Por:
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Fecha:
30/05/1874
PERIODICO LITERARIO DEDICADO A LA JUVENTUD"
RAM!REZ & RIVERA, EDITORES.
tJUALIDADES Y DEI'ECTOS.
Mis amadas lectora~, pues yo no me atrevo
habla:· á los hombres acera de mie opinio·
ues: mis amadas lectoras, ¿ no habeis notado
nlguua vez que hay personas insufribles en el
trato íntimo, y á las que, sinembargo, la soe.
ietlad aclama como modelos de todas las
virt.uues.
Para qnc entendais lo que os pregunto,
os voy á citar un ejemplo:
Conozco yo una madtw y una hija en continua
y perfecta disidencia en el interiot· de
u casa, á pesar de juzgarlas todo el mundo,
como vulgarmente se dice, unidas por el
1nás tierno afecto.
Asi dehia se1·, y por eso se cree así : la
madre e una seüora, jóven aun, de un talento
m!ls que regular, de perfecta educacion,
do tmto dulce y agradable, distinguida y
simpática á totlos.
I.~a hija es una criatura bella, modesta, atectnosa,
de coodicion amorosa, blanda y benóvola
natu1·almente: todos sus hermanos
han muerto y ella ha llegado á ser el único
amor y la sola compafiia de su madre.
Y o oigo decit· en tomo suyo:
-¡ Qué felice& deben ser J
-¡ Cu!lnto se aman !
-¡ Esa jóven no se casará jamas por no
separarse de su madt·e !
-¡ Si esa madre perdiera A su hija, se mo riría
1
De todas esta opiniones sólo In. última encierra
acaso una verdad : es posible que si
esta m·~dre pertliese á su hija, sucnmbiésc al
dolor de haberla pe1·dido.
Y sin embargo, es imposible imajinarse
una vida m:\s amarga que la que llevan e tas
dos pob1·es mujeres, que no pueden sufrirse
la una li la otra.
¿ N o os parece esto horrible, lectoras mias,
sobre touo cuando sucede entre madreé hija?
Pues aun es más horrible cuando la extrema
y contínua diversidad de opiniones tiene
lugar en el matrimonio.
¡Y lo tiene tantas veces! tantas ...... que
causa espanto el sabel'lo y aun el adi'"inarlo!
N o obstante, repito lo que dije al empezar:
casi_ sie~p~·e estas personas, insufribles para
la v1dt1 mttma, pasan por modelo de virtud y
de moralidad entre las jentes que las tratan
poco.
Demostrada la llaga, veamos si podemo!l
adivinar lo que la ocasiona y cual es el remedio
que la conviene.
II.
En mi pobre opinion de mujer, creo qno
para la vida interior 6 de familia, es mucho
mejot· tener un sólo vicio que muchos defectos.
En primer lugar, un vicio puede curarse :
una f11erte sacudida moral, una desgracia orijinada
por ese mismo vicio, suelen ser el cauterio
de la llaga; pero de los defectos nadi e
se cura jama , pues casi siempre los creemos
cualidades ¡·clevantes.
Refiriéndome de nuevo á la madre y á la
hija do quienes :ra he hablado, puedo a egn·
rar qne las dos t1enen la culpa del maleRt:u·
en que viven y del completo y triste de ~a·
cuerdo :l que han llegado.
La madre quiere que su hija sea perfecta.
La hija quiere á su vez, que su madre sea
una madrA modelo.
Cayendo en la manía comnn, llama la madre
á sus exijencias de perfeccion amor · y
la bija las llama tiranía. ' 1
Ambas carecen de la más amable de las
cualidades, de la que es el copito de algodon
en rama, dulce, suave y blanco que iguala
todas las sinuosidades del cará~teJ' y todos
los lado~ salientes do las situaciones: carecen
de benevolencia, han llegado á uo entendet··
se, que es la mnyot· de las descrt·acias en la
intimidad de la fiunilia. 0
Esos dos pobres sé1·es viven juntos y está
cada uno de ellos solo! enteramente solo 1
¡ Dios ?Iio ! ¡ qué sacrificio puede parecer
penoso, st precavo llegar á tan horrible esta·
Jo 1 y¿ qué es un poco de tolerancia compar~
rla con las ventajas y la paz que trae con·
stgo?
