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Entrevista de Gloria Valencia a Manuel Hernandez

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Entrevista de Alejandra Buitrago a Alejandro Obregón

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Beatriz González y Omar Rayo

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"El festín de Baltasar", de Álvaro Mutis

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"El miedo", de Álvaro Mutis

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"Grieta matinal", de Álvaro Mutis

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Imagen de apoyo de  El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 6

El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 6

Por: | Fecha: 13/06/1874

PERIODICO LITERARIO DEDICADO A LA JUVENTUD. RAMÍREZ Y RIVERA, EDITORES. na magnética que une lo pasado á lo presen­te, y lo presente á lo futuro. I .. a Iliada nos aproxim~ ~ los tiempos heróicos, el Testa­DESARROLLO DEL SENTDIIENTO DE LO BELLO mento VieJO á los primeroo dias del mundo, l'OR MEJ)IO DEL ESTUDIO DE LOS MEJORES Y el Nuevo al porvenir dél linaje humano. MODELOS. Domos al imperio de las mujeres una direccion sublime; que el poder encantador de que disponen reciba de nucstrns propias manos un impul­so saludable Mcia lo grandioso y Jo bello, y que en s~guidn. nos guíen ellas mismas Mcin.lo. mejora moral que tan inútilmente nndau buscando los filósofos. ( RAYl'l>Nn, Ensayos sqbre la E11wlacion, p. 95.) SucEDE en ePmundo intelectual un fenó­meno sobre el ;ual pa1·ece no haberse toda­vía reflexionado ba~tanto: e~ la caida do to· do lo falso, y el triunfo de todo lo veruade­: ro. Uual1niera que sea el entusiasmo con que se reciba el mal, y la indiferencia con que se acoja el Lien, el desenlace •s inevita­ble; es indispensable que Jo helio en todo género tome su lagar, que es el primero en la naturaleza, y el primero en el alma humana. Esta es la razon porque el alma en su arrebatos, es decir en su poesía más elevada, f¡e halla en armonía con la naturaleza en sus perfcceiones mns ideales. De ello resulta que en todo género, solo las obras maestras son las que sobreviven. I .. a conciencia universal, más fuerte que to­das las p:1siones malas, que producen siem­pre el ma1 gusto, marca con un sello fatal en las obras humanas lo que ha de vivir y lo que ha de morir. Jamas lo bello muere, ni jamas lo mediano vive¡ y esta clasificacion inmensa, este trabajo de todos los días, he· cbo por la mano del tiempo, bajo la influen­cia de las grandes almas, ni padece olviuo ni está sujeto á en'OI'. Así han llegado hast~ nosotros Homero, Platon, Sófocles, Eurípi· des, al traves del polvo de los siglos, con la brillante frente de una juventud eterna. Así el Tasso, Milton, Shakespeare, I\Ioliére, Cor­neille, Racine, Ftmelon, forman con lo11 grao­des génios d~:: la Grecia y de Roma la cade· Lnt>go tenemos que en las obras de los hom.b~·es hay alguna cosa inmutable, que P.artw1pa de la belleza eterna y que se> libra Siempre de todas las revoluciones del pensa­miento. Haciendo notar este fenómeno es respond01: .con antieipacion á aquellos que talvez qu¡s¡eseu rehusar los mejores mode­los, es decir, las obras de todo género que han llegado ha ta no,otros, en medio de la admiracion de los hombres y con el consen· t.imiemo de los siglo~:~. Allí debemos hallar la fuente de una mnlliluu ue E>entimientos delioio~os, y de aqnel gusto exquisito que nace. del. conocimiento de lo bello, y de la conclcnew de nueslra moralidad. !