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Fecha:
23/05/1896
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
S70 LA MUJER
LA MATEBK~DAD
1
¿Recordáis por ventura los ailos de
vuestra infancia?
¿Recordáis aquellas horas tranquilas
en que, libre el alma de p(sares y el corazón
de inquietude~, dejábais repesar
vuestra cabeza en el regazo de u na
mujer?
¿Recordáis id ternura con que aq u ella
mujer os acariciaba, estrechaba vuestras
manos infantiles, é imprimía, sin
ruborizarse. sus labios en vuestra frente
candorosa i
· ¿Recordáis cuántas veces enjugaba
solícita vuestro llanto y os adormecía
dulcemente al eco blando de una balada
de amor?
Oh t sí lo recordáis.
Los 'que tenemos la dicha de ver todavía
á esa mujer sobre la tierra, la invocamos
cun cariilo á todas horas. Su
nombre está escrito en el corazón: es el
nombre más tierno de cuantos encierra
el diccionario.
El no m bn; solo de 1lfadre nos representa
aquella mujer en cuyo seno bebimos
el dulcísimo néctar de vida, en
cuyo regazo dejábamos repo!ar nuestra.
cabeza; aquella mujer que nos acaricia·
ha, que oprimía entre las suyas nuestras
manos, que besaba nuestra frente, que
enjugaba nuestro llanto, que nos mecía,
por fin, en ~ us brazos al eco blando de
una balada de amor.
¡Dichosos mil veces los que todavfa
podemos contemplarla con los ojos de
la realidad !
Vosotros los que habéis perdido á
vuestra madre, también podéis verla si
tenéis corazón y sentimiento.
Podéi~ verla en el ensuetio dorado de
vue~tra felicidad. Si el astro de la noche
envía sobre la tierra su pálido resplandor,
figuráos que el resplandor pálido
del astro de la noche es la mir-ada
tranquila y cariñosa que vuestra madre
os dirige desde el cielo.
Si veis en la región del cielo una
blanca nubecilla, que flota cual tenue
gasa sostenida en sus extremos por dos
ángeles, es el alma de vuestra madre
que al miraros sonríe de cariño :tesde
el cielo.
Si á la caída de una tarde melancólica
sentís en el valle un eco vago que
se pierde á lo lejos, y que no es el canto
de las aves, ni el murmurio de la fuente;
arrodilláos, es el aleteo de la oración
que por vosotros eleva vuestra madre.
Si en noche apacible del estío acaricia
vuestra frente una brisa consoladora,
que no es la brisa de los campos, ni el
hálito embalsamado de las flores, estremccéos
de pbcer; es el beso de pureza
y de ternura que os envía desde el cielo
vuestra madre.
Aunque la muerte la arrebate, la
madre no deja nunca de existir para
vosotros los que tenéts corazón y sentimiento.
II
¡Pueblos que rebajásteis la dignidad
de la mujer; que la considerásteis como
un sér casi despreciable, ver:id ! La ra·
zón os llama á juicio.
El sér que vilipendiáis ha d1do vida
á Vllestros héroes y á vuestros sabios.
Cuando vuestros héroes y vuestros
sabios, cuando los Alejandros y los Romeros,
los Césares y lo3 Virgilios, cruz
.t ban los azarosos días de la infancia,
una mujer los alimentaba co:1 el jugo
de su pecho, una mujer los adormecfa
con el arrullo de . sll amor.
Cuando sus labios empezaron á articular
sonidos, una mujer les enserió á
pronunciar los nombres para vosotros
venerandos; y les imbuyó vue!'tras creen·
cías, y les dijo que había una patria que
debían adorar; una patria que ellos ilus·
trJron luégo con el brillo de sus ~enquistas
ó con el mágico resplandor de
su talento.
¡ Detractores sistemáticos del que lla·
máis sexo débil, recordad que hab~is
tenido madre, ó que la tenéis todavía 1
¡ Los que negáis absolutamente la
virtud de la mujer, acordáos de vue5tra
madre 1
I Los que al nombre y á la mtmoria
de madre no sintáis latir de entusiasmo
el corazón, apartad, alejáos! .
Pero no vayáis á los campos, que allí
las tiernas avecillas besan á sus madres
en el nido; allí el manso recental brinca
de gozo junto á la oveja.
No vayáis á los bo$ques, que allí po·
déis ver á la pantera lamer á sus cachorros,
y á la leona acariciar á sus hijuelos.
