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Imagen de apoyo de  Mira la vida con otra mirada: las claves de la fortaleza emocional para una afectiva transformación personal

Mira la vida con otra mirada: las claves de la fortaleza emocional para una afectiva transformación personal

Por: Andréa Gonçalves | Fecha: 2016

"Siempre es buen momento para aprender que no tenemos la necesidad de hacerlo todo con absoluta perfección, pues somos humanos y, consecuentemente, susceptibles de equivocarnos. Siempre es buen momento para entender que el mundo no siempre va a funcionar como queremos o como imaginamos. Debemos aprender a controlar nuestros pensamientos sin dramatizar o volver catastróficas situaciones que no lo son. Nuestras emociones son exageradas porque nuestro pensamiento también lo es. Querer mandar en todo y querer controlarlo todo a nuestro alrededor es imposible. Lea, comprenda, reflexione con atención,...
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Mira la vida con otra mirada: las claves de la fortaleza emocional para una afectiva transformación personal

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Imagen de apoyo de  Simple Thinking: cómo eliminar la complejidad de la vida y del trabajo

Simple Thinking: cómo eliminar la complejidad de la vida y del trabajo

Por: Richard Gerver | Fecha: 2018

¿Es la vida compleja o somos nosotros quienes la complicamos? Richard Gerver en este su tercer libro: Simple Thinking, hace caer en la cuenta al lector sobre la innata facilidad de las personas para complicar lo sencillo. Nos abre los ojos ante la compleja realidad de vida; una realidad que podría hacerse más sencilla si llegáramos a desarrollar lo que él llama un pensamiento simple. Gerver muestra comportamientos para despejar y ordenar la mente y ayudarnos así a liberar el verdadero potencial de cada persona. Argumenta sabiamente: el éxito no es complicado. Nos invita a aprender de los más...
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Simple Thinking: cómo eliminar la complejidad de la vida y del trabajo

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Imagen de apoyo de  Vivir con plenitud de corazón: guía del caminante que busca

Vivir con plenitud de corazón: guía del caminante que busca

Por: Federico Lanzaco Salafranca | Fecha: 2017

Esta breve obra, aunque esencial en sus enseñanzas, es el resultado de experiencias, estudios, reflexiones y oración a las que su autor ha dedicado la mayor parte de una existencia consagrada a conciliar la profunda paz del espíritu con la inmensa alegría de vivir. Desde el cénit de una prolongada vida muy polifacética, y nada común, dedicada en su juventud al mundo espiritual misionero en Japón, concertada con el rigor universitario académico y activo en la gestión corporativa de una empresa líder mundial en el sector de los aceros inoxidables, Federico Lanzaco Salafranca, además, ha encontrado...
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Vivir con plenitud de corazón: guía del caminante que busca

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El sueño de una sombra

Por: David Pujante | Fecha: 2019

¿Qué es la vida? Una sombra. Libro de madurez, El sueño de una sombra es una serena y decantada reflexión sobre el paso del tiempo y la inconsistencia humana. ¿Qué es la vida? Una sombra. Pero también es la alegre asunción de la fugacidad del vivir, la sonrisa del instante, el canto al corazón que late un pulso y se instala en lo eterno de un abrazo.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Coaching y liderazgo personal