·a educaciou do las mujeres es tan nper­fiCJal, s~ !as ac?stumbra tan. poco á ningun pensam10nto seno, que cuaqmcra lectura no digo de instruccion, sino de mcditacion' les e~ i~soportable. E, ta impresion peno a es n. La caña fué sombrada y cortada allí por enjambres de iufdiccs ne­gros esclavos, colocada entre dos masas de hierro, cocida en sqs caltlera~, y terminada la evaporacion, depositada en bocoyes y re­u¡ itida á la Habana. Varios indidduos ¡;e ocuparon en llevado á bordo de un buque en medio ele la bahía, y otro se encargó de pagar el seguro. Desembarcado en N ue\'a r ork y puesto er¡ el a1macen: para lo cual fné preciso el trab~jo de varios hombres y máquinas, pasó luego á la refinería. do tlondc salió en panes y fné vendido á oLro pulpero que lo cortó en pequeños pedazos. El azúcar, pnes, a o mi almucJ·zo ha contribnitlo á pagar al hacendado cubano o! interes del \'alor ele los negros y la maquinaria, y los sueldos de los empleados y operarios que lo condujeron{~ la Habana y lo pusieron á bordo, la ganancia del armador, del almacenist~: del refinador, del comerciante, y élel que me lo Ycndió, hasta nnir á mi mesa costándomc poco mépos de un centavo, pnes lo compré á quince la libra. La leche es más f4cil de calcular. I .. os gas­tQl! y el trabajo del hacendado, del mucha­cho ó muchacha que onlcñó la Yaca á métlia pocbe 6 ántes de amanecer para l]Ue estuvie­se á tiempo á la hora de mi almuerzo, y del hog1bre que la trajo á mi casn, son mucho, sin duda nlguna, omparado con lo que á mi me cuesta, pero nalla en proporcion á las maravillas rcalir.a(las por los centavos ~asta­do!'; en el té y el azúc.nl'. ¿Qué más entra en la inversion de mi pe­seta? Aqn' tengo delante uos panecillos ca· lientes, hechos con trigo yen ido ele los con­fines occiclentales del pais, co~c chado allí, llevado por animales{¡ la Cfltaciou máR pró­xima clel fenocarril, vcndiuo y vuelto á ven­der, molido y sin moler, basta llegar á mis manos por la sum:1 de tres centavos . .;, Qné otra cosa? Aqni tengo nna Jata abier ta de hermosí, imas sardin&s y un plato ta­paclo de donde se e~;capa un olor delicioso, diciéndome del modo m:ís persua~ivo qtte contiene un beqsteak con todas las reglas del arte. Poro como yo apetezco sólo una de funbas co:;as, extraigo de la lata una sar­dina. E::~te pececillo ha sido pescado en el .MediterT:.íneo, llevado á la costa., preparado en aceite y puesto en una flnmante cajita éle hoja de lata llena do aceito y hábilmente sol­dada despucs. Vendida lnego ú un comer­ciante que la exportó para N u e va York: ha pasado por muchas manos hnsta ll<"gar al pinto que tengo delante, miéntrns yo, como nn genio benéfico, he hecho moYcr á toda esa jent . por un cenLa\'O, pues la caja roo costó veinte, y tiene veintito, la chau, za del muchacho me costó el valor de la mu­la, pues una voz resabiada, la pérdida áe mi bestia era inevitable, · Al ponerme los r.amarros erhé de ménos lae espuelas que habían marchado á los jane­tes de Camilo, quien no 8e desprendió ele e­llas sinó despne¡¡ ele mil ofertas qne le hice, y de haber intervenido el padre. Una ver. pues­to en la mula traté de dirigir!::~. Mcia la calle que clebia tomar, pero impresionaJa como se hallaba con la fechoría del muchacho, pren­dió canem corcoveando háoia la plaza., don· de despnes de haberme sacudi~lo á su sabor, me tendió en el suelo cuan largo soy, delan­te de un numeroso concurso. Cubierto do poh·o y magnllado me levantE>, nvergonzaclo por lr~ fnncion con que habia di\·erti t\o al p4 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. tt él u cA. blico, pero con la firmé ~·esó.lucio~ de vender la mula á cualquier precw, y sobre todo, . de uo volver á casa alguna dond ·e haya inucha­bhos