Dentro de las múltiples posibilidades de aproximación a la pedagogía, hay una que satisface la necesidad de coherencia cultural requerida para la educación colectiva y es abórdala como una forma de humanismo. Esto significa que lo fundamental es la preocupación por los niños, niñas y jóvenes como seres humanos, como individuos capaces de afecto y razón, como personas cuyo destino se juega con otros a través de vínculos significativos con el mundo y con las demás personas y concretamente en los colegios, con sus maestros y maestras.