyades lluviosas •••• El ábrego invernal • ••• En la 316: Si quieres ver, Zaide amigo, Todo el cielo en una belJa, l competirse hermanadas Bondad, gracia i jentileza ; No faltarás esta tarde •••• En la285: Dulce esperanza, del prestijio amada, Pródiga siempre •••• En la 375: Como niño en sala oscura • ••• Pero basta: la escuela clásica no solo se permite estas licencias de mal gusto, sino que tiene el don de espresar, con las mismas palabras de la románti­ca, sus ideas de una manera tal, que les da a todas un jiro detestable, por lo que en la mayor parte de 8US composiciones en verso, no queda mas que el matraqueo de la rima i lo desagradable deJa forma. El señor Villergas no ha sabido decirnos esto 1 contentándose con achacar a Martínez de la Rosa lo que es propio de una época i de infinidad de es· critores. Pero si el señor Villergas no acepta el cla­sicismo por hallarlo insípido, que acepte el roman­ticismo, que lo encontrará jugoso i grato a su esqui .. sito paladar literario.. 1 ~i no Jo acepta tampoco, como parece no aceptarlo, entónces que funde la escuela a que se debe pertenecer, i no nos deje en el aire. Siendo Jo mejor de todo, que aprecie debi­damente los hechos i Jas circunstancias; que sea un poco 1nas imparcial, i no nos ponga en el caso de recordarle el dicho aquel de ''dejó Frai Jerundio los estudios de cachifa i metióse a predicador," que podriamos aplicarle con visos de oportunidad. Cerca de diez i ocho o veinte son los poetas que juzga el señor Villergas en sus artículos Poetas ~spañoles contemporáneos, i de estos solo cinco ( Ai­guals de lzco i Hartzenbusch,sus amigos, Lafuente, García Gutiérrez i Breton) salen bien librados; en cuanto a los demas, no solo es un crítico severo, sino que es un hombre indelicado. No faltaba mas, sino . . . ......... 41ue gastase un escritor veinte o tretnta anos en formarse, viajando i estudiando para alcanzar una buena reputacion, i que al cabo de la jornada vinie­se otro como el seí'ior Villergas con mas vanidad propia, gu sentimunto de justicia, i diera al traste eon eaa reputacion, solo con una plun¿ada i tot& una osad·ía tan grane/e co1no su ignorancia. Sí, no falta­ba mas: el talento i el mérito bajarían Ja frente ante la avilantez; i la república de las letras cual otra Roma prústituida, se veria tan solo ensefio;·eada por !os Calígu las i e rones, altivos con los víctores de los necios, i satisfechos con su obra. El mercader de Bassora, o el anillo májico. Hace muchos años que vivia en la ciudad de Bassora un menestral h onrado e industrioso llama­do Bonbec. 'l., enia un hiJO de nombre Conloffe, a quien habia educado con la mayor ternura hasta donde lo permitieron sus facultades. A 1n edida que crecia el jóven, sus progresos remuneraban los es­fuerzos de su padre, i su amable carácter mitigaba la ansiedad de este, quien habia juntado una suma suficiente para sostener su familia con decencia, i para ponerle en capacidad de dejar a su hijo los me­dios de adquirir riqueza i consideraciones. Conloffe, que se entregaba al retiro i a la r eflec­cion, n1editaba en sus momentos de soledad sobre las acciones de los hombres, al v e rlas manifestarse en el curso de sus ocupaciones diarias. Él veia que los mercaderes se defraudaban Jos unos a los otros. cuan­do podian hacerlo sin ser dese u biertos; que e.l Cadí no era inaccesible a la corrupcion, i que el Califa mtsmo, vice-jerente del Profeta, estaba rodeado de cortesanos falsos e interesados, c uyos informes cega­ban al monarca i le tapaban los oidos, i cuyas ma­quinaciones encenagaban Jas fuentes de la justicia. "Oh ! santo Mahoma!,, solía esclamar, ':si tu sie r­vo no tuvi e ra sino un átomo de tu poder i un rayo de tu intelijencia, cómo pondria al descubierto a estos creyentes hipócritas!, En esta época Jlegó una caravana a Bassora. Los que la componian habian estado dos años au­sentes de Ja ciudad, i durnnte este tiempo habian dado una estensa vuelta en su viaje a )a Meca i a su regreso de ella, i encontrado muchas otras com­pañías que viajaban por el desierto. Traían consi­go las perlas, Jos perfumes, i fas sedas de Arabia; los delicados tisús de Cachemira, i los tesoros bri­llantes de Ormus. Venian con eJ los muchos filó so .. fos que viajaban para observar el jénero humano, i enriquecer su pais con las observaciones que r eco­jian en las rejiones que visitaban. Conloffe se ocupó varios dias en comerciar con estos mercaderes, i en el curso de sus negocios, atra­jo frecuentemente su atencion u na cotnpañia de der­vises que habian llegado con la caravana, i conver­saban en el mercado sobre el estado de la ciudad, i otras rosas que habian visto. A Conloffe l e pa­reció que uno de ellos se fijaba particularmente en él: era un anciano Yenerable cuyos cabellos blan­cos manifestaban lo avanzado de su edad; pero cu­yas facciones no habian perdido su lozanía. 