Por:
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Fecha:
15/07/1893
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¡4- /J'-
lJ\ MISOELJ\'NEJ\-
DI~ECTOR, LI NO M. DE LEON.
TOMO Ir. i !Z.artagena, 15 de auli o de 1893. } NÚMERO 5.
I. E~te periódico no admite suscriptores, ni de la ciudad ni de fuera
de ella.
2. Se vende, voceándole, en las callee;. Tiene también por puntos
rle venta, la FARMACIA DE RU~ÁN, la FARMACIA DE DELGADO Y la
CIGARRERíA DEL ~IQUE. .
3. Ningúll original sf'rá devuelto, publíquese ó no:
4· Saldrá, por ahora. en la primera s:!mana de cada mes. aprovechando
pa!'a ello el dia domingo.
S, Toda la correspundencia debe dirigirse al Director.
6. Cada ntllnero vale veinte centavos. --_._-
IOTAS VAllAS
J..l O pretendo estudiar á Rafael N'úñez como político.
f Para ello necesitaría escl'ibir la historia contempo-
. l'ánea de Colombia, Íntimamente ligada con la vida
~~ tde este ilustre ciudadano. Pero es fuerza que
Io •• ~ confiese desde el principio mi admiración por el
pensador, por el hombre de estado, por el político-
tanto más cuanto que debo prescindir de esa faz del
genio en el resto de estas notas.
.Es indudable qu~ la l.abor política de R~fael Núñez
ha sldo una. labor pacwnte, de análisis y de observación;
labor grandlOsa que ha tenido siempre en actividad su
bien organizado cerebro.
; . Conocedor pl'Ofundo del corazón humano, con .su esp~
ntu observador, su poder de deducción; su clarividencm
de !? porveni:; su exquüüta sensibilidad, su vasta ilu:;
traclon .y su blen templado caráéter ha podido efectuar
en ColombIa una reforma esencial cuyos benéficos resultados
nO;3 hablan con la abrumadora evidencia de los
hechos. .
Se ha discutido tánto sobre esa evolución política
que me parece innecesario estudiar á fondo la cuestión
sob:e tO(~O cuando mis notas son y deben ser simplemen~
te hterart~s. Pero creo indispe~sable poner los puntos
sobre las les antes de prosegUIr. Soy de los que creen
que los pechos y las cosas se entrelazan con misterioso
, rínculo.
; ;Desde qu~ Rafael N úñez principió á figurar en la
pol~t1Ca del pals, sus ideas y sus hechos no se han sujetado
Jamás al estrecho molde de una tradición ó de u na
fórmula matemática invariable.-Encarnó el ideal de su
época.-No se atuvo á viejas creencias: buscó ·nuevas
verdades. .
. ~odos sabémos que una convención liberal se hizo
l~fahble en 1863, declarando . irreformable la constituCIón
que saliera de su seno.
. Todo sabemos cuán amal'O'os frutos cosechó · la, República
durante el régimen d~ aquella aciaga carta y
frescos están en la memoria los recuerdos de la última
desastrosa g':lerra que terminó con el triunfo de la Regeración.
Cuando Rafael N úñez desde los balcones del palacio
de San Carlos dijo con voz solemne que la constitución
de 1863 había dejado de existir, no cometió traición,
sino puso la primera piedra del orden sobre las ruinas
de la República por tanto tiempo prostituída, demostrando
un valor moral y un patriotismo raro en los tiempos
á que habíamos llegado, impulsados inexorablemente
por los acontecimientos.
y si en vez de perseguir el hermoso ideal que hoy
vemos realizado hubiera alimentado bastardas esperanzas,
Rafael N úñez habría podido en aquel momento ser un
apóstata en vez de un elegido. Dada la desmoralización
del país, una dictadura pareció inevitable, pero surgió la
luz. Tales fueron los acontecimientos y es ésa la pretendida
traición de Rafael N úñez á la bandera liberal. Como
si los principios y las ideas de un estrecho círculo de ilusos
fuera el obligado ídolo de los grandes.
Los hombres no son números; los acon:ecimientos no
son cantidades y por lo mismo la política no puede estar
spjeta á la rigidez de la fórmula m'ltemática.
Rafael N úñez.. es idealista ; p~ro sabe apreciar los hechos
y 1::\ ~ circunstancias y no se atiene sino á la experiencia.
H.e tenido que hablar ligeramente de su labor
política porque me admira esa dualidad grandiosa que
hay en él: el político y el poeta.
Difícil se nos hace comprender cómo un cerebro enmarañado
en las tremendas verdades de la política .. puede
desarrollar en sus células alada y vaporosas estrofas que
hablan al entimiento y al alma con el misterio y la delicadeza
de las irradiaciones divinas. He tenido personal
ocasión de apreciar esa portentosa dualidad. Más de una
vez he recibido ÍTla.preciables lecciones de estética y de literatura
de los labios del poeta, cuando las prensas de
"El Porvenir" crujían planteando difíciles problemas de
política interior.
Rafael Núñez os habla con' la misma facilidad yerudición,
de los autores españoles, franceses, ingleses ó italian
s q l1e de los asuntos políticos de Hispano-América
ó de las Islas Británicas.
Sigue cuidado. amente la evolución política y la evolución
literaria de todo el mundo civilizado.-Lee los diarios.-
Sabe lo que pasa.-Compara situaciones.-Deduce
resultados. .
Cree profundamente en el poder de la prensa-y por
eso no vacila en ponerle un límite al desvergonzado charlatanismo.
Sabe que existe un lazo invisible, pero real
entre la genial fisonomía de un pueblo y el desarrollo de
su literatura, y por eso en sus luchas políticas siempre ha
encauzado la corriente literaria. . En la Reforma Política
rechaza enérgicamente el naturalismo que degrada y en
las columnas de El Porvenir ha aplaudido á Bourget,que
fortifica.
Es lo cierto que quien ha consagrado su vida y sus
talentos á la patria y á las letras merece bien de sus conci
ndadanos.
Su obra en ambos campos lo coloca muy por encima
del profanador -escalpelo de tOl'pe3 pri.tCticantes.
¡'.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
LA MISOELANEA.