¡ Pl'Udcncia; justicia, fortaleza y templanza\
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
26 ELCAUCA.'
t adorables virtudes que el ciclo ba señalado
como cardinales y primeras¡ ¡vosotras soi&
las cuatro fuertefl columnas en las que descaos~
todo el edificio de la paz doméstica!
¡ vosotras dais la dicha y la paz &! hogar·, la
calma á la conciencia y la tranquilidad al
alma!
IA;l pru·dencia calla y tolera lo.s defectos
ajenos pensando en los propios.
J,a justicia mide las circunstancias atenuantes
de lo qtHl da impulso· á las aooiones que á
primera vista p·arecen cnlpableS'.
J,a fortaleza perdona las iajnrias, dcspnes
de soportadas co1· va.lor.
J,a templanza contiene los movimientos
Jcscomp~testo.s de la ira, y derrama un bAlsano
esquisito en el alma herida.
¡ Oh santas virtudes! ¡ sed siemp1-e ~as san!
as <'o m pañeras de mi débil sexo ! ¡ setl sicml>
re los ángeles guardadores de la m1.1jer!
II.
N o sé qné ueploraule tlaqueza nos ~im·rele
&icmpl'O á ver en cada uno de nuestros defectos
una cualidad·.
Las personas rpuy mezquinas se creen económicas
y arregladas.
Las dominantes se joogan llenas de abne-gacion
hácia las otra~o.
J..Jas ofit.:io as, serviciares.
J.as a.dnlauoras, amables y cariñosas.
L1s despilfan!l.dora y rnanirotas, jenerosas.
J,as maiJ.~cientes, listas,contoneándo e muy
huecas con C6La idea:
_H ¡El que me la pegue á mí!. ..... "
He visto á lJU hombre muy cobarde y Yilhnamcnte
insultado, qne pregumado por un
hermano su·yo que por qné no pedía satisfacoiou
de aquella ofensa, contestó:
-Yo soy un hombre prudente que me debo
á mis hijos: éstos me necesitan.
-¡ Mús necesitan el honor que tú les quitas
con tLl cobat Jía! cxclao16 il'J itaLlo su hermano.
Al:ií, ceg::~1los los ojos d'e nuestra razon, en
nz de combatir nuesros defectos como á enemigos,
los aca-riciamos y cniclamos como á
cualit1aJes relerantcs que nos ensalzan.
El motivo, el grande y triste moLivo de
q~1e a.lgtmas pers(}nas muy elojiadaR por tedos,
y muy Jignas de serlo, sean in'Soportab,
es para !'a vida intima, es l'a poca atencion
que ponemos en estudiarnos cada nno, evi~
tundo todo lo quo puede molestat· á los dema
i es la falta de cnidado en col'l'ejir los
dBfectos del carácter, esos defcetos qne ha·
cetl la viJa más amarga que un Yicio por
atTaigado qne esté: el ánsin. de perfeccion
ajGna, que es l.o qae se llama intolerancia, el
dcscujdo de la pro~ia, el egoismo1 la murmu-racion,
la costumbre de éxajerar y aun ele
mentir, el hábito de irnpacientarse por pota
cosa, todo esto constituye un conjunto in,o ·
portal> le y que convierte en vic.tima á los que
viYen en derredor nuestro.
Nada hay comparable á lo dicho de la pn
y de la alegría domésticas para el que se halla
mal en su hogar; en vano será que vaya
á buscar fuera la felicidad, no puede ltallurl a¡
por eso quitro que todos nuestros esfnerzo.,
lectoras mias. tiendan á conservarla, y empleemos
todas las delieadezas y totlas lns
ternuras q,ue nos son pt:opias \)ara :que reii1C'rl
en el seno dr. la familia la dulee concordia, 13:
gt:a.ta aveneneia, la hermosa twidatl de las
voluntades y de les cora:ron.es.
MA.Rí.A DEL Pr·LAR SrrUEs DE MAneo.
SEREN,\TA A UNA liUERT .. \ .
RECUEU.ÓOS Á MI ESPOSA DOÑA F. V. Y~~l.
Muchos. me (licen qne cante,.
porque el cantar quita peuas:
¿qué put!de cantal' un hombre
que esl.á lloránuote muerta?
Desde q.ne te \'Í ~n el lecho.
lan~::w el postrer suspiro1
no só si vivo 6 si mnero,
no sé si muero 6 si üro.