Y no es bien que la leona y la pante
ra de los bosques, y la oveja y el ave de
los prados, ensti1en al hombre las leyes
inmutables de la naturaleza, al hombre,
que es rey de la naturaleza y primera
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Humo que Lrota de la montaña;
nostalgia oscura; pasión extrniía;
sed insaciable; tedio inmortal;
anhelo eterno é indefinible;
ansia infinit'l de lo imposible;
amor sublime de lo ideal!
S. DÍAZ MIRÓN.
LA MVJ:aTII DE MIB.ZA
venganza, si hubiera, como un rayo
fugaz, pasado por mi alma calcinándola,
yo habría cerrado los ojos, y ella
habría desaparecido en la inmensidad.
Sólo el amor había dominado, encadenado1
esclavizado mi alma y héchose
la pasión insaciable de mi vida; el
amor, bajo todas las formas: como adoración,
como ternura, como placer,
como voluptuosidad, como sacrificio y
como fe; y yo había amado con frenesí,
con locura, con abnegación, con celos
y con los raptos celestiales que se atribuyen
á los ángele~.
Pero más poderosa era todavía en mí
la necesidad de ser amado; y ciego en
mi ambición, creía que para esto bastaba
que leyesen el fondo de mi alma.
Si alguna alma delicada se estremeciese
de dolor al leer estas líneas, como
se estremece y vibra la cuerda de una
lira tocada por un ciego, la necesidad
más poderosa de mi corazón en este
momento habrá quedado satisfecha, por·
que el dolor necesita simpatía, amor,
dolor también, para encontrar consuelo.
Pero pocos corazones estarán lastima- ······ , ... ·· r· · ···•·· ·· · ·····•··· .•.... ~ ... ··•
dos como el mío; pocas almas estarán, Cargado de ar1os, lleno de decepcio-como
la mía, viviendo sólo de recuerdos nes, pero aún el c0razón sensible, y
tristes, que á otros matarían, y que á mí exaltada esta sublime aspiración, me
me embelesan, porque son menos crueles fui á un campo yermo, debiendo á la
que el presente y porque yo y á no tengo generosidad de una amiga el llevar, por
porvenir: que en la vejez la tumba e5tá compailera una linda perrita. juguetecercana.
Sin embargo, escribo con es- na, de piel carmelita, sedosa y crespa,
peranza: Cuando el herido pide compa- de cabeza delgada, orejas largas y atersión;
cuando el náufrago escribe su ciopeladas y de rnirada inteligente y
nombre y el día y la hora de la ca.tás- apacible. Y verla retozar, saltar, ir y
trofe, y lo confía á las ondas para que venir á mi lado, fué por mucho tiempo
lleven su relato á lejanas playa5; cuan - mi solo placer, mi única diversión.
do el ni11o llora y se arroja en el seno A esta perra le di por nombre MIRZA .
de su madre, ó el amante confía sus Esta era la heroína de un poema de
penas á la mujer querida, todos, como amor que yo había leído, y que era así:
la necesidad más imperiosa de la cxís~ La sacerdotisa de un dios severo, imtencia,
buscan quien comprenda sus placable y sauguinario, habíase enamosufrimientos
y participe de ellos; bus- rada de un joven, y del templo se había
can quien los compadezca, quien llore, huido con su amante, yendo P.Or todas
quien con ellos ame; porque dolor, partes, inspirada y sublime, predica11do
compasión, simpatía, ternura, son sólo una nueva religión de amor y de feliciamor,
y el amor es la ley universal. dad á les mortales. Tras largos at1os de
Adelantado en el camino común de ventura, rodeada de sus hijos y al lado
la vida, habiendo bu:;cado en vano otros de su esposo, fué sorprendida por los
senderos, quise en la soledad del campo c.elosos sacerdotes y sacrificada en el
encontrar descanso; porque, como el l acto. Y ella, al morir, acariciando á sus
gladiador vencido, e~taba moribundo y hijos, les decía: a: Y á veis que esto es
nadie restaiiaba la sangre de mis heri- cruel, y el amor á todos hace ventudas
.•.. ; quise aspirar el aire libre y vi- rosos.l)
vificante d'el campo, sacudir el polvo La criatura inteligente y fiel creció á
del mundo y vivir del amor supremo
1
mi lado, se hizo hermosa y no amó á
de la naturaleza. nadie más que á mí, no quiso más que
De las pasiones humanas, la ambi· estar donde yo estaba; y á veces mición
jamás había enardecido mis sienes: rándome con expre.sión dulce y amable,
, al contrario, las alturas, así físicas como á veces batiendo su abundante cola, me
morales, me habían causado vértigo. hablaba de su amor.
