Por:
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Fecha:
09/03/1901
~~ BOGOTA, MARZO 9 DE 1901 SERlE II -TOMO I- N. 0 10
BOLETIN ~iiLITAR DE COLOMBIA
Organo del Ministerio de
1
Director ad honorem
Guerra y del Ejército F. J. VERGARA Y V.
Son colaboradores de este periódico los ~. General de Ingenieros, Miembro de
Jefes y Oficiales del Ejército ? vnrir.s Sociedades Cientificas
EL C01l!BA TE DEfi'E, \TSJ VO
SECU_V C. FISII
La defensiva no se justifica en rasa campaña sino cuando es
preciso compensar una marcada inferioridad numérica con la fuerza
de la po ición que se ocupa para cerrar el paso al enemigo. El
combate defensivo tiene, pue , por objeto mantener una posición
dada; pero como la simple defensa de un punto no conduce á ningún
resultado práctico, por lo cual la táctica la condena de un
modo absoluto, tras re i tir el choqu , preci o será pasar de la
defen iva á la ofensiva, si se quiere derrotar al enemigo. Luego
para librar una batalla defensiva, es indispensable, en primer término,
quebrantar el empuje del agresor, y conseguido esto, atacarlo
para obligarlo á que se bata en retirada.
De lo dicho resulta qun la defensiva, prima un principio
totalmente opuesto al que rige la ofensiva: en ésta para obtener
desde luego la superioridad numérica y moral, preciso es constituír
fuertemente la primera línea ó frente de combate, en tanto
que en aquélla la mayor parte de las fuerzas no entran en línea
sino sucesivamente para reforzar los puntos atacados cuando esto
sea necesario. En una palabra, en la defensa el frente de combate
se constituye con poca tropa y se apoya con sostenes establecidqs
á proximidad de los sitios cubiertos, para conservar tropas con qué
oponerse al ataque final (al asalto) del enemigo.
Resumiendo lo dicho, tendremos que en último análisis los progresos
del armamento no han modificado la marcha general de
la defensa, salvo en la necesidad de apoyar los flancos de manera
que lo sean contra un obstáculo favorable.
Pero antes de seguir conviene estudiar un caso concreto,
ó sea un ejemplo. Supongamos que se tratara de una fuerza de 7
batallones, 3 escuadrones y una batería de artillería. La posición
que va á defenderse está á caballo sobre el camino X Y, se apoya á
la izquierda en una casa grande (a), á la derecha en un bosque ó
porción de terreno arbolado (e), y en el centro, en una venta á
orillas del camino (b). Entre los puntos de apoyo y el camino existen
varias alturitas, y á retaguardia (en d) hay otro grupo de árboles
que también puede servir de punto de apoyo.
Sobre el frente de combate hay, pues, tres puntos de apoyo:
el bosque, la venta y la casa, cada uno de los cuales será ocupado
por un batallón,~ que en primera línea pondrá una cadena de tiradores
apoyada á retaguardia por sostenes. El resto de la fuerza se
situará más atrás como reserva. La figura 1." muestra la posición
de las tropas antes del ataque. Parte de la caballería (x) adelante
para explorar el campo. En a y t, apoyos de las alas, 2 compañías
en primera línea, y en segunda, otras dos del mismo batallón,
como sostenes, para dar vigor á la cadena de tiradores y que
sirven además para reemplazar las bajas que aquélla sufra, para
relevarla parcialmente si es preciso, y para neutralizar los éxitos
parciales del agresor. El centro (b) lo ocupa una sola compañía,
porque el resto del batallón protege la artillería que se establece
en las alturas intermedias. El resto de la fuerza (4 batallones y 2
escuadrones) se establece como reserva (cy).
Supongamos que el asaltante dirige su ataque preliminar sobre
el centro ocupado por un batallón (tres compañías en las trincheras-
abrigo y la venta; una como sostén, tras de la alturita de la
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Boletín il1ilzta1'
izquierda, próxima al camino). El c>bjeHvo general del defensor con
respecto al asaltante, desde el punto de vista de un combate decisivo,
puede ser doble.
1.0 No utilizar la posición defensiva sino para obligar al enemigo
á que ataque, esperando que en su natural maniobra envolvente
ó de flanqueo presente algún punto débil ó algún momento
crítico, y aprovechar éste para á su turno, tomar vigorosamente la
ofensiva, prevenir el ataque principal y lanzar al asaltante á un
terreno en donde tenga que tornarse en defensor y el suelo le sea
desfavorable en esa clase de lucha;
2.0 Utilizar la posición para recibir el choque del asaltante, y
aprovechando luégo el momento en que la fuerza viva de aquél
queda rota, atacarlo vigorosamente y repelerlo.
En el primer caso la posición defensiva no es sino una posición
de espera, cubierta con puntos de apoyo que facilitan el paso
á la ofensiva. En este caso la posición será tanto mejor cuanto
menor número de tropas sea preciso para ocuparla y mayor número
quede disponible para la acción ofensiva. Entonces bastará
un campo defensivo de poca extensión y con solo un punto de apoyo,
con tal que éste sea bastante fuerte para obligar al enemigo á
que ejecute un movimiento envolvente. La acción ofensiva intentada
en el momento en que el adversario ha ya agotado sus fuerzas
en el esfuerzo que intente contra la posición,'es lo que dicta la pru-dencia
misma. ·
En el segundo caso se obtienen mayores resultados si la fortuna
es favorable : en efecto, este método entraña más probabilidades
de éxito, á causa de las ventajas naturales de la iniciativa, si
la acción se dirige con habilidad y energía-( Co11/z?uía).
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Boletín JJ(Jz'lz'tar
LA ARTILLERIA DE CAMPANA
CONDICIONES ESELVCIALES QUE DEBE REUNIR
SU DESEMPEÑO EN EL COMBATE
Es de mucha importancia para los artilleros, y especialmente
para los que se dedican á la artillería de campaña, 6 sea la artillería
del campo de batalla, conocer todos los casos en que está llamada
á actuar en su calidad de arma combatiente, así como los factores
á que debe sujetarse y las circunstancias que favorecerán su mejor
aprovechamiento.
Su estudio nos ha llevado al convencimiento de que es imposible
adaptar al terreno una artillería que reúna todas las condiciones
que debería reunir para que se pueda obtener el máximum
de efectos balísticos con el máximum de velocidad, que en este
caso estaría conciliado con el mínimum de peso.
Bien convencidos de esta verdad científicamente probada,
vamos á intentar hacer un pequeño estudio con apreciaciones propias
(adquiridas naturalmente con la lectura 6 estudio de las
obras de nuestros maestros), de las condiciones y el papel que toda
artillería de campaña debe reunir y llenar para su buen desempeño.
Como tendremos oportunidad de Yer más adelante al tratar de
los diverso::, casos en que esta arma debe intervenir, varias son las
condiciones que debe llenar, según sean los fines que se trate de
alcanzar. Tendremos, pues, que la artillería de campaña debe
reun*" en sumo grado una gran potencia destructora y grande alcance,
para poder así contener y de truír al enemigo antes de que
llegue á la zona eficaz del fusil, para combatir la artillería enemiga,
para proteger la retirada, y por último, para la persecución, de
manera que no encuentre obstáculos en sus fuerzas ni en las otras
armas, ni en el terreno. También afirmaremos que debe reunir en
proporciones no menos apreciables una gran movilidad para poder
ser la iniciadora del ataque; para poder acudir con rapidez en ciertos
momentos del combate á lugares determinados, como el paso de
una corriente de agua 6 de un desfiladero, 6 á cualquier punto donde
se considere conveniente su presencia ; para preparar y cubrir
el despliegue de las tropas, y en fin, para ayudar á la persecución.
Si á esto agregamos la certeza ó seguridad de sus tiros, así como
la facilidad de su aprovz'sz'onamúmto y manejo, se verá cuán difícil y
hasta imposible es tener una artillería con todas las condiciones requeridas,
optándose, en su defecto, por un justo término medio que
reúna todas las ventajas que estas cualidades pueden darnos, aunque
perdiendo en todas también una parte, ora de su potencia, ora
de su movilidad. Por estas razones todas las potencias han tratado
de dar á su material de campaña una relativa movilidad adaptable
al terreno en que debe operar, pero conciliada con la suficiente
potencia para batir los blancos que puede hallar en el combate.
Veamos ahora su papel en las distintas faces del combate.
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Boleti1Z M-ilitar 2 93
Sabemos que la unidad táctica de la artillería, correspondiente
á la compañía en infantería y al escuadrón en caballería, es la
batería.
La batería en nuestra artillería de campaña, como en la de
otras naciones, está compuesta de seis bocas de fuego con el
número de carros de municiones que se ha juzgado necesario para
un día de lucha. Se agrega á esto la fragua, los botiquines, la cureña
de repuesto y los carros de aprovz"szonamzento, de manera de
mantener en perfecto estado el material, personal y ganado para
el combate.
Esta unidad, por sí sola difícil de administrar y atender á su
subsi tencia, se hace manejable en el combate, sobre todo si tenemos
presente que sólo han de ser las piezas las que estarán más
expuestas á los tiros enemigos, pues los carros de municiones que
no sean estrictamente indispensables, así como los demás carruajes
complementarios de la batería, permanecerán á retaguardia, con el
segundo y tercer escalón.
Existen diversas reg-Ias para sacar el mejor provecho posible
de esta arma, y toda eiias se sujetan á la táctica, ó sea á su manejo
en el campo de batalla y á los métodos de tiro que emplea la.
artiiiería una vez mpeñada en combate.
A pe ar de lo grandes perfeccionamientos del armamento
portátil de la infantería, s evidente la inmensa superioridad
de la artillería por su mayor alcance, su potencia y aun por su
mayor efecto moral ; pero la artillería no es un arma que pueda
regir un combate, porque sus condiciones no la hacen aparente
para e objeto, antes bien la obligan á estar constantemente subordinada
á sus hermanas (infanlterfa y caballería) y á conformarse
con el1as n todos sus movimientos de avance ó retirada, para poder
cobijadas con sus fuego 6 protegerlas y permitirles rehacerse.