Mis ojos buscan tu imtvrelll
por donde qniera. qn.e van i
y como ya no te. encuentran ~
no suben más que llorar.
Castillo soy en rüina~:,.
despojo de una atalaya,
qne dicen á cuantos la miran :
(. aqtú hay u.n cuerpo siu alma.:'
Al pié G!e tu epuhura
nngo á remellar ahora
al ave que en la espesnr~
en lugar üe cantar llora ..
¿, Qné otra cosa podré hace::
si no sé más q11e llorar!
¡si tm di a te vi caer
y no te YÍ levantar!.
E.s mi cor·azon d'olicnte·
como el techo de nua tu .li1Jn1,
qne va destilando :'\ gotas
las lágrimas u.na á una.
Dicen que por el doLQ.!r
~ 1
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ELCAUCA.
se purifica el pecado:
i Dios sabe lo qne sufro,
va puctáudola. ele un exeelenLe corazon.
Si Sll fisico es 1 efractario al amor de los
}.fOJnbres, en cambio sus cualidades morales
son altamente recomendables y capaces de
llaccr la fe.liuidau de cualq~lier caballero par-ticnhr.
Desgraciacl!!mente eT hombre no ~e fija en
sus méritos ocultofl, ó de fijarse lll inspiraJaJ
poco interes.
I~a belleza exterior cautiva más su eorazon ,.
y por lo tanto sólo á las m.njeres hermo8as
dedica su pensamiento, sus inflamados suspi·
ros y sus mi.1 1adas de fuego.
Sólo por el amor de una hermosa pone el _
hombre fin á su azarosa vida.
El amor de una fea no merece, en su con·
cepto. el sacrificio de la vida.
Y sin embargo, en la fea encuentra siempre
un man!l.ntial de ternura y una fidelidad:
á prueba de decepciones 1
Qué ingrato es el homure!
Hay una máxima altamente consolatlora
para las feas jóvenes.
Todo& dicen q16e no hay quince años feos ~
Esto explica el que algunas se ven ob eqniadas
al entrar en el Regundo período de
su existencia.
Pc1·o ¡ay de la q~ llega á los veinticinco J·
Al desaparecer la frescura de su jn1•entnJ r
desaparecen los amantes, como al morir las
flore!l huyen léjos los pájaros.
El reinado de la fea es corto, muy corto .
Si durante su juvenLud no ha ·pollido pescar
un novio 1 tiene qne re ignurse á snfri1·
pacientemente los sin ores ele una so lt rí~
forzo a, y á vestirt en vez de anj(Jlitos de
carne y hueso, imágenes de cera.
La que ha sido suficientemente hábil par:cncontl
·ar su marido, no por esto su fe:icidacl
es mayo1'.
El hombrQ detest!l la fealrlarl en la mnjcr
á pesar do que él perteMce al sexo feo.
La fea que se casa sufre mil tormentos espnntosoA.
Hay mariJos que ni siquiera se toman el
trabajo de diRim1Ilar el mal efecto qne les
produce la-ieal•1atl de ous re peetivas mnjeres .
Si la fea es pobre, n de~gracia es completa.
La rica al m&uos enCIH'ntra siempre quien
le prodig_ue dulces lisonjas y apcl:hngue cor~
ella.
N o sé quien ha dicho que el clinero es un·
cosmético maravilloso que hermosea todos.
los rostros.
Merced á él, la fea nos parece bonita.
Todo se di pntan su Mnor ...... y su dinero.
La fea ei débil, como toda mujer, y no
puede resistir al lenguaje de fue_,o que para-.
engañarla emplea algun Tenorio astuto y
solapado.
Entónces se casa.
Pero sus ilusiones se marchitan pronto.
Si tieu.c talento, . no tarda ocho dias en com: -
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·EL CAtCA. 29
prender que su marido se ríe de e11a y que
sólo por el vil ioteres solicit.ó su mano.
F.ntónces empieza su martirio.
Pero las decepciones más tcnib!es, !os
aceengaiíos mál3 amargos no log~"an arrancar
de sn cornzon la tierna pasion que siente por
su esposo.
El espejo fné im·entado por las ñermo as.
¿ Quereis ver sufrir horriblemente á una
fea?
Colocadla Jclante d'e un espejo.
La bonita e recrea y deleita contempTan·
ilo sns propios hechizos en el m:ljico cristal.
