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Diez días que sacudieron el mundo

Por: John Reed | Fecha: 2017

John Reed fue testigo de la Revolución de Octubre, asistió en Petrogrado al II Congreso de los Sóviets de Obreros, Soldados y Campesinos de toda Rusia y vivió los acontecimientos que cambiaron la historia del siglo xx. Ésta es la crónica diaria y exhaustiva del proceso revolucionario, con entrevistas a los líderes de las diferentes facciones, que supone un excepcional relato del hervidero político que se vivió en Rusia en 1917. Reed, que años atrás acompañó a Pancho Villa durante la Revolución mexicana como corresponsal y viajó a lo largo de todo el frente oriental durante la Primera Guerra Mundial,...
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Diez días que sacudieron el mundo

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La misión Ponsonby I

Por: Luis Alberto de Herrera | Fecha: 2017

El libro del caudillo oriental Luis Alberto de Herrera es un documento invalorable para entender el origen del Uruguay como país independiente en el marco del proceso de balcanización de América Latina y de la ingeniería británica que lo hizo posible.Este libro fue el primero que demostró, muy documentadamente, el papel desempeñado por las Foreign Office en la creación del Uruguay como Estado independiente. Y de ese trabajo se concluye que al Uruguay no lo fundó Artigas sino Lord Ponsonby.
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La misión Ponsonby I

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Imagen de apoyo de  (Pay)Pampa: la presencia boliviana e indígena en la sociedad del salitre

(Pay)Pampa: la presencia boliviana e indígena en la sociedad del salitre

Por: Sergio González Miranda | Fecha: 2017

La importancia de la presencia boliviana e indígena en la sociedad pampina, desde el inicio del Ciclo del Salitre ameritaba que los escritos sobre este tema de Sergio González Miranda, Premio Nacional de Historia año 2014, fueran organizados en un libro. Este volumen es un homenaje a los cochabambinos que vivieron en el Norte Grande de Chile, especialmente en Tarapacá, durante el ciclo del nitrato. Conocidos en Bolivia como Q"ochalas, se fundieron con los habitantes chilenos del desierto de Atacama y otros llegados desde los cuatro puntos cardinales. Esos aventureros que cruzaron la Cordillera de...
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(Pay)Pampa: la presencia boliviana e indígena en la sociedad del salitre

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Imagen de apoyo de  El tsunami electoral de 2013 en Chile

El tsunami electoral de 2013 en Chile

Por: Mauricio Morales | Fecha: 2017

¿Qué factores determinaron la victoria de Michelle Bachelet? , ¿qué tan distinto fue el comportamiento de los chilenos en la elección presidencial, la contienda parlamentaria y la elección de Consejeros Regionales? , ¿cuál fue el efecto de la implementación del voto voluntario en la participación electoral y en los resultados de las contiendas presidenciales, legislativas y de consejeros regionales de 2013? Son algunas de las preguntas que los autores respondes de manera sencilla y fácil de entender para los no expertos, pero con suficientes datos y estadísticas para convencer a los entendidos.
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El tsunami electoral de 2013 en Chile

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Imagen de apoyo de  La Armada de Chile: una historia de dos siglos. Tomo I: desde el período Colonial a la Guerra del Pacífico

La Armada de Chile: una historia de dos siglos. Tomo I: desde el período Colonial a la Guerra del Pacífico

Por: Carlos Tromben Corbalán | Fecha: 2017

A través de la recolección de lo escrito por el vicealmirante Luis Uribe Orrego, Carlos López y por el capitán de navío Rodrigo FuenzalidaBadesobre la historia naval de Chile, el autor abarca el tema desde una perspectiva diferente, tomando en cuenta el contexto político y la conducción político-estratégica de los conflictos bélicos protagonizados por la Armada en el siglo XIX. Al mismo tiempo, estudia nuevas fuentes que permiten modificar la visión sobre algunos acontecimientos, como el aporte de los pueblos originarios y de la etapa colonial a la creación de esta institución.
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Imagen de apoyo de  La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 19

