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Con la frase Poesía.

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Cuerpo presente

Por: Siomara España | Fecha: 2022

La situación de las mujeres en su entorno tanto privado como social ha estado siempre presente en la poesía de Siomara España. Poemas como “La mujer del miércoles”, “Mujeres”, “Mía”, así como su libro El regreso de Lolita dan suficiente cuenta de ello. El camino que la poeta recorre en Cuerpo presente la obliga a encarnar otras voces: la voz del testimonio, la voz de otras mujeres, víctimas de femicidio, de crímenes consignados en algunas de las crónicas más brutales publicadas en su país, Ecuador —textos que no dejan de reproducir, como un eco siniestro, la misma desmedida violencia que se ha venido registrando en los últimos años en tantas otras regiones y culturas. En su originalidad, en su justo equilibro entre denuncia y lirismo, Cuerpo presente se inscribe en una altísima tradición: la del libro de poemas como colección de casos. Una tradición que nos remonta a la crudeza de Morgue, de Gotfried Benn, libro que en 1912 rompió con toda la poesía alemana que le precediera; a la...
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Cuerpo presente

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Nos queda la palabra

Por: Angela Tello | Fecha: 2019

Reflexión sobre la poesía, la creación poética y la importancia de la palabra. Se indaga sobre el quehacer poético, sus orígenes psíquicos y espirituales, los instantes de inconsciencia, de irracionalidad, de exaltación de los sentidos del poeta, y sus consecuencias para las vidas de los y las poetas y para su producción, la palabra poética, así como la relación entre la vida y la muerte, la luz y la oscuridad.
Fuente: Biblioteca Digital Feminista Formatos de contenido: Artículos
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Nos queda la palabra

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Solo de amor

Por: Alejandro Jodorowsky | Fecha: 2006

Alejandro Jodorowsky, cineasta, tarólogo, psicomago, novelista, pero sobre todo poeta chileno, aconseja que al escribir poesía"no describan sus experiencias, el poema debe ser la experiencia. No exhiban sus sentimientos, creen con el poema un nuevo sentimiento. No revelen lo que saben, sino lo que sospechan. No busquen lo que son , sino lo que no son". Solo de amores una antología de poemas de amor que además incluye un libro nuevo con el mismo título.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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  • Poesía

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Aparece en anacrusa el deseo

Por: Beatriz Saavedra Gastélum | Fecha: 2025

Beatriz Saavedra nos sumerge en un mundo de palabras que navegan entre lo tangible y lo etéreo, donde la poesía se erige como un puente hacia la esencia misma del ser. En su libro Aparece en anacrusa el deseo, cada poema es una ventana que revela las profundidades de la condición humana, explorando con delicadeza y vigor las tonalidades del alma y la vibrante realidad que nos rodea. La poesía se convierte en un culto vigoroso, una memoria que se niega a ser pronunciada pero que reside en cada instante vivido, en cada delirio cotidiano que se torna lúcida transparencia. Saavedra nos transporta a un ascenso geométrico y luminoso, donde la conciencia pura se enfrenta a la muerte y a la forma. Aquí, la calma se libera en la consagración de la tierra, y la poeta se encuentra próxima al comienzo, en un constante renacer que es tanto personal como universal, entrelaza caligrafías de arena y noches sin luces, donde la ausencia se siente en cada laberinto de piel y la luz gravita en el filo del tiempo. La poeta toca el fondo calcinante de pausas oscuras, dejando intacta la palabra que resuena en la memoria. Beatriz Saavedra da mucha importancia a las tonalidades suaves y fuertes de las letras, así como a los varios sonidos cortos y largos de las vocales, recobrando en su condición la simbología íntima que da lugar a la Realidad. Su poesía es un frugal poético, simbólico y real, un territorio más justo, espiritual y verdadero. En este libro, la poesía es la esencia del Ser, la cúspide de la lengua y del pensamiento, una cifra significativa de la ontología y del sentido del mundo.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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  • Poesía

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Poemas de la vida afirmada

Por: Juan Gregorio Álvarez Calderón | Fecha: 2018

Poesía vitalista tanto mundana como filosófica. Este poemario, en el que predominan las poesías con métrica y rima tradicionales (destacando la presencia de sonetos), trata de comunicar una actitud de celebración de la vida y de afirmación de su valor con esporádicas expresiones contrastantes. La temática es amplia y va desde lo pornográfico hasta lo filosófico, pasando por lo religioso, la transmisión de experiencias autobiográficas y el planteamiento de las contradicciones vitales e ideológicas del autor. Predomina aquí lo conceptual expresivo sobre la búsqueda de meros efectos verbales imaginativos y sobre el recrearse en la experiencia de la extrañeza y el descentramiento propios de un vanguardismo ya agotado. Más allá de valores formales, este poemario tiene valor como expresión de una subjetividad diversificada en sus intereses y actitudes.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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  • Crítica

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Poemas de la vida afirmada

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Biblioteca de Señoritas - Año I N. 6