En resumen, Rafael N úñez no ha sido político, como
Víctor Hugo. Algún crític~ mordaz de la nueva e~cuela
francesa ha dicho en algúrr foneto, que el rey de los poetas
aparecí~ siempre en el - ~s'éenario 4e la política como
esos reyes de ópera llen,os de .. ~splenStor y ~aguificel1-cia
que atraviesan la escéna sin- pronunciar una palabra.
Muy por encima de eso se encuentra Rafael Núñez, que
si ha cosechado laureles con su poderosa lira ha sido al
mismo tiempo el primer hombre público de América.
Creí necesarias estas líneas antes de emprender la
tarea que me propongo. Baste este como pÓ'l,tico-para
coplar á Rubén Darío.
Abro el precioso tomo de las poesías de Rafael
Núñez
Recuerdo títulos y pasajes. Me concentro en mí
mlsmo.
* ,)<- *
Pocos autores entre nosotros conocen tánto las literaturas
extranjeras como Rafael N úñez . .
Ha leído mucho y ha leído de' todo. P ero no ha
leído por leer. . N o ha leído bajo la presión del capricho
alimentaelo por la ociosidad, sino para estudiar, para saber,
para deducir.
Creo qu~ en sujuventucllo escudriñó todo, comparando
todas las escuela. antes de formarse un sistema. Para él
no debió de haber libro preconcebi lamente malo. Debió
de cansarse de todo, menos de comprender.
Conoció mucho el mundo y sondeó todos sus misterios
antes de encerrarse en su gabinete. Cuando babIa
de p icología ó de estética, ó ue ociolog a, no lo hace como
quien únicamente ha e. tu diado mucho sino también
como quien ha vi vi lo y entido mucho más.
Todavía brillan sus ojo y palpita todo su sér cuando
..merced á u prodigiosa m.emoria-fiel fOI'lógrafo lleno
de mi terios-nos repite las estrofas de Zorrilla que le impresionaron
hace más ele cuarenta años. Su sensibilidau
es exquisita. Lo bello lo impresiona; lo sublime lo subyuga-
pero siempre busca ansioso la verdad.
Deduzco de todo esto y del e tudio de su obra que el
e cepticismo de N úñcz cst,L lll<1s .1Jiell en la. mal estimada
forma que en el poco comprendido fondo.
Los versos de su juventud son arrebatadores; fascinan;
encantan. Son ánforas g riegas llenas de ambrosía;
pero en el fonelo bay un dejo amargo.
y el vulgo ha tomado por cruel e.scepticismo lo que
en realidad no' es má que una de las premisas del si-logismo.
.
Él mismo ha eli ho, no recuerdo dónde, que el pedernal
no produce Ja chispa in el clloque.
La fe JlO podía su rgir espontánea de u seno. ' N o
puede exigírsele tánto á un corazón de vein6cinco año~.
Hay desfallecimiento nece arios; bay dudas irievita:
bIes; hay pruebas terrible en el camino de la vida que
nos llevan á las ergá tulas ó nos 1 "van tan á la esplendorosa
cima. Núñez tuvo alas, Sacudió el polvo. Fué á ba> .
ñarse en las irradiaciones del cielo.
Pretender, por otra paite, qúe un autor sea ún bloque
homogéneo de acero, que rechace el cincel y no admita
las delicadezas de la línea, demuestra un absoluto
desconoci miento del arte.
Pudiera creerse por el tono en que hablo, que no
niego el hecho, sino que 10 explico. N o hay tal. Quiero
atacar todos los puntos.
N o encuentro en el Que saú-je?, por ejemplo, el desconsolador
escepticismo que ba deseado encontrar la malevolencia-
cuyo mal disimulado interés ha ele virtuaelo el
aplauso insinuante.
El poeta habla.ingenuamente-no quiere decir lo que
cree,. sino lo que siente,-está ciego y habla de su ignoranCla.
HD bla de las antinomias que perciben ~nuestros sen-tidos.
El aloe es amargo y olol'Oso;
el opio que á. los miembros da reposo
tampién -Jleva el delirio al cora~ón ..
. Hay en ello profuqda observ:ación pero ~o hay b1as-femia.
,No sé por qué-y desearía que alguien me lo explica-~,
se-pero siemp.re. re~ueJ'elo la parábola del s~~br~~lor .cll,.an-do
leo 'esta estrofa de corte clásico: .'
A la cizaña el trigo anda mezclado,
.así .unidos el riego y el arado
los hacen d~' la tlerra. producir,
Y, cuanelo la estación propicia llega,
j untos y á un tiempo el labrador los ~iega
. - su hoz al esgrimi r. .
Es imposible penetrar los mIsterios del genio. Hay
estados psicológicos que escapan á nue. tro limitado análisis.
Es inRtil bu cal' el hilo de Ariadna en semejantes
lab erint~~. -" .
El Qne sais-:fe? es un grito el.el alma \Ll)siosa de aber
la ver lad, es decir, el bien.
E to es 10 má que podemos vi lumbral'. ¿Dónle
e taría, pue , el escepticismo? ¿ Será aca.so en ste va-
liente final?
i Oh confusión! i Oh caos! i Quién pudiera
Del sol de la venlad la lumbre austera
y pura en .este limbo hacer b6'11ar!
Anterior al Que sais-je? es Todavía. Estrofas · de a"
mor; dulces y apasionadas, que rebo an poe",ía y grandeza.
j Cuántas vece no he oído recitar por labio qu ridos
e versos palpitantes que han inmortalizado una
pasión.
¿ Dónde e. tá el esceptici mo? I!le pregunto. .N úñez
en Todavía no es el poeta licencioso' que se cornplac~ ~n
pintar pasiones infam.es y culpable. Es el poeta cn tIano
y honrado, que A.l'l'astl·aelo por la violencia de un amor
imposible lucha contra la co rriente impura y xda:.llla:
i Oh ! nos' arnamos;' sí; pero es preciso
Separarno , que tras el paraíso
Un infierno se esconde : la expiación.
Es pI' ciso alE'jal'no. , nunca verno.,
que es il1m. nso el pehgro de perdernos
si al del>er no su umbe la pasión.
Sin estudiar además su recientes producciones; he
buscado en vano el escepticismo d Núñez de qU<1 tánto
ban hablado los crítico y no be enqontrado sino confesiones
como éstas:
¿ Qué hay más sublime que de Dios la cien.eia?
Así hay vidas qu sólo en el Poniente
logran sentir en la tranquila mente
de lo infinito la visión veraz.
