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Fecha:
16/01/1875
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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PERIODIOO DEDIOADO A LA LITERATURA
Serie 11. Bogotá, 16 de Enero de 1875. Número 19.
• A~DE.
EL DOOTOR SANGRE.
(llclacion histórica.)
DON FRA.'CISCO y DON JAIME.
Corria. el año de 160-1.
T ue tro Estados U nido de Colombia, á la. sazon
Pre idencia dependiente de uue tra querida España,
dormia una paz octa\·iaua. j Dicho..;a edad y (hchoso~
tiempo aquello en que, todo, vidas y haciendas pertenecia
de derecho á 11Ú (lulO el ney. Lo ,irtuo os
colombiano~ dormian el , m'ITo de la inocencia envuelto
uno. en capa dc pnño de SlIl Fernanclo, cuhierto
· de galonl' y piele . ." lo otros en cami eta y
lienzos del afamado Rumiriquí. Nada de Oontitucione
l\i de uereclJo del hombre, ni de imprenta", ni de
tudas e, a patraiias con que oñamo en este pícaro
siglo. Todo era paz r con ten to á la OIU bra uel glol'lo.
o pabellon de .su ~Iajestau y bajo el amparo de la
Rea.l .A udiencia.
Don Jhrtolomé Lobo Guerrero, de gloriosa memoria,
l'cgentuua la silla urzobi pal, y ,us misionero,
traidos de :Méjico cchabnn 103 cimiento. del gran seminal'Ío
de 'an llartololllé, cunn. precio' a de las le·
tras 'olombianas, á la YC7. que daban ocupacion y su -
tento á multitud de indígenas privado ya. de su
libertad y conrlcnaclos á In cargas de la vida ciYiliz!\da.
Ahí habian de tener lugar la di.-:putas escolástica
que por largos año ' formaron el único acontecimiento
ruido o de la Colonia y al\í brotaron tam bien las
elli, pas que convertida de repente CI1 un incendio, de·
voramn en un momento el ,olio de lo,~ vircyes y e l
antiguo erlificio de la tüanía. Pero COIllO hemos dicho,
por ent6nce todo era paz y contento, segnn decia el
Presidente y repetian ,u~ corte 'ano .
En la e quina de la pla7.a. babia ú la suzan un edificio
nuevo y vi toso, por frellte del cllal 11') pa;;aban los
bien ayenturados colonos in tocarse el onaje que queremos ver. Lástima
que en aqycl tiempo no hubiese fotografia.
E un ancIano alto y delgado. E ti enyuelto en
unlt rica capa a7.ul r por debajo del damasco de la •
meslt se a1can7.an ¡í yer sus flaca pautol'l'illas forradas
en una media de sed n color de carne y us piés calzado
de zapato con hebilla de 01'0 que de can an obre
un CUCl'O de oyep e carmenado y blanco COl1l0 nieve.
A oma t,\mbien bajo la capa u ligero e,padin, una.
copo, lt peluclt le cubre la cabeza ha~ta los hombl'O
afeitado entel'l\mente y uno anteojo de filete~
ele 01'0 cubren s ojos bajo las cejas e. pe a como un
b ue y que á la par de lo lente~, procuran ocultar
la miradas del anciano.
rn expediente tiene al lado y varia cartaS
e. Cl'it'l'i en to co papel e. pañol y prga las con obleas
de colores, que el anciano ha. devorado con ansiedad.
Quién e este per onnje 1
Xada ménos que uon l<'rauci co de Sallde Presidente
del Nuevo H.eino. I1.lce ocho aiio que n~anda en h\
Colonia y espera mandar por lo mé 1). otro. ocho.
La mampara. e aore y entra un ') e,o personaje:
otro ancwno de cara auu-ta y supicaz, de cspe a barba
y vientre prnmillentr ye tirl ele ancho calzon y
chupa de paño burdo, en cuyo!> lljales lleva Cl1"'arzada.
la cadenilla de bronce del reloj. '"
-Os e, peraba, dun Jaime, dijo el anciano volviéndose
y mirandole con agrado.
-.t\qllí \Ud teneis, -eiíor. Ilabeis recibido algunas
noticia ?
-y bien gordas, don Jaimc.
-, iempr,e que ean en pr(l"echo ,le Sil Majestad ....
-- u i\IaJe -tad ha probado la merlidas que tomé
para furtific31' :i Portobelo y qne )J1 tanto acierto ha.
llevado :í. cabo el capitan otom¡, 01'.
_~TO las aprobarán i~llalmcnte cont tó, don Jaime,
arrellanando e en la esquina m,ís c rcana de un
ofá.,. perro illgle e con que 11 l\Injestad Lritún:ca
sta JUfe tando lo m. re. " e tas India.
E 03 perr~s ingle, es solo contribuirán á aumentar r ...
nuestra glorw, cuandu 1.0nO'am08 fortifica "O'-'vt"\
litoral! como lo deseo, conte to '-\"<:'7", Rr..Ñc¡,O
que daoa vueltas entre ~1"!'"
ta escrita en grucso florete. -' A
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146 LA TARDE
- y de Due tro Visitador no habeis tenido noti·
cias 7
-Oh! ¡los cbampanes llegaron felizmente :í. IIond~
y nue tl!O regio huésped entrará temprano á un-tafé.