La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 19

Por: | Fecha: 16/01/1875

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. .:-------~'-CR s:. s: ~ 2 2~ j -------- PERIODIOO DEDIOADO A LA LITERATURA Serie 11. Bogotá, 16 de Enero de 1875. Número 19. • A~DE. EL DOOTOR SANGRE. (llclacion histórica.) DON FRA.'CISCO y DON JAIME. Corria. el año de 160-1. T ue tro Estados U nido de Colombia, á la. sazon Pre idencia dependiente de uue tra querida España, dormia una paz octa\·iaua. j Dicho..;a edad y (hchoso~ tiempo aquello en que, todo, vidas y haciendas per­tenecia de derecho á 11Ú (lulO el ney. Lo ,irtuo os colombiano~ dormian el , m'ITo de la inocencia envuel­to uno. en capa dc pnño de SlIl Fernanclo, cu­hierto · de galonl' y piele . ." lo otros en cami eta y lienzos del afamado Rumiriquí. Nada de Oontitucione l\i de uereclJo del hombre, ni de imprenta", ni de tudas e, a patraiias con que oñamo en este pícaro siglo. Todo era paz r con ten to á la OIU bra uel glol'lo. o pabellon de .su ~Iajestau y bajo el amparo de la Rea.l .A udiencia. Don Jhrtolomé Lobo Guerrero, de gloriosa memo­ria, l'cgentuua la silla urzobi pal, y ,us misionero, traidos de :Méjico cchabnn 103 cimiento. del gran se­minal'Ío de 'an llartololllé, cunn. precio' a de las le· tras 'olombianas, á la YC7. que daban ocupacion y su - tento á multitud de indígenas privado ya. de su libertad y conrlcnaclos á In cargas de la vida ciYiliz!\­da. Ahí habian de tener lugar la di.-:putas escolástica que por largos año ' formaron el único acontecimiento ruido o de la Colonia y al\í brotaron tam bien las elli, pas que convertida de repente CI1 un incendio, de· voramn en un momento el ,olio de lo,~ vircyes y e l antiguo erlificio de la tüanía. Pero COIllO hemos dicho, por ent6nce todo era paz y contento, segnn decia el Presidente y repetian ,u~ corte 'ano . En la e quina de la pla7.a. babia ú la suzan un edificio nuevo y vi toso, por frellte del cllal 11') pa;;aban los bien ayenturados colonos in tocarse el onaje que queremos ver. Lásti­ma que en aqycl tiempo no hubiese fotografia. E un ancIano alto y delgado. E ti enyuelto en unlt rica capa a7.ul r por debajo del damasco de la • meslt se a1can7.an ¡í yer sus flaca pautol'l'illas forradas en una media de sed n color de carne y us piés calza­do de zapato con hebilla de 01'0 que de can an obre un CUCl'O de oyep e carmenado y blanco COl1l0 nieve. A oma t,\mbien bajo la capa u ligero e,padin, una. copo, lt peluclt le cubre la cabeza ha~ta los hombl'O afeitado entel'l\mente y uno anteojo de filete~ ele 01'0 cubren s ojos bajo las cejas e. pe a como un b ue y que á la par de lo lente~, procuran ocultar la miradas del anciano. rn expediente tiene al lado y varia cartaS e. Cl'it'l'i en to co papel e. pañol y prga las con obleas de colores, que el anciano ha. devorado con ansiedad. Quién e este per onnje 1 Xada ménos que uon l<'rauci co de Sallde Presiden­te del Nuevo H.eino. I1.lce ocho aiio que n~anda en h\ Colonia y espera mandar por lo mé 1). otro. ocho. La mampara. e aore y entra un ') e,o personaje: otro ancwno de cara auu-ta y supicaz, de cspe a bar­ba y vientre prnmillentr ye tirl ele ancho calzon y chupa de paño burdo, en cuyo!> lljales lleva Cl1"'arzada. la cadenilla de bronce del reloj. '" -Os e, peraba, dun Jaime, dijo el anciano volvién­dose y mirandole con agrado. -.t\qllí \Ud teneis, -eiíor. Ilabeis recibido algunas noticia ? -y bien gordas, don Jaimc. -, iempr,e que ean en pr(l"echo ,le Sil Majestad .... -- u i\IaJe -tad ha probado la merlidas que tomé para furtific31' :i Portobelo y qne )J1 tanto acierto ha. llevado :í. cabo el capitan otom¡, 01'. _~TO las aprobarán i~llalmcnte cont tó, don Jai­me, arrellanando e en la esquina m,ís c rcana de un ofá.,. perro illgle e con que 11 l\Injestad Lritún:ca sta JUfe tando lo m. re. " e tas India. E 03 perr~s ingle, es solo contribuirán á aumentar r ... nuestra glorw, cuandu 1.0nO'am08 fortifica "O'-'vt"\ litoral! como lo deseo, conte to '-\"<:'7", Rr..Ñc¡,O que daoa vueltas entre ~1"!'" ta escrita en grucso florete. -' A Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 146 LA TARDE - y de Due tro Visitador no habeis tenido noti· cias 7 -Oh! ¡los cbampanes llegaron felizmente :í. IIon­d~ y nue tl!O regio huésped entrará temprano á un-tafé. Mirad, es carta suya. -Parece activo el vejete. i e e calor dell infierno ni esos mo quitos de Barrabas han sido pal'te bu im­pedirle que o dé cuenta de su llegada. - Puede el' que sea un adver ario digno. Y no se ha traslucido nada de su llegada en el público? -Oh! si, estos malditos criollos todo lo husmean y adivinan. -y cuando creen que llegará el huésped? -Mañana, señor Virey. ., Los amigos y aduladores le daban en prn·ado el tt­tulo de Virey, aunque sólo era Presidente. -Por supuesto eslarán muy preparados pan reci- • birle. -Fincan tantas esperanzas en él 1 -Pues yo les daré una fiesta que los ha de diver-tir mañana. -Sabei~, señor "!'irey que DO las tengo todas con- • mIgo. . . , . -y porqué don J&llne? No os crew. yo tan tHUldo, Di habeis dado muestra de tal en nuestras largas campan- as. -Pero ... , prefiero batirme con los indios á luchar con estos criollos de cara compuugida y bonachona. -yo sé más que eIJo don Jaime, entre esas cal'· tas hay una de la corte, en que me avisan que esté alerta' porque han ido informes no muy satisfactorios acerca'de mi vida y milagros. Lo que importa sobre todo es que averigueis cuales son los de afectos y cun­les los que han dado informes, para darles su mereci­do; porqlJe la justicia es mi norma y yo aco tumbro pedir para el César lo que es del César. -De manera que el Visitador estará bien preveni­do en contra vuestra? Buena la vamos á tener! Por un lallo los criollos y por otra el Visitador! -Para todos habrá, don Jaime, la horca está 13- vantada en la plaza y miéntras yo ,int no se quitará de allí. -Para el Visitador, virey ? -Sí, para el Visitaelor y los suyos. -y no temeis lÍ. la corte? -Miéntras van y vienen noticias ganaremos tiem-po y tiempo vale más que dinero. Adernas de eso, estando repletas las cajas reales, su Maje~tad estará contenta; que oro y no lágrimas quebrantnn peñas. -Pero su Ilustrísima? E el adversario má!' fuerte. -Con razon dicen que aquí hay mucha. Iglesia. y poco Rey, Yo les haré ver inembargo, que de la auto­ridad nadie se burla y Lobo Guerrero irá, si es preciso, á la Corte bajo partida de rej . -y os atreveríais á tanto, Virey? -Audaces 100·tuna jv/vat. El mundo es de los va· lientes. -y <¡ué ordenais para mañaná 1 -El Visitador vendrá á comer á palacio, y el preso será colgauo mañana. -Mañana? .... Pero debía ser ejecutado más tar­de. E ta será una cam panada terrible. Pen. adlo bien, señor Virey. -Cuando os digo que no os conozco! A un lndo timideces y que lo cuelguen mañana. Si no quereis comunicárselo vos mi mo, euviadle al monigote Val­verde. Lo dicho, dicho. -Así se hará. Acomodóse las gafas el de Sande y visto esto, le­vantóse don Jaime, y C011 aira preocupado y sombrío abrió la mampara y alió á la calle. Empezaba á o curecer y el virey se abalanzó sobre los expedientes y continuó leyendo con encarni;r.a­miento, semejante á es:lS aves noctumas que al caer la sombra, tienden el vuelo rn busca de su presa. (Continuará). J, J. BORDA. EL PASADO. El paaado ! ... pasado irrevocable. CONF CIO. j Soña.ndo rstuve un tiempo fortunado Con este porvenir que hoy os pl'e"ente ! De lo que yo soñé! ... cUlín diforen te 1 j Si pudiora volver á lo pasauo ! j N o era en t6nces, oh no ! tan desgraciado Pues hubo quien me amara con ternura! j Y jugué con su amor!. .. Cuánta locura! i Si pudiera volver á )0 pa~ado ! i En honores y glorias embria.gado, La fortuna doquier me sonreía! Oómo entónces goc6 ! ... cuánto reia ! i Si pudiera volver á lo pasado! i Ah mis años de paz1. .. j Ah tiempo amado En que sueños soñé de venturauza! Se acabaron mis sllelios !. .. roi e1'peranza ! j Si pudiera volver á lo pasado! 1874 TE~IíSTOCLES TEJADA. Carta de un suscritor. Seño\' editor de " L .. Tarde." Ibbiendo oido uecir que los !;eñores José María Qnijano Otero, J Davill Guarin y Nepomuceno J. I avarro, * redactaban un periódico li ter:lI'io,-dije al punto :-Bueno tiene que ser, porqne <'80S caballeros 011 hombres de seso y pe o, e decir, Iitera:o de pd- 71w-ca¡·tello, ó de primera fila, hombres versauos y ele lDUy buen gusto en la literatura, y e muy probable <¡ue hngan un gran servicio al país con u periódico, abriendo cam po ti lo bueno 71 á lo bello, y cerrando la puerta ele su imprent.a á tanto bárbaro iliterato que tiene auurrirlos a lo que Icen, con producciones eró­ticas y de otras laya, . y tal <¡ue lo pensé, salió; ¡1nes 10<; números del pe­riúdi o salidos ha ta hoy; me han colmado do satis­f:\ ccion. La ec1icion e ell'gante, y eria completa, si los cajista la revisaran algo m:i . . Lo materiales, sal­vo los quo é"te . u pobre I;eryielor ha sUll1ini~trado, y uno que otro cántico erótico, de los (le á tres al cuar­to, y q no 50 ban escurrido pOI' conde cender con sus autore~; (pol'que los malos autores on lo más im­pertinente y t\udace ) salyo é to~, digo, todos los demas &on bueno!;, y honraD á , ns genitores y al país. Me he metido á critican, sans faqon, dirán algunos; pero es el ca '0, que tengo 1:1. ca tumbre de decir con libertad lo que iento y juzgo, y de mani qué me parece bueno, y qué malo, aunque éste mi i te­ma me haya caus:\do bartos disgustos en esta tierra, donde tanto se adula y miente, y donde la verdadera crítica. literaria no existe, no sé pOI' qué. Y a propó ita. i No creen ustedes útil el abrir ya la era de la crítica literaria, de que tanto necesita­mo , en medio de e te 'l1UtTcmagnun de versos y de prosa, que brota sin cesar de la prensa colombiana '1 i No opinan u tedes, que, examinando las produc­ciones de todo el que salte al campo de la publicidad, pero con fría. conciencia, ilustracion, delicadeza, buen lenguaje; y in condescendencias indebida, es el me­jor medio para fOI'mar una buena litbratura nacional '1 • Hoy he sabido qne está encargado de la redaccion de .. La Tarde" el DO méno8 ilustrado literato, señor J, J. Borda, á cuya. pluma debe la litera.tura nacional precioBisimns jora8, • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 147 E to, en mi sentir, e ~ urgente ; porque si se deja ' m,is atenerse uno á lo quo enseña el di ccionario cas­correr la 1;0la, es deeie, s i los que entienden {Ct malcria, tellano, que quedar-e sin idioma. d ejan que todo zot e e zampe á escritor, s in ll ec irI o E l idioma español es magnífico, y no d ebe despcda-o x te ni mox te, yendrá Culombia á se r, en mat eria zarse a í no má . l ite raria~ , peor que la E' paña de Gúngo ra : caerá en Y deseando á señorías, mucha paciencia, y mu-un ludazal infcct , y el buen g us to, el arte, la cien- eha honra en u labor, ya que no dá pese tas. cias, y el noble estímulo e irán, cumo lo dio es 1"0- Soy su amigo y su critor, UNO DE TANTOS mano en la decadencia del impcl'io. lngcnios tenemo. :í. millares, 'PCtra todo, Lo c¡ne fal - ta on: bnena direccion, mulo, y críti ca ju ta, Llamen ú que e<¡Cl·iban :í. lo buenos e criCores del pai ; acojan con amor á los que priv,cipian, pcro co­rrig iendo u obras; y cchen á. pa1lear, con uuen hu­mor y sábias razone , ,( los profanos. A í, veremos f1urece r, como ilOl'ecen nuestro campo , á mucho ingenio¡;, y har;in inmortales sus nOlUures y su patria. Si pam cOl'regir la maldad social, exi. te la moral; para ::orl'egil' y mej orar á. los malos escl'i ta res, exist e la , a na crí tica. ¿, y díganme ustedes, por qué callan, y no escriben en ,( La Tarde," mucho eximio escritores que de de mucl,lo ti empo ha tienen h ecba una merecida