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Fecha:
16/02/1901
~~ BOGOTA, FEBRERO 16 DJs 1901 SERIE II-TOMO I-N. 0 7. 8
BOLETIN ~iiLITAR DE COLOMBIA
Organo del Ministerio de ¡
Guerra y del Ejército
Son colaboradores de este periódico los ~
Jefes y Oficlnles del Ejército +
Director ad honorem
F. J. VERGARA Y V.
General de Ingenieros, Miembro de
varias Sociedades Cientiftcaa
DECRETO NUMERO ros DE I9o.1
(25 DE ENERO)
por el cual se fija la inteligencia del artículo 2. 0 de la Ley 39 de 1896
El Vú:epresz'dente de la República, mcargado del Poder .Ejecutivo,
En uso de las facultades que le confiere el artículo r 2 r de la
Constitución,
DECRETA
Artículo único. Para los efectos del artículo 2.0 de la Ley 39
de r8g6, se entiende que prestan el servicio de guarnición no sólo
las tropas acantonadas en determinado lugares, sino también las
que por necesidades del servicio tuvieren que salir á campaña en
la comarca 6 región á que pertenece la ciudad que designe el Gobierno
como asiento principal de la guarnición.
Dado en Bogotá, á 25 de Enero de I90I.
JOSE MANUEL MARROQUIN
El .Ministro de Gobierno, GurLLER!riO QuiNTERO C.-El Subsecretario
de Relaciones Exteriores, encargado del despacho, ANToNIO
Josi URIBE-El Ministro de Instrucción Pública, encargado del
Despacho de Hacienda, MIGUEL ABADIA MÉND&z-El Ministro de
Guerra, Josi DoMINGo OsPINA C.-El Ministro del Tesoro, ENRIQU&
RESTREPO GARCÍA.
TOllO l-13
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Bolel{n Milita,
RESOLUCION NUMERO z. 0
Minisürio de Guerra-Sección J.•-Bogolá, Febrero 9 de II)OI
CONSIDERANDO
Que el Decreto número 151 de 1g00 ha sido interpretado de
diversas maneras, lo que ha ocasionado muchas dudas y dificultades
en la Contabilidad, como lo manifiestan las numerosas consultas
elevadas á este Despacho, principalmente por los Pagadores
del Ejército,
SE RESUELVE
Tanto el aumento del 25 por 100 de que habla aquel Decreto,
como cualesquiera otros señalados por el Poder Ejecutivo, de
acuerdo con la autorización conferida por el artículo 2.0 de la Ley
39 de 18g6, deben liquidarse tomando por base los sueldos fijados
por dicha Ley; así, en el caso de haberse de computar á un mismo
tiempo varios de tales aumentos, se liquidará por separado cada
tanto por ciento sobre la base ya indicada. Por ejemplo, un Capitán
de la guarnición de Honda tendrá hoy un aumento de $ 20
conforme al Decreto citado, y$ 20 conforme al Decreto número
153 de 1897.
Comuníquese esta Resolución á la Comandancia en jefe del
Ejército, y publíquese.
El Ministro, J osE DoMINGO ÜSPINA C.
BRIGADA. DE LA PLAZA
En la relación publicada en el número anterior, se dijo que el
Dr. Agustín Uribe había recibido cuatro bestias, cuando en verdad
esa cifra debió reducirse á dos, por haber quedado las otras dos
en la brigada de la Plaza.
ABRIGOS DE VIVAC
(REGLAllENT.ARIOS EN FRANCIA)
Sucede con frecuencia que por una ú otra razón táctica 6 estratégica,
las tropas se detienen á pasar la noche en lugares donde
no hay habitaciones para acantonarse, ó carecen de toldos de
~mpaña Ó de barracas: en este caso, organizan la dormida en
vivac, ya bajo el toldo-abrigo, ya bajo abrigos artificiales im-proYísados.
·
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Bolet{n Milita1'
Cuando la tropa dispone de toldo-abrigo, se instala en campamento
como si llevara toldos de campaña, es decir, siguiendo
las prescripciones de los reglamentos sobre la materia. Un batallón,
por ejemplo, forma en el centro una columna de filas de pabellones,
y á los lados se establecen, por sendos grupos de dos
compañías, los soldados, con las cocinas sobre los flancos, y las letrinas
por lo menos á 6o metros, donde lo aconseje la configuración
del terreno.
Si faltare hasta el toldo-abrigo, se vivaquea al aire libre, en
el orden y sobre el terreno donde al haberlos se huhieran levantado
los toldos, protegiéndose los soldados contra la intemperie
con abrigos improvisados.
a) Ramaje-Si en la comarca hay bosque ó matorrales, habrá
en pie, por decirlo así, el material necesario para construir abrigos
consistentes en dos estacas sobre las cuales se atraviesa una Yara
que soporta una especie de tinglado ó mediagua formada de
ramazón menuda (figura 1.•). Si las ramas escasean y hubiere paja
ú otra materia análoga, se reemplaza con ésta una parte de aqué-
11as en Jos tinglados.
Figura 1.• Perspectiva de un abrigo de ramaje
b) Zarzos-Cuando lo que falta es la ramazón, y más .bien se
busca defensa contra el frío y el viento que contra la lluvia, los
abrigos ligeros de ramas se reemplazan con zarzos (figura 2. •).
Figura 2.• Perspectiva de un abrigo de zarzos
Con frecuencia en ciertos períodos de una campaña, en.especial
en los investimientos de fortificaciones, sucede que un puesto
6 retén ocupa un sitio á donde no llegan las miradas del enemigo,
y los rigores de la estación exigen dar algún abrigo á los hombres
que Jo forman.
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Boletfn Mz"l·itar
. En tales casos puede instalarse un abrigo ligero, eficaz y fácil
de construír. Para esto se principia por trazar en un terreno de
piso igual, una circunferencia de 5 metros de radio, y en su centro
se abre un pozo de om.30 de profundidad por om.6o de diámetro.
De ese foso se hacen partir en seguida cinco ó seis zanjitas de una
cuarta de anchura, de manera que encuentren el nivel del suelo á
2 metros del centro de la circunferencia, cubriéndolas con piedra 6
césped, si es posible, á fin de convertirlas en tubos de tiraje para
el aire que habrá de alimentar el hogar central.
Figura 3.• Per · pectiva de un abrigo ligero para un pue to de 40 á 6o hombre
En efecto, ese hogar ocupará la parte central del vivac, formando
un círculo de unos 2 metros "de diámetro, de manera que
cubra el foso y las zanjitas de tiraje.
Sobre la circunferencia del puesto de vivac se levanta un pequeño
reborde de cesped6n (la hierba hacia afuera) de om.30 de
anchura por om.2o de elevación ; sobre ese reborde apoyan los soldados
la cabeza, de suerte que los pies les queden vueltos hacia el
fuego. El escurrimiento de las aguas de lluvia hacia el exterior se
asegura por medio de zanjas abiertas con tal fin.
En tiempos muy frios 6 lluviosos puede disponerse en torno
del vivac, á 4 metros del centro, una línea circular de piquetes de
unos om.go de a1tura, ahorquillados hacia arriba, espaciados de
·metro en metro y unidos en la cabeza por medio de una cuerda de
ramaje 6 cuan pasada por las horquetas. Sobre la cuerda se apoya
una serie de zarzos de 3 metros de longitud, cuya otra extremidad
se coloca en tierra á 2m.50 más allá de los piquetes, pasando
por sobre el reborde de cesped6n ya mencionado (figuras 3.a y 4:).
De los tales zarzos no se quitan las hojas sino por dentro, y por fuera
se arreglan de manera que el agua ruede con facilidad; si es
posible, ya colocados se acaban de tapar los vacíos con paja, ramas,
etc. En la pared de zarzos conviene dejar un boquete ó-puerta del
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Bo/et{n Milz'tar
lado hacia el cual el viento empuje el humo de la hoguera central.
Si faltare ramaje y los soldados tienen toldo-abrigo; pueden colocar
éstos en vez de zarzos, fijándolos en tierra por medio de estacas
6 piedras.
t- · - - - . . - . - .. -- --'~; . -- ·----·--- · -·-- -· - -·-------~
o o----·--··-·--··~----·~----
··--· · · · -- -·-···-""'-··-·---·-·· ·-- -- -~---- _ _, ••o•
Figura 4- • Corte vertical de la figura anterior por A B
Si el suelo estuviere húmedo, pueden hacerse zarzos para que
sirvan de lecho á la tropa; si el vivac fuere circular, tales zarzos
- ""-'.
--~
Figura S·,. Perspectiva de un puesto cubierto de zarzos en torno de
un fuego de vivac
serán más angostos en la parte destinada á los pies que en la que
se deje para el tronco, á la cual se da una anchura de una vara
(figura 5. • y 6:).
:r', , •U
~-- 1~9Q ... .. *-~ero .. ·--~)90. · --~
Figura 6.• Corte ertical de la figura anterior
Si el vivac debe servir varios días en tiempo de lluvia, es •ndispensable
el empleo de zarzos para lechos, porque sin ese re-:
quisito pronto el puesto no sería sino un fangal. Las figuras 7 .•-y
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Boletfn Mt"tt'tar
i ... indican con toda claridad cómo se construyen los zarzos para
camas 6 lechos de vivac.
~
1
Figura 7. • Armaz6n de un zarzo Figura 1P Zarzo
------- ~ ------
PRINCIPIOS GENERALES DE ESTRATEGIA
Y DE TÁCTICA EN LAS PEQUENAS GUERlfAS
por el Ma.yor C. E. Callwell, del Ejército inglés
TRADUCCI6N DE ISIDORO LAVERD.K AMA YA-Contintía
XXXVI. Son necesarias algunas reservas-Esto no obstante, no
debe prescindirse en absoluto de las reservas, sobre todo en combates
contra fanáticos que pueden intentar una carga á fondo repentina
bajo la forma de un contraataque. En suma, esta cuestión
de las reservas, surge de la táctica de infantería que se tratará con
este título en un capítulo siguiente. Pero lo relacionado con la
falta de reservas en casos de contraataque conviene igualmente á
todas las armas.