malcriados y padres de familia toleran­tes con sns hijos y desidiosos eil el modo de ~ormarles el corazon desde su niñez. ( 'romadó de las "FLORES DEL C.tMPO: ") oÉsiiusio ~· Por las márjenes del Caucá l en una tarde ele mayo, Ya Rosita, la zagala Más hermosa de eso$ cn.mpos. Sus cabellos en dcsórden Bota el viento á mida lado, Y el lhtuto por sus mejillaa Copioso se ve rodando; Y con su boca entreabierta y: sn a1iento fatigado, Y COll ojos CU:\l de loca :A todns partes mirando, Y a se detiene, ya cono, Ya se rie 6 suelta ehilanto. De repente suplicante flácia el oielo alza sus niahos i Y se asusta si üna ~oja El viénto bota á su lado, O si deja en los ramales Oir la mirl:.t su canto. :Muy bien revela con tode Que e tá sufriendo por algo, Por algo que le interesa Pe su aluia ertlo más Mgradl3~ Y es nil.tural por lo mismo Que al verla sufriendo tanto Un cOnsuelo se le ofrezca Quci su doloi· cálrrie en algo. ~Y quién hay tan insensibll:l De una mujer al quebranto Qno no le préste gústoso Un auxilio en ése caso.? . Ah! la mujer nó comprende Todo el podér do BU llanto, Que al comprenderlo ya hubiera A los hombres dominado. Y yó que estaba impasible l.as :-iberas contemplando Del tan poético Cauca, Sus corrientes 'J 1;emansos; Al ver tan triste á Rosita, Llorando sola ert el campo, Cnal (jtrá Di do oh idada Por otro . Enéas ingrato; N o pensé ya en otra cosa Que en mitigar su quebranto, Otreciéudole un alivio Con interes el niás sano. !:!..-Entónces me acerco {\ ella, Y elia al verme apma el paso: La detengo y lo pregunno: ¿ Dirrié, í:iiña, qüé ha causado Tus lágrimas y tu angustia ? Qué pesar to af:tije tauto? Han muerto acaso tns padres Tu liovio 6 algun hermano.? Habla pronto porqué quiero Servirte de alivio en algo.? -Ay ! Señor, me d,ijo entónces; N o sabe qné estoy buscando! ;..._ 1 Y qné buscas! dime pronto! -Señor 1 si se lo han robado ! -Poró qué cosa, Rosita 1 -Ay ! seiíor ! mi gallo enano ! JoAQUIN LA NOVELA DE UNA JOVEÑ• I. Noches pasadas conocimos en una tertttÍia á uria solterona qué debía haber sido nluy bonita allá en sus buenos tiempos. La conversncion rodó sobre el matrimo-nio. . . . 'fodos los ojos dé la reunioh se animaron como por encanto. La soltet·ona acarició uno de sus bucles y exoaló tiil suspiro. ÍI. -Paquita, ¿por qué no se ha casado us­ted ? ¿ aboheco al sexo feo, acaso ? pregun­tó uno con indiscreta curiosidad á la soltG• ron:i. -¡ Ay, amigo mio 1 elijo entónces córi una voz capaz de conmover A una piedra, mi es; trE!lla ha sido muy fatal. -¿Do véras? , . -En mi juventud de~predé fuüy buerlos partidos y me he quedado en el tri.'lte esta-do en que ustedes me ven. . -En efecto, la mision dé toda mujer ea casarse, no le conozco otra. Una mujer qué se qüeda ~olterá, es lo misi:no que esos árbo~ les dé los paseos qué sirven tínicamEmte de adorno; sólo que las solteras embellecen los salones; Si no temiera ofender á hsted lé diria tam; bien que estas mujeres tienen mtruba setrie~ janza cori los avaros. Guardan solícitas el tesoro tle su hermosura, sacl'ificándolo á la muerte. . . . . =-Todo lo que usted quiera, respondió la sdlterona; pero si me be quedatlo para ves­tir imágenes, ha eido tan sólo debido á la detestable educacion que he recibido. -¡,Señorita ! -A los veinte :1ños ::1 borrecia las tareas domé&ticaa; no conocía el interior de la co· Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. ELCAtCA.. cina de casa, no había atmvcsauo sus um­Lralcs. En ,·cz del arte r-ulinm·io, leía nove­las que me llenaron la cabeza de viento. En lagar de la costura, me entretenía estudian do en el e::;pejo la manera de desesperar á los hombres. Catla