reputa­cion? Ese silencio no e patrióti co ni humano. Cada caal que algo saue, debo ponerlo al , ervicio del pro­gre. o, ó de nó, e un egoista imperdonable. y annque e' cierto que aquí no hay provecho ni c , tímulo pata los e critores, esto no importa para lo que tienen e 'píri tu elendo. El génio no vi ve de la materia, sino de lo iumortal. Por tanto, opino porque u tedes toquen la trompe­ta, (no la del juicio univer al, que ele pel1~ar en ella, tiembla todo cristiano), pero i"í la de cabal/erí(¿ lüt­nem, convidando á los siguientes e"critores, á que, con artículo y versos en mano, ayuden á ustedes á darle uw. carga mOl·tal almar0<>-0<:::: ~- LA FLOR DE BOLIV.A.R, Alos señores José María QuijaDo Otero, J. David Guarin y Ne· pomuceno J. NavalTo. Lento y majestuoso declinaba el sol en Occi­< lente una tarde que atravesaba yo melancólico los campos inmortales de Bomboná y de Cariaco. El sublime cuadro de la gran batalla que se diera allí, y en la cual la tiranía brillaba con sus últimos reflejos y la libertad relampagueaba como el sol naciente, se presentaba á mi vista con toda la perfeccion de sus l'asgos y la pompa fúnebre de sus sangrientos colores. La titttnica figura de Bolívar que se destaca en las páginas de la historia de la América li­bre, alIado y superior á la de Washington, me parecia verla brillar en ese ca.mpo como la figu· l'a de un dios mitológico, teniendo á sus plan- -- tas una piedra pOl' pedestal, la brillante espada del libertador de un mundo en la mano y el blanco pañuelo con que enjugaba sus lágrimas de desesperacion en h otra. Al frente de Bolívar y no á pooa uístancia, me parecía ver á don Basilio * armado con la arrogante y solemne sercnidad de uno de los h éroes defensores de Sagnnto, y que á la manera del Napoleon de la libertad americana hacia vibrar la eJpada con qll.e le disputaha el triun­fo, espada célebre por sólo el hecho de hacerlo dudar de la victoria. Sin embargo, no era el r ecuerdo del egregio Bolívar, no los esfuerzos del valiente don Ba­silio, no el terrible cuadro de la batalla de Bomboná y de Cariaco, 10 que me llamaba la atencion en ese campo aquella tarue en que, el sol como un escudo de oro parecia su ;:¡endido del éter y el cielo con su irradiacion más pura. y suprema no pedia bellezas al cielo Je Italia q1ie tanto ha inspirado :i los poetas; on esa tarde en que las auras delicadas y traviesas como la vírgen del amor primero, .i ug'aba con mis cabellos y acaricia.b .l lUís moj iIlas; en esa tarde, en fin, en que las aves de plumaje pinto­resco, al volar d e rama en rama, daban al vien­to en cadencioso duo el trino de sus dulcísimos gorgeos. No! lo que de ese campo me llamaba la ateocion, era una de esas flores que la na· turaleza es parca para brotarlas de su seno, como 1'i temiese que los hombres profanasen su bellísima obra; una flor cuyos colores en­cendidos no pueden compararse y cuya dura· cioo y brillantez desafiaban al rayo luminoso de la extraordinaria aurora ecuato rial. -Qué flor tan bella! Cómo la llaman? pre­gunté á uno de mis compañeros de viaje. -La flor de Bolívar, me contestó al mo­mento. -Por qué lleva ese nombre'? -Dicen, qua cuando pisó estos lugares el gran Libertador, Ulla de estas flores inclinó primero su corola ante él en señal de saludo; y que luego empujada por el viento voló {L ¡as manos del grande hombre, quien la. guardó despues de acariciarla. Desde entónces es lla­mada "la flor de Bolívar." -y qué significa? repliqué. -Lo ignoro, pero no puede ser otra. cosa que libertad, ilustracion y progreso. A esta significacion que me pareció tan bella, añadí esta otra: -Inmortalidad. Luego la arranqué de ese campo y la guardé como una reliquia santa. ¿ Pareseles, señores Re-dactores de La T arde, q ne esa flor puede tener algun aprecio? Yo de mi parte la estimo con veneracion, y creyendo que ustedes la harán valer más, la pongo en la mano de ustedes; pero la libertad, ilustracion, progreso é inmortalidad que ella significa, la cedo al nuevo pel'Íódico con que ustedes l'ega.­lan á Colombia. Pasto, noviembre de 1874. BENJ.uuN GÁLYEZ, I ... El gencr¡¡l cspañol Gnrcía, llnmado gCllcrnltuento don Bn­sileo. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 150 LA TARDE Despedida del alma y del cuerpo. El ablla. Va tí romperse la amistad En que siempre hemos vivido: ;. o sabes que me despido Por toela la eterniJad ? J:-'l c¿terpo. l.o sé El allitCt. ¿ o sientes morir? El cuerpo. No sé en verdael 10 que siento j Tan sólo en este momento T engo ganas ele d ormir. El alma. Yenuo de la naela en pos, ¿ La nada no te amedrenta? El cuerpo. ¿, Tengo acaso quo dar cuenta D e nu.s accI.O nes a. D'l OS ?• •••.•• El alma. Sí, \iue sujeta á tu ley, En tn cárccl he vivido. El cuerpo. Yo siempre te he obedecido Como un escla\'o n. su rey. El alma. Tú has torcido mi camino l\.[ás de una vez sin sentir. El cuerpo. Yo no he hecho más que seguir Las leyes de mi destino. Responsa ble es el q ne yerra. Del gue piensa es I error. El alma. El aterpo. El alma. El cuerlJO. El alma. El cue?'jJo. El alma. .l-,l cue'7JO. Por ti conocí el dolor ~or ti vuelvo yo á la tierra. ¿ y no t·e asusta la muerte? ¿ La muerte qué es para mí? Inerte de ella salí, Con ella vuelvo á lo inerte. Tédio me iDspiras y horror. Tú á mí me inspiras hastío: ¿ No has hecho de tu albedrío Lo que has juzgado mejor? El alma. Por tu loca vanidad He sido al deber contraria. El cuerpo. ¿ Quién fué la depositari~ De la fe y la voluntad? El alm.a. y o'; pero en perpetua guerra Siempre he vivido contigo. El cue1po. No te disculpes conmigo De tus faltas en la tierra. El alma. Tú me has llevado á. reir Cuando he querido rezar. El cuerpo. Tú me has llevado á pecar Cuando yo ansiaba dormir. El alma. Tú has perturbado mi calma Con eternes devaneos. El cue?po. Mientes j los malos deseos El alma. El cue?·po. El alma. El cuel'P0. Brotan del fondo elel alma. Cierto! (conjusa.) Lo confiesas? Sí. (ave1·gonzada.) Entónces, ¿ por qué me hieres? Déjame do-rmir. El alma. (Con pena.) ¿ No quieres Que me despida de ti? Ve que no he de verte más El cuerpo. El alma. El cue1·po. El alma. Luego que esta vida acabe. No digas eso! Quién sabe! Podré aun ser tuya? j Quizás! El cuerpo es barro y miseria, Luz que una vez extinguida ... El CUC?po. No acabes ... que tambien es vida y es eterna la materia. El aZma. ¿ Abrigas aun la Husíon De ser un sér animado? .• • , El cuerpo. El alma. El cue,'jJ'J. Ji.,'l alma. El ('1.W rpo. El alma. El cucrpo. Tengo fc, ¿ Dios no ha anunciado La earnall'esurreccion ? i Ah ! sí, yo espero que un dia. Volvamos á un sér los dos. Pues d éjame. Adios! Adios 1 Pobre cuerpo! (volando.) (1l1ur¿cndo.) i Ay alma mia ! A. llURTADO. UN JURAMENTO_ (Continuacion. ) , --~Iil'ad á TIaCA Negra, dijo el guía; r abora mon­señor, nu necesitai de lUí. Hasla mañana. Una cal'c'ljada, en que S<\talUi- mí. \uo parecia en­carJlar;; e, acumpañó esta última palabrn, y el cazador buyó ántes de que el caballero hubiera tenido tiempo para decirle una palabra Ó l'utcnerle con un ge too D Ul'an te a 19l1nos segundus, us pa<;os rcsonal'on en la nicve endurecida, y su rí"a se prolongó en el es­pacio; luego el ruido de los pa os se apagó y el caba­llero de quien un tenor supel'ticio o empezaba á apo­derarse, creyó oi¡' :i lo léju esa carcajada en que se mezclaba una , iniestra-iroda. ---Es singular, llIul'ruuní Ralph, dominado á p~ar suyo por la fantá ticns leyenda~ que habian arrullado su infancia en Escucia. y continuó andandú pen ativo . IV. El vizconde Ralph pertenecía á un siglo excéptico y no podia da\' rédito ,t las superticiunes de un al­deano que cruia en el díaulu. -El bl'ibon ha querido burla¡'se de mí, ¡;:e dijo; -e­ria extraño y verdaderamente chu. co que el vizcon­de Rulpb, cnballl:!t·o de raza escocesa, mosquetero del Rey Lui;; X, á quien llaman valiente y que cree ser­Io, e dejase burlar. Si este hombre se ha reido de mí, le castigaré; si ha dicho la verdad, sabré ponlué lo" pretendientes de la señorita de Roca Negra han partido más pronto tic lo que han llegado. Mi tio, el a"zolJi~p), ba arrcglado mi matrimoniu con el señor ce Roca egrn y á ménos que la señorita no sea tan fea que espante, me cu."al'é COI\ ella. Esto diciendo, leó su caballo que tomó al trote á de pecho de la nicve que obstruia el camino. Bien pronto nuestro viajero llegó al lindero del bosque, y cntónces el horizonte se dilató á su vIsta: á di tancía de un cuarto de legua pudo divisar, enca­ramado sobre una roca casi cortacIa á pico, una masa negra, sembrada de puntos lumino1>os y que destaca­ba su sombría silueta sobre el gris opaco del cielo. Era Roca Negra, ca. tillo de la jóven castellana, cu­yo nombre siniestro lo debia á una leyenda más si­niestra aún, pero que se perdia en la noche de los tiempos, y desde bacia muchos siglos, los señores de Roca J egra pasaban por bUCllO cri tia no;;, valientes caballeros y rea . leale.> y fieles. Sin embargo, su po icion aislada en la mitad del bosque, la roca escar­pada que le servia de asiento, el paisaje triste que le rodeaba, todo parecia arrojar sobre el castil10, á los ojos de las poblaciones superticiosns, una luz desfavo­rable y la refl.exion que se hizo nuestro viajero, bastó para calmar el espanto del cazador y la autenticidad de su historia. El ca tillo databa de las cruzadas. El tiempu habia extendido sobre sus muros y torrecillas almenadas un muzgo negruzco y sus ventanas en ogiva, guarne­cidas de vidrios de colores, apénas dejaban filtrar al- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. --------------------------------~----~ . , L 'A T A R D E 151 gunas luces di , cretas y monótonas. n silencio de muerte reinaba en el interior cual i fuera una de esas babitacione abandonada, á donde l os fantasma' de los dueños vuelven por la noche, á enccnder 5U hogar ha largo tiempo apagado. Al ruido dc la campana cuyo Ronido quejum 1"'r se perdió bajo las bóvedas so noras del viejo ca tillo, respondieron los ladridos de un perro furioso; lu ego Ralph oyó en el interio r una YOZ cascada que apa ci­guaba al perro, en fin resonaron pa os en la escalera y los pesados cerrojos que cerraban la puerta se d es· lizaron crugiendo sobre sus goznes. -Quién llega á esta hora? preguntó la voz que se habia e . forzado por calmal' la cólera del perro. -Un hidalgo que viene de Paris y á quien ·deben es­perar aquí: el vizcondc Ralph Marc- Brien. La puerta giró sobre sus goznes y un rayo de luz iluminó el rostro del jóyen viajero. -Ah! señor Vizconde, dijo un viejo criado que lle­vaba una linterna ell la mano; en efpcto desde hace dias Re os esperaba en Roca- J egra , pero hoy ..•. con este tiempo ..•• El ('I"iado introdujo al viz co nde en el patio de honor, -Diablo! murmuró Ralph ecbando pi é á tierra al pié dc la escalera, en lugar de un criado de librea mc habria gustado más un arquero; hubiera armonizado mejor con el estilo del cas tillo y u aspecto fúnebre. La gran puerta del castillo rstaba abierta y Ralph, al atravesar el dintel del vestíbulo, oyó un canto mo­nótono y l(.')1to que parecia salir de una sala baja cu· ya puerta entreabierta d~jaba escapar una débil cla­ridad. El canto salmodiado por dos voce, una de hombre, otra do. niño, no era otro sino el oficio dc difunto:::. -Qué "ignifica esto? exclamó vivamente el viz­conde volviéndose hácia el criado que le introducia, hay un muerto aquí? -Sí, monseñor, rcspondió el criado. Es un pobre diablo de cazador cuya cabaña está á la entrada del bo<;que de Roca- egra. Ayer vino á vendemos 1:\ ca­za; en el camino el fl'ío le sobrecogió, qui o beber y ha muerto de una congestion cerebral. Mañana le en­tierran y el capellan le reza las oraciones de los muerto!'. -Es singular! 