Por:
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Fecha:
07/12/1898
ANO Il Bogotá, Diciembre 7 de I 898 NUM. 78
ORGANO DEL MI~ISTERlO DE GUERRA Y DEL EJERCITO
--4-·~--
Director, ALEJANDRO POSADA
So1t colaboradores natos de este perióaico todos los Jefes y Oficiales atl
Ejército de la República
MINISTERIO DE GUERRA
DECRETO NUMERO ooo DE 1898
(!. 0 DE DICIEMBRE)
que concede una pensión de los fondos del Montepío Militar
El Presidente de la República
CONSIDERANDO:
~e la señora Felisa 'favera, viuda del General Eduardo
París, ha o:urrido at Pod~r Ejecutivo, por conducto de
la Junta Directiva del Montepío Militar, en solicitud del
socorro á que le da derecho el artículo 7. o de la Ley I S 3
de 1896 ;
~e el General Eduardo París falleció en la ciudad de
Popayán d r S de Noviembre del año pasado, encontrándose
en servicio activo ;
~e al n1encionado militar se le hizo por más de dos
años el descuento correspondiente para el Montepío, según
consta del certificado expedido por el Tesorero de dicha
Institución ;
~e la mencionada señora ha acompañado á su petición
los comprobantes que exige el artículo 22 de la expresada
Ley I S 3 de I 8 9 6 ; y
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
298 DOLETÍN ::YIILITAR
OEe la Junta Directiva del Montepío Militar apoya
la solicitud,
DECRETA :
Artículo único. Concédese á la señora Felisa Tavera,
viuda del General Eduardo París, una pensión de cien pesos
mensuales ($ I oo ), pagadera de los fondos del Montepío
Militar, de conformidad con lo defern1inado en el artículo
7. 0 de la Ley I 53 de I 896.
§ De esta pensión disfrutará la agraciada desde la
fecha del respectivo título de adjudicaci6n, por el tiempo
de su viudez y mientras observe buena conducta.
Comuníquese y publíquese
Dado en Anapoima, á I.0 de Dicien1bre de 1898.
MANUEL A. SANCLEMENTE
Bogotá, 2 de Diciembre de I 898 .
•
El Ministro de Guerra, PEDRO ANTONIO MOLINA
DE LA ARTILLERIA DE CAMPAÑA
EN COMBINACIÓN CON LAS OTRAS ARMAS
(Continuación)
Consideremos desde luego el caso en que la división
de caballería ataca al enemigo y quiere llevar el combate
hasta la decisión : tan pronto como la vanguardia se pone
en contacto con el enemigo, sin pérdida de tiernpo trata
de reconocer, lo más posible, las condiciones en que se halla.
La artillería en estos combates de reconocin1iento no
debe tomar parte casi nunca.
La división marcha hacia adelante sin experimentar
pérdidas hasta que entra en la zona del fuego eficaz del
cañón enemigo; tan pronto como se halle en este caso ó
en el de que las condiciones del terreno no la permitan
aproximarse á cubierto, es de todo punto necesario que la
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:BOLETÍN MILITAR
artillería entre en fuego en seguida, para atraerse el de Jas
baterías enen1igas ; ó por lo menos, para librar á la caballería
en su desp 1iegue del fuego de una artillería que no está
batida por nadie ; pero si las baterías á caballo no se dirigen
n1ás que á la artillería enemiga, el objeto particular del
ataque permanece intacto hasta el momento de] choque ; resulta,
pues, de aquí la necesidad de cañonear tanto las baterías
enemigas, con1o el objetivo principal del combate ; si las
baterías logras~n hacer callar la artillería enemiga, antes de
tmpezar la acción verdadera, se encontrarían en una sitt·ación
muy favorabl i! para quebrantar el objeto principal ;
pero si se considera que el efecto contra las baterías enemigas
no ha de conseguirse ni tan pronto ni ha de ser tan
grande, como sería de desear, se cañonearán entonces con
preferencia, á la infantería y caballería enemigas. Sin embargo,
hay que tener siempre p resente que la artillería enemiga,
al principio del ataque, obrará contra nuestra caballería,
con tanto m á s eficacia, cuanto que no tenga otra
artilkría que la n1ole , te ; por consiguiente, las baterías á caballo
desde su primera posesión romperán un fuego muy
vivo de grande metralla hasta acallar las baterías enemigas,
ó por lo menos hasta conseguir que su fuego no sea muy
eficaz; desde entonces se dirigirá el fuego contra el objetivo
del combate, sin perder de vista ]as baterías enemigas,
reservando para cañoneadas una parte de nuestra arti1lería.
En la elección del emplazanliento de las baterías á ca ..
