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Fecha:
23/01/1908
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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DOCTOR ZENON FABIO LEMOS
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tas con tinen tales fronteras.
3{ ace un año que esta estrella
de potentes pero apaciblesfulguraciones,
se extinguió en las regiones
Rielera les de la intelectualidad
caucana. Hoy la obscuridad
imp!'lsibe de la tumba guarda silencwsa
lo despojos orgánicos
del eminentejurisconsulto v buen
ciudadano, y la ignota y "misteriosa
eternidad su espíritu selecto
y elevado.
Era el extinto una de las prime·
ras ilustraciones y una de las primeras
virtude de 1 legendario
Cauca. en la Ppoca presente ; de
ese Cauca vigoroso, tan tecunclo
en la producción de grandezas en
todos los campos de la actiYidad
humana, y en cuyo firmamento
mental ya no brillan aquellos astros_
de primera magnitud que,
en ttempos más felices difundieron
sus de tellos luminosos en todos
los ámbitos de la América
inocente, y más alh'i. ele sus remo-
Por la opulenta y cultinHla mente del doctor Zenón Fabio Lemas no
cruzó la más ligera sombra de un pensamiento malévolo ni Yulgar; sus
labios no se man..:hilroiljam(ts con la contumelia, el dicterio ni la mcntirn,;
su nobilísimo coraz61 n0 palpitó un sólo instante al impulso <------
BAJO EL SOL DEL VALLE
EN EL JARDIN
[Esta página la arrangui> á una hoja empolvada y amanl!a que dormía
el sueño del olvido entre los papeles de un poeta amigo mío.]
Era en verano. En el janJín principia h;111 á enn-.jecerse la vercle. macetas
de las hortensias. Ella estaba ft mi lado. Bajo la sombra de las
pestañas obscuras brillaban sus ojos dulce!" como des c¡:¡rboncs encendidos;
para sus labio parecía que hubieran robado carmín á las rosas
de un crepúsculo de Agosto, y á la noche abenuz para teñir su cabellera;
su sonrisa era como el abrirse ele una flor roja, tentadora y alegre, y
las curvaturas armoniosas ele su cuerpo pedían el incienso de los capullol"
que, ?11 roce ele su falda, se agitaban como con raros e. tremecimientos.
Se apoyó en mi brazo y por el F'endero que salpican de nie,·e los lirios
de ese huerto donde he orado después, pidiendo al Padre que aleje de mí
el recuerdo de las horas pasadas, buscámos la placidez ele un oto silencioso
que besan las ondas clel río, en cuyo fondo nos abismámos tántas ,·eces
en las tardes y mi.-ámos columpiarse la luna entre blancos cortinajes
ele nubes. En uua de esas tardes, interrumpiendo el susurro del Yiento,
que decía sus querellas á la fronda, y el dolido lenguaje de las hojas secas
que se re,·olvían sobre la tierra negra, murmuró {¡,mi oído:
-La luna ...... Yo la amo. ¡Es tan buena la luua! Cuando te alejas me
consuela, porque ella sabe de mi tristezas y de mis cuitas íntimas, y en
mis noches ele insomnio, si solitaria en mi alcoba alimento mi espíritu con
tu recuc1·do, filtra sigilosamente sus rayos de nácar por las rendijas de la
Yentana y me habla al oído de tí ... Es tan buena la luna! :\lírala .... parece
sonreirnos ...... Pero qui> triste es su sonrisa! Me ocurre á yeces que añora
muertas glorias y quisiera entonces preguntarle por muchas tragedias perdidas
tras la bruma del tiempo. Ella Yióllorar en el desierto á Tais arrepentida
y díjo sin duda palabras de consuelo á Eloísa, bajo el cielo de París,
cuando, encerrada en su monasterio silencioso, soñaba en Abelarclo. A
través de las ondas parece una Yirgen que se hubiera quedado dormida
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entre los cortinajes de un lecho de novia.
Sus últimas palabras sonaron en mi oído con la armonía de una campana
de plata que aterciopelara la distancia y resolviéndose en suaves ond'l.lla- -.
ciones fueron á perderse en la más íntima prpfundidad de mi espíritu.