Por: Beatriz García Callejón | Fecha: 15/05/1875

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. . ---------l:c:~'<::76 ¿ ~ S ·~L?2.._------ • • P E R 1 O D 1 C O D E D 1 CAD O A L A LIT E R A T U R A. Serie III. Bogotá, 15 de Mayo de 1875. Número 36 . ........ A Al\. DE. - Con el presente número tr3rmina el tescer trimestre de este periódico. Suplicamos á los Agentes que no han arreglado sus cuentas del primero y segundo trimestre, tengan la bondad de remitirnos los fondos que hayan re­caudado. Damos las gracias á los Agentes que han tomado empeño por la empresa. ADAN Y EVA. , , AL SE~OR PRES1HTERO BRAULIO MARIA. 1>[UNIZ. "Et fiat lux et lux facta fuit." GENEsrs. " y hágase la luz y la luz fué hecha." y el universo entero se iluminó. y todas las mara,illas de la creacion apare­cieron perfecta" y acabadas: Dios! Artífice sublime! . Y un dorado rayo de sol deslizándose:\. tra­ves de las tupidas hojas de un :\.rbol fué á heril' la frente d'l Adan. y su frente se iluminó, como si aquel rayo de 601 fuese el sello del pacto entre la criatura hu­mana y el Hacedor. O como si fuese el símbolo de la inteligencia que debiera bullir en la mente y engrandecer al hombre. y el hombre desde entónces Ee engrandece con el talento. Porque el talento es el genio y el genio es sublime como una emanacion de Dios. y al sentir el tibio rayo de sol sobre su fren­te, Adan cayó de hinojos y oró; himno primero del hombre á su Señor: plegaria primera des­prendida del corazon nomo un riquísimo perfu­me para llegar á evaporaJ;se á. 108 piés del Al­tísimo. y aquella. oracion se elevó como el hossana de gratitud. Luego Adan ten,dió Ja admirada vista y con­templó la IDat'avillosa armonía que le rodeaba. y otro rayo de 801 descendió hasta. su cora­zon, le calentó, le sintió latir en fuego germi­nador. E inclinó la frente y m~iitó. • y creyó hallarse solo en el Paraíso, á pesar de ser el Rey de la creacion: llevaba ya en el alma el id eal do la mujer primera. y dudó de la bondad divina: la ingratitud • uaCla. Suspiró y soñó : Dios sonrió. y del sueño de Adan ; ue la sonrisa de Dios, como he dicbo en alguna parte, nació Eva. Oomo la V énus mit.ológica, nacia bella de las espumas del mar, aun más bella y más pura na- 0ia Eva del sueño del hombre. Oontemplóla al despertar, atónito Adan. y suspiró de nuevo: suspiró de amor. y como ha dicho uno de nuestros poetas más galanos; " Ella le sonreía enamorada, Enamorado la admiraba él Por los largos cabellos cobijada La brillantez sedosa de la piel.'¡ y se amaron. Oomo q ne la. primera necesidad del corazon es amar. Se amaron como se aman los ángeles: con un trasunto del Cielo. Se amaron con el amor idealista que eleva al sér humano hasta el Hacedor. • Oon ese amor casto y puro que hace sOIlJI'eir 0.1 Altísimo. y una eterna f elicidad parecia ser el legado de la humanidad. y el sufrimiento no tenia asilo en la tierra; eu los ojos lágl'imas; ní el corazon pesares, ni dolores el alma. El género humano entraba á la vida por un camino de flores. Las espinas de esa primera peregrinacion no ' existian. El zarzo de ese sendero escabroso, ahora de la existencia, no rasgaba entónces pedazos del corazon. Las malezas de la vida eran allí en el Eden florido el cesped suave y perfumado. La naturaleza se vestía de constante prima­vera. y los pájaros cantaban dulcemente en la en­ramada en armoniosos trinos. y la brisa murmuraba suspiros de amor. y las flores ricas en matices, en aromas se mecian suavemente sobre sus tallos. Todo era luz, perfumes, armonías, placer. y cual corre manso cr~stalino arroyuelo re­flejando ~n sus aguas el prado, el bosque y la .selva umbrí,a y que lame jugueton las tapizadas riberas que le aprisionan ast se deslizaba tran­quila la. existenci", humana ... • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 282 LA TARDE Pero el Averno había enjendl'ado unn pasion miserable y mezquina: la envidia. y Luzb e l el genio maldito de las tinieblas tembló de ral-ia en su trono al sabe r que el h om - bre era feliz. r y la envidia en e s pantosas convulsionc:l con-trajo sus negras facciones. y Satanás rugió de cólera. y el infierno se estremeció en sus bases. y las enroscadas sierpes con que las Escritu· ras DOS le representan y que sirven de t e rrible cabellera á. Luzbel agitaron con ¡horribles sil· bidos. y así como Dios contempló gozoso su obra inmortal, el ángel maldito dirig ~ó :l la tierra sus . . , sangl'lcntos oJos. y él tambien, Rey del mal meditó. y sonrió con asquerosa sonrisa. y así como de la sonrisa del Hacedor nació la mujer, de la sonrisa dei demonio nació la calumnia. y el Arcángel rebelde alzó su vuelo y llegó á la tierra. Allí tomó una nu~va forma: la de la serpiente. y en suaves ondulaci?neo se ~es1izó hasta Eva. y con la voz dulce calumnió los designios de Dios. y sedujo á. la mujer. y Eva primero, Adan despues pecaron: el mal se enjendraba ... y el ángel de la pureza y de la f elicidad voló desolado al cielo .•• y el Todopoderoso en la primera generacion malilijo á las futuras ... y dijo al hombre: - " Con el sudor de tu frente ganarás el pan de todos los dias." y dijo á la mujer: " Tú quebrantarás la cabeza. ti la serpiente y parirás tus hijos eón dolor." y Adan y Eva fueron arrojados del Paraiso por la espada de fuego del ángel guardian. y vagaron, vagaron sin descanso. . y á su paso los pájaros callaban. Las flores se inclinaban marchitas. La brisa detenia su soplo. y la naturaleza entera se rebelaba y parecía enviar á su Rey caido una eterna maldicion. y siguieron vagando, vagando. y tristes, silenciosos sintieron que el sufri­miento tenia asilo en el mundo, que habia lá­grimas en los ojos, pesare~ en el corazon, en el alma dolores. y el sol tostaba de día su piel. y la escarcha de la noche enturnecia sus miembros. y no se atrevían á levantar las abatidas fren­tes, creyendo encontrar la mirada de Dios irri­tada. y vagaron, vagaron aún más. . y el cansancio, y el hambre los rindieron. y desesperaron. y Eva iba á. blasfemu; pero sintió algo que se removía en su ser: sintió que era madre. y así como el dia que abrió los ojos á la luz primera su frente resplandeció con un destello de un nuevo amor: j amor santo! y como cntóncea sonrió amorosa á Adan j rod eó su cuello con sus brazos, atrajo sobre el pecho s u cabeza, la cubrió de besoe y exclamó: " Gloria á Dios en la s altura9." "Bendito sea e l Señor mi Dios." , " El nos ha perdonado porque me ha hecho madre." y aquella sensacion in efable, primera sensa ­cion de la maternidad compensó SUI! sufri­mientos. y como ha dicho Arboleda: " Si el bello paraiso fué tí los ojos D e los dos una espléndida mansion El primer hijo les mostró entre abrojos Otro Eden, el Eden del corazon." y sintieron que las auras primeras de una nueva feli c idad acariciaba sus cansadas frentes . y Dios movido á compasion sonrió. Aqu ella sonrisa era UD perdon y una promesa. El perdon era la rege neracion de la mujer por la maternidad. j B en ditas sean las madres! La promesa era la redencion de la humani­dad, sellada con lu sangre del Mártir del Gól,.. gota. CARMBLO. • - .... "'""'<>:~o_. - LA CAMPANA DE LA ALDEA. / NOSTALGICA, ESCRITA EN UN HOSPITAL DE PAlUS, EN 1868.) ¡ Va~ solí r ¿ QUé campana, de mi sueño, Para sufrir me despierta, De este hospital en la torre, Triste , vaga, tremulenta l' i