bailo debe proponerse por punto general el producir el mayor
efecto durante el mayor tien1po posible, sin impedir en
nada las maniobras de la caballería, ni en su ataque, ni en
su retirada, teniendo en cuenta siempre el estar en completa
seguridad, sea por el terreno, ó por las tropas que las
acompañen. Dependerá de la distancia y de la disposición
general del combate, para considerar este emplazamiento
como primera posición principal, desde donde la artillería
enemiga. pueda ser batida de una manera muy eficaz ; y que
asegure el despliegue de las masas de caballería contra los
ataques del adversario, éste no debe poder atacar sin pasar
bajo el fuego de nuestras baterías. Si por circunstancias especiales
el primer en1plazamiento está bastante lejos y desde
él se consigue poco efecto, debe considerársele como pasajero,
abandonándolo tan pronto como se pueda, tras1adán-
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300 BOLETfN MILITAR
dose por escalones á la posición principal. Sólo en el caso
de que la artillería enemiga moleste demasiado á nuestra
caballería podrán dirigirse todas nuestras batería-t contra
aquélla. Esta posición principal debe tener ]a condición de
que nunca puedan estar las baterías sériamente amenazadas
por tropa~ que se presenten de improviso, en general dicha
posición debe elegirse un poco á vanguardia del ala que
sirve de eje para el ataque. En el caso en que la división
de caballería no tenga una superioridad marcada sobre el
enemigo, debe tener elegida de antemano una línea de retirada
segura, en cuyo caso la artillería se colocará lo más
cerca que pueda de esta línea ; y como en el caso .de una
retirada las baterías son las llamadas á sostenerla, deben
estar en posición de cañonear el mayor tiempo posible la
artillería enemiga, retirándose aq uéJlas por la mencionada
línea por escalones.
La elección de lapo ición que anteriormente hemos indicado
se funda en que : I .0 el ataque es mucho n1ás sencillo
y las baterías se encuentran en un punto seguro y sólido;
2. 0 la caballería se encuentra más libre en sus nlovimientos
y las baterías no se ven obligadas constanten1ente
á ponerse tan pronto en 1 ínea, como en batería, y el efecto
de los disparos se observa difícilmente, tanto por el polvo
como por los caballos; y la unidad en la dirección del fuego
es absoluta; 3.0 la retirada de la división de caballería en general
y la de la artillería en particular es más segura, y las baterías
están en mejores condiciones para trasladarse por el
camino más corto á otra posición más conveniente para sostener
la retirada ; y 4· 0 la posibilidad de poder enfilar las
tropas enemigas por medio de maniobras fáciles y rápidas.
Hasta 1'!. completa ejecución del ataque la artillería. permanece
en esta disposición.
Tan pronto como las baterías, desde su posición principal,
han apreciado con exactitud la distancia que las separa
de las baterías enemigas, deben romper un fuego vivísima
de granada--n1etralla contra ellas, pues no hay más
que un intervalo muy corto desde que se emplaza en dicha
posición hasta que principia el ataque forn1al de la caballería
; por otra parte, este fuego rápido es el único medio
eficaz de reducir al silencio el cañón enemigo, ó por lo
menos hacer que su fuego sea más lento y menos certero,
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BOLETÍN MILITAR 301
estando, por lo tanto, nuestra caballería n1enos molestada
en sus n1aniobras.
El deseo y previsión de la artillería de obrar de una
manera n1ás decisiva contra el punto objetivo, y poder distinguir
bien los amigos de los enemigos entre el polvo y la
confusión en el combate, cuando la caballería se dirige ya
al referido punto, hace necesaria en principio una segunda
posición principal ; la artillería no debe acompañar en el
ataque á la caballería sobre un ala, á una distancia tal, que
se vea envuelta y mezclada con ésta en su choque, y se vea
expuesta al peligro de perderse sin ninguna necesidad. Antiguamente
las baterías á cab allo se lanzaban á Ja carrera,
situándose en batería á 400 ó 500 n1etros del punto principal,
y ron1pían un fuego muy vivo de metralla, retirándose
en 8eguida para dejar entrar en acción á la cabalJería
sobre dicho punto, así quebrantado por dicho fuego. Pero
hoy día Jas armas portátiles, á cargar por la culata, impiden
á la artillería acercarse á tiro de n1etraJla ; además de
que las granadas ordinaria s y las shrapnels hacen ya inútil
casi si e mpre el empleo de la me t ralla en la ofensiva, se hace
absolu t amente imposible cuando la artillería enemiga se
opone ; pero no por esto es tne nos indispensable una segunda
posi ción princip al para la artillería del ataque, pues
en el mon.1cnto del choque, la confusión de Jos con1batientes
impide á dicha artillería ver el objetivo, y por consiguiente
obrar contra él eficazmente. Aden1ás, esta segunda
posición principal es tanto más necesaria cuanto
]a línea del despliegue de Ja caballería se halla más á retaguardia
que en el tiempo en que las armas de fuego portátile~
no eran ni rayadas ni de retror.arga ; y en dicha línea
se encuentra Ja primera posición principal de las baterías.
La segunda posictón principal debe ocuparse en el moInento
en que la cahallería está ya toda desplegada y se
lanza á Ja carga ; para esto las baterías rompen al galope,
que concluye por el escape, y se ponen en batería en dicha
posición ; si el fuego del cañón enemigo no está completamente
apagado, dicho movimiento debe hacerse por escalones
; el que queda á. retaguardia no debe cesar de hacer un
fuego lo más vivo posible con gtanada-metralla sobre las
baterías enemigas, para sostener en el mon1ento crítico á las
baterías que se mueven.
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302 BOLETÍN MILIT .A.R
Pero el Comandflnte en Jefe de la División exan1inará,
según las circunstancias, si es n1ás ventajoso, una vez desplegada
la caballería, diferir su ataque para que la artillería
obre por n1ás largo tiempo desde su primera posición
principal, y apague, quizá por completo, el fuego enemigo.
Estas circunstancias son, por ejemplo, cuando se puede
desplegar la caballería á cubierto, y cuando no se tiene
una gran superioridad nun1érica de ella, ó cuando la artillería
enemiga no está suficientemente quebrantada, y bate
desde su posición todo el terreno que la rodea ; y en fin,
cuando la situación del combate no exige una decisión
muy pronta.-( Continuará).