Bien que ella tenga sus medios especiales de acción, se comprende
la nece idad en que está de sujetar toOR TASSO FRAGOSO
Capitán del Estado Mayor del Ejército Drasilero
Traducción libre por el Coronel Bernab! Herrera y Obes
Continúa
Más tarde comprendió Federico u la ventaja de proveer al
Estado Mayor de oficiales competentes; aumentó el número de los
que servían en el Estado Mayor general, y veló por su in trucción
militar. Debido á e to aumentó ca-da vez más en Alemania la importancia
del servicio del Estado Mayor. Federico Guillermo u
refundió en un olo cuerpo, bajo la denominación de Estado Mayor
del Cuartel General, el Estado Mayor general, al que pertenecían
todos lo oficiales sin mando de tropa, y el Estado Mayor del
Cuartel General. Bajo la dirección de hombres como Massenbach,
Schanhorst, Muffing, y, finalmente, de Moltke, el Estado Mayor
echó raíces profundas, de arrollándo e y progresando en esa
forma definitiva que hoy día sirve de modelo á todos los países
militarizados. b.n el transcurso de esa larga evolución se afirmaron
todos los puntos capitales relativos al servicio del Estado
Mayor. e estableció la necesidad de la formación de un grupo
de oficiales dotados dE' conocimientos teóricos y prácticos
apropiados para el servicio; se r .... solvió su reclutamiento y su
frecuente regreso á los cuerpos regimentados; se crearon los
grandes Comandos permanentes, con Estados Mayores también
permanentes, y se estableció, por medio de las Academias de guerra
de Berlín y Munich, esa incomparable emulación entre los oficiales,
para quiene , desde aquella fecha, un cargo en el Estado
Mayor era la más honrosa recompensa á las arduas tareas de la
profesión.
Lo mismo que en Alemania, los antiguos ejércitos de Francia
no tenían un verdadero Cuerpo de Estado Mayor: "Las funciones
de los auxiliares del mando--dice Delaperrierre en su inestimable
libro sobre la organización del ejército francés-eran apenas temporarias
y confiadas en cada arma á M a y ores Generales (major
generaux) llamados entonces Mariscales Generales del lugar, del
cargo ó empleo de Brig::.tdier, Mariscal de Campo y hasta de Teniente
General. Les servían de auxiliares los Ayudantes Mayores
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Boletín Mz.lita'l'
Generales (aide major generaux)." H Era de su incumbencia-dice el
Mariscal Brion-determinar el sitio del combate, escoger y fortificar
el lugar ó punto en que debían acampar las tropas, poner al
ejército en orden de batalla y dirigir sus marchas."
Por Decreto de 18 de Agosto de r 790, la Asamblea Nacional
sustituyó esa organización por un servicio especial, desempeñado
por Ayudantes Generales ó Ayudantes de Campo, del cargo de
Coronel, Teniente Coronel ó Capitán.
En su informe de 18 de Noviembre de 1790 decía la Comisión
Militar: "Es necesario que los yudantes Generales y los Ayudantes
de Campo sean elegidos entre los oficiales de filas y que tan solo
puedan ascender de empleo volviendo nuevamente á ellas. Después
de algunos años de ej~rcicio en esas funciones importantes, los
Ayudantes Generales serán designados para mandar un regimiento,
llegando de este modo á Oficiales generales, después de haber
adquirido todas las condiciones necesarias para el mando de tropas
durante la guerra, y sin que les sea extraña ó desconocida nin-guna
parte del servicio " ..... .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . .
De lo que precede resulta que los oficiales empleados en las
diversas funciones del Estado Mayor, no formaban un cuerpo especial,
en la verdadera acepción de la palabra, pues eran obligados
á volver á las filas para poder ascender de empleo. Durante
la restauración, se reunieron en un solo cuerpo de esta especie,
estableciéndolo así la ordenanza de 6 de Mayo de 1818, modificada
más tarde por la de 10 de Abril de 1826, 22 de Febrero de
1831 y 23 de Febrero de 1833, y por las que el reclutamiento se
practicaba por medio de una escuela especial establecida en las
diversas armas, así como también la con ervación de Jos oficiales
fuera de las filas, siendo estos los caracteres principales de esta
organización.
A partir de 1818, el cuerpo del Estado Mayor se transformó,
pues, en un cuerpo especial cuyos oficiales, desde el empleo de
Teniente al de Coronel, se destinaban á ayudantes de campo de
los mariscales de Francia y de los oficiales generales, y á la formación
de los Estados Mayores de los ejércitos y divisiones. Les
incumbía, además de eso, ejecutar los trabajos necesarios para la
formación del mapa de Francia, preparar estadísticas militares de
las otras naciones, recopilar documentos que fueran de utilidad
para los ejércitos combatientes; levantar mapas detallados de los
diferentes países; reunir, en una palabra, todos· los documentos
que pudiesen facilitar la acción de mando desde el comiezo de las
hostilidades.
En campaña les competía fijar las disposiciones interiores de
los campamentos; preparar y dirigir la ejecución de los movimientos
; trazar los itinerarios y proceder á los reconocimientos de
cualquier especie, á fin de proporcionar informes exactos sobre las
posiciones del enemigo, lo mismo que sobre los diversos recursos
de los países ocupados.
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Bolet{n Militar 2 99
La Ley de 20 de Marzo de x88o, relativa al Estado Mayor,
modificó la organización de 18 I 8, operando una reacción en las
ideas de 1 790· Varios escritores militares, y:especialmente los Generales
Lewal y Fa y, habían desde 1870 detallado los principios
que entonces dominaban. A dos se pueden reducir los desiderátums
que ellos consiguieron ver aceptados por los legisladores :
r 0 El cuerpo de Estado Mayor no debe ser un cuerpo cerrado,
en el cual el oficial no pueda entrar si por cualquier evento no
fue admitido al dejar las escuelas militares, y donde debe permanecer
durante toda su existencia, sean cuales fueren las aptitudes
que revele para esa clase de servicios.
" La verdadera reforma consistiría en tener en un cuerpo
especial, además del peculiar que le corresponde, un servicio de
Estado Mayor en el cual se pudiesen iniciar los oficiales más instruidos
del ejército, sin distinción de armas ni de Cuerpo."
De esa manera esos oficiales prestarían un concurso esclarecido
para el mando, sin que cesasen por esa causa de pertenecer
á su Cuerpo, al cual volverían después de cada promoción, para
que no perdiesen la costumbre de mandar tropas.
2. 0 Es menester que el Oficial del Estado Mayor conozca
prácticamente el servicio regimentado.
"El servicio de Esta o Mayor suministra á quien lo desempeña,
conocimientos indispensables al oficial que aspira al mando.
Puede ser comparado á una eminencia, á un campanario, desde el
cual se puede ver y juzgar bien del conjunto de una ciudad ó de
una ·región, aunque el observador tenga algunas veces la necesidad
de descender de él para conocer de cerca los pormenores,
si no quiere quedarse con nociones muy imperfectas sobre los detalles."
Era nuestro objeto aprovechar la feliz ocasión que hoy se
nos presenta para trazar á grandes rasgos la historia del Estado
Mayor en el Brasil, describiendo las reformas en él realizadas por
el movimiento progresivo del militarismo europeo, con especialidad
en los dos países á que acabamos de referirnos.
Desgraciadamente, tan grandes fueron las trabas que hallamos,
tan escasos lo' elementos sobre los cuales pudiéramos·asentar
una construcción sólida, que casi hubiéramos abandonado la
dificultosa empresa, si por acaso hasta el final no nos animara el
deseo ardiente, aunque de una manera somera, de tratar este
asunto.
Casi nada, por no decir nada, existe publicado entre nosotros
con respecto á la historia del Ejército brasileño, y asimismo no
contamos con una relación de la última campaña en que estuvimos
empeñádos. Nuestros archivos, sin duda alguna, deben contener
valiosos datos para el historiador que se proponga bosquejar la
situación militar del país, en la fecha en que desatámos los lazo.:; oficiales
que nos vinculaban á la Metrópoli Portuguesa, y seguir la
evolución lenta de nuestras instituciones militares. Es tal, no obstante,
el estado en que se encuentran, que la más insignificante pes-
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300 Boletín lJ1zlz'tar
quisa degenera en extenuante trabajo de meses y hasta de años. *
El limitado plazo de que disponemos no nos faculta para describir
convenientemente el cuadro del militarismo brasileño, á partir del
7 de Septiembre de r 822 ; pero todo nos induce á creer que ya en
aquella fecha existían en el Brasil oficiales de Estado Mayor.
Proclamada la independencia de nuestra patria, quedó en
pie, reglamentando nuestra vida militar, la antigua legislación
portuguesa.
La última reforma importante realizada en Portugal antes de
1822, consta en un Decreto de r6 de Febrero de r8r6.
En él se señala la composición de los Estados Mayores, del
Ayudante General y del Cuartel General del Estado Mayor, y la
formación, con esos Oficiales, de los Estados Mayores de las divisiones
y brigadas.
En los incisos 4.0 y 5. 0 del artículo 3. 0 se lee:
"4.0 Los Oficiales del Estado Mayor serán escogidos en todas
las armas, teniéndose tan solo en cuenta su mérito, causa por la cual
en este Cuerpo se hace necesario el concurso de Oficiales para
escoger los que tengan otra instrucción que la simple rutina.
"5.0 Los Oficiales de este Cuerpo tendrán acceso á él, en el
orden y proporción de los otros del ejército; podrán, no obstante,
pasar á los Cu e rpos del arma en que hubieren servido, cuando el
General en Jefe lo juzgue conveniente, entrando á ejercer aquellos
empleo que les correspondan, de conformidad con su antigüedad
y mérito. Los Oficiales d e l Estadv Mayor empleado en las divisiones
y brigadas, no serán fijo . Los Generales en Jefe los r levarán
por otros en el servicio cuando lo con ideren conve ni en t ·- ·"
E to simples extra to prueban que en Portugal ya exi tían
algunas nociones preci,as con relación al servicio del E tado Mayor,
y que se consid_raba fundamental el principio, hoy dominante
en todas partes, de que el oficial de E tado Mayor, ante que
todo, debe ser un oficial de filas.
Es posible que éstos concurrieran con otros para la promoción.
in embargo, este punto no queda bastante aclarado en lo que
acabamos de transcribir.
