Alberto Manrique Martín

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Serie homenajes / Arquitectos en Bogotá

Alberto Manrique Martín Autores: Leopoldo Prieto Páez Silvia Arango Jorge Ramírez Nieto Luis C. Colón Ll. y Lena Império H. Hugo Delgadillo Fernando Carrasco Zaldúa


SOCIEDAD COLOMBIANA DE ARQUITECTOS Seccional Bogotá, D. C. Presidente Eduardo Rocha Tamayo

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Rector Ignacio Mantilla Decana Facultad de Artes Martha Luz Salcedo Vicedecano Académico Luis Alfonso Pérez Vicedecano de Investigación de Extensión Paulo Andrés Romero Centro de Divulgación y Medios Clara Victoria Forero Coordinación de Publicaciones Juan Francisco Poveda Grupo de Investigación en historia y teoría de la arquitectura Latinoamericana – Gistal Coordinadora Investigación Silvia Arango Profesores Investigadores Jorge Ramírez, Luis Carlos Colón Estudiante Doctorado en Arte y Arquitectura Leopoldo Prieto

ALCALDIA MAYOR DE BOGOTÁ SECRETARÍA DE CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL Alcalde Mayor de Bogotá Enrique Peñalosa Londoño Secretaria María Claudia López Sorzano Director Mauricio Uribe González Subdirectora de Divulgación de los Valores del Patrimonio Cultural Margarita Castañeda Vargas Coordinación de publicaciones Ximena Bernal Castillo Diseño Tangrama Fotografías Margarita Mejía-IDPC Archivo personal Alberto Manrique Martín (AMM) Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá Revista Cromos Archivo de Bogotá. Fondo Concejo de Bogotá y Fondo Secretaría de Obras Públicas (SOP) Archivo General de la Nación Archivo Ministerio de Cultura de Colombia Impresor Buenos y Creativos S.A.S

Agradecimientos Alejandro Manrique, Elena y Jaime Manrique, Ignacio Restrepo Manrique y Ernesto Lleras Manrique. María Cristina Díaz Velásquez, Alberto Escovar, Andrés Francel, Archivo de Bogotá, Camilo Andrés Moreno, Carlos Roberto Pombo, Diana Castaño, Magnolia Hernández, Gloria Manrique, Grupo de Investigación E-Arc (Estudios de arquitectura y ciudad) Universidad del Tolima, Revista Cromos, Sala de Libros Raros y Manuscritos, Biblioteca Luis Ángel Arango y Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. Imagen de carátula: Coronamiento del Capitolio Nacional. Fachada principal. Acuarela del proyecto ganador de Alberto Manrique Martín, 1923 Fuente: Archivo General de la Nación. www.patrimoniocultural.gov.co Impreso en Colombia, 2017 Página 2: Conjunto con teatro subterráneo. Fuente: Archivo AMM. Página 5: Proyecto de hipódromo para Bogotá. 1931 Acuarela. Archivo AMM. Página 6: Lobby del Hotel Granada. Foto: Álbum Archivo AMM.

ISBN: 978-958-783-241-9 Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Estudiantes Maestría en Teoría e Historia del Arte, la Arquitectura y la Ciudad Daniel Macías, Hugo Delgadillo, Lizeth Ladino, Lena Imperio, María Catalina Venegas Asistente de Investigación Andrés Albarracín Mg. Investigación y análisis archivo oficina Alberto Manrique Martín Leopoldo Prieto, Andrés Albarracín, David Justinien Gómez Investigación y consulta archivo Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá Daniel Macías, Hugo Delgadillo, Lizeth Ladino

Prieto Páez, Leopoldo, 1982 -- Alberto Manrique Martín / Leopoldo Prieto Páez [y otros seis]; presentación, Eduardo Rocha; prólogo, Mauricio Uribe González. -- Primera edición. -- Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes; Sociedad Colombiana de Arquitectos; Alcaldía Mayor. Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. IDPC, 2017. 216 páginas: ilustraciones (algunas a color), facsímiles, fotografías, planos. -- (Serie homenajes. Arquitectos en Bogotá) Incluye referencias bibliográficas ISBN 978-958-783-241-9 (rústica) 1. Manrique Martin, Alberto, 1891-1968 -- Trabajos arquitectónicos -- Siglo XX 2. Arquitectos colombianos -- Bogotá -Siglo XX 3. Arquitectura colombiana -- Bogotá -- Siglo XX 4. Urbanismo -- Historia -- Bogotá -- Siglo XX I. Arango de Jaramillo, Silvia, 1948 -- II. Ramírez Nieto, Jorge, 1957 -- III. Colón Llamas, Luis Carlos, 1966- IV. Império Hamburger Ribeiro dos Santos, Lena, 1989 -- V. Delgadillo Suárez, Hugo Alberto, 1972 -- VI. Carrasco Zaldúa, Luis Fernando, 1955 -VII Rocha, Eduardo, presentación VIII. Uribe González, Mauricio, prologuista IX. Título X. Serie CDD-23 720.98610904 / 2017

SECRETARÍA DE CULTURA Instituto Distrital de Patrimonio Cultural




Índice 8

Presentación Eduardo Rocha

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Prólogo Mauricio Uribe González

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Introducción Silvia Arango

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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto Leopoldo Prieto Páez

48

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín Silvia Arango

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La indagación técnica como tema Jorge Ramírez Nieto

140

La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín Luis Carlos Colón Llamas; Lena Império

164

Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano Hugo Delgadillo

204

El Archivo de arquitectura de la Compañía Fernando Carrasco


Presentación Eduardo Rocha Presidente Sociedad Colombiana de Arquitectos, Seccional Bogotá, D. C.