Ejemplos de contraataques enemigos-En Denghil Tepe, en 1879,
el General Lomakin se vio obligado, á causa de la debilidad de
los efectivos de su columna, á dar el asalto sin reservas á retaguardia.
Cuando Jos asaltantes, no habiendo podido penetrar en las
trincheras, se batieron en retirada bajo el fuego más vivo de los
Tekkes, no había reservas que Jos recibiesen. Felizmente los cañones
favorecieron á la infantería rusa reunida por los defensores,
quienes escalaron las murallas y cargaron en masa con vigor. La
infantería en retirada ocultó por algún tiempo á la artillería, pero
· despejó en oportunidad el frente para permitir que las piezas arrojasen
algunas granadas sobre los grupos turcomanos, que tuvieron
que penetrar desordenadamente en su fortaleza.
En la batalla de Tetúan, en 1859, en la cual el Ejército español
se decidió por un ataque directo contra los Moros atrincherados
en una fuerte posición, el enemigo verificó una salida de flanco,
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y cargó de repente, justamente en el momento en que. iba á darse
el asalto. Este imprevisto contraataque favoreció desde luego á los
asaltantes y les permitió penetrar á viva fuerza en la posición, tras
los talones de los Moros, que huían, y que no tenían ninguna probabilidad
de triunfo, en terreno descubierto, contra los fusiles de los
Españoles; y el incidente corrobora la tendencia de estos adversarios
en llevar á cabo semejantes contraataques inopinados, que
exigen que las tropas regulares presenten un frente sólido.
La carga de los Ghazis en la batalla de Bareilly, en 1858, es
otro ejemplo bueno de contraataque enemigo. El ataque contra los
rebeldes estaba dispuesto. Sobre la izquierda de los Ingleses, la
artillería, que debía tomar al enemigo de flanco, había estado en
.acción durante algún tiempo. De repente, una masa de fanáticos
armados de sable atacó la extrema derecha de los Ingleses. La
infantería tuvo tiempo de cerrar filas, y rechazó al enemigo. Apenas
libres de los Ghazis, una gruesa columna de caballería rebelde
.envolvió el flanco derecho y sembró el desorden en las retaguardias.
Todavía se pueden citar como ejemplos menos importantes
una carga súbita de enemigos armad=>s de lanzas, que se arrojaron
desde las alturas de la derecha de la posición de los Madistas, en
Kirbecán, sobre la infantería que iba á asaltarlos, y una acometi-
da de Jos fanáticos en el combate de Kotkai, en la expedición
de la Black Mountain, en 1888. En este último hecho de armas'"
el enemigo huía y las tropas asaltantes avanzaban con rapidez
para completar la victoria, cuando, de repente, de un barranco
disimulado que cortaba diagonalmente el campo de batalla, se
lanzó un grupo de fanáticos armados de sables, que hicieron un
esfuerzo desesperado para romper la línea. Todos murieron, pero
ocasionaron algunas pérdidas, y hubieran podido ser causa de muy
serios desórdenes sin la consistencia de las tropas •.
XXXVII. Necesúlad de la cooperación entre la z'nfanterla J' la caballería
para rechazar los contraataques-Adversarios de esta clase
rara vez se muestran muy dispuestos á abandonar sus posiciones
para ejecutar un contraataque,aun cuando los ejemplos precedentes
muestran que hay con frecuencia probabilidad de que un ataque repentino
se lleve á cabo por una fracción de las fuerzas enemigas.
El caso de Denghil Tepe, aun cuando fue más bien un contraataque,
verificado después del mal éxito de un asalto, pone de relieve la importancia
de la artillería como elemento protector. Es otro argumento
en favor de la acción ofensiva de esta arma, acción que ya
se ha demostrado que es necesaria, si se quiere obtener una victoria
decisiva sin recurrir á un movimiento envolvente. Buenas tropas
poco tienen que temer de una acometida súbita, si el terreno es descubierto;
pero en un terreno quebrado y anguloso, en donde no hay
campo de tiro, tales adversarios pueden ocasionar muy serios desórdenes
si atacan con energía y repentinamente ; pueden hasta
romper la línea si no hay reservas. El General Skobelef, en sus
instrucciones á las tropas en la campaña contra los Turcomanos
• Kotkai se encuentra en el Gomal Pass.
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200 Boletín Milzta1
en 1880, concedía muy grande importancia al hecho de que la
artillería pudiese sostener á la infantería en el ataque, y á que la
infantería estuviese siempre lista. "El gran principio de la táctica
en Asia es el de emplear las formaciones cerradas. La artillería
debe exponerse con grande abnegación para sostener de cerca á
sus camaradas." Tales eran sus máximas. Y bien que semejante
táctica sea inaplicable en muchas situaciones que presentan las
pequeñas guerras, las reglas de manejo sentadas por un jefe tan
ilustre merecen considerarse maduramente.
XXXVIII. Tendencia del enemigo á amenazar los flancos y las reJaguardz'as
de unacolumna de alaque.-El hecho de que los guP.rreros
irregulares no están muy dispuestos á resistir un ataque directo,
los conduce á hostilizar los flancos y las retaguardias de las tropas
regulares. Además, se dan instintivamente cuenta de que los flancos
y las retaguardias de las tropas dirigidas contra ellos, son los
puntos más favorables para un contraataque, y por esto, frecuentemente
dan mucho que hacer. En la guerra en los bosques,
cuando el enemigo no se mantiene simplemente á la defensiva
tras empalizadas ú otra clase de trincheras, ame nazan constantemente
las retaguardias y los flancos.
Esta razón fue la causa de que en el Dahomey se adoptara
la formación en cuadro, como se hizo notar en el capítulo VIII; y
lo mismo aconteció en Amoaful y en Ordahsu en el Ashanti, y
también en el Achín. Pero este sistema envolvente de parte de los
adversarios indisciplinados no es especial de la guerra en los
bosques : también se encuentra en las montañas de las fronteras
de la India, en Argelia y en el Asia Central. Los Moros lo emplearon
igualmente en 1859, y el Mariscal Mac Donald, en la batalia
de Tetuán, avanzó en una formación en cuadro en ángulo,
privándose de sus flancos, formación de combate bastante semejantP
á la ya citada del Mariscal Bugeaud en Isly. Tal formación
se parece á la del cuadro; y cuando el enemigo, con fuerzas
superiores, trata de verificar ataques enérgicos contra los flancos
y las retaguardias, es indispensable adoptar una formación
que permita á la columna hacer frente á todos lados y cubrir sus
bagajes. Pero aquí hablamos de amenazas más bien que de ataques
regulares contra flancos y retaguardias de una columna
ofensiva.
XXXIX. Importa proseguir camino y no dar demasiada alennon á
las demostraciones contra los flancos y las retaguardzas.-Por lo general,
cuando los flancos y las retaguardias de las tropas de ataque
están simplemente amenazadas, parece bueno el principio de no
dar mucha importancia á esas amenazas. Cuando en el Tonkín los
Franceses atacaba~ fuerzas muy numerosas, adoptaban comúnmente
una formación en escalones para impedir que la táctica envolvente
fuese un peligro serio. De ordinario, si el ataque es enérgico
y el asalto á fondo, las nubes de enemigos que acosan los
flancos se disipan y dejan de ser un peligro. Tal fue el caso de
Ordahsu, citado atrás; las tropas inglesas avanzaron atrevidamente,
no preocupándose de la tendencia de los Ashantis á hosti-
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Boletín Militar 20I
lizar los flancos y las retaguardias ; y no hubo ninguna contrariedad.
Este método de combate de parte del enemigo poca relación
tiene con el sistema de ataque envolvente que los Zulúes emplearon
c0n tanto éxito en Isandwhana y con sus maniobras de Ghinhilowo
y de Ulundi; porque en el Zululand las tropas regulares se
mantenían á la defensiva sobre el campo de batalla, en cuadro 6
en laager, y el enemigo era el asaltante. El hecho mismo de no
prestar atención á las tentativas del enemigo contra los flancos y
las retaguardias, manifiesta á este enemigo que el ejército regular
le teme poco, y, como tan frecuentemente se ha hecho notar, el
efecto moral es poderosísimo en estas campañas.
La victoria decisiva del General Romanowski sobre el ejército
Uzbej en Yedshar, entre Tashkend y Samarcanda, en 1866, es
digna de ser mencionada á este respecto. Mosuffer Khan, el emir
de Bvkhara, tenía poco más ó menos 40,000 hombres; la columna
rusa contaba:como 3,000. A pesar de la desproporción de los efectivos,
el General Romanowski atacó. El enemigo envolvió á la columna
ru a y dirigió ataques desesperados contra el convoy, que
estaba defendido por algunas compañfas. Pero los rusos continuaron
con resolución y firmeza su camino, y la escolta del convoy
rechazó Jos ataques lo mejor que pudo, tornando á emprender su
marcha cuando tenía un poco de tregua. El enemigo no pudo
atajar la marcha determinada hacia adelante ni el fuego de las
piezas del G .... neraJ Romanow ki ; y al cabo, huyó presa de pánico.
En la batalla de Wad Ras, en 1859, los Moros amenazaron
seriamente los flancos de los Españoles en el momento en que se
desarrollaba el ataque. Bien que fue necesario desprender algunas
tropas para mantenerlos á raya, el ejército acometedor continuó su
movimiento sin inquietarse por las maniobras del enemigo ; y cuando
la aldea de Amsal, en el centro de la posición enemiga, fue
tomada, los Moros desaparecieron en todas direcciones. El ejército
del Sultán era, numéricamente, superior en mucho á las fuerzas
españolas, lo que le permitió envolver á los asaltantes, resistiendo
al propio tiempo al ataque principal. •
XL. Combates en el bosque-El combate en los bosques ofrece
todos los caracteres del combate bajo bosque en las guerras regulares:
la misma incertidumbre, la misma dificultad de sostener la
unión entre los diferentes cuerpos de tropa y las varias fracciones
de un mismo cuerpo, igual necesidad para los soldados y clases, y
para los oficiales jóvenes de no confiar sino en e U os mismos •.