La avaricia, la sed de enriquecer, no Quise hacer de est: campo una grata
había secado mi garganta. El odio e:; mansión: nó un jardín, que eso no escruel,
y me había inspirado miedo. La .taba de acuerdo con el estado de mi es-
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LA 1\'IUJER 373
píritu, sino un lugar donde confundidos
se vieran-como en mi alma los recuerdos-
los árboles, las flores, las plantas
agrestes Y. los sauces melancólicos y
tristes.
En mi diaria tarea, MIRZA me acompañaba:
iba unos pasos adelante, se detenía
donde yo me paraba á poner la
simiente de un árbol, emprendía su
marcha cuando me veía hacer lo mismo,
y jamás se rendía. Así es que en
cada planta, en cada árbol, en cada ftor,
MIRZA ha dejado un recuerdo.
Ver el inmenso y variado panorama
del cielo, mientras que la brisa, pasando
entre los árboles, produce un ruido
misterioso y sublime, era un deleite que
duraba para mí largas horas; y mientras
tanto, MIRZA, tendida á mi lado,
la cabeza entre las patas delantt:ras y
las orejas caídas, parecía soiiar también.
Cuando abrasada la mente, cerno de
un volcán arrojaba esas ideas que queman!
l\1mzA parecía compren erlo: jamás
se dormía, y, de pié enfrente de mí,
e taba como miedosa: me miraba atenta,
sin atreverse á acariciarme y sin
q utrer alejarse.
Por la noche, acostada junto á la
puerta de mi aposento, me avisaba con
~us latidos que ella velaba por mi tranquilidad;
y al menor ruido extrat1o, al
dtvisar á una persona ó sentir un animal,
atronaba la casa; y yendo hacia
donde estaba el peligro que ella temía,
y volviendo presurosa, sin cesar latiendo,
daba el alarma y se prevenía á de·
fenderme.
Siempre que los niños venían á la
hacienda, olvidada la guarda de la casa,
dejaba sus hábitos sedentarios, y adivinando
cuánto esto me era grato. se iba
con ellos á todas las expediciones que
emprendían.
Jamás abandonó la casa confiada á
su cuidado, por sola que se quedase,
por hambre que tuviese; y cuando yo
lleCYaba, tras ligera ausencia, salía á recibir~
e, solícita y amante, batiéndome
la cola y haciéndome caricias con la
boca.
Hasta dónde llegaba su clara inteligencia,
igual ai amor que m~ profesaba,
lo revelan estos hechos:
Poníame á jugar con ella, á molestarla
y á sujetarle la cabeza entre mis
manos; y entont:es ella gruñía, fingiendo
estar furiosa, me tiraba tarascadas
amenazantes; y cuando lograba coge(
una de mis manos entre sus dientes, ·
no me dejaba retinnla, pero no apretaba
la boca de manera que pudiera herirme.
Era su amigo y co1upaiiero Botz Amt,
hermoso perro con quien estaba siempre
jugando; pero á mi llegada lo abandonaba,
y si el perro á mí se acercaba y
yo le hacía cariños, se le iba encima,
gruñendo y disgustada.
Cuando fué madre, me tomó del vestido,
y orgullosa, feliz y satisfecha, me
llevó al lecho de paja~, en donde sus
seis hijitos la aguardaban, y se puso á
darles de mamar.
Como la sultana ama á su señor, con
la fidelidad del amigo, con h gratitud
del esclavo redimido, con la ternura de
una niria y el entusiasmo de un idólatra,
así l'vlrRzA me amó.
Y á había sido madre varias veces, y
en mi ausencia quedaba al cuidado de
una vieja india, que la casa guarda.
En todas las casas de las cercanías habfa
perros carmelitas que yo había regalado,
tnuy parecidos á l\.1IRZA, que la reconocían
por madre y que, en vez de
latirnos cuando llegábamos, salían á recibirnos
con agasajo; de tal manera,
que pudiera haber e dicho que ella
había llevado el amor á esa región.
Pero la última vez que fué madre
tuve q~e ausentarme, y. á mi vuelta
noté que .1\fiRZA no salía á recibirme
cual tenía de costumbre; y entré con
el ánim0 preocupado, temiendo una
de,gracia. En la enramada donde se
dejan los caballos se me presenló MIRZA,
flaca, descarnada, exánime, moribunda;
levantó en alto la cabeza, batióme amante
la cola y volvió á echars"e. Me acerqué,
toméle la cabeza entre mis manos
y contemplé su mirada. turbia yá, pero
fija con amor en mí. Le di pan, y no
pudo recibirlo; pero meneaba la cola
en señal de agradecí miento.