REMINISCENCIAS HISTORICAS
En el aniversario de la indrpen clenc i:~ del Perú
-182 1-28 de Julio-1898.
La obra heroica y colosal de dar la libertad al Contin<"ntc sudamericano
fue el resultado de la acción patriótica, activa y deliberada
de los pueblos que formab a n las antiguas colonias españolas,
impulsados por el grandioso proyecto, que fue energía y poder,
intelectual y material al mismo tiempo.
En aquella lucha heroica que tuvo un mundo por superficie
de su escenario, convertido en dilatado campo de batalla, todos los
pueblos, como es notorio, acaudillados por sus hombres m ás importantes,
lucharon entusiasta y varonilmente por la aspiración común,
que era la independencia completa .del dominio español, subordinando
á este propósito todos sus esfuerzos, recursos y esperanzas.
Producido aquel vasto movimiento imurreccional, casi simultáneamente
desde México hasta Magallanes, la lucha fue sangrienta
y porfiadísima, y en verdad que si unos pueblos se adelantaron
á lanzar el grito regenerador, otros que lo hicieron después,
alcanzaron y aun aventajaron á los primeros en los resultados prácticos
y teóricos de la odisea revolucionaria, y Bu en os Aires, la Paz,
Quito y Caracas, discuten hoy mismo todavía sobre la audacia;
méritos, iniciativa y glorias de la gran cruzada.
Pero la cuestión principal, la que más nos apasiona y nos divide
aún, y continuará en el porvenir, es sobre á quién cabe la gloria
de haber dado el jaquemate de la gran partida que, por espacio
de quince años, se jugó con habilidad, heroísu1o y rara constancia
en los campos de batalla, y en las discusiones tranquilas y meditadas
de los gabinetes, contra el dominio de tres siglos de España y
América.
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:BOLETÍN :MILITAR 303.
Indudablemente que la acción política de la revolución fue
una palanca poderosa que la impulsó con una gran fuerza mo
triz hacia ad...lante, dirigiéndola con acierto entre los numerosos
escollos que ocultaba en ::;us bajos fondos el encrespado mar que se
forma siempre por las pasiones agitadas y en lucha.
I\1as la verdadera causa que debía producir el anhelado efecto,
la independc>ncia, consistía en la fuerza material, única llamada á
fallar inapelablemente la homérica contienda, y eran las victorias
de los ejércitos la solamente capaces de arrollar los miles de soldados
españoles escalonados como inmenso círculo de fierro, sobre la América
del Sur.
Ahora, á Ja inversa de lo que pensaba Cicerón, debían ceder
las togas á las armas.
Naturalmente, en tan larga y continua lid, de tántos pueblos
combatiendo al mi ·mo tiempo, surgieron prominentes figuras militares,
que han inmortalizado sus nombres en esa lucha ardiente,
y la po teridad los aclama héroes.
Todos y cada uno de ellos, en su respectiva esfera de acción,
contribuyeron al objetivo común; pero en ésta, como en todas las
empresas humanas, unos hicieron más y otros menos, según sus ta-lentos
y condiciones. •
La historia severa é imparcial, colocando en el puesto que ·
verdaderamente le corresponde á cada uno de los generales de los
diferentes países sudamericanos, ha juzgado, y con justicia, que
los que más se destacan del nivel común, por sus grandes hechos
en aquella empresa gigantesca, única en los fastos modernos, son
dos, que la Arrérica aclama y admira: SAN l\1ARTÍN y BoLÍVAR.
Reconcentrada a. í la atención sobre estos dos hombres extraordinarios
de la lucha, las opiniones se han dividido, y unos aclaman
el primero al émulo de Aníbal y Napoleón en el nuevo mundo,
á S '\N MAk.TÍN, que con precisión matemática escaló los elevados
Andes, ganando las batallas de Chacabuco y Maipú, clásicas desde
el punto de vista militar- que tuvo desde el principio de la guerra
la visión clara del porvenir de la independencia, hiriendo en el
corazón, en su centro de recursos, que era el Perú, á la dominación
española.
Los otr.Js, seducidos por el brillo del talento de BoLÍVAR,
guerrero tántas veces victorioso, legislador y escritor, orador
elocuente, que abrasaba con el fuego sagrado del patriotismo los
corazone~, que no con~ibe términos medio~ en la lu~ha y declara
su inpremedi tada guerra á muerte, también escala los Andes, cruza
ríos, gana batallas y liberta pueblos,-::.1claman más grande al hijo
opulento de Caracas, que al nativo humilde de las Misiones argentinas.
Los principales escritores de la• América han aportado á la
gran polémica los más sazonados frutos de sus talentos, y los más
prolijos cotejos de sus pacientes investigaciones históricas, cada día
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304 BOLETÍN MILIT !R
con nuevos documentos y comprobantes, iluminando la célebre
controversia, que es ya bajo todo punto de vista, y especialmente
el bibliógrafo, colosal, para decir según sus opiniones patrias: este
es el más grande!
Pero al brillo y sólido argumento de los unos, erudición y patriotismo
de los otros, y nuevos monumentos que se alzan cada día
á la memoria de los dos próceres, no cede ninguno de los bandos
en que está dividida la opinión americana.