El4 de Diciembre de 1822 se dictó en el Brasil el primer Decreto
capaz de suministrar luces con respecto á la campo ición del
Ejército bra ileño en aquel año. No se menciona en él la existencia
de un Cuerpo especial de Estado Mayor, puesto que sólo se refiere
al "Estado Mayor empleado en cuarteles generale á. la órden
es de los comandantes de armas," y á "Dipu~ados y asistentes
de los Ayudantes Generales y cuarteles-maestres generales."
En r827 tuvimos que hacer frente al ejército del General Alvear,
el cual se batía por la independencia de la Provincia Ci~platina,
anteponiéndole las escasas y mal equipadas fuerzas del Marqués
de Barbacena.
El Ejército Imperial, como en aqut.l entonces lo llamaban
nuestros contendientes, presentaba una particularidad nunca vista
• Cosa igual sucede en Colombia
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Boletín Militar
en el Brasil, ni antes ni después de aquella guerra: tenía un Jefe
de Estado Mayor en la persona del Mariscal H. Brown, Oficial
alemán, contratado especialmente para servir en aquella campaña.
Apreciando el hecho, escribió el Capitán Ladislao de los Santos
Títara : " Fue la primera vez que en el ejército del Brasil, en el
cual aún se seguía en todo la rutina del de Portugal, hubo el empleo
de Jefe de Estado Mayor General."
El ensayo de ese cargo data del siglo pasado, durante el reinado
de Luis xrv de Francia; pero sólo fue desenvuelta su teoría
por Carnot durante la Rev0lución francesa; Napoleón lo elevó á la
perfección, y le fue de grande utilidad. Entre nosotros el primer ensayo
que juiciosamente se intentó, trajo la manzana de la discordia,
porque en vez de convertirse el Jefe de Estado Mayor en la cúpula
del gran edificio llamado ejército, para armonizarlo y hacer
todo el bien posible, consta que, por el contrario, lo trastornó todo,
desmoralizándolo á la vez. Cuando el Jefe de Estado Mayor de un
ejército posea las cualidades esenciales para ese cargo, como gran
capacidad, firmeza, integridad, inteligencia y actividad ; cuando sus
subordinados tan solo piensen en ayudarle y obedecerle por completo;
cuando, por último, él no sea el instigador de intrigas,
su actuación en el ejército será de prósperos y grandiosos resultados
.;¡:-.-Continúa.
--- ~e------
SER VICIO PROTECTOR DURALVTE EL REPOSO
Ó SER VICIO DE AVAiVZ.dDAS, SEGU.V LE TVAL
Las tropa durante su reposo, ya se hallen acantonadas, ya
vivaqueen, se encuentran siempre en situación la menos á propósito
para el combate, y necesitan adoptar medidas especiales que
garanticen su descanso y les den tiempo de alistarse para la lucha,
caso de ataque del enemigo. En tal virtud, desde que una tropa se
estaciona para descansar por una ó más noches, se rodeará de un
sistema especial de protección, compuesto de varios elementos extendidos
á lo lejos y que se comprenden con el nombre genérico de
avanzadas.
Las avanzadas, cuya misión es oponerse á todo ataque repentino,
sostenerse sobre el terreno que ocupan hasta que el grueso
venga á reforzarlas, y rechazar al asaltante cuando sus fuerzas
sean pocas para no turbar inútilmente el reposo de los más, constan
de un conjunto de destacamentos dispuestos de acuerdo con la formación
de combate, es decir, arreglados como hitos para el despliegue
de todo el ejército.
Este servicio, prestado principalmente por la infantería, requiere
un tipo normal que sirva en todo caso, guíe á los que carezcan
de experiencia, y sin poner trabas al valor é iniciativa de los Jefes,
contenga el demasiado celo de unos y recuerde su deber á otros.
• Del libro Memorias del grmz ejército libertador de Sud América. r852.
CO OE l R.EPUBUCA
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02 Bolet{n Mzlz'tar
El tipo normal no admite cambio en sus funda~entos para evitar
así la confusión, pero prestándose á modificación en los detalles,
se pliega á todo lugar y circunstancias, y eso es lo que constituye
su valor. Las avanzadas deberán, pues, tener su tipo normal establecido
sobre las necesidades de la guerra: 1.° Como objeHvo, garantir
de todo ataque la tropa que cubren, y asegurarle su reposo,
y esto siempre, ya sea en la llanura ó en la montaña, ya en el día
6 por la noche, ya se esté cerca 6 lejos del enemigo; y 2.° Como
base, la formadón de combate, única posible para combatir siempre.
CAPiTULO I.0 -BASES DEL SISTEMA
Como la necesidad del servicio protector es siempre la misma,
no puede existir sino una especie de avanzadas, cuyo tipo general se
estudiará sobre la situación ordinaria en campaña: el reposo de la
noche tras cada día de marcha y cuando la lucha no es aún segura
para el próximo día. Las demás situaciones, excepción de la regla,
confirman ésta, pues apenas exigen modificaciones de detal,
como en su lugar veremos.
Tras cada marcha, aun cuando se llegue de noche al fin de la
etapa y sea difícil en la oscuridad reconocer el terreno, el servicio
de avanzadas se establecerá siempre, sin dejar de hacerlo confiándose
en el descuido ó cansancio del contrario, para no exponerse á
recibir una dura lección. La situación normal de las avanzadas es
existir de noche y desaparecer de día, y sobre esto ha de raciocinarse
para establecer su servicio. Por lo general, el movimiento
se inicia temprano para lograr que esté concluída la etapa
á las 5 p. m. á más tardar; así, será ya á la oración cuando quedan
establecidas las avanzadas, cuyo servicio dura hasta el amanecer
del día siguiente, al continuarse la marcha, extendiéndose por lo
tanto á una ó dos horas de día y á unas doce de noche. Siempre
que sea posible, el servicio se establacerá antes de que llegue la
noche, como que hacerlo durante ésta es más delicado y penoso;
pero la guerra lo exigirá así muchas veces, y eso mismo es una.
poderosa razón para crear un método normal que facilite siempre
el establecer el servicio protector.
Cuestión cardinal es la de la lucha en las avanzadas : se las
establece para resistir, no para batirse en retirada, pues que ocupan
el terreno elegido para el combate, y es allí á donde ha de ir
á. desplegarse el grueso. Tal es la regla: hoy se combate en orden
abierto con sucesión de esfuerzos, y por eso la disposición que
se da á las avanzadas representa el orden normal del combate, el
que deben sostener mientras son reforzadas por el grueso, para en
seguida pasar á la ofensiva, no retirándose ó siguiendo á la defensiva
el total de la fuerza, sino en caso de derrota 6 de marcada
inferioridad numérica.
No es admisible la retirada de las avanzadas, tanto porque es
perjudicial moralmente, como porque acampándose á retaguardia
del terreno reconocido y elegido para el combate, ceder es privar
al grueso del modo de pelear con éxito, y exponerlo además á que
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sufra el fuego del enemigo estando aún en formación compacta. Se
acampa á retaguardia del teatro probable de la lucha, porque el
despliegue á retaguardia es difícil, porque es ccnveniente que se
efectúe á vanguardia para animar la tropa, y porque si el grueso
quedara sobre el terreno elegido, el despliegue, ya fuera á vanguardia
ya á retaguardia, lo llevaría á otro terreno y de nada serviría el
haberlo elegido. Las avanzadas son las que se sitúan sobre el teatro
elegido para combatir y lo defienden hasta que llegue allí el
grueso ; no puede objetarse contra este modo de obrar el caso de
una sorpresa, porque esto lo que prueba es mal desempeño en el
servicio de seguridad y la necesidad de ejecutarlo bien.
Es, pues, principio al establecer las avanzadas, ocupar con ellas
las posiciones elegidas para el combate, reforzándolas cuando fuere
preciso, para que Siempre puedan mantenerse allí.
Cierto que no siempre habrá combate en las avanzadas; pero
como es difícil asegurar qué día lo habrá y cuál no, en la e ventualidad
de un empeño lo lógico es que siempre se hallen en situación
de combate, con lo que no es necesario sino un tipo normal y
ademtís se simplifica el servicio y se consigue formar rápidamente
buenos soldados para su desempeño.
Siendo el orden de combate la base esencial de la disposición
de las avanzadas, se deducen cuáles serán los detalles de su organización
; sólo que como en aquél la disposición de las tropas es
muy densa, y en éstas se busca el emplear el menor número de
gente para que el mayor pueda descansar, las posiciones elegidas
serán ocupadas por el menor número posible de hombres. A causa
de lapoca gente empleada, ésta se limitará á marcar las principales
líneas que comporta la lucha, de lo que resulta una formación análoga
á la de combate, aunque más dilatada, y las avanzadas serán
el esqueleto del orden de combate.
Otra condición del tipo normal es que las fracciones dispersas
sobre el terreno puedan estrecharse fácilmente á la llegada
de las reservas, para que la intercalación de nuevas fracciones se
haga sin producir confusión ni movimientos peligrosos.
El orden normal de combate requiere que cada grupo principal
tenga fuerzas en primera línea, y de consiguiente en las a vanzadas,
á fin de que cada cuál encuentre señalado su sitio para la
lucha, sin llevar, sin embargo, este principio muy lejos, porque entonces
se rompería la unidad de mando, y sería imposible proceder
por fuertes unidades orgánicas, de lo cual resulta que en esta.
materia hay un minímum y un máximum que la enmarcan, y de Jos
que no es conveniente separarse.
Fácil es comprender que las fracciones inferiores hasta la
compañía, á menos de obrar aisladamente, no deben ser representadas
en las avanzadas, porque entonces éstas carecerían de
solidez, y no habría ni unidad ni dirección posibles; pero también
se comprende que ya un batallón sí puede ser allí representado,
pues cualquiera de sus fracciones que lo haga puede dispersarse
sobre el frente que aquél ha de ocupar luégo, sin dejar de estar en
la mano de su jefe, y también estrecharse para dejar campo á las
más ~punidades del batallón, sin tener para esto que efectuar gran-
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des movimientos. Resulta, pues, que el grupo orgánico mínimum
que debe ser representado en las avanzadas es el batallón.
