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Justa defensa del P.F. José María Medina contra las imposturas falsas del P.M. Fr. Domingo Barragán, actual Provincial del Orden de Predicadores, para satisfacción del público [recurso electrónico]

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Imagen de apoyo de  La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 3

La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 3

Por: | Fecha: 22/09/1874

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. _ --____ ----;z;z;--¡: ¡;::::. <:. (' ~ ? ?-<'"?J~--:jr------- PERIODICO DEDICADO A LA LITERATURA UD Serie 1. Bogotá, 22 de Setiembre de 1874, Número 3, Al\. DE. REVISTA DE LA CIUDAD. Con que al fin desperió el Fisgon u('spu ue un sueiío de largo ticmpo : "icmpre cl mismo, cUl'io'o co­me el que má. , ob ('nador r ávido de noticias. Al­guno ha dicho, y con l'azon : C:Il:íctel' y fig ul'a hasta la Rcpultura. En e tn ,ez e hn cncontl'ado en un teatro bi en di tinto, t!1 ha dCó'pertacl0 e11 un cementerio, rodea­do por todas p~rt e;;; de losa s pulcralef' , y cubierto con las sombra. de la muertC', tenienuo al frente el ángel del extC'l'minio, inexorable en su labor de de' ­truccion, pronto á arrebatar vidas precio as, como el huracan que con, u fu erz'l asoladora de pedazo. lo :\rbole'5, de;;troza los j ardi nes lll)dndo~e en 11 em­bate flores y renue\"os, botones que apénas han reci ­bido el aliento de la "iua para eael' inan en la noche ue la. etC'rnidal1. Cuad!'o pavoro o donde si se desliza un rayo de luz es para hacer resaltar la das figuras de huérfanos y de viuda, con mil deudos mú!', á qui ene el dolor y la afliccion lle::¡an de amar'gura y cubren dp lu to el corazon, Aye!' no más e: poeta del sentim ipnto, lluest!'o :!migo Fa­llon, uC'plol':\ba In muerte de la, señora. Dulores A, de Posse, y boy In. li ta de 1a defuncione se ha au­mentado con lo nOUlures de las señora Fau tina Po­sse de A, l;;iuora Loz:mo, y con el del simpá­tico jlÍl-en Oamilo An¡;el, miembro de una distinguid familiu, y cnya muerte ha sido generlmente sentiu,\ en e ta capital. El Fisgon c1C'~perl6 en la ta!'de de la .ida, quiso reh y emprender ue nueyo su carrera in,e~ti ga dora; pero al dar 105 primer()~ pa o. le sorprC'nrlieron las sombras de la nor']¡C', y sólo al pálido refl l:jo de las e trellas ]ludo contemplar la ciudad que él habla (lc­jado al abrigo de la dicba; muua y velada por la. g, >:\ Y el crespon. Mañana lo vel' emo~ r eaparecer ante una decora­cion nuC',a y animada_ Allí y rá que nI abrigo de la benéfica som]¡ra de la paz, lns hijo de Co­lomhia t¡'abajan :i porfía por 1:\ prosperidad del pa dando impu' o á las mejol'ls materiale y llev,1l1c!0 1 a luz de la in ~ tl'll ecio n á la generaciol] que se levanta; íer.í. empeñados á los di~t.il1guiuo ciuuadano en cu­ya mano hn confi:ldo el pueblo su poder, en fomen­tar el desarrollo inrlust¡ ial con el e tablceimlCnto de vias fél'l'eas, pr01l10vÍl'I1r1o la fundacion de 13111CO' y Imeiendo cruzar todo el pais con líneas telC'gr:í­Hcao;; cercn de 00 e5c11C'las C'n e, ta sola ciudad, oonde 4,157 niños fortalecen u inteligel1ci'¡ co., la in truceion y ele, an himno') nI reacIor del uni­verso; yarios establecimiento de instl'Llceion secun­dnria, donde ,e Lacen dpi(los en el apren ­dizaje de ca ' i tuda las ieneia ; un in tituto de ar ­t :r oficios para los p()bre~, y :i pocas legua de la ciudad, y en una magnillca quinta, una. eseuC'la doncIe lo jó,enes pueden ap¡'C'nder prácticalllentC', los "ono­cimientos Imis indisl'('Jl,'a bles ele la inrlu tri:! ngl'Íeola. No tendrá que nu rlar mucho ~in queIÍ. su po. o e cn­cuentro con el edificio de Santo Domingo, refol'mado • en toda su cxten, ion, en curo patio princip:!l, mil flo­rC's ue yariarlas formas y ma tices, le di pu tan la pree­minC'ncia :i la 1'0 a y :í, la dalia, ü la, ioleta y nI cl:!l'e l fi)rmando lo las un lila, aico encan tador, dc cuyo yer­de fondo lCY:\l1tn 11 sus corola. para l'e"ibi l' la bri sa húmeda qlle \lna fuente 1C'5 en l'la, brotando el agu'\ como lige ra I1m-ia por encima de \lna cop ¡ húbil 6 in genio amC'l1te cincelada. En ]:¡ plaz'\ de la C 11'titucion poclr.i contemplal' b :!ntigua Ca. n de correo., cOIll'('rtirla hoy 11 un ed ifi cio cómodo r el egante, d C'eorado con Ulla eomia. que el lIlal g\l~to habia mant,~ nido oculta por tanto tiempo; y si dirige la yi ,ta al Capitol io, obra quo di ­rige C'I in te ligen te y mode 1,0 Olar:!, se llenani de orgullo al considel'at' que en esta capital pueda al fin t erminari;e un erlifieio de tales proporcione, cuyas primera muestra del hermo"o fri o r arquitmve y las ::olumna jónicas que forman el pórtico, ltadeil conocer d e5l1e ahora, cuánta no ser:í la elegancia y belleza de e. ta ob¡'a, la cual una vez terminarla hará honor al pai s, Haciend frente al Capitolio e levanta airo a la ca. ¡. de Gutiérrez Jie to, y luego en dife­¡' entes calles eneontnrá la ca a de Ospina, Dávila, l\Iogollon, Suárez, Fon<;eca, obms de reciente con<;­t ruccion, ) q uo sirven de adorno á la ci udad, Hallal'iÍ. adoquinada. la calle nal y In de In. Oapuchina, y en via. de serlo la de Florian ; macadamizadas las de la. arrera. y la. quc de la plaz:l. de la OOD<¡titucioll conduce á la de los i\Iártire ; á donde de seguro no llegad el FisgoD, sin habc¡"o detenido ántes á contemplar el hermo o arco escar"ano de piedra, le­vantado sobre el rio de San Francisco, por el acre­ditado ingeniero Ponco de Leon, y entónce no podrá prescindir de ir á VOl' lo" otros do quo sobre diebo rio ti ene easi concluido' el mi.~ tUo i y u ph-cer llegad al colmo, cuan de al al' por a calle de "La arTer,l," se encuontre en la plazuela macacla­mizad~\ de , an Ag u~tin, sombreada. por dos hilera d frond()~os árboles, didúida por un riach uelo á cuyos lados se construyen boy murlllla , que bnb!',ín l' dC'tener la. fuerza clestl'uctora con que la corriento baja á veces, furio'a r cargada de pi eu ra y de louo, Pero qué dil',í cuando I'i"i ite la f.ibrica. de :ieido sul­fú!' i o y 1:1 de dl\ tilacion de li co re , ob~el'\-e la refor, ma que e e. tá haciendo en el lo al de S m Franeisc y In q\l(' han alcanzarlo lo C'stahlC' imientos do B e­neficencia, parti cularmente C'l IIo pital y el IIospiei , donde un1S pocas IIermanas, ll ena, de sublime abne­gacion, )" animau[\ ' por el mác¡ noule sentimiento, rinden el culto má aceptable á Dio, qne'n:tll rlo in ­eien<; o sobre la' nra de la ~al'ida<1; cntónce;; podni C0nvcne('r~e de que Bogol<í no C' la necnípolis, dO:lllo pOI' un momento creyó baILIl':e; c¡ne, i n.quÍ como donde quiel'J hay una p1\'te de la ociedad mísera y de ,¡¡Iidn, \'ario" sugelos I espctable y :Z). Lo que es e tal' ocioso. 08 hallábamos de::;ocll pa· dos un dia, conversa ndo de mil tIifercntes cosn~ , en una tienda de baté, y no . é pOI' qué circu ns tanci a o atr:wesó el nombre de Muzo y us min as. Esto di,) márgen para '1ue uno dij que t enia mudlOs do­se03 tIe conocer aquello, para q ue otro a.- r egase q uo tIo muy buena gana i ria, el t er cero que él t enia uu aSll1lto que arreglar por allá y , por ú lt.imo. para que 61 mús desocupado (q ue era un humilue ser vidor do us t ed) dijeEe que contal'an con su compañía. El viaje quedó :uTeglado, y al terce l'O dia, despues de haber preparado ranch o, li cores, chocolate y ci­garros, 110S pusimos en marcha más contentos que e tudiantes en vacaciones. Pasamos el camell on que conuuce h ácia el !orte, y que atraviesa uno tIe los valles mlls fértil es y her­mosos que ti ene la altiplanide. Aquel vall f', tan va­lioso hoy, cubierto de dehesas, semente ras de papas, maiz, trigo y ce b ~ dn, saipi cndo de cas itas con huertas que las rodean, y ll eno de animal es que pas­t an par todas partes , forruando todo aquello un cua­dro b ermosÍt;imo y lleno de animacion. Despue de haber pasado alguna parte de camino por el cerro, empezamos el ascen o del volador <1e Fú­quene y desde allí contemplamos el lago y sus exten­sas ribereñas comarcas. Este lago, descrito ya por otros viaj e ro!', se extiende á la derecha como un grantIe es pejo que copia el ci clo, ora diáfano y bri­llante, ora l'evuelto y oscuro. De. de allí se divisan lo;; campos de Oucllnubá, parte de los de Lengllasaque y á. la márgen del lago los que corre ponden á U baté, Guachet á, Ráquira, Tinj acá, Ohiquinquirá, Simijaca, Susa y Fúquene. Puede calcularse cuán hermoso será aquel paisaje, visto desde la cumbre del cerro. Vense allá las diferentes casas de las haciendas ri­bereñas si tuadas en las faldas de las colinas; acá, laS filas de sauces que parecen nacer de entre las aguas y que se miran en ellas; en otra parte el rio serpen­teando pOI' sobre una verde alfombra para ir á per­der¡: e en el lago. Hácia el frente los o curos r oble­dales que forman las azulosas montañas de Quic:l­gota, San Onyetano y Sema, y por último, al pié del espectador los ranchos de los indios pescadores y sus sementeras que van á confuntIirse casi con las aguas que