Por: | Fecha: 07/02/1858

AÑO I. Bogotá, 7 de :febr ero de 1858 . NUM. 6. E l romance. NECE IDAD DE QUE LO POETAS SURA lERICANOS CULTIVEN ESTE JENERO. Las coleccione de romances antiguos españoles son rara , dúícile de leer, difusas en su mayor par­te, i mezcladas con piezas d ' biles i de escaso inte­res. Es preciso tener un entujasmo casi fanático por la poesía antigua pañola, para echarse a pe­chos un volúmen entero de la Silva de 1·omances viejos, ele la Silva de ·romance va1·ios, de la Flo resta poética de R ebolledo, de los R omances de Quevedo, i de tantas i tantas otras colecciones mas o ménos antigua , mucha de e llas incoherentes i desgreña­das, en maJo~ tipos i peor papel. D e las edicione modernas que se han hecho i se hacen diariamente de las poesías antiguas no es po· sible tratar con detencion , por no permitirlo un si m­ple artículo de periódic?;. pero séanos permiti_do tribu ar nuestro reconocimiento a los hombres In· telijentes i dotados de un fino gusto, que en sus e cUI·siones filosófica. van a bu ~car entre el polvo de las bibliotecas, públicas o particulares, libros viejos i deteriorados para compulsarlos, i publicar lo mas sustancial que ellos contienen. (* ) No ha­blamos tampoco de las colecciones de romances ori­jinales modernos, como la del autor del Aloro Es­pósito, porque el mérito de e te tr_abnjo es de o_tro jénero, i sus título~ a nuestra adnnracwn son_ dife­rentes, por no decir mayores. Saavedra ha reJU ve. necido i rehabilitado el ya casi abandonado 1·omance antiguo. Nadie ignora de cuánta importancia es el estu­dio de estos antiguos romances, como que en ellos está la verdadera poesía naciona l de España, la poesía de los campos, de los castillos i de la choza humilde del pastor, i la poesía que asiste a todas las reuniones, que se halla en todos Jos labios, que exal­ta todos los espíritus. Cervántes, hablando del ro­mance de don Gaiferos, dice que andaba en la boca de todo el mundo, i que aun los niños lo repe tinn por las calles. Tan populares, tan consustanciales, digámoslo a í, han sido siempre en los países espa­ñoles de Europa i de América estos cantos en que se pinta su jenio i se retrata su carácter, como en un espejo, que nunca la edad , ni e l sexo, ni profesion alguna se han sustraído a esa afic ion innata, a ese impulso natura l e irresistible, ya a componer, ya a r ecitar romances. Todos los rec uerdos de la E spaña están en esos romances; es su tra di cion, su h istor ia flo rida, digá­moslo así, su epopeya nacional, su libro de Jos hé­roes ; allí están sus cuentos caballer escos, ll enos de graciosas imájenes i de g loriosos hechos de ar­mas; allí están sus cantos de amor, en que las hi­jas de los reyes suspiran, miéntras bordan las em· presas para sus amantes, en que el trovador cuenta sus penas i cu itas al compas del acordado instru­mento, al pié de la ventana de su inaccesible dama; i allí, en fin, Jos puentes levadizos, los briosos cor­celes, las fiestas i torneos, Jas bandas i celada3, los (*) Véase, por ejemplo, el "Tesoro de romanceros" pu­blicado por D. Eujenio de Ochoa. < javalíes i aleones, i el amor, i la g loria, i la pieda d, i la nobleza, i la j enerosidad i la gallardía. Aquí es el Cid, vencedor de Jos Moros, dueño de Valencia; allí s Bernardo del Carpio, cerrando el paso de los Pirin eos, venciendo a Carlo Magno, que venia en busca de la corona de Leon, i a quien el mozo leo­nes g ritaba en el campo : "ven por ella," i despues ele la victoria se pre entaba a su rei dici éndole: "La respue ta que la Francia nos ha dado la trae­mos escrita en nuestros pechos.') Allá es el reí moro llorando por la pérdida de Alhama i oyendo aquel terrible r proche : " no la supiste conservar como hombre: i la lloras como una mujer." O bien Ro­drigo huyendo del campo de batalla donde fué ven· ciclo, i esclamando con lágrimas de desesperacion : ': yer era rei de E~paña, hoi no soi nada ; ayer era dueño de ciudades i castillos, hoi no poseo un palmo de tierra .11 Hai otra clase de romances a la cual pertenecen las composiciones puramente caball erescas : Ja h is­toria de Lancelote, de Tristan, de Amadis. E l pue­blo por un in tinto natural formulaba así sus senti­mientos, reinando la locucion, fluida, sencilla, es­pontánea. Los nobles i grandes señores tenian en sus castiJJos largos romances escritos en vitela , or­lados de florones i guarnecidos con finos arabescos. Los trovadores can taban al pueblo congregado sus estrañas aventuras, cuentos de amor i de guerra, compuestos, segun el gu&to popula r, en ver&os aso­nantes. Esta poesía, a campo ra ·o, digámoslo así, no se escribía jamas; i el autor de Ja rapsodia, satis­fecho con Jos cándidos aplausos que recibía de la multitud, muchas veces ni aun se daba a conocer ¡ pero los homb res del p ueblo recojian .fielmente sus cántigas i las redactaban, por el cl ia en sus horas de ocio, i por la noche en sus veladas. lVlas su~edi ó una cosa estraña, i fué que esos ma­nuscritos copiados con tanto arte, i conservados con tan to esmero, se perdieron en su mayor parte, i solo quedó la tradicion popular, tan vaga i tan instable de suyo ; i a fa lta de libros fu é preciso recurrir a la memoria de los viejos . D espues que Jos palacios se habian quemado, i destruídose los monumentos pri­mitivos del arte, se buscó esa poesía de los tiempos an tiguos, i se h alló que a lg una pobre mujer del pueblo podia repetirla palabra por palabra bajo el humilde techo de su cabaña, o que un infeliz ciego la cantaba pidiendo limosna por los caminos reales. Otra série de romances, correspondiente sin duda a una época distinta, es Ja de los romances moris­cos: j énero variado, numeroso, interesante. Es el cuadro de la vida árabe con todo su brillo prestijio­so, esa vida risueña i caprichosa, como la caprichosa arquitectura de la Alhambra, pero seve1:a al mismo ti empo, como esa montaña en que el mfortunado Boabdil se detuvo para volver los ojos por última vez a Granada, i que desde entónces se llama el Monte del suspi?·o. Vida de contrastes i peripecias : tan pronto las fie stas deliciosas i embriagantes, i las horas de amor en los jardines de palmeras i naran­jos : tan pronto el grito de· guerra, i la coraza de acero reluciendo al sol i el penacho flotante en me­dio de los combates. A la vista de estas fic ciones Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 46 BIBLIOTECA DE SEÑORITAS. seductoras de la poesía árabe, Jos españoles olvida­ban su enemistad, i d8jándose llevar del encanto de ese paganismo cabnlle resco, cantaban la gloria de los abencerrajes, como habrían podido cantar Ja de sus propios héroes. No dejaba el espíritu relijioso de reprocharles e~ta inclinacion ; pero el pueblo, aberracion estraña en aquellos tiempos! rehusaba entrar en estas discusiones teolójicas; i cuando le echaban en cara su propen ion a aprender o a imi­tar los cantos de Jos infieles, respondia con injénua candidez: "Caballeros granadinos, Aunque moros, hijosdalgo." Despues de haber pasado por la tradicion histó­rica i por la leyenda caballeresca, el romance sufrió una nueva trasformacion : dejando a un lado Ja lanza i la espada, se convirtió en pacífico habitan­te del campo, i a Jos cantos de guerra sucedieron Jos pastoriles. Algun tiempo despues descendió un poco ma8, i ya no fué sino una e pecie de jácara llena de concepto.~ i retruécanos, en que se pinta· ban los usos i costumbres de la P.poca, i a que ser­vían muchas veces de argumento las escenas mas comunes i vulgares, como lo vemos en los roman· ces de Quevedo; en lo cual el romance español no hizo mas que seguir Jos pasos del teatro, que desde la trajedia griega fué de ... cendiendo poco a poco hasta la comedia moderna de costumbres, i desde el alto coturno de los héroes i príncipes, hasta la zarzuela i el s inete andaluz. He aquí una brevísima reseña histórica del ro­mance castellano, de e e tipo de la poe ía nacional española, en que se exhala el jenio i se pinta 1 ca­rácter de nue tro~ padres como n un daguerreotipo: brevísima, porque apénas hemos querido que ella sirva de preámbulo a la e8citacion que nos propo­nemos hacer a nue tras jovenes literatos para que culti en e te jénero tan fácil, tan sencillo, tan có­modo para e ~ cribir las crónicas i la hi toria ; i por­que no nos estaria bien e~ tendernos mas en u na materia en que todo lo ha dicho ya el célebre don Anjel Saavedra al escribir el prólogo de sus Ro­mances históricos. El ejemplo del éxito feliz i com­pleto que obtuvo este literato distinguido, debe ser un estímulo que mueva a los poetas surnmericanos glorias nacionales, para popularizar nuestros inte­resantes hechos históricos ! El romance es, no lo du­demos, Ja epopeya moderna de los pueblos hispano americanos. Por Jo mismt' que el romance exije un gusto pu­Jido, u na delicadeza e~ trema, i no ha de humillarse hasta las jácaras i coplas vulgares¡ por lo mis~o que estejenero de compo::,icion ht...ye del estilo ~1~­chado i ampuloso, de la vana afectacion i del np10 i palabrería sin sentido; por e lo mismo ha de con­tribuir, si se cultiva con per everante esmero, e imitando lo buenos modelos, a crear el buen gusto, i a correjir los mui notables vicios de nuestra poe­sía, imitadora servil, por lo ordinario, de estranjeras i espurias escuelas. Como todo conocen los elojios que del romfl-nce han hecho eminentes poetas antiguos i modernos, tales c0mo Juan de la Cueva, Lope de Vega, Mar­tínez de Ja Rosa. el va citado Saavedra, i otros; i tambien las regl~ , pi·eceptos i con"ejos que para su compo. icion han dado, omitimos decir lo que no seria mas que una innecesaria repeticion, o el deseo de ostentar de nue .. tra parte una necia e importuna erudicion. Varias son las composiciones de este jénero en que se han ensayado algunos de nuestros comp3.· triotas, i ellas demuestran que él no es estraño a nuestra literatura, i que la lectura de buenos ro­mances ha dejado el fruto apetecido, si ya no es que por in tinto natural el jenio americano brote en un terreno que le es propio, denunciando la he­rencia que recibió de sus antepasados. En un ti e mpo tuvimos la idea de hacer una co­leccion de todos ]os que se han dado a luz en la Nueva Granada, ya serios, ya fujitivos i que andan dispersos en varios pen ódicos, i en otras publica­ciones; pero motivos que no es deJ caso mencionar nos retrajeron de e .. te intento. Si algun curioso, con mas tiempo i mejor criterio que nosotros, quisiese prohijar esta idea i llevar a cabo el proyecto, haría un servicJO notable a la literatura, formando por Jo ménos un volúmen escojido, que en cualquier tiem­po haría honor a nuestro país. YARILPA. a rejenerar, o a fundar; si e quiere, en este conti· nente el romance, como medio infalible de popula­rizar la poesía, de enseñarla, de incrustarla, digá- > moslo así, o amalgamarla con nuestra historia na- ( cional, con nuestras gloria , dando forma, anima­cion, vida i carácter a nuestra incipiente literatura. A ..... •.. Oh! Si pudiera obtener Con intelij ncia suma, Que ver o~ mil de mi pluma Bellos se vieran nacer, Como al primer arrebol, En las mañanas ele abril, Ya lo han dicho varios escritore : la epopeya PS un jénero exótico, imposible en estos tiempos; Ja ci vilizacion ha ido Techazán olo poco a poco, i en ( proporcion de los progresos que esta ha hecho, aquel ~ se ha retirado de la e~cena. La epopeya era la for- S ma propia de los tiempo~ de lo maravilloso i de lo! ideal, forma que no se a viene bien con los tiempos de lo positivo. El siglo de Homero fué el siglo de la epopeya, de entónce para acá el jénero 'pico ha ido decayendo, i la Henriada misma, como dice un picante escritor frances, no es mas que una Gaceta elegante. Pero nos queda una forma adaptable a nuestra época, i que puede mui bien reemplazar a aquella hasta cierto punto: el1·omance. ¡Cuánto no se pres­ta este jénero, que parece humilde, para consignar en él nuestros recuerdos, para inmortalizar nuestras? Se ven nacer mil a mil Los vivos rayos del ol, Entonce, amiga, al pulsar De oro la lira tremente, Que hoi se ajita blandamente Como un pecho al suspirar, Yo te diera en cada son, Grito del ánima mia, Un piélago de armonía En que ahogar el corazon! I te cant ría mas Que nunca nadie cantó; Que nadie nunca cual yo Fué para cantar audaz; Ya que es la llama del sol La del vate Amencano, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SEÑORITAS. 47 I e su cantar oberano Como cantar E pañol! Cantara el cielo turquí, El cielo que al erlo admira, El cielo que al verlo inspira Porque o lo se ve aquí. L as flore de .. parramadas Cual mil e trellas caida , Las dulce fuentes dormidas I las onantes ca cadas, I aque .... tas noche~ de tul En que los mundo celestes D espliegan ws áureas vestes Por la ancha bóveda azul; Con toua esta inmensa z ona , Cuna i tumba de valientes, En que no hai esclavas frentes Ni frentes ha i con corona; Esta tierra-para Lo Que es del munuo el corazon, D espertada de improviso A los pasos de Colon ; Do nunca muere la luz, Donde los libres son g rande s, Do se de~tacan los And es De p edestal de la Cruz! •••• Tal vez, hermosa estranj era, P erfume de flor au ente, Onda de leJana fuente En que otro sol reverber a, En la América gloriosa Dejarás vi va tu huella S eñalada en una rosa, Dibujada en una estrella! Hora contemplo tu frente Que un ignoto pensamiento, Como a las olas el viento, Hace temblar de repente, Ahogado por tu sonrisa De tu patria oigo el sdspiro, Que ácia ella va en blando jiro, En alas de ajena brisa. No beb en tus lindos ojos La luz de tu lindo cielo, Las flores de estraño s uelo Son para tu planta abrojos. ¡Pobre pájaro perdido, Mas no en la red prisionero, Que del árbol estral)jero N o quier es colgar tu nido. Vuelve al nativo horizonte I vierte tu melodía En ]a hojo "a selva umbría I en el alto espeso monte! Marchita hoi tambien )a flor Don tuyo, al partir, la pierdo ..... Dime tú si así el recu erdo Perderás de tu cantor! 1850. Lope de Vega. Tenemos a la vista el testamento de Lope otor­gado en Madrid a 20 de agosto de 1675 ante el es­cribano del número, don Francisco de Moráles. En él se dice que fué casado con doña Juana de Guardo, la cual le trajo de dote 22,382 reales de plata doble, dándole él de arras 500 ducados: que de eete matrimonio tu vo por hija única a doña Fe­liciana; que e ta casó con Luis Usátegui, a quien ofreció al tiempo de tratar e] casamiento cinco mil ducados de dote, comprendiendo en ellos Jo que a su d1cha h1ja le tocase de su abuelo materno; pero que por haber e .. tado alcanzado no le habia pagado aún cosa alguna, sincmbargo de haber recibido varias cantidades de la herencia de su suegro. Por e tose ve qne el buen Lo pe de Vega, a pesar de ha­ber ganado, con solo sus comedias i sus autos, no­venta i 5eis mil du cado , no contaba entre sus bue­nas cualidades la de la economía. Verdad es que dejaba por heredera universal a su hija; mas si n duda no seria mucho lo queJe hubiese de tocar en la sucesjon,cu anuo se Jee en el testamento la cJáusu­siguien te : "Declaro que el rei nuestro señor (Dios lo gua rde) usando de su benignidad i largueza, ha muchos años que en remuneracion del mucho afecto i volunta(con que le he servido, me ofreció dar un oficio para la persona que casase con la di­cha mi hija, conforme a la calidad de la dir.ha per­sona; i que con e. ta esperanza tuvo efecto el dicho matrimonio, i el dicho Lu is de Usátegui, mi yerno, es hombre principal i noble, i está mui alcanzado, suplico a S. M . con toda humildad i al Escelentí­simo señor Conde Duque, en atencion de Jo referi­do, honre al dicho mi yerno haciéndole m erced co­mo lo fio de su g rand eza. " No sabemos si el rei cumplió esta m anda i la palabra que tantos años atras había dado, en lo que parece que S. "!vL se mo straba algo fl aco de m emoria, Era Lope de jenio apacible i suave, lleno de amable corte~anía en e l trato, i aunque tuvo de­tractores, pension comun a todos los grandes jenios; no conoció nunca la envidia, prestándose siempre gustoso a alabar a los demas poetas, entre los que a la verdad sobresalió tanto que no tenia para que temer rivalidad nin g una. Sinembargo, si JJ egó a lo sumo el aura popular de Lope durante su vida, despues de su muerte, cuando hubo d esaparecid o e l asombro que produ­cia su prodijiosa fec undidad, cua ndo otros poetas se presentaron en ]a escena superiores a él en dotes dramáticos, cuando en fin empezaron