Eduardo Rocha

Para la Sociedad Colombiana de Arquitectos, Bogotá D. C. y Cundinamarca es un orgullo presentar este primer libro de una colección que pretende divulgar y dar a conocer la historia de arquitectos que forjaron nuestra ciudad y región. En un esfuerzo conjunto con la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural-IDPC, es presentada la obra de Alberto Manrique Martín, como uno de los más prolíficos arquitectos de la primera mitad del siglo XX en Colombia. Personalmente, tengo altas expectativas sobre esta colección, que será sin duda, un aporte valioso para los profesionales y estudiantes de arquitectura. Debo agradecer a Silvia Arango y al equipo de docentes y estudiantes de la Maestría en Teoría e Historia del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, al Grupo de Investigación Gistal, particularmente por su entusiasmo al conocer el proyecto e incondicional compromiso con el mismo, sin lo cual no sería hoy una realidad. También debo agradecer a Mauricio Uribe y a su equipo de publicaciones en el IDPC, de quienes tuvimos el apoyo necesario en las dificultades que se fueron presentando en el camino. Continuaremos con este esfuerzo por muchos años más, dado que una de nuestras actividades misionales es promover el conocimiento de la ciudad, el urbanismo y la arquitectura.

9


Prólogo Mauricio Uribe González Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural


Mauricio Uribe González

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Exaltar la labor de arquitectos y firmas de arquitectura que han contribuido al desarrollo de Bogotá, es la finalidad de la serie Homenajes / Arquitectos en Bogotá, una colección editorial de trabajos monográficos acerca de las más significativas figuras de la cultura arquitectónica de la capital. Mucho se ha avanzado en años recientes en la investigación sobre aspectos históricos, críticos y técnicos relativos a la arquitectura y el urbanismo, a la construcción y el diseño, lo cual ha producido importantes documentos que se han convertido en permanente fuente de consulta. Ya no es una novedad encontrar un buen libro sobre ciudades, proyectos y arquitectos, y existen ya algunas muy interesantes y exhaustivas monografías, aunque por lo general esporádicas. Pensar una colección, estructurada y continua, es la intención de esta propuesta editorial que busca estudiar y divulgar la vida y obra de los profesionales que le han aportado en mayor medida a la consolidación de la identidad de Bogotá. La serie Homenajes promueve la necesidad de hacer un reconocimiento a los más destacados arquitectos y firmas que hubieran dejado una huella indeleble en la ciudad, una obra de calidad como resultado del compromiso con el oficio y con el lugar. Para comenzar por aquellos arquitectos que no cuentan con una publicación completa de su trabajo, se crearon dos ‘categorías’, una póstuma y una para profesionales aún vigentes. Los primeros volúmenes, dedicados a Alberto Manrique Martín y a la firma Camacho y Guerrero, dan muestra clara de las intenciones de la colección, ediciones muy bien cuidadas, rigurosas en la investigación y atractivas en la presentación, con contenidos ricos en ilustraciones —planos y fotografías— y una abundancia de datos que ponen en contexto la obra de los arquitectos seleccionados con su momento histórico. Especial atención se ha tenido además en la escogencia de los autores de las monografías, como los de la presente edición, dirigida por los reconocidos profesores Silvia Arango y Jorge Ramírez, quienes contaron con un equipo de docentes y estudiantes de maestría y doctorado de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Dar inicio a esta aventura editorial con el trabajo de Alberto Manrique Martín augura el éxito de la misma. Manrique Martín es sin duda uno de los principales arquitectos de la primera mitad del siglo XX en el país, prolífico autor de varias de las más importantes piezas construidas del periodo de transición entre el eclecticismo republicano y la afirmada modernidad. Su obra, como su vida misma, refleja la permanente conciencia de su tiempo,


12 Prólogo

como se puede apreciar, por ejemplo, en la evolución constante de la amplia producción de viviendas. Hijo del ingeniero español Alejandro Manrique Canals (Fábrica de Bavaria, Pasaje Rufino José Cuervo), Manrique Martín es autor, entre otros, de la terminación del Capitolio Nacional —ganador de uno de los primeros concursos en el país—, del Edificio de la Policía, el Edificio Cubillos, el Teatro San Jorge, numerosas casas unifamiliares, edificios residenciales y de oficinas, fábricas, urbanizaciones y espacios públicos, además de miembro del Concejo Municipal e impulsor de la creación de la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Pretende esta ambiciosa colección difundir la contribución de arquitectos de todas las épocas de nuestra historia, no de una en particular. Seguirán las monografías sobre Pablo de la Cruz, Arturo Jaramillo y Giovanni Buscaglione, exponentes del periodo republicano, y se espera llegar hasta Domingo Esquiaqui, al final de la Colonia; de los modernos es necesario estudiar a Juvenal Moya, Carlos Martínez Jiménez, Francisco Pizano, Hernando Vargas Rubiano, Fernando Jiménez Mantilla y la firma Ricaurte, Carrizosa y Prieto, entre otros. El listado, como se aprecia, se hace inagotable, pues son muchos los arquitectos importantes que nos precedieron, para dentro de varios años dar el espacio necesario a quienes están activos en la actualidad, como Giancarlo Mazzanti, Daniel Bonilla o Lorenzo Castro. En este mundo digital, en el que lo efímero prima en tantas ocasiones, se ha determinado que el mejor homenaje a estos maestros es un libro. En eso estamos empeñados desde la Sociedad Colombiana de Arquitectos BogotáCundinamarca, la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá y el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, entidades que en un esfuerzo común y duradero registran, estudian y difunden la inmensa obra arquitectónica y urbana que ya es patrimonio de todos los bogotanos.


