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El sanitario rural: usted lo puede construir

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  • Año de publicación 1981
  • Idioma Español
  • Publicado por Instituto Colombiano Agropecuario
Citación recomendada (normas APA)
"El sanitario rural: usted lo puede construir", Colombia:Instituto Colombiano Agropecuario, 1981. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/3618867/), el día 2025-11-04.

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Por: | Fecha: 02/09/1791

N~ ' u",~~. iguíent~. h;~)$ Iglt:~ja t~ Arzóbi~pos, CabiltW~, S~XTO PO~T. ~ D\KStrO'~, hc:~ma~osi ,mad~ ,e~u" ~dto~ bcni~[)á, ~ p.~a, (1P(r~nza h)l\~d ' ~I · n 'fodndr~. '(~ \ i~tt iio ~e c)~man, ~. rUtc".u~ ~M " ~" Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. ~njan qu~ l~ mclmGd~trpo ~«Í».tl ~~ l~s I:JCpniici\~ n~s c,;on(orda(~t esr~­I~ '~r jlu\la~a' ~l d~ ~ ~. "cOlbr~ i.:~lo \~ ,iet~, n~le~a ~ aprob~,,, t~erar ~irt!daj.llCil ~ ~ ~,i.. ~llC tro~ ~ . u~ ~ P~blo tkf.l~o dumbr~, ~arr.1 7~' ~ ~ri ~ra. rc~l a~lIerdo ~s ~i il~c d~ d~ Ca~on~ LU ~:1L, ~ go lp~ ~'(}11 no~ ~o:tlfllac ~n ' I~ Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 'UII,~J, ~1Iri ' d~ei ~l Ploch.;fou~.uh,. Arz.ob~po OO'~s a-.:ot?~ron ~ ~ film~ ~vor' , , ~oaio .aUItil~i,7 Ob¡'Spo~ ~ P.rr~os, 5em.:janu~ co~ (Od.()~ 'Oft~ic:krarsc, em~fgo ~st~, l ~os ltj~ Mc:tropoli(~nos nciguo~. qu~ lo~ ( (O"foIm~ J~ pued~ ~ 19le~ia, Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Ncw~lIbret Oca;.eto.saUCDr~dcspucs, r~istiné M.~troponrano, "c~~rl~ ~Ia disi~r, I~ P&StorcsOl~dc ~' ~/At.r", ~uatd4¡~ Cor.~itudqo) pubU~.a40 ~1J4,"a.~ e~ ~dFl-ante: ~ ~ue .nc~ascn (ant:mcr~ .1 'Cl«UW~ ~ tub~ n~Yos fue~ Miniltro~ Igualm~nte cstabteci~ M~tropoli-debie~ n ~orazon cs~ro ~n n~estros ~l J~s cau~c;a Fr~r'ccses, bella~ disertacio"e~ P.ItQ"tc'~', S(':dc~ confe~ion, sacrye~ias, Eclesia~tl Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. d~ qllall]lli~ c~p ~ corrt!~ a~baf\za~,Casi O~pu5, ~rbr Part'oco.~ c6nS r ~ llcfa ~ l~ to~i:lssQ!t pe~!m al'lr~s ' ~lJ c<)r~~n do~o, (..~ ~M ~~rtra fur~I"~ &t'f~Ad~ ~frta I ~ d'~:Mr*f!o n:a (,,'io I"C~ sac rj ¡ ~gas eI~él()s), ll~ i nrro- ~ ,~rt ~e ~e ve~cer' u ~ tn á,. l~ t1r'Ím~ro jda~io nsti.c ~lcio.l , ·Jlhlh J o~eph ~, a~u~ d~ ~J q~li l1 td d ~ b i'~n h~ és r~en ~ I lt11 ~ n ift entont"e~, p'on~n iba ' ~ cs~adbs3 d~1 C l~ p~l~C" bk~) r~ ru~ra.':l lo~ (\.c:~ ~ n , ba r r;o é:l ~ i c~)n<:t L1i, h , ~~'JIl ancm~ ~~. t,' ~ eu e~.rv¡yr.~l tesr:m, o J\: c~~rt)~d' p~ nas ' lU~, n u(/~trc) d~pol a nll p ~)r l ~ , Igr. ofc n ~ :l s:!! is ~;l<:ciol~ m~n ~o; ) Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. d~ t~rd¿. C~ ~ Dcclin~ ~I ~ur , grado~. lo~ m~. ~Ie c~ ~ J?9I1~ ',hQ~asl.f ,!"~ *e~.;.te)a ~ ~ ~ ",~. ~g. ~l ~l ~s. ~sYa ~ SÜI~ ~ entisi~o Vi~rey ~ Corl'("~jrnicrtt(') mism~ ~seph ~ Ve~ez ~r.ovi~cia ~ D(.miA~o Provin'ci~ D~ . la~ Junra~ Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.

