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Imagen de apoyo de  La sombra de la garrapata

La sombra de la garrapata

Por: Rodrigo de Pablo Ortiz | Fecha: 2020

«Los muertos nunca vuelven. Los vivos, a veces, tampoco». Roque es un muchacho de pueblo que va para futbolista del Barcelona. Sin embargo, una noche sucede algo trágico que lo obliga a dejar atrás su identidad. La Cataluña rural de la posguerra y los disparatados anhelos de sus perdedores. El oscuro exotismo del Magreb más convulso y descabellado. La España a la que se quiere regresar y ya no es. La monstruosidad del siglo pasado, con sus vaivenes y sus crueles paradojas, es el desolado paisaje donde los protagonistas de la novela dirimen sus conflictos vitales: la imposibilidad del amor y la urgencia por ser amado; la necesidad de huir y de poner a dormir la voluntad en brazos del azar; la glorificación de lo que se pierde, y el agrio sabor que dejan las ilusiones fermentadas entre los dientes. Roque comprende que nunca regresa a ninguna parte, que la vida es migrar todo el tiempo porque siempre va dejando algo atrás-apegos, lugares, pasiones- a los que nunca ha de volver, sencillamente porque no existen o, al menos, no como aprendió a quererlos.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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La sombra de la garrapata

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La salvación de la Tierra

Por: José Luis J. Monfredi | Fecha: 2020

¿Somos seres eternos destinados a vivir después de la muerte en otros mundos paralelos? Esta es una historia real. La de un periodista español que ha triunfado en los Estados Unidos después de una vida repleta de emocionantes experiencias. Uno de los «elegidos» para librar la lucha contra el calentamiento global, el cambio climático y la salvación del planeta. Lo más sorprendente es que quien nos la cuenta es un ser muy especial llegado desde otra dimensión del espacio que convive con nosotros en un mundo paralelo. Esta obra, más que una novela, es un mensaje reservado que premiará a todos aquellos que logren descifrarlo.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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La salvación de la Tierra

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Un tímido soltero

Por: Germán Echevarría | Fecha: 2018

Cuando el dinero o el sexo se imponen al amor, la vida puede ser placentera, pero no necesariamente satisfactoria. Vivir no es simplemente pasar por la vida esperando que algo ocurra. Vivir es hacer, no deambular deseando que el tren pase por delante de ti y se pare para subirte a él, porque ¿y si pasa de largo? Entonces llegas a viejo solamente anhelando que algo acontezca, y lo que acontece es la muerte. Cada persona soluciona a su manera el hecho de vivir, de hacer, eligiendo en cada momento solamente una de las diferentes opciones que la vida le presenta, desechando todas las demás, y así siempre. De esta manera, anda su propio camino. Por eso, cuando el lector se adentra en la vida del protagonista de esta novela se convierte automáticamente en un personaje más de la historia y también debe elegir qué hacer.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Un tímido soltero

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Mañanitas

Por: Luis Ezquerra Escudero | Fecha: 2021

La luz nos crea tantos reflejos, y jóvenes, ni odiamos ni amamos. Hay cuadros, no es de razón entenderlos, sino sentirlos reventando las emociones. El cuadro de Guernica, una explosión. Un impact o emocional. Mi poesía, pretendiendo el impacto emocional, en las escasas emociones que la naturaleza nos concede. El día, consu ruta. La mañana, alegre, sol y luz. La tarde, con sus experiencias de razón, los porqués, temor en el ocaso. La noche, oscura y pavorosa, o el desenfreno, allá, en lo desconocido. Tras mi poemario erótico, Íntimos y tocamientos, me atrevo con Mañanitas, esas emociones que rondan la primera etapa, el despertar, tan luminiscente y tan existencialista del ya, del ahora. Lo ideal amasado con las experiencias, inextricable tal comunión. Y pare deseos y rechazos a poco tardar.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Mañanitas

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Matémonos como hombres

Por: Javier Gumiel Sanmartín | Fecha: 2020

A veces, la vida nos pone ante la necesidad de elegir bando y ejecutamos actos reprobables. ¡Es tan difícil juzgar, en ocasiones, los actos de los seres humanos! La vida, como soldado, de un hombre en una época difícil para España y el mundo, que le lleva a verse envuelto en acontecimientos históricos, desde la defensa del Cuartel de la Montaña al inicio de la Guerra Civil, hasta el cerco de Leningrado, en la Segunda Guerra Mundial, encuadrado en la División Azul. Sus peripecias vitales y el desengaño en los ideales que le llevaron a tomar las armas en un bando determinado.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 43

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El electricista

Por: Eduard Abadía | Fecha: 2015

Ricardo, un joven huérfano, llega a principios del siglo XX a Barcelona, una ciudad llena de oportunidades. La ambición, la rebelión de los obreros y la primera guerra mundial serán el trasfondo de un acontecimiento muy importante tanto para él como para el progreso de la ciudad y de toda Catalunya: la construcción de la hidroeléctrica de La Vall Fosca, una de las obras más ambiciosas de aquella época, en la que él juega un papel clave. Ricardo, a pesar de su juventud, se enfrentará a un escenario de luchas por el poder y se acabará convirtiendo en un hombre frio y calculador que sobrevivirá a la más despiadada ambición. Pero Ricardo conserva en su interior el anhelo por encontrar la felicidad y lucha por encontrar el amor, debatiéndose entre dos mujeres que, junto con los acontecimientos ocurridos en el período entre 1900 y 1917, marcaran su vida para siempre. Una novela que te atrapará desde el principio haciendo que te identifiques con el personaje principal, Ricardo, y que sientas como propia su lucha por conseguir triunfar en el mundo de los negocios, pero manteniendo los principios morales que había aprendido en su infancia y su búsqueda del auténtico amor.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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El electricista