'Tenia los ojos pardos, i centetlantes de intelijencia, i apo· yándose en su báculo, miraba el tumulto bulli cioso al rededor suyo, con el aire de aquel que ha visto la humanidad en todos sus diferentes aspectos i ac• titudes. Sorprendieron un dia Jos dervises a Conloffe ade­lantándose ácia él, i el anciano, midiéndolo de piés a cabeza con una mirada fija, le mandó que le si­guiese. Conlotfe se inclinó i obedeció en silencio al dervis, que caminaba con paso firme i apresura­do por las calles i suburbios de la ciudad, i al fin • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 184 BIBLIOTECA DE SE:&ORI'r AS . llegaron n una planicie a c uya estremidad bajaron a un va} le profundo _i_ll eno de verdura. Crecia nquí una solitaria palma Jiga ntesca, a cuyo pié murmu· raba un arroyuelo clarísimo. El dervis se sen tó allí, i dirijiéndose a su ansioso co mpañe ro, l e dijo: e: Un siglo hace que na cí yo en e te sitio, que está ahora corr1o estaba entónces, miéntras que las revolucio­nes han conmovido Jos imperios i arrasado las ciu­dades mas podero ~ as. De este valle yo no sal <.Iré yé.t mas, porque AzrneJ ha recibido su comision, i ya oigo el ruido de s u s alas. De to dos los descubri­mientos de una vida e mpl e ada e n c xarninar la na­tural za de los hombres, l os j é nios i los ánj e le s, i en investigar los miste rios de la creacion, esta sor­tija qu e ll e vo en el d e do, es el de mas valor i el mas peligroso. EJJa ti e n e Ja virtud de hacerlo a uno in· visible, voltPando e l diamante ácia la palma de la mano. La Provid e ncia, que os ha puesto e n mi sen­dero, os ha de s linado desde el principio d e l tie mpo a hereda r este Jegado n1 á jico, por cuyo medio pode is hacer mucho bien, o atraer la desgracia sobre vos i los de mas, segun que la prudencia os guíe, o que Jn t e tne ridad i la pasion os prec ipiten. Hallareis, oh hijo mi o! que t encis de eos que hasta aquí han es­ta do sepu l tados e n vuestro corazon: de la 1nisma ma­nera que estnba esta joya e n e l inflamado centro de la ti err a, ante de que yo bajase a la tr e menda ca­verna de la cual la saqué. Mi hora ha ll egado ya. Sed cauto i discreto, i r ec ibid est e legado; e nte rrad­m e a la sombra d e este paJm e ro dond e mi rnadre si ntió por mi ca u sa Jos dolores ele muj e r. Ahí, en su última 1nornda, ya sea que mi alma esté. desti· nada a reanimar otra masa, ya sea qu e pase al mun· do de l os cs píri tus i a la cotn u nion d e l Pro fe ta, ahí yacerá t odo lo qu e c ntónc e s qn e de de la sabiduría i Ja fama d e J d e rvis Atalmulc." El anciano s e recostó contra el palm e ro, cerró los párpados i no volvió a emitir sonido alg uno. Con­Joffe le puso la mano sobre e l corazon, p e ro esteba­bia d ejado de Jatir. Con respeto profundo cavó la ti e rra ul rededor del palmero, envolvió al dervis en su largo manto, le colocó en la tumba que él babia escojido, i, tapando el hoyo, marcó bien Ja situacion del valle i dirijió sus pasos ácia Ja ciudad. Lanzaba el sol sus últimos rayos dorados sobre la llanura, cuando Jos ojos de AtaJmulc se cerraron al sueño eterno ; i, al atravesar Conlotfe aquella, las son1 bras inciertas se espesaban en torno suyo. No obstante, él alcanzó a ver a la distancia dos hom· bres que se movian con pasos cautelosos, i que iban al parecer ~argados; determinando probar Ja virtud de su sort:ja, volvió el diamante para adentro i se ad e lantó ácia ellos. Su conducta le probó que uo Je habían visto, i continuó observando sus movimien­tos. N o tó luego que eran esc)a,ros, i que ll e vaban una caja con estremo cuidado. Cuando IJegaron al ceatro d e la llanura, miraron al rededor con gran­de ansiedad, i, no percibiendo cerca objeto aJguno, comenzaron a remover la arena hasta que hallaron una puerta de hierro, alzando la cual i encendien­do una luz, entraron por aquella ocultando esta. A Conloffe, que los siguió, no vió sino una pequefta escavacion cuadrada, en la que los dos esc)av()s de­positnron la caja, e inmediatamente abandonaron el Ju g nr, no sin haber vuelto a tapar la cueva. Con­l o ffe se apoderó de los materiales con que Jos escla· vos habiau encendido el cirio, i los observó hasta que se le perdieron en la oscuridad. Preparándose ] u ego para vol ver a exnrninar el lugar: •' La inocen· • cia," dijo, "no gust~ d ~ todo este mi s t e rio ; hai algo malo en este negoc1o, t Alá quiere que yo lo descu· bra." Haciendo estas refleccion es, volvió a entrar al subterráneo, r ompió Ja caja con m cho trabajo, i su vis ta se cleslutnbró con el espl endor de las jo­yns n1as g ranel es i mas brillantes que jamas había visto. Sus ojos chi peaban de alegria al ver este te .. soro delante de él. "Era," se decía, ''la dote desti­nada para la hija del :r ran Califa, o la de s u reina Zodiede.'' Pero él refrenó aJgun tanto su gozo, por­que Ja conciencia l e decía que no t enia nin gu n de­r echo a Jo que veía. Eran bien s de otro Jos que é l anhe laba apropiarse; i "sinembargo,'' esclamó, '' i porqu é tanta ansie dad si ha sido ganado honra­damente ? No; es probable que este sea e l precio d e l crímen; tal vez ha sido robado a algun corner­ciante desgraciado, o arrancado por los marchitos d e dos de la avaricia, o Ja garra de hi e rro de la tira­nía, a la miseria muribunda de hambre, o a la es­clavitud sin es pe ranza., Tornó lu ego a mirar el t eso ro, i, alzando la caja pre ciosa, saf i ó deJa cueva, cerró la entrada, i se e ncaminó a la ciudad. Cuan­do ya tocaba e l confin de la IJanura, la conciencia Je dijo otra v ez, que, c u alesquie r a que fuesen los m e­dios por l os cua les l as joyas habian sido adquiridas, é l no t en ia mas derech o a e llas qu e otro hombre cualquiera, i que se hac ia culpable de un críme n, tan grande, a lo m é nos, como e l de sus poseedores. En consec uencia, su primer impulso fuP, el de re­gresar; p e ro r e fi e ccionando que los ladrones esta­ban en atisba, i qu e, aunque él mismo e ra invisibl e, no p odia abrir la cueva sin ser