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Los poetas colombianos pintados por García Mérou, (del libro titulado impresiones) [recurso electrónico] : D. Rafael Pombo [continuación]

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Los poetas colombianos pintados por García Mérou, (del libro titulado impresiones) [recurso electrónico] : D. Rafael Pombo

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Rafael Pombo y los sonetos [recurso electrónico]

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Un sonetazo [recurso electrónico] / A. del Valle

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Versos de César Conto [recurso electrónico]

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Francisco José de Caldas [recurso electrónico] / [Rafael Pombo]

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Imagen de apoyo de  Elejia a la memoria del célebre Dr. José María Gruesso [recurso electrónico]

Elejia a la memoria del célebre Dr. José María Gruesso [recurso electrónico]

Por: Adobe Acrobat 9.0 | Fecha: 16/02/1901

~~ BOGOTA, FEBRERO 16 DJs 1901 SERIE II-TOMO I-N. 0 7. 8 BOLETIN ~iiLITAR DE COLOMBIA Organo del Ministerio de ¡ Guerra y del Ejército Son colaboradores de este periódico los ~ Jefes y Oficlnles del Ejército + Director ad honorem F. J. VERGARA Y V. General de Ingenieros, Miembro de varias Sociedades Cientiftcaa DECRETO NUMERO ros DE I9o.1 (25 DE ENERO) por el cual se fija la inteligencia del artículo 2. 0 de la Ley 39 de 1896 El Vú:epresz'dente de la República, mcargado del Poder .Ejecutivo, En uso de las facultades que le confiere el artículo r 2 r de la Constitución, DECRETA Artículo único. Para los efectos del artículo 2.0 de la Ley 39 de r8g6, se entiende que prestan el servicio de guarnición no sólo las tropas acantonadas en determinado lugares, sino también las que por necesidades del servicio tuvieren que salir á campaña en la comarca 6 región á que pertenece la ciudad que designe el Go­bierno como asiento principal de la guarnición. Dado en Bogotá, á 25 de Enero de I90I. JOSE MANUEL MARROQUIN El .Ministro de Gobierno, GurLLER!riO QuiNTERO C.-El Subse­cretario de Relaciones Exteriores, encargado del despacho, ANTo­NIO Josi URIBE-El Ministro de Instrucción Pública, encargado del Despacho de Hacienda, MIGUEL ABADIA MÉND&z-El Ministro de Guerra, Josi DoMINGo OsPINA C.-El Ministro del Tesoro, ENRIQU& RESTREPO GARCÍA. TOllO l-13 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bolel{n Milita, RESOLUCION NUMERO z. 0 Minisürio de Guerra-Sección J.•-Bogolá, Febrero 9 de II)OI CONSIDERANDO Que el Decreto número 151 de 1g00 ha sido interpretado de diversas maneras, lo que ha ocasionado muchas dudas y dificulta­des en la Contabilidad, como lo manifiestan las numerosas consul­tas elevadas á este Despacho, principalmente por los Pagadores del Ejército, SE RESUELVE Tanto el aumento del 25 por 100 de que habla aquel Decreto, como cualesquiera otros señalados por el Poder Ejecutivo, de acuerdo con la autorización conferida por el artículo 2.0 de la Ley 39 de 18g6, deben liquidarse tomando por base los sueldos fijados por dicha Ley; así, en el caso de haberse de computar á un mismo tiempo varios de tales aumentos, se liquidará por separado cada tanto por ciento sobre la base ya indicada. Por ejemplo, un Capi­tán de la guarnición de Honda tendrá hoy un aumento de $ 20 conforme al Decreto citado, y$ 20 conforme al Decreto número 153 de 1897. Comuníquese esta Resolución á la Comandancia en jefe del Ejército, y publíquese. El Ministro, J osE DoMINGO ÜSPINA C. BRIGADA. DE LA PLAZA En la relación publicada en el número anterior, se dijo que el Dr. Agustín Uribe había recibido cuatro bestias, cuando en verdad esa cifra debió reducirse á dos, por haber quedado las otras dos en la brigada de la Plaza. ABRIGOS DE VIVAC (REGLAllENT.ARIOS EN FRANCIA) Sucede con frecuencia que por una ú otra razón táctica 6 es­tratégica, las tropas se detienen á pasar la noche en lugares donde no hay habitaciones para acantonarse, ó carecen de toldos de ~mpaña Ó de barracas: en este caso, organizan la dormida en vivac, ya bajo el toldo-abrigo, ya bajo abrigos artificiales im-proYísados. · Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bolet{n Milita1' Cuando la tropa dispone de toldo-abrigo, se instala en cam­pamento como si llevara toldos de campaña, es decir, siguiendo las prescripciones de los reglamentos sobre la materia. Un bata­llón, por ejemplo, forma en el centro una columna de filas de pa­bellones, y á los lados se establecen, por sendos grupos de dos compañías, los soldados, con las cocinas sobre los flancos, y las le­trinas por lo menos á 6o metros, donde lo aconseje la configura­ción del terreno. Si faltare hasta el toldo-abrigo, se vivaquea al aire libre, en el orden y sobre el terreno donde al haberlos se huhieran levan­tado los toldos, protegiéndose los soldados contra la intemperie con abrigos improvisados. a) Ramaje-Si en la comarca hay bosque ó matorrales, habrá en pie, por decirlo así, el material necesario para construir abrigos consistentes en dos estacas sobre las cuales se atraviesa una Yara que soporta una especie de tinglado ó mediagua formada de ramazón menuda (figura 1.•). Si las ramas escasean y hubiere paja ú otra materia análoga, se reemplaza con ésta una parte de aqué- 11as en Jos tinglados. Figura 1.• Perspectiva de un abrigo de ramaje b) Zarzos-Cuando lo que falta es la ramazón, y más .bien se busca defensa contra el frío y el viento que contra la lluvia, los abrigos ligeros de ramas se reemplazan con zarzos (figura 2. •). Figura 2.• Perspectiva de un abrigo de zarzos Con frecuencia en ciertos períodos de una campaña, en.espe­cial en los investimientos de fortificaciones, sucede que un puesto 6 retén ocupa un sitio á donde no llegan las miradas del enemigo, y los rigores de la estación exigen dar algún abrigo á los hombres que Jo forman. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletfn Mz"l·itar . En tales casos puede instalarse un abrigo ligero, eficaz y fácil de construír. Para esto se principia por trazar en un terreno de piso igual, una circunferencia de 5 metros de radio, y en su centro se abre un pozo de om.30 de profundidad por om.6o de diámetro. De ese foso se hacen partir en seguida cinco ó seis zanjitas de una cuarta de anchura, de manera que encuentren el nivel del suelo á 2 metros del centro de la circunferencia, cubriéndolas con piedra 6 césped, si es posible, á fin de convertirlas en tubos de tiraje para el aire que habrá de alimentar el hogar central. Figura 3.• Per · pectiva de un abrigo ligero para un pue to de 40 á 6o hombre En efecto, ese hogar ocupará la parte central del vivac, for­mando un círculo de unos 2 metros "de diámetro, de manera que cubra el foso y las zanjitas de tiraje. Sobre la circunferencia del puesto de vivac se levanta un pe­queño reborde de cesped6n (la hierba hacia afuera) de om.30 de anchura por om.2o de elevación ; sobre ese reborde apoyan los sol­dados la cabeza, de suerte que los pies les queden vueltos hacia el fuego. El escurrimiento de las aguas de lluvia hacia el exterior se asegura por medio de zanjas abiertas con tal fin. En tiempos muy frios 6 lluviosos puede disponerse en torno del vivac, á 4 metros del centro, una línea circular de piquetes de unos om.go de a1tura, ahorquillados hacia arriba, espaciados de ·metro en metro y unidos en la cabeza por medio de una cuerda de ramaje 6 cuan pasada por las horquetas. Sobre la cuerda se apo­ya una serie de zarzos de 3 metros de longitud, cuya otra extremi­dad se coloca en tierra á 2m.50 más allá de los piquetes, pasando por sobre el reborde de cesped6n ya mencionado (figuras 3.a y 4:). De los tales zarzos no se quitan las hojas sino por dentro, y por fue­ra se arreglan de manera que el agua ruede con facilidad; si es posible, ya colocados se acaban de tapar los vacíos con paja, ramas, etc. En la pared de zarzos conviene dejar un boquete ó-puerta del Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bo/et{n Milz'tar lado hacia el cual el viento empuje el humo de la hoguera central. Si faltare ramaje y los soldados tienen toldo-abrigo; pueden colo­car éstos en vez de zarzos, fijándolos en tierra por medio de estacas 6 piedras. t- · - - - . . - . - .. -- --'~; . -- ·----·--- · -·-- -· - -·-------~ o o----·--··-·--··~----·­~---- ··--· · · · -- -·-···-""'-··-·---·-·· ·-- -- -~---- _ _, ••o• Figura 4- • Corte vertical de la figura anterior por A B Si el suelo estuviere húmedo, pueden hacerse zarzos para que sirvan de lecho á la tropa; si el vivac fuere circular, tales zarzos - ""-'. --~ Figura S·,. Perspectiva de un puesto cubierto de zarzos en torno de un fuego de vivac serán más angostos en la parte destinada á los pies que en la que se deje para el tronco, á la cual se da una anchura de una vara (figura 5. • y 6:). :r', , •U ~-- 1~9Q ... .. *-~ero .. ·--~)90. · --~ Figura 6.• Corte ertical de la figura anterior Si el vivac debe servir varios días en tiempo de lluvia, es •n­dispensable el empleo de zarzos para lechos, porque sin ese re-: quisito pronto el puesto no sería sino un fangal. Las figuras 7 .