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Umbra

Por: Madeline Simone | Fecha: 2019

Como bien les tocó a ellos, ¿por qué no iba a pasarte a ti también? Cameron es un Umbra, y también un asesino debido a las circunstancias de su infancia, las cuales le transformaron en un monstruo despiadado con una mente retorcida. Sin embargo, esconde su trágico pasado tras una vida ordinaria como estudiante universitario de carácter simpático, aunque a veces su sinceridad mordaz lo arrastra a situaciones peligrosas. Cameron se siente atraído rápidamente por Neil, un respetuoso desconocido con el que se topa por primera vez en el cementerio. Según Cameron, las personas que son como él tienden a identificar a otros criminales. Demonios que comparten pasiones tan semejantes que relucen a través de una simple mirada. Por ello, comienza una relación que se estrecha poco a poco con la habladuría pícara, desenfadada e ingeniosa de este hombre. ¿A dónde podrían llevar las necesidades tan diferentes pero semejantes de dos asesinos, con un pasado tan delicado que los arrastró hacia la perdición? ¿Podrían salvarse de la locura y la lujuria que los une? ¿O es posible que ya no hubiera nada que salvar desde el principio?
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Albergar la esperanza

Por: Pedro Urbano Moreno | Fecha: 2018

La flor que renace lleva en el fondo la esperanza. El ancho abanico de temas de los poemas presentes en este libro queda centrado, de forma mayoritaria, en el amor, ya sea platónico o correspondido; lo cual no resta el aporte imaginativo y el toque personal en cada uno. He querido añadir algunos escritos que, por su dinámica poética, podían aportar y enriquecer al conjunto de una poesía que lleva latiendo en lo más profundo e íntimo, y hasta cierto punto desconocido, de mi ser. Con la finalidad de mostrar las diferentes etapas, el libro comienza por las de fechas más recientes hasta los inicios, allá por el final de los años 80. Para que pueda ofrecer al lector una visión amplia y variada, con esta selección de poemas, aunque se disperse en una mezcla de sentimientos y sentidos, alcanzará su más deseada intención por mi parte.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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Albergar la esperanza

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Imagen de apoyo de  La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 43