Mirad, es carta suya.
-Parece activo el vejete. i e e calor dell infierno
ni esos mo quitos de Barrabas han sido pal'te bu impedirle
que o dé cuenta de su llegada.
- Puede el' que sea un adver ario digno. Y no se
ha traslucido nada de su llegada en el público?
-Oh! si, estos malditos criollos todo lo husmean y
adivinan.
-y cuando creen que llegará el huésped?
-Mañana, señor Virey. .,
Los amigos y aduladores le daban en prn·ado el tttulo
de Virey, aunque sólo era Presidente.
-Por supuesto eslarán muy preparados pan reci-
• birle.
-Fincan tantas esperanzas en él 1
-Pues yo les daré una fiesta que los ha de diver-tir
mañana.
-Sabei~, señor "!'irey que DO las tengo todas con-
• mIgo. . . , .
-y porqué don J&llne? No os crew. yo tan tHUldo,
Di habeis dado muestra de tal en nuestras largas
campan- as.
-Pero ... , prefiero batirme con los indios á luchar
con estos criollos de cara compuugida y bonachona.
-yo sé más que eIJo don Jaime, entre esas cal'·
tas hay una de la corte, en que me avisan que esté
alerta' porque han ido informes no muy satisfactorios
acerca'de mi vida y milagros. Lo que importa sobre
todo es que averigueis cuales son los de afectos y cunles
los que han dado informes, para darles su merecido;
porqlJe la justicia es mi norma y yo aco tumbro
pedir para el César lo que es del César.
-De manera que el Visitador estará bien prevenido
en contra vuestra? Buena la vamos á tener! Por
un lallo los criollos y por otra el Visitador!
-Para todos habrá, don Jaime, la horca está 13-
vantada en la plaza y miéntras yo ,int no se quitará
de allí.
-Para el Visitador, virey ?
-Sí, para el Visitaelor y los suyos.
-y no temeis lÍ. la corte?
-Miéntras van y vienen noticias ganaremos tiem-po
y tiempo vale más que dinero. Adernas de eso,
estando repletas las cajas reales, su Maje~tad estará
contenta; que oro y no lágrimas quebrantnn peñas.
-Pero su Ilustrísima? E el adversario má!' fuerte.
-Con razon dicen que aquí hay mucha. Iglesia. y
poco Rey, Yo les haré ver inembargo, que de la autoridad
nadie se burla y Lobo Guerrero irá, si es preciso,
á la Corte bajo partida de rej .
-y os atreveríais á tanto, Virey?
-Audaces 100·tuna jv/vat. El mundo es de los va·
lientes.
-y <¡ué ordenais para mañaná 1
-El Visitador vendrá á comer á palacio, y el preso
será colgauo mañana.
-Mañana? .... Pero debía ser ejecutado más tarde.
E ta será una cam panada terrible. Pen. adlo bien,
señor Virey.
-Cuando os digo que no os conozco! A un lndo
timideces y que lo cuelguen mañana. Si no quereis
comunicárselo vos mi mo, euviadle al monigote Valverde.
Lo dicho, dicho.
-Así se hará.
Acomodóse las gafas el de Sande y visto esto, levantóse
don Jaime, y C011 aira preocupado y sombrío
abrió la mampara y alió á la calle.
Empezaba á o curecer y el virey se abalanzó sobre
los expedientes y continuó leyendo con encarni;r.amiento,
semejante á es:lS aves noctumas que al caer
la sombra, tienden el vuelo rn busca de su presa.
(Continuará).
J, J. BORDA.
EL PASADO.
El paaado ! ... pasado irrevocable.
CONF CIO.
j Soña.ndo rstuve un tiempo fortunado
Con este porvenir que hoy os pl'e"ente !
De lo que yo soñé! ... cUlín diforen te 1
j Si pudiora volver á lo pasauo !
j N o era en t6nces, oh no ! tan desgraciado
Pues hubo quien me amara con ternura!
j Y jugué con su amor!. .. Cuánta locura!
i Si pudiera volver á )0 pa~ado !
i En honores y glorias embria.gado,
La fortuna doquier me sonreía!
Oómo entónces goc6 ! ... cuánto reia !
i Si pudiera volver á lo pasado!
i Ah mis años de paz1. .. j Ah tiempo amado
En que sueños soñé de venturauza!
Se acabaron mis sllelios !. .. roi e1'peranza !
j Si pudiera volver á lo pasado!
1874 TE~IíSTOCLES TEJADA.
Carta de un suscritor.
Seño\' editor de " L .. Tarde."
Ibbiendo oido uecir que los !;eñores José María
Qnijano Otero, J Davill Guarin y Nepomuceno J.
