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Se encontraron 51 resultados en recursos

Imagen de apoyo de  Manizales - Centro # 59

Manizales - Centro # 59

Por: Carlos Pineda Núñez | Fecha: 1990

Inmueble de tres pisos, con fachada en bahareque encementado y cubierta en teja de barro. En el primer piso, las puertas y ventanas cambiaron de madera a metal; en el segundo y tercero, conserva las ventanas en madera, pero con adición de vidrio. En 1990, estaba destinado a uso habitacional-comercial. En 2015, se encontraba en buen estado de conservación y mantenía el mismo uso.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Fotografías
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  • Arquitectura
  • Arte

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Manizales - Centro # 59

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Imagen de apoyo de  Manizales - Centro # 90

Manizales - Centro # 90

Por: Carlos Pineda Núñez | Fecha: 1989

Inmueble diseñado por el ingeniero José María Gómez Mejía y construido, en 1927, por los italianos Papio y Pio Gian Carlo Bonarda, para el señor Aquilino Villegas. En 1938, allí funcionaba la Pensión Latina. En 2015, se encontraba en buen estado de conservación y estaba destinado a uso habitacional-comercial. Presenta planta rectangular longitudinal, con estructura en concreto reforzado; fachada en bahareque encementado, con cornisa y molduras de cemento; muros en bahareque encementado; entrepisos en concreto; cubierta con terraza y fibrocemento.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Fotografías
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Manizales - Centro # 90

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Imagen de apoyo de  Manizales - San Antonio # 3 - Iglesia de San Antonio de Padua

Manizales - San Antonio # 3 - Iglesia de San Antonio de Padua

Por: Carlos Pineda Núñez | Fecha: 1989

La iglesia San Antonio de Padua se encuentra ubicada en la carrera 24 con calle 17, en el barrio San Antonio. La edificación del templo fue liderada por Adolfo Urrea, quien propuso la construcción con las especificaciones actuales y Francisco Gregory, encargado de realizar los planos y diseños. La construcción se realizó entre 1936 y 1948, aproximadamente. Este templo presenta molduras de cemento en la fachada y enchape en granito; pisos de baldosa y cemento; y la cubierta original en teja de barro, en 2009, fue reemplazada por teja de asbesto-cemento.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Fotografías
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  • Arquitectura
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Manizales - Versalles # 37

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  • Exclusivo BibloRed
Imagen de apoyo de  r_Mujeres del alma mía

r_Mujeres del alma mía

Por: Isabel Allende | Fecha: 2020

En Mujeres del alma mía la gran autora chilena nos invita a acompañarla en este viaje personal y emocional donde repasa su vinculación con el feminismo desde la infancia hasta hoy. Recuerda a algunas mujeres imprescindibles en su vida, como sus añoradas Panchita, Paula o la agente Carmen Balcells; a escritoras relevantes como Virginia Woolf o Margaret Atwood; a jóvenes artistas que aglutinan la rebeldía de su generación o, entre otras muchas, a esas mujeres anónimas que han sufrido la violencia y que llenas de dignidad y coraje se levantan y avanzan... Ellas son las que tanto le inspiran y tanto le han acompañado a lo largo de su vida: sus mujeres del alma. Finalmente, reflexiona también sobre el movimiento #MeToo -que apoya y celebra-, sobre las recientes revueltas sociales en su país de origen y, cómo no, sobre la nueva situación que globalmente estamos viviendo con la pandemia. Todo ello sin perder esa inconfundible pasión por la vida y por insistir en que, más allá de la edad, siempre hay tiempo para el amor.
Fuente: Odilo Formatos de contenido: Audios
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  • Autores chilenos
  • Literatura chilena
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r_Mujeres del alma mía

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Aduana. Puerto de Buenaventura

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Imagen de apoyo de  Banco de la República. Foto 3

Banco de la República. Foto 3

Por: Gumersindo Cuéllar Jiménez | Fecha: 1930

Costado occidental del Edificio Pedro A. López, ubicado sobre el costado sur de la Avenida Jiménez, entre carreras 7 (Séptima) y 8 (octava). Este edificio fue diseñado por Robert M. Farrington y construido por Fred. T. & Company, por encargo del empresario Pedro A. López para la sede de su banco. En 1923, tras caer en quiebra, el banco Pedro A. López fue adquirido por el Banco de la República, que tuvo allí su sede hasta mediados del siglo XX.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Fotografías
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Parque Caycedo y Cuero. Cali. Foto 1

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Banco de Bogotá. Foto 1

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Radiographic and ultrasonographic assessment of the distal forelimb in lame horses = Aspectos radiográficos y ultrasonográficos de las regiones que causan claudicación en la porción distal de los miembros torácicos de equinos

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  • Exclusivo BibloRed
Imagen de apoyo de  Érase una vez un espacio

Érase una vez un espacio

Por: Marta Carrasco | Fecha: 2016

El señor Azul y el señor Amarillo delimitan cada uno su espacio y se miran con desconfianza. Así comienzan sus desavenencias y conflictos hasta que aparecen sus hijos quienes cambiarán el rumbo de la historia. Libro ganador del premio a la Edición 2011, Cám. Chilena del Libro y de mención en la Lista de Honor IBBY 2012.
Fuente: Make Make Formatos de contenido: Libros
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Érase una vez un espacio

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Imagen de apoyo de  La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 11