observado; "Guar­daré," dijo, " este t eso ro como un depósito sagrado, hasta que se descubra a su du e ño l ejítimo. '' Aca­llando de esta man e ra la voz profunda que le ha­blaba interiormente, volvió a su casa sin ser nota­do, i aseg uró s u presa en un oculto apose nto, sa­liendo lu ego a vagar por Jas calles de la ciudad en busca de nuevas aventuras. Al pasar por las calles, atrajo su atencion una gran multitud apiñada en la puerta de la casa del Cadí. Escitóse su curiosidad al mirar tnl muche­dumbre en hora tan desusadtt; penetró por entre el populacho hasta el sa Ion donde se administraba la justicia, i alcanzó a ver a un hombre que se retor­cia las tnanos i arrancaba el cabello, con tal espre­sion de dolor que reusaba todo consuelo. " Hija mia ! hija rnia P' esclamaba, " el villano ha arrui­nado a mi hija i la dejará perecer., ~'Se ha busca­do empleando todos Jos medios posibles, señor," di­jo el Cadí, "maifana se renovarán nuestrns pesqui­sas, i entre tanto se doblará la guardia de las puer­tas de Ja ciudad.'' Despues de muchas imprecacio­nes vehementes i arranques de dolor, despidióse el mercader, dispersándose Ja turba. Conloffe siguió al estranjero hasta que estu­vieron libres de toda observacion, i dándosele a conocer, Je dijo: que él babia oido sus que­jas i que podria ser le de alguna utilidad. "Mi non1bre~, dijo el mercader, "es Mirgehan, soi de Darnasco, i siguiendo el curso de mis negocios comerciales, me preparaba a emprender un viaje a esta ciudad. Un pícaro viejo, a quien babia creído mi ami g o, se aprovechó del bullicio de mis asuntos, i me robó mi hija, orgullo i esperanza de mi vejez, juntatnente con todos mis tesoros, que ba­bia convertido yo en joyas para que fuese mas fá­cil trasportarlos. Juntóse luego con la caravana que ha llegado últimamente a:e!ta ciudad, tomó mi nom- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS. 185 bre, i l1a representado n1i persona en un todo. Yo d~lluciente peinado; i la deslumbradora neglijen­Je seguí tan pronto como supe su negra traicion, i c1a con que se desplegaban ~us perfecciones en toda llegué a Bassora despues de murhos peligros en el su plenitud voluptuosa, vino a completar e l hechi­tránsito, i de haber sido atacado por unos ladrones zo que arroba ha al 1nu s ulman. "Esta, ,, dijo Cotras se l.e habian reventa~o; i que, en suma, fué b1en calculada para esclavizar al caballero, st Ja así que v1no a hacerse em1nente en el arte. musica ... hub1era podi.do triunfar ~e su. valor moral. . ~in el!l?ar~o, la figura i la ejecucion de Paga­~ n Ja opera de Prectosa, la rn~s hJera 1 la ~nas gra- ntni cast JUStJ~caban la credulidad que dió oríjcn c1osa tal vez de las produrc1on e s de Weber, no a e~tos rnaravlllosos cuentos. Su rostro atezado, · puede h~ber, ~~da mas agradabl.~ que. el soni~o el desgreño de su negra cabeJlera, sus largos de­marcado 1 enerJlCO de la danza Jltana, 1 el esttlo dos, sus estraños modales, todo en él tenía algo sor­español de In música, espresando el sonido del za- prendente i grotesco; i luego, cuando tocaba, pare­pateo de Jos piés. cía que estaba lidiando con algun animal feroz, es- U na de sus obras mas cientificas fué el Eu1·yan- forzándose, despedazando, i por último venciendo. to, su última ópera; pero los alemanes mismos son Los pr~fe~o~es de música qu~ le escu~haban, si mas especialmente entusiastas respecto de Ja mú- no era~ Vlollnist~s, daban gracu~s ?1 C1elo. de no si ca que puso W éber a las canciones de Korner, haber 1~te~1tado Jam~s el aprend1zaJe de t_al_Jnstru­su distinguido poeta. mento; 1, s1 1o eran, t~raban al su~ lo Jos vtol1nes en W éber fué hombre de carácter amable modesto completa desesper8cJon. 1 hab1éndosele roto, en reservado en sus modales i de costumbre~ domésti~ cierta oeasion, una de las cuerdas del -violin, hubo cas. ' entre Jos demas ejecutantes un ímpetu furioso para En cuanto a Rossini, habria sido difícil formar apoderarse _de ~lla, i !ll fin .la dividie_ro~ entre sí co­un juicio concienzudo de él, cuando sus obras es- mo u~a rel•qtna de lmposJ.ble aprectacto~. taban deleitando a la Europa; cuaNdo por sus pro· Es ~~~udabl.e q~e, en tlen1pos menos 1_lustrados, ducciones brillantes i deslumbradoras, no solamen- P~g.anJnl habrut s!d?. colocado entre Jos
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Biblioteca de Señoritas - Año I N. 23

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Jackie Robinson

Por: Joe. Dunn | Fecha: 2021

Graphic novels aren't just for superheroes! Jackie Robinson has been plucked from history books and his life and accomplishments have been depicted in informative nonfiction graphic novels. The subject's birth, childhood, education, and baseball career have been skillfully told with detailed art. Further reading lists, timelines, glossaries, and indexes make these titles useful in classroom discussion.
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Defying Hitler: Jesse Owens' Olympic Triumph

Por: Nel. Yomtov | Fecha: 2020

At the 1936 Summer Olympics in Berlin, Germany, the last thing Adolf Hitler expected was to see a black man compete and win. But Jesse Owens didn't just win. He was dominant in the track and field events, winning four gold medals and helping to set a world record. Now readers can witness one of the most iconic moments in sports history as Owens proves that people of all races can compete and win at the Olympic games.
