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Este volumen editado en 1944 por la editorial argentina Elevación es uno de los primeros intentos por ofrecer una noción de obra completa de José Asunción Silva. Incluso apareció dos años antes de que la Biblioteca Nacional de Colombia publicara por primera vez El libro de versos, considerado el poemario más importante de Silva, por lo cual la organización de las piezas no responde a ningún criterio previo, sino a las escasas publicaciones que se hicieron de Silva en periódicos, revistas y antologías breves. En la introducción del tomo se aclara que la selección parte de una edición hecha por Baldomero Sanín Cano, amigo personal de Silva, y de los hallazgos de algunos de los primeros biógrafos y estudiosos del poeta bogotano como Alberto Miramón, que en 1937 publicó una biografía de Silva con algunos poemas inéditos; Carlos García Prada, quien en 1942 editó un volumen titulado Prosas y versos; y Germán Arciniegas, quien en 1928 sacó a la luz algunos poemas de Silva en la revista Universidad.
Como lo apunta el historiador y escritor argentino Arturo Capdevila en el prólogo, los poemas recogidos en este volumen son el compendio de una vida que estuvo desde sus primeros años marcada por una sensibilidad particular y destinada para la poesía. Si entonces los intelectuales seguían usando el neoclasicismo, con frases en latín y aferrados a las formas clásicas de composición, Silva exaltó la cultura francesa y emuló el estilo de escritores como Stéphane Mallarmé y Anatole France, rompió la hegemonía de las sílabas y el verso exacto, e instaló un humor mediado por la poesía que extendió a sus textos críticos y notas.
Este volumen refleja el estilo de Silva y funciona como un breviario de sus imágenes, sus temas y preguntas estéticas. Capdevila, incluso, llama a Silva “el esteta máximo de América”. El libro incluye no solo algunos de los poemas más célebres de Silva como “Una noche” o “Triste”, sino que también refleja la intención del poeta de sacudir los esquemas que regían la poesía de sus días y, a su vez, jugar con el tiempo, uno de sus temas centrales. Silva, recuerda Arturo Capdevilla en el prólogo a este texto, “suele volver los ojos al tiempo ido” (p. 11).
La idea del “tiempo ido” es clave para entender la poesía y también la prosa de José Asunción Silva. Capdevila escribe que Silva “(…) va al pasado. Pero no para resucitarlo. Lo viejo, lo caduco, lo que fue y está muerto, lo atrae, sí; pero él, a poco, lo abandona tan viejo, tan caduco, tan acabado y tan muerto como lo halló” (p. 11). Los poemas recopilados en este volumen permiten rastrear ese retorno sin intenciones de revivir lo inexistente. Las nueve prosas incluidas aquí tienen el mismo efecto: las revisiones que hizo Silva de Anatole France y León Tolstoi, a los que vuelve con una mirada crítica y cargada de admiración; los fragmentos de su novela De sobremesa que hablan sobre la literatura francesa; o la carta a Baldomero Sanín Cano que muestra su personalidad. “Necesito estudiar mucho y regar con toda especie de abonos violentos el jardín interior para no sentir tan intensamente el vacío de esta vida” (p. 220), escribió Silva en ese documento.
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Poesías completas y sus mejores páginas en prosa
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Tierra de promisión
Esta es la segunda edición del poemario Tierra de promisión, de José Eustasio Rivera, publicada en 1921. Ese mismo año se imprimieron también la primera y tercera edición del texto sin cambios. La cuarta edición, considerada la definitiva, se publicó en 1926, bajo el sello editorial Minerva, al mismo tiempo que el autor revisaba y ajustaba las reediciones de su novela La vorágine.
La editorial Arboleda & Valencia fue fundada en 1910 por Miguel Santiago Valencia y Abelardo Arboleda, y fue la casa editorial que antecedió a Cromos, uno de los sellos en el que se publicaron más tarde destacadas obras de la literatura colombiana como La vorágine (1924) y De sobremesa (1925), la única novela conocida del poeta bogotano José Asunción Silva. Aunque en 1918 fue comprada por los hermanos Tamayo, dueños de Cromos, Arboleda & Valencia siguió publicando libros hasta 1921, año en que apareció Tierra de promisión.
Entre la primera y la segunda edición del poemario no hay diferencias, que sí se pueden rastrear en la cuarta edición de 1926, incluyendo 43 modificaciones formales, semánticas, sintácticas y estilísticas. En esta edición, cuyo ejemplar se conserva en la Biblioteca Luis Ángel Arango, se mantiene la disposición gráfica de los poemas, se omite la fotografía del autor que acompañó la primera edición y se conserva una dedicatoria de Rivera a sus padres que se mantuvo en la tercera edición.