La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 43

Por: | Fecha: 13/07/1875

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. _. -----_...s:<':.....J~G ¿ ~ 5 ~L.:2.2_----- • PERIODICO DEDICADO A LA. LITERATURA. Serie IV. Bogotá, 13 de Julio de 1875. Número 43. A~DE. • RESIGNACION· ( Conclucion). Con esto, haciéndose mutuamente nuevos ofre· cimientos, se despidieron con curiño de antigu08 amigofl, y poniendo á punto susc:lballo~, partieron en direccion contraria Juan Oepeda, sin apartar de la imaginacion la gallarda apostura de Hum­berto, y éstc, conmovido extremadamentc por la parte del relato que parecia atañerle. Era la hora del anochecer cuando llegó llum· berto á sus Jares, y como la mirada y el rostro descubran lo que pasa en lo recóndito del cora­Eon, don Adeodato y doña Ounegunda, despues del abrazo ordinario, conocieron las violentas impresiones que Humberto habia experimenta­do j y ella con tono de habla sua vísim a le dijo: No me ocultes tus pesadumbres ni quieras en secreto devorarla!, que los disgustos suelen amen· guar cuaudo su causa recibe baldo n de aquel á quien se comunican. No calles lo que pueda ha­berte sucedido, y con esto atibares el gozo que tus padres han recibido con tu regre O. A lo que dun Adeodato agregó: Habla, y que tus razones disi­pen la perplejidad que nos traes con lo que en tu ademan se trasluce. La fatiga del largo viaje y no interrumpido camino, dijo á. esta sazon Hum· berto, acaso ha mudado mi semblante. y si en él se manifiesta. 01 sufrimieuto de alguna pasion, no es ésta de manera de poder inquietaros, ni ménl)s apesadumbraras. Es el caso que la cor­riente del amor me lleva tras sí todos los pensa­mientos, y esto naturalmente tambien habrá aiado mi semblante hasta el punto de que pueda pareceros maganto j y ya que bablo de amor, fuerza será que descorra el velo y que os diga que lo he concebido con vehemencia por una doncella á cuyo mérito DO pongo precio por no agraviarlo. Humilde, modesta y recatada, no pisa la alfombra del podercso, ni sigue otros dic­tados que los de la virtud, y los quehaceres do­m~ sticos son su mas ordinario entretenimiento, sin olvidar \lll punto el estrecho cumplimiento de 8US deberes religiosos, el cual hace de la mu­jer preciadísimo teMo ro. Teniondo esa doncella semejantes cualidades, dijo doña Ounegunda, no se ha decir que cifra su orgullo en la mayor variedad de trajes quc gaste, ni en traer una cuarta más de cola que su vecina doña Petra, ni en cargar la cabeza de feos adeliños y ataviarse de anga.ripolas, como lo estilan las doncellas del diaJ en lo cual 100 padreIJ tienen mucha parte, dado que fomclItnn en sus hijas el lujo, que sue­le llevarse de calles no solo la riqueza sino tam­bien::\. veces la honra j doncella!! tan frívolas y superficiales, que hacen punto de no cojer la costura y el bordado, y no haber puesto sus manos, ni por semejas, en la espetera de su co­cina. 10 cual va fuera de los términos de toda buena razon j y siendo rliscreta, habrá sabido desconccrtar á. los que, no embarbecidos aún, con carocas y lagoterías hombrean requiriendo de amores á las damas, y haciéndolas perdel' de su de~oro con no ~OC3. frecuencia. Alabo, pues, tu aClerto en escoJer una espo;,a tal, y DO vacilo an dar mi consentimiento á un enlace que sobre fecundo ha de tracr creces ti. nuestra red ucidn familia: siempre anhclé que Dios te concediel"Q una esposa pobre y humilde áutes que una rica y soberbia; que la humildad y la pobreza cris· tianas 80n como ferrada puerta que se cierra á. los amagos del vicio j y puesto caso que se ha­yan cumplido mis ansias, pro n ta estoy :í. bende­cirte cuando tu padre te otorgue la suya. A este punto don Adeodilto, COD muestra de alborozo, le dijo: Apresúrate á recibir, cou la de tu madre, mi bendicion para tan bienhadado himeneo, supues­to que, oyendo los documentos de una sana razon, hayas sabido escoger por esposa una dama en quieu vaytln apareados la virtud con el buen en· tendimiento. Salga en buen punto de ese casa­miento una prol'3 que sea honra de sus padres como tú lo has sido de los tuyos j Y quc la dis: cordia no abelee el contonto de tu casa en los dias que Dios fuere servirle de concederte. Besó IIumbel'to las manos que le bendecian, y enter­necido por l? que le pasaba, apénas tuvo para rcsponder 6100 entrecortaJas razones, que deja· ban ver cuánta era la gratitud que en su pecho na cia. A vosotros os esO. señalar, agregó IIum_ borto, y :i. mí el aceptar, segun lo conccrtado con Arieia, que este es 01 nombre de mi be1Jo. de!'posada, y con su madre, que es lo que tiene en el mundo, el dia y el lugar que convonO'a :\ la eelebracion de mi enlace. Don AdeodatuO fué de parece~ <).u.o lo mis pues~o en razon era que ellos se dmglOsen á. la. capltal de la provincia para que allí sellase perdurablemente la religion el amor de su hijo, lo cual habria de efectuarse de allí á treinta dias, y doña Ounegunan defirió en un todo á lo que don Adeodato habia deter­minado. Refirióles en seguida HumLerto otras menudencias relativas á. la familia de Aricia y cómo tenia