Mauricio Uribe González

Concurso para el Coronamiento del Capitolio Nacional de Bogotá, 1923. Fachada sur Acuarela del proyecto ganador de Alberto Manrique Martín. Fuente: Archivo General de la Nación.

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Introducción Silvia Arango Profesora titular de la Escuela de Arquitectura, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia


Silvia Arango

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Para el Grupo de Investigación en Historia de la Arquitectura Latinoamericana (Gistal), adscrito al Doctorado en Arte y Arquitectura y a la Maestría de Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, abordar el estudio de Alberto Manrique Martín representó un grato desafío. Desde hace varios años albergábamos la intención, nunca concretada, de hacer estudios monográficos sobre arquitectos colombianos que llenaran vacíos de nuestra microhistoria arquitectónica. Por eso, cuando a finales del 2015 el presidente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA), regional Bogotá D. C. y Cundinamarca, Eduardo Rocha, nos propuso la idea de hacer investigaciones para una serie de publicaciones como homenaje a arquitectos poco estudiados y divulgados, la acogimos con entusiasmo. La extensa lista inicial que se elaboró con la SCA ‒ Bogotá y Cundinamarca incluyó, prioritariamente, representantes de la generación de los nacidos a finales del siglo XIX que actuaron en las primeras décadas del siglo XX, preferentemente en Bogotá, para luego seguir con arquitectos de las generaciones siguientes. Para todos resultaba incomprensible que pudiéramos hacer un listado tan extenso de arquitectos muy significativos sobre los cuales no se había publicado nada, salvo menciones esporádicas en libros generales de historia de la arquitectura colombiana. Estos arquitectos fueron artífices de buena parte de las ciudades colombianas y la reconstrucción de sus lógicas vitales no solo brindaría una recopilación sistemática de su obra, sino del contexto social y cultural en el que les tocó actuar. Empezar esta serie de monografías con Alberto Manrique Martín era, en cierto modo, lo más lógico. No solo fue el arquitecto que incentivó la fundación de la SCA sino una de las más reconocidas figuras del gremio y un prolífico constructor durante buena parte del siglo XX. A diferencia de otros arquitectos, Alberto Manrique Martín sí contaba con un importante estudio previo: el Cuaderno n.º 6 de Ediciones Proa, titulado Semblanza de Alberto Manrique Martín, ingeniero y arquitecto, publicado en 1985. En ese entonces, los investigadores, Claudia Burgos y Ricardo Sánchez Pineda, bajo la dirección de Lorenzo Fonseca, pudieron consultar el archivo de AMM y contaron con la colaboración de su hijo, Ángel Alberto Manrique Convers, quien aún estaba vivo. En este trabajo, realizado hace treinta años, las limitaciones de tiempo y presupuesto impidieron el rastreo completo del extenso archivo de planos y los investigadores escogieron algunos de los proyectos más representativos que estructuraron por décadas. Al emprender de nuevo la investigación, contar con este antecedente fue para nosotros muy importante e implicaba el reto de llevar a cabo una investigación más extensa,


16 Introducción

buscando otras fuentes primarias, con el fin de realizar una publicación más completa. Hicimos lo mejor que pudimos, pero tampoco fue posible abarcar la totalidad de los planos del extenso archivo y por ello pensamos que un estudio futuro, más concluyente y preciso sobre Manrique Martín, solo podrá hacerse cuando su archivo esté completamente catalogado. Consideramos que la historia se construye, colectivamente, así: por oleadas sucesivas que proporcionan cada vez datos más concretos e incorporan nuevas interpretaciones. Entre las formas de narración de la historia del arte y la arquitectura, las biografías cuentan una larga tradición que empieza con Vasari. No es extraño: son personas que, dentro de sus circunstancias, emprenden la tarea de construir los hechos de creación cultural. Con frecuencia, los libros monográficos de arquitectos consisten en un recuento de su vida, un listado de obras, la presentación de sus obras principales y uno o varios comentarios críticos. Esta estructura, que por algo es recurrente, descansa sobre el supuesto de que los arquitectos se conocen por sus obras y el material gráfico de fotos y planos, más que un complemento, revela un código para ser descifrado en una lectura paralela. Sin embargo, son pocas las ocasiones en que se explicitan las circunstancias y contextos en que se producen los proyectos y se adelantan las construcciones, que es lo que buscamos aquí. La astucia que debe desplegarse para la narración de monografías de arquitectos incluye el deber ético de no traicionar el impulso vital del biografiado y, para el caso de Alberto Manrique Martín, nos encontrábamos con un personaje multifacético que enfrentó distintos frentes de trabajo en una ciudad y una época caracterizadas por transformaciones radicales. Por ello, y aprovechando la constitución pluridisciplinaria de nuestro grupo de investigación, se decidió estructurar la presente monografía a partir de diferentes entradas que dieran cuenta de algunas de las características más prominentes de Alberto Manrique Martín. El primer artículo, realizado por el sociólogo Leopoldo Prieto, busca ser una biografía que desentraña la particular relación que se encarna en Manrique Martín entre el homo ingeniero y el homo arquitecto. El segundo artículo, de la arquitecta Silvia Arango, se restringe al desarrollo de sus obras arquitectónicas enfatizando la dimensión estética. Por las declaraciones explícitas que hizo AMM en varias ocasiones, sus mayores satisfacciones fueron deparadas por su destreza técnica y por ello el tercer artículo, desarrollado por el arquitecto Jorge Ramírez Nieto, se orientó en esta dirección. Por otro lado, no se podía dejar de lado las inquietudes urbanas evidentes en Manrique Martín, que se expresaron en dos escalas. Por un lado, las urbanizaciones que diseñó o en las que participó,