Es evidente también que si una unidad más fuerte que el batallón,
como la brigada, es representada por una sola fracción en
las avanzadas, queda destruída la formación de combate. Dispersada
en una extensión enorme, su manejo será difícil si no imposible,
sus movimientos lentos y considerables, y sobre todo sobrevendría,
al entrar el resto de fuerza~ en línea, la confusión de las unidades
orgánicas, falta que á todo trance hay que evitar. Aun hay
más: al entrar en línea los demás batallones carecerían de hombres
que, habiendo visto el terreno, los infm m en sobre la localidad,
y así se verían obligados á batirse sobre un suelo que no conocen,
lo que en la oscuridad podría ocasionar funestos resultados. Por otra
parte, las avanzadas resisten sobre la línea que ocupan, y la que
nunca deben abandonar, por exigirlo así las necesidades de la lucha:
al llegar ésta los refuerzos lt) hacen para darles auxilio, y algún
tiempo después entran en pugna los batallones que han de formar 1 a
primera línea. Llegando éstos de pronto y en la oscuridad, la primera
necesidad de sus jefes es ponerse al corriente de la situación, y sobre
todo del terreno en que van á combatir; datos que sólo pueden
suministrarles las fracciones que están en las avanzadas, las que de
nada servirían si desaparecen agrupándose en un solo punto, dejando
espacio á las demás fuerzas para su entrada en línea. Si las
avanzadas no se recogen, se mezclarán los cuerpos, sobrevendrán
dificultades, y por último la confusión; tampoco puede r e levárselas,
porque hacer esto de noche y ya entre las balas, e imposible, y
además porque las noticias que puedan comunicar al relevo serán
dadas muy á la ligera y de nada servirían.
Por el contrario, si una fracción constituída está desplegada en
una línea de corta extensión, los acontecimientos se suceden con
extrema sencillez; cada batallón, al entrar en línea. se encuentra
informado de todo lo que le interesa saber, y conserva en su seno
á los que conocen bien el terreno y han presenciado los hechos
desde su principio, y la línea fundamental ni desaparece ni es interrumpida
por la lucha.
Lo dicho hace concluír que el servicio de avanzadas debe ser
practicado por batallón: la brigada, compuesta de varios batallones,
como establece dos en primera línea en el combate, los hará
representar en las avanzadas, y asf queda establecido el máximum
y el mínimum de que atrás se habló.
En resumen: las bases sobre que reposa el servicio de a vanzadas
s<¡n:
r.• Situación del servicio protector sobre las posiciones elegidas
para el combate ; z: Resistencia absoluta de las tropas empleadas en él; serán
reforzadas en caso de ataque, pero nunca retrogradarán ;
3 ... La disposición de las avanzadas será calcada sobre la formación
normal de combate; y
4."' Todo batallón de los que han de luchar en primer3. línea,
será representado en las avanzadas por medio cle un destacamento
tomado de su seno.-Continúa.
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Boletín Mz'l·itar 305
PRINCIPIOS GE.VERALES .DE ESTRATEGIA
Y DE TACTICA EN LAS PEQUEÑAS GUERRAS
por el {ayor C. E. Callwell, del Ejército inglés
TRADUCCI6 . DE ISIDORO LAVERDl: AMA YA-Co1ltimía
CAPITULO XIII
PERSECUCIO~ES Y RETIRADAS
I. El en emigo uo estd preparado para una vzgorosa persecuczon si
es derrotado, ni r;abe tampoco completar enérgú:amente stt vú:ton·a sz·
queda trúm:fante-La cuestión de las persecuciones y de las retiradas
en las pequeñas guerras depende en mucho de una particularidad
de los guerreros irregulares, particularidad de tal manera
confirmada en todos los tiempos, que se ha convertido en una característica
distintiva. Esta es la de que, pasado el primer momento
de excitación, estos guerreros son lentos en la persecución
después de la victoria, y que, por otra parte, i los derrotan, no
cuentan con que e les perseguirá con energía.
Lord N'olseley dice que nada desmoraliza tanto á un enemigo
indisciplinado, como la rapidez de movimientos, la inmediata
energía y la renovación constante de los esfuerzos que se hacen
contra él. i, por su parte, este enemigo obtiene una victoria, el éxito
parece agol.Jiarlo y calma sus movimientos ulteriores. e distrae con
el pillaje ó con la alegría de u victoria; y al contrario, se espanta
y se deja dominar por el pánico, si tras una victoria de vuestra
parte, procedéis de manera diferente de la suya, activando vuestros
movimiento y desplegando una energía incesante en la persecución.
II. La 1ll07n'lzdad dt·l enem/go lwce difidl su persecuczon-Por otra
parte, la rapidez de los movimientos de estos adversarios hace
muy difícil una persecución eficaz. Estos guerreros, una vez vencidos
en el campo de batalla, se retiran con la mayor celeridad.
Recorren el terreno con una rapidez pasmosa ; pero después de
haber recorrido algunas millas, no suponen que se pueda perseguirlos
aún, y grande es su espanto si no se encuentran entonces
en seguridad.
Por esto es muy importante tener una fuerza de caballería
inmediatamente disponible en el campo de batalla para lanzarla
contra el enemigo que huye; porque la extrema movilidad de
este enemigo le permite escapar á la infantería. Esta es una precaución
indispensable si se prevé un suceso táctico decisivo. En
algunas pequeñas guerras, la falta de tropas montadas con este
fin, ha sido muy perjudicial. Al comenzar la sublevaci6n de la
lndia, durante la marcha del General Haveloc de Allahabad
sobre Cawpore, y de Cawpore sobre Lucknow, la falta. de caballería
impidió alcanzar todas las ventajas que podían derivarse de los
brillantes triunfos alcanzados sobre los rebeldes en combates sucesi-
TOMo I-20
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Bolet{n Milt"tar
yos. Después del combate de Kwintana, en la Cafrería, en 1877, la
pequeña columna de tropas montadas fue insuficiente para verificar
una persecucion eficaz. Hicks Pachá no tenía caballería en Marabia
cuando su cuadro infligió tan gran derrota á los Madistas, de
suerte que éstos se encontraron en seguridad desde que estuvieron
fuera del alcance de la artillería y de la fusilería. Cuando la
posición de Hunza Nagar pudo al fin ser envuelta en I 8g2, no
había tropas montadas para ejecutar el ataque; pero este hecho
no tuvo importancia porque el enemigo fue completamente destruído.
La infantería no puede llevar á cabo la persecución inmediata;
y si el enemigo no se dispersa, hay mucha probabilidad de
alcanzarle á algunas millas del lugar de su derrota. Se imagina
que el ejército victorioso descansará sobre sus laureles, y no piensa
en una persecución enérgica; no prevé tal movimiento, que desbarata
todos sus cálculos.
III. La tendencia que Henen á d?Spersarse produce el múmo efecto.
Otra particularidad que ofrecen los enemigos que las tropas regulares
encuentran en estas pequeñas guerras, particularidad que
influye mucho en la persecución, es la tendencia de estos enemigos
á dispersarse en todas direcciones cuando son derrotados. Esta
tendencia no es exclusiva de los salvajes ó de los montañeses. En
las pequeñas guerras todos los enemigos proceden del mismo modo.
Rara vez ensayan batirse en retirada y en orden; en aquel momento
sólo se trata de que se salve el mayor número. Los del Zuhí y
los del Sudán tuvieron esta afinidad común con las tropas egipcias
de Tel el Kebir. Los fanáticos, que atacan con la mayor temeridad,
no valen más, á este re pecto, que los más débiles ó pusilánimes
de las ra¿as inferiores. El efecto moral del desastre obra en
todos. El vigor y la impetuosidad son la esencia de la persecución
eficaz en la guerra; pero en las pequeñas guerras, las tropas lanzadas
á la persecución pueden, por lo general, proceder con una
confianza mucho más grande que en la guerra regular. Un ejército
disciplinado, á menos que quede íntegramente destruído, se retira
combatiendo, defendido por una retaguardia. Los perseguidores
son constantemente detenidos en su marcha por pequeños destacamentos
que ofrecen una resistencia encarnizada y que hasta
se sacrifican para cubrir la retirada de la columna ; no acontece lo
mismo en las pequeñas guerras. La sola dificultad es conservar el
contacto con adversarios que huyen y que se dispersan en todas
direcciones.
IV. De ord/nan·o, el terrmo hace di.fíálla persecución-Esta es el
único tropiezo, en lo que concierne al enemigo. Pero el terreno
presenta también generalmente grandes dificultades. En las montañas
de la India, frecuentemente la caballería no puede obrar;
en los bosques, la persecución es casi imposible ; en el Daghestán
y el Transcáucaso, en Nueva Zelandia, en el Achín, en el Dahomey
y en el Ashantí, las victorias nunca han podido completarse
como hubieran debido serlo. El enemigo se dispersaba, á menudo
sin haber sufrido pérdidas serias. Esta es una de las mayores
dificultades con que tropiezan las tropas regulares en sus operaciones
contra irregulares en terreno quebrado.
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Boletfn Mtlitar
V. Empleo de la caballería y de la arlz'llería montada en las perstcuctones-
Algunas veces el enemigo se batirá en retirada con
cierta apariencia de regularidad ; pero esta es la excepción. Entonces,
el objeto de la persecución es, como en la guerra regular,
tratar de convertir la retirada en derrota, romper los lazos de la
disciplina y la cohesión de la columna batida y ya seriamente
desmembrada. Para conseguir este fin, el concurso de la artillería
montada y de la caballería es naturalmente inapreciable, si el terreno
se presta á ello. En la sublevación de la India, el concurso
de estas dos armas procuró más de una vez en las periecuciones
resultados muy notables.
El combate de Jaora Alipore, después de la derrota de Tantia
Topi en Gwalior, por Sir H. Rose, es un ejemplo notable. Seisclentos
sables y una batería montada bajo las órdenes del Coronel
Napier, fueron, tras corto retardo, lanzados en persecución de los
rebeldes. El enemigo, que contaba 4,000 hombres y 25 cañones,
ocupaba una ventajosa posición. Pero la resistencia no fue larga.
Los rebeldes fueron derrotados con pérdida de toda ~u artillería
y de sus bagajes,
VI. Retiradas-El manejo de una retirada se considera con
justa razón como la más delicada de las operaciones de guerra.
El papel del que gana es siempre más fácil que el del que pierde ;
pero movimientos retrógrados en presencia de guerreros irregulares
presentan ciertas dificultades especiales.
VII. Dificultades que ett la retz'rada susczla el lransporle de /oz herides-
La retirada después de un desastre se hace especialmente difícil ·
en las pequeñas guerras por la necesidad de conducir los heridos.