grabada en el alma la idea de que' se pondda en término de aclarar la aventura que en dia aciago lo habia privado del calor del re­gazo de su madre, la cual le habia sido comuni­cada por don Pedro Románez, de lo que natural· mente/:le sobresa.lta.roD a.qu611os UD tanto; empe- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • • 28'1 LA TARDE ro, juzgando fuera de toda razon e l que pudi e ra negarse á l a averiguacion de tan ext r año h echo, hi cie r on donaire de e llo , y lamentaron u na v ez más el OSC'lro origen de su querido Hurubcrtll, el cual se d ió pri sa á ha ce r 5a bedora á Aricia p o r me­dio de una. carta mi iva, del bu e n é xito en l o que habia solicitado, y d e c ó mo se habia r es uelto ce­lebrar su proy e ctado matrimonio. Preparados los b á rtulo s , pusié r on5e en cami, no, segun su prop ósito , don Adeodato, doña C u­negund o. y Rumbedo, con alguna scrvidumbre, que condu cia los preparativos p :u'a las bodas, y:Jl c :1 bo de do~ dias de molesto viaje por los ardores del sol qu e recio picaba por ent6nces, lle garon :í. la cabecera de la provincia, donde alojaro n e n el meson principal, pues don Adcodata ni d oña Cunegunda quisieron apearse en casa de Ari cia, considerando la. estrecheza en que, pobres como eran, debilJ.n de vivir. aunque allí los espera­ban, y los habrian acogido con buen ánimo, que es condicion de pobres principales la llaneza y cordialidad en el trato. No se habia apeado Humberto, cuando se fué desalado á "er á su dama, hecho lo cual vino al meson con ella, doña Antonia y Librada, la otra hija d e ésta, Tierno fué el encuentro de las dos famili as , y conmovedoras las afectuosas y ya familiar es pláticas que tuvieron. Con gran sorpr esa y al· borozo para Hum berto, anunció doña Anto oia que todo estaba conc~rtado con el cura del lugar para el casamiento, el cual se efect.uaria el ve, nidero dio. junto con el de Librada y Juan C e­peda, á quien debian beneficios tales, que solo habian podido pagar con la mano de aquélla. Cuerpo de mí! exclamó Humberto, que Juan C"peda es grande amigo mio, y tan grande, que BU vida y aventuras me han servido todo este tiempo de profunda reflexion, y cuando fucse solo por verle, habria sobrellevado de gana las fa.tigas del largo y penoso viaje que he hecho. Juan Cepcda, dijo á este punto doña Antonia, no se holgó ménos en saber que usted era el fu­turo esposo de Aricia, con ocasion do lo cual nos refirió por menor la extraña manera con que trabaron relaciones, y el espccial cariño que lue­go ha cobra-do por usted; y añadió que deseaba S9 le ocultase hasta el último iostante la no­ticia de su casamiento con Librado, pua que con la satisfaccion y regocijo que éste le causa­ra, se aumentase la complacencia que usted en el BUyO tuviera; pero como no seria bien que yo celasa ñ. ustedes lo que ya he considerado como imperioso deber declararles, me he visto obligada á anticiparles tamaña sorpresa. Aquí, renovando afectos y abrazos, se retiró la familia de Aricia á apercibirse para las bodas que otro dia habian de celebrarse; y Humberto fué á estar con su amigo Juan Cepeda, y á go­zarse c on él en el pensamiento de su futura fe­licidad. EDcontráronse, se abrazaron apretada­mente, , ni uno ni otro acababa de conven­cerse si era cierto aquello mismo de que es- o taban seguros. Humberto en breves razones contó á Cepeda cómo se habia hecho ya sabedor de lo que hitn intencionadamente se habia es­forzado él en ocultarle por algunas horas; á lo cu.al respondió Cepeda que ya habia pesu­mido que á doña María, que era comunicativa ademas, no se le cocerla el pan en el seno por • adelantarle la !:o rpresa que él Je prepllraba, De­partieron largam ente los dos amigos, que ya se miraban uno á otro como hermanos, Boure lo que hace In verdadera d ic ha , y los caminos, :11 parccer sobrcna tu rales, por 1,)s '1 ue en t1'3 m bos á dos habían llegado á un mi mo punto, como tambien sobre el vinculo que por deber y por afecto en adelante los ligaba j y, concordando con los deseos de doña María. quodaron cn que el paraninfo de la boda de Rumberto seria Juan Cepeda, y csotro 01 de la dc éste, con lo cual tor­naron á ubrazar~e y fu e:'o ll :í r endí l' el cuerpo al sueño, que con las impresion es del dia teoía más disposicion para é l que para otra coa, nunqua sea dolen cia cOlll un en ¡os n ov io~ no cerrar los ojos en la noche ví spera de su s bodas , ocupado el ánimo de la idea de que ese lazo perdurabl e va a deci ­dir de su futura suerte. Amaneci/¡ el día t:1O alegre y l'Ísueño como lo estaban los di sc retísimos amalltes, que ya frisa­ban con el t é rmino de sus ansias, daudo princi­pio á la l'ealizacion de sus espC'ranzas. La casa de doñ~ María, sin esa lauta csplen­didez de las de los p od e roso", estaba primorosa­mente adornada de laB fl o res con que la p.'