SAN MARTÍN es inmenso; Bou VAR es colosal·- éste tuvo un
gran patriotismo-aquél le iguala- el misionero fue un gran estratégico
-el caraqueño está á igual altura.-- SAN MARTÍN escala
los Andes para libertar á Chile-BoLÍVAR los trepa más al norte,
cubiertos de nieve, para libertar á Colombia. El primero es la encarnación
de la modestia y el civismo -el segundo tiene la ambición
del patriotismo-BoLÍVAR es el torbellino que todo lo arrastra,
SAN MARTÍN el juicio tranquilo y meditado, que se impone
sin violencia y se desarrolla sin estrépito.
Aquél gana batallas; pero pierde casi siempre miles de hombres,
porque es impetuoso y ardiente, éste vence y sabe economizar
la sangre, porque es frío y calculador.--BodvAR quiere su bordinarlo
todo á la fuerza y al Ímpetu- SAN MAR"I ÍN al cálculo y á
la constancia. U no cuenta sus batallas por docenas, el otro da pocas,
pero consigue igual resultado. BoLÍVAR es el Ímpetu: SAN
MARTfN es la reflexión.
Así replican y replicarán eternamente, desde el Plata al Orinoca,
desde el Chimborazo al Tupungato y Potosí, y no nos convencerán,
ni los convenceremos, seguramente.
Existe, no obstante, un punto capital que, como eje común,
gira al rededor de los dos héroes, y ha servido á muchos escritores
para pretender dar á BoLÍVAR la superioridad sobre SAN MARTÍN.
Este original punto de partida ha sido la llegada de los afan•
ados Generales al Perú, u110 empezando la lucha contra la opresión,
en aquella fuerte base de sus operaciones y recursos, y el otro
terminándola, asignando al vencedor de Carabobo la supremacía
sobre el héroe de Maipú.
Pensamos de diferente manera, y vamos, ya que no es posible
establecer nuevos paralelos, ni aportar nuevos documentos al deba-·
tido tetna, á reducirlo á una fórmula sencilla, que encierra un gran
fondo de filosofía y verdad, y presenta clara y precisa la intrincada
cuestión sobre el verdadero alcance y resultados de las campañas
de SAN MARTÍN y BoLÍVAR en el Perú, que decidieron la sangrienta
y tenaz lucha por la libertad.
En el mes de Diciembre de 1825, un año desp'1és de librada
]a batalla de Ayacucho, que aseguró la independencia de este Continente,
llegaba á la ciudad de Salta, de trámito en viaje á Europa,
el General Guillermo Miller, que tomó parte tan distinguida en
la guerra de la emancipación, y el doctor Facundo Zubiría, vecino
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l30LE1'ÍN MILITAR 305
influyente de aquella ciudad, á quien iba recomendado Miller, lo
recibió con el rt'ayor afecto r distinción, ofreciéndole un banquete.
Lo más selecto de Salta acudió á la cita en honor del héroe
de .l\1irave. La mesa fue servida con profusión y esplendidez, y en
aquellos tiempos de entusiasmo patriótico, reuniones de esta clase
eran muy oportunas para las fr·ancr.s y entusiastas manifestaciones
en homenaje de la independencia y la libertad.
Siguiendo la costumbre tradicional en estos casos, el Gobernador
de la Provincia y Jos hombres eminentes que rodeaban la
mesa, pronunciaron varios brindis, recordando la gloriosa batalla
de Ayacucho, el ejército vencedor, los Generales Bod\'AR y Suere,
y todos los que vencieron el memorable 9 de Diciembre de
1824, inclusive el mismo General .1\lliller, que se había distinguido
en la gloriosa jornada.
Cuando ya parecía agotado el tema de.los brindis, se puso de
pie un distinguido caballero inglés, el doctor José Redhead, generoso
médico del General Belgrano, á quien había acompañado en
algunas de sus legendarias campañas, pidiendo la palabra, para que
le acompañaran todo los am~ntes de la libertad y de los guerreros
americanos, especialmente los argentinos, en cuyo suelo ho~pitalario
él había sido acogido con las más señaladas mue:;tras de estimacion
y afecto.
Cuando todos los concurrentes tuvieron su5 copas preparadas,
el doctor Redhead dijo, con profunda convicción y acento patriótico:
he guardado silencio hasta este momento, gozándome en las
bellas y ardorosas ideas cmitid:J s en aplauso de la victoria de Ayacucho,
suceso que, en mi concepto, no es otra cosa que el resultado
preciso del gran pensamiento proclamado en Buenos Aires el
25 de Mayo de dho, y en Tucumán el 9 de Julio de 1816; pensamient<:>
que uno de los más ilustres guerreros argentinos había
llevado de triunfo en triunfo por sobre los .'\ndes á Chile, y trasladó
en seguida al Virreinato del Perú, como la mejor prueba de
su coraje y su consagración á la causa de la libertad de América;
y que el, como amigo de la humanidad y justo apreciador de los
derechos del hombre, á su turno quería también rendir el debido
homenaje á ese memorable acontecimiento. Que en el curso de la
guerra de la emancipación de la América delSur, sostenida por el
genio entusiasta de los argentinos, le había tocado observar por
más de doce años y estudiar en todas sus alternativas, filosóficamente
hablando, y no había encontrado mejor figura para compararla,
que con el palo jabonado, á que el vulgo da el nombre de cucaña,
invención que para divertir á las muchedumbres, acostumbran
los pueblos en sus fiestas. Así había visto trepar en ella al primero,
incitado por los premios que se colocan en el extremo superier, y
aunque después de grandes esfuerzos y fatigas conseguía llegar
hasta cierta altura, el cansancio y tan resbaladiza superficie lo obligaba
á descender rápidamente, pero no sin arrastrar consigo gran
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306 BOLETÍN MILITAR
parte del sebo untado, facilitando de este modo la su bic:la á otro y
otros, que vendrían en pos, hasta que llega el último, el señalado
por la estrella de la fortuna, y se apodera de las prendas colocadas
en la codiciada cima. Brindo, pues, sciíores, añadió entonces, por
la memoria del General SAN MARTÍ T' que, desensebando el palo
jabonado de la libertad é independencia del Perú, dejó expedito el
camino al General BoLÍVAR para que recogiese el premio en Ayacucho!"