'dijo el vizconde que se e tremeció involuntariamente; yo he sido conducido aquí por un cazador cuya cabaña está igualmente situada á la en­trada del bosque. -Es el mismo, monseñor. -Imposible, puesto que me ha. servido de guia bace una hora y se ha scparado de mí en las puertas del ca tillo. -Cómo le llamais, monseñor. -Juan Denis. El criado se encogió dc hombros y dijo: -Monseñor está soñando, Juan Denis es quien 3a muerto. Por otra parte en los alrededores no hay otro cazador y á la entrada del bosquc de Roca-Ne­gra otra cabaña sino la suya. -Ah! exclamó el vizconde, esto es maravilloso, yo descu briré la vcrdad •.•. y sin esperar respuesta se dirigió á la sala bHja de donde part¡an los cantos fúnebre:::, empujó la puerta y entró. Un sacerdote y un niño estaban arrodillados al lado del muerto á quien habian colocado en un ataud y cuyo rostro estaba cubierto con un paño mortuorio. Dos cirios ardian en los extremos del ataud. -Diablos! murmurO Ralph, sabré si bay dos Juan Denis ó si mi chusco del bosque ha completado su burla. tomando el nom bre del difunto. El vizconde extendió una mano hácia el ataud y apartó el paño, miéntras que con la otra acercaba un cirio al rostro del muerto. Repentinamente Hl11zÓ un grito; el cirÍo se escapó de su mano, cayó al suelo y se apagó. El vizconde retrocedió pálido, tembloroso y con la mirada. extraviada. Acababa de reconocer en ese cadáver al cazador que le habia servido de guia. Dcspues de un rto momento de espanto, el viz-conde tuvo valOI' para volver bácia el ataud y tomar la mano del mucrto ; estaba [ría. Apoyó la suya so­bre el corazon, babia d ejado ele l'ltir. Juan Denis el cazador c, taba muerto. -Extraño, extraiio, murmuró el vizconuc. y salió bruscamente. v Para calmarse un poco, Ralpb sejuntó:11 criado, y sin decir una palabra de lo que habia visto, se puso en tren de seguir al anciano hasta el salon donde sin duda lc esperaban los hué~pedes de Roca-Neg ra. DeRpues de haber subido una ancb:\ escalera de gra­da de piedra y balaustrada de hierro, el vizconde llegó al primer piso del castillo y atrayesó suce ivam cnto varios salone que por su lujo recordaban épocas diferc­ntes, desdo el Renacimiento con sus muebles y sus có­moda " ba , ta el seductor 1'OCOCO puesto á la mod:\ por :Mmp.. de Pompadour. Espejos de V cnecia,a I rombras dc Orientl?: . al dc Bohemia, objetos deliciosos de artc de oro y de bronce, todos esos lIaclct co tosos quc ruedan aq ni y allí en las momdas opulen tas y ari sto­cráticas) deslumbraron los ojos del vizconde. Ciertamente, si en el exterior Roca- egra era un lúgubre y somurio ca tillo, si en la calzada salmo­diaban cantos fúnebres en una pieza fría y desmante­lada cerca de un a taud, en el primer piso todo era seductor y reflejaba el brillo do un lujo de príncipe, . El criado empujó las dos batientes de una puerta y anunció: -El señor vizconde Ralph ! Este se detuvo un momcnto y lanzó una rápida mirada en torno suyo. El salon á donde entraba se parecia mucho á un r etrete de Versallos ocupado por una mal'quesa de veinte años; cn los candelabros de . tas torcida, colocados sob re la chimenefL á los la­cle un p é ndulo ardian bL,gias refl ejadas hasta lo inflni to pOL' los espejos. Ralph creia e~tar soñando, olvidó al cazador vivo ó muerto, sus terribles pred icciones y crey6 estar en un salon de VersaJles ó de la Plaza Real. Entró con paso lento y desembarazado, el tricor­nio bajo el bruzo y se dirigió directamente á la chi­mcnea cerca de la cual habia dos per onn : un ancia­no y una jóvon. El pl'Ílllero era un hombre hasta. de setenta años, alto, dc 1' 0 tro n ob le)' afectuú o y no era otro ino el baron de Roca-Negra. Laj ó ven que podia tener veinte años, em rubi!l y blanca como un:\ madona de Rafael, con ojos azules como cl azul dcl cielo de ltalia y manos más blanca que la cera yíljen. Lascñorita Herminia de Roca-Negra reasumia e e tipo divino de la muj e r nacida bajo el plÍlido sol del orte. Su talle delgado y ondulante se habria podido comparar al de esa flores d e licadas C] ue 110 pu ede n rrollarse sinO en una atmó. fem tibia y en IIn si­tio á donde no llegan nunca los ardientes rayos del Mcdiodía. Por lo demás, el aire elegante de las mnJere de calidad, realzaba aun e>,a Lelleza maravillosa yel vizcunde Ralph dcsl'lmbl'ado, ,c estimó 01 hidalO'o má feli7, del mundo cuando se inclinó delantc de ell:\ pensando que se inclinaba delante de su prometida. -.Ah! vizconde, dijo el baron, soi un cUlT.plido caballero y v exactitud es digna dc elo.,.io. Lle-gai con un tiempo infernal. o El vizcondc y ~l.baron cambiaron algunos cumpli­dos de uso y el vIajero se encontró al punto instalado cómodamente en el rincon de la chimenea entre su futuro suegro y su futura e posa. Ralph tenia el númen chispeante quc distinguia por aquella epoca á ~ral'ly ; el baron a l' de su se­tenta otoños,era siempre corte~ano, y ermin ia por su parte tenia la gracia, la distincion, el pudor y el ta­lento delicado de una jóven de dístincion educada piadosamente, pp,ro sin rigidez ninguna. La conversacion quc se trabó entre los tres perso­najes no podia tener ese reflejo de fúnebre tristeza. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 152 LA TARDE que habria debido resL1I tal' ele lo primeros terrore, del vizconde y de las extrañas relaciones del cazador. Olvidó el alph de que e encontraba en l\Iorv:l11, á cien legllas de Yer-alles, en UD ca . tillo feudal perdido en 10- bosque", en presencia de una novia que hacia huir espantadus lÍo cuantos osaban pI' 'tender su mano. Al paliar del e. pléndido y coqueto retrete á ese lujo rígido y sombríu, se experimentaua una especie de reaccion rnora1. El Yizconc1e se Ó repentina­men te, cuando se nconló de las pred icciones del caza­dor, y p('n Ó en el muerto que estababa en el ataud De repente alzó los ojos y vió clavado en la pared el retrato de una mujer. Estremeció e violentamen­te y su ojos se fijaron obstiuadamente en él; era un retrato de cuerpo entero, cuya pintura no podia re­montar á mas de dos ó t,re años y que contrastaba por u fre cura con los cuadros colocados á su lado y que repre entaban ü. los Roca-~egra muertos. "Un candelabro de tre brazos, clavado en la pared, ilumi­naba ese retrato tan perfectamente bien que se podian admimr sus menores detalles. Repre en taba. una mujer de una belleza de lurobl'a­dora, belleza que parecia abierta á los rayos del. 01 español, una cabe7.u de demonio má bien que de ángel, con largos cabellos negro que le caian por sus hom­bros, una boca entreabierta en que brillaban dientes menudos y blancos, una mirada cuyo brillo habia co­piado con peefcccion el pincel. E -te retmto era tan vivo, tan perfecto, que el vi7.conde creyó ver una mu­jer real y una. Il1njer tan bella que á su lado Herlllinia no tenia siuo un atractivo vulgar. Al pié del retrato estaba e~crito un nombre: FOL­l\ IEN! Fulmen, ó lo que e lo mi mo el rayo, ó la más bella. criatma de España que hubiera bailado nllnca el bolero en Jo jnrdiues enbalsamados de la vieja ~\.I­harobra. Los ojos de Ralph se clavaron ob tinndamente en el retrato; ahora olvidaba á sus huéspedes y creia que la imágen de Fulmen iba á hablarl,·, y d('cirle : - ay yo .... á quien no has podido "er el rostro; yo, la andal U7.a del baile de má::.caras. El baron notó sin duda la contemplacion del vi7.· conde porq ue le elijo bru~camente. -Vamos á la. mesa, mi querido señor. Estas palabras rompieron el encanto; los ojos del vizconde. e desprendieron del retrato y se dirigieron de nuevo á Herminia. Aliara la encontraba fea . -De quién es ese retrato? prC'gllntó al baron. -Este 00 re¡;pondió; una nube pa ó por su frente y frunció las cejas con una expresion de cólera y de' dolor, que arI'ojó al ,izconde en el dominio de la más extraña conjeturaR, al lUi mo tiempo que la señorita IIerminia de Roca-:Xegra e ponia horl'Íblemente pá­litl: J.:r bajaba dvamente los ojo. -~s muy ral'O! murrolll'ú llalph. JmarÍa que e' ei la. La cena se terminó silensiosamente. La pregunta siu duda indi creta del vizconde parecia. haber arro­jado un fria glacial entre e.os personajes que ha. poco conversaban con abandono en el lindo retl·ete. El vizconde continuaba mirando siempre el retrato de Fulm'3:1; Hel'1ninia. e hftbia callado y el baron refunfuñaba palabras inintelijibles, pero dictadas evi­dentemente pOI' una sorda ilTitacion. Sin embargo fué el primero que se levant6 de la mesa. y dió el brazo á su hija para. yol\'er al salan. Ralph iguió. • Entóuces, a í como la fda atmósfera del comedor habia parecido impresionar desagradablell1ente á ros ti'es convidados, lo mismo al encontl'al'se en ese lindo alon, brillante de luz, lleno de flores, de dorados, de e pejos, pi.:;ando la de su espe-a alfombra y to­mando su pue. to en el rincon del hogar, el vi~condf. y su huéspedes experimentaron una. reaccion en sen­tido inverso. -Bah! murmuró Ralph, todas las e. pañol as se parecen; por qué habia de ser ella y no otra? La sonrisa reapareció en los Ja.bios del anciano; un encarnado fugitivo yolvió á la mejillas pálidas de lIerminia y Ralph mismo encontró de nuevo el uso de la palabl'a. lIabia recibido una leccion; no fué indiscreto y no preguntó ya quien era Fulmeu. Al cabo de una hora de conversacion y de dulce intimidad, lIerrniuia se retiró ú su aposento, dejando al \'Í7.conde 610 con su padre. . , - Vamo dijo el baro.n , golpeando el hombro del Joven, COnvel emos sel'lameute. -Os e cucho, señor. -Seria. mejor que yo os escuchase, porque en fiu 'os sabei qné objeto os tme aquí •.• -Pero, dijo tímidamente el vizconde, el arzobispo mi ti ' ..... -Ah! .. ah! -Sabeis baron que la señorita de Roca-Negra. es encantadora? El anciano se incliuÓ. - y si , olamente depende de mí .... Ralph, habia olvidado otra vez ti la andaluza. - Jo depende ino de vos vizconde, dijo el anciano sonriendo. -Ah! mi querido suegro, más vale pronto que tarde. Qué o parece? -Dentro de ocho dias si quereis. El domingo próxi­mo, por ejemplo. -Está convenido para el domingo. -Entre tanto, aiíauió el baroo, llevaremos aquí una vida feliz. Soy montero apa ionado, y i á vos os gll tn I a caza .... -Con locura. baron. -Cazarerno todo los dias. Por la noche, IlermÍ-nia nos iocani un trozo de música. Pel'o, se intert'um­pió el baron, me olviJaba que habeis caminado todo el dia y que. in duda, necesita uescan al'. El baron tiró la campanilla y el criado que habia introducido á Ralph volvió á presentar e. -Conducid al ::eñor vizconde á u aposento. 1 alph iguió al criado que le hizo atravesar de nuc­va el comedor. Los ojo del vi7.conde se clavaron otra ve'z en el retr.¡to de Fulmen, y tomando al criado por el brazo le dijo: -De quién es e e retr.lto? El criado va ciló. -Hab la, dijo imperiosamente el v¡7.coude. -Es el retrato de la. señorita Flllmen, respondió el criado tero blando. -Quién e Fulmen? -La hermana mayal' de la señorita HerminÍa. Ralph se encogió de hombros y dijo: -No e ella. Sin embargo obedeciendo á una emoeion desco­nocida. -y dónde está ? dijo. -Ha muerto reS'pondió el criado doblando la cabe-za,. r u re- tl)S reposan bajo la ultima losa, á la. de­recha del altar en la capilla del castillo. Ralph lan7.ó un ,u. piro y murmuró -Entre' la y e pañol a, creo que habria pre-ferido á Fulll1en. Y siguió, apartando con pella los ojos del retrato. (Gont inua,.á ) , : , Si de nuestros agravios on un libro Se escribie e la historia, y se borar e en nue-tras allllas cuanto Se borra e en sus hojas; Te quiero tanto aún, dejó en mi pecho Tu amor huellA tan hondas Que sólo con que tl'l bOlTases una', La borraba yo todas! G. A, BEGQUER • •
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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 19