las humedecen. Si á este cuadro quiere el lector agregar el pueble de Fúquene, compuesto solo de su templo y unas pocas casu..", situado en una pec¡ueiía falda; una quo otra barca que suavemente se desliza al impulso de su remero; los ganados con urnitIos en­tre los pantanos con la cabeza alta en bus ca. de laa hierbas que las orillas crian, algunas garzas que cru_ zan el espacio con vuelo tardío; un cielo despejado y un sol brillante completará este bellísimo cuadro, Acaso no esté muy lejano el dia en que la columna de humo de la. locomotora (no locomotiva como es­cribimos varios) rodee el lago por las faldas de Sema, punto senalado hoy como trazado para que el ferro­carril riel NOI,te salga al valle de Saboyá. y ya que se habla de esperanzas, bueno es consignar aquí c¡ue el emprendedor 5eñor José M. Sara vi a Feno, dueüo hoy de todos lo pantanos de este lago 6 de su mayor parte, tiene entre ma:lOS la lucrativa empresa de dar salida á las aguas excedentes á fin de utilizar los in­mem~ os terrenos que los de bOl'des inundan é inuti­lizan, sobre todo en invierno. Ouantiosa será la suma que en aquello se gaste, pero tambien es cierto que la utilidad recompensará el esfuerzo. Llegados á la cúspide del cerro que forma el vola­do?' ,tuvimos á la izquierna el valle de Susa. y Si rni­jaca, de no mén')s belleza y alegre perspectiv3, y des- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. - LA TARDE 19 ;:ues de un su:\"e descen o pu imo nuestros caballus á galope en la llanlll·a. Quien baya pasauo alguna vez por entre la au- ~edas de imijaca no la,> olvidará jamas. Imngín e un ~nm~llon amplio, com de média )Pg'w, ele larg , per­fectamente plano y en med io de un'\ pared tupi {);L de verdura; pero qué venlura ! La que prodllc n lo. uño- 60S sauce de recto- tronco, largas melenas, murmu­llo melancólico y a pecto impático. auce- que su,;­piJ'an al deiar.-e e tremecer por la bri , y que sue:­tan U " amarillenta b ajas en f0rrna de encll rrujadcs bilos para que vayun .1 alfl,mbrul' el suelo. Imagí nense los pa tos nul.3 verdes y tiel'llos vi -tos por en tl'e 10- tronco y los 1'0 ale- que crecen á la orilla de los va­lIados; tdigase á la imaginacion al go de eso de que se Jena el alma :tl entrar en un templo solital'Ío Ó Ulla 'Arboleda umbría, pero. in más con,pañia que uuo mis­mo, y se t endd un'\ itlea de las sauceda de imijacn, que van e trecb:lndose en fuerza de In. perspecth-a á medid preci­picios con la velocidad de las piedras que le arroja­ban. El baberse enredado en lo,> bejucos de unos árboles que coronaban aquellos precipicios fué lo que le salvó la vida, pero no una pierna ue la cual ll\led6 cojo parJ. to'la su vida. Desde entónces se llama aquel punto de la peña el 8nlto de Olaya. En Simij<\c!l, despues de un refl'igerio, dejamoS nuestros cahallos y en las mula que p!lra el efecto traiamo<" emprendimos el camino del monte que con · duce al pueblo de Bucnavista á donde, despue de un largo descenso por entre p<Ír:11110 solitario y nu­LIado y luego mont.aña fangosa, llegamos al termi­nar el ciia E-te pequeño pueLlo sentado en un de,eanso de aquella escaler.\ qur' de. cicnde 'in interl'Upcion elesde la Boca delmont3 11 ¡..:ta cIrio Cantino, es como too dos los que se encuentran en situaciones emcja.ntes : sin suelo en donde edificar m.l", p bre y escaso de ecursos. Sólo la ig;les ia y unas pocas casas pajizas orman lo que e Il:lma el pueblo. AlIi empieza el límite entre la temperatura fda y la média. L,) primero arboles de plHano, los fra­gantes jazmineo; y la~ alegres anémonas anuncian que ~mpi e7.a la tiena caliente. Se me olvithb:1 un r eq\liii ito. Pido perrlon, lector benévolo, pOl' habel'lo traido durante un dia ('n com­pañí: 1 de \:lri03 viajeros in hacer la pre entacion d ~6tilo. n"y no se puede, á usanza europea, tra tal' á nadie in q\le haya sido ántes presentauo por al gnn conocido. Pero esto con i tió en que pOI' la precipi. tacion del viaje todo se olvidó y luego, como hemo Tenido tan ent.retenidos, ni en la, cuenta cai de tal formalielad. File bien, los cuatro viajeros son, un señor robusto, gordo, muy gordo á quien llaman Bl~· c1101I, otro señor hermano, idem, eadem, idem, á qui('n ll:unan del mismo modo, quizá por padecer d~1 mis mo mal. Estos dos j ó venes (in illo tempaTe) el'an y son gente sumamen te fr.mca , li;,tas para. 13 divel ion, el chiste y buen humor, y amables has. t:l donde se puede ser amable. Era tambien el otro, un jóven de imaginacion indagadora, de genio audaz é inquieto, amigo tan pronto de ai s larse á UD estu­rlio, como de emprendel' una broma y llevarla al cabo inmediat.\mente. Y el cuarto era ...• no; es un hu­milde scrvi(lor de usted. El muchacho de estribo 'y d emas servidumbre no merece presentacion; pero sí será bueno advertir á usted que el jefe de los arrie­ros era un h ombre ladino entromelid y amigo de meter su cuarto á e'padas cuando los s .:ñores esta­b!\ n conver:ando, sin que por esto dejara de ser hu­milde y servicia l. Abara sí será bueno que continuemos la marcba De,pue- de una noche tr,l11f)uila emprendimos el des· censo al dia siglliente pOI' ent;'e fang;aks profundo' ~'de s filaderos peligro> os, hasta lIeO'ar ca frente de Turtur, sitio que no deja de tener su importancia eu la hi -toria de la conqui.3b, pues fué donde pe­netrlÍ en 1540 el denodado capitan L'I Lanchero á someter á los musas y cJUmas, tribus belicosas y con­siderable.; y de las que más trabajo dieron pam su sometimiento. Figuróse Lanchero, á quien en>Íal"On á espe-dicion p rque ('11 Santafé le temian, que emprender de e'itas campañas era lo mismo que pelear en guerra n;-glllarizada, y que nada le costaba ser valiente y triunfar, comu nada le habia costado tumar á saco lÍ. Roma ú órdenes del condestable de Borbon. Y Ter­dad sea di cha, se llevó un clavo. Dícese que este sol­dado era de e tirpe clara, y que solo la fama de las rique7.as del J uevo Mundo lo hizo dejar al empera­dor Cárlos V, de cuya guardia era capi tan. Cuarenta hombres de infantería y uno pocos de cahallería formal'on el ejérr;i to que tenia que hallér­selas con millares de indios de los más aguerridos y dominadore- de los parajes más agrios y montañosos. Quien no baya viaja o por nuestras cordilleras no puede tener id ea de lo que es un camino malo. pero verdademmente malo. El viajero por lo reguiar va cün el credo en la boca temiendo á cada instante ro ­dar por un precipicio 6 quedar cuando ménos sumido ha ta el gollete entre el balTO. De pues de mil tl'abajo de los cuales habiamos sa­liuo sin gran novedad, llegamos á una palizada en donde las mulas habian de pasar haciendo maroma puc al errar una pisada, mula y gineta iban á d:ll~ quién abe á. dónde. Al llega l' allí nos miramos todos las caras como para preg;untarnos por dónde nos entena riamos mé­nos. 1\1i compañeros se apearon, tomaron 6US mulas de d tro, y empezaron á bu car alguna orilla auor­dable. Yo, que tenia coufianza en mi bestia acordán­dome de ';1n adagi,o de los al'l'ie¡'os SocolT~nos dije: á los barnale- y a las .... -Por en m3d1O no se bote! me gritó un compa­ñero, pel'o en este mom nto i prt'ruum ! hizo la mula al caer en un verda(let·o océano de burro. -:- bdre mill y señOl'a de Chiquinquil'á! gritú el arrle¡'o. Tente! tente! Aflójele la rienda, gl'it6 otl'o. Aquella batahola fué horroro-a. La mula al verso en tal itll'\cion biza U:l e -fuerzo supremo y dando un acudan violento fLlé á. dar de un salto sobre una piedl'fI, y )'0, p"rdido- ya lo') e. tribos, salí tambien per para olro lad,), q nedando sumido entre el barro ha ta el pe;;cllezo. ' (Ccn¿·inl);(uá .) J. D.\vID GUARIN. EL CENTINELA DEL POTOMAC. 1 Na la acontece en la. exten·lid .\ líuea Del Potom'\ ~. '1' ;111 solo 01 centinela Qu gu'\rd,\ fi I u limitado e'pacio De un guerrillero ocul to ell la maleza • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 20 LA TARDE Muere al tiro fatal. o es nada. i Aca o Un hombre más se cuenta en la pelen? o es jefe el que sucumbe, es un oldado Quien solitario al e tertor se entrega. II ada esta noche en la extendida línea Del POt0111::1C sucede. Alegre sueña El dormido recluta. Olara alumbra. La. luna del otoño blancas ticnda , y arden los fUE'gos del vivac. Suspiros Trémulos da la brisa cuando juega Con 1m; hojas del bo que. El campamento Oentcllantes custodian las estrellas III N ada el silencio turba, sino el lento Paso del avanzada, que á la peña Va y vuelve ele la fuente, y en ~a cuna Piensa del niño y en la madre tIerna y del monte apartado en la cabaña. Flojo el fusil mantiene y su morena Faz baña el llanto al murmurar un rezo Por sus dormidos hijos y por ella. IV Igual parece que la luna hoy brilla Que aquella noclle azul de primavera En que el callado amor brotó del labio, y un juramento murmur:lI1uo apénas Para icmpre bastó .... Rápido enjuga Oon el brazo sus lágrima", y l\prieta. Oon fuerza el rifle al corazqn, ilueriendo Así, aunque en vano, dominar sus penas. V Pas:l. la fuente y el rasgado pino Con tardo pié, y hácia la opaca selva Sigue avanzando entre la luz tranquila ¡Oyes!. " . ¿ Será el rumor que en la floresta Produce el viento? ... '1 Es rayo de la luna. Ese lampo fugaz que mi ojo ciega? ¡ Fué un tiro! i Adios ! i por siempre adios, María! La sangre escapa de las rotas venas. VI ada esta noche en la extendida línea Del p(ltomac sucede. l\1uda reina. La paz en torno que interrumpe e l rio Oon su pet'petua voz, miéntras la muerta Faz del olllado el húmedo rocío Baña en ilencío, y solo las e trellas 00ntémpla111e piado as .... Ya su guardia 'Terminó para siempre el centinela. e BATIBOR.RILLO O BATURRILLO. Nuestro cofraue el (( DiaTio de Cundinamar • ca," al darnos su galante saludo,dice que tal vez por error tipográfico apareció el vocablo batibo- 1'rillo, que no es sino corl'upcion vulgar ameri­cana de batu?"