Por:
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Fecha:
10/06/1830
Pág. 121
LA ESPADA DE HOLOFERNES.
[ Núm. 16.0
]
SantaJé de B ogotá 10 de JlIIlio de 1830.
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H eu! patior telis vulnera Jacta meis.
Ay de mí! que padezco herida con mis flechas.-OvIDIO.
§. 3.0
De los milagros • .
tos milagros ele Jesucbristo, dice Voltaire, aun que tan impío,
marcan su poder y su bondad; como la vi sta dada á los
ciegos, la vida á, los muertos, los energurnenos libertados,
y el agua convertida en vino; y al mismo tiempo son símbolo
de algunas verdades moral es . Q uando nació J esllc hristo
vinieron los Ange les desde el Cielo á anunciar este grande
acaecimiento á los pastores de Belen, se vió una nu eva
estrella en el oriente, la qual sirvi6 de guia á los M:lgos
hasta el establo donde habia nacido el señor del mundo:
estos le ofrecieron incienso, mirra, y oro. Se ven estos milagros
en cielo y tierra, son sus ministros los astros, Angeles
y Reyes. J ES US, pues debe ser reconocido desd,e su
infancia por todos estos prodigios. (Voll. tomo 60. pág.
143, Y 14-1. )
N o debemos rend ir la cervíz, ni entregar las llaves
de nuestra creencia á cLlJ.lquiera que venga á decirnos que
viene enviado de Dios: es necesario que muestre las credenciales
divinas, y que sus obras den testimonio de su
rnision celestial. Es necesario que nos hable con este lenguaj
e: ,. Mortales, yo os anuncio la voluntad del Altísimo:
rer.onoced en mis obras al que me envia. l\'Iándo á las
61as del mar que se amansen, á los sepulcros que se abran
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y .entreguen sus muertos; á las enfermedades y dem'as azotes
que desolau la humanidad, que desap.arezcan, " ¿ Quien
al ver estas maravillas no reconocería al mome.1to al Señor
de la naturaleza? Esta obedece á su autor solamente.
( Rouss.eau. ) De los tres caractéres que anuncian una mision
di,vina, que son, la ,uti~idad de la doctrina, la santidad
de la vida, y los milagros; ,este último es sin contradiccion
el mas brillante, el mas sOl'prendente, y el mas
convinc.ente. Es la prueba mas propia para simplificar las
cuestiolles, cOl;tar 'las dificulfades, y abreviar las inquisicibnes:
es- lo que tiene una influellcia mas per.suasiva, y
lo que mas domina Jos espíritus. Contra los he,cbos no hay
razonamientos: -¿ pues qué ser¡'l' si los 'hechos son milagros ~
De aqui es que para probar J esuchristo su Divin'idad,
apel6 á ellos, ne á sus virtudes diviuas, ni 1't la santidad
e.le su doctrina. Pero para 'no en'ar en materia tan
delicada e importante es necesario saber, qué cosa es mílagro.
M'iI,agro, segun nos enseña el Ol'áculo de la Teologia,
el sa,PientisiOlO ato. Tomas de Aquino ( 1. p. quest.
110. arto 4. J, es aqllello que se hace sobre el 6rden
de toda 'la naturaleza criada: 10 cua'l solo Dios puede hacer,
por 'lo que cuando decimos que los Augeles y los Santos
hacen milagros es porque Dios los hace condescendiendo
con sus deseos. Cuando se hace algu'na cosa que no
es sobre el orden de toda la naturaleza criada, como si
alguno arrojase una piedra á lo alto, lo cual es fu erOl del
6rden de la natura1eza de la piedra, no se llama milagro;
y tambien porque á mas de no exceder las fuerzas de toda
la naturaleza criada en el operante, no es cosa ¡usolita y
es cosa violenta.
El lenguaje de los milagros es universal, lo entiende
el sábio y el idiota: como va sellado con el dulce carácter
de la beneficencia, tiene l1l1 poderlo, y una fuerza
irresistible. Tales han sido Jos milagrbs de Jesucuristo, dar
vista á los ,cie~os, .oído á los sordos,' lengua á los mudos,
pies á los tul licios, salud á los enfermos, vicia á los muer- '
tos, y conocimiento del verd~dero Dios á todos los hombres.