Entré á la casa, lleno de amargura, á
buscar remedios, intentando salvarla;
y cuando vol vi con leche, y á no estaba
en el misn1o lugar: se habíá ido á la
pieza inmediata, á donde estaban sus
hijitos; y dándoles de mamar, extenuada,
exánime, y mirándome amante, se
rindió á la muerte.
-¡Adiós!- le dije, lleno de dolor y
sin poder contener mi llanto.-¡ Adiós,
mi dulce compañera 1 Sin ti El Empo-
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874 DA MUJER
rr:o estará de día solo y de noc:he triste
y silencioso. Tú eras el encanto y la
alegría de este retiro. ¡Adiós! ¡ Adiós 1
MEDARDO Rrv,\s.
Para tu · álbum
Verdinegro estaba el mar,
La tempestad atronaba,
Y un barco roto luchaba
Viendo la muerte llegar.
Los pasajeros en coro
Cantaban con triste acento,
El barco por cargamento
Conducía liras de oro.
Todos cantando al Patriarca
De los cielos, allí á solas,
Mientras las rabiosas olas
Se iban tragando la barca.
No se podían salvar,
¿ Quiénes eran? Trovadores!
¿Qué an iaban esos seflores ?
¡Ver las sirenas del mar!
De repente entre la bruma
Se oye un grito que resuena,
Y aparece una Sirena
Flotando en blondas de espuma.
Cay ron todos de:: hinojos,
Cesaron quejas é iras,
Cantaron todas ]as liras,
Lloraron todos los ojos,
Mirando aquella mujer
Envuelta en suaves efluvios,
Con hermosos bucles rubios,
Con labios de rosic1er.
Ella lus vino á salvar:
Que al fuego de sus pupilas,
l~ ueron quedando trauquilas
Todas las olas dtl mar.
En las leyendas de amores,
Dice, un J. de en can tos llena:
Que tú eres la Sirena
Que vieron los trovadores.
Por eso ahí va mi cantar,
Ahí va mi canto mejor,
Que le envía un trovador
A una sirena del mar.
CARLOS MEANY y MEAr\Y.
LOS BAYOS X
brujo de Menlo-Park,» el incansable
sabio Edisson, ha dado la última mano
á ese portentoso descubrimiento, cuyos
útile~ resultados no podrá el presente
siglo valorar en toda su extensión.
El sabio Roentgen había encontrado
algunas dificultades para poder a tra vesar
todos los cuerpos opacos, por ejemplo,
los huesos; y hé aquí que el inventor
del fonógrafo ha ideado una pantalla
químicamente preparada, á través
de la cual nada se oculta al observador.
' El cuerpo humano se podrá ver todo
interiormente como si fuera de vidrio.
La medicina ha ganado inmensamente
con ese descubrimiento.
Y á los médicos, en rn uchos casos, no
tendrán que estar adivinancio, como
hasta hoy lo han hecho, sino que sabrán
con toda seguridad q llé parte del
cuerpo está afectada y qué resultados
pueden producir sus meciicamen tos.
E~ procedimiento de Edisson es muy
senctllo: on la poderosa luz cathódica
colocada detrás de su paciente, mira á
1
través de su pantalla y ve todos los ór.1
ganos del cuerpo tan claramente como
pueden verse las palmas de las n1anos.
1 El paciente no tendrá ni la necesidad
de desnudarse, porque la ropa ~e pene
j trará como un linón nada tupido.
~ Para hacer pintura luminosa
1 Lávense unas conchas de ostra con
1 agua caliente; pónganse luégo al fuego
durante n1edia hora, y al cabo de este
titmpo retírense de él y déjt::nse enfriaL
U na vez bien frías, se m u e len hasta re··
l ducirse á polvo muy fino, teniendo cui-
1
da?o de separ~r las partes oscuras y
gnses que no st rven al efecto, y se po-
1 d , . 1 nen espues en un cnso . en capas al-ternadas
de flor ó de azufre. Tápese
1 uégo el crisol pegando la tapa con
cimento hecho de arena y engrudo preparado
con cerveza, el cual se deja secar,
y entonces se vuel\.'e el crisol al
fuego por un hora, al cabo de 1a cual se
deja enfriar bien y se quita la tapa.