sonrisa de mis l:.tuios, me costaba la1·gas horas ele ensayo. Cada mira­da de mis ojos, era hija de prolijos estudios. Así creia agradar á los hombres, y esto me perdió. III. La pobre solterona calló para exhalar otro suspiro. Al evocat· los recuerdos de su juventud, su frente se anublaba. Y el:l que hay pensamientos sombríos que so reflejan en nuestros ojos: como la negra nube en el dormido lago ...... Por fin prosiguió la solterona: -En tanto, mi mamá mostrábase indife­rente á todo. Ni siquiera me habia explicado cuáles eran mis deberes respecto á la sociedad. Ignoraba que la m1,1jor, en vez de ser un objeto inútil, un mneble de puro adorno, de· be ayudar al hombre y hacel'lo ag1·adable la vida, aumentando el encanto del hogar do­méstico. El amor no es solamente la vida de la mn­jet ·. Esta opíníon la han emitiJo solamente las pet:czosas y haraganas. Bueno es sentarse al piano, cuando el arre­glo de la casa está listo. Y esto último no puedo confiarse á manos mercenarias. Los domésticos, cuando no son vigilados, descuidan sus obligaciones y olvidan sus de­beres. Como es natural, el hombre detesta á las que viven entreg.1das al ocio, pues el ocio es fuente de mil disturbios domésticos. Si el marido es rico, la mujer debe mos­trarse más celosa de &us deberes. Esto agrada al marido, que cada dia se felicita más y más de haberse casado con llna muchacha tan hacendosa. La belleza flsica no es el vet•Jadero atrac­tivo que posee la mujer. _ La belleza desaparece ó cansa. La costumbre neutraliza su efecto. La verdadera belleza consiste eu las pren­das morales. Ser virtuosa, es sel' bella como los ángeles. _ Ser aseada y hacendosa, es coovei·tir el hogar doméstico en un cielo de ventura. Amar y cuidar la casa: hé aquí la única, hé aquí la verdadera vida de la mujer. En la viJa matrimonial, el amor es un accesorio indispensable. Pero yo ignoro todo eso. l\Ii belleza atrajo muchos pollitos almik1· rados, á r¡uienes Jesesperaba despues cou mi coquetería. Pasaron los aüos y ningno solicitaba mi mano. Esto me llenaba de despecho. Y es que los jóvenes derian : Es muy linda, esto sí, pero pasa todo el día en el tocador. ' Esto es altamente púligroso para el hom· bre. Entónces cobra miedo al matrimonio. Huyo de la coqueta como del diablo. J,a coqueta no tiene oorazon. Lucir: hé aquí su aspiracion. Atraer las miradas de todo el munJo: hé aquí su anhelo. Vivir regn.ladamcnte: hé aqní su deseo. Estrenar ricos trajes: hé aquí sns ilusiones. Para uada entra la felicidad del marido. En la historia de la coqueta, no se encuen· tra un'l línea dedicada al amor conyugal. Mi mamá me d d en la mayot· ignorancia respecto fl tocio eso. Y hoy lloro con lágrimas amargas mi des­ventura. IV. Calló aquí la solterona, como abrumada por nn mundo de doloro os recuet·dos· ¡ Cufmta verdad habia on tollas sus pala · bras l V. Alcrnnoa nos han cen urado nuestro siste· máti~o afan de atacar á la mujer. Semejante censura es injusta. liemos, sí, señalado los defectos de que, en nuestra pobrísima opiuion, adolece la mu­jer, con <>1 sano intento do que se enmiende todo lo posible. Asi ganan ellas y ganamos nosotros. lloy es nua de ellas la que apoya nuestras mismas ideas ............ ¡ Loado sea Dios! C. P. ANALO(;iA. Es Perico un estúpido, nn bendito ¡ por lo domas su físit:o enamora, funda toda su dicha en sor bonito y en todo con el sastre se asesora. 'l'iene un reloj magnifico, esquisito, pero que nunca seüaló la hora. ¿Y habrá talvaz quién á negar se atrem qne el reloj se parece al que lo lleva? A. RrBOT Y Fo ~T ~ ERE. DIPREN T.l DEL ESTADO . Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 6