En combates contra salvajes asiáticos, pieles rojas y otros enemigos
semejantes, el transporte de los heridos es una necesidad.
Hasta en la guerra de guerrilla contra campesinos de regiones
civilizadas, no se debe dejar caer á los heridos en poder del
enemigo, porque serían maltratados. La guerra civil es desmoralizadora
: engendra represalias lamentables de parte de los soldados
y de los insurgentes. La guerra de voluntario¡ en Vendee
y en la Península, se caracterizó por las atrocidades cometidas
por las guerrillas. Fue una particularidad plausible de la
guerra de los Boers el que fuesen bien tratados los heridos ingle,es
que no pudieron ser conducidos en la retirada nocturna que siguió
al combate de Ingogo; pero este es un hecho completamente excepcionaL
En la singular campaña del Príncipe Vorontzoff en los
bosques de la Chechnaya, los Rusos salían todos los días á hacer
exploraciones y volvían al campo por la tarde; el transporte de
los heridos durante la retirada era siempre un motivo de ansiedad
y de embarazo. Los heridos son carga muy pesada en el momento
en que el ejército está menos en capacidad de transportarlo¡.
VIII. Los guerreros z'rrcgulares son activos al comenzar la persecución,
pero su ardor decae en breve-En el primer arranque de la victoria,
los guerreros irregulares son generalmente activos en la
persecución. A los primeros indicios de indecisión en las filas de
las tropas, aquellos mismos que en las filas enemiga~ han perma-
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J08 Boletín Mz"litar
necido vacilantes, irresolutos y escrupulosos, se sienten con valor
y se muestran listos á lanzarse al ataque á par de los más atrevidos.
Pero tras la excitación del éxito, su ardor decae; la persecución
se apaga; la tentación de detenerse para entregarse al
pillaje es demasiado fuerte. Estos enemigos no comprenden la
importancia de hacer la victoria completa y durable; ellos juzgan
que su misión ha terminado cuando se ha ganado la victoria, y
persiguen con tibieza, dejando que el ejército vencido escape á
sus acometidas. Se pueden citar muchos ejemplos de este hecho.
Ejemplos-Después del muy serio desastre sufrido por los Ingleses
en el segundo ataque de Bemaru, cerca de Kabul, en 1841,
las tropas, bien que completamente desmoralizadas, no fueron
perseguida hasta sus acantonamientos por los Afganes. Si _el enemigo
hubiera procedido con vigor, todo el ejército habría podido
ser destruído. *
Al comenzar la sublevación de la India, después del levantamiento
de Dinapore, cuando los rebelde se habían dirigido obre
Arrah y sitiaban el corto número de europeos encerrados en esta
plaza, un destacamento partió por la noche del acantonamiento
para tratar de socorrer á la guarnición. Después de acercarse de
noche á Arrah, sin encontrar resistencia, la columna cayó en una
emboscada, y, sorprendida, fue derrotada. El resto de la columna
logró, sin embargo, volver á sus vapores sobre el Canges, y regresó
á Dinapore. i los rebeldes hubiesen llevado á cabo una persecución
vigorosa, t0do el destacamento, ya e. ·tenuado por una marcha
nocturna, habría sido probablemente destruído.
La persecución de los Afganes despué de Maiwand, fue muy
floja. Durante una milla ó dos, el enemigo hizo una persecución
muy enérgica, y el regimiento 66 sufrió pérdidas espantosas, combatiendo
con vigor para tratar de detener al enemigo. Pero desde
que los Afganes se encontraron libres de esta fracción de infantería
que les oponía vigorosa resistencia, juzgaron que la victoria
estaba completa, y minoraron la persecución. Grandes pérdidas
causaron las gentes de las aldeas en la retirada sobre Kandahar,
y muy pocas el ejército de Ayoub Khan.
Después del mal éxito de los Franceses en Bang Bo, cerca de
las fronteras del Tonkín, los Chinos tuvieron una ocasión muy pro-picia
para causar pérdidas irreparables, por medio de una vigorosa
persecución, á la columna en derrota; pero persiguieron con
lentitud, y dieron de este modo á las tropas del General Négrier,
tiempo de rehacerse y de medirse de nuevo, algunos días más
tarde, en Kailua, en donde tomaron gran desquite del revés de
Bang Bo.
Los del Manipurí persiguieron con lentitud las tropas que
evacuaban su capital en 1 8g2.
IX. La deslruccz'ón de las tropas regulares se ha debü:/o generalmente
á un completo at'slami'enlo ó á causas espedales-Cuando en estas
pequeñas guerras, fuerzas regulares han sido totalmente destruí-
• Buen ejemplo de ello tenemos en Peralonso.-N. del D.
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Boletfn Mzlitar
das, como el ejército de Hicks Pachá en el Sudán, de ordinario
las circunstancias han sido tales que el ejército en derrota se encontraba
en la imposibilidad de batirse en retirada.
En las estepas, columnas rusas han desaparecido del mismo
modo, á causa de las distancias enormes que es preciso recorrer en
este país para alcanzar un objetivo militar. La retirada de Kabul,
en 1841-42, se llevó á cabo al través de gargantas y de desfiladeros
en montañas infestadas de enemigos ; este desdichado ejército
fue gradualmente aniquilado, más bien por los guerreros de las
tribus situadas entre la capital Afgán y Gandamak, que por las
fuerzas de Akbar Khan, que lo perseguían.
X. El pn"ncipz'o de la retz'rada es el período crítzco-El momento
crítico es generalmente cuando comienza el movimiento retrógrado,
porque entonces el enemigo aparece ardiente y resuelto. Acude
en gran número, y la prontitud de su marcha le permite guardar
el contacto. La retirada de un campo de batalla es siempre una
empresa delicada y peligrosa, mucho más difícil hasta en la guerra
irregular que en las condiciones ordinarias de las operaciones
militares modernas, porque ya se sabe que los vacilantes y los
tímidos que se cuentan en las filas de los adversarios, entran en
línea con los combatientes que han alcanzado la victoria. Es claro
que la retirada debe efectuarse gradualmente, haciendo frente
siem¡:;re una parte de la columna al enemigo. En tal momento
el concurso de la artillería es inapreciable; ella puede mantener
á raya al enemigo, y luégo, si el terreno se presta, retirarse rápidamente
y tomar una nueva posición. Así fue como la artillería
prestó &rrandes servicio en Maiwand. La caballería á pie y la infantería
montada pueden igualmente prestar grandes servicios.
En la guerra regular, perseguidores y perseguidos se mueven
durante la retirada con la misma agilidad· pero este no es el caso
en la pequeña guerras, en do:1de, si se quiere, el enemigo puede
con facilidad adelantarse á la infantería. Por esto los batallones, las
compañías ó las secciones designadas para atajar á los enemigos
que hostilizan las retaguardias del ejército en retirada en tanto
que el resto de la columna gana terreno, tienen que luchar con
grandes dificultades. Esta es una operación muy penosa, aun para
las mejores tropas; pero si ellas se sostienen con éxito una ó dos
horas, por lo común pueden contar con que podrán retirarse en
seguida sin ser seriamente inquietadas. En la guerra regular, las
tropas vencidas están en situación mucho más mala, porque la
persecución del enemigo no cesa en las cercanías del campo de
batalla. Los vencedores avanzan, insolentes y en orden, resueltos
á no dejar piedra sobre piedra, á fin de consolidar su victoria. La
diferencia es muy marcada. Este hecho merece llamar la atención,
si se considera que es un principio importante de guerra.
Conl'intÍa
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3IO Bolet{n Mt'litar
MARCHAS Y COMBATES
SEGUN LOS REGLAMENTOS ARGENTINOS
POR EL TENIENTE CORONEL AUGUSTO A. ltALIGNE- ConHnúa
4. 0 Dispositivo de marcha
Las tropas, los trenes de combate, las ambulancias, los convoyes,
etc., son los elementos generales de las columnas, dispuestos
en orden que responda á la idea siguiente: abordar al enemigo lo
más rápidamente posible y atacarlo con el mayor efectivo posible.
Su marcha se basa en los principios siguientes :
1. 0 Toda columna debe ser organizada en previsión del combate;
2.0 Debe estar al abrigo de sorpresas;
3.0 La posición de las tropas en ella debe determinarse según
la urgencia de su llegada al campo de batalla ;
4. 0 Debe dársele la mayor velocidad posible, sin cansar hombres
ni animales ;
5. 0 Lejos del enemigo, y si se tiene la seguridad de que no
hay ataque que temer, se puede subordinar la colocación de las
tropas en la columna á la comodidad de la marcha y á las necesidades
que imponen los aires de las diferentes armas ; pero á
proximidad del enemigo, todo se subordina á la condición de poder
aceptar combate en cualquier momento y de cualquier manera
que se presente aquél;
6.0 En las marchas en retirada, ya sea después de un combate
desgraciado, ya sea para evitarlo, las columnas se dividen, como
lo hemos dicho en artículos anteriores, pero como si hubiesen
dado media vuelta. La retaguardia tiene entonces la importancia
de la vanguardia, pero su misión, su composición y sus distancias
son otras, y las estudiaremos cuando tratemos de las retiradas
después de la pérdida de una batalla. Veremos entonces que así
como el ¡::.apel de la vanguardia es activo y consiste en dañar al
enemigo, el de la retaguardia es relativamente pasivo, y consiste
en impedir que el enemigo nos dañe.
A una columna interior, es decir, á una que marcha entre
otras columnas, poco expuesta en sus flancos, le basta mandar
algunas patrullas qu establezcan la comunicación con las columnas
vecinas. Una columna aislada, al contrario, está amenazada por
todos lados, y como sus partes débiles son sus flancos, tiene que
cubrirlos, á menos que lo haga la naturaleza misma, esto es, que
Ia:columna desfile costeando un río no vadeable, ó pantanos intransitables,
y siempre que úno y ótros la protejan á algunos kilómetros,
puesto que la infantería enemiga podrá causarle pérdidas importantes
á distancia de 2,000 metros y la artillería desde los 4,000.
Suponiendo que la columna marche aislada y no sea cubierta
en sus flancos por obstáculos naturales, que es lo ordinario, ¿ cómo
los cubriremos militarmente?