El contenido debe estar perfectamente
Sabido yá por nuestras lectoras el blanco: y si no, se separan las partes
gran descubrimiento del doctor Foent- que no J? estén, p~rque esas no se pogen,
profesor de \Vurzburgo, al que se , nen .1 ummosas; 1 u ego se cierne por u 11
le ha dado el nombre de rayos X y por · tan:tz muy fino; y el polvo que así se
medio del cual se puede ver todo lo obttene se mezcla con un color claro
que se quiera á través de cualquier preparado con goma, porque en est~
cuerpo opaco, fáltanos poner en conocí- c~so es mejor dar dos capas delgadas de
miento de las que no lo sepan, que« el ptntura que una gruesa. Esta pintura
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LA MUJER 875
permanece luminosa durante la noche,
con tal de que se la haya expuesto á la
1 uz durante el día.
cuAa
Un pobre médico de pueblo habfa
comprado una fanega de trigo á un labrador
ricachón que Je reclamaba el
pago cada instante.
-Pero, ¡ cana . t'ls I -decía el acreedor-
¿ cuándo me paga usted ?
-No tengo dinero.
-Eso se dice muy pronto. Pero,
pero ... Ea, devuél va me usted el trigo.
-M e lo he comido.
-Déme usted un mueble.
-No tengo más que lo preciso.
-Va ya, pues póngame usted dos do·
cenas de sanguijuelas en cualquier
parte.
Jlxcuaa
La carencia de papel de imprenta en
la ciudad y por consiguiente el elevado
precio á que lo hemos estado pagando ,
no nos ha permitido publicar los dos
números de nuestra hoja que debieran
salir semanalmente. Por este último
n1otivo no hemos podido insertar va·
rios artículos con que nos han honrado
nuestros cola horadares.
N os creemos, put!s, en el deber de
dar la presente excusa, tanto á nuestras
suscriptoras como á los que nos han fa·
vorecido con sus escritos, prometiéndo·
nos, inmediatamente que cese el inconveniente
apuntado, publicar números
dobles para poder colocar la mayor parte
del material que tenemos atrasado.
:Pensamientos
El sueño es altvio de las miserias de
los que las tienen despiertas.
Donde hay mucho amor no suele ha·
ber mucha desenvoltura.
La pereza es la bestialidad del cuer ..
po, así como la bestialidad es la pereza
de la inteligencia.
Un perro concertista
En la última feria de Sevilla, uno de
los infinitos saltimbanquis que acuden
todos los años á la tan popular fiesta,
estableció un teatro de animales sabios.
Lo más notable del programa consistía
en la ejecución ... á dos patas, de una
pieza de piano por un bonito perro de
l aguas que respondía al nombre de Aft'lord.
La tienda estaba llena por un
público anhelante de curiosidad. Llegó
el momento, y ¡lfilm·d se presentó en
escena, siendo saludado con un prolongado
aplauso, como si fuera todo un
artista.
A una señal del Director, Afilord
saltó al taburete colocado delante del
piano, se sentó, en posició:-: académica,
con su cola enroscada, y se puso á tocar
muy correcto el primer wals Tout a la
jouie del Maestro Farbach.
De repente, un guasón-un gitano
del barrio de Triana-que estaba al
fundo de la sala, se puso á gritar:
'¡Al gato!. .• ¡ al gato!>> ... Oír esto
el perro, volver ~e hacia el público, enderezar
la cola, erizársele los pelos, y
desaparecer de un salto, para correr en
busca del enemigo hereditario, fué obra
de un instante .....•
Y el piano siguió tocando solo, y más
y mejor, el precioso vals Tout a la
jouie.
¡ El pi no era un piano mecánico J
Beceta• de cocina
BIZCOCHO ESPO.'JA.-Tómense cinco
huevos y media libra de azúcar y bátase
todo con un tenedor por media hora.
Tómese previamente una cantidad de
harina equivalente al peso de dos hue·
vos y medio. Después de haber batido
los huevos y el azúcar el tiempo indicado,
mézclese la raspadura de un limón
(el zumo puede agregase á voluntad).
Bátase adentro la harina é inmediatamente
colóquese sobre una lata cubierta
de un papel untado de mantequilla, y en
el instante póngase en un horno casi frío.
Charada
U na prima y otra jrz'ma
Cuatro vienen á ser,
Como cinco mitad de dos,
Aunque no lo quieras creer.
Y mi segunda y la pr·ima
Docena forman las dos;
Y unidas prz'tna y segunda
N o forman docena, nó,
Pero si forman, si quieres,
U na bella interjección.