a cundir principios literari os mas ajusta dos al buen gusto i a la sana critica, en t ónces las alabanzas se convir­tieron en vituperios, i no fa!tR.quien quisiese con­fundir a tan grande hombre con los mas despre­ciables dramaturgos. Injustici a fué es ta mucho mas inescusable que el desmedido aplauso que se le tributara en vida : al ménos este se fundaba en un mérito r ea l, en el prestijio que no puede ménos de granjearse el jenio, en las facultades portentosas de este jenio, que si abusó la timosamente de ellas, el mismo abuso demue.:.tra cuán grandes eran i po· derosas. Libr es ahora a la par de aquel prestijio i de toda preocupacion n aci da de doctrinas literarias, apreciamos a Lo pe en lo que vale, i juzgamos de su mérito con imparcialidad. Si consideramos solo el número de sus escritos, la historia literaria no presenta otro ej emplo seme­jante de una fecundidad que casi parece fabulosa; i aún cuando no tuviese otro mérito, su nombre vi­viria siempre en la m emoria de los hombres como uno de aquellos prodijios que la naturaleza no ofre­ce mas que una ve z sola. No hubo jénero de poe­sía que no abrazase; desde e l madrigal hasta la oda , desde la égloga hasta la com edil'l , desde la novela hasta la epopeya, todo lo recorrió, i en todo dejó se- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 48 BIBLIOTECA DE SENORIT AS. ñales de su privilejiado talento. Se lee en el prefa­cio de un l ibro impreso en J 604 que a la edad de 42 años pasaban de veintitres mil hojas los versos que hasta entonces había hecho para el teatro. En 1618 asegura él mi moque llegaban a ochocientas las comedias que llevaba compuestas, i en 1620 a novecientas. Cuando en 162~ publicó la vijésima parte de sus obras dramáticas, decía que le queda­ba toda vía tiempo para escribir hasta mil i setecien­ta . Por último, en 1635, año de su muerte, afir­man Pérez de Montalvan i el sábio D. Nicolas An­tonio que ascendía a mil ochocientas el núme ro de sus comedias. Estas son en tres jornadas i en verso; todas ellas se representaron, i la mitad se imprimieron. De ellas hubo ciento que no le costa· ron mas que un dia de trabajo, como él mismo lo asegura en estos versos: I mas de ci ento en horas veinticuatro, Pasaron de las musas al teatro. A estas mil ochocientas comedias hai que añadü· cuatrocientos autos sacramentales i un gran núme­ro de intermedios, muchos poemas épicos, didácti­cos i burlescos, entre ellos la Jerusalen conquistada i !a Gatomáquia ; epístolas, sátiras, disertaciones, composiciones sueltas e infinidad de sonetos. Se ha calculado que en los 70· años de su vida, le tocan a cada di a ocho páj inas i casi todas de poesía. Sus escritos todos componen el número de 133,000 pá­jinas i 21 millones de versos. Para tanto escribir parece que su pluma debia correr tan sueltamente que jamas se parase ni hiciese enmiendas. Existe sinembargo en poder de uno de nuestros mas acre­ditados literatos un 1 ibro en blanco donde solía ha­cer sus borradores, i en que hai composiciones su­yas de toda especie. A juzgar por esta muestra, pocos poetas habrá que corrijan mas sus composi­ciones, pues todas están llenas de multiplicados bor­rones : se vé ademas qne en algunas de sus come­dias, si no en todas, escribia primero el })lan, no por actos ni escenas, sino formando una pequeña novela. A la fecundidad añadió Lope otras dotes de poe· ta que no le dan ménos gloria. Su poesía es por lo jeneral dulce i fluida, como el agua limpia de una fuente pura que sale sin tropiezo alguno: su esprecion deja pocas veces de ser clara, intelij i­ble para todos: i flsenta de los defectos del cultera­nismo i mal gusto que afearon a muchos escritores de su época i la siguiente: los argumentos de sus dramas son variados i muchos de ellos felices; los caractére de sus personajes, si no perfectos siempre en la ejecucion, bellos en la invencion i con rasgos admirables que arrebatan: el diálc>go es fácil: una galantería fina i culta sobresale en él, no ofendien­do nunca el decoro: i por lo jeneral hai una sensi­bilidad viva i delicada que mueve e interesa, sin que le falte a veces fuerza i sublimidad. A vuelta de esto se le pueden notar grandes defectos que deslucen tantas bellezas, def¡ ctos nacidos todos de su funesta facilidad, pues funesta puede llamarse, cuando fué causa de que, entre tantas obras, no compusiera ninguna perfecta, ninguna que no ofrez­ca ju to a idero a la crítica; i tanto mas funesta to­davía, cuanto que no erraba por ignorancia, sino a sabienda~ i a despecho de lo:s sanos preceptos que se vanagloriaba de conocer i quebrantar. Para juzgar debidamente a este gran poeta es preciso atender al &tatlo en que encontró el teatro, i lo que era ántes de él la comedia; examinar las co'tumbres de su siglo i la especie particular de ci­vilizacion que entónces existia; comparar con sus obras las que se escribían al mismo tiempo en las naciones estranjeras; i considerar el influje> que han ejercido sus compo,iciones dramáticas sobre toda~ las demas que poste riormeute se han publi­cado. No es de este lugar el emprender tan proli­ja i filosófica tarea. Baste decir que hasta que ' 1 apareció en la escena, no se r epre entaban mas que farsas indecentes; que fué el primero que supo in­ventar un argumento complicado e interesante, en­redarlo i desenlazarlo con injenio, dar al teatro de­coro, presentar n él altos personajes i caractéres bellos. Si no siguió Jos modelos que nos habia de­jado la antigüedad, no fu é porque Jos de~conociese, pues su erudicion era vasta, sino porque los ensayos hechos anteriormente habían sido infelices, con­vencié ndole de que no convenían ni a la índole ni a las ideas de los españoles de aquel tiempo. Adivi­nó el gusto de sus contemporáneos porque estudió sus costumbres i sus sentimientos, i reprodujo aque­llas i estos en sus comedias; i siendo la po esía dra­mática un vivo reflejo de la civilizacion de la épo­ca en que se escribe, logró agradar porque logró presentar la imájen verdadera de su época. A Lo pe se debe la gran diferencia que separa al dra­ma antiguo del moderno aun entre aquelios poe­tas que mas han blasonado de seguir el gusto grie­go, i mas han vituperado al mi ~ mo Lope, al paso que cedian mucho mas de lo que ellos pensaban al impulso datlo por su jénio poderoso. El interes, la variedad, los encontrados afecto ,los profundos ca­ractéres i la invencion brillante que tanto realzan el teatro moderno i le hacen tan superior al anti­guo, son debidos ciertamente al jemplo i a la in­fluencia de Lope de Vega. Si por otra parte se comparan sus comedias con los informes ensayos que se hacían en las demas naciones, r esaltarán todavía mas su mérito i su glo­ria. Solo un rival tuvo Lope entre sus contemporá­neos, este rival fué el ingles Shake pea re. Ménos fecundo, pero mas sublime, Shakespeare venció a Lope en la tragedia sin igualarle en la comedia, le escedió en la pintura de las pasiones fuertes, mas no le igualó en la invencion ni en la variedad amena. El bardo ingles aterra, miéntras el poeta español solo procura deleitar in pirando nobles i suaves afectos; pero una circunstancia esencial coloca al segundo en una e fera superior a la del primero: la influencia que ejerció sobre la literatura de su siglo. Shakcspeare permaneció ignorado fuera de su patria, i Lope fué la admiracion de toda Euro­pa procurándole imitar cuantos escribían para el teatro. La situacion polltica de las dos naciones debió sin duda tener gran parte en esta diferenc~. El nombre de Lope acompañaba por todas partes al nombre español acatado por do quiera: el de Shakespeare no pudo cobrar mas fama que la que entónces alcanzaba su patria: tnn cierto es que hasta para llegar a la cumbre del Parna ·o se necesita pertenecer a una naeion poderosa. Como quiera que sea, unidos en Lope de Vega el poder de su patria i el poder del jénio, formaron de él un colo­so que todo el mundo acató, quE> solo durante al­gun tiempo ha podido ser ultrajado, pero que con todas sus imperfecciones se alzará siempre firme i radiante para admiracion de los siglos. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BIBLIOTECA DE SE~ORIT AS. 49 El alma. Amor! sentimiento noble i puro con que plugo ~1 Omnipotente dotar al ser racional para que en su mocencia e uniera a él; sentimiento por el cual quiso se le rindiese culto i holocausto en el ara sa­grada del corazon de aquel a quien había criado a su imájen, de aquel en quien tiene sus compla­cencias. I ¿por qué otro sentimiento sino por el del amor se une la criatura a su Criador~ El alma es el amor; por el amor es que el hombre es superior al animal, no por los sentidos· sentidos tiene el bruto: i tal vez mas perfecto~, i ménos espuestos a sufrir.altel:acion o a dañársele; pues observamos que mfin1dad de los descendientes del m~} aventura 1 do bAdan yacen ciegos, sordos, &, mtentras que os rutos, a pesar de sus duras fa ti­gas i enfermedades, conservan ilesos la vista el oído, el tacto, el gu~to i el olfato. tNo nos conv~n­ceremos de que en los sentidos no reside el alma destello u blime del amor, i que si la criatura hu~ mana es imájen de Dios, no es por los sentidos sino por el amor? De lo contrario el tigre i todos los animales erian imájenes del Criador; porque serian capaces de amarlo, esto es, de conocerlo. Pero no sucede a í, porque la vista concedida a la materia es sumamente limitada ; i i podríamos con ella distinguir al que es espíritu, i al que tiene su mo­rada a una distancia incalculable hasta para el mis­mo matemático, cuando no ha alcanzado con mil instrumentos diferentes a ver de qué está compues­ta la luna que es uno de los cuerpos celestes ménos distantes del globo que habitamos~ 1 si Ja vista,aún ayudada de magníficos telescopios, es ünpotente pa­ra ver i conocer al Supremo Hacedor, qué diremos de los otros sentidos? Esfuerzos impotentes deljénero humano en la grande obra de conocer a su Criador, como lo son Jos del náufrago que sueña asirse de las olas embravecidas ! Dios quiere quC' lo ame la criatura, i para eso le dió el sentimiento innato del amor, i la amó pri­mero para enseñarla a amar, i Je dió la libertad de amarlo o no amarlo: he aquí el libre albedrío; pero el hombre ha degradado este sentimiento has­ta el estremo de prostituirlo: él no ama a su Cria­dor como debe, ni a su semejante segun el espíritu de Dios. El hombre ama como ama el bruto, es decir, satisfactendo la necesidad de sus sentidos i no se acuerda de su Criador para tributarle con ~mor las gracias por Jas bondades que de él recibe. Cuando Dios vió que el hombre no era capaz de hacer el sacrificio de una fruta prohibida por amor ácia a él, fulminó la sentencia terrible contra el culpable i sus hijos desgraciados: sentencia cu­yos re~ultados han sido horribles hasta para el mis­mo Dws: pues por ella se condenó a hacerse hom­bre desgraciado, ultrajado, vilipendiado, pobre i sujeto a la muerte mas ignominiosa. _ La muj.er, al comer la fruta vedada, quiso ser 1gual a Dws, cosa que le hizo creer la astuta ser­pic. nte ;_ pero ~1 hombre t qué quiso ser? nada; no qmso smo satisfacer uno de sus sentidos, e1 del gus­to, el del paladar; i así se ha quedado pues la d . ' norma e sus accwnes es la de satisfacer sus senti-dos: el amor lo dejó en el paraíso aún ántes de gusta: el fruto prohibido. Pero a la mujer qué le sucedió? todo lo contrario de ]o que le sucedió al hombre: ella se hizo mas sensible i mas amante en su destierro: ella amó a su compañero: ella buscó en ~~ el consu.elo i el apoyo que perdiera con el enOJO de su Cnador. Mas, yermo estaba su corazon al paso .que eran de fuego sus sentidos. 1 ni aún la sentencia de Dios irritado. condenándola a los dolo­res de la maternidad, la lÍa hecho sufrir tanto como ese corazon de hi elo, i esos sentidos de fuego del compañero de su destierro! La mujer ha sido considerada por el hombre en todas la~ naciones, como instrumento para satisfacer Jos sentidos des~ dueño caprichoso; pues en unas partes se la encierra en un harem sujeta a lavo­luntad de un déspota, i en otras se 1 la vende en los mercados al lado de los rebaños, privándola hasta ?el goce de un paraíso imajinado por el bárbaro, el 1mpostor Mahoma! . Los Il_lismos teólogos, dice Aimé Martín, "pare­Clan olvidar un momento que Jesucristo participaba de la humanidad por medio de su madre." Esto sucedía en épocas en que se pretendía poner en duda el alma de Ia mujer. i Ha sido puesta en duda la existencia del alma de. la muj~r? Sí. ¡Qué absurdo! suponer que el rms:ffiO Dws, hech~ hombre, escojiese para morada el Yien~re de un am.mal! El que podia escojer sus ascendientes ¿ habna ~e tomar por madre a la que no fuese toda amor, smo a la que, mas feliz que Eva,supo conservar pura su alma es decir su amor ácia su Dios, ácia este Dios que ~enia a ~·edimir ei alma i no la materia? Una .mujer, de nombre MARÍA, despues de Dios, es la pnmera perso?a d~. los cielos. Una mujer, i n~ un hombre, fu.e eleJida por el Altísimo para al1mentar en su vientre al Dios humanado· para l . ' rec mar ~n_ su pecho su cuerpo bendito i llagado ; para part1c1p~rle sus congojas i sus penas; para que lo comprendiese, lo amase i Jo consolase como ma­dre , ti~rna i am?ros~; para que lo acompañase en su ';llt1ma agoma ; 1 pa_ra que se compadeciese de la 1ngrata descendencia de Adan, i presentase al Omnipotente sus lágrimas de amor fuente de mi· sericordia para el desgraciado. ' Conociendo Dios que el único móvil que hace obrar al hombre es el deseo de satisfacer los senti­~ os, i que es incapaz de compadecerse por mucho tiempo de la desgracia ajena i de amar con abne­gac~ on, no fué elejido para que de él naciera el que habla de nacer en un establo i morir en una cruz. Si Dios lo hubiese juzgado superior a la mujer, con una alma mas grande, i noble, i amorosa que Ja de ella, lo habria eJejido. . ~J que. con s~lo su poder hace todo cuanto quie­re, .1 c~mbJa el orden de la naturaleza segun sus desJgn.ws; que separ.a las aguas del mar rojo para hbrar a los Israelita~ de la persecucion de F~­raon ; que mantiene a su pueblo por cuarenta años en el desierto con el maná del cielo· que conserva los ves~ido~ de este mismo pueblo ddrante esa larga peregnnacwn; que, por favorecer a su pueblo ya que tanto lo amaba, cambia el órden de la n~tura­leza i no podría, por ~u propio amor, cambiar este mismo órden, i hacerse criatura humana en el seno del hombre i no en el de )a mujer? 