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Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá - N. 30

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Documento conpes economico 3992 Estrategia para la promocion de la salud mental en Colombia

Por: Consejo Nacional de Politica Economica y Social CONPES | Fecha: 09/05/1906

RepÚblica de Oolom.bia --~~----~~~~~~- L L T " ~ 1 SUPLEMENTO LITERARl:O A "EL CORREO NACIONJ\,~" Dlre,._r, •• PALAOKJ UIIIE j3ERI! !."~ ~OGOTÁ, jViAYO ~ 1)& 1906 SUM4R.IQ rA SALOHXOHA I Eaencñ mente frauoesa, la H9J10i- ~e Enrique Labreuille, qu,e ~o tiene o&inae ni gasta decoracioneá teatr•Ie~, es lnfini•· men e t~upe,rlor l. esas agencias ex6tioas1 de turbulento estruendo, que la ~ovela ha ri­diculbsado con tAnta gracia. El Sr. 14- breuiHe, activo, dlsortto 7 perfectawente eorrecto, -no habla de af miSJDo, ui qul,ro repl'818Jlt&r el _papel de Maaoarrilla; rN&7. por la. cu~l el Sr • .A.P:tlleo lfal'l', ciada~ 9 del Bstedo de A.ntioqufa, donde ,. e:,;p, ~­tan tAntas minaa de oro, reaolvi6, ~nseJJ~t«~ por un patriota suyo, tratar c;oll aquél p e'ritarae el fastidio )ropi~ de • ~ nencla en el Extranjero. ¡}DI asunto se ~ra­¡ 16, paeiaa A loa cuidad91 del ayu~ d~ 0611)ara de A.Paleo. ~~ chico, dijo Labre,Wlle 4 •te servi­dor, llamado Lisandro; su ~mo de-11ated que ha venido i viaitar la &po•ioi6~ Univ,r· aal, tendd para que4tr C • QtiUofJ ~de proo~e re1oao, AU~bi 1 k glWtfl ~ .,frita. -Pero, j qu6 nma p.· tt -ed pp.r W! dijo ~ll41'o. '-¡..:.a t r'J'VO ~viDe J •1 . - leo ea ñ~ 1..J8NfP80 ; JlO 1Jiif. mtnon•, yl" ~~ 9QJIJO ~1 asua •P .w ~a boca bajo ; ao me ve.-i ni oiri a.b ~~ mi, y cua)ldo llegue •1 momo:Qto ~ dar,, por couducto ele Qted, lo que 61 quie­¡ a. ~Jo un punto me inqo.ieta : ¡ o6mo, •in obligarle A h•blar 6 A eaerib4" y sm tur· bf,r su quietud, lop•té iDfQI'IPWmt de IGI d.Neos 4«e pq.~da ttJ;perimentar •l Sr. ~~ -.-Muy ~encill~1n:a.te, elijo Lisalldro: mi amo q.coatumbr4' hablar, mi.QrMr ~ de todo Jo qu,e le preooupa ; y pot lo que ' mi toca yo no duermo J&U.ú, porque h&!o biendo sido pirJta, tema ql}e velar por la .-gurid•d de mi tripJiaci6Jl. Eato me ha •rvi4,o para tstar siempre ~ corriente 101 m4& seor.tq• pQ8&Qli n~s del Sr. Al· fw'-, Jo cWtJ Jqe h~ perQlitido lormar ~uen caqclf.:!. TodaelM m lauu a clr6 oo¡p. ~ted UJlA' gonverqci6 de poCOJ min,tos, ~ -ed IJ&r~ bien iDfor~o. 4U'feo~ll~, ,dJjo LabreuUie. P. o, eí6 t'-'dien~ j ~ndro, sin OQDtado, 1JD enor)lle paquete de billetes de Baaco ; uf tie¡a,e 'PJ~d el v Jw ele a aamiaicha. ....-Gr~&eiaa, .-Ql1 replicó Li ll1lro, zeh.u. do oon get$() p~dti09 y dl r to ; esto lo ~ egl~tmoa o~(lo ~rmüae toflq. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Los Lunes del Oorreo en muy poco tiempo se le servía al colom­biano un solomo de carne real, verdadera­mente cocido con fuego y acompañado de vino verdaderamente hecho de uvas; podía, al caso, dirigirse á cualquier tienda, y el mercader le vendía, muy baratas, excelen­tes mercancías, y le daba la vuelta en mo. nadas de oro nuevo, perfectamente acuña­das y que no habían servido antes. U na noche, mientras dormía, Alfara pro­nunció estas solas palabras : " Ser amado por una princesa ! " Oyólas el ayuda de cámara, Lisandro, y no cayeron en oreja de sordo . .Al tlía siguiente, en un baile de em­bajada, al cual había sido convidado, vio Apuleo á la princesa, á esa Celiana, cuyos nombres parecen brillar como palabras má­gicas en el almanaque de Gotha, y un di­plomático amigo común lo presentó á ella. A la primera mirada que cambiaron Apuleo y Celiana, jóvenes y bellos como