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Imagen de apoyo de  La Mujer - N. 18

La Mujer - N. 18

Por: | Fecha: 18/01/1896

A MUJ Jh. ectures, RIJ Y F AR. SEIUE II f LA ER NOS COMPLACE sobre manera el rPci bir constante­mente, y con especialidad de ]os De­partamentos, cartas de señoras y ¡._¡e:fio­ritas, pidiéndonos suscripciones á nues­tra humilde hoja y felicitándonos por su publicación, cartas en su mayor parte muy bien escritas, elocuentes y que merecerían publicarse si no fuera por guardar 1la" tnode tia de sus autoras. Sin emb- rgo:· esas e· rta · formnrán en nuestro archivo una valiosa y bella co­lecci6n. Se ha creído comunmente que en Colombia, la mujt.r lee muy J'oco, so­bre todo lo serio y que no e~ amiga do instruírse ; pero nos hemo~ per ·uadido de que en eso hay hoy un gr ve error, pues aunque aquí en el paí ¡ poco se preocupa de la mujer la ociedad, ella por sí sola se abre campo, procura ins­tru'Írse y lee con avidez Jos pocos pe~ ri6dicos que se editan, aunque es muy raro el dedicado á ella; emite sns ideas y forma una falange que hace bastante peso en la balanza social. Si hay algunas que poco Pe in. tru­yen, ya porque no pueden 6 porque no tienen voluntad, la culpa no es de ellas sino de los hombres, de esos mismo que las critican pero que no procuran por ningún medio dar un verdadero realce á la mujer. N o pretendemos creer que uestra hoja tenga para nuestras lectoras valor alguno positivo; pero nos complace extraordinariamente el apoyo que se le presta día por día y po!' el cual e!'ta­mos sinceramente reconocidos. E . tv nos anima cada vez más !lar?- procurar co­rresponder debidamente á nuestras sus­criptoras. AYER Ayer, cttanclo la. ta.r. ~IJ se extinguía. Como an sueño de glorias, :&Iclancólica. dwse el alma mía, .A. uelira.r tristísimas historias. Y como ansioso busco cuanto acalle Mi odiosa pesadumbre, Subí á la sierra {L contemplar el valle Del sol de ocaso á la postrema lumbre. Se acercab::Í, la noche abrumadora, La arde so morf n. : T.Ja t.arde es la promesa do otra aurora, La uochc es la pl'ome;a de otro día.. Iba e el . ol perpetuo pereO'rino D -.1 aHo firmamento ; Se iba, la luz. por ·u eLer· 1a.l camino, Como -·e va <.lcl al r.ta. un pcn:samÍCl o, Sólo una estrella signo de consuelo, Luda en mi pro. cncia; 11a la e t.rellns del a~ml del ciclo N o iluminan las noches do la. ausencia. Ayer, ayer al apagarse el dia, Uomo todo se aca.ba, Cuanto dolor mi corazón tenía En un rauda.l d e l(tgl'imar-, brotab!L. Y ayer ansiaba en 1moción tan'· va, Ante tanta belleza., Eternjzar la tardo fugitiva Y hacer inolvidable mi tristeza. 1 ])L 1\IEDINA ' D~LGADO. EMPLEO DEL TIEMPO N o es cosa baladí la forma de e m. plear el tiempo en beneficio de ]a fa­milia y para que la admmistración y el régimen interiOr ele la casa marchen en buen ordeu, pue~ de poco !Sirve que la voluntad sea grande, si la mujer D·J pou al servicio de aquélla un méto o prudente, como regulador de sus actos. Desde luego compréndese, po r tra. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 138 LA MUJER tarse de un verdadero axioma, que ]a mujer indolente, la qne de~rltlña el ca­mino del hogar y la qne confía en los cuidados de sus sirvientes, no responde al elevado carácter de ~eñora de su casa: en cambio merecen comp::t.sión, porque al prescindir del cumplimiento de sagrados deberes, eligem un camino que sólo conduce á la infelicidad. Para el orden de la casa conviene seguir un día y otro idéntico plan, en consonancia con las necesidades y el género de vida de las familias; pero como no hemos de señalar casos parti­culares, fijaremos la atención en las prácticas que constituyen reglas gene­rales. L!a. mafiana está naturalmente dedi­cada á las compras, á la limpieza de los hijos y de la casa, á la vigilancia que exigen los sirvienteR, y para cum­plir ebtos cargoq, poco grave~ en apn.. riencia pero difíciles en el fondo, SA necesita, ante todo, madrugar, porqne de lo contrario parece corto el tiempo y se hacen las cosas mal, apresurada. mente, 6 no se hacen. A la manera de útil paréntesi , re­cordaremos la conveniencia de que la. señora sepa ejecutar cuanto manlb, pu~s, con razón, dice el adagio '·quien no sabe ejecutar una cosa no ]a sabe mandar." El primer pensamiento debe ser de 1 gratitud hacia Dio , que nos permite ver un nuevo día; y cumplida aquella misión, convieuP. que la mujer dispon­ga los trabajos aludidos. Los niños han de levantarse tempra­no, sobre todo los que van á la e ·cuela ó ~~ colegio, y previa la Jimpieza, y luego que hayan almorzado, serán en­viados á sus respectivas clases, con cuyo motivo se presenta á ]a madre ocasión frecuente de f~Ígnificarles las ventajas de la puntual asistencia y las de apa. recer lim píos ante sus maestros y com­pañeros de estudios, en térmÍLtos de no incurrir en la corrección de los prime­ros ni en la crítica ó la burla de los se­gundos. La mujer cuidadosa del hogar, anota cuantos gastos verifica y aju~ta diaria­mente la cuenta de los mismos. El res-to de la mañana puede tener cumpli:la inver i6n en otras faenas doméstic&.s, como, por eje mplo, en el repaso de la ropa y en los preparativos de la comi­cia. Ddspués de ét>ta, ó sea por la tarde, hay oca ióo para pasear ó para hacer visitas, de suerte que DO puede fácil. mente señalarse un plan de trabajo ; y respecto de la noche, pertenece á la ía­milia; pero no debe la señora de su c~sa entregarse al descanso sin haber da.do las 6rdénes para las primeras fae­nas del día siguiente. Los hijos, y sobre todo las hijas, han de tomltr parte activa en los q teh·lce­res domésticou, sin que la. brillante po­sición excluya e . ta práctica, útil siem· pre, para todas l~s fortunas y todas las cla. es f:ociales. En las casas donde el orden bien en­tendido impera, es co. tambre dedicar un dí'l de la semana á la di. tribució11 de la ropa blanca entre Jos distintos in­dividuos de la familia. La mujer que &igue una línea de cond uctu basada en el prudP.nte méto. do y en la fructífera actividad, com­parta con su · marido la gloria de difun­dir el biene hr v el contento; y tanta. parte tiene la mujE-r en Ja conser­vación ó en la pérdida de ]a fortuna, que . in su eficaz apoyo serán e té riles los e~fuerzos del hombre, encaminados al fomentv de aquélla. U u proverbio alemán, dice: "'Cna mujer y una chimenea DO deben moverse de Ja casa." Y aunque no hemos de aceptar en absoluto Jo de la recluf3i6n que parece den ucirse de e, ta.s palabras, recoriOce­remos que su fondo es exacto, pues re­comienda h. vida mode ta y poco dada á exhibiciones que para n~da bueno sirven. JEREZ PERCHET. --INSENSATEZ Qué importa que un demente Con sólo un oplo en a.pagrr se empeñe La lámpara del ol '? El astro hermoso Sigue u curso q ne ninguno ataja, Y derrama u lumbre bondado o Sobre el mi~mo insensato que le ultraja. VARELA. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 1St DEBERES PARA CON LOS PADRES Honra á tus j)lldresy te honrarán tus híjo.i~. E muy frecuente observar qno en la educación moderna ha su:-tituído el atre­vimiento y de envoltura a\ respeto y cariño que se deben á !os autores de nuest.ro:J días. Duélenos en el alma ver que muchos niños, peqtttñuelos aúo, tratan á su" pad~es ~e una manera iuconveuiente, y nos 1Dd1gna mucho más que por debi lidad de carácter ó por un cariño mal entendido, se toleren estos resabios tan perjudi~iales en las c~iaturas, porque los báb1tos que se adquieren en la ni­ñez tarde 6 nunca se olvidan; se dice generalmente, y es una verdad, quo el rbol que crece to~cido nunca su tronco endereza; y lo mismo acontece con los niños, grábe e en sus mentes i fantiles una idea, y la conserv~r:iu ha. ta. la vej •z y s r{t. la coroun. de . u vida. Por e ta razón, ~n lugc r de permi­tírseles ciertas familia.ridadct-~ y atrevi­mientos para cou ~· us padres, "S un deber de é tos in pirttrles la.surni--i6n y el más profuudo n peto que h . rmaua~ dos ccn uu santo y dulc~ c:ariño, pro­ducen más tarde tan opimos y txcelen­tes frutos. La benevolencia y el amor que tri­butamos á nuestros padres, contiene una semilla preciosa, semilla que fruc­tifica en nuestros hijos, pueb con fre~ cuencia estamos viendo en l<>s mu('hos ejemplos que el mundo nos ofrece, cómo los hijos siguen con los padre , los mismos procedimientos que éstos han seguido con los suyos. Muchas veces he oído á mi noble y honrado padre : "Hija eres y madre serc1s, lo que tú hagas, contigo harán." Santas palabras que, grabadas en mi alma, no se han borrado jc más. E· una verdad consoladora y exacta; por eso recomendamo á los padre~ que inspiren á su pequ ñuelos tan beúéfi~ cas ideas y no sólo re('ogeráu el fruto en el amor de sus hijos, sino sus bendi­(} iones cuan u o éstot~ sean padres y em-pr~ ndan el inmenso bien que recibie. ron con tan bellas doctrinas. El ser buenos hijos lleva en sí la re­corn penRa, recompensa justa y espon­tánea que el mundo no puede menos de tributar, concediendo sus alabanzas y su admiración á los que saben desem­peñ · r tan sagrados deberes con la bon­daci y re ignación debidas. Un ejemplo auténtico voy á citart que por lo bello no podrá menos de ser gruto á nuestras lectoras: Hace pocos días asi timoe á la boda de un Brigadier, amigo nué:tro, recién venido de América. N o conocíamos á. la novia, y nos maravilló ver en ella, no una joven bella y elegante, sino una. respetable señora de cuarenta nfios, muy modec;ta y de agradable figura nada más, si bien sus rasgos demostra.. han que eu la juventud había poseído una Ringular belleza. Hé aquí su hi:toria : L Bonor, a ·í llamaremos á la novia, (ptw no~ ha prohibido revelar su ver .. dad<~ ro no m hn~); ra hij·~ de un coro­o l que mnrió en lo: campos de batalla duraute la guPrra. civil, defendiendo los derechos de D. o. l·}4b~l TI, dejando viu­da á su espo:a en lo má.· florido de su edad, cuando apenas contaba 20 años y madre de Leonor, que tendría algu­nos mese·. Pasó mucho tiempo, y la viuda se cas6 con uu empleado de poco sueldo, atendiendo más bien al amor que á la conveniencÍS\. Por efecto de este matrimonio, la. pensi6n pasó á Leonor, como huérfana del coronel y siguió dibfrutándola su madre, que á la vuelta de algunos años se vio rodeada de hijo. y con pocos re­cursos, pues su marido enfermó y que­dó cesante. Desde este momento, Leonor, de mujer, se convirtió en el áogel tutelar de la familia; con la pensión atendía á sus necesidadPs y con u solicitud y ca­riño á esparcir entre flllos la dicha y bienE:star. No hubo nunca criatura más amante de su madre que Leonor, ni hija más respetuosa, ni hermana más tierna y leal. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 140 LA MUJER Ella cuidaba de los pequeñuelos, ella asistía á todos en sus enfermeda­des, elld se hizo ca.r~o de todo::. los que. haceres de la casa, descansanrlo á su madre y !:onvirtiéndose, además, en maestra de sus hermanos, á. quienes en­señaba los rudimentos da primera. en. sefianza y ~lgunas nociones de mú8ica y de iuioma francés que ella poseía. Pero no consi~ tió en esto SC\lamente la virtud de Leonor, · o se limitaron sus sacrificios á consaglar á su familia su existencia y su haber ; les sacri 'icó aún más esta noble mUJer, porque sa­crific6 en aras del deber su corazón, sus afecciones y su porvenir. Era virtuosa, joven y bella, y fue amada con locura por un joven ca pi­tán; no pudo menos de corresponderle, porque era uno de esos hombres tan simpáticos y distinguidos que no se pueden conocer sin amarlos profunda· mente. Du .. ante algún tiempo disfrutó las delic·a3 de aquel amor santo y puro, ma' llegado el momento de realiz~ r la uni61, vio la lágrimas d 4 su madre y de us hermanos que, pt!rdiendo su pPíl­sión, quedaban en el mayor desaw pa­ro, y se aterró pen~ando que el sueldo de capitán que disfrutaba su futuro es­poso no sería bastante para atender á la subsistencia. de uua familia tan dila­tada; entonces, e&clava de su deber y de su familia, renunci6 al matrimonio, encerró su amor en el fondo del &lma y se consagr6 por entero á ser buena hija. El capitán, desesperado y loco de dolor, se march6 á América, de donde veinte afios después ha vuelto ya de bri­gadier, soltero aún, porque en su larga carrer:- no ha e1.~ontrado una mujer de las eminentes cualidades de Leonor, evidenciadas en alto grado al sacrificar el porvenir en alas de su amor filial. Hoy e ·ta noble mujer ha. recibido la recompénsl., casándose con el hom. bre á qui~n adoró toda su vida ; y siendo t-:n su di tioguida posici6n muy útil á dos de sus berm~n~s. únicas que quedaban en su numero~..(.~ familia. No hace mucho la oímos decir: Sólo siento haberme casado tan tarde, porque ya no es probable que Dios conceda - nuestro matrimonio, fruto da bendi ci6n; es el único pesar que tengo en la vida. ¡Ay! :Me sería muy grato tener una hija que hiciese por mí lo que yo hice por mimad e. Es u a vercad: quien siembra coge, y la semilla de la virtud y del amor filial fructifica siempre. FAUS1'IN.A. SAEZ DE MELGAh.. NUNCA OLVIDA QUIEN BIEN AMA Ya que este mundo abandono, Antes de dar cuenta á Dios, Aquí, para entre los dos, Mi confesión te dir·é: -" Oon toda el al m a perdono Hasta á los que siempre he odiado: ¡A ti, que tanto te he amado. N un ca to perdonaré I " EL APETITO DE LA ARANA Sir Tohu Lubbok, b11. tanta conocido por ~ufil curio ·os trabajos sobre los in· sPcto., aca.ha Je publicar el résultado de ·us :tud ios r la. ti vo~ á las :l raña . DP pués de haber pesado cuidado a­meute vario· de e tos insectos antes y despué8 de comer, hé aquí lo que él ha conocido : A peso igual, un hombre adulto, para comer la misma canti­dad que una att'a'ria, debiera t1•agarse : 2 bueyes enteros. 13 ca·rneros, 10 puer­co8 y 2 ba·rriles de pescado. De hoy en adelante ya. no diremot~, pues, un ham· bre canina, sino un hambre arañina. Esto :será mucho más original. PENSAMIENTO La nobleza es una tiistinci6n imagi­naria cuando no e. tá acompañada con las virtudes del que la consiguió : los títulos de honor conferidos sobre los que no tienen mérito personal, no son sino sellos reales estampados en metal bajo. RUPIAS Y MORENAS Con la ~al <1 u e derrama Una morena Se mantiene una rubia Semana y media, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJ1!nt 141 PAULINA Este, ~s el nombr~ de la ilustre espo­sa de Seneca. Sus vtrtudes tCtcaron aiÍn en el heroísmo. Res:1elta á no sobrevi. vir á su ilus\ire esposo cuando fue él condenado á. muerte por N er6n ella imit ' ndoio, tomó un veneno par~ tur~ minar una vida llena de pesares y ama.r­gura. Mas, Nerón al sabe~ su heroísmo, y cuando estaba ya espuando, orden6 el que se le conserva"6 la vida · lo que aunqu~ logró el tirano fue sól~ por un corto t1empo, pues ni podía ella ni de­seaba conserv~r una vida de dolor que le recordaba s1empre la memoria del grande hombre á quien había ligado su suerte. CUBA Habana, 6 -Patriotas mandados por General G6mez, marchan triuufantes á ProvinciaPiuar del Río, reCYi6n en don­de existen las má hermos:S plantacio. nes de tabaco. Parece totalmente á merced revolu­cionarios línea telegráfica entre esta ciudad y B · ta.bano; la que conerta con cable en esta última cortada por cu?anos al Sur de Bejucal, por con i­guHmte, cortarlas comunicaciones en. tre Haba~a, ~íenfuegos, Santiespíritu, Puerto P~Incipe, Manzanillo y Santia­go de Cuba, y paralizados avisos tele­gráficos con Cayo Hueso, Antillas, V e·· nezuela y Panamá. 1 UN HÉROE DE NOVhLA!
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Mujer - N. 18

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La Mujer - N. 30

Por: | Fecha: 29/02/1896

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 234 LA MUJER sas y alemanas han fonnado una liga para trabajar en favor de la. paz, con mucho mayor razón de­biéranse unir las mujeres de todas las repúblicas hispano-americanas para ver de mitigar esa guerra sal· vaje y ele exterminio-como la. lla· ma ~lr. Cleveland-que ha orgaui­zarlo el General W eyler, y solici­tar todrts, bajo sus firmas, de la Regente de España, señora D.~' }Iaría Cristina, que ordene á sus genera les la suspensión de las atro · ciclades que cometieron Boves y ::Morillo, Sámano y otroE> tantos vcrd ugos · de la humanidad ; rc­cord~ índole que, como hija, esposa y madre que ha sido, dé pruebas de sn. rnagnr d sentido profnndo qne tienen tres co· sas que hay en esto. Estas trt's cos:1s son: Una muJe'r, un lib1·o y el arte de es· cribir. EL ARTE DE ESCRlBIR ¡Escribir! Pintar el penEamiento con un signo y fijar la. palabra pa1 a fücun · dar ]a. idea; fxhalar, s \Cat· ¿lfuera el alma y grabarla en nn pare!; fij~r lo más volátil, d( tener lo mfis fugaz, pren· ucr lo más inr.si Llf', y condensar lo más sutil, que es el p~n ~~miento; asimilar, iuentificnr la materia con el espíritu; h' cer p[1lpable lo que no tiene partes, y dar cuerpo á lo que no tieue ni som­bra, ni a p r ieneia, ni eolor, .. i :figura, ni consistencia; cspiri tu alizar la. mate-ria y Ula t eri~ liz !tr el e pír· tu, dándole cuerpo y formn para echarlo á vo~ar por t odos los ámbitos, reproduciéndolo in­finit mente h sta llenar todos los senos del espacio, y hacer del al ma de! hom· b:- c el du ·. fl. o de lit it1men ida.J. Con veinticinco caracteres llenar e1 mundo y loa siglos, y con
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La Mujer - N. 57