1 ipor qué no lo hizo? Porque Dios quería que lo amasen, i solo la mu­jer es capaz de amar: porque sabia que por el amor es que se conoce al Criador, i que la mujer es Ja ún1ca que sabe amar: porque sabia que el hombre para creer en el Mesias necesitaba milagros como la resurreccion de los muertos Lázaro i la hija de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 50 BIBLI TECA DE SE ORlTAS. Jairo, &, &; miéntras que María lo conoceria con S lagando con la belleza de la huríes los sentidos d el amor no mas: ella no necesitaba para con ven. S u ectarios. Con las huríes, ,jempre hermosas cerse de una verdad revelada, ino del sentimiento > moradoras del paraíso, i dadas en pr mio a los qu~ innato del alma, el amor. Tampoco quiso nacer de S qui,i sen seguirlo! onoció mas: conoció que el un hombre, por no verse abandonado, porque El s hombre e deslumbraba con los ncantos de la mu· queria vivir i morir al lado de una persona que lo jer, i que cuando estos se marchitaban, él la des · comprendiese i lo amase: quiso la muerte de cruz, preciaba, i por esto dijo: 11 Que la mujer estaba es· la prefirió al tormerJto de ver,e abandonado por cluida del paraíso que él se imajinaba, porque la una persona tan allegada i querida como su madre. mujer no tenía alma, i era solo la hembra del va· Dios, hecho hombre, se c.:ompadeció de la desgra· ron." Es decir, que era animal como todos los bru· cia que hacia pesar sobre la mujer el varon, tratán· tos, i como ellos: útil para el servicio del hombre. dola como a sclava, por lo que dijo por boca del I 'lo lo dijo, para que no creye~en us corr lijiona· apóstol en una de u epístolas que e lee en la ríos que a ese paraíso, que él les mentin, iban vie­ceremonia nupcial: "compañera os doi, i no sierva." jas, feas, o marchitas; i con tal impostura si­Porque Dios vió que el hombre habia abu ado de guiéronlo mile. de fanáticos, i lo seguirán; i la la debilidad de su compañera imponiéndole un yu- mujer en el riente vivirá encerrada en un har m, go insoportable. El vió roa , i todo el mundo lo ha de la misma manera que en nue tras gallineros se visto tambien, i fué que ninguna mujer pidió contra encierra a las gallinas (prototipo de tolerancia): i El,ni lo acusó de nada; que,por el contrario,muchas la impusieron un silencio tan grande, como el gallo mujeres lloraron por El lágrimas verdaderas que a las gallinas, para que no se quejen de la abyec­llamaron la atencion de aquel a quien no se puede cion a que las condena. engañar, i volviéndose ácia a ellas les dijo: "no Es de notar la gran diferencia del modo como Jloreis por mí, llorad por vosotras i por vuestros Dios, hecho hombre, trató a Ja mujer, i del modo hijos." como la trató el hombre Nlahoma. "¿Llorad por vosotras, i por vuestros hijos," les Jesus la amó i la defendió, i no la despreció, i la dijo? -¿ I cuántos significados se le pueden dar a esta hizo igual al hombre, i se la dió pen· compañera, i oraciot1? -¿les diria que 1lora5en la desgracia de le concedió una dignidad que al hombre le negó; tener ellas corazon, i los hombres sentidos? miP.ntras que 1 impo~tor la degradó, la humilló, Sí. Jesur.ri. to hablaba en parábolas, i esta es una la esclavizó i se la dió al varon como animal útil. de sus parábolas: llorad, porque el que debía ¡Ojalá que los hombres imitasen a Jesus, i no a ser vuestro compañero, vue .. tro -apoyo, vuestro es- Mahoma! poso, es i será vue tro verdugo. Lo que le debe la mujer a Je5us s incalculable! Diría el 1\tfesias: -¿Si el hombre fué capaz de Padres de familia, si quereis seguir a Jesus, uniof! crucificarme, de no compadecerse ni del dolor de la entre sí para educar el corazon de vue tros hijos, madre, ni del hijo; será estraño que no e campa· para que vuestras hijas no tengan la mi .. ma suerte dezca del dolor de su compañera? que las hijas del Oriente; pues si aquí no hai hare· Por la compasion que la Magdalena manifestó nes, sí hai sentido~, i miéntras estos sean los que por su pasion i porque le unjió la cabeza con per- se exalten, vuestras hijas serán desgraciadas, i vues­fume de nardo, la molestaron; i algunos de los tros hijos degradados. Llenos de ha tio correrán presentes, dice el Evanjelio, 'se irritaron interior· de placer en placer, o de disipacion en di ipacion, mente," i dijeron: "¿a qué fin desperdiciar ese no encontrando en ninguno de ellos sino remordi­perfume, siendo así que puede venderr.e en trescien· mientas i lágrimas. Es necesario que por la educa-tos denarios, i dar e e ta suma a lo pobres?" cion vosotros les hagais comprender que tienen Mas Jesus les dijo: "ipor qué la mole ... tais ?" alma i que la mision que Dios le dió, no fué la "En verdad os digo, que doquiera que se predi- que le dió al bruto. Educad el corazon de vuestros que este Evanjelio, en todo el mundo, se contará hiJOS i hareis mas por ellos i por vosotro~, que si tambien en memoria o alabanza de esta mujer lo les diéseis una grande ilu .. tracion; no es el hombre que acaba de hacer." ilustrarlo el que hace la felicidad de su familia, sino Jesus alaba a la mujer j en tanto que el hombre el educado en la moral. trata de acusarla i humillarla ante El; pero El DoLORES CALVO DE PIÑERES. confunde al hombre i defiende a la mujer: esta consideracion debe hacer conocer a la mujer su dignidad, i al hombre su inju ticia. Injusticia con­que desprecia a su compañera, i cuyos reflejos hie­ren sus sentidos i enervan su c01·azon; de,hojando la flor de sus ilusiones por su pue to se hace d - graciado, pues no se puede sembrar de ... gracias i cojer felicidad s. No se siembran peras para cojer uvas. Si el hom­bre siembra despre io, por la lei establecida por la naturaleza de cojer del fruto de la simiente ¿qué fruto cojerá • .••••.•••.• 1 Si s feo i se mira en un espejo ¿pm· ventura se cambiará su imájen en hermosa, solo porque está delante del cristal? no por c.ierto. No he sido yo la primera que ha dicho: que el único móvil de las acciones del hombre es la satisjac­cion de los sentidos. Mahoma lo comprendió así mejor que ningun otro, cuando fundó su secta, ha- BANCO DE L REPUBUC 81BUOTfiCA LU S- A"IC~l ARAN "~',.... ~ '··- GO - ,"f\,; - Pf""''r- - ,_ --.;-- .. El canto de la Sirena. BALADA. Y a e alza Ja luna De la cumbre del monte vecino; Su rostro divino Refleja en la mar. Mi Delio reposa En su barca, que envuelve la bruma, I ya puedo, cantando amorosa, Batiendo la e puma, Su sueño arrullar. ¡ Bendita la noche ! ¡ I benditos Jos tibios fulgores Del astro de amores, Que arjenta su sien ! Entre olas levanto Mi cabeza a su lumbre indecisa, l suspende, si entono mi canto, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. BiBLIOTECA DE SEÑORITA . 51 Su vuelo la brisa, La mar su vaiven. l\Ii voz de irena Es Ja voz del arroyo i d 1 ave, Del aura üave Jimi ndo en la flor. R eposa, bien mio I mis ecos e cucha rjsueño; De tu barca la ondas desvío, Y o velo tu sueño, Soi tu ánj el de amor. . . . . . ................. . ........................ l\1i nombre fué Aurora, De mi padre la barca mi cuna; Mi ola fortuna Tu amor i la red. 1\Ii dicha inocente De mi lancha Jo varios azares, O contigo, soñando Ja mente, Perderme en los mares Del viento a merced. En rápida danza ¡ Cuántas veces! en esa ribera Mi planta lijera La arena grabó. El libre cabello De azabache flotaba en mi espalda; I la bri ... a besando mi cuello, Jugando en mi falda, De amor su piró. Mas ai ! del que fia De este mar que los astros refleja, Si incauto se aleja Bogando al azar : Si el ábrego ardiente En su vuelo los mares abarca, I las o las encrespan su frente, ¡ Adios de la barca, Que rueda en la mar ! Bramó la tormenta, Retemblaron la playa_i)a cumbre, Del rayo la lumbre La niebla rasgó. Es vano el lamento: Nadie escucha mi triste querella, Entre rocas, juguete del viento, Mi horca se estrella, Mi barca se hundió. Vagar sin ventura De la mar en el fondo es mi síno, Mi eterno destino Tu rumbo seguir. Tu leve barquilla Con mano in visible yo guío, Soi el jenio que sal va tu quilla: Si el viento al bajío La empuja a morir. Ignoro en mi arcano Si soi ánjel, mujer o sirena, Si mi alma enajena Placer o dolor. Tu vida es mi muerte, 1 aquí aguardo tu instante postrero, Mas salvarte doquier es mi suerte, 1 amansa el mar fiero Mi acento de amor. Del tiempo en la esfera, Cuando mire de Dios soberano La próvida mano Tu hora borrar; De arcánjel mi galas Ya veras como ti ndo en el cielo, I levanto tu aliento en mis alas, D jando en mi vuelo La tierra i la mar. ENRIQUE DE SAAVEDRA. La Música. IL La música en lo primeros siglos- Union de la música i la poe ía- emidioses músjcos de los griegos- De los pri­mero bardos - La llíada i lo. Odisea hacen mencion de música i de músico -·De Tbe~miro, Demodoco, Femio­Vacío en la hi toria de la mú ica- e Thaletas i ~us des­cubl imiento en música- Del otro Thaletas, tambien mú­sico- Arquíloco, su vida i compo iciones- Tineo- Ter­pandro- De cubre la anotacion musical ·- Contiendas mu­sicales en lo Juego olímpicos i píthicos - Primera separa­cion de la música i la poesía, En la primeras edades del mundo: la principal ocu pacion de los príncipes era la de apacentar sus rebaños, i divertir e con canta'res agrestes, acompa­ñado de rú tiros instrumentos. Con el lapso del tiempo, la música i la poe ... ía estendieron su influjo desde lo.::s campos ha~ta las ciudades, i se las em­pleaba en cantar los misterios de la relijion i las hazañas de los héroes. La denominacion de canto ,,. se aplicaba igualmente al músico i al poeta; porque no se escribía poema alguno que no se cantase, considerándose la música como compañera insepa­rable de Ja poesía. Se han mezclado tantas fábu­las con los primeros mú icos i poetas, que . hasta se ha Degado a dudar de la existencia de estos; i apé­nas debiéramos maravillarnos de que los ignoran­tes hubiesen deificado a personas a quienes veían capaces de producir en ellos sentimientos de espan­to, embeleso i admiracion de tal naturaleza, que les parecian inesplicables i superiores a todo huma­no poder. Los nombres de Chiron, Anfion, Orfeo, Lício i Museo nunca se olvidarán, aunque la tradicion ha­ya arrojado una luz tan dudosa en torno suyo. La lira de Orfeo, e pecialmente, h ermo!;eada con todas las bellezas de la ficcion i la poesía, se celebrará siempre como la lira que pudo acallar al Cerbero, suspender los tormentos del Tártaro, i aún hechizar a las torvas divinidades del infierno. Se su pone que la ocupacion de Jos primeros poe­tas i músicos de la Grecia se asemejaba a la de los ba1·dos entre los celtas i jermanos, i a la de los scalds entre los islandeses i escandinavos. Eran cantores que cantaban sus <>bras en las ciudades i los pala­ejes; se los trataba con respeto, i se los miraba co­mo inspirados. Tales fueron al principio los trovadores de Pro­venza i Langüedoc, i los cancioneros de otros países, i tal fué tambien Homero cuyos poemas son la prue­ba mas auténtica que existe, en los anales de la antigüedad, de los tiempos en que vivió i escribió. Siempre que en la Ilíada i la Odisea. se hace mencion de la música, es con e m bele~o i 1 los poe­tas i músicos que nombra Homero, se hallan en el rano-o de los bardos de la Grecia que florecieron en tied: po de la guerra de Troya. Los instrumentos que con mas frecuencia menciona, on la Jira, la flauta i el caramillo de cañas o syrinx. Los dos úl· timos son ciertamente de oríjen jipciaco: aunque los grjegos atribuían la invencion de ellos a sus di­vinidades. Parece que en el sitio de Troya aún no Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 52 BIBLIOTECA DE SE:&ORIT AS. conocían Ja trompeta; pues los primeros signos de bata1la en las anti g uas guerras eran antorchas en· ce ndidas, a las cuales suc edieron las conchas de caracoles que se tocaban como trompetas. No hai uno solo de todos los banquetes i fiestas públicas de 9- ue habl a Homero, en que no se encuentre música 1 un bardo. Todos sus héroes son músicos así como sus divinidades. Los d ele(J'ados de Ao-amenon a Aquiles o o Le hallaron mu ellemente divertido Con el son armonio so de su arpa, D el arpa bien labra da que viniera De la ve ncida T é bas, i de plata El marco pulidísimo tenia, I con la cual la cólera d el alma Lograba su a vizar, cantando en ella D e los h éro es i reyes las hazañas. I!omero llama a Tamyris, ''el que toca la cítara." Nació en Trá cia, i fu é hijo de Filamon ; pero ha­biendo desafiado a Jas musas a una prueba de ha­bilidad en la poesía i la música, ellas le privaron de la vista por presuntuoso . Se ha creído j eneralmente que en la persona de Demodo c(j) el ba?"do, a quien Homero introduce en - la Odisea, él qui o representarse a sí mismo; pero s ea de ello lo qu e f uere, é l atribuye el canto de De­modoco a la in spir ac ion, i le exalta hasta Ja cima de la gloria humana. R e preséntale teniendo un lugar distinguido e n la corte de Alcinoo, sentándose a la mesa del rei, i prece dido siempre de un heraldo. Tambie n m e nci ona Homero en té rminos de la mayor alabanza a F em io, que vivió en Itaca. La ven eracion en qu e eran tenidos Jos bardos, i el gus­to de los anti g uos p or la música, SE:' manifi estan suficientem e nte e n tocl os los e . critos d e Homero. Desde el tiempo de Homero hasta el de Safo bai casi un vacío tot a l en la literatura. Del período d e mas de cie n añüs, trancurridos entre Safo i Ana­creonte, nin g un as producciones litera1ias se han conservado ent eras; i luego, entre Anacreonte i Píndaro, hai otro vacío de cerca de una centuria. Vino d e .. pues un período de trescientos años du­rante los cu a l es a delantaron las artes gradualmente, i en que flor e cieron los mas grandes po etas trájicos, historiadores i filósofos de la Grecia. Desde Ja muer­te de Fídias hasta el tiempo de Alejandro el grande, continuaron las artes i Jas ciencias en estado de perfeccion, e inmediatamente despues comenzaron a declinar. En estos primeros siglos la poesla i la música estaban unidas de tal modo, que eran necesaria­mente músicos de profesion todos Jos bardos líricos, elejíacos i aun épicos. El primero de estos poetas­músicos de que se tiene noticia, de pu es de Homero i Hesíodo, fué Thaletas, natural de Creta. Platon i Plutarco están de acuerdo en celebrar su habili­dad así en la música como en la poesía, su voz cautivadora, i sus odas a las cuales daba vigor con la dulzura de sus melodías. El inventó las Pceans, i nuevas medidas en el verso así como los ritmos en la música. Los espar­tanos continuaron por largo tiempo cantando sus árias¡ i él fué el primero que compuso el hyporche­mes para la danza armada o militar. Esta era una especie de poesía, compuesta no solo para cantarse al son de flautas i cítaras, sino para bailurs al pro­pio tiempo. El término italiano baliata, el frances ball~e, el ingles hallad, i el castellano balata o ba· lada, tuvieron en lo antiguo la misma significacion, esto es, la de canto cuya melodía se d estinaba a regular el tiempo de una danza. Tambien hubo otro músico i po eta llamado Tha­letas, que vivió en Creta 673 años ántes de Cristo. D ecíase de él, que con la dulzura de su lira había libertado de la peste a los lacedemonios. Arquíloco nació como 6 6 años ánte::; de Cristo, e inventó la melodía dramática, qu e , en lenguaje moderno, podría denominarse 1·ecit a tiv o ajustado a estricta medida. Fué hijo de T elesicla s, pe rsona de alto mngo: i de la esclava Enisso, i nació en Páros. Habiendo entrado al ejército, despl egó mas lijereza que valor en el primer encuentro que tuvo con los enemigos, i perdiendo el escudo, es capó con la vi­da. "Es mas fácil, dijo él, "hac erse a un escudo nuevo que a una nueva exist encia," por lo cual per­dió su reputacion, i la hija de Lycambes, que le estaba prometida, no quiso admitirlo por esposo. Su vida no fué sino un t ejido de deshonra i l'esen­timiento, pues estaba en gu erra con el mundo, así como el mundo con él; i la rabia de A1·quíloco vino a ser una espresion proverbial. Provocar al satirista se comparaba a pisar una serpiente . El hizo muchos de scubrimientos útil es en la mú­sica, como por ejemplo, en la súbita transicion de un ritmo a otro de d i stin ta e s pecie, esto es, de tiem­po diferente; como del tiempo triplo al tiempo co­mun, lo que en la música antig_ua se llamaba, del ritmo yámbico al ritmo dactílico. Arquíloco era vencedor jeneralmente en los jue­gos píthicos, i, en los olímpicos, cantaba en pleno auditorio su famoso himno a Hércules, lo cual le procuraba la guirnalda de Ja victoria i el aplauso de toda la Grecia, donde su nombre se tenia en tan­ta ven eracion como el d e Homero. Tirteo, jen eral ateniense, adquirió gran celebri­dad por la composicion de cantos i árias militares, así como por la man e ra como los ejecutaba. Se dice de él, que inventó una nueva flauta militar, o clarín, a cuyo sonido animador atribuy eron los es­partanos su victoria sobre los mesenios, 685 años ántes de Cristo. Todos los escritores antiguos están de acuerdo en celebrar los talentos i de .. cu brimientos músicos de rrerpandro, que nació 671 años ántes de Cristo. Asegúrase que añadió tre s cuerda8 a la lira, o que fué, por lo ménos, el primero que introdujo en La­cedemon1a la lira de siete cuerdas. Tambien S6 dice que in ventó la anotacion, con la cual se conservó la melodía, que ántes dependiem de la memoria, o de la tradicion. Muchos niegan, sinembargo, el mérito de este invento a Terpandro, i Jo atribuyen a Pitágoras que vivió dos centurias despues. En los juegos olímpicos las contiendas musicales formaban la parte principal de las exhibiciones, i hasta el emperador Neron llegó a disputar en ellos el premio, eJ cual, podemos aventurarnos a cteer, se le concedía sin dificultad alguna. En los juegos píthicos, el premio se otorgaba al que habia escrito i cantado el mejor himno en ala· banza de A polo. Al terminarse la guerra o·risseana, propusiéronse premios por los Anfictiones, no sola­mente para aquel1os músicos que cantasen mejor acompañados de la cítara, lo cual era al principio la única contienda en los juegos pithicos, sino tam­bien para aquellos que cantasen mejor con acompa­ñamiento de flauta, e igualmente para los que eje­cutasen mejor en la flauta sola. Esta fué la primera separacion entre la música i la poesía. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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Biblioteca de Señoritas - Año I N. 6