La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 11

Por: | Fecha: 20/11/1874

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. --____- -""I:t::-¡;~ ':'~ ~ ~.-.....:... s---------- - , F E R-I O D.J~ n D E DIe A D o A LA LITERATURA Serie 1. Bogotá, 20 de Noviembre de 1874. Número 1]. • Al\. DEx -1\ Nueve periódico. De las prensas de los señores Echevcrría Hermanos acaba de sa lir "El Oorreo de Co­lombia," periódico político. Que su vida sea larga y provechosa para el país, es nuestro vo­to sincero. La redaccion principal corre, segun se dice, á cargo de nuestro amigo el se.uol' doc­ ·tor Lino Ruiz. Saludo. Ha negaclo á esta capital lluestyO compatrio~ ta el distinguido literato, señor José Ignacio 'Trujillo, despues de muchos años de residen­- cia en Costa Rica, Los Redactores de " La Tar­de saludan cordialmente al señor Tl'ujillo, y ponen á su disposicion las columnas de su pe­il'iódicQ.. • :REVISTA DE LA CIUDAD, Vivo ahora en una pi eza que se baila en al t ercer !piso del Hotel Danies, en la plaza de Bolívar. Como ave encerrada en una jaula, golpeo los alambres para ver si encuentro espacio en donde nade mi alm.a an­helosa y por fortuna un ba lcon da á la plaza desde -donde, sentado á mi escritorio veo una grande extcn­cion de edificios, h elegante catedral que tengo al frente, los tl'Ístes cerros que guarecen la ciudad y un -cielo, un cielo .... ah '! nuestro c:elo azul, diáfano, profund-o limpio é insondable. Cuántas veces he que­rido romper esta leve baI'rera que me ¡;epara para vo­lar por los mundos de mis afectos, por a'llá en donde se hallan los mio, y luego vagar por el infinito; pero -es inútil, en tanto qucel espíritu esté sujeto por la ma­teria estará unido á esta vida de miserias, de decepcio­nes de desalientv profundo. Pero vamos, Fisgon, no es tí. echar al ai,re tus debilidades á lo que te bas sentado ~quí, es;Í. escribir la revista de la ciudad. Son las 'diez de la mañana y te halla al {['ente de la plaza de ]a Constitucion. Oiertamente pido pel'don por la di­gres ion y prometo no volverlo á. hac~r. Pram, pram, prampram. Un batallon de, emboca por el lado de San Agu!ltin y una banda de música se ha encargado de anlinciar su marcha desde muy léjos. Va de viaje pues el arma á discrecion, su tmje y el de los jefes lo anunci :m. Irá seguramente háeia Cúcuta á guardar la frontera con motivo de la guerra que ba. vuelto :i incendiar la República de Venezuela. Bendita sea la Providencia! Nuestro pais est.á en paz, no tememos la guerra, y aunque detras de este batallon brillan en mucbos ojos lágrimas que nf) se han podido contener; si millares de afectos como sombras impalpables siguen á los villj('rOi; si ellos mismOl no puedon ménos que lanzar - l.ma mirada retrospectiva, eso consiste en que hay I madre, parn quienes nunca se extinguilá el amor, en que hay lazos íntimos que no pueele de1>tl'uir la au- • son cm. Allí, a1 pié de la estatua se ngrupa una cabalgata. Es el jefe de las fuerzas naci~nnles que con la oücia­litlnd sale á acompanñar basta las afueras á sus com­paííe'l'os do :1rmas. Diez ómnihns y algunos 'carruajes m:ís esperan (\ que lleguen los convidados á un almuerzo en Chapi­nero. Las dama y"n llegando, los convidados se :1gru­pan en derredor. POto fin partie.'oH á pasar un dia de pIncel' en el campo. La orquesta ue la gran Catedral se expacl1\ y llena de soniu0s rtrmoniosos los mreR, y cm, i percibo cl 0101' elel incienso que se quema al pié del altar. El atrio e~üí colmado y las granues puertas del templo dan entrada á lus qUE' por devocion ó por cur'Íosidad llegan alli. Ouántns seiíol'a,~, cuántos n iños y niíía~ pululan des­llllTl, hrando con sn~ vistosos trajes! A dónde van? ~c dirigen al Capitolio, en donde continua hoy la fie:,;­ta más gl'nnde q'Ie la civilizacion puelle presentar. II.\y cert;Ímclles de lns escuelas públicns, Van otros al snlon de grados tÍ :11 colegio del señor l\Iontenegro. . L~s horas "an pn~n.ndo y el movimiento incesllnte de gentes se '\umenta cada yez más y m;l'. l\Iultitud ele senoras elegnntemente vestida, caballeros en tra­je de etiquetay UOln gran multitud decul'io¡:os ocupan la Catedr'al y el grnno¡:le y espacioso atrio. Algo e PP.­rnn todos porque se mueven, se agi tan, se ngrupan,van, , ienen y revuel,en hasta. que apan:ce una silla de manos., qne al pasar por enfrente ele la iglesia ela, ¡:alida ;í una j óven ve--tidn. de blanco. Quién es '? Qné es ].0 que hay. ,\Ta n. celebral'se un matrimonio en la Cate­d ral, hor domingo y <Í. las d oce clei dia . P or fin con­cluye la ceremonia; el inmensn concurso se derl'am~ por la piaza y calles. y la comitiv:l. se dil'ige á la ca~a en donde habrá un gTan almuerzo. Sesenta cubiertos adornarán la mesn_ Pero quiénes son los novios? Son la señorita Rosalbina Amador y el caba~INo Abraham Aparicio, qui enes se han unid l) con tan fallsto boato. El día sigue <:on la animacion hasta que al fin ll eg& la noche. Paso á oün cosa_ La Asamblea del Es tado, entre otras leyes de Fcrrocaril y leñocarríl y qué so yo qué más, c.-pidió nna qne probibe todo jnego de suerte y azar. A consecuencia de esto, pregul1tuua un suj eto que tiene adquirido un comprometimiento ~Ario, s i esa ley comprendia tambien el matrimonio. N"ada hay más aventurado decia, y ahí si que juega UllO h de toda la vida. La policía ha emprenuido una cruzntla terrible con­tra la r aza. canina. r-o ería po ible aborrar á la po­blacion el espectácu lo q ne se vé pOlo toda las ca lles con los infelices animal es, entregauo, :í. las t erribles convu oues que produce la estricnina? En dond.e quiera que baya un g rupo de niííos y gentes de,ocu­padas ahí, e seguro, acaha de caer algun perro que retuerce, e estira, que lucha para ponerse de pié -y que con los ojos azulosos y de lu trados parece pedir algun consuelo á quicnes rien quizá de verle en tan horrorosa sit.uacion. Francamente, esto no es humano. Dcspues de la última revi ta de teatro,la c0mp;¡iíl:l. ha puesto en escena. los tres dramas llamados 'El tan- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 82 LA TARDE to por ciento" "La Campana de Almudaina", y In Flol' de un dia " Antes de entrar á hablar de e tas pie­zas diré Jo que generalmente se crce, y es que BClgotá DO resiste tres repre entaciones semanales, De ahí el que las de los sábados hayan , ido e casas de concurren­cia. Otra advertencia, Toches ha habido en que dos personas hayan ido :i ocupar un mismo puesto llevando :\mbas boleta; y por último, puesto que á las galerias altas sube a hora el totilimundi, y que ya se ha permi­tido allá una cantina, seria conveniente no se pcrdie­l'a de vi ta por la policía aquel barrio latino. úte e que de allá parten Jos gritos, la carcajadas grotescas, los llantos de los mucbnchos y las observaciones de los ajumados. Hombre! y ya se me olvidaba otm co­sa: es muy desagradable el ver en la escena, cuando , se cree el e pectador trasportado á la sala ?'