dioses, se sintieron quemados por un fuego penetrante, comprendieron que se amaban, que se ha­bían amado siemprA, que se pertenecían uno á otro; y siendo ambos libres como las aves, no hallaron motivos para esquivar esos amo· re&l, que fueron orgullo de París y una de sus glorias triunfales. Otra ocasión, como Alfara se hubiese acostado, después de haber leído, ó más bien devorado febrilmente y de seguida una no­vela del más notable de nuestros autores, dijo en medio del sueño, siempre espiado por Lisandro: "La gloria literaria en Pa­rís !" y esa gloria, que él deseaba por lo menos dormido, la obtuvo con extrema fa­cilidad. En uno de sus viajes á las Indias, acompañado de algunos amigos intrépidos, Apuleo había cazado tigres; y la relación de esas aventuras, escritas por él con mu­cha sencillez, sin lugares comunes y siem­pre en los términos más propios, había sido publicada.por una revista americana; estas páginas excelentemente traducidas al fran­cés- sin permiso del autor-y presididas de un prefacio alado, rápido y muy divertido, obra del más agudo de nuestros periodistas, fueron dadas á luz en el volumen impreso sobre verdadero papel de hilo y con verda­deros caracteres modernos. III Oon imparcialidad que no es admirable encontrar en ellos, todos los perióuicos rin­dieron justicia á Apuleo Alfara: en todas partes hubo ecos, hechos diversos, estudios especiales y artículos de fondo consagrados á su libro, cuyo éxito fue inmenso y cuya cuadragésima edición se vendió con tánta rapidez como se habían vendido las treinta y nueve primeras, inmediatamente, célebre ya y poseyendo en París (y accesoriamente en el resto ien, señor: quiero volver á encon· trar esa divina impresión y comer otra vez una buena salchicha. Al ofr estas palabras, Enrique Labreiulle se sintió aterrado y la más profunda deses­peración se pintó en su rostro. Los T.Junes del Correo -Ay! dijo: antes, señor, nada era más fácil que fabricar una buena salchicha : Se tomaba carne de puerco (dos terceras partes magra y una gorda), se la cortaba en peda­zos, no muy menud_os,_ se sazonaba co~ve­nientemente con pimienta y sal, y el pica­dillo así formado se introducía en una tripa preparada al efecto ; pero hoy, ¡ dónde están los tajos, y quién consentirla en cortar la carne ? ¡,Quién osaría injuriar así á nues­tros mecánicos y á nuestros ingenieros Y Hoy la carne de puerco triturada por medios me­cánicos y molida con mucha limpieza, forma una especie de pasta muy apretada, y sin embargo incoherente. Usted ha visto las máquinas en la Exposición: las hay capaces de fabricar murallas de hierro que, sin estar amarradas con nada, se mantienen en pie por su propio peso, matemáticamente calcu­lado; otras pueden echar, en menos de veinticuatro horas, un puente de acero so­bre un río turbulento; pero ninguna podría cortar la carne del puerco en justa propor· ción. Lo que usted me pide sobrepasa en mucho mi poder y cualquier otro poder hu­mano. He podido arreglar para usted una casa en donde no hay armarios de espejo; he podido encontrarle cal>allos que no ~an perdido la belleza de su raza; be podido poner á sus plantas, domados, á los fondis­tas y al comercio estupefacto ; he podido arrojar á una princesa entre sus brazos; he podido dar á usted la gloria literaria, y he podido convertirlo en soberano ..... Pero me es enteramente imposible proporcionarle una buena salchicha.. TEODORO DE BANVILLE }.L TRAVÉS DE LOS AftOS Al través de los años l'adivino aun en las risueñas alquerías, cuando al atardecer, todos los días m'esperaba en la huerta del vecino. Se la llevó después