I avarro, * redactaban un periódico li ter:lI'io,-dije al
punto :-Bueno tiene que ser, porqne <'80S caballeros
011 hombres de seso y pe o, e decir, Iitera:o de pd-
71w-ca¡·tello, ó de primera fila, hombres versauos y ele
lDUy buen gusto en la literatura, y e muy probable
<¡ue hngan un gran servicio al país con u periódico,
abriendo cam po ti lo bueno 71 á lo bello, y cerrando la
puerta ele su imprent.a á tanto bárbaro iliterato que
tiene auurrirlos a lo que Icen, con producciones eróticas
y de otras laya, .
y tal <¡ue lo pensé, salió; ¡1nes 10<; números del periúdi
o salidos ha ta hoy; me han colmado do satisf:\
ccion. La ec1icion e ell'gante, y eria completa, si
los cajista la revisaran algo m:i . . Lo materiales, salvo
los quo é"te . u pobre I;eryielor ha sUll1ini~trado, y
uno que otro cántico erótico, de los (le á tres al cuarto,
y q no 50 ban escurrido pOI' conde cender con sus
autore~; (pol'que los malos autores on lo más impertinente
y t\udace ) salyo é to~, digo, todos los
demas &on bueno!;, y honraD á , ns genitores y al país.
Me he metido á critican, sans faqon, dirán algunos;
pero es el ca '0, que tengo 1:1. ca tumbre de decir con
libertad lo que iento y juzgo, y de mani qué
me parece bueno, y qué malo, aunque éste mi i tema
me haya caus:\do bartos disgustos en esta tierra,
donde tanto se adula y miente, y donde la verdadera
crítica. literaria no existe, no sé pOI' qué.
Y a propó ita. i No creen ustedes útil el abrir ya
la era de la crítica literaria, de que tanto necesitamo
, en medio de e te 'l1UtTcmagnun de versos y de
prosa, que brota sin cesar de la prensa colombiana '1
i No opinan u tedes, que, examinando las producciones
de todo el que salte al campo de la publicidad,
pero con fría. conciencia, ilustracion, delicadeza, buen
lenguaje; y in condescendencias indebida, es el mejor
medio para fOI'mar una buena litbratura nacional '1
• Hoy he sabido qne está encargado de la redaccion de .. La
Tarde" el DO méno8 ilustrado literato, señor J, J. Borda, á cuya.
pluma debe la litera.tura nacional precioBisimns jora8,
•
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LA TARDE 147
E to, en mi sentir, e ~ urgente ; porque si se deja ' m,is atenerse uno á lo quo enseña el di ccionario cascorrer
la 1;0la, es deeie, s i los que entienden {Ct malcria, tellano, que quedar-e sin idioma.
d ejan que todo zot e e zampe á escritor, s in ll ec irI o E l idioma español es magnífico, y no d ebe despcda-o
x te ni mox te, yendrá Culombia á se r, en mat eria zarse a í no má .
l ite raria~ , peor que la E' paña de Gúngo ra : caerá en Y deseando á señorías, mucha paciencia, y mu-un
ludazal infcct , y el buen g us to, el arte, la cien- eha honra en u labor, ya que no dá pese tas.
cias, y el noble estímulo e irán, cumo lo dio es 1"0- Soy su amigo y su critor, UNO DE TANTOS
mano en la decadencia del impcl'io.
lngcnios tenemo. :í. millares, 'PCtra todo, Lo c¡ne fal -
ta on: bnena direccion, mulo, y críti ca ju ta,
Llamen ú que e<¡Cl·iban :í. lo buenos e criCores del
pai ; acojan con amor á los que priv,cipian, pcro corrig
iendo u obras; y cchen á. pa1lear, con uuen humor
y sábias razone , ,( los profanos. A í, veremos
f1urece r, como ilOl'ecen nuestro campo , á mucho
ingenio¡;, y har;in inmortales sus nOlUures y su patria.
Si pam cOl'regir la maldad social, exi. te la moral;
para ::orl'egil' y mej orar á. los malos escl'i ta res, exist e
la , a na crí tica.
¿, y díganme ustedes, por qué callan, y no escriben
en ,( La Tarde," mucho eximio escritores que de de
mucl,lo ti empo ha tienen h ecba una merecida reputacion?
Ese silencio no e patrióti co ni humano. Cada
caal que algo saue, debo ponerlo al , ervicio del progre.
o, ó de nó, e un egoista imperdonable.
y annque e' cierto que aquí no hay provecho ni
c , tímulo pata los e critores, esto no importa para
lo que tienen e 'píri tu elendo. El génio no vi ve de
la materia, sino de lo iumortal.
Por tanto, opino porque u tedes toquen la trompeta,
(no la del juicio univer al, que ele pel1~ar en ella,
tiembla todo cristiano), pero i"í la de cabal/erí(¿ lütnem,
convidando á los siguientes e"critores, á que,
con artículo y versos en mano, ayuden á ustedes á
darle uw. carga mOl·tal almar0<>-0<:::: ~-
LA FLOR DE BOLIV.A.R,
Alos señores José María QuijaDo Otero, J. David Guarin y Ne·
pomuceno J. NavalTo.
Lento y majestuoso declinaba el sol en Occi<
lente una tarde que atravesaba yo melancólico
los campos inmortales de Bomboná y de Cariaco.
El sublime cuadro de la gran batalla que se
diera allí, y en la cual la tiranía brillaba con
sus últimos reflejos y la libertad relampagueaba
como el sol naciente, se presentaba á mi vista
con toda la perfeccion de sus l'asgos y la pompa
fúnebre de sus sangrientos colores.