Todos los presentes saludaron con estrepitosos y prolongados
aplausos, la feliz improvisación del caballero inglés, que, aparte de
la graciosa originalidad y franqueza, tenía el mérito de ser pronunciada
por un extranjero.
Esta trivial y rara comparación es, no obstante, un axioma.
Sin el ejército libertador que condujo el genio y patriotismo
del gran Capitán argentino al Perú, sin la victvria de Pasc:o, la
toma de Lima y el Callao, la declaratoria de la independencia de
aquel país, el 28 de Julio de 182r, con aquellas memorables palabras:
"El Perú es, desde este momento, libre é independiente
por la voluntad de los pueblos y de la justicia de su causa que Dios
defiende," y el levantamiento, casi en masa, de todo el territorio,
y sin el oportuno y poderoso concurso de la División que envió
SAN MARTfN al Ecuador, en ayuda del General Sucre, éste no
hubiera ganado la batalla de Pichincha, ni BoLÍVAR podido avanzar
sobre la tierra de los Incas, inmenso palo jabonado de la guerra
de la independencia americana, que BoLÍVAR solo, con todo su
genio y audacia, jamás hubiera trepado sin el esfuerzo y el valor
de los argentinos, que le dejaron expetlita la senda y le limpiaron
el jabón del palo, á las órdenes del tan ilustre como modesto General
SAN MARTfN.
JUAN M. ESPORA
GALERIA DE PRÓCERES
PEDRO ACE.BEDO Y TEJADA
(De la Gaceta de Colombia. Bogotá, domingo 8 de Abril de 1827).
El día 31 de Marzo (r827) ha muerto en esta capital el ciudadano
Pedro Acebedo Tejada, Coronel graduado, Ayudante General
del Estado Mayor General, Oficial Mayor de la Secretaría
de Guerra y Miembro de la Academia Nacional. ¡ ~é pérdida
tan irreparable para su amable esposa, tan grande para Bogotá
que le dio el sér, y tan inmensa para su patria ! Antes de cumplí:
veintiocho años el joven Acebedo había hecho á su país servicios
muy distinguidos. Oficial militar desde r8ro, el Ejército del Su:le
vio servir con honor y actividad. Las montañas de AndaquÍe3
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
BOLETÍN MILITAR 307
fueron su morada y la de su buen padre cuando la invasión del
Ejército espa~ol. En el Estado l\1ayor de Cundinamarca manifestó
sus conocimientos en la milicia; en el Gobierno de la Provincia
de Antioquia, su rectitud, justicia y amor al orden; en la
Seq etaría de la Guerra, su aplicación al trabajo, sus talentos,
recto juicio y probidad ; en la Academia Nacional y otras sociedades
patrióticas, su pasión por la ciencia, su interés por la educación
pública y sus exquisitas nociones de bellas artes é idioma
castellano. Acebedo tenía talentos muy di. tinguidos, modales
agradables, una conducta irreprensible, una aplicación Ímproba á
los deberes de su destino, un amor ardiente por la libertad, y el
más extraordinario entusi.-tsmo por las leyes fundamentales de su
patria ! Llegó á ser esposo, y amó tiernamente á su compañera ;
fue padre, y no vivía sino para sus hijos ; era amigo verdadero de
sus amigos, agradecido sin bajeza á sus benefactores, modesto en
el trato familiar, jovial en las sociedades confidenciales, siempre
Íntegro y justo. Ac<>bedo, con tan recomendables prendas, estimado
generalmente de cuantos Je conocieron y sin ninguna aspiración,
habría llegado un día á gobernar la República con suceso y
reputación ; pero la Parca, que siega sin distinción la vida de los
heroes y de lo malos ciudadanos, nos ha arrebatado muy temprano
la preciosa vida del joven bogotano que hoy lamentamos. Ya
él descansa en la mansión de lo justos, y acá sus amigos y su familia,
llenos del más profundo pesar, lloramos la pérdida que hemos
hecho, sin más consuelo que el de reverenciar los juicios del
Altísimo y recomendar sus virtudes. ¡ Puedan imitarlas los jóvenes
colombianos para honra y bien dP. su país y para el suyo
propio! ¡ Pueda Colombia recordar perpetuamente los servicios
que el Coronel Pedro Accbedo le hizo en la flor de su juventud,
y sobre todo el ahínco con que sostuvo la causa nacional cuando
más necesidad ha tenido de firmes defensores.
GENERAL ]OSE ACEBEDO Y TEJADA (r)
(Tomado ele la Gacda Ofic ial, del jueves 24 de Enero de 185o, número 1097) •
1
... ... No la antigua y piadosa costumbre de venerar á los
muertos y hablar bien de su memoria nos hace expresar los tristes
lamentos que arranca de pechos sensibles la infausta muerte del
General Acebecto. El convencimiento casi unánime que tienen sus
conciudadanos del mérito y virtudes que lo adornaban, ponen la
pluma en nuestras manos, mientras que talentos superiores puedan
ocuparse de su biografía completa.