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Imagen de apoyo de  La misión Ponsonby II

La misión Ponsonby II

Por: Luis Alberto de Herrera | Fecha: 2017

Este segundo volumen contiene la correspondencia cambiada con motivo de las diversas negociaciones llevadas a cabo, bajo los auspicios de la mediación británica, para alcanzar la paz entre las Provincias Unidas y el Imperio. Hay en esa larga serie de notas mucho material, que complacidos entregamos a los investigadores del tiempo pasado.
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Santa Bárbara, el barrio que no soportó las tempestades: Recuperación de una historia disidente en el proceso de construcción del relato histórico de Bogotá entre 1980 y 1983

Por: Stephanie Carolina Sarmiento Rojas | Fecha: 2017

En 1994, María Mercedes Carranza planteó una pregunta sobre el desarrollo urbano disímil en el centro de la ciudad: "Bueno sería saber qué fue aquello que preservó de perecer a La Candelaria que no pudo evitar, por ejemplo, el arrasamiento reciente de Santa Bárbara, hermoso barrio colonial del Centro Histórico de Bogotá". Esta pregunta de la escritora colombiana remite al proceso de construcción de la zona patrimonial de los años ochenta, a partir de dos procesos simultáneos: la demolición de un sector del barrio Santa Bárbara y la patrimonialización de La Candelaria. A pesar de que estos dos...
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La guerra con España y el Bombardeo a Valparaíso 1865-1866

Por: Cedric Purcell | Fecha: 2017

En 1865, un bombardeo a Valparaíso por fuerzas enemigas era una posibilidad remota, al modo de una terrible pesadilla que se desvanecía en los cálculos más sensatos. Pero en 1866 la escuadra española dejó sus huellas en los edificios públicos y los cerros de un Valparaíso consciente, aunque casi agonizante ante tamaña ignominia. En esta obra Cedric Purcell nos regala un Valparaíso tan glorioso como infernal, páginas en las que por su pluma, así como por el ojo y la mano de tantos artistas, revivimos el drama y la gloria del Puerto singular en una de sus horas más ejemplares, extracto del prólogo del...
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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 19