Bajo la sombra discre1.é. de una,.. C< ·iba se sentó ·á mi lado. Siguió un sil.len-'
cio. La miré, y así bañada por la luminosa ~a,l\<;l,ez de 1-a luna, me pareció '··
una Venus cristiana que surgiera fresca y sonriente de entre el verdor de
la floresta, incensada por los nat'd'os y las azucehas· del Valle.
En IR fronda vecina se arrullaban dos -palomas .. Las miró ruborizada, y
luégo con un leve aire de tristeza, me dijo, mientras alargaba la mano- para
señalármelas y cJayaba en mis ojbs sus ojos uavemente obscuros:
-Así ent1endo la felicidad. Pero ...... nó! ... (y su voz\'aciló) oh·idaba que
esas dos palomas son dos enfermos, heridos de ese mal unirersálmen-te
conocido con el nombre de amor. :
La miré sorprendido. Sus labios habían soltado, como un reproche, esa
frase maldita que que yo dejé e~capar el otro clígo, con \·o;~ que parecia confundirse con el susurro de
las hojas secas, murmuró:
-En nombre ele esn enfermedad quedas n hsuelto.
Un inst<~nte cle·pués purificaba mis labios en la pira de su boca.
La luna, que He había escondido tras la opacidad de una nube plomiza,
esplencliú de nuevo, ahora más lnminosn que antes, y desde el fondo
del río, asomándose por entre los cortinajes de su lecho de novia, nos miró
sonrif'ndo con una sonrisa bondadosa é irónica .
Dicen que en sus ens~eños de delito
El anarquista Satanás quisiera
\'er sobre d ataiid del infinito
Hecha cadá,·er la creación entera;
Y en ese funeral horripilante,
Velado por glacial melancolía,
Tremulo, como cirio agonizante,
El sol, con luz amarillenta y fría.
Y sobre aquel cadá,·cr, inclinado,
Puesta la mano en su angustiada frente,
Con la infinita sombra ya enlutado
i Sollozando el Creador Omnipotente !
Que formaran los cantos funet·ale
Del Yiento melancólicos uspit os,
Y que brotaran formas sepulcrales
Para danzar en caprichosos giros.
LíYido el mar, inanimado y yerto.
En ataúd de rocas sepultado,
. ·\.LBERTO CARYAJAl.
Como por losa funeral cubierto
l'un su rígido dot· ocongPlado.
A la tierra-sepulcro den-uid oLa
humanidad roda todo macil~nta,
Con su orgulloso corazón herido,
Y !'U morlnja, ele rencor sangri..:nta.
\' r¡uc los astros que en la noche giren
Parezcan ser pupihs del misterio.
O fuegos fatnos que paYor inspit·~n
En aquel infinito cemcntct·io.
Ecos de tempestades funerarias
En Alas de las hl'isas gemidoras.
Y enlutadas-en tumba!' solitarias
Con harapos ele noche, la nurora~.
Y después ...... que furiosas con,·ulsiones
Agiten la rna tcria di. greg-nda,
Y que trombas inmensas de pasiones
¡ La arrojen en el seno de la nada !
EDL'AilDO T.\ LERo
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IDILie
En la alameda tranquila
que bordea la laguna,
nos dió alcance la pupila
soñadora de la luna.
Las parejas se alejaban
tras los árboles espesos
y en la atmósfera dejaban
como estela muchos besos.
Te apoyaste obre el brazo
que en silencio te tendía
y anduvimos largo plazo
con la luna por espía.
Las pisadas resbalaban
sin dejar ruido ni huellas,
nuestros ojos navegaban
en la noche como estrellas,
y tu cuerpo tan pequeño
como silueta divina,
engarzado en el ensueño
de la blanca muselina,
te hacía más hechicera
que todas las ricas galas ......
y parecías ligera
como si tuvieras alas ....
(En la alameda tranquila
que bordea la laguna,
nos dió alcance la pupila
soñad-:>ra de la luna).
Y por rutas tentadoras
bajo la noche estrellada,
anduvimos muchas horas
sin poder decirnos nada.
MANUEL UGARTE.