óvic};¡ naturaleza nos regala, llls cuales en forma de ra­milletei'l , f es ton es y guirnaldas, contentaban la vista y ha.lagaban cún su grato perfume, El me­naje de la aala, que estaba reci en enjalbegada, se componia de tres canapés forrad os en dama ~­co amarillo, una d oceua de taburetes de guada­macil, tres mesitas barnizadas, con seudo' e! comenzaron á correrle unas lágrimas, que bien decian cuánto era su padecillliento y ang·llstifl., el cual se comunicó luego á los q uo la escu~haban, como pam que no faltara acíbar á la dulzura ele la b oda. UD momento estu vo suspensa n oita },{arla, y repue.~­ta slgun tanto de su turbacion, contiuu6: .Mi marido don Pedro habia sido instad repetidas veces por don Hernando Alvarcz, padrino de J 0 3é, á pasar algunos uias en su hacienda dol Cedron, distante elel Limonar unas seis legual:! por camino no traj inado. Un dia, quo amaneció para mi menguada hora, quiso mi marido cou­de cender con el inocente deseo de clon H eman­do, y como presumiese de buen caminador, cal­culó que en seis horas haria fácilm p.lüe el viaje, y ri. la. del medio dia se puso en camino para. el Cedron, llev8.ndo con. igo {~Jo~6, niño cntónces dGl cuatro :í. cinco años, y á. quien familiarmente dt\.bamos el nombre de uno de vosotros, IIum­berto_ No sn.lió bien en su cálcnlo, pues lo que­brano del camino hizo encalmar la b estia y hu ­bo de to,uarle la noche en una parte r ode:¡.da de intrincada selva, la cual solia en oca 'iones ser guarida de gcnte de la hampa. No habian entra­do por ella cuando luego al punto los acometie­ron: introdujeron i don Pedro al corazon ue la sE'lva, ya José querian dejarlo entregado á su mal:tveniura, á la orilla de la senda, cuandn de antuvion uno de los qtle con aquella gente esta­ban, pone :l. punto su caballo, se hace del niño, y picando de martinete, parte con él á galope, .qui­zás á extrav iarle entre las fragosidades 6 los riscos. Entretanto hicieron sufrir t\. don Pedro mi~ géne­ros de tormento, y despoj,í.ndolo de cuanto lleva­ba, que alcan7.aba á una suma considerablo, 10 sa­carou vendado del bosque, y lo abandonaron en unparaje excllsado, de donde:i graves penas pudo salir para tL''lsr t\. su fiul1ilia congojas que le re­dujeron á tal estado, que de allí :i pocos dias dió BU espíritu al Criador, tranquilizado con los au­xilios de n uostra religion ; ID uerte q \lO anduvo presta al ver que habia sido vana toda diligen­cia en buscar al q uc era objeto de nuestras tcr- . - nezas y carlllOS. Ya se deja discurrir cmín descorazonada y marchita qnedari:l yo con la pérdida que tan de seguida hice de dos sórea por extremo queridos; DO obstante, resignnda a la voluntad dd Dios, encontré en la fe cristiana con la tranquilidad, el ~osiego y la paz del espíritu. En la oracion encontré la calml', y eo la penitcncía el consuelo. Aconteció en aquel entónee8 quedar huérfana. una niña de pechos que ap6nas contaria seis meses, y cuyos padres, que me habian hecho se­ñaladas mercedes en mi desgracia., murieron ca­si á un tiempo. Recojíla, y haci endo las yecos de madre. reconcentré en ella todo el cariiio que tenia por el hijo que la suerie despiadada me ha­bia arrebatado; y esa hija es Aricia, que ha ve­nido á ser el sosten de mi apenada vida. Como el hado funesto no se contentase con 108 embatos que me habia hecho experimentar, quiso hacerme víctima á un voraz incendio que redujo á. ptl.vesas la valiosa hacienda que por . herencia. de mi marido posoía, por lo oual, para -el pago de deudas me vi obligada á enajenar hasta. la. oasa do habitacion que me quedaba. Esta nueva cuita, sin la fe religiosa y la resig- -, nacion que me acompañaba, me habria l'educido á la locura; pero á proporcion que esas cuitas eran mayores, ele ellas Bacaba esfuerzo, así como de la misel'ia discrecion. Sabedora de mi triste estado, uno. buena señora me llamó á esta poblacion para ofrecerme tra­bajo y pan, hará cosa de cuatro nños. No poco cuitada. salí del 1 ugar de mis ensueños infanti­los, acompañada de mis dos hijas; empero, la suorte no estaba aún satisfechn., y ordenó que al esguazar los arrieros el caudaloso rio de La Pi· ña arrastrase con ellos nuestros avíos y unas pocas alhajaR que todavía poseiamos, patrimo­nio de mis pobres hijas. Duelo y quebranto te­níamos, pues, por condicion de nuestra vidn, y solo podriamos salvarnos del hambre i de la des­nudez á' poder de recio trabajo y de continua. faena, :í los cuales nos encontrá.bamos dispuestas. N o nos dese~perámos, no rendímos nuestra alma á la atLiccion, no exhalámos una queja, y confiá­mos en Dios, á. cuyo amparo nos pusimos. Sí; que siempre el remedio de nuestras desgracias lo hemos encontrado en la católica religioll, la . cual los tiene abundantemente, y los reparte sin duelo i los que diligentes la buscan i y en cuyo seno ('s donde solo he encontrado la resigna(;ion. Los que no la aman, no han saboreado -lasinefa­ble3 dulzuras que proporciona, y sus corazones es­terilizados par¡~ -el bien, no paeden dar de sí, sino cuando más los frutos secos de la filantroría: y los que habiendo nacido en su regazo fingen des­amarla, es porque las ligad uras del vicio, les im­piden levantarse hasta ella. ¿ Y qué hab,'ia sido de mí, envuel ta por la ola de las desdichas, en un mar sembrado de sirtes y de escollos adonde iba á. estrellarme, sin la esperanza quc fortifica y sin