La titttnica figura de Bolívar que se destaca
en las páginas de la historia de la América libre,
alIado y superior á la de Washington, me
parecia verla brillar en ese ca.mpo como la figu·
l'a de un dios mitológico, teniendo á sus plan-
--
tas una piedra pOl' pedestal, la brillante espada
del libertador de un mundo en la mano y el
blanco pañuelo con que enjugaba sus lágrimas
de desesperacion en h otra.
Al frente de Bolívar y no á pooa uístancia,
me parecía ver á don Basilio * armado con la
arrogante y solemne sercnidad de uno de los
h éroes defensores de Sagnnto, y que á la manera
del Napoleon de la libertad americana hacia
vibrar la eJpada con qll.e le disputaha el triunfo,
espada célebre por sólo el hecho de hacerlo
dudar de la victoria.
Sin embargo, no era el r ecuerdo del egregio
Bolívar, no los esfuerzos del valiente don Basilio,
no el terrible cuadro de la batalla de
Bomboná y de Cariaco, 10 que me llamaba la
atencion en ese campo aquella tarue en que, el
sol como un escudo de oro parecia su ;:¡endido
del éter y el cielo con su irradiacion más pura.
y suprema no pedia bellezas al cielo Je Italia
q1ie tanto ha inspirado :i los poetas; on esa
tarde en que las auras delicadas y traviesas
como la vírgen del amor primero, .i ug'aba con
mis cabellos y acaricia.b .l lUís moj iIlas; en esa
tarde, en fin, en que las aves de plumaje pintoresco,
al volar d e rama en rama, daban al viento
en cadencioso duo el trino de sus dulcísimos
gorgeos. No! lo que de ese campo me llamaba
la ateocion, era una de esas flores que la na·
turaleza es parca para brotarlas de su seno,
como 1'i temiese que los hombres profanasen
su bellísima obra; una flor cuyos colores encendidos
no pueden compararse y cuya dura·
cioo y brillantez desafiaban al rayo luminoso
de la extraordinaria aurora ecuato rial.
-Qué flor tan bella! Cómo la llaman? pregunté
á uno de mis compañeros de viaje.
-La flor de Bolívar, me contestó al momento.
-Por qué lleva ese nombre'?
-Dicen, qua cuando pisó estos lugares el
gran Libertador, Ulla de estas flores inclinó
primero su corola ante él en señal de saludo;
y que luego empujada por el viento voló {L ¡as
manos del grande hombre, quien la. guardó
despues de acariciarla. Desde entónces es llamada
"la flor de Bolívar."
-y qué significa? repliqué.
-Lo ignoro, pero no puede ser otra. cosa
que libertad, ilustracion y progreso.
A esta significacion que me pareció tan bella,
añadí esta otra:
-Inmortalidad.
Luego la arranqué de ese campo y la guardé
como una reliquia santa.
¿ Pareseles, señores Re-dactores de La T arde,
q ne esa flor puede tener algun aprecio? Yo de
mi parte la estimo con veneracion, y creyendo
que ustedes la harán valer más, la pongo en
la mano de ustedes; pero la libertad, ilustracion,
progreso é inmortalidad que ella significa, la
cedo al nuevo pel'Íódico con que ustedes l'ega.lan
á Colombia.
Pasto, noviembre de 1874.
BENJ.uuN GÁLYEZ, I
... El gencr¡¡l cspañol Gnrcía, llnmado gCllcrnltuento don Bnsileo.
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150 LA TARDE
Despedida del alma y del cuerpo.
El ablla. Va tí romperse la amistad
En que siempre hemos vivido:
;. o sabes que me despido
Por toela la eterniJad ?
J:-'l c¿terpo. l.o sé
El allitCt. ¿ o sientes morir?
El cuerpo. No sé en verdael 10 que siento j
Tan sólo en este momento
T engo ganas ele d ormir.
El alma. Yenuo de la naela en pos,
¿ La nada no te amedrenta?
El cuerpo. ¿, Tengo acaso quo dar cuenta
D e nu.s accI.O nes a. D'l OS ?• •••.••
El alma. Sí, \iue sujeta á tu ley,
En tn cárccl he vivido.
El cuerpo. Yo siempre te he obedecido
Como un escla\'o n. su rey.
El alma. Tú has torcido mi camino
l\.[ás de una vez sin sentir.
El cuerpo. Yo no he hecho más que seguir
Las leyes de mi destino.
Responsa ble es el q ne yerra.
Del gue piensa es I error.
El alma.
El aterpo.
El alma.
El cuerlJO.
El alma.
El cue?'jJo.
El alma.
.l-,l cue'7JO.
Por ti conocí el dolor
~or ti vuelvo yo á la tierra.
¿ y no t·e asusta la muerte?
¿ La muerte qué es para mí?
Inerte de ella salí,
Con ella vuelvo á lo inerte.
Tédio me iDspiras y horror.
Tú á mí me inspiras hastío:
¿ No has hecho de tu albedrío
Lo que has juzgado mejor?
El alma. Por tu loca vanidad
He sido al deber contraria.
El cuerpo. ¿ Quién fué la depositari~
De la fe y la voluntad?
El alm.a. y o'; pero en perpetua guerra
Siempre he vivido contigo.
El cue1po. No te disculpes conmigo
De tus faltas en la tierra.
El alma. Tú me has llevado á. reir
Cuando he querido rezar.
El cuerpo. Tú me has llevado á pecar
Cuando yo ansiaba dormir.