. ~a fe surge d~spués de ese ideali mo
yen: su alas se cruza horrenelo abi mo
que el alma deja para siempr atrá,::;.
Pero lo que mis ha llamad ~ I1.li atenCi~}l.l . y .lo que.
rriás se pr~stu ~ mi objeto e este fragmento ':
1'a1 vez cuando nos alce hasta su eno
. Dio, que todos sentimo~,
Sabremos lo que somo:::; aquí abnjo.
En todo esto no veo sino un grande de precio por
nuestra hmitada raz6n, que N úüez juzga débil', impotente
para penetmr lo invisib~e. " . .
Hoy creerá, si.n duela lo mismo que creyó cuando escribió
el Que saú-je? in pecar de e céptico y 1n bIa femar;
que no sabemos la verdad de .la cosa; que VIV1-
mos como en un sueño, y que nuestra razón nos engaña á.
cada in tan te. Y yo v~o en ello una gran lección: que
las apariencias de hl. vida y 10 desequilibrios de. ll.ue ~
tra razón nos conducen inevitablemente al esc<:ptlclsmo
si nos falta la fe, e ~ decir la pose3ión ele Dios. Ese es el
problema que N llñez ha planteado.
-:f .
0)(- ~~
Es imposible negar que Ra.fael ~Úll~Z e un pen a· .
do?' profund.?, r~pi ~o.
.~
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
LA MISOELA.LVEA. 3
N o e un rimador vulgar ,de amorosas endechas, sino
un poeta verdadero, soñador de esos que e inspiran en
la realidad de las cosas, no simplemente por lo que ellas
son en sí, sino por sus relaciones con lo invisible, con el
alma mate?' de la creación.
N o se detiene en el camino para recoger lirios y cla;,
vele ni para contemplar la libélulas doradas ni los travie.
o. gnomos. Nuevo Colón ni e detiene ni desmaya,
y, fija la mirada en el horizonte, tiene fe en la providencia,
en la tierra. prometida. Si suéña, sueña con lo inefahle
y u creadora fantasía modela en el bronce de su
e trofa las percepciones del más allá presentido. Per~igue
un ideal. Hay un fanal que su mirada azul busca
siempre en medio de las borra caso Fanal á veces perdido
cn la tormenta, ¡pas siempre adivinado por él.
,A vcces he co:npflrado e e algo misteri0so que hay
en ,u 'scencia con esa al vauora brúj ula que siempre busca
1 norte aunque la ~ tempestades la desvíen.
y .'i huhi rel. e,' ptici :no en sus , primeros canto,
cría }YH'q ue la agnja magnética ta.lnbién ufre p rturbac'
on .' h..ljo la i iJ fl Ilcncia le las auroras boreal s allá en
los t rno hielos del polo,
-;(-
-:f *
Admiro n N úílez una cüálidad distintiva de Jos
ver ladero,' poetas. u esti lo no e siempre correcto, uni[
orllle y yero como la' meuallas antiguas. N o pierde
n un 'a ~ll <.:aracte rÍ::-ltiea, su ol'iO'inalidael ingenua, pero tie-nc
lo.' artí.-tieos capricho del pincel. '
Tus ruedas o'iran sin ce. ar,; los nublo
elel potent motor en ~spiral
se alzan al cielo, negros ó cerúleos
y ronco Illuge en tu contorno el mar.
P ro j ay d ti i tu misión no llcnas;
si en lugar de cu rurno , envenenas
del corazón cl primitivo mal; ,
. i tu antorcha nos quema y no ilumina,
. i en vez d edjficar tu mano arruina
si tala y 110 f cunda tu raudal!
.E to claramente prueba además, que por nlucho que
(1 igan que N úñ ez no Cl' e en nada, sí cree en la santidad
d 1 deber y el) la misión excelsa de la mujer virtuosa.
¿ Pu de darse má t 1'11'lI'a que la de E 'ros? E ta
p e.-ía, emplean(lo una feliz comparación del poeta, es el
laao que apacible clama fr nté al procelo o mar del To-da
uta. .
j Cuán dulce, cu:1n lulce la yida yo paso contigo!
jCuán rápido el ti mpo á tu lado se ¡ente correr.
Oh! cómo el pa arlo, el presente y futuro yo olvido
Cercano á tu seno, qué es ' puer~a que lleva al Edén.
-)(*
*
D lit;a le7:a y n vedad de pen~amjentos abundan en
la bra dc ,úfí ez. ¿ Qu J éi saborear una e 'trofa ll ena ele
d li<.;adeza y oe novedad'? ' /, .
A ln'id el tomo y al azar encontrar~is cu'alquiera <':0-
ll10 é::;ta :
Pídele á Dio - también yo se lo piuo '~
que no agote en tu alma el sentimiento
ele 10 bello que vive allí e , éondiclo
fU1JlO en la cuerda el melod~'oso acen to
y el pel.1i1me en 1'osal aun '1/0 fiordo.
\ ...0. 'he de luna un pai aje que tiene vida y colori-do.
1J n realismo idealista tan 'puro corno el del Idiü'o se
refleja en e a miniatura.
La luna se levaüta
d la vecina cumbre
y el cielo se abril1nnta
con su marmórea l um bre ;
en su errabundo pa. o,
en u elocuencia muda
}Jal'E'ce la vi uda
del "';01 muerto en ocaao;
Bastará abrir el tomo de poesías de N úñez para co~vencerse
de que aunque no se sujeta á fórmulas determInadas
ni á un puri mo exagerado, conoce todos l futuras leerán los versos
de N úñez comprendiéndolos y estimándolos tanto
m::i cuanto que el ocho habrá muerto en'lo corazones.
Mucbo má Rerjo y pen ador que Campoamor, más
brillante que N úñez de Arce; más conciso que todos los
poetas modernos; in el de 1 umbrador cla'3ici mo de Cal'
y sin el la~' Sel' aller seductor de Rafael Pombo, pero
a, -a o má inspirad y má arti ta qu cualqui 1'a de los
do , Rafael N úñez con us imperfecciones y todo es uno
de los primeros poetas de la época."
* * .l(-
Los que no conocéi p~ i'sonalmente á Rafael N úñez
no t néi dcrecho á lanzar la primera piedra.