•-y Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletfn Mt"tt'tar i ... indican con toda claridad cómo se construyen los zarzos para camas 6 lechos de vivac. ~ 1 Figura 7. • Armaz6n de un zarzo Figura 1P Zarzo ------- ~ ------ PRINCIPIOS GENERALES DE ESTRATEGIA Y DE TÁCTICA EN LAS PEQUENAS GUERlfAS por el Ma.yor C. E. Callwell, del Ejército inglés TRADUCCI6N DE ISIDORO LAVERD.K AMA YA-Contintía XXXVI. Son necesarias algunas reservas-Esto no obstante, no debe prescindirse en absoluto de las reservas, sobre todo en com­bates contra fanáticos que pueden intentar una carga á fondo re­pentina bajo la forma de un contraataque. En suma, esta cuestión de las reservas, surge de la táctica de infantería que se tratará con este título en un capítulo siguiente. Pero lo relacionado con la falta de reservas en casos de contraataque conviene igualmente á todas las armas. Ejemplos de contraataques enemigos-En Denghil Tepe, en 1879, el General Lomakin se vio obligado, á causa de la debilidad de los efectivos de su columna, á dar el asalto sin reservas á retaguar­dia. Cuando Jos asaltantes, no habiendo podido penetrar en las trincheras, se batieron en retirada bajo el fuego más vivo de los Tekkes, no había reservas que Jos recibiesen. Felizmente los ca­ñones favorecieron á la infantería rusa reunida por los defensores, quienes escalaron las murallas y cargaron en masa con vigor. La infantería en retirada ocultó por algún tiempo á la artillería, pero · despejó en oportunidad el frente para permitir que las piezas arro­jasen algunas granadas sobre los grupos turcomanos, que tuvieron que penetrar desordenadamente en su fortaleza. En la batalla de Tetúan, en 1859, en la cual el Ejército espa­ñol se decidió por un ataque directo contra los Moros atrinchera­dos en una fuerte posición, el enemigo verificó una salida de flanco, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. y cargó de repente, justamente en el momento en que. iba á darse el asalto. Este imprevisto contraataque favoreció desde luego á los asaltantes y les permitió penetrar á viva fuerza en la posición, tras los talones de los Moros, que huían, y que no tenían ninguna pro­babilidad de triunfo, en terreno descubierto, contra los fusiles de los Españoles; y el incidente corrobora la tendencia de estos adver­sarios en llevar á cabo semejantes contraataques inopinados, que exigen que las tropas regulares presenten un frente sólido. La carga de los Ghazis en la batalla de Bareilly, en 1858, es otro ejemplo bueno de contraataque enemigo. El ataque contra los rebeldes estaba dispuesto. Sobre la izquierda de los Ingleses, la artillería, que debía tomar al enemigo de flanco, había estado en .acción durante algún tiempo. De repente, una masa de fanáticos armados de sable atacó la extrema derecha de los Ingleses. La infantería tuvo tiempo de cerrar filas, y rechazó al enemigo. Ape­nas libres de los Ghazis, una gruesa columna de caballería rebelde .envolvió el flanco derecho y sembró el desorden en las retaguardias. Todavía se pueden citar como ejemplos menos importantes una carga súbita de enemigos armad=>s de lanzas, que se arrojaron desde las alturas de la derecha de la posición de los Madistas, en Kirbecán, sobre la infantería que iba á asaltarlos, y una acometi­- da de Jos fanáticos en el combate de Kotkai, en la expedición de la Black Mountain, en 1888. En este último hecho de armas'" el enemigo huía y las tropas asaltantes avanzaban con rapidez para completar la victoria, cuando, de repente, de un barranco disimulado que cortaba diagonalmente el campo de batalla, se lanzó un grupo de fanáticos armados de sables, que hicieron un esfuerzo desesperado para romper la línea. Todos murieron, pero ocasionaron algunas pérdidas, y hubieran podido ser causa de muy serios desórdenes sin la consistencia de las tropas •. XXXVII. Necesúlad de la cooperación entre la z'nfanterla J' la ca­ballería para rechazar los contraataques-Adversarios de esta clase rara vez se muestran muy dispuestos á abandonar sus posiciones para ejecutar un contraataque,aun cuando los ejemplos precedentes muestran que hay con frecuencia probabilidad de que un ataque re­pentino se lleve á cabo por una fracción de las fuerzas enemigas. El caso de Denghil Tepe, aun cuando fue más bien un contraataque, verificado después del mal éxito de un asalto, pone de relieve la im­portancia de la artillería como elemento protector. Es otro argu­mento en favor de la acción ofensiva de esta arma, acción que ya se ha demostrado que es necesaria, si se quiere obtener una victo­ria decisiva sin recurrir á un movimiento envolvente. Buenas tropas poco tienen que temer de una acometida súbita, si el terreno es des­cubierto; pero en un terreno quebrado y anguloso, en donde no hay campo de tiro, tales adversarios pueden ocasionar muy serios des­órdenes si atacan con energía y repentinamente ; pueden hasta romper la línea si no hay reservas. El General Skobelef, en sus instrucciones á las tropas en la campaña contra los Turcomanos • Kotkai se encuentra en el Gomal Pass. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 200 Boletín Milzta1 en 1880, concedía muy grande importancia al hecho de que la artillería pudiese sostener á la infantería en el ataque, y á que la infantería estuviese siempre lista. "El gran principio de la táctica en Asia es el de emplear las formaciones cerradas. La artillería debe exponerse con grande abnegación para sostener de cerca á sus camaradas." Tales eran sus máximas. Y bien que semejante táctica sea inaplicable en muchas situaciones que presentan las pequeñas guerras, las reglas de manejo sentadas por un jefe tan ilustre merecen considerarse maduramente. XXXVIII. Tendencia del enemigo á amenazar los flancos y las re­Jaguardz'as de unacolumna de alaque.-El hecho de que los guP.rreros irregulares no están muy dispuestos á resistir un ataque directo, los conduce á hostilizar los flancos y las retaguardias de las tropas regulares. Además, se dan instintivamente cuenta de que los flan­cos y las retaguardias de las tropas dirigidas contra ellos, son los puntos más favorables para un contraataque, y por esto, frecuen­temente dan mucho que hacer. En la guerra en los bosques, cuando el enemigo no se mantiene simplemente á la defensiva tras empalizadas ú otra clase de trincheras, ame nazan constan­temente las retaguardias y los flancos. Esta razón fue la causa de que en el Dahomey se adoptara la formación en cuadro, como se hizo notar en el capítulo VIII; y lo mismo aconteció en Amoaful y en Ordahsu en el Ashanti, y también en el Achín. Pero este sistema envolvente de parte de los adversarios indisciplinados no es especial de la guerra en los bosques : también se encuentra en las montañas de las fronteras de la India, en Argelia y en el Asia Central. Los Moros lo em­plearon igualmente en 1859, y el Mariscal Mac Donald, en la ba­talia de Tetuán, avanzó en una formación en cuadro en ángulo, privándose de sus flancos, formación de combate bastante seme­jantP á la ya citada del Mariscal Bugeaud en Isly. Tal formación se parece á la del cuadro; y cuando el enemigo, con fuerzas superiores, trata de verificar ataques enérgicos contra los flan­cos y las retaguardias, es indispensable adoptar una formación que permita á la columna hacer frente á todos lados y cubrir sus bagajes. Pero aquí hablamos de amenazas más bien que de ata­ques regulares contra flancos y retaguardias de una columna ofensiva. XXXIX. Importa proseguir camino y no dar demasiada alennon á las demostraciones contra los flancos y las retaguardzas.-Por lo gene­ral, cuando los flancos y las retaguardias de las tropas de ataque están simplemente amenazadas, parece bueno el principio de no dar mucha importancia á esas amenazas. Cuando en el Tonkín los Franceses atacaba~ fuerzas muy numerosas, adoptaban común­mente una formación en escalones para impedir que la táctica en­volvente fuese un peligro serio. De ordinario, si el ataque es enér­gico y el asalto á fondo, las nubes de enemigos que acosan los flancos se disipan y dejan de ser un peligro. Tal fue el caso de Ordahsu, citado atrás; las tropas inglesas avanzaron atrevida­mente, no preocupándose de la tendencia de los Ashantis á hosti- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín Militar 20I lizar los flancos y las retaguardias ; y no hubo ninguna contrarie­dad. Este método de combate de parte del enemigo poca relación tiene con el sistema de ataque envolvente que los Zulúes emplea­ron c0n tanto éxito en Isandwhana y con sus maniobras de Ghin­hilowo y de Ulundi; porque en el Zululand las tropas regulares se mantenían á la defensiva sobre el campo de batalla, en cuadro 6 en laager, y el enemigo era el asaltante. El hecho mismo de no prestar atención á las tentativas del enemigo contra los flancos y las retaguardias, manifiesta á este enemigo que el ejército regular le teme poco, y, como tan frecuentemente se ha hecho notar, el efecto moral es poderosísimo en estas campañas. La victoria decisiva del General Romanowski sobre el ejérci­to Uzbej en Yedshar, entre Tashkend y Samarcanda, en 1866, es digna de ser mencionada á este respecto. Mosuffer Khan, el emir de Bvkhara, tenía poco más ó menos 40,000 hombres; la columna rusa contaba:como 3,000. A pesar de la desproporción de los efec­tivos, el General Romanowski atacó. El enemigo envolvió á la co­lumna ru a y dirigió ataques desesperados contra el convoy, que estaba defendido por algunas compañfas. Pero los rusos continua­ron con resolución y firmeza su camino, y la escolta del convoy rechazó Jos ataques lo mejor que pudo, tornando á emprender su marcha cuando tenía un poco de tregua. El enemigo no pudo atajar la marcha determinada hacia adelante ni el fuego de las piezas del G .... neraJ Romanow ki ; y al cabo, huyó presa de pánico. En la batalla de Wad Ras, en 1859, los Moros amenazaron seriamente los flancos de los Españoles en el momento en que se desarrollaba el ataque. Bien que fue necesario desprender algunas tropas para mantenerlos á raya, el ejército acometedor continuó su movimiento sin inquietarse por las maniobras del enemigo ; y cuan­do la aldea de Amsal, en el centro de la posición enemiga, fue tomada, los Moros desaparecieron en todas direcciones. El ejército del Sultán era, numéricamente, superior en mucho á las fuerzas españolas, lo que le permitió envolver á los asaltantes, resistiendo al propio tiempo al ataque principal. • XL. Combates en el bosque-El combate en los bosques ofrece todos los caracteres del combate bajo bosque en las guerras regu­lares: la misma incertidumbre, la misma dificultad de sostener la unión entre los diferentes cuerpos de tropa y las varias fracciones de un mismo cuerpo, igual necesidad para los soldados y clases, y para los oficiales jóvenes de no confiar sino en e U os mismos •. Esto, naturalmente, depende mucho del espesor del bosque, que es una expresión muy elástica. En la Chechnaya, valle del Daghestán en donde encontraron una resistencia tan seria durante varias cam­pañas, los Rusos peleaban en Jos bosques. En el Achín los Holan­deses combatían en medio de una espesa vegetación tropical, en ciertos parajes casi impenetrables para el europeo. En suma, el combate en bosques es Jote de la infantería, y como se puede es- • Véase en las Exj>edicionu Í1ll{lesas m Afrua (p:igs. 81, 82, 83, 84 y 85) las instrucciones tácticas del Mayor General Sir G. Wolseley, para la ¡r1erra dd Ashanti de 1873-74. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 202 Boletín Mt·lt·tar 1udiar mejor es en la táctica de ésta. A la caballería poco lugar le toca en estas operaciones. Las piezas y las máquinas de guerra -son algunas veces muy útiles. Por supuesto que es necesario que se mantengan, ya sea en la línea del fuego 6 ya muy cerca de esta línea, y corren el riesgo de ser acometidas, á menos que estén en contacto íntimo con la infantería. Como á veces se cae inopi­nadamente sobre trincheras empalizadas, el fuego á boca de jarro de algunas piezas de campaña es muy eficaz ; por esto es esen­cial que estas piezas estén muy inmediatas para romper el fuego súbitamente. XLI. Hora deL ataque. Al11ques al amanecer-Un punto más, respecto de la táctica de ataque, merece llamar la atención: es la -cuestión de la hora en que deba verificarse el ataque. En un ca­pítulo próximo estudiaremos los ataques de noche, al mismo tiem­po que las demás operaciones nocturnas y las objeciones que sus­citan. Estos ataques rara vez son juiciosos; pero la experiencia demuestra cuánta es su eficacia cuancio son posibles los ataques al .amanecer. Es costumbre muy común de los ejércitos indisciplina­dos é irregulares, retirar una gran parte de sus fuerzas durante la noche, y volverlas á su puesto por la mañana. El ejército francés, en su marcha sobre Argel en 1830, sacó gran provecho de esta costumbre en Sidi Khalif, en donde las fuerzas del Rey fueron completamente atropelladas. Se había observado que el enemigo tenía la costumbre de retirarse, durante la noche, de la posición que cuidadosamente tenía dispuesta, de manera que el General Bourmont la atacó por la mañana temprano y la tomó con bastan­te facilidad. El mismo hecho se observó en Deh Koja, ya mencio­nado en este ,capítulo; y si no hubiera habido bombardeo prelimi­nar por la artillería de Kandahar, probablemente la aldea hu­biera sido tomada sin seria resistencia. También es singular el hecho de que estos enemigos, dispues­tos como están á atacar desde la aurora, no parecen prever el peligro á esta hora. Lo cierto es que si una columna puede por una marcha nocturna llegar delante de la posición ocupada por una fuerza irregular, y hasta por un ejército un tanto formado al sistema europeo, pero que carezca de la representación de un ejército regular, dicha columna podrá de ordinario verificar un ataque muy eficaz, si no se ha notado su aproximación. Y por causa de la insuficiencia 6 de la carencia total de avanzadas del enemigo, Ja marcha de los acometedores rara vez es descubierta, -~i es conducida con destreza y perseverancia. Ejemplos-Buen ejemplo de ataque al despuntar del día acae­ció en Argelia en 1845. Abd-el-Kader, con aquella prontitud que era la característica de su método de hacer la guerra, apareció en la Métija, cerca de Argel, en donde todo el distrito estaba en armas. Se supo en la capital que el Emir se encontraba en las montañas en un sitio llamado Cherek el Tobul. El General Gentil, que mandaba en Argel, hizo una marcha de noche hacia el campo enemigo ; el movimiento se mantuvo en secreto y la marcha fue inopinada y rápida. La columna llegó al Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bolet{n Mt'tt'lar 20.J campo antes de la aurora y lo sorprendió al comenzar del día. Los rebeldes fueron derrotados, y el Emir mismo apenas tuvo tiempo de escapar. El castillo de Ludlow, en los afueras de Delhi, fue tomado du­rante el sitio de 1857, gracias á un ata1_ue ejecutado al amanecer, porque las tropas se acercaron merced á la oscuridad. El ataque sobre el flanco de los Afganes, en el Peiwar Kotal, citado antes, se llevó á cabo al amanecer. El caso bien conocido de Tel el Kebir es un ejemplo muy no­table de un ataque de esta clase. El movimiento de un grande ejército en formación de combate durante la noche, directamente y hasta situarse á buen alcance de una formidable línea de trin· cheras ocupada por un ejército no menos numeroso, es un hecho notable de guerra. Llegó justamente en el momento que se desea­ba ante las trincheras, y el resultado fue una victoria completa. Se sorprendió á los Egipcios, que habían descuidado su servicio de avanzadas, pues las que tenían estaban muy inmediatas para dar á tiempo la señal del asalto proyectado. * XLII. Es preciso atacar por la mañana lemprano, de modo de podet· verificar una persecuáón ~caz-Si se pueden disponer ataques al des­puntar del día, tienen muchas probabilidades de dar un triunfo decisivo. Este parece también el momento más favorable para dar el asalto á una fuerte posición. Si es posible, siempre es ven­tajoso atacar por la mañana temprano, á fin de tener tiempo no sólo de arrojar al enemigo de su posición, sino también de verifi­car una persecución eficaz. Este un principio que se aplica igual­mente á las guerras regulares. Pero no hay que olvidar nunca que en las pequeñas guerras, para obtener triunfos decisivos, no sólo se necesita batir al enemigo, sino completar inmediatamen­te el éxito. No debe permitirse que el enemigo, á medio batir, se escape y disperse sus fuerzas. Una vez que se le ha agarrado, no hay que soltarlo. El enemigo desconoce una persecución encarni­zada, no la comprende; pero le desmoraliza completamente. Una victoria táctica decisiva, ganada por la tarde, puede tener efecto menos durable que un triunfo menos señalado sobre el terreno, pero obtenido antes de medio día, si este triunfo es el preludio de una persecución tenaz y de una marcha general ofens~va de lastro­pas victoriosas. ----..... ~.- --- INFORME SOBRE EL EJERCITO ALEMAN Continúa J.0 -Período del tiro En el mes de Julio, así que la instrucción de las baterías se ha confirmado bien por todos los puntos de vista, es cuando se • Véanse las Exp~diciollu illglesas tn Ajrica (páginas 319 y siguientes), y señaladamente las reflexiones del General Hamley sobre esta marcha en batalla de noche. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. B oiet{n M·ilitat pasa, tanto en la artillería de campaña como en la de plaza, á los ejercicios de tiro con las diversas bocas de fuego; ejercicios que duran hasta mediados de Agosto y á los cuales suceden las ma­niobras de otoño, ó grandes maniobra , ejecutadas de concierto con las demás armas. Por consecuencia del desarrollo de la agricultura en Prusia, los campos de tiro para la artillería son difíciles de encontrar, y su número es, por consiguiente, muy limitado. La mayor parte de las veces uno solo sirve para varivs regimientos que van allí sucesiva­mente á hacer sus escuelas. La duración de éstas es entonces de veinte días para un regimiento de artillería de campaña, y de treinta para un regimiento de sitio. Sólo á las baterías que se en­cuentran estacionadas en las inmediacio nes del campo de tiro no se les limita el tiempo, y pueden elegir los momentos que les pa­rezca mejor. En el punto de ista del tiro, como en todo lo demás, el capitán tiene la plena y entera responsabilidad de la instruc­ción de su batería, y cada año se ponen á su disposición para este objeto: 244 granadas ordinarias, 100 balas granadas, 12 botes de metralla y el número correspondiente de saquetes de pólvora y de estopines. En suma, son 356 tiros de cañón por batería ; y como en tiempo de paz las baterías no tienen sino 4 piezas, resulta que cada una de éstas tira durante sus escuelas: 61 granadas ordinarias 25 balas granadas 3 botes de metralla Esto es..... . .. . 89 tiros Hé aquí cómo está organizada la enseñanza del tiro : Se empieza por lo que se llama tiro preparatorio 6 de ins­trucción- lhzlern"ch~s Schzessm,-que tiene por objeto demostrar á vista de todos, los efectos de las piezas, el uso de las tablas de tiro y cómo las diversas circunstancias influyen sobre la precisión de éste. A fin de comprobar mejor los resultados, se sirven de blancos llamados de prueba-Anschus Scheibe- • de forma cuadra­da y de 5 metros de lado. Luégo se pasa á ejercicios que tienen por objeto principal enseñar á los sargentos, y sobre todo á los ofi­ciales, á seguir el tiro de su pieza y á rectificar la puntería después de cada tiro. Para conseguirlo, se da á cada teniente el mando de una pieza aislada, con la cual tira al principio á las pequeñas distancias, hasta 1 ,ooo metros; después á las medias, de 1,000 á 2,000, y por último á las grandes, más alJá de 2,000 metros, hasta el alcance máximo de la pieza. El tiro se hace siem­pre á distancia no conocida. Cuando los oficiales nuevos han aprendido á determinar el tiro, sigue el mismo ejercicio para los primeros tenientes que di- • Literalmente : blancos que sinen para determinar el tiro. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín Milz'tar 205 rigen el tiro de una sección, y por último para el mismo capitán que determina el tiro de su batería entera, á diferentes distancias y con diversos proyectiles. Los resultados que da cada pieza sirven de guía para regu­lar el tiro de las otras. A una de las últimas sesiones de escuela de fuego asiste uno de los inspectores del arma, para comprobar el estado de ins­trucción del regimiento. Esta sesión constituye el tiro de inspección. Hé aquí los blancos de que la artillería hace uso en sus es­cuelas de fuego: I .0 Los blancos tiradores Schülzen-Scheiben, que se colocan en una fila á 2 metros uno de otro. Cada uno de ellos tiene om.so de ancho y Im.8o de alto. 2. 