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L1\ SEREN1\T1\
Me dijo usted, intelig·ente y hermosa
amiga mía, hace pocas noches,
que deseaba ver un cuadro copiado
por mí, del natural, tan fielmente
y de tan honrada manera, que no
se alcanzara á columbrar el fotógrafo
por parte alguna. Porque,
clespuP.s de todo, añadió, nada hay
más difícil que hacer una cosa igual
á otra, tanto, que no existen dos
cosas iguales entre sí en las que hizo
Dios ni en laR que hacen los hombres.
Y como el arte no es otra cosa
que una copia cabal de la • aturaleza,
ahí quiero Yt>rmelas e o n
quienes empuñan pluma, escoplo ó
pincel.
'fodo eso es Yerdad, y, por lo mi -
mo, no le parece á usted, señora,
que me ha puesto en la empresa de
hacer que llnevau diamantes ?
Pero como una indicación ::;u;ya
equivale á una orden, ó punto menos,
á cumplirla voy, haciendo constar
primero que tengo tanta confianza
en el parecido al ot·iginal de
la copia que voy á intentar. como en
el que hay entre la mágica y adora-
/ l>le fig·ura de usted y la ele una negra
del Congo.
Me esconderé pues; no retocaré la
impresión; dejaré actuaria vida con
toda la fuerza de sus colores, así
sean atreYidos como los de las orquídeas
salvajes; dejaré que mis
gentes hablen y se mue,·an como á
bien tengan, y no uaYizaré un solo
contorno, aunque . ea tan á ¡Jero
como el de una sierra, :y salga lo
que saliere. En esta ocasión, como
en todas, soy g.Teda modelable entre
sus manos ducales, bellísima señora.
Paran, ted e este cuadro.
Allá, en el extremo de la calle,
donde principia el camino, estaban
un domingo por la tarde tres attesanos
frente á una casa en cuya
puerta charlaban un grupo de sirYientas.
¿ QuP será que no llega el
as? dijo uuo de ellos llamado Francisco,
y á, quien todo el mundo llamaba.
Quico. :\[e tiene picado e a
bandida. con Bus melindres; después
de que me conespoudió á dos manos
e me corrió,~, estoy queme las
pelo por bajarle el moño.
-Pero. en fin, le respondió nno de
sus compañeros, te envolvió el cabezal
en el pescuezo y te echó por
delante; de modo qu 1 o que les
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Yas á hacer no es otra cosa que resollar
por la herida.
-Ah, bestia que es éste! A la hora
que te parezc¡¡t 'pong·o á Felicia
como cuero de cabritilfa. Quítame
de en medio á la maldecida Yieja de
su madre, y yo te cuento un cuento.
-Qué hombre tan caliente !. ....... .
Cuando la gracia está en saltar por
sobre la Yieja y llevarse á Felisa.
Pero. ¿ quieres que te diga la verdad
? Aunque la abuela no anduviera
en la procesión, la lunareja se
cuidaría sola, porque te quiere como
yo er obispo. Y él a, al! á viene el
Demonio de mujer más linda, Yirgen
del Carmen !. ..... Vt>ar.Ia el caminado.
Te C)Ueda muy ancha de cnello,
hijo; déjate de eso.
-Conque ...... déjate de eso ! r espondió
Quico con la. caraencenclida.
haciendo traquear uno por uno laR
derlos de nna mano v mira.nrlo á la
joven con el ciesh11nbramiento que
traen las vi~iones; nhora verá.", f'Ontiuuó,
como !:;e le vn el mundo, porque
me coquetea, (>el hijo ele lamadre
mía no tiene calzones. Yo . é
que la vieja es la que me está haciendo
ma,l tercio.
La joven se acercaba paso, á paso
al grupo de sirvientas, retorciendo
unn punta del delantal. Iba á pie
li~pi o, y eran sus piés grandes,
lylancos, de blancura desvanecida,
én un sonrojo que acababa en !afio\
extremidades de los dedos y se metía
por debajo de lo talones. El
corpiño de muselina de pinturas ardiente
, apenas se las tenía para
contener aquella marca de curvas,
y por todas partes las costura pedían
socorro. La cara era nn milagro
de salud y alegría: redonda,
constelada de lunares y con unos
ojos á modo de alhu·e" ddnz en que
oficiaba la Y ida con pompa. mm·a Yillosa.