Esto, naturalmente, depende mucho del espesor del bosque, que es
una expresión muy elástica. En la Chechnaya, valle del Daghestán
en donde encontraron una resistencia tan seria durante varias campañas,
los Rusos peleaban en Jos bosques. En el Achín los Holandeses
combatían en medio de una espesa vegetación tropical, en
ciertos parajes casi impenetrables para el europeo. En suma, el
combate en bosques es Jote de la infantería, y como se puede es-
• Véase en las Exj>edicionu Í1ll{lesas m Afrua (p:igs. 81, 82, 83, 84 y 85) las
instrucciones tácticas del Mayor General Sir G. Wolseley, para la ¡r1erra dd
Ashanti de 1873-74.
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202 Boletín Mt·lt·tar
1udiar mejor es en la táctica de ésta. A la caballería poco lugar le
toca en estas operaciones. Las piezas y las máquinas de guerra
-son algunas veces muy útiles. Por supuesto que es necesario que
se mantengan, ya sea en la línea del fuego 6 ya muy cerca de esta
línea, y corren el riesgo de ser acometidas, á menos que estén
en contacto íntimo con la infantería. Como á veces se cae inopinadamente
sobre trincheras empalizadas, el fuego á boca de jarro
de algunas piezas de campaña es muy eficaz ; por esto es esencial
que estas piezas estén muy inmediatas para romper el fuego
súbitamente.
XLI. Hora deL ataque. Al11ques al amanecer-Un punto más,
respecto de la táctica de ataque, merece llamar la atención: es la
-cuestión de la hora en que deba verificarse el ataque. En un capítulo
próximo estudiaremos los ataques de noche, al mismo tiempo
que las demás operaciones nocturnas y las objeciones que suscitan.
Estos ataques rara vez son juiciosos; pero la experiencia
demuestra cuánta es su eficacia cuancio son posibles los ataques al
.amanecer. Es costumbre muy común de los ejércitos indisciplinados
é irregulares, retirar una gran parte de sus fuerzas durante la
noche, y volverlas á su puesto por la mañana. El ejército francés,
en su marcha sobre Argel en 1830, sacó gran provecho de esta
costumbre en Sidi Khalif, en donde las fuerzas del Rey fueron
completamente atropelladas. Se había observado que el enemigo
tenía la costumbre de retirarse, durante la noche, de la posición
que cuidadosamente tenía dispuesta, de manera que el General
Bourmont la atacó por la mañana temprano y la tomó con bastante
facilidad. El mismo hecho se observó en Deh Koja, ya mencionado
en este ,capítulo; y si no hubiera habido bombardeo preliminar
por la artillería de Kandahar, probablemente la aldea hubiera
sido tomada sin seria resistencia.
También es singular el hecho de que estos enemigos, dispuestos
como están á atacar desde la aurora, no parecen prever
el peligro á esta hora. Lo cierto es que si una columna puede
por una marcha nocturna llegar delante de la posición ocupada
por una fuerza irregular, y hasta por un ejército un tanto formado
al sistema europeo, pero que carezca de la representación de un
ejército regular, dicha columna podrá de ordinario verificar un
ataque muy eficaz, si no se ha notado su aproximación. Y por
causa de la insuficiencia 6 de la carencia total de avanzadas del
enemigo, Ja marcha de los acometedores rara vez es descubierta,
-~i es conducida con destreza y perseverancia.
Ejemplos-Buen ejemplo de ataque al despuntar del día acaeció
en Argelia en 1845. Abd-el-Kader, con aquella prontitud que
era la característica de su método de hacer la guerra, apareció en
la Métija, cerca de Argel, en donde todo el distrito estaba en
armas. Se supo en la capital que el Emir se encontraba en las
montañas en un sitio llamado Cherek el Tobul.
El General Gentil, que mandaba en Argel, hizo una marcha
de noche hacia el campo enemigo ; el movimiento se mantuvo en
secreto y la marcha fue inopinada y rápida. La columna llegó al
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Bolet{n Mt'tt'lar 20.J
campo antes de la aurora y lo sorprendió al comenzar del día. Los
rebeldes fueron derrotados, y el Emir mismo apenas tuvo tiempo
de escapar.
El castillo de Ludlow, en los afueras de Delhi, fue tomado durante
el sitio de 1857, gracias á un ata1_ue ejecutado al amanecer,
porque las tropas se acercaron merced á la oscuridad.
El ataque sobre el flanco de los Afganes, en el Peiwar Kotal,
citado antes, se llevó á cabo al amanecer.
El caso bien conocido de Tel el Kebir es un ejemplo muy notable
de un ataque de esta clase. El movimiento de un grande
ejército en formación de combate durante la noche, directamente
y hasta situarse á buen alcance de una formidable línea de trin·
cheras ocupada por un ejército no menos numeroso, es un hecho
notable de guerra. Llegó justamente en el momento que se deseaba
ante las trincheras, y el resultado fue una victoria completa.
Se sorprendió á los Egipcios, que habían descuidado su servicio de
avanzadas, pues las que tenían estaban muy inmediatas para dar á
tiempo la señal del asalto proyectado. *
XLII. Es preciso atacar por la mañana lemprano, de modo de podet·
verificar una persecuáón ~caz-Si se pueden disponer ataques al despuntar
del día, tienen muchas probabilidades de dar un triunfo
decisivo. Este parece también el momento más favorable para
dar el asalto á una fuerte posición. Si es posible, siempre es ventajoso
atacar por la mañana temprano, á fin de tener tiempo no
sólo de arrojar al enemigo de su posición, sino también de verificar
una persecución eficaz. Este un principio que se aplica igualmente
á las guerras regulares. Pero no hay que olvidar nunca que
en las pequeñas guerras, para obtener triunfos decisivos, no sólo
se necesita batir al enemigo, sino completar inmediatamente
el éxito. No debe permitirse que el enemigo, á medio batir, se
escape y disperse sus fuerzas. Una vez que se le ha agarrado, no
hay que soltarlo. El enemigo desconoce una persecución encarnizada,
no la comprende; pero le desmoraliza completamente. Una
victoria táctica decisiva, ganada por la tarde, puede tener efecto
menos durable que un triunfo menos señalado sobre el terreno,
pero obtenido antes de medio día, si este triunfo es el preludio de
una persecución tenaz y de una marcha general ofens~va de lastropas
victoriosas.
----..... ~.- ---
INFORME SOBRE EL EJERCITO ALEMAN
Continúa
J.0 -Período del tiro
En el mes de Julio, así que la instrucción de las baterías se
ha confirmado bien por todos los puntos de vista, es cuando se
• Véanse las Exp~diciollu illglesas tn Ajrica (páginas 319 y siguientes), y
señaladamente las reflexiones del General Hamley sobre esta marcha en batalla
de noche.
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B oiet{n M·ilitat
pasa, tanto en la artillería de campaña como en la de plaza, á los
ejercicios de tiro con las diversas bocas de fuego; ejercicios que
duran hasta mediados de Agosto y á los cuales suceden las maniobras
de otoño, ó grandes maniobra , ejecutadas de concierto
con las demás armas.
Por consecuencia del desarrollo de la agricultura en Prusia, los
campos de tiro para la artillería son difíciles de encontrar, y su
número es, por consiguiente, muy limitado. La mayor parte de las
veces uno solo sirve para varivs regimientos que van allí sucesivamente
á hacer sus escuelas. La duración de éstas es entonces de
veinte días para un regimiento de artillería de campaña, y de
treinta para un regimiento de sitio. Sólo á las baterías que se encuentran
estacionadas en las inmediacio nes del campo de tiro no
se les limita el tiempo, y pueden elegir los momentos que les parezca
mejor.
En el punto de ista del tiro, como en todo lo demás, el
capitán tiene la plena y entera responsabilidad de la instrucción
de su batería, y cada año se ponen á su disposición para este
objeto: 244 granadas ordinarias, 100 balas granadas, 12 botes de
metralla y el número correspondiente de saquetes de pólvora y de
estopines. En suma, son 356 tiros de cañón por batería ; y como
en tiempo de paz las baterías no tienen sino 4 piezas, resulta que
cada una de éstas tira durante sus escuelas:
61 granadas ordinarias
25 balas granadas
3 botes de metralla
Esto es..... . .. . 89 tiros
Hé aquí cómo está organizada la enseñanza del tiro :
Se empieza por lo que se llama tiro preparatorio 6 de instrucción-
lhzlern"ch~s Schzessm,-que tiene por objeto demostrar á
vista de todos, los efectos de las piezas, el uso de las tablas de
tiro y cómo las diversas circunstancias influyen sobre la precisión
de éste. A fin de comprobar mejor los resultados, se sirven de
blancos llamados de prueba-Anschus Scheibe- • de forma cuadrada
y de 5 metros de lado. Luégo se pasa á ejercicios que tienen por
objeto principal enseñar á los sargentos, y sobre todo á los oficiales,
á seguir el tiro de su pieza y á rectificar la puntería
después de cada tiro. Para conseguirlo, se da á cada teniente
el mando de una pieza aislada, con la cual tira al principio á las
pequeñas distancias, hasta 1 ,ooo metros; después á las medias,
de 1,000 á 2,000, y por último á las grandes, más alJá de 2,000
metros, hasta el alcance máximo de la pieza. El tiro se hace siempre
á distancia no conocida.
Cuando los oficiales nuevos han aprendido á determinar el
tiro, sigue el mismo ejercicio para los primeros tenientes que di-
• Literalmente : blancos que sinen para determinar el tiro.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Boletín Milz'tar 205
rigen el tiro de una sección, y por último para el mismo capitán
que determina el tiro de su batería entera, á diferentes distancias
y con diversos proyectiles.
Los resultados que da cada pieza sirven de guía para regular
el tiro de las otras.
A una de las últimas sesiones de escuela de fuego asiste uno
de los inspectores del arma, para comprobar el estado de instrucción
del regimiento. Esta sesión constituye el tiro de inspección.
Hé aquí los blancos de que la artillería hace uso en sus escuelas
de fuego:
I .0 Los blancos tiradores Schülzen-Scheiben, que se colocan en
una fila á 2 metros uno de otro. Cada uno de ellos tiene om.so de
ancho y Im.8o de alto.