0 Blancos infantería-Infanlerz"e- Schez"ben-Altura, I m.8o; ancho, 12 m. 3. 0 Blancos-artillería-Artz'llerze-Schez'ben,-que son formados por dos partes separadas. Delante se coloca un tablero cuadrado de 1m.8o de lado, y detrás de él, á 7m.so, otro semejante. Además de los blancos se emplean también como objelt'vo para ser batido, atrincheramientos, barricadas y otros obstáculos diversos. Así, por ejemplo, un día que fui al polígono, vi una ba­tería de sitio tirar á 1,500 metros contra un espaldón que repre­sentaba una obra de fortificación. Se pueden encontrar indicaciones más detalladas sobre el tiro de la artillería en el Reglamento intitulado Lez'lende Grundsiilze für die Abhallung der Schz'ess- Vebungen. Las inspecdones En la artillería, como en las otras armas, la mayor parte d~ las inspecciones se verifican durante el verano ; y por consiguiente, aquí es la ocasión de hablar de ellas. El coronel es responsable del valimiento adquirido por su regimiento como máquina de guerra, por decirlo así. Por tanto, está obligado á seguir día por día la instrucción de su tropa. El es también quien pasa todas las inspecciones relativas á los de­talles de las diferentes ramas de la instrucción, mientras el jefe de brigada no ve las baterías sino cuando están ya enteramente dispuestas é instruídas. Todo lo que hemos dicho de las inspecciones al hablar de la infantería, se aplica á la artillería y á las otras armas. Hé aquí ahora cuál es la serie de las inspecciones pasadas á la artillería en el curso del año : Hacia mediados de Enero-1.0 Inspección de equitación en silla y bridón, por el jefe del regimiento. A principios de Marzo- 2.0 Inspección de los voluntarios de un año, por el coronel, antes de su admisión en las filas de la ba­tería. 3.0 Inspección de los reclutas á pie, y servicio de las piezas, por el coronel. Afines de Marzo-4. 0 Inspección de equitación, con silla y bri­da, por el coronel. 5. 0 Inspección de los trompetas, equitación y toques á todas las velocidades, por el coronel. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 206 B~let{n Militar A fints de Abrz'/--6.0 Inspección de conducción de carruajes, por el coronel. 7. 0 Examen de los alumnos de la escuela regimenta}, sobre las diversas ramas de la enseñanza, por el coronel. A principzos de Mayo-8. 0 Inspección de las baterías á pie y funciones de los soldados como artilleros, por el coronel. 9· 0 Ins­pección de gimnasia, por el coronel. 10. Examen de la instruc­ción teórica de los sargentos y de los soldados, por el coronel. 1 1. Inspección de todo el material ti e las baterías, esto es, vestua­rio, repuesto y material rodado, por el coronel. A fims de Mayo ó principios de Jum'o-12. Inspección de los ejercicios de toda la fuerza de las baterías por el coronel, y algu­nas baterías por el jefe de la brigada. 1 3· Revista general de toda la guarnición de Berlín, por el Emperador. 14. Maniobras de toda la artillería reunida de guarnición en Berlín, ante el Em­perador. A fines de Junz'o- 15. Inspección de las evoluciones de abilw·­lung, por el coronel. 16. Inspección del servicio de campaña, por el coronel. Hacia medt'ados de Agosto-Inspecciones pasadas por un inspec­tor ó por el inspector general del cuerpo de artillería. 1 7. El tiro. 18. Maniobras de todas las fuerzas reunidas. Y 19. Servicio inte­rior del regimiento. Además, durante el verano el comandante general del cuerpo de ejército pasa una 6 dos veces, según lo juzga necesario. la re­vista de todo el regimiento. El comandante general del cuerpo de la Guardia no pasa estas revistas, porque el Emperador ve los dos regimientos al mismo tiempo, y entonces el comandante en jefe, lo mismo que todos los demás oficiales generales del cuerpo de ejér­cito, tiene todas las facilidades para asegurarse del estado de las tropas que están bajo sus órdenes. En fin, cada do años, como en las otras armas, se hace la inspección de detall-Muslerung,-relativa solamente al material, es decir, vestuario, equipo, aprovz'sz'onamimlos y material rodado, pa­sada por el jefe de la brigada, asistido por funcionarios de la intendencia. Ordinariamente esta inspección se limita á la parte del material necesario en caso de movilización. Las inspecciones de las maniobras de toda la artillería reuni­da, se hacen, como en Rusia, con solución de problemas tácticos; pero conviene notar la diferencia de que entre nosotros estas ma­niobras tienen lugar en el campo, en terreno quebrado, á dis­tancias desconocidas, mientras que la artillería de la guarnición de Berlín tiene por exclusivo teatro de sus maniobras de conjunto el terreno casi llano y descubierto de Krenzberg, donde no puede tirar sino con pólvora sola. 4.0 -Período de las grandn maniobras Así que han terminado sus escuelas de fuego, hacia mediados de Agosto, las baterías de artillería van á reunirse á las tropas de las demás armas para concurrir á los ejercicios de servicio de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bolet{n Militar campaña de éstas y después á la ejecución de las maniobras de­otoño. Aquello es para todo el mundo la verdadera piedra de toque que permite apreciar los resultados obtenidos durante el curso del año; así pues, son objeto de una particular atención. No se des­cuida por esto la instrucción individual, y se continúa llevándola adelante con los otros ejercicios, por lo menos tanto como lo. permitan el tiempo y las circunstancias.-ConHnúa __ .....,..,.,_ ___ _ MARCHAS Y CAMPAMENTOS 5· Marchas ofensivas, retrógradas, en retirada Las marchas de manz'obra admiten varias clasificaciones. Con respecto al objeto, pueden ser ofensivas, retrógradas y en reHrada. Las marchas ofensivas son para atacar al enemigo en poszciún, ó para buscarle y combatir, ó para perseguirle ya batido. El ata­que en el primer caso puede ser á vi va fu e rza, 6 por estratagema y sorpresa. La marcha que prepara ó prece de á un ataque á vzva fuerza, unas veces inicia un movimiento, otras completa una venta­ja anteriormente alcanzada ; otras, por el contrario, previene un revés amenazante. En los tres casos se avanza "en orden compac­to," la vanguardia con poca delantera, y el cot·dfm explorador muy recogido, para no dar alarma anticipada al enemigo. A esta mar­cha, rápida y cerrada, sucede inmediatamente el ataque con un fuego vivo de artillería, descubierta de repente. Más cerrada es todavía la marcha, más vigorosa la acción de la artillería, en los otros dos casos mencionados, en que se busca un efecto pronto y decisivo. Pero si la posición del enemigo, por lo cubierta ó por lo des­conocida, e xige tanteos y d emostraciones, la marcha entonces se con­vierte en un verdadero reconocz1m'ento: su disposición toma amplitud, el orden se ensancha y desenvuelve para cubrir mayor espacio y extender "el radio de observación., Todas las precauciones de seguridad son, por consiguiente, indispensables. Las marchas de maniobra retrógradas (que no deben confun­dirse con las marchas en retirada) tienen por objeto desviarse mo­mentáneamente del enemigo, para atraerle á algún lazo, 6 por lo menos á una poJz'ción, á un campo de batalla más desventajoso para él, más seguro y conocido para nosotros. Estas marchas son real­mente de manzobra, lentas, tortuosas, escalonadas, variables en su diSposrcz'ón y orden, como que se trata de dar largas, de desorientar 6 de impacientar al enemigo y hacerle cometer algún error para aprovecharlo en el acto. Una marcha retrógrada, prolongada con habilid~d, revela y enaltece las dotes tácticas de una buena oficia­lidad y la consistencia de una tropa veterana. La marcha en retirada es para evacuar definitivamente un campo de batalla, una poszczün, no sólo á consecuencia de un revés sufrido por la columna, sino para acomodar sus movimientos á los Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 208 Boletfn Milita-, de las otras de un ejército, que lo hayan sufrido en otro punto del teatro de la guerra ó de operacz'ones. Explicadas extensamente, al ha­blar antes de la retaguardüz, la disposición general de una marcha ~n reHrada y la particular del destacamento que la culre, sólo repe­tiremos que en ninguna ocasión brilla más la inteligencia, la ener­gía, el temple militar del oficial, que olvida su propio peligro, para no atender más que á la conservación del orden y de la disciplina, única tabla de honrosa salvación en el naufragio de su fortuna. Napoleón 1, poco aficionado á las retz'radas, dice sobre ellas lo siguiente: u Al abrir una campaña es menester pensar bien si se debe avanzar ó nó; pero una vez tomada la ofensiva, es preciso soste­nerla hasta el último extremo. Por grande que sea la habilidad de las maniobras, siempre debilitará la moral del ejército, puesto que, perdiendo las probabilidades de éxito, se entregan en manos del enemigo. Las retiradas, además, cuestan mucho más hombres y material que las acciones más sangrientas, con la diferencia que en una batalla el enemigo pierde próximamente tanto como vos, mientras que en una retirada vos perdéis sin que él pierda." " Cuando dos ejércitos están en batalla, y el uno debe operar su retirada sobre un solo punto, mientras que el otro puede reti­rarse sobre todos los puntos de la circunferencia, toda la ventaja es de este último. Entonces es cuando un General dehe mostrarse audaz, descargar grandes golpes y maniobrar sobre los flancos de su adversario : la victoria está entre sus manos." 