La boca, límpido brochazo
de fuego, no se sabía si era p_Tande
ó pequeña, porque Yivía en nna risa
perpetua. Eso no sirve ! elijo uno
de los amigos de (¿uico con descubierta
ironía; con un lunar que te
diera podías irte á recorrer mundo;
es que, francamente, es bonita por
todos los ~arrias, y tiene uno que
buscar qmen le ayude á verla, porque
es mu<;:ho para dos meros ojos.
-Pero también se pinta para dar
un espaldazo; arriba Quico á tomarle
medidas.
Las sirvientas empezaron un cuchicheo
sazonado de gestos y carcajadas
en que sólo destacaban frases
aisladas .r uno que otro recorte de
diálogo: .
-Ca.llen la boca que eso es pe-cado.
· '
-AYe i\la.ría, que imprudencia !
-Yo sí que tengo pena; yuph·ete,
no seas repelente.
-Yo, por qn~? :JJe tiene más
aburrida ese descolor1do.
-Pcr Dios, que te oyen.
-Yo qué saco ?
-Y el lombriciento mío por qnl-no
habrá a parecido ? .b·, ta 11 lilldo
! Ese modo que tiene' de manejar
la ruana, y tanto que le ~rnsta
pelar los dientes.
-Pero no se mete á lo hondo,
que,ricla, ó ya te propuso ?
-Yir~;en SantíRima! dijo Felicia
palideciendo; allí viene mi madre,
se va á encontrar con este cabeciduro
en la esquina y esta noche me
arranca. el pescuezo. Que tenga yo
que aguantar una moliencreto-Vé, le dijo, te dejo como
un nazareno si sig·ues haciéndole figuras
á este arrastrado.
-:--ladre, por Dios, no va.ya á hacer
un esc{tnclalo aquí ¿no Yé, pues,
el diRimulo mío?
-Cuicladito; lo único que te digo
es que te :oabe á cobre la fiesta. Voy
á entregar esta ropa aplanchacla, y
si cuando YnelYa está por aquí ese
figurín te lo pongo de la Yi~ta de los
pervoR.
-Pónga.lo, :,;i quiere; harto lo
aborrezco, pero es más cabeciporfiad.
o que el clial>lo.
Convencido Quico de que Felicin
no lo miraría en toda la tarde, admitiéJ
las bromas ele SUH compañeros,
y M mismo se estableció nna
zuml>u. ele su.rcasmos, pero eon voz
que eHtal>a mu:v lejos cibido en otro tiempo un
e pejillo, un pañuelo y tres YA,ras
de cinta. l\Iañana le cleYneh·es esos
cnchintche Y ánda viendo uno de
posibles; en· e lo me muero ~·o y
quedas á la cuarta preg-unta. Ahora,
sí, duérmete.
A poco rato un perro que la tía en
la mitAd de la ealle se alarmó v. 11·
biendo el diapa ·ún de lo:-{ latido:,;, se
puso en guardia contra la. puerta
de h"t c·asa. al llegar los múRicos. Ya
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las de. pertó este sarnoso del infierno,
dijo Quico en voz baja, quitándo
e la ruana y sacudiéndola. El
perro, aterrado: salió á la carrera
chillando como si lo hubieran medio
matado, y allá lejos se plantó á gemir
con un desconsuelo profundo.
-Arriba, muchachos, con una pieza
muy triste, elijo Quico. Para serenatas
no me gustan piezas alborotosas,
y mucho meno ' cuando
uno tiene como un tapón de lágTimas
en la gar~-anta .
ConYinieron en yoz de se:!reto en
tocar primero El Suspiro, y después
de afinar con mañosa suaYidad los
instrumentos, rompieron en una como
elegía cuyo aire dolm·ido lo sostenía
la flauta entre arabescos y
bordados del bajo y las guitarras.
-¡Oiga, madre, por la Virgen, antísima
! elijo Felicia sentándose rápidamente
en la cama.
-Ya e tás a lebrestada, respondió
la eñora enderezándose también;
acu6state, ó meleYanto y le tiro con
la tranca de la puerta á ese Yagamundo.
-¿Qué hago yo ahora? elijo Felicia
á media voz, amarrándose el pelo
por detrás con una cinta; este
Quico si que es topante, pero qué
pieza tan linda; ni para lo r¡ue le
irá á co;.:tar a l pobrecito.