2. 0 Blancos infantería-Infanlerz"e- Schez"ben-Altura, I m.8o;
ancho, 12 m.
3. 0 Blancos-artillería-Artz'llerze-Schez'ben,-que son formados
por dos partes separadas. Delante se coloca un tablero cuadrado
de 1m.8o de lado, y detrás de él, á 7m.so, otro semejante.
Además de los blancos se emplean también como objelt'vo
para ser batido, atrincheramientos, barricadas y otros obstáculos
diversos. Así, por ejemplo, un día que fui al polígono, vi una batería
de sitio tirar á 1,500 metros contra un espaldón que representaba
una obra de fortificación.
Se pueden encontrar indicaciones más detalladas sobre el tiro
de la artillería en el Reglamento intitulado Lez'lende Grundsiilze für
die Abhallung der Schz'ess- Vebungen.
Las inspecdones
En la artillería, como en las otras armas, la mayor parte d~
las inspecciones se verifican durante el verano ; y por consiguiente,
aquí es la ocasión de hablar de ellas.
El coronel es responsable del valimiento adquirido por su
regimiento como máquina de guerra, por decirlo así. Por tanto,
está obligado á seguir día por día la instrucción de su tropa. El
es también quien pasa todas las inspecciones relativas á los detalles
de las diferentes ramas de la instrucción, mientras el jefe
de brigada no ve las baterías sino cuando están ya enteramente
dispuestas é instruídas.
Todo lo que hemos dicho de las inspecciones al hablar de la
infantería, se aplica á la artillería y á las otras armas.
Hé aquí ahora cuál es la serie de las inspecciones pasadas á
la artillería en el curso del año :
Hacia mediados de Enero-1.0 Inspección de equitación en silla
y bridón, por el jefe del regimiento.
A principios de Marzo- 2.0 Inspección de los voluntarios de
un año, por el coronel, antes de su admisión en las filas de la batería.
3.0 Inspección de los reclutas á pie, y servicio de las piezas,
por el coronel.
Afines de Marzo-4. 0 Inspección de equitación, con silla y brida,
por el coronel. 5. 0 Inspección de los trompetas, equitación y
toques á todas las velocidades, por el coronel.
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206 B~let{n Militar
A fints de Abrz'/--6.0 Inspección de conducción de carruajes, por
el coronel. 7. 0 Examen de los alumnos de la escuela regimenta},
sobre las diversas ramas de la enseñanza, por el coronel.
A principzos de Mayo-8. 0 Inspección de las baterías á pie y
funciones de los soldados como artilleros, por el coronel. 9· 0 Inspección
de gimnasia, por el coronel. 10. Examen de la instrucción
teórica de los sargentos y de los soldados, por el coronel.
1 1. Inspección de todo el material ti e las baterías, esto es, vestuario,
repuesto y material rodado, por el coronel.
A fims de Mayo ó principios de Jum'o-12. Inspección de los
ejercicios de toda la fuerza de las baterías por el coronel, y algunas
baterías por el jefe de la brigada. 1 3· Revista general de
toda la guarnición de Berlín, por el Emperador. 14. Maniobras
de toda la artillería reunida de guarnición en Berlín, ante el Emperador.
A fines de Junz'o- 15. Inspección de las evoluciones de abilw·lung,
por el coronel. 16. Inspección del servicio de campaña, por
el coronel.
Hacia medt'ados de Agosto-Inspecciones pasadas por un inspector
ó por el inspector general del cuerpo de artillería. 1 7. El tiro.
18. Maniobras de todas las fuerzas reunidas. Y 19. Servicio interior
del regimiento.
Además, durante el verano el comandante general del cuerpo
de ejército pasa una 6 dos veces, según lo juzga necesario. la revista
de todo el regimiento. El comandante general del cuerpo de
la Guardia no pasa estas revistas, porque el Emperador ve los dos
regimientos al mismo tiempo, y entonces el comandante en jefe,
lo mismo que todos los demás oficiales generales del cuerpo de ejército,
tiene todas las facilidades para asegurarse del estado de las
tropas que están bajo sus órdenes.
En fin, cada do años, como en las otras armas, se hace la
inspección de detall-Muslerung,-relativa solamente al material,
es decir, vestuario, equipo, aprovz'sz'onamimlos y material rodado, pasada
por el jefe de la brigada, asistido por funcionarios de la
intendencia. Ordinariamente esta inspección se limita á la parte
del material necesario en caso de movilización.
Las inspecciones de las maniobras de toda la artillería reunida,
se hacen, como en Rusia, con solución de problemas tácticos;
pero conviene notar la diferencia de que entre nosotros estas maniobras
tienen lugar en el campo, en terreno quebrado, á distancias
desconocidas, mientras que la artillería de la guarnición
de Berlín tiene por exclusivo teatro de sus maniobras de conjunto
el terreno casi llano y descubierto de Krenzberg, donde no puede
tirar sino con pólvora sola.
4.0 -Período de las grandn maniobras
Así que han terminado sus escuelas de fuego, hacia mediados
de Agosto, las baterías de artillería van á reunirse á las tropas de
las demás armas para concurrir á los ejercicios de servicio de
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Bolet{n Militar
campaña de éstas y después á la ejecución de las maniobras deotoño.
Aquello es para todo el mundo la verdadera piedra de toque
que permite apreciar los resultados obtenidos durante el curso del
año; así pues, son objeto de una particular atención. No se descuida
por esto la instrucción individual, y se continúa llevándola
adelante con los otros ejercicios, por lo menos tanto como lo.
permitan el tiempo y las circunstancias.-ConHnúa
__ .....,..,.,_ ___ _
MARCHAS Y CAMPAMENTOS
5· Marchas ofensivas, retrógradas, en retirada
Las marchas de manz'obra admiten varias clasificaciones. Con
respecto al objeto, pueden ser ofensivas, retrógradas y en reHrada.
Las marchas ofensivas son para atacar al enemigo en poszciún,
ó para buscarle y combatir, ó para perseguirle ya batido. El ataque
en el primer caso puede ser á vi va fu e rza, 6 por estratagema
y sorpresa. La marcha que prepara ó prece de á un ataque á vzva
fuerza, unas veces inicia un movimiento, otras completa una ventaja
anteriormente alcanzada ; otras, por el contrario, previene un
revés amenazante. En los tres casos se avanza "en orden compacto,"
la vanguardia con poca delantera, y el cot·dfm explorador muy
recogido, para no dar alarma anticipada al enemigo. A esta marcha,
rápida y cerrada, sucede inmediatamente el ataque con un
fuego vivo de artillería, descubierta de repente. Más cerrada es
todavía la marcha, más vigorosa la acción de la artillería, en los
otros dos casos mencionados, en que se busca un efecto pronto y
decisivo.
Pero si la posición del enemigo, por lo cubierta ó por lo desconocida,
e xige tanteos y d emostraciones, la marcha entonces se convierte
en un verdadero reconocz1m'ento: su disposición toma amplitud,
el orden se ensancha y desenvuelve para cubrir mayor espacio y
extender "el radio de observación., Todas las precauciones de
seguridad son, por consiguiente, indispensables.
Las marchas de maniobra retrógradas (que no deben confundirse
con las marchas en retirada) tienen por objeto desviarse momentáneamente
del enemigo, para atraerle á algún lazo, 6 por lo
menos á una poJz'ción, á un campo de batalla más desventajoso para
él, más seguro y conocido para nosotros. Estas marchas son realmente
de manzobra, lentas, tortuosas, escalonadas, variables en su
diSposrcz'ón y orden, como que se trata de dar largas, de desorientar
6 de impacientar al enemigo y hacerle cometer algún error para
aprovecharlo en el acto. Una marcha retrógrada, prolongada con
habilid~d, revela y enaltece las dotes tácticas de una buena oficialidad
y la consistencia de una tropa veterana.
La marcha en retirada es para evacuar definitivamente un
campo de batalla, una poszczün, no sólo á consecuencia de un revés
sufrido por la columna, sino para acomodar sus movimientos á los
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208 Boletfn Milita-,
de las otras de un ejército, que lo hayan sufrido en otro punto del
teatro de la guerra ó de operacz'ones. Explicadas extensamente, al hablar
antes de la retaguardüz, la disposición general de una marcha
~n reHrada y la particular del destacamento que la culre, sólo repetiremos
que en ninguna ocasión brilla más la inteligencia, la energía,
el temple militar del oficial, que olvida su propio peligro, para
no atender más que á la conservación del orden y de la disciplina,
única tabla de honrosa salvación en el naufragio de su fortuna.
Napoleón 1, poco aficionado á las retz'radas, dice sobre ellas lo
siguiente:
u Al abrir una campaña es menester pensar bien si se debe
avanzar ó nó; pero una vez tomada la ofensiva, es preciso sostenerla
hasta el último extremo. Por grande que sea la habilidad
de las maniobras, siempre debilitará la moral del ejército, puesto
que, perdiendo las probabilidades de éxito, se entregan en manos
del enemigo. Las retiradas, además, cuestan mucho más hombres
y material que las acciones más sangrientas, con la diferencia que
en una batalla el enemigo pierde próximamente tanto como vos,
mientras que en una retirada vos perdéis sin que él pierda."
" Cuando dos ejércitos están en batalla, y el uno debe operar
su retirada sobre un solo punto, mientras que el otro puede retirarse
sobre todos los puntos de la circunferencia, toda la ventaja
es de este último. Entonces es cuando un General dehe mostrarse
audaz, descargar grandes golpes y maniobrar sobre los flancos de
su adversario : la victoria está entre sus manos."
6. Marchas de frente y de Banco
Otra clasificación admiten las marchas, si e consideran con
relación al orden de batalla; pueden ser entonces de frente y de
flanco.
La marcha de frente es la que se ejecuta en dirección próximamente
perpendicular á la línea de batalla que se abandona, y por
consiguiente á la posz'ción del enemigo, que se supone paralela. En
el fondo es un caso de la marcha ofmszva, antes mencionado. Como
es imposible ejecutarla en el orden mismo de batalla ó desplegando,
la línea se fracciona en columnas paralelas, que avanzan por
las avenidas que ofrezca la posición enemiga, siguiendo los caminos
abiertos, ó abriendo los que se necesiten, ó marchando al través de
los campos y de las tierras labradas.