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"Exilio", de Álvaro Mutis

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"Nocturno", de Álvaro Mutis

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El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 6

Por: | Fecha: 13/06/1874

PERIODICO LITERARIO DEDICADO A LA JUVENTUD. RAMÍREZ Y RIVERA, EDITORES. na magnética que une lo pasado á lo presen­te, y lo presente á lo futuro. I .. a Iliada nos aproxim~ ~ los tiempos heróicos, el Testa­DESARROLLO DEL SENTDIIENTO DE LO BELLO mento VieJO á los primeroo dias del mundo, l'OR MEJ)IO DEL ESTUDIO DE LOS MEJORES Y el Nuevo al porvenir dél linaje humano. MODELOS. Domos al imperio de las mujeres una direccion sublime; que el poder encantador de que disponen reciba de nucstrns propias manos un impul­so saludable Mcia lo grandioso y Jo bello, y que en s~guidn. nos guíen ellas mismas Mcin.lo. mejora moral que tan inútilmente nndau buscando los filósofos. ( RAYl'l>Nn, Ensayos sqbre la E11wlacion, p. 95.) SucEDE en ePmundo intelectual un fenó­meno sobre el ;ual pa1·ece no haberse toda­vía reflexionado ba~tanto: e~ la caida do to· do lo falso, y el triunfo de todo lo veruade­: ro. Uual1niera que sea el entusiasmo con que se reciba el mal, y la indiferencia con que se acoja el Lien, el desenlace •s inevita­ble; es indispensable que Jo helio en todo género tome su lagar, que es el primero en la naturaleza, y el primero en el alma humana. Esta es la razon porque el alma en su arrebatos, es decir en su poesía más elevada, f¡e halla en armonía con la naturaleza en sus perfcceiones mns ideales. De ello resulta que en todo género, solo las obras maestras son las que sobreviven. I .. a conciencia universal, más fuerte que to­das las p:1siones malas, que producen siem­pre el ma1 gusto, marca con un sello fatal en las obras humanas lo que ha de vivir y lo que ha de morir. Jamas lo bello muere, ni jamas lo mediano vive¡ y esta clasificacion inmensa, este trabajo de todos los días, he· cbo por la mano del tiempo, bajo la influen­cia de las grandes almas, ni padece olviuo ni está sujeto á en'OI'. Así han llegado hast~ nosotros Homero, Platon, Sófocles, Eurípi· des, al traves del polvo de los siglos, con la brillante frente de una juventud eterna. Así el Tasso, Milton, Shakespeare, I\Ioliére, Cor­neille, Racine, Ftmelon, forman con lo11 grao­des génios d~:: la Grecia y de Roma la cade· Lnt>go tenemos que en las obras de los hom.b~·es hay alguna cosa inmutable, que P.artw1pa de la belleza eterna y que se> libra Siempre de todas las revoluciones del pensa­miento. Haciendo notar este fenómeno es respond01: .con antieipacion á aquellos que talvez qu¡s¡eseu rehusar los mejores mode­los, es decir, las obras de todo género que han llegado ha ta no,otros, en medio de la admiracion de los hombres y con el consen· t.imiemo de los siglo~:~. Allí debemos hallar la fuente de una mnlliluu ue E>entimientos delioio~os, y de aqnel gusto exquisito que nace. del. conocimiento de lo bello, y de la conclcnew de nueslra moralidad. !