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Versos y flores

Por: Josema Carrasco | Fecha: 2012

El festival internacional de poesía de Medellín, galardonado con el Right Livelihood Award (El Premio Nobel alternativo) es el marco de fondo para esta nueva aventura de Ciclocirco. El festival, fundado por miembros de la revista Prometeo, da sus primeros pasos en 1991, y nace como reacción al panorama de violencia que asolaba Colombia en general, y la ciudad de Medellín en particular, en aquellos años. En este volumen no hay villanos. El lector se encontrará cara a cara con la belleza, reflejada en Colombia y sus gentes. Y también reflejada en la fuerza transgresora de la poesía. Será precisamente la angustia por la pérdida gradual de esta belleza del mundo la que nos ha de causar una seria reflexión tras la lectura de este quinto volumen de la colección Ciclocirco. Es el ser humano, solo él, quien tiene en sus manos la transformación del universo. Colombia nos enseña el camino a seguir.
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El Mosaico - Año IV N. 20

Por: | Fecha: 10/06/1865

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. AÑO IV. IDog ot\í, sábaoo 10 oe jllnio Oe 1865. NUIU. :20. C O NTENIDO. babia dejado ya atras la última de las pirá- LA MADRE ARAllE-LA GORRA EN EL PERIODISMO-A LA SE!tORITA mides, i caminaba con ten ta i numerosa bácia J. G, poesía-EL l'OETA-A LA SE!lO"I1''' EIIJENIA n"LI.INI, EN el lugar de su destino el dia del terrible I.A LEONOR DEL TUOYADOn, poesía-INES Dl,LAS SIERRAS. [Con- accidente. J'lfontada sobre un blaneo i he1'­tinuacion.] -~ I moso camello, de grande andar i avezado LA MADRE ARA BE. en recorrel' aquellos parajes, iba uIIa jóven (PAR,tBOLA.) I árabe, de piel un poco morena pero de fac- Caminando una vez por el desierto una ciones divinas. Sus ojos eran negros como gran caravana, levantóse de repente uua la noche, arqueadas i lucientes sus cejas, i borrascr. de :u.'ena que duró algunas horas. su barba redonda i partida cn dos por un En vano los camellos presintieron i annu- hoyuelo gracioso. Su boca, de un lacre un ciaron la venida del terrible simoun; en tanto pálido, sonreía con una bondad de vano se tomaron míl precauciones i se sllpli- ánjel, i SllS dientes búmedos 'i bien bechos có a Alá que libertase a los viajeros. E l11u- parocian formados de marfil o alabastro. raoan, ardiente oomo 1111 huracan del infiel'- Sus manos eran pequefías i mórbidas. no, lo revolvió todo, estrelló a los unos con- Vestida con un traje oriental, blanco i tra los otros, i los cubrió a todos con una azul bordado de 01'0, i destacada sobr e su mortaja de arena. dócil i enorme bestia, pareeia una hmí via- A un claro dia sucediose una noche lenta jera desprendida en ese momento mismo de i oscura, llena de una calma terrible i ,sin las pájinas del Koran. JYIas, lo que llamaba una estrella en los cielos. De cuando en en ella la atencion no era precisamente su cuando oíase el qnejido de los moribundos juventud, su gracia ni su belleza elltera­medio ahogados por la arena o estropeados mente levantinas, sino dos lindos niños que por el viento; quejido mezclado con el sil- llevaba sobre sus rodillas. La j óven árabe bielo de las serpien tes q uo salian de sus ren- era madre. elijas para merodear en la oscuridad, i con Sí, era madre, i llena de contento, de-Cl'i-a, el ruido de los avestrnces que huian hácia dos i do riqueza iba en busca de un esposo el oriente en busca del dia. jóven i amante, de quien la habian separado Nada igual a aquella calma solemne, cal- ciertos asuntos. Llamábase la jóven Sabara, ma de muerte, ni a aquel océano arenoso, sin i entretenÍase en sonreir a sns hijos dormi­bordes, sin ondas ni espumas, dOude el sol dos en su regazo como dos flores en su fol1a­quema como el fnego, donde la brisa es el jo. Refrescábalos ora con grandes abanicos presajio de la muerte, i donde el espectáculo de plumas, ora humedeciéndoles los labios es siempre el mismo, porque el horizonte con cordiales esquisitos i puros; i como era tiene todos los tristes caractéres de la inmo- una madre modelo i tierna, no permitia mm­vilidad! .... lugar tal vez maldito por Dios, ca que sus esclavos hiciesen a sus hijos lo q ne donde no crecen las flores ni se conocen las ella misma les podia hacer, pues decia, son­aves, i asiento acaso en tiempos remotos ele riendo, en el fignrado lenguaje de sn país: ciudades pecadoras que castigó la cólera de --Los nifíos son plantas que 110 deben te-lo alto. . .. ner otros j ardineros que sus padres. El mar es al ménos fecundo en peces, en N ada mas bello que aqnel grupo inocente i páj aros, en plantas, en perlas i en corales; el feliz, .. nada mas puro que aquellas caricias, mar ofrece al náufrago un hueco puro entre nada mas santo que aquel a,mor, en que el los pliegues de su mortaja aznl .... pero el corazon 110 tenia reservas ni dudas, i en que desierto es estéril como la representacion de la mirada de los amantes; rnadre e hijos, eran la nada, prodnce reptiles asquerosos, i quita dos cielos que se confnndian en uno solo. i presta caprichosamente su sudario movible El hijo mayor de Sabara tenia cuatro años, a las víctimas de su fmor. El desierto m nestra era varon i se nombraba AJí; la menor, q ne los blanc')s huesos del caminante, espuestos tenia tres, era mujer i respondia al nombre a la lluvia i al sol, como los trofeos de sus de Aurora. Cnando los confites í los jugue­victorias sucesivas ... El mar oculta siempre tes no bastaban a entretener a las dos cria­sus desastres como arrepentido de sn cólera. tu ras, sufocadas por el bochorno, la madre Allí un mismo palmo de tierra encierra cl las distraia cantándoles algunas canciones. esqueleto del hombre i del bruto, i junto al He aquí una dc ellas: cráneo de una vÍl:i en se encuentra el fém nr "Las estrellas del cielo i las flores de la de un caballo. Ouán triste no será, pues, lIlO- tierra son h ermanasjemelas. A cada pensa­rir en aquellos parajes, sin una tumba, sin miento que tiene un ánjel en el cielo, brota una cruz í amasado con las bestias i con el una estrella mas, i a cada oracion de un niño lodo! en la tierra, brota nna 11ucva flor en los jau'- La caravana de <¡ne veuimos hablando dínes. Orelllos, pues, para que se cubra el Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 154 EL MOSAICO. desierto de flor cs. Entónces todo estará per­fumado, i los camellos parecerán aves que cruzan el aire." Su voz clara i profunda repercutida por los senos del desierto, semej aba a algo reli­lijioso e inefable como una armonía bíblica. Pero vino la tempestad de arena, mas terrible que la vorájine del mar, i madre e hijos fueron estrll,jados por sus alas de muer­te en medio de una sombra continua. Apa­gase el canto, cesaron las caricias, i el tnr­bion ensordeció todas las voces, desde los gritos de maldicion de los beduinos hasta el alarido de angustia de las madres. Diez mi­nutos fueron bastantes para acallar aquella llUmerosa i fnerte caravana! Sinem bargo, pasado el estupor del primer golpe, Sahara volvió en sí como si desper­tase de un sueño de horrores .... Abiertos sus oj os, lo primero que vió fueron los cielos lóbregos e inmensos sobre sn cabeza ..... . quiso recordar, pero habia perdido la memo-l ·ia ........ no sabia donde se hallaba ni por qué se hallaba allí ........ sintiendo algo qUe le oprimia el pecho con el peso de una piedra, trató de alzar la mano l)ara cojerlo; mas su mano casi agarrotada no quiso obedecer al movimiento ni soltar lo que tenia cojido. Entónces lo recordó todo ......... su vlaj e por el desierto, la tempestad de arena .... entónce¡; pensó en sus hijos, que tal vez habian perecido, en su esposo, a quien no volveria a ver, i lanzando un grito doloroso hizo un esfuerzo supremo i se levantó. Lo que oprimia su pecho eran sus hijos, a quienes habia agarrado contra Sil corazon durante la tempestad con la fuerza de la desesperacion. Levantólos uno en pos de otro para ver si respiraban aún, i temo blando de miedo reconoció que Aurora i Alí no estaban mas que desmayados. Llena de afan llamó sus criados; estos no la respon­dieron. Llamó en seguida a sus amigos de la caravana, pero sucedió el mismo silencio. Entónces pensó en que estaba sola en medio de la noche i del desierto, en que tal vez se la habia abandonado por sus compañeros de peregl'Ínacion, i algo helado i penetrante ntravesó su corazon como el filo de una es­pada. Poseida de una angustia mortal llamó con mas fnerza una, dos, tres veces, pero nadie concurrió a su socorro, acabando por espantarse del ruido de SI1 misma voz. En torno suyo habia algo como una colina sombría: era la tumba de la caravana for­mada por las arenas de la borrasca. Su ca­mello mismo habia perecido en la confia­gracion jeneral, mas el noble animal no se habia sacrificado inútilmente: su cuerpo co­loeado entre la familia i la tempestad era lo que habia sal vado a la infeliz madre i a sus hijos, velando 'sobre ellos como sobre sus cachonos queridos. El bruto conoce tam­bien la piedad i el amor. Sahara habia perdido, pues, hasta su últi· mo arhigo en aquella rejion abrasada. Recojió sus hijos, pusólos en su regazo, sonrióles en la oscuridad i devolvióles la vida con el calor de sus besos. -Mamá e dónde estamos? preguntó el mayorcito. --Duerme, hijo mio: hemos hecho alto. --Yo no veo nucstras tiendas. -N o importa, duerme; el Profeta vela por nosotros. --I vcremos mañana a nuestro padre? -Sí, hijo mio; i de no, estaremos en el cielo. -I él irá a buscarnos allá? .... No es cierto que el cielo es mui lindo? -Sí, AJí, él nos irá a buscar porque él es bueno i cumple con la lei de sus padres. El niño calló i la madre bajó la cabeza i se puso en oracion. Qué no pediria a Dios aquella madre cuitada sobre altar tan solem­ne! Su plegaria debia tener toda la intensi­dad del dolor. Pronto apareció el sol en el horizonte dando principio a un dia ardiente i despe­jado. Aurora i Alí dormian como dos con­chas sobre la arena. -Pobre de mí! dijo Sabara, el día ha venido ya, pero él solo ha venido como una lámpara impía a mostrarme todo el horror de mi situacion ... qué haré, Alá sober;:;,no? lVfarchar adelante,a pié i llevando a mis hijos sobre los hombros, es marchar a una muer­te segura, pues mis piés se hundirán en la arena, mis pobres hijos me fatigarán en se­guida .... me faltará el agua i los ví veres ... i despnes de todo, qué rumbo seguir? Que­darme aquí es sepultarme viva con ellos ..• i Dios de lVIahoma, inspirad me ! Una sed ardiente i cruel tostaba los la1)ios de Sahara, por lo que tomando su mochila, que por casualidad estaba a su lado, sacó de ella un frasco con agua. ,sí, tomolo i fné a beber, mas apénas empezó a sentir el dulce frescor se detuvo asustada i como si hubiera ido a cometer un crÍmen. Era que habia pensado en que no habia mas agua que esa, i tal vez sus hijos se de&pertarian con sed. Sahara era madre i no bebió! Pasó una hora .... la sed contillt~aba cada vez mas terrible. e Qué hacer? beber .... ~ sal varse ella, o sal yar a sus hijos? Los niños se despertaron en seguida, i sus primeras palabras fueron: -Madre, tenemos sed . . -Aguantad un poco, hijos mios. -Nos abrasamos. -Un rato no mas. -N o podemos, mamá! La madre les humedeció los labios con su frasco queriendo ser avara i pródiga a un mismo tiempo. -Mira, Aurora, dijo despues AJí, tnrco duerme aún. Turco era el nombre del camello muerto; i luego -Pero, mamá e por qué no seguimos el viaje? .. qué se han hecho los otros viajeros? --No tengas cuidado, AH; pronto ven­drán a buscarnos. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. EL MOSAICO. 155 -Agua! agua! mamá, gritó Amara. das uñas se gastaron hasta la mitad, i el -Sí, agua! agua! mamá, aTIadió Alí. nuevo dia la sorprendi6 en su inútil tai'ea .... -Hijos mios, dijo Sahara con los ojos la arena de abajo era reemplazada en el ins-llenos de lágrimas, aguantad un poco la sed, tante por la arena de arriba, i el polvo del porque si os doi de una vez la poca agua trabajo le quitaba la respil'acion. Vol viose, que hai, vais a morir durante el calor del pues, casi muerta alIado de sus hijos .... medio dia .... el sol está mui fuerte. ámbos niños estaban enfermos, i no decian -Entónces ya tendremos mas agua por- mas que agua! agua! que ya habrá venido la caravana. Sahara les refrescó los labios de nuevo, La pobre madre volvió a humedecer los pero sin rescrvar para sí una gota del salu-labios de'sns hijos. dable licor. -1 vos por qué no bebeis, madre mía, no El sol, inmenso como un globo i rojo teneis sed? pregnntó Alí.· como hierro candente, les quemaba los cner- -No, bija mio; no tengo .... 10 que vo- pos hnndidos entre la arena i sin una hoja sob'os bebeis me refresca a mÍ. de árbol ni umt tela que les sirviese de so m- 1 Sahara tenia la garganta hecha una brío. Era preciso resignarse a morir. áscua. Los niños volvieron a pedir agua, i Saha- Así pasó el dia i vino de nnevo la noche ra les hizo apurar la última que quedaba. sin que nada cambiase la monotonía del ho- En seguida hizo oracion al Señor, i se dis­l'izonte. Sabara no vió durante él ni un puso para rendir el último suspiro. Bendijo hombre, ni un ave, ni una fiera, ... aquel dia a Aurora i a AJí, les dió el último beso i se no habia ni sombras en la tierra, porque no de8pidió de su esposo con un grito de amor. habia ni nubes en los cielos. La madre oraba junto a sus hijos agoni- --Vámonos de aquí, decian los niños. zantes .... --Esperad, esperad un poco .... álgnien Esa Ql'acion era la última armonía de aquel va a venir a buscamos; mi corazon me dice cisne del desierto. que espere. Apesar de sn infortunio, Sahara no mur- 1 los niüos en su impaciencia llamaban a runro una queja: tenia toda la piedad del turco para que se levantase; mas tUl'CO tenia creyente. cerrados los ojos i los Iuiembros ríjidos como ' Mas, no queriendo que sns hijos, muer-si fuera de acero. tos ya, qnedasen insepnltoi', espuestos a ser La noche segnnda fué un tanto mas cruel devorados por las fieras, les tomó en sn re­qlle la primera; los niños dl1l'mieron poco i gaza i se hundió con ellos entre la arena. estuvieron pidiendo dátiles i agna a su ma- Era ya tiempo, pues media hora despues dre continuamente. Dátiles no habia como una tropa de árabes vagabundos llegó a no habia nada q né comer, i elfrasco del agua aqnel paraje a repartirse los restos de la ca­disminuia mucho, asemejanza del reloj de ¡l ravana destruida, i al haberla encontrado arena que mide los iustantes de un mori- viva la habrían vendido por esclava sepa-bundo. . rándola de sus hijos. . La inccrtidumbre, el dolor i la sed cada 1, cosarara, en ese mismo dia i a esa misma vcz mas terrible, prodnjeron al fin la fiebre hora, Rafar, el esposo de Sahara, caía muerto en Sahara; mas esta ántes de rendirse por de nn pistoletazo en un combate con una completo tu va una idea para sal val' a sns tribu enemiga. Esta familia, al parecCl' tan hijos, la que puso por obra en el instante. desgraciada, era por el contrario una familia Fué esta idea aprovecharse de los ratos en feliz, q ne se dormía en la tiel'l'a para des· que aquellos dormian para ir a escavar con pertal' reunida en el cielo. sus manos el monte de arena que servia de sepultura a la cal'avana, para ver si encontra­ba algunos recursos. Saham con esta idea, que ella creia salva­dora., fl1é feliz por algl1nos momcntos, pues si encontraba agua i víveres para algunos dias, pudiera mui bien suceder q ne pasaran ' por allí algunos viajeros que la recojiesen. Acaso tambien podria fabricarse nna tienda que guardase a sus hijos del calor del sol. La pobre i desolada madre se puso a es­carbal' la tierra con sus manos como un lobo que busca su presa. Inútil intento! la arena tenia por todas partes uu espesor de dos metros. Pobre mujer! veinticuatro horas ántes tan feliz, tan opulenta, i ahora tan desgraciada i tan pobre que no tenia un vaso ele agua ni un pan para sal val' a sus hijos! Pronto sus manos, hechas para ma­nejar el abanico i j ngar con las flores, em­p~ zaron a desangrarse .... sus lindas i 1'osa- Premiador Alá de la tel'llura de aquella madre, hizo que sus lágrimas, fecundando el desierto, hicieran brotar el césped i las plan­tas en algnnos puntos del inmenso arenal, para el alivio de los \'iajeros. Tal es el orí­jen de los oasis.