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La Mujer - N. 55

Por: | Fecha: 09/07/1896

LA JER · . -. Directores: BIJ" y E' A& SERIE IV } :Bogota, Julio 9 de 1898. .. { NUM. 55 GALERÍA DE MUJERES CÉLEBRES ------~ EusTOQUIA ÜARRASQUILLA Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 434 LA MUJER ILUSTRE MATRONA Al presentar hoy á nuestras an1ables lectoras el número de esta hoja con el retrato y biogra­fía de una de las más nobleo figu­ras del distinguido sexo de Colom­bia- la decana de las inetitutoras del país - señora doña Eusto­quia Carrasquilla, q. e. p. d., qui­siéramos tener una brillante plu­tl1a para encomiar la memoria de tan ilustre tnatrona. Pero el convencimiento de que cualquiera cosa que dijéramos sería enteramente pálido ante el boceto biogrtí:fico que de la ex­presada señora han hecho las ilustradas escritoras, señora do­ña Eva Gooding de Cárdenas y seiiorita doña Pauli.aa (}oo­ding, Directoras del Colegio Pes­talozziano, nos hace guardar si­lencio. :BUSTOQUIA CABB.ASQVILLA Consuela que la gratitud pública con­sagre sus cor, de cuyos claustros han salido las más respetables matronas de la sociedad colombiana, y de los cuales también sa­lió la señora Carrasq uilla, con dotes sin rivales, á trabajar durante veintisiete años, sin descanso alguno, por su Patria, á la cual lega hoy indisputables y meri­tísi m os servicios. En 1858 principió su carrera de Ins­titutora, fundando en esta capital una Escuela para señoritas. En el siguiente ano de 1859 dió á e ta Escuela nueva faz de impulso y amplitud, y fundó, con sus virtuosas y honorables hermanas, el Colegio de c:La Santísima Trinidad,» el cual, sin traspasar los lindes de la ver­dad más rigurosa, ha sido el más nota­ble Plantel del país y la piedra miliaria sobre la cual el Gobierno y los particu­lares levantaron los ideale3 de adelanto en el ramo de la Instrucción pública, referentes á la educación de la mujer. En comprobación de esta aseveración, en r861, no obstante la guerra civil de esa époc::t, numerosas y muy notables damas de esta capital, entre quienes se contaba á la señora doña Blasina Tovar de Caro, madre del Excelentísimo Vice­presidente de la República, y eminentes ciudadanos de ambos partidos, entre quienes figuraban los señores doctores don Mariano Ospina Rodrígutz, don Bernardo Herrera, padre del Ilustrísi­mo señor Arzobispo Herrera, don Luis María Cuervo y don José Joaquín Gó­mez Hoyos, y tántos otros, dirigieron manifestación obligante á los padres de familia y á la sociedad, mostrándoles su Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 435 plena satisfacción por la acertada Direc­ción del Colegio de c:La Santísima Tri­nidad,)) y excitándolos á darle su apoyo moral y material. En efecto, este Colegio vivió veinti­siete años, hasta cuando su honorable Directora, envejecida en la enseñanza y minada su salud por las enfermedades, hubo de suspenderlo á instancias su­premas de su familia, bien que con pe­sar profundo de la sociedad. • • • Y en ser, de continuo, modelo de vir­tudes, sin resentirse legítimas aspiracio­nes, ni levantarse la envidia por el ho­nor que la Nación le prodigaba, porque la vanidad y la envidia acaso eran en­tonces impotentes para disputarle me­recido galardón, fincaba el fundamento del predominio de sus méritos relevan­tes, que pudo acompañarle hasta la losa sepulcral. Sin embargo, como comprobante de que no faltan profanaciones ni para el santnario venerable de la fe y de la Re- La señora Carrasquilla-y al favor ligión, de la ciencia y de la virtud de súplicas muy reiteradas de nu~tro incesante de una santa matrona y emi­nunca bien sentido Prelado el Ilustrísiw nente Institutora, no faltaron voces que mo señor Arzobispo .i\rbeláez-aceptó, tildaran de superficial el Plan de estu­sin descuidar, ni tampoco sus hermanas, dios y de falta de creencia en Dios á la su Colegio privado, el nombramiento Escuela Normal dirigida por la señora que el Gobierno nacional le hiciera co- Carrasquilla. Por fortuna, las leyes mo­mo Directora de la Escuela Normal de rales, que inflexiblemente se cumplen, Institutoras de Cundinamarca, en 1874, tardeó temprano, han venido á reparar Instituto el más notable que haya teni- semejante profanación, demostrando que do el pafs durante el tiempo que figuró la señora Carrasquilla fué para la Es­en Sll Dirección la señora Carrasquilla. cuela Normal de lnstitutoras de esa Puede decirse que fué esta distinguida época como el sol religioso, moral y Institutora corno el rayo de luz que dió científico qne iluminó la historia edu­vida y esplendor á la educación de la cacionista en nuestra Patria, la cual yá, mujer y que levantó el sentimiento del por demás, le ha impartido honor ah­patriotismo, al respecto de la Instruc- soluto. ción p,ública, en una ér.oca que brillará La señora Carrasquilla mantuvo acre en l a llistoria con unánime y perdura· centada la fe católica en el corazón de ble reconocimiento nacional. todas sus discípulas, y las enseñó á di- En 1879, por gra\'e enfermedad de fundir y á dtfender la Religión. Fué una de sus virtuosas hermanas, pensó ejemplo viviente p:ua la mujer colom­yá en retirarse de la Dirección de la Es- biana, á ouien le enseñó á buscar enal­cuela Normal ; pensamiento que fué tecimient~o en la ardua labor de la cnsc­conw el toque de dispersión, como la ñanza, sin envidiar ni causarle mal á ensei'\a de aniquilarlliento de tántos es- nadie, sólo prodigando el bien y ha­fllerzos y de tántos sacrificios en favor liando tranquilidad de conciencia en la de a educación pública. virtud de los sacrificios inherentes á .e gravada la salud de su se11ora her- esta noble carrera. ma a, se vió obligada la señora Carras- • • • • quilla, en188o, á. presentar renuncia . . _ irrevocable de la Dirección de la Escue- Como muJer Ilustrada, la senara Ca-la Tormal, no obstante. los esfuerzos y 1 rrasquilla era e~1 extremo distinguid~. sú licas oficiales del ciudadano Prest- Su lectura favonta lo eran obras clást­dente de la Unión y su Ministerio, del cas: la Santa Biblia lo era de su predi­Su erintendente y lo3 Consejos fiscales lecci<_)n. Poseía el francé~ ~on ma~cada de Educación pública del entonces. Es- P.roptedad, y sus conoc11?1entos htera­tado de Cundinarnarca y demás mtern- nos eran profundos y vanados. bros del ramo de Instrucción pública! Como Institutora, posefa dotes sin de la prensa periódica y de la unánime par: estaba al corriente de los progresos opinión social, que le d.iscernía, por de ~os métod~s de enseñanza. ~ro. era conducto del ilustre amencano, honor Institutora rutmera que acaso sirviera de Colombia, señor doctor. Manuel An- para darse el nombre de Directora de cíz.ar votos de predilecta distinción y Colegio. Tenía el dón de comprender de c~nfianza y le colmaba con expre- · el corazón humano, é imprimía reflejos sio nes de v'erdadera gratitud nacional. subjetivos á su obra educadora. No era, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 436 LA 1\1 U J E R pues, mecánicamente como ella dirigie­ra la ensefianza. Del modo como el verdadero artista, como el verdadero genio da su vida y su alma á cuanto toca, así ella mostraba cada impulso de sus dotes creadoras etJ la educación como una obra docente. Así lo era como propagadora de la fe católica, así lo era como amante de las letras, y así lo era como Institutora. Dama de porte honorable, serio y sencillo, se imponía desde los primeros instantes por algo superior, que sólo pertenece, como privilegio, á las almas nobles y á las altas inteligencias. Su trato, amable y dulcísimo, era verdade­ramente sincero y modelo de exquisita cultura. Jamás sus labios emitieron sino el bien, la bondad y la benevolencia. * * * Cuanto al Colegio Pestalozziano de Bogotá, este Instituto sabrá venerar, con religio~a unción, su memoria, y sa­brá seguir paso á paso la enselianza de su ejemplo. Al derramar nuestras lágrimas sobre la tumba de la maE:stra y de la amiga inolvidable, hemos pensado que la gra­titud nacional levantará algún día un monumento á la memoria de la matro­na colombiana que fué para la Patria y para la sociedad emblema de orgullo, de honor y de virtud. EvA GoorH . ·G Dlo. CÁROENAS. UNA D.:C!NA E 1'UDIANDO MEDICINA de Linden ha reivindicado en Alema· nia el de proseguir sus e~tudios de Me­dicina, pero las autoridades académicas se han resistido con tesón, compren­diendo demasiado bien el . fin que la Princesa tenía en vista. A pesar de todo, la Facultad de Me­dicina de Berlín ac~ba de autorizar por vez primera á las mujeres para seguir los estudios. Desde hoy en adelante las mujeres podrán ser recibidas hasta el número de cuarenta, si bien no con el carácter de estvdiante~, á título de aficionadas y auditricE.s. ¡ POBB.:C LOLA! (Conclusión) Aiio y medio más tarde escribía Lola á una amiga suya que estaba para ca­sarse una interesante carta, de la cual copiamos los siguientes párrafos: «Como tú sabes, hace dos atios yo era una mujer feliz; veíame colmada de atenciones; mi buen padre, que en paz descanse, rodc;ábame de comodidades, y mi corazón gozaba embriagado por el intenso amor que profesaba á Lucas; mas la desgracia, que siempre posa sus pesadas alas sobre los que ve felices, trocó mi ventura en una realidad ate­rradora. « 1\Iis ensueiíos de amor, esas rosadas nubes que embellecían el horizonte de mi porvenir, se disiparon al soplo del matrimonio, sucediéndoles las de truc­toras borrascas del desengat1o, y hoy me encuentro en la siempre triste esta· ción del invierno. q: Sí, querida amiga: el invierno en la vida de las mujeres es esa época en La Reina de Portucral acaba de ter- que perdemos la ilusión, porque así minar el segundo aüo de estudio de como el otro invierno nos presenta el 1\lfedicina. habiendo dado el examen sol opaco por negras nubes, así éste tlOs correspon'diente ante la F acuitad de muestra el porvenir oscuro, indescifra­Lisboa. ble, aterrador; como las abundantes Hu- La Reina Amelía no tiene intención vias del invierno que inundan la tierra, de practicar su carrera: pretende sola- así nuestras lágrimas laceran el corazón mente afirmar el derecho de su sexo á y acortan la existencia. la alta cultura intelectual, á la vez que 1 «Voy á relatarte la historia de mi indicarle el camino que habrá de seguir matrimonio, y confío será una lección en e·tos casos. 1 de la cual sabrás aprovecharte. Parece que ha dado este ejemplo con «: Decíame mi padre: hija, no serás el fin primordial de que la Facultad no l feliz; Lucas es el conjunto de todas las pueda yá oponer la negativa sistemáti- malas recomendaciones que pueda tener ca con que está acostumbrada á oponer- el hombre; ese joven jamás ha trabaja­se á Jos estudios femeninos. do, pasa la vida en galanteos, y si ante Alentada por el ejemplo, la Princesa ti aparece como un hombre lleno de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 437 negocios y comodidades, todo mundo riquezas-contesté,-el amor ha sido el sabe que es un embustero y petardista; único móvil que he tenido. no es el amor el que lo atrae hacia tí, -
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La Mujer - N. 55

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Por: | Fecha: 26/02/1896

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. ~26 LA MUJER. Tienen Jengua y expresión. Lágrimas dulces y abrasadoras. Sonri~aa de odio y de foliciiJad. Cuando dos ojos se encuentran sin conocerse, se saludan y pafan de largo, comr, un hombre saluda á otro para pe-djrle luego. . Si se conocen un poco, se d1cen: Us· fed lo pase bien. · Pero si hay aJgun& confianza, se cH­een: Adi6s. Al tror.ezarsc dos oj lB cuyos d tH nos son de distinto se:xo, mcd1an alguuus palabrAs por e8te es ti lo: Los ojos de él: No me gu~ta tu~ted. .Jr•s de ella: Me importa poco. Y ambos continúan tr.mquilamente su camino. O bien este otro diálogo: Los do é 1: Me gusta usted muclw. L9s de el!a: JIU graoias. Y también continúar¡ su camino, aun­qne volviendo )o que llamamos e1 rabi­llo ele!. ojo para mirarse. E tas palabras se cruzan todos los dias entr~ mi late de p"r ()nas. A veces varían las especies. pps ojos de él: E~toy loco por ti. Los lljos dA ella: lfo será difícil que t8 &petiazar la corona de Jaorel con que el mundo entero adornó tu frente de po~ta!" ·• Yo, de · tui jardín cultivado por el sentimiento y que anhela ser fecunda­do por el sol esplPndormo de la ciencia, he arrancado e·st:l humilde violeta para colocarla en ]a guirnalda que se dedi· que á tú memoria: ADRIANO PAEZ (Para. su hijo). 1 Páez .... ! 1 Oh Páezt poeta sin segundo, Timbre de honor para. la patriB mía; Hay en tus cantos un dolor profnndo· Tiene tu gloria el esplend n del día.. ' Cuando te leo, en lágrimas me inundo; Las musas te inspiraron á porfía.; Con tus estrofas conmoviste al mundo, Quien, a.l verte sufrir, también sufría. Recorriste el camino de la. vid" Buscando fic,res y eucontrando abrojolll; La. dicha estuvo para ti escondid!\; · No la pudieron contemplar tus ojo8. Permite, bR.rdo, que al soltar mi canto, Riegue tu fosa con mi acerbo llanto! Del Canea sólo hago mención do Jor· ge Isaacs y Julio Arboleda. ¿Qué puedo yo decir del autor do María' ¿Qu6 d1jer.)n Pedro, Santia­go y Juan cnando el Hijo do Dios se transfiguró en la cumbre del Tabor? Na­da: quedaron atónitos al contemplar tán ta belleza, tán ta majestad! Julio Arboleda pnso en sus estrofas todo el fuego que él le había arrebatlldo al Pt~racé sublime. El gran vate dol Tolima es .José Ma­ria Sumper: ardiento como las playaa en donde nació; fecundo como las cam­pinas quo escucharon sus primeros can· tos; melodioso como el susurro de los palmares que arrullaron su cuna, y ju­guetón como las ondas del Gualí. .Antioquia prei?entó, entre otros, lle­na ·de orgullo, al famoso Gutiérrez Gon­zález, ur .o de los hombres que más hon­ra dan á la litert¡tura hispano-ameri­cana. El escogió para. inmortalizar su nom· bre, el grttno que en más abun-iancia produce el suelo antioqueno, aquél que con incansable JabOl'JOsidad es cultiva­do por los naturaled de allí, y le di ri. gió los acordes más bellos de en melo· dioso laúd. Gut1érrez González encontró también inspíra('Jón en la precicsa casrBda de Aures, formada por el río Sonsón; ¡e la Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER no había esruchado notas tan tirrnas, tan sentimentul(ls como lus que el tro­vador an tioquf'fio le de,licó; y no las había escuchado ni en · la~ dulces confi- , deucias de la briFa con los helech,)s que crecen en sus márgt-> nes, ni et e] con· cierto celestial que las aves levantn!1 e~ sns toldos do verdura, dar do graClas a Dios porque encontraron en dónde fa­bricar su nielo! En los lujosos oncajes · con que la na· tu raleza viste los alt,ues que forma nntn la selva para que sirvan de morada al Rey de la creación, he c~n te~¡ 1Hdo yo la modesta flor de bftt, t1lla, a la h0ra de la alboradH, ergnir~e sobre su tnllo; y r.l VC'r]a tnostru.r su pasmosa sen<:ill z, he rt?citado, lleno de ndmiración, Aque ila inimitable est.!"ofa, purto de tu pri­vilegiádo entendimiento. en que cantas con voz suave y llena de armonias la belleza de la encantlldora flor; ella, al oír las alabanzns que le hsces, dobla su cáliz como cuando se ruborizi\ at te lns miradas ardiente.:; del n tro vivifi· cador. Perdóna, ~'cisne antioqnefi·,," que mi inautoríztdá ~luma h \ya escrito tu nombre, r nombre que con carn.ctcr de luz está graba Jo en el !anal que lle­van consigo los cocuyo , para que sola­mente ol corazón ]o Jea! José Eusebio Caro nació en Ocann, departament.o tel N Úf\ez, Manuel M. Madiedo, J.,sé Antonio Calcan o (1) y Joaquín Pu.blo Posada; estos cnatro sacerdotes del templo de las Musas, son timbre de gloria para E•l D parta. mento que lleva el nombre del gt·an Li­bertador. De Panamá. recuordo por el pronto á Tomti-1 M. Fcuillet, kUtor de la poesía intitula ltl A la flor clel Espí?'itu Santo, --- .--- (1) Naci6 en Cartagena. según la noticia bio­grá. fiea p .blic~da en La Pat1·ia de Adriuno Páez. Tomo l. , eL..trega del 15 de Febrero de 1878, pi¡ina 263. qne es un raudal de verdadera inspira· ción. Del M~gdalena hsgo memoria de ~­f:, e] Ct>lcdón, quien ha e m piPado su hra en cantnr las hazanas de 1 : s héroes. S ns himnos, licnos de amor á la dio­sa Libertad, son de Jos mt1jores lau· reles eon quo se h~m podido cubrir l~s tu m has de Bolívar en la tierra, de Rt· cnu rto en el espacio. Cundinamarca ha sido el corazón de Oolombia J'cuya fibra más Jr-lieada es la l orsí~. El alma SQfladora de esta podel'osa comarca ea Bogotá. B (l gotá !. .. Tuviera yo un let1guaje elo· en ente para tra ·rnitirte, querido Oarlos. toLlo el entusiasm' que de mi alma se 11 podera al nombrar la poética cindflt1 s~ntnario de mis más caras ilusiones! Yo te pregnnto, amada Bogotá: ¿quié­nes son tus padres? Y tn belleza me res· pon de: - Bny el fru.to de los ardiente.~ amo· 1'88 que tu·vo ol Sol con una. náyade. -Dí me, ¿ po1· qué vi es n uut\ me" seta tan elevada? -Porque ile"eo q'ue el Haced01· me contem¡de .funto á EL. -¿Para qué escogiete po1· lecho un bosqt o de laurel? -Si no hubiera sido así, no habría tenido rnodo de cafEi1· con .r;us inmm·cesi­bles lto_jas las frentes altaneras de mis grandes! -¿Uuéntame por qué el Funza va sin ct1anr murmurando tn nombre? -Ah! po'rque todo enamorado va r~· pitiendo paso, muy paso, el nombre d~ su amada. -¿Quién puso ]as fHldas de los An­des p:1ra que reposes tu cabeza? -El Amor y los Genios quisüron e1'me con la sien 'recl i·nada sob~re una de la.q más imponentes obras del St¿pt·e­' lno Sér. -¿.P(lr qué 1 s ondas de tu rabiotm Ter!uenJam~, en vez de sepultarse en el abismo se elevan al infinito convertidas eu vapores? - P01·que ellas no quieren tnorir sin vet· y adu~i?·m· desde las alturas 1ni an­gelica, l belleza. -¿Para qué pusiste á tns pies e~a in· menba sabana cubierta de agrestes flo· recillaa? · Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER -Para d1:.~traer rni v1:sta pflsPánd,Jla por eso.f4 cmnpns. cU.'l/()S dt.vinns colore.~ lle· von inefables encantos á mi e.qpíritu. -¿Por qué las tempesta les nunc~ se desatnFl en tns altí~imas montif'las? -Porque las tempestades temen des­pertar mi suefío. -¿ P0r qué nacen en tu seno loa aza­hares? -Porque ellns son el emblema de 1ni pureza sin 1'_quat. Bogotá! V1rg •n hechicera! Yo en tns Han u ras pasé mi niflez; en u no de tus verdes gramales mi buena madre levantó la cabana en donde fui fuliz, y¡ quién me hubiera dicho ent'Jnces, rumoroso Fu­cha, testigo de mi~ juegos infant1les, que esa edad plácida y tranquila se irí , como sus crist..s.linas aguas, nsbalando por entre el verjel de il usiones que nue¡:~tra misma corriente fecnndó! ¡Oh Bog ltál d etrá~ de tu serran1a está el escuálido astro de la noche agua ruando el i nstun te en que el Sl 1 se oculta, para Sl\lir á contem~,l.,.rtc, ¡ vir­gen sed nctnr d per•> él huye n n tes de que e1 ostro rey apar<·za en el Orie nte y lo en cuentro en esos dulces y npaci­ble coq u .taos. El m•rto, el heliotr .->po, el jl\zmín y la violet a lucen en tus j \rtl i ncs ex ha htn · do los m' s frugtm tes perfumes que t e em briHg}tn. J) é o~,icodo Roj \S, Jo 6 Mnnnel Ma­rror¡ u1n y mil poetas rnái han a lzado sus e m tos hasta el limpillo <- ielo que te cubre. ¡Oh Oulombia! cltlía que el astro p1 e r 4 d~ su bnllo, que lo B mund 1s e ncabc n y que reinen las tinieblas, f'H0 dín, digo, los querubee apret d ·rán las estrofa~ de tus ba · dos, e m f•l objt.:to de repl1 ttrlas por los ain•s, uHHo~ todoe, para exta­siar á Dios! J. MALD ONAUO PLATA. Bogotá, Julio 7: 1895. Legumbres crudas. Tocante á legu m brea crndns en c on· tramos ~n el Oonsefero Doméstico oe D. Marcos Mena el . iguieute in ter<­sante é instructivo cupítulo, qne copia­mos al pío de la letra: "Los it1 lianos comen l11s habas crn­das. En Itblia Jos c&zadorea no llevan much'l.a veces en su morr ~1 sino pan y vi no, y cloncie encuentran un sembra· d1o de h'ihas, hacen con e\las un mag­nífico a'm•Jerzo. " Los franceses romen las arvejas, y los alPmanes además lta zanahorias cru­das. Lo mismo sucede con el maíz tier­no tomado de la mata; pero no guar­dado uno 6 dos días, 6 duro, porque pierde entonces todo sn valor. El maíz ha de estar con loa granos h\nchaditos y que salte la leche, para que sea flgra­dlible. Lu habas y demás legumbres. para tomarlas cruda~, necesitf..n dos condi~ ! onea: 1.a, acostumbrarse á ellas, pues el sabor crudo, que al principiar á comerlas en su estado natural, se les sientr, no es más que f~lta do costum­bre, que con el tiempo se convif_rte ~n una verdadt> rn ptlsi6n, como hemos VIS­to á muchos con las habas y el maíz crudos, que eon las más sabrosas; 2. •, qne estas legu m hres y hortalizas se co· m an al pi o de la mata y tiernas todavía; 6 Ri 110, por lo meno~. recién traídas. Onando las h tbas no tienen cresta,· de­ben Cúcerst:, pues ya están d s~~hridas. "Las arvejas tiernas, al pie de lama­tlt, son muy ligradt bles; pero jamás co· mo el muíz, dulce y ft·osc o. "Torlas estas legumbres son, por su­puesto, inmer1samento má8 sanas, esto·­macalea é higiénjcus en sn estado natup ntl, que cocidas. "Se har1 un gran bien á la juven­tud »Costumbrándc,}a rles •le su más t ier­nito t: dad á tom r los altmPntos en es­t. tdo nntur·'l. con ¡,,s n•eno alinos y ar* tificios posible ; en~wfiándoJa á prefe­rir r:iempre lo primitivo y puro á lomo· o i ficn (io y al i na,io, y lo natural á lo ar· tiíieial; y calificundo la salubridad de un alimrnto en rnzón de su aproxima­ción al estatlo primitivo ó natural; mi· rán oh> como m~s dnfloso, mientras m9s diste, p 1r hts modificaciones .V ar­tifinios, de su sitnac16n original. Aá es más sano un clwclo crudo que uno co­cido, y este muy superior á un ·:i hunti· ta, que á sn vez es menos danosa que nn pa:;tel, etc. etc. "Las personas de e~tómago débil lo robu.:st. cerán mucho, comit"ndo la papa nueva con sn cortt za, 1 edén Silcad a de la tierra, bien lavnda y en su estado na­turttl. No es tan mala como se cree. La costumbre lo hace todo; y para los en'! Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. T~ A M fermos de diFenter1a es un alin1ento asombrosamente clesirritante. " Desdn q ne se guardan lRs papas, ya no pueden comerse al natural, pr•'f­que se vuelven futrtes y pican la ga!'­ganta. "Inmediatamente que llegan las ver­duras al mercado, son rociadas con agua; si no se vnt1lven á rociar en el dfa, se repite al siguiente ]a misma opera· ción, y así sucesiva m en te. DPspuéa en la C.lsa se haee lo mismo, y unn Re me· ten en ngua. uno ó mAs días. .B-to es horri blemen to iusa1 n bre. ( g¡ ag ua ex­trae 188 s ~des nuh itivhs y dt'm:l.~ p1 rt s solubles á todas las sustancias quo lle gan á su alcnnce; por E:1 SO no h y que guardur los rábanc s, etr, en agua, ni ·h·;ty que }1$,ar mucho ttempo lu }e¡ hnga. bs pap11s y otra 1· gnmbres, an teR 1 e ( omPr­las ó de pon lla al fuego. J. K ). Vale más comer la ve1 dura marchita y aun seca q-ue en descowpo!(ición. "Pueden svbrevenir malns cmu::ecuen­cias con alimento1·se tXt:lw~il'rmlente de fnda fresca en su estado 1wtu,ral, ó d8 legumbres cruda ·: '' 1. o Si el indit,illuo l}llC h •1 dt bU ita­do su apal'Hto' 1gm-tivo Ct n comidHs <'O cidas y cot,dnneutxd s, líquido3 co irlo ó ft•rmen ttidos, xtractc s 6 cnncen t r t­ciones, etc.~ hace el cambio muy de re pente.; ''2. o Si la calidad de la fruta 6 legum­bres desdice de la· regl"s de la higiene; "3. o Si e. as sustanr:ws (h gumbres y frutas crudtts) se comen en exceso. " La fruta iumatu ra ó p~:~sa.da aerá altaml·nte pe judicial para todo indivi­duo que no tuvifre otros hábitos hi­gi6nicos con qué compensar 6 emasnr en algo la mala inftuenc1a de aquélla." JoRGE KrJICKMANN. CONFERENCIAS SOBRE LA EDUCACIÓN DE LA MUJER POR MED.4 .ROO RlVAS ( Oonttnuación) En el afio de 1810, anrlando descalza por estos p1 a des, 1 b~ á baflarse todc,s los , días, Cf'n las mfi~. s compafiersts de dla, · una muchacha que no tendría la eda11 de la mayor de 'osotras, quince unos: inocente y buena como una cerv¿. ti- Ha, y romo ella libre, tl( gante y her­mosa. Y era la más arrojada para en- JER t r r achlndo á lfls pf z0s profunclfls; se dtl~prencHa df sde lo alto de una brefia al fondo del pozo, qu~dando ron~umi­da por largo rHto h tsta que al fin ~aca· ba su linda cabPza, y como una ninfa ll~gaha á la rib ru; y encabPzuoa expe­diciones á bu~c 11' colmenas 'n el b0sque, ó uidoa de p~j HitoP, y mat11ba con sor· prendente serenidad las serpientes que á su paso encontrabu. Esta nina era llamAda en el pueblo y por sus amigas Lrt PoZa, rlándole por 11< mb1e (')diminutivo de Poliearpa, y antepo 1iendo el la, Jlorqne ella se ha­hia. adr¡uil'ido cierta rep•1tac ón que la di tingnía pr r su aud1".!ia, su travesura y S 'l S t'•)Stn m bres independientes y un tanto nómatleB y ngrestes. E1·a La. Pula de gt:ntJI talante, de leve talle, formas pri moro~a" q tte apena$ on­d ul&ban el Vt'Stido, cncllo esbdt.o, rolor de perl11; brwa de labios delgados }¡ge­nnnente cont aídos on los t-lXtrt mos; n·niz r cta y levPmente ínfLun: da; ojos grandesJ neg1·os, Rndaees y ch1spl tulles; fron te ~:en: na) cabeza griega y suave y tt hun io o cabdl<.1 • La negr~ que In crió le había conta­do de lllfl C}llO á SU lll!Hlt·e )a habían c0g ido los e pafio] s en una tierra muy dio tan te, en donde tenía su esposo, y qne, conduciéndola con su bija en un bu9ue, cargada de cadenas, ltt habían trnid(' á ClirtHgena, en don< e la hHbían vendido por esclava y le daban muchos azotes. Ll Pola principió por odiar á los espanoles por crueles. La revolución de Independencia que sacó á la colonia del blando sut no en que había dormido por trescientos aflos, llegó con sa ruido también á Guttduas; pero llegó con un ruido de fiesta, di a .. cursos á In libertad, banderas tricolores, coronas de hmreJ> música y regocijos (·D los diversos anivers ríos clel memo· rabie día del 20 de J u1io . Y La Pota, qne tenía. un corazón entusiasta, empe­zó á amar la ltbertad como se ama el placer. Su padre era ratriota, y estaba en· cargado de organizar Jas milicias del putblc'; y sns hetmanos, que se educa· han en los co legios de B gotá, cuar do volvían á Gnad u as en Jus vacaciones s< steníttn con calor Ja causa de lapa­trin, contra los que aun eran am;gos del'rey. De repente dicen: "¡Los eapalloleal" Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 232 LA MUJER Y.ce~an las fiestas; un pánico terror se ptnta en todos }oq semblantes como en presencia de un~l gran cala mida~· y su P.ad re, comprometido como patriota, t1em bla por su porvenir. La he~oica Oartagena resiste como Numanm11, y cayendo al fin hambrienta y agotada cu poder del pacificador Mo­rillo, son fusilaclos por los espafl.oles el Gent>ral Castillo y todos loa otros de· fensore~, y los espafloles llegan á ser un nombre de horror v ele muerte para los pueblo@. " Avanzan, precedidos de la fama de su crueldad, y al llegar á Honda hacen fusilar al patriota Armero, y ponen S lA. cabeza en una escarpia á la entrada de 1~ población •. Pola siento un terror pá­mco y un odiO profundo por los inva­sores. La tormenta revolucionaria había deshecho el nido en donde Pola había pasado su dichosa y libra juventud; y al cabo do a1gunos anos vol vemos á htdlar­la en Bogotá, mujer hermosa y llena de atractivos. Era la época de duelo y de tristeza para la capital. El sanguinario Sámano gobern,.bn con el terror, y uno á uno los patriotas ht~ bían ido á morir á los cadalsos. Fru t s a n tiérrer., Oa.ldas, '!'u­deo Lozano, Nicolás de Rivas y ot1os muchos hombrt's civiles, cuyo único crimen había sitlo eimpatizar con )tl ca u ea de la independencia en u na épo­ca en que la mndrc patria sufría el yugo extranjero, hnbían sido arcabuceados; las cabezas de Toricef! y do Torres, pues­tas en jaulas do hierro á la entrada de la ciudad; y la. mielll '$ suerte habí8n conido los bravos ntilitares que, lidian­do con valor, habían sido hecho pri­sioneros de guerra en el campe de ba­talla. Duelo Han dejado de existir en estos útti­mo3 días en estfl ciudad la se flora D.~ }!arí'' Josefa Oualla. de Barberi y el se· nor D. J U;lll Pablo Restrepo. A sus deudos en\iamos nues~r'' ma­nife~: taci6n de condolencia. Una señora que sir m pre qncría saber Á. Fu la.nn. quién la sirve y Fulano á quién sirve, Fulana en qué se ocupa, Z:1tano de qué vive, pidió á un caballero, estando en una reunión, le prestase un libro que trataba de las vidas de loR diez emperadores, y él Je respondió: -Ya lo vendí, se nora, porque soy muy enemigo de averiguar vidas aje­nas. Circular. Hemos recibido una de los senores Sánchez & Oompanía, en la cual avisan haber establecí do en la calle 10, cuadra 11 de esta cind~d, una agencia con el nombre de El Ar1·endaclor, que ee hace cargo del arrendamiento de fincas raí­ces, comisiones, etc. Cierta dama valenciana. u e muy buenas condiciones, tenía una tacha, y era que á veces ha­blaba mR.s ele lo que fuera menester. Un día, estando en un sarao, le dio un desmayo y fueron corriendo á bus· ear á su marido, diciéndole que su mu· jer estaba sin habla; el cual, al oír esto, con testó: -Déjenla nsi, que si eso dura, será la mejor mujer del mundo. Charada, Dos y dos son seiss Decía un nino en la escuela. Primal gritaba el maestro, Que era nn viejo ehapetón: Déja al fin tu cautinela Y prepárate un jerg6ns PorquP en Jos todo no puedes Dormir como duermo yo. Solución á la del número anterior: Bogotá. DECRETO NUMERO 161 de 1888 (17 DE FEBRERO), sobro prensa. (Continuación) Al't. 5. 0 Permítase ampliamente á todo escritor: l. o Discutir loa asuntos de interés público, proponer y razonar lus reformas que e~t}me justo y conveniente se intro· dazcau en la legislación; Tlpograf1a de L4 Lv.s.-B<>&otá. • Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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La Mujer - N. 29