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Imagen de apoyo de  Biblioteca de Señoritas - Año I N. 23

Biblioteca de Señoritas - Año I N. 23

Por: | Fecha: 05/06/1858

• 1 • ANo 1. Bogotá, 5 de junio de 1858. NUM. 23. Revista. Despues de la terrible sensacion causada en esta ciudad por e l artículo de E1niro l{astos intitulado los pe.pitos, que ha arrancado mas de un ()'rito de enojo a ci e rtas damiselas i provocado mil bamena­zas de parte de Jos agraviados, la vida bogotana se ~a arrastrado p e rezosame nte por calles i salones, ~~n mayor interes i casi sin incidentes de ningun Jenero. Se han c e l eb rado apénas aJgunos enlaces matrimoniales, i continúan poni é ndose en juego mil resortes ocultos para qu e aurnente la pesca con­yugal, que, segun el decir de los intelijentes, esca­Eea de una manera alarmante. Háblase :ya mucho de una socied"d anticelibata­ria organizada recientemente aquí por varias seño­ras con el fin de propagar el culto de Him e neo. He aquí la d istribucion de sus empleos: Presid e n­ta 30 años, Vicep r esidenta 25, i Secretaria 16; se­gun las esperanzas abrirá sus sesiones en e l próxi­mo julio. La parte que se conoce de su progran1a es la • • s1gu ten te: Aumento progresivo e improporcionaJ de cri· nolinas. Libertad de amar. Correspondencia inviolable. Eleccion directa. DisolubiliJad de corazones, &.•, & .• Esta sociedad de carácter nuevo e n el pais, no • • • • • en cuanto n pranct p1os, s1no en cuanto a organl-zacion, abriga grandes esperanzas para el porvenir, i se promete hacer grandes conq ui~tas en las próxi­mas .fie~tas de toros. tas corrientes a los fondistas i confiteros i quedareis .... tnas qu e escandalizados al ver la can'tidad de al­cohol que se consume en B ogotá diariamente. Esto por Jo que hace al Jado masculino de la cuestion. En el femenino la cosa anda peor i sá .. ben lo bien las modistas i tenderos de raso 'sedas • • • ......... J 1 m1r1naqu es. Pero se nos dirá que 1o mismo sucede en todos los paises del mundo donde h !li poblaciones tan nume rosas i civilizadas corno esta nu est ra ciudad andina. Pero a eso contestatnos nosotros que en esas ciudades hai otros recursos industrial es i mer­cantiles; que no puede compararse la inrnovilidad de Santafé con la ebullicion de Lima o la activi· dad de L e an o Marse lla; que aquí saJo abundan las papas, i eso .ninguna ~asecha, por rara que sea, pasa df: producir $?0 , ~11 p~sos al ~ño ; que. no hai 1ndustr1as creadas ni hab1tos 1ndustr1al es de n1nguna clase, pues ya ni doctores podemos hacer a nuestros hijos porqu~ están abolidos los tí tu los; i que, como consecuenc1a natural de todo eso, empiezan a desa· rrollarse las industrias de una man e ra alarmante porque entre la n ecesidad de gaEtar i no tener qu~ gnstar , es preciso probar fortuna por t odos los ca­minos imajinables. En vista de tanta i tanta calamidad, nosotros nos atreveríamos a aconsejar a nue .... tras damas, ya que son tan dóciles como b e lins, que, léj os de ponerse al frente de la moda i del luj o, los re chazaran como un azote de la sociedad, i fueran tan sencillas i eco nómicas en el v estir, como senciJJas son en s us • • • 1 • sentun1eutos 1 econo1n1cas en sus fa vares. Las linJas no n ecesi tan de adorn os, i las feas quedan horribles con eltos. Celebróse el Corpus como de costumbre, esto es, con altares, arcos i tapices en Jos balcones de la calle del Comercio. Hubo zambra, frutas acarame· ladas i vestidos nuevos para niños i criadas. Exhi­biéronse cuadros sagrados i profanos en las puertas de_ las tiendas; hubo procesion , de santos que ha­brian puesto a prueba el estomago artístico de Benvenuto Cellini i de Canova, i todo concluyó a hora de medio dia. 'l'u vimos tambie n funcion dramática, que fu e mui aplaudida, i que se repetirá e l domingo. F e li­citatnos a la señorita Rodrígu e z por e l exito que obtuvo e n la represe ntacion; el tiernpo i sudoclli­dad al fin le están preparando los grandes triunfos a que es acreedora por su consagrat;ion. I a propósito de esto, parécenos que tendremos dos fiestas: la~ de la plaza de Bolívar i las de la pla­zuela de San Victorino. Tendremos, pues, ocasion oportuna de desplegar toda la magnificencia de nuestro lujo bogotano. Ese lujo que todos vemos, pero que nadie se esplica porqué se pierde en Jos antros ose u ros del misterio, en los secretos de la duda, en Jas rejiones mismas del in1posible. Bue­no que arrastre tercio pelo la hija del ca pi tal ista, i ro1npa charol i arrugue guantes el nene que man­dan los Estados a educar a la capital ; todo eso al fin se comprende. Pero que Jo gaste Ja huérfana sin herencia, el cornabacete dependiente con $ 25 al tnes, el lechuguino sin oficio, i tanto príncipe de los Portales, sin mas gracia que la de consumir­se él misn1o i consumir a los demas de una mane­ra perman ente e improductiva, cosa es de pen-sar en brujas, i de decir como el famoso predicador Observaciones criticas. aquel: "Amados oyentes, ya os he dicho i ahora (ARTiCULO CUARTo.) os repito que no hai brujas; el Evanjelio i los sa- Creemos haber demostrado ya, aunque indirecta-grados testas nos prohiben creer en ellas; pero las mente, que el seYíor Villergas no tiene las dotes hai, porque yo las he visto!" que algunos pensaron encontrar en él para hacer el Recorred una a una todas nuestras pesebreras exámen de Jos poetas españoles contemporáneos; i de brutos de a cuatro piés, i hallareis mas de 600 ahora agregamos, que otro de sus muchos defectos caballo~ de a $ 300 pesos unos con otros, que cau· como crítico, es la ninguna fijeza en sus opiniones san un gasto a sus dueños de $7,200 mensuales literarias. en manutencion i herraduras; pedid