?'illo, que es la palabra castiza. Debemos coutestar que en el uso de tal vocablo hubo intencion y estudio y que por tanto el ca­jista no tuvo parte alguna en aquello. Viendo que por lo general entre nosotros se dice im­propiamente batibul'rillo,quisimos presentar una palabra bien parecida para que así se corrija con más facilidad el defecto, tanto más cuanto que los dos vocablos en disputa son sinónimos en todos los diccionarios em pezando pOlo 1 de la Academia. Tu vimos en cuenta tam bien que escritores de grando autoridad han usado así aquella voz como podriamos demostrarlo en caso de necesidad. Para concluir esta explicacion, quo nada de agradable tendrá. para los leetoros, dirémos que solo el desacreditado diccionario compuesto por una sociedad de literatos, no trae ?ATfBOnnr­LLO, acaso por aquello de que en caso~de herrero asado?' ele palo. PE D R O. (CONCLUSION). Pedro Aubel't estaba de pié en la popa de su lan­Cbll, fijos los ojos más que nunca en la ca;;itn. Evidentemente babia en todo aquello una noveln. Al momento hubiera podido descubrirla pregun­tando á cualquier vecino, á cualquiera vecin::l, y acaso pariicularmenta á la Oesarina. Pero por gt'ande que fue e la impaciencia de mi curiosid,td, me dije á mí mismo: -Aguardemos .... Nada quiero saber como no sea por el mismo Pedro! Quince días despues h::dJ¡ibame con mi patl'On á bordo de la lancha. Hacia una noche hermo bima: el ciclo estaba todo tachonado de e",trel!a::" la mal' sere­na y transparente corno un espejo. El grumete y el marinero dormían en el banco, ínterin In. brisa penni­ti ese echar las redes. Pedro, de quien ya me había hecho amigo, vino á sentarse junto á mí sobre una vela y tomó la palabra en estos térm inos .... ó á lo ménos casi en estos términos, pues tal vez no lograró conservar á su narracioll la delicada flor de su tiernn y patética sencillez: VII Desea mted saber por qué no estoy alegre... la causa es muy sencilla y acaso le hará á usted sonreir­se, pero no illlporta.-La diré Amo á María! •... acaso era excusado decirlo, pues bien lo sabe usted •... i Oómo ha nacido este amo!" en nuestra almas? ... Sin duda Dio le puso en ellas dcsde el momento en que porque )¡\ verdad es que áun éramo muy niños cLlando ya nos amábamos y nuestro amor ha aumentado con la edad .... Siempre se nos veia juntos en el mismo surco, al pié del mi IDO árbol, en el mismo rayu de luz, en la misma ola! ..•. -Primeras palabral', prime­ros juegos, primeras lágrima.>, primeras sonrioas, todo nos fué comün. Ouando habiamos e tado largo tiempo sin hablar, y uno de no (ltros hablaba de pronto, el otro decia al momento :-" Estaua eguro." 'rentado e toy de creer que tenemos un mismo entendimiento, una misma alma .... ancianos hay en el pueblo que lo han dicho muchas veces. En un mismo dia hemos hecho nuestra primera comunion, al mismo tiempo, uno junto lÍo otro: todas esta cosas unen, créame us­ted. Ouando empecé á ir ai mar, nunca salí sin quo ella roga_e por mi feliz regreso en la cruz de la playa; nunca volví sin que ella entra e en el agua hasta la cintura para abrazarme más pronto: luégo la. cogia yo á cuestas, y la llevaba hasta el arenal, donde todo era risa y algazara. Oh! í, ¡LUY felices hemos sido de niños! Dios mio, ¿ porqué pasan tan pronto esos harmosos años? Nuestra juventud tampoco fué mala sin embargo, en invierno, siempre juntos en las veladas; en prima­vera, siempre juntos en los fresales; juntos íbamos- • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 21 en verano á la ieg-a, juntos en otoño tí coger la ave­llan3. Pue y los dio de fie~ta ! Cuántas veces h bailado en corro con mozos y mozas del,.pueblo María y yo! Cuúnta vece' nos hemos vuelto 010 por los campos :~ la luz de la luna! i Qué l' promesas para el lWrv nir, qué e peranzas del paraiso, que, 1u ermoso uen- o .I .... Luégo lle"'ó la cdad de tomal' e tanda .... ni uno ni otro hubiér:lI11os pen-ado en ello, se lo a. eguro á us­ted: no nos conia prisa .... éralllo tan felice ! pero los demas en nosotros y el primero el eño!' cura. -Corriente, dijim María y yo ... pero i qué nos importa? ya no podemos querernos más. ! La co a, inombargo, ofrecia algunas dificultade . La madre de M aría era rica, y yo no, y ademas era huérfano: mi hermano mayol' Cesór o me habia creado ••.. i qué buen hermano! .... el fué quien con el señor cura fué in rodeo á tratar con la madre de J\IaI'Ía la cue tion ue ca ~ amiel1to. -Firme propó ito me 'tenia hecho de que mi hiju se babia de ca al' con uno que tuviese tanto como no otro, pero ¿ qué le berno de hacer? ... María y Pedro se quieren tanto.! .... Razon tenia la buena anciana! •... VIII Al llegar tí esta úl tima frase, un sollozo ahogó la voz de Pedro y una lágrima a omó á ~u ojos. Puro era hombre firme mi marinero! Apénas ba­bia teviJo yo tiempo para apretarle la mano, cuando ya habia recobr~do su dominio sobre í m , pro· siguiendo en e tos términos: . . .. .. . .. .. . . .. ... .. .......................................................... .. -i Con idere usted si e tariamos contentos María y yo! y mi hermano Ce áreo .. y el eñor cura .. y todo el pueblo ... porque éramos generalmcnte muy querido. Ya se \'e! es uno tan bueno cuando ama! Fué aquello una fic tao .. Luégo llegó el dio de to­marnos los dichos ... Oh! qué dia aquel! por desgra­cia fué el úl timo fel iz para nosotros. :raturalmente aquellos días yo no fuí á la mar; tambien Ce áreo qui o quedarse, pero la esarina exigió que saliese .... Alguna la han acu ado por esto, diciendo que el trabajo en días de fie ta trae des­gracias •. pero es una inJ ticia. La Ce orina era ma­dre •.•. tenia que mantener dos niiíos pequeño y era preciso ante todo traer pan á casa! El día se pasó bien inemb [\rgo: á la caida de la tarde el cielo se cubrió de nubes; todo anunciaba borrasca ... pero no pensábnmos en los que c taban en alta mar .... la felicidad no hace egoista. Bai­lando estábamos cuando de repente brilló un relám­pago •... lu.é go , \} oyó un trueno terrible .... luégo una gran gntena .. -Una barca en la costa ..•. en peligro de perdi cion •. " la barca de Ce áreo ! Ya. estaba yo en la. playa. Qué tempestad ~. . .• Jamas ...• no, jamas se ha~ hia visto otra igual! Yo hice todo, absolntarnente todo lo que un hom­bre puede haccI' en tal ca O •••• 'fres veces me arro­jé á la Ular embr!l.Veelda; á la última estuve á pique de perecer .... me sacaron quebrantado, sin sentido, ca i muerto .... Pero no., .• no •••. ah! no em yo quien debia morir •... Era Cesáreo! Cuando volví en mí, lo ví á mi larlo tendido entre las peñas, todo en angl'entado .... Apénas le alcan­zaron las fuerzas para decirme: -Pedro! sé el hermano de mi mujer, sé el padre de mis hijos! -Cesáreo, le respondí, te lo juro! y á lo ménos murió tranquilo. : IX Bien conoce u. ted que este suce o ió los preparativo de la bod:l. María y yo nos habíamos dicho al de pedirnos :­na ta 1 uégo. Al vol ver á casa, abracé tí los hijos de mi herma­no •... á mis hijos. y dí la mano á. Ce arina. Tan ligado e taba con ella, como si nos hubieran unido todos los contrato dcl mundo. A í tran curl'Ícroll sei . y lo vecinos empczaban á hablar nuevamente de mi interrumpidas boda con María. Pero no sé por qué ... sin duda por un secreto pre­entimiento .... no me atreví á desplegar sobre esto mi labio •... ni con la esarina ni con la madre de María. Ella rué quien me habló la primera. -Pedro, me dijo, has adoptado á los hijos de tu hermano? -Sí, tia Juana. -i y á su mujer tambien ? -Tambien. -i Enteramente? -Enteramente. -¿.Tu intencioll es pues no abandonarlos Dunca 1 -N unca •... Se lo he jurado á mi helmano mori-bundo. Siguió un breve ilencío, lleno de angu tia para mí. -Escucha, Pedro, repuso la anciana. E. toy muy léjos de oponerme á que de~tines ti. la "inda y á IOti huérfanos una parte del producto de tu pe ca ... tan grande como te lo aeon eje tu buen cOl'uzon ... Ya. ve::! que no es el interes lo que me mueve ... Pero conoz­co muy bicn á la C~. arina ... y dejar que mi hija va­ya. á Sl¿ casa Ó ver á la Cesarina instalarse aquí .... oh! lo que e eso, jamas! Estas últimas palabras abrian un abismo delante de m pi ••.. yo tambien conocia. á la Ce orina ... Yi) tambien comprendia que cra imposible que aqueo llas do mujer~s vivieran junta. -Tia Juana, murmuré inembargo. -No me opongo á vue tra boda, prosiguió con lenta solemnidau la vieja labradora.; te digo la con­dicioll que pongo para ella y nada más. Ya .abes que no tengo más que una palabra y una volnntad ! y es co a de todos sabida •... la tia Juana es una mujer de las que se ven pocas. -DecíJe pues de tu uerte, añadió, y de la de mi hija 1 Levanté la cabeza •... Allí estaba i\IaIÍa. mirán­dome de hito en hito. • Era p . ó cometer un peljurio Ó perderla pal'a siempre. ¡Oh! no comprendo que se pueda sobrevivir á mo­mentos como aquel. ... Los oído me zumbaban co­mo en una. fuerte calentura .... llamas rojas y azules me po aban por delante de lo ojo •. me parecia que me estaba ahogando •... mi cabeza, mi corazon, mi alma, todo e me figuraba que iba á tallar á la vez. -Pedro, repi tió la tia Juana, ¿ Quie-res vivil' solo con la CesarÍna? ¿ Quieres vivir sin ella aquí? Elige. D pues de una lucha horrible conmigo mismo, re pondí con firmeza: -Tia Juana, cumpliré lo que he jurado. X Sinem bargo, en mi delirio sentí la mano de María estrcchar mi mano y oí su voz quo murmuraba en mi oído: -Bien Pedro bien •.