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La Mujer - N. 7

Por: | Fecha: 23/11/1895

A Directores, RIJ Y FAR-Administrador, .ARCESIO ZAMBRANO SEIUEl.' i Bogota, Noviemb1•e 23 de 1895. JNUMEB.O 7 LA MUJER AMABLES LECTORAS: Os suplicamos encarecidanlen­te pongais vuestra mnyor aten­ción al artículo Una Pla,qa. que en se~uida reproducimos. tomado de un importante periódico ex­tranjero. No sabetuos su autor. Las dos palabras á que alude el artículo ~on, con1o dice, sun1a­n1ente cortas, tan cortas, que 1a una es un n1onosílabc>, y la otra tic. ne apenas dos sílabas. Sin cn1bar go, son dos palabras con Jas que en tnuchas ocasiones, se forma una revolución, ó se arruina á un propietario, ó se desbarata un n1atrimonio, 6 se hunde para sienl­pre en el abistno de la deshonra á una honorable familia. La n1ayor parte de las vcees se usan más, para hacer mal que para hacer bien. Por lo regular, las bocas que prouuncian esas dos palabras, son de personas hipócritas, cobardes, zahuneras. Sí, de personas hipócritas, por­que, socapa de bondad ó de lt~sti­nla, hieren con arma mortal á un individuo, á una familia, y nlu­chas veces hasta á un pueblo en­tero. De cobardes, porq !le, quien se cubre con el velo del anónimo, demuestra que no tiene caracter ni firmeza, y que tetne á quien dirige la frase. Y de zalameras, porque, quien se ocupa de halagar 6 entretener con noticias, la n1ayor parte de lns veces falsas y calumniosas, es porque anda en busca de migajas de ~uui tad ó de cnriño~ Leed lo con atención, y después, creemoF-~, rechazaréis de vuestras relaciones á qni ;)n con la. frasesi­ta á que aluditnos, os quiere ha­lagar vuestros oídos. UNA PLAGA Existen .dos palabras tan cortas, que sou pronunciadas antes que la reflexi6n tenga ti< mpo para reprimirlas. Tan ligeras, que vagan de boca en boca in que se sepa sobre qué labios se h:.1n po ado. Tan pocle1·osas. que justifican lama. ledicencia, a ntorizan la calumnia, ase­gura u á las conciencias más timoratas, hacen ci~oular, sin que nadie pueda de­tenerlas, las habltt.durías que destruyen laa reputacioneP, y preparan la ruina y la dese pera.ción de las familias. Tan malvadas, que arrebatan á. la juventud sus alegríaA, á la vejez su dig· ni dad y su repo..;o, á los corazones aman­tes RU sencilla confianza, y á todos una parta de su dicha.. Tan inocentes, que tienen fácil en .. trada en todas las casas, no hay reunión que pueda pasarse sin ellas; 8e encuen­tran allí mi mo de donde parecería que su malignidad debería hacE::rlas arrojar. 'Pan traviesas, qae animan la con­versación, desenvuelven las inteligen. cias más obtusas, proporcionan motivos de conver::,aciones intorminab!es á. las personas más taciturnas. Estas dos pnlabras son ': Se dice. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 60 LA MUJER Se dice, sirve de máscara á un espec .. tro de la familia de los fantasmas anti· guos que venían por la noche á turbar el suefio y chupar la saiJgre de los des· graciados que escogían por víctimas. N o es sangre lo que chupa eE.te monstruo escondido bajo estas dos pa­labras Se dice, sino la honra. Que se presente bajo su forma verda­dera. Fulano ha hecho tal cosa ... Será rechazado por todo hombre honrado, y si se escucha será en la sombra, por­que se le podría pedir satisfacción de su calumnia. Pero bajo la máscara del Se dice, t por qué se ha de esconder ? i Quién es responsable 1 i Quién ha sido el primero que ha hecho esta re­velación que mata 1 Nadie lo s:.~.be. iN o se podría conjurar este terrible é i1.1fatigable demonio del hogar 1 Se podría si la mentira, la malevo. lencia, el odio, los pequeños rencores de la vanidad fueran reemplazados en el corazón humano por la verdad, la ju ticia, la bondad, el amor del pró­jimo ... 1{as ay! este tiempo dichoso no vendrá jamá'~, y hasta el fin del mundo el demonio de la maledicencia y de la calumnia reinará escondido bajo su máscara pérfida Se dice. Lo que sí es posible, es el no acoger. lo nunca. Reuníos, corazones honrados y leales, y todos juntos proponeos: 1.0 No pronunciar jamás esa palabra hipócrita Se dice, pues en el pensa· miento que oculta puede e ... tar la des­honra de una familia; 2. 0 Detener desde el principio á la pers~nc\ que la pr?nu.ncie y pre~nnt~rle simplemente quien es ese m1stenoso personaje Se dice; y ;). 0 No dar créJito á lo que os sea referido por es t e mensajero Se die~, que hace propó ito de mentir y de bur­larse de los engañados, á los que les ha hecho creer en sus mentiras. LA MUJER Después que Dio hizo el mundo Todo armónico y perft:cto, Desde el hombre hasta el insecto, Desde el astro al mar profundo, Quif\o dar de su fecundo, Inagot ble poder N u a va mueGtra en otro sér Que probara su grandeza: Hizo un tipo de bellez~ Y dio aliento á la mujer. El hombre á veces se afana Por la gloria, por la ciencia, Y consume su exi tenci~ Siguiendo una sombra vana; Mas se olvida del mañana Y del hoy y del ayer, Y de cuanto puede haber Que despierte su ambición, Si turba su corazón El amor de una mujer. CÉSAR CONTO. Señores Directores de LA. MuJER. En el número 4 de Ru simpático po .. riódíco hemoR leído un artículo, muy bí~u elaborado en el quo piuta su au­tor, de una manera clara, qné cosa es una coqueta. En reíllid~d de yerdad es una b11ena pintura de tal defecto de qt1e arlolecemos muchas, y del qne debiéramos corregirnos, pero para lo cual, preciso es decirlo, nece"' iti mos que los hombres sean los primeros en coadyuvar á tal fin. De niuo-una manera pretendemos. y lejos de n°osotras, semejante idea, de­f~ nder á las coquetas, pero sí debe plantearse la cuestión en su verdade­ro terreno. i Por qué razón son coquetas algu­nas mujeres 1 i Por qué razón ha:r al­gunas n1flas que aceptan á un m1smo tiempo las pretensiones de dos j '¡ve­nes y Jas corresponden 1 Bien quisié .. ramos que un hombre nos contesta.ra estas pr·eguu tas de una m~nera ~ atis­factoria y para ello vamos á propor­cionarle algunos datos. El coraz·1n de la mujer es todo sen­sibilidad. Esto no nos lo pueden ne­gar. Inmediatamente que nuestro co .. razón de pierta al afecto que nos de .. muestra algún hombre, creemos sin­ceramente que tal afecto es real, es verdadero y sobre todo eterno. i Hace· m os mal en creerlo asH $ólo teniendo el Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER corazón de dura roca, empedernido por las decepciones porl.ríamos no pres · tar atenci,)n á las primeras fl'ases de amor que se murmuran á nuestros oí­dos: pero, aquí tenemos el prqblemaque quisiéramos se nos descifrase. i Uómo podtem os conseguir no dar oídos á ninguna protesta de amor, siendo nues­tro coraz )n tal como es? i Y c6mo es que el cot·az6n do una mujer puede librarse de las decepciones 1 i Cómo sabemos cuando es sincero 6 n6 el afec­to que se 11os demuestt'a? i N o vemos todos los días á hombres de toda eda­des, clases y condiciones, prodigando demostraciones de amor infinito, que apenas exi"ten en sus labios pero en las que su coraz6n no tiene parte ? i Cuántas veces no sucede que una tierna niña) abre su coraz·)n al que creyó diguo de ella, le presta entera fe á sus juramento., y alimenta año tras año las esperanzas de un halagiie­fio porvenir que con los más bellos colol'e lo pinta su a orador. y cuando cree llegada la hora, de prestar el mu. tuo juramento en los nltare , su hasta en ese momento constante ga.l~n, vue­la en busca de otra fiot·? Repetimos, de ningnna manera pretendemos de-. fender cÍ la·.; coquetas, pero sí deseada. mos cono·cer las respuestas á nuestras preguntas arriba enunciadas. vN.A. SUSCRIPTGR • (Comunicado). POR LA PAZ El comité francés de la Unión In­ternacional de las mujeres po'r la paz, ha dirigido el siguiente memorial á las mujeres alemanas : " Las rnuj e tes de Francia á sus he,· manas de .Ale ·rnania : m,ad,.es, e;o,posas y hei·ma­nas alem.anas : La. gu~rra. parece ya tomar su ver­dadero nombre, que es a esinato, asesi. nato tanto más bárbaro, porque él es colectivo y es premeditado. La inteligencia humana se revela al fin contra e te secular y formidable error que se llama la gloria militar. La, vista de los penachos hace temblar) porque dc,trás de cada ejército hay lá-grimas y duelos. • L~s inglesas se han dirigido á nos­otras para q 11e noa encarguemos de ci. montar la f lianza. por la paz entre las madres, las eRposac:;, las hermanas, las novias de ambos paí. es y con ella he­mos crea.do nna Uoión de mujeres de todos los pueblos para la concodia in­t, ernacional y el desarme, la Unión intf3rna.cion'1.l de mujeres por la paz. A nuestro turno, nos dirigirnos á vosotras y os ten·h~rnos uua m~no ami~ ga. Apoyad la lJn·ión, vosotras tam .. bith. mujeres alemanas. Vosotras no desearéis qne á. los vne3- tros ~e les mate, mucho menos que ellos matou. N u estros intereses y los vue~J­tro son, pues, los mismos. N o más sangre enbre los pueblos, entre aquelfos q 'le la naturalez3. ha. creado hermano y amigos. El planetl. es demasiado pequeño para que en un rincón cualquiera, bajo pretexto de fronteras, que han levaot1.do las eon­vonciones y los o,iio ·, se dcgü llen los hombres. L1. educaci0n de las generaft ciones nuevas pertenece á la madres. Unámonos para conseguir la más be­lla de las victorias, b del desarme uni­versal. Hermanas del otro lado del Rhin, ánimo! Cordialmente responded á nues­tra 1 lamada. Gritemo en to:Jas partes que la con. ciencia hnmana. reprueba al fin la vio­lencia. Que sea P.sta la aurora. de los nuevos tiempos." ORIGEN DE LAS TERTULIAS Y SUS ESPECIES (Conclusióo}. La plebe que ejecuta los trabajos materiales, no se veía antiguamente sino en las plazas para divertirse en los espectáculos p1íblicos, 6 en las fon­das y tabernas por necesidades mo­mentáneas, ó en las iglesias para las prácticas religiosas. Ocupada más en gozar que en discurrit·, se hallaba ade .. m:\s separada de las otras clases por la sociedad que la cubría. Las ..Q6Useff. Pt q f. ~on co!' BANL · t:L ARANGO 8\&U01ECA LU IS - ANG HEMEROTECA Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. l U MUJER municaciones entre las varias reunio­nes socia lbs, y transmigraron sus miem­bros de una á. otra parta, son las si­guientes : l. • La pasión del juego, fortísima en todos ti e m pos y lugares, y mucho más antiguamente, como se verá más adelante, rompió la barrera que separaba á la nobleza del comer­cio; algunos nobles no creyeron envi­lecer sus armas acercándose á los co­merciantes con el de~eo, no muy no. ble, de obtener, jugando, parte de su dinero. Muchas familias nobles arrui­nadas por las cartas ó los dados, co. nocieron por experiencia qtle todos los diplomas gentilicios no bastaban para comprar una vara de paño ó una Jibra de carne. La plebe que había sido invitada por el!os, dejó de respe­tarlos luégo que ya no los vio en ca­rrozas, y se hizo un proverbio : qne nobleza sin riqueza es hun1o sin a ado. El celibato á que antiguamente es. taban condenados los nobles cadetes, mientras que las muchachas noble e sentían llamadas para el claü tro, Jo · impelía, no pocas veces, en egnimien­to de las bellezas plebeya ,- alida. del palacio paterno, no de defiaban entrar en el hogar del zapatero, del car­pintero 6 peluquero, y tal vez ...... En noche umbría Seguir á la moznela, que en ayunas El pan sale á buscar de cada día. Bn esta caza, la nobleza contrajo un poco de fango, y lo que es peor, se dej6 arrebatar muchas riquezas; ]o que con doble ra2ón hizo dism1nuír su crédito. ' pérdidas del feudalismo v la supersti-ci6n, aplaudiendo los derechos del mé­rito personal, no quiso dar ningún va­lor á viejos pergaminos, y dijo que un cojo no dejaba de serlo porque su abue­lo tuviese las piernas derechas, y que por tanto debía ser más estimado un artista, que con honrosa indu1-1tria acre­ditaba su peculio, que un noble que con sus vicios daba fin á su patrimonio. L!:t. poesía, más atrevida que la filo ... sofía, o 6 suponer, riendo, que las ma­tronas nobles no habían sido todas Lu. crecías, y que quizá<) la mujer hizo ve ... nir al mundo hijos menos nobles que el marido; en suma, la pureza de la san .. gre quedó c,ujcta á muchas dudas, aun en 1a opinión del vulgo, el cual da siem. pre la razón al que le hace:reír. El aumento de los teatros 'disminuyó el coucurso de las tertulias partícula ... res; quedando así una misma la nece­sidad de conversar, fue preciso ser me­nos escrupuloso en La admi 'i6n de nue­vos miembros: antes la etiqueta exigía. un diploma, después se contentó con un ve tido de seda. L~s invenciones te6ricas y prácticas pusieron ell contacto á los doctos y á los arti. tas : cada una de estas clases sintió la necesidad de consultar á la otra; la priruora para conocer los be .. cbos, la segunda, para saber su explica· ci6n: el docto aprendió á resp tar al artista ; éste reconoci6 que les consejos de aquél podían serle muy útiles. Creciendo los puntos de comunica­ci6n y los contactos sociales, crecieron las nece. idades riel lujo y se estendie- Los príncipes á quienes Ja nobleza potente había impuesto en los siglos pasados, aprovecha ron todas ) as oca­siones de hacer mermar sus privile­gios, fuentes de copiosa~ riquezas y mayores vejaciones; por esto el coche que er~L tirado por ocho caballos, lo fue por cuatro, y luégo por dos y 1\ veces quedó empolvado en la cochéra.; en consecueucia, se fue di. ipando la. niebla que cubría Jos árboles genealó­gicos, y Jos hacía tau grandes á los ojos del vulgo. 1 ron; por esto los trabajadores rPcibieron un salario menos e~caso que antes ; des­apareció poco á poco, 6 al menos en parte, ]a desnude~ y E-uciedad do la ple. be, y pudo conseguir un vestirlo, si bien inferior al del rico, pero que imitó su apariencia. La filosofía, cuyos delitos &;on medí. dos precisamente por las repentinas En tal e tado de cosas, disipado el humo gentilicio, se vio cuáles eran las personas que concurrían á la hacien­da social y cuáles no; cada uno obtuvo un valor de opinión correspondiente á la riqueza ó á la habilidad de que esta­ba provisto. Concedido así un grado de estimación á la baja plebe, y deducido Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 51 otro á ]a. nobleza, el resto fue di vid ido en una. prbporción gradual. El d espre­cio se reservó para los que querían vi­vir á espensas de otro, chasqueamdo ó pidiendo fa.vm·; la abominación para los que hacían 1o mismo, ?'Obando; y la beneficencia publica se iutore.;.Ó por los que eran irn potentes para el traba­jo, no por falta da voluntad, sino de poder. La idea de que todos los matricula . dos como posHe,jores de u u ca pi t,d real ó 'indu trial concurrían á. h. b, ciPndü social, y que cadi\ uno tenía necC:'sida.d de los demá ·, hizo franqnear la puer. tas de las t:..Itulias con mutua Vt>ntaj u. de los concurrentes. LECTURA DE NOVELAS - Esta cla ·e do lectura ·e ha extendí. do de una manera aJarmant en nue· . tra soci .dad, y e muy posible que ha ella se deba, en gr.!n p l'te, lo.; de­fectos que frecueutemento se notan en e 1 bello sexo. La literatura moderna, al 1ac1o de los muy pocos LuP.no. fruto · qne ofre­ce como alimento á las intelig~ ·ncias, ]es da, en cambio, muchos, nocivo y perniciosos: uuas vece , la novela pre­senta el vicio con sus horribles carac­teres, sin velos de ninguna especie para que. en vista de sus deplorables 1·esuJtados, el lector se retraiga de las pa ·iones execradas en sns pPr"onajes; 1 otras, relata escenas escandalosas de taberna, de cripciones de impódicas bacanales, de a ·e inatos terribles v · r·o há mucho tiempo en El Diario de esta. ciudad, ~eguros de que no di'-gur;tarán á nuestras lectoras, al menos en la idea. EIJ JUEGO ''Escribir respecto de este vicio que anonada, envilece y arra tra. al hom­bre hasta la. aciedad, y que sacaba las m:í~ sólidas bases de la , ociedad más civil izada, es trabajo aj no á nuestra pluma, no porque de conozcamos y dejemos de deto tar todos los males que ese a¡;-quer·o ·o vicio produce, Rino porqne carecemos de la erudición sn­fiuieute pnra hacerlo, y mucho más cuando plumas á millares y demasia­do competentes, se han ocupado en di­versas vece. de ollo. Queremos únicamente ocuparnos en algunas cosas que respt'cto de ese vi­cio, ó la sociedad cierra los ojos para no verlas, ó las autoridades se ha­cen indiferent s para corregirlas. Si no e tamos mal informados, pa· rece que entre nosotros varias Asam­bleas se han ocnpado de tan grave asunto y voces muy autorizadas se han levantado ya para sostener la absolu­ta prohibición del juego, ya para dar­lo libre, r·ajo reglas espec]ales y abso­luta vjg-ilancia de la policía, ya que no se puede acabar por completo con él. Después de ser]as y acalorHdas dis­cusiones, fue resuelto prohibirlo del todo en la República. Por supuesto que se esperaba que las autoridades todas se ocuparan sériamente y con todo el interés posible de asunto tan Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. liG LA MUJER trascendental y grave, ya invigilando ó haciendo invigilar para que no se contrariara la ley, ya ca .. tigando con la mayor severidad á los contravento­res. pero principalmente á aquellas autoridades que no sr·lo se hacen de la vista gorda para impedirlo sino que son las primera.s en fomentar e~a~ ca­sas de degradación y en asistir á ellas. Pero ha sucedido todo lo contrario, y por consiguiente no sólo se h::~n bur­lado de la ley, AÍno que se ha dado mayor fomento á esos establecimien­tos que se aumentan día por ella, que no pagan ningún impuesto, qne nadie vigila y que arruinan y desmoronan la sociedad. cipa.lmente á 1a juventud, hacia sus centros, proporcionándoles di~traccio­nes conRtantes, decentes y morales, apoyando y proporcionando trabajo á mnlt.itud de individuos que viven sin oHcio, y, en fin, tV1tando de mil ma. nerCJs t~ntas liigrimas, desolación y rnina que por inexplicable negligencia tlene la sociedad que soportar. Rrr. LUTO A nte11.yer, á las el os de la tarde, fa­lleci6 el.señor D. PLJ\.CIDO MORALF.S, víctima de las heridas causadas por los espafioles rn el ataque que tuvo lugar el domingo último y de que dimos cuen­De todo eso hemqs deduciclo: qne ta en nne~tro número anterior. Lf\ ma. es deficiente la ley y entonces debe yor parte de nuestros mejores médicos rAformarse; 6 qne si no se puede pro- de la capital, su familia y amigos, hi •. hibir en absoluto ese vicio, se dé libre cieron r:uánto estaba ú. su alcance para ya ea siqniera para qne las autorida- s~lvarle la vitla, pero todo fue inútil. des ó la misma sociedad pueda vigi- Enviamos á sus deudos el mas sentido larlo en algún tanio y reformarlo, ya pésame. sea también para que el rl'esoro públi-co pueda sacar alguna renta. (que por . . \ d "EL DLRECHO ,, Clerto sería cnantwc;;aJ e quien debe r:. y puede pagarlo sin deterioro de sns Saludarnos á ~ste nuevo peri6dico inter~~es. ~ues si ,inT?orn.l pa~·ece que ha aparecido t:>n eRta ciudt.l.rl. del dar hbre el JUego, mas mm01·al ttene cnal hemos recibido el número 1. 0 y le q.ue ~r el permit~r qtH! á ciencia y pa.- j d(;seamos una larga vida, y con gusto e1enma y por encuna de todo se bur- corre pondemos el canje. len de la ley, el eximir de derechos á una e peculación tan poco honrosa y consentir el que á escondidas-en mo­dio de tinieblas-se desmoralice al hijo, se arruine al marido y se envi­lezca al padre de familia. Y ya que hablamos de asunto tan delicado, asunto que afecta de una manera tan directa á la mujer, puesto que ella es la que ufre las con. ecuen­cias. ya como madre de familia, ya co­mo hija, ya como espoQa, nos permiti­remos aconsejar el que, así como en Europa y los Estados U nidos se orga­nizan por el bello sexo socierlades de temperancia que gastan y trabajan ~in descanso para moralizar las socieda­des, se organicen también entre nos­otros compañías ó asociaciones seme­jantes. que trabajen por aniquilar en lo posible el mal de q11e nos ocupamos. Esas asociaciones podrían atraer, prin- CHARADA Mi primera os un artículo, :Mi seg'undn dignidad, Pri·m,a y te'rcia una planta, Te'rCe'ra y cua,rtrt animal: De torres y chimenefls Prima y cuarta es cmJidad. El todo mi~ pies lo calzan : i No te gusta? pues no hay más. Soluci6n á la charada del numero anterior : Rome7'0. AZAHARES En la presente semana se unieron en matrimonio, en esta ciudad, el se­flor D . Daniel Villa y la señorita. D. • M a TÍa Posada. Que la felicidad cobije siempre ese nuevo hogar. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Mujer - N. 7