la fe quc mitiga las penas? Dios no deja de su mano á los que á. su soberana. voluntad se sujetan, viviendo conforme á su ley; y yo, que cuando tuve bienes de fortuna nunca los escatimé al pobre que t\. los umbrales de mi habitacion se acercaba, fié en que el Hacedor suprcmo no me renuoiria i la estrechez de mendi­gar el sustento. No dilató en hacerse visible la proteccion divina, pues, movidos á compasion por mi angustioso estado, muchos de los vecinos de este lugar, qui ieron aunarse á la señora que á él me había llamado, para ofrecernos toda clase de socorros, lo cual dió por resultado qua mo hicieran dádiva do esta misma habitacion, para que en ella viviese con m is hijas los pocos dias tI \le me restan de vida. De entónces acá hemos podido subvenir honestamente á nuestras nece­sidades con el trablljo de nuestras propias ma­nos: Aricía que es la mas vigorosa, planchaba; Librada. se ocupaba en las obras de bordado, y yo en las de costura. En tal término, conocimos á Humberto, quien observando la vida honrada que teniamos, cobró amor á Aríoia, y conoertó con ella el matrimonio que estamos á. punto de presenoiar. De allí á .pocos días se presentó en nuestra. oasa Cepeda, hijo de mi difunto hermano mater­no don Leon, á cumplir una de las últimas vo­luntades de ~ste hermano, que consistia on ce­derme la sexta parte de los bienes que ha.biahe­redado, asegurándomela. con los esoritos tdocu­mentos que venia á poner en mis manos. Ala­bando á Dioa por este nuevo benefioio, agraaecí Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 2S9 LA TARDE con toda mi alnia á Juan Cepeda la merced que de él recibia, tanto más inesperada, cuanto ha­cia. muchos años que no tenia noticia del para­dero de mi hermano, ~l cual no vino á sa ber todos mis altos y bajos sino pocos dias ántes de finar. Enamoróse Cepeda del alma de Librada, y de ahí se siguió que se dispusiese su enlace con ella. Tales son las principales vicisitudes de mi vida, lad cuales si no han sido de profundo in­teres para vosotros, sí pueden haber arrancado suspiros á vuestro pecho; y he tenido por bien referíroslas pun~ualmente para que si algun dia se descorren loa velos que encubl'en ciertos su­cesos de mi vida, no se diga que he callado lo que debiera aclarar en oportunidad. En esto levantándose H umberto, con voz va" ronil pero enternecida, diju : Ah! j Y cómo Dios ha encadenado estos acontecimientos para que en ocasion tan grande tengan su desenlace, y para pagar con usura en un illstant~ todas las tristezas que sobre Dosotros han caido! Sa­bed, querida madre, añadió dirigiéndose á doña María, pues desde hoy con doblada razon os puedo dar este título, que ese hijo que un tiem­po perdisteis, y que fué causador de la muerte d~ su padre no puede ser otro sino yo, á cuya conclusion he venido, por modos que no dejan duda alguna en mi ánimo; y Juan Cepeda fué el que p.n aquella menguada noche me salvó de las manos de aquellos hombres inhumanos que saltearon a mi padre, como os lo va á compro­bar ahol'a mismo su dicho. Suspensos sobre todo encarecimiento quedaron don Adeod<1to y doña Cunegunda, quienes á la sazon hicieron memoria de la luz que sQbre este particular les diera Humberto, y de que no se habian curado; y doña Ant,onia, turbada y sor­prendida, se estuvo sin decir palabra por habér­sele hecho un nudo en In garganta y dudando de lo que veia, esperaba como enajenada el fin de tan mr.ravillot;o desenlace. Refirió luego Juan Cepeda la aventura de los malhechores, y don Adeudato, sin faltar punto el modo como á Humberto habian encontrado; pero lo que trajo el convencimiento á doña Ma­ría de la identidad de su hijo, fuera de la seme­janza de familia que desde un prinoipio habia descubiel'to en él, fué la cirounstaneia de haber dicho don Adeodato el nombre que Humberto daba á sus padres, y el haberle ob,ervado un hermoso lunar que tenia debajo de la barba. Humberto, embriagado de gozo, se arrojó en­t. 6nces en los brazos de doña María, cuyos ujos, si so habian hecho fuentes, los de don Adeodato y doña. Cunegunda, que so abrazaban con Arioia, Librada y Juan Cepeda, se habian hecho rauda­les, y tornándose todos á abl"aZar suoesivamente, presentaban un cuadl'O tan conmovedor y tan in­teresante, que todos los demas del oortejo nupcial, sobresaltados, acudieron presurosos á avel'Íguar qué era aquello, y sabedores del suceso, parti­ciparon no ménos que del rego!.lijo de lall lágri­mas que d. él se unían, y afit maron y consin­tieron que tan extraordinario BUCeso era pro­sagio de la felicidad de los esposos, y galardon alcanudo por la paQienoia y amor de Dios COD qqe doña Antonia habia recibido todas las ca­lamidades que el cielo h~bia ordenado i y no - acababan de mirar á Hnmberto, como si su 3S­pecto tuvieso algo sobrenatural, que si lo tenia, pues en quien se verificaban señales tan prodi­giosas, necesariamente tenia que presontar á. 108 ojos algo que saliera de los márgenes de lo ordi­nario y naturaL Con tan felices circunstancias recibieron 108 esposos la bcndicion de Dios, que hizo de sus familias una. sola. en la paz, la monsedumbre y la caridad, y ba traido dias de ventura á su ya numerosa descendencia corno p1',rnio y corona que Dios da á los que se snsticrlen en el sufri­miento con 1'esignacion y b1escan los caminos de la cristiana ley. MENDO MÉNDEZ DE l\bNDOZA. . : . LA LUZ y LA SOMBRA, Desprendida...una luz del sol naciente, Se miraba, gozosa, en una fuente, Y, aHiva, se decia : -¡ Me cuento tan feliz 1 i Soy en el mundo El pode¡' soberano ...... á todo inundo De encanto y de alegría!. . Pero llegó una sombra, triste, OSCUI'a, Y ahogó á la luz, y dijo, con ternura: -j Nada en el mundo és fuertd, Pues todo cuanto existe y hoy asombra, T8rde ó temprano abismará esa sombra Que s e -llama la Muerte !. .. _ .. 