·a educaciou do las mujeres es tan nper­fiCJal, s~ !as ac?stumbra tan. poco á ningun pensam10nto seno, que cuaqmcra lectura no digo de instruccion, sino de mcditacion' les e~ i~soportable. E, ta impresion peno a es n. La caña fué sombrada y cortada allí por enjambres de iufdiccs ne­gros esclavos, colocada entre dos masas de hierro, cocida en sqs caltlera~, y terminada la evaporacion, depositada en bocoyes y re­u¡ itida á la Habana. Varios indidduos ¡;e ocuparon en llevado á bordo de un buque en medio ele la bahía, y otro se encargó de pagar el seguro. Desembarcado en N ue\'a r ork y puesto er¡ el a1macen: para lo cual fné preciso el trab~jo de varios hombres y máquinas, pasó luego á la refinería. do tlondc salió en panes y fné vendido á oLro pulpero que lo cortó en pequeños pedazos. El azúcar, pnes, a o mi almucJ·zo ha contribnitlo á pagar al hacendado cubano o! interes del \'alor ele los negros y la maquinaria, y los sueldos de los empleados y operarios que lo condujeron{~ la Habana y lo pusieron á bordo, la ganancia del armador, del almacenist~: del refinador, del comerciante, y élel que me lo Ycndió, hasta nnir á mi mesa costándomc poco mépos de un centavo, pnes lo compré á quince la libra. La leche es más f4cil de calcular. I .. os gas­tQl! y el trabajo del hacendado, del mucha­cho ó muchacha que onlcñó la Yaca á métlia pocbe 6 ántes de amanecer para l]Ue estuvie­se á tiempo á la hora de mi almuerzo, y del hog1bre que la trajo á mi casn, son mucho, sin duda nlguna, omparado con lo que á mi me cuesta, pero nalla en proporcion á las maravillas rcalir.a(las por los centavos ~asta­do!'; en el té y el azúc.nl'. ¿Qué más entra en la inversion de mi pe­seta? Aqn' tengo delante uos panecillos ca· lientes, hechos con trigo yen ido ele los con­fines occiclentales del pais, co~c chado allí, llevado por animales{¡ la Cfltaciou máR pró­xima clel fenocarril, vcndiuo y vuelto á ven­der, molido y sin moler, basta llegar á mis manos por la sum:1 de tres centavos . .;, Qné otra cosa? Aqni tengo nna Jata abier ta de hermosí, imas sardin&s y un plato ta­paclo de donde se e~;capa un olor delicioso, diciéndome del modo m:ís persua~ivo qtte contiene un beqsteak con todas las reglas del arte. Poro como yo apetezco sólo una de funbas co:;as, extraigo de la lata una sar­dina. E::~te pececillo ha sido pescado en el .MediterT:.íneo, llevado á la costa., preparado en aceite y puesto en una flnmante cajita éle hoja de lata llena do aceito y hábilmente sol­dada despucs. Vendida lnego ú un comer­ciante que la exportó para N u e va York: ha pasado por muchas manos hnsta ll<"gar al pinto que tengo delante, miéntrns yo, como nn genio benéfico, he hecho moYcr á toda esa jent . por un cenLa\'O, pues la caja roo costó veinte, y tiene veintito, la chau, za del muchacho me costó el valor de la mu­la, pues una voz resabiada, la pérdida áe mi bestia era inevitable, · Al ponerme los r.amarros erhé de ménos lae espuelas que habían marchado á los jane­tes de Camilo, quien no 8e desprendió ele e­llas sinó despne¡¡ ele mil ofertas qne le hice, y de haber intervenido el padre. Una ver. pues­to en la mula traté de dirigir!::~. Mcia la calle que clebia tomar, pero impresionaJa como se hallaba con la fechoría del muchacho, pren­dió canem corcoveando háoia la plaza., don· de despnes de haberme sacudi~lo á su sabor, me tendió en el suelo cuan largo soy, delan­te de un numeroso concurso. Cubierto do poh·o y magnllado me levantE>, nvergonzaclo por lr~ fnncion con que habia di\·erti t\o al p4 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. tt él u cA. blico, pero con la firmé ~·esó.lucio~ de vender la mula á cualquier precw, y sobre todo, . de uo volver á casa alguna dond ·e haya inucha­bhos malcriados y padres de familia toleran­tes con sns hijos y desidiosos eil el modo de ~ormarles el corazon desde su niñez. ( 'romadó de las "FLORES DEL C.tMPO: ") oÉsiiusio ~· Por las márjenes del Caucá l en una tarde ele mayo, Ya Rosita, la zagala Más hermosa de eso$ cn.mpos. Sus cabellos en dcsórden Bota el viento á mida lado, Y el lhtuto por sus mejillaa