--F.. .P.É.R EZ. LA GORRA EN EL PERIODISMO. En el último siglo i en los últimos años ha hecho el periodismo avances sorprendcntes. Bole­tin del espíritu humano siempre en ebullicion, abre a la vista de todos un cuadro, estenso i va­riado a medida de la civilizacion de cada pueblo. Los libros están destinados para las bibliotecas, para los gábinetes, para las academias, en fin, para. las horas descansadas i libres de cuidados. Los periódicos son nojas volantes entregadas a todos los vientos, para llevar a los otros pueblos, con el vuelo del ferrocarril i del telégrafo, lo que da. de aí el espü'itu de (,l(1,d(1, pueblo, su retrato moral i Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 150 EL MOSAICO. .. .,".,I"\.' •. ,'.,., •. ,.',,'\.(\I".'I".' •. ' •• , ...... , •• ' ... '.h"A. •.•••• 1(11 ••••••••• ,." •• " .......... -..,., ••••••••••••• "--" •• ........... U' •• I •• ' •••• ,.~ •• \&I ... , •• # •••• \I.\.,.'t-., •• ".".' ~.',.',. (~.".1 •. '~ físico, su adelanto o retroceso. El periódico, múl- por los ajen tes de fuera, porque, segun ellos diccnr tiple en su forma por los innnmerables ram9S que nadie quiere suscribirse. Los lectores saben arre­abraza, pero teniendo siempre por objeto la civili- glarse de tal modo que la lectura les salga gl'átis, zacion, está destinado a los campos i a las ciuda- i poco les impol'ta que el empl'esario tenga iuver­des, al nacional i al estranjero, al comerciante i al tido un capital improductiyo; poco importa que artesano, al gobernante í al sacerdote, al literato i el escritor haya empleado largos años de estudio i a la. dama. En los pueblos atrasados i faltos de su tiempo actual sin provecho de ninguna especie. brío, como algunos que pudiéramos citar, no se leen Al llegar el correo, el establecimiento del ajente los periódicos, i si alguno los escribe es estranje- se llena de aficionados' quién toma un periódico, ro. En otros paises un poca mas adelantados i es- quién otro, i enmedio de epigramas í comentarios, piritualas, como el nuestro, la prensa encarrila i, una o dos horas han pasado insensib1es i rápidas. por decirlo así, impone la opinion a los ciudada- como el humo de sus cigarros; los periódicos es­nos_ En los paises donde la libertad se ha dcsa- tán leidos. Quién querrá, pues, suscribirse? Si l'I'ollado completamente; donde el respeto de cada hai en la poblacion unos pocos suscritores, sus pe­hombre i del gobierno a los derechos de los demas riódicos van rodando de mano en mano, miéntI-as hombres es una realidad; en donde casi todos los que los otros quedan oojo el mostrador del ajoentC'f hombres saben leer i comprenden la necesidad de i cuando estén ya en estado de senil' para e-m·tu­un gobierno justo i popular, como en los Estados chos, vuelven al poder del amilanado empresario. Unídos; allí, decimos, la opinion es quien manda que tantas esperanzas tenia fincadas en la opinion i dn, la lei a la pl'ensa. Allí el periodismo es un i paf/riotismo de sus copartidarios. l'eflejo no mas de la opinion pública. En la capital, una parte de los lec tares se da En los Estn,dos Unidos, apénas amn,nece, los pe- tan bien sus trazas, que al fin los lee todos, om en l'iódicos cubren las puertas de las casas i brotando la biblioteca, ora en la peluquería, ora en In, foncla, como por encanta a todas horas, pajo distintos pero sicmpre (le gorra. nombrc-s, con distintas banderas o aspiraciones c1i- Por lo que n, nosotros sucede ordinariamente, yersas, se le ve en el bufete del majistrado, en los juzgamos de Jos demas que teciben periódicos. 1 salones, en los buques, en los feITocal'1'iles, en los es bueno estamparlo en letra de molde,. aunque coches, en las fondas, en Jos billn,res, en las pelu- pn,rezca a algunos exajcrado, i ann cnando los querías, en todas partes. Los hombres mas ocupn,- otros no hagan mayor caso i prosign,n illlperturba­dos hallan un momento para ojear sus columnas e bIes en su gOl'rís.tico sil!fl.ema.. imponerse de In, situacion de su patria i del mundo; El mártes último veniamos dcl despncho €le la¡ los campesinos al llegar el correo dejan el arado i imprenta, con" La Opinion" en la mano, fresca, corren a recibir sus perió.dicos como un alimento húmeda, acabn,da de salir, como a todo buen lec­necesario de sus espíFitns. tor le agrn,da leer sus periódicos. Habiamos en- Es indudable que entre nosotros se leen mucho eendido ademas un buen cigarro, pues así como a los periódicos, i el influjo inmenso que tienen ellos Rousseau le. gustaba dar un bocado i una ojea.{ln, a nadie se atreYeria a disputarlo. El periodismo ha su libro; así nos gusta a nosotros una bocanada derramado en casi todas las ramas de la sociedad de humo í un párrafo. Tres bocanadas en formn. ciertos conocimientos i cierta apreciacion del de- de preludio habiamos dado i ya empezábamos a recho propio, bien que ha estraviado a la par mu- leer:" La paz continúa en los Estados; pero el chos espíritus. Pero si ha sucedido esto último no órden ____ cuando sentimos una muno que nos de-se debe directamentc al periodismo, sino a la mala tenia i que por lo pronto supusimos ser de algull direccion que se le ha dado, a los pocos esfuerzos íntimo amiga, que tal confiauza se tomaba. Pero ue los hombres patriotas para protejer los buenos al alzar los ojos medio distraidos, nos encontra:­periódieos. mos con un personaje, cuya existencia ignorá- Prescindiendo de esto, i dejando a cada cual el bamos, calzado eso SL i con aire de caballero, el derecho de trabajar por las ideas que creyere me- cual sin dirijirnos siquiera la palabra, nos most¡;ó jorcs, pero fijándonos únicamente en la importan- su cigarro, en señal de querer comunicarlo con el 'cia jeneral del periodismo, queremos hacer una re- nuestro. Semejante. descortesía, tan comun en fiexion sobre los obstáculos que cad,t uno presenta, Bogotá, es insufrible para toda persona delicada, para que el periodismo se desarrolle entre nosotros. por cuyo motivo quisimos decirle: En vez de mo- Son dos heehos indudables: 1.0 que cntre n080- lestar usted tan prosaicamente a una persona des­tros hai gusto por la lectura de los periódicos, i conocida ¿ no seria mejor que llevase consigo su 2.° que csto~ tienen graYÍsima influencia sohre la cajilla de fósforos? Pero ni siquiera babria habid(} marcha de la relijion, la política i la literatura, tiempo para dio; pues acto continuo se fijó en el ya que por desgraoia no ha podido estab.lecerse periódico leyendo algunas líneas allá para sO's aden­aun el periodismo industrial i científico. tros, i nos apostrofó en estos térmiuos : Ah r "La 1 bien! supuesto esto, en qué consiste que Opinion!" Con qne usted lee" La Opinion?" Sin abundando los escritores públicos i las imprentas, contestarle siquiera, nos hicimos mentalmente esta no se haya podido establecer toelaYÍa un diario, a otra pregunta. 1 por qué este hombre, que nuucn. no sel' el que rejistra los aetos oficiales de los go- nos ha sido prescntado,se atre,e a detenemos en la bernantes? De aquí depende el que nadie pueda calle, a leer nuestro pcriódico, a dirijirnos In, pa­vivir aquí de su pluma, como en Europa, en los labra, a hacernos preguntas sobre asuntos que nada Estados Unidos, en el Perú i en Chile? De qué lc interesan? 1 seguros de encontrar otros diez im­depende que los mismos empresarios de periódicos portunos como este, eorramos el periódico i lo se­apénas obtengan por su trabajo 10 estricta:nente pultamos así acabado ele nacer, en el bolsillo, COIllO necesario para una oscura exi.stencia? en una tumba. La solucion de este problema se resuelve, con el Llcgando al establecimiento, lo desdoblamos i mote que ha encabezado estas líneas. dimos princil)io de nue1'0: "La paz continúa en Si en un elia de correo nos acercamos al dcspa- los Estados; pero el órdcn __ -- oho de cualquier imprenta, veremos llegar monto- -lIombre!" La Opinion !" grit6nos un gazn{¡­nes ele periódicos atrasados que. han sido devueltos . piro que por In, callc pasn,ba, i sin la menor ccrcUlO- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. EL MOSAIOO. 157 l'Iia, sc acercó a nosotros de un brinco i nos lo qui­tó de las manos. ,Con qué es Garda el redactor de " La Opi­bion"? I tiene talento, no se puede negar! Luego siguió leyeudo en voz baja, miéntras no­sotros que al principio nos habiamos quedado lite­ralmente pasmados de sorpresa por su admirable grosería, volviendo en nosotros mismos, casi le saltábamos al cuello para ahogarlo. -Qué te parece esto? ja ja ja ja! -Pues qué nos ha de parecer, caballero, si no lo hemos leído! Como no era ni queria ser buen entendedor, continuó su lectur a, sin dársele tres caracoles de la r abia que nos brotaba por los ojos. Por fin tiró sobre 1:1 mesa el papel i esclamó con el aire mas filos ófieo: "Este país está decididamente per­dido ! " Volvimos a comenzar: " La paz continúa en los Estados; pcro el órden ___ _ Esta vez no fué uno sino cuatro los que nos in­terrumpieron. -Vamos a ver qué hai de nuevo en la "Opinion." --Oh! Oh! Aquí está tu remitido. '1Yl e alegro que les hayas dado ese ramalazo a los bandidos! Así esclamó uno de los visitantes, dirijiéndose a su compañero. -I no sel'á el último; pucs como te hc dicho, tienen al pueblo en candela. Leelo i verás, es una historia curiosa, replicó el escri tor. 1 su camarada empezó con la mayor flema a ensartar el dich oso remitido, del cual nosotros, enmcdio de la cólera, solo alcanzábamos a oir las palabras bandidos, usurpadores, impudentes. -Si! impudentes! impudentes! dijimos noso­tros, dando curso al sentimiento de rabia i despre­cio que nos dominaba hácia tales gorristas. Pero nuestras palabras, fueron interpretadas tan favo­rablemente, que todos cuatro aplaudieron i conti­nuaron con mas entusiasmo en su lectura i sus comentarios. Iba ya a oscurecer, cuando se des­pidieron tan amables tertulios i nosotros volvimos a comenzar: " La paz reina en los Estados; pero el (n'den ____ Dios del alma! como una aparicion del Tártaro entre la media tinta de la tarde, apareció una de esas cosa13 que aquí llaman criadas. -Que recadito le manda mi señá Susanita que comost.á su mcrcé i que si le hace el ja,or de mandarle el Don Zaico. -Díle que es mi scñm'ita, que no conozco a,l tal Don Zaico. -No mi amo, es el papel de los versitos. -Acabáramos! Es" El Mosaico" ! Sin desdo-rios mensajes sin fruto, los recibimos todos man­chados de grasa i aun de tabaco, de lo cual echa­mos la culpa a la vieja lectora i a la espantajo­mensajera, supuesto que Susanita seria incapaz de tal cosa. Así grasientos i ajados los doblamos i los dirijimos al compadre susodicho, esperando des­quitarnos en la próxima semana, C011 la lectura de los siguientes números. Vana esperanza! Escrito está, quc uno ha de ser el último que lee sus pe­riódicos, si es que los lee alguna vez. Esta historia les pasa a todos i a todos se los oyen las mismas quejas. 1 qué se ha ele hacer pam remediar el lUal ? Los ciudadanos deben conocer el estado de las cuestiones públicas cn su país; deben o];¡servar el jiro de los acon tccimien tos políticos en las princi­pales naciones; deben saber las invenciones con que diariamente se elll'iquece la ciencia; deben, en fin, buscar algun solaz para sus espíritus. Por qué 110 contribuir con ¡tlgo a lograr ese objeto i a me­jorar el periodismo? Solo es justo que gocen del derecho i la lectura grátis del periódico los escritores, ya que no tie­nen remuneracion alguna por su trabajo i sola­mente lo hacen por servir a su causa. EUDORO. A LA SEÑORITA J. G. IJa flor que se abre al asomar la aurora Para exhalar su esencia virjinal, No es tan hermosa como tú, señora, Rejia creacion de mi soñado ideal. Ni la odalisca en el harem cautiva, Pero sultana del sultan allí, Alcanza a ser como la Julia altiva Que comparo tan solo con la hurí. L 6jos, mui léjos del Zipano suelo Existe un valle encantador tambien ; Si tu pudieras dirijir el vuelo Hasta llegar a mi querido Eden; I te sentaras al morir el dia, Baj o el ramaje de la palma real, Para escuchar la tiel'l'la melodía Del mal' que besa mi rejion natal; Si allí te viera, peregrina clama, Absorto no supiera qué pensar, Si eras tú la deidad del Tequendama O la sirena de ese mismo mar. Hermosa .rulia, el desterrado quiso Ofrecerte el acorde que espiró; Si fuera Adltn te diera el paTaíso, Si rei, mi cetro:- nada puedo yo ! blarlo siquiera, tendremos que enviárselo, so pena • de pasar por descorteses i poco galantes. En hora buena! aguantemos! Bogotá, mayo de 1865. EL POETA. C. -Mi señó, Eustaquia le manda decir tambien que es su señor de su corazon i que le mande el otro papel, que es pa ver una nigolojia de mi señá Jiliperta Chacona. -Bueno! Ahí están los dos papeles! 1 entre­gándoselos a 1.: maritornes, nos fuimos a acostar, renegando de los gorristas i sin saber en qué pa­rará la paz de los Estados. Tres di as habian pasado, cuando recibimos car­ta de UD estupendo compadre que nos deparó Dios en la Mesa de Juan Díaz. En ella se quejaba amargamente de que no le hubiésemos env.iado los periódicos; pues en aquella soledad, su úmco con­suelo era leer los periódicos i saber de Santafé. \Tímonos, pues, en la precision de reclamarlos de Susanita i de mi sia Filiberta: despues dc va- Enigma ele toelas las jeneraciones i de toclas las edades, el poeta ha llegado hasta nuestro" dias, sin que sepamos ciertamente si es una verdad o una utopia, si es un bien o un mal para la humanidad. Porque el poeta ha cantado a todos los pode­res i a todas las icleas. Porque el poeta ha sielo hm'eje, fanático, ateo, b\1rlon, serio, creyente, escéptico, lascivo, pu­doroso, filósofo, jugueton ..... j qué sé yo qué mas ! Sobre las pájinas ele la historia, sobre las que­rielas leyendas de los pueblos, sobre los orgn­llol'l nacional es, se ha al:ilado su poderosa YOZ, siempre para aplaudir, siempre para exnjerar Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 158 EL MOSAIOO. todos los sentimientos, i descartarlos del poI va con que la tierra los envolvia a su contacto. Por eso el poeta ha sido alternativamente el óien i el mal; la espada que hiere i el bálsamo que cura; el escal'llio que destroza i el llanto ,que consnela. Ha sido la lava del volean que 111archita a su paso las fiares i delTiba los árboles, para librar a otros mil árbolcs i a otras mil fiares de los sacudimientos de la tierra. Pero el poeta a mas de estas distinciones de tiempo, posee otra mas profunda. Al enaltecer nnestras facnltades, al dar un baño-de dulzll1'a a todo lo que el hombr3 siente i piensa, puede hacer uso ele su imajinacion, o de su corazon. El poeta ele imájenes. El poeta de lágrimas. , He ahí las dos grandes poesías que en todas las épocas se han disputado la victoria. l la voluntad se ha dirijic10 por esas dos sen­das, aprisionada e impotente, como el rio por su cauce. l usando la poesía de l11edio~ superiores, co­mo el alma de que na0en, ha dado tambien' re­sultados 1'uperiores sobre los demas ajentes que inclinan al hombre al malo al bien. El oro, el cálculo, la infiuencia i el dominio, han producido todos los pequeños crímenes i todas las pequeñas heroicidades de la tierra. La poesía .i la elocuencia han hecho nacer lo monstruoso de la barbarie, i lo heróico de la grandeza. , Vel'dad es que muchas veces la poesía, si­guiendo los hechas consmuados,' solo se ha li­mitado a apoyar i sostener un principio cual­quiera. Pero en este mismo caso ha sido su guia i su sosten, su eseudo 'i su coraza. T:l1ubien el poeta; ha sido el cantor constante de las pasiones i del amor. ¿ l cómo no cantal' a la mujer i al amor, cuan­do el