égia, y ca­si llora al ver á dos amantes que enteramente sólos se juran ser tan fieles corno Lola en la "Flor de un dia" alcanzar á ver la cabeza de un niño Agnpito ú otro ue e os que acaban de soltar el cordel pam ir :í ayu­dar á los tramoyistas. En toda casa los te::;tigos sun perjudiciales pero en la escena más. Entrando á juzgar del mérito de las piezas repre­sentadas, i qué juicio más oportuno y esncto podré dar á mis lecteres que el que acerca del drama "El Tanto por ciento" escribió nuestro inolvidable amigo, el señor José María Vergara y Vergara? Con placer con satisfaceion, con orgullo abro campo en mi pobre revista al juicio que la galana pluma de mi amigo es­cribió hace ya algunos años. - Tanto por oiento. Este drama que tan buena acogida ha recibido en Bogotá, en cuyo te:¡,tro se ha repetido 3U representa­cion, merece que" El :Mosaico " le destine una de sus páginas; merece mucho más: que todos los periódicos lo recomienden, y que todos Jos miembros de la dis­locada sociedad del siglo 19 nos lo aprendiéramos de memoria, En primer lugar, nos felicitamos de que este admirable drama, de los mejores dramas del si­glo, sea original español. El señor LÓPEz AYALA, su autor, de poca nombradía ayer, de nombradía univer­sal hoy, ha abierto una carrera nueva á la Iiteraturn española, aclimantando en ella la. gran e cuela france­sa, mejorada en sus tendencias; y que, bajo la dulce, y armoniosa versificacion castellana, tendrá un en­canto más. i Qué son los más grandes dramas del egregio Víctor Rugo? Sublimes cuadros de literatuI'n, en qu e la moral no queda muy bien parada, porque El Re y se d'ivie?'te, .1IlJaTia Tudo?' y todos los demas de su plu ma desgarran el alma, y pervierten su pudoroso y delicado ins tinto y ponen un abismo entre la espe­ranza y el corazon. ¿ Qué grande enseñanz!t se saca de los "Amantes de Teruel," si en este siglo ya no se usan los casamientos forzando las inclinaciones? La jmaginacion se extasía delante del os magníficos cua­dros desarrollados por Harzembusch, pero el corazon no retira de la funcion provecho ninguno. Se han e - cr to muchos dramas para el beneficio de célebres actr;­ceis: pocos, muy pocos, en beneficio del público que es un autor más digno de consideraciones y más desgra­ciado que las mimadas actrices, Entre estos pocos luce como la luna entre las estrellas el "Tanto por cien­to" cuyas tendencias son á sanar la llaga que devora las sociedades actuales, Severo como un predicador, atento sólo á su objeto, como Colon atento sólo á des­cubrir el Nuevo Mundo; y sin embargo, con una ac­cion en que lleva á remolque la imaginacion de los oyentes, y con una versificacion que encanta los oido¡;, y lleno de pensamientos elevados reducidos á una corta fmse que se puede aprender de memoria, ó mejuI' dicho, que no puede lllénos que aprenderse de memoria: tal es el Tanto pO?' ciento! Sus grandes caractéres son el especulador, en pri­mer término, odiosa figura demasiado verdadera, por desgracia! que hace negocio solamente. 1, Qué es para. Roberto la noble pasion de la noble condesa por Pa.- blo? i Qué la felicidad de cste, que es su amigo de infancia? i Qué In cOrI'upcion que inspira á la criada de la condesa y al criado de Pablo, y á don Gas , corazon honrado, y á PetI a corazon vulgar y 0- . o? i Qué la ruina de su amigo, !lU dcsesperacion pro­fllnda? i Qué la el shonra de la conoe a, cUYlI. inocen­cia consta en un papel que él guarda cuidado fllllente y que no muestra porque echaria á perder u plan de ganancias? Qué es todo eso? Lo elemento con lo cua les va á ganar un treinta por uno; las cifras mo­ral es que constituyen lo que él llama un negocto ?'Cdondo. Ya á subir de valor la . de Pablo: pa­ra quitarla, destroza dos corazones, porque i Pablo se casa con la conde a, e rico otra vez y l'e\'Índica su propiedad. Qué Ílupol'ta I Corazoncs'? Patarata! El , negoc1o es negocIO En dCJ'l't'dúr de e te caráter protagonista, que no está olnmp.nte bien ideado sino copiado del natuml, se agrupan los C~l'nctéres principales y lo ubaltcl'Dos. El primero, el de Pablo, jóven, caballero. o y enamo· rado; el segundo, el de la condesa 1 abel, buena como saben serlo las ll1ujeles buenas, en quienes la genero­~ idnd es de 01'1', como lo es de oropel en los hombres. 1. abel cleswfllCt {~ Pablo todo ~tn día, porque los nego­ciantes que la rodean le han in pirado no sólo celos, ino a co por Pablo, suponiéndulo un libertino, que ha abrazndo camareras y enamorado cnsadas de vul­gar condicion ; pero apénas sabe que Pablo es desgra­ciado y pobre, 01 vida sus celo, lo olvida todo, y no tizne sino un pensamiento: <>1 de dar á Pablo su ri­queza y su mano. Siguen don Gaspar, viejo de buena conciencia, débil ante las especiosas exigencias de su e posa, y que por debilidad calla cuando una palabra suya pudiera, alYfII' la bonra de la condesa: Petra, su esposa, mujer odiciosa é infame; la camarera de I a­bel, codiciosa tambien; Andres, que pretende dete­ner su ruina y acial' su pasion, casándose con la con­desa que es bell:t y rica; y Sabino, que tambitm bace cueDtns en los dedos, contando lo que puede ganar, ya ca ándose con la camnrcra de I . abel, ya yendo cou Roberto á la parte sobl'e los de pojo de su noble amo. Todos estt; negociantes giran.en derredor del amor de Isabel y de Pablo; y entre las rninas de e os corazones amante y nobles no buscan sino oro, como lo alquimi ta lo bu. caban entre las cenizas del ho­gar dunde habian encendido fuego para hacer su ma- ~ ligno y codiciado metn1. Todos los caractéres son pin-tados con mano maestl'a: el subl!me poéta, en lugar de soltar su imaginacion á creal' tipos, ó desfigurar tipos bistóricos, los ha tomado del natural entre la sociedad que nos rodea. La intriga, que á cada paso excita una cmocion, se desenlaza de una mnnera en que lo natural y lo romántico se disputan el premio. I abel, que acaba de hacer aparecer 5U inocencia anLe los ejos de Pablo y que ha vuelto á ganar su amor con ganal' su estimacion, ha pngado en secreto la deu­da de Pablo; y cuando él, absorto ante las dos felici­dades que se le vienen encima, la de baIlar inocente á su amada, y la de reconquistar su pmpiedao , pre­gunta á qué mano debe esos beneficios, Isabel le dice: á esta, que te entngo hom'ada; y al oir e, e grito qne le sale del fondo de sus entrañas, una lágrima _sale tambien á los ojos del oyente del lugar de doude sal ió aquella inimitable respuesta. La comedia termina en casamiento, como debe ha­cerlo toda comedia honrada. - "La Flor de un dia" del señor Camprodon es un dra­ma que no resiste juicio crítico severo. Ni el plan es correcto, ni bay cohesion en el desarrollo, ni vivo in­teres ni verosimilitud en las escenas, ni el desenlace trae aliCiente alguno. Casi puede decirse que no hay tal desenlace. Pécase por otra parte en los diálogos interminables y los monólogos sin motivo qne los justifique. Pero en cambio; qué lirismo, qué dulzura, qué novedad de imágenes; qué rima tan suave y tan cadenciosa! Puedo decir esto sin riesgo de equivocar­me: " La Flor de un dia" y "Las Espinas de una • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 83 flor", no se habrian representado segunda vez, si no se llevasen la imaginacion del espectador tras ele una :1\'monía casi celestial. Vaga C01110 el perfume enante del bosql¡e, rU11101'0Sa como la brisa en la en­ramada, juguetona como el arroyo campC' ino, blan­da C01110 la ola, trasparente como la Ilube de verano, rosada corno el celaje de la tarde 6 eomo el carmin de la aurora, eso es, y más, aquella poe in encantadora. POlo centenares podda presentar aquí mue. tras de versos admirables; versos que, justo es decido, han adquirido un gran mérito on lQs labios de los actores. La recitacion fué satisfactoria. De las petipiezas haré excepcion de una para cas­tigarla. ":Ner.esito un hombre" no merece el trabajo del reparto de papeles, del aprendizaje, y mucho mé­nos de la representacion. Adcmas ue escasa de ingé­nio es poco decente. Toda ella está reducida :í. un diá­logo en que una mnje¡' suplica á un hombre que (iba á sentar la fmse de que:allí se valen) le sirva de aman­t e no más que por tres dias. Ya e co'np renderá que el hombre no se hizo de rogar. Me dió pena de , el" á la senara de Ortiz haciendo aquel papel de costu rera que busca y suplica (t un hombre. Debo á la fineza de un amigo el siguiente artículo: LA CAMPANA DE LA