•• eres un hombre honrado! Durant"e un año entero me repett. estas pll l a b ras, que me han parecido la esperanza, si no la pro~esa de que Marí~ lograria con el tiempo ablandar a su madre. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 23 L A TARDE Esto me decia, sí, pero evitaba encollLrarme con Maria. En aque lla época aun éramo jóvenes ... y yo p~d(> e ia tanto I r rt\r I darme V..I.lor miraba á mis hijos, los abrazaba, cdoblalJa d o cal'mo bácia · llo s. , ... i Ay! eran á mi lado los únieJs obj e to de mi amor. .A veces sinembargo hauia. m omen ' os .•.• momen­to' en que me sen tia impulsado p o r un ciego frene í IÍ. !' e chazarios, como la causa yiva de todas mis pen:ls, c o mo el insuperable obstáculo tÍ. mi fL'licidad. i Pobres niño~ ! pronto me volvía la rallon ; pronto me anrmaba en el cumplimiento ele mi deber. lli e n sabo Dio~ que tC'ngo en mi con c iencia la segu ­ridad d e baberle cumpli rlo bi tm, r mi hermano Cesa, roo, que me mira desde el cielo, debe estar contento de mí. i No es verdad, ca~lalI('ro, no es verdad? stod me ha vi to.... oy para la Cesarina un hermano como hay pocos .... Soy para los b llérfanos un verdadero pad¡'e! Creo que los quiero doblemente p orque son los hi­jos de Ces areo, y pore¡ ue son el recuerdo iem pre aca­riciado de mi eterno dolor. Pcro "oh'amos á sus primero dias, tÍ. lo;; ¿ias que , ignicron ,í aquel en que salí huyendo oc la cabaña. de la tia Juana .. , . En la época en que Molría y yo no nos habiamos aÍln vuelto tÍ. bablar. i Cuintos meses pa aron a í? lmp me bu-biera sido decirlo C'nt6nces. , .. pues me sen tia como alelado .... como una especie de idiota. Mi pobre corazon sinernbargo empezaJ.¡a :í. calmar­se, tÍ. adormecerse con el tiempo .... Cuando llega á lllis oídos un rumor : ~Lll'ía se ya :i casar! ¡Oh! cómo conocí entónces que la amaba con tuda mi alma! Entónces la busqué; acaso ella por su parte me buscó tambien, pues es lo cierto que nos encontramos una noche cara tÍ. cara en el camino que va á TI'ou­ville. i Oh! ni aun tuve necesidad de habla¡" pues me leyó en los ojos la pregunta. que iba á hacerla y me respondió: - la verdad! Luégo añadió precipitadamente: -Pedro, soy tu novia, siempre tu noV'ia .... y has­ta que tú mi mo me digas: cásate con Santiago, per-maneceré s0ltera .... Pero mi madre me suplica ... . mi madre es muy anciana .... está muy enferma ... . Acaso es un deber en mi obedecerla., ... No pude reprimir un gri to de dese peracion. -Pedro! exclamó María anegada en llanto .... Te amo .... DO puedes dndarlo .. , . te amar é miéntr~ viva .... Pero no puedo siuembargo por tí dej:w mo· rir á mi madre! Aquel grito de amor filial, no ménos doluroso que el mio, hubiera debido caer á su.~ piés, COIl . euti!' en lo que me imploraba y gritarla yo mismo: i gna­cion y valor! Pero no .... no .•.. yo habia p erdido lacllhe· fia •••• y prorrumpí en duras reconvenciones, odio­sas amenazas y l oco arrebatos. -Mal haces, murmuró dulcemente María, mal ha, ces .... pero no puedo ofenderme porque hablas así por exceso de amor ... Pronto recou"arás la J'azou ... pronto .... ConflO en ello .... r entónces mo darás mejor respuesta .... La espe raré. y me dejó, sollozando y q nebrantado, en la orilla del camino. XI En efecto, pasados algunos dias, reflexioné. No pudiendo ca arme con ~hría, tenia yo por ven­tUI'a el derecuo de impedir u boda con otro y de condenar así, de un solo golpe, á la hija á la soledad y á la madre al sepulcl'o? Por otra pnrtc, yo ,eía que todos en derredor de mí COI o;ian mi conducta y lajuzJaban desfayorable-mente. adie se acercaba á llablarmej nadie me alar~aba la mano como án Alguno, ineOlbargo se decidieron á acon ejarme va lor y re- ignacion ; otro.':I ap e laban al s~rcal'smo, compllrándome al perro del horLclano, que ni come ni deja. comer. A vece oía yo decÍ!' á l:\s mnjere del pueblo con cierta intcnclOn, cuando pa. nba pOI' junto tÍ. ellas: -La tia Juana igue mal esta noche .. , . mucho peol' que ayer. Llegó al fin el turno dC'1 señor cura, que me xhor­tú paternalmente con )a santa autoridad de la rC')j- • glOn. Aun no me atrevia, aun no queria, aun no podia , ceder! Por último mI:: dijo la Ce arina : - T O habrás cumplido completamente)o que pro­meti ' te:í tu bermano, no serlls verdadera01cnto el padre de mis bijos, ha ta que tú mismo autorices á lIIaría tÍ. ca ar3e con otro. Aquella palabra me decidieron .... aquellas pa­labras sonrieron á mi dolor .... Hay momentos así en la vida en que parece que uno se recrea en hacer sangrar su pobre corallon ya en angrentado .. en que, á fuerza de babel' sllfl'ido, acoge uno con loca alegría. todo lo que puede hacerle ufnr má . En el acto resolví devolver á Mu.ría su libertad. Pero ¿ cómo hacerla saber mi resolneion 1-Verla, hablarla, era un sacrificio superÍvr á mis fuerzas ...• -La escribiré! dije para mí. XII Con esta intencion compré un cuadernillo de papel de cartas, me encerré con llave en mi cuarto y PUS& manos tÍ. la obra. Aunque apénas sabia escribir,~eran tantas las ideas que lJUllian co nfu amente en mi cabeza, qlle mi mano­cubrió en un momento de gruesos cal'até¡'es las cua­tro carillas. -Bien, bien, dije entre mí, no es tan difícil como , yo crela. Pero cuando leí lo que babia escrito, advertí estu­pefacto que no era aquello lo que yo hubíera querido, lo que yo hubiera debido escribir, ni por asomo. y volví á empezar. Otras cuatro p:íginas escribí .... pero que tampo­co eran la expreslOll de mi pensamiento, de mi deber. -Borremos 10 que sobra, me dije, y veremos lo que queda. En aquel la f'egunda lectura, despuef. de releer ca­da frase, me paraba un momento y la tachaba. y en suma, tanto tacbé .... tanto .... que de las cuatrC' carillas no quedaron más que estas tres pa­labrn~ : " Cásate con Santiago." . Ay! i' Y qué más podía decirle 'l XIII Transcribí, pues~ este supremo adíos en un tercer pliego de papel. i Cuánto tiempo emplee en doblarle, en cerrarle!. • Luégo con mi carta en la mano, eché á andar. Ya e taba e:cdta, pero aún no estaba. entregada .. _ Esto era 10 más terrible! ¿ Con quién en .... iársela 1 Cabalmente pasó en esto nn grumete. -He! grumeii 110! toma esos dos cuartos y vé á llevar esa carta. á la bija. ele la tia JURna. Rápiuo como una centella, el muchacbo cogió lo~ dos cunrtos con una mano y quiso con la otra coger la carta. Yo titubee en dá!' ela .... se me resistia romper de una vel con toda mi- esperanzas de feli­cidad .... Al cabo se la llevó y yo me quedé 'mis muer·to que vivo, viéndole encaminarse á casa. de la tia Juana, .• Entró en ella, Ya no ha hia remed io ! Vol ví la cara á otro lado y ecbé á correr fuera do • • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 23 mí con direccion al campo, murmurando con voz aho­gada por lo sollozos: - ;~ tieno mi carta .. . . ahora la estará abri endo ... . ya la. lt!e .... ya ll ama á. 1 tia Juana .•.. y luégo ... . y luégo ...• y luégo, hasta el amanecer, andando sin cesar para aturdirme ciego, calenturiento, loco, me iba repitien­do á mí m mo aquellas tres palabra., que por todas partes veía circular en las tinieblas: " Cásate con Santiago! cásate con antiago!" XIV . Líeg6 en fin el dia de los de po!'