el torbellino de las ciudades locas y sombrías: conoció las mejores alegrías, vistió de seda y s'embriag6 con vino. Ya mi convulso labio no la nombra .... su pálido recuerdo entre mi sombra tiene fulgores de lejana estrella. Acaso, en amorosas languideces, yo la he besado luégo muchas veces y no be querido imaginar qu'es Ella. DELIO SERA VILE Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Los Lunes del Correo ~ENUS DE J'l.ILO (Traducido para Los LuNEs) Beodito e! aldeano griego que exhu­m? á la diOsa sepultada ti urante dos ll!'Il afíos en un campo de trigo ! Gra. Clas á ese sencillo aldeano la idea de la Belleza se levantó á un grado "ublime Y el mundo plástico encontró su perdi­da reina. i Cuántos altares fueron derribados Y cuántos prestigios se desvanecieron ! Como eJ? _el templo bíblico, todos lolil ídolos VInieron á tierra. La Venus de Médicis, la Venus del Capitolio, la Venus de .Arles, se postraron ante la Venus Victoriosa que, al levantarse, las relegaba á la segunda fila. Nunca el ojo humano ha contempla. do una forma más perfecta. Atados in. dolentemente, sus cabellos ondulan como las ondas en un mar sosegado. La frente se alza tal como el trono oe un pensamiento divino, único, in­mutable. Húndanse los ojos bajo la ar­cada profunda de las cejas, y ésta los cubre con su sombra, imprimiéndoles aquella. sublime ceguera de los dioses, cuya mirada, que es ciega para el mun. do exterior, recoge ea sí misma su luz Y la, arroja s~bre todos Jos puntos de su ser. La nanz está unida á la frente p~r esa línea recta y pura que es pre­Cisamente la línea de la belleza. La boca, como si fuera á abrirse, ahuecada en sus ángulos y animada por el claro. osc~ro que proyecta sobre ella el labio su­penor, ~xhala el soplo no interrumpido de las VIdas inmortales. U o a sonrisa im. perceptible anuncia la redondez grandiosa de la barba marcada en una prominen­cia suavísima. La belleza mana de e~a cabeza divina y se der~ama á lo largo del cuerpo como una clandad. La garganta no injuria las muelles inflexiones del cisne que la esta­tuaria profana presta á sn Venus ; es se­vera, firme, casi redonda, como un fuste de columna que sostuviera un busto. Los estrechos hombros desarrollan, por su contraste, la armonía de un se u o b la neo, como el de Helena; seno dotado de una virginidad eterna, que el amor jamá8 ha fatigado con sus labios, y en donde, sin alterar su contorno, podrían beber los ea­torce hijos de Niobe. El torso ensefia los planos cadencioso'! y simples que marcan las divisiones de la vida. La cadera dere. cha, encorvada por la inclinaci6n de la postura, prolonga sus ondulaciones entre el ropaje que la pierna delantera deja caer en pliegne9 majestuosos. 198 La belleza sublime es la belleza inefa. ble. La lengua de Homero y de S6focles sería la única digna de celebrar la gloria d~ esta Venus, y s6lo la amplitud del ritmo helénico podría modelar, sin envi. lecerlas, sus formas perfectas. i Cómo ex. presar la majestad de ese mármol sacnado el atractivo mezclarlo de terror que i~spir~ y el ideal soberbio que revela t La fisooo. mía ambigua de las esfinges es menos mis­teriosa que esa cabeza joven, en apariencia cándida. Por un lado su perfil exhala una exquisita dulzwra, nna dulzura ingenua, y por el otro lado la boca se contrae, el ojo toma la oblicuidad de un desdefioso desafío. Coutempladla de frente: el sereno rostro no expresa sino la serenidad de la victoria, la plenitud del goce La lucha duró s61o un momento. Al salir de las ondas, Venus midi6 su imperio con una mirada. Los dioses y los hombres reconocieron sn