Por: | Fecha: 16/01/1875

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. .:-------~'-CR s:. s: ~ 2 2~ j -------- PERIODIOO DEDIOADO A LA LITERATURA Serie 11. Bogotá, 16 de Enero de 1875. Número 19. • A~DE. EL DOOTOR SANGRE. (llclacion histórica.) DON FRA.'CISCO y DON JAIME. Corria. el año de 160-1. T ue tro Estados U nido de Colombia, á la. sazon Pre idencia dependiente de uue tra querida España, dormia una paz octa\·iaua. j Dicho..;a edad y (hchoso~ tiempo aquello en que, todo, vidas y haciendas per­tenecia de derecho á 11Ú (lulO el ney. Lo ,irtuo os colombiano~ dormian el , m'ITo de la inocencia envuel­to uno. en capa dc pnño de SlIl Fernanclo, cu­hierto · de galonl' y piele . ." lo otros en cami eta y lienzos del afamado Rumiriquí. Nada de Oontitucione l\i de uereclJo del hombre, ni de imprenta", ni de tudas e, a patraiias con que oñamo en este pícaro siglo. Todo era paz r con ten to á la OIU bra uel glol'lo. o pabellon de .su ~Iajestau y bajo el amparo de la Rea.l .A udiencia. Don Jhrtolomé Lobo Guerrero, de gloriosa memo­ria, l'cgentuua la silla urzobi pal, y ,us misionero, traidos de :Méjico cchabnn 103 cimiento. del gran se­minal'Ío de 'an llartololllé, cunn. precio' a de las le· tras 'olombianas, á la YC7. que daban ocupacion y su - tento á multitud de indígenas privado ya. de su libertad y conrlcnaclos á In cargas de la vida ciYiliz!\­da. Ahí habian de tener lugar la di.-:putas escolástica que por largos año ' formaron el único acontecimiento ruido o de la Colonia y al\í brotaron tam bien las elli, pas que convertida de repente CI1 un incendio, de· voramn en un momento el ,olio de lo,~ vircyes y e l antiguo erlificio de la tüanía. Pero COIllO hemos dicho, por ent6nce todo era paz y contento, segnn decia el Presidente y repetian ,u~ corte 'ano . En la e quina de la pla7.a. babia ú la suzan un edificio nuevo y vi toso, por frellte del cllal 11') pa;;aban los bien ayenturados colonos in tocarse el onaje que queremos ver. Lásti­ma que en aqycl tiempo no hubiese fotografia. E un ancIano alto y delgado. E ti enyuelto en unlt rica capa a7.ul r por debajo del damasco de la • meslt se a1can7.an ¡í yer sus flaca pautol'l'illas forradas en una media de sed n color de carne y us piés calza­do de zapato con hebilla de 01'0 que de can an obre un CUCl'O de oyep e carmenado y blanco COl1l0 nieve. A oma t,\mbien bajo la capa u ligero e,padin, una. copo, lt peluclt le cubre la cabeza ha~ta los hombl'O afeitado entel'l\mente y uno anteojo de filete~ ele 01'0 cubren s ojos bajo las cejas e. pe a como un b ue y que á la par de lo lente~, procuran ocultar la miradas del anciano. rn expediente tiene al lado y varia cartaS e. Cl'it'l'i en to co papel e. pañol y prga las con obleas de colores, que el anciano ha. devorado con ansiedad. Quién e este per onnje 1 Xada ménos que uon l<'rauci co de Sallde Presiden­te del Nuevo H.eino. I1.lce ocho aiio que n~anda en h\ Colonia y espera mandar por lo mé 1). otro. ocho. La mampara. e aore y entra un ') e,o personaje: otro ancwno de cara auu-ta y supicaz, de cspe a bar­ba y vientre prnmillentr ye tirl ele ancho calzon y chupa de paño burdo, en cuyo!> lljales lleva Cl1"'arzada. la cadenilla de bronce del reloj. '" -Os e, peraba, dun Jaime, dijo el anciano volvién­dose y mirandole con agrado. -.t\qllí \Ud teneis, -eiíor. Ilabeis recibido algunas noticia ? -y bien gordas, don Jaimc. -, iempr,e que ean en pr(l"echo ,le Sil Majestad .... -- u i\IaJe -tad ha probado la merlidas que tomé para furtific31' :i Portobelo y qne )J1 tanto acierto ha. llevado :í. cabo el capitan otom¡, 01'. _~TO las aprobarán i~llalmcnte cont tó, don Jai­me, arrellanando e en la esquina m,ís c rcana de un ofá.,. perro illgle e con que 11 l\Injestad Lritún:ca sta JUfe tando lo m. re. " e tas India. E 03 perr~s ingle, es solo contribuirán á aumentar r ... nuestra glorw, cuandu 1.0nO'am08 fortifica "O'-'vt"\ litoral! como lo deseo, conte to '-\"<:'7", Rr..Ñc¡,O que daoa vueltas entre ~1"!'" ta escrita en grucso florete. -' A Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 146 LA TARDE - y de Due tro Visitador no habeis tenido noti· cias 7 -Oh! ¡los cbampanes llegaron felizmente :í. IIon­d~ y nue tl!O regio huésped entrará temprano á un-tafé. Mirad, es carta suya. -Parece activo el vejete. i e e calor dell infierno ni esos mo quitos de Barrabas han sido pal'te bu im­pedirle que o dé cuenta de su llegada. - Puede el' que sea un adver ario digno. Y no se ha traslucido nada de su llegada en el público? -Oh! si, estos malditos criollos todo lo husmean y adivinan. -y cuando creen que llegará el huésped? -Mañana, señor Virey. ., Los amigos y aduladores le daban en prn·ado el tt­tulo de Virey, aunque sólo era Presidente. -Por supuesto eslarán muy preparados pan reci- • birle. -Fincan tantas esperanzas en él 1 -Pues yo les daré una fiesta que los ha de diver-tir mañana. -Sabei~, señor "!'irey que DO las tengo todas con- • mIgo. . . , . -y porqué don J&llne? No os crew. yo tan tHUldo, Di habeis dado muestra de tal en nuestras largas campan- as. -Pero ... , prefiero batirme con los indios á luchar con estos criollos de cara compuugida y bonachona. -yo sé más que eIJo don Jaime, entre esas cal'· tas hay una de la corte, en que me avisan que esté alerta' porque han ido informes no muy satisfactorios acerca'de mi vida y milagros. Lo que importa sobre todo es que averigueis cuales son los de afectos y cun­les los que han dado informes, para darles su mereci­do; porqlJe la justicia es mi norma y yo aco tumbro pedir para el César lo que es del César. -De manera que el Visitador estará bien preveni­do en contra vuestra? Buena la vamos á tener! Por un lallo los criollos y por otra el Visitador! -Para todos habrá, don Jaime, la horca está 13- vantada en la plaza y miéntras yo ,int no se quitará de allí. -Para el Visitador, virey ? -Sí, para el Visitaelor y los suyos. -y no temeis lÍ. la corte? -Miéntras van y vienen noticias ganaremos tiem-po y tiempo vale más que dinero. Adernas de eso, estando repletas las cajas reales, su Maje~tad estará contenta; que oro y no lágrimas quebrantnn peñas. -Pero su Ilustrísima? E el adversario má!' fuerte. -Con razon dicen que aquí hay mucha. Iglesia. y poco Rey, Yo les haré ver inembargo, que de la auto­ridad nadie se burla y Lobo Guerrero irá, si es preciso, á la Corte bajo partida de rej . -y os atreveríais á tanto, Virey? -Audaces 100·tuna jv/vat. El mundo es de los va· lientes. -y <¡ué ordenais para mañaná 1 -El Visitador vendrá á comer á palacio, y el preso será colgauo mañana. -Mañana? .... Pero debía ser ejecutado más tar­de. E ta será una cam panada terrible. Pen. adlo bien, señor Virey. -Cuando os digo que no os conozco! A un lndo timideces y que lo cuelguen mañana. Si no quereis comunicárselo vos mi mo, euviadle al monigote Val­verde. Lo dicho, dicho. -Así se hará. Acomodóse las gafas el de Sande y visto esto, le­vantóse don Jaime, y C011 aira preocupado y sombrío abrió la mampara y alió á la calle. Empezaba á o curecer y el virey se abalanzó sobre los expedientes y continuó leyendo con encarni;r.a­miento, semejante á es:lS aves noctumas que al caer la sombra, tienden el vuelo rn busca de su presa. (Continuará). J, J. BORDA. EL PASADO. El paaado ! ... pasado irrevocable. CONF CIO. j Soña.ndo rstuve un tiempo fortunado Con este porvenir que hoy os pl'e"ente ! De lo que yo soñé! ... cUlín diforen te 1 j Si pudiora volver á lo pasauo ! j N o era en t6nces, oh no ! tan desgraciado Pues hubo quien me amara con ternura! j Y jugué con su amor!. .. Cuánta locura! i Si pudiera volver á )0 pa~ado ! i En honores y glorias embria.gado, La fortuna doquier me sonreía! Oómo entónces goc6 ! ... cuánto reia ! i Si pudiera volver á lo pasado! i Ah mis años de paz1. .. j Ah tiempo amado En que sueños soñé de venturauza! Se acabaron mis sllelios !. .. roi e1'peranza ! j Si pudiera volver á lo pasado! 1874 TE~IíSTOCLES TEJADA. Carta de un suscritor. Seño\' editor de " L .. Tarde." Ibbiendo oido uecir que los !;eñores José María Qnijano Otero, J Davill Guarin y Nepomuceno J. I avarro, * redactaban un periódico li ter:lI'io,-dije al punto :-Bueno tiene que ser, porqne <'80S caballeros 011 hombres de seso y pe o, e decir, Iitera:o de pd- 71w-ca¡·tello, ó de primera fila, hombres versauos y ele lDUy buen gusto en la literatura, y e muy probable <¡ue hngan un gran servicio al país con u periódico, abriendo cam po ti lo bueno 71 á lo bello, y cerrando la puerta ele su imprent.a á tanto bárbaro iliterato que tiene auurrirlos a lo que Icen, con producciones eró­ticas y de otras laya, . y tal <¡ue lo pensé, salió; ¡1nes 10<; números del pe­riúdi o salidos ha ta hoy; me han colmado do satis­f:\ ccion. La ec1icion e ell'gante, y eria completa, si los cajista la revisaran algo m:i . . Lo materiales, sal­vo los quo é"te . u pobre I;eryielor ha sUll1ini~trado, y uno que otro cántico erótico, de los (le á tres al cuar­to, y q no 50 ban escurrido pOI' conde cender con sus autore~; (pol'que los malos autores on lo más im­pertinente y t\udace ) salyo é to~, digo, todos los demas &on bueno!;, y honraD á , ns genitores y al país. Me he metido á critican, sans faqon, dirán algunos; pero es el ca '0, que tengo 1:1. ca tumbre de decir con libertad lo que iento y juzgo, y de mani qué me parece bueno, y qué malo, aunque éste mi i te­ma me haya caus:\do bartos disgustos en esta tierra, donde tanto se adula y miente, y donde la verdadera crítica. literaria no existe, no sé pOI' qué. Y a propó ita. i No creen ustedes útil el abrir ya la era de la crítica literaria, de que tanto necesita­mo , en medio de e te 'l1UtTcmagnun de versos y de prosa, que brota sin cesar de la prensa colombiana '1 i No opinan u tedes, que, examinando las produc­ciones de todo el que salte al campo de la publicidad, pero con fría. conciencia, ilustracion, delicadeza, buen lenguaje; y in condescendencias indebida, es el me­jor medio para fOI'mar una buena litbratura nacional '1 • Hoy he sabido qne está encargado de la redaccion de .. La Tarde" el DO méno8 ilustrado literato, señor J, J. Borda, á cuya. pluma debe la litera.tura nacional precioBisimns jora8, • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 147 E to, en mi sentir, e ~ urgente ; porque si se deja ' m,is atenerse uno á lo quo enseña el di ccionario cas­correr la 1;0la, es deeie, s i los que entienden {Ct malcria, tellano, que quedar-e sin idioma. d ejan que todo zot e e zampe á escritor, s in ll ec irI o E l idioma español es magnífico, y no d ebe despcda-o x te ni mox te, yendrá Culombia á se r, en mat eria zarse a í no má . l ite raria~ , peor que la E' paña de Gúngo ra : caerá en Y deseando á señorías, mucha paciencia, y mu-un ludazal infcct , y el buen g us to, el arte, la cien- eha honra en u labor, ya que no dá pese tas. cias, y el noble estímulo e irán, cumo lo dio es 1"0- Soy su amigo y su critor, UNO DE TANTOS mano en la decadencia del impcl'io. lngcnios tenemo. :í. millares, 'PCtra todo, Lo c¡ne fal - ta on: bnena direccion, mulo, y críti ca ju ta, Llamen ú que e<¡Cl·iban :í. lo buenos e criCores del pai ; acojan con amor á los que priv,cipian, pcro co­rrig iendo u obras; y cchen á. pa1lear, con uuen hu­mor y sábias razone , ,( los profanos. A í, veremos f1urece r, como ilOl'ecen nuestro campo , á mucho ingenio¡;, y har;in inmortales sus nOlUures y su patria. Si pam cOl'regir la maldad social, exi. te la moral; para ::orl'egil' y mej orar á. los malos escl'i ta res, exist e la , a na crí tica. ¿, y díganme ustedes, por qué callan, y no escriben en ,( La Tarde," mucho eximio escritores que de de mucl,lo ti empo ha tienen h ecba una merecida reputa­cion? Ese silencio no e patrióti