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Se encontraron 3044 resultados en recursos

El nieto y heredero de aquel poderoso multimillonario John Dorcksetter salió diferentísimo de su abuelo y hasta de su padre. Había sido John unatleta, unaespeciedecíclope, que, en vez de forjarhierro, forjaba millones con sus brazos, vultuososbícepsy su manaza de gruesas venas negruzcas y pulpejos callosos. Atento solo a la faena incesante, no quiso John distraerse ni aun en pegar un mordisco de través a la colosal fortuna que amontonaba. Ningún goce, ningún lujo se permitió. Tostadasdepanmoreno con saladamanteca, cervezaamarga y fuerte, le mantenían. Sus muebles eran sólidos, feos y sencillos. Su...
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Los cinco sentidos
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La sirena negra
La sirena negra, deEmilia Pardo Bazán, relata la historia de Gaspar, unaristócratamadrileño obsesionado con la muerte que vive atrapado en la autocompasión, suneurosisy su desprecio a la humanidad. El argumento da un giro cuando Gaspar acoge a Rafaelín, un niño huérfano de una madre de reputación dudosa y se convierte en el centro de la vida de Gaspar. Pardo Bazánescribió esta novela con sesenta años. Edición de referencia:Madrid, Espasa Calpe, 1981.
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La sirena negra
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La cabeza a componer
érase un hombre a quien le daba malísimos ratos su cabeza, hasta el extremo de hacerle la vida imposible. Tan pronto jaquecas nerviosas, en que no parecía sino que iba a estallar la caja delcráneo, como aturdimientos, mareos y zumbidos, cual si las olas del Océano se le hubiesen metido entre los parietales. Ya experimentaba la aguda sensación de un clavo que le barrenaba los sesos — y el clavo no era sino idea fija, terca y profunda— , ya notaba el rodar, ir y venir de bolitas de plomo que chocaban entre sí, haciendo retemblar labóvedacraneana y las bolitas de plomo se reducían a dudas,...
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La cabeza a componer
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En el presidio
El hombre era como un susto de feo, y con esa fealdad siniestra que escribe sobre el semblante lo sombrío del corazón. Cuadrado el rostro y marcada de viruelas la piel, sus ojos, pequeños, sepultados en las órbitas, despedían cortas chispas de ferocidad. La bocaera bestial; la nariz, chata y aplastada en su arranque. De las orejas y de las manos mucho tendrían que contar los señores que se dedican a estudios criminológicos. Hablarían del asa y del lóbulo, de los repliegues y de las concavidades, de la forma del pulgar y de la magnitud, verdaderamente alarmante, de aquellas extremidades velludas,...
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El honor
Norberto tenía amor propio profesional. No era solo la necesidad de ganarse la vida lo que le sujetaba su oficio de cocinero. Un elogio, la seguridad de haber estado a su altura, valían para él tanto o más que el sueldo, no escaso, que ganaba. Recreábase, con regodeo de artista, en los platos, en lassalsas, en las combinaciones que a veces hasta tenía la gloria de inventar. Su pundonor llegaba al extremo de dormir mal el día en que pensaba haber echado a perder unguiso. Especialmente cuando el señormarquésde Cuéllares convidaba a algunos amigos, preocupábase Norberto de que todo saliese al primor....
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El engendro
Invitado por los alegres amigos a comer las uvas y festejar la entrada del año joven en un hotel de los de moda y lujo, allá me fui a las diez de la noche, de frac y gardenia en el ojal, como buen mundano. La mesa, reservada desde cuatro o cinco días antes (andaban solicitadísimas), lucía, un centro de grandes y desflecados crisantemos amarillos. El anfitrión, Gerardo Martí, opulento banquero, debía de estar nervioso, porque ante los crisantemos se puso como ungrifo, alegando que le recordaban el cementerio y las adornadas sepulturas, y que esaflorde muertos no debe figurar en banquete alguno. Yo...
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El engaño
Acababa de fumarme el más sabroso de los cigarros del día, el que fumo meciéndome en el cierre de cristales de mi casa, después de la comida a laespañolaembalsamada la boca por el gusto dominador del café y recreados los ojos por la vista, siempre nueva de labahía, donde los barcos se cuelan comoalcionesen su nido; y una pereza deliciosa embargaba mis potencias cuando se entreabrió la portier y entró, agitado, mi amigo y consocio en varios círculos. Valentín Beleño. Solo con mirarle comprendí que algo extraordinario le ocurría. Como yo, Valentín lleva una vida apacible y grata, en llana prosa;...
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El conde sueña
Era cuando el invierno amortaja en liso sudario las estepas infinitas y el aire está como acolchado por la lenta caída de los copos que lo ensordecen y lo mullen, preservándolo del desgarrón delcierzo. Y era en una estancia amplia y sencilla, la más silenciosa de la señorial mansión de Yásnaia Poliana. Mientras las restantes se abrigaban conalfombray se adornaban con muebles suntuosos, en la que reposaba el conde ostentaba cierta monástica sencillez, o, por mejor decir, cierto filosófico desdén hacia las mil complicaciones de la vida civilizada. El lecho, no obstante, era blando, limpio, con ese no...
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El conde sueña
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El conde llora
Se había levantado lleno de satisfacción. Desde el amanecer, un Sol de primavera rasgaba laniebla, bebiendo sus argentados jirones y barriéndolos diligente, con presteza mágica. La tierra parecía desperezarse, después del letargo del invierno, y un poco de calor tibio acariciaba su superficie. . . El conde vistió la blusa, no sin haber cumplido antes esos ritos de aseo necesario al hombre civilizado. Pasó por las luengas y enredadas greñas el peine y el cepillo; atusó lo propio la barba, y, ya atusada, la encrespó otra vez, distraídamente, con la mano: se lavó en agua fría, conjabóninodoro, y...
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El cáliz
Ante la amenaza de que, como entonces se decía, los de Napoladrón llegasen de un momento a otro, el abad del Monasterio de Sangreiro pensó en la necesidad de esconder el tesoro monacal. Y con tal fin llamó a su sobrino Ramón, mozo de empuje, gran cazador, familiarizado con los rincones de la sierra. Vino, y encerrose con el tío en la celda abacial. Duró la conferencia cerca de una hora, y cuenta que ni uno ni otro gustaban de perder el tiempo. Se discutieron los pormenores, y aun cuando al pronto el abad era partidario de que el sitio fuese conocido de alguien más que del encargado de la ocultación,...
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El cáliz
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