De. pués ele tántas lucha y fatigado un poco por la
ruda labor vive humildemente si se quierc en su sencilla
quinta le1 Cabrero .
rrrabaja mucho. N o ce a de estudiar los grandes
problemas políticos del iglo. Sincero y afectuoso más
de lo que se cree, iempr tiene una voz de e tímulo y una
palabra de ali nto para 1 ,amigos que le rodean. Lleva
una vida fl'u o·a1. Toma lo a.limentos n su misma me a
de trabajo, rodeado d~ libros y , papelc. Mé lo habían
pintado teJTible y lo he encontrado sublime. '
Su hooar e un templo. Hay en él una vestal cri -
tiani .
Id al Cabrero y contemplad aq:':Iella capilla. levantada
por una mujer piado a y mir8¡dla á ~lla se;:Clllament.e
ve tida vi itando á lo pobre y socornendo a los ne?es~tado
y comprenderéis á Erros y á Débo'ra y os sentuéls
pequeños ante tánta sublimidad. .'
ERNE,S'l'O 9. PALACIO.
Cartagella, Junio 1. o de 1893. ,
es un niño, hijo de nue tro caro amigo Don Manuel Amador
Ca margo.
Tiene cinco años José Ramón, y en viaje para Nueva
York, el año pa ado, le compu o lo R,iguiente el poeta nicaragüen.
~ Rubén Darío, que iba á bordo t~mbién:-
Jo é Ramón, las rosa, del maternal cariño
Perfuman hoy la senda donde ri ueño vas. '
Goza de sus aromar, su púrpura, su armiño;
Que i las flores .vuelven en Primavera, oh niño,
Las de las dulce infancia no han de volver jamás!
. 11 ."
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
L A ,' M I S O E L A NE A .
A- U~E BAIGNEUSE.
..-s-~
UI donc es-tu, folle 'étrangere,
Qui sur nos plages viens le soir,
Et dans la mer, au clair miroir,
Oours te plonger, blanche et légere?
~. L' écho demande d' ou tu so1'8,
l'~ L'écho l'ignore ;-le rivage
N e sait de toi que ton courage
~t que les grac~s de ton corps.
De qui tiens-tu cette aI?r~ flamme?
De qui tiens-tu ee bras .vITIl .
Qui te fait braver le pénl
De vent qui souffie et de la lame?
La cote, l'autre soir, grondait;
L'onde accourait sous la tourmehte,
Et sur la greve, au loin fumante
Enorme, elle se répandait.
Les hommes sentaient en silence
Trembler le mole et le rocher:
lIs contemplaient, sans approcher,
L'irrésistible violence ....
Tu vins; tu vis cettc fureur,
Tu dénouas soudain ta robe,
Et dans le flot, qui te dérobe,
Tu plongeas du front sans terreur.
Scene d'effroi! spectacle étrange !
Tu triomphais des .flots amers.
Etais-tu la reine des mers ?
De la tempete étais-tu l'ange?
La p]age admirait--Le soleil,
Retournant á son lit de gloirc)
Sur tes bras, sur tes pieds d'ivoire,
Imprimait un baiser vermeil.
Toi, tu jouais dans sa lumiere;
DresRant ·ta tete aux blonds cheveux,
Tu repoussais d',un b~s ?erveux
Les flots melés a ta cnmere.
Dans l'écume et dans le rayon
Tu flottais, o nageuse insigne,
Déployant des blancheurs de cygn~ o
Et des souplesses d'aleyon.
Et nous pensions: Qui done est-e]]e?
Que! est cet etrc audacieux,
Dont la grace, au si<~cle des dieux,
Eut fait jadis une immortelle ?
Un souffie de rébellion
A-t-il émancipé cette ame?
Qui sait s'il reste un ereur de femme
Sous eette force de lion? ....
Est-ce l'amour qui poul'ra dire
Ce qu'elle atte~d pour s'~mo"?-voir,
Ce qu'il faudralt a eet anl nOlr
Pour se noyer dans un sourire?
Prodigue, vient-eIle a ces bords,
Les soirs ou trop de vie abonde,
Jeter au vent, jeter a l'~mde, ._
Le superflu de ses trésors?
Ou bien, est-ce un creur en démenee,
De ses blessures ulcéré,
Qui revient, en désésperé,
Lutter ayec la mer immense ?
Serait-ce enfin qu'ayant gouté
A mille eoupes décevantes '
Elle demande aux épouvantes
Une supreme volupté?
Que savons-Dous? Passons; toute ame
A des replis fermés au jour ....
Laissons ses secrets al' amour
Et ses mysteres á la femme !
JOSEPH A UTRAN.
A. UNA BAÑISTA.
fOESíA. DE loSEPH ftUTRA.N .
~-U1~«Cc4Ó'" ~e~ica~a al S-z;. -'j)o &w-;;i9ue ~, ~oH-lá1'\.
, ISTERIOSA forastera, .
·1 Quién eres t~, que, atrevida
. 'Vienes á jugar la vIda
~oorriendo blanca y ligera
~'"'! ", A entrarte en la mar temida?
e le Qm' én, "I nsIgne nad a d ora,
Te dió el esfuerzo viril
Oon que arrostras á deshora
La ráfaga azotadora
y las olas mil y mil ?
Ouál tu historia? , , , ,Ah! qúién de' un a ve
Viajera el destino sabe '?
La playa, sin conocerte,
Admira tu brazo fuerte.
Tu seno admira süave!
Tarde inolvidable aquélla!
Lejos la tormenta brama;
Oargada la onda se estrella ,
y en la arena se derrama
Dejando humeante hue.lla ..
No osan los homhres llegar,
\: as en silencio profu ndo
Miran de lejos temblar
Roca y muelle de la mar
Al 'empuje tremebundo.
Llegas tú, y aquel furor
Ves, y en tu impaciente ardor
Dejas la importuna ropa,
y al pi~lago que .te arropa,
Te aba1anzas SIn temor.
Momento nquél, en verdad,
Fué de cruel ansierlad:
Triunfante surges de pronto!Será
la r ina del ponto '?
Ángel de la tempe tad?
A su esp~éndido cubil
Derribándose yeÍ el sol
Te bañó ninfa gentil,
Brazos y pies de marfil
Oon ó culo de arrebo1.