Eh efecto, son tan grandes los milagros de J esuchristo, tan-
• ,, -,
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fÁJs, tan orilfantes, y tan visibl emente superiores á las fuerza
de la naturaleza, que si siendo un simple ,mortal teD~
endo tuda esta gloria y poder" nos' hubiera eng'añado, se
podría decir, que el: Dios de la verdad e ra el c-ómpl ice,
y aun el autor de la idolatría de los adoradores de Jesu- '
chri lo, y habia razon, para decirle con Ricardo de S, Victal':
si es erro/' lo que creemos, tú nos Itas engañado: si error
8J't quod cn:dimus, á t e. decepti sumus, Los discipulos de este
Sobe)'¡\no Maestro imitan' sus ejemplos. San Pedro anlln:
cia el Evangélio á las Naciones, y en vez de palabras hace
milagros. La repentina curacion de los , enfermos, de lo~
pa rali ticas, de los ciegús, invocando sobre ellos el nombre
de J esuchristo crucificado, son las voces á que se rinde la.
naturaleza: ¿ Y no será. justo que se rinda tamuien la soberbia
razon humana? Veamos cómo se anuncia' San Pablo
a las naciones cunvertidas a la fé. Lo dice él mismo:
" Me be preserttado ántp. vosotros no con los discursos elevados
de UDa elocuencia y sabidurla humana, sino que he eme'
pleado los efectos sensibles del espíri~lI y virtud de Dios. "
A un Sacerdote idólatra, que se resistía a las persua- '
ciones de S. Gregario T aumaturgo, especialmente sobre el
misterio 'de la enca¡:uacion del Hijo d'e Dios, pareci endole esta
obra indigna de la grand t!za y magestacl de Dios, le ofreció el
Santo un milagro para convencerlo; en efecto, el id ólatra
aceptó, y señalandole L1ha enorme piedra le dijo: mandad
á esa piedra q ue se' mueva y se pong'a en el lugar que
VDS le ind i4ueis;' mandóselo Gregorio"obedeció al punto la
piedra, el idólatra se convirtió a la santa fl:, y se hizo discipuJo.
de Jesuchristo. Las credenciales de los embajadores
del Rey del Cielo son los milagros ., ¿ L utero Y' los demas
seductort's del siglo XVI. las han manifestado? ¿ Y el
mismo Lutero no los exigía del herege Muncero, Jefe de
los Anabaptístas? y si Muncero le hubiera pedido milagros
qué habria respoudido?
Se. sabe que los protestantes defendieron la. Religion
contra R ousseau con un zelo laudable ciertamente, pero poco
feliz. Su temible contrario los batió complctamente en esta
cuestion de los milagros: . :" vosotros reconoceis en Lutero una.
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rn ision estraordinaria. les decia: es así que Lutero no ha
hecho ningun milagro. luego los milagros no son necesarios
al enviado de Dios . " Un protestante no podrá salir fácilmente
de este mal paso. por que no puede defenderse la verdad
con buen éxi to cuando no se la defiende por entero. Los
protestantes habian irritado a Rousseau condenando su Emil
io. y despues del decreto del Consistório dejó a un lado to'do
mi ramiento. y les habló en el tono de su feroz misa ntropia.
No hay hecho alguno hi st6rico. cuya certidumbre sea
comparable con la de los mil agros que refiére el Evangelio.
,. Los hechos de Sócrates. decia Rousseau. de los
cuales nad ie duda. están menos atestiguados que los del
E,·angelio. ( R ousseau Ernil. ) Desatio a que se halle
uu sulo I" g'ar en todos mis escritos en que yo esté afirma-
,
I
t ivo contra los milagros ¿ los desecha todos quien no los J
admite tLelOS? se r{¡ preciso creer todos los de la leyenda au-
Tea para creer la Ascension de J esuchristo."? ( R ouss., cartq
3.a tic /" .AJo/l¡aglle. )
El impíu Bai le decia: se necesita ten er una frente
de bronce para negar los mila grvs riel Evange lio.