poder ... Ella pone el pie sobre la playa, y se ostenta desnuda, á la adoracirSn de los humanos. Pero esta Veou51 no es la frívola Cypris de Anacreonte y Ovidio, educada por el amor en loq er6ticos ardides, á la cual se inmolau las aves lal'civas; es la Veuus Ce. leste, la Venus Victoriosa, !!iem pre desea. da, nunca poseída, absoluta como la vida, cuyo fuego central reside en su seno, in. . vencible como la atracci6n de los sexos á que preside, casta como la eterna. Belleza. que personifica. Es la Venus por quien suspiraba Plat6n y cnyo nombre-Venus Victrix-dio César, la víspera de Far8a. lia, como palabra de orden á sus ejérci .. tos. Ella eR la. llama que crea y que nutre, la instigadora do las grandes hazañas y de loA proyectoR heróicor;~. Lo que hay de inmaculado en las afecciones t errestres, el alma de los sentidos, ia chispa creadora, la partícula sublime mezclada á la liga de las pasiones groReras, todo es de ella. Lo de. más pertenece á Jaq Venus vulgares, copias profanas de su belleza, que se engafan con sus atributos, y usurpan su pedestal. Algunos creen adivinar que su pie muti. lado reposaba sobre un globo: este símbo­lo completaría su grandeza. Los astros gravitan en cadencia al redor de la Venus Celeste y bajo sus plantas gira armoniosa. mente el mundo. Atribúyese á. Praxiteles la Veuus de Milo : borremos este nombre del z6calo sin mancha. Pra.xiteles modelaba sus dio. sas sobre cortesanas y enerv6 el mármol di vi o izado por Fidias. Su Venus de Guido infiam6 todo el Archipiélago con un ardor impuro. Contemporánea del Parten6n, la gran Venus naci6 como sus héroes y sus dioses de una concepci6n ideal. No hay un s6lo átomo de carne en su mfirmol au· Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 197 gusto; sus grandiosas facciones no refie. jan ninguna semejanza ; su cuerpo, donde la gracia se reviste de fuerza, denota la generaci6n del espíritu. Brot6 de un cere. bro viril fecundado por la idea y no por la presencia de )a mujer. Pertenece al tiempo en que la estatuaria expresaba únicamente tipos sobrehumanos y penaa­mientos eternales. ¡ Oh diosa ! Tú te apareciste á los hom. brea un solo instante en el eAplendor de tu verdad y nos es dado contem piar su luz! Tu imagen nos revela el Edén de la Grecia, cuando el hombre, al primer sol del arte, arrancaba los dioses á los :Bancos de la materia adormecida. i De qué océa. no de aiglos vienes hasta nosotros, oh joven soberana? i En qué santas tradiciones nos inicias ? Homero mismo desconoci6 tu grandeza, porque deslizó tu fantasma en la trampa donde Vulcano sorprendi6 el adulterio ! Debiéramos cantarte con aque. lla lira tricorde que Orfeo hacía resonar, con religiosa gravedad. En los valles del mundo naciente ! Den. tro de poco tiempo tu belleza primitiva va á corromperse y degradarse. Los poetas te enervarán en las molicies de Amathon­te ; prostituirán tu idea en sus ficciones licenciosas y voltearán tus miembres pro­fanados sobre todos los lechos de la tierra. Los escultores harán de ti una bacante y una cortesana; te arrastrarán á las orgías del mármol y del bronce ; en poaturas lascivas doblegarán tu noble estatura; el alma de las heteras se insinuará en tu di­vino cuerpo y depravará tus imágenes. Venus va á sonreír, á fingir el pudor, á salir del bafie, á peinar sus cabellos, á mirarse al espejo ... Mas i qué te importa., oh diosa? Tú sales intacta de esas meta. morfosis sacrílegas. Dante, en su poema, nos tauestra á la. Fortuna agitando su rueda y esparciendo sobre la humamdad bienes y males, triun­fos y derrotas, prosperidades y catástrofes. Los