Silvia Arango

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son examinadas por los estudiosos de la historia urbana Luis Carlos Colón y Lena Império en el cuarto artículo, dentro de un contexto que sobrepasaba la voluntad personal de Manrique Martín: el del crecimiento acelerado de la ciudad en la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, en el quinto artículo, se aborda lo que hoy definiríamos como su faceta de diseñador urbano, entremezclada con su actividad de “hombre público”, que fue perseguida por el historiador Hugo Delgadillo. El libro se cierra, cautelosamente, con una precisión metodológica; el artículo del historiador de la arquitectura Fernando Carrasco describe las características del archivo de AMM, principal fuente de toda investigación sobre el arquitecto, con la esperanza de que por fin sea catalogado y resguardado de manera exhaustiva y sea origen de nuevas investigaciones. El trabajo de edición del libro fue aportado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, gracias al interés de su actual director, Mauricio Uribe, lo que garantiza una excelente calidad editorial que permitirá ver el material gráfico con nitidez. El sometimiento al juicio por pares fue adelantado por el Centro de Divulgación y Medios de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, con lo que se completan los requisitos para su impresión, a cargo de la SCA ‒ Bogotá y Cundinamarca. A los tres impulsores de este proyecto editorial (la SCA ‒Bogotá y Cundinamarca, la Universidad Nacional de Colombia y el IDPC) nos reúne el mismo deseo de que este sea el primero de una serie de libros monográficos, como reconocimiento al trabajo de los arquitectos que nos antecedieron en la construcción de nuestra ciudad.


Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto Leopoldo Prieto Páez1


Leopoldo Prieto Páez

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En 1889 los editores de Anales de Ingeniería publicaron una pequeña nota de bienvenida para celebrar el regreso al país del ingeniero Alejandro Manrique Canals, de quien se pensaba, según se comentaba en la nota, que se convertiría en “un colaborador más para el progreso del país y esperamos que en las páginas de los Anales, nos dará noticia, aun cuando sea breve, de los últimos adelantos científicos de España”2. El ingeniero Manrique Canals llegaba al país al inicio de lo que se conocería como la República Conservadora; “educado como ingeniero civil en España a comienzos de la década de 1880, trabajó en ese país durante siete años, en ferrovías, caminos y puentes, antes de regresar a Bogotá”3. La llegada de Manrique Canals ocurría en un periodo en el que el prestigio de la ingeniería no daba lugar a dudas, entre otras cosas por el papel estratégico que cumplían estos profesionales en la búsqueda del conocimiento, la conexión y el control del territorio. Un indicador de ello bien podría ser la conformación, en 1887, de la mencionada Sociedad Colombiana de Ingenieros y la fundación de los Anales de Ingeniería como medio de información y debate oficial del gremio, o incluso la fundación, el mismo año, de la Escuela de Minas e Ingeniería en Medellín. En las últimas décadas del siglo XIX se presentía una marcada intención de promover la creación “de un cuerpo de técnicos y empresarios que pudieran ayudarles [a los integrantes de la élite] a ponerse al día, económicamente con los más avanzados países del mundo occidental”4. Se entiende entonces que el único hijo varón del ingeniero español hubiese seguido los pasos de su padre, de seguro a través de una férrea instigación por la dedicación a los trabajos prácticos, como era común en los hijos de la élite conservadora de la época. Alberto Manrique Martín nació en octubre de 1891; tanto su infancia como los años de adolescencia los vivió en Bogotá, y durante este periodo recibió una educación de corte confesional en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario5. En 1907 ingresó a la Facultad de Matemáticas e Ingeniería, donde se recibió como ingeniero civil en febrero de 1912 a la edad de 21 años.

1

Sociólogo, magíster en urbanismo. Estudiante del Doctorado en Arte y Arquitectura

2

“Bienvenida”, Anales de Ingeniería (Bogotá) 2, n.º 19 (febrero de 1889): 207.

3

Frank Safford, El ideal de lo práctico. El desafío de formar una élite técnica y empre-

de la Universidad Nacional de Colombia.

sarial en Colombia (Medellín: Eafit, 2014), 339. Caricatura de Alberto Manrique Martín.

4

Safford, El ideal, 41.

Fuente: Semana Cómica 1, n.º 3, 20 de mayo

5

Carlos de Narváez, “Breves apuntes”, en Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de

de 1920.

Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985): 88.


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

Diploma de ingeniero de Alberto Manrique Martín. Fuente: Archivo personal de AMM.


Leopoldo Prieto Páez

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El mismo año de 1912 se casó con Inés Convers y en 1913 nació el primero de sus once hijos: Ángel Alberto; sucesivamente traería al mundo a Alfonso, María, Inés, Francisco, Leonor, Cecilia, Carlos, Hernando, Ana y, en 1931, a Elena, su hija menor. En 1913 el recién graduado se convirtió en profesor de la Escuela Superior de Guerra. Como parte de sus actividades docentes, en 1914 publicó, bajo el auspicio de esta misma institución, el libro Compendio de geometría y trigonometría, derivado de los asuntos tratados en sus clases. No obstante, estas actividades profesionales serían apenas una anécdota en la vida de Manrique Martín quien, entre 1912 y 1922, hizo el tránsito por experiencias fundamentales que lo irán perfilando como uno de los ingenieros más connotados de la ciudad y a su actividad constructora, quizá como la más dinámica de la primera mitad del siglo XX en Bogotá.