.orios. Ya desde la vi pera me habia yo echado al mar en mi barca, y toda la noche habm andado enando á la "Ventura. ~ Pero nI caer la tarde, hubo en Ins olas una especie de empeño cruel de arrojarme por fuerza á la costa de Villerville .... y pronto divisé las luminarias di pues­tas con ocas ion de la boda. Muchas veces he oído bablar de los horribles su­plicios que se usaban antiguamente .... del tormen­to) del potro, de la I·uerla .... de los infel ices á q uie­nes arrancaban la lengua y las uITas, á quien tl'itu­raban los lluesos ó los de ollaban, ó los quemaban vi­, QS, pero juro á usted que todos aquellos nlártires pa­decieron ménos de lo que padt!cí yo aquella noche .... En fin, no pude más .... eche el ancla y salté E'n tierra .... y me fuí desl izando con furti vos pasos por detras de las tapias ha ta. el prado en que se e tab::u celebl'ando las bodas con baile y cánticos .... Pobre Mal'Ía ! La habian obligado á entrar en el corro y á bailar y cantal' como las demas ...• En esto un marinero que acabab,~ de encender la pipa, tiró junto á mí el papel conque la habia. encendido y su llamo. ilurnll1ó mi rostro .... :Marín me vió, y lanzn.ndo uu grito ca­yó s que debieran cubrir mis huesos. j EnHaquezro vi s iblemente! Hoy reza el almanaque San ~fanueJ. Mish l\1anuela Z. debe t"ner ambigú. Ya por 10 qu e hace á hoy n o será. aire lo qu e únicamente entre I'n mi estómago. Algo m,is sucull'nto se confecciona á e t os horas e n la cocina de mí protagonista de boyo 2 DE ENERo-Ayer fué un magnífi co día. Como me lo prometí, el ambi o- ú de l\Iisia Manuela fué C'splénditlo. o Cuc~í a l¡!o y t1'aje tr:mbicn al go para ca a. De, de qne l eí la fábula ele la cigarra r la bormiga, tengo la costumbre de traer cualquier cosa para el granero. j Qué se ha de 1lacer! La lectura de lo buenos Ji­brC' !' edifica un t anto ! Para boy t engo víveres; pero mañana'? ... Pa· ciencia y barajar. 3 DE ENr::Ro-Santa Erígida! las di r z de la noche y sin dar siquiera un mordizco! Ko hay duda, se me yan n tomar los dicate ! IJ oy me a ce rqué á Juancbo y l e pedí \111 pequeño auxilio :í mi sítu'lcion; pero i cosa e~traiia! me dijo que estaba ordo! Ya 8e ye; le be hablarlo tnnto nI oído •... El p o bre ! .... es preei o conre ar, sinembargo quo hasta ah ora había "ido un buen ami g0 ! Di ce el refran que al caballo yal amigo no hay que apl\rarl os . Este está c:msado, no cnbe dudn .... Se le quitará la silla, y dentro d e p oco e. tará de montar. D lA 4-1\1n1 principio de semnna tienen los que ah o rcan en 1 únes. H oy ha desertado Miguel. Si la b.lja continúa en la li s ta de mi s protector¡·1', prunto hnbrá que r ecu rri!' a m e dirlas I'xtl'emas. En fin ve-remos. Dios da de comer al pajarillo. .. . ' DIA 5-Ayuno y abstinencia completa, basta de cigarro;;. Fíat 'volllntas tua. DrA 6-Eien hice en niri g irme hoy á la Tesore ría. Le paga r on su lista á Pedro y me ha pre tado un par de fuertes . Algo es al go. En cuanto á este, aun no está cansado; yeso que ('s ín¡;álido ! T e de1Vfn la1¿cZc¿7nUS . DIA 8-Dos dias que 110 escribo unn letra en este diario, e-p~jo fiel donde quedan impresos mis pesares y mis ilusiones. A illstancia~ ?'epelidas ue Diego, que se ha casado pocos dias ha, he ido á pa al' cste tiempo con los no­yi os en el campo . Qu é d e licia! Si la vida fuera toda así, aunque vi­nieran años! Pero todo tiene su término. . Ayer, paseando en coche, se me ocurri6 que de las vldas arra tradas era aquella la mejor; si n saber que esa vida alTastl'ad:t sobre rueda no debia dUI'ar para mí sino momentos, y que muy luego debia tener que arra trarme para dormir. Ayer sé han ll evado mi cama! El cantinero de la esquina se ha becho pago con ella de uná pequeña suma que debia yo en su el>tablecímiento 1 i Ay ! Los a nigo ' son cau a de esta catástrofe que me obliga á dormir C011 la or~ja en el suelo como un geólo¡;o que oye ruidos subterránE'os. i Los amigos arruinan! Pero no, qué necio soy! No; los amigos son nues­tra providencia! Du O-IIubo un santo que durmió toda su vida sobre una vieja tarima . i Qué virtud! Yo declaro que sin ser viejo el suelo de mi cuarto no e t oy dispuesto á seguir durmiendo ni á lo sant¿ ni á lo geólogo. Medidas extremas .... medidas extremas ...• Da lO-Vigilia y abstinencia. ,Eclipse total de alimentos, visible para mi en Ca ¡'acaso DE U-Hoy he tomado la r evanch a. Se graduó el doctor N. y me he dado por convida­do al banquete; y únicamente al banquete pues que la ceremonia del grado me pflrece monóton~. He comido algo, ó mejor dicho, he de'\"orado mucho. :El hamhre estaba en relacion COD el deseo de hon-rar la mesa. Rppítese la f,ibula de la llOrmiga. Para mañana hay pro , isi olles . DrA J2 ·Nocbe de circo y in un centavo. ITa ll egado el general X** Le abordaré, y estoy seguro de la E'ntrada. Es muy generoso y cabnllero; y soLre todo ...• no lo be ocupado nunca ...• Atlons ! ( Concluirá.) • •
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 3

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José M. Obando Supremo Director de las Provincias del Sur [recurso electrónico]

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Imagen de apoyo de  El catolicismo i la libertad de la iglesia, defendidos ante el Congreso de 1853. [recurso electrónico]

El catolicismo i la libertad de la iglesia, defendidos ante el Congreso de 1853. [recurso electrónico]

Por: I.R.I.S. | Fecha: 23/01/1875

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • --____ --z:¡;-.~ S ">Z.? 9?:::?r~~:S;---·----- - PERIODIOO DEDIOADO A LA LITERATURA Sede II. Bogotá, 23 de Enero de 1875. Número 20. , - • T AJt DE. ='================~-==== EL DOCTOR SAHGEE. (Coutinuacion. ) EL PRESO, Si pOl' un lado era Santafé en a.quellos tiempos un sepulcl'o pacífico, en que nada -chIstaba, pUl' otro era wal,ro de riña y desafueros con. tantes, r\ veutureros sin Dios ni ley llegaban constll.utcmente al nevo Reino. r.A lucha con l o~ indius oran constantes y estaban vivos lo l'ccllC'l'dQ glorio o de los conquis­tadol'e" l que con tll.nto ,alol' y tan prorligi osadía baLian conquL,tatlu p:\llllo á pal~\) ~l t(,IH'n~ por entre las flechas y macanas de los Il1dlgen:t:', f.cJ,l1ldo en la' '11. un rastro imperecedero. Las mujeres, sobre todo de ol'ilrell e"pañol, eran muy escasas y los e paí'ioles se las di5pllt:\han á !.J¡·uzo partido. Como los Cl'u:w.uos, decian: mi Diu. , mi re)' y mi (lalll'l: Ln. vida le,; importa.ba poco y lajug'lban como hubleml1 podido jugar una onza de 010.. . , . Elltre e,;ta- españolas hahl;\ una Juven naCIda en Anda Ineia .r hlanco de las aspi raciones de todos. Vivia elt la calle l'cal t e las Niéve5 y cunnclo, al caer la tarde se abrian RUS bastillorcs de lllu,;clina, los bucno~ pi avenlcR santaferl'ño" al "l"el' ¡;US tljos ne¡?'os y brill:JI1tes, no echaban mé~l.os el sol quc se extlJ1- guia. y al ,el' sus 1'0 adas. mC.)lllas y su boca que era un verdaderu coral, halJnan Jug¡tclo por ella no una vida. ino dos. Ella se mo"traba desdeno a corno UJt:\ l'eina y afortunado aq uel en quien fijll.ba sus ojes ó á quien contestaba un i'uluuo. . ?iuchos eran los pretendlcnte., pero los mas favo' recidos parecian ser un e pafi,,1 cmplca(lo ell el c"tanco de agual'dientes lIama(lo don ~J'~n.ci 'ca P.>:checo y 'JI1 criollo alti 'o y bi7.al'l'o, de vellltlCIl1CO anus de edad, de pecho levantado y retorciuo bigote. March' ba é:i te con la cabeza erguida como quien no teme desdenes y está seguro de su conquista, El otro." solapado y picaz iba pOI' debajo ele c.\IC1:da ~on ple- de p.l()n~o, como el gato que va sobrC' vldnos Slll tocarlos :SIquie­ra. en bu ca de su pre~a. En uno y otro la pa ion habia hecho agos; que el amor como el vino apagan la vista dcl al ma y al más sensato privan de cordura. Ya en diversos en­cueutlos se habian dado mutuas pruebas de mala voluntad , ora miJ'ándo e de reojo, ora esquivándo. e e.l saludo con el primee pretexto que baIlaban, ora qUi­tándose el lado y mir,\udo e con aire provocati va. Bajaba una noclle García, que así se Il~J11aba el criollo, guiado tal vez de su amoroso pen a~1~ento ROl' la calle que habitaba su clama, cuando ayo a lo leja los sones argentinos de nna. vihuela toca~a con un­cion y ternura. Paró e el crIOllo y creyo e cuchar estos versos al pié de la. ventana que plateaba un rayo de luna.: J unto á tu reja sombría Mi amarga amorosa. pena ..•• • lIeo-al' á la "entana divisó á un hombre y oyó cIara- me>=n> te los uos versos d e su amorosa canC1. 0n : Lanza por ti el alma mía, Magdalena. EI.déjo amoroso y tiel'Do con que sonó en los aires el nombre do u amada Andaluza en medio de la noclle melancólica, le llegó al corazon, y acercándose, gri tú con tono bru::co : -Qnién soi ? Qué hacc:is ahí? -Lo mismo iba á preguntaros. -8abeis que esos dominios me pertenecen. -Oon justicia los di-puto. -El ladran que roba la honra es más vil quo el que l'obtl el uinero. -RC'portaos, criollo. Magdalena será mi esposa. -Vi\'e Dios que no lo consentiré; aunque para ello haya. de denunciaros como ladran de las Oajas Rcales. No bien hubo uido estas palabras el añal cuando irritado y ,oberLio como un leon, so lanzó sobre el criollo y alz'l11do on alto el instrumento en qL10 can­tara su nmor, lo dcscargó sobre su cabeza volviéndolo mil astillas. GaI'CH\ cr:\ ágil y úntcs de poded o pensar se habia de. prblulido de la cintura un cuchillo toledano que sumergió IJO.sta el cabo en cl cuerpo de Paclleco. L:IJ1:~ó éste un grito y cayó de espaldas del'l'amando un rio de sangre. No era tod:tvía muy tarde y á los gritos fueron sa~ lienclo los vecinos y rodeando al moribundo, quc de­nunció el nombre de su asesino, se estiró violenta­mente, dió un suspiro, abrió la boca y lanzó el nlma. No bay para qué decir que cn poco momentos lle­garon uo., mugricnto alguaciles y se apoderal'on del desgraciado G:ll'cía, atónito tod.