co ni humano. Cada caal que algo saue, debo ponerlo al , ervicio del pro­gre. o, ó de nó, e un egoista imperdonable. y annque e' cierto que aquí no hay provecho ni c , tímulo pata los e critores, esto no importa para lo que tienen e 'píri tu elendo. El génio no vi ve de la materia, sino de lo iumortal. Por tanto, opino porque u tedes toquen la trompe­ta, (no la del juicio univer al, que ele pel1~ar en ella, tiembla todo cristiano), pero i"í la de cabal/erí(¿ lüt­nem, convidando á los siguientes e"critores, á que, con artículo y versos en mano, ayuden á ustedes á darle uw. carga mOl·tal almar0<>-0<:::: ~- LA FLOR DE BOLIV.A.R, Alos señores José María QuijaDo Otero, J. David Guarin y Ne· pomuceno J. NavalTo. Lento y majestuoso declinaba el sol en Occi­< lente una tarde que atravesaba yo melancólico los campos inmortales de Bomboná y de Cariaco. El sublime cuadro de la gran batalla que se diera allí, y en la cual la tiranía brillaba con sus últimos reflejos y la libertad relampagueaba como el sol naciente, se presentaba á mi vista con toda la perfeccion de sus l'asgos y la pompa fúnebre de sus sangrientos colores. La titttnica figura de Bolívar que se destaca en las páginas de la historia de la América li­bre, alIado y superior á la de Washington, me parecia verla brillar en ese ca.mpo como la figu· l'a de un dios mitológico, teniendo á sus plan- -- tas una piedra pOl' pedestal, la brillante espada del libertador de un mundo en la mano y el blanco pañuelo con que enjugaba sus lágrimas de desesperacion en h otra. Al frente de Bolívar y no á pooa uístancia, me parecía ver á don Basilio * armado con la arrogante y solemne sercnidad de uno de los h éroes defensores de Sagnnto, y que á la manera del Napoleon de la libertad americana hacia vibrar la eJpada con qll.e le disputaha el triun­fo, espada célebre por sólo el hecho de hacerlo dudar de la victoria. Sin embargo, no era el r ecuerdo del egregio Bolívar, no los esfuerzos del valiente don Ba­silio, no el terrible cuadro de la batalla de Bomboná y de Cariaco, 10 que me llamaba la atencion en ese campo aquella tarue en que, el sol como un escudo de oro parecia su ;:¡endido del éter y el cielo con su irradiacion más pura. y suprema no pedia bellezas al cielo Je Italia q1ie tanto ha inspirado :i los poetas; on esa tarde en que las auras delicadas y traviesas como la vírgen del amor primero, .i ug'aba con mis cabellos y acaricia.b .l lUís moj iIlas; en esa tarde, en fin, en que las aves de plumaje pinto­resco, al volar d e rama en rama, daban al vien­to en cadencioso duo el trino de sus dulcísimos gorgeos. No! lo que de ese campo me llamaba la ateocion, era una de esas flores que la na· turaleza es parca para brotarlas de su seno, como 1'i temiese que los hombres profanasen su bellísima obra; una flor cuyos colores en­cendidos no pueden compararse y cuya dura· cioo y brillantez desafiaban al rayo luminoso de la extraordinaria aurora ecuato rial. -Qué flor tan bella! Cómo la llaman? pre­gunté á uno de mis compañeros de viaje. -La flor de Bolívar, me contestó al mo­mento. -Por qué lleva ese nombre'? -Dicen, qua cuando pisó estos lugares el gran Libertador, Ulla de estas flores inclinó primero su corola ante él en señal de saludo; y que luego empujada por el viento voló {L ¡as manos del grande hombre, quien la. guardó despues de acariciarla. Desde entónces es lla­mada "la flor de Bolívar." -y qué significa? repliqué. -Lo ignoro, pero no puede ser otra. cosa que libertad, ilustracion y progreso. A esta significacion que me pareció tan bella, añadí esta otra: -Inmortalidad. Luego la arranqué de ese campo y la guardé como una reliquia santa. ¿ Pareseles, señores Re-dactores de La T arde, q ne esa flor puede tener algun aprecio? Yo de mi parte la estimo con veneracion, y creyendo que ustedes la harán valer más, la pongo en la mano de ustedes; pero la libertad, ilustracion, progreso é inmortalidad que ella significa, la cedo al nuevo pel'Íódico con que ustedes l'ega.­lan á Colombia. Pasto, noviembre de 1874. BENJ.uuN GÁLYEZ, I ... El gencr¡¡l cspañol Gnrcía, llnmado gCllcrnltuento don Bn­sileo. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 150 LA TARDE Despedida del alma y del cuerpo. El ablla. Va tí romperse la amistad En que siempre hemos vivido: ;. o sabes que me despido Por toela la eterniJad ? J:-'l c¿terpo. l.o sé El allitCt. ¿ o sientes morir? El cuerpo. No sé en verdael 10 que siento j Tan sólo en este momento T engo ganas ele d ormir. El alma. Yenuo de la naela en pos, ¿ La nada no te amedrenta? El cuerpo. ¿, Tengo acaso quo dar cuenta D e nu.s accI.O nes a. D'l OS ?• •••.•• El alma. Sí, \iue sujeta á tu ley, En tn cárccl he vivido. El cuerpo. Yo siempre te he obedecido Como un escla\'o n. su rey. El alma. Tú has torcido mi camino l\.[ás de una vez sin sentir. El cuerpo. Yo no he hecho más que seguir Las leyes de mi destino. Responsa ble es el q ne yerra. Del gue piensa es I error. El alma. El aterpo. El alma. El cuerlJO. El alma. El cue?'jJo. El alma. .l-,l cue'7JO. Por ti conocí el dolor ~or ti vuelvo yo á la tierra. ¿ y no t·e asusta la muerte? ¿ La muerte qué es para mí? Inerte de ella salí, Con ella vuelvo á lo inerte. Tédio me iDspiras y horror. Tú á mí me inspiras hastío: ¿ No has hecho de tu albedrío Lo que has juzgado mejor? El alma. Por tu loca vanidad He sido al deber contraria. El cuerpo. ¿ Quién fué la depositari~ De la fe y la voluntad? El alm.a. y o'; pero en perpetua guerra Siempre he vivido contigo. El cue1po. No te disculpes conmigo De tus faltas en la tierra. El alma. Tú me has llevado á. reir Cuando he querido rezar. El cuerpo. Tú me has llevado á pecar Cuando yo ansiaba dormir. El alma. Tú has perturbado mi calma Con eternes devaneos. El cue?po. Mientes j los malos deseos El alma. El cue?·po. El alma. El cuel'P0. Brotan del fondo elel alma. Cierto! (conjusa.) Lo confiesas? Sí. (ave1·gonzada.) Entónces, ¿ por qué me hieres? Déjame do-rmir. El alma. (Con pena.) ¿ No quieres Que me despida de ti? Ve que no he de verte más El cuerpo. El alma. El cue1·po. El alma. Luego que esta vida acabe. No digas eso! Quién sabe! Podré aun ser tuya? j Quizás! El cuerpo es barro y miseria, Luz que una vez extinguida ... El CUC?po. No acabes ... que tambien es vida y es eterna la materia. El aZma. ¿ Abrigas aun la Husíon De ser un sér animado? .• • , El cuerpo. El alma. El cue,'jJ'J. Ji.,'l alma. El ('1.W rpo. El alma. El cucrpo. Tengo fc, ¿ Dios no ha anunciado La earnall'esurreccion ? i Ah ! sí, yo espero que un dia. Volvamos á un sér los dos. Pues d éjame. Adios! Adios 1 Pobre cuerpo! (volando.) (1l1ur¿cndo.) i Ay alma mia ! A. llURTADO. UN JURAMENTO_ (Continuacion. ) , --~Iil'ad á TIaCA Negra, dijo el guía; r abora mon­señor, nu necesitai de lUí. Hasla mañana. Una cal'c'ljada, en que S<\talUi- mí. \uo parecia en­carJlar;; e, acumpañó esta última palabrn, y el cazador buyó ántes de que el caballero hubiera tenido tiempo para decirle una palabra Ó l'utcnerle con un ge too D Ul'an te a 19l1nos segundus, us pa<;os rcsonal'on en la nicve endurecida, y su rí"a se prolongó en el es­pacio; luego el ruido de los pa os se apagó y el caba­llero de quien un tenor supel'ticio o empezaba á apo­derarse, creyó oi¡' :i lo léju esa carcajada en que se mezclaba una , iniestra-iroda. ---Es singular, llIul'ruuní Ralph, dominado á p~ar suyo por la fantá ticns leyenda~ que habian arrullado su infancia en Escucia. y continuó andandú pen ativo . IV. El vizconde Ralph pertenecía á un siglo excéptico y no podia da\' rédito ,t las superticiunes de un al­deano que cruia en el díaulu. -El bl'ibon ha querido burla¡'se de mí, ¡;:e dijo; -e­ria extraño y verdaderamente chu. co que el vizcon­de Rulpb, cnballl:!t·o de raza escocesa, mosquetero del Rey Lui;; X, á quien llaman valiente y que cree ser­Io, e dejase burlar. Si este hombre se ha reido de mí, le castigaré; si ha dicho la verdad, sabré ponlué lo" pretendientes de la señorita de Roca Negra han partido más pronto tic lo que han llegado. Mi tio, el a"zolJi~p), ba arrcglado mi matrimoniu con el señor ce Roca egrn y á ménos que la señorita no sea tan fea que espante, me cu."al'é COI\ ella. Esto diciendo, leó su caballo que tomó al trote á de pecho de la nicve que obstruia el camino. Bien pronto nuestro viajero llegó al lindero del bosque, y cntónces el horizonte se dilató á su vIsta: á di tancía de un cuarto de legua pudo divisar, enca­ramado sobre una roca casi cortacIa á pico, una masa negra, sembrada de puntos lumino1>os y que destaca­ba su sombría silueta sobre el gris opaco del cielo. Era Roca Negra, ca. tillo de la jóven castellana, cu­yo nombre siniestro lo debia á una leyenda más si­niestra aún, pero que se perdia en la noche de los tiempos, y desde bacia muchos siglos, los señores de Roca J egra pasaban por bUCllO cri tia no;;, valientes caballeros y rea . leale.> y fieles. Sin embargo, su po icion aislada en la mitad del bosque, la roca escar­pada que le servia de asiento, el paisaje triste que le rodeaba, todo parecia arrojar sobre el castil10, á los ojos de las poblaciones superticiosns, una luz desfavo­rable y la refl.exion que se hizo nuestro viajero, bastó para calmar el espanto del cazador y la autenticidad de su historia. El ca tillo databa de las cruzadas. El tiempu habia extendido sobre sus muros y torrecillas almenadas un muzgo negruzco y sus ventanas en ogiva, guarne­cidas de vidrios de colores, apénas dejaban filtrar al- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. --------------------------------~----~ . , L 'A T A R D E 151 gunas luces di , cretas y monótonas. n silencio de muerte reinaba en el interior cual i fuera una de esas babitacione abandonada, á donde l os fantasma' de los dueños vuelven por la noche, á enccnder 5U hogar ha largo tiempo apagado. Al ruido dc la campana cuyo Ronido quejum 1"'r se perdió bajo las bóvedas so noras del viejo ca tillo, respondieron los ladridos de un perro furioso; lu ego Ralph oyó en el interio r una YOZ cascada que apa ci­guaba al perro, en fin resonaron pa os en la escalera y los pesados cerrojos que cerraban la puerta se d es· lizaron crugiendo sobre sus goznes. -Quién llega á esta hora? preguntó la voz que se habia e . forzado por calmal' la cólera del perro. -Un hidalgo que viene de Paris y á quien ·deben es­perar aquí: el vizcondc Ralph Marc- Brien. La puerta giró sobre sus goznes y un rayo de luz iluminó el rostro del jóyen viajero. -Ah! señor Vizconde, dijo un viejo criado que lle­vaba una linterna ell la mano; en efpcto desde hace dias Re os esperaba en Roca- J egra , pero hoy ..•. con este tiempo ..•• El ('I"iado introdujo al viz co nde en el patio de honor, -Diablo! murmuró Ralph ecbando pi é á tierra al pié dc la escalera, en lugar de un criado de librea mc habria gustado más un arquero; hubiera armonizado mejor con el estilo del cas tillo y u aspecto fúnebre. La gran puerta del castillo rstaba abierta y Ralph, al atravesar el dintel del vestíbulo, oyó un canto mo­nótono y l(.')1to que parecia salir de una sala baja cu· ya puerta entreabierta d~jaba escapar una débil cla­ridad. El canto salmodiado por dos voce, una de hombre, otra do. niño, no era otro sino el oficio dc difunto:::. -Qué "ignifica esto? exclamó vivamente el viz­conde volviéndose hácia el criado que le introducia, hay un muerto aquí? -Sí, monseñor, rcspondió el criado. Es un pobre diablo de cazador cuya cabaña está á la entrada del bo<;que de Roca- egra. Ayer vino á vendemos 1:\ ca­za; en el camino el fl'ío le sobrecogió, qui o beber y ha muerto de una congestion cerebral. Mañana le en­tierran y el capellan le reza las oraciones de los muerto!'. -Es singular! 