( I) El nombre de este distinguido patriota no figura en el Diccionario Biográfico de
Vergara y Scarpetta.
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308 BOLETÍN MILITAR
¡ Murió un veterano ilustre de la independencia y libertad
americanas ! El hombre señalado como modelo de moderación,
prudencia y rectitud ; el consolador de una familia entera sumida
en la orfandad ; el que, con su genio dulce, nobles modales y corazón
sensible, hacía soportable á los suyos los duros golpes de la
adversidad. j No existe ! y ya recibió en la mansión de los justos
la corona debida á sus virtudes. Su esposa, hermanos, amigos y
conocidos, aun los indiferentes, lamentan tan gran pérdida : la
patria no tiene ya un antiguo soldado de la libertad, y su familia
llora la muerte de su padre, de su ángel de paz y de consuelo .....
Son dignos de recuerdo los servicios que prestó á su país por
la causa santa de la independencia y libertad. Hijo de un venerable
prócer que en r8ro ayudó á los america.nos á sacudir el odioso
yugo del despotismo español, Acebedo jamás traicionó su deber y
patriotismo; siempre justo y leal á sus principios, no sostuvo ni
la tiranía doméstica, ni perteneció nunca á facciones ni partidos
contra el orden legal.
En r8r9, cuando apenas contaba trece años de edad, inflamado
con el juvenil ardor y entusiasmo por la independencia, emprendió
la carrera de las armas, pasando por rigurosa escala desde
simple wldado aspirante, y la continuó después hasta llegar al empleo
más elevado del ejército.
En r821 fue ascendido á Oficial, é incorporado su batallón
al ejército que mandaba el General León Torres, hizo la campaña
contra los españoles en el Departamento del Cauca y prosiguió
en la vanguardia á la de Pasto, encontrándose en las acciones de
guerra que tuvieron lugar con mucha , frecuencia en aquel territorio,
protegiendo con su Compaí"i:ía algunas de las más arriesgadas
operaciones del ejército. Se halló en la memorable y sangrienta
jornada de Bomboná,~ el 7 de Abril de 1822, y en la gloriosa retirada
que emprendió el Ejército hasta el Peiiol, sosteniendo un
fuego cuasi constante. Tomado prisionero, la Providencia lo libertó,
porque, joven aún, no había prestado los serv;cios importantes
á que lo destinaba. Continuólos en la campaña de Maracaibo
contra el espaiíol Morales, que ocupaba aquella Provincia.
En la campaña sobre la Ciénaga de Santamarta contra los españoles,
se batió con honor y valor en la acción de Matarredonda.
Desde el principio .del combate fue herido gravemente, pero su
valor lo impulsaba á permanecer en él ; estuvo una hora á la cabeza
de su tropa, animándola con noble ardor á la pelea. Re'3tablecido
de la herida, marchó á la campaña del Perú, y hubiera
servido en ella si allí los opresores subsistieran, pero ya estaban
derrotados, y libre para siempre la América cuando Acebedo llegó
al Ecuador. Allí se le ofrecieron otras escenas en qué manifestar
su lealtad y honradez. Revolucionado Guayaquil en 182 7, despreció
las ofertas y amenazas que le hicieron, y sepultado en un
calabozo, prefirió morir á traicionar sus deberes y principios repu-
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blicanos, hasta que, en unión del ilustre General Córdoba, logró
atravesar las montañas de la Costa de Esmeraldas y reunirse al
ejército. Los jefes siempre lo honraron y lo distinguieron, haciendo
de él constantemente elogios nada comunes. El Coronel
Reimbold' habla de su entusiasmo patriótico, exactitud en el s~r-
, vicio, impa\ idez, serenidad y arrojo en el combate, considerándolo
digno del mayor aprecio. El Coronel Demarquet lo elogia por su
conducta en la campaña de Pasto de 1822, mereciendo la condecoración
de los Libertadores de Quito. El Coronel Martínez Paliares
habla de las virtudes que distinguían al Teniente Acebedo,
de su talento, aplicación y asidua constancia en el desempeño de
sus obligaciones. Así todos los jefes lo aplauden, no sólo como á
militar sino como ~i hombre de virtudes, amable, fino y cortés.
El General Flórez certifica, con expresiones muy satisfactorias,
sobre el acreditado valor, asidua aplicación, capacidad sobresaliente,
educacion brillante y conducta irreprensible del Teniente
Acebedo en 1826, y añade otros elogios m u y distinguidos.
Durante la administración intrusa de 1830, Acebedo prestó
sus servicios ; era entonces Coronel graduado ; permaneció preso
algún tiempo, hasta que en Abril de 1831 se pudo incorporar al
ejército organizador, á las órdenes del benemérito ciudadano General
J ose H ilario López, con el fin de restablecer el Gobierno
constitucional, derrocado en 1830, en el funesto campo del Santuario.
Fu e nombrado Subjefe del Estado Mayor general de ese
ejército glorioso que hizo desocupar el puesto á los usurpadores,
y tuvo en ton ce tam bien el honor de ser Secretario del General
del Ejército.