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La Mujer - N. 8

Por: | Fecha: 27/11/1895

Directores, RIJ Y FAR-Administrador, ARCESIO ZAMBRANO SERIE 1: f Bogota, Noviembre 27 de 1895. JNUMEl\0 S LA MUJER ---- NO MAS SANGRE ENT~E LOS PUEBLOS Este es el grito de las n1ujeres de los dos países m~ís civilizados del n1u odo-Fraucia é Inglaterra. La Inglaterra, ese rneblo que nos parece tan frío y tan insen i­blc, ha to 11ado la in ici ti va. P' ra formar una alianza por la pnr-, en­tre las nntj )res de todos lo. paí,"' es; y como ha.lH·:in vist•> nue. tril lec­tor: HI, en n estro HÍmero ant rior, las francesas á su turn0, se han dirigido lt las alemanas eu el mis .. 1110 seutiJo. · i Por qué no forma.~.· esa misma Rlianza eutre lns mujere de nues­tros pueblos? Aqn1, doudc la de .. va~tadora guerra es crónica entre uosotro~. Aquí, donde las lc1grin as de las viudas y de los huérfanos nunca dejau rle correr, porque las anuas fratricidas jamás descansan ae su horripilante oficio? ¿Aquí, donde la mujer es toda sen ·ibi l i­dad, toda ternurlicida.d. Para encontrarla es mene:-:ter srguir un ~olo camino, y el más derecho es el meJor. 1. En qué con~i te la felicidad 1 En el dinero, dice (•1 codicio o. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER En la gloria, dicen el héroe y el poeta. Eu el amor, dicen la mujer y el amante. E el poder, conte ta eT ambicioso. i Y los medios de COfH~flguirla? That is th (~ questión, como dijo algún poeta ing¡é o~, que de seguro no fui yo. La felicidad es, pues, una cosa des­conocida, á la cual se va por caminos desconocidos. Se outiene á veces por casualidad, como rifa. Y o, con el objeto de poner á los hom­bres en po itión de consrgtllr1a, me pro­puso e tudiarla por RUS huellas, para saber qué cosa. es y en d6nde e. tá. l{e de cubierto lo siguiente, que pon­go r di po iciSu del públieo sin pedir el privilegio que me concAde la R .. co. pilación Grana dina, que ga n1ntiza laH invenciones literarias y alguua ot t' a~. Entro esas otras debe e t · r la f lici­dad, porque en las invenciones 1itrra. ria. si uo . tá. L ·l felicidad es coja: uunc:A la be vis­to subir escaleras. Es miedó ica: porque no re~ide en ca­sas grandes, y porq H huye del rui lo, como lo: perros de l<,s cob ·t .s. ]As muy a. e. da: h11ele á alhucema. E' friolet1h : 18 gn. t< n los rineou~s. E~ india brava : gn ta de los bo ques y horrece las ciudades. Es religio a, y muy religioc;:a, puesto que alguuos la han eucontrado n los clau tros. M d. rugad ora insigne: cuando se des­pierta tarde, es porque ha muerto. Siendo réligio. n. tiene qne. er muy mo­ral : Jamás ha reciJi<.io entre los ban­didos. Los elemento~ de la felicidad son dos yoes, uo hombre y una mujer. A e to "e agrega gloria, dinero, po­der, en las proporcione. qn A á cada uno le pance, eo eso está el qui ri. Nadie aciert con las proporciones debidas para que resulte Líen hecha la píldora.. Mu ha gloria mata el amor; mucho dit~ ero m,. t \ el corazón ; y poco diúero muta la. feli.ui lad. En cambio, mucho amor mata la glo-ria; y sin dinero, por lo menos, no es. per n~trrl felici lad. i Q ~ é hacer '~ n sE mf jan te caso? To .. mar un pm~~to en b rifa y aguardar la ·uprte. Dicen que el prinr.ipio de ~~a rifa está en el nr.cimiento dr.l hombre; y por eso dicen aquellito de nacer uno de pi t-•R, de ca b za, etc. F,dso: i no se h· n visto algunos prín .. cipes jorobadus cuya joroba consis~ía precisamente en qnb no babif'ndo podi .. clo uaeer de pies, ni siqui(Jra do cabeza. babia u nacido en etr·éter:-t 1 En cambio, de niños felices que na .. cieroo de pies, se ~acan vit'jos pordio e­ros q.ne mueren estrellados· contra una e. qmna. I.,. rifa donde empieza verdadera .. mente es en uua media hora qne tiene cada cual en la vida, y que lo decide todo. Probn blemente esa m t> dia hora suena por ~hí á los v inte años. Al primer hervor de la sangre juve­nil, es Cl · ndo ffil te uno la m 'no en la urn:\ al er.toria, y aca . u . u~rte. El uno, un~ mina de oro ; el otro, que Aacó tras él, tornó una boleta de re­cluta. U u os sacan entre ~u mano otra mano uave y blanea, la de . u amada, y hé .. teme un p r de feli <.: es. Otro, la mano r!e una priuce~a 6 d(' una rica ... gran fu1icidad ! pero fea ú odiosa, gran des­dicha! y héteme dos ricos más y dos felices menos. Otros !:mean una corona de laurellle .. na .ie e pina , y ahí tiene u&ted el ex­tracto de la glorü~. 0Lro · una cruz y se vuelven santos, 6 bieu una charretera y se vuelven ge. nc>ra.les. Otros agarran bien, y abren con cni· dado la mano despuéd de que la han sacado de la tenebro. a urna; á bren la, digo á la luz del díit, y ¿qné encuentran 1 Dio e inmortales! No se puede de­cir oi en latín, ni en griego lo que en­cueutran. Ahora bien: el lector pregunta ya c6mo le· fne en la rifa al que bobre ella e::,tá escribiendo ? -A mí m~ fue. muy bien: mil gra. cias, pRra servir á usted. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER Tt-ngo aquí, á do vc1ras de don,le escnho. táut ,s fbre!ol, que pue lo fl.)rear hast·_. á li:L d .Hgr .lci , qne t. una vi ja meudig . E-.to teng'> nl o~cidente. Al Orieoto tengo mi 1neciida. de afec­tos completa. Amo y me am:1n. Cu· n­do du~nno me vélan; cuando me ausen­to me piensan ; cuando r 'O'f('SO me abra­zan; cuando muera me llorarán. Al Norte y S t• vecinos y veeinn.¡;:, con quienes no me tocJ.n las generales de la ley. Por lo demá , h:\y un pob::-t~za. lnn.­gistra. l, de la cual me río siBmpre que me acuerdo. Eu resumen: soy feliz; luego la ri. queza no es iudiRpensaLle pan\ ¡;;P.rlo. Lo que dc- seo no me h:we f,:~.lta: lue­go hay un hombre qne pueda ecba.rle un piropo á la suerte. . Ahora bien; ipor qné n0 me ho-,t,iliza la pobreza i .ndo, como t., t· 1 im p~ . r­tinente ~ Por uua. rnz<)n mny enc .illc .. : siempre que h<¡, V ' uiJo 9. ca. ·a l . h •3 di­cho lleváudola á mi n1 ·a.: '• aqttí hay para to< os. " ella, satüf l con la buena vo­lunt · d, me dt>ja. mi pRn libru y so va y vu .. lve, pero torca á ir e. Cu. ndo se le arroja. cau ·n la. juventwl. y por ::t 11 é allruuos opt· n por ·1 celibato con su: f rí y twgm' pt r. pc{;i \' ' 1 En Autioqnin lo jóvenes mayores rlo dit:z y ocho : ño. ·e c: \ san. En l3ogo­t:\ Sl~ mir ría como ltu fe •6mello el que nn jov~n hidera tal co. a y s u ·u al y con iente qne no coutratgan e!::te -víncuw lo n u tes de lo treinta. · ño . La coro arac·i6n nos revelará 1, en apa ieu r ia, prof11udo mbterio y nos da· rá. la ruz6n ex;.cta de por qné aquí es­car.: ean y por u.llá abund· n los m '"~tri· monio·. De marinero; un ancla está en tu pecho, El corazón a,rdiente y Rntisfecho La. edncacióu nnt.ioqu ña es práctica por eX"t>lencia. El hijo < d pobre comQ el dtJl rintiui, muy bi(·n; el tenor, señor N icoli e es­meró ~u cu • uto pudo y dejó satisft3cho al público en variá~ ocB~ion.es. Eu cuanto á lo demás debemos ha­cer notar que el vel'\tido de Guillermo en el primer acto debiera, para otr D\ll­va representaci6n, cambiarse por otro menos vi~jo sucio y ajado; que el tri. cornio de Fede,rico se reemplace por otro de mejor asptcto; y q w la d~co­raci6u para el acto cuarto sea un poco más Adecuada. Felicitamos al señor Azzali porqne, oyendo las quejas dol público, se ha es­merado para. que la compañia. ejecute mejor lat:i piezas y haya. variación en el repertorio. Desearíamos que no se diera función neche tra.s de noche, pues los actores no pu()den r e~i~tir un trabqjo tlin duro y t· n co11. b~ntn, y por cons1gniente no pn~-·rleu tni b j:n bien. Fner~ de que el público también se e n'.ia y no puede resi~tjr Huta tr r.;noch.\da. LA SUERTE EN EL JUEGO ('1' ra.rlucción) (Continuación) -Ademá·, no se o' e ·capa que de~de el momento en que voa mismo creéis ha­berme of ~ndido. al ofr<="cerme una su­ma de dinero, como una especie de r~paraci6n, es un arreglo al qne, como hombr.e de honor, me ~NÍa impo~ihle acced~r aun cuanJo no fuera yo gentil hom hre. -Creo comprenderos, respondi6 el h:H6n tnrb do, y estoy pronto á Jaros la s·1 tiHfacci6n que exijiiis. - Cielos ! dijo el extr!ro exist ~n á veceA tales circun t· n~ , .i·ls que puc ,Jen bt\C rimpo~ible la xis. trn0HL simultánea de do. hombres o­bre 1 t.i(·rr., y aunque el uno viviese (•n el Cáncaso y i otro :i la.· orillas del Tíber, la soparaci6n sería i 1 uso ría e u tauto que la. conciencia del UlJO alimen­tase el peo ·amit.uto de la exü;t· ncb. de su euemig-o. En se caso, el duelo es una nee<·sidad para decidir cuál de los dos debe ced<·r el puesto al otro en est3 m nodo. E11tre no otros do , lo repito, los rie~gos no seti> n iguales, pue. toque mi vida de niegún modo vale tanto co­mo la vue .. tra. Si os mato, destruiría todo un muudo enriquecido con la& más bellas e·pE'r;HlZ'l.S ; si soy yo quien que. de en el puesto, habréis pue~to fin á una vida de las r.ná~ miserables, vícti .. ma de los m á~ amargos y de~garradores recuerdos! E u fin, el punto esencial es que yo, Pn ah oluto uo me doy por ofendido. Vos me suplicasteis que salie. se ... y yo salí. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MYJElt El timbre de Toz del extranjero, al pronunciar · ~ta¡:¡ última pa)abraB, tn1Í, cionaba una SPcreta mcrtifieac:6u, lo que dio Iug'\r al bar6n para ~8cusarse do nuevo, ta 1t rn6.s, dect:-\ él, cuanto que, sin que supiese por qué, la mira­da del extranj ro lo hs~bí:~. con rnovi t o, había penetrado b[ st.a Pl foudo. de su alrna, á tal punto q11e Sf' h · bb quedado sin fuerzas para soportarla. -Pluguiera. al cielo, dijo e1 extranje. ro, qne mi mirada, MÍ realmente os ha cau ado esta ernor·i6n íniirna, os baga presentir el peligro inminente que co­rréis. Con la &.1 gría. en el corazón, y con la fcdta de pn·vi. i )u dt) la juventud marchii3 obre f:\l l?ordo de nn abismo: uu olo golpe de hvorable y ~eréi~ pre4 cipitado sin remedio. En un~ palabrR, estáis en l ca.miao d . onv r> rtiro~ en un jug dor apSl>ior,ado y arruio' ros. El barón a. cgurS al xtranj ro que se engnñ· h }\ cornpl ·t:tment~. Le refirió detalladamente cómo habh id o condu . cido al juego, y pr~t, .. H ió convencerlo que el verdadero in ti 11to del j nPgo le era entenmentG extr ño; en tío, que to ·Io sus deseos, e ta.ban r~ ~ducillos ti perder doscit·ntos lui!it~s de oro, y desde el mor lento en que viera cumplido e te o bj»to, ahandt1naría por completo el juego; pero qu ha.:ta eso momento, al contrario, la suerte má. inv;ui~ble h:.\bÍa. peHil"guido todas StAS ten tu ti vas. -Ah! exclamó el extranjflro, preci­samPote esta buena buerte e" la seduc­ción más pérfida y má~ fune ti;\. del po­der diabólico! Sí, esta bueua suerto que preside á vue~tro jut=>go, biirÓn ! las cir­cunstancias que os h n determinado á jugar, vue tros mismoR procedimieuto y vue tra misma conducta en el juego, que revelan muy á la& chras el interés cada ve:z; más vivo que os inspira, to­do, todo me recuerda de un modo con. movedor el fin desastroso de un de~gra­cia. cio que, semej tnte á vo~, en más de un detalle principió precisamente de la misma manera. Hé aqní por qué no podía yo desviar mi vista á vuestro as­pecto y con trabajo he podido violen. tarme para no deciros á vi v. voz lo que mi mirada os debía haber hecho adivi-nar: Oh ! no alco.uzt~is á v r á los de. monios, E xtt>nder sus gt rraq de fierro par:\ arra. traros á Jos ildit->rnos. Hé aquí lo q1w hubiora qnui io baC6(0S comprE>n it!r. Mis deseo'! eran trabar co. nocimieDto con 'fo • y á lo meno~, e~to lo he con"t>f?:llido. E euthad la bi!üoria rle aquel infciiz de qne oa h~ hablado : tal vez eoton(·es os convenceréis que no eB una quimera de mi im gim c16n el ptJiigro con que os he amenazado y que oH h~ prevenido. (Continuará). LINDAS TARJETAS Elegantes cheques Pa.rn. ACHJT'iALDOS. Cn.ts·ov..s y AÑo r u.:vo Podr:m ha,! larde 11 Er. Pót~Trco" los clientes Con quú ob equiar el universo entero. FOLIO.' PARA DAUTrZO, hermosas CUELGAS, LáminaR y moldnras, tren completo Píldoras tocológieas leg-ítimas De Ja.· señoras ·in igunJ remedio. lbnmcs para acuarelas y poesías Para retra tof-4, der.nnponre11 y R llo~. PortabÓn11net.s y VfrWF..'mS ngr, ÜARM~N, Copias del gra.nde Cuadro do Acevedo. ~lil co a n1ás .. . .. ... ... • .............. . Y CALENDARIO~'; finos Para cartera el año venidero . Bajos de b casa ele tres pisos, prime­ra calle do Florián. ALEJO MA"RÍA PATtio. Fundador y propietario de'' EL PóR• TICO." REVISTA DE HIGIENE Lq, acción de hablar, cantar 6 respi­rar proJnce la evaporación del agua. de la saliv~, dejando un Tf>~iciuo que se acumula en los dientes. E-.to, junto con las p~rtículas de los alimentos que se intro<.lucen en los inter ticios de los dientes, es una caw;;a consta.!lte de inl­pureza en la boca, qne produce un olor muy dP. agradable, v que trrmina por carear los dientes. Los dentífricos son preparaciones, ya en líquidos, pafitas 6 polvos, para limpiar la dentadura. Al­gunos funcionan químicamente y di­suelven las incrustaciones tartarosas,. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER t&les como el ácido muriático diluído, que tarubiéu hace df·sapa.recer el tolor negrttzco .Y blauquea lo'! di nteF;, pt'ro también corroe su eRm~lte v los dektru­ye r&pidamentB. Su U "- O frecu Pnte e~, por lo t11nto, muy pPrjndiciu1. L os pol­vos para dietJteH que obra.n m e tánica . mente ~on los mejores. L <:: s que Fe b:l.­cen con greoa 6 tiza prepara.-Ja y raír. de lirio de Florencia son muy bue o~, así como los de polvo fiJJo de caru6n de madera. y de pan quemado. Enjua­gar la boca con u u poco de bicarbonato de sosa di:uelto en agua templada, es sumamente provecho o, sobro to ~ lo por la mañana y de:- pué-; de laR comidas . Los dientes dt>b e n limpit.Lrt:; • bien cou el cepillo dos vece~ al día . El ce pi 1 lo de­be ser sumam ente hlaudo pare. qne no dañe el esmalte de lo die nte s 11i la~ encías. Eojuá...,uese la boca de~pué · do cada comida. o debij pu: ar \m afio sin que el dent.i ta examinE:: la d "ntt\dnra.; pue' llenando uua e~ vidad e }JU edeu evitar fuerteR dolorc:, y nun la pé1did < de un ctiento 6 de nua mueh1.. E~ de uma import ~ u r ia el o.r-; eo qne se debe tener en el cabe llo. L:1. sa l di­suelta. en agu~, á la que ~e agregue nu poco de alcohol 6 aguardi . nte dt3 caíia., fortal Lce mucho el cabello. E to pned e con eguir e tambi {u lavando la cah ll Z~ cen la ytr a de uu huevo, 6 110 povo de amoniaco líquido ech·Hio eu el agna, 6 un poco de b6r,,x disuelto; pero ténga­se cuidado de lava.r y se.car de spué perfectamente el cab'ello. RECETA DE COCINA PANDEROS A dos libras de a.lmid6n de yuca, cernido y bien eco, se le agrega una libra de azúcar muy blanca. y nlOlirla, siete huévos enteros y iete y mas. L os huevos se batirán mUtbo antes de mez­clarlos á. lo demá.:~. Luégo se mezclarán y se bechará una cucharada de agua. de azahar y dos pocillo de manteca de. rretlda. Se soba mucho e ta masa, des­pués se tapa con un paño y se deja a, í ha ta. el otro día, que es cuando se h ~ . cen los bizcochos y se meten al horno en lo t!\S. , SENSIBLE PERDIDA Antrayer, en la plenitud de 3U edad, f· lled6 el joven Carlos Vergara Es· guerra. D f1mos á sus deudos el más sentido pé~:~ame. CHARADA Prim'L letra, dos un río, Y mi todo en concLusión Es un cuerpo imponderable, Invisible é impalpable; i N o es verdad ? i Tengo '"~ón l Soluci6n á la charada del número antct ior : ..d.lpa?·gata. CUADRO ENIGMATICO S e tittiír con . íla bas lo~ pnntoR de m· nera que le ídos lo~ reuglone~ hori­zont: d · v e rticf-ll n wnte, d éu: el 1. 0 el ape llido de un Empresario t otablc, muy querido en B ugot:Í; el 2 ° el nombre de una cindu<.l J t,j Fraoc ·a, y el tercero u u apellido. UNA BUENA GRATIFICACION f-_ 1 P dn,rá á qni e n de raz<)n del parade .. ro de nn paqu ~ te d ci( u fuertes en bi­lletes del B ~neo N a..ioual que se le perdió á una sefiora en el trayecto de las calle~ de Florián á le.~. de San Mi­g Ul~l .1 21 del pre ente. Ocúrrnse á. h A
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Mujer - N. 8