Oh dolor! j Oh patria ausente! j Oh casita en la arboleda, Donde al pu del primer beso Sentí la luce primera! j Ah ! ¡No 'es el mismo tóque Que, al alba pura y fresca, Al lllbrador tañía, J .. a campana de la aldea! j Oh! j Cuando el sol brilla triste Sobre ésta ciudad inmensa, Oigo el sonido pausado Do ésta campana!. .. i Es que llegan Los cirujanos, que al punto Cúmplen su mision acerba ... y escucho gritos, lamentos, y hasta indecibles blasfemias ! ... i Y entónces, aterrado, Mi corazon recuerda, Cuando á misa llamaba, La campana de la aldea! I Ah! j Cuando tiende la noche Su ancho sudario de nieblas j Oigo ésta misma campana Que á muerto llama siniestra r j Es tambien un extranjero Que vII. á. una t.umba d~sierta, Donde quedará ignorado, Sin quien lo 1 t • • , J • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • LA TARDE 283 j Ay t j En túnces rMuerdo La grata noch e-buena, En que al egr flb a á todos La. campana de la aldéa 1 i Y hoy que me, e ncuentro s610, Que enfermo sufro mis p enas, En nn hospi tal de extraños, y en una patria extranj era; Sin mirar á aqnellos séres Que tan queridos me fueran, Sin con uelo n i esperanza, y viendo táutas miseTias ... Me digo : Dl:\S felices . Son ~s as aves viejas ' 1 , Que múaren esouchando La campana de la ald ea! ¿ Por qué dejé yo mi nido Colgado en frondas amenas ? ¿ Esos montes, esos válles, J~sas campiñas,. y selvas ? Esas noches, eo5os dias, . Tánta luz, tántas es tre llas, Yesos deleites sin cu-ento Que solo la patria encierra? ¡ Yo ménos desgraciado En esos tiempos era, Eu que á tocar corria La campana. de la aldea! I " , - r, _ i Pero ya no más aesdichas! 'j j No más 11ígrimas ni ausencia! ¡Me V()y al, mar.~_ á. mi patria! j Alma, nos mata esta tierra! i Oh madre! ihermanos-! i amigo.s 1 j De las comarcas paternas! j Alegraos! ! alegraos, Que el que os ama ya se acerca! j Y cuando en la colina. . Esté, tañed ligera, • , ) , mÍl'adas del sol. Mas en medio inas, ,como las qua la b risa nocturna deposita. em la 4 0j-as de lo.s rosales, y Ique se evaporan á la primera caricia - . del sol. . J\Hs tarde entra rel hombre en la edad ma­dura, llega a~ cenit de la v.ic;la. La inteligencia. ha alcanzado ya su plenitud, y le da luz al pen­samiento y . v\gor al Gorazon. Qallan las ilusio­nas, y el n!ma se recoge silenciosa, porque me:­dita en los lIIisterios de la existencia y elabora. illeas para emprender el viaje de la verdad. Ensaya sus fuerzas para entrar en lid con el destino. Despues ...... Ese des pues es un abismo en que vagan sombras teuebrosas ! Despues el mor­Para llorar de gozo ... tal se aveci¡.¡a á la tumba. Triste es entónces su La campana de la aldea!. .. • TEMíSTOCLEs T EJADA • • - camino. Los recuerdos se agolpan á su memo­ria, presentándole en proyeccion las alegrías pasauas, que huyeron como la sorubl'a. que la. nar e fugitiva deja en las aguas, y las fl'ias de­cepciones que apagaron la ilusion de lajuventud . Las tres horas y las tres ed.ad.es. La mañana es festivo.: es el despertar de la naturaleza, que torna al movimiep to, á la pro­duccion, á la vida. Canta en las aves y los céfi­ros, y se perfuma con los efluvios de las flor es. Oomo cuando ha estado enferma una persona amada, y torna la vida, siente uno mayor cari­ño, porque durante su enfermedad llegó á pre­sentir su ausencia et61'na, así la naturaleza muestra al sol más amor cuando éste torna de las regiones de la noche. . Cuando el astro del dio. se hall a en el cenit, C01110 un soberano en su trono, lanza á torrentes luz y calor libre ya de nubes importunas. Hay entónces en la. tierra un respetuoso silencio. Ya los vientos DO agitan los follajes; las aves no gimen; el mundo no 'l'6spír.a. Es que la natura­leza. contem:plQ. recogida al hermoso Rey de luz. Las sombras que la arboleda proyecta en la pradera, SQ reoogeD. cual si eliaos temiesen las • t( Oh! cada ilusion que muere Es una oana que nace." Ave que despide al sol, el hombre gime al hundirSe en el bosque de las sombras eternas Por qué es tan melancólica la tarde? ¿ Do dónde esos solloz:>s de la creacion y esas som­bras errantes que cruz~n los aires? Es que hay en esa hora algu semeJante á la aproximacion de la muerte, y todo lo que nos traiga la idea de la muerte nos apena el alma. En esa hora recnerdos delicados vienen en tropel á la mente: recuerdos del amor, de la amistad, del hogar nativo, de los sérea au­sentes que nos son caros, de aquellos que nos pertenecieron por la. sangre y que la tumba guarda ya para siempre. Y entónces lágrima, brotan de los ojos y sollozos del oornZOD : y fija­mos miradas absortos en el sol que se hundes lanzando vividos destellos como la despedida á. las montañas, las n.guas y las nubes. Hora solemne! El mon6tono clamoreo de los • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • - 284 LA TARD]~ bronces sagrados, que los ecos acogen, invita á orar, á pensar en la seriedad de la vida y en los misterios de ultratumba. Por eso la oracion bro­ta entónces del alma, como cuando nos hallamos á la testera de un agonizante: y pensamos en la tumba, morada comun, templo mudo, lllbol'a­torio de la muerte, cuna á que ·se lanza lenta- Hay flores cuyo perfume na.die aspira, nsi como hay tambieu séres incapaces de arrancar · una sola, siquiel'a una sola simpatía, almas quo no tienen el espeJo de un corazon generoso para rcflejar sus sentimicotos, esos que no encuentran resonancia y miradas que se pierden cn el espacio, • mente la humanidad, como las aguas de un arroyo á. los abismos del mar. ~ Me imagino que esas roncas voccs del trueno queseoyen tí distanúia, como las quejas de la no­che, yesos rel::ímpagos que tiñen :í intervalos la inmensa oscuriuati, representan la historia de uno de esos hembres proscritos quo aman sin esperanza. • ENRIQ.UE ALVAREZ. • - Yo por cso gual'do y acaricio con plaeer mis DEDICA.DO A.L SEÑOR DOCTOR ANJllAL GÁLINDO, COMO v50~etas, porque ellas son un reflejo de mis sen­timientos, y por eso las miro una y otra vez con UNA P;RU~B4- DF. M'r PROFUNDA ESTIMAClON. profundo cariño, porque por encima de todo este :MIS VIOLETAS. Hay una ley universal que se cumple siem- aparato gigantesco de decepciones, lágrimas y pre, siempre y talvez C0n más rigor que la ley de desengaños que ofrece el mundo, ellas sc lev!ln­la gravitacion, esta es la ley de la armonía. Por tan mnjestuosas como el símbolo de uno de los eso la¿ p-alomas no viven con 13s águilas, ni las recue~dos m.