El alma. Tú has perturbado mi calma
Con eternes devaneos.
El cue?po. Mientes j los malos deseos
El alma.
El cue?·po.
El alma.
El cuel'P0.
Brotan del fondo elel alma.
Cierto! (conjusa.)
Lo confiesas?
Sí. (ave1·gonzada.)
Entónces, ¿ por qué me hieres?
Déjame do-rmir.
El alma. (Con pena.) ¿ No quieres
Que me despida de ti?
Ve que no he de verte más
El cuerpo.
El alma.
El cue1·po.
El alma.
Luego que esta vida acabe.
No digas eso! Quién sabe!
Podré aun ser tuya?
j Quizás!
El cuerpo es barro y miseria,
Luz que una vez extinguida ...
El CUC?po. No acabes ... que tambien es vida
y es eterna la materia.
El aZma. ¿ Abrigas aun la Husíon
De ser un sér animado? .•
•
,
El cuerpo.
El alma.
El cue,'jJ'J.
Ji.,'l alma.
El ('1.W rpo.
El alma.
El cucrpo.
Tengo fc, ¿ Dios no ha anunciado
La earnall'esurreccion ?
i Ah ! sí, yo espero que un dia.
Volvamos á un sér los dos.
Pues d éjame.
Adios!
Adios 1
Pobre cuerpo! (volando.)
(1l1ur¿cndo.) i Ay alma mia !
A. llURTADO.
UN JURAMENTO_
(Continuacion. ) ,
--~Iil'ad á TIaCA Negra, dijo el guía; r abora monseñor,
nu necesitai de lUí. Hasla mañana.
Una cal'c'ljada, en que S<\talUi- mí. \uo parecia encarJlar;;
e, acumpañó esta última palabrn, y el cazador
buyó ántes de que el caballero hubiera tenido tiempo
para decirle una palabra Ó l'utcnerle con un ge too
D Ul'an te a 19l1nos segundus, us pa<;os rcsonal'on en
la nicve endurecida, y su rí"a se prolongó en el espacio;
luego el ruido de los pa os se apagó y el caballero
de quien un tenor supel'ticio o empezaba á apoderarse,
creyó oi¡' :i lo léju esa carcajada en que se
mezclaba una , iniestra-iroda.
---Es singular, llIul'ruuní Ralph, dominado á p~ar
suyo por la fantá ticns leyenda~ que habian arrullado
su infancia en Escucia.
y continuó andandú pen ativo .
IV.
El vizconde Ralph pertenecía á un siglo excéptico
y no podia da\' rédito ,t las superticiunes de un aldeano
que cruia en el díaulu.
-El bl'ibon ha querido burla¡'se de mí, ¡;:e dijo; -eria
extraño y verdaderamente chu. co que el vizconde
Rulpb, cnballl:!t·o de raza escocesa, mosquetero del
Rey Lui;; X, á quien llaman valiente y que cree serIo,
e dejase burlar. Si este hombre se ha reido de
mí, le castigaré; si ha dicho la verdad, sabré ponlué
lo" pretendientes de la señorita de Roca Negra han
partido más pronto tic lo que han llegado. Mi tio, el
a"zolJi~p), ba arrcglado mi matrimoniu con el señor ce
Roca egrn y á ménos que la señorita no sea tan fea
que espante, me cu."al'é COI\ ella.
Esto diciendo, leó su caballo que tomó al trote
á de pecho de la nicve que obstruia el camino.
Bien pronto nuestro viajero llegó al lindero del
bosque, y cntónces el horizonte se dilató á su vIsta:
á di tancía de un cuarto de legua pudo divisar, encaramado
sobre una roca casi cortacIa á pico, una masa
negra, sembrada de puntos lumino1>os y que destacaba
su sombría silueta sobre el gris opaco del cielo.
Era Roca Negra, ca. tillo de la jóven castellana, cuyo
nombre siniestro lo debia á una leyenda más siniestra
aún, pero que se perdia en la noche de los
tiempos, y desde bacia muchos siglos, los señores de
Roca J egra pasaban por bUCllO cri tia no;;, valientes
caballeros y rea . leale.> y fieles. Sin embargo, su
po icion aislada en la mitad del bosque, la roca escarpada
que le servia de asiento, el paisaje triste que le
rodeaba, todo parecia arrojar sobre el castil10, á los
ojos de las poblaciones superticiosns, una luz desfavorable
y la refl.exion que se hizo nuestro viajero, bastó
para calmar el espanto del cazador y la autenticidad
de su historia.
El ca tillo databa de las cruzadas. El tiempu habia
extendido sobre sus muros y torrecillas almenadas
un muzgo negruzco y sus ventanas en ogiva, guarnecidas
de vidrios de colores, apénas dejaban filtrar al-
•
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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,
L 'A T A R D E 151
gunas luces di , cretas y monótonas. n silencio de
muerte reinaba en el interior cual i fuera una de esas
babitacione abandonada, á donde l os fantasma' de
los dueños vuelven por la noche, á enccnder 5U hogar
ha largo tiempo apagado.