esceso de imajinacion i de sentimiento lleva en sí mismo una sensuálídad escitante, una lascivia espi?'itual (permítasenos la frase) i un perfeccionamiento de formas indescriptible? El poeta sin amo l', es el soldado sin armas; la fiar sin riego; la luz sin espacio que ilumine; la hermosura sil1 viela. El amor es su medio, es su camino necesario, es el aroma de sus pensamientos. Su término puede ser diabólico o santo; su mision escéptica o creyen~e; pero sn senda es lo bello, i lo mas bello para el hombre es el amor en toda su estension. Pero con este principio, con esta aplicacio11' necesaria, no conseguiremos sin embargo aclarar ni resolver la uudaqneencabeza nnestro articulo. El amor por sí solo es otra de las claves enig­lmíticas que Dios otorgó a la hnll1::midacl, mién­tras ocupe la tiel'l'a, mansion clásica ele la ignO?'ancict. l no incluimos en ese :1mor, cl amor sublime de J esus, la hermosa fllente de la caridad, el puro manantial de la patria, ni cl tranquilo i • bello goce ele la familia. Hablamos lisa i llanamente del amor sexual. l ese amor sexual, tan concreto, tan definido i tan claro, es a pesar de todo, el que -ha chelo oríjen a tantas magníficas epopeyas, i el que ha servido de guia al poeta en sus varios i contra­dictorios caminos. Homero, poeta de imájenes, canta el amor impetuoso i criminal. Virjilio, el amor griego de las formas, del arte i del clasicismo de la materia. Ariosto el amor ele la edad media. Dante el amor soñado. Goethe, poeta de corazon, el amor delirio. Espl'oDceda el amor perdido. Byron el amor materia qne domina al mundo. l por esas sendas fJ.ue partiendo de un mismo punto, se alejan lentamente unas de otras, Ho­mero i Viljilio llegan a los héroes fabulosos, Ariosto a la caballería- andante, Goethe al es­cepticismo mistificado i científico, Dante a la relijion, Espronceda a la desesperacion, i Byron a la carcajada del desprecio. ¿ Cómo, pues, quereis que os definamos al poeta, restrinjic1o, condensado i preso en versos i estancias, i mucho ménos al poeta libre, que exhala su inspil'acion en un canto, o en una ha­se; en un cuadro, o en una estátua ? El literato, tipo del esclusivo dominio de nuestro siglo, ha sido analizado por muchos es­critores, pero ¿ dónde está el análisis d~l poeta, considerado en sn esencia? ¿ Buscais su forma? Homero es ciego i viejo cuando llena el mundo con sns obras: Byron hermoso, Ariosto altivo, VÍljilio humilde, Es­pronceda c?'apuloso, Goethe brillante. ¿ Buscais sn .cabeza para sujetarla al escalpelo moral de Gall? Las teneis de todas especies i figuras: angulosas, redondeadas, cónicas, pro­longadas, regnlares, monstruosas •.... ¡quién puede decirlo! ¿ lntentais sorprender su mirada? Sn mirada es Sil pensamiento: sus miradas son llUS obras i sus obras se pm'ecen entre sí tanto como la Iliada a don Juan, C.01110 la Divina Comedia al Fausto, como el Orlando al Diablo-mundo. En resúmen el poeta es el 'pcmelemoniun)' el algo que está en la atmósfera, que se encarna doqniera, que brilla, que arrastra un mOmento a la humanidad i que desaparece en seguida, para ,volver de nuevo en otra jenm'acion i en otro siglo, vestido con otro traje i armado con otra idea. Los héroes de Homero serian hoi bandidos i el Adan de Espronceela, en la edad media, un fantasma digno ele la hoguera. El poeta es su siglo embellecido; si su siglo es el crímen, será el crimeu grande i hasta her­maso; si su siglo es la virtud, será la virtuc1 de los ánj eles . . ¿ Porqué arrojais sobre su frente la maldicion o las bendiciones que os inspiran sus obras? Sus cantos son una historia viva, como las piedras son una historÍ::!; muerta. l al ver el perfil de sus "iluetas en el cuadro de los siglos, les hallareis por único delito ha­ber pensado o llorado mas que sus contem­poráneos. El poeta ha (le ser tambien el- hombre C011 sus pasiones i defectos; i en el hombre tarde o temprano se infiltran las pasiones del siglo que le bautiz6. Alma o materia, canta porque Dios le conce­dió un rayo de luz para que ilnminase las iute­lijeneias, como mandó al sol un soplo ele fuego para que alumbrase. Canta porque no pueele permanecer silencio­so, porque es su deber i sn destino, i porque le guia una mano olllnipotente. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. EL MOBAICO. 15ü \'"'',,''' 1f~ 4 "4'~," .'~.4 '.,'" "" jI .'0". "" •• ',', •••••• ," " '. I O,, ~, 00 '.,. "'. j'. f" 10, •• , O',. "., •• ••• , •• jO•• •••• lo' lO 10. "0", '"" •••• "" •• " •• ,1'.", ",,',." f".' ••••• "0"" t" 'O •••• , •• tI ., •• ,~ 1 cuando su voz ha perdido la fuerza, cuanelo el eco ha llegado hasta el fondo de las cabezas o de los corazones, el poeta se disipa para que otra voz fresca i lozana yeng::t a reemplazar a la suya, i a cumplir su destino en otro siglo i en otra jel1eraciol1. Ese es el poeta en la llistoria i en I1llestro siglo: 110 es el hombre bueno ni malo; es el hombre simplemente. Pero ¿ i ese poeta soñado (me direis), todo amor, mezcla indefinible de todas las poesías, amalgama confusa ele las bellezas de la huma­nidan, i ál1jel sin mancha ni defecto? Ah ! ese poeta solo existe en nosotros: bus­cadle en vnestra imajinacion i en vuestros de­seos, como bnscais en ellos una socie,-ad mas perfeccionada. Si lo concebis, mi c1escripcion os parecerá pálida i débil; si nunca le habeis soñado, j pa~a qué exijís de mí otro sneño mas! --_ .. -+-.~. - - - A LA SEl\'OIU'l'A EUJENU BELLINI EN LA LEONOR DEL TROVADOR. Bella Leonor, tu virjinal acento Deja el rumo,' de dulce melodía, Que ajita el alma, como el manso viento La mustia palma al declinar el dia. Garza divina que amorosa jime 1 el ala inclina al ver su trovador Oiego dudar de la pasion sublime Que ha de acabar a la infeliz Leonor. Oisne del Adda que su vuelo posa En mi apartada i oriental rejion, Para exhalar su cántico armonioso O sollozar con triste diapason. Al oir tu canto se disipa el alma, Oual íris bello en adormido mltr; 1 en nuestro seno la perdida calma. Deseara en vano, mísero, encontral". Todo lo olvida la memoria mia; Llt vida misma de proscrito aquí. Hasta el dolor que toca en agonía De un amor desdichado para mí. Bogotá, mayo de 1865. C. ---"'-+-.. -- INES DE LAS SIERRAS, (Continuacion.) Encendimos cnatro antorchas, i nos meti­mos en la escalera principal, al traves de los escombros que la obstruian pOí' todas partes; Bascara iba en medio de Sergy i Boutraix, que le alentaban con su palabra i con su ejem­plo, haciendo ceder el miedo a la vanida<;l, tan poderosa en una alma española. Oonfe­saré que aquella incnrsion sin peligros teni~ sinembargo algo de aventurera i de fant~s­tica que lisonjeaba secretamente mi imajina­cion, i puedo añadir que presentaba dificul­tades propias para escitar nuestro ardor. Una parte de las paredes habia caido i formado en veinte puntos diferentes otras tantas ba­rricadas accidentales que era preciso desviar o salvar. Tablas, vigas, postes enteros, cai­dos de las partes superiores del enmaderad.o, se cruzaban i se entrelazaban en todos sen­tidos sobre las gradas rotas euyas astillas angulosas se erizaban bajo nuestros piés. Las antiguas ventanas que habian dado luz al vestíbulo' i a las gl'ac1as habian oaido hacia largo tiempo, arrancadas por los huraca­nes, i 1;:osotros no reconociarno sus vestijios sino por el ruido de los vidrios rotos que la zuela de nnestras botas hacia crujir. Uu viento impetuoso, cargado de nieve, so iu­trod ncia con horribles silbidos por el h lleco que ellas habian dejado cayendo de un golpe uno o dos siglos ántes; i la vojetacion salvaje cuyas semillas habia al'l'oj ado allí la tempes­tad, añadia algo a los embarazos de aquel tránsito i al h orror de aquel aspecto. Yo pensaba, sin decirlo, que el corazon de un soldado iri~ con un ímpetu mas fácil i natu­ral al ataqne de un reducto o al asalto de una fortaleza que allí. Llegamos por fin al descanso del primer piso, i nos detuvimos un instante para tomar aliento. A nuestra izquierda se abria un corredor largo, estrecho i oscuro, cnyas tinieblas no pudieron disipar nuestras antorchas hacina­das a la entrada. Delante de nosotros estaba la puerta de las habitaciones, o mas bien, ha­bia estado, Esta nueva invasion no nos dió mas trabajo que el de entrar, con la antor­cha en la mano, en una sala cuadrada, que habia debido recibir a los hombres de armas. Al ménos. así lo j llzgamos nosotros por dos filas de banquetas destrozadas que la guar­necian por todos cuatro costados, i por 'álgu­nos trofeos de armas comunes medio carco­midos por el orín, que colgaban aún de sus paredes. La aotravesamos haciendo rodal' con nuestros piés cnatro o cinco astas de lanza i otros tantos cañones de escopeta. Da.ba en­trada esta sala por Uila esquina a una galería mucho mas larga, pero de una anchura me­diana, en cuyo lado derecho habia unas ven­tanas vacías como las de la escalera, i donde se columpiaban todavía los restos de una j am ba podrida. El piso de esta parte del edificio estaba tan deteriorado por la in­flu encia de la atmósfera i por la caida de la lluvia, que abandonaba todos sus empates, i no prolongaba bácia la pared esteríor sino una franja delgada i destrozada. En esta díreccion se le sen tia doblegarse i volverse a levantar con una elasticidad sospechosa, i el pié se comprometia allí como so'bre un polvo contacto que no necesita nad.a para ceder. De espacio en espacio, las partes mé­nos sólidas comenzaban a desmoronarse de­jando huecos anchos i carrichosos quo la marcha de un curioso mas temerario qne.yo no habria sondeado impunemen te. Yo arras­tré brnscamente a mis camaradas hácia la pared de h. izquierda, donde el paso parecia ménos aventu\·ado. ~sta estaba cuhi'erta de . cuadros. -Tan cierto como que no hai Dios, estos son cuadros, dijo Boutraix. ¿ El borracho que enjendró a a.quel necio del arriero. ven­dria realmente hasta aquí? -No! le respon,dió Sergy con una risa un poco amarga,. Se durmió sobre el' dintel de la iglesia de Mattaró, ;porq,ne el vino que habia bebido le impidio ir mas léjos. -N o te pido tn opinioll, replicó 130utraix Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 160 EL MOSAICO. /U·\_·\.· •• • ••• • .• ·.I •• ".',., •• , •• ¡·.'.\', •.• \ .. \I'I .• 1.' •• '1.' •• ' ••••• , •••.•••••••• ' •.••••••••• , •. , ••••• , .••.••.•..•.••.••.•••••• '" .•• \ ••••••• , ........ ,.) ••• , ••• •••••. , ••••.••.•• \, ••••••• 1 •••••••••••• '1; clavando su anteojo sobre los cuadros dislo­cados i polvorosos que tapizaban la pared en líneas d~iguales, bajo una mnltitnd de ángulos capl'icllOSOS, pero sin que se enC011- trase uno solo que no se alej ara mas o 111é­nos de la perpendicular. Son cuadros en efecto i retratos si no me engaí'ío. Toda la familia de Las Sierras ha habitado en esta ladronera. Semej an tes vestij ios del arte el e los siglos remotos habrian podido fijar nuestra aten­cion en otras circunstancias, pero estábamos demasiado U1jidos para asegurar a nuestra pequeña caravana un albergue seguro i có­modo para emplear mucho tiempo en el exámen de esas telas rotas que habian casi desaparecido bajo el barniz húmedo i negro de los añ.os. Sjnembargo; al llegar a los úl­timos cuadros, Sergy acercó a él sn luz con cmocion, i agarrándome vi vamen te por el brazo: -Mira, mira, esclamó, este caballero de mirada sombría, cuya frente está sombreada por un penacho rojo: i este debe ser el mis­mo Ghismondo ! Ve cómo el pintor ha es­presado maravillosamente en esas facciones jóvenes aún _ el abandono de la voluptuosi­dad i las zozobras del crímen. i i Es una cosa triste ele ver! . -El retrato qne sigue te indemnizará, respondí sonriendo a sn hipótesis. Es el de una mujer, i si estnviese mejol' conservado, o·mas próximo a nUDstros ojos,'te extasiarias a la vista de los encantos de 1nes de Las Sierras, porgue se puede suponer tambien q ne es ella. Lo q ne se distingue es ya a pro­pósito para producir una viva impresiono i Ouánta elegancia en ese talle esbelto! i Qué atracti vq tan seductor en esa actitud! i Qué brazo i qué mano tan perfectamente mode­lados! i ·Ouántas bellezas prometen en el conjunto que se nos escapa! i Así debia ser lues! -Así era, respondió Sergy arrastrándome hácia él, porque bajo este punto de vista acabo de encontrar sus ojos. Oh! jamas ha hablado al alma una espresion mas apasio­nada! Nunca la vida ha salido mas viva de báj o el pincelf" 1 si q ni eres segnir esta indi­eacion bajo las costras del lienzo hasta el dulce contorno con que la mejilla se redon­dea alrededor de esa boca encantadora; si comprendes como yo el movimiento de ese labio un poco desdeñaso, pero donde se sien­te respirar toda la embriaguez del amor .... -Me formaria una idea imperfecta, con­tinué friamente, de lo que podia ser una mujer linda de la corte de Oárlos-Quinto. -De la eOl'te de Oárlos-Ql1into, dijo Ser­gy bajando la cabeza. i Es verdad! . -Aguardad, aguardad, dijo BOlüraix, a a quien su alta talla permitia alcanzar con la mano hasta el earton gótjco con que.es­taba adornada la varilla inferior del marco, i que acababa de frotarlo muchas veces con su pañnelo, hai aquí un nombre escrito en aleman, O e11 hebreo, si 110 es en sirinco o e11 bajo breton: pero i el diablo que l@ descifre! Yo intentaria mas bien esplicar el Alcoran. Scrgy dió un Rrito de entusiasmo. -lues de Las Sierras! Ines de las Sierras! repitió apretándome la mano con una espe­cie de frenesÍ. Leed ahora! -lws de las Sierras, repuse yo: está bien; i estas tres montaüas verdes en campo elora­Jo, deLian ser los Llasonos de su familia. Parece que aquella infortunada ha existido realmente i que habitaba este castillo. Pero es tiempo de buscar un asilo para nosotros mismos. B N o estais dispuestos a penetrar mas allá? '-i A mí, señores, a mí! gritó Boutraix, que nos habia precedido algunos pasos. lIé aquí un salon de compaüía gue no nos hará sp.spirar por las calles húmedas de 1vIattaró ; un alojamiento digno de un príncipe o de un intendente militar. El señor Ohismondo amaba sus comodidades, i la distribucion de la habitacion no deja nada que desear. Oh! soberbio cuerpo de guardia! Esta pieza inmensa estaba, en efecto, me­jor conservada que lo demas. El fondo solo recibia la luz de dos ventanas mui estrechas que, a favor de sn disposicion, se habian preservado de las degradaciones comunes a todo el edificio. Sus tapicerías de cuoro gra­bado i' sus grandes sillas a la antigua tenian yo no sé qué aire de magnificencia, que su vejez hacia aun mas imponente. La chime­nea. de proporciones colosales, que abria sus anehos huecos en la pared de la izquierda, parecia haber sielo construida para veladas de jilYantes, i las maderas de demo-licion, es­parcidas en la escalera, nos habrian suminis­trado un fuego regocijador durante centena­res de noches semejantes a la que iba a tras­currir. Una mesa redonda, que no distaba de la chimenea sino algunos piés, nos recor­dó involuntariamente los festines impíos de Ghismondo, i convendré de buena gana en que no la miré sin Un poco de sobresalto. Necesitamos muchos viajes, ya para pro­veernos de la leña necesaria, ya para tras­portar nnestros víveres i luego nuestras ma­letas, cnya economía podia haber sido se­riamente comprometida por la inundacion fluvial del dia. Todo se encontró felizmente sano i salvo, i aun los avíos de la compañía de Bascara, estcndidos sobre los espaldares de las sillas delante del hogar encendido, brillaron a ·nuestros ojos con ese lustre fac­ticio i esa frescmta anticuada que les presta el brillo impostor de los quinqués. Es cierto que el comedor de Ghismondo, alumbrado ontónces por diez antorchas encendidas há­bilmente acomodadas en diez candelabros viejos, estaba ci81tamente mejor iluminado que lo estuvo nunca, en tiempo de que se haga memoria, el teatro de una peqneTIa ciudad de Oataluña. (Con tinuará.) IlIIPREN'fA DE " EL lIIüSAICO."
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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El Mosaico - Año IV N. 20