sus libros de "El ENcUBIERTO DE VALENCIA, dice hablando crédito a los sa~tres, zapateros i peluqueros, i vereis de las obras de García Gutiérrez, es en mi concepto como el nctivo (pasivo dijéramos ntejor) de esas ? el p1·imero d~ /o$ dramas modernos despue$ del TRo· ofieinas monta a sumas enorme!! Pedid su~ cuen- ' v ADOR.. ,, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • 18~ BIBLIOTECA DE SE~ORI1, AS. 1 e n otr a parte : "El dram a Lo s A1\IANTE S DE TERUEL no es la obra de un g r a n p oe tn ; p ero es el pri1nero de nues· tros rlra1nas ?noclernos despues de l 'l,ROVADOR ." N osotros no co n oce mos e l ENe · nrE RTO DE V AI.. EN· C IA; pero c r ee mos que con dificultad pueda igua la r a l o~ A1\IA~TES DE TERU EL, primero, por su esc oj ida ve rslficacion; segundo, p or e l pro di j i o qu e o bró H a rt ze nbu sc h h ac ie ndo d e un t e tna t a n popular i obligad o com o el de " L os amantes d e T e ruc l, , un dr am a q u e llegára a int e r esar tanto con1o ha intere· sad o este . M ucho pue d e c onoce r el idioma caste llano Gar­c ía G uti é rre z, i muchas tambi e n pu e de n ser sus c u a l idade s dramáti c as; p e ro apé nas prodrá produ· c ir r asgos como e l si g ui e nte : D. 1\ll .ARTIN. D o n P e dro S eg ura, seais bien venido. D. P EDRo. N obl e don 1\lartin Garces d e Marsilla, D. D. D. D. D. S a lud os d ese o : t omad es a silla, Qu e m e l1ab c is halJ a do d es ape rcibido. (Ci ñ ese la espad a : que es t a ba sobre la mesa.) D e vues tra d o le ncia nuevas he tenicio, MARTIN. P EDRO . l\1 ART I N . P EDRO. MAitT IN . i C ó mo e stáis~ D e l tod o r e pu esto N , o se •••• Domin g o C e lada •••• Fue rte h o mbre es a fe ! Puos si e n1pr c a la barra le gano e J par­t id o. D. PEDRo. A s í os quiero yo. Conmigo venid: Vamos a la orilla d e l Guadalaviar. D. MARTIN. D on Pedro, yo os tengo prim e ro de hablar. D. PEDRO. Hablemos sentados. Ea pues, decid. ( S ié ntanse. ) D. M ARTIN. Fué de nu es tro du e lo causa •••• D. PEDRO. P ermitid Que yo os la recuerde. Vuestro labio dijo Qu e por mi codicia llorábais un hijo. D e honor es la injuria, precisa la lid. D. MARTlN. i Me juzgais cobarde? D. PEDRO. Si cre yera tal, Don Pedro S egura, con vos no lidiara. D. MARTIN. Jamas al peligro he vuelto la cara. D. PEDRo. Si, nuestro combate puede ser igual. D. MARTIN. Será por lo n1isn1o •••• D. PEDRO. Sangriento, mortal. Ha de perecer uno de los dos. Es imposible manejar m ejor el diálogo, ni hacer­Jo mas ad ec uado a la época i a las circunstancias. Con e fec to, no se sabe qué admirar mas aquí, si el repos ado contin ente d e Jos dos adversarios, lo hidal­go d e sus palabras, o e l sabor antiguo i escojido de t oda la esce na. Escribir así e s conocer el teatro. Qu ~ dife re ncia entre este diálogo i el puesto por Zorrilla e n boca de don Pedro i don Fadrique ante la ti e nda de Mosen Beltran ! Aquel parece una p e nd e ncia entre dos verduleras. La escena 2. a de la jornada l. a del TROVADoR, citada siempre como una cosa acabada, no es en nuestro concepto superior a esta; i casi puede de­cirse que todo su secreto está en Ja famosa cuarteta aquella: Al campo, don Nuño, voi, · Donde probar os espero Que si vos sois caballero. • • • ~ Caballero tambien soi. < Tan 011ortunamente colocada en boca de Manrique. ~ P or este i otros puntos de bondad de los dramas e l1,ROVADO R i los Ar.rANTES DE TERUEL, ~e pu ed e ve nir e n la s uperi o ridad d e l segundo r e specto u e l E NcUB I ERTO DE VALENCIA; a pes ar de la opinion c ontradic toria del se ñ or Villc rg a s . P e r o t odavía se nota ma s la falta de fijeza de ide as d e este suj e to e n lo que respe c ta a las c ríti cas qu e h a ce a Martin e z de la Rosa, por lo insípido de s us v ersos i la n1 edianía de su prosa; i las que hace al duque d e Rívas i a O choa p o r su romanticismo. De donde deducimos noso tros qne aJ señor Viller· g as n o Je gustan ninguna de las dos escuelas, clási­ca i romántica; pu es to que censura Ja una en unos e scritor es, i la otra en otros. C ó rno negar que la poesía de 1\Iartínez de la Rosa e s una poes ía glac ial 1 Pero este no es un d efe cto peculiar de este cé le bre literato espafiol, sino e l carác ter, mas bien, d e la escuela literaria a qu e p erte n e ce, co sa en que no se ha fijado el señor Vill e rgas. Frios , mui fríos, son Jos versos de Martínez de la Rosa, como frios, mui fríos, son los de Lista i demas po etas ante riores al renacimiento de las letras en España; qu e en el liri s mo nunca quisi eron aban· do nar las faldas de H e li cona, hasta cie rto punto ernb ell ec id a s con los d es poj os d e l Olimpo; i en la e p ope ya i en e l dran1a aju staron sie1npre su p e nsa· mi e nt o a las reg las aristotélicas; sin que nunca, c on justicia, se pue da hacer r esponsable a u no solo d e e llos de los multiplicados de fectos del gusto lite· rario de aquel entó nc e s olvidado. Critica el señor VilJ e rgas la primera estrofa del fragmento é pico de Martínez de la Rosa, que dice: En el soberbio alcázar mahometano, D e l p é rfido Boabdil d ejado apé nas Cuando cayó del trono soberano Despeñado a las J íbicas arenas, Reposaba el caudillo castellano Dando treg ua de l mando a las faenas; 1 ya batiendo el sueño el ala grave Le rociaba con bálsamo suave • Tiene razon el señor ViJlergas cuando dice que no encuentra en e~ta octava toda la robustez que debiera tener, atendido a que es la primera de un po e ma, i de un poema a que ha consagrado l.Vfartín e z de la Rosa muchos de los años de su lar­ga i estudiosa existencia; sí, tiene razon, la trompa épica debió ser tocada con mas arranque i maestría al principio del canto primero, en