La aparición de Tierra de promisión y las reediciones que le sucedieron el mismo año dan cuenta de la recepción favorable que tuvo la obra por parte de críticos y lectores. Rivera ya había publicado algunos de los sonetos del poemario en revistas y periódicos, y aunque su nombre era conocido en tertulias, esferas letradas y círculos literarios, con este libro consolidó su inserción en las redes y campos de la intelectualidad bogotana (Valbuena-Briones, 1962). La obra recibió críticas positivas por su apuesta formal —sonetos que variaban entre versos alejandrinos y endecasílabos—, su unidad temática y su disposición en tres partes segmentadas por las geografías que dibuja: la selva, las cumbres y los llanos.
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Tierra de promisión
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El libro de versos
Cuando la Biblioteca Nacional de Colombia y el Ministerio de Educación de Colombia publicaron este volumen en 1946, José Asunción Silva ya era considerado uno de los principales poetas de la historia literaria del país. Esta antología reúne en un solo tomo la mayoría de los poemas que se conocían de José Asunción Silva en la década de 1940. Este tomo refleja aquello que el académico Luca Salvi (2010) llama una “geografía simbólica”: el camino que se traza entre la ansiedad por recuperar un territorio perdido —la infancia, la ternura, las personas— y la resistencia ante lo que su tiempo ofrecía.
El libro de versos fue el único libro que José Asunción Silva dejó listo para publicar. El poeta lo escribió y lo corrigió de su puño y letra, y luego, en 1895, tras el naufragio de sus manuscritos en el vapor que lo trajo desde Caracas, lo reescribió apelando a su propia memoria, como recuerda Fernando Vallejo en Almas en pena chapolas negras (1995), su biografía del poeta bogotano. Tanto el original de este libro como de De sobremesa (1925) terminaron en las manos Roberto Suárez Lacroix, primo de Silva, apenas unos momentos después de que se encontrara el cuerpo sin vida del poeta.
Aquellos manuscritos iniciales de El libro de versos fueron publicados fragmentariamente y con cambios. En 1923 la Editorial Cromos publicó un tomo con El libro de versos siguiendo la disposición de José Asunción Silva y echando mano de sus propios manuscritos. En 1945 se publicó en una edición facsimilar a cargo de la Editorial Horizontes, de Bogotá, de la que prácticamente no se conservan ejemplares: los originales y la mayor parte de la tirada se perdieron en los incendios del 9 de abril de 1948. Ambos tomos se consideran rarezas bibliográficas. En Poesías, de 1908, considerada la edición príncipe de la obra de José Asunción Silva, aparecieron varios poemas que no figuran en la edición facsimilar de El libro de versos publicada en 1945 e incluso, como lo recuerda María Mercedes Carranza, no se reproducen los manuscritos completos de ese libro.
Así pues, este tomo de poemas escritos entre 1885 y 1895 retoma ese recorrido editorial de El libro de versos y se constituye en la segunda edición de dicho libro, aparecido además cuando se conmemoraban cincuenta años de la muerte del poeta. El volumen acoge las mismas composiciones y disposiciones de la edición de Cromos y ocho piezas adicionales incluidas en el apartado “Cenizas”.
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El libro de versos
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Infancia
La Biblioteca Luis Ángel Arango de la Red de Bibliotecas del Banco de la República editó en 1965 esta cartilla poética pensada para niños y niñas que recoge los poemas que José Asunción Silva le dedicó a la infancia, para varios críticos uno de los temas medulares de su obra. En un texto sobre Silva publicado en Contra esto y aquello (1912), el novelista español Miguel de Unamuno, autor de un prólogo sobre el poeta bogotano que fue reproducido posteriormente en varias antologías, comenta que “Un ambiente de niñez, en efecto, se respira en las poesías de Silva, y las más inspiradas de ellas son a recuerdos de la infancia, o mejor dicho, es a la presencia de la infancia a lo que su inspiración deben. (…) Tal vez se cortó Silva por propia mano el hilo de la vida por no poder seguir siendo niño en ella, porque el mundo le rompía con brutalidades el sueño poético de la infancia”.
En la nota que antecede el prólogo escrito por el poeta Eduardo Carranza se lee que José Asunción Silva “escribió —a más de sus hondos poemas de amor, muerte, recuerdo y misterio— algunas encantadoras y emocionantes poesías de tema infantil”. Carranza anota en dicho prólogo que la infancia es para Silva un territorio al que siempre regresa: “El poeta está solo, solo hasta ese extremo en que la soledad se parece a la muerte. Pero hay en su vida un recodo de placidez y hacia él vuelve los ojos que un momento resplandecen de ternura. El poeta piensa en su infancia, en las mañanas luminosas de Hatogrande. La campiña era un idilio verde con sol”.