Obtuvo después varios empleos honrosos y de confianza en
el ramo militar, en el cuerpo municipal, en la diplomacia, en la
Comisión granadina que el Gobierno de la República mandó al
Ecuador ; en la Hacienda nacional, de Director de la Casa de
Moneda de Bogotá, y de Secretario de Estado del Despacho de
Guerra y .~.\t1arina en dos Administraciones.
En las revueltas políticas de 1840, el General Acebedo, entonces
Coronel, fiel á sus deberes, hizo lo que debía, y su espada,
aunque vencedora, no se empapó en la sangre de sus conciudadanos,
ni la venganza ni el odio tuvieron entrada en su humano y
benéfico corazón.
l\1andaba el primer batallón de las leales y valientes guardias
nacionales de Bogotá en la acción de Aratoca y en la batalla de
Tescua, en donde por su noble comportamiento mereció el último
grado de la milicia.
Murió con la tranquilidad de un hombre rin remordimientos,
y sus virtudes, sin duda, han recibido el premio merecido.
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RECUERDOS Y RELACIONES MILITARES
PEREGRINACIÓN MILITA!t Á JERUSALÉN, POR ERNJSTO LOUET
Epúodio de fa expedición á Siria-I86c-I86I
Visitar los santos lugares que fueron cuna del catolicismo, ~eguir
con el Evangelio en la mano, las huellas del Salvador, tanto en su
vida privada corno en su vida pública, contemplar por sí mismo estos
famosos lugares, que tantos otros no han visto ni verán, sino por el relato
de Lamartine ó por el de Chateubriand, que me parece más descriptivo
y exacto, es el sueño dorado de un joven que á los veinte años
de edad tiene el corazón bastante levantado para amar su religión, é
imaginación bastante ardiente para recorrer el mundo sin medir las
distancias: tal será la recompensa de nuestro largo destierro en Siria.
Se puede ir de Beyrourth á Jerusalén en menos de treinta horas,
descendiendo por mar, hasta J afa; el viaje es rápido y poco costoso.
Pero de este modo no se visita sino á Jerusalén ; y la Palestina tiene
otros santuarios venerados, y muchas otras ciudades históricas, que le
deciden á uno á hacer el viaje por tierra, con el íin de poder detenerse
dondequiera.
Hada mucho que varios oficiales se habían organizado en caravana,
con el propósito de ir á pasar la noche de navidad en Betléem. Eran
los siguientes: El Teniente Coronel Chanzy, el Conde del Recuerdo,
Lcmintier de Saint-André, Goert, el Pagador (para no sefialarme á mi
mismo con mi propio nombre), y, por último, un negociante indígena,
M. Farzialla, cuya erudición nos había hecho apreciar ya la sociedad,
aun antes de que hubiéramossentido la necesidad de que nos acornpafiase
un intérprete. Todos deseaban viajar como perrgrinos más que
como curiosos, y esta hermandad de ideas y sentimientos es una dicha
que no me cansaré de ponderar, puesto que multiplica las emociones
dándoles libre curso.
N os ponemos en marcha el miércoles 12 de Diciembre, como á
las ocho de la mañana. Nuestra primera etapa es Saída, en donde dormímos.
Sour (antigua Tiro )1 es el íin de la segunda etapa. Nuestra pequefia
columna no impone por su número; pero está bien armada, y su
aparato militar bastará para alejar todo peligro. Dos cspays, de turbante
rojo, carabina en mano, no:; sirven de guardias delanteros, y detrás
del grupo de seis caballeros, nuestros ordenanzas, á caballo, van con
armas y cartuchos, como para una expedición. El traje musulmán de
nuestros espays (soldados de caballería) puede hacer creer á los habitantes
de las poblaciones por donde pasamos, que vi a jamas bajo la protección
del Gobierno turco; y semejante pabellón no engañará á nadie.
El Coronel Chanzy tiene cartas de recomendación de Fuad-pachá
para los Gobernadores de todas las grandes ciudades que debemos
atravesar; y, lo diré inmediatamente, no fueron cartas inútiles: más de
una vez nos sacaron de apuros : por dondequiera nos valieron recibimientos,
en los que todo lo pintoresco de las costumbres de los árabes
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se nos presentaba en un momento; recepciones que ocupan lugar principalfsimo
entre nuestros recuerdos de viaje.
De Saída á Tiro no hay otro camino que la orilla del mar, cortado
acá y allá por rocas. Caminámos durante seis horas, y antes de
ponerse el sol estábamos en los muros de Sour, que no parece ni aun
tener recuerdo de su esplendor pasado. Nuestra vista buscaba en vano
algunos vestigios de otra edad: ni un resto de columna, ni una inscripción
que hablase de otros tiempos. Las arenas del mar han unido al continente
e5ta lengua de tierra que formaba una isla en la época de Alejandr
.J el Grande, y una población de cinco mil almas, todo lo más,
pescadores la mayor parte. reemplazan á aquellas generaciones que
tuvieron la mejor marina y el mejor comercio de la antigüedad.
Echamos pie á tierra frente á la habitación del Obispo griego católico,
Monseñor Atanasia. A nuestra solicitud para que nos diese hospitalidad,
respondió cedi~ndonos una sala grande, que él llamaba, yo creo,
su salón, pero en el cual no había mueblt.:s que nos impidieran preparar
las camas y arreglar una comida de algunas provisiones que felizmente
habíamos llevado: era preciso contentarnos con poco. Por lo demás, en
viaje se soportan con alegría las privaciones, y en donde quiera se
duerme bien cuando la fatiga nos agobia.