La fea aparta su vista de ésto,. pot·q.ue le
echa en cara 1m fealdad.
El e~pcjo es nn libro que enseña- la verdad
desnuda.
Por esto las feas Te temen tanto.
Hay verdades amargas ... como u:na cuenta.
l.1as bonitas eon frívolas.
J,as fea di cretas.
Aquellas se burlan· <~1 hombre impune-
!ncnte.
Estas procnran· htlcerse amables á sus ojos.
La hermosura es altiva.
IJa fealdad humilde.
La primera exije.
La I)Cgunda ruega.
A pesar do e to, el hombre, qne es nn sér
incomprcn ible, COI'I'e desatentado y loco tras
de las bonita y desprecia las exelentes cualidades
morales de las feas. Pudiera ser feliz
eon ésta-s y quiere ser desgraciado con aquellas.
Con su pan se lo coma.
La mujer qne consigue tener un lindo palmito,
e croe con derecho de ser coqueta, segura
de triunfar siempre del hombre y de
rendirle á SLlS plantas con una sola sonrisa 6
uua mirada.
La fea no pneae esgrimir impunemente
las tenibles arm'\S de la coquetería, pues co·
rre el grave riesgo de herirse á si propia.
l'areco qLle el hombre no concede á la fea
el derecho de ser coqueta. .
Es nn privilegio que sólo acuerda á la hermosura.
Lo coqnetería aumenta loa atractiroa de
l;l mujer uonita.
Todos exclaman:
¡ Qné encantadora!
I~a fea que coquetea no tarda en ahuyentar
del todo á lo hombrea,
Todos murmnrau:
~ E::~ horriule!
I.a fea, pues, ha de ser sencilla, ingenua ,
discreta y amable, si quiere que los homtn·cij
transijan con sus imperfecciones flsicas.
Ha de vestir sin afecLaeion, no hs de imi tar
á· las hr.rmosas ni ri\'alizat' con ellas, por qne
siempre quedará v:encida. y. dcrrot:lll:t eu
tan desigullllucha. r.a bonita combate con las. armas de su belleza,
qne son irresistib'es.
La fea se halla indeü..nsa y no puede combatir
con ventaja.
El homure, supremo jnez en esos torneo11
mujeriles, concede siempre la palma de la
victoria á la primera y desdeña á la segunda.
La fea ha de lnchar en otra esfera y elesplegar
otra táctica distinta, si quiere coosc·
guir ventajas so-bre la bonita.
Esta- hace gala de sn belleza,
Aquella ha de hacerla de su bondad.
Porque la bondau es la belleza. del alma ..
ta sencillez más absoluta debe dominar eu.
o! tücado de las teas.
Porque el lujo aumenta. su feahlad.
Es un sol artificial qu·c sólo hace brillar b.
belleza.
r.Ja·fea, ademas, debe huir del lado de las
bonitas.
De esta manera no da má1jen á qne el.
hombt·e éntre on comparaciones ent.re éstas
y ella, comparaciones que siempre le crán
do favorables.
La fea qne aprende á ser amable, aprendo
á ser hermo a.
Porque hay feas hermosas, ya qne no Lclla ·,
c. PRIETO.
EL B.\RBERO.
Todo está compcnsauo en el mnnclo. El
hombro con tituido en sociedad tiene po
cncle inmen as ventajas y grandes derechos,
de qu.e carece el naciclo en los pueblo¡; salvajes¡
pero cuantas más ventnjas y más derechos
le da la civilir.acion, tantas m~s necesi dades
le crea, neccsiuades qne no preocupan
jamas :\ los bárbaros que las de conocen.
Vi to el cplgratc de este artícnlo, ya com·
prende el lectorr quo una de estas necesida des
qne pe an sobre el hombre civilizado, es
la necesidad dE\ afeitarse.
Dichosas las mujeres que no conocen esa
necesidad, aunque las hay que tienen muybuenos
bigotes, como vulgarmente se dice.