La infancia como uno de los ejes de la obra de Silva también es defendida por biógrafos como Enrique Santos Molano, que la define como una edad que el poeta “siempre recordó con ansiedad y con nostalgia”, o críticos como Juan Gustavo Borda, quien en 1997 escribió que la infancia es un escenario en el que Silva “se instala en la luz de su verdad. (...) Un escenario mucho más persuasivo que el de los sepulcros abandonados y las cristianas cruces”.
Este tomo, del que no se conocen reediciones, agrupa cinco poemas: “Infancia”, “Los maderos de San Juan”, “Crepúsculo”, “Primera comunión” y “Notas perdidas”. Algunas de estas piezas, como “Los maderos de San Juan”, están entre las más recordadas del poeta bogotano. Se trata, también, de una de las primeras antologías de José Asunción Silva pensadas para un público específico, concretamente niñas, niños y adolescentes. En años posteriores se editaron volúmenes como En el colegio (1996), una antología escolar del poeta bogotano preparada por el Concejo de Bogotá, y Aserrín, aserrán, José Asunción Silva para jóvenes (1997).
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La Matilde: leyenda histórica
Poesía del autor antioqueño Juan Cancio Tobón, en la que hace alusión a la naturaleza, al amor y a una mujer de nombre Matilde.
Al inicio del texto, Tobón dedica el escrito a su amigo Fidel Cano.
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Poesía mágica moderna
En este segundo libro de Espinoza, muestra el camino que va haciendo el poeta, es posible ver los borrones, las tachaduras en la página, el miedo, la perseverancia, la búsqueda que solo acompaña el desvelo y el amor.
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Sesenta y cuatro caballos
Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, 1923- León, 2009) se dio a conocer como poeta aunque pronto le siguió su labor narradora; y de la simbiosis de ambas formas de escritura consiguió extractar con su inteligente humor y delicada socarronería cuentos y relatos, todos ellos poéticas piezas de cuidada expresión a la altura de los grandes narradores universales de lo breve. No en vano, cada vez es más frecuente que se reclame su figura entre aquellos lectores y creadores del microrrelato, que ven en su obra uno de sus solitarios precursores. Pereira es uno de esos artistas que, distante de posturas...
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La presencia inasible de la luz
Mauricio Herrero Jiménez (Medina del Campo, 1962) es autor de varios poemarios inéditos con los que ha sido finalista en las últimas convocatorias de los premios de poesía Gil de Biedma, Gerardo Diego y San Juan de la Cruz. La presencia inasible de la luz, su primer libro de poesía, se suma a la decena de títulos dedicados al estudio y edición de documentos y códices hispanos medievales y modernos. La presencia inasible de la luz nace del encuentro casual con una joven ciega en la calle de las angustias de Valladolid a mediados de junio. La ceguera de esa mujer, que ignora que está en el principio...
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La presencia inasible de la luz
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Poemas escogidos
David Herbert Lawrence (1885-1930), pese a su corta vida, dejóuna obra extensa y polémica. En ella anticipó una serie de visiones que hoy forman parte integrante de nuestro entorno cultural, pero que en su época le valieron la incompresión y el rechazo. Su hazaña fue exponer una problemática que aún era tabú para sus contemporáneos. Tuvo el duro destino de numerosos visionarios que ponen el dedo en la llaga de su tiempo y denuncian el tabú imperante, tabúque muchas veces justifica la vida de la mayoría y que conforma su estilo de existencia. YD. H. Lawrence atacó y machacólo que en ese momento no...
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Página en construcción
Luis Bagué Quílez (Palafrugell, Girona, 1978) es doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante. Ha publicado los libros de poemas "Telón de sombras" (2002), "El rencor de la luz" (2006) y "Un jardín olvidado" (2007), por los que ha obtenido, entre otros, el premio Ojo Crítico de RNE y el premio Hiperión. En colaboración con Joaquín Juan Penalva, ha escrito el poemario cinéfilo "Babilonia, mon amour" (2005) y la plaquette "Día del espectador" (2009). Es autor del ensayo "Poesía en pie de paz" (2006), Premio internacional de Investigación Literaria Gerardo Diego. Desde 1999 codirige la revista de poesía "Ex Libris". "Página en construcción" ofrece un inventario provisional de los discursos con los que intentamos leer y contar el mundo actual.
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