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La belleza del marido

Por: Anne Carson | Fecha: 2019

Premio T.S. Eliot de poesía y uno de los 21 mejores libros del siglo XXI según Babelia Premio Princesa de Asturias de las Letras 2020 «El deseo al cuadrado es amor y el amor al cuadrado es locura.La locura al cuadrado es matrimonio.» La belleza del marido, el primer libro que se publica en España de la canadiense Anne Carson, es una de las más originales y turbadoras manifestaciones de la poesía de nuestros días. Subtitulado «un ensayo narrativo en 29 tangos», este libro inclasificable cuenta la historia de un matrimonio en torno a la idea de Keats «beauty is truth», belleza es verdad. A lo largo de estos 29 tangos -un tango, como el matrimonio, es algo que uno tiene que bailar hasta el final-, Anne Carson, considerada ya un clásico vivo de las letras anglosajonas, nos introduce en la historia íntima de un matrimonio que se desmorona. Iluminador, a menudo brutal, conmovedor y oscuramente divertido, este libro nos deslumbra con escenas, diálogos y reflexiones que ahondan en la más vieja de las preocupaciones poéticas -el amor- como si fuera la primera vez que se expresa. Reseñas:«En los distintos ámbitos de su escritura, ha alcanzado unas cotas de intensidad y solvencia intelectual que la sitúan entre los escritores más destacados del presente. Desde el estudio grecolatino ha construido una poética innovadora donde la vitalidad del gran pensamiento clásico funciona a la manera de un mapa que invita a dilucidar las complejidades del momento actual. Su obra mantiene un compromiso con la emoción y el pensamiento, con el estudio de la tradición y la presencia renovada de las Humanidades como una manera de alcanzar mejor conciencia de nuestro tiempo.»Jurado del Premio Princesa de Asturias de las Letras «Hay que prestarle atención, porque una poesía culta jamás pierde su emoción y vitalidad. Carson habla desde fuera del tiempo y el espacio, porque todos los tiempos y todos los espacios son el mismo.»César Antonio Molina, ABC «Un asombroso hojaldre de sentimientos encontrados, de reflexiones a menudo contradictorias sobre la belleza [...], sobre el amor, sobre la sinceridad, sobre el deseo.»Ignacio Echevarría, El Cultural «Un inmenso receptáculo que lo abarca todo. [...] Una obra que cambió la manera de entender la poesía en nuestro tiempo.»Eduardo Lago, El País «La voz más respetada hoy de las letras anglosajonas, una de las grandes: [...] una creadora difícil de encasillar. Una extraña combinación de opuestos. [...] Como poeta es una excelente artesana del patchwork.»Elena Hevia, El Periódico «Cuando Carson quiso escribir un ensayo narrativo se dibujó un libro de poemas en el que había que bailar 29 tangos y reconocer los fracasos que asedian las edades de la vida enamorada. [...] Nos enseña a vivir la poesía como si sumara un cúmulo de muchos instantes que se descifran con la mirada y dan forma a la existencia misma.»Ana Merino, El Mundo «Con un personalísimo estilo, [...] Carson, con el alma escindida entre el pasado y el presente/futuro, [...] posee una mirada contemporánea y particular lo que le da parte de su calado a sus poemarios y la lleva a reflexionar a escribir sobre las preocupaciones actuales.»Javier Ors, La Razón «La poeta que habla con los dioses.»Luis Alemany, El Mundo «Singular poeta, ensayista y traductora que ha dedicado su extraña obra a fundir géneros y tender puentes entre el clasicismo y la modernidad para explicarnos el presente. [...] Una de las escritoras más exquisitas, radicales y eruditas de la literatura actual, dueña de una obra poliédrica, [...] hipnótica.»Miguel Lorenci, EFE «La poesía más interesante que se escribe hoy en día en inglés.»Michael Ondaatje «Leería cualquier cosa que Anne Carson escribiera.»Susan Sontag
Fuente: Odilo Formatos de contenido: Libros
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  • Literatura canadiense
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Versatilidad de la emoción, Ars adivinatoria, Trizas y trazos

Por: Elena Camacho Rozas | Fecha: 2018

Emociónate y adivínate en todos estos trazos. Escribir poesía puede ser una forma de llorar sin lágrimas las penas que nos atenazan, pero también de sonreír irónicamente haciéndole un corte de mangas a la muerte, a la vida y a nuestra propia solemnidad. El sortilegio de esta comunicación ancestral y mágica compendia, como un oráculo, un manual de supervivencia: sirve de catarsis, explica los entresijos de la psicología humana, aleja del ostracismo y de la incomprensión. La poesía no es una simple gragea capaz de aliviar al otro, adormecer su angustia, avivar sus compromisos, comprometer su docilidad, aclarar sus dudas o hacerle dudar de sus certezas; sino un mirador desde el que vernos reflejados, con la concisión de unos trazos caligráficos, en lo que cabalga en el ánimo o vive soterrado en el inconsciente de cualquiera de nosotros.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Versatilidad de la emoción, Ars adivinatoria, Trizas y trazos

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