el que, indudable· mente, todos Jos autores pugnan por captarse las simpatías del lector, para que los acompañe en los posteriores ; pero no Ja ti e ne en cuanto a hallar de­fectuoso el que se dé a el ala del sueño el calificati· vo de grave, esto es, pesada, porque él le cuadra perfecta mente. Por qué no citó el señor Villergas estas o seme-jantes eStrofas del mismo fragmento 'l , Temblaron los magníficos salones, De mármol, oro i nácar fabricados, Con versos i amorosas inscripciones Cual filigrana arábiga labrados; Crujieron los soberbios artesones En cien i cien columnas sustentados, Arrancándose al ímpetu violento Los mosáicos del rico pavimento. •••••••••••••••••••••••••• Mira a Colon, del vi~nto combatido, Con pocas naves, náufragas i solas, • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SEnORIT AS. 183 En no surcado nlar desconocido, Romper el seno a las hinchadas olas: El ''alladar de A lcídes destruido, Ensancharse las costas españolas; 1, cediendo a su esfuerzo s1n segundo, Crecer los mares i doblarse el mundo. Estas estrofas no están impregnadas de ncolojis­mos, pero nada tienen de censurables; i de estas i de otras mejores está Jleno el fragmento épico de Martínez de la Rosa, que tan bastardo i falto de sentido parece al señor Villergas, apoyado en la sinrazon en que sobreabunda siempre. Nosotros no lo negamos; las poesías de Martí· nez de la Rosa, como las de todos los clásicos espa­fíoles, están plagadas de prosaísmos; pero lo repe .. timos, este.no es un defecto peculiar de sem ejante autor. Para probarlo, vamos a abrir, al acaso, un tomo de versos de Lista, que tenemos a la mano. Lo hemos abierto en la pájina 122 Leemos: V en suspirado m a yo •••• Las Pléyades lluviosas •••• El ábrego invernal • ••• En la 316: Si quieres ver, Zaide amigo, Todo el cielo en una belJa, l competirse hermanadas Bondad, gracia i jentileza ; No faltarás esta tarde •••• En la285: Dulce esperanza, del prestijio amada, Pródiga siempre •••• En la 375: Como niño en sala oscura • ••• Pero basta: la escuela clásica no solo se permite estas licencias de mal gusto, sino que tiene el don de espresar, con las mismas palabras de la románti­ca, sus ideas de una manera tal, que les da a todas un jiro detestable, por lo que en la mayor parte de 8US composiciones en verso, no queda mas que el matraqueo de la rima i lo desagradable deJa forma. El señor Villergas no ha sabido decirnos esto 1 contentándose con achacar a Martínez de la Rosa lo que es propio de una época i de infinidad de es· critores. Pero si el señor Villergas no acepta el cla­sicismo por hallarlo insípido, que acepte el roman­ticismo, que lo encontrará jugoso i grato a su esqui .. sito paladar literario.. 1 ~i no Jo acepta tampoco, como parece no aceptarlo, entónces que funde la escuela a que se debe pertenecer, i no nos deje en el aire. Siendo Jo mejor de todo, que aprecie debi­damente los hechos i Jas circunstancias; que sea un poco 1nas imparcial, i no nos ponga en el caso de recordarle el dicho aquel de ''dejó Frai Jerundio los estudios de cachifa i metióse a predicador," que podriamos aplicarle con visos de oportunidad. Cerca de diez i ocho o veinte son los poetas que juzga el señor Villergas en sus artículos Poetas ~spañoles contemporáneos, i de estos solo cinco ( Ai­guals de lzco i Hartzenbusch,sus amigos, Lafuente, García Gutiérrez i Breton) salen bien librados; en cuanto a los demas, no solo es un crítico severo, sino que es un hombre indelicado. No faltaba mas, sino . . . ......... 41ue gastase un escritor veinte o tretnta anos en formarse, viajando i estudiando para alcanzar una buena reputacion, i que al cabo de la jornada vinie­se otro como el seí'ior Villergas con mas vanidad propia, gu sentimunto de justicia, i diera al traste eon eaa reputacion, solo con una plun¿ada i tot& una osad·ía tan grane/e co1no su ignorancia. Sí, no falta­ba mas: el talento i el mérito bajarían Ja frente ante la avilantez; i la república de las letras cual otra Roma prústituida, se veria tan solo ensefio;·eada por !os Calígu las i e rones, altivos con los víctores de los necios, i satisfechos con su obra. El mercader de Bassora, o el anillo májico. Hace muchos años que vivia en la ciudad de Bassora un menestral h onrado e industrioso llama­do Bonbec. 'l., enia un hiJO de nombre Conloffe, a quien habia educado con la mayor ternura hasta donde lo permitieron sus facultades. A 1n edida que crecia el jóven, sus progresos remuneraban los es­fuerzos de su padre, i su amable carácter mitigaba la ansiedad de este, quien habia juntado una suma suficiente para sostener su familia con decencia, i para ponerle en capacidad de dejar a su hijo los me­dios de adquirir riqueza i consideraciones. Conloffe, que se entregaba al retiro i a la r eflec­cion, n1editaba en sus momentos de soledad sobre las acciones de los hombres, al v e rlas manifestarse en el curso de sus ocupaciones diarias. Él veia que los mercaderes se defraudaban Jos unos a los otros. cuan­do podian hacerlo sin ser dese u biertos; que e.l Cadí no era inaccesible a la corrupcion, i que el Califa mtsmo, vice-jerente del Profeta, estaba rodeado de cortesanos falsos e interesados, c uyos informes cega­ban al monarca i le tapaban los oidos, i cuyas ma­quinaciones encenagaban Jas fuentes de la justicia. "Oh ! santo Mahoma!,, solía esclamar, ':si tu sie r­vo no tuvi e ra sino un átomo de tu poder i un rayo de tu intelijencia, cómo pondria al descubierto a estos creyentes hipócritas!, En esta época Jlegó una caravana a Bassora. Los que la componian habian estado dos años au­sentes de Ja ciudad, i durnnte este tiempo habian dado una estensa vuelta en su viaje a )a