ás gratos de mi v~dQ, los recuerdos ~ejas balan donde ha levantado su palacio el de .10. mfancla.,. recuerd?s quendos que no apar-leon. . to JUmas de mI memona. y 8S1 como la violeta guarda uajo las anchas Abril de 1875. hojas que le sirven dJ cortina un perfume tan delicado, así tambien hay coratones que bajo el velo de la moderncion y de la incertidumbre ocultan seniímientos- que muchas veces p~san ifnoJott.llos á. la tumba. S. P. I El perfume es un atributo esencial de la na­turaleza de la flor, porqu~ una flor sin pcrfume no es flor: quítesele este elemento y ent6nces se seca, cae y e~ viento la arrastra por el suelo. Los afeetos para el corazon son una condicion esencial de la naturaleza del hombre, porque un hombre sin afectos no es hom bre j es como una piedra, no siente; ensáyese quitarle éste ele­rliento de vitalidad y se le arrancará la vida misma: sin este aliciente poderosisimo el hom­bre se degrada, cae y la borrasca tremenda de las pasione~ desenfrenadas lo arrastra fatalmen­te al abismo que la misma sociedad le cava. Por eso se ha dicho en un lenguaje tan subli­rtie que el amor es "la dilatacion de nn solo sér hasta Dios, es la satulacion de los ángeles á los astros," es" la ~levacion de todas nuestras potencias á la última potencia:" y por esó es pre­ciso conoluir diciendo que el amor es el perfume de aquella. bendita flor colocada por la mano de Dios en el Paraíso que abrió sus pétalos, miéntras Adan dormia. Pero qué son esas ilu~iones de amor sin espe­ronza? ... casi nada, humo y no más. Por eso cada ilusion que se desgaja del COl'azon, ra~gan­do ese velo misterioso que separa el espíritu de la materia, lo inmenso de lo pequeño, el sér del no' sér, arrastra siempre en pos de sí un suspiro, que son las quejas del corazon, ó una lágrima, que como decia san Agustín son la sangre del alma. Si ...... las lágrimas esas mensajeras del sentimiento que se apodera do los corazones sen­oillos y virtuosos cuando los aqueja alguna, cuando son víctimas de algun dolor. . y es que el amor no puede existir, no tiene ra­zon de SOl' sin la esperanza, porq11e la esperanza, ese móvil de los sentimientos humanos, esa. " ca­dena invisible que ata nuestra existencia pre­sente á nuestra existencia futura y que se pro· longa con nuestros hijos hasta más allá de la tum b8/' " e. el sueño dell10mbre despierto." • Q l' La. enseña.nza. da la. Música. como ' elementc de eduea.cien. ,; La música es uno de 108 estudios artísticos que mejor convienen á las imagiuaciones juve­niles. Enlazada íntimamente á 108 in¡;tintos ó á la parte afeoti va de nuest.ro 'ser,. tiene algo de espontá.neo -impática pam todos 10 pue­blos amantes de la libertad. Españn, reclinada n sn~ trof la s murallas de l Pircne, con qnc Dios epa l' ó dos pue­blo hel"01ano <; do corazo ll , pero quc.>, como Esau y .Ja cob, se disputaron la primogt:nitu l'U en ti empo ]lO muy le.iano de aquellos ¡i que nos referimos y que­tol! avÍ; \ boy, se di putan ¡.; lol·io. o becbo do tiempos )l1:í fel ices para. e l uno y m,ís honrosos para el otro_ La ti e rm de la pOe ;;!iL caba l' ' r esca, ue la ' gl'anllcs hazaña, dOI'mia e l ucño del d·, cam,o, sueñ que Je. bia darla fu e rza. para el último cUe>f}ue, que u eb i~ uadc aliento para de, pel)i r s u último reflejo, como la antol'cha que 'Va á extinguir e lanza vivas r eve rbEl"a­cione que cie~an COIl SIL 1m:, para sepu ltar lu ego en las tiniebla. Zara go za! Palpitad corazones españo­les al escuchar n omb r e! E.,cu tl ele E paña, !'Oca en que se e. trelló e l triun fa nte bajel de las g lo rias francesas, sa lud! buchando por tu patria, enseñaste li los col o lUbianos el m orlo de combatir:i l o inva o­res y tirano;;; tu trinnfo es como el anunci o de la libel"tnd americana, que á traves del océano t e aomi­raba; venciendo, enseü·, . te á la América española, al águila de los AIl~es, que tambien podia aguzal' sus garras para la cuntienda; vcnci - te al n'ances , y fuis­te \' cncid!1 por el am erica no. , D escan -a, E . paña, mi é ntra que el grito de guerra. de las águilas impe riales viene á atrolla!' montes que otra vez fuel' un ya testigo dol valor y firmeza. e pañulas. I El mi s mo reposo tJ. ue disfl"Utaban las legiones espa­ñola~, gozaban lo ' hIj os d e l campo, acti é indus­trio os cntóneos; lo s habitantes do las oiudades se I3ntregaban á tod¡\ s las diversione¡; propias de aquella é po ca, y los hijo, del mar, que, cuando de. cansan, anidan on las rocas como el águila, miraban el océano con Remblante tri &te , y pensaban qne quiz:\ no serian ya arrullados p Ul" aquella madre, cura oDl'isa es el relámpago y cuyo beso mate rnal e l rayo. A Ig una nobl es familias, quiz,i mús atrevida, 6 aoa so m ú 0'1 de la vida bllllicio a d e las ciuda· d e~ , aba.ndonaban é ta , é iban ·í buscar en sus casas oe campo, que empezaban á dejar de ser ca tillos, la quietud y s ilencio de los b os ques, 1.1 ' llanuras, los prados, y ha ta la s playa pinturesca mente salvajes de In Vizcaya. Entre las familias que habian ido á distraerse en l"s play:ts, con la vista del mal', c o nte mplando á lo 1 "jo . la blancas velas de los buqu es que se pierden en el horizonte, como l os r ec uerdos d e In inf¡\nci:l. en el pasado, sin que se pueda decir cuál fuo el último instante en que . á la vi ta la unas y en la memoria los otros, entl'e é tas decimos, se contaba. en primer lugar, como la mús rica y de po icion rm\s eleva.da, la de don Fernando de Alvarez, conde de Larooo . El castillo que habia escogido parn. su residencia, era un'L de las mejol'es propiedad e de dicha. familia, y situad en una colinn. que domina una par­to de la llanura que se extiende hasta la. costa y tarmina en una playa que parece convidar á las ondas á descansar en su blanda arena.. A In d~recha la coli­na se eleva poco á poco, haciéndose .á cad:!. paso más esc:!.rpada y rocallosa, hasta terminar en picos gigan­tescos é imponentes, desnudos, negruzcos, amenazan­tes que desa.fian las ondas bramadoras, espumantes, diciéndoles: 11 de aquí no pasareis" A la izquiel'da, las colinas, entrecortadas po~ arroyos y valles pinto­rescos, van disminuyendo BU elevacion, hasta la costa, como que quisieran ir á empaparse en llU! aguas de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • • 28G LA TARDE bahía que si l'l'e de puerto p¡'incipal ¡í. aquellas comar­ca , habitadas por pa tores, IllbriC'gos, cazadorcs mon­tane- es y pescarlon!s de las playa que llevan á Bil­bao los productos de, u indu.stria y traen en cambio instromentos de labrauzn, telas para ve tidos, y otro.> objetos en su mayor parte de caza y de pesca. La facbada del castillo mira al mar, y la parte opue ta está cercada de una muralla, elevada y maci­za, capaz de resi titO con ventaja un ataque de artille­ría. Delante de la fachada bay UTla con<¡truccion de calicanto que cubro ba ta la mitad de su altura; al pié uu fo o aJlcbo y profundo, que se provee de un arroyo que l·ode.a en parte el caf;tillo y que de ciende de las escarpadas ¡'oca de la de recha, formando cas­cadas qne rellledan en mil c.;lImbia ntes y matices el fenómeJlo emblemoít.ico del arco-iris. Pa.ra entrat al patio ::rIto y extl:' rior del ca tillo, que es unn. espeeie de azotea, .es ptecisO' pasal' por un puente levadillo, rnoviuo pOtO un resorte seCI'eto que conocen únicamclllte los dl1enos del castillo ó jefes de la fam ilia. Al IIC"gar es pI'odso bacel' un semi-circulo á campo dJScubierto pal'a ir Ita ta la puerta princi(1a1. Llegando por el lado del mal' el camino 'es todo llano y fácil, y desele el ca"ti llo puede vel'se no solo desem­barcar, sino divi .al' á muchas leguas mar adentro, los buques ó barca que se dirigen al pequeño puerto. La. llanura que se atrav iesa para lIegat· al r eclllto de IllUra llas q ue defien rlen el ca ti 110, será de unas cinco leguas, Esta lIanlJra, cortada pUl' arroyos cu­yas orillas están de tl'ech) fln tercho pobladas de ali­sos y de a rbu sto~, ofrecen la vista más vintoresca: semejan las di vi, rones caprichosas de un jar~ljn tm­que co. En el ex tremo de la izquierda de esta lla­nura se distingue otro cas tillo, ó casa con honores de tal, perteneciente á un rico propietario de Bilbao. Tiene, á manera de muro~ , una<¡ altas