H.ematado El Suspiro, quedó todo
en silencio, y vino después una
cancj'(m, el Ultimo ,!diós. Fe licia no
pudo eontenerse, y empezó á bajarse
no
acabas?
-Es que enteramente ..... .
La joYen lo~Tó acercarse á. la Yentana
y la entreabrió con infinita
blandura. Al instante surgió en la
sombra una ruya, de luz opaca, y nl
la,clo l1e afuera se codParon algunos
de 101'4 concunentes Íl. In : Felicia ;-t venderle
<1. una vecina una pollita, y
a,.-hí mismo mandó á un chico á que re consi~uiera un pliego de papel y
una cubierta muy hermosos, todo
sin que lo supiera 'H madre.-Ay,
mi amor, le dijo á la vecina, te aseguro
que me tullú anoche aquel
hombre; no tiene idea dP nn encanto
de serenata.
-Sí, de aquí la oímos.
-Y qué dlCes?
-Que yo en tu lugar ...... mejor e
callarme la boca; francamente, no
sé qué estás esperando. ¿No te parece
muy querido nn hombre ele esa
laya?
-Felicia, gritó la señora, ¿ qut> es
el disimulo?
-Ya..voy, señora. Y en voz baJa:
Espéreme, si le da la gana. ; erá
porque no me ha tallaclo de ayer á
hoy. Conque mi bien, continuó dirigiéndose
á su amig-a: recibe le el papel
al niño y guárclamelos; :yo veng
·o á las doce y tú me ayndas á escribirle
á Quico; anda pensando cosas
bien lindas, porque le Yo;r á decir
que se aviente. r.rú no te imaginas
cómo amanecí! Tengo gana de
llorar, de cogerlo y mPdio matarlo
á los apretones, de acabarlo á be-so~
...... yo no st> ...... de volarme con
t>l. Si hubiera visto lo bello que estaba
anoche; como mu;r triste y
me(litabundo, recostado á un amigo
; con la luz de la luna tenía
cara de blanco. Y yo tan pencleja,
creyendo que lo había olvidado ..... .
si ado ...... Cuando apenas sonó la
primera cuerda se me rebotó todo
el cariño como si me lo hubieran
zang-oloteado con un palo; era que
lo tenía aoentado, sin cat>r en la
cnentn. Lo más que te pneclo clecir
es r¡ne amanecí.. .... a~-. querida. qué
barbaridad! Y tengo que decirte
otra cosa: la mú ica es la intrigante
mús endemoniada que yo conozco.
lo mismo que los olore~ lmeuo · ;
debían prohibir e o; te aseguro qne
anoche ,·eíayo á Quico como 1 hombre
más lindo, el má sabido. elmás
rico, el m á necesitado ele cariño .... .
qué te digo ? como un . erafín.
-Sí? Pues te lle,·ó un trueno, hija
mín.
-Creo que sí, porgue me agarró
una uspiraclera, un dolor en 1 corazón,
tal ele. asosiego Y una rabia
contra mi madre, que la Yeía chiquitica,
y así amanecí. ¿N' o te da
lástima ele esta ituación ?
-Qué cuentos ! Para quererlos
nos hizo Dio , :-.· á llos para que no!'lquieran.
-¿Y mi madre?
-¿ 'l'u matlre ? Tu madre afloja.
verás.
-Lo que ha8 de hacer es venir
temprano, para que saquemos una
carta bien conmovedora.
-Felicia! Yoldú á gTitar la señora.
¿ Qué es lo que t1ene hoy esta
mvjer ? l\Iíren qutS horas ele na-
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dar pa eando; será porque en la casa
no hay oficio.
-Déjate de retahílas, viejita, t·espondió
la joven en voz baja, porque
esta noche te hago mascar, ó tragas
entero.
A las doce salió la madre á un
q uehacer callejero y se quedó Felicia
en la casa, fingiendo un insoportable
dolor de cabeza; á poco estaba
con su amiga en la función de escriba
· la carta, sentadas en el suelo
y con un baúl de bufete.
El papel era unamonada: orlado
con un encaje en relieve, tenía en
una de las esquinas d osmanosamorosamente
enlazadas entre una corona
de mio~otis, pero presentaba
el inconveniente de no esttLr ravado,
por lo cual la amanuense comenzó
á escribir en rampas, unas;-eces hacia
abajo y otras a l contrario.