Copioso se ve rodando; Y con su boca entreabierta y: sn a1iento fatigado, Y COll ojos CU:\l de loca :A todns partes mirando, Y a se detiene, ya cono, Ya se rie 6 suelta ehilanto. De repente suplicante flácia el oielo alza sus niahos i Y se asusta si üna ~oja El viénto bota á su lado, O si deja en los ramales Oir la mirl:.t su canto. :Muy bien revela con tode Que e tá sufriendo por algo, Por algo que le interesa Pe su aluia ertlo más Mgradl3~ Y es nil.tural por lo mismo Que al verla sufriendo tanto Un cOnsuelo se le ofrezca Quci su doloi· cálrrie en algo. ~Y quién hay tan insensibll:l De una mujer al quebranto Qno no le préste gústoso Un auxilio en ése caso.? . Ah! la mujer nó comprende Todo el podér do BU llanto, Que al comprenderlo ya hubiera A los hombres dominado. Y yó que estaba impasible l.as :-iberas contemplando Del tan poético Cauca, Sus corrientes 'J 1;emansos; Al ver tan triste á Rosita, Llorando sola ert el campo, Cnal (jtrá Di do oh idada Por otro . Enéas ingrato; N o pensé ya en otra cosa Que en mitigar su quebranto, Otreciéudole un alivio Con interes el niás sano. !:!..-Entónces me acerco {\ ella, Y elia al verme apma el paso: La detengo y lo pregunno: ¿ Dirrié, í:iiña, qüé ha causado Tus lágrimas y tu angustia ? Qué pesar to af:tije tauto? Han muerto acaso tns padres Tu liovio 6 algun hermano.? Habla pronto porqué quiero Servirte de alivio en algo.? -Ay ! Señor, me d,ijo entónces; N o sabe qné estoy buscando! ;..._ 1 Y qné buscas! dime pronto! -Señor 1 si se lo han robado ! -Poró qué cosa, Rosita 1 -Ay ! seiíor ! mi gallo enano ! JoAQUIN LA NOVELA DE UNA JOVEÑ• I. Noches pasadas conocimos en una tertttÍia á uria solterona qué debía haber sido nluy bonita allá en sus buenos tiempos. La conversncion rodó sobre el matrimo-nio. . . . 'fodos los ojos dé la reunioh se animaron como por encanto. La soltet·ona acarició uno de sus bucles y exoaló tiil suspiro. ÍI. -Paquita, ¿por qué no se ha casado us­ted ? ¿ aboheco al sexo feo, acaso ? pregun­tó uno con indiscreta curiosidad á la soltG• ron:i. -¡ Ay, amigo mio 1 elijo entónces córi una voz capaz de conmover A una piedra, mi es; trE!lla ha sido muy fatal. -¿Do véras? , . -En mi juventud de~predé fuüy buerlos partidos y me he quedado en el tri.'lte esta-do en que ustedes me ven. . -En efecto, la mision dé toda mujer ea casarse, no le conozco otra. Una mujer qué se qüeda ~olterá, es lo misi:no que esos árbo~ les dé los paseos qué sirven tínicamEmte de adorno; sólo que las solteras embellecen los salones; Si no temiera ofender á hsted lé diria tam; bien que estas mujeres tienen mtruba setrie~ janza cori los avaros. Guardan solícitas el tesoro tle su hermosura, sacl'ificándolo á la muerte. . . . . =-Todo lo que usted quiera, respondió la sdlterona; pero si me be quedatlo para ves­tir imágenes, ha eido tan sólo debido á la detestable educacion que he recibido. -¡,Señorita ! -A los veinte :1ños ::1 borrecia las tareas domé&ticaa; no conocía el interior de la co· Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. ELCAtCA.. cina de casa, no había atmvcsauo sus um­Lralcs. En ,·cz del arte r-ulinm·io, leía nove­las que me llenaron la cabeza de viento. En lagar de la costura, me entretenía estudian do en el e::;pejo la manera de desesperar á los hombres. Catla sonrisa de mis l:.tuios, me costaba la1·gas horas ele ensayo. Cada mira­da de mis ojos, era hija de prolijos estudios. Así creia agradar á los hombres, y esto me perdió. III. La pobre solterona calló para exhalar otro suspiro. Al evocat· los recuerdos de su juventud, su frente se anublaba. Y el:l