6. Marchas de frente y de Banco Otra clasificación admiten las marchas, si e consideran con relación al orden de batalla; pueden ser entonces de frente y de flanco. La marcha de frente es la que se ejecuta en dirección próxima­mente perpendicular á la línea de batalla que se abandona, y por consiguiente á la posz'ción del enemigo, que se supone paralela. En el fondo es un caso de la marcha ofmszva, antes mencionado. Como es imposible ejecutarla en el orden mismo de batalla ó desplegan­do, la línea se fracciona en columnas paralelas, que avanzan por las avenidas que ofrezca la posición enemiga, siguiendo los caminos abiertos, ó abriendo los que se necesiten, ó marchando al través de los campos y de las tierras labradas. Marcha de flanco se llama la que emprende una tropa "rom­piendo en columna" sobre la derecha ó la izquierda, y corriéndose por la prolongación de la línea de batalla ó posúión que deja, en di­rección paralela por lo tanto á la que ocupa el enemigo. En la antigua fórmula, que hoy no es ya tan respetada, de que todo 11rdm de batalla se componga de dos líneas de combate, y otra tercera de reserva con parques, trenes y bagajes, naturalmente al marchar de J!anco, quedan de hecho constituídas tres columnas paralelas en­tre sí. El jlanco más próximo al enemigo se denomina exterior,. y, por oposición, interior el que está más lejano. En esta marcha de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bolettn Jl,f-z'b"la'l' flanco, más bien que vanguardia y retaguardia, se llama cabeza y cola á las tropas extremas que, al volver al orden de batalla, se convierten en alas. Sabido es que, hablando con técnica propiedad, alas son los último hombres ó las tropas extremas, por ambos lados, de una formación ó líiiea de batalla, mientras que flanco es el terreno adyacente al que pisan la alas. Desde lueg-o se ve que el ataque menos peligroso en una mar­cha de flanco es el que se dirija sobre el exterior, por la facilidad de formarse instant<1n,: amente· n batalla con una simple variación; pero en cambio, pur los antiguos medio tácticos, el ataque por la cabeza 6 por la cola, por ésta singularmente, introducía una pertur­bación, muy prÓxima al desorden para desplegar y combaúr. Hoy, gracias á la simplificación y flexibilidad de nuestra táctica regla­mentaria, la maniobra, si bi n más lenta forzo amente que una varz"acz/m, por causa del camino que las unidades 6 bata11ones tie­nen que recorrer, nunca puede producir embrollo, ni gran pérdi­da de tiempo. Alguna vez, ante un nemigo poco maniobrero y emprende­dor, aunque tenga superioridad numérica, la marcha dl flanco podrá ser mpl ada para correrse ó e.·tendersc, y procurarse así supe­rioridad ''relativa " sobr el punto que se tiene por deúsá•o en la líma 6 posiáún nemiga, al cual técni amente llaman los tácticos punto llm./t, 6 más orto, lla·u. Como lu /go se 'erá con más detención, al tratar de los órdenes de atalla paralelo y oll/cu(J, esta marcha de flanco que hoy satíricam nt se dice m jJroasz!m, constituía el fondo de la cé­lebr maniobra d e F derico 11, admirada on increíble candor por los táctico J ·1 siglo pa_ado. Sólo ante la calma imperturbabl ',ante la pesad z ó la torpeza del enemigo quP le dejal.Ja dtsfilar, podía repetir ·e impunem nte esa marr!Ja pro.feúonal del gran mvnarca y g neral prusiano. Y tan así e , tan convencido estaba él mismo de los pelig-ros cvident "S de esa cándida maniobra, que al querer copiarla ··uuhise con sus franceses n Rosuach, ayó Federico como el rayo sobrt: la caü:::.a de la proccúóu, de baratándola, e mo si efectivamEnte lo fuerél, y logrando á poca costa una de las vic­torias de más lauro n Jo anales militares de Prusia. Si hoy ··s irnpo ible la r petición exacta, quizá la permita aproximada en algún caso un fuerte de5tacamento ó columna de flanco que proteja; ó bien lo cuLierto del terreno, la mayor distan­cia que impon n las armas, y, obre todo, la ag/lidad y la dúciplz'na de unas tropas que sepan marchar entre la niebla, la tempestad 6 las sombras de la noche. De otro modo, la marcha procesional po­dría ser tan ridícula como el mismo apodo que la designa, admiti­do ya en el tecnicismo táctico de los reglamentos actuales. En el remoto caso de emprender una marclza de flanco de este género, se necesitan razonablemente dos vanguardias, una á la ca­beza, otra, que podría llamarse lateral, al flanco exterior ó más próximo al enemigo; y como éste puede cargar también sobre la cola, conviene, además, una 1·etaguardia. La caballería y artillería marchan, si pueden, en estas tres fracciones 6 trozos: si no es po- TOMO 1-14 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 2IO Boletitt M·Z:lt"tar sible, en el centro 6 en el flanco inltrzor, donde también se agrupan trenes y bagajef.. Aunr¡ue basta lo dicho para llamar Ja atención del Oficial sobre lo defectuoso y anticuado de ciertas marchas de flanco, reforza­remos, como siempre, el raciocinio con las palabras textuales del primer Emperador francés : " Nada es más temerario, ni más contrario á los principios de la guerra, que hacer una marcha de flanco delante de un ejército en posición, sobre todo cuando este ejército ocupe alturas al pie de las cuales se tenga que desfilar." "Es menester evitar las marchas de flanco, y cuando haya que hacerlas, deben ser lo más cortas y rápidas posible."-Conlinúa. MEi'I~IORIAS DEL GENERAL PABLO il:fORILLO Continúa Los últimos encuentros quitaron al enemigo todo deseo de medir sus armas con las nuéstras, por lo que nos dejó dominar tran­quilamente el país y sacar partido de los recursos que ofrecía. To­dos los días veíamos aumentar nuestras filas con merma de las tro­pas que habían militado bajo la bandera de la rebelión; nunca fue mejor empleado un tiempo de inacción. Gran número de familias vinieron á confiarse á nuestra protección; muchos habitantes, re­fugiados en las guaridas más ocultas de las montañas, volvieron á sus hogares, y varios miles de cabezas de ganado fueron conducidos á la ribe ra izquierda del Apure. Se remontó la caballería y se completaron sus cuadros. La estación de las lluvias comenzaba á reinar; los torren­tes crecían y las enfermedades debían aparecer con la inunda­ción. Las lluvias son muy abundantes en este país, y el Bajo Apure iba á quedar bien pronto impracticable. Bolívar habíase en­caminado á la Provincia de Barinas con fuerzas considerables; partidas enemigas, bastante numerosas, habían pasado por Ori­chuna é interceptaban las comunicaciones de San Fernando con la plaza de Calabozo, en donde teníamos nuestros almacenes. Todo esto me hizo abandonar un país peligroso y colocar el Ejército en lugares más sanos y más convenientes á la estación y á las cir­cunstancia . El Batallón ligero de Barinas se puso en marcha para Nutrias el día 25 con una compañía de dragones Leales que pertenecía á la quinta División. El Batallón del Infante D. Francisco de Paula y dos compa­ñías tomadas á los Batallones Burgos y Hostalrich, se trasladaron á San Fernando, en donde debían ·servir de guarnición. Estas fuer­zas alcanzaban por todo á 6oo hombres, y no se necesitaban menos par a poder defender un punto de semejante importancia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Bo/et{n Mz·lt·ta1' 2II La división de vanguardia recibió orden de reunir los rebaños necesarios para la provisi6n de esta guarnición, y el comandante en jefe obtuvo la misión especial de trasladarse en seguida á Gua­darrama, después de abrir de nuevo las comunicaciones con Cala­bozo, y ele recorrer las jurisdicciones de Guayabal y de Camaguán, á donde partidas enemigas habían penetrado. Con el resto de las tropas me alejé de Achaguas el 30 de Abril; el 1.0 de Mayo acampábamos temprano á orillas del Apure, y el siguiente día á las dos de la tarde todas las fuerzas habían pasado el río. El ejército siguió su marcha hasta Puntabrava, en donde se dividió en dos cuerpos. El 7 de Mayo el Estado Mayor con la se­gunda División y un Escuadrón de tropas del país. tomó la vía de Guada1-rama, en tanto que el primer Batallón de Navarra y las otras tropas de la quinta División se trasladaban á Santa Rosa por Pueblo Nuevo, Nutrias y Santa Lucía. El Coronel D. Juan Ciri,. Segundo Jefe de Estado Mayor general, recibió el encargo de la conducción de e · tas tropas. Después de entregarlas al Comandan­te general de su División, se trasladó á Calabozo por Guanare y San Carlos. , Yo llegué el 12 á Calabozo, después de dar orden de construír en Guadarrama un pequeño fuerte que, custodiado por una com­pañía del Batallón del Infante D. Francisco de Paula, dehía prote­ger la navegación de La Portuguesa. La segunda División que, se había detenido seis días en Baúl, volvió al Cuartel general el 28. Los ingleses que llegaron á Margarita permanecieron en esta isla sin formar ninguna expedición. Los Escuadrones que ocupaban los valles de Aragua para observar estos nuevos enemigos, se trasladaron á Camatagua, también para estar en comunicación con el alto llano, y el primer Batallón de Valencey formó la guar­nición de la capital de estas provincias, en reemplazo del segundo Batallón de Navarra, que se envió á los valles del Tuy, para re­forzar la columna del Comandante Arana. La Provincia de Barcelona parecía que por razón de su posi­ción geográfica y sus relaciones con Guayana y Margarita, debía ofrecer á los rebeldes las ventajas más grandes para el próximo invierno. Por esto, reconociendo que no bastaban las medidas que yo había tomado relativamente á esta comarca, me creí en el deber de dictar otras más activas. El segundo Batallón de Valen­cey y dos Escuadrones del Regimiento de la Reina, que apenas co­menzaba á formarse, recibieron orden de marchar sobre Chagua­ramas, pasar en seguicla á San Diego de Cabruta, y de ir más lejos, si era necesario, para batir á los facciosos que sin cesar arruinaban esta sabana. Esta columna, mandada por el Corone Pereira, no bajaba de novecientos infantes y doscientos de caba­llería. La de Arana y el segundo Batallón de Navarra bastaban para cubrir los llanos de Barcelona y para resistir los golpes que los facciosos pudieran intentar sobre esta Provincia. Durante mi estada en Calabozo me entregué por completo á los negocios de que me había alejado la campaña. Recibí noticias de todos los puntos importantes; Jas que me llegaron del Istmo de Panamá y de la Jlanura de Barcelona fueron muy satisfactorias. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 2I2 Boletín Milita" Dos combates, cuyas consecuencia. debían ser d 1 mayor in­terés, habían tenido lugar en estas dos extremidades de la Améri­ca meridional. La expedición que hemos dejado en los Cayos de San Lui . al mando del ave nturero 1\IIac Gregor, bien que ya mucho menos numero a, había recorrido en són hostil las costas de Portobelo, y desembarcando al fin sin oposición, había ocupado esta plaza el 1.0 de Abril. El Comandante general del Istmo trabajó con la mayor acti­vidad para ponerse en situación de recha%ar al enemigo de u te­rritorio, y el 30 de Abril por la mañana cayó sobre él ele impro­viso con todas sus fuerzas. El combate no duró largo tiempo inde­ciso; esos mtserable a ventureros, obligados á encerrarse en el castillo, en pocas horas se vieron reductdos al .·tremo ele que, para salvar su existencia, tuvieron que implorar gracia del vence­dor, de . pué dL sufrir una pérdida considerable. Sesenta oficiales de toda graduación, hasta Coronel, se rin­dieron á discr ' ci6n con más de 400 hombres, y d jaron en nuestro poder todo el mat rial que habían desembarcado. E de notarse que en este número, al que hay que agr gar go muertos y 6o he­ridos, no se contaron seis spañoles am ·-rica no . Los buque de transporte de ~ sta expedición aprovecharon un viento favorable para salvar á Mac Gregor y á algunos áe u compañeros. Este feliz acontecimiento restabl .ció la tranquilidad en esta parte tan lejana y tan importante del territorio conflad<;> á mis tropa . A principios de Junio los Gen ral s reb Id s l\1ariño, Ced ño, Monaga y Pojas se r uní r n con 1,300 hombres n . an Diego de Cabruta; contaban n us fuerzas 400 jinet s llegados de Gua­yana, de Maturín y de las orillas del Orinoco. El Comandante Arana, con su olumna, fuert de oo hom­bres de infantería y de 100 de caha11 ría a tante mal montados, efectuaba enton s un movimiento sobre San Martín de Ipir . Supo, por las declaraciones de algunos pr sos, que lo · rebeld · tenían intención dt: atacarlo, sin duda para p n .rse en comunica­ción con sus partidarios de Margarita, ap dt rarse de la Provincia de Barceloná y p<:>netrar en seguida á los \alles d 1 Tuy. Arana no podía vencer sino por sorpresa á un n · migo tan su­perior en número, y como an Diego e tá situado en medio de ·una llanura inmensa, tal proyecto parecía impracticable. Sin em­bargo, tuvo noticia de que los rebeldes tenían en Pao un depósito de 6oo caballos bajo la guardia de 200 hombre . Al punto formó el proyecto de apoderarse de ellos para montar un gran número de buenos jinetes que tenía bajo sus órdenes, y marchar apresurad::t­mente contra los facciosos, que estaban lejos de esperarle. Animado por tan lisonjera esperanza, llegó prontamente á Pao; pero á su llegada supo que los rebeldes, informados de su venida, habían abandonado ese puesto llevándose todos los caballos. Viendo que sus esfuerzos eran vanos, el Comandante Arana retro­gradó hasta el Chaparro, y se encontró el 1 2 de Junio con un Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín ~fzlz'tar 2IJ Escuadrón enemigo r¡ue pretend1ó oponerse á su marcha; casi al propio tiempo descubrió tres más, colocados en el declive de una colina, á tiro de cañón, junto con una fuerte columna de infantería. Calculando prudentemente los medios de que di. ponía, vio, sin dificultad, que el terreno no le era fayorable,y resolvió atraer al enemigo á otro punto más ventajoso para sus tropas. H.Jstigauo continuamente en su retirada, la efectuó sin em­bargo en buen orden hasta las orillas del Gucrc, distante mis de una legua. Allí tomó posiciones, y resolvió esperar á los rebeldes; estaci nó en el lech seco del río á su infantería, enteramente cor:npuesta de recluta , su bagaje , y su caballería consumida de fat1ga. Pocos in ·ta ntc d2~pués apareció la infantería enemiga y se trab' el combate má tenaz y más sangriento. Nueve cargas con­secutiva nos dieron, y varias veces los rebelucs se aproximaron á nu e tras fila hasta el alcance de la bayoneta, pero siempre tuvie­ron qu~ ceder antt.. la firmeza prodigiosa de las tropas r ·alcs que los pt..!rsi¡;uicron varias Yeccs hasta la entrada del llano, ·in d jar e ll evar nunca demasiado lejos de modo de cxp ncrse á perder su ventajosa posición. El combate duró siete horas, con un encarnizamiento sin ejem­plo: los do partí os se mantuvieron alternativamente á la of"n iva y á la defensiva. Al fin lo· reb Jdes, debilitados por sus pérdidas, y viendo bien que n podían for;.ar s m jante po ición, se batieron en retii-ada, prot gidos por . u caballería. Arana reunió sus heri­dos y siguió t::l cur o del rÍo. En tres días logró llegar al acanto­namientu de Onoto, in hab r ~:el in uictaclo en su marcha. Nuestra pé.-dida fu · onsiderable: ciento sesenta y dos hom­br s queJaron en el camp de batalla; tuvimos no\'enta y un he­ridos, dos Ca pitan s Comandante y tres Oficial ·s más; pero este combate sangriento libró á la Provincia de Barc lona de los males que la amenazaban con la inYa ión de los rebeldes. La pérdida de e tos últimos no pudo ser bien a valuada; e supo tan sólo que cua­tro Coronele. y muchos otros Oficiales s\; contaron entre los muer­tos, para expiar sus crímenes y la angre qu-v habían derramado. Pero si se tiene en cuenta que nuestras tropa , protegidas por los ár­boles, dispararon cincuenta mil cartuchos contra un n migo que las atacaba á descubierto, se reconocerá que su pérdida debió ser inmensa. Tales triunfos fueron el coronamiento de la campaña de r819 y debieron persuadir á los rebeldes de la superioridad de las tro­pas reales sobre sus hordas indi ciplinadas. Si el enemigo no hu­biese evitado casi con tantemente el combate, nuestras armas habrían obtenido ventajas toda vía más decisivas, pero ciertamente que la pérdida de una batalla campal no le habría hecho más daño al partido de los rebeldes que la conducta que ellos ob­servaron. A la derecha del Apure, Páez había obtenido antes algunas ventá.jas, debidas menos á sus talentos y á su valor que á la inex­periencia de los jefes reales con quienes combatió. Los descon­tentos, los pusilánimes, y aquellos que no saben apreciar el mérito Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín M-ilz"tar de operaciones sabias y el poder de la disciplina, anunciaban de­sastres inevitables á las tropas que se atreviesen á hollar ese suelo, y pronosticaban muy en alto que la campaña tendría un funesto resultado. En efecto, la naturaleza misma presentaba obstáculos casi insuperables: arroyos y ríos profundos que no daban ningún vado; la imposibilidad de hacernos seguir de barcos por la falta de medios que emplear para ello; la inmensa extensión de los llanos que tenía­mos que recorrer; la numerosa caballería que los rebeldes podían levantar y sostener en las sabanas, y por último, sobre todo, el es­píritu público, generalmente faYorable á la causa de la revolución,­todo parecía conjurarse en favor de los rebeldes y en contra nuéstra. A pesar de todo, el ejército del Rey, aunque reducido en su fuerza numérica, obtuvo las ventajas más positivas sobre Jos rebel­des ; arrojó los restos de éstos hasta los desiertos del Meta, y des­vaneció el prestigio de que trataban de rodearse. En esta campaña el enemigo sufrió pérdidas sensibles y se debilitó con una deserción continua. Más de doscientos hombres, agradecidos á la manera como habíamos tratado á sus familias, abandonaron los estandartes de la revolución para ir á alistarse bajo la bandera real, y se pusieron á disposición del Coronel Pe­reira. En diversos encuentros combatieron valerosamente contra aquellos que, de~pues de arrancarlos á sus hogares, Jos habían arrastrado á tántas desventuras. Se remontó del todo la caballería del ejército, y numerosos rebaños caballares pasaron á la ribera izquierda del Apure para distribuírlos en el invierno en dehesas excelentes, lo que para la apertura de la siguiente .;ampaña nos ponía en situación de poder aumentar nuestra caballería, tan necesaria para pacificar á Vene­zuela. Algunos millares de bestias, reunidas en estas llanuras por la rapacidad de los rebeldes, repasaron el Apure, y sus dueños, para quienes constituían casi toda su fortuna, los condujeron, bajo la protección de nuestras tropas, á comarcas más tranquilas. La navegación del Apure, que procuraba muchas ventajas á los rebeldes, se les impidió en una extensión de más de ochenta leguas, por medio del fuerte levantado en San Fernando. Fortifi­cado este punto como estaba, era un punto militar de los más se­guros, y muy importante para permanecer dueños, con poco gas~o, de todo el pafs. Por otro lado, oponía obstáculo á las acometidas que el enemigo pudiese intentar, durante la estación de las lluvias, contra la parte inferior de la Provincia de Barinas. Después de referir los principales acontecimientos de la cam­paña, no es fuera de lugar el dar una idea de los sufrimientos que las tropas tuvieron que soportar. En todo tiempo los ejércitos han sufrido fatigas y privaciones de toda clase; pero esos trabajos, comparados con los de nuestros soldados, parecerían bien soportables. Algunas veces ellos atrave­saron desiertos inmensos en donde sólo lograron encontrar un pozo Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín ilft'litar 2IJ de agua fangosa para saciar la sed que los consumía y calmar el calor de que se ahogaban; otras veces, al contrario, tras una marcha de siete leguas, caminada más de la mitad por entre pan­tanos que los cubrían hasta la cintura, se veían obligados á pasar un río ancho de sesenta varas, con el agua hasta las narices y á menudo sin encontrar fondo, y aun en medio de estas crueles peri­pecias sucedía frecuentemente que no habían comido nada y que no sabían cómo satisfacer sus necesidades.