Entre el lucro privado y el servicio público 1912-1922 En 1907 —comenta Carlos de Narváez— el grupo de amigos universitario (junto a Manrique y el propio De Narváez, Joaquín Fonseca y Genaro Rueda) decidió comenzar “la explotación económica de la profesión”. Por esa razón se aventuraron a constituir “una asociación amistosa que llamamos El Ingeniero Práctico”6. La asociación tenía como fin realizar algunos trabajos cuya garantía estaba dada por los dos años de preparación ingenieril; copiaban planos, hacían pequeñas asesorías e incluso participarían con un proyecto en la exposición de celebración del Centenario de la Independencia. Más que la remembranza y la reseña de aventuras adolescentes de los amigos, lo que interesa señalar de esta anécdota es el modo en que ciertos rasgos de la vida de Manrique se van insinuando, los cuales se convertirán en el soporte de su trabajo como ingeniero y arquitecto durante el resto de su carrera. Las últimas décadas del siglo XIX fueron determinando el perfil del ingeniero colombiano. Según Safford, había una insistencia casi obsesiva en que los estudiantes se concentraran en actividades prácticas, y los prevenían de participar en ejercicios intelectuales o filosóficos que no fueran muy útiles. Los consejos de Mariano Ospina a sus hijos Tulio y Pedro Nel son un buen ejemplo de ello. Al final de una extensa carta resume sus recomendaciones sobre los estudios en el exterior en los siguientes términos: “ciencia aplicable y aplicada muchísima, idiomas vivos, bastante; ciencia puramente especulativa, literatura

6

De Narváez, “Breves apuntes”, 90.


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

e idiomas muertas, algo; novelas y versos, nada”7. Tal vez por ello no resulte extraña la aclaración que hace Manrique, junto con Arturo Jaramillo, al final de la exposición del proyecto para el Hospital San Juan de Dios; el informe es rematado con unas palabras que pueden encontrarse curiosas, pero que a la luz de lo que venimos señalando resultan reveladoras; dicen los ingenieros: Réstanos pues, para dar fin a la presente Memoria, rogar al lector se digne excusar la falta de léxico en lo leído anteriormente, pues la naturaleza de nuestras ocupaciones no nos han permitido destinar el tiempo, que en la lucha por la vida, hemos empleado en los conocimientos de nuestra profesión, sin poder dedicarlo al conocimiento del fondo de nuestra lengua, tan digna de estudio para espíritus menos abrumados que los nuestros por el avance de las horas.8

En otras palabras, los arquitectos están dejando una impronta que garantiza su propuesta. Los asuntos técnicos de la ingeniería y la arquitectura no permiten el juego complejo del lenguaje, la poesía y la retórica; al contrario, debe ser preciso y escueto, y un lenguaje de esas características es propio de profesionales dedicados al trabajo práctico y técnico que no permite elucubraciones complejas, que poco tienen que ver con el aquí y el ahora que exige un buen trabajo ingenieril. Y ciertamente el ethos del ingeniero decimonónico es lo que caracterizaría gran parte del actuar de Manrique Martín durante medio siglo; no de otra manera se entendería su inquietud constante sobre la técnica y las innovaciones en los métodos constructivos, en los materiales y la tecnología (véase capítulo 3 de este libro), o en las discusiones intelectuales sobre arquitectura, así como su ideal pragmático y su visión de negociante que lo llevaría a consolidar su firma como una de las más importantes de la primera mitad del siglo XX. Quizá esta visión brinde ciertos elementos de juicio que hagan posible entender la forma como el ingeniero arquitecto explora tantos y tan disímiles estilos y se permita tantas libertades a lo largo de su carrera, ya fuera en términos de diseño como de asociación con arquitectos de la más variada estirpe (sobre la obra arquitectónica véase capítulo 2 de este libro).

7

Citado en Safford, El ideal, 309.

8

Beneficencia de Cundinamarca (Junta General), El nuevo Hospital de San Juan de Dios en La Hortúa: anexos al informe que rinde la Junta General de Beneficencia del departamento a la Asamblea de Cundinamarca, en sus sesiones de 1922 (Bogotá: Imprenta del Departamento, 1922), 142. El énfasis es mío.


Leopoldo Prieto Páez

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De cualquier manera, si nos atenemos al portafolio de Manrique Martín, en 1912 construía una de sus primeras obras en la calle 22 con carrera 5.ª, y a partir de entonces mantendría una dinámica actividad constructora en la que se permitía incluso intervenciones menores en obras sin duda importantes para la ciudad, como la hecha al edificio de la Facultad de Medicina (obra de Gaston Lelarge). Vale aclarar que, seguramente imbuido por el impulso de su temprana aventura como profesional independiente en los años estudiantiles, desde 1913 era posible encontrar en la prensa publicidad que anunciaba la entrada en operación de la oficina de Ingeniería Alberto Manrique Martín ubicada en el número 10 del Bazar Veracruz. Poco tiempo después, comenzará una de las prácticas que caracterizó gran parte de su quehacer profesional: el trabajo en sociedad con otros colegas. La primera de las varias compañías que realizó durante su vida se denominó A. Manrique Martín & C., cuyo socio era Joaquín Fonseca y que, como mostraba en un anuncio de 1917, contaba con un completo y competente grupo de asesores y consultores técnicos de Fuente: El Tiempo, 3 de julio, 1913.