ALMUDAINA. , E SPECIE DE Jl:ICIO CRlTI CO. La campana de la Almudaina es un drama de don Juan Paloa y Co11, á. quien Dios conserve 11Iuchos aITos para honra y gloria del teatro y Lien de nuestras almas. El infante don Jaime se halla. preso por órden del rey su tio, y el gobernarlor Centellas qlliere hacerle al infante la volada de matarlo. Doña Cons tanza, S il mn­dre,( no de Oentella ni de usted señor lector, sino del infante,) aparece:delante del Gobernador uplicandole que no baga tal desa fu ero. El Gobernador no da cuar­tel, porque es un h.ombre endemoniado, ap e~a r de que dou,\ Constanza lo babia cur Ido de unas heridas q\le le hicieron unos facin e1'Osos. Don Jaime va á morir, porque Centellas va :i tocar" una campana, y oh ! por­tento! una conspimcion estalla de )'epente por una ventana y la hija de Centellas es entÓ1lees la que vaá motir. Isabel se llama 13. hija y no queda duda q {le es de él, porque el retrato de la madre está colgado so­bre una. puerta.. (Aquí el autor dice que el telon de­be correrse rápidamente j. En fin, sigue el t ercer acto y con ésto acaba el drama. Creemos que nuestros lectores se habrán formado una idea completa del drama, con lo que dejamos ex­puesto, réstanos solo dar una idea del verso, para lo cual, copiamos el siguiente "y aunque os pese, porque os prive En mi ese azar, de reboso, No sé reprimir mi gozo Que siento al pensar que vive! " Es de advertir que en el drama figuran primero Ca­sador, segundo Casador y tercer Casador. He dicho. La Compañía ha continuado llamando la atencioD del públ ico por sus esfu erzos en la rep¡'eseutacion. Cada dia se nota el adelanto de los que al lado del se­ñor Ortiz, su señora y el señor Sigan'oa hacen esfuer-zos por agradar al espectador, EL FISGON. EN UN LIBRO. Para adornar las hojas de tu libro Le pides á mi lira una cancion : A ve de paso en cxtranjero suelo No tengo cantos que ofrecerte hoy. Como la planta que atrevida mano De su suelo nativo la arrancó, y á otra tierra, otro clima y otro cielo El capricho del hombre la llevó i y nunca más la primitiva sávia Vol vió á sus tallos á prestar verdor y débil, triste, pálida y marchita Ya nunca más á florecer volvió. Así yo siento léjos de mi patria M6nos vida en mi pobre coraílon, y las flor es del alma ... mis cantares .. : Se agostaron al soplo del dolor I Paris, Julio de 1866. HORTENSIA ANTOMMARCHI DE V ASQUEZ. • CARTA A UN AMIGO. Vaya, Cár los, que has sido cruel, muy cruel conmigo, al escribir la carta que se reg istra en uno de los números de "La Tarde" j esta ho­rrible decepcion me aguardaba. al declinar la carrera de mi vida. Tli me has h erido á man salva, y poniendo por mampuesto á David, me has lanzado á quema­ropa un tiro alevoso, que me ha d esgarrado el alma, porque con él se han marchitado mis ilu­siones, mi más ardiente aspiracion ha volado, y nada, nada queda ya en el horizonte de mi existencia, de esa luz viva y radiante que ilu­mina e l albor de la juvent,ud, cuando el alIlla animada por las mis dulces emociones, por la fogosidad y la alegría, por sensaciones inten· sas, se halla en la plenitud de la vida, se mue­ve, se eleva y se agita, con la fuerza con que la lava inflamada y los gafOes encendidos de un vol"au, sacuden y conmueven las gigantescas moles de granito que los encierran y aprisio­nan. Prevalido del seudónimo y de la distancia qua nos separa creiste que en la ceguedad que me atribuyes, no alcanzaría á divisar la mano qua me ha asestado tan tremendo golpe; ah! no caiste en la cuenta de que el estilo te habria da vender, y que cualquiera al leer tu carta, podia ver en ella la misma pluma, que para houor de la literatura nacional, trazó el magnifico cua­dro, titulado « Misterios del corazon " Confiesa, CárIos, que si no te ha guiado un::t torcida intencion, al ménos has pro cedido con manifiesta imprudencia al llamarme viejo, al pregonar á són de trompeta mi d ecaden te edad, y exhibirme así en plena tanle a chacos o y va­letudinario, indigno por consiguiente, de entrar triunfante al templo d el Himeneo. Inútiles han venido á ser mis r epetidos viajes á las peluquerías de Saunie;', Gilede y Ferdi­nand, estimubles sujetos, á cuya incontestable habilidad, tantos hemos podido pasar como jó· venes rosagantes, ocultando las arrugas y el plateado brillo de nuestro cabello. Ah! si estos tres maestros del divino arte de las tij eras y dol cosm6tico, llegaran::í. hablar, como tú lo has he­cho, qué trastorno socialllegaria á veríficarse; cuántas caretas eaidas al suelo, cuintas esperan­zas perdidas, y cuántos desengaños más; p ero no, ellos no lo harán, ello::3 continuarán guardando el secreto de las debilidades humanas, que allí lleva en trofeo la vanidad del hombre. Tú mismo no sabes todo el mal que me has ca.usado, yel terrible ostrasismo á que me con~ Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 84 LA TARDE uena tu in consulta Egereza; y todo esto Pl'eci­samente cn el momento más ério de mi vida, cuando pensa ba __ -sí, pensaba en abandoll'u ste ostado que ya comienza a lllal'tiz.lrllle e l alma, qu e me alarma, me abruma y desespera; porque en los celajes do la tarde á que he llega­do, veo el oca&o oscuro y pavoroso, á donde ir é á ocultarme, solo, sin un rayo do luz que ilumi­ne 1 veloz descenso de mi vicIa. y no hay r emedio, im posible es detener 01 tiempo! que inexorable é impa sible en su carre­l'a no se detiene un momento, ni pál'a sus alas de r ápido v<>lar. El tiempo qu e se complace en a grupar l a nieve sobre nuestra cabeza, que en­juta nuestras carn es quitándoles su frescura y morbidez, marchita l os colores, r oua 1 brillo á los ojos, entorpece l os sentidos, d e~t ruye la fuer­za vital, y se lleva el fuego, el vi gor, la anima­cion, todo, todo, hasta l a i noeenci ¡¡ de .n u estros primor os años. Mar insondablo donde la felici­dad esquiva y caprichosa, escapándoso ele nues­tras manos, va á s ume rgirse para n o volver á a so mar su faz e n el horiz onte ele nuestrc\ vida. R e loj d e l infinito, cuyo horario va marcando amarguras y decepciones, y que á cada momen­to nos señala un nuevo escollo, una contrarie­dad m ás qu e vencer. No, Cárlos, yo no querría ser inmortal, como lo has ll egado a juzgar; p e ro si me par ece ~lue ayer no más vine al mundo, si tengo tau fresco el re c u e rdo de m is primeros años, si aún no se ha secado el árbol á cuya sombra jugaba con l os co~pañCl'os de mi i nfanc;ia, que no puedo convencerme, se hayan aglomerado tantos años, y que la v ej ez haya v enido á sorprenderm e á n­tes de estrechar esa mag'a que se llama la For­tuna, qne sonrie y se aleja, y cuya rue da no he polido hacer parar jamas. Pero tú 10 has dicho, lo ha s pregonado, y co n tu denuncio has pronunciado u n fa llo, una sen­tencia inapelable, que las muj e r es se encarga­l'{ m de ejecutar, entregándome ::í. la desob cjo n. Si síquiera me acompañara un fuerte capital, con l o cual ningun hombre es mal recibido, ni carece de cualidades inapreciables, y á l os cua­renta es todavía jóven y hasta inteligente, la cosa vari aria d e aspecto; pero ni e l r ec urso de este infalible ta1isman mc ha quedado. Alucinado con la idea d e que mi vej ez era desconocida, iba i empreuder mi vuelo, y tú mal amigo, m e has cortado las ala ; hoy ya las ma­dres e n contrarán en mí un obj eto co n que asus­tar á. los niños; no faltará quien venga á pedir­me consejos como á hombre experimentado, no podré librarme de los cargos onerosos; e n hs bai­les á fu er de mas anciano, me tocará. poner la contradanza con aIgun v estiglo ; pues por l o que hace á las muchachas, ellas sc darán sus trall9.S por evitar mí compañia; son tan hábiles l as mu­j e r es en esto de esqu ivar e l bail:u con una pa­r eja madura, ó r epelente, que cuando se hallan as e diada s por un mal partido se les disloca ua pié ............ ó resultan comprometidas de a nte-mano con algun primo, que á guisa de calan- , chin ha ocurrido á esa lotería llamada baile , d on­de muchos juegan á fi cha vista, pero donde no á todos le es dado gritar ambo ni ganar partida. Penosa situacion por cierto, para quien son negadas l as son risa para quien toda r eunio n donde la juventud exhibe sus gracias y bello­za, se convierte en un suplicio de Tántalo; quien al fin de tanto fiasco, de tan t,) lance ridículo, comienza por fa. tidia r se de todo, por protestar contra el mundo que lo mira con desden, y con ­cl uye por retirar e doi trato social y por dudar hu ta de sí mismo. Un sér sin afectos íntimos, contrariado, descreído, inuolento, gastado y has­ta caprichoso y malgeniado, éste es amigo mi() el solteron . Quie'!.'es conocer el e sta do de su alma? Visita una de esas casas abandonadas y derruidas por el tiempo, allí donde no se enciende 01 fu ego, ni se levanta el humo en forma d e espirales sobre su techumbre, donde no hay una flor, una fuente que corra murll1urando, una mujel' que la anime con su presencia, niños que salten, jue­guon y griten, lli perro qua salga al encu e ntro del amo. Observa en el desierto el árbo l sin loza­nía., cubier to de musgo, sin bojas, sin fl ores y sin frulo, que en busca de la brisa vivificantA ex­tiende a l espacio sus ramas desprovistas de sá­via y de vera.ura, como brazos entecos, r ígidos y descarnados. Tal es s u estado de desolacion, y al cual ha podido lanza rm e tu imprudencia. Pero llO, yo no viviré solo: Hay en el mun­do un 561' que m e ama á p esa r da mi decad ente edad, que me mira con cariño y con ternura~ que me sonríe :i cada rato, cuyo corazon es mio; mujer llena de bondad y de dulzura, cuyo amor no me adandonará nun ca, y que como un ángel de conf'uelo me acompañará en todas las sitU!l.4 ciones de mi vida: Yo tengo mi madre. Tu amigo, - EL SOLTB:B.Olli'. --==><><:;>0-0= -- ELLA DUERME! "No duermas," suplicante me decia. ; " E scúcha me, despierta" ..... . Cuando haciendo cojín dA su regazo Soñándome besarla me dormia_ Más tarde ... Horror ~ en convulsivo abraz() L e oprimí el COl'azon ... Rígida y yerta : En vano la b esé; no sonreia . En vano la llamab a ; no me oia : La llamo en su sepulcro y no despierta! JORGE ISAAcs. --oo:O«o-o~- FLORES DE MUERTO. A 'í pued en llamar'e las que han quedado presentes siempre en mis sombrías l'I::mini cencia~, al hielo de mi nocbes sin sueño, y sin embargo iuextin­"" uibles en el triste desencanto de mi vida. o Es una honda mem oria, cruel y pers eg uidora, que en vano quiel'o desterra r del alma. Sombra que fi ota sus alas de vampiro sobre el tris­te vacío de mi juventud. Extinta primavera de mis soles, recuerdos de una, hermosa pe"adilla. - Era el año de 1860, frescos están en mi oorazon sus • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 68 acontecimientos, como el remedo de una incesante , ngoma. Yo era jóven alegro y bullicio o, bijo único de una familia acomodada, y con alguna educacion, recibIda en la bancas de un colegio de provincia, mi vitla sé de Iizaba como la' aren'\ de mis nativas fuente . Era una e pecie de Byron, sin su talento y in su belleza, pero i con algo de su' inmen a tempe tades. En toda la plenitud de mI Incido años, y tra los tibio arrebole de mi primera estrella, amé con e e amor qne abre su alas de inquieto colibrí sobl'e interminables mundos do la fanta ía. Idca única rccluida iempre á u primera fe. A í oñaba bnjo el poder de una evocacion divina, y sentía en mi corazon algo emejante al de'peñado Tequendama, y mi cabeza hcn"ia como la lava en in­fusíon. Oh! In. amaba tanto! oh i, .... tanto, que boy ues de 14 años .... boy de!;pues de que por mí han pasado tan duras y tcrribles pruebas, aún me pa-rece verla todavía! Era mi que mi vida, y la amaba tanto, como el antiguo caballero de la Oruz, el in eparabJe recuerdo de su patria riberas y el honor de u amada. Pero ay! la noche llegó tri te y helada sobre los limpios paisajes donde soñaba mi alma. Las olas de los acontecimientos políticos me pros­cribían do mi pais. Era preci o decirle adios! ... Con l:lo Uluerte en el almn, y CO!l la triste esperan­za dQ mi ituaeiou me encaminé á su casa. E taba ola, dulce y hermo a como siempre, no sé lo que le dije; pero su mano calenturienta y t.cmblo­rosa oprimió la mia vacilante, helada. u dorada ca­bez::. cayó sohre u pecho, y sus ojo dulcemellte in o clinados, me dijeron muelos toda la solemne tristeza de u corazon. Así lo creí, y el infinito peso de mi dolor no tuvo límites . Nos dijimos adios! último y tri te adios! que aún hoy des pues de tanto tiempo .... vibra en mis oidos, como el eco da una maldicion, corno el hirviente plo­mo sobre las olas de un lago. Ingrato! por ella me habia olvidado de mi pobre madre. Oorrí á abraznrla por la última vez I Hacia tres meses que me aturdia al agrio són de los clarines guerreros, en los campamentos del general París, cuando la carta enlutada de un amigo mio, me llevó la nueva do su tri te fallecimiento. j Pobro ma­dre mia! j cuánto debió sufrir! Santa y dnlce com­pañera de mis año, la muerte selló sus amar­guras con el último sucño. Y mis labios y mi alma no recojieron ni su última plegaria, ni su postrera ca- • • rICIa. Huérfano desde la cuna, de un padl'e am~nte y ca­riños, o , tampoco cerré u ojos, ni velé sus postreras agoma. La muerte de mi madre extendió sobre mi frente una visible sombra de profundo malestar, que casi ahogaba la locds emocione tic mi cO¡'azon, imponién­les un olemne y silencioso recojlmiento. Mi alud declinabn, y úl timaOlente tomó caractéres tan sé1'Íos que mi amigo e alarmaron profundamente. Mi razon se extraviaba. i Quién lo creyera! Mi jóven organizacion ardirn­te y vigoro a, al fin e dió por vcncida: 1 me e sin conocer á nadie, y en una sitllacion de espíl"itu ti Docida, reducido al lecbo, sin conciencia de mi propio destino, pa é mi vida sin que á mis oído llegara nil:l. más vaga noticia de mi encantndora amiga. Nunca supe sí me habia escrito siquiera dos líneas, acompañándome en el duelo de mi madre. Un poco débil, pero ya mejor de salud, de espera­do por la ince¡·tidumbl'e, y un tanto desprjado el ho-rizonte político de mi me Ivi á marchar. Dije adios á mis queridos go , lleno de pena y de agradecimiento, y cada cual al abrazarme me miraba triste y pensativo; tornando yo este sentimiento por efusion de cariño, se los ngradecl en el alma, y em­prendí mi viaje. Diez días despues piso.ba el suelo querido que me vió nacer; mi corazon latia ansioso y delirante; en e e suelo habia d ejado la infinita ventura de mis pri­meros ueños; de nuevo sentí desbordar e mis ojos cuando mi pi ada re onaron huecas y silenciosas en el fl'io y de ierto hogar de mi padre. na antigua criada de la ca a me recibió llorando, y alJondando lí. cada palabra las herida de mi cora­zon. '.l'rabajo le co. tó reconocerme. i Ouánto habia cambiatlo! ii vida habia sido un cementerio en sus do últimos anos y en él ardia una lámpara, única, so­litaria, inextinguible .... TO hacia du. horas que habia llegado cuando mi ca a se llenó de amigo que venian lí. darme la bien­venida, enlutados y cabizbajo. Despues de un rato, la com'er acion se animó Ull poco, y uno de ellos me dijo, con tOllO entre alarmante y di imulado: i La familia de .... no te ha escrito? Nada, ni ella siquie­ra, le contesté; quizá por mi locura me habrá olvida­do ..... a. í P. este mundo. Oiertamente, r eplicó mi amigo, con airo incierto y meditabundo, mil'lllldo á sus compañeros con ojo interrogadorcs y tri tes; al­guno se me acercó en este momento y poniéndome familiarmente la mano en el hombro, me dijo: si ctla te olvidó, Dios se encargó de !Su castigo .... ya duer­me el l.u'go ueño de la tum ba .... Herido Lomo por una detonacioll, mi cabeza empe­z6 á dar vueltas, y sen tia que mi corazon habia cesa­do de latir. Empezaba otra vez el delirio de la locura, mi o amigo me rotlearon, y des pues de agotar los re­cur os de la ciencia y ele la ternura, logró rehacerse mi eSl?