1874. TEl\1ÍSTOCLES TEJADA.. FLOR MARCHITA. Á lit AMIGO JosÉ MANUEl. LLÉRU. Nació en la verde márgen amen" Que baña plácido el Telembí, Cáliz de aromas, alba azucena, Fncantadora Hija de Aurora, Dulce embeleso del colibrí. Manos que amantes la cultivaron En su florida márgen natal, Del tallo esbelto la separaron, y de la vega Que manso riega, Siempre tranquilo, puro raudal. Mas, ay ! el aire Ide otras riberas El tierno oáliz envenenó; Como las plantas adormideras Languidecia, _ Hasta que un día Tu María Luisa S6 marohitó. D. DEL O. EL GORRISTA. Na1fa hay más indefinible, más l'elativo J mi. iuoomprensible, que la felicidQd. ~08 habla­mos de ella, y nawe la oomprende, porque Da4ie la pOlée. - Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • LA TARDE 290 Cuando hemos notado sati faccion y contento eu el ro ho de algunos pordioseroR, cubiertos de harapos y abrumados pOl: enfermedade crue · les, y d esespl'racion y La tío en el de personas de aven tajada. posicion, hemos com prendido q ne la felicidad DO se somete á Jos eálculo8 humanos. l\Iuy bien explica el problema de la felicidad aque1\a fáhula. que nos hab;a de un niño á quien le dió el extraño empeño de asir el cielo, porque lo veia adherido á la montaña vecina. Empren­dió con toda formalidad viaje hácia la cima de la montaña. Por fin llegó, no sin haber mt'rido fuertes fatigas, y al coron:..rla se halló con que el ciclo habü huido á In. otra montaña. No por ello de i tió. Continuó &u marcha con la espe­ranza de que ya por esa vez no se le escaparia el cielo. En el trayecto en contró hermosas fuen­tes y arboledas sombrías, y oyó dulces cantares de las aves habitadoras de la espesura; mas á nadd. prestó atencion, fija como estaba su mente en la idea que lo dominaba. Coronó por fin la - segunda montaña; y vúlvió á hallartie con que el cielo habia huido. Alguna desazon sintió, y empezó á creer que algun génio se bul'laba de su anhelo. Mas no desistió aún. Siguió, poseido de un nuevo entusiasmo. Rendido por el can­sancio, sofocado por el calor del sol, que ya se aproximaba al cenit., y bañado de sudor, se re­clinó sobre el césped á la. sombra de un árbol de rico follaje, y allí Ee entregó á un sueüo pro­fundo. Suñó que una hada se habia despren­dido del cielo, y que con ~u varilla mágica trazó en torno 8uyO un círculo; que luego a ió por un brazo al niño, y le impuso la o bl igacion de an­dar hasta no encontrar ('1 fin de la curva. El ni­ño giró y más giró en busca del fin dp.l círculo. Cuando vino en la cuenta de que nada más hacia que volver de continuo s0bre sus propios pasos comprendió que la hado. se burlaba de él, y le rogó cesara ya en su cruel exigencia. Ella sonrió, y le dijo: " Primero hallarás el fin de este cír­culo, que asir el cielo, si bien te p'lrezca unido á las montañas." El niñó despertó; reHexionó sobre lo soñado, y comprendió cuán insensata habia sido su pretensioo. Volvióse á su hogar, no sin llevar en el alma la tristeza que deja. to­da descepcion, y no sin sentir sus plantas heri­das por las espinas y los guijarros del camino. Ré aquí, lector nuestro, la fiel imágen de todo hom breo ¿ Quién, al salir de la infancia, y entrar en la edad de los sueños, esa en que todos vislum­bramos hermosas visiones, y aspiramos pel'fu­mes embriagadores, no se lanza con fe y espe­ranza, y entusiasmo en busca de la dicha, maga que le sonríe en la vecina montaña, y le rega­la desde allí caricias halagadoras, y le envía en alas de las brisas los aromas que exalan sus vestiduras? Mas la pérfida huye, y más huye, de aquel que en pos de ella S8 lanza. Y al iluso no le queda, á. la vuelta de su viaje sino un ne­gro vacío en el alma, i en el corazon la herida dolorosa del dellencanto. Creemos haber com prendido la historia de todo hijo de Adan, f'S­cepto lo. bienaventurados tontos, porque á ellos jamas les asa el vértigo de la ilusiono to cuanto IObríol. o lo eztrañeis. Extrañad, si, que alguaa velOS momemos jovialidad, y pensad que entónces fingirnos alegrías no sen­tidas por nuestro coraZOD. A las vecps el vu1!:o resuel ve tí. su modo los • más intrincados problemas de la filosofía; y los resuelve parodiando á aquel famoso personaje que cortó de un tajo el nudo que en vano otros habian procurado soltar. Bl no se detiene á es­tudiar los mil rodeos de los problemas de la vida: de un tajo corta las dificult~dc" . Quereis sa ber cómo