El jóven imberbe suele tener hambre y
ed de barbas,..y el dia miis feliz de su adolescencia
es aquel en que sobre el labio sn ·
pel'ior advierte una ligera sombra, que le a·
segura para algun tiempo dcspucs uu bigote-
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EL CA DCA.
como el de su pae
dia seria el más triste de su vida; es que sn
t1eseo de ser hombre y tenido por talle preocupa
ele manera, qtie olvida en sns ilusiones
cuánto cuesta aquel bozo que luego se toma
espesisimo bigote y enmarañada barba; es
t¡ne no conoce á ningun harbero, ni puede
formarse idea de lo que sufre el hombre, con
denado por la civilizacion y por su indolencia
6 ::;u ignorancia á entregarse en manos de
un barbero, que tiene el privilegio de hacer
armas contra el prójimo siu ser J!evado á la
cárcol ni sometido á tribunal alguno.
La naturaleza1 que para invenciones caprichosas
se pinta sola, quiso divertirse con el
homl!re, y le dió las barbas, y Juego la moda
y el bien parecet· y hasta el ornato público
quisieron aumentar la dhersion, obligando
al hombre á quitarse hoy lo mismo qne tendrá
mañana, flilra quitárselo otra vez y volverlo
á tener pasado mañana.
El hombre se puede desprender de todo,
hasta de los sentimi(·ntos más arraigados en
el hombre, pero no puede despremlerse de
las barbas: un hombre acaba de afeitarse, y
Fe p:1sa con satisfaccion la mano por la cara,
halliudosela suave, y tersa, y limpia; va á
visitas, 6 al teatro, ó al baile, y vueiYe á su
casa. y al pa¡;arsc otra vez la mano por la cara,
ya la ennentra áspera y sembrada de puu
to& negros 6 blancos, que se multiplican prodigiosamente
en pocas horas.
La barba, al mismo tiempo que declara la
fuerza del hombre, le advierte su debilidad
y su pequeñez. El hombre, que tanto puede,
no puede usar contta la bat ba otras armas
que una navAja de afcitat·, bajo cuyo filo vuelye
á nacer invariablemente, y hasta que el
hombre da con su cuerpo en tierra, la misma
barba más espesa, más fuerte cada vez.
Hay muchos ,hombres que no tienen pelo
de barba, aunque lo tengan de tontos; creerá
algnn barbudo que éstos son felices por estar
indultados de la necesidad de afeitarse; pues,
no, señor, son mucho más desgraciados,
porque les mortifica la idea de que se les
considere hombres débiles y afeminados, pues
sabido es que, á pesar de los progresos iuuuda.
bles de la civilizacion. y de qne ésta nos
haya traillo la fuerza de la razon y pretenJa
desterrar del mundo la razon de la fuerza, la
condicion humana y las ambiciones, qne se
aumentan á medida que aumentan las ncce·
sidadades, aseguran siempre cierta superiori·
dad sobre el débil y pusilánime, al hombre
de pelo e11 pecho y echado para adelante.
Pero basta do barbas, y presentemos al
baruero en escena.
Como la m:lVoría de los hombres se com·
pone t~tl gente por extremo apática e inc1o·
lente, que es la que con pe1juicio propio ha·
ce el caltlo gordo á la minoda. laboriosa y
vividora, cuando el hombre actiro empc7.Ó
á sentir la necesidad de afeitarse, el hombre
perezoso ~inti6 la necesidad de que lo afeita·
ran. Y de estas dos necesiualles igual es y
distintas~ c1eJujo un tercero la conveniencia
en pró de sus intereses, de afeitar al segun·
do, halagado y exp'otanJo á un tiempo el
vicio de la pereza, que es el vicio más e, pañol
rlo todos los vicios.
Y este hombre fué el primer barbero ; la
historia no nos dice su nombre. La mollestia
era in-illo tempo1'e (y lo digo en latin,
porque en espai.iol no sé en que tiempo nació
el primer barbero) compañera inseparable
del trabajo y el mérito.
Ya conoce el lP,ctor al barbero, amigo clcl
cura, que nuestro inmortal Cenfmtes nos
presenta en su Ingenioso hidalgo; pnes ese
es el tipo más exácto del barbero, y no h:1y
más que recorrer los pueblos de la 1\lancha
para encontrar en ca~a uno ;un barbero, qne
parece hijo del hijo del hijo del hjo de aquel-
El barbero en esos pueblos es un persona·
je; si se votara una ley radical de iucopatibilidades
Jc oficioE y artes y cargos públicos,
el barbero del pneblo perdel'ia toda su ~im portancia,
porque no podría set· barbero, y
sacristan, y secretario del Ayuntamiento, y
pa8ante de la escuela, y algunas reces organista.