Meca i a su regreso de ella, i encontrado muchas otras com­pañías que viajaban por el desierto. Traían consi­go las perlas, Jos perfumes, i fas sedas de Arabia; los delicados tisús de Cachemira, i los tesoros bri­llantes de Ormus. Venian con eJ los muchos filó so .. fos que viajaban para observar el jénero humano, i enriquecer su pais con las observaciones que r eco­jian en las rejiones que visitaban. Conloffe se ocupó varios dias en comerciar con estos mercaderes, i en el curso de sus negocios, atra­jo frecuentemente su atencion u na cotnpañia de der­vises que habian llegado con la caravana, i conver­saban en el mercado sobre el estado de la ciudad, i otras rosas que habian visto. A Conloffe l e pa­reció que uno de ellos se fijaba particularmente en él: era un anciano Yenerable cuyos cabellos blan­cos manifestaban lo avanzado de su edad; pero cu­yas facciones no habian perdido su lozanía. 'Tenia los ojos pardos, i centetlantes de intelijencia, i apo· yándose en su báculo, miraba el tumulto bulli cioso al rededor suyo, con el aire de aquel que ha visto la humanidad en todos sus diferentes aspectos i ac• titudes. Sorprendieron un dia Jos dervises a Conloffe ade­lantándose ácia él, i el anciano, midiéndolo de piés a cabeza con una mirada fija, le mandó que le si­guiese. Conlotfe se inclinó i obedeció en silencio al dervis, que caminaba con paso firme i apresura­do por las calles i suburbios de la ciudad, i al fin • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 184 BIBLIOTECA DE SE:&ORI'r AS . llegaron n una planicie a c uya estremidad bajaron a un va} le profundo _i_ll eno de verdura. Crecia nquí una solitaria palma Jiga ntesca, a cuyo pié murmu· raba un arroyuelo clarísimo. El dervis se sen tó allí, i dirijiéndose a su ansioso co mpañe ro, l e dijo: e: Un siglo hace que na cí yo en e te sitio, que está ahora corr1o estaba entónces, miéntras que las revolucio­nes han conmovido Jos imperios i arrasado las ciu­dades mas podero ~ as. De este valle yo no sal <.Iré yé.t mas, porque AzrneJ ha recibido su comision, i ya oigo el ruido de s u s alas. De to dos los descubri­mientos de una vida e mpl e ada e n c xarninar la na­tural za de los hombres, l os j é nios i los ánj e le s, i en investigar los miste rios de la creacion, esta sor­tija qu e ll e vo en el d e do, es el de mas valor i el mas peligroso. EJJa ti e n e Ja virtud de hacerlo a uno in· visible, voltPando e l diamante ácia la palma de la mano. La Provid e ncia, que os ha puesto e n mi sen­dero, os ha de s linado desde el principio d e l tie mpo a hereda r este Jegado n1 á jico, por cuyo medio pode is hacer mucho bien, o atraer la desgracia sobre vos i los de mas, segun que la prudencia os guíe, o que Jn t e tne ridad i la pasion os prec ipiten. Hallareis, oh hijo mi o! que t encis de eos que hasta aquí han es­ta do sepu l tados e n vuestro corazon: de la 1nisma ma­nera que estnba esta joya e n e l inflamado centro de la ti err a, ante de que yo bajase a la tr e menda ca­verna de la cual la saqué. Mi hora ha ll egado ya. Sed cauto i discreto, i r ec ibid est e legado; e nte rrad­m e a la sombra d e este paJm e ro dond e mi rnadre si ntió por mi ca u sa Jos dolores ele muj e r. Ahí, en su última 1nornda, ya sea que mi alma esté. desti· nada a reanimar otra masa, ya sea qu e pase al mun· do de l os cs píri tus i a la cotn u nion d e l Pro fe ta, ahí yacerá t odo lo qu e c ntónc e s qn e de de la sabiduría i Ja fama d e J d e rvis Atalmulc." El anciano s e recostó contra el palm e ro, cerró los párpados i no volvió a emitir sonido alg uno. Con­Joffe le puso la mano sobre e l corazon, p e ro esteba­bia d ejado de Jatir. Con respeto profundo cavó la ti e rra ul rededor del palmero, envolvió al dervis en su largo manto, le colocó en la tumba que él babia escojido, i, tapando el hoyo, marcó bien Ja situacion del valle i dirijió sus pasos ácia Ja ciudad. Lanzaba el sol sus últimos rayos dorados sobre la llanura, cuando Jos ojos de AtaJmulc se cerraron al sueño eterno ; i, al atravesar Conlotfe aquella, las son1 bras inciertas se espesaban en torno suyo. No obstante, él alcanzó a ver a la distancia dos hom· bres que se movian con pasos cautelosos, i que iban al parecer ~argados; determinando probar Ja virtud de su sort:ja, volvió el diamante para adentro i se ad e lantó ácia ellos. Su conducta le probó que uo Je habían visto, i continuó observando sus movimien­tos. N o tó luego que eran esc)a,ros, i que ll e vaban una caja con estremo cuidado. Cuando IJegaron al ceatro d e la llanura, miraron al rededor con gran­de ansiedad, i, no percibiendo cerca objeto aJguno, comenzaron a remover la arena hasta que hallaron una puerta de hierro, alzando la cual i encendien­do una luz, entraron por aquella ocultando esta. A Conloffe, que los siguió, no vió sino una pequefta escavacion cuadrada, en la que los dos esc)av()s de­positnron la caja, e inmediatamente abandonaron el Ju g nr, no sin haber vuelto a tapar la cueva. Con­l o ffe se apoderó de los materiales con que Jos escla· vos habiau encendido el cirio, i los observó hasta que se le perdieron en la oscuridad. Preparándose ] u ego para vol ver a exnrninar el lugar: •' La inocen· • cia," dijo, "no gust~ d ~ todo este mi s t e rio ; hai algo malo en este negoc1o, t Alá quiere que yo lo descu· bra." Haciendo estas refleccion es, volvió a entrar al subterráneo, r ompió Ja caja con m cho trabajo, i su vis ta se cleslutnbró con el espl endor de las jo­yns n1as g ranel es i mas brillantes que jamas había visto. Sus ojos chi peaban de alegria al ver este te .. soro delante de él. "Era," se decía, ''la dote desti­nada para la hija del :r ran Califa, o la de s u reina