parerl es de tie­ITa, pintadas al exterior, con intencion, sin duda, de imitar la piedra. No tiene puente levadizo; pero en cambio tiene un pantano ó ciénaga que es preciso &trayesar en barcas ó botes, que más de una vell han obligado á los navegan.tes á tomar baños intempestivos y poco agradabl es . En vez de torreones ti ene unos cuadrilatel'O elevados, hechos tambi en de tierra, que pretenden f.dqnirir el ti tulo de torres de defensa, En tllrno de las paredes C"xteriorcs h?l.y una zanja que bautizaron con el nombre de foso, y sobre la puerta de entrada se lee en letr-as gordas: "Castillo de don r~uis de Robl es." . Era el tal castillo, una especie de 'parodia de un verdadero castillo, y r evelaba, así en I;¡s partes como en el conjunto una ridieull1 presull cion á la par (le una • •• • neCIa Ignorancia. No debiendo ocupa¡' e e-ta historia sino de los ha­bitantes de aquel edificio t¡ue no podia llamarse de ningun modo, parece que cou lo que se ha dicho de él bastnrá para satisfacer la curio:;idad que pudiera tener ~ I lector. Al pié de las rocas de la derecha, resguardada por elias y en una e&pecie de pla zoleta formada por una abertura ele los peiías Go~, se veia una cabaña de risue­ña apariencia, rod eada de verdes y frondosos árboles á cuya sombra dibujaban caprichosas figuras los va­riados matices de las flores que parecian no mar­chi tarse jamas, como si el jardinero ó jardinera en­cargados de su cultivo fueran hadas ó génios, De­lante de la. cabaña se extendian campos cultivados, trigales cuyas espigas; de oro, balanceadas por la bri­sa del mar seguian sus ondulaciones. Qué bello capri­cho de la Naturaleza! En el mar, las ondas est>umo­sas, con su riqueza natural, sus atJ'evidos juegos, sus bandas de azul y plata; en la llanura, el movimiento suave é igual de las espigas juguetonas que parece que intentan besarse y luego huyen azoradas y presu­rosas; en el mar, la barca pescadora que rosa la cresta de la onda presurosa; en el prado, la jóven labriega que siega las mieses casi sin tocarlas, tal es la destre­za y finura con que su práctica mano~ ejecuta. la obra que corona los trabajos de su padre, de su hermano ó de su esposo. Han uauo las cinco de la tarde on la cam pana de la alelea vecina. ,La tarde está apacible: el cielo despeja.­do, majestu0 o como ('1 poder de Dios, que nos revela; la bri ' l\ del mar, blanda, suave, so satura de los perfu­m s de las 11ol'os del campo y de la mies dc los sem­brados. 'l'rinan ha ave sus últimos cantos del dia; los ¡Iebaños se d¡rigcn lentamente á los aprisco ; las go- 10ndl'Ínas, revolotean juguetonas, perezosas de retirar-e á .sus nidos, como los bullicio os colegia.les al ter­l'\ 1inar la bQra feliz del recreo; todo respira el perfume c~e la felicid1\u, de la quietud; todo está alJí en anuo­nía; todo responde á )¡l voz de la naturaleza que avisa á sus criaturas que va ¡Ío apagal' la antorcha del dia, para que se ::Iquieten y duerman el sueño bienllechor de la dicba. El sol, de cendiendo lentamente, ilumina ~pé¡\as el mar, que parece incendiado y hace temar que el fuego de LIS ondas remunte hasta el firmamento. Cuán bella e la Naturaleza cuando logramu!:\contem­plarla independientem.ente de los séres humanos que la pueb;an y á veces la embellecen; pero que á veces tambien la llenan de cuadl'Os at.enatlore5 y dolorosos! Por 0'1 camino que conduce á la cabaña, guiando un. rebaño de unas pocas ovejas, se veian dos jóvenes: el uno de poco más de diez y f)eis años, parece t ener más por la robustez y fl,lerza que denota su fignr¡a., Il~ma de barazo y aun de elegancín, Su tez de un }uore.no éS~año l, sus facciones indican q ne, apesar de los ardorc ' del sol~ t de los tTab~ljos campes.tre's nosoll descentlicntes de Una familia de mezquina cón­dieion y aco, tumbra'da, á s'ufritL todb g-énero de penali­dades y mis.erias; hay algo en su .porte que revela­ba, 'Si no una. raza de ,l\<>bles guerreroS, sí el genio, la intrepidez y la enel·gía. Sus ojos negros, vivos y pe­netqll1tes, tienen tambien la dulz,ura de la mirarla. del nino; nariz recta, boca pequeña, pero de labios alhlJtaclos; barba redonda, con un lijéro hoyuelo; ce­ja un poco at'ql1cada; pelo negro y ensortijado: h6 aquí el retrato en cuanto á la persona. Iba vestido con Untl bluza azul, suelta, abierta de cuello que que­daba descubierto; calzon pardo, cjlbierto hasta la rodilla por unas bota~ de cuero sin curtir que conser-­vaba aun el pelo natural; llevaba un sOI).1urero de ancbas ala, de fieltro por la parte esterior y de paja por la parte itlte'ri or. En la UlallO derecha empuñaba un grueso cayado, y enrollada en la izquierda una liond·r. de cuet'da de cáñamo. Su compañera podia tener quince años, Era bella: ojos neg ros, 'finos, alegres, tenian de cuando en cuan­du ,una ex.presion natuI'al de temor, y á veces una mirada profuuda, que varccia melancólica; nariz rec­ta tam lIien; boca no muy pequeña, pero cuyos labios, encarnados y ligeros, convidaban á la sonrisa; cejas y cabellos negros como los de su compa-Bero y como él ensortijados, largos hasta los hombros, apénas cubiertos por una especie de chal de Jana blanca. de g¡'ueso t ejido ; llevaba ']Ua enagua semejante á las que u.san I IIS pastora escocesas, medias blancas y unas sanda.lias de la misma piel de las botas de su compañero. En el brazo derecho llevaba una canas­tilla de mimbres que, repleta de flores y de verdura cubria gran parte de su fulda con los festones que de ella colgaban; en la izquierda. llevaba alzado un cor­derito de pocos dias, al cual acariciaba como las ni­ñas de las ciudades acarician á sus muñ.ecas. Hasta el momento en que los presentamos á nues­tros lectores, habian ido silenciosos. Parecía que al­g'lU pensamiento grave ocupaba su imaginacion. Cer­ca ya de la cabaña y cuando el rebaño se habia re­fugiado en el aprisco, el niño se detuvo, y sentándo-se sobre el césped, dijo: ' -Hermana, quisiera que te sentaras á mi lado; tengo algo que comunicarte y que, con todo, me cues­ta trabajo decir, me da miedo decirlo. -Te da miedo decirlo? Es acaso algun cuento de duendes y de espantos 1- N uuca has tenido miedo de conta.rme nada, y aun á veces, ó. pesnr de la prohibi­cion de mamá, me dices unos ouentos de calaveras y • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • LA TARDE 287 de e queletos que luego no me d ejan dormir. Por qué, p tienes ahorll miedo de hflular? -No hermanu mili., cuán niña ere aun! '0 son cuentos de esquelcto lo que tengo que decirle: e, algo má , quizá mlÍ.s tel'l'iulc pum tí que uno de cuentos que no te dejan durmir. Tú eres tan niña á pesar de tus catorce años ... -Quince, hermano, quince. -Bien, á pesar de tus quince años, cre tan niña, que no puedes creel' que haya algo miÍ terrible, más doloroso que un cuento do e o, de e~qul'leto , de calaveras 6 de duendes. lIay, hermana, en la vida del hombre cosa má gráves, cuidados má serios é importantes que el de pa torear un mezquino r ebaño de tímidas ovejas, como las que acabamos de condu­cir al aprisco, -Enrique, hermano, tú hablas del mezquino reba­ño de nuestro padl'e, y no te preguntas qué sel'ia de nosotros sin e, e rebaño, mezquino como in e:=;u mí e1':\ cabaña. que se oculta. humildemento entl'e lo árboles como confusa y avergonzada del mngnifico c.lstillo que e eleva orgulloso, ostentando su riqueza