íritu dcspues de la madrugada. Do dias de pues, recoo tado en mi lecho, como una sombra obre unas ruinas, apuraba gota :í. gota toda la inmeusa amargura del incurable mal de que me muero. Ella, perjura y vil, se habia casado, cuando yo ago­nizaba casi al duelo de mi madre y al luto de su au­senC'Ía; Pero Dios se habia encargado de mi fe bur­lada. Poco del'pues tle casad", en una noche de tempes­tad, un rayo descendió sobre su hermosa frente; que­dando así recolllpenFada su felicidad de la tiorra y el hondo desconsuelo de mi vida! Pobre do mí ! Mi cabeza jamas babia probado el vértigo de la cai· da, balanceándose sobre ese abismo que acaba á nue.­tro piés el desengaño. Mi cornzon habia muerto á la primera impresioIl del mundo; dije adios á la tumba de mi padres; be­sé reverente todo lo que les habia pertenecido en el hogar; y errante y :!in objeto me bice viajero; pel'O lo lluevos soles de otro o pai"rs y el aire de us clímas deliciosos, no le han devuelto la salud á mi espíritu enfermo. No dllé que roe he abandonado á la. dese peracion, porqu esto no es cieloto; pero i ver:1ad, que el recuenlo de esa mujer prsa como el Tolima obre mis hom bro . En vano cierro mi COloaZOll y m is ojos: ella y iempre ella, entre mi destino y yÓo Ella .... que embr6 de Itlgrimas y abrOJOS el endero do mi vida, y alTazó con el cier7.0 de su ingratitud, las primeras florrs que brotaron en mi alegres mañana o Tal es la l.Jistoria que nuestru amigo Enrique nos contaba hace algun tiompl'>, tratando de dominar sus tri ' tes impreiones. La que tra cribiruos íntegra á l1ue tro lectores sin pretensiones de ningun género. Octubre 13 de 1874. AGRIPINA MONTES DeL VALU:. • : • • A DOS AMIGOS el dia. de sus boda.s. Fundir dos almas en la misma vida. I En solo un vuelo remontarse dos! Doble mirada, en lo infinito unida, Alzal' al tl'ono en que bendice Dio~ ! Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 86 LA T A R D E j Esa es la iniciacion, dulce y sublime De que hoy partis al porvenir ideal I . Por hase, amor, que encanta y que redIme, Virtud que inmortaliza por fanal! ¡ Seguid, amigos, la envidiada vía De sombras y de espinas sin temor! j Pueda, por siempre, ser vuestra alegría. I Ouaoto hoy promete la esperanza en flor. y siga, siga vuestro amor creciente Para libraros del humano mal! El alma. embota del dolor el diente! El amor, como el alma, es inmortal! Ambalama, Octubre, 9 1874. Pr~zON RICO. • LAS HOJAS SECAS· El sol' se habia puesto: las nubes, que cruzaban he­chas girones sobre mi cabeza, i~an á am?ntonar~e unas sobre otras en el horizonte lepno. El VIento fno de las tardes de otoño arremolinaba las hojas secas á o o , mIs pIes. Yo estaha sentado al borde de un camino, por don­de siempre vuelven ménos de los que van. No sé en qué pensaba, si en efecto pensaba entón­ces eu alguna cosa. l\Ií alma temblaba á punto d~ lanzarse al espacio, como el pájaro iembla y aglt:l. li­geramente las alas ántes de levant~r el v~e!o. Hay momento en que, merced a una sene de abs­traccione , el espíritu se sustrae á cuanto le rodea, y replegándose en si mismo, analiz~ y ~omprende todos Jos misteriosos fenómenos de la VIda mterna del hom­bre lÍay otros en que se desliga de la carne, pierde su personalidad y se confunde COIl 103 elementos de la naturaleza se relaciona con su modo de ser, y tradu- , o ce su incompren5ible lenguaje. Yo me hall!lba en uno de estos últimos momentos cuando solo en medio de la escueta llanura oí hablar cerca de mí. Eran dos hojas secas las que bablaban, y éste, poco más ó ménos, su extraño diálogo: -¿ De dónde vienes, hermana? -Vengo de rodar con el torbellino, envuelta en la nube de polvo y de las hojas secas nuestras compañe­ras, á lo largo de la interminable llanur~. ¿ Y tú ? -Yo he seguido algun tiempo la corriente del r10, hasta que el vendaval me arrancó de entre el légamo y los juncos de la orilla. -y á dónde vas? -No lo sé: i lo sabe acaso el viento que me em-puja? , ., d" h b' d bar ama -i Ay. i qUien Ir,la que a lamos. e aca - rilIas y secas arrastran nonos por la tierra, .~osotras que vivimos vestidas de color y de luz meClendonos en el aire? -¿ Te acuerdas de los hermosos dias en que bro~a­mos' de aquella apacible mañana en que, roto el hm­chado boton que nos servia de cuna, nos desplega.mos al templado beso del sol, como un abanico de esme­raldas? -i Oh! i qué dulce era sentirse balanceada por la brisa á aquella. altura, bebiendo por todos los poros ~l aire y la 1 uzo . Oh! qué hermoso era ver correr el agua. del riC: que lamia las retorcidas raícés del añoso tronco que nos sustentaba, aque~ agua limpia. "5; trasparente que copiaba como un espejo el azul del C1el~, de modo que cI'eiamos vivil' suspendidas entre dos abISmos azu­les ! -j Con qué placer nos asomábamos por cima. dE; las verdes frondas para vernos retratadas en la tem­blorosa corriente 1 o -j Cómo cantábamos juntas imitando el rumor do la brisa y siguiendo el r ¡tmo de las ondas! -Los insectos brillantes revoloteaban dpsplegando sus ala de gasa á nuestro R lrededor. -y las mariposas blanc \8 y las libelulas nules, que giran por el aire en extraños círculos, se paraban un monumento en nuestros dentellados bordes :i con­tarse los secretos de ese misteri030 amor que dura un instante y les consume la vida. -Cada cual de nosotras era una nota en el con­cierto de los bosque3. ~Cada cual de nosotras era un tono en la armonía de su color. -En las noches de luna, cuando su plateada lu;¿ resbalaba sobre la cima de los montes, i te acuerdas cómo charlábamos en voz baja entre las diáfanas som­bras? -y referiamos con un blando susurro las historias de los silfos que se columpian en los hilos de oro, que cuelgan las arañas entre los árboles . -Hasta que uspendiamos nuestra mon6tona char­la para Oil' embebidas las quejas del ruiseñor, que ha­bi~ escogido nuestro tronco por escabel. -y eran tan tristes y tan suaves sus lamentos que, aunque llenas de gozo al oirle, nos amanecia llorando. -' Ob ! i qué dulces eran aquellas lágrimlls que nos prest'aba el rocío de la noche, que resplandecian con todos lo~ colores del íris á la primera luz de la au-rora ! - De>:pues vino la alegre banda de gilgueros á lle­nar de vida y de ruidos el bosque con la alborazada y confmm algarabía de sus cantos. --y una enamorada pareja eolgó junto á nosotras su redondo nido de ari~tas y de plumas. -Nm¡otras fiervíamos de abrigo á los pequeñuelos contra las molestas gútas c!e la lluvia en las tompes­tades de verano. -N osotra les sel"oíamos de dosel y los defendía­mos de los importunos rayos del sol. --Nuestra vida pasaba como un "meño de oro, del que no sospeehábamo~ que se podía despert~r. . --Una hermosa tarde en que todo parecla sonrelr á nuestro alredeuor, en que el sol poniente encendia el ocaso y arrebolaba las nubes, y de la tierra ligera­mente húmeda su levantaban efluvios de vida y per­fumes de flores, dos amantes se detuvieron á la orilla del agua y al pié del tronco que nos soste~ia. . -i Nunca se borrará ese recuerdo de mi ~~morla t Ella era jóven, easi una nii'ía: hermosa y pahda. El le decia con ternura :-i Por qué lloras 1-Perdona eate involuntario sentimiento de egoismo, le respon­dió ella enjugándose una lágrima; lloro por mí. Lloro la vida que me huye: cuando el cielo se corona de ra­yos de luz, v la tíerra se viste de ver¡]u~ y de flores, y el viento trae perfumes y can~os de paJaros y armo­nías distantes, y se ama y ~e siente un~ ~ma~a,. i!a vida es buena !