La frente irguiendo, gozabas,
Oon los último., destellos,
y con el brazo apartabas
Nervudo, las omlas bravas
Mezc1adas á tus cabellos.
y entre la lumbre y la e~puma
Flotabas sobre el apismo,
Del cisne la tersa pluma,
Del a1ción la gracia suma
Emulando á un tiempo mismo.
Oon asombro y simpatía
;. Quién, decíamos, será
E ta que a1 mar desafía
y vence á quien Grecia vá
Por diosa adorado habría?
Impetu de rebelión
La habrá lanzado al combate?
Quién sabe si un corazón
De mujer oculto l~te
Bajo fuerzas de leon !
Qui.zás de, tarde, en momentos
En que la vida rebosa,
Aq uel exceso de alientos
A arrojar vendrá r~mbosa
A las olas y á los v1entos?
¿ Será corazón doliente
Que, llagado, sangre ma?a,
y en el despecho que SIente
Provoca batalla insana
Cr¡.lza] e, porque e:-; muy de graciado ....
. ;{ .
..y .. ..¡ ;.
Juan no bablo más de la arle iana. Pero la amaba
iempr , y abora más que nunca. Ma, como era muy
altivo, no dijo nada: j e: lo que mató 'al pobre mueh del patio: esto fué todo ....
Se había dicho el pobre muchacho: «La amo demasiado.
. .. 1,fe voy .... »
j Ah, miserables corazones los nuéstros! j Es un poco
fuerte eso de que el desprecio no pueda matar el amor!
. . .. Aquella mañana los ver~inos de la aldea se
preguntaban quién podría gritar a.n eia,
d permanecer con el alma abierta? ¿ P or qué me ha asociado
á su vida? Porque yo lo he a80 iado icr:npre
á la mía. Nunca se ha visto separad ele su' par] re .
Ha ta los diez año , bajo el ala ele u maure, madr admirable,
vos lo sabéi bien, ha r ecibülo ele ella y d lL1.
solamente, su primera eelu 'aci6n. Ella le ha en eí'ía(lo :~L
leer, á escri.bir y á contar; él no ha conocido ante de ntrar
en el liceo otro mae tro. D L pué, me ha II e/HIo 1
turno á mí, y he recomenzado mi e ,tudio, con él. N una
sola noche me he aco taelo in h:lbe rle antes explicad y
hecho recitar su lección. Mi hijo tenÍc1. u profesor en el
liceo; t-enía ademá un segundo mao tro en la casa. el verdadero.
En retórica, ha<:Íc.l, de oada v e r,' ión una truc.1u -
ción, la primera para su profe 01', la otra úni amente para
mí. Ese trabajo de repetición, para un padre e una terrible
fatiga; pero j qué l' compen a ver 1 p queño c rebro
desarrollar e, el pequeño hombr apa iOllar e inv
tigar y morder en t do on un hermo o apeti to ele verelades,
con una sed de saber que nada sa ti face! ¿ N o es e, to
delicioso '? Pero es necesario predicar con el jemplo.
" y para la educación lllOl'al com para la intel tu,l,l
el mismo procedimiento e impone : el ejem.plo. Ob rvad
en lo que vienen á parar lo hijos de lo matrimonio.
desunidos; con iderad el fin de mntos hij s de mndr s
cuya conducta ha sido cen ul'able Ó lige ra. ~n ec1 ucación,
como en geometría, nada se hace sin la demo tración n
el lienzo."
--" Pero, fuera del ejemplo, hay el rta e lucación moral
que es nece ario dar. ¿ La habéis dado religio a ó descartanelo
la religión 7"
-" Mi mujer y yo hemos nacido en la l' liaión católica
y en la religión católica hemo educado nuestros hijo.
Libres han quedado, una vez llegado á la e lad civi I de
rechazar ó de guar lar la creencias en que fueron intruídos
cuando niño. Ou, tión es ésta de temperam 11-
to, de juicio pers nal, de aire ambiente. Pero 110s abrin
al menos lo que rechazan y por qué lo rechazan. O 1110
la mayor parte de los nlédicos, mi hija mayor no cree;
pero su negación desean 'a sobre una comparación previa.
Prefiero esto.
-" ¿Y el menor 7"
-" Oh 1 el menor sólo tíene catorce ano . Tiene
tiempo, por con iguiente, de formar e una 01 inión en materia
religiosa. En cuanto á mi hija-tiene sei año, mi
hijita,-su madre le enseña la Hi torÍa Sagrada, y lo, acontecÍlnientos
de lo libros santos le interesan. El otro
día me contaba á u maneTa, la pérdida del paraí ,y
aún lne parece que la oigo decir al fin de la li toria de la
manzana:
_0 Cuando papá, Dio supo e to, se puso braví imo."
O,'eemos se?' los p?'ime?'os en da?' el, conocer en nuestro
país al escritor noruego l1jornsf:jerne BjeJ7'n on de ?'eputaci6n
'universal. " El Paelre" es un cuento relatado con e.sa
sencillez que dz"stingue á los h01nbres del N'orte, y en el fondo
encierra un sentí'miento ele alta mor'al que no d~ja?'án de notar
nuestros lectore . Lo conci o de la fra e y la 'difícil facilidad'
del poeta escandinavo hacen de "El Padre" 'un
camqfeo bellísimo.
No menos sentimental y bella e la" l cuarela 'de La
J oven J.lihílúta," que, igue á contínnaáón, y ele la pluma de
R. L. K etchum, poco conociúo ent,'e no oi,'o cuando 1nenos,
pero de universal ?'epntaci6n tambl'én. E to do t7' ~bajos
inauguran una serie de t7'aduccione cogl'úa' que viene haci
ndo el Director de "La Mí. celánea" para olaz de , 'l('s
n:nme7'O, os lectore .
ELP..A..DRE.
'1I--r=::::ID ~ o'
J',U HD VERAA
¡ qUl n,' nl á. bablar, ra 1
~ h 111 b1' !nás 1 u 1 n to d 1 a
J -
c; pal'roqllla.
y s mejant p r nali
lad apar ció un día 11 .1
e tu ho d. 1 p< ,'to)',
: T ngo un bij dijo-mociol1
¡Hlo. .\- dl'.· !'() <¡u' :-;cu bautizado."
" ¿ Oómo h ¡tbl'(l le 11 amarse ? "
, ]3 inn, e m mi patc.\¡oione, para mi
hijo: va á ca:iar::;e con Karen Storliu 11, hija de Gudmund,
que está. aquí comnig .