al frente de la miseria que nos l'odea, Pero no, no tle­bemos quejarnos: si no fuera tambien pOI' los babi­tante de ese castillo, hace tiempo que nuest.ros pa­dres no vivirian, ó, por lo ménos, estarian en mayor miseria- de la que padecen. No recuerdas cuando aho· ra ha tres años v~nieron á prender á papá por no sé qué deuda.? Ent6nces el señor Conde pagó por él, y papá quedó libre, pudo volver á tmbajar para. su e posa y sus hijos, y, segun le has oido decir, podrá muy pron­to enviarte á la. capital á hacer algunos estudios que te abl'an una cafl'lIra en el mundo, -No, Julia, gracias á la generosidad de aquel ca­ballero que vive en la aldea, que todos respetan y estiman sin conocerlo, que tiene un aire tan noble y que viene con frecuencia á dar un pa ea en el ma r, no necesito quizá ir á la capital. i lo vieras con que o· licitud, con qué cariño me expl ica la historia y me enseña la geografía y las matemáticas, Mira: á veces me parece que no es únicamente la ami tad el víncu­lo que le une á mí; he sorprendido en sus miradas una ternura, en sus caricias un afecto que no pueden ser amistad. Ademas ... -Qué? dime, hermano, ademas ... por qué te ca­llas? por qué te sonrojas? Tienes miedo ... i es que ya va á empezar el cuento de los esqueletos? -No, quisieJ,'a más bÍen espantaros con alguna de esas ridículas relaciones; pero para ello nece.;:.i tal'ia tener mns calma, mejor humor, y hace algun tiempo que no tengo un momento de tranquilidad, -Dime, pues, el motivo do semejllnte estado. Me decias que ademas ... -Sí, ademaa, en uno de los pasllos que dado en el mar, el eñor de Ibáñez dejó olvidada en la barca una carta en que alcancé á ver escrito mi nombre, Me pareció extraño, y venciendo la cUl'io idad á la repug­nancia natural de cometer una accion ilícita,leí la carta -Hermano, has hecho muy mal: ya sabes que pa­pá dice siempre: "ni ojo en carta, ni mano en plata," -Cierto, Julia, hermana mia ; pero hay momentos en que el hombre no es dueño de sí mi mo. Yo tonia ya algunas dudas, algunas sospechas; creí que aque­lla carta las disiparia todas, y léjos de eso, no ha he­cho ya más que aumentar la incertidumbre en que me hallaba. 'fengo la idea de que en todo lo que nos rodea, on nuestra cabaña, en el castillo, en la aldea, en los paseos por el ma¡' y basta en aquel ridículo re­medo de castillo, hay un misterio; misterio en que los dos debemos figurar, en que quizá somos los obje­tos principales. N uestl·os padres parece que quieren ocultarnos nlgun acontecimiento; jamas hablan de­lante de n030tros sino de cosas triviales é indiferen­tes; papá guarda con sumo cuidado una cajita quo pesa mucho. Un dia, estaban ausentes; habian ido, como sabes, á traet' esas cartas quo reciben de tiem­po en tiempo y que casi siempre vienen acompañadas de fuertes sumas de dinero j yo traté de abrir la ca­jita, pero mis esfuerzos fueron ioútiles; apénas pudo - - - obse rval' que era muy p , ada para el tamaño que tie­ne j la sacudí con el objeto de jJoder uycriguar la qno contt:'n ia , y oí un ligero rl1i.l\l como el que produce ell'o e de un pa pel; la :lCU(lí tle nueyo, y (,lItónces pn tí el gol pe fuerte tle un ohjet.o pesado que se Ic ­\' ant<Í y yol vió á caer con fuerza <:"n el f')!lelo; creí qué fuem dinero, pero nueva bl'cuelida., me conven­cieron de que debo ser un solo cuerpo ,6ltdo )' pe . a­do, "En lo d ias ig\1len t~s noté que pa pá no tleja ba ya. la cajita en el mismo punt.o, r que la encerraba en la otra caja grande en que guarda los obje que él llama tan apreciabl " Ya ves, Jlllia, que en e to hay un mi terio; mi tel'Ío que debe ser terrible, cuando tanto e oculta, En lo que nos roden hay la lava de un volcan, qlle yo qui iera ver e tallal'. El señor de lbáñe;¡; me In pl'eguntado algunas yeces si yo recuel' · do algo de I primero: años de mi yida ; nada he pa­dido contcstarlo; I a memoria no me es Hel, 6 jamas he "isto otra casa que la cabañn, dcl ca. tillo, la II:mura y el mal', En 10<:; últimos años he YÍ"to edilicar aquella casa con bOllares de castillo; pero nada, ó casi naufl. sé con reh c io n á Dloradore" si no es que qui iera yel' los ahogar"e en ese 10:11' que oevoJ'a ... -Enrique, por Dio ! jumas te habia oido talC5 palabras, -Tienes razon, perdóname; pero hace algun ticm­po que noto una pel'secucion continua de pal'te de los habitantes de e ca, aran, y he comprendido que ellcr.'l son los que impiden que el señor de lbañez venga á verme con frecuen cia , Te repito, Julia, en esto hay algun mio, -Pero, si hubiera algun secreto, algun misterio te­rrible, como tú dice.>, i cómo en tan to ,tiempo nada hemo tl'aslucido nosotr03, nada han sabido nu vecino, no ba)' ,eñal alguna que lo compruebe 'l '-i Ye " c e mar tranquilo; suaves y apacibles sus ondas, cristalinas us agua, tran parcntes; ves e os últimos rayos dd sol que doran el cielo formando e, os bello arrebole que tanto te encantan y entretienen? 1, Sipntbs esta suave brisa que apena alcanza á ri7'Alr las agua>. del mar, á mecer las c:=;piga de los trigos, á. sacudil' tu hermo ' a cabellera? Siente C!le perfume embl'iagador de las flores y la miese ? Oyes el dulce trino de l¡¡s aves que e despiden del 01 poniente y van á acariciar con u gorgeos sus nidos, abandona­do durante el di .. ? El'icúchas e e armonio o concier­to de la NatUlalcza que se aJ'l'ulla paJ'a dormirse?, .. Todo e te encanto, toda e ' ta armonia, ha podido sel' hace un mom e nto la borrasca má espantosa: oculto el al por los nubal'rone ele la tormenta; azotadas las mie.~('s p'll' el huracan que, haciendo es tremecer hasta el fondo del OC0<1nO levantal'a sus aguas como monLaiias, e pumantes y bramadora:=;j el rel.í.mpago, el rayo, el trueno, hubieran cegado y ensordeci­do j las aves habrian huido á rerLlgiarse en la e pe u­ra de loe¡ q\les, que lJal'l'J(lo por el aquilon lo I.ta­bian arroja.lo dc allí negando un asilo á esas :.ímidas criatUl'a , y este dulce ZUZU1'l'0 de las ondas; de las hojas y de la ave habria sido remplazado pOI' el zum­bielo horl'Ísono ,le la tempest:\d y pOI' lo!> ay es la, ti­mero' de los desgraciados que se hubieran estrellado­con tra las rocas, , , -Bien, Enriq ue, pero todo esos estragos habrian dejado algun vestigio, alguna huella, y ahora nosotros comprendel'iamos que la tempestad con su aterradora funa habia pasado por aquí, y habia a nuestros campos; pero ya ves qua léjos de eso, la tarde está. tranquila y apacible, Porqué no pensar que siempre ha sido así? -Julia, cuántas tempe tades habrán pasado por aquí. y sin embargo ahora nos parece que siempre ha sido lo mismo 'l Por otra parte, yo que he andado entre los peñascos y las roca, que he recorrido los valles y las montañas he hallado los vestigios de una tempestad, cOmO he hallado algunos de los hilos de esta red misterio')a que nos envuelve. Te dije que habia leido la carta que el señor de Ibáñez dejó al. vidada en la barca. En ella le decian que cuidara de nosotros como de sus hijos, que me instruyera on lo - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 2 8 LA TARDE que debe abel' un UlH'n nlÍlJtar y un homure honra­do ' que muy pronto tpndriall nece~idad de mi. co­l1~ imient()f' de mi val\ una cruz y en ella una inscrip­cíon, de que npéna pude di tinguir e tafl dOl'I 'í\aba : "lité." Pocos dias dcsplle , una mañall<\ en que pai)á me creia