Al ruido dc la campana cuyo Ronido quejum 1"'r
se perdió bajo las bóvedas so noras del viejo ca tillo,
respondieron los ladridos de un perro furioso; lu ego
Ralph oyó en el interio r una YOZ cascada que apa ciguaba
al perro, en fin resonaron pa os en la escalera
y los pesados cerrojos que cerraban la puerta se d es·
lizaron crugiendo sobre sus goznes.
-Quién llega á esta hora? preguntó la voz que se
habia e . forzado por calmal' la cólera del perro.
-Un hidalgo que viene de Paris y á quien ·deben esperar
aquí: el vizcondc Ralph Marc- Brien.
La puerta giró sobre sus goznes y un rayo de luz
iluminó el rostro del jóyen viajero.
-Ah! señor Vizconde, dijo un viejo criado que llevaba
una linterna ell la mano; en efpcto desde hace
dias Re os esperaba en Roca- J egra , pero hoy ..•. con
este tiempo ..••
El ('I"iado introdujo al viz co nde en el patio de honor,
-Diablo! murmuró Ralph ecbando pi é á tierra al
pié dc la escalera, en lugar de un criado de librea mc
habria gustado más un arquero; hubiera armonizado
mejor con el estilo del cas tillo y u aspecto fúnebre.
La gran puerta del castillo rstaba abierta y Ralph,
al atravesar el dintel del vestíbulo, oyó un canto monótono
y l(.')1to que parecia salir de una sala baja cu·
ya puerta entreabierta d~jaba escapar una débil claridad.
El canto salmodiado por dos voce, una de
hombre, otra do. niño, no era otro sino el oficio dc
difunto:::.
-Qué "ignifica esto? exclamó vivamente el vizconde
volviéndose hácia el criado que le introducia,
hay un muerto aquí?
-Sí, monseñor, rcspondió el criado. Es un pobre
diablo de cazador cuya cabaña está á la entrada del
bo<;que de Roca- egra. Ayer vino á vendemos 1:\ caza;
en el camino el fl'ío le sobrecogió, qui o beber y
ha muerto de una congestion cerebral. Mañana le entierran
y el capellan le reza las oraciones de los
muerto!'.
-Es singular! 'dijo el vizconde que se e tremeció
involuntariamente; yo he sido conducido aquí por un
cazador cuya cabaña está igualmente situada á la entrada
del bosque.
-Es el mismo, monseñor.
-Imposible, puesto que me ha. servido de guia
bace una hora y se ha scparado de mí en las puertas
del ca tillo.
-Cómo le llamais, monseñor.
-Juan Denis.
El criado se encogió dc hombros y dijo:
-Monseñor está soñando, Juan Denis es quien 3a
muerto. Por otra parte en los alrededores no hay
otro cazador y á la entrada del bosquc de Roca-Negra
otra cabaña sino la suya.
-Ah! exclamó el vizconde, esto es maravilloso, yo
descu briré la vcrdad •.•.
y sin esperar respuesta se dirigió á la sala bHja
de donde part¡an los cantos fúnebre:::, empujó la
puerta y entró.
Un sacerdote y un niño estaban arrodillados al lado
del muerto á quien habian colocado en un ataud y
cuyo rostro estaba cubierto con un paño mortuorio.
Dos cirios ardian en los extremos del ataud.
-Diablos! murmurO Ralph, sabré si bay dos Juan
Denis ó si mi chusco del bosque ha completado su
burla. tomando el nom bre del difunto.
El vizconde extendió una mano hácia el ataud y
apartó el paño, miéntras que con la otra acercaba un
cirio al rostro del muerto. Repentinamente Hl11zÓ un
grito; el cirÍo se escapó de su mano, cayó al suelo y
se apagó. El vizconde retrocedió pálido, tembloroso
y con la mirada. extraviada. Acababa de reconocer
en ese cadáver al cazador que le habia servido de guia.
Dcspues de un rto momento de espanto, el viz-conde
tuvo valOI' para volver bácia el ataud y tomar
la mano del mucrto ; estaba [ría. Apoyó la suya sobre
el corazon, babia d ejado ele l'ltir.
Juan Denis el cazador c, taba muerto.
-Extraño, extraiio, murmuró el vizconuc.
y salió bruscamente.
v
Para calmarse un poco, Ralpb sejuntó:11 criado, y
sin decir una palabra de lo que habia visto, se puso
en tren de seguir al anciano hasta el salon donde sin
duda lc esperaban los hué~pedes de Roca-Neg ra.
DeRpues de haber subido una ancb:\ escalera de grada
de piedra y balaustrada de hierro, el vizconde llegó
al primer piso del castillo y atrayesó suce ivam cnto
varios salone que por su lujo recordaban épocas difercntes,
desdo el Renacimiento con sus muebles y sus cómoda
" ba , ta el seductor 1'OCOCO puesto á la mod:\ por
:Mmp.. de Pompadour. Espejos de V cnecia,a I rombras dc
Orientl?: . al dc Bohemia, objetos deliciosos de
artc de oro y de bronce, todos esos lIaclct co tosos quc
ruedan aq ni y allí en las momdas opulen tas y ari stocráticas)
deslumbraron los ojos del vizconde.
Ciertamente, si en el exterior Roca- egra era un
lúgubre y somurio ca tillo, si en la calzada salmodiaban
cantos fúnebres en una pieza fría y desmantelada
cerca de un a taud, en el primer piso todo era
seductor y reflejaba el brillo do un lujo de príncipe, .