ha explicado el mi terio de la feli­cidad, ese misterio que ha sido el tormento de todos los pensadores <.lel mundo, mis que la pie· dra fi losofa.l y que la cuadratura del círculo? De una manera muy sf'n cilla. El ha encontrado que la felicidad comiste en perder la vergüenza. Esta resolucion, tan simplecilla como es, entrá­ña mas filosofía dc lo que á primera vista pare­ce. Tended, si no, amigo lector nuestro, tE:'nded Yuestras miradas en torno vuestro; observad quienes son los gananciosos en la gran rifa so­cial ; indagad en qué corazones mora la mayor suma posible de dicha; inquiríd cuáles son los semblantes mas festivos, los ojos más alumbra­dos, los lábios más risueüos, y hallareis, os lo aseguramos, que todo eso pertenece, y tal vez exclusivamente, á los que han sabido proscribir de su carácter y de su corazon toda idea de de­licadeza, todo sentimiento de pudor. Desgra­ciado del que tieU'bla. al oi¡- una rechifla bur­lesca; del que palidece al recibir un insulto; del que se ruboriza al solo pensar que se juzga mal de 8US iotenciones; desgraciado, sí, porque ese la lleva perdida: siempre s:!rft el juguete del primer soplo del mundo, como la hoja muerta, desprendid", del árbol y sometida al furor del huracan. Lo que dejamos sentado en las líneas prece­dentes, es á las veces la (mica clave con que se pueden explicar ciertas ¡'iquezas y ciertas posi­cioues. El que atribuye todo buen exito al ge­nio ó á la honradez, va errado medio á medio. Cuá.ntas veces el genio vegeta, mudo é inerte, en la oscuridad, en tanto que brillan y hacen ruido los más osados, aquellos que se tapan las orejas cuando les conviene, cuando se les de­ro uestra su incapacidad para ¡¡entarse en los puestos que ocupan! Cuántas la 1 cura se ve obligada:i. bajar la frente ante un pillo que sube, hipócrita y desvergonzado, disfrazar sus fecho­rías con el velo de la virtud, y reirse de todo, porque poco se cura de la opinion. Aprop6sito de opinion, hacemos una obser­vacion de paso. No hay delito punible por la. opinion pública i que atraiga sob¡·e sí el des­precio ó el odio de las gentes; que estampe en una frente la marca de la infamia, y que arran­que de todos los pechos el grito del escándalo 6 de la. reprobacion, sino el delito improductivo, Los ladrones en grande, los asesinos en grande. los seductores en grande, las prostitutas en gran­de; ..•... toda esa gente cuyos crímenes ee con­vierten en monedas, ñlzan satisfechas su frente manchada, que la. sociedad, solícita y humilde, se apr~sura á limpiar 1 Y en tanto, zumba b voz del esoándalo en torno á los delincuentes pe­queños: ora es un ladronzuelo cuyo robo no le alcanza para imponer silencio ;i. los deslengua­dos; ora una infeliz mujer, tal vez de elevado carácter, á quien la. ¡niseria ó un a.mor insensa.- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. • 29] LA TADRE to lanzflron :í la desgracia. Tal es la. O' inion pú­blica. Algunos filosofastros han querido que no se d ejc otro freno á )¡" conciencia, que el t emor á la op inion. Medrados quedariamos el dia en qu e tal succcan sus padres. cluyó refiriéndolele lo que acababa de pasar en la ca- _T('nemos 6rden de manifestar que los que pasan baña cuandu él entró. por tales no lo son, y que eso se comprobará ante 105 -y bien, dijo el conde, i quién es el soñor de Ibá- Tribunalc de justicia. ñez'l 1\1e decis que podemos c('ilfiar en él y que nos - Dejemos di cu iones que á nada conducen, dijo nyudará en la empre a; pero ántes nece i tamos suber el capitan coo tono reó'uelto; de aquí os habeis de ir quién es, y cuáles son us intencione ,porqUt', lÍo dccil' como habeis "cnido, con la diferencia dc que ahora verdad, no es don Luis únicamentc quien ha concebi­I1evais algo Vil los bolsillos con que llenar el estómago. do, ospechas de que es un I!, pía. En cuanto á. vos, ya Tomad. os conocia, ~i no per50n:llmantc, sí de nombre, y vues- -Es qu r :10 podemos dejnr de cnmplir nuestra co- lro hechos son muy conocidos para poder dudar. mision, pU l'- 1:'1 señor don Luis no per eguiria y nos -En ese caso yo o re p'mdo de él COIllO de mí haria rasti;.: ' ", dijo uno de ellos. mismo: él me ha exigido re- erva re. pecto de él, -E~e no e, más que un motivo para que no os de- miéntras adquiere ciertos conocimiento.> ú de
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Tarde: periódico dedicado a la literatura - N. 43

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Expediente Aurora (45451114)

Por: May Artillo | Fecha: 2020

«Tengo cuarenta y dos años y hoy me he dado cuenta de que no existo». «¡Mátala!» resultó ser una afirmación completamente desequilibrante y obsesiva para Aurora. Nadie podía sospechar lo que aquella palabra estaba tejiendo en su cabeza, ni siquiera ella misma. Sin embargo, la imposición de cambiar los planes en unas vacaciones fue el perfecto detonador para que Aurora comprobara hasta dónde era capaz de llegar para conseguir sus propósitos. Aunque para ello tuviera que improvisar.
Fuente: Digitalia Formatos de contenido: Libros
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