Solución á la del número anterior:
Cupido.
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1
376 L :A :1\PU J E R
OhascarrDloa
Entre madreé hija:
-Yo, mamá, no quiero casarme.
-¿ Por qué, hija mía ?
-Porque soy demasiado ignorante.
-No importa. Los hombres no aman
á las mujeres dema~iado inteligentes y
superiores.
-Es que tú crees que ' todos los hombres
son como papá.
COlfi'BB.BKOIAS
SOBRE LA EDUCACIÓN DK LA llUJBB
POR ME DARDO niV AS
{Continuacióu)
Casada después la seilori ta con el señor
don Joaquín :Jove, rico comerciante
español, residente en Cartagena, y habiendo
emigrado á 1amaica pc)r consecuencia
ele la guerra de independencia,
llegó allí á una pobreza extrema. Entohccs
la señora Josefa Gordon de J ove
proveyó al sos-tenimiento de su familia
con artículos literarios que enviaba á
los periódicos ingleses de la isla, y traduciendo
al español los alegatos que en
los juicios hacían los abogados; pues
por respeto á las leyes del pafs, la legislación
inglesa dispone que los proc~sos
se sigan siempre en el idioma español
como antes de que su nación fuese poseedora
de la isla.
~llí residió por muchos años la señora,
siendo el centro intelectual y culto
de Jamaica en la época de su gran prosperitlad,
y cuando era el asilo nnas veces
de Bolívar y los patriotas, y otras de
los españoles arrojados del continente.
V.isi tada la isla por el terrible azote
ae la viruela, la señora Gordon de Jove
acometió la empresa de salvar la poblacion
vacunando á todos sus habitantes
gratis, estableció en su casa una oficina
que ella misma presidía vacunando,
y envió el pus á todos los departamentos;
y tales fueron los servicios que
prestó, que el Gobierno inglés le regaló,
en conmemoración, una gran jarra de
plata de esta forma:
La hermosa colombiana estaba de pie
como la estatua de la caridad; y al pie
había dos negras presentándole sus hijitos
pequeños, con los brazos extendí·
dos para que los vacunase.
U na inscripción altamente honrosa
ocupaba el centro.
Esta jarra! según la última voluntad
de 'la señora, debía reposar en el Museo
de Bogotá.
Era esta mujer de un talento extraordinario
y de mucha erudición. Conocía
ellatfn y todos los idiomas vivvs, y á
fondo la literatura de cada país. Había
estudiado economía política y las ciencias
morales; hablaba con elegancia y
pureza el espanol; y manteníci corres~
ondencia con las personas más notables
de España y con los personajes célebres
de toda la América del Sur: entre
otros, con el General Tomás C. de
Mosquera. Residiendo últimamente en
Venezuela, el señor Gual, el doctorJosé
Vargas, Baralt, Juan Vicente González
y Elíseo Acosta, eran sus íntimos
amigos.
Habiendo conocido allí al .sei\or Manuel
A.ncízar, admirando su capacidad
y estimando los importantes servicios
que podía prestar á su patria, que no lo
conocía aún, se emp~nó decidid ... mente
en que viniese á Colombia; y á ella debemos
en gran parte el que resida entr,e
nosotros.
. Profundan1ente estimada por todos
los hombres notables de Venezuela, rodeada
de admirador.es d._e su genio y de
su saber, y gozando de Jas más :vivas
simpat!as del pueblo, murió en Caracas
el at1o de 1851.
Sus numerosos escritos quedaron en
poder de su hijo.
Tuve el honor de ser . u amigo, y de
oír con placer su inspirada palabra. lla
me regaló una obra en inglés, titulada
Cur,iosidades 'literarias, con la siguien·
te dedicatoria de su letra, que me hago
un deber de coloc~r aquí como un homenaje
á su memoria sagrada:
~e ¿Para pensar en usted necesitaba yo
acaso de su interesante recuerdo? Nó,
mi querido Medardo! antes de conocerlo
lo apreciaba, pues había leído en El Siglo
los sentimientos de usted en favor de Ja
moral de nuestras clases pobres. Después
que lo he tratado, y cuando lo he
visto animarse de una justa :y santa in·
dignación contra los opresores de nuestros
excelentes pueblos, y principalmente
de la desgraciada raza africana, al
aprecio que yá le tenía se ha agregado
el cariño más sincero, y los días que usted
ha pasado en mi modesto hogar
jamás se borrarán de mi memor;a.
(Continuara.)
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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