Difiembre 14-Antes de la aurora estamos en pie; pretendemos
ir á dormir á San J u:tn de Acre, y nos anuncian diez hora3 de marcha;
hay, pu s, que calcular la jornada de modo de llegar antes de
que anochezca. Ya :í punto de montar damos las gracias al Obispo
Atanasia. M. Farzialla, que conoce las costumbres del país, noa
aconseja que le paguemos la hospitalidad con un backclticlz, y cierto
que no se nos habría ocurrido nunca que se pudiera dar á un Obispo la
gratificación que en Francia se da á l0s criados de la casa en donde
uno se hospeda. Uno de n osotros, al cambiar con Monsefior un apretón
de m anos, dejó en las de éste unas monedas de plata, que él acept6
con amable sonrisa. Yo me propuse no olvidarme de él, y lo compruebo.
Son las siete de la mañana cuando salímos ele Tiro por la puerta
por donde en trámos. Tiro no tiene más que una puerta. Pasámos delante
de la fuente que provee de agua á toda la ciudad; son las mujeres
y las muchachas las que van á buscarla, en enormes cántaros de
forma antigua, que llevan sobre la cabeza con la mayor facilidad.
Poco más ó menos á una hon de distancia de Sour, nuestro guía nos
separa un instante de la ribera para hacernos visitar los pozos de Salomón,
que hoy llaman Ras-ei-Ain.
Estos pozos, tan afamados en Oriente, son en número de tres, de
diferentes tamaños, y forman como una aldcíta en medio de una llanura
de asombrosa fertilidad, la cual obsequió por testamento Reschidpachá
al Sultán Abdul-Medjid. Desde lejos se les tomaría por hlocklu11u
(fortines), según la masa de tierra que las rodea y la obra de calicanto
que forma su boca; pero cuando, después de trepar por pocos instantes,
se llegue al nivel de ellos, uno se pregunta cuál fue la raza de gigantes
q e ha podido c oncebir y abrir semejantes pozos artesianos. El
más grande de los tres tiene catorce metros de diámetro; el más pequeño
no tiene menos de nueve; y el agua que por allí sube, poco
más 6 menos quince metros sobre el nivel del mar, del cual la separan
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apenas pocos metros, es la más limpia y la más agradable que se encuentra
en esta comarca: se escapa del inmenso depósito por un canal
que va hasta los molinos que la rodean, cuya sola potencia motora
ejerce, y en seguida va á perderse en el mar, sin que nadie la aproveche.
Salomón, al cual se atribuye esta obra admirable de la antigüedad,
la llevó á cabo sólo por proporcionar agua á la ciudad de Tiro, cambio
de buenos procederes con el Rey de Tiro, Hiram, que le procuró, según
afirman, la madera y los obreros necesarios para la construcción del
templo de Jerusalén; y todavía existen las huellas del grande acueducto
que llevaba las aguas á la ciudad; pero todo esto no es más que ruinas,
y no es el Gobierno turco el llamado á cambiar tal estado de
cosas.
Allf, más que en ninguna otra parte, nos hizo impresión la incuria
y la degradación del poder otomano, que todo lo deja á la ca"ua!idad,
á la Providencia, y se entrega ¡{ un abandono tan grande, que su caída
sería un beneficio para la tierra no menos que para los habitantes. Este
país puede ~roducir todavía hoy, como en otro tiempo, pero no hay
un brazo que acuda en ayuda de su fecundidad, y algunos millares de
almas viven con trabajo en donde la agricultura bastaría para enriquecer
á millones de arrendatarios.
Los egipcios comprendieron esto á maravilla, é hicieron loables
esfuerzos por regenerar esta bella parte de Asia; pero el horizonte que
ellos entreveían despertó los celos de J nglaterra, y 1840 pareció renovar
la maldición que pesa sobre este país. San Juan de Acre era en
otro tiempo el centro de un gran pachalik egipcio, y á medida que nos
aproximábamos allf, pudimos apreciar que su dominio en Siria no \,areció
de grandeza; la casa de campo de Solimán-pachá, que se libertó
después de 18 I 5, tiene todo el lujo artístico de Europa: jardines ingleses,
kioscos, parque adornado de estatuas: todo esto á algunos pasos
del mar, ~ no es una concepción digna de los potentados de Francia ?
Un poco más lejos damos con un bello acueducto de seis kilómetros
de largo, que el mismo Solimán construyó para proveer las fuentes públicas
de San Juan de Acre; algunas de estas arcadas tienen las proporciones
del famoso acueducto de Marly; otras han desaparecido bajo la
yedra, ó se ocultan detrás de las matas de naranjo: se siente que una
civilización inteligente ha pasado por aquellos lugares, precedida por
el estandarte de Francia. N os acercamos á los muros dentados de la
ciudad, y podemos contar las troneras de la muralla. Nos detenemos,
espontáneamente, á estas solas palabras de nuestro guía: "Aquí fue en
donde acampó el ejército francés que llevó á cabo, en 1799, el sitio de
San Juan de Acre; " y, 1 uégo, señalándonos con el dedo una eminencia
en la extremidad de la llanura, 5iguió diciendo: "En aquel punto
se levantaba la tienda del General en Jefe Bonaparte." Y hubiera podido
agregar: "Allí fue en donde acamparon los cruzados que pusieron
sitio á la antigua Tolorneo, de I 189 á 1 191 "; pero su ciencia histórica
no iba tan lejos.
( C 01Jti11Utlrá)
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BOGOTA-lMPREN'I'A NACIONAL
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Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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