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Se encontraron 5024 resultados en recursos
Con la frase Poesía.

¿Puede cantarse un poemario, al modo de los trovadores medievales o los payadores de antaño? Se puede intentar; en este caso Simón Esain nos proporciona en el subtítulo las melodías y las formas, lamentos y contrapuntos, herencias de la tierra. Así, encontramos muy pronto una de las claves para sumergirnos en estos poemas. Sin embargo: Un poemario es la suma de lo que alienta en un trayecto literario personal, de su devenir poético y es, a veces, un bálsamo ante el dolor o un grito largamente contenido. Un poemario es algo más que lo aparente. Sobre todo, si ha sido amasado y horneado con lentitud, como éste que hoy tienen en sus manos. Un poemario puede representar mucho más que al yo poético. En especial, cuando lo que lo atraviesa es la voz del inconsciente colectivo, al decir de Jung. (Palabras preliminares de Alba Murúa)
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Baladas
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Infamélica
Cuánto hace que no me sorprendía un libro de poemas. Cuánto hace que no me dejaban pensando algunos juegos de palabras, con lo desprestigiados que están. Son los juegos de alguien que ama el lenguaje y no lo destroza como sí hacen algunos lacanianos tristes. Además, este libro me hizo reír. Y de quien nos hace reír no nos olvidamos. Ojo con la vida no vivida hecha literatura, pienso a veces. Contagia y no hay vacuna admisible. Estos poemas desbordan plena vida vivida, tienen calle, hay un exceso que se hizo arte y eso es para celebrar. ¿Para qué voy a leer un libro que no me desea?, se pregunta Barthes. Infamélica destila deseo. Griselda García
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Paisaje con figura
En lo que he soñado, camino. Soy la mendiga que camina y nada lleva bajo el brazo. El polvo del camino guarda este sueño que dura mil años, que es como decir que no tiene tiempo, ni siquiera un tiempo que mediara entre paso y paso. Ni siquiera un tiempo que impusiera estas palabras que no entran en mi sueño porque las palabras tienen peso, las sajonas, las eslavas, las españolas -y no en mi sueño. En cada paso mil años he soñado, eternidad del sueño sin palabras. Lo sin nombre es lo real.
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Habría de abrir
Del prólogo... Siempre creemos haberlo dicho todo ya sobre la condición humana. Empezamos muy temprano, en el origen, y desde el origen hemos caminado infinitas veces el camino. Pensamos habernos excedido y por ello estamos solos al tiempo que comprobamos nuestra pequeñez en el diagnóstico, olvidando sólo que otro relámpago nos hace ver que sobrevolamos y hemos hecho esfuerzos notables por merecernos la muerte, palabra de seis signos, una que en traducción traidora sólo significa que seguiré contando. Se contará en la nada y para ella no hay definición a no ser nada. Esto es, la luz nos hace oscuridad. Teódulo López Meléndez
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Para no saber
Una tarde, como todas, el miedo espera el colectivo. Tiene huella y nombre de privilegio para viajar en auto o, incluso, en avión. Aunque prefiere mezclarse con "los infiernos del azar en silencio/ la lluvia/ tu voz animal", elige bajar "toda la boca/ lengua/ moja toda" entre los esfuerzos del laburante, tiznar el vientre que "despeja su sombra/ y abierto espera", recordarles a los pies descalzos, a las cabezas mal cosidas por los tumbos del tiempo, que el saber sí ocupa lugar. Y, por supuesto, el jefe de la ocupación es el mismísimo miedo, mal camuflado esta vez en forma de amenaza: "baila sombra /(...) el hombre coge la noche". Pero, entre las ruinas de la conquista, donde un ejército de "come cuerpos" pisotea "un dedo roto/ y otro", donde rondan las moscas y se anudan los escalones, donde la marcha está hundida aunque los zapatos avancen, despunta una afirmación de la existencia. Primero, con un fuerte "no". Entonces, se agita el reloj, se desordena la monotonía del crepúsculo, sobre...
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Para no saber
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Branca
Arborescentes, las biografías del filósofo Baruj Spinoza se desperezan en múltiples direcciones. En una rama casi oculta de esta audaz expansión, me encontré con Branca Dinis, casada con Bento da Costa, en las postrimerías del siglo XVI. Eran tiempos difíciles para criar seis hijos, con las calles dominadas por el terror de la Inquisición, que ya había condenado a la hoguera a su tía materna, Guiomar, y unos cuantos años después, sentenciaría al fuego a su hija, María , y a su yerno, Álvaro. Branca era descendiente de una importante familia judía, de las primeras llegadas a Portugal y forzadas a cristianizarse. Muchos de estos "marranos" llevaron una vida bifronte: hacia afuera sostenían su máscara cristiana, y hacia adentro perseveraban en su fe judía. Así, a la tenue luz de velas nocturnas, en la clandestinidad cuidada de un amor que no se doblegaba ni al poder imperante detrás de las ventanas, ni a la potestad de los rabinos, Branca educó a sus hijos en su versión no oficial del...
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Retorno del instante
Acacia Aquella mañana íbamos con los chicos a buscar la Acacia Baileyana Rubra que trajimos a casa. Apenas parte de la copa asomaba por la ventana del auto. Fuimos, felices, a plantar el hermoso arbolito en el medio del jardín.
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Retorno del instante
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Bardicias
la bala dice que se desdice demasiado rápido que se arrepiente / dice como te acomete el hecho de no haberla disparado va y vuelve la bala ulterior
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Bardicias
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Mamífera
Las palabras -no todas, no siempre- tienen filo. Pero hay que saberlo buscar, hay que saber bruñirlas de ambas caras -sonido, sentido- con paciencia y precisión, para que sea como el de una daga, una faca o un bisturí. El filo se trabaja con paciencia y meticulosidad hasta que, cuando está a punto, brilla. Sin embargo, ese brillo dura sólo un instante, el instante mínimo que media entre su emerger de la vaina y el hundirse en la materia que busca cortar, hendir, penetrar. Brillo y oscuridad, filo y silencio. Con este ritmo bailan los poemas de Mamífera de Milagros Moreni. Poemas en los que las palabras cortan y, en el breve espacio del verso, brillan.
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Tu cuerpo es un jardín de mil instantes
"Tu cuerpo es un jardín de mil instantes" es un poema que se eleva sobre la ausencia de la amada, construyendo castillos en el aire que nunca tocarán la tierra ni la piel. En este espacio entre el sueño y la vigilia, el poeta imagina a su amada, pero una herida antigua lo despierta de su ensoñación. Aunque brevemente ilusionado, comprende que la realidad es efímera, como lo son el sueño y la vigilia. La visión de la amada renace y muere en un instante, reflejando la eterna dualidad entre el placer y el dolor.
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