\ vía con la desgl'acia. que acababa de pasarle, En aq uúllos tielllpoa la j llsticia no demoraba mucho )' enviar un Ilombl'e al palo era tan fácil y hacedero como lo e hoy enviarle á baños de Ubaqne 6 de 'l'ocaima. Así fué que la Audicncia despacbó en pocos dias el expediente y el de Sande tuvo una víctima más en quien saciar us instintoll de justicia como él decia, La horca que e~taha levantada en la plaza, (hoy ele la Oonstitucion 6 de Bolíval') no podia estal' privada de alimento por mucho tiempo. Sin embargo el reo no debia ser ajusticiuclo tan pronto, como ahora. lo ordenaba el de Sande. La cárcel públic:¡ se levan taba en el mismo sitio donde boy se alzan las sobcrhias columnas del Oapi­talio y no se llccesit.t te1l0r cuarcnta. años de edael para babel' visto aquel sucio, ruinoso y miserable edi. ficio que se alzaba junto al baluarte sombrío de la. Audiencia. Las ventana tenian rejas de lúerro como en los conventos y ele sus hal'l'ote" pondian algunas mochilas de fIque blanco y 1'0. ado en curo trabnjo pasaban algunas bora los pl'e o y que les compraban los comerciantes para guarual' sus realcs do cruz y sus onzas ele 01'0. Oontinuó anclando, presa. de amarga zozobra, y La tarde en que principió esta relaeion habia dado paso á una. noche oscura. Sel'Ían las Riete. Los presos, pertenecientes en su mayor parte á la últim:l. clase, estaban en el estrecho lJatio, can-al taudo unos bambucos, y otros contando sus aven. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 154 LA TARDE turas más verdes de )0 que eria necesario. García se hallaba en un calabozo que le servía de capilla. De repente se corrió el c e rrojo y apareció un sacerdote á quien el preso, por sn c o:> tumbre de cstar en la oscu­ridad, di - tinguió perfect amante. Era un hombre como de cincuenta años de edad, bajo de cuerpo y de re pe­table abdómen. Su cara redonda y tostada por el sol estaba t:111 lisa y ra a COlDO su cráneo que parecia de marfil. Llevaba un ve - tido de lilaila que en otro tiem­po habría sido negro, pero que á la sazon los pintores hubieran di putado sobre si era verde ó amarillo. :gl manteo lo llevaba atado al cuello, con COrdOIle5 de seda que remaiaban en borlas y borlas llevaba tam­bien en el sombrero de teja, que parecia una goleta de guerra. Su cara revelaba un hombre manso y hu­milde; pero sus modales más sueltos de lo com'e­niente indicaban á las claras el roce que habia tenido con los couquistadores y aventureros de toda e pecie. Esto sacerdote era el padre \" alverde, á quien el Pre­sidente llamaba el monigote y :i quien llamariamos nosotros el docto?'. Avezado, como estaba á confesar á los reos y á acom­pañar á los ajusticiados al patíbulo, y conocedor de aquellos calaboz<1s en que yacian las víctimas del Pre· sidente y tam bi en de la justicia, descubrió fácilmente al jóven "reí . . El calabozo, frío y escueto, estaba casi en complcta oscuridad: un cabo de vela de cebo negro pegado en la pared sin más candelero que el cebo negro que chorreaba y lo adheria á la pared de­n'amando en el cuarto una siniestra claridad. El único adorno era una cruz de palo colgada cerca de la luz; el único mueble una ba?'bacoa ó sea una camilla de varas delgadas y sin labrar atadas con cordeles de cabuya. Al sentir el ruido de la puerta se incorporó García vestido con un calzon de paño burdo y una camisa de bayeta colorada. Tenia la barba larga, crecido el en­sortijado cabello, lánguidos los ojos, de::naerado y pá­lido el semblante. -Hij o mio, dijo Yalverde. -Ah! sois vo>" padre Val verde ! -Sí hijo mio, vengo á veros. -Acercaos. Siemp¡'e venis á ti'aermc un consuelo, Vos y el carcelero son los únicos que se acuerdan de mi. Acercóse el padre Valverde yel preso le hizo sen­tar al borde de la barbacoa. El sacerdote le puso una mano sobre el hombro y mirándolo compasivo le pre­guntó : -Cómo va ese espíritu? -Ya lo 'Veis, padre, Hace tanto tiempo que estoy encerrado! Haber dado la muerte y e peral' el casti­gu, es cosa tri te. -Pero es preciso resignarse y ser hombre. -Me ha dicho el carcelero que mañana llegará el Vi itador. o creis que deba tener e~peranza ? -L0s juicios de Dios son inescru tables é inexorable la justici:l humana. -Dios mio. Entónces debo morir? - Estad preparado á todo: la vida es corta y trist~. -Sin embargo, por triste que sea, quién no la amará? - U n cristiano sabe que la verdadera vida está más allá de la tumba. Una vida manchada, un presidio afrentoso y largo no son preferibles :í. la muerte. - -Hablad, hablad, padre. Si no hay remedio de­cídmelo. - No sabeis, no sabeis que es más fácil volver atl'Us . un rio que eambiar la voluntad del de Sande. -y COlindo debo morir? -Mañana. -Mañana! ... gritó el preso fue¡'a de sí. Una sacudida convulsiva y violenta estremeció la barbacoa. El preso cayó sobre la almohada y perma­neció en silencio, miéntras que el ministro de la. igle­sia le mi¡'aba eniernecido y ca i con las lágrimas en los ojos. Despues de algunos minutos, le dijo: -Ya no os queda. más que pensaren vuestra alma. 7 • Olvidaos de este mundo engañoso y alzad los ojos :i Dios. El preso 110 contestaba. El temor ombrío du la muerte 10 cnvol\'ia como el mal' enyuelvc al Illiuf!'agv que no halla ya. una tabia :i qué ug'lITllrse. Vohió á callar el sacerdote y abl'uzandole con ter­nura le dijo: -Depositad en mí vuestras falt:.;:, ya que l10 os traigo la vida del cuerpo, os traigo pI perdon y en nombre de Jesucristo os abl'o las puertas del cielo. -Dej:tdme, padre, quiero e tal' sólo. Mi cabeza es un "Volcan y ni oigo ni entiendo nada. Salió p:J.l1saclnmente el médico cid :lIma, rechinó el cerrojo, giró la llave, oyéronse á lo léj las pisa­da · de los zapatos eel ticos y todo quedó en si l encio; que ya los otros calabozo estaban llenos y puestos en paz los presos. Qllé pasaba cntónces por el alma del reo ? ~'al vez ni aun ello supo. POI' muy amarga que sea la vida, por muy nublarlo que el porvenir esté nacli e oye sin temblar el anuncio de una próxima muerte.: ,. el vie­jo ele la leña nos lo dice." Poco despues sonaban las campanas d(.']:¡s ocho, invitando quejumbJ'Osamente á lo. vivos á rog,ar por los difuntos. Oíase en la lejanía. el ruido onfu o de una taberna de inelios y García cOiltinuaba inerte. De repeute puso el oido se incorporó en la barba­coa y oyó aterra dI) el canto rnelaucflico que 101" her­manos de un::r cufracliu de la buena muerte entonaban. Entre un rezo so lemne y grave se elevaban basta el cielo estas palabras: para hacer bien por el alma del que van :i ajusticiar. (Gontin¡taré,.) J. J. BORDA. , : , LA VUELTA TARDIA. He recorrido tierras apartadas, Llevado por el soplo de la suerte j Ví ciudades espléndidas, pobladas, Diezmadas otras por hambrienta muerte. Me he deleitado en orgías y festines; He orado sobre tumbas silenciosas i Entre humo, y fuego, y ayes y clarines, He estauo en las batallas desastrosas. Ví el majestuoso, el inmortal océano; Sus olas, l'cmecidas por los vientos, Se atropellaban con furor insano, y modulaban tétricos lamentos. La tormenta. bajando bramadora, y en columnas de fuego sostenüla, De la mar ú, la voz atronadora Unió. u ronca voz estremecida. Mas despues de mis dichas y mis glorias, De mis dolores y hondas impresiones, y sustos, y tormentos, y victorias, y profuudas y rudas sensaciones, Hoy en busca de paz, vengo tí mi aldea, Aquí do saludé la luz del dia : Mi alma, ya envejecida, se recrea En memorias de cándida alegría. Aquí sentí la llama abrasadora. Que al soplo del amor brotó en mi pecho, Ouando escuché su voz arrulladora, y en mi cuello sentí su abrazo estrecho. Tiernas memorias de felices dias, A qué venir á acariciar mi mente, Si sólo quedan sus cenizas frías En la tumba que beso reverente? • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 155 A í dijo el viajero y reclinada La frente encanecida y ya rugosa Sobre una tumba, ppr su faz tostada He balaba en r audal lluvia copiosa. • La tarde se apag . Con paso lento E l anciano sigu ió para el poblado En busca de un amigo; y ni un accn to H ubo para el viajero ya olvidado. Y a nadi.e le conoce : es extranjero En su suelo nativo . . .. . Oyóso un di.a De la cdmpana e l toque plañidero; Y un cadáver sin n ombre se veia. E. A. ----~=~~=---- SO NET O ESCRrro E:-l" PRESE:-l"CU. DE LA NECESID.I..D DE ARREGLAR MI ARClIIVO. DEDIC.