Marcha de flanco se llama la que emprende una tropa "rompiendo
en columna" sobre la derecha ó la izquierda, y corriéndose
por la prolongación de la línea de batalla ó posúión que deja, en dirección
paralela por lo tanto á la que ocupa el enemigo. En la
antigua fórmula, que hoy no es ya tan respetada, de que todo
11rdm de batalla se componga de dos líneas de combate, y otra tercera
de reserva con parques, trenes y bagajes, naturalmente al marchar
de J!anco, quedan de hecho constituídas tres columnas paralelas entre
sí. El jlanco más próximo al enemigo se denomina exterior,. y,
por oposición, interior el que está más lejano. En esta marcha de
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Bolettn Jl,f-z'b"la'l'
flanco, más bien que vanguardia y retaguardia, se llama cabeza y
cola á las tropas extremas que, al volver al orden de batalla, se
convierten en alas. Sabido es que, hablando con técnica propiedad,
alas son los último hombres ó las tropas extremas, por ambos lados,
de una formación ó líiiea de batalla, mientras que flanco es el terreno
adyacente al que pisan la alas.
Desde lueg-o se ve que el ataque menos peligroso en una marcha
de flanco es el que se dirija sobre el exterior, por la facilidad de
formarse instant<1n,: amente· n batalla con una simple variación;
pero en cambio, pur los antiguos medio tácticos, el ataque por la
cabeza 6 por la cola, por ésta singularmente, introducía una perturbación,
muy prÓxima al desorden para desplegar y combaúr. Hoy,
gracias á la simplificación y flexibilidad de nuestra táctica reglamentaria,
la maniobra, si bi n más lenta forzo amente que una
varz"acz/m, por causa del camino que las unidades 6 bata11ones tienen
que recorrer, nunca puede producir embrollo, ni gran pérdida
de tiempo.
Alguna vez, ante un nemigo poco maniobrero y emprendedor,
aunque tenga superioridad numérica, la marcha dl flanco podrá
ser mpl ada para correrse ó e.·tendersc, y procurarse así superioridad
''relativa " sobr el punto que se tiene por deúsá•o en la
líma 6 posiáún nemiga, al cual técni amente llaman los tácticos
punto llm./t, 6 más orto, lla·u.
Como lu /go se 'erá con más detención, al tratar de los
órdenes de atalla paralelo y oll/cu(J, esta marcha de flanco que
hoy satíricam nt se dice m jJroasz!m, constituía el fondo de la célebr
maniobra d e F derico 11, admirada on increíble candor por
los táctico J ·1 siglo pa_ado. Sólo ante la calma imperturbabl ',ante
la pesad z ó la torpeza del enemigo quP le dejal.Ja dtsfilar, podía
repetir ·e impunem nte esa marr!Ja pro.feúonal del gran mvnarca y
g neral prusiano. Y tan así e , tan convencido estaba él mismo
de los pelig-ros cvident "S de esa cándida maniobra, que al querer
copiarla ··uuhise con sus franceses n Rosuach, ayó Federico
como el rayo sobrt: la caü:::.a de la proccúóu, de baratándola, e mo
si efectivamEnte lo fuerél, y logrando á poca costa una de las victorias
de más lauro n Jo anales militares de Prusia.
Si hoy ··s irnpo ible la r petición exacta, quizá la permita
aproximada en algún caso un fuerte de5tacamento ó columna de
flanco que proteja; ó bien lo cuLierto del terreno, la mayor distancia
que impon n las armas, y, obre todo, la ag/lidad y la dúciplz'na
de unas tropas que sepan marchar entre la niebla, la tempestad 6
las sombras de la noche. De otro modo, la marcha procesional podría
ser tan ridícula como el mismo apodo que la designa, admitido
ya en el tecnicismo táctico de los reglamentos actuales.
En el remoto caso de emprender una marclza de flanco de este
género, se necesitan razonablemente dos vanguardias, una á la cabeza,
otra, que podría llamarse lateral, al flanco exterior ó más
próximo al enemigo; y como éste puede cargar también sobre la
cola, conviene, además, una 1·etaguardia. La caballería y artillería
marchan, si pueden, en estas tres fracciones 6 trozos: si no es po-
TOMO 1-14
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2IO Boletitt M·Z:lt"tar
sible, en el centro 6 en el flanco inltrzor, donde también se agrupan
trenes y bagajef..
Aunr¡ue basta lo dicho para llamar Ja atención del Oficial
sobre lo defectuoso y anticuado de ciertas marchas de flanco, reforzaremos,
como siempre, el raciocinio con las palabras textuales del
primer Emperador francés :
" Nada es más temerario, ni más contrario á los principios de
la guerra, que hacer una marcha de flanco delante de un ejército
en posición, sobre todo cuando este ejército ocupe alturas al pie
de las cuales se tenga que desfilar."
"Es menester evitar las marchas de flanco, y cuando haya
que hacerlas, deben ser lo más cortas y rápidas posible."-Conlinúa.
MEi'I~IORIAS DEL GENERAL PABLO il:fORILLO
Continúa
Los últimos encuentros quitaron al enemigo todo deseo de
medir sus armas con las nuéstras, por lo que nos dejó dominar tranquilamente
el país y sacar partido de los recursos que ofrecía. Todos
los días veíamos aumentar nuestras filas con merma de las tropas
que habían militado bajo la bandera de la rebelión; nunca fue
mejor empleado un tiempo de inacción. Gran número de familias
vinieron á confiarse á nuestra protección; muchos habitantes, refugiados
en las guaridas más ocultas de las montañas, volvieron á
sus hogares, y varios miles de cabezas de ganado fueron conducidos
á la ribe ra izquierda del Apure. Se remontó la caballería y se
completaron sus cuadros.
La estación de las lluvias comenzaba á reinar; los torrentes
crecían y las enfermedades debían aparecer con la inundación.
Las lluvias son muy abundantes en este país, y el Bajo
Apure iba á quedar bien pronto impracticable. Bolívar habíase encaminado
á la Provincia de Barinas con fuerzas considerables;
partidas enemigas, bastante numerosas, habían pasado por Orichuna
é interceptaban las comunicaciones de San Fernando con la
plaza de Calabozo, en donde teníamos nuestros almacenes. Todo
esto me hizo abandonar un país peligroso y colocar el Ejército
en lugares más sanos y más convenientes á la estación y á las circunstancia
.
El Batallón ligero de Barinas se puso en marcha para Nutrias
el día 25 con una compañía de dragones Leales que pertenecía á la
quinta División.
El Batallón del Infante D. Francisco de Paula y dos compañías
tomadas á los Batallones Burgos y Hostalrich, se trasladaron á
San Fernando, en donde debían ·servir de guarnición. Estas fuerzas
alcanzaban por todo á 6oo hombres, y no se necesitaban menos
par a poder defender un punto de semejante importancia.
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Bo/et{n Mz·lt·ta1' 2II
La división de vanguardia recibió orden de reunir los rebaños
necesarios para la provisi6n de esta guarnición, y el comandante
en jefe obtuvo la misión especial de trasladarse en seguida á Guadarrama,
después de abrir de nuevo las comunicaciones con Calabozo,
y ele recorrer las jurisdicciones de Guayabal y de Camaguán,
á donde partidas enemigas habían penetrado. Con el resto de las
tropas me alejé de Achaguas el 30 de Abril; el 1.0 de Mayo
acampábamos temprano á orillas del Apure, y el siguiente día á
las dos de la tarde todas las fuerzas habían pasado el río.
El ejército siguió su marcha hasta Puntabrava, en donde se
dividió en dos cuerpos. El 7 de Mayo el Estado Mayor con la segunda
División y un Escuadrón de tropas del país. tomó la vía
de Guada1-rama, en tanto que el primer Batallón de Navarra y las
otras tropas de la quinta División se trasladaban á Santa Rosa por
Pueblo Nuevo, Nutrias y Santa Lucía. El Coronel D. Juan Ciri,.
Segundo Jefe de Estado Mayor general, recibió el encargo de la
conducción de e · tas tropas. Después de entregarlas al Comandante
general de su División, se trasladó á Calabozo por Guanare y
San Carlos. ,
Yo llegué el 12 á Calabozo, después de dar orden de construír
en Guadarrama un pequeño fuerte que, custodiado por una compañía
del Batallón del Infante D. Francisco de Paula, dehía proteger
la navegación de La Portuguesa. La segunda División que, se
había detenido seis días en Baúl, volvió al Cuartel general el 28.
Los ingleses que llegaron á Margarita permanecieron en esta
isla sin formar ninguna expedición. Los Escuadrones que ocupaban
los valles de Aragua para observar estos nuevos enemigos, se
trasladaron á Camatagua, también para estar en comunicación
con el alto llano, y el primer Batallón de Valencey formó la guarnición
de la capital de estas provincias, en reemplazo del segundo
Batallón de Navarra, que se envió á los valles del Tuy, para reforzar
la columna del Comandante Arana.
La Provincia de Barcelona parecía que por razón de su posición
geográfica y sus relaciones con Guayana y Margarita, debía
ofrecer á los rebeldes las ventajas más grandes para el próximo
invierno. Por esto, reconociendo que no bastaban las medidas que
yo había tomado relativamente á esta comarca, me creí en el
deber de dictar otras más activas. El segundo Batallón de Valencey
y dos Escuadrones del Regimiento de la Reina, que apenas comenzaba
á formarse, recibieron orden de marchar sobre Chaguaramas,
pasar en seguicla á San Diego de Cabruta, y de ir más
lejos, si era necesario, para batir á los facciosos que sin cesar
arruinaban esta sabana. Esta columna, mandada por el Corone
Pereira, no bajaba de novecientos infantes y doscientos de caballería.
La de Arana y el segundo Batallón de Navarra bastaban
para cubrir los llanos de Barcelona y para resistir los golpes que
los facciosos pudieran intentar sobre esta Provincia.
Durante mi estada en Calabozo me entregué por completo á
los negocios de que me había alejado la campaña. Recibí noticias
de todos los puntos importantes; Jas que me llegaron del Istmo de
Panamá y de la Jlanura de Barcelona fueron muy satisfactorias.