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Bolet{n Milt.tar 3II
Con destacamentos que marcharán paralelamente á la columna
y que destacarán flanqueadores. Como la columna principal seguirá
casi siempre el mejor camino, no quedarán para los destacamentos
sino caminitos, senderos, ó sólo el suelo natural. El servicio
de guardaflancos ó flanqueadores sería, pues, muy pesado para la
infantería, y se haría mal y resultaría ilusorio. Para que no lo sea,
lo haremos ejecutar por la caballería, y si no la hubiere, aprovechando
las aptitudes naturales por infantes montados, organizados
de antemano ó improvisados.
El servicio de los guardaflancos comprende todo lo que abarca
el servicio de reconocimientos: ver, avisar á la columna y detener
al enemigo hasta que ésta se despliegue.
Enumeraremos rápidamente los medios de ejecución : ocupar
las entradas y encrucijadas de los caminos, sobre todo cuando son
quebrados, ó la salida de los bosques, de las cañadas ; ocupar las
alturas, las estancias, los puentes, todo lo que sobre un flanco puede
servir al enemigo para emboscarse, ó á la columna para defenderse.
Si la columna es algo importante, como no podría ser atacada.
seriamente sino por fuerzas también importantes, las que tampoco
podrían acercarse mucho sin ser sentidas, el servicio de guardaflancos
puede simplificarse y ser así menos cansado. Daremos un
ejemplo: en un país medianamente quebrado marcha una columna
aislada de cuatro batallones, cuatro escuadrones y tres baterías:
una brigada mixta con efectivo de cuatro á cinco mil hombres. El
camino que debe recorrer:en el día es de 22 kilómetros, y en ese
trayecto y á distancia de 4 á 5 kilómetros, término medio, existen
en ambos flancos puntos topográfkos de alguna importancia: una
loma, una punta de bosque: una estancia, la salida de un camino
entre alambrados 6 cercos, etc.
El comandante de la vanguardia destaca una sección dividida.
en tres grupos en cada flanco.
El comandante de la columna también destaca una sección
en tres grupos en cada flanco.
Ambos les ordenan ocupar sucesivamente la loma, la estancia,
etc., durante algunos minutos, y hacer, además, cubrir su costado
exterior con algunos jinetes que les procuren noticias si las
hubiere. Hecho por infantes y jinetes mandados por oficiales que
sepan inspeccionar y no crean que hay algo cuando nada hay,
este servicio resguardará de todo peligro á la columna sin agotar
en su tarea de vigilancia las fuerzas destinadas al combate. En
efecto, ¿cómo se deslizaría inadvertido entre dos grupos de guardaftancos
ua enemigo tan numeroso que pudiera ser un peligro para.
una columna de 4 6 5,000 hombres?
II. Las columnas. 5. 0 Encolumnamiento
Acampadas, vivaqueadas ó acantonadas las tropas, no lo están
siempre en el camino que seguirán, sino á sus costados. Si el
efectivo es de alguna importancia, las distancias que las separan,
sobre todo en los acantonamientos, pueden ser considerables •
•
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JI2 Boleti1z Militar
Estas tropas están obligadas á formar una sola columna, y deben
ser colocadas en ella según cierto orden sucesivo.
Para esta reunión y colocación, que llamaremos encolumnamiento,
se adopta un punto fijo, situado hacia adelante, conocido 6
fácil de encontrar en el terreno ó en el plano topográfico, y de fácil
acceso: es el punto inidal del encolumnamiento y la marcha.
6.o Punto inicial
Supongamos una reunión de tropas de las cuatro armas y
compuesta como la división que sirve de tipo en el Reglamento de
infantería del General Capdevila para fijar los principios del combate
ofensivo.
Tiene dos batallones en una estancia, á dos kilómetros á la derecha
del camino ; dos batallones vz'vaqueados, á dos kilómetros
más atrás, y uno más afuera ; cuatro á la izquierda, á la altura de
los tres primeros, pero á tres kilómetros ; tres atrás de los cuatro
últimos, á tres kilómetros; la caballería á dos.kilómetros adelante;
la infantería, parte á la derecha, parte á la izquierda ; la artillería
y los ingenieros á la altura de las primeras fracciones de la infantería,
pero inmediatos al camino.
Supongamos que esta reunión de tropas deba emprender marcha
al día siguiente, en una sola columna, en la siguiente forma:
A vanguardia, 2 batallones de infantería, 3 escuadrones de
caballería, 3 baterías de artillería y 2 compañías de ingenieros.
Atrás, á ocho kilómetros, el cuerpo principal, ligado con su
vanguardia por algunas fracciones de tropa.
Admitido esto, las horas fijadas para que cada unidad llegue
al punto inicial, señalado á dos kilómetros á vanguardia del vivac
de la caballería, serían las siguientes:
Una hora antes de la salida del sol, que suponemos ser á las
seis, el escuadrón de descubierta.
A las cinco y cuarto, los tres escuadrones y los ingenieros.
A las cinco y media, un batallón y las tres baterías.
A las cinco y tres cuartos, otro batallón.
A las siete y media, los tres primeros batallones de la dere-cha
del camino.
A las siete y tres cuartos, toda la artillería.
A las ocho, el resto de la infantería de la derecha del camino.
A las ocho y media, toda la infantería de la izquierda del ca-mino.
Pero al fijar las horas en que deben llegar al punto inicial y
desfilar, el Estado Mayor, que tuvo en cuenta para ello el alejamiento
de las tropas, no determinó la hora en que \iebían batir
tiendas, detalle que se deja á cargo de los comandantes de unidades
y que se arregla en vista del camino que debe recorrer entre
el vivac y el punto inicial.
Lo esencial es que las tropas lleguen al punto inicial á la hora
fijada, que para ello no se les haya hecho tomar las armas con
inútil anticipación, ni recorrer malos caminos, cuanao los hay buenos;
y que no se les hayan impuesto fatigas innecesarias.
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Bolet{n Militar
Como se ve, la columna se forma por la llegada sucesiva de
las unidades principales, formadas á su turno por la de grupos menores,
como un río se forma con otros ríos y éstos con arroyos; de
suerte que á la postre columna y río corren en un solo cauce.
Cuando una columna es poco numerosa, el encolumnamiento
es fácil, puesto que las unidades están acampadas á corta distancia;
pero tratándose de una división, las horas de partida del vivac
y de llegada al punto inicial, deben ser fijadas cuidadosamente,
pues todo error ó negligencia i'11plica un aumento de fa ti gas para
la tropa, y hoy, más que nunca, es con las piernas con las que
se ganan las batallas.
Para verificar el orden en que las unidades entran en la columna,
darles la hora oficial, recib1r los partes y transmitir las
órdenes del General, se sitúa un oficial del Estado Mayor en el
punto inicial; este oficial estará autorizado para resolver las dificultades
de ejecución, la más frecuente de las cuales es la detención
de alguna unidad, causada por la llegada tardía de otra que debería
precederla. i la demora es ya larga, si la interposición no
puede causar graves perjuicios, se hace marchar la tropa detenida,
y se rectifica luégo, si es indispensable, la colocación relativa de las
unidades.
Entre no otros, que maniobraremos por muchos años aún con
cortas columnas, las dificultades del encolumnamicnto serán siempre
pequeñas, pero debíamos preverlas. El Comandante en Jefe
mismo ó su Jef de Estado Mayor estará en el punto inicial, y su
presencia contribuirá á la e.·acta ejecución de las órdenes. Pero
aun así, no sed be olvidar que un batallón no debe cargar mochilas
y tomar arma , la artillería atalajar y la caballería montar á caballo,
sino para emprender marcha, y que toda espera inútil e ~ una
fuerza 1 erdída que puede causar una derrota.
7. 0 Alargamiento de la columnas
Cuando la tropa marcha en columna, sus elementos se alargan
poco á poco, á consecuencia de falsos movimientos individuales,
de quiebras, de obstáculos del terreno, de la tendencia del
soldado á abrir las distancias para marchar con más comodidad,
etc., de manera que su profundidad es siempre mayor durante la
marcha que á la partida. Esta diferencia entre las dos profundidades
se llama alarganzzento.
El alargamiento varía en razón de la profundidad de la columna
de la extensión de la marcha, de la naturaleza del terreno,
de la clase de soldados que forman la columna, de las armas, etc.,
y crece sin cesar desde la salida hasta la llegada.
Es imposible evitarlo, y hay que calcularlo para no engañarse
en las disposiciones de marcha; pero una buena disciplina de
marcha lo limita.
Se calcula que la disciplina de marcha es buena cuando en
una columna de las tres armas, de Io,ooo metros de profundidad y
después de una hora, en buenos caminos, el alargamiento no pasa
de un cuarto de la profundidad á la partida.
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Boletfn M-ilt'tar
Hemos visto que el alargamiento es inevitable, que con tropas
y circunstancias normales es de un cuarto, y que ha y que calcularlo
para no caer en equivocaciones peligrosas. Para e11o, en la
infantería se puede usar de la fórmula práctica siguiente: el alargamiento
normal de un cuarto iguala en metros el octavo del efectivo
del batallón.
Siendo, v. gr., el pie de guerra de un batallón de 8oo en números
redondos, el alargamiento será de 100 metros ; si el batallón
es sólo de 500 plazas, será de 6o metros.
Esta fórmula es suficiente. En efecto, si las tropas son malas,
reclutas ó cansadas, si el camino es malo, etc., y se prevé que la
columna se alargará la mitad, se calcula un alargamiento de dos
Teces un octavo. Si al contrario, las condiciones son favorables,
se puede calcular medio alargamiento normal, esto es, la mitad de
un octavo. Es sencillo, rápido y bastante exacto.
El alargamiento de diez por ciento, que calculan algunos
vade mécum, es solamente exacto á la partida, en marchas de paz,
con carga reducida; y aun así, pronto llega á alcanzar el 25 por
100, ó el cuarto, que consideramos prudente tener por norma.
El alargamiento de la caballería y de la artillería se calcula
igual al de la infantería; pero el de los convoyes, en razón de la
mayor dificultad de conservar en ellos una buena di~ciplina de
marcha, puede alcanzar de 30 á 50 por roo.