El barbero de Madrid no es más que barbero,
y lo más, cursante de cirujia menor,
que es la condicion más ínfima de la cien·
cía de curar.
Cada día afeita á veinte 6 treinta de sus semejantes,
por un misero jornal y un par de
horas libres para asistir á cátedra, y con ese
jornal, cuiJadosamente conservado, llega á
reunir la cantidad precisa para la reválida,
obtenida la cual queda autorizado para vivir
harto trabajosamente, 6 morirse de hambre
el mejor dia uel año.
Si otro hombre, el de más modestas aspiraciones,
no e, perara otra cosa mejor del porvenir,
se daria á todos los demonios, y amargamente
deploraría lo aciago de su suerte y
lo precario de su situHcion presente y futura ;
pero el barbero, que es filósofo, espera con
ánimo sereno la reválida, y, convencido do
qne set· poco y queret· ser mucho son dos
males, y tres pensar en los rigores de la fortuna,
rara vez está triste, y rara vez se le
encuentt·a sin ganas de jugar una brisca, ó de
echar una copla, acompañándose de una vihuela,
instrumento .indispensable de todo
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EL C.\.UC.i.·
barhero.
Y es qne el barbero ha naciJo para ser
barbe1 o; es que en el vientre de su madre
era barbero ya; y al llE>gar á la edad en qne
el niño empieza á ser hotnbre y tiene que emJH:
zat· {¡ set• algo, la misteriosa revelacion
d e Pu instinto le lleva á poner la mirada en
la s barbas del ve<.:ino y la mano eu la navaja
íratricilla.
Entre otros capri<.:hos cxtt·avagantes, ten go
el de creer fil·memente que los escribanos ,
lo veterinarios y los barberos, han nacido
predestinados para üsos oficios; que esto
oficios no se han hecho para algunos bomht
·o , sino que por el contrario, algunos hombre,
han naciJo para estos oficioR ..
Y no se diga que el bat·bero no sabe hacer
otra cosa qnr. afeita1· , no, señol': el ba.rb~ro
(Alota, toca, declama y baila,
t-)tls instmmonto tiworitos son ta guitarra,
h bandurria y la flauLa~ sus ca~1cionos son to da
s las cancion~s populares de que e-'> tan
pródiga nne~tra España, y quo no ceden, si
es que no aventajan, en poesía, sentimiento
y gracia, á las de los paises más favorecido
]>Or In. mnsa popn 'ar; las comedias favorita
qu e representa cada mes una vez en un teatrillo
de los llamados ca eros~ Et tJuñal del
Uodo, V er·dugo y 1epultu1·ero, &, &, y sus
Lai les los famosos de Capellanes y Recúletos.
Tamuien tiene su l:temtura preferida, y e~:~
tli gna. de elogio es ta afi.cion, por más que sn
literatura sea la de 11'/aría, la liija de un jornala
o, Et palacio ele los cám enes, El tigr e
del .i1f., ezt¡·, zJo , Los 1nistertos de la Inq!tisict:
on , Et p~teblo y sus opl'esores, La brujct de
l!I..tclrid, Los mil y un fantasmct, L rts catacwnbas
y otrós libros cuyos títulos ó ¡rótulos
exoitatiarl horriblemente los nenios ~de
]as nuoYe hermanas, si las nueve hermañas
uo e~tuvicran ya cm·auas de espanto con la
cosas que se ven en estos tiem¡¡os, cosas que,
aunque no son para dicha , se dirán en el
curso de esta obra.
El barbero está siempre enamorado: unas
veces de ~a criaLla del piRo principal, otras
d e la donce1ta del marquea de enfrente, Qtras
(l e las modistas de aliado, y otras tle la rnacstm.
En es'te úttimo ca::;o se expone f\ do s
lHal es infaliblemente: á qne et maestro si
aq ue lla es casada, le rompa ta vihuela e.n las
c o~ti lla~, ó, fli es vitlda1 á ca ar e con ella,
para qne á lo m.ejor le eche en cara su pobreza,
y le recu erde qne por ella e,tá establ
ec ido y tien para com e r tln puchero, y
(pe él vino oon lo pue t o, y qne sin ella no
te n.lria . ni una mala navaja , 6 en fin, para
que el día mén:ls pen:aclo se presente otro
~'laucobo, y <-Omo él hiz o, haga el amor á la
maestra, y ésta y el enemigo ele flU paz conyugal
se echen á pen~ar cu fm felices serian si
al maestro se le llevaran. los mismísimos demonios
..