." Es d ecir, eon la muchachan
tomando los acontecimientos. Cuando recobró su pres
ncia de ánimo, acercó la lámpara para iluminar el 1'0-
tro de la joven, á quien encontró más linda que la primera
vez, á pesar del sufrimiento que sus facciones revelaban.
A todas las preguntas que salieron de los labios d 1
joven, no respondió al principio sino eon una sonrisa tierna
y melancólica.
Finalmente, púsose á cantar este célebre verso. _
Sois causa de mi enfermedad, sois ca'u· a de mi vergiienza
..
Sien-Koung, encantado de esta lisonjera acusacibn,
se confundía en excu a y muestra. de reconocimiento,
y cubría de besos apa ionados las manos y mejillas de la
joven. Ella le pidió para que la curara, que le cantara la
e 'troía s~guiente :
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LA MISOELANEA. 11
Los traj ~s de ,gasa rle hoj'ls sup ;rpuest lS y los bord l,dlJS
de colo'res hacen resalta1' el fénix de oro y los pája'ros de plata
(1) más 'resplandec'ientes aún; á cada vuelta del baile, las
he1'rnosas se colocan en dos filas.
Pe1'o la más he'rmosa se coloca siempTe' en el medio.
o había concluído aún la última estrofa, cuando
saltó de la illa diciendo que e taba curada.
La dicha de los amantes fué completa.
A~ día siguiente por la mañana, la madre vino al bote,
y vlendo á su hija restablecida, manifestó mucho contento.
N o in istió en llevársela, adivinando en las miradas
de su hija que prefería qu da.rse.
A pesar de los ardores de la luna de miel más apaionada
Sien- Koung no pudo nunca an:ancar á su amante
1 ecreto oe la situación de su familia, ni siquiera la
dirección de su casa.
iempre le decía que no estando segura de poder llevar
á abo el matrimonio, esos informes carecían de importancIa
para éL
. E. 'o. dt talles no impedían que su amor aumentase en
] nt, n. ldnd ni que 10' amantes se hiciesen mil protestas de
carJño.
na noche, despué,., de habE'r abierto por casualidad
un li"?l'o, dijo 1l0l'11ndo tÍ. u amante que su dicha estaba al
tel'lnmar, porque el padre del joven debía regresar pron-
10. El1a había consultado el libro y había encontrado la
canción de Li-Y. (2)
ien -K:oung trató de consolarla dando una interpretación
diferente.
-El primer verso, dijo, indica más bien el matrimOllio.
Pero T iou-Lien no era de esa opinión. Ella prefirió
partir para no encontrarse en pl~esencia del incómodo
padre de ::sU amante.
- i obtengo el permi o de mi padre ¿en dónde pod
l'é avi ároslo?
. . - Lo abré al mi rno tiempo que vos; es inútil es-
Cl'lblJ'me! .
, Cuando el padre, que efectivam nte llegó al día sigUlente
upo por U hijo ]0 que había ocurrido, manifes,
tó mucho de. agrado de que este último hubiera aprovechCl
10 u au encia para recibir una mujer :i bOl'llo; pero
'u ól ra se desvalieció poco de:;pués, cuando vió que todo
e taba en orden y que no faltaba nada en el buque.
rr. iou-Lien volvió de tiempo en tiempo á ver á su amante.
cuando é te se encontraba solo. La señal de las
-itas era una canción. Ella no encontró medio de hacer
que el padl' consintiera en el matrimonio; pero deseosa
de prolono'ur el tiempo en que podían tener u entrevista.
propll 'o á u amante que retardase su partida lo más
po. ible.
Sin embargo, al principio de la quinta luna, momento
en que la baja del precio e general y en que la gran marea
e presenta Sien-I{ou~9 se vió oblig~do á, partir con
su paure. Apenas regreso a. su casa, cayo gravemellte enfcrmo.
Confesó eL su madre, inq'úeta de verlo t~n enfermo,
que no eran los medicamentos los que poJían curar-lo,
. ino Tsiou- Lien. '
El paure, inflexible al principio, tu vo que ceder al
fi n, en vista del e tado alarmante de su hijo. '
Moh y su hijo se embarcaron para un nuevo viaje.
Cuando llegaron, se pusieron á buscar á la descono-cida.
' .
No fué ino mucho días después cuando la descu-
(1) El fénix ue oro y los páj
Tsiou-Lien, muy feliz por el éxito de esa empresfl,
volvió pronto con su marido á Pe ín.
Un año, su suegro, que había partido para sus expediciones
comerciales, tardó en regre al'; y habiéndo e
agotado su provisión de agua del lago, la joven sintió que
iba á .morir. Recomendó á u marido que no la enterrase,
pues para conservar su cuerpo, bastaría leer todos los
días, tres veces, los siguientes versos:
.Tri.ste cosa es el á Dios,-Pe1~o la, separaC't'ón momentá-nea
es más triste aún. . . . .
-Cuando llegue el agua del lago, dijo, desnudadme
y meted mi cuerpo en un baño de esa agua: resucitaré en
el acto.
Esto se realizó de acuerdo con la predicción; pero
Tsiou,-Lien, desde este incidente, n"o podía vivir lejos del
lugar de su nacimiento, siempre presente á su imaginación.
La familia tuvo que abandonar el Norte para instala.
r definitivamente á la feliz esposa de Sien-Koung en el
lago que la había visto nacer.
Jl
. ~ ADA más triste que el titán que nora,
, . Hombre-montaña encadenado á un lirio,
, ~ Que gime, fuerte, que pujante implora:
~ Víctima propia en su fatal martirio.
Hércules loco que á los pies de Onfalia
La clava deja y el luchar rehusa,
Héroe que calza femenil sandalia,
Vate que olvida la vibrante musa.
¡Quién desquijaba los robusto leones
Hilando esclavo con la débil ru ca,
Sin labor, sin empuje, sin acciones,
Puños de fierro y á pera muñeca t
N o es tal poeta para hollar a1fombras
Por donde triunfan femenil e danzas:
Que vibre rayos para herir las ombl'as,
Que escriba versos que parezcan lanzas.
Relampagueando la soberbia estrofa,
Su surco deje de esplendente lumbre;
y el pantano de escándalo y de mofa
Que no 10 vea el águila en su cumbre.