El alargamiento excesivo de las columnas constituye un grave
peligro, puesto que demora en un tiempo considerable el despliegue
de las tropas, y es necesario para contenerlo, que se observen con
exactitud é inteligencia las prescripciones del capítulo que trata de
la disciplina de marcha. No basta que los oficiales sean capaces de
impedir con energía que e pierdan las distancias; es necesario,
sobre todo, que sepan y hagan las marchas menos penosas, puesto
que i es relativamente fácil impedir que la tropa se canse inútilmente,
es imposible hacer marchar una tropa que ya no puede.
8 ° Profundidad de las columnas
Es su largo entre su cabeza y su cola. Se compone del fondo
de cada subdivisión y de las distancias que las separan.
El vade mécum del ejército francés da las profundidades siguientes,
para columnas en un solo camino :
I .° Cuerpo de ejército, 36,500 m., de los cuales la vang-uardia
ocupa 7,600 m. y el tren regimentado 6,800 m. La retaguardia se
encuentra á 28 kilómetros del cuerpo principal de vanguardia, y
necesitará 7 horas para entrar en combate á su lado.
2.0 División de infantería, 15,500 m., de los cuales la vanguardia
ocupa 5,150 m. y el tren 3,000 m. La retaguardia se encuentra
á 10 kilómetros de la cabeza de vanguardia, y necesitará dos
horas y media para entrar en combate con ella.
Si, por imposible, 11egara el caso de tener que formar en una
sola columna la división argentina, cuya composición determina el
capítulo I.0 del Reglamento de servicio en campaña, 12 batallones,
16 escuadrones, 12 haterías, dos compañías de ingenieros,
etc., ocuparían con todos sus servicios, próximamente, 14,000 m.,
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Bolet{n ll:filitar
debiendo recorrer su retaguardia unos 13 kilómetros para llegar á
la línea de combate ya establecida por las tropas de vanguardia,
lo que le exigiría tres horas.
Como se comprende, esta profundidad de las columnas constituye
un peligro á proximidad del enemigo, puesto que las tropas
de la vanguardia y aun de la cabeza del cuerpo principal, están expuestas
á entrar en combate sin poder ser oportunamente sostenidas
por las que la siguen.
En consecuencia, es regla no marchar en columnas profundas
cuando es posible hacerlo en dos ó tres más pequeñas, en columna
de división, v. gr., cuando se puede marchar en columna de brigada.
En efecto, los despliegues se hacen con más rapidez y facilidad
cuando proceden de varias columnas paralelas ; pero los intervalos
entre ellas deben ser bien calculados y sus comunicaciones
fáciles. Es así que nuestra división, en vez de formar una columna
de 14 kilómetros, formaría tres de 6 kilómetros, separadas por intervalos
de 3 ó 4 kilómetros.- Coniz'núa.
~i~fnria
ZUMALACÁRREGUI
GUERRA CIVIL Dlt NAVARitA, 1833-1835
Traducido para el Boldhz llfilitar Continú•
Zumalacárregui, después de probar que sabía escapar á sus
adversarios, tenía que demostrar que podía combatirlos y aun
vencerlos. . u ascendiente sobre los insurrectos dependía de esas
condiciones. Resolvió combatir, y para ello atrajo al terreno que
había elegido, á la columna de Lorenzo que el Coronel Oraa acababa
de reforzar con una división del Ejército de Aragón. En esa
lid bien sabía que sería vencido; y hasta tomó sus disposiciones
para no conservar el campo de batalla, si acaso salía vencedor.
Como se verá, pensaba en lo que sucedería después del combate.
El punto escogido parece predestinado para campo de carnicerías:
fue Asarta, en el valle de Berrueza, en un camino dominado por
rocas cubiertas de bosque y que termina en el puente de Arquijas
sobre el Ega. Había sido ya fatal esta posición, primero á Mina,
quien allí fue rudamente escarmentado por los Franceses, cuando la
guerra de la independencia; y después á Quesada, vencido por los
constitucionales en 1822. Zumalacárregui mismo lidió allí tres veces
con éxito vario.
En esta ocasión, la lucha principió el 29 de Diciembre de
1833, una mañana pura y brillante. El combate no fue largo, pero
á lo menos los voluntarios se batieron más resueltamente de lo que
su jefe esperaba ; resistieron hasta que se les agotaron los cartuchos.
Zumalacárregui entonces, antes de que fueran destrozados,
1 os hizo replegar en buen orden tras del puente de Arquijas, y de
a\\í los condujo al valle de las Amescoas. Comprendía muy bien
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3IÓ Boletín Militar
que los cristinos no osarían perseguirlo ; pero no por esto dejó Lorenzo
de dar parte de su triunfo. La exageración era habitual á los
dos partidos: si todos los soldados dados por muertos en sus boletines
por los Generales españoles hubieran realmente perecido en las
batallas, la población entera de España no habría bastado para
alimentar esa guerra civil.
Como ni Lorenzo ni Oraa persiguieron á los carlistas sobre las
Amescoas, y antes bien hasta dos días después de la batalla no
volvieron á Arcos, el efecto moral del combate de Asarta aprovechó
á Zumalacárregui. Lo que había previsto sucedió : después de
la jornada de Asarta, muchos voluntarios acudieron á reforzarlo
en Guezalaz, arriba de Estella; y los ricos propietarios de los valles,
hasta entonces indiferentes, se comprometieron entonces con una
causa que prometía ser bien defendida en la pelea.
Las primeras operaciones de Zumalacárregui dieron por resultado
la caída del Ministerio en Madrid, la remoción de Saarsfield
y una conscripción de 25,000 hombres. Una nueva campaña
iba á principiarse junto con el año de 1834. El General carlista
había tomado por cuartel de descanso á las Amescoas, estrech0
valle encajonado entre dos sierras y por todos lados p1·otegido por
peligrosos desfiladeros. Este valle, que encierra diez aldeíllas, hállase
situado entre Pamplona y Salvatierra, á tres leguas de una
y otra ciudad, á la misma distancia de Este11a y á seis de Victoria.
De ahí Zumalacárregui podía fácilmente obrar sobre todos los
centros de operacione de sus adversarios, sjn peligro de ser acorralado
en su retiro.
Valdés, el nuevo Comandante en jefe de los cristinos, creyendo
que la intención de los Na Yarro era llevar el teatro de la guerra
á la Baja Navarra, qu se extiende de Pamplona hasta el Ebro,
desde Victoria envió á Lorenzo y á Oraa la orden de cubrir la
Hnea de Puente J .a Reina á Estella. El proyecto de Zumalacárrcgui,
al contrario, consistía en transportar el centro de sus operaciones
del lado de Lumbier, sobre el terreno má doblado de los
valles interiores.
Por esto, en tanto que el enemigo se ocupaba en fortificar la
línea de Estella, Zumalacárregui ejecutó un movimiento rápido
hacia el Norte, y logró la adhesión de los valles de Salazar, de
Ayescoa y de Roncal, hasta entonce. esquivos á la insurrección,
y regresó á Lumbier, previendo que el enemigo saldría á encontrarlo.
Los valles que el jefe carlista acababa de desarmar y someter
al paso, lo mismo que las Amescoas, podían servirle de lugar
de refugio, como ya Jo habían sido para los voluntarios de 1811 y
de 1822 ; además, para Zumalacárregui tenían la ventaja de cubrir
el valle de Bastán, á donde enviaba sus reclutas, tenía sus depósitos
y se hallaba establecida la junta insurrecciona} de Navarra, bajo
la protección de los voluntarios del Brigadier agastibelza.
En Lumbier, Zumalacárregui se burló de los golpes de Lorenzo
y de Oraa, como antes se había burlado de los de Saarsfield en
Dicastillo, y de tal manera que las columnas cristinas, atraídas sin
cesar por la esperanza de un encuentro siempre evitado, volvieron
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Boletí11, Milita1~ JI7
al cabo á sus acantonamientos, más agotadas por la fatiga y más
maltratadas por las nieves y las privaciones que si hubieran sufrido
una derrota. Al mismo tiempo que burlaba al enemigo con las
dos columnas volantes de Zubirí y de Iturralde, Zumalacárregui, á
la cabeza de un tercer destacamento no sospechado por Jos cristinos,
se apoderó en Ayescoa de la fábrica de Orbaiceta, donde encontró
un cañón, 200 fusiles y 50,000 cartuchos.
Siempre aconteció esto mismo con aquel hombre extraordinario.
No era solamente para fatigar á sus adversarios para lo que
emprendía esas marchas y contramarchas fabulosas; también lo
hacía ora para alejar al enemigo del punto que quería atacar y
sorprender ; ora para regresar por la tarde á la población de
donde los cristinos lo habían sacado por la mañana, de manera
de hacer creer á los habitantes que había vencido al enemigo en el
intervalo; ora para burlar una combinación estratégica de Jo jefes
de las columnas enemigas. Una vez que había logrado introducir as(
la confusión en los movimientos de los adversarios, Zumalacárregui
ejecutaba una de esas marchas de noche que sólo los Navarros
pueden hacer y que lo llevaban á doce leguas del punto donde
había sido visto la víspera. Entonces era cuando las guarniciones
orprendidas caían en su poder; cuando Victoria, espantada, se
atrincheraba en sus calles invadidas; cuando las ricas ciudades del
Ebro, que podían creerse fuera de riesgo, veían sus graneros saqueados
por un enemigo venido no se sabía de qué punto.
Bien pronto los cristinos se desmoralizaron tanto con los bruscos
movimientos del jefe carlista, que cuando obtenían sobre él
alguna ventaja, no se atrevían á aprovecharla ni á perseguirle en
su retirada, por el temor en que vivían de que tal movimiento no
fuera sino estratagema para atraerlos á segura emboscada.