E barbero no fi'a nnnea en su elocnenci:l
cuando está enamorado, y prefiere escribir ;
así es, que todas las n.ovias de barbero reci ·
ben una pri1nerl\ cart~, que in.vari&blementc
comienza con estas J?al..Lbras :....--'-' l)esde el '
momento en qn.e tuve la dicha de V€1' á usted .. "
y acaban coo et consabid'o y sospechoso buen
/in, y otros lugares comun es, que hasta para.
las mujere!l huelen á puchero de enfermo y á.
tonto que trascienden ..
Las ruujeres,-y ésto es rerd'aJ auque parezca
mentira,- no forman el mejor concepto
d~l hombre que dice el primer dia que tt
fiu es vi~:~ltar Ta Vicarfa, por más qne en esta
santa casa tt'ngan puestos los ojos casi todas
las muJeres, esperando el momento de ponel'
tambien los piés. Y es que la expet·iencia m
haciendo muy incrédulas á las mujeres, y cuando
alguno los dice que viene con buen fin
y con intencion de doblar la c¡>rviz y tomat·
estado : dicen ellas, para sus adentros, como
i:ianto Tomas beHdito : " Ver y crecr.''-Oreo
que e te sitema es el JnE'jor ..
El b:.u·bero tiene tambien. su oplnion política
, y haRta su si btema ele gohiel'llo; solamente
que so opinion es si empre la del pt'rió<
lico á qne e til suscrito el maestro para ilustracion
de los panoquianos, y cuyas iJeas,
apre<.:iaciones y noticia , exagera caprichosamente.
Por cjemp 'o: dice el periódico que
GarihaJ ,li ha dorrota.tlo á 20 ¡;oldaJos pontifi<.:
ios, y él aumenta hasta 20. 000 el númNo
de éstos; dice qne se ha caitlo de un nn ,-haré
gracia de ellas al lector.
Los barberos eu Madrid no son ya gene ralmente
lo que eran ántcs; hoy hay muchas
barberías ó peluquerías lujosam ente mon t adas,
en las que so afeita á los que no sa be n ó
no quieren afeitarse ellos mismos, con aseo y
comodidad; pero no por eso han desapare cido
las ba1·bería s propiamente dicha s, cuy os
dueños son á la vez cirujanos, cornadron oR,
y vacunan niños, y examinan noélriza ., y apli can
sangüijuelas á domi cilio.-Es de esperm·
que andando el tiempo estos benem éritos
profesores cedan las barbas del Yecindario á
los peluqueros, y se contenten con los r es ul tados
que les dé su práctica en la obst etricia.
El barbero que será etemo será el barb ero
ambulante, el qn o lleva consigo el yelm o, ó
sea la bacía, el agua caliente y el javon , y en
medio de la calle ó en un portal coge á un
cristiano aguador, ~mozo de cuerda , ó po bre
ele solmnni rlad, y por cuatro cuartos cu!' a
al sol y seis á lrt so¡t¡, bm, le pone más guapo
que el guapo .Franci sco Estévan.
Este barbero ambulante ha perdido ya la
co stumbr e de ll evar una nuez y mete rla eu
la boca el e lo s parroquianos ; pero en camb io,
con el agna que baiía el ro stro cariaconte cido
del primero á quien afeita, suele bañar el
del segundo y el del último.
Para concluir, diré qne el barbero qu e yo
prefiero es El Barb ero ele S evillrt.
C. FRONT.\.URA.,
--E-· 1-,-B-E-~s-·o-. -
(Traducido dol n.le man, )
El dulce b es o de un niño
que juega aún con los besos
y que al be sarme no piensa,
oh 1 no etl un beso por cierto!
A aquel que me dió un amigo,
tal nombre élarle no debo,
es sólo una moda fria,
un salndo lisonjero.
El qu~ en la frente sentimo!l
ósculo santo patemo,
que nuestt·o pecho conmueve,
honra merece y respeto.
Y gozo si de una hermana
el labio en mi labio siento,
porque arde entónces mi alma
de otro latido al recuerdo .
.Mas el beso de mi amada
á escondidas, en silencio
y cual besan las paloma11,
ese es propiamente un teso .
~'.J,. D
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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