Bravo soldado con su casco de oro
Lance el dardo que quema y que de garra,
Que embi ta rudo como embi t el toro,
Que clave firme, como el león, la garra.
Cante valiente y al cantar tra baje,
Que ofrezca robl si se juz~J"a Il1D!1tc;
Que su idea el mal rompa y desgaj
Como la selva virgen el bisonte.
Que 10 que diga la inspi rada. ho 'ft
Suene en el pueblo con p~labra e_ traña;
Ruido de oleaj al azotar la roca,
Voz de caverna y . opIo de montaña.
Deje San ón de Dá1ila el reo'azo;
Dillla engaña y corta lo~ cab llos,
N o pierda el fuerte el rayo de u brazo
Por ser esclavo de unos ojos bello::>.
RUBÉN DARIO_
-,::::;::::s:o~-
L entrar á aquel cementerio fresco, agradable, 11 no
de rosas blancas é iluminado por el 01 de mediodía,
vi una hermosa joven que a.penas contaría diez y
~ siete años, arrodillada frente de una tumba.
~ La niña reía á carcajadas como una loca, y no
dejó de extrañarme tan intempestiva alegría.
No es posible imaginar nada más gracio o que aquella
linda criatura, con sus dorados cabellos hechos rizos,
sus ojos azules y su fresca boca; pero lo raro en ella
era el conterito que mostraba junto á las f sas donde dormían
los muertos.
No pude contener mi indignación y dirigiéndome á.
ella la dije:
-Señorita, no sabéis sin dúda qué sitio es éste. ¿ Ignoráis
quién reposa bajo este mármol '?
-No, dijo ella; lo sé perfectamente: no ignoro
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LA MISOELANEA. 13
quién reposa en este, epulcro. Era mi amigo; mi esposo
del alma, mi único bien; prosiguió con voz entrecortada
por los sollozos. Cuando él murió yo creí morir también
de pena.
-Sin embargo, repliqué, os vi riendo.
-j Ah I caballero .... es que durante su vida no tenía
más placer que verme contenta y dichosa, y ahora si
llorase sobre su tumba, estoy segura que sufriría mucho.
CATULLE MENDÉS.
CONFlbENCIAS.
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LA MISOELANEA.
KAIKAE.
Fragmentos de utl vilaJe por Africa.
PEN AS amanecía, y yá me hallaba
en la playa, en medio de
un desierto compuesto de arena
yagua y contt mplando la "'
~¡.,~~~~ inmensidad de los desiertos
que me cercaban: uno turbulento,
dominador, jugando con
los bosq ues y con las esperanza,
del hombre; el otro, más
ten ible tal vez cuando el simoun
sacude su estupor.
Conoda el primero, pues
por mucho · tiempo había sido
juguete de sas caprichos. Determiné,
por tanto, estudiar el segundo y sondear sus
grandes misterios.
Despues de dos horas de rápida marcha, en cuanto el
terreno la permitía, llegué á la entrada de un bosque espeso,
y me encontré delante de unos veinte negros acu·
rrucados delante de un cuadrúpedo medio devorado. Era
una <.;omida salvaje.
Levantáronse al verme, y con gestos corteses me Invitaron
á que participase del festín. Acepté sin vacilar,
y fuí á sentarme junto á ellos. Los individuos que me
habían acogido tan cordialmente formaban una de las mu
chas caravanas aventureras que recorren las cercanías de
las colonias europeas al Oste de Africa.
Do hombres de dicha caravana conocían algunas palabras
del idioma inglés. Una joven vivaracha, con mirada
de cometa y dient s brillantes coriados en punta, se
bac ía entender perf~ct mente en portuglié" y por el1a supe
que sus compañeros habían citado, en aquel sitio, á
otra caravana viajera, que debía llegar a' día siguiente.
El objeto de aquella r unión era d matrimonio de la
bella intérprete con un jefe muy intrépido del Reino de
Boni, cuyo poder era tan grande, que á veces se hacía
temer de los establecimientos europeos.
En las primeras horas de la mañana se acercó á mí
]a joven prometida, y cogiéndome familiarmente del brazo,
me dijo que tendría mucho gusto en que nos pa
scáramos jun~os. .
Kaikae, nombre poco armonioso, DO me inspiraba temor
alguno; tenía apenas di~z y C'ei años; sus pies y sus manos
eran elegantí irnos; su acento, extraño y melodioso
á la vez, y su sonrisa me hubieran enamorado si mi pl0·
bidad no hubiese tenido en CUl nta que aquel mismo día
ó al iguiente debía pertenecer la joven á otro dueño.
El traje de la traviesa Kaikae era sencillo y extraordinariamente
gracioso.
Imposi.ble es que yo describa con exactitud los movimientos
de aquella hermosa compañera de paseo; con
todo, hubiera deseado verla más velada, porque el pudor,
aun cuando' sea bajo los trópicos, me parece una cosa absolutamente
indispensable.
Caminábamos del brazo, como dos amigos ó como
dos hermanps, y pronto llegámos á un sitio de arena blanca,
entre la ¡ cual brill~lban muchisímas partículas de oro
y de mica. . Sentámonos cajo un ma,;estuoso banano, cuya
inmensa sombra nos libertaba perfectamente del sof~cante
calor' que hacía estallar al terreno. Estrechando .
cntonces Kaikae mi mano con un sentimiento inuefinible
de curiosidad, me preguntó si el país de donde yo llegaba
era grande.
-Muy grande-contesté al punto.
-¿Hay muchas mujeres y muchos hombre?
-Mucho más que en Africa.
-l.Hay banano, guayabas y cocos?
-No.
-Pobre país que no tiene esas cosas, y donde abundan
1 s hombres blancos.
Los dioses africanos son de ébano, y sus espírituR infernales
están pintados del color de lo europeos; de modo
que un rubio hubiera tenido que sufrir mil sarcasmos y
burlas de la caravana que yo había encontrad0.
-Es decir-repuse á mi compañera-que yo no soy
de tu gusto.
-N o por cierto; eres blanco.
-y por Jo mi mo no me querrías por novio.
-Después, sí; antes no.
Díoann::;e que la Europa no se refle~a en los de. jertos
africano.
En desquite empecé á dirigir preguntas á mi curiosa,
y una de ellas fué si en su país no 1 a1)ía bel'ffiO as casas,
muchos hombres y buena armas ofen. ivaf:.