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2I2 Boletín Milita"
Dos combates, cuyas consecuencia. debían ser d 1 mayor interés,
habían tenido lugar en estas dos extremidades de la América
meridional.
La expedición que hemos dejado en los Cayos de San Lui .
al mando del ave nturero 1\IIac Gregor, bien que ya mucho menos
numero a, había recorrido en són hostil las costas de Portobelo, y
desembarcando al fin sin oposición, había ocupado esta plaza el
1.0 de Abril.
El Comandante general del Istmo trabajó con la mayor actividad
para ponerse en situación de recha%ar al enemigo de u territorio,
y el 30 de Abril por la mañana cayó sobre él ele improviso
con todas sus fuerzas. El combate no duró largo tiempo indeciso;
esos mtserable a ventureros, obligados á encerrarse en el
castillo, en pocas horas se vieron reductdos al .·tremo ele que,
para salvar su existencia, tuvieron que implorar gracia del vencedor,
de . pué dL sufrir una pérdida considerable.
Sesenta oficiales de toda graduación, hasta Coronel, se rindieron
á discr ' ci6n con más de 400 hombres, y d jaron en nuestro
poder todo el mat rial que habían desembarcado. E de notarse
que en este número, al que hay que agr gar go muertos y 6o heridos,
no se contaron seis spañoles am ·-rica no .
Los buque de transporte de ~ sta expedición aprovecharon un
viento favorable para salvar á Mac Gregor y á algunos áe u
compañeros. Este feliz acontecimiento restabl .ció la tranquilidad
en esta parte tan lejana y tan importante del territorio conflad<;> á
mis tropa .
A principios de Junio los Gen ral s reb Id s l\1ariño, Ced ño,
Monaga y Pojas se r uní r n con 1,300 hombres n . an Diego
de Cabruta; contaban n us fuerzas 400 jinet s llegados de Guayana,
de Maturín y de las orillas del Orinoco.
El Comandante Arana, con su olumna, fuert de oo hombres
de infantería y de 100 de caha11 ría a tante mal montados,
efectuaba enton s un movimiento sobre San Martín de Ipir .
Supo, por las declaraciones de algunos pr sos, que lo · rebeld ·
tenían intención dt: atacarlo, sin duda para p n .rse en comunicación
con sus partidarios de Margarita, ap dt rarse de la Provincia
de Barceloná y p<:>netrar en seguida á los \alles d 1 Tuy.
Arana no podía vencer sino por sorpresa á un n · migo tan superior
en número, y como an Diego e tá situado en medio de
·una llanura inmensa, tal proyecto parecía impracticable. Sin embargo,
tuvo noticia de que los rebeldes tenían en Pao un depósito
de 6oo caballos bajo la guardia de 200 hombre . Al punto formó
el proyecto de apoderarse de ellos para montar un gran número de
buenos jinetes que tenía bajo sus órdenes, y marchar apresurad::tmente
contra los facciosos, que estaban lejos de esperarle.
Animado por tan lisonjera esperanza, llegó prontamente á
Pao; pero á su llegada supo que los rebeldes, informados de su
venida, habían abandonado ese puesto llevándose todos los caballos.
Viendo que sus esfuerzos eran vanos, el Comandante Arana retrogradó
hasta el Chaparro, y se encontró el 1 2 de Junio con un
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Boletín ~fzlz'tar 2IJ
Escuadrón enemigo r¡ue pretend1ó oponerse á su marcha; casi al
propio tiempo descubrió tres más, colocados en el declive de una
colina, á tiro de cañón, junto con una fuerte columna de infantería.
Calculando prudentemente los medios de que di. ponía, vio,
sin dificultad, que el terreno no le era fayorable,y resolvió atraer al
enemigo á otro punto más ventajoso para sus tropas.
H.Jstigauo continuamente en su retirada, la efectuó sin embargo
en buen orden hasta las orillas del Gucrc, distante mis de
una legua. Allí tomó posiciones, y resolvió esperar á los rebeldes;
estaci nó en el lech seco del río á su infantería, enteramente
cor:npuesta de recluta , su bagaje , y su caballería consumida de
fat1ga. Pocos in ·ta ntc d2~pués apareció la infantería enemiga y
se trab' el combate má tenaz y más sangriento. Nueve cargas consecutiva
nos dieron, y varias veces los rebelucs se aproximaron á
nu e tras fila hasta el alcance de la bayoneta, pero siempre tuvieron
qu~ ceder antt.. la firmeza prodigiosa de las tropas r ·alcs que
los pt..!rsi¡;uicron varias Yeccs hasta la entrada del llano, ·in d jar e
ll evar nunca demasiado lejos de modo de cxp ncrse á perder su
ventajosa posición.
El combate duró siete horas, con un encarnizamiento sin ejemplo:
los do partí os se mantuvieron alternativamente á la of"n iva
y á la defensiva. Al fin lo· reb Jdes, debilitados por sus pérdidas, y
viendo bien que n podían for;.ar s m jante po ición, se batieron
en retii-ada, prot gidos por . u caballería. Arana reunió sus heridos
y siguió t::l cur o del rÍo. En tres días logró llegar al acantonamientu
de Onoto, in hab r ~:el in uictaclo en su marcha.
Nuestra pé.-dida fu · onsiderable: ciento sesenta y dos hombr
s queJaron en el camp de batalla; tuvimos no\'enta y un heridos,
dos Ca pitan s Comandante y tres Oficial ·s más; pero este
combate sangriento libró á la Provincia de Barc lona de los males
que la amenazaban con la inYa ión de los rebeldes. La pérdida de
e tos últimos no pudo ser bien a valuada; e supo tan sólo que cuatro
Coronele. y muchos otros Oficiales s\; contaron entre los muertos,
para expiar sus crímenes y la angre qu-v habían derramado.
Pero si se tiene en cuenta que nuestras tropa , protegidas por los árboles,
dispararon cincuenta mil cartuchos contra un n migo que
las atacaba á descubierto, se reconocerá que su pérdida debió ser
inmensa.
Tales triunfos fueron el coronamiento de la campaña de r819
y debieron persuadir á los rebeldes de la superioridad de las tropas
reales sobre sus hordas indi ciplinadas. Si el enemigo no hubiese
evitado casi con tantemente el combate, nuestras armas
habrían obtenido ventajas toda vía más decisivas, pero ciertamente
que la pérdida de una batalla campal no le habría hecho más
daño al partido de los rebeldes que la conducta que ellos observaron.
A la derecha del Apure, Páez había obtenido antes algunas
ventá.jas, debidas menos á sus talentos y á su valor que á la inexperiencia
de los jefes reales con quienes combatió. Los descontentos,
los pusilánimes, y aquellos que no saben apreciar el mérito
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Boletín M-ilz"tar
de operaciones sabias y el poder de la disciplina, anunciaban desastres
inevitables á las tropas que se atreviesen á hollar ese suelo,
y pronosticaban muy en alto que la campaña tendría un funesto
resultado.
En efecto, la naturaleza misma presentaba obstáculos casi
insuperables: arroyos y ríos profundos que no daban ningún vado;
la imposibilidad de hacernos seguir de barcos por la falta de medios
que emplear para ello; la inmensa extensión de los llanos que teníamos
que recorrer; la numerosa caballería que los rebeldes podían
levantar y sostener en las sabanas, y por último, sobre todo, el espíritu
público, generalmente faYorable á la causa de la revolución,todo
parecía conjurarse en favor de los rebeldes y en contra
nuéstra.
A pesar de todo, el ejército del Rey, aunque reducido en su
fuerza numérica, obtuvo las ventajas más positivas sobre Jos rebeldes
; arrojó los restos de éstos hasta los desiertos del Meta, y desvaneció
el prestigio de que trataban de rodearse.
En esta campaña el enemigo sufrió pérdidas sensibles y se
debilitó con una deserción continua. Más de doscientos hombres,
agradecidos á la manera como habíamos tratado á sus familias,
abandonaron los estandartes de la revolución para ir á alistarse
bajo la bandera real, y se pusieron á disposición del Coronel Pereira.
En diversos encuentros combatieron valerosamente contra
aquellos que, de~pues de arrancarlos á sus hogares, Jos habían
arrastrado á tántas desventuras.
Se remontó del todo la caballería del ejército, y numerosos
rebaños caballares pasaron á la ribera izquierda del Apure para
distribuírlos en el invierno en dehesas excelentes, lo que para la
apertura de la siguiente .;ampaña nos ponía en situación de poder
aumentar nuestra caballería, tan necesaria para pacificar á Venezuela.
Algunos millares de bestias, reunidas en estas llanuras por la
rapacidad de los rebeldes, repasaron el Apure, y sus dueños, para
quienes constituían casi toda su fortuna, los condujeron, bajo la
protección de nuestras tropas, á comarcas más tranquilas.
La navegación del Apure, que procuraba muchas ventajas á
los rebeldes, se les impidió en una extensión de más de ochenta
leguas, por medio del fuerte levantado en San Fernando. Fortificado
este punto como estaba, era un punto militar de los más seguros,
y muy importante para permanecer dueños, con poco gas~o,
de todo el pafs. Por otro lado, oponía obstáculo á las acometidas
que el enemigo pudiese intentar, durante la estación de las lluvias,
contra la parte inferior de la Provincia de Barinas.
Después de referir los principales acontecimientos de la campaña,
no es fuera de lugar el dar una idea de los sufrimientos
que las tropas tuvieron que soportar.