El proyecto de poner en duda los milagros ha venido
ya mlly tard e; aun no hace trescif' ntos años que algUllos
ltalianos ig norantísimos introdujeron el libertinaje de
espíritu. Ningn no de nnestros enemigos se acord6 de negarl
us en los siglos anteriores, por mas int erés que tuviésen
en e ll os, y con tantos deseos de perjudicamos; pero
no quisielon hace lse ri dicu los ( 1) atacando hechos de una
Il fJtol iuJad pública. y no solo no los negaron, sino que algunus
los confesa ron. Los Judi os daban en cara a Jesudlristo
co nque hacia mi lagros en Sabado. Los confiesa tambien
el Ta lmud, libro r e~petable entre los Judios. Los desprecia
Ju liano Apóstata , pero no los niega: lo mismo se dice
de Celsú. y generalmente de todos los antig uos enemigos
de l Christian ismo.
Las he regías nacieron con la I glesia, ellas alteraron
los Dog mas, y sus fautores enemigos de la Unidad de la
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( 1) N o hahia llegado el siglo de los monos.
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creencia universal no se atrevÍeron a negarlos. ¿ Qué deberémos,
pues pensar de nuestros contradict6res modernos,
que vienen a negar despues de diez y ocho siglos de prescripcion,
unos hechos confesados por los enemigos mas ar.
dientes, mas cavil osos, y mas poderosos ? ¿ Una negacion
infund ada podrá debilitar la fuerza de un testimonio como
e l de J uli ano, Celso, y demas enemigos del Christianísmo?
Pelo no importa: e:x,i min emos con las reglas de una
crítica juiciosa los hechos milagrosos.
R rglas de critica sobre los hechos lIlilagl'osoS.
] .a Importancia del hecho, Lo que interesa poco, se
e xfl!nina sin glan cuidado; pero nada debia llevar mas la
ateucion que los mi lagrus de J esuchristo, y de los Ap6st
ules, por. que nada interesaba J:n as. l ntroducian con ellos
DIJe\ os dogu.as; :Jlllorizaban una Heligion enemiga de los
)JlacerH; ~e daban cuno pruebas de una doctrina que suiJl
e\' ai.Ja contla ella el mundo entero; y creerlos, era comprcmelel
se al manil io. N ada sin duda cautiva mas la atencion,
que lo que llega á ser motivo de un sacrificio tan
grande ccn ,o el de la vida, y no se creé sin prueba una
c()sa que conduce al cadalso. El hombre es tal, que quando
le interesioln sus pasiones hace cuntradiccion á la misma
evidencia. ¿ Pues cómo sin tener grados superiores á.
ella, por decirlo así, hubiera adoptado hec hos que contrariaban
toclas sus pasiones!
2.a He('¡' o~' 1/1/liosos y públicos. E ste es puntualmen~e
el gran ca rácter ele k,s milaglos de J esuchristo. Es verdad,
que con ellos no t ra~ t ol'lló los cielos, ni turbó el órden
de las estrellas, porque SIIS milagros mas tenian de bondad
y beneficencia, que de poder; pero tampoco son hechos
particulares egecu tados en profundas cavernas, ni en
las t inieblas de la noche. " i hizo algunas curas en casas
particu Jal es, fué porque ordinariamonte Jos e nfermos no están
al ayle libre. S i hizo mil agros en el Desierto fué á
vista de millares de personas qlle le seguian; y en fin, ¿ qUG
publicidad mayor puede haber que la de un milagro, ~e
,
i"2ci'
que es testigo toda ía tierra? Pues á la muerte de r esuéhristo
quedó toda esta envuelta en ti niebl as, como COllstal
en los archivos de Roma paga na .
3.a Hechos 1·ccicutes . Tan recientes eran los que se'
referían, que acaban de su ceder, se expresaban las circu
nstancias, ~e nombrú ban las persouas q ue habian sido
curad a;; , 6 res ucitadas, como el hijo de l Cent urion Romano,
la de J ai ro, Laza ra, el ciego de nacimien to &c. Se señalaba
n los lu gares, como J erusa.len, la Puerta de la Ciudad
de Nain, el cami no de Jeric6 &c. Los E vangelístas
hombres sencillos, cu entan lo que vieron , lo exponen- con.
tal desi nterés, firm eza, candor, y reluce en su narracion·
una sin c.eridad tan depurada que no ti ene cxemplo en his toria.
al guna. En este punto mas que en otro alguno se
puede n desafi ar con la mayor confianza. qllantas relacio-·
nes hi stóricas han presentado los hombres.. Despues del
E vangelio. nada hay, á nu estro corto entender, comparable
e n este modo de referir, á las obras de la gran Sta.