-Hay casas que nadie ha constru ~do 1 osqtl< s, montañas,
llanuras y puentes; nadamos como deHlnes.
-Todo eso es bueno; pero no tenéi hombres bbn-
COf:.
-Tanto mejor; los blanco son tra' doreR y majos.
-¿ Crees que yo pienso ha<.;el'te daño '?
-N o, porque solo no eres bastante fuerte.
¡Oh naciones civilizadas! ¡Qué g ratitud babéis sembrado
en los corazones de esos hombres feroces de touos
los imperios, cuando les. habéis llevado vuestras artes.
vuestras industrias y vuestros vicios I
Iba á preguntar de nuevo á K.aikae, cuando e incli nó
bruscamente, y pegando un oído al suelo, dió un Ralto y
exclamó:
-¡Hiena! ¡Hiena!
Quiso huir, pero la detuve y ]a entregué mi sable,
del cual se apoderó con una especie de fiereza juvenil,
al pa. o que yo, amarti1lando ulJa pj ·t oln, me puse á h
defensi \ a diciendo:
-Hé aquí un epi ouio ine perado, quc . icmpl'e acoge
b:en el viajero que desea contar algo nuevo de pués
de su correrÍc s,
La fiera se nos acer<.:ó dando mil rodeo', abriendo
su fétida boc;" , despidiendo unn baba eSI ulHosn y corresiva,
erizando sus agu las orejas y barriendo la urena con
su cola extendida.
A veinte pasos de no otros se letu vo; todos sus
miembros se estrem cicron, y n031anzaba minl.das furtiva.,.
- -Tira--me dijo Kaikae, que pe había adelantado.
-Todayía no-le contl s :é.-- Tiene 111ie(lo como una
de enterradora de cadáveres! pi olongl erno: su agonía, po -
qne los malos no tienen tal vez m<Ís qlW un día de remo: clill1:
ento.,. D\. be 1":0' 01 c (~el' unn h( )ra Ú e. e de. pl'e ·iable
enemigo, . que no lJubieru devorado:::.i nos llUhit'se
visto dormido ó desarmado~.
Era, sin embargo, . preci o acabar con aquel a. quero ... o
animal por lo que, rogando á Kai 1. ae que p rmancciese
en su puesto, me ad Janté hacia el reptil de lo cuad r úpedo
piRtola en mano.
El animal se encabritó, onduló su cuerpo como pnm
evitar el combate, después se sostuvo sobre u. pütas
traseras'y esperó el ataque. Su aliento en venenado 11 -
gaba hasta mí y me ocasionaba náusea. 11)a yá. ii (1c. cargar
la pistola, cuando la hiena se arrojó, y la herí n
medio de su salto.
-¿,Muerta?-me preguntó la joven salvaje.
-Muerta.
-Llevémosla.
y Kaíl- ae se acercó á ella para agarrarla por ]a colf1,
cuando el vi1Jano é hipócrita m.imal hizo 11 último esfuerzo:
alargó el cuello, abrió la boca y mordió á mi compafíera
encima del pie. Al punto le ele lJice]a cabeza ~
culatazos, y me apre uré á vendar con un p dazo ue llll
camisa la herida de la joven.
-E to no vale nada-dijo ella sonriéndose y mirán-dome
con dulzura.
-Pero puede ser mucho-repliqué.
-N o, blanco mío; no es nada.
El ruido del pi. toletazo había pcrturbndo :í la colonia
errante: pronto vimos correr á, vnrios indi\'iduo de la
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LA. MISGELANEA. 15
tribu de Kaikae, que moderaron su carrera al vernos en
tan buena inteligencia; al reunirse con nosotro, nos lijeron
que habían vi to á lo lejos la carabana de Dehahé,
el novio belicoso, de quien contaban tántas maravillas.
Entre aquello seres tan alejados de la civilizaci6n
estallaron ardorosos transportes de alegría, apenas se reconocieron
y llegaron á entenderse. Debahé, si.n embargo,
pareci6 extrañar mi presencia, y dirigiéndome una
curio a mirada, se preparaba tal vez á conleter conmigo
algún exce.'o; cuando Kai k ae se acerc6 á él, Y le dijo alg~
lla 1 nLLb! as al oído; su expre 'iva pantomima me di6
á ntender que refe ~'ía la mue te de la hiena. Dehahé se
aprllximó tí mí; puso sus mano.::. en mis hombros; toc6
tres veces su fr n te con la mía, y me ofreció una hermo,
a g>lmía de com bate. No me hice rogar, pero no queriendo
mostrarme menos genero'o que él, me quité el
chaleco y se ]0 entregué, ej eutando antes la misma maniohra
q \le había precedido á su reo·alo.
No. ent:ímos v se habló m ucbo. Media hora despné.,
durante la cual ecbaron un velo sobre el ro, tro y los
hombro de Kaikae, el fogo o amante se levant6 le un
,'alto omo el chac:!.], se ac TCÓ á su novia, le arrancó el
velo y Sv f'en t,', á su larlo p ~U'a pronunciar ciertas palabras,
fO,'lllada. de unasola sllaba, y que salían de su boca como
,'i fueran notas mu, icale~. .
La C'ornitiva el Dcbahé. ecomponín de cien hombres
que ternblahan á una palabra ó á un o-c to del temible jefe.
Dió un oTito, y una docena, ent!'e n =>gI'OS y negras, se nel
lantaron á depo i al' ci 103 pie de la novia frut.as en
ahun lnncia; en se6uicla, e quitó el cinturón, sac6 una
cnja ele ébano y de ella una docena de perlas hermosímas
y :1 t : Kaí I ae se coloc6 á S il Indo, al pa o que los dos
pllcb1o, rmlcaban á los de posaelos.
D ,1 ahé adornó la cal)cza y lo hombro., de su novia
con p c extremo::; de la fosa. Por lo demcis, ni una lágrima,
ni ' Ulla p::tlabra ni una imprecación. Era aquélla u na am:
lrgunt que ca.L!, cual q uerícL con ervar para sí solo, un
tormento cuyo recuerdo deseaban todos inmortalizar en
sus corazones.
FRANCISCO ARAGO.
L& Se.iJfBRA. DEL POETA.,
1
J- ~ ' E encienden las noches en la ciudad con la reful~
gente y dorada corona
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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Prensa