Felicia escribía, ladeaba la cabeza,
mordiéndose la lengua, empuñado
el mango por la mitad de la pluma
y con letra encogida y pequeñita.
De acuerdo las dos confeccionaban
las frases, mordiendo Felicia
distraíc1nmente una punta del mango,
y pintándose la otra un lunar
delante ele un espejo, hasta que llegó
el momento de firmar. ¿Sabes
lo que hay? dijo Felicia lamiendo
una gota de tinta que le cayó a l papel:
que si él me aturdió con su seren
qlt:a , yo lo voy á atraYesar con
a espada, y esta firma ese! crucero,
porque hasta aquí le va á entrar.
-Léela á ver qué tan sabrosa nos
quedó, para que la mandemos ligerito,
no sea que en esto llegue tu
m a el re.
-Sabrosa? Pues no se diga; oye
y ve rás.
•· Jobcn de,¡ mayor y pensar y tormento
tomo la pluma en mi trémula mano para
signiftearle que e mudado de parecer y que
dcspues de aber pasado una orrihle t.oche en
una triste y mal formada cama de duros pa.
los e resuelto corresponderle aunque me desuelle
mi mndre le aseguro que enteramente
me remató usted con su serenata v amanecí
solo Dios y yo sabemos así es c¡ue puede
ahcntarse contando conmigo pero por Dios
no se dicimule porque dejamos cojer biento á
mi madre y yo arriesgo á enfriarme otra
bes y se nos buelhe esto como el rosario de
la Buena muerte ya sí ya usted no sabe como
está este corazón sumido en Jos orripilantes
dolores de la mas amarga Des bentura
o noches de fantástica agonía de modo
que lo espero á la nochesita para que hable
en forma con mi madre y si ella no quiere
por las buenas entonces yo le planto y hao-o
que q uiera por las malas pero no me vav:a
dejar me~ida mientras tanto me quedÓ sin
mas oficiO que retratar todas sus facciones
o avise si no biene para mandarle los regalitos
que me hiso ay que trabajo me ba á dar
desprenderme de esos queridos recuerdos que
formaron mi dicha y mi a legría.
Suya hasta más ayá de los confines de ultratumba
Felicia
Lo espe:o mas o m:nos á las seis y m~dia
y venga bten asentadtto v fom1al á ver s i logramos
que mi madre no haga muchos ren;
ilgos y cspavic~tos :r diga al comienso LJUe
51 pero aunque dtga que no cuente con migo.
Papelito papelito
has tu lo que yo no puedo
ay \os te vas il. la gloria
y yo en el infierno quedo
agame el favor de quema•· esta misiva y regar
in trepido sus sen izas melancolicas -en el
manto del espacio ".
Terminada la lectura, - exclamó
Felicia con profundo desencanto:
-Pero, niña, por Dios, esto sin un
mero puntico, ni una coma, ni nada
parecido ......
-Y no te metas á ponerle porque
es peor.
-Qué trabajo es >'er uno tan tapado!
-No, niña, el tra.hajo es ser s::lbido
; pero no se re dé nada, c¡uc Quico
no está mny rompiendo el día
para descolgarse con un primor de
carta.
-Y esta letra que pareceuna procesión
de hormigas ......
-Eh, no seas boba, que la ele Qnico
parece de marca de fardos.
En\·oh·ieron lac:trta en un pañuelo
Y la mandaron á u destino.
..::..y tú por qué está tanemperendengada?
1 preguntó á Felicia su
madre á eso de lassiete. ¿ Korlizque
te estabas muriendo de dolor de cabeza?
-Y se puso blanquete ft cuatro
manos, dijo Liborio pelando una aaranja.
-Y la b lusa nue\·a, añadió una
niña, v se echó todo el frasco del
p atchou lí.
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-Y eso qué contiene? volvió á
preguntar la señora, arrimándosele
con una luz. ¿ Para dónde te vas?
-Es decir que uno no puede darse
un filito, ni cambiar un trapo, porque
está de viaje ?
A esto tocaron en la puerta; ,·oló
Liborio á ver quién era, y en seguida
se presentó Quico en la sala,
dándole rueltBs al sombrero en las
manos y con un ligero temblor. en
todo el cuerpo-Buenas noches, dtjo.