'dijo el vizconde que se e tremeció involuntariamente; yo he sido conducido aquí por un cazador cuya cabaña está igualmente situada á la en­trada del bosque. -Es el mismo, monseñor. -Imposible, puesto que me ha. servido de guia bace una hora y se ha scparado de mí en las puertas del ca tillo. -Cómo le llamais, monseñor. -Juan Denis. El criado se encogió dc hombros y dijo: -Monseñor está soñando, Juan Denis es quien 3a muerto. Por otra parte en los alrededores no hay otro cazador y á la entrada del bosquc de Roca-Ne­gra otra cabaña sino la suya. -Ah! exclamó el vizconde, esto es maravilloso, yo descu briré la vcrdad •.•. y sin esperar respuesta se dirigió á la sala bHja de donde part¡an los cantos fúnebre:::, empujó la puerta y entró. Un sacerdote y un niño estaban arrodillados al lado del muerto á quien habian colocado en un ataud y cuyo rostro estaba cubierto con un paño mortuorio. Dos cirios ardian en los extremos del ataud. -Diablos! murmurO Ralph, sabré si bay dos Juan Denis ó si mi chusco del bosque ha completado su burla. tomando el nom bre del difunto. El vizconde extendió una mano hácia el ataud y apartó el paño, miéntras que con la otra acercaba un cirio al rostro del muerto. Repentinamente Hl11zÓ un grito; el cirÍo se escapó de su mano, cayó al suelo y se apagó. El vizconde retrocedió pálido, tembloroso y con la mirada. extraviada. Acababa de reconocer en ese cadáver al cazador que le habia servido de guia. Dcspues de un rto momento de espanto, el viz-conde tuvo valOI' para volver bácia el ataud y tomar la mano del mucrto ; estaba [ría. Apoyó la suya so­bre el corazon, babia d ejado ele l'ltir. Juan Denis el cazador c, taba muerto. -Extraño, extraiio, murmuró el vizconuc. y salió bruscamente. v Para calmarse un poco, Ralpb sejuntó:11 criado, y sin decir una palabra de lo que habia visto, se puso en tren de seguir al anciano hasta el salon donde sin duda lc esperaban los hué~pedes de Roca-Neg ra. DeRpues de haber subido una ancb:\ escalera de gra­da de piedra y balaustrada de hierro, el vizconde llegó al primer piso del castillo y atrayesó suce ivam cnto varios salone que por su lujo recordaban épocas diferc­ntes, desdo el Renacimiento con sus muebles y sus có­moda " ba , ta el seductor 1'OCOCO puesto á la mod:\ por :Mmp.. de Pompadour. Espejos de V cnecia,a I rombras dc Orientl?: . al dc Bohemia, objetos deliciosos de artc de oro y de bronce, todos esos lIaclct co tosos quc ruedan aq ni y allí en las momdas opulen tas y ari sto­cráticas) deslumbraron los ojos del vizconde. Ciertamente, si en el exterior Roca- egra era un lúgubre y somurio ca tillo, si en la calzada salmo­diaban cantos fúnebres en una pieza fría y desmante­lada cerca de un a taud, en el primer piso todo era seductor y reflejaba el brillo do un lujo de príncipe, . El criado empujó las dos batientes de una puerta y anunció: -El señor vizconde Ralph ! Este se detuvo un momcnto y lanzó una rápida mirada en torno suyo. El salon á donde entraba se parecia mucho á un r etrete de Versallos ocupado por una mal'quesa de veinte años; cn los candelabros de . tas torcida, colocados sob re la chimenefL á los la­cle un p é ndulo ardian bL,gias refl ejadas hasta lo inflni to pOL' los espejos. Ralph creia e~tar soñando, olvidó al cazador vivo ó muerto, sus terribles pred icciones y crey6 estar en un salon de VersaJles ó de la Plaza Real. Entró con paso lento y desembarazado, el tricor­nio bajo el bruzo y se dirigió directamente á la chi­mcnea cerca de la cual habia dos per onn : un ancia­no y una jóvon. El pl'Ílllero era un hombre hasta. de setenta años, alto, dc 1' 0 tro n ob le)' afectuú o y no era otro ino el baron de Roca-Negra. Laj ó ven que podia tener veinte años, em rubi!l y blanca como un:\ madona de Rafael, con ojos azules como cl azul dcl cielo de ltalia y manos más blanca que la cera yíljen. Lascñorita Herminia de Roca-Negra reasumia e e tipo divino de la muj e r nacida bajo el plÍlido sol del orte. Su talle delgado y ondulante se habria podido comparar al de esa flores d e licadas C] ue 110 pu ede n rrollarse sinO en una atmó. fem tibia y en IIn si­tio á donde no llegan nunca los ardientes rayos del Mcdiodía. Por lo demás, el aire elegante de las mnJere de calidad, realzaba aun e>,a Lelleza maravillosa yel vizcunde Ralph dcsl'lmbl'ado, ,c estimó 01 hidalO'o má feli7, del mundo cuando se inclinó delantc de ell:\ pensando que se inclinaba delante de su prometida. -.Ah! vizconde, dijo el baron, soi un cUlT.plido caballero y v exactitud es digna dc elo.,.io. Lle-gai con un tiempo infernal. o El vizcondc y ~l.baron cambiaron algunos cumpli­dos de uso y el vIajero se encontró al punto instalado cómodamente en el rincon de la chimenea entre su futuro suegro y su futura e posa. Ralph tenia el númen chispeante quc distinguia por aquella epoca á ~ral'ly ; el baron a l' de su se­tenta otoños,era siempre corte~ano, y ermin ia por su parte tenia la gracia, la distincion, el pudor y el ta­lento delicado de una jóven de dístincion educada piadosamente, pp,ro sin rigidez ninguna. La conversacion quc se trabó entre los tres perso­najes no podia tener ese reflejo de fúnebre tristeza. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 152 LA TARDE que habria debido resL1I tal' ele lo primeros terrore, del vizconde y de las extrañas relaciones del cazador. Olvidó el alph de que e encontraba en l\Iorv:l11, á cien legllas de Yer-alles, en UD ca . tillo feudal perdido en 10- bosque", en presencia de una novia que hacia huir espantadus lÍo cuantos osaban pI' 'tender su mano. Al paliar del e. pléndido y coqueto retrete á ese lujo rígido y sombríu, se experimentaua una especie de reaccion rnora1. El Yizconc1e se Ó repentina­men te, cuando se nconló de las pred icciones del caza­dor, y p('n Ó en el muerto que estababa en el ataud De repente alzó los ojos y vió clavado en la pared el retrato de una mujer. Estremeció e violentamen­te y su ojos se fijaron obstiuadamente en él; era un retrato de cuerpo entero, cuya pintura no podia re­montar á mas de dos ó t,re años y que contrastaba por u fre cura con los cuadros colocados á su lado y que repre entaban ü. los Roca-~egra muertos. "Un candelabro de tre brazos, clavado en la pared, ilumi­naba ese retrato tan perfectamente bien que se podian admimr sus menores detalles. Repre en taba. una mujer de una belleza de lurobl'a­dora, belleza que parecia abierta á los rayos del. 01 español, una cabe7.u de demonio má bien que de ángel, con largos cabellos negro que le caian por sus hom­bros, una boca entreabierta en que brillaban dientes menudos y blancos, una mirada cuyo brillo habia co­piado con peefcccion el pincel. E -te retmto era tan vivo, tan perfecto, que el vi7.conde creyó ver una mu­jer real y una. Il1njer tan bella que á su lado Herlllinia no tenia siuo un atractivo vulgar. Al pié del retrato estaba e~crito un nombre: FOL­l\ IEN! Fulmen, ó lo que e lo mi mo el rayo, ó la más bella. criatma de España que hubiera bailado nllnca el bolero en Jo jnrdiues enbalsamados de la vieja ~\.I­harobra. Los ojos de Ralph se clavaron ob tinndamente en el retrato; ahora olvidaba á sus huéspedes y creia que la imágen de Fulmen iba á hablarl,·, y d('cirle : - ay yo .... á quien no has podido "er el rostro; yo, la andal U7.a del baile de má::.caras. El baron notó sin duda la contemplacion del vi7.· conde porq ue le elijo bru~camente. -Vamos á la. mesa, mi querido señor. Estas palabras rompieron el encanto; los ojos del vizconde. e desprendieron del retrato y se dirigieron de nuevo á Herminia. Aliara la encontraba fea . -De quién es ese retrato? prC'gllntó al baron. -Este 00 re¡;pondió; una nube pa ó por su frente y frunció las cejas con una expresion de cólera y de' dolor, que arI'ojó al ,izconde en el dominio de la más extraña conjeturaR, al lUi mo tiempo que la señorita IIerminia de Roca-:Xegra e ponia horl'Íblemente pá­litl: J.:r bajaba dvamente los ojo. -~s muy ral'O! murrolll'ú llalph. JmarÍa que e' ei la. La cena se terminó silensiosamente. La pregunta siu duda indi creta del vizconde parecia. haber arro­jado un fria glacial entre e.os personajes que ha. poco conversaban con abandono en el lindo retl·ete. El vizconde continuaba mirando siempre el retrato de Fulm'3:1; Hel'1ninia. e hftbia callado y el baron refunfuñaba palabras inintelijibles, pero dictadas evi­dentemente pOI' una sorda ilTitacion. Sin embargo fué el primero que se levant6 de la mesa. y dió el brazo á su hija para. yol\'er al salan. Ralph iguió. • Entóuces, a í como la fda atmósfera del comedor habia parecido impresionar desagradablell1ente á ros ti'es convidados, lo mismo al encontl'al'se en ese lindo alon, brillante de luz, lleno de flores, de dorados, de e pejos, pi.:;ando la de su espe-a alfombra y to­mando su pue. to en el rincon del hogar, el vi~condf. y su huéspedes experimentaron una. reaccion en sen­tido inverso. -Bah! murmuró Ralph, todas las e. pañol as se parecen; por qué habia de ser ella y no otra? La sonrisa reapareció en los Ja.bios del anciano; un encarnado fugitivo yolvió á la mejillas pálidas de lIerminia y Ralph mismo encontró de nuevo el uso de la palabl'a. lIabia recibido una leccion; no fué indiscreto y no preguntó ya quien era Fulmeu. Al cabo de una hora de conversacion y de dulce intimidad, lIerrniuia se retiró ú su aposento, dejando al \'Í7.conde 610 con su padre. . , - Vamo dijo el baro.n , golpeando el hombro del Joven, COnvel emos sel'lameute. -Os e cucho, señor. -Seria. mejor que yo os escuchase, porque en fiu 'os sabei qné objeto os tme aquí •.• -Pero, dijo tímidamente el vizconde, el arzobispo mi ti ' ..... -Ah! .. ah! -Sabeis baron que la señorita de Roca-Negra. es encantadora? El anciano se incliuÓ. - y si , olamente depende de mí .... Ralph, habia olvidado otra vez ti la andaluza. - Jo depende ino de vos vizconde, dijo el anciano sonriendo. -Ah! mi querido suegro, más vale pronto que tarde. Qué o parece? -Dentro de ocho dias si quereis. El domingo próxi­mo, por ejemplo. -Está convenido para el domingo. -Entre tanto, aiíauió el baroo, llevaremos aquí una vida feliz. Soy montero apa ionado, y i á vos os gll tn I a caza .... -Con locura. baron. -Cazarerno todo los dias. Por la noche, IlermÍ-nia nos iocani un trozo de música. Pel'o, se intert'um­pió el baron, me olviJaba que habeis caminado todo el dia y que. in duda, necesita uescan al'. El baron tiró la campanilla y el criado que habia introducido á Ralph volvió á presentar e. -Conducid al ::eñor vizconde á u aposento. 1 alph iguió al criado que le hizo atravesar de nuc­va el comedor. Los ojo del vi7.conde se clavaron otra ve'z en el retr.¡to de Fulmen, y tomando al criado por el brazo le dijo: -De quién es e e retr.lto? El criado va ciló. -Hab la, dijo imperiosamente el v¡7.coude. -Es el retrato de la. señorita Flllmen, respondió el criado tero blando. -Quién e Fulmen? -La hermana mayal' de la señorita HerminÍa. Ralph se encogió de hombros y dijo: -No e ella. Sin embargo obedeciendo á una emoeion desco­nocida. -y dónde está ? dijo. -Ha muerto reS'pondió el criado doblando la cabe-za,. r u re- tl)S reposan bajo la ultima losa, á la. de­recha del altar en la capilla del castillo. Ralph lan7.ó un ,u. piro y murmuró -Entre' la y e pañol a, creo que habria pre-ferido á Fulll1en. Y siguió, apartando con pella los ojos del retrato. (Gont inua,.á ) , : , Si de nuestros agravios on un libro Se escribie e la historia, y se borar e en nue-tras allllas cuanto Se borra e en sus hojas; Te quiero tanto aún, dejó en mi pecho Tu amor huellA tan hondas Que sólo con que tl'l bOlTases una', La borraba yo todas! G. A, BEGQUER • •
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 19

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