-Conlznúa -- -o·:200~--- 1 ZUMALACARR.EGUI * GUERRA CIVIL DE NAVARRA, I834-1835 Traducido para el Bolelhs Militar I Se sabe cómo principió en España la guerra civil de 1833: el matrimonio de Fernando vn con Cristina de Borbón tenía dividida la Península en dos partidos, constitucionales y apostólicos, que después tomaron el nombre de cri'sHnos y carHslas. La muerte de Fernando, acaecida el 29 de Septiembre de 1833, dio la señal de las hostilidades : mientras que apresuradamente se coronaba en Madrid á la joven Isabel n, D. Carlos, hermano del difunto Rey, retirado en Portugal aliado de su cuñado D. Miguel, lanzó su pro­clamación de aspirante al trono de España; y ese manifiesto espar­cido con profusión por las provincias, á manera de reguero de pólvora, produjo una explosión general. Ocho días después el es­tandarte de la insurrección flameaba sobre todas las montañas del Ebro. Veinte mil voluntarios de Vizcaya y de Alaba, comandados por los Brigadieres Zabala y Uranga, acudieron á Bilbao y á Vic­toria, á ponerse á órdenes de Valdespina y Verástegui. El General Santos Ladrón, á quien su grado y las consideraciones de que go­zaba en todas las provincias, designaban como jefe de la insurrec- * La personalidad de Tomás Zumalacárregui es una de aquellas que no deben ser ignoradas p•1r ningún soldado por ser la de uno de los Generales más expertos, quizás la del primer jefe de guerrilleros que ha visto la humanidad. Al estudiarla, bien podemos dejar de lado su espíritu sanguinario, hijo del tiempo y la comarca en que vivía, el que si puede mancillar la memoria del hombre, en nada toca la del capitán de férrea disciplina, de disciplina tan dura que á mu. cbos parece censurable. Activo, audaz, emprendedor, apenas tuvo mando entre los rebeldes carlis. tas imprimi6 á las operaciones de montaña un vigor desconocido basta entonces, logrando suplir una enorme inferioridad numérica y la falta de recursos á fuerza de rapidez, habilidad y valor. Fue Zumalacárregui un capitán notable, de ojeada militar rápida y segura, de cerebro riquísimo en ardides y que indudablemente nació para mandar. Por reducicción, iba á producir una llama que mese d ~pué había de abra ar todo España. Por lo pronto, Zumalacárr gui partió con los principa­les de ra\'élrra, encargado de pedir au.·ilios á los insurrectos de Ala va y de Vizcaya, y ele combinar con ellos 1 plan de campaña ; pero el Marqué · de Valdespina y Verást gui no podían hacer nada por Iturralde: se disponían, 1 uno á abandonar á Bilbao y el otro á Victoria, amenazada de lo cristino ; negaron, pues, lo auxilios, pero ofrecieron tomar á Zumalacárregui por segundo. Ahora bien : no convenía al antiguo Coronel er el egundo de nadie, ni de Valdespina ni de Verástegui, que no eran militares, ni de Itu­rralde, que tenía un grado inferior al suyo. Inmediatamente después c:le su vuelta al campo de Arronitz, dijo á los oficiale y á ia junta: "Yo quiero mandar aquí." Los ofi­ciales y la junta, fatigados ya por la inacción é inexperiencia de Iturralde, inmediatamente, por unanimidad de votos, elig iero~ á Zumalacárregui. Iturralde se lisonj eaba diciendo que había s1do el primero en levantar el estandarte de la in urrección con Santos Ladrón, y que muerto aquel jefe, el mando recaía sobre él por derecho, hasta que el Rey Carlos v lo resolviera de otra manera. Parece que en su calidad de primer jefe, dio orden á dos compa­ñías de arrestar á Zumalacárregui; mas el CJmandantc Sarraz~, el segundo de Iturralde, hizo tocar llamada en el acto, reumó Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 2I8 Boletfn Milt.tar los voluntarios en un campo, cerca de la ciudad, á orillas del Eja, y y a sobre las armas, les dijo en alta voz: "Voluntarios, en nom­bre de nuestro Rey, el Coronel D. Tomás Zumalacárregui :será reconocido por Comandante General interino de Navarra." Y antes de guardar su espada, el ComanJante Sarraza ordenó á las dos compañías el arresto de lturralde. Las dos compañías obedecieron; todo había concluido. Esta fue una de esas revueltas de cuartel tan familiares á los soldados españoles. El primer procedimiento autoritario de Zumalacárre­gui fue el de escoger para su segundo á Iturralde, y por otra parte declaró ó manifestó que estaba listo para dimitir en manos del Coronel Eraso tan pronto como se presentara. En seguida el nuevo Comandante avanzó hacia sus tropas, mandó terciar y pasó la re­vista. Después de la revista, Zumalacárregui levantó su espada, los batallones formáronse en círculo al rededor de él, y en aquel mo­mento reinó el silencio en el valle. "Voluntarios! dijo el General con voz fuerte y llena de auto­ridad: hasta ahora se os ha pagado dos reales; á partir de mañana no tendréis sino un real; está vacío nuestro tesoro, mas yo me haré cargo de vuestro sueldo, y de éste soy responsable. Muchos de entre vosotros no tienen fusil, y la mayor parte de los que lo tienen ~arecen de bayoneta para combatir al arma blanca. Tampoco tenéis ni pólvora ni balas para combatir de lejos; no estáis arma­dos, casi estáis desnudos, y hé aquí que el invierno llega l Las mon­tañas en las cuales tendremos necesidad de albergarnos para es­capar al enemigo, pronto estarán cubiertas por la nieve, y será necesario sufrir el frío y el hambre, porque vuestra5 ciudades pere­cerán bajo las llamas, y vuestros hijos serán pasados por las armas, á menos que permanezcáis unidos para resistir y tomar venganza en seguida. Guerra es ésta sin remisión á la que necesariamente os convido. ¿Estáis listos?'' Una inmensa aclamación contestó á estas palabras extrañas, y Zumalacárregui prosiguió con voz atronadora:"¡ Muy bien!; si por defender vuestros hogares, proteger vuestras familias, sostener vuestra santa causa, no dais paso atrás, ni delante de las privacio­nes, ni de las fatigas, ni del peligro, os proporcionaré lo que os falta, municiones, equipajes y víveres. Yo os enseñaré cómo se desliza uno en medio de los batallones para dispersarlos ; os diré en qué lugar es necesario ocultarse para sorprenderlos; á dónde es necesario correr para asaltar los convoyes. La guerra que os pro­pongo no es una guerra abierta; seríais vencidos en ella: es una gue­rra de ardides, guerra de emboscadas y de marchas forzadas. No tenéis ni pólvora, ni fusiles, ni cañones como vuestros enemigos, ni tampoco medios de procurároslos: no tenéis sino una manera de adquirirlos: tomarlos al enemigo. Os exijo una obediencia absoluta, una confianza sin límites ; no os prometo otra cosa sino veladas continuas, días sin descanso, fatigas sin número; mas yo os conduciré, Dios mediante, á la gloria y al triunfo. ¿Aceptáis?" Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín Militar 2I9 ' Los voluntarios navarros lanzaron al viento sus boinas, y gritos de entusiasmo llenaron el valle y la montaña. Esos campesinos antes atemorizados pidieron lanzarse sobre los cristinos : apenas eran quinientos. Por tan rudo programa ya se puede figurar lo que será la lucha.-Conlz1túa PEREGRINACION DE ALPHA POR MANUEL ANCIZAR En punto de instrucción pública, nada tiene de lisonjero el esta­do en que se encuentra el Cantón. De los 26,6oo habitantes, sólo 177 niños y 56 niñas reciben instrucción primaria, y 62 jóvenes con­curren al Colegio de Chiquinquirá á viciarse el entendimiento con el estudio del latín, metafísica y algo de leyes. Por tanto, la instruc­ción buena ó mala es á la basa general de la ignorancia como If es á 100. De los 395 educandos de ambos sexos, 188 pertenecen á la villa de Chiquinquirá y 40 al Distrito de Caldas, el mejor librado en materia de escuela. ¿ Qué resta para los demás Distritos? !toco, Maripí, Paime y Canipauna no tienen una sola escuela primaria. Las de Buenavista y Coper, Muzo y Saboyá dan pesadumbre por la carencia de útiles, lo desaliñado del local y la falta absoluta de un método racional de enseñanza, en lo cual influye decisivamente la carencia de útiles, contra la cual sólo un gemo pedagógico po­dría luchar con buen éxito. Qut!janse los vecinos notables de que hay repugnancia por parte de los padres de familia á mandar á sus hijos á la escuela, y achacan á esto el culpable abandono en que yace la instrucción elemental. Tienen mil veces razón los padres de familia : la ex­periencia les ha hecho ver que sus hijos envejecen en las llamadas escuelas, sin acabar de aprender, y no quieren verlos perdiendo tiempo en esta vagancz'a honrada, cuando pueden y deben ayudar­les en las faenas del campo. Tienen mil veces razón, porque en se­mejantes escuelas jamás se aprenderá nada con solidez y prontitud; y los notables y las autoridades de cada uno de esos pueblos nun­ca hallarán disculpa á los ojos del patriota, ni dejarán de ser mo­ralmente responsables de todas las consecuencias que nacen de la ignorancia VIII Cinco leguas casi al N. de Saboyá demora el Valle de Jesús, Dis­trito parroquial del Cantón de V élez, á donde emprendimos visita, terminada la del de Chiquinquirá. Trepa el camino hasta la cum- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 220 JJoletí1t ivlzlz"tat bre de la alta serranía llamada P~rta de Saboyá, desde la cual se domina completamente la hoya d Jos ríos Guayabal, Delvalle Y Guache, que reunidos bajo el nombre de Popoa, cerca del Puen­te Nacional, aumentan el caudal del Suárez, antes Simijaca 6 Balsa, y se descubre una ucesión de cerros y colinas que se in­clin~ n hacia el lejano l\t1agdalena, perdiéndose entre la niebla del horizonte. Por una bajada rápida en e.'tremo, y ~obrado res­balosa cuando llueve, se lle;.;a al pequeño vecindario del Chusca], donde