hombres )a maldicen y la acusan; " mas ella no oye esas injurias. Tranquila, en medio de las criaturas, hace girar la esfera y se goza en su beatitud." Así la gran Venus vierte al azar sobre las almas nobles pensamientos y viles deseos, santas voluptuosidades y ob-;cenas codicias. Pero no la hiere el ultraje, la injuria no la ofende, el oleaje bravío que ha. desenca. denado no sube hasta ella. De pie sobre su pedestal, se recoge en sí misma y hace, tranquilamente, girar su globo de estre­llas: Volge sua sfera beatasi gode. En el Louvre, bajo el reinado de la diosa, i quién no ha sentido ese santo teuor-deisadai- Los Lunes del Oorreo monia-de que hablan los griegos? Su actitud arrogante es casi de amenaza. La. exceba felicidad que anuncia. su rostro, ese placer inalterable que bebe en su propia esencia un sér perfecto, os consterna y humilla. En ese cuerpo soberbio no hay es. queleto, ni lágrimas en esos ojos ciegos, ni entrañas en ese tronco por donde cir­cula una sangre apacible y regular como la savia de los árboles. Es de la raza la­pidaria de Deucalion y no de la familia de sangre y de lágrimas engendrada por Eva. Recordad aquel Himno de Apolo atri­buído á Homero, en que parece como si 10nriera esta estrofa de tan olímpico des­dén, de tan cruel serenidad : " Y las mui:ias en coro, respondíanse con sus acentos agradables y cantaban loe dones eternos de los dioses y las infinitas miserias de los hombres, quienes, como place á los inmortales, viven insensatos é impotentes, sin hallar un remedio contra la muerte ni una defensa contra la vejez." Dejad que obre el milagro. Fatigado de las dudas y angustias del pensamiento moderno, descansad al pie del augusto mármol, como á la sombra de una vieja encina. En breve circulará por vuestra alma una profunda. paz. La estatua os en­volverá entre sus solemnes contornos y os sentiréis como enlazado por sns brazos au. sentes. Ella os elevará suavemente á la contemplación de la belleza pura. Su inalterable vitalidad entrará en vuestro ser. El orden y la luz nacerán en vuesfro espíritu, oscurecido por vagos sueños, poseído por gigantescos fantasmas. Vuestras ideas tomarán el giro sencillo de los pensamientos antiguos. Creeréis renacer á la aurora del muo. do, cuando el hombre adolescente bollaba con leve pie la tierra verdecida. y cuando la carcajada de los dioses resonaba bajo las b6vedas del Olimpo como un trueno de gozo en un cielo sereno. p .A.UL DE S.A.INT-V fOTO& -+-- ft. JUGUETE DEL POBRE Quiero dar idea ele una diversión inocen­te. ¡Hay tan pocos recreos que no sean cul. pables! Cuando salgan ustedes por la mañana con la intención decidida de curiosear por las vfas principales, llénense los bolsillos de pe­queños inventos ele á sueldo, tales como el polichinela movido por un solo hilo, Jos he­rreros qu~ golpean el yunque, el jinete y su Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Los Lunes del Oorreo caballo, cuya cola es un silbato, y á lo largo de las tabernas, al pie de los árboles, dénse­los á los niños desconocidos y pobres que encuentren. Ver~n sus ojos abrirse de una manera desmesurada. Al principio no se atreverán á tomarlos; dudarán de IU di· cha. Luégo sus manos agarrarán vivamente el regalo, y huir~n, como lo hacen los g¡¡.tos para irse á comer l~JOS de úno el pedazo que se les ha dado, por haber aprendido á des­con6. ar del hombre. En un lujoso jardín vi en cierta ocasión á un muchacho encarnado y fresco, vestido con uno de esos trajes de campo tan llenos de coquetería. El lujo, la despreocupación y el espectácu­lo habitual de la riqueza hacen á estos