Zodiede.'' Pero él refrenó aJgun tanto su gozo, por­que Ja conciencia l e decía que no t enia nin gu n de­r echo a Jo que veía. Eran bien s de otro Jos que é l anhe laba apropiarse; i "sinembargo,'' esclamó, '' i porqu é tanta ansie dad si ha sido ganado honra­damente ? No; es probable que este sea e l precio d e l crímen; tal vez ha sido robado a algun corner­ciante desgraciado, o arrancado por los marchitos d e dos de la avaricia, o Ja garra de hi e rro de la tira­nía, a la miseria muribunda de hambre, o a la es­clavitud sin es pe ranza., Tornó lu ego a mirar el t eso ro, i, alzando la caja pre ciosa, saf i ó deJa cueva, cerró la entrada, i se e ncaminó a la ciudad. Cuan­do ya tocaba e l confin de la IJanura, la conciencia Je dijo otra v ez, que, c u alesquie r a que fuesen los m e­dios por l os cua les l as joyas habian sido adquiridas, é l no t en ia mas derech o a e llas qu e otro hombre cualquiera, i que se hac ia culpable de un críme n, tan grande, a lo m é nos, como e l de sus poseedores. En consec uencia, su primer impulso fuP, el de re­gresar; p e ro r e fi e ccionando que los ladrones esta­ban en atisba, i qu e, aunque él mismo e ra invisibl e, no p odia abrir la cueva sin ser observado; "Guar­daré," dijo, " este t eso ro como un depósito sagrado, hasta que se descubra a su du e ño l ejítimo. '' Aca­llando de esta man e ra la voz profunda que le ha­blaba interiormente, volvió a su casa sin ser nota­do, i aseg uró s u presa en un oculto apose nto, sa­liendo lu ego a vagar por Jas calles de la ciudad en busca de nuevas aventuras. Al pasar por las calles, atrajo su atencion una gran multitud apiñada en la puerta de la casa del Cadí. Escitóse su curiosidad al mirar tnl muche­dumbre en hora tan desusadtt; penetró por entre el populacho hasta el sa Ion donde se administraba la justicia, i alcanzó a ver a un hombre que se retor­cia las tnanos i arrancaba el cabello, con tal espre­sion de dolor que reusaba todo consuelo. " Hija mia ! hija rnia P' esclamaba, " el villano ha arrui­nado a mi hija i la dejará perecer., ~'Se ha busca­do empleando todos Jos medios posibles, señor," di­jo el Cadí, "maifana se renovarán nuestrns pesqui­sas, i entre tanto se doblará la guardia de las puer­tas de Ja ciudad.'' Despues de muchas imprecacio­nes vehementes i arranques de dolor, despidióse el mercader, dispersándose Ja turba. Conloffe siguió al estranjero hasta que estu­vieron libres de toda observacion, i dándosele a conocer, Je dijo: que él babia oido sus que­jas i que podria ser le de alguna utilidad. "Mi non1bre~, dijo el mercader, "es Mirgehan, soi de Darnasco, i siguiendo el curso de mis negocios comerciales, me preparaba a emprender un viaje a esta ciudad. Un pícaro viejo, a quien babia creído mi ami g o, se aprovechó del bullicio de mis asuntos, i me robó mi hija, orgullo i esperanza de mi vejez, juntatnente con todos mis tesoros, que ba­bia convertido yo en joyas para que fuese mas fá­cil trasportarlos. Juntóse luego con la caravana que ha llegado últimamente a:e!ta ciudad, tomó mi nom- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS. 185 bre, i l1a representado n1i persona en un todo. Yo d~lluciente peinado; i la deslumbradora neglijen­Je seguí tan pronto como supe su negra traicion, i c1a con que se desplegaban ~us perfecciones en toda llegué a Bassora despues de murhos peligros en el su plenitud voluptuosa, vino a completar e l hechi­tránsito, i de haber sido atacado por unos ladrones zo que arroba ha al 1nu s ulman. "Esta, ,, dijo Cotras se l.e habian reventa~o; i que, en suma, fué b1en calculada para esclavizar al caballero, st Ja así que v1no a hacerse em1nente en el arte. musica ... hub1era podi.do triunfar ~e su. valor moral. . ~in el!l?ar~o, la figura i la ejecucion de Paga­~ n Ja opera de Prectosa, la rn~s hJera 1 la ~nas gra- ntni cast JUStJ~caban la credulidad que dió oríjcn c1osa tal vez de las produrc1on e s de Weber, no a e~tos rnaravlllosos cuentos. Su rostro atezado, · puede h~ber, ~~da mas agradabl.~ que. el soni~o el desgreño de su negra cabeJlera, sus largos de­marcado 1 enerJlCO de la danza Jltana, 1 el esttlo dos, sus estraños modales, todo en él tenía algo sor­español de In música, espresando el sonido del za- prendente i grotesco; i luego, cuando tocaba, pare­pateo de Jos piés. cía que estaba lidiando con algun animal feroz, es- U na de sus obras mas cientificas fué el Eu1·yan- forzándose, despedazando, i por último venciendo. to, su última ópera; pero los alemanes mismos son Los pr~fe~o~es de música qu~ le escu~haban, si mas especialmente entusiastas respecto de Ja mú- no era~ Vlollnist~s, daban gracu~s ?1 C1elo. de no si ca que puso W éber a las canciones de Korner, haber 1~te~1tado Jam~s el aprend1zaJe de t_al_Jnstru­su distinguido poeta. mento; 1, s1 1o eran, t~raban al su~ lo Jos vtol1nes en W éber fué hombre de carácter amable modesto completa desesper8cJon. 1 hab1éndosele roto, en reservado en sus modales i de costumbre~ domésti~ cierta oeasion, una de las cuerdas del -violin, hubo cas. ' entre Jos demas ejecutantes un ímpetu furioso para En cuanto a Rossini, habria sido difícil formar apoderarse _de ~lla, i !ll fin .la dividie_ro~ entre sí co­un juicio concienzudo de él, cuando sus obras es- mo u~a rel•qtna de lmposJ.ble aprectacto~. taban deleitando a la Europa; cuaNdo por sus pro· Es ~~~udabl.e q~e, en tlen1pos menos 1_lustrados, ducciones brillantes i deslumbradoras, no solamen- P~g.anJnl habrut s!d?. colocado entre Jos
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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Biblioteca de Señoritas - Año I N. 23

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