En todo tiempo los ejércitos han sufrido fatigas y privaciones
de toda clase; pero esos trabajos, comparados con los de nuestros
soldados, parecerían bien soportables. Algunas veces ellos atravesaron
desiertos inmensos en donde sólo lograron encontrar un pozo
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Boletín ilft'litar 2IJ
de agua fangosa para saciar la sed que los consumía y calmar el
calor de que se ahogaban; otras veces, al contrario, tras una
marcha de siete leguas, caminada más de la mitad por entre pantanos
que los cubrían hasta la cintura, se veían obligados á pasar
un río ancho de sesenta varas, con el agua hasta las narices y á
menudo sin encontrar fondo, y aun en medio de estas crueles peripecias
sucedía frecuentemente que no habían comido nada y que
no sabían cómo satisfacer sus necesidades.-Conlznúa
-- -o·:200~---
1 ZUMALACARR.EGUI *
GUERRA CIVIL DE NAVARRA, I834-1835
Traducido para el Bolelhs Militar
I
Se sabe cómo principió en España la guerra civil de 1833: el
matrimonio de Fernando vn con Cristina de Borbón tenía dividida
la Península en dos partidos, constitucionales y apostólicos, que
después tomaron el nombre de cri'sHnos y carHslas. La muerte de
Fernando, acaecida el 29 de Septiembre de 1833, dio la señal de
las hostilidades : mientras que apresuradamente se coronaba en
Madrid á la joven Isabel n, D. Carlos, hermano del difunto Rey,
retirado en Portugal aliado de su cuñado D. Miguel, lanzó su proclamación
de aspirante al trono de España; y ese manifiesto esparcido
con profusión por las provincias, á manera de reguero de
pólvora, produjo una explosión general. Ocho días después el estandarte
de la insurrección flameaba sobre todas las montañas del
Ebro. Veinte mil voluntarios de Vizcaya y de Alaba, comandados
por los Brigadieres Zabala y Uranga, acudieron á Bilbao y á Victoria,
á ponerse á órdenes de Valdespina y Verástegui. El General
Santos Ladrón, á quien su grado y las consideraciones de que gozaba
en todas las provincias, designaban como jefe de la insurrec-
* La personalidad de Tomás Zumalacárregui es una de aquellas que no
deben ser ignoradas p•1r ningún soldado por ser la de uno de los Generales más
expertos, quizás la del primer jefe de guerrilleros que ha visto la humanidad. Al
estudiarla, bien podemos dejar de lado su espíritu sanguinario, hijo del tiempo y
la comarca en que vivía, el que si puede mancillar la memoria del hombre, en
nada toca la del capitán de férrea disciplina, de disciplina tan dura que á mu.
cbos parece censurable.
Activo, audaz, emprendedor, apenas tuvo mando entre los rebeldes carlis.
tas imprimi6 á las operaciones de montaña un vigor desconocido basta entonces,
logrando suplir una enorme inferioridad numérica y la falta de recursos á fuerza
de rapidez, habilidad y valor. Fue Zumalacárregui un capitán notable, de ojeada
militar rápida y segura, de cerebro riquísimo en ardides y que indudablemente
nació para mandar. Por reducicción, iba á
producir una llama que mese d ~pué había de abra ar todo
España. Por lo pronto, Zumalacárr gui partió con los principales
de ra\'élrra, encargado de pedir au.·ilios á los insurrectos de
Ala va y de Vizcaya, y ele combinar con ellos 1 plan de campaña ;
pero el Marqué · de Valdespina y Verást gui no podían hacer nada
por Iturralde: se disponían, 1 uno á abandonar á Bilbao y el otro á
Victoria, amenazada de lo cristino ; negaron, pues, lo auxilios,
pero ofrecieron tomar á Zumalacárregui por segundo. Ahora
bien : no convenía al antiguo Coronel er el egundo de nadie, ni
de Valdespina ni de Verástegui, que no eran militares, ni de Iturralde,
que tenía un grado inferior al suyo.
Inmediatamente después c:le su vuelta al campo de Arronitz,
dijo á los oficiale y á ia junta: "Yo quiero mandar aquí." Los oficiales
y la junta, fatigados ya por la inacción é inexperiencia de
Iturralde, inmediatamente, por unanimidad de votos, elig iero~ á
Zumalacárregui. Iturralde se lisonj eaba diciendo que había s1do
el primero en levantar el estandarte de la in urrección con Santos
Ladrón, y que muerto aquel jefe, el mando recaía sobre él por
derecho, hasta que el Rey Carlos v lo resolviera de otra manera.
Parece que en su calidad de primer jefe, dio orden á dos compañías
de arrestar á Zumalacárregui; mas el CJmandantc Sarraz~,
el segundo de Iturralde, hizo tocar llamada en el acto, reumó
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2I8 Boletfn Milt.tar
los voluntarios en un campo, cerca de la ciudad, á orillas del Eja,
y y a sobre las armas, les dijo en alta voz: "Voluntarios, en nombre
de nuestro Rey, el Coronel D. Tomás Zumalacárregui :será
reconocido por Comandante General interino de Navarra." Y antes
de guardar su espada, el ComanJante Sarraza ordenó á las dos
compañías el arresto de lturralde.
Las dos compañías obedecieron; todo había concluido. Esta
fue una de esas revueltas de cuartel tan familiares á los soldados
españoles. El primer procedimiento autoritario de Zumalacárregui
fue el de escoger para su segundo á Iturralde, y por otra parte
declaró ó manifestó que estaba listo para dimitir en manos del
Coronel Eraso tan pronto como se presentara. En seguida el nuevo
Comandante avanzó hacia sus tropas, mandó terciar y pasó la revista.
Después de la revista, Zumalacárregui levantó su espada, los
batallones formáronse en círculo al rededor de él, y en aquel momento
reinó el silencio en el valle.
"Voluntarios! dijo el General con voz fuerte y llena de autoridad:
hasta ahora se os ha pagado dos reales; á partir de mañana
no tendréis sino un real; está vacío nuestro tesoro, mas yo me haré
cargo de vuestro sueldo, y de éste soy responsable. Muchos de
entre vosotros no tienen fusil, y la mayor parte de los que lo tienen
~arecen de bayoneta para combatir al arma blanca. Tampoco
tenéis ni pólvora ni balas para combatir de lejos; no estáis armados,
casi estáis desnudos, y hé aquí que el invierno llega l Las montañas
en las cuales tendremos necesidad de albergarnos para escapar
al enemigo, pronto estarán cubiertas por la nieve, y será
necesario sufrir el frío y el hambre, porque vuestra5 ciudades perecerán
bajo las llamas, y vuestros hijos serán pasados por las armas,
á menos que permanezcáis unidos para resistir y tomar venganza en
seguida. Guerra es ésta sin remisión á la que necesariamente os
convido. ¿Estáis listos?''
Una inmensa aclamación contestó á estas palabras extrañas, y
Zumalacárregui prosiguió con voz atronadora:"¡ Muy bien!; si por
defender vuestros hogares, proteger vuestras familias, sostener
vuestra santa causa, no dais paso atrás, ni delante de las privaciones,
ni de las fatigas, ni del peligro, os proporcionaré lo que os
falta, municiones, equipajes y víveres. Yo os enseñaré cómo se
desliza uno en medio de los batallones para dispersarlos ; os diré
en qué lugar es necesario ocultarse para sorprenderlos; á dónde es
necesario correr para asaltar los convoyes. La guerra que os propongo
no es una guerra abierta; seríais vencidos en ella: es una guerra
de ardides, guerra de emboscadas y de marchas forzadas. No
tenéis ni pólvora, ni fusiles, ni cañones como vuestros enemigos,
ni tampoco medios de procurároslos: no tenéis sino una manera
de adquirirlos: tomarlos al enemigo. Os exijo una obediencia
absoluta, una confianza sin límites ; no os prometo otra cosa sino
veladas continuas, días sin descanso, fatigas sin número; mas yo
os conduciré, Dios mediante, á la gloria y al triunfo. ¿Aceptáis?"
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Boletín Militar 2I9
' Los voluntarios navarros lanzaron al viento sus boinas, y gritos
de entusiasmo llenaron el valle y la montaña. Esos campesinos
antes atemorizados pidieron lanzarse sobre los cristinos : apenas
eran quinientos. Por tan rudo programa ya se puede figurar lo que
será la lucha.-Conlz1túa
PEREGRINACION DE ALPHA
POR MANUEL ANCIZAR
En punto de instrucción pública, nada tiene de lisonjero el estado
en que se encuentra el Cantón. De los 26,6oo habitantes, sólo
177 niños y 56 niñas reciben instrucción primaria, y 62 jóvenes concurren
al Colegio de Chiquinquirá á viciarse el entendimiento con el
estudio del latín, metafísica y algo de leyes. Por tanto, la instrucción
buena ó mala es á la basa general de la ignorancia como If
es á 100. De los 395 educandos de ambos sexos, 188 pertenecen á
la villa de Chiquinquirá y 40 al Distrito de Caldas, el mejor librado
en materia de escuela. ¿ Qué resta para los demás Distritos? !toco,
Maripí, Paime y Canipauna no tienen una sola escuela primaria.
Las de Buenavista y Coper, Muzo y Saboyá dan pesadumbre por
la carencia de útiles, lo desaliñado del local y la falta absoluta de
un método racional de enseñanza, en lo cual influye decisivamente
la carencia de útiles, contra la cual sólo un gemo pedagógico podría
luchar con buen éxito.
Qut!janse los vecinos notables de que hay repugnancia por
parte de los padres de familia á mandar á sus hijos á la escuela, y
achacan á esto el culpable abandono en que yace la instrucción
elemental. Tienen mil veces razón los padres de familia : la experiencia
les ha hecho ver que sus hijos envejecen en las llamadas
escuelas, sin acabar de aprender, y no quieren verlos perdiendo
tiempo en esta vagancz'a honrada, cuando pueden y deben ayudarles
en las faenas del campo. Tienen mil veces razón, porque en semejantes
escuelas jamás se aprenderá nada con solidez y prontitud;
y los notables y las autoridades de cada uno de esos pueblos nunca
hallarán disculpa á los ojos del patriota, ni dejarán de ser moralmente
responsables de todas las consecuencias que nacen de la
ignorancia
VIII
Cinco leguas casi al N. de Saboyá demora el Valle de Jesús, Distrito
parroquial del Cantón de V élez, á donde emprendimos visita,
terminada la del de Chiquinquirá. Trepa el camino hasta la cum-
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220 JJoletí1t ivlzlz"tat
bre de la alta serranía llamada P~rta de Saboyá, desde la cual
se domina completamente la hoya d Jos ríos Guayabal, Delvalle
Y Guache, que reunidos bajo el nombre de Popoa, cerca del Puente
Nacional, aumentan el caudal del Suárez, antes Simijaca 6
Balsa, y se descubre una ucesión de cerros y colinas que se inclin~
n hacia el lejano l\t1agdalena, perdiéndose entre la niebla
del horizonte. Por una bajada rápida en e.'tremo, y ~obrado resbalosa
cuando llueve, se lle;.;a al pequeño vecindario del Chusca],
donde SP. encuentran posada · alvjami e nto regulares, y abundancia
de ciertos animalillos "de cuyo nombre no quiero acordarme,"
los cuale hacen al viajero forzosa ~ ineYitable compañía durante
una jornada ó más si ·e d scuida. En las veces que por diversos
caminos bajámos desde la planicie chibcha á la comarcas de clima
templado ó d.lido y volvimos á lla, había notado que el cambio
sen ible de temperatura y del carácter de la vegetación, coincidía
con la desaparición de las flores de achicoria n la bajada, y
su reaparición en la subida. Desde lueg-o, upu -e que aquella planta
tenía n los Andes un límite inferior, ·1 cual pJclría. tomarse
como demarcación cosible de las region~ · suban·lina y superandina.