niños tan lindos, que se les creería formados de otra pasta distinta de la de las criaturas de la clase media ó de los pobres. Junto á él se veía sobre la hierba un ju­guete espléndido ; tan fresco como su amo, barnizado, dorado, vestido con un traje co­lor púrpura y cubierto de plumas y cosas relucientes. Pero el nifto no se ocupaba de su juguete predilecto; hé aquf lo que mi­raba: Al otro lado de la verja, en el camino, entre las ortigas y los cardos, había otro ni­ño, sucio éste, enfermizo, :haraposo, uno:ae esos marmotos-parias en que un ojo impar­cial descubriría la belleza, si, como el ojo del conocedor ve una pint11ra ideal bajo un barniz de carrocero, le despojase de la re­pugnante p~tina de la miseria. Al través de aquellos barrotes simbólicos que separaban dos mundos, la carretera y el castillo, el niño pobre mostraba al niño rico su propio juguete, que el otro examinaba ávidamente como un objeto raro y descono­cido; y este juguete, que el porcallón irrita­ba, agitaba y sacudía en una especie de grillera, ¡ era un ratón vivo ! Los padres, por economía sin duda, habían sacado el juguete de la vida misma. Y los dos niños se reían uno á otro frater­nalmente, con dientes de una blancura igual. 0.A.RLOS B.A. UDELAIRE pon LA INFLUENCIA DSL PLEr-tl~~ 1906. Para Jj}steban Rodrígu,ez Triana : Oomprensivo Estabas á mi l-ado, muy triste. Parecías -Oon ese color pálido que denunciaba un mal .... - La Monja del Convento de las Melancolías, O la piadosa Hermana de algún viejo hospital. Tal vez en las veladas galantes de otros días, Bajo la sombra densa que cubre el arrabal, Derrochaste el tesoro de tus cortesanías Oon un Marqués auténtico, pero sin renta anual. La estrella de tu sino te procuró un encomio : ' En el verano próxhno te· irás al manicomio Donde la luna es pálida, como tu rostro en flor .... O acaso en el invierno que ya se acerca, breve, -Como un enfermo lirio que sueña entre la nieve­Te morirás de tisis, te morirás de amor .... ~N LA REJA :n. PALACIO URIBE su sed con nn poquito do agua más pura que su amor. Una tarde, cuando iba á morir un be­llo día de verano, Juanillo, el hijo del tío Tomás el labrador, se paseaba por las calles de su pueblecillo andaluz más contento que nnos aguinaldos; aquella noche daba la se­renata á Mariquilla, su novia, á la que rondaba su reja desde niño y cuando venia de la fuente-cántaro al hombro-calmaba Oon un ramo de flores tan bellas quizá como su amada, entró cantando á una ta­berna de la plaza. En ella habfa varios mo· zos : todos vinieron á saludarlo, menos Pe­pe, el primo de Mariquilla, que se quedó sentado fumándose un pitillo eon un aire de desafio capa1 de infundir miedo al mis guapo. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 199 Por las calles corría el rumor de que Ma­riquilla no saldría aquella noche á la venta­na, pues su corazón ya no era de Juanillo sino de Pepe, su primo. Esto había llegado á oídos do Juanillo, mas él no había hecho caso ; pero al ver la cara de desafío de Pepe, creyó cierto lo que le habían dicho. Poco le faltó para caer á tierra. Ya veía su ramo de flores roto por el sue­lo, y á .l\1ariquilla, su amor, bailando la jota al día siguiente con su novio Pepe; y él, burlado de todos, dirigirse cabizbajo hacia la cabaña de su abuelita, el único amor ver­dadero que le quedaba. Esto pasó por su mente con gran rapidez; y cuando volvió en sí, vio que Pepe echaba grandes bocanadas de humo con el mismo aire de

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Los Lunes del Correo - N. 17

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