pa¡;tol'E'lll1do el rebaño, entré á la cabaña á bu cal' :i maro;; y le OI'prendí con una carta en la mano; la plegó apresuradamente; pero, no habién­dole dado 10- mi mo dobleces que tfi'nia, 1:\ parte en que debiera tener la firma, quedó hácia afuera y pu­de ver. que teuia el mismo sello de In que el señor de lbúñez uabia dejado ántes olvidada . Mann. que no sabia que yo e tuviese en el cuarto vecino, gritó : " eba. tian, la carta no e de las que yo tenia guar­dada. , porque toda están aquí. A la verdad no com­prendo de donde ha podido sa lir esa cartl'." Y~ ha­Lia gllardado la carta en uno do l o~ bolsillos de mi blusa llueva; sin dn,la al sacudi rla, cayó la carta y paplÍ la halló. Ya ves que yo no podia exigir que se l.ne entregara; pero aquello me l'(>veló que habia re­lacion íntima e ntre la carta del ;,('nor de Ibáñez y algunas otras que nue tl'OS padres deben t ener. He pfi'nsado dirigirme con franqueza al señor de lbáñez con el objeto de aclarar el mi terio, ó de lo contrario le diré q.u e jama. s , me volv. erá á ve.r . . T,ú t.a mbien, h er-mana mJa, partlras cOllmlgo; yo lre a lIlcorporanne al ejército español, y tú e-perul'á el ¡'esultado de una empresa que medi to en el monasterio de religiosa .. de Bilbao. No puedo informarte de todo lo demas que creo haber descubierto, porque no tengo las prul:'bas suficientes. Lo único que puedo asegurarte es que podemos abandonar á estos ancianos que han pasado y pasan por nuestros padres, sin que se nos pueda culpar de ingratitud. Pero se va haciendo tarde, - y 110 convi('ne alarmar á los ancianos. Julia, júrame que no dirá- una palabra de las que has oido. -No, Rnrique, es imposible que abandonemos á los que, si no son nuestros padres, han cumplido los deberes de tales; no han educado, gastando para ello lo poco que su trabajo diario les pl'odu ce, y pri­vándose de las comodidaaes que pudieran tener si no pesáramos sobre ellos. Yo tambien tellgó ahora, por lo que me has dicho, algunas sospechas, que han au­mentauo con el recuerdo de ciertos acontecimientos; pero, con todo, no conociendo otros séres á quiene dar el sllgmdo y amoro o título de padre, debemos amar com0 á tales :i lo que, la fortuna ó los aconte­cimientos han pueRto :í. nuestro lado. Si ellos no son nuestros padres i por qué nos tieuen á su cuidado? ¡, Por qué nos han nbandonado nquellos á quiene~ debernos prodigar las caricias de hijos tiernos y aman­tes? Comprendo que con motivo de las guerras, mi padre se au en tara ; pero entónres debiéramos sauer si murió, ó si vive, y en tal caso, donde se halla. Hermano, no vayas á cometer una temeridad. -Ciertamente es difícil comprender qué ha dado motivo á la situacion en que nos hallamos: ese es el secreto que se nos oculta; el misterio que quiero aclarar', y estoy resuelto á hacerlo cualesquiera que sean los medio lícitos que p3l'a ello deba emplear', cualesquiera que sean los resultados que produzcan. Pero, te repito, es neGesario el mayor silencio, la mayor reserva. Entremos á la cabaña, los ancianos estarán inquietos. Pobres gentes; tambien es preci­so pensar en ellos, quizá haya motivo para compade­cerlos como á nosotros. n LA CABAÑA. • La entrada á la cabaña quedaba á pocos pasos del sitio en que nuestros jóvenes acababan de tener su conferencia. Para entrar á ella era preciso rodear un pequeño jardín. Habia ya oscurecido bastante y esta circunstancia. agregada á las ideas que preocupaban á 1111(', tros actores, no les penniti6 oh. el'\'ar I)l1e por dentro del jardíll IJ alejaba, á toda I'I'ÍAtl, pIJI'O 1 1'0- curando lIace!' el 1111"110\' ruido, una perl'ona quo ha­brÍ<\ :;ido difícil r econocer aun cuando bubiera ido)a mitad del dia. Enrique y Julia entraron al aposento principal de la habitacion, procurando di imular en RU emblante la expresiol1 de la duda que su última ronversaciQn habia arraigado en su corazon. En la sala á que -en­traron, cerca á un.). peplleña mesa de madfi'ra "in b.ar­nizar, esta.ba sentadn, en un taburetillo de madera to cn, una mujer cllya edad em difíci1 calcular: ro­busta, vigorOSA, t enia un al pecto que prevenia en su fa.vor. Era de ulla estatura J'eglllar' tenia el oa bello completamente blanco, cil'cun tancia que hacia dudat de )a edad que p or su a' pecto se le pudIera atribuir; ojos ga rzos, nariz un poco :\chatluh ; boca grande, que conservaba todo.:; sus dientes, de notable blaucura; mauos grande, muy Llanló:as sí, y no se comprendia cómo pudieran serlo con lo trahajos en que natural­mente debian ocuparse. Ve tía \lila saya de lana car­melita, de un tejido bastante malo; un corpiño de paño negro; le cubrian los brazofl tanas mangas de fi­na piel, lo que probaba que hacia poco habia f\Uspen­dido el trabajo de la siega; tenia la cabeza descubierta. Debajo de la mesa est!!ba echado un hermoso perro, que viuo á hacer fie tas á nuestros jóvenes. • -Por qué entrais tan tarde '? preguntó la anciana luego que los ladrid os del perro le permitieron hablar. Hace mucho tiempo que os aguardo para desocupar­me; nquí teneís la cena. -Gracias, eñorA, respondió Enrique; por mi parte no tengo apetito. Puede que Julia e hallé en meior disposicion. -:Tampoco tel1go deseo de tomar nada, mamá, graclas. -lOS permite qsted retirarnos al aposento de Ju­lia? Le he prometido enseñarle un poco.de geografía. -Bien, hijos mios; pero cuidaos de !lO entreteneros demasiado; á veces os estais despi ertos hasta muy tarde y ~so no es provechoso, y ménos t eniendo que madrugar á 103 quehaceres, que hu" aumentado desde que hn llegado el tiempo de j'l sil'ga. -Buenas noches, madre, dijo Julia al retirarse. -Hasta mañana, dijo Enrique con toDO breve. La pieza á que entraron los dos jóves era ca i cua­drada; enfrente de la puerta de entrada habia una puerta,ventana que caiJ. al jardin, y en cada una de la paredes laterales una ventana. Una de estas ven­tanas caia tambien al jardin; la otra al camino que conduría de la cabaña al castillo. No tenia más mue­ble que UD1. mesa de la misma especíe de la que ha­bia en la sala que acababan de dejar; dos bancos lar­gos y angostos que servian d(\ a ientos, y una especie de caja-armario, sobre el eual babia un espejo en muy mal estado, pues la luua parecia atacada de lepra, tal el'a el estado de escasez de azogue; pero, en fin, era espejo. i Cómo suponer un aposento de mujer sin un espejo? En uno de los rincones del cuarto habia una. abertura en la pared, y que ]30 mano pudorosa. de Ju­lia habia procurado cubrir con un pedazo de blanco lienzo, que á semejanza de una cortina estaba asegu­rado por la parte superior, y prendido á un lado, for­mando graciosos pliegue, por medio de un pedazo de cinta que en mejores tiempos habia sido azul. Si aquella cinta hubiera hablado, difícilmente habris podido decir, refiriéndose á los de u juventud: " mis verdes años," porque Jos que así parecian e1',1I1 los de su vejez. Aquella cortina servía para ocul tal' un Jecho de jóven, de mujer hermosa, de mujer que sonrio descuidada, ignorante de los místurios de la vida: le­cho de inocencia, de castidad y de pureza, que infun­de respeto. Aquel lecho, sencillo hasta ser pobre, pobre con ese tinte de la pobreza rústica de algunos países, limpio con esmero, hecho con gracia, y aun pudiera decirse con coquetería. rSe contlnua?·á.J •
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 36