Tres obser ·acionc hechas, la una c~rca ch.. Calt.la ·, la otra,
pasado el alto DJs.crJ.minos, entre Canipauna y Chiquinqui:á, y la
tercera poco antlS de llegar al Chusca!, toda. ellas en el lugar en
que la~ ft res de achicoria ce. aban de matizar las pradera ·, dieron
por re. ultad 19° el 1 Cl ntígt·ad como temperatura media, y de
2,520 á 2,470 m~tro d altura sobre d nivel del mar. E te n·sultad
es d1gno d anotar!:.e y con vit.la á repetir las observacion s
hasta llegar á una inducción categórica, pu ·s de e a manera
qued ría estabkcida una ·ñal bien visibll.! de los límite · de las
dos grande, reo-iones n e¡ u nueslro territorio se divide, y por
consigui nte, los de la zonas agrícola , en que 1 cultivo d ciertos
fruto se halla pr •(kterminado por la nalurakza, y que hoy,
por un mal entt.ndid de eo de lucro, confund n en algunas partes
sin concebir que la Providencia ha querido fijar en este suelo, por
la reunión de climas variado· en cortos pacios, el fecundo principio
d la divi ión del trabajo agrícola; principio altamente 1 rogre
i. ta, que la raz;6n hum:tna n ·to último tiempo aplicara a]
trabajo fabril con benehcio palpable ele todos y en todo.
Desdl.! que se pisan los lindero del Valle d Jc ús, se r. ta lo
numero o de u población y la índ le indu triosa dt.:: los morador s.
Por dondequiera e ven ca itas rodeadas de sementera y cañaverales,
gente labrando los campo ó cosechando frutos: de trecho
en trech resuena el chirrío de los pesado trapiche , y se
alza en blanco penachos el humo de las ca ·as en que e confecciona
la miel de caña. Allí todos son propietanos, ninguno indigente;
y esta igualdad de medios de hacer fortuna excita la actividad
industrial de caJa uno, é imprime en su alma cierto sentimiento
de independencia, que cuando ea vivificado por la luz de
la in trucción, formará la base de sólidas virtudes civiles. El centro
del Distrito es un pueblo del mismo nombre, fundado sobre una
ladera ondulante, que termin_a en la margen izquierda del claro y
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Boletín iYfilz"tar 22I
pintoresco río Del valle. Las ca11es principales están empedradas;
las casas cómodas y espaciosa , m~>chas de ellas de teja y algunas
de dos pisos; el aspecto de los habitantes, robusto y de gentes
bien halladas con su suerte, atentos y obsequiosos con lo forasteros,
respetuosos á la· autondades y vecino notables. Hospe dónos
en su casa el Sr. Juan Nepomuceno Téllez Me!o, jefe de una familia
tan numero a como una tribu, hombre llano, franco y que rebosaba.
en idea patrióticas nada comunes. Dato , noticias, exploraciones,
todo lo facilitaba con el empeñ y buena voluntad que un
egoísta habría puesto en co as de su privado interé . El influjo de
que goza, justamente merecido, lo emplea en bien del pueblo y
guiado por las más :-anas intenciones. El Cura del Valle, Dr. Mariño,
es digno también de mención especial, como caballero y como
sacerdote ilustrado, protector de la escuela de niños que cuenta 35
alumnos, y promovedor y director de la hermosa fábrica de la
iglesia, cuya conclusión ac lera el activo Párroco sin e ca ear los
e fuerzo per onal s y con el menor gravamen posible de sus feligreses.
El Valle de Jesús 'deja recuerdos gratos al viajero, tanto
por la índol honrada y carácter obs quio o de su moradores,
como pül- el a pecto de sus campos cultivados y de sus caminos
cuidados con e mero, ignos de la pro peridad creciente de aquel
Distrito.
D.:> camino llevan del Valle al Puente Nacional: el que párte
hacia el NE. atravesando el río Guache, y el que tomando la
dirección ::,E. pasa por el río Guayabal, y torci e ndo al E. enfila
el Pumte de Pt'tdras, formado por la naturale.ta obre el raudal precipitado
d e l uárez. Elegímos el segundo, porque conduce directamente
á la brecha de la serranía p r londe en otro tiempo rompieron
la _ agua del gran ]ao-o de Fúquenc para caer sobre las
tierra baj::.t.s de Vélez; h choque des ábamos comprobar como
complemento y confirmación de las obscrvacione anteriore acerca
de la formación edim ntosa ele la gran llanura rJUe principia al
pie del Volad r de Fúqucne, y corriendo de S. á . con un d ecl ive
sensible, t rmina en los cerros de la Peña de aboyá. En efecto,
andadas dos leguas y media escasas, se entra en las ruinas de la
erranía por un camino estrecho y pcdrego ·o que costea los restos
del cerro de la derecha, dejando á la izquierda una hondonada irregular,
excavada por el choque de grdndes masas de agua, como lo
manifiestan lo atormentado del suelo, los grandes su leos de los flancos
de los cerros adyacentes, casi despojados de tic!rra por esta
parte, y la enormes rocas de calcáreo siliceoso, descarnadas pero
no movidas de su antiguo asiento. Más adelante las señales de destrucción
se aumentan: la cima de la serranía se presenta cercenada
y en partes cortada por cauces profundo , á los cuales corresponden
socavones en lo bajo, señal de que allí cayeron los
primeros torrentes de las aguas libres de barrera ; después, y en
la dirección del curso actual del Suárez, yacen desparramados
peñascos ponderosos, lanzados á lo lejos por la potente irrupción
del lago cuando se hubo desgarrado hasta su base el alto cerro.
La inundación debió ser espantosa, puesto que teniendo el lago pri-
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222 Boletfn M·ih"tar
mitivo 40,000 metros de longitud y 1 5,CXX> de latitud media, la serranía
perdió de repente 1,1 oo metros de altura desde la cima hasta
el fondo de la brecha, violentamente abierta por el empuje de
las aguas del vasto recipiente*. Así, no hay cerro en derredor que
no haya sido cercenado en la mitad, por lo menos, de su volumen
originario, y sus despojos han ido á formar por largo trecho valles
y laderas de terreno revuelto y configuración particular. El Puente
de Piedras, es una aglomeración confusa de rocas gigantescas,
rodadas unas sobre otras por espacio de 200 metros en el sentido del
desagüe del lago, amontonadas, enclavadas y perforadas, de manera
que constituyen una bóveda, por debajo de la cual corre bramando
el Suárez, reapareciendo después á 30 metros de profundidad.
En tiempo de fuertes lluvias, el río se halla estrecho en el
socavón y desborda por encima de los peñascos, formando saltos
ruidosos, que sin embargo no desquician aquella fábrica estupenda.
Vista desde el extremo N., donde forma un plano por el cual
pasa el camino, presenta un paisaje de admirable grandeza: una
rica vegetación cubre ambas orillas, inclinándose los árboles sobre
los peñascos rojos y parduscos, los cuales suben encaramados unos
sobre otros hasta perderse entre el distante cortinaje de verdura y
flores silvestres, rasgado á trechos por torrentes de agua espumOsa
que desde luego desaparecen cayendo á la caverna; óyese debajo
el sordo tronar del río quebrantado por las rocas, y encima
todo es quietud, amenidad y frescor ; un simple lecho de piedras
separa lo bello de lo terrible, tanto más terrible cuanto se siente y
no se ve; las flores encima, el abismo debajo! Allí se medita involuntariamente,
y el hombre experimentado recuerda los contrastes
de la vida, y cabila en Dios.
Como una legua más adelante del Puende de Piedras se llega
á lo alto de un recuesto, desde el cual se descubren las vegas angostas
por donde corre el Suárez, que los indígenas llamaban Saravita,
avistándose también el Puente Nacional, linda y aseada
villa recostada en la falda de la serranfa fronteriza. Tomó su nombre
de un antiguo puente echado por los españoles sobre el Suárez,
en tiempos en que una obra de estas era cosa rara y formaba
época en l0s mezquinos anales del Virreinato. Sementeras de caña,
maíz, plátano, trigo, cebada, añil, café y gran variedad de granos
y legumbres demuestran la fertilidad del terreno, la suavidad del
clima y los hábitos laboriosos de los moradores en el Distrito, que
hoy cuenta 1 3,CXX> vecinos, la mayor parte propietarios de pequeños
predios, todos bien acomodados, activos é industriosos, de costumbres
sencillas, y fáciles de entusiasmar en nombre de la Libertad
y de la República. Allí reside el Dr. J. A. Chaves, Obispo de
Caledonia, patriota venerable, que señala con un beneficio cada
día de su vida, sacerdote ilustrado, tolerante, lleno de mansedumbre
y modestia, de cuyos labios salen solamente palabras de bondad
y de paz.-Continúa
• Dicho queda que la ciencia moderna infirma esta clase de suposicio
nes-N. dd D.
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Boletín Mtiitar 223
PALONEGRO
Diagramas de la marcha y combates
por el dominio de las montañas
entre Pamplona y Bucaramang&
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Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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