diferentes ramas de la ingeniería. Había nombres tan connotados allí como: Julio Garavito, Jorge Álvarez Lleras, Luis Lobo Guerrero, Carlos de Narváez, entre otros; cada uno tenía a cargo una sección específica. En 1913 obtuvo el cargo de ingeniero municipal. El nombramiento fue recibido con beneplácito en la prensa local y calificado de “muy acertado”; incluso se sugirió que el joven podría superar a sus antecesores, pues el cargo “no ha sido desempeñado satisfactoriamente en la capital”. Se recalcaba en la nota que el perfil del cargo requería de un profesional entrenado en aspectos sanitarios, en conocimientos de cargas estructurales, así como en aspectos legales, pues eran estos los asuntos de esa oficina que más pronta atención requerían. El texto noticioso finalizaba reconociendo que “en el presente caso debemos felicitar a Bogotá por el nuevo ingeniero municipal, quien, no dudamos, sabrá desempeñar lúcidamente las funciones que se le han encomendado”9. Es interesante que la prensa confiara tanto en el trabajo del joven Manrique en un puesto en el que hasta el momento muchos habían fracasado, incluso teniendo en cuenta que, antes de este, pocos —o quizá ninguno— cargos públicos había ocupado y apenas sumaba un año y medio de trayectoria profesional. Claramente tenía cierto prestigio, probablemente derivado de su condición de establecido dentro de la élite bogotana como parte del legado de su padre, quien para la época había realizado varias intervenciones en la ciudad, la más conocida para el señor Leo Kopp en la fábrica de Bavaria. 9

“Ingeniero municipal”, El Tiempo, 10 de octubre, 1913, 2.



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En todo caso, la reputación crecía a medida que avanzaba la década, y se evidenciaba, por ejemplo, en la invitación que recibió en 1918 a ser parte de la Sociedad de Mejoras y Ornato, una asociación civil privada de la élite bogotana que promovía actividades y obras con el ánimo de mejorar el entorno urbano (véase capítulo 5 de este libro). En 1919 fue nombrado secretario de Obras Municipales y al año siguiente fue delegado al Congreso Panamericano de Arquitectos en Montevideo (Uruguay). Si bien Manrique señalaba la importancia de esta experiencia para su carrera, una nota de prensa de la época puso en duda su participación efectiva en el evento; en ella se aseguraba que: ayer tarde llegó a la ciudad, después de rapidísimo viaje a Montevideo el doctor Alberto Manrique Martín, acompañado de su esposa señora Inés Convers de Manrique […] el doctor Manrique Martín fue a representar a Colombia en el congreso de Arquitectura de Montevideo, pero según parece no alcanzó a llegar.10

En realidad, su nombre aparece en las actas de ese Primer Congreso Panamericano de Arquitectos11 como delegado oficial de Colombia; la delegación la completaban los arquitectos Alfredo Ortega, Arturo Jaramillo y Francisco Casas, entre otros. Tres años después, el nombre del ingeniero Manrique Martín volvió a aparecer en las actas del Segundo Congreso Panamericano de Arquitectos llevado a cabo en Chile, esta vez solamente acompañado por Francisco Casas, por parte de Colombia. Una segunda participación de hecho es plausible solo si se han establecido algunos lazos de interés mutuo y un cierto vínculo previo de colegas; y, en efecto, muchos de los nombres de los delegados del cono sur (Chile, Argentina, Uruguay) se repiten en este segundo encuentro, lo que hace suponer que la nota del periódico podría haber insinuado la llegada con retraso de Manrique al congreso de Uruguay, pero no su inasistencia12.

10

“1er. Congreso Panamericano de Arquitectos”, El Tiempo, 26 de mayo, 1920, 7A.

11

Revista Arquitectura (Montevideo) XXXVII (octubre, 1920), 77.

12

En junio de 1920, en la revista El Gráfico apareció un artículo firmado por Alberto Manrique Martín en el que se narra la travesía que implica el viaje entre Santiago y Buenos aires. El texto está dedicado a la Sociedad Colombiana de Ingenieros y presenta una serie de fotografías y datos que dan a entender que el mismo Manrique fue quien hizo el viaje. Esta pudo haber sido la ruta elegida por el ingeniero para asistir a la reunión, comenzando en el Pacífico colombiano; luego un tortuoso viaje por la cordillera de los Andes entre Valparaíso y Mendoza, para después ir hasta Buenos

Tarjeta de presentación de la empresa

Aires, y de ahí en barco a Montevideo. Ver también la publicación pormenorizada

Manrique & Cía. Fuente: Archivo personal

de las conclusiones del congreso en “Conclusiones aprobadas por el Congreso

de AMM.

Panamericano de Arquitectura”, Renacimiento 10 (1.º de septiembre, 1922), 3.


En otros frentes, el ingeniero siguió cosechando prestigio en cargos públi-

Actividades como concejal. AMM de derecha

cos. Durante el gobierno de Marco Fidel Suarez en 1919 fue nombrado

a izquierda, cuarto en primera fila.

director de Edificios Nacionales13 y al mismo tiempo hizo parte del Concejo Municipal de Bogotá en 1919, y obró como presidente de la corporación entre 1921 y 1922. Hizo parte, en calidad de delegado, de la comisión del City Planning en el Segundo Congreso de Mejoras Nacionales reunido en Bogotá en 1920, una suerte de evento nacional con participación de representantes de todas las regiones del país, quienes entregaban estudios sobre diversos temas relacionados con construcción de infraestructura y desarrollo urbano. La expectativa era convertir las ponencias en proyectos de ley, proyectos de acuerdo o de resolución, con el fin de entregarlos a las instituciones correspondientes para que se discutieran y posteriormente fueran adoptados.