Teresa de J esus. Decimos esto, tanto en gloria de esta magnífica
herolna de la Reli gion, como por que DO deja de s~r
lll1a especie de comprobante del carácter de verdad, que
como por necesidad sella esta clase de historias. ¿ Son
estas las señales de la ficcion ? .
¿ Se parecen las- relaciones ele Platon y Xenofonte ,
quanelo hablan el e S6crates; las de Curcio, que escribe las
conquistas de Alexandro, las de Her6doto, Di6doro, y Philostrato
á las de los Evang'elístas, que refi eren hechos de
una publicidad notoria , que ellos mismos han presenciado,
y que en comprobacion de su verclad han sufrido los mas
crueles tormentos, han despreciado los atractivos del mundo,
y finalmente han muerto? Testigos como estos pueden.
tacharse? Estos testigos tienen todas las calidades necesarias
para ser creidos: son admirables por su sencilléz,
son ' des interesados, y nada brilla tanto en sus · relaciones
como este desinteres: son má rtires, lo que es el mayor
testimon io de la. verdad que refieren: son Profetas.
Basta le.er el Evangalio para admirar la sencillez,
el desinterés, y el espiritu profético de los que lo escri--
12'7,
·bieron. Si estas pruebas no son bastantes, si todavia se exije
mas evidencia, vea!Uos cUlI\plidas las Profecias, que ellos,
anunciaron. ¿ A quien hemos de creer mejor cuando cuenta
lo pasado, que al que predijo lo venidero, que miramos
ya presente? Cut ellim melius 1la1Tanti prarterita credilllus
qua m cui etiam futura .prcedi.1:it quar ]J1'arsentia jam videmus
? ( S. Agnstin. civ. Dei, L. 18, Cap. 40.) ¿ Se
podrá perder en e l tiempo pasado lo que se halla cumplido
en el presente? S. Geronimo nos presenta la misma
idea. J esuch risto hizo á sus Ap6stoles muchas., predicciones,
y para confirmarlas obr6 muchos.lllilagros El prometi6
que se queda ría con 'nosotros hasta el fin de los siglos
( como lo vemos en el DIVI ISIMO y AUGUSTO
SACRAMENTO del ALTAR, ) Y obra el .milagro,dela multípliéacion
de los panes. Él asegura que las puertas del
infierno nunca prevalecerán contra la I glesia Cat6lica, ,y
'resucita á Lázaro despues de quatro dias de ·muerto. ~l
predice á sus Ap6stoles que serian presentados en los concilios
y en las sinag·ogas. que sedan ma rtirizados, que predicarían
el EI'angelio á las gentes, y obra el milagro de S/.l
gloriosa transfiguracion. El hijo de Dios habia anunciado mucho
tiempo ántes, que su I glesia triunfada de todos los.
·esfuerzos del infiemo; y ,pues veis cumplida esta, I]I:ofE\;cía,
se ¡nne re evidentemente, que el que Plldo hacer.líl.
pudo tambien hacer milagros. Esta reflexlQn es qe ~all.
Juan Crisostomo, Homília 7.a '
Pero el incrédulo, en medio de su manía d.e negar-o
lo todo, pone en duda los milagros, y entqnces cae eq
los lazos que él mismo se ha puesta, y se precipita, en'
el abismo que abri6 con sus manos. j Cuar¡ 0lFimfdo queda
con este razonamiento de S. Agustin, que . por ma~ que,
se repi ta no deja de , ser il1vencil:¡le ! "Tú lIiégrzf.t()~ 1I.ji~ ,
lagros, es decir, 110 quieres adl),titir la evid~ltcia , pero Il(lda {§.a,
nas ell eso. EL murdo convertido 'sill milagro, es .un 1I~ wrrro
mayor que Los q/i~ ' tú no quieres admitir. Cogido en ,Ulla do-Ue
red 110 puedes 'escapa/o -del milqg¡(fi sln cae/o en lo milagroso, !I
,lo que nos dices para e/lIpir tos milqgro3\ /os\ CJ'G'8(le ,á todos.
Cosa rara! l:
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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Prensa