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La Mujer - N. 34 y 35

Por: | Fecha: 18/03/1896

Directore-s:· R1J y F AR LA EDUOACION E3 tan indispensable y necesa.­ ·ria la buena educación en todo individuo, que sería materialmen­te imposible vivir en sociedad sin este requisito. Como muy bien lo comprenden todos, la educación y la ilustra­ción son dos cosas enteramente diferentes: la una puede existir sin la otra, y viceversa. No vamos Ú, tratar en estas po-cas líneas de lo que es en reali· .dad la educación; vamos á hacer únicamente algunas cortas obser­vaciones á nuestras amables lec toras. Muchas mujeres se fijan en la riqueza de un hombre, en su por~ te más 6 menos elegante, en su modo de vestir, en su ilustración r etc., pero se fijan muy poco en s~ educación. lT n hombre sin buena educa~. -ción no puede ni debe vivir en sociedad, ni se debe admitir en parte alguna en donde haya gen­te civiliza da. Un hombre sin educación, como hijo tratará mal á sus padres, á su hermanos, á sus sirvientes. Como esposo, ultrajará á su es­posa y demás personas de la casa, . y hará de su hogar un infierno. Como padre de familia tratará mal á sus hijos, á sus dependien-tes, é inculcará malos ' hábitos á. aquellos á quienes ha dado el sér, formando así una familia intratable. Muchas personas, á primera· vis­ta tratadas, por ejemplo, en un sa· Ión, nos parecen muy bien educa­das, porque saben disimular; pero desde el momento en que se tiene con ellas la menor intimidad, en­tonces se dejan conocer perfecta­mente, y se ve en ellas su falta de educación. U na mujer debe buscar en su pretendiente, después de asegurar­se de su verdadero cariño, una bue­na educación, base de toda felici­dad. El hombre bien educado aten· derá sus con&ejos y observaciones, nunca se alterará en demasía, ja­más hará ultraje alguno á ella ni á sus hiios, siempre procurará ser complaciente en su hogar, y mostrará buen humor por muchas contrariedades que tenga, procu­rando por todos los medios posi­bles la dicha y bienestar de todos los que ]o rodean. Si muchas mujeres E e fijaran pre­ferentemente en el requisito indis­pensable de la buena educación en el hombre, se evitarían muchos sin· sabores y crueles desengaños, y no serían víctimas de esos ogros que debe repudiar la sociedad • De un hombre bien educado se puede esperar todo lo bueno. De un hombre sin educación se Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 286 LA MU·JE.ft puede esperar todo lo malo. l Qué podremos decir de la mu­jer á quien falte ese esencial ele­mento? BIDIOULEZ Y MIMO ,, Vicios exagerados conducen á la in­famia. Virtudes lJevadas á la exageración tropiezan con el ridículo. Si el vicio en la mujer es repugnante, la ridiculez es insufrible. No consiste el mérito en poseer bue­nas cualidades, sino en desechar la va­nagloria. Virtudes soberbias son más indignas que vicios humildes. Siendo el ridículo apéndice uel orgu­llo, toda muj~r orgullosa concluye por rid icu 1 izar se. Y desgraciadamente, el orgullo es una de las tristes debilidades femeninas. La que saliendo de baja esfera llega á encontrarse en alta posición, se infa­túa de un modo escandaloso. Esta deplorable manía que apaga en la mujer sus más sednct.oras gracias, puede considerarse como indestructible. Muy pocas de las senoronns impro­visadas quiert\n acotdarse de su prin­cipio. El olvido voluntario de ]o quo sa fue, como si el n~\cer pobre 6 p lebeyo pudie­ra causar deshonra, ea decepcíón anti­gua tie la humanidad. U na criada ascendida á aeflora es el mayor tormento de las criadas. El proverbio lo dice: no ltay peor cufla que la de la misma madera. Y cuando el vu1go, juez sencillo, in· ventor de los proverbios, se toma el trabajo de expresar en uno la citada idea, forzoso es considerarla como ver­dad infalible; porque loa dichos pro· verbiales son exactas fotografías de al­gunas virtudes, y de todoa los vicios crónicos de la humanidad, cuya cura es reputada como imposible. Pero existe otra clase de ridiculez menos incurable. Me refiero al orgullo tonto de las no­bles scnoras que nacen siéndolo. El origen principal del orgullo tonto es el mimo. El mimo, que se introduce en la educación como un gusano en una man-zana, y absorbe las buenas cualidades de la persona como el gusano el jugo de la fruta. Voy á presentar un ejemplo de los más comunes. Voy á contaros la historia de mi ami­ga Vir~nia. Virginia es primer fruto de la unión de un opulento banquero con la hija de cierto tí tul o. Su venida al mnndo es saludada con el regocijo inmenso de sus padres. Loa más exquisitos cuidados la ro­dean en su lactancia. Entra en la ninez, y su hermosura y bondadoso carácter hacen las delicias de la f~milia. La nina es buena; pero notu, que au máa ligero deseo ae eatisfaca y qu~ todo se le consiente y disimula. ¿Cómo resistí r al menor de sus ca­priChos cuando es el tesoro de sus pa­dres? Cree~; y su buen natural, relt1jado con el mimo, se vicia insensiblemente. Los criodos son las primeras victi-mas. . Tienen qne sufrir cuGnto ñ. la seno­rita se le antoja, y ¡cuidado con des­obedecerla! ·u na vez se cm pena en comer dema­siudo dulces. Su aya no puede impedirlo porque la nina, que va aprendiendo á ser hipócri· ta, doju escapar sus lágrimas cuando se ve contrariada. El llanto de la nina oca­siona el alboroto de los papás. Come, pues, todos los dulces que quiere, y cae enferma. Trastorno general en la casa. Reunión de médicos. Desesperación de los padres. Por fin, sana la nina. Se toman mil precr.uciones para con­servar an salud, y con tal motivo no se la contradice en lo máa pequeno. Cumple ocho anos. Desaparecen los últimos restos de su natural docilidad. Ya no llora. Manda, y se irrita. Adopta un tono insolente para ha· blar, no estudja ni cose, y en sus enfa· dos rompe y desbarata cuanto encuen· tra. ~ U nas veces los papás se ríen; otras manifiestan enojarse; pero la nífla ra­bia, y aun hay que darle algo para que ee consuele. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 267 Cierta tarde arroja deede el balcón nn cacharro de agua sobre los transeún­tes. Su mamá. la roprentle con severidad, y ella se presenta en qn~ja á sn padre; éste cree que aquella reprensión va á quebrantar su salud, y se pronuncia contr~ el rigor de lu. c~posa. Por vez primera sa ro m pe en el ma­trimonio la buena armor~ia. Afortunadamente no hay más hijo~, porque entonces tendría lugar la envi­dia entre los hermanos; pasión funesta de que tienen culpa los padres con sua injustas distincion~~. Si la mimada Virginia tu viera un hermano, sería capaz de desearle ]a muerte apenas notara en sus padres la menor deferencia hacia él. Cum pie catorce anos, cada vez más delicada por su desarreglo de costum· brea. Considerad esta época de por EÍ in:.­sufriblf', lo que será con el carácter de la senorlta. Llega á su desarrollo el egoísmo de la figura y empieza el tormento de las modistas. Todos los trajes tienen faltas, por ]a propia razóu de que no sabe enhilar una aguja. Ouando no h11lla pretextos para inco­modar, se desespera sin saber por qué. Pide continuamente alhaj:is y ador· nos que destroza en ctutro días. Su. tocador es portento de lujo y ele­ganma. Una manana se levanta de mal hu­mor y rompe todos los frascos y bote­cillos. Derrámanse los aceites y esencias, y limpia el mármol de la mesa con un magnífico panuelo estrenado el día an· terior. Se lanza á los goces del mundo bri-llante. ' · Los apura ein moderación ni descanso. 1 ~or fin, se hastía : y la pasada agi-taCión y el presente tedio gastan la robustez de su cuerpo y las vírgenes emociones de su alma . . , A los diez y seis anos lleva consumi- . do un capital. N o sabe sino deletrear novelas, destro­. zar e~ piano, criticar á las demá3 muje· res riCas, burlarse de las pobres, y ves­tir de última moda. Los desórdenes le originan una enfer-med~ d, y sn alarmante corácter denot.a la tisis. Se le hace comprender, aunque yá en vano, el resultado de sus caprichos. Ella se desespera, quiere renir con el mal, y al c~bo toma el p ntido de resig­narse. Se Vtlelve ·románt¡ca. Aprende de memoria la Darna de las qarnelias, y dice en todas partes que la tisJB es enfermed,¡d de buen tono. Los padrt. s no descansan de su marti­rio. A cualquier pequenez uice Virginia que se muere, y Ja casa se viste ele luto. Ama despótica, yá no se leoipone re­sistencia, y la familia cumple cegarnen· te su voluntad, temiendo que por el me­nor dh1gusto se Je deshaga de entro 1 .. s manos. Gasta y d spone á su antojo. Las mnjeru3 se escandaltz n ele tal desarreglo. J~os prttenilientes se apartan asusta­dos por tal excea8 de lujo. Pero hr\y uu hombre ba3tante tlagra­dado para venderse por un dote, y Vir~ ginia encnentr1\ ovio. Al principi > hace infinitos dengues, l hast:-. q no, sutisf.,cha de la no-;zoza del l presnn to espo3o, y deseosa de encontrar . otra víctima, a.ccpta y se casan. La voluntad de los p~dres e3 inútil en esto como on t Jclo lo demás. Dosde el primer dia qnio1·e gobernar la cusa, valida de sus riqu~zas. El espoeo se resiste, median Jos sue­gros, ocurren disgustos y da principio el infierno. Dice Virginia que h~ arrojado sangre del pulmón. Todas se alarman y el marido cede. No pasa mucho tiempo sin nuevos an­tojos. Quiere comer fresas en lo más crudo del invierno, y asegura con toda forma .. lidad que ee morirá si no las come. Su padre jura que haría un viaje á Spitzberg si allí pudiese hallar :fresas. Su marido jura interiormente que e8tá pesaroso de su caeamiento. Ella, á .fuerza de fingirse mala, colls~­gue enfermar de veras. Los médicos declaran que su ayuda yá es inútil. Y la posición, el 1 u jo y el dinero son impotentes para dar á la familia un pooo de tranquilidad. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 268 LA MUJER No ~uíero concluír el cuadro, porque es un ' hecho que existtl, pero se puede imaginar su conclusión. Si Virginia recobra milagrosamente la salud y tiene hijQs, ¿podrá ser bnená madre? Si por desgracia queda pobre, ¿ po· drá su marido contar con esposa? Si se T~ sola en el infortunio, ¿·podrá su orgullo encontrar amigos? Yá Teis, en un ejemulo de los más vulgares, cómo una mujer nacida con buen natural y con todos los requisitos para ser feliz, causa su desdicha y la de aquellos que Ja rodean. L':>s padres pueden evitarlo mante­niéndose en su lugar de jefes de la fa· milja. Sin esfuerzo ni rigor deben corregirse loa caprichos de la infancia pata evitar los defectos de la juventud. Padre demasiado débil es mal padre, porque se convierte en juguete de sus hijos. • Esto es torcer una ley d&1a naturale­za; y cuando se tuercen las leyEls natu­rales, nunca van las cosajl ·derechas. Y vosotras, mujeres, no hagáis alarde del mimo. · Es falta y no buena cuaJidad. J.Jos hombres la temen 6 Jadesprecian. Si tra táis ·do agradar, dejaos de mimos y ridiculeces. 'l'arnpoco olvinéis que, ~uando más motivo se tenga de propia s atisfacción, debo manif€starec mayor naturalidad.• El buen talento debe tener amor pro· pio, pero oculto; debe tener el orgullo del bien, pero no el de la pedantería. Y con menos motivos debe fundarse el orgullo en la riqueza cuando no estri­ba eu sentimientos 6 inteligencia, por­que E\B patrimonio en el aire. Tened, en fin, presente, or las cubanas en la actual guerra de independencia de su patria: "La mujer que mandaba una fuerza de amazonas, y á anunciad·a anteriormen­te, según se afirma, ha caído prisionera en un combate librado en la provincia de Santa Clara. Despachos de Cienfue­gos dicen que fue llevada allí por la guardia civil, procedente de Rodas, y que será traída á la Habana para su juzgamiento. Asevérase que ella atacó, á la cabeza de sus amazonas, una pe· quena población, donde fue hecha pri­sionera por la guardia civil, después de Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA · MUJER .. 269 llna luclía desesperada, y oua do resul­taron infructuosas las cargas que die­ron para desalojar la guarnición espa­flola estacionada allí. Esta mujer y sus compafieras pelearon con energia sal­vaje, prineipalmen te la ( primeru, la cual, á pesar de habérsela matado el ca­tiallo y hallarse rodeada por las tropas, dio trabajo inmenso á. los guardias ci­viles para desarmarla, hasta que final­mente se logró estrecharla y quitarle él machete y el revólver que cenía." (De Bl RepUblicano). LA MUJER DEL ARTESANO En el número 30 de este periódico trazamos á grandes rasgos al artesano de Bogotá. Hubiéramos querido tener el ingenio de David Guarín 6 de Ricar­do Silva, de D. Eugenio Díaz Castro 6 de Vergara y Vergara, 6 .de algún otro de aquellos raros escritores cuya plu­ma, mejor qne el más hábil pincel, ha pin~ado con los más vívidos colores los tipos, 6 claees, 6 personas que han qu rido hacer conocer. N os otros apenas pu­dimos describir uno que otro rasgo no· table de esa clase de nuestr sociedad. Y creemos que nuestro trabaJo queda­da incGmpleto si no describiéramos tam­bién, en sus diferentes escalas, una que otra cosa notable de la mujer del arte­sano, de esa de quien no se ha dicho nunca nf\da, ni s~ preoc~pa el público, ni el Gobierno, ni la prensa, ni nadie, y que, sin embargo, hace gran 'peso en nuestra masa social. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ....... . . ¿Habéis visto esa mujer que, _-~ei!tida con enaguas de frisa 6 de zaraza común, con mantilla 6 p 'anol6n, y ca1zada con blanca alpargata, mostrando un pie lim­pio, blanco y bien formado, cruza las ca­lles muy de prisa, con sa canasto en un brazo y un robusto nino en el otro? E1 la mujer del artesano, que viene del mer­cado ó de la tienda de cua'rtos, afanada por preparar pronto á su marido el al · m uerzo 6 la eomltia. ¿Habéis visto aquella otra mujer, cu­bierta la cabeza con sombrero de débil cana, con una criatura recién nacida en loa brazos y cargadás las eFpaldas con canastos y trastos de cocina, y muchas veces con un fusil terciado encima de to­dos esos trebejos, y que demuestra que está li~ta para un viaje largo y pesado? Es la mujer del arteFano, 'quien nún re­clutado, y que marcha con él en esos m o­m en tos á la guerra. ¿Habéis visto á esotra mujer, cuyo sudor empapa el suelo por donde cruza, con los vestidos hechos jirones, desgra­nada la cabellera, que corre de uno á otro lado por encima de c11dáveres y de heridos, sin tener miedo ni á la~ balas ni á los ~uertos, y que tan pr nto, ROne un vendaJe á uno que se desangra, como prepara una t3za de caldo al hambri,nto soldado, y que sin ración y sin sueldo de ninguna clase ni esperanza de pre­mio alguno, recorre el campamento de día y de noche, se proporciona víveres, cura á los enfermos, vigila el campo y está pront á cada momento á servir á todos espontáneamente? Ea la mujer del artesano, qne, con su esposo, ha ve­' ní lo al campo de batalla y ha corrido loe ~tismos riesgos y penalidades que su m ndo, y quien no abandona porque cr e que su deber de esposa ha de lle­varla hast el último sacrificio. P.ero para el.l~ no ~ay n~ estat?as, ni galo­s, m prcm1os, ni pen.tnone , n1 por su her ísmo, ni por su deber cumpr do do e posa y madre. V ámosl ahora por otros aspectos. Et una pieza 6 tienda de tres 6 cua­tro varas de largo por otras tantas de ancho, se encuentra una mujer próxi­ma á ser madre. Se halla al frente de una mesa forrada en una sábana; i un lado se tiene un brasero con unas plan­chas; eu la hornilla, colocada en uno de · los rincones de la pieza, está la pequena olla do barro que cuece en esos momen­tos la miserable comida; y al rededor de ella, 6 en Ja puerta, se hallan tres ó cua· tro tiernos ninos. Allí se la ve aplanchando todo el día, hasta tarde de la noche, las ropas que le dan en las casas vecinas, cuidando al mismo tiempo de los ninos, sazonando la comid~ para su esposo y af:endiendo con carino y con placer á éste cuando viene. N o la srredra el tener que salir calorosa á los mandados, ni tener que entregar, aplanchada, muchas docenas de ropa el sábado temprano. El domin­go no descansa; ese día lo dedica al aseo de sus hijos j de su pobre albergue. N o gasta sino lo puramente necesario, y como siempre está ocupada, no le queda tiempo para entregarse á ningun vicio, ni pa a cosa alguna que pueda dallar la Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 270 LA MUJER honra de su marido ó de sus hijos. Es esta la mujer del carpintero 6 del alba­! lil, del herrero 6 del cantero. Pero subamos una escala más. Entremos á aquen~ casa baja que está precisamente en la cuadra por donde pa­samos, y que tiene una tienda de boti­llería aliado, con puerta de entrada para la misma casa. El zaguán y corredores principal(ls están llenos de sirvientas que entran y salen con sus cestas carga­das de ran fresco; el olor nos provoca, y la vista d( .. las diferentes clases de ese pan no a abre el a pe tito. En una pieza, la más cercana. al za­guán, se hallan dos ó tres mocetonas que reciben el dinero y despachan á las com­pradoras. En la pieza siguiente, tres ó cuatro rol.>ustas muchachas, vestidas con enaguas de zarazas de ~oloreP, csmisa descotada y mostrando un brazo bl8nco y bien formado, alinan las levauuras al rededor de una. gran mesa. No muy lejos de esa. pieza está el horno, en donde o na mujol' con el ros­tro y las manos tiznadas, con un delan­tal de ordinario canamazo y cubierta la cabeza con una gorra vi(lja, introduce el ran en levadura cruda y lo saca ya cocido y tostado. En lo otros cuartos ,do 1 c .t~a y en los patios y demás co· rreuores: hay también much s perso­nas en acti~o oficio: unas revolviendo guarapos y masa~os para el licor que se v~nde en In ttcnda; otras lavando barriles, otras moliendo m~íz; otras preparandd ulmuerzoe ó comidP.E; y en Dn, t<:da3 trabajando. ¿Y quién dirige todo este tr~ n de oficios y de negocioe? me diréis. Nada m&s fácil que satisfacer vuestra curio­sidad. F1ja• a en aquella senora ro1us­ta y simpática, do r(·sadas mejillas, de pelo largo y a'gún tanto crespo, vesti­da sen01J1amen te con traje de zaraza común, con panuelo de seda al cuello, .con su de lantal de blanco lino y cu .. bierta la cabeza con gracioso sombrero -ó cor1·osca; esa gue ~nda rle un lado para otro, que visita la tienda, entra al -cuarto del am~lsijot inspeccionB á la hornera, en.tra á la cocina y pl'ueba las viandas, sti~ba á las demás obreras y ;que, en fin, no se está quieta ua mo· mento Li descansa un instante. Esa es la mujer de un artesano hon­rádo que ha adquirido yá algún peque­, no capital con qué establecer algún ne-gocio. Tiene hijas que ha colocado en un colegio y á quienes ha ensenado también á trabajar. Las mima, las cela y las hace cumplir cen sus deberes re· ligiosoa. A las horas en que no están en el estudio, )as pone á que la ayuden á amasar, á moler el maíz, etc. etc. Por eso las ha criado robustes y sencillu, sin vicios ni grandes aspiraciones que no puedan ver cumplidas. Atiende y quiere á sa marido y vigila por la hon· ra de su casa. Es, por consiguiente, buen miembro de la sociedad, y ha dado á la patria hijas que puedan manana ser el orgullo de su hogar y la felicidad de sus esposos. Hemos trazado á grandes rasgos, 1 en una que otra escala, la mujer del ar­t esano; fáltanos hacer notar que esta clase de mujerr s t iene poca ó ningu­na representación social; que no tiene centros adonde poder asistir para ina­truírae y refortn!use, libros baratos que leer, periódicos apropiados para su ed'U­cación; y que algnn"s de ellas tienen maridos que poco se cuidan de elevar­las m~s y reconocer sus grandes virtu­des. / RIJ'. CAIN A SU lt1UJER -Yo maté á Abelt mujer, hace un momento; Y voy huyendo de mi propio horror. ¿ Quiéres seguirme? el soplo de mi aliento Marchita y seca la inocente flor: No hay para mí perfumes en la brisa, Seca á mis pies sus aguas el raudal, Muere en mis labios al nacer la risa, Y no hay dolor á mi dolor igual. La triste imagen de mi h~rmano muerto A seguirme sin :In me enTía Dios: No tendremos más patria que el desierto. Y eterna soledad para los doa . ¿ Quiéres seguirme f El rayo con que el cielo Siempre amenaz~ uú maldita sien. O las espin•s que me brota el suelo, Pueden herirte á ti, mujer. tambiért. Y para siempre mi sentencia escrita. Por el dedo de Dios, no tendrá fin; Y al través de Jos siglos, La maldita 1 Be llamará la raza de Cain. Quieres seguirme 1 -Si. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER t71 -Ya nada teao, ¡Dios ha tenido eompaaión de mi 1 Dejándome tu amor, tu amor supremo, Y su perdón me otorgará por ti. M•DABDO RIT .u. t1u fnaptracl6n feUz. Se casó en Madrid, hace algún tiem· po, contra la voluntad de su padre, el primogénito de una gt·an casa, con una sefiorita joveu, elegante y precio­sa, igual en calidad ul novio, aunque no en bienes de fortuna ni en alianzas de familia. Los dos jóvenes' esposos. que se amaban entranablcmente, vivían aisla­dos, sin que su padre quisiera descen­der do la altn ra de su enojo, siem­pre esperando ellos ocasión de echarse li sus pica, y aieQlpre negándose él á reci birJoe. Un dia que entraba la novia en pala­cio por el cu rto grande de la camnre­ra mflyor, ee halló de repente con su aaegro¡ Era graciosa y de talento; las mujeres suelen tener inspiraciones fe­lices, y la de Ja nuestra en semejante ocasión fue hincarse de rodillas, inter­c~ ptando el paso al pBdro de su mu­rldo. -Senor, 1e dijo respetuosamente, si Vuestra Excelencia niega la mnno á su hijo porque se ha casado mal, debe dár­mela á mí, porque me he casado bien. El suegro quedó encantado con esta discreta humillación, y extendiendo los brazos recibió en ellos con c. rino á aquella nueva hija, que talea muestras dab" de mcrtcerlo. PARABOLA (Para un álbum, por David). Oye Paulina: allá en los desiertos, en las calien t.Js arentts de Ja Libta, había un palacio. Y este palacio. en medio de esos de­, eiertos, era como una esperanza en un porvenir sombrío. Porque había palmeras qne daban sombra á los viajerott, y grandes kios­cos donde paaar las uoches. ' Y una fuente perenne que saciaba al peregrino, derramaba sns aguas so· brantes para que abrevasen los came· llos. Y porque babia ua jardin con lufto­reJ mis prtcioaas de Arabia, loa nar· dos más bellos del Oarmelo y los lirioa del Tabor. Pero ese palacio con sus palmaa, su fuente y sus jardines, no hu hiera a ido tan rico ni tan. hermoeo, si una mujer no hubiese vivido alli. Y ¡ay del que la mirase una ver:, porque habria perdido el reposo para siemprel Pues teníll en los ojos el encanto de los tuyos, y su sonrisa matadora 1e pa· recia á la tu ya. Y era su talle flexible como el bam­bú, airoso como la flor mecida por el aura, pero no era tan flexible ni tan ai· roso como el tuyo. Y aunque no tenía el misterio de tu paso, ni la suavidad de tus formas, ¡ay de quien la mirase una Tez, porque ha­bría perdido el reposo! Sus ojos no harian sino Horaria, y sus labios no se abrirían sino para suspi· rar y decir su nombre. Porque era hermos como mujer ao· nada, y amable como el primer amor. Sns ojos repelían llamando, y una sonrisa desmentía al desdén. Y aquella mujer, que movía los la­bios y millares de criados venían á o be· decerla, cuidaba sola, ella sola, de una 1lor en su jardín. Porque esa flor era tan precios& por aus colores y su J>erfume, como si alguna vez hubieaes suspirado entre su cá· liz 6 le ha hieras prestado los calores de tus mejillas. Pero aconteció qae un día se nubla­ron Jos rayos del sol, y el cielo apareció sombrío. Las aves abatieron sn vuelo para ocultarse en la enramad11, la f>&lma no meció más sus hojas como si presintiera una desgracia, y el camello dobló sus rodillas para tenderse por el suelo. Las ricas celosías y las persianas del palacio dejaron correr sus cortinas y sus puertns para impedir la entrada hasta á los rayos de luz. ¡Ah de nosotros! gritaron los viaje­ros; y pegaron la boca eontra las tosta· das arenas. Y esto porque el Simou'"• el terrible viento del desierto, iba á asolarlo todo. Iba á derriban las palmas, á tostar ]as ftorea y á llenar de lepra á loa bru­tos y á los hombres. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 272 LA MUJER Pero por fin, pasó. El suelo quedó COmO baTrido por ·1Jn SOplO; y allá á lo lejos se veian los torbellinos de arena que llevaban troncos seculares, como si :fueran las psjas de la parva. :Y hé aquí que entonces una ventana se abrió; porque la princesa salía á llevar la muerte de su ilor, de su preciosa flor. Peroen vezde quejas: ¡al ladr6nl ¡al ladrón 1 fue el grito que llamó á los criados sobre un desconocido que habí~L en el jardín. Perdón, sefiorai exclamó éste al ver­se rodeado de punales; yo no he venido aino p)lra cubrir éon tni cuerpo tu que­rida .ftor y librarla de las furias del Si· mou~ . -Pero, ¿quién eres tú, desconocido, que expones asi la vida por conservar­me una tlor? .-Nunca lo sabrás; pero héla aquf, sefiora, intacta está. Ahora, si quieres, arrá.ncala, arrán· cala, pero yo yá. la conse1·vé. Pero, ¿quién eres tú, desconocido, me dirás, preciosa Paulina, quién eres tú, que te e:xpoiles á mi dead6n? Nunca lo sabrás, pero perdón, sef1o­ra, para quien sín tu permiso abrió tu libro dt1j ó un recuerdo. · Mírt\lo, yá está escrito; ahora, si quie~ ree, atránca €stu hoja, Paulina, arrán· caln!. ... REMEMBER • Yo soy aquél qne en las estivas siestas Junto á la tuya recliné mi sien, Beb1 tu 8liento, r('spiré tu aroma, Me vi en tus e jos y adoré tu sér. l Yo soy aquél que un día, gratodueno, Con sus amantes trovas te ha~agó, ' 0Jn dulces suenos regaló ' tu suentras partes de Europa, cuando se le­vanta el mantel, se presenta un cío de cristal con un vasito dentro lleno do agua ligeramente acidulada con limón y una servilletita cuadrada, para enjua­garse la boca y lavarse las extremidades de los dedoe. En Roma, aun en tiempo de los em­peradores, llevaban consigo los convi· dados su serTilleta. Marcial habla de una comida en que ninguno la Jlev~ba, temiendo se la pudieran robar. ¿ Q:té hizo entonces Hermógenes? Se u~vó el mantel. N u estros tenedoréa están provistos de cuatro dientEs; los de los ingleses regu­larmente tienen dos, y por esto son má• fáciles de limpiar. Los japoneses toman con dos varitas los manjares sólidos, y dícese que las manejan con tal. destreza, que recogen hasta un grano de arroz tan bien oom1 lo h(lriamos noiOtros con nuestras cucharad. En Egipto n ·l ha1 ni sillas, ni pl~tos, ni cuch•ras, ni tenedores, ni ta~~s. ni servilletas, sino que, aenta•los de rodillas sobre loa talones, tom&n el arroz cou los d"dos, despedazan las carnes con las unas, sopean en el plato común, y con el pan se limpian las manos y lahioa. El agua se bebe en una Tasija común: ol que hace los honores de la meaa si e m· pre bebe 61 primero, y es tamoién el primero en gustar los manjares, no tan­to p~r:¡ dar pruebas de la ninguna dea­confiunza que debe tenérsele, cuanto por hacer conocer su solicitud en favor de los demás y el afecto cordial qne tiene ú. sus con vi dados. Lll servilleta no se presenta sino acabada la comida, cuan­do se da ag•1a á hss manos ; lué¡:o se ro­cían Jas ropas de los con vid adoa, con agua de rosa, y se les presenta la pipa y el café. U no de nuestros arquélogoa no desaprovecharía la observación de estos uaos para robuatooet, hasta con estos datos, la opinión de que loa antiguos pobl dores de nuestra América eran descendientes de aquellos ¡me blos. DIEZ DE BONILL.A.. (Continuará). SOBlSSLA W A . -Convóca el consejo de guerra, con• tinu6 Kasimíra. -Déjalo vivir, dijo Sobieslawa, para mi ~'mor. -¡Traidora! Si eres infiel á la santa causa, exclamó la condesll, :yo tom~ré el mando y te C:istigaré. -¡Yo soy humana! -¿Y por qué sólo él? -No sé. -Pues Lien: deseo ese hombre, yo no conozco la piedad, y como tú dudas, pónlo en mis manas. -Nól responc.li6 con altivez Sobies· lawa, yo mando aquí; tú me has jurado obediencia; él no morirá. La condesa se alejó. Un cuarto de hora después, todas las guerreras penetraron en el cuarto de So· bieslawa y piiJieron la muerte del oñ­cjal. U na de ellaa mostró sus heridas, otra le reprochó su traición, una tercera pi- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. !76 L :A' M U' J E R dió venganza para las que murieron en la refriega. Sobieslawa permaneció muda ..•. -No le repliquéis más tiempo, dijo una de ellas. ¡M atémosle! -¡Silencio, yo mando aún, y á la que se levante contra mí, la mataré 1 Volvió la calma. --Manana á la hora de la aurora, dijo Sobíeslawa, morirán los priaione· ros. -¿Lo prometes? -¡Lo juro! Pocos minutos después, Sobieslawa penetraba en la celda del oficial. -Qaise salvaros, le dijo, pero · no puedo. -Soy el capitán de caballería, Ale· jandrr> Berg, hijo del General de este nombre. El gobierno me canjeará con gusto por un jefe insurrecto cualqui*'ra. -Es inútil; manana al alba mori· réis. -¿!1ntonces no queda esperanza? -..Ntnguna. Y Sobieslawa se volvió para esconder el rostro entre sus manos. , -¿Lloráis por mí? exclamó el ofi-cial. -¡Adiós! -¡Nó! Y la detuvo. -Dec:dme, ¿por qué he merecido vuestra piedad? -N o sé; pero estad eguro de que no podré sabreviviros. · -¿ c:Jómo os llamáis, aenorita? -Sobieslawt,, -¿Por qué os he conocido en tal si-tuación, enfrente de la muerte P conti­nuó Berg. ¡Qué crueldad la de la suer­te! ¡Mostrarme la vida tan bellt1, tan seductora., en el instante en que voy á dejarla! -Callad, replicó la polaca, me des· trozáis el corazón. -N o comprendo, dijo el rnso, cómo vos, mi enemiga, no me odiáis y que· réis hRcerme gracia de la vida. -¡Oh Dios mío! ¿No sabéis entonces cuánto c,s amo? exclamó la polaca so· Hozando. El oficial la estrechó entre sus bra· zos, y ella escondía, llorando, su rostro en su pecho. -Soy tuya, exclan:6 con una excita­ción salvaje. No puedo vivir para ti; puea bien, moriré contigo. Te seguí ré allá donde no hay odio, y donde todo­es amor. -Esto me parece un sueno, murmu: ró el ruso. -¿Y tú me amas también? -Más que á mi vida .... Al alba, los prisioneros fueron con· ducidos al patio del convento. El Capitán Berg estaba pálido. Su brazo este.ba envuelto en el panue­lo de Sobieslawa. Ouando ésta salió de la capilla, don­de estuvo largo tiempo en oración, el ruso la saludó. Al frente de cada condenado estaban dos amazonas con un revólver en cada mano. Berg miraba á. Sobieslawa, quien, á pesar de su abrigo de pieles, parecia te­ner frio. L~ polaca levantó el sable y mandó; -¡Fnego! Los cinco cayeron. Berg estaba arro­dillado. Su pálida y hermo~a cabeza descansaba sobre el muro; vivía toda­vía; su sangre tenía de rojo la blanca ni~ve. Sobieslawa se acercó á él y le dio el golpe de gracia. -¿Soy traidora? -Nó; has cumplido con tu deber, dijo la condcstt. -¡Nót exclamó Sobiealawa; he hecho más: he sacrificado al hombre que yo amaba! Un t.iro de revólver se hizo oír toda· vía, y Sobi'eslawa. cayó muerta sobre el cadáver rtc sn ~ruado. Un, hora más tarde las amazonas ~c­jaron el claustro para ·combatir, y loa monjes enterraron en una misma tum· bzl al ruso :y á la polaca. SA.CHER }{A.SOCH. Eapl,nd!da medicina. Un honrado arte~ano, digno de me­jor suerte, tenía la desgracia ~e ser ma­rido y víctima de ur.a muJer tnrb!l­lenta, maldiciente, reganona y de un carácter insufrible, aun cuando al po· bre hombre le hubiea~ dado Dios lapa­ciencia del mismo Job en persona. LQ situación borrascosa de esta ama· ble pareja había llegado á tal extre~o, que, á lo menos po.r parte del mar1do, era Yf!. ooea de comprar un cordel' 6 dar· se un balazo. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJBR 27T mesa, descansa ella, y principia de nue­~ vo el · eatruendo. Vuelta á la cuna, vuelta á mecerla, y · vuelta á cant~r : Antea .de resolverse ¡.esto, di6 con· · jo á . un vecino ya entr-ado ea aflol· J on la expe~ienci.a suficiente ea aeme­antea casos (había;eido casado cuatro eces), que le . dio UllO baeta&te bntf!1o, o sólo para paliar la e_nfermedad,. amo ~ ara curarla. Arrullo mi nUia Que tengo que hacer~ etc. N u estro honrado artesano, deseando nanto antes poner en práctica el die­reto consejo de su vecino, mandó ha­er una cuna proporciopada á la altura e su mujer, con cuatro anillos en a a estados, de .forma que pudiese .ser col­ada del techo por medio 'de cuatro uerdas y una polea sobre la que gira­an.' Ouando todo estuvo dispuesto, con­idó á comer á algunos amigos,, todos ispuestos á ayudar á aquel bu n hom­re en el desarrollo del plan curativo. No bien se habían sentado á la mesa, uando la. mujer, que ponía una cara omo un renegado, principió á levantar a voz y á alb( ' rotarse de una manera an intempestiva y poco prudente, que 1 marido creyó llegc,da la hora de pro­dar á la cura. -MírJ.l N emrsia, ]e dijo, tú no tie­es razón ; modérate, te rQego, para ue estos seno:t;es no formen mal juicio i de ti ni de ~í. -¡Bribón, b~ibonazo! que acabt~a con i~a. -¿dálla, fiemesia? -¡Yo callar) primero muerta. -Amigos QlÍos, dijo el marido, es na \ocura~ y es necesari9 curarla. , Ma­os á la obra. Al punto ,e levantan todos, la cogen, sujetan y la encunan, estó e~, la po­en en la Quna, y. tirando de les cner.· as la sube¡¡ como Jámpar4' de erroit.P ·á .es 6 cua~ro aras de altura. Grita la pobre N emesia, alborota, se esespera; se , d~sgaruta, atruena la casa. os amigps prinCJpian á columpiarla ntando á coro: Arrullo mi nifi& Que tengo que hacer, Lavar los pafiales Y hacer de comer. Arrullo mi nina, etc. Por muy mujer que sea una mujer, o puede serlo tanto que no se canse de lborotar, y mucho más cuando los otros ntan, Nemesia, ¡quién lo crey;era! la moáa N emesia calló. La bajan, se sientan de nuevo á la ¿Pues qué auced1ó? A la vuelta de Ull par de meses, á cuatro 6 seis meoeduraa por día, esa N emesia, de quien venim01 ·hablando, se convirtió en un ángel, dul· ce, pacifico y modesto ¡Ah, qué medicina tan espléndida! OONFEJBSNOIAS SOBRE LA. EDUOAOION DE LA llUJER POR HEDARDO BIVAS (Contlnuaolón). La diosa es representada como u na hermosa mu~er de aspecto dulce y pen­! ati vo, de OJos grandes y rasgados, el cabello cayéndole en rizos sobre las es­paldas, y la cabeza cubierta por un casco; viste una larga túnica recogida en mil pliegues, y un espléndido manto, y lleva en el brazo la egida en cuyo cen­tro está la cabeza de la Gorgona. Siem­pre en actitud de ir adelante y mostran- ~ do á un nif1o, á lo lejos, sobre la cima de la montana, un templo iluminado. Minerva. era la divinidad tutelar de Atenas, á la que había dado su nombre. y el fuego sagrado que jamás se extin~ guía en sus templos; en eu honor se ha- • cían grande& fiestas. En Roma se le erigieron suntuosos templos, y en todas las escuelas había una estatua de Minerva, á la que hacían los n ifios un sacrificiQ al empezar sua tarea¡¡ Si Jos griegos divinizaron el talento de la muj~1· y süa disposiciones para las bellas artes; ellos, que conocían tan pro­fund~ mente la naturaleza, y que nos han dejado toda la ciencia de 9ne el. mundo . ha vivido por mis de veinte s1glos, y modelos en bellas artes y en poesía que no han podido igualarse, prueba esto bien que la inteligencia de la mujer ea privilegiad"' y que ella es capaz de Jr con· el hombre en el estudio de las ciencias, y mucho m~s adelante que él en las ar­tes de imag· aciól) y sentimiento. Los griegos 'llos presentan e. tre otras mujeres célebres á Safo, na01da en la Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 278 LA MUJER iala de Lesbos, esa tierra en donde per la noche, en alas de la brisa, se oían má­gicas é inciertas armonías Jlamadas aún arpas eolias; y que tenia algo de extra­ordinario para inspirar á sus moradores genio músico, puesto que allí nacieron Arión y Alceo; y últimamente, esta mu­jer maravillosa, que vio la luz en la ciu­dad 3e Mitilene, seiscientos anos antes de la éra cristiana. Su vida no nos importa conocerla; sólo nos basta saber que para concluír­la, después de grandes tempestades, que· riendo borrar la memoria del pasado, un día toma su lira y se dirige al pro­montorio de Léucadas: se acerca al bor­de del hondo precipicio, y midiéndolo con la vista, tiembla y palidece; mas no mueve para atrás l!l planta; antes opri­miéndola lanza la mirada al cielo, sus­pira más bien que entona un himno á la muerte, canto como el del cisne mo­ribundo, supremo adiós dol poeta á la vida. Antes de que el ~co de su postrer acento se extinguiese, Safo cao abraza­da de su lira entre las ondas del mar Egeo; se la ve aparecer }lOr unos mo­mentos como una divinid~d, flotando sn larg!' cabellera y en actitud aún do to­car y de cantar; mas de reponte se bu 1- de en el seno del hondo piélago. Asi murió la primera roetisu, y loa griegos decian que Safo había encontra­do la lira de Orfeo, el dios de la músi­ca; pero que su armonioso instrumento ningún mortal había podido hallarlo. (Continuará). LA SALUD RS UN' .A POSJTIV .A. FELICIDAD La salud produce placeres mlis positivos que los m1s· mos placeres. FJ:NBLÓ!f. ¿No se conseguirá dar una verdadera y grande importancia á todo lo que debe conservar la salud, este soberano bien · de la vida, esta fuente de todos los ver­daderos placeres, de todas las dichas, este preservativo contra tántos dolores y penas? ¿No es la salud la que os impele á levantaros temprano y de buen humor, á empezar vuestros trabajos ú ocupacio­nes y á continuarlos todo el día con ardor y satisfacción, á desear las comi­das y á tomarlas con apetito y placer, á encontrar en los manjares, aun en los más sencillo un sabor delicioso. á bus­car en las ocupaciones ordinariBs una recreación, en el paseo la satisfacción de una necesidad de actividad, en los pequefios trabajos sedentaxioa los más d u lees descansos? La salud es la única que puede hace~ muelle y deliciosa vuestra almohada; reparador y tranquilo vuestro sueflo;. alegres y gozosas vuestras esperanzas, y vuestra vida en ter a dispuesta para la. dicha y la serenidad. . La salud dará á vuestro cuerpo robus­tez razonable, á vuestra piel bri11ante colorido, á vuestra tez frescura deslum­bradora, á. vuestros cabellos lustre, á vuestros dientes blancura, á vuestros. labios carmín, á vuestros ojos brillo in­comparable. En la salud encontraréis la agilidad de vuestros miembros; la elasticidad de vucst1·o cuerpo; la gracia de \Uestros. movimientos; la igualdad de vuestro ca­rácter; la sonrisa de vuestros labios; la benevolencia de vuestro porte; la bon­dad de vuestro corazón. Plvo, y la m1sma canti­dad. (í libra) de ma~tequilla. ,Mézclense las yemas con .el azucar, y so~ese m~y ·bien por 20 m1nuto3 ; en seguida agre­. guese á esto la harina y la mantequi­lla, cuidando que esta última esté de-rretida y casi fria. Hecho esto, se le mezcla con ]as almendras. Las claras, que ~atarán yá batidas, ~o más. firm.o poeitile · se agregan al conJunto, stn agt· tar m~cho el contenido. Untenae de mantequila los moldes en que se debe .colocar esta masa, y métanse en u u hor­. no suavo. Charada. Tercia con a es una tela, Vuela la pt'imera dos Y es el todo muy buen vino Que ayer tarde bebí yo. Solución á la del número anterior: Pa­rapeto. · Es.cuaa. Inconvenientes de imprenta no pe;­mitieron salir el número de esta hoJa correspondiente al sábado último. Por este m ti vo el de hoy es doble. Nuevo Ministerio. Por licencia concedida al Excelentí­simo Senor D. Miguel Antonio C~ro, Jla entrado á dese m penar, en su reemplazo, la Vicepresidencia de la República, el se­flor Geheral D. Guillértno Quintero Cal­derón, quien na üesignado á loa siguien­tes para Ministros de su' DespacHo: Abrahatn Moreno, de Gobierno; José M. U ricoechea, de Rolacion~s Exterio­res · Francisco Groot, de HaCienda; Pe­drd Antonio Molína, de Guerra, y José lfanuel Marroquín, do Instrucción Pú-blica. . El sefior lfinistro de Hamenda se en-cargará. del )finisterio del ~esoro. Estados Unidos y España. Con motivo ele las proposiciones apro­badas en el Congreso de los Estados 1 Unidos, Eolicitando 4e1 Presidente el , reconocimiento de la beligerancia de loa insurrectos de Onba, el pueblo egpanol, en ~fadríd, Barcelona y otras poblacio­nes de Espa!la, se ha levantado en tur­bas amenazantes contra las legaciones norte-americanas, y ha pretendido ul­trajar la bandera. Parece que el Gobierno espaflol dará ha satisfacciones del caao. Pensamientos . U na mujer charlatana etJ menos tole· rabie que la peor pesadilla. Ed preferible estar entre dos culebras ca cabeles, más bien que entre dos mu· jeres orgullosas rivales por amor. . Es mejor entretenerae ,en jugar ,con los gatos quo en galanteat· a una coqueta • El desgrano de una mujer casnua que no se pema, ni viste con esmoro, es un pedimento tácito ae divorcio. Anécdota. -Tiene usted la nariz muy color.lda do beber mucho vino. -Sí, senor, lo confieso. -Necesita usted pasar un nflo be· hiendo solamente leche. --Ya he practicado eae régimen. -¿Cuándo? .-burante los doce p ri mer s meses de mi vida. DEOBETO NUMERO 161 de 1888 (17 DE FEBRERO), sobre pzensn. 2. o Suspensión absoluta tde ]a publi­cación bajo el mismo título que tuvo ú otro distinto. Art. 9. o Si la publicación no fuese periódica la autoridad inferior ~ólo po­drá prohibir. su vent~, Y. recoger y de· posítar l?s eJempl~res, liasta. qua por e .Ministerio de Gobierno se dJCte resolu­ción definitiva. Art. 10. La parte interesada podrá pedir á ~a. resp~ctiva autoridad s?pe­rior adm1mstrat1va, que reforme o re· voque lds resoluciones dict~das por los Jefes provinciales 6 los Gobernadores, (Continuará). '.l'lpogra(ía de LA. Lvz.-:SogotA. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Mujer - N. 34 y 35