13

Carlos Niño Murcia, Arquitectura y Estado: contexto y significado de las construcciones del Ministerio de Obras Públicas, Colombia, 1905-1960 (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1991), 337.

Fuente: Cromos, 29 de octubre de 1921.


Actividades como concejal. AMM de dercha

Manrique Martín presentó un estudio sobre barrios obreros. En él hacía una

a izquierda, tercero en primera fila.

descripción de la estrategia de la municipalidad de Buenos Aires (Argentina)

Fuente: Cromos, 10 de julio de 1920.

—un indicio adicional de su participación efectiva en el congreso de Uruguay— para la construcción, financiación y mantenimiento de este tipo de asentamientos urbanos. Alentaba al Gobierno nacional y municipal a reglamentar la actividad constructora dirigida hacía estos grupos poblacionales14. Esta ponencia coincide de hecho con las diversas propuestas que por estos años hacía Manrique Martín de urbanizaciones en la ciudad de Bogotá y con sus preocupaciones generales relacionadas con asuntos urbanos. Inquietudes que se derivaban de su temprana vinculación a la Administración municipal y a su actividad constructora que tenía que vérselas con los problemas derivados de la anexión de suelo para urbanizar, particularmente al norte de Bogotá. De cualquier forma, el servicio público estuvo lejos de alejarlo de la actividad profesional, pues el ritmo de construcción de viviendas y quintas para familias prestantes había ido aumentando conforme corrían estos años. Además 14

Véase Congreso de Mejoras Nacionales, Segundo Congreso de Mejoras Nacionales, reunido en Bogotá del 4 al 14 de julio de 1920 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1921), 48-53.


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

de la vivienda familiar, resultaban interesantes las propuestas que realizaba

Plano de localización del "Barrio Santa-Fe con

para varios teatros (el Bolívar para Medellín, el proyecto para refacción de

relación a Chapinero, 1919. Fuente: Archivo

un teatro en Bogotá y el proyecto de un salón de espectáculos firmado con Arturo Jaramillo), ninguno de ellos construido, así como el primero de sus edificios públicos: la Escuela Municipal —hoy IED República de Argentina—, ubicada en la calle 22 entre carreras 5.a y 7.a Otras obras como los edificios de renta, el Hotel Atlántico, locales comerciales y la intervención de las terrazas del parque Santander son también construcciones de este periodo. A pesar de ese generoso repertorio de obras y proyectos, para 1922 el arquitecto aún no había realizado una construcción de gran envergadura para la ciudad. No obstante, el inicio de esta década le dio la oportunidad de participar en intervenciones que estaban llamadas a ser icónicas, no solo para la ciudad, sino para el país entero. La primera de ellas fue el concurso para la remodelación del salón elíptico del Capitolio Nacional. Al respecto, dice Manrique Martín:

personal de AMM.


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muchas fueron las controversias presentadas alrededor de mis competidores en ese concurso; no solamente en la Sociedad de Ingenieros sino en la Sociedad de Embellecimiento que así se llamaba y en donde se discutían entre dos proyectos: el que figuraba con una enorme cúpula, y el mío cuya coronación se representaba con un sencillo ático.15

La propuesta favorecida fue justamente la de Manrique y a este éxito se le sumó la construcción del Palacio de la Policía, el cual sería construido en la primera mitad de la década del veinte. Y aunque no ganó, el proyecto presentado para el complejo del Hospital San Juan de Dios en el sur de Bogotá, realizado en compañía de Arturo Jaramillo, es también una muestra de sus intenciones de construir obras grandes, significativas y de relevancia nacional. Al cumplir una década de ejercicio profesional, el balance para el ingeniero Manrique Martín resultaba más que halagador: había realizado varias obras de vivienda privada y comercio por toda la ciudad, se había desempeñado en diversos cargos públicos de evidente importancia, había sido profesor universitario y publicado un libro, había logrado por fin construir un par de obras públicas de gran envergadura y era reconocido como un participante legítimo del campo de la arquitectura, tanto en el gremio como en los círculos sociales. Con esta trayectoria era el momento de emprender proyectos más ambiciosos; y, si se mide por la cantidad de obras realizadas en la ciudad, el resultado era poco menos que fabuloso.

Los venturosos años veinte Terminada su participación en el Concejo Municipal en 1922, no se tiene noticia de que Manrique Martín haya vuelto a ocupar un cargo oficial en el Gobierno nacional o local; no obstante, sus preocupaciones sobre lo público permanecerán y serán discutidas en las asociaciones privadas, los clubes sociales o en la prensa. Entre tanto, el desarrollo profesional y empresarial lo confió —de nuevo— a los réditos producto de la asociación tanto con Arturo Jaramillo, en la primera mitad de la década, como con Echeverry Hermanos hacia el final de los años veinte. Le apostó de nuevo a la fórmula exitosa de asociación con hombres de experiencia probada en el diseño arquitectónico y la construcción, y es probable que aún no se sintiera del

15

Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985): 9.