que hay pensamientos sombríos que so reflejan en nuestros ojos: como la negra nube en el dormido lago ...... Por fin prosiguió la solterona: -En tanto, mi mamá mostrábase indife­rente á todo. Ni siquiera me habia explicado cuáles eran mis deberes respecto á la sociedad. Ignoraba que la m1,1jor, en vez de ser un objeto inútil, un mneble de puro adorno, de· be ayudar al hombre y hacel'lo ag1·adable la vida, aumentando el encanto del hogar do­méstico. El amor no es solamente la vida de la mn­jet ·. Esta opíníon la han emitiJo solamente las pet:czosas y haraganas. Bueno es sentarse al piano, cuando el arre­glo de la casa está listo. Y esto último no puedo confiarse á manos mercenarias. Los domésticos, cuando no son vigilados, descuidan sus obligaciones y olvidan sus de­beres. Como es natural, el hombre detesta á las que viven entreg.1das al ocio, pues el ocio es fuente de mil disturbios domésticos. Si el marido es rico, la mujer debe mos­trarse más celosa de &us deberes. Esto agrada al marido, que cada dia se felicita más y más de haberse casado con llna muchacha tan hacendosa. La belleza flsica no es el vet•Jadero atrac­tivo que posee la mujer. _ La belleza desaparece ó cansa. La costumbre neutraliza su efecto. La verdadera belleza consiste eu las pren­das morales. Ser virtuosa, es sel' bella como los ángeles. _ Ser aseada y hacendosa, es coovei·tir el hogar doméstico en un cielo de ventura. Amar y cuidar la casa: hé aquí la única, hé aquí la verdadera vida de la mujer. En la viJa matrimonial, el amor es un accesorio indispensable. Pero yo ignoro todo eso. l\Ii belleza atrajo muchos pollitos almik1· rados, á r¡uienes Jesesperaba despues cou mi coquetería. Pasaron los aüos y ningno solicitaba mi mano. Esto me llenaba de despecho. Y es que los jóvenes derian : Es muy linda, esto sí, pero pasa todo el día en el tocador. ' Esto es altamente púligroso para el hom· bre. Entónces cobra miedo al matrimonio. Huyo de la coqueta como del diablo. J,a coqueta no tiene oorazon. Lucir: hé aquí su aspiracion. Atraer las miradas de todo el munJo: hé aquí su anhelo. Vivir regn.ladamcnte: hé aqní su deseo. Estrenar ricos trajes: hé aquí sns ilusiones. Para uada entra la felicidad del marido. En la historia de la coqueta, no se encuen· tra un'l línea dedicada al amor conyugal. Mi mamá me d d en la mayot· ignorancia respecto fl tocio eso. Y hoy lloro con lágrimas amargas mi des­ventura. IV. Calló aquí la solterona, como abrumada por nn mundo de doloro os recuet·dos· ¡ Cufmta verdad habia on tollas sus pala · bras l V. Alcrnnoa nos han cen urado nuestro siste· máti~o afan de atacar á la mujer. Semejante censura es injusta. liemos, sí, señalado los defectos de que, en nuestra pobrísima opiuion, adolece la mu­jer, con <>1 sano intento do que se enmiende todo lo posible. Asi ganan ellas y ganamos nosotros. lloy es nua de ellas la que apoya nuestras mismas ideas ............ ¡ Loado sea Dios! C. P. ANALO(;iA. Es Perico un estúpido, nn bendito ¡ por lo domas su físit:o enamora, funda toda su dicha en sor bonito y en todo con el sastre se asesora. 'l'iene un reloj magnifico, esquisito, pero que nunca seüaló la hora. ¿Y habrá talvaz quién á negar se atrem qne el reloj se parece al que lo lleva? A. RrBOT Y Fo ~T ~ ERE. DIPREN T.l DEL ESTADO . Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente: Biblioteca Virtual Banco de la República Formatos de contenido: Prensa

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El Cauca: periódico literario dedicado a la juventud - N. 6

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