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La Mujer - N. 41

Por: | Fecha: 15/04/1896

LA MUJER Directores: RIJ y F AR SERIE III ~ Bogotá, Abril 15 de 1896 { BUM. 41 LA MUJER UN EDITORIAL Distraídos con nuestras muchas aunque poco productivas ocupa ­ciones, e~tábamos hasta la víspe­ra ·del día. en que debiera salir el presente número de estA. hoja, cuando casi á última hora, á tiern­po en que debiera estt r listo todo el rnaterial en la imprenta, nos acordárnos que tcnía1nos que es­cribir algnt a <.:osa para edito1·ial; }' aunque buse:imos y rebu cámos en nuestro ccrcbt·o la tn~üeria so­Bre que debiéramos cseribir, no dimos al fin de tnuto cmpeilo con na base siquiera para hacerlo. Disgustados con esa con tar.ie~ dad, nos rlirigímos hacia el puen~ te de San Franciseo á tomar pues­to en un carro del tranvía para ir á Oha inero á una diligencia ur­gen te y vol vernos pronto para ver cómo sa.lían1os del aprieto. Casi media hora es tu virnos es ­perando que partiera el carro, y cada minuto que pasaba nos pa­recía un siglo, pues no contába­mos sino con dos horas para la ida, la diligencia y la. vuelta. Al fin partió el carro, no sin haber dado gran trabnjo á las po~ bres mulas para arrancarlo con ineo· lencia, porque si se me obliga á ha­blar ....•• --¿Qué? - Qne sería peor para todos, y espe-cialmente para el sef1or Presidente. --¿Qué quieres decir, miserable? -Que un socio del Circulo, muy ín· timo del Presiden te •••• Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJE:R 323 -¡Insensato! ¿Serías capaz de acu­s~ r Al marqués de Valteneuse? dijo el conde, sonríen do desdeflosamen te. -¡Oh! Si me obligáis .••.. Sabedlo, vuestro padre es quien, desde hac~ cinco nflos, trae todos los días en un bolsillo del gabán los naipes marcados. -¡Pruebas! -Que se vaya al vestíbulo y se re-gistre el gabán de M. Valteneuse. Pre­cisamente no he retirado aún los naipes que debían servir manana. Algo debió pensar el padre del Presidente, puesto que, alegando una excusa fútil, quiso ver á su hijo. Pero halló á éste tan tranquilo, con tánta. insistencia le rogó se retirara., que al fin hubo de hacerlo. III Un fl'fo mortal se apoderó del conde de VaJteneuse; no obstante, queriendo confundir al criado, fue á buscar el ga· bán de su padre. Pero ¡ay! aquél no había mentido: nn bolsillo interior del abrigo del mar­qués contenía un paquete de barnj s iguales á las denunciadas. -Y bien, dijo el criado irónicamen­te, .¡hacía mal en no querer delatar á mi cómplice? El condE', lleno de vergüenza, dejó caer la cabeza entre ]as manos. Des­pués, como hombre decidido á obrar, se irguió y dijo al criado infiel: -Comprenderás que de todos modos serás arrojado del Círculo ; pero yo consiento en no entregarte á la policía, y además en entregarte una letra de cincuenta mil francos, si consientes en tomar inmediatamente el tren de la frontera y prometes proclamar en todas partes y ante todo el mundo, que el culpahle es el socio del Círculo que yo delataré ante todos y en plena sala de juego. -¿Queréis hacer caer la responsabi­lidad sobre el joven Mauricio de Ron­careta ? replicó el criado. Esto es in­fame; pero ¿qué importa? Yo estoy perdido al obrar de otro modo .... Consiento: podéis contar conmigo. IV Un cuarto de hora después, el conde e Va1teneuse, habiendo pasr.do algún iempo solo, encerrado en su despacho articular, volvió á h sala de juego. enía el nudo de la corbata deshecho, s cabe1los en desorJen, los ojos encen-didos y el semblante pálido como un cadáver. Un grito de espanto brotó de todos los labias. - Valteneuse, ¿qué es eso? -Esto eiJ, seflores, que me he hecho justicia .••• Había creído que mi delito na se descubriría; pero mis esfuerzos 1 han sido vanos .••• un criado me ha he· cho traición. -¿Qué queréis decirP -Que soy yo quien marcaba las ba-rajas. Y con voz cada vez m á& débil con ti­nuó: -Era preciso hacer pronto esta con­fesión, porque voy á morir. Y aproximándose al viejo marqués, a11adi6 : -Padre, perdonad me el disgusto que os doy, ¡:>ero un ValteAeuse no puede sobrevivir á la deshonra ...• He bebido todo el contenido de la botella de láu­dano que llevo siempre conmigo, y sólo me quedan pocos instantes de vida. Los socios del Círcu Jo, sus antiguos compafieros, abandonaron el salón lenta y il ncios mente. El martJués de Valtenenee estrechó á su hijo entre sus brazos. -¡Jesucristo Y ¿Qué has hecho?-gri· t6-; víve, hijo mio, víve, y me descu. brirc yo mismo! -¿Vos, senor? ...• respondió el con­de . .•. vos no tenéis derecho, porque tenéis un hijo ..•• mientras que yo ¡yo no tengo ninguno! Diez minutos después habi a muerto. A. EMERIO. ¿POR QU1a Sí sabes lo que pienso cuando escondo Tu recuerdo en mi mente softadora; Bi sabes lo que busca mi alma ardiente Cuando la invaden del amor las olas; Si tú has so fiado lo qlie yo he sollado; Si ttí has oído, como yo, esas notas, Resonancias de músicas lejanas Que vibran en regiones misteriosas; ~i tú has sentido como yo he sentido Volcarse el corazón hora tras hora; Si sientes en tu pecho los oleajes De un océano de amor que se desborda .. ¡ Po17 qué no esta11a la pasión ferviente, Tempestad de las almas que se adoran? d t>or qué calla, cobarde. el labio trémulo Y las manos, convulsas, no se tocan! !'B.A.KCISOO A. G.umOA. ccauoauo). Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 324 LA MUJER OOMIDAS (Continuación). Los vasos de la mesa de los antiguos recordaban tal vez glorio::as y queridas remembranzas á la memoria de los co­mensales. Vi rgilio, descri bietido el con­vite qne dio Dido á Eneas y sus cotn· pafíeros, dice: Tifíe soberbia púrpura los pafios De exquisita labor. l;obre las mesalil · Brillan de plata loa crecidos Vtlsos, Y de prO[JenitoTes los ilust·res Hechos de armas, en oro cincelados, Cuya prolija serie, desde el tronco De la antigua familia continuando Por ln prosapia toda se extendía. IRIAR'rll:. Era ciertamente uso mny plausible aprender loA honnosos hechoR de la histo11ia p:í 1 ia comiendo y bebiendo. ~os habit~ mtea de la India, <.mando boh n, dejan caer iempre•cl licor cou el va so susp ~ ndido, de modo qtao ¡no toque a los ·labios ó di e nL~, er .yondo neciamente quo E'U cuu b éto podda co­muni car alg t1ua vit tud n aléfi • . J.JOS reyes ae N igricia, ocbiendo, dejan caer por lo .lar~o . do b b ;nba la mitad a el licor, eom pla.cíéndoec en ver cómo corren estos delgados (·h o rros de vino; ancicdad á la qno üan clllombre de magnificencia. En Italia, Eraneia, E~pana y otros países, se come y bebo alternativ a m on­te; en d Jwrt~ de Enl' pa y en los puebh r i ,. nta es. se bebe solamente despué:-l de la comida. Puédesc perdona thlos pueblos scp·· tentrionale~ ·l ,ueo do dota·eti&· y enti­biar en e 1 hi víérn•> el agna para bebN·: la natnt1deza ¡ a rece i m poncrl'-'s esta oblig ·~ción; mas no es fácil conipren der cór w en l s ·p»ÍS€8 · temíplados h!tya podido iutro rmirso la costnmbré Cie beber agna til)ia tr)do el año,.lo qn dn ró por m nchos siglos en va rías na­ciones; · ('rre á su e3rrito~·io y toma un revól­ver; pero antes de quitarge la vidn, vuelve á ohservar á su mnjer, ti qnien encuentt·a de la mismtl manera. La estrecha cntr~ SIJS brazos, la llel)a de cariCias, y después de dt.rle un po~­trer beso en la frente, levanta el gatt­llo del arma fatal y so dispara en el pe· rhn. Al ruido del disparo ella vuelve en sí y exhala un grito de horror. Los criados aparecen y quedun estu­pefactos ante semejan te escen:l. . . . . . . . . . . .................. ,. ... . * * * Han pas::ldo quince días, de los cua-les hace ocho que la espoea no ha entra­do á la pieza donde yace enfermo su es· poso, porque los médicos que lo asist~• se lo han impedido. Al fin estos m1s· mos, espontáneamente, la invitan á ha· cerio. La fiebre in tensa que E e ha apoderado de ese bon1 bre de noble y hermoso as­pecto, no ha. podido borrar en él su simpática figura ni hacerle demostrar más anos de los treiuta y cinco que ape­nas ticr e. En el momento en que su esposa en· tra á viai bulo, se halla aletargado por la fiebre que lo cor:sumf'. Su frente ar­de, y de cuando en cnando se le oyen pronunciar palubras y frases incoheren· tes, y el nombro de su espos·1 á cada instante. E ta Re acel'ca al }(Icho muy quedo, y baflr11la en lt1grí mas posa sus lubios llenos de amor eu esa frente que quema. El ubro 1 s ojo3, reconoce á su cepo~a. la n.braza, y derramando tam­bión abundantes lágrimas, y e~trechá.n­dola contra su cortiZÓ 1 la suphca lo per· done. I,e viene Ull momento de lucidez, y durante éste le dA varios consejos y le hace algunas recomendaciones. Por úl· timo le die•}: '•Tóma de uno de loa bol· sillos de mi vesticlo una carta y un clte­que que e·1 él se encuentran, y cumple Ol:tt·!ctamente, después do mi muerte, con lo que orJena di(. hA curta." La joyen esposa Ee retira precipitada­mente del lecho de su mnrido, ee acer· ca á"un ropero, y ea,•tmdo la carta d~l boJ si llo do un frac, la abre y lee lo 81· guiente: "Mt estimado N. Como he dicho á usted en varias cca­siones, mi pttdre debía al do uste•i mLL· chos é imporbntea servicio~, que jamás pudo p:•g rle. Det. tro de t1 es días partiré para En­ropa. Soy, como usted lo sah:, su.fi.­cientemeute rica, y antes de parttr quie­ro hacer un regalo al l>rimer fruto que Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 327' tenga usted dd su matrimonio, y de qu1en des ~ aría ser madrina. Le scompat'io, pne3, un cheque por valor de diez mil p o eo~, cuya suma, jun­to con sus intere~es, lo será ontrrgl­da á. ~uien correspGnda, cuando haya oum plido la edad de qu ince anos. Ptirdone usteJ mi atrevimiento y mando á su vordariera amiga, X." Una fue1 to convulsión nerviOsa se· a poder\ de la desgraci a da sctl orcl; la carb se lo cae tl u las m:-1uos apenHB aca­ba do leerla; se arrodilla al pie del le­cho de su esposo, Jo inunda en lágri­mas y le suplica mil veces al enfermo la perdone. Clama al cielo con desesperanto3 gri­tos por el r eatablecimien to de la salud de su noble esposo á quien, en momen­to fatal, había creído infiel; y cae des­ma. yada nl pie del lecho ...• Cuando vuelve en sí, exhalabt\ su ma· rido los úl times alíen tos de su vida. . . . . . ... .... ............. ......... . * * * Algo má~ de quiuco anos pasaron después de Jos acontecimientos que aca­bamos de referir. La joven viuda era entonces amiga nuestra; y su hija Julia (que así la lla­maremos) era una encantadora nina de cerca de quince abriles. Invitados por lll viuda para acompa· fiarla á hacer la. entrega do la hacienda que había vendido, sentados en el tron­co de un árbol contemplando las ruinas del hermoso edificio en donde ella sa­boreó su felicid~d por tan po :. os días, nos hizo la relación de Jos hechos que nuestra pluma acabu de trazar, y que ea fiel copia de lo que ella no3 contó. Con el producto de la hacienda, que en ese entonces se hallaba completa­mente abandonada, quería ponerse una pequefla 1·enta para poder vivir pobre­mente con su hija. Los diez mil pesos y sus intereses en quince anos loa habían destinado ambas á obras de b2neficencia. De esta manera quiso esta noble se­nora borrar las faltas cometidas por elJa y su marido; y alguna vez nos su­plicó escribiéramos esta historia que, según sus palabras, puede servir de ejemplo á muchas esposas que se dejan arrebatar por los celos y engaflar por hB apariencias, y aun muchas veces aparentar lo que no sienten.-RIJ, NoTA. -La viuda é hija que figuran en l1 an torior historiH, y que hoy d uer­men el enetlo de la muerte, enj ugar0n en Bogotá muchas Iágrimad é hicieron gtandes beneficios á los uesgraciadoa. OONFBRENOIAS SOBRE L\ EDCOAUION DE LA MUJER POR MEDARDO RIV.A.S .(CoDUnuaclón)! L1 bfiroaesa de Stael, hija del finan­cist: l Necker, Ministro de Francia, que floreció á fines del uflo pasa1io, y que no sólo fue escritora de primer orden, sino también m njer hábi 1 y do grunde influenci!\ en la p )lítica do su patria. Discípula de Goothe y de Schiller, los primeros poetas alemanes, estudió y ap r endió aquella litoratura y la tras­plantó á. Francia, en donde apenas era conocida. H tt.blaba con eleg nciN, pre­cisión y elocuencia; y a u salón era el lugar en dvnde so reuuí u n todos Jos RR.bioa, lo s nrti .. ta y lo3 literutos de Francia y del mundo entero que iban á París. En sus obras se encuentra el ge­nio elevado á altura sorprendente, al mismo tiempo quo uua erudición ya .. riada, delicadeza exquisita y gran co­nocimiento del mundo. Escribió la. novela que ha sido más leída por las mujeres, y qua ae encuen­tra traducida á todos los idiomas mo­dernos : Corina ó la Italia, obra llena de verbo, en la que cada trozo es un verso, y que encierra una exacta rela­ción de todos lo3 monumentos de Roma. Después de pu blícada e6ta novela, en· teramente poética y fantástica, hizo un vitje á Alemania, país entonces poco conocido de Francia en sus costumbres, literatura y tendencias; y al dar á luz su obra de La Alemania, ávido el públi­co corrió á buscat· otro nuevo roman­ce; pero rechazó la obra, creyéndose ongatlado, porque era un estudio serio sobre las condiciones sociales de ese país, su política, sus recursos, sus fuer­zt's y su porvenir. Poco leida fue por el pueblo francés, pueblo ligero y su­perficial; pero si esa obra hubiera sido desde entonces estudiada cuidadosa­mente, Francia habría dado otra di­rección á su polí tic1, ó no habría sido dolorosamente despertada en 1871, para conocer la superioridad de la nación Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 828 LA MUJER rival. Napolfón, que, como todos los déspotas, quería vendar los ojos de los pueblo~, proh1b 1ó la circulación do la obt a en Ftancia y . concedió el honor del deatifrro á la baronestl de Stael. Más tarde madama de Genli~, cuyo nombre debéis aprender á l- 'ronunciar con venert.ción, porque ella consagró los recursos de su ¡:;oderosa inteligencia á la educación de Ja muj t r, con ca­rino y solicitud propios de madre: que nació en 1746, y que fue encargada de educar á ]a hija de la duqueea de Char· tres y al joven Luis Felipe de Orleans, proclamado Rey en 1830. },ccunda escritora, qne t>rodujo más de ochenta obras, toclas admirables ror su estilr, su moralidad y el útil objeto á que las consagró. (Continuará). Duelo. El día 9 del presente, en la pobla­ción do Villeta, adonde se había tras· ladado en busca de mejoría, murió la muy estimable scflora D. • Cleofe EE­cobar de Abello. Enviamos á su fnmi· lía y demás deudos nuestra expresión de condolencia. " El Pincel," jmportante periódico que ae edita en San Cristóbal (Ven'zucJn) y re iacta.­do por el inteligente e critor colom­biano sefior D. '1\:odosio V. Sánchez, trae en su número del 2·1 de blarzo úl­timo el siguiente suelto: "La Muier. Este simpático y ama· ble colega, compatriota nuestro, nos ha :favcreci<.lo con marcada gulanter1u, ~i­aitándonos puntualmente. Agradece­mos su exquisita cortesía y Je enviumoa nuestro saludo y felicitación." Sinceramente reconocidos quedamos al simpático colega por sn galante y espontáneo S11ludo, y gnstosos le üfre· cemos las columnas do nuestra humilde hoja. ''El Ciudadano" es el nombre de un nuevo periódico liberal, que se edita en esta ciudad y cuyos Directores son l<'s _s~flores Ale­jando T 'rres Amuya y RmllHmo Fore­ro. Su primer número, que está engalu­nado con el retrato del benemérito Ge­neral Pedro Soler Martíhez y con muy importantES artículos literarios J ae ocasión, ha viEitado nuestra oficina. De­seamos nl nuevo colflga, como lo mere · ce, muchos laurel(s y larga vida. Con mucho gusto corresponderemos á su canje. Mejora y solicitud. Pensamos en dar may·or ( nsanche á nuestro pe1 iódico, del número 50 en adelante, y mejorarlo en cuanto nos se.1 posible, para lo cual nos hemo3 puesto yá en relación con algunas casas edito­ras de Europa con el objeto de ilus­trarlo. Necesitamos la cooperdción de algu· nas s efloras 6 sefloritas que quieran ser­virnos de Agentes, tanto en la capital de la República como en los Departa­mentos. Pagaremos por ese servicio el diez por ciento del producto bruto. Acertijo. Se en cuentra en casas y tiendas, En castillos y palnGíor, En tierra, mures, es¡ acios, En comid t s y meriendul3. 18 lo mira á un t ie m1 o mismo En JasLimosa pobr za, . ~n cxceciva riquoza, .li~n 1n a ltura y el abian: o. Va en huracanes y en alRP, Aunque no es cosa q le ruela ; Se lo encutntra. siempre ·n vela En las alcobas y ealns. Aur que t:tá en llamas ardiendo, No puede JU \: tt- rso en fuego; Y aunque jamás entra <·n juego, En barajas eo est,\ viendo. DEORETO NUMERO 161 de 1888 (17 DE FEBRERO), sobre pn:nsa. (OO!ITJNU..t.QIO.K) malla, pn blical'á sola.men te Ja noticia de haberla rccib;ao, y JOdrá, baj o su respons abilidad, suspender la inser~ión, dando aviso inmedittto á la autoridad administrati"a com potente. Art. 18. Enterada la· autoridad de esta ocurrencia, designará un censor que, oídas las partt s, d(cida la furma en que la explicación deba publicarse. (Continuará) Imprenta de LA Luz, calle B, Dlfmero 70, a!)Utado 160, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Mujer - N. 41