El criado empujó las dos batientes de una puerta y
anunció:
-El señor vizconde Ralph !
Este se detuvo un momcnto y lanzó una rápida
mirada en torno suyo. El salon á donde entraba se
parecia mucho á un r etrete de Versallos ocupado por
una mal'quesa de veinte años; cn los candelabros de
. tas torcida, colocados sob re la chimenefL á los lacle
un p é ndulo ardian bL,gias refl ejadas hasta lo
inflni to pOL' los espejos.
Ralph creia e~tar soñando, olvidó al cazador vivo ó
muerto, sus terribles pred icciones y crey6 estar en
un salon de VersaJles ó de la Plaza Real.
Entró con paso lento y desembarazado, el tricornio
bajo el bruzo y se dirigió directamente á la chimcnea
cerca de la cual habia dos per onn : un anciano
y una jóvon. El pl'Ílllero era un hombre hasta. de
setenta años, alto, dc 1' 0 tro n ob le)' afectuú o y no
era otro ino el baron de Roca-Negra. Laj ó ven que
podia tener veinte años, em rubi!l y blanca como un:\
madona de Rafael, con ojos azules como cl azul dcl
cielo de ltalia y manos más blanca que la cera yíljen.
Lascñorita Herminia de Roca-Negra reasumia e e
tipo divino de la muj e r nacida bajo el plÍlido sol del
orte. Su talle delgado y ondulante se habria podido
comparar al de esa flores d e licadas C] ue 110 pu ede n
rrollarse sinO en una atmó. fem tibia y en IIn sitio
á donde no llegan nunca los ardientes rayos del
Mcdiodía.
Por lo demás, el aire elegante de las mnJere de
calidad, realzaba aun e>,a Lelleza maravillosa yel
vizcunde Ralph dcsl'lmbl'ado, ,c estimó 01 hidalO'o
má feli7, del mundo cuando se inclinó delantc de ell:\
pensando que se inclinaba delante de su prometida.
-.Ah! vizconde, dijo el baron, soi un cUlT.plido
caballero y v exactitud es digna dc elo.,.io. Lle-gai
con un tiempo infernal. o
El vizcondc y ~l.baron cambiaron algunos cumplidos
de uso y el vIajero se encontró al punto instalado
cómodamente en el rincon de la chimenea entre su
futuro suegro y su futura e posa.
Ralph tenia el númen chispeante quc distinguia
por aquella epoca á ~ral'ly ; el baron a l' de su setenta
otoños,era siempre corte~ano, y ermin ia por su
parte tenia la gracia, la distincion, el pudor y el talento
delicado de una jóven de dístincion educada
piadosamente, pp,ro sin rigidez ninguna.
La conversacion quc se trabó entre los tres personajes
no podia tener ese reflejo de fúnebre tristeza.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
152 LA TARDE
que habria debido resL1I tal' ele lo primeros terrore,
del vizconde y de las extrañas relaciones del cazador.
Olvidó el alph de que e encontraba en l\Iorv:l11, á
cien legllas de Yer-alles, en UD ca . tillo feudal perdido
en 10- bosque", en presencia de una novia que hacia
huir espantadus lÍo cuantos osaban pI' 'tender su mano.
Al paliar del e. pléndido y coqueto retrete á ese lujo
rígido y sombríu, se experimentaua una especie de
reaccion rnora1. El Yizconc1e se Ó repentinamen
te, cuando se nconló de las pred icciones del cazador,
y p('n Ó en el muerto que estababa en el ataud
De repente alzó los ojos y vió clavado en la pared
el retrato de una mujer. Estremeció e violentamente
y su ojos se fijaron obstiuadamente en él; era un
retrato de cuerpo entero, cuya pintura no podia remontar
á mas de dos ó t,re años y que contrastaba
por u fre cura con los cuadros colocados á su lado y
que repre entaban ü. los Roca-~egra muertos. "Un
candelabro de tre brazos, clavado en la pared, iluminaba
ese retrato tan perfectamente bien que se podian
admimr sus menores detalles.
Repre en taba. una mujer de una belleza de lurobl'adora,
belleza que parecia abierta á los rayos del. 01
español, una cabe7.u de demonio má bien que de ángel,
con largos cabellos negro que le caian por sus hombros,
una boca entreabierta en que brillaban dientes
menudos y blancos, una mirada cuyo brillo habia copiado
con peefcccion el pincel. E -te retmto era tan
vivo, tan perfecto, que el vi7.conde creyó ver una mujer
real y una. Il1njer tan bella que á su lado Herlllinia
no tenia siuo un atractivo vulgar.
Al pié del retrato estaba e~crito un nombre: FOLl\
IEN! Fulmen, ó lo que e lo mi mo el rayo, ó la más
bella. criatma de España que hubiera bailado nllnca
el bolero en Jo jnrdiues enbalsamados de la vieja ~\.Iharobra.
Los ojos de Ralph se clavaron ob tinndamente en
el retrato; ahora olvidaba á sus huéspedes y creia
que la imágen de Fulmen iba á hablarl,·, y d('cirle :
- ay yo .... á quien no has podido "er el rostro;
yo, la andal U7.a del baile de má::.caras.
El baron notó sin duda la contemplacion del vi7.·
conde porq ue le elijo bru~camente.