-Prosiga, jo\·en, hasta más adentro,
respondió Felicia con la voz
trf.mula.
-Y esto qué contiene, verdad ?
Pt·eguntó la señora alarmada.
-Era que yo venía ........... .
-Siéntese, caballero, le interrum-pió
Felicia, señalándole un baúl.
El mozo se sentó dándole siempre
vueltas al sombrero, v á lo último
sacó del bolsillo un pañuelo.
-Como le iba dictendo, señora,
yo venía á ....... .... .
-Y es bobo este Quico para dar
una serenata, volvió ái!1terrumpirle
Liborio, atragantándose media naranja.
¿Cuánto te costó, hombre?
-Un plata!, pero ¿ qué le hace ?
Pues sí, señora, co~no, le iba dicien-do,
era que yo vema a ........... .
-
una Yerdadcra enseña con su Nocturno, que
tenemos todos á manos en la Corte de Jos
poetas.
El primer parnasiano en Amcrica, es Guillermo
\'alencia, muy clási-::o en la cultura y
muy modernista en la forma , como puede
YCr e en su libro intitulado Ritos.
También e~ bogotano Julio Flórez, poeta
repentista á cuyos labios acuden acentos.
melancólicos al són de las cantatas populare.o,
con e:otpt>ntaneidad y frescura. Pero su gran
facilidad lo hace indomeñable, que ni quiere
cultura ni modernismo, ni ataduras de ningún
género. Es,pues, poeta popular que ni siquiera
se ha cuidado de recoger los •crsos
que deja Yolar á los cuatro Yientos como
el ruiseñor suelta y no recoge sus notas. Claro
e ta que todo ello da bien á entend. r lo
mucho que tcndrian que retocar sos poc:~las
Y. lo:, altibajos y desigualdades de su ente na·
C!Ón ... .. .
R E :\1 I T I D O S
LA VERDAD DE LO HECHOS
Sr Director del Correo del Cauca--Cali.
l\1 u y eñor mío:
En el número 3(>0 ele su muy renombrado
bisemanar!o, a par -ce en
la secciém de los sueltoti, üno titulado
Líne;¡s rojas en el cual se acusE>
á José ~la ría Lenis Jel hecho de haber
atacado á ma(httazqs á la autoridades
en m o n;t~Jtos en que estas
pretendieran capturarlo. y justifica
el procedimiento empleado
por el Alcalde de esta población, señor
Manuel D. Satizábal. para obtener
su captura. Como esto supone
una torcida información, al
señor Director, de la verdad de los
hecho , creemos de justicia hacer
una aclaración relatando sucintamente
la manera como ellos se cumplieron.
Lo que agradecería al señor
Director, si se iniesc darle publicidad
en su bien servido periódico.
Dicho suelto es como Rigue:
"En Yumho. José M. Lenis, desertor
del ejército, cuando los agentes
de la autoridad trataron de
capturarlo los atacó á machetazos,
logrando herir á uno mortalmente.
Fue preciso para rendir al desertor
que el Alcalde le rompiera una pierna
con un tiro de revóln:rs ".
Vamos á probar que el desertor
Lenis no ha incurrido en la fq_Jta de
atacar á Agentes de Policía en momentos
en que éstos pretendieron
su captura, y que en cambio sf hu-boa
taque deliberado contra él E ay
mucha distancia entre :.tacar" ser
atacado. -
El desertor Lenis se encoutr:• bét
tranqt;ilamente en 18 ~squinn Lkl
E ·tnnco atraído por los ngocijo
públiccs que se celebraron el día
primc-1 o ele los con-il"nt~-. y departíH
con yarios amigos suyos. cuando
lué sorprendido por C'l .\lcalde,
señor Satizábal, qui n iba acomrañado
pot· una turba de fiestero
reunidos ele antemano por él. El
expresado Satizábal e aproximó á
Lenis y lo aprehendió de la run na,
por lo que éste pudo de a irse fácilmente
y huir. En la fuga es perseguido
por el Alcalde y u compañeros
á quienes grita con ímpetu
de autoridad: "Iláganle fat•go .'
Jfátenlo ! "; mandato que cumplió
uno de los perseguidores disparándole
á Lenis dos tiros de reYóh·er,
á tiempo en que (Sste sah·aba una
cerca, Y con los cuales no le ocasionaron
-daiío alg:ur:o.