-¿ Y por que no has doe VIVIr? mSlstló él e5treebándole las manos conmovldo.-Porque es imposible. Cuando eaigan secas esas hojas que m~r; muran armoniosas sobre nuestras cabezas, yo monre tambien, y el viento llevará algun día su polvo y el mio i quién sabe ~ dón.de ? . -yo lo oi Y tu lo Olste, y nos ~stremeclI~os y. ca­llamos. i Debíamos secarnos! i deblamos morir y gIrar arrastradas por los remolinos del viento! Mudas y 1 lenas de terror permanecíamos aún cuando llegó la noche. j Oh! i qué noche tan horrible! -Por la primera vez falt6 á su cit~ el enamorado ruiseñor que la encantaba con sus queJ88 • -A poco Vvlaron los pájaros, y con e~los s~s peque­ñuelos ya vestidos de plumas: y quedo el melo sólo, columpiándose lentamente y triste, como la CUDa va­cía de un niño muerto. _y huyeron las mariposas blancas y las libe]u]as azules dejando su lugar á los insectos oscurO!! que venia~ á roer nuestras fibras y á depositar en nuestros senos sus asquerosas la.rvas. • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE , 81 -j Oh! j Y cómo nos estremecíamos encogidas al helado contacto de las escarchas de la noche! -Perdimos el color y la frescura. -Perdimo la suavidad y .la, forma~, y lo que án-tes al tocarnos era como rumor de como mUl', mullo de palabras de enamorados, luégo se convirtió en á pero ruido, seco, desagradable y triste. i y al fin volamos desprendida ! -Hollada bnjo el pié del indiferente pa ajero, sin cesar arrastrada de un punto á otro entre el polvo y el fango, me he juzgado dichosa cuando podia repo ar un instante en el profundo surco de un camino. -Yo he dado vueltas sin cesar arra trada por la turbia corriente, y en mi larga peregrinacion ví. solo, enlutado y ~ombrío, contemplando con una mirada di traida las aguas que pa aban y la Iloja secas que marcaban u movimiento, á uno de lo do amantes cuyas palabras nos hicieron prc rntir la muerto. -j Ella tambien se de prendió de la vida y acaso dormirá rn una fosa reciente, obre la que yo me de­tuve un momento! -i Ay 1 Ella duerme y reposa al fin; pero nosotras ¿ cuándo acabaremos este largo .iaje l .. _j Junca ! •. Ya el viento que no dejó reposar un punto vuelve á soplar, y ya me siento estremecida para levantarme de la tierra y seguir con él. i Adios, hermana! -,. Aj'l OS ., ................................................................... .. ......................................... lO .............................. ~ .............. .. Silbó el aire que habia permanecido IIn 1Il0mento callado, y las hojas se levantaron en confuso remoli- 110, perdiéndose á lo léjos entre las tinieblas de la noche. Y yo pensé entónces algo que no puedo recordar, y que, aunque lo recordase, no en contraria palabras para decirlo. G. A. BECQUER. EL POETA Y EL VULGO. Al altanero y encumbrado pino Díjole un dia la rastrera grama: -" ¿ Porqué tan orgulloso alzas tu rama Cnando no alfombras como yo el camino? y él respondió: -yo doy al peregrino Sombra, cuando BU luz el sol derrama, y cobijo tus flores cuando brama El ronco y desatado torbellino." Así el vulgo al poeta gritó un día: _" Porqué mirais indiferente el suele, ? , ¿ Qué hacei ? Quién sois 1" y el bardo re!'pondia : -Soy más que vos, porque tal yez recelo Que Bolo de mi canto á la armonía Comprendeis que bay U11 Dios y que hay un ciclo.' EUSEBIO LILLO. (Chileno) LA VIDA DE DOS MUJERES· (CUADRO iNTIMO) Por Aldebaran. ( Continuacion.) _Quiero estar sola, uijo tia Juana interrumpién­dola con brusquedad é incorporándose y mirándola de hito en bita, añadió: -l Porqué se te figura que he de sufrir hoy más que ayer? -No só , ••• pensé ..•• -Pues no pienses nada, volvi6 á decirme durante la enferma; hasta mañana, añadió volviéndose hácia el rincon. lI. Yo tenia mi cama en el cuarto de tía Andrea di­. idido del de tia Juana por la snla. La noche estabp calmosa y 1'0 tenia sueño, a í fué que en lugar d acercarme á mi cama, me senté en una tarima que t hallaba al lado de la ventana enrejada que daba sobre el corredor. La ventana estaba abierta y levantando la vista al cielo le ví nublado, y la luna no daba sino una luz tri te y de igual. - Jo piensa acostarte 1 tia. Andrea. - o tengo sueño, con -Mucha impresion te ha hecho ]0 que vimos esta noche 1 me preguntó. ;-Talvez sí, contesté .... era el primer muerto que ve!a. -Hice mal, re el1a,lo con en llevarte á la Iglesia .. " pero no pude vencer el de verle por última vez, despues de tantos años de extraña.­miento y fingida indiferencia. _ Y ~ la miré sorprendida, y notando ella mi sorpresa anad,ó: - o sabias acaso, Pepita, que yo debia de haber sido la esposa de don R~mon ? -Nunca 10 habia oido, contesté ¿ y porqué pues no se llevó á cabo ese matrimonio? -Quiéres que te cuente lo que pasó ahora veinte años '1 -M ucbo se lo agradeceria, tia, exclamé, pues esta propuesta me fOl'prendia mu~hisimo, siendo tÍ<\ Andrea tan reservada, que rara vez hablaba de su persona. -Pero, dijo ella con embarazo y como arrepentida ya de lo ~ue habia dic1;o, pero será mejor dejarlo pa­ra otro dla •.•. te clara sueño .... -No, no, contesté, no tengo sueño y es preci o que cumpla lo que ofrece, anadí tomándole la mano, mién­tras que ella se sentaba á mi lado y envolvia mi cín­tnra con su brazo y apoyaba su cabeza sobre mi hombro. -Yo, jamas, dijo, he tenido confiall7;a en Iladie y tú s0la al hacerte mujer me lo in piras... . ' -Yo tambien, contesté, la quiero á usted más que á tia Juana, quees tan séria. -Lo sé, repuso, y por eso deseo hablar contigo de m i pasado .... -y con tia Juana no lo recuerda? --:-i o sabes que es tan rígida y poco comuni-catlva? --y con mi abuela? -~féno !. ... cuando te refi era la bictoria de mi tri te \"ida encontrnr::ís que con ella me eria imposi­ble h~blar del pasado •... En cuanto á mi hermana, ella sIempre me ba mimdo como á infel'iol' V pien a que mi entendimiento no está :i la altura del suyo .. Pero en e to es cierto que no se eq 11I YOC,I; yo no ten­go talento, ni he leido, ni he e ~ tudiad o en esos libro­te que:i elln le han gu, tado ..• , in c:mbargo si á veces es brava y me ofende, tengo de perdonarla al ver que sufre tanto y es tan enferma. l!:n ca 1\ todos la preferian por ser la ~a,):ol' y la más inteligente. Tú sabes que mI padre reclbw en us primeros años muy poca educacion, y como el único bija hombl'e tu pa­dre) que le ayudaba en sus negocio se de do muchacbo y se fué á establecer á 01 ra parte mi her­man~ l~ ofreció ayudar en sus cuentas, y en 'breve se convIrtió en su mano derecba; nose cansaba mi padre de elogiarla pOI' lo juiciosa y reservada que era desde niña. Le llevaba los libros y con ella consultaba cuán­to hacia, sirviéndole muchísimo. Ouando Juana cum­plió veinte años yo tenia trece, y era una niña aficio­nada á jugar á las muñecas y divertirme en la huerta con ob'as compañeras de mi edad; no se habin logrado que me aficionase al estudio, sufriendo ca tigos en la escuela, lo que me causaba mucha afiixioD, volviendo á casa bañada. en lágrimas, pero sin intencion de en­mendarme. Por ac¡uella. época llegó á N*** don Ra- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 88 LA TARDE mon, quien despues ¡Je haber vivido siempre en TIogo­tá, qui o venir á ra(1:ca l';;(' en sus tielTas y velar de cerca RUS interese-o Aunque teni,\ m,í.'l de 30 añ01;, Don Ramon era hombre elegante y se manife