-Vamos á la. mesa, mi querido señor.
Estas palabras rompieron el encanto; los ojos del
vizconde. e desprendieron del retrato y se dirigieron
de nuevo á Herminia. Aliara la encontraba fea .
-De quién es ese retrato? prC'gllntó al baron.
-Este 00 re¡;pondió; una nube pa ó por su frente
y frunció las cejas con una expresion de cólera y de'
dolor, que arI'ojó al ,izconde en el dominio de la más
extraña conjeturaR, al lUi mo tiempo que la señorita
IIerminia de Roca-:Xegra e ponia horl'Íblemente pálitl:
J.:r bajaba dvamente los ojo.
-~s muy ral'O! murrolll'ú llalph. JmarÍa que e'
ei la.
La cena se terminó silensiosamente. La pregunta
siu duda indi creta del vizconde parecia. haber arrojado
un fria glacial entre e.os personajes que ha. poco
conversaban con abandono en el lindo retl·ete.
El vizconde continuaba mirando siempre el retrato
de Fulm'3:1; Hel'1ninia. e hftbia callado y el baron
refunfuñaba palabras inintelijibles, pero dictadas evidentemente
pOI' una sorda ilTitacion.
Sin embargo fué el primero que se levant6 de la
mesa. y dió el brazo á su hija para. yol\'er al salan.
Ralph iguió. •
Entóuces, a í como la fda atmósfera del comedor
habia parecido impresionar desagradablell1ente á ros
ti'es convidados, lo mismo al encontl'al'se en ese lindo
alon, brillante de luz, lleno de flores, de dorados, de
e pejos, pi.:;ando la de su espe-a alfombra y tomando
su pue. to en el rincon del hogar, el vi~condf.
y su huéspedes experimentaron una. reaccion en sentido
inverso.
-Bah! murmuró Ralph, todas las e. pañol as se
parecen; por qué habia de ser ella y no otra?
La sonrisa reapareció en los Ja.bios del anciano; un
encarnado fugitivo yolvió á la mejillas pálidas de
lIerminia y Ralph mismo encontró de nuevo el uso
de la palabl'a.
lIabia recibido una leccion; no fué indiscreto y no
preguntó ya quien era Fulmeu.
Al cabo de una hora de conversacion y de dulce
intimidad, lIerrniuia se retiró ú su aposento, dejando
al \'Í7.conde 610 con su padre.
. , - Vamo dijo el baro.n , golpeando el hombro del
Joven, COnvel emos sel'lameute.
-Os e cucho, señor.
-Seria. mejor que yo os escuchase, porque en fiu
'os sabei qné objeto os tme aquí •.•
-Pero, dijo tímidamente el vizconde, el arzobispo
mi ti ' .....
-Ah! .. ah!
-Sabeis baron que la señorita de Roca-Negra. es
encantadora?
El anciano se incliuÓ.
- y si , olamente depende de mí ....
Ralph, habia olvidado otra vez ti la andaluza.
- Jo depende ino de vos vizconde, dijo el anciano
sonriendo.
-Ah! mi querido suegro, más vale pronto que
tarde. Qué o parece?
-Dentro de ocho dias si quereis. El domingo próximo,
por ejemplo.
-Está convenido para el domingo.
-Entre tanto, aiíauió el baroo, llevaremos aquí
una vida feliz. Soy montero apa ionado, y i á vos os
gll tn I a caza ....
-Con locura. baron.
-Cazarerno todo los dias. Por la noche, IlermÍ-nia
nos iocani un trozo de música. Pel'o, se intert'umpió
el baron, me olviJaba que habeis caminado todo
el dia y que. in duda, necesita uescan al'.
El baron tiró la campanilla y el criado que habia
introducido á Ralph volvió á presentar e.
-Conducid al ::eñor vizconde á u aposento.
1 alph iguió al criado que le hizo atravesar de nucva
el comedor. Los ojo del vi7.conde se clavaron otra
ve'z en el retr.¡to de Fulmen, y tomando al criado por
el brazo le dijo:
-De quién es e e retr.lto?
El criado va ciló.
-Hab la, dijo imperiosamente el v¡7.coude.
-Es el retrato de la. señorita Flllmen, respondió
el criado tero blando.
-Quién e Fulmen?
-La hermana mayal' de la señorita HerminÍa.
Ralph se encogió de hombros y dijo:
-No e ella.
Sin embargo obedeciendo á una emoeion desconocida.
-y dónde está ? dijo.
-Ha muerto reS'pondió el criado doblando la cabe-za,.
r u re- tl)S reposan bajo la ultima losa, á la. derecha
del altar en la capilla del castillo.
Ralph lan7.ó un ,u. piro y murmuró
-Entre' la y e pañol a, creo que habria pre-ferido
á Fulll1en. Y siguió, apartando con pella los
ojos del retrato.
(Gont inua,.á )
, : ,
Si de nuestros agravios on un libro
Se escribie e la historia,
y se borar e en nue-tras allllas cuanto
Se borra e en sus hojas;
Te quiero tanto aún, dejó en mi pecho
Tu amor huellA tan hondas
Que sólo con que tl'l bOlTases una',
La borraba yo todas!
G. A, BEGQUER •
•
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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Prensa