\DO AL SEÑOR CORO~EL DON 1 . C.iÑ.iS . Oh! cuánto ma nuscrito! cuánto i mpreso! C uántas h oras a l sueilo a rrebatadas! C uáll.tas ang ustias! cuán tas apuradas Tor tu r a.:; incesantes para el seso. Oh ! cuán ta increpacion a l r etroceso! C uántas g uerras, cou tinta., conj u radas! C uántas alocuc iones empapadas E n p.ltrÍo amor , cn libe rta d , progreso ...... ! De p el'iódicos mil las coleccion es Q ue ocupa n los es tantes de mi a r chivo, Lleuar on su debe r, tan á lo viv d estruyen un ar chivo, N o d estruyen d el alma los r ecu er dos? Noviembre de 1874. J. M. L LÉRAS. Q a LA PENA DEL T.ALION. DEDICADO A LAS MUY ESTIMABLES REDACTORAS DE "EL AMIGO DE LAS DAMAS," - Señora y señorit,a: Tengo el honor de d edicar á vosotras este artículo que he escrito para" El Amigo de las Damas." El es una p ágina d e his­toria ; página que he arrancado al gran libro del imperio romano, que bien podriamos llamar el libro de la humanidad. Si es aceptado p or vos-otras, quedaré contento. RUFO URUETA. 1. Estaba cumplida la prediccion del profeta Daniel, al expl icar el sueño del poderoso N n bucodonosor 6 Nabopolassar JI, rey de Babilonia y Nínive. El rey soñó que habia visto una está tu a colosal con la cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre y . muslos de bronce, piernas de hierro y piés de arcilla. Examinando estaba la mirada ardiente y terrIble del coloso, cuando una piedra desprendida de lo alto de una enorme montaña, cayó y derribó la estátua por su base, convirtiénrlose todo, oro y plata, bronce y hierm, arcilla y gl'eda, en un polvo sutil que el viento arrastró y barrió cn un ill3tn.nte, miéntra que la pie· dra fué creciendo cada vez más hasta ocupar toda la. superficie. El oro representaba el imperio .c sirio-ba­bilt'mico; la plata, el imperio Pero a; el bronce, el imp<,rio de la Grecia; el hierro, el imperio Romano; e-tos eran los cuatro grandes imperios que rodaL'Ían uno en pos de otro atravesando los siglo, detras de los cuale~, y al finalizal' el til timo, vendría el reino de Jesucristo, piedra desprendida pOl' la. mano de Dios de la montaña del Oielo para denibar al coloso y reemplazarlo; picdr:¡, pequeña que creci6, creció, se ensanch6, se extendió, se desanolló y lo abrazó touo. Por eso vernos que el orgulloso y despótico imperio romano despuüs de haber dominad.o la. mitad del glo­bo; despues de haber abarcado con las garras de sus águilas la mayor parte del univel'so conocido; despues de haGer resplandecido con todo el brillo que le dieran Césal' y Augu. to; Vespasiauo, Tito y Trajano; Adria­no, Antonino y Marco Aurelio; flevero, Aureliano, Probo y Diocleciano; Constantino, Valentiniano y Teodosio, bahía venirlo :\ caer en manos del cobarde é imbéci l Valentiniano UI. Era que el período de decadencia llegaba para el pueblo extraordinario rap­tor de las sahi nas, feto Cl~jendrado por Rómulo, que despues fué un niño, y m¡lS tarde, á meclida que se rleRennllvian y de arrollaban sus fuerzas fí icas y mo­rales, llegó á ser un Titan que con su fér rea masa se apoderó elel mundo, pero que por una ley infalible, Juego que cumpl ió la. mision que le señalara la P ro­videncia, se convi rtió en un viejo decrépito que como un cf¡chível' babia de encerrarse en su tumba, sobre cuyos despojos, bien pronto, se pl'eClpitarían lo bá1'­bct,' og con t oda. la. impetuosidad que les comu n;.caba el destino, que los impelía, los impulsaba á. la des­t l'uccion de esa potcncia ol'gullo a, ases ina de los már­t ires yenemiga angl'ienta de la jóven de la Judea. Al contrari o sucedia con la doctrina. del Salvador. E'Ste, ántes de subil' al Cielo en a las de su divinidad, había mnnclado ¡í sus discípulos que, repartiéndose el orbe, lo COI quistu l'an para su Etel'11o Padre, diciéndo­les estas san tas pala.bras : "como mi petan me hn en­viado, etsí os envío yo á vosotros." Y aquellos hombres, pobres y o .. ;cu ros pesca.dores de In. Judea, con el mo­rral á la espal(la y sin más armas que el Evangei io en una mano y el báculo en la otra, como ver daderos so lelados del Cristo, repartiéronse el mundo y em­prendiel'On la conquista. uni versal. Y pronto, muy pronto la. J'cligion elel Hi jo de Dios se exparció, culti­vó y fructiftcó en tudas par tes, penetrando en b Siria, en la Cilicia, en Chipre, en toda el Asia Menor, en Antioquía, el1 Jerusalen, en Samada, en la. Frigia, en la Mi ia, en la Li dia, en la Tl'óaue, en Macedonia, en Aténas, en Cori nto, en Efe o, en Cesarea, en el Pon­to , en h~ Capadocia, en el Asia, en la G'l li cia , en la. Bitinia, en la I ndia, en la Etiopia, en la Escitia , en i:1. Tracia, en la Acaya, en Epi¡'o, entre los Parto, en r.l esopotamia, en Persia , en Armenia, en Arabia, en I dumea, en Cólchide &c. &c., paÍ¡,es y l'einl)s donde bien luego se vieron edifica¡' ig lesias y se oyeron las pala.bras del Divino Maestro predicadas por sus Após ­toles, tanto, que San Pablo e cribia á los romano>; , quü el Evangelio h ahia s ido predicado en todas las naciones y estaba ciment ado en toda la tierra. JI Valentiniano lII, bijo de Constancia Augusto y do Plasidia que, cuando Alarico sit ió á Roma el año 400, la hizo prisionera de guerra y se la dió por quer ida. á su cuñado AtauIfo, rey de los Visigodos, pasando c1es­pues del asesinato de é te á ser In. esposn. del terce l' Oonstancio,-era un h ombre nulo. Educado y gober­nado constantemente por esta mujer ambipiosa, cuyo Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 156 LA TARDE objeto era ser dueña absoluta del gobierno, Yalenti­niano, que, miéntras vivió su maure, nunca reinó mús que en el nombre, fué un príncipc cobarde, estúpido, envidio o y cruel. En su reinado tuvieron lu ~a r las invasiones de los bárbaros, entre otras la<; de Ter)do­rico y Ati!a; el primero fué vencido por Aecio, gene­ral del impel'Ío y rival encarnizado del conde BoniCa­cio: al segundo lo batió tambien la primera yez el mismo gcneral en las llanuras ele Ollalons, al mando de los romanos unidos con los visigodos, armoricano~, galos, sajones, borgoñe e , sármatas, alanos, alemane , ripuarios y francos. Esta victoria la pagó Aecio con la vida, porque el César, envidioso de su gloria, al nño siguien te a e inó al ilustre general, acabando asi el último hombre grande del imperio y el último solda. do romano. El terrible ~Uila se pre;;ent6 el año 452 por segun­da vez ante los muros de Roma amenazúndoía con el exterminio, y no fueron ya las tropas del Oésar, cuyo poder caia, las que lo vencieron, sino la virtud, la elo­cuencia y dignidad del jefe de los soldados de Cristo, cuyo poder se alzaba: el Papa San Leon alió con el Evangelio y el crucifijo en la mano al encuentro del que sé llamaba rey de los reyes y azote de Dios, con­siguiendo con su palabra ajJlacar y vencer la c61era del feroz conquistador, quion ante la santidad del Pontífice levant6 el campo y se retiró á la Panonia. La batalla presentada por Aecio al rey de 1 Hu­nos, es la última página gloriosa dcl imperio; aquí se apaga la última chispa brillante con que fulgurara su grandeza el pueblo-rey. La sangre del conde Bonifacio asesinado por Aecio, es vengada con 1:1. de este asesinato por Valentiniano : al emperador lo asesinará el senador Petronio Máxi­mo, que a su vez será asesinado por el populacho ro­mano. El t alion, pues, se h ace sentir en todo su rigor. III Era el año 455. La.s sombras de la noche se habian desparI"amndo sobre la ciudad de R6mulo, cubriélluol:1. con su o;:;curú manto, en tanto que la luna, escondida detras de un grupo de blancas nubes, salia á ostentar su llermosura en medio de un cielo azul sembrado de puntos fosfo­rescentes. El centinela de p:da.cio acababa de dar la selía l de las nueve, cuande al apagar e el eco de la 'Voz del guardia, abrióse la puert:1. del aposento ó gabinete del emperador, apareciendo en ella Valentiniano lII, en­vuelto en la emblemática túnica ele púrpura, signo destintivo del gran podar de los Oésares. 0001 paso lento y meditabundo encamin6se á una mesa. de m:ír­mol color-ro a, en la que descan aba una lámpn¡'a de oro llena de aceite perfumado, que despedia una opa­ca claridad. Cerca de la pared babía un sillon fo rrado de raso blanco con florones de oro, que el emperador tomó y lo aproxim6 á la mesa, uejándose caer en él y colo­cando los pié encima de un cojin furrado de piele:; tcllidas de carmesÍ. Una vez sentado, cerró los ojos como si durmiet"a y bajó la frente ha ta tocar con el mármol de la m , Riu que el frío de la piedra lo desperta~a. de su sueüo aparente. De prontó alzó la cabeza p~l!da y desgreñada, abri6 los ojos y los fijó en el aceIte. contenido en la lámpara, á cuya vi ta y olor Re le dllataron las pupilas y el órgano del olfato abultándo ele la nariz cual si quisiera absorver el perfume que exhalaba aquella dorada llama . Quizás algun recuerdo agradable se le presen t.) á su imgginacion en aqnel momento, porque se endere­zó, agarró la lámpara y la besó, diciendo : - Sí, sí; no hay duda, este es el aroma con que Glla se perfuma. Pero en seguida crispáronsele las manos, solt6 la lámpara, an ugósele la frente, hineh6sele el pecho, ca­y6 desplomado en el sillon lanzando un suspi r o y mUl'murando : -j Oh qué horror! Yo la he ultrajado; no hay esperanzas ya ! -j Sí, no hay espt'l':lll7oa ya! exclamó un:!. VOl sor­d:\ cIetras de Valen tiniano, cual si fuera el eco de su l)I"npm voz. El lujo de Plnsidia tembló al oir la voz y se volvió • para 'Vel' qUIen era. En el dintel de la paelta, cruzado ele bruzos y en aptitucl terrible se hallaba PeLronio l\Liximo, vestido con la l"ÍCil laticlavia de senador, encima de la cual se o tentaba una amh"\ Landa ele púrpul'a tacllonacla de infinidad de clavos de 01"0, terminando las insig­nia' enatorinles un lujoso calzado cenadJ por un:\ media-luna de oro ribeteada de diamantes. El Césa¡' e asust6 con aquella ap;:.ricioll inesperada y un temblor nervioso lo agitó en su a iento. _j Sí, no hay e"pcran7.