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666 Reflexiones de vida = 666 Life Reflections

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234 Reflexiones de vida = 234 Life Reflections

Por: Fernando Bermúdez Ardilla | Fecha: 2011

"Reflexionar en la vida es echar un vistazo a lo quenos rodea, lo divino y lo pútrido, lo que para alguienes bueno y malo, o simplemente a los quepiensan diferente. Para quienes se creen con capacidadde juzgar; quizás sean unos los equivocados,quizás sean otros o quizás seamos todos, puestoque opinamos dependiendo de nuestro estado deánimo o dónde estemos o con quién estemos.
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234 Reflexiones de vida = 234 Life Reflections

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Los últimos tiempos en la tierra

Por: José Germán Montoya M. | Fecha: 2014

"En este libro encontrará una clara perspectiva, que le permitirá ver, entender y analizar de una manera sencilla los principios y acontecimientos venideros sobre el planeta tierra y la humanidad, en un tiempo no muy lejano, por el contrario muy cercano y quizás más cerca de lo que usted pueda imaginar. Los temas que irá conociendo a través de estas páginas, ampliará su punto de vista y quitará muchas vendas de sus ojos, así lograra tener un concepto muy profundo y un gran conocimiento de este apasionante tema, el cual a través de veinte años de estudios investigaciones, experiencias y vivencias se...
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Una oportunidad de transformarte

Por: Mario Vaena | Fecha: 2016

"Si eres una persona que vive anticipando amenazas, puedo imaginar tus estados de ánimo bloqueando cada día tu camino. Seguramente no llegas a comprender los mecanismos que, aun proponiéndote cambiar, hacen que vuelvas a defraudarte a ti mismo", nos dice Mario Vaena. Miedos, tristeza, rabia, impotencia, frustración, resentimiento, son solo algunas de las emociones más comunes cuando nos sentimos vencidos y no sabemos cómo construir un plan para transformar nuestra vida. Sin embargo, nuestros estados de ánimo no nos proporcionan una mirada objetiva sobre la realidad. Por el contrario, suelen...
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Una oportunidad de transformarte

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Confiar en mí

Por: Sebastián Palermo | Fecha: 2016

"Todos queremos una palmadita en la espalda y que nos digan 'Lo hiciste bien, eres muy bueno en eso', pero ¿cómo vivir cuando tenemos la sensación de que no lo lograremos? ". Con esta premisa, el autor -médico, terapeuta y pastor evangélico- plantea el tema de la autoconfianza. Hay cientos de libros sobre la autoestima, pero ninguno sobre cómo construir y tener confianza en uno mismo. No es el amor propio lo que se pone en juego a la hora de tomar riesgos o no: es la autoconfianza. Frente al fantasma del rechazo y la dependencia de la aprobación, el autor ayuda a encontrar los recursos psíquicos...
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