!\o se sabe qué motiYos tendría
el Alcalde para dar orden tan salYaje
y criminal.
Estando Leni en el solar de Cornelia
". de Olaya, es acosado por
l\lanuel González (de 1ulal6) quien
lo perseguía de á pie y sin ser Agen.
te de autoridad; lo ataca con el ga.
rrote de que este ibn armado y rre.
tende humillarlo á gan-otazos. Te_
nis hace poco caso de eso y conti_
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
3506 EL CORREO DEL VALLE
núa su fuga; salva cercas y entra
al solar de Manuel A. Muñoz, en
donde se vé rodeado por sus numerosos
perseguidores de á caballo.
Allí es atacado nuevamente por
Gonzúlez que lo perseguía de cerca,
y á quien Lenis le observaba que no
se acercara porque lo obligaba á
hacer uso del machete que llevaba
en el cinto; pero González no le
atiende y continúa en sus ataques
con el garrote. Lenis, en efecto, y
en su propia defensa, hizo uso de
su arma é infirió varias heridas á
González.
En tales circunstancias entra el
Alcalde Satizábal cou mano armada
de revólver, y sin intimarle rendici<>
n ni ser atacado avanza sobre
Lenis, quien espera resignado el siniestro
ataque; se le coloca á corta
distancia, y empieza á dispararle á
mans1.lva y sobre seguro los tiros
de su revólver, con los cuales le causó
varia heridas; una en la parte
superior del muslo derecho; otra en
1a piema izquierda que le rompió
los huesos, y un raspón debajo de
la barba, el cual basta por sí solo
para comprobar la intención criminal
con que éste hizo uso de su
arma.
Una vez tendido en el suelo, el joven
Lenis, con las piernas destrozadas,
entran los per eguidores, quienes
habían presenciado impasibles
el sangriento espectáculo, y uno de
ellos, un tal Clímaco Cuero, [de lulaló
], pretendió, lleno de cólera,
arrebatar á sus compañeros el machete
de Lenis para ultimarlo con
él, lo que si no es impedido por algunos
de ellos y por las súplicas de
algunas mujeres, habría consumado
el hecho más bárbaro y criminal.
Esta es, señor Director, la historia
sucinta de los acontecimientos
ocurridos el día primero de los corrientes
en esta población, á causa
de las medidas poco prudentes del
señor Alcalde, puesto que la captura
del desertor Lenis pudo obtenerla
sin la menor efu ión de sangre,
en ocasión más propicia.
El joven Lenis era perseguido sólo
por el hecho de haber desertado
del Batalión 9. 0 acantonado en esa
dudad, y como era natural, debía
temer los rigores del castigo que se
le esperaba, en caso de ser capturado,
por cuyajusta razón hubo de
pretender su fuga por cuantos meJ.
ios estu\·ieran á su alcance.
En todo caso, creemos que el Alcalde,
señor Satizábal, es el único
responsable de todos estos hechos,
que bien pudo evitarlos obrando
con la debida cordura y con menos
prevención.
Quedo del señor Director, S. . y
amtgo,
A. B. C.
Yumbo, Enero 13de 190~.
--o--
vez DE 1\LIENT0
Enviamos nue tras felicitaciones
muy sinceras al señor General don
Aquilino Aparicio por su oportuna
y desinteresada cooperación en lo
que se refiere al templo de San :\'icolás
que merced á los esfuerzos de
nuestro progresista párroco señor
doctor Víctor Bonilla, será una realidad
dentro de pocos ai'ios. El informe
rendido por el Ingeniero señor
General Aparicio y su decisión
en ese asunto, e unh mue tra de
¡ sus talentos y de su competencia
que merece);:¡ aprobación unánime
y las felicitaciones de todos los habitantes
de la ciudad, que debemos
hacer extensivas al Gobierno por
rodearse de empleados tan progresistas
y modestos como el señor General
Aparicio, pues á más de e tas
prendas, reune la de ser leal sostenedor
de la gran obra ele paz y concordia,
llevada á feliz término por
el Excelentísimo ~eñor Gral. leyes.
T ~o. C\.LE"\'os.
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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Prensa