Preciso es anotar, por supuesto, que Zumalacárregui fue maravillosamente
ayudado contra sus adversarios por una población de
la cual cada miembro era un espía y un posta. Estableció en todos
los pueblos una verdadera conscripción de postas: cada uno debía
partir, por turno, cuando llegaba un despacho. La conducción de
los despachos de ida y vuelta al campo carlista se hacía de esta
manera, de pueblo en pueblo, con maravillosa rapidez. Zumalacárregui
estaba siempre advertido oportunamente de los movimientos
del enemigo, y seguro siempre de que las órdenes que enviaba á sus
tenientes llegaban á tiempo y con seguridad: no hubo ejemplo de
que ni uno solo de esos postas voluntarios fuera traidor. Un hecho
probará hasta dónde llegaba la obediencia leal de las provincias
insurrectas. Zumalacárregui envió una circular á las municipalidades,
en la cual les prohibía, bajo pena de muerte, dar ninguna
noticia á los cristinos, ya verbal, ya escrita. Todo individuo á cuyas
manos llegara la circular estaba obligado á firmarla para probar
que asumía la responsabilidad del caso. Pues bien: esa circular
pasó por todos los lugares ocupados por los cristinos, penetró
hasta el Alto Aragón, y volvió á poder de Zumalacárregui, cubierta
de firmas. Ninguno había rehusado una responsabilidad que
podía perderlo; no hubo uno que se atreviera á denunciar al enemigo
á los que habían firmado antes que él.
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Bolettn Mz.iitar.
Así, el jefe carlista sabía siempre dónde se encontraban sus
enemigos, en tanto que éstos ignoraban completamente su paradero.
~Podía también . saber sus intenciones por la intercepción
de sus despachos, que casi siempre llegaban á su poder, ora entregados
por los mismos mensajeros enviados por los cristinos,
ora interceptados por los aduaneros que había repartido en Ja comarca
por partidas de doce á quince hombres. Estos aduaneros no
sólo prestaban á Zumalacárregui el servicio de bloquear los lugares
ocupados por los cristinos, sino que además observaban ]a marcha
de sus columnas. El jefe carlista los enviaba á menudo en altas
horas de la noche al campamento enemigo, á inquietar á balazos
á los cristinos ya fatigados por los combates ó la marcha del día,
los que creyendo en un ataque nocturno, pasaban entonces el resto
de la noche sobre las armas. Con todos estos medios fue con los que
Zumalacárregui pudo dar las proporciones de una guerra seria á
lo que sin él no hubiera pasado de una insignificante insurrección.
Valdés acudió en ayuda de sus dos abatidos tenientes; pero
no fue más feliz que ellos: nunca pudo atrapar á Zumalacárregui,
á pesar de todos sus esfuerzos y de disponer de muchos batallones.
Estos acontecimientos y los ataques que se le hicieron en
los periódicos de Madrid, lo obligaron á dimitir, como su predecesor
Saarsfield. Le reemplazó Quesada. Valdés había dispuesto de
12,000 hombres; á Quesada se le entregaron 20,000. Por este continuo
aumento de fuerzas :Se puede juzgar qué progresos había hecho
la insurrección en Navarra-Conlznúa.
CASOS Y COSAS .DE GUERRA
UNA NUBE .DISIPADA
Quien se limita á recorrer las diversas partes de un territorio,
sin colocarse á veces en puntos desde donde pueda formarse idea
del conjunto, nunca podrá guardar en la mente idea fiel de la
comarca visitada. Otro tanto sucede cuando se trata de acontecimientos
lejanos que llegan á saberse en un lugar, por cuanto la cronología
del conocimiento puede no estar de acuerdo con la de la
verificación de los dichos sucesos, y entonces si el criterio no entra
en juego para coordinarlos de manera debida, muy fácil será que
la impresión que su conjunto produzca en el ánimo, sea una impresión
falsa ó errónea.
Ocúrresenos recordar esta trivial verdad en vista de la poca ó
ninguna importancia que muchos ciudadanos han acordado á acontecimie}
IÍtos militares recientes, por mirarlos como hechos aislados ó
sin enl,Áce íntimo, á causa de haberse cumplido aquí y allá, ora por
guerrlllas pequeñas, ora en diversas semanas, cuando en realidad
todos eran parte de un vasto plan, de una grande empresa, caracterizan
el último considerable esfuerzo de la rebelión agonizante,
y así reunidos dejan ver el nuevo peligro de que se han salvado
las institucione~ legítimas de Colombia.
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B olet{n Mt'litar
Invasión del Táchira vencida en el Rosario; combate victorioso
de Chiquinquirá ; desastre de una guarnición en Chita ; sorpresa
de Sogamoso por una guerrilla ; formación transitoria de la guerrilla
de Curití, etc. etc., no son en verdad sino los capítulos del
novísimo plan revolucionario tendiente á incendiar el centro de
la República después de los desastres de Uribe Uribe en la Costa
y de los de las guerrillas combin~das en Girardot. ¿Cuál fue ese
plan? De los hechos cumplidos resulta que sus grandes lineamientos
consistían en preparar una doble invasión sobre Santander y Boyacá
para apoderarse de esta suerte de la frontera y de una parte de
las planicies andinas, á fin de aparecer con un ejército considerable
lo más cerca posible de Bogotá; rodear la capital con sinnúmero
de guerrillas para impedir que el Gobierno enviara refuerzos y
parque á las zonas que carecían de elementos suficientes como Boyacá,
ó apoderarse de ellos en el tránsito, y por último, librar una
gran batalla cerca de la Sabana, para de un solo golpe acabar c0n
el Gobierno si la fortuna en ella era adversa á las armas conservadoras.
Las dificultades con que siempre han tropezado las tropas en
Colombia, la extensión de los territorios por recorrer, y la mala
calidad de los caminos, impidieron á los rebeldes dar á su plan el
de arrollo conveniente, sin lo cual nada valía, y permitieron al Gobierno
atender sucesivamente á los nuevos peligros cuyo enlace era
desconocido, á medida que surgían.
En efecto, la tercera invasión del Táchira se adelantó muchísimo
en su acción, de seguro en la esperanza de que no sería atacada
en el acto: natural era suponer que las fuerzas de Cúcuta se
replegarían á esperar en buenas posiciones lo refuerzos que se les
enviaran del interior del Departamento, lo cual demandaba muchos
días y además la movilización de tropas que tenían que dejar
descubiertos puntos importantes sobre los cuales debería marchar
entre tanto la llamada invasión de Arauca.
Por fortuna, los soldados conservadores no cuentan el número
de sus enemigos, y la guarnición de Cúcuta atacó y venció en
el acto, á la bayoneta porque le faltaban municiones, á los nuevos
invasores, infligiéndoles castigo tan severo que habrán de recordarlo
por muchos días.
Esta noticia no fue creída por los rebeldes de Casanare, los que
en apoyo de sus compañeros siempre cruzaron la cordi11era y sentaron
el pie en la Provincia de Gutiérrez (Boyacá). Los soldados legitimistas,
allí también se apresuraron á atacarlo~, y aun cuando la fortuna
se les mostró esquiva, á lo menos consiguieron detener el avance
del enemigo, muy superior en número, lo cual permitió al Gobierno
reunir un Ejército en Boyacá, después de cerrar el paso á los
rebeldes de Cundinamarca y Tolima. En efecto, aun cuando en apariencia
la derrota de Chita entregó á los rebeldes el Departamento
hasta Sogamoso, la mir.ma extensión del territorio que así les quedaba
en las manos, demoró sus movimientos y ensanchó sus pretensiones,
de suerte que cuando lograron reunir en Sogamoso un
verdadero ejército, el Gobierno ya. les tenía enfrente otro superior
en número y en veteranía.
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320 Boletin Mz"lz'tar
Tal concentración, no esperada por los rebeldes> equivalió
á la derrota de éstos, puesto que no osando afrontar su ataque,
se dividieron y replegaron á los diversos pasos de la cordillera,
de donde también fueron lanzados sin mayor trabajo y reducidos
á partidas incapaces de acción seria y á las cuales no quedó
otro recurso que internarse en la desierta y malsana llanura.
Pero antes de realizarse la mencionada concentración ya los
numerosos guerrilleros de U11oa habían sido derrotados en Chiquinquirá
por un puñado de valientes, cuando por ahí intentaron
pasar á Boyacá pretendiendo engrosar las filas del ejército rebelde
de Soga m oso. Dicho jefe toda vía intentó segunda vez el mismo
movimiento, pero además de que sufrió segunda y más ruda lección,
aun cuando entonces hubiera logrado su designio, ya era tarde por
la retirada de sus compañeros.
En fin, con estas operaciones fueron correlativas las encaminadas
á vencer á los guerrilleros de Oriente, Sumapaz y porción limítrofe
del Tolima, lo cual dejó libres varios cuerpos de tropas
para atender á donde fuera necesario, los que unidos á los que regresan
de la campaña de Boyacá, bastarán para terminar la gnerra
en el occidente de Cundinamarca, única zona donde á la fecha
hay guerrilleros en el Departamento.
Por lo demás, la captura 6 dispersión definitiva de guerrillas
en territorios quebrados que les son amigos, demanda tiempo y
lentitudes que á veces conmueven los nervios de los amigos, pero
que en lo humano son imposible de evitar. En efecto, conforme lo
dice Rustow, "si los guerrilleros están siempre en movimiento y esparcen
noticias falsas sobre su situación, sucederá que transcurren
semanas enteras ante de que el ejército conozca exactamente su
importancia, su número y su plan.' Y Napoleón en España para
dominar·Ios guerrilleros tuvo que recurrir á establecer ¡jbestos
fortificados (almacén, hospital, parque y guarnición), porque con
su genio comprendió pronto que donde las partidas de insurrectos
causan muchos daños, no puede darse un paso adelante sin asegurar
antes las líneas de comunicaciones.
Y, detalle característico, para concluír. En los momentos en
que los directores secretos de la guerra en Bogotá, se dieron cuenta
de que el Gobierno sí podía enviar y enviaría algunos batallones
de aquí á Boyacá, ora como escolta de los convoyes objetivo
de los rebeldes, ora como refuerzo del ejército de operaciones, recibió
el Ministerio de Guerra un anónimo hábilmente escrito, en
el cual se le hacía saber que si el Batallón Artillería se alejaba de
la ciudad, en ésta ocurriría un levantamiento. El Ministerio comprendió
lo que el anónimo significaba, y en el acto ordenó la. marcha
del citado Batallón, cuya presencia en Boyacá, es decir, la de
los cañones, produjo tal pánico entre los rebeldes, que por partidas
desertaron de su campo; eran de seguro hombres que habían
estado en Palonegro ó Cúcuta y sabían que luchar sin cañones
contra artillería, es marchar á segura derrota. Lo propio sucede
hoy con todas las fuerzas revolucionarias, á las cuales inspira pánico
la aparición de esa. arma en cualquier campo de batalla.
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Fuente:
Biblioteca Virtual Banco de la República
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