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La Mujer - N. 47

Por: | Fecha: 23/05/1896

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. S70 LA MUJER LA MATEBK~DAD 1 ¿Recordáis por ventura los ailos de vuestra infancia? ¿Recordáis aquellas horas tranquilas en que, libre el alma de p(sares y el co­razón de inquietude~, dejábais repesar vuestra cabeza en el regazo de u na mujer? ¿Recordáis id ternura con que aq u e­lla mujer os acariciaba, estrechaba vues­tras manos infantiles, é imprimía, sin ruborizarse. sus labios en vuestra frente candorosa i · ¿Recordáis cuántas veces enjugaba solícita vuestro llanto y os adormecía dulcemente al eco blando de una balada de amor? Oh t sí lo recordáis. Los 'que tenemos la dicha de ver to­davía á esa mujer sobre la tierra, la in­vocamos cun cariilo á todas horas. Su nombre está escrito en el corazón: es el nombre más tierno de cuantos encierra el diccionario. El no m bn; solo de 1lfadre nos repre­senta aquella mujer en cuyo seno bebi­mos el dulcísimo néctar de vida, en cuyo regazo dejábamos repo!ar nuestra. cabeza; aquella mujer que nos acaricia· ha, que oprimía entre las suyas nuestras manos, que besaba nuestra frente, que enjugaba nuestro llanto, que nos mecía, por fin, en ~ us brazos al eco blando de una balada de amor. ¡Dichosos mil veces los que todavfa podemos contemplarla con los ojos de la realidad ! Vosotros los que habéis perdido á vuestra madre, también podéis verla si tenéis corazón y sentimiento. Podéi~ verla en el ensuetio dorado de vue~tra felicidad. Si el astro de la no­che envía sobre la tierra su pálido res­plandor, figuráos que el resplandor pá­lido del astro de la noche es la mir-ada tranquila y cariñosa que vuestra madre os dirige desde el cielo. Si veis en la región del cielo una blanca nubecilla, que flota cual tenue gasa sostenida en sus extremos por dos ángeles, es el alma de vuestra madre que al miraros sonríe de cariño :tesde el cielo. Si á la caída de una tarde melancó­lica sentís en el valle un eco vago que se pierde á lo lejos, y que no es el canto de las aves, ni el murmurio de la fuente; arrodilláos, es el aleteo de la oración que por vosotros eleva vuestra madre. Si en noche apacible del estío acari­cia vuestra frente una brisa consoladora, que no es la brisa de los campos, ni el hálito embalsamado de las flores, estre­mccéos de pbcer; es el beso de pureza y de ternura que os envía desde el cielo vuestra madre. Aunque la muerte la arrebate, la madre no deja nunca de existir para vosotros los que tenéts corazón y senti­miento. II ¡Pueblos que rebajásteis la dignidad de la mujer; que la considerásteis como un sér casi despreciable, ver:id ! La ra· zón os llama á juicio. El sér que vilipendiáis ha d1do vida á Vllestros héroes y á vuestros sabios. Cuando vuestros héroes y vuestros sabios, cuando los Alejandros y los Ro­meros, los Césares y lo3 Virgilios, cru­z .t ban los azarosos días de la infancia, una mujer los alimentaba co:1 el jugo de su pecho, una mujer los adormecfa con el arrullo de . sll amor. Cuando sus labios empezaron á ar­ticular sonidos, una mujer les enserió á pronunciar los nombres para vosotros venerandos; y les imbuyó vue!'tras creen· cías, y les dijo que había una patria que debían adorar; una patria que ellos ilus· trJron luégo con el brillo de sus ~en­quistas ó con el mágico resplandor de su talento. ¡ Detractores sistemáticos del que lla· máis sexo débil, recordad que hab~is tenido madre, ó que la tenéis todavía 1 ¡ Los que negáis absolutamente la virtud de la mujer, acordáos de vue5tra madre 1 I Los que al nombre y á la mtmoria de madre no sintáis latir de entusiasmo el corazón, apartad, alejáos! . Pero no vayáis á los campos, que allí las tiernas avecillas besan á sus madres en el nido; allí el manso recental brin­ca de gozo junto á la oveja. No vayáis á los bo$ques, que allí po· déis ver á la pantera lamer á sus cacho­rros, y á la leona acariciar á sus hi­juelos. Y no es bien que la leona y la pante ra de los bosques, y la oveja y el ave de los prados, ensti1en al hombre las leyes inmutables de la naturaleza, al hombre, que es rey de la naturaleza y primera Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Humo que Lrota de la montaña; nostalgia oscura; pasión extrniía; sed insaciable; tedio inmortal; anhelo eterno é indefinible; ansia infinit'l de lo imposible; amor sublime de lo ideal! S. DÍAZ MIRÓN. LA MVJ:aTII DE MIB.ZA venganza, si hubiera, como un rayo fugaz, pasado por mi alma calcinándo­la, yo habría cerrado los ojos, y ella habría desaparecido en la inmensidad. Sólo el amor había dominado, encade­nado1 esclavizado mi alma y héchose la pasión insaciable de mi vida; el amor, bajo todas las formas: como ado­ración, como ternura, como placer, como voluptuosidad, como sacrificio y como fe; y yo había amado con frene­sí, con locura, con abnegación, con celos y con los raptos celestiales que se atri­buyen á los ángele~. Pero más poderosa era todavía en mí la necesidad de ser amado; y ciego en mi ambición, creía que para esto basta­ba que leyesen el fondo de mi alma. Si alguna alma delicada se estreme­ciese de dolor al leer estas líneas, como se estremece y vibra la cuerda de una lira tocada por un ciego, la necesidad más poderosa de mi corazón en este momento habrá quedado satisfecha, por· que el dolor necesita simpatía, amor, dolor también, para encontrar consuelo. Pero pocos corazones estarán lastima- ······ , ... ·· r· · ···•·· ·· · ·····•··· .•.... ~ ... ··• dos como el mío; pocas almas estarán, Cargado de ar1os, lleno de decepcio-como la mía, viviendo sólo de recuerdos nes, pero aún el c0razón sensible, y tristes, que á otros matarían, y que á mí exaltada esta sublime aspiración, me me embelesan, porque son menos crueles fui á un campo yermo, debiendo á la que el presente y porque yo y á no tengo generosidad de una amiga el llevar, por porvenir: que en la vejez la tumba e5tá compailera una linda perrita. juguete­cercana. Sin embargo, escribo con es- na, de piel carmelita, sedosa y crespa, peranza: Cuando el herido pide compa- de cabeza delgada, orejas largas y ater­sión; cuando el náufrago escribe su ciopeladas y de rnirada inteligente y nombre y el día y la hora de la ca.tás- apacible. Y verla retozar, saltar, ir y trofe, y lo confía á las ondas para que venir á mi lado, fué por mucho tiempo lleven su relato á lejanas playa5; cuan - mi solo placer, mi única diversión. do el ni11o llora y se arroja en el seno A esta perra le di por nombre MIRZA . de su madre, ó el amante confía sus Esta era la heroína de un poema de penas á la mujer querida, todos, como amor que yo había leído, y que era así: la necesidad más imperiosa de la cxís~ La sacerdotisa de un dios severo, im­tencia, buscan quien comprenda sus placable y sauguinario, habíase enamo­sufrimientos y participe de ellos; bus- rada de un joven, y del templo se había can quien los compadezca, quien llore, huido con su amante, yendo P.Or todas quien con ellos ame; porque dolor, partes, inspirada y sublime, predica11do compasión, simpatía, ternura, son sólo una nueva religión de amor y de felici­amor, y el amor es la ley universal. dad á les mortales. Tras largos at1os de Adelantado en el camino común de ventura, rodeada de sus hijos y al lado la vida, habiendo bu:;cado en vano otros de su esposo, fué sorprendida por los senderos, quise en la soledad del campo c.elosos sacerdotes y sacrificada en el encontrar descanso; porque, como el l acto. Y ella, al morir, acariciando á sus gladiador vencido, e~taba moribundo y hijos, les decía: a: Y á veis que esto es nadie restaiiaba la sangre de mis heri- cruel, y el amor á todos hace ventu­das .•.. ; quise aspirar el aire libre y vi- rosos.l) vificante d'el campo, sacudir el polvo La criatura inteligente y fiel creció á del mundo y vivir del amor supremo 1 mi lado, se hizo hermosa y no amó á de la naturaleza. nadie más que á mí, no quiso más que De las pasiones humanas, la ambi· estar donde yo estaba; y á veces mi­ción jamás había enardecido mis sienes: rándome con expre.sión dulce y amable, , al contrario, las alturas, así físicas como á veces batiendo su abundante cola, me morales, me habían causado vértigo. hablaba de su amor. La avaricia, la sed de enriquecer, no Quise hacer de est: campo una grata había secado mi garganta. El odio e:; mansión: nó un jardín, que eso no es­cruel, y me había inspirado miedo. La .taba de acuerdo con el estado de mi es- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA 1\'IUJER 373 píritu, sino un lugar donde confundi­dos se vieran-como en mi alma los re­cuerdos- los árboles, las flores, las plan­tas agrestes Y. los sauces melancólicos y tristes. En mi diaria tarea, MIRZA me acom­pañaba: iba unos pasos adelante, se de­tenía donde yo me paraba á poner la simiente de un árbol, emprendía su marcha cuando me veía hacer lo mis­mo, y jamás se rendía. Así es que en cada planta, en cada árbol, en cada ftor, MIRZA ha dejado un recuerdo. Ver el inmenso y variado panorama del cielo, mientras que la brisa, pasan­do entre los árboles, produce un ruido misterioso y sublime, era un deleite que duraba para mí largas horas; y mien­tras tanto, MIRZA, tendida á mi lado, la cabeza entre las patas delantt:ras y las orejas caídas, parecía soiiar también. Cuando abrasada la mente, cerno de un volcán arrojaba esas ideas que que­man! l\1mzA parecía compren erlo: ja­más se dormía, y, de pié enfrente de mí, e taba como miedosa: me miraba aten­ta, sin atreverse á acariciarme y sin q utrer alejarse. Por la noche, acostada junto á la puerta de mi aposento, me avisaba con ~us latidos que ella velaba por mi tran­quilidad; y al menor ruido extrat1o, al dtvisar á una persona ó sentir un ani­mal, atronaba la casa; y yendo hacia donde estaba el peligro que ella temía, y volviendo presurosa, sin cesar latien­do, daba el alarma y se prevenía á de· fenderme. Siempre que los niños venían á la hacienda, olvidada la guarda de la casa, dejaba sus hábitos sedentarios, y adivi­nando cuánto esto me era grato. se iba con ellos á todas las expediciones que emprendían. Jamás abandonó la casa confiada á su cuidado, por sola que se quedase, por hambre que tuviese; y cuando yo lleCYaba, tras ligera ausencia, salía á reci­bir~ e, solícita y amante, batiéndome la cola y haciéndome caricias con la boca. Hasta dónde llegaba su clara inteli­gencia, igual ai amor que m~ profesa­ba, lo revelan estos hechos: Poníame á jugar con ella, á moles­tarla y á sujetarle la cabeza entre mis manos; y entont:es ella gruñía, fingien­do estar furiosa, me tiraba tarascadas amenazantes; y cuando lograba coge( una de mis manos entre sus dientes, · no me dejaba retinnla, pero no apreta­ba la boca de manera que pudiera he­rirme. Era su amigo y co1upaiiero Botz Amt, hermoso perro con quien estaba siem­pre jugando; pero á mi llegada lo aban­donaba, y si el perro á mí se acercaba y yo le hacía cariños, se le iba encima, gruñendo y disgustada. Cuando fué madre, me tomó del ves­tido, y orgullosa, feliz y satisfecha, me llevó al lecho de paja~, en donde sus seis hijitos la aguardaban, y se puso á darles de mamar. Como la sultana ama á su señor, con la fidelidad del amigo, con h gratitud del esclavo redimido, con la ternura de una niria y el entusiasmo de un idóla­tra, así l'vlrRzA me amó. Y á había sido madre varias veces, y en mi ausencia quedaba al cuidado de una vieja india, que la casa guarda. En todas las casas de las cercanías habfa perros carmelitas que yo había regala­do, tnuy parecidos á l\.1IRZA, que la re­conocían por madre y que, en vez de latirnos cuando llegábamos, salían á re­cibirnos con agasajo; de tal manera, que pudiera haber e dicho que ella había llevado el amor á esa región. Pero la última vez que fué madre tuve q~e ausentarme, y. á mi vuelta noté que .1\fiRZA no salía á recibirme cual tenía de costumbre; y entré con el ánim0 preocupado, temiendo una de,gracia. En la enramada donde se dejan los caballos se me presenló MIRZA, flaca, descarnada, exánime, moribunda; levantó en alto la cabeza, batióme aman­te la cola y volvió á echars"e. Me acer­qué, toméle la cabeza entre mis manos y contemplé su mirada. turbia yá, pero fija con amor en mí. Le di pan, y no pudo recibirlo; pero meneaba la cola en señal de agradecí miento. Entré á la casa, lleno de amargura, á buscar remedios, intentando salvarla; y cuando vol vi con leche, y á no estaba en el misn1o lugar: se habíá ido á la pieza inmediata, á donde estaban sus hijitos; y dándoles de mamar, extenua­da, exánime, y mirándome amante, se rindió á la muerte. -¡Adiós!- le dije, lleno de dolor y sin poder contener mi llanto.-¡ Adiós, mi dulce compañera 1 Sin ti El Empo- Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 874 DA MUJER rr:o estará de día solo y de noc:he triste y silencioso. Tú eras el encanto y la alegría de este retiro. ¡Adiós! ¡ Adiós 1 MEDARDO Rrv,\s. Para tu · álbum Verdinegro estaba el mar, La tempestad atronaba, Y un barco roto luchaba Viendo la muerte llegar. Los pasajeros en coro Cantaban con triste acento, El barco por cargamento Conducía liras de oro. Todos cantando al Patriarca De los cielos, allí á solas, Mientras las rabiosas olas Se iban tragando la barca. No se podían salvar, ¿ Quiénes eran? Trovadores! ¿Qué an iaban esos seflores ? ¡Ver las sirenas del mar! De repente entre la bruma Se oye un grito que resuena, Y aparece una Sirena Flotando en blondas de espuma. Cay ron todos de:: hinojos, Cesaron quejas é iras, Cantaron todas ]as liras, Lloraron todos los ojos, Mirando aquella mujer Envuelta en suaves efluvios, Con hermosos bucles rubios, Con labios de rosic1er. Ella lus vino á salvar: Que al fuego de sus pupilas, l~ ueron quedando trauquilas Todas las olas dtl mar. En las leyendas de amores, Dice, un J. de en can tos llena: Que tú eres la Sirena Que vieron los trovadores. Por eso ahí va mi cantar, Ahí va mi canto mejor, Que le envía un trovador A una sirena del mar. CARLOS MEANY y MEAr\Y. LOS BAYOS X brujo de Menlo-Park,» el incansable sabio Edisson, ha dado la última mano á ese portentoso descubrimiento, cuyos útile~ resultados no podrá el presente siglo valorar en toda su extensión. El sabio Roentgen había encontrado algunas dificultades para poder a tra ve­sar todos los cuerpos opacos, por ejem­plo, los huesos; y hé aquí que el inven­tor del fonógrafo ha ideado una pan­talla químicamente preparada, á través de la cual nada se oculta al observador. ' El cuerpo humano se podrá ver todo interiormente como si fuera de vidrio. La medicina ha ganado inmensa­mente con ese descubrimiento. Y á los médicos, en rn uchos casos, no tendrán que estar adivinancio, como hasta hoy lo han hecho, sino que sa­brán con toda seguridad q llé parte del cuerpo está afectada y qué resultados pueden producir sus meciicamen tos. E~ procedimiento de Edisson es muy senctllo: on la poderosa luz cathódica colocada detrás de su paciente, mira á 1 través de su pantalla y ve todos los ór­.1 ganos del cuerpo tan claramente como pueden verse las palmas de las n1anos. 1 El paciente no tendrá ni la necesidad de desnudarse, porque la ropa ~e pene j trará como un linón nada tupido. ~ Para hacer pintura luminosa 1 Lávense unas conchas de ostra con 1 agua caliente; pónganse luégo al fuego durante n1edia hora, y al cabo de este titmpo retírense de él y déjt::nse enfriaL U na vez bien frías, se m u e len hasta re·· l ducirse á polvo muy fino, teniendo cui- 1 da?o de separ~r las partes oscuras y gnses que no st rven al efecto, y se po- 1 d , . 1 nen espues en un cnso . en capas al-ternadas de flor ó de azufre. Tápese 1 uégo el crisol pegando la tapa con cimento hecho de arena y engrudo pre­parado con cerveza, el cual se deja se­car, y entonces se vuel\.'e el crisol al fuego por un hora, al cabo de 1a cual se deja enfriar bien y se quita la tapa. El contenido debe estar perfectamente Sabido yá por nuestras lectoras el blanco: y si no, se separan las partes gran descubrimiento del doctor Foent- que no J? estén, p~rque esas no se po­gen, profesor de \Vurzburgo, al que se , nen .1 ummosas; 1 u ego se cierne por u 11 le ha dado el nombre de rayos X y por · tan:tz muy fino; y el polvo que así se medio del cual se puede ver todo lo obttene se mezcla con un color claro que se quiera á través de cualquier preparado con goma, porque en est~ cuerpo opaco, fáltanos poner en conocí- c~so es mejor dar dos capas delgadas de miento de las que no lo sepan, que« el ptntura que una gruesa. Esta pintura Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. LA MUJER 875 permanece luminosa durante la noche, con tal de que se la haya expuesto á la 1 uz durante el día. cuAa Un pobre médico de pueblo habfa comprado una fanega de trigo á un la­brador ricachón que Je reclamaba el pago cada instante. -Pero, ¡ cana . t'ls I -decía el acree­dor- ¿ cuándo me paga usted ? -No tengo dinero. -Eso se dice muy pronto. Pero, pero ... Ea, devuél va me usted el trigo. -M e lo he comido. -Déme usted un mueble. -No tengo más que lo preciso. -Va ya, pues póngame usted dos do· cenas de sanguijuelas en cualquier parte. Jlxcuaa La carencia de papel de imprenta en la ciudad y por consiguiente el elevado precio á que lo hemos estado pagando , no nos ha permitido publicar los dos números de nuestra hoja que debieran salir semanalmente. Por este último n1otivo no hemos podido insertar va· rios artículos con que nos han honrado nuestros cola horadares. N os creemos, put!s, en el deber de dar la presente excusa, tanto á nuestras suscriptoras como á los que nos han fa· vorecido con sus escritos, prometiéndo· nos, inmediatamente que cese el incon­veniente apuntado, publicar números dobles para poder colocar la mayor par­te del material que tenemos atrasado. :Pensamientos El sueño es altvio de las miserias de los que las tienen despiertas. Donde hay mucho amor no suele ha· ber mucha desenvoltura. La pereza es la bestialidad del cuer .. po, así como la bestialidad es la pereza de la inteligencia. Un perro concertista En la última feria de Sevilla, uno de los infinitos saltimbanquis que acuden todos los años á la tan popular fiesta, estableció un teatro de animales sabios. Lo más notable del programa consis­tía en la ejecución ... á dos patas, de una pieza de piano por un bonito perro de l aguas que respondía al nombre de Aft'­lord. La tienda estaba llena por un público anhelante de curiosidad. Llegó el momento, y ¡lfilm·d se presentó en escena, siendo saludado con un prolon­gado aplauso, como si fuera todo un artista. A una señal del Director, Afilord saltó al taburete colocado delante del piano, se sentó, en posició:-: académica, con su cola enroscada, y se puso á tocar muy correcto el primer wals Tout a la jouie del Maestro Farbach. De repente, un guasón-un gitano del barrio de Triana-que estaba al fundo de la sala, se puso á gritar: '¡Al gato!. .• ¡ al gato!>> ... Oír esto el perro, volver ~e hacia el público, en­derezar la cola, erizársele los pelos, y desaparecer de un salto, para correr en busca del enemigo hereditario, fué obra de un instante .....• Y el piano siguió tocando solo, y más y mejor, el precioso vals Tout a la jouie. ¡ El pi no era un piano mecánico J Beceta• de cocina BIZCOCHO ESPO.'JA.-Tómense cinco huevos y media libra de azúcar y bátase todo con un tenedor por media hora. Tómese previamente una cantidad de harina equivalente al peso de dos hue· vos y medio. Después de haber batido los huevos y el azúcar el tiempo indica­do, mézclese la raspadura de un limón (el zumo puede agregase á voluntad). Bátase adentro la harina é inmediata­mente colóquese sobre una lata cubierta de un papel untado de mantequilla, y en el instante póngase en un horno casi frío. Charada U na prima y otra jrz'ma Cuatro vienen á ser, Como cinco mitad de dos, Aunque no lo quieras creer. Y mi segunda y la pr·ima Docena forman las dos; Y unidas prz'tna y segunda N o forman docena, nó, Pero si forman, si quieres, U na bella interjección. Solución á la del número anterior: Cupido. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 1 376 L :A :1\PU J E R OhascarrDloa Entre madreé hija: -Yo, mamá, no quiero casarme. -¿ Por qué, hija mía ? -Porque soy demasiado ignorante. -No importa. Los hombres no aman á las mujeres dema~iado inteligentes y superiores. -Es que tú crees que ' todos los hom­bres son como papá. COlfi'BB.BKOIAS SOBRE LA EDUCACIÓN DK LA llUJBB POR ME DARDO niV AS {Continuacióu) Casada después la seilori ta con el se­ñor don Joaquín :Jove, rico comerciante español, residente en Cartagena, y ha­biendo emigrado á 1amaica pc)r conse­cuencia ele la guerra de independencia, llegó allí á una pobreza extrema. En­tohccs la señora Josefa Gordon de J ove proveyó al sos-tenimiento de su familia con artículos literarios que enviaba á los periódicos ingleses de la isla, y tra­duciendo al español los alegatos que en los juicios hacían los abogados; pues por respeto á las leyes del pafs, la legis­lación inglesa dispone que los proc~sos se sigan siempre en el idioma español como antes de que su nación fuese po­seedora de la isla. ~llí residió por muchos años la se­ñora, siendo el centro intelectual y culto de Jamaica en la época de su gran pros­peritlad, y cuando era el asilo nnas ve­ces de Bolívar y los patriotas, y otras de los españoles arrojados del continente. V.isi tada la isla por el terrible azote ae la viruela, la señora Gordon de Jove acometió la empresa de salvar la pobla­cion vacunando á todos sus habitantes gratis, estableció en su casa una ofi­cina que ella misma presidía vacunando, y envió el pus á todos los departamen­tos; y tales fueron los servicios que prestó, que el Gobierno inglés le regaló, en conmemoración, una gran jarra de plata de esta forma: La hermosa colombiana estaba de pie como la estatua de la caridad; y al pie había dos negras presentándole sus hi­jitos pequeños, con los brazos extendí· dos para que los vacunase. U na inscripción altamente honrosa ocupaba el centro. Esta jarra! según la última voluntad de 'la señora, debía reposar en el Museo de Bogotá. Era esta mujer de un talento extraor­dinario y de mucha erudición. Conocía ellatfn y todos los idiomas vivvs, y á fondo la literatura de cada país. Había estudiado economía política y las cien­cias morales; hablaba con elegancia y pureza el espanol; y manteníci corres­~ ondencia con las personas más nota­bles de España y con los personajes cé­lebres de toda la América del Sur: en­tre otros, con el General Tomás C. de Mosquera. Residiendo últimamente en Venezuela, el señor Gual, el doctorJosé Vargas, Baralt, Juan Vicente Gonzá­lez y Elíseo Acosta, eran sus íntimos amigos. Habiendo conocido allí al .sei\or Ma­nuel A.ncízar, admirando su capacidad y estimando los importantes servicios que podía prestar á su patria, que no lo conocía aún, se emp~nó decidid ... mente en que viniese á Colombia; y á ella de­bemos en gran parte el que resida entr,e nosotros. . Profundan1ente estimada por todos los hombres notables de Venezuela, ro­deada de admirador.es d._e su genio y de su saber, y gozando de Jas más :vivas simpat!as del pueblo, murió en Caracas el at1o de 1851. Sus numerosos escritos quedaron en poder de su hijo. Tuve el honor de ser . u amigo, y de oír con placer su inspirada palabra. lla me regaló una obra en inglés, titulada Cur,iosidades 'literarias, con la siguien· te dedicatoria de su letra, que me hago un deber de coloc~r aquí como un ho­menaje á su memoria sagrada: ~e ¿Para pensar en usted necesitaba yo acaso de su interesante recuerdo? Nó, mi querido Medardo! antes de conocerlo lo apreciaba, pues había leído en El Siglo los sentimientos de usted en favor de Ja moral de nuestras clases pobres. Des­pués que lo he tratado, y cuando lo he visto animarse de una justa :y santa in· dignación contra los opresores de nues­tros excelentes pueblos, y principalmen­te de la desgraciada raza africana, al aprecio que yá le tenía se ha agregado el cariño más sincero, y los días que us­ted ha pasado en mi modesto hogar jamás se borrarán de mi memor;a. (Continuara.) Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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La Mujer - N. 47

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