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

todo cómodo en la proyección y diseño arquitectónico, como para emprender el camino de forma independiente por su cuenta y riesgo. La sociedad con Jaramillo lo llevó a una aventura editorial materializada en el periódico —y luego revista— Renacimiento, que bien puede ser reconocida como la primera publicación colombiana especializada en temas de arquitectura y urbanismo. Esta revista tiene interés por varias razones, en primer lugar, porque puede entenderse como un compendio de las principales preocupaciones urbanísticas y arquitectónicas de Manrique Martín; de hecho, algunas de las notas presentan proyectos suyos u obras emprendidas por sus colegas que para la época eran connotados profesionales de la ciudad. En segunda instancia, a través de las notas publicitarias se puede rastrear el capital social activado a través de la red de colegas, amigos, familiares y clientes. Por último, mostraba la tenacidad del arquitecto por lograr una posición en el campo, con lo que buscaba legitimar su saber a través de notas técnicas y de opinión. Durante estos años Manrique Martín no escribió en los Anales de Ingeniería, y es un aspecto que resulta curioso pues era miembro de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y, según la fama que le sobrevivió, era un hombre preocupado por los avances técnicos y las innovaciones constructivas. No obstante, recorriendo las páginas de la revista Renacimiento, parece que su intención era más práctica que académica, y ello es palpable en secciones como “Consultorio de ingeniería” o en el “Formulario industrial”. En ambas brinda recomendaciones prácticas, de seguro necesarias para el profesional —ingeniero o arquitecto— preocupado en el quehacer cotidiano; “Modo de conocer fácilmente el peso de los hierros redondos” se titula un pequeño apartado, y la respuesta la presenta a continuación: “multiplíquese, su lado expresado en milímetros, por sí mismo, y multiplíquese el producto obtenido por 7,8. El resultado será el peso del metro lineal”16. En la publicación habrá también artículos y editoriales sobre historia de la arquitectura, arquitectura colombiana, proyectos arquitectónicos en la ciudad, reseñas de proyectos urbanísticos extranjeros, asuntos de higiene — como los pozos sépticos en Bogotá o el acueducto en Chapinero—, decoración, monumentos en el espacio público y disquisiciones sobre la formación del arquitecto. Muchos de estos aspectos, como se verá en los artículos de este volumen monográfico, serán objeto de reflexión del arquitecto durante toda su vida.

16

“Formulario industrial”, Renacimiento 10 (1.º de septiembre, 1922): 9.

Fuente: Revista Renacimiento 10, 1.o de septiembre de 1922.


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Portada revista Renacimiento 10, 1.o de septiembre de 1922, portada.

En segundo lugar, es interesante ver la tenacidad de Manrique Martín a través del empeño puesto en el proyecto. En una de las notas menciona la dificultad que implicó saltar de la versión periódica (seguramente de pasquín) a la de revista (más sofisticada y con mayor trabajo), particularmente en lo relacionado con la financiación. Y debió ser aún más difícil cuando, un par de números después, Jaramillo abandonó la dirección de la revista y dejó a


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

Manrique como única cabeza. Esa tenacidad de Manrique bien podría ser la muestra de la búsqueda de legitimidad y la demostración pública de la adquisición de saber arquitectónico en un campo en plena formación. Es diciente que él mismo se presentara como uno de los pocos arquitectos de la guía de profesionales17 que se incluyó en varios de los números. Finalmente, las páginas de la revista recogen no solo las contribuciones de connotados ingenieros y arquitectos, como Dussán Canals, Alfredo Ortega y el mismo Arturo Jaramillo, sino que además presentaba una sección con la biografía de un ingeniero o arquitecto destacado, en cuyo perfil se mencionaba su experticia y principales contribuciones a la profesión. Adicionalmente, las páginas se acompañaban de una copiosa pauta publicitaria por parte de quienes bien podrían haber sido proveedores de Manrique (como los hermanos Ramelli, la copiadora de planos en ferroprusiano, la fábrica de Cementos Samper o los Talleres de Mecánica y Fundición, entre muchos otros) o de futuros clientes del arquitecto, como Gutt o Valerio Convers. Este rol no será un aspecto de poca monta, pues da indicios de una red más o menos consolidada de personalidades en las que Manrique soporta su desempeño en el campo de la arquitectura, lo que demuestra no solo su prestigio sino lo afincados que se encontraban sus vínculos con la clase alta del país. Este es un aspecto relevante, pues lazos de este tenor resultaron esenciales para consolidar una faceta en la que Manrique fue ciertamente exitoso: su proyecto empresarial. Un indicador de ello es su estrecha relación con el empresario Leo S. Kopp, quien ya había establecido vínculos profesionales con Alberto Manrique Canals, y hacía 1919 con el propio Alberto Manrique Martín, justamente por una intervención en la fábrica de Bavaria. Posteriormente hay documentados al menos cuatro proyectos para el señor Kopp durante la década del veinte, pero más importante aún es que: bajo circunstancias que nos son desconocidas, Manrique Martín se convirtio en uno de los arquitectos preferidos de muchos de los primeros inmigrantes judíos posteriores a Kopp y su firma la alcanzamos a encontrar en proyectos que ya bordean la medianía del siglo XX. […] [Entre sus diseños] estuvieron las primeras urbanizaciones de Salomón Gutt y Jose Eidelman a finales de la década de 1910 y principios de la de 1920, una reforma a la casa de Salomón Hane, las casas de Jorge Michonik, Moris Gutt y Salomón Gutt en la década

Publicidad en la revista Renacimiento. Fuente: Revista Renacimiento 10, 17

Véase “Guía de profesionales”, Renacimiento 13 (2 de octubre, 1922): 11.

1.o de septiembre de 1922, p. 10.


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

Fuente: El Tiempo, 19 de noviembre de 1928.

de 1940 y el primer edificio de las comunidades judías que se levantó en la ciudad, la primera sede del Colegio Colombo Hebreo en 1948.18

Según este mismo autor, la predilección de la comunidad judía por la firma Manrique Martín bien pudo estar asociada a una suerte de senda demarcada, un manual de éxito, que los primeros migrantes descubrieron y recomendaron a sus correligionarios que llegaron al país posteriormente. Estos vínculos comerciales con el empresariado más exitoso