·, ya! repitió l\láximo con '1'07. colérica avanzando hácia el cmpe!'adol'. i Vo!. la habeis ultrajado, pero aquí estoy yo para vengada! -j Oll! dijo Valentiniano cubriéndo'e el rostl"O con las ma¡ws. -j Oh! repitió Máximo con sardónica sonrisa. j Teneis miedo! -Bien, señor, bien; pero debí teis acordaros que esa muje!' cm ca ad,t: que tcnin un esposo que podría vengarla. -Olvidais que soy vuestro emperador? p regulltó Yalentininno apretando los dientes. -Soy senador, conte:tó Máximo. -Soy el sobel'ano del imperio, replicó el matador de Aecio con altanería . ¿ Ilabei' olvidado que puedo haceros morir mañana, allora mi. mo si se me antoja? Petronio miró y lo examinó todo en su alrededol'. El emperadol' estaba sólo y rlesar'mado ; dió tres sal­to y cerró la puerta del apo en to; luego se encaró con el monarca y le dijo riéndose : -Es cicrto, señor, te neis razon: podeis hacerme morir mañana, ahora mismo si se 05 unt0jase y en verdad que no os faltarían de.3e03. Pero no temo, es­tamos s610s y aun . ..• -Puedo llamar á mis soldaulls, á. mis guardias para que os dén muerte inmediatamente, repu o el Cé ar interrumpiendo al senndo:'. -Vuestros soldados? 'Vue5tros guardias? dijo Pe­tl" Onio meneando la c:.\beza y recnJcando su- palabras. j 011 ! el Oésar no tic le ya la guardia pretoriana á su li'p05icion y sn campo ('~t¡Í, destruido. Y le­giones 1'e me h:ln 't'nrlit1l) y en este momento •••. --i Soldados I grite> pI l'lIlperador con todas las fnerzas de sus iJulmone~, levantantiosc y dirigién do;;e á la puerta. -i Si lencio, coban1e! o1am6 el senador teniendo al sober:mo por un bI':1700 r mostmndo un acerauo puñal. Silencio ú os atra vieso el cora7ool1 . Luego obli­cr, 1ndolu á sentarse añadió con desprecio: insulta á la mujer y tiembla nnte el marido. --Penlon, mi querido Máximo; peI'uon! exclamó el nieto de Teodo io con voz apagada por el t erro¡', fija la ,Í' ta. en el puñal, con la respiracion ter torosa y el cuerpo en completa. convul iun. l. Qué quieres de mí? -Qué qniel'O? Quiero que me oigas. Yo era feliz ; feliz porque mi nacimiento y mi cuna me hicieron no­ble y rico; feliz porque mi honor igualaba á mi po­der, siendo mi valor el escudo de esas dos prendas; feliz, noble, rico, poderoso y descendiente de una fa-milia j)ll ~ tre, mi enlace con una mujer á quien y á á n­habíais querido seducir, para lo cual hicíst eis mo­rir de hambl'e á su padre, encerrado en una l6brega prision. Yo creí que el nieto del gran T eodosio y so­brino del in'Victo IIono¡'io, respetaría á la esposa d el noble y podero'o senador, ya qne no había r espetado á. la hija del ciudadano; pero me engañé, me engañé creyendo que habria algo de noble y bueno en vues­t ro pecho. Irritado contra la pureza de la mujer que os r echazara i ntes de casada, vuestros deseos se en­cendieron más ante la noble dignidad de la espos'l. ofendida que os despreciaba como adúlt~ro. t Qué hicísteis entónccs, señor? i Qué hicísteis del honor • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA TARDE 157 de la mujer que d ebíais prot ej e!' como e~ p os a de nno de vue iros ¡;e n ' idores ? -Yo e taba loco y el amo\' me cegó. -El amOl' ! Vue tro amor era el amor uel in fiel'l1o porque. i no IlÓ os hubiera 'ugerido el crímen de ql1~ os valí t eis pam , at i fa ceto vuc, .. 1'0 d epravado capl'i . cho, publicanuo luego 1 desh onor do la pobre mujer, que arrasada en lágrimas os suplicaba no ln allchá rais el nombre ue su esposo, sin acordaro vos que ese nom bre era GI mio. Profundo ilencio reinó al terminal' P etronio 1\Lixi· mo u palabras. Cinco minutos trascurrieron &in t¡ ue se oyera otl'a cosa que el chisporroteo de la lámpam que se apagaba y la respirilcion estertorosa y convul , si va del emperador que no se rn oyía. ni apar taba los ojo. del puñal que aún relumbraba en i:J. mano del senador. Este continuó despues de haber t omado ali en to , cual si se repusiera. de una fu erte conmocion : - No contento con eso habeis t enido la crueldad de jr csta tardtl á mi ca a acompaftado de al guuas cómpl ices vues tros, tí dar el escándalo de onrar , ul t rajar, in ultar y maltratar oí mi es po a. La pobee víctima, loca y dese pel'ada me pidió que la matara ; yo la complací y le dí muerte, jnn\ndole q ue la veng:ll'ía. Este cuchillo es el que le cortó la gargan ta; con él os mataré. El ej emplo de Lucl'ecia y de 'farquino se ren ueva huy; preparao. pues. -Ya á matarme? preguntó Valentiniano ca ~ i llorando y e xtendiendo los brazos hácia Petronio en a ctitud supli cat iva. - Sí, con te : , oy á mataros, porque no sois hombre capaz de lidiar conmigo cuerpo á, cuerpo, Tambien debo adver t iros que vuestras legil)nes, á, qui enes he comprado, me e~ p e ran al . alir de aquí pa­ra nombrarme Césllr, confirmando el senado e"te nolU' bramiento. 1\Iañana, cuando se celcbren vut' tros fu· nerales seré aclamado emperador ) me ca, aré con vuestra esposa, la bella E udosia. A í cl talion scd mej or y má agradable. -j Perdon ! gritó el desgl'aciado emperador. -No I vas á morir. -Ahora ? a r t iculó Valentiniano. -Ahora mismo, en este in tantE', exclamó ilhíx imo furioso, !Ieno de ira, y blandiendo el puñal. -j Oh ! lUuI'muró cerrando los (~i os y cubriéndose el r ostro con las manos, como la víctima que se r e­s igna al sacrificio. - Ese j oh ! tambien lo E'xbaló mi pobre e. posa sin que te hubiera conmovido. y lan zúse sobre el monarca y de un gol pe lo drgo­lió con el puñal homicida, manchándose el blanco ra' BO del si llon eon un chorro de sangre del de 'cendien­t e de los grandes emperadores. I V. Media hora. d esplles salía Máximo uel palacio del emperador y se dirigía donde lo e~peraba n algunos de los j efes mili t ares, con,enidos ya en nombrarlo César j co tumbre in t roducida en el ejército desde la muerte de Nel'on, para qlle luego el senado ratificara dicho nombramiento. El senado, cuerpo inst itu ido por R6mulo, tan digno en otro tiempo y en cuyas manos estuvier a án tes la balanza en que se pesaban los de tinos de las df'mas naciones, pues que daba la paz y la. guel'l'a al mundo, administraba. la J'usticia, dictaba las leyes y r epartía las pl"Ovincia ; corporacion que asombró y admiró á los galos por su nobleza, val or y dignidad, cuando Breno sitió, incendió y saque6 la eiudad el año 390 (ántes de J esucrísto j) asamblen depo itaria del fabu­loso poder de la rival de Cartago, á cuya voz se. eje­cutaron hechos y acciones tan estupendas, glorIOsas é inmortales, y de donde salieron tantos hombres grandes, que con sus nombres han llenado la historia y que, repercutidos por las trompas de la fama, á tra­ves do los siglos han pasado hasta. nosotros; ese cuerpo ya no era s qmáue un cuerpo s('rvil, cobarde, abyecto y cor rompido, que dejándose a1'l'ebatar su podel', independencia y liber tad, convi rt ióse en ins­trulllento do l o~ caprichos de los t irauo y ase" inos qlH' ocuparon el solio del imperio. No es extraño, p ue, , que el senado en vrz de ave· riguar el crimen y descuuri¡' al a¡;e"ino dc \ ra len t i­niano para. castiga!' al victimario, e h uLiera conten­tado con decretar los f unerales del pobre empE'rador y JJombrar á ;\I áximo en s u r eemplazo. E l cadáver del hijo de Constancio III se enconil'ó en el 'alon del crimen, sin que por de pronto se s upi era qui én fu era el regicida, y in qne esta mue¡'te prolluje[[\ ninguna. en acion en el puebl o, que ig los atras t an evero y r igilueta de los edificios de la eterna clUdad de RÓlll Ulo, de la r eina del Tiber ; el horizonte estaba claro y risueiio, sin que uua nube, una m l.11cha siq uiera em pai1ara su 1 im­pidez. A los suaves rayos de la I:ímpara celes te, ca iuos en lín ea perpendicular sobl'e la casa ó pa lacio del Oésar, veíase un magnífico jard in, en forma de canas to, ( ¡'a­zado en un t en'3pl en y sembrado aqll1 de copullo>:, verdes y sombríos abet"s, álamos y morera ; allí do olo rosos na ranjos y limoneros ; acá de a¡'omáticos aloes, de pul meras y d e cactu<; j al i<í de al'gentinos olivos y de infinidad de otros arbole::> llu C' cubij aban con HI som bra á las [¡('!l as, ra r af', frugall te~ r {',racios la cab('za de éste 1 ' , y e pregunto con Ull acento saturado
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 20

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