SP. encuentran posada · alvjami e nto regulares, y abundan­cia de ciertos animalillos "de cuyo nombre no quiero acordarme," los cuale hacen al viajero forzosa ~ ineYitable compañía durante una jornada ó más si ·e d scuida. En las veces que por diversos caminos bajámos desde la planicie chibcha á la comarcas de cli­ma templado ó d.lido y volvimos á lla, había notado que el cam­bio sen ible de temperatura y del carácter de la vegetación, coin­cidía con la desaparición de las flores de achicoria n la bajada, y su reaparición en la subida. Desde lueg-o, upu -e que aquella plan­ta tenía n los Andes un límite inferior, ·1 cual pJclría. tomarse como demarcación cosible de las region~ · suban·lina y superan­dina. Tres obser ·acionc hechas, la una c~rca ch.. Calt.la ·, la otra, pasado el alto DJs.crJ.minos, entre Canipauna y Chiquinqui:á, y la tercera poco antlS de llegar al Chusca!, toda. ellas en el lugar en que la~ ft res de achicoria ce. aban de matizar las pradera ·, dieron por re. ultad 19° el 1 Cl ntígt·ad como temperatura media, y de 2,520 á 2,470 m~tro d altura sobre d nivel del mar. E te n·sul­tad es d1gno d anotar!:.e y con vit.la á repetir las observacion s hasta llegar á una inducción categórica, pu ·s de e a manera qued ría estabkcida una ·ñal bien visibll.! de los límite · de las dos grande, reo-iones n e¡ u nueslro territorio se divide, y por consigui nte, los de la zonas agrícola , en que 1 cultivo d cier­tos fruto se halla pr •(kterminado por la nalurakza, y que hoy, por un mal entt.ndid de eo de lucro, confund n en algunas partes sin concebir que la Providencia ha querido fijar en este suelo, por la reunión de climas variado· en cortos pacios, el fecundo prin­cipio d la divi ión del trabajo agrícola; principio altamente 1 ro­gre i. ta, que la raz;6n hum:tna n ·to último tiempo aplicara a] trabajo fabril con benehcio palpable ele todos y en todo. Desdl.! que se pisan los lindero del Valle d Jc ús, se r. ta lo numero o de u población y la índ le indu triosa dt.:: los morador s. Por dondequiera e ven ca itas rodeadas de sementera y caña­verales, gente labrando los campo ó cosechando frutos: de tre­cho en trech resuena el chirrío de los pesado trapiche , y se alza en blanco penachos el humo de las ca ·as en que e con­fecciona la miel de caña. Allí todos son propietanos, ninguno indi­gente; y esta igualdad de medios de hacer fortuna excita la acti­vidad industrial de caJa uno, é imprime en su alma cierto senti­miento de independencia, que cuando ea vivificado por la luz de la in trucción, formará la base de sólidas virtudes civiles. El centro del Distrito es un pueblo del mismo nombre, fundado sobre una ladera ondulante, que termin_a en la margen izquierda del claro y Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín iYfilz"tar 22I pintoresco río Del valle. Las ca11es principales están empedradas; las casas cómodas y espaciosa , m~>chas de ellas de teja y algunas de dos pisos; el aspecto de los habitantes, robusto y de gentes bien halladas con su suerte, atentos y obsequiosos con lo foraste­ros, respetuosos á la· autondades y vecino notables. Hospe dónos en su casa el Sr. Juan Nepomuceno Téllez Me!o, jefe de una fami­lia tan numero a como una tribu, hombre llano, franco y que rebo­saba. en idea patrióticas nada comunes. Dato , noticias, explora­ciones, todo lo facilitaba con el empeñ y buena voluntad que un egoísta habría puesto en co as de su privado interé . El influjo de que goza, justamente merecido, lo emplea en bien del pueblo y guiado por las más :-anas intenciones. El Cura del Valle, Dr. Ma­riño, es digno también de mención especial, como caballero y como sacerdote ilustrado, protector de la escuela de niños que cuenta 35 alumnos, y promovedor y director de la hermosa fábrica de la iglesia, cuya conclusión ac lera el activo Párroco sin e ca ear los e fuerzo per onal s y con el menor gravamen posible de sus feli­greses. El Valle de Jesús 'deja recuerdos gratos al viajero, tanto por la índol honrada y carácter obs quio o de su moradores, como pül- el a pecto de sus campos cultivados y de sus caminos cuidados con e mero, ignos de la pro peridad creciente de aquel Distrito. D.:> camino llevan del Valle al Puente Nacional: el que pár­te hacia el NE. atravesando el río Guache, y el que tomando la dirección ::,E. pasa por el río Guayabal, y torci e ndo al E. enfila el Pumte de Pt'tdras, formado por la naturale.ta obre el raudal pre­cipitado d e l uárez. Elegímos el segundo, porque conduce direc­tamente á la brecha de la serranía p r londe en otro tiempo rom­pieron la _ agua del gran ]ao-o de Fúquenc para caer sobre las tierra baj::.t.s de Vélez; h choque des ábamos comprobar como complemento y confirmación de las obscrvacione anteriore acer­ca de la formación edim ntosa ele la gran llanura rJUe principia al pie del Volad r de Fúqucne, y corriendo de S. á . con un d ecl ive sensible, t rmina en los cerros de la Peña de aboyá. En efecto, andadas dos leguas y media escasas, se entra en las ruinas de la erranía por un camino estrecho y pcdrego ·o que costea los restos del cerro de la derecha, dejando á la izquierda una hondonada irre­gular, excavada por el choque de grdndes masas de agua, como lo manifiestan lo atormentado del suelo, los grandes su leos de los flan­cos de los cerros adyacentes, casi despojados de tic!rra por esta parte, y la enormes rocas de calcáreo siliceoso, descarnadas pero no movidas de su antiguo asiento. Más adelante las señales de des­trucción se aumentan: la cima de la serranía se presenta cerce­nada y en partes cortada por cauces profundo , á los cuales co­rresponden socavones en lo bajo, señal de que allí cayeron los primeros torrentes de las aguas libres de barrera ; después, y en la dirección del curso actual del Suárez, yacen desparramados peñascos ponderosos, lanzados á lo lejos por la potente irrupción del lago cuando se hubo desgarrado hasta su base el alto cerro. La inundación debió ser espantosa, puesto que teniendo el lago pri- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 222 Boletfn M·ih"tar mitivo 40,000 metros de longitud y 1 5,CXX> de latitud media, la se­rranía perdió de repente 1,1 oo metros de altura desde la cima has­ta el fondo de la brecha, violentamente abierta por el empuje de las aguas del vasto recipiente*. Así, no hay cerro en derredor que no haya sido cercenado en la mitad, por lo menos, de su volumen originario, y sus despojos han ido á formar por largo trecho valles y laderas de terreno revuelto y configuración particular. El Puen­te de Piedras, es una aglomeración confusa de rocas gigantescas, rodadas unas sobre otras por espacio de 200 metros en el sentido del desagüe del lago, amontonadas, enclavadas y perforadas, de ma­nera que constituyen una bóveda, por debajo de la cual corre bra­mando el Suárez, reapareciendo después á 30 metros de profun­didad. En tiempo de fuertes lluvias, el río se halla estrecho en el socavón y desborda por encima de los peñascos, formando saltos ruidosos, que sin embargo no desquician aquella fábrica estupen­da. Vista desde el extremo N., donde forma un plano por el cual pasa el camino, presenta un paisaje de admirable grandeza: una rica vegetación cubre ambas orillas, inclinándose los árboles sobre los peñascos rojos y parduscos, los cuales suben encaramados unos sobre otros hasta perderse entre el distante cortinaje de verdura y flores silvestres, rasgado á trechos por torrentes de agua espumO­sa que desde luego desaparecen cayendo á la caverna; óyese de­bajo el sordo tronar del río quebrantado por las rocas, y encima todo es quietud, amenidad y frescor ; un simple lecho de piedras separa lo bello de lo terrible, tanto más terrible cuanto se siente y no se ve; las flores encima, el abismo debajo! Allí se medita in­voluntariamente, y el hombre experimentado recuerda los contras­tes de la vida, y cabila en Dios. Como una legua más adelante del Puende de Piedras se llega á lo alto de un recuesto, desde el cual se descubren las vegas an­gostas por donde corre el Suárez, que los indígenas llamaban Sa­ravita, avistándose también el Puente Nacional, linda y aseada villa recostada en la falda de la serranfa fronteriza. Tomó su nom­bre de un antiguo puente echado por los españoles sobre el Suá­rez, en tiempos en que una obra de estas era cosa rara y formaba época en l0s mezquinos anales del Virreinato. Sementeras de caña, maíz, plátano, trigo, cebada, añil, café y gran variedad de granos y legumbres demuestran la fertilidad del terreno, la suavidad del clima y los hábitos laboriosos de los moradores en el Distrito, que hoy cuenta 1 3,CXX> vecinos, la mayor parte propietarios de peque­ños predios, todos bien acomodados, activos é industriosos, de cos­tumbres sencillas, y fáciles de entusiasmar en nombre de la Liber­tad y de la República. Allí reside el Dr. J. A. Chaves, Obispo de Caledonia, patriota venerable, que señala con un beneficio cada día de su vida, sacerdote ilustrado, tolerante, lleno de mansedum­bre y modestia, de cuyos labios salen solamente palabras de bon­dad y de paz.-Continúa • Dicho queda que la ciencia moderna infirma esta clase de suposicio nes-N. dd D. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Boletín Mtiitar 223 PALONEGRO Diagramas de la marcha y combates por el dominio de las montañas entre Pamplona y Bucaramang& 11 < z o P:o ~ < p.. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. o ~ §2 <:.1 "" c.s ;; ~ Q) ~ ~ · ~ • "" ::S ~ -1'- ~ ·~ 1 ~ :;:.: cqm C) Olll t; m~ ~ C) o~ R. ~ ~ ¡:¡ r35 ::;: o ~ mm~ o ~ Bogo/á-Imprenta de Vapor-Calle IO, nú~mro z68 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Publicaciones periódicas

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Boletín Militar: órgano del Ministerio de Guerra y del Ejército - Año V Serie II Tomo I N. 7

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