taba siempre amable con la' mujeres, aunque le tachaban de altanero y orgullo o con las gentes del pueblo. A poco de haber ll rogado aquí empecé á verle con fre­cuencia en casa, y supe que le habia llamado mucho la atencion el inculto talento de mi I¡ermana, á quien empezó á pre~tar libros, dade consejo en estu­dios, enseñad e fr:mees, acabando como era natural por prendar'e de ella. Juana no era hermosa, pel'o tenia ojo muy vivo~, dientes blanqui ímos, boca agrnciaua y sobre torIo, mucho jllicio y buena con­versacion . Don R'lmon, que deseaba tener un hogar arreglado, en breve concertó matrimonio con mi h ermana, cosa qnc llenó de orgullo y alegl"Ía á. mi­padres que creian establecerla muy bien con el hom­bre de más con'litlel"llcion de ~stas comarcas. Aunque al principio yo le tenia recelo y no me atrevia á acer­catrme al novio de Juana, él me trataba con tanto cariño y me regabba con fre0uencia dulces y manza­nas d~ las que le traian de Bogotá , que al fin fui ad­quiriendo confian:r.a y hnci éndome muy amiga. uya, y le aguantaba sin alterarme sus chanzas acerca de mis estadios y percances y afanes ell la escuela. Aunque el matrimonio con Juana e"taba entE'ra­mente arreglrlllo, no se habia fijado más fecha "ino para cuando e acabara de edificar III casa de don Ramon, qua es la que conoce", yen donde IllnriÓ. En el entretanto. ufrió Juana una enf~ rm edrtd muy gra­ve que le duró mucho meses, y ¡Je el la digeron lo médicos que jamás volvería. á recuperar su salud por completo, y efecth'amen te, desde entónces padece ataques que la postran en la cama dumnte scmanas y hasta mese;; como 11[\ vi"to. El fallo de los mé !icos con trarió sobre manera á Don Ramon, qu::: tenia por máxillla, que la cualidad más ap"eciable en una esposa era. la buena !.'alud, sin la. cual no pod ia haber, decia él, ni sombra de felicidad en el matrimonio. A la verdad, don Ramon no estaba enamorado de mi her­mana y lo que habia buscado en ella en su inteligen­cia, buen sentido y honradez de su familia, cualidades que creia I{' formaran un hogar tranquilo y una vi(la honorable. Artnclla malhadada Enfermedad produjo en él suma de,'azon é intranquilidad de espil"Ítu, yen­dose al fin para Bogotá á pasar una tempOl'ada con un hermano casado que vivia en la. ~apitnl. Aunque todos habiall notado el re friamiento de don Ramon, nadie se atrivia á decirlo y ménos que todo, mi her­mana, que no llegó á manifestar el menor disgusto ni queja. A pesar de mi poca inteligenci.l y corta. edad, nada. de esto se me habin. escapado, y un dia me con vencí de lo mucbo que sufria. la pobre Juana con la cruel indiferencia de don Ramon, porque me encon­tré un papel que ella habia e~crito, en el que se la­mentaba con sentidLimas palabras del abandono del hombre á quién ella amaba, y por quien tenia una ndmiracion sin límites. En tanto que sucedian estas cosas, se habian pa, ado los año, y yo habia. crecido haciéndome mujer, aunqne!lo utjaba de ser bastante juguetona y poco estu1iosa. Cuando cumplí quince años empezé á oir decir que era bonita, cosa que me repetía el e pejo cuando le conslutaba. _. esto lo digo, Pepita, no por pre uncion, sino porque han de­saparecido de mi fisouomÍa ajada basta las huella de una. belleza que se marcbi tó pronto, merced á la tris­te y monótona vida que he lle'!ado desde entúnces. - Tia. Andrea guardó silencio por algunos momentos é iba. á continuar bablando, cu.ando de repente entró por la ventana abierta un murciélago, el que, despue de dar dos ó tres vuelta,> volando en torno del apo­sento fué a. golpear contra la vela que babiamos pues­to sobre la mesa. Yo me puse de pié para alir á en­cenderla, pero mi tin. me detuvo dlciéndome: _ T o te vaya!', Pepi ta, prefiero 1:1, oscuridad pnra se61lirto refiriendo 10 que tengo de decirte •• dcspues iré yo mi ... ma á encenderla al aposento do Juana, quo , i mpre c!<'ja luz. y en ¡;egnida continu6 . u relaciono -Tc dcela, qucrida Pepitn, que yo era. bonita, y así era la verdacl : mucho mús blanca que mi hermana, tenia lo ~jos m¡Í" grandcs J' 111 boca pequeiia, el pelo rubio, ondeado y .. ,'..:" ."ro .), ademas tenia buen cuerpo y a¡;pecto sielT,¡l,-e ao imado y alegre. lIabia permanecido don Ramon en Bogotá mucbos me es, y el dia en que volviü ;í X*** haLia yo e tro­nado un Ü"aje de III uselina blanca y como. e usaba entóncc~, lle\'aba los brazos descubiertos y cubríame el pecho un paiiuelo blanco tambien, entre b parte supt'rior de la - tl·en:r.as habia p un rami to de jazmines estrellade s, y a. í vt'stida salí á la sala en el momento en que entraba á 1Ia don Ramon y se es­tuvo de pié :i la puerta mirándome sin hablarme; yo me sOllrojé y bajé lo. ojo. an te lo suyo.. . -Andreita, me dijo al fin alarg;índome la mano, ha crecido u, ted t..'l.nto y embellecido que casi no la co­nocí. i Y hasta bonitas mano~ y ari stocráticas tiene I añadió guard¡índo una de las mia entre las dos suyas. Yo permanecia canada y sumamente turbada y él añadió: -Ouántos años tiene usted, pues '1 -Pronto cumpliré diez y seis, contesté arrancando con dificultad mi mnno que aún tenia en las uyas y no queria altar, y bajo pretexto de avisar su llegada. :i mi madre y hcrmana, salí corrienrlo dc la sala. Sin embargo, yo no me cuide de llamarlas sino que me senté de tras de unos granados, b¡0o un emparra­do de jazmines que habia en el primer patio, y llena de o¡'gnllo con los elegios <1e don Ramon, me puso á mirarme las mano", como sino las hubL' e vi tojamns. -y , i Juana ]0 ha oido, pensaba, pues e taba en la alcoba, se disgu'tará .... i Pero no será mi ber­mano 1 ..•. Qné voz tan dulce tenia y que mirada ! .• " ! Y hasta bouitns manos y aristocráticas tiene! " decia yo en voz bnjn, repitiendo sus palabras á mcdia vo:r. .... segura mente don Ramon se acordó de las de J nana, que son negras y fla(;as ! No qui e vol,er á la sala, pero 10 estuve oyendo ha­blnr por la rendija de In puerta de mi cuarto, y desde e¡;e (jin cuidaba mUf'hi ilUo mis manos y pensaba sin ceoar en el novio de mi hermana; aunque me iba. cuando oia q\le se acercaba á la casa, y i acaso per­manecia en la ala, Juana buscaba siempre algun pre­texto para alejarme. Yo salia, pero me situaba en al­glln lugar de donr:le le pudiera ver y oir sin ser vista, notando que cuando yo 10 estaba presente conversaba con distraccion y C011 los ojos parecia bu car alguna cosa que le faltaba, manifestándose animado y satis­fecho si por ca ualidad me presentaba. .4 La pobre de mi hermana en breve descubrió lo qua pasaba en su corazon y en el mío y cada dia se mani­festaba más tri te é impaciente. Habia momentos en que fijaba en mi los ·os con indecible pena. Al fin era preciso que e ta fa situacion tuviera. término .• Un dia, estando yo en la. alcoba escuchando la con­versacion de Juana con don Ramon, que estaban so­los, oi que ella le decia con voz un tanto turbaba: -namon i no es cierto que soy una mujer muy inutil y enferma? -y no recuperará de vél"as su salud? preguntó él. -Tal,ez no. -Qué desgracia! exclamó él suspirando con desa-liento. -Lo siente u'lted por mí ? pregunt6 ella con ironía. El no contestó. -A usted no le conviene una mujer como yo, repuso ella con acento ronco por las contenidas lá- • grimas. Sin decir una palabra él se puso á dar golpecítos con su baston contra la mesa.. Oomprendí que ella se babia puesto de pié al decir: -Ramon .••• le devuelvo su palabra y su liber­tad •... No crea, añadió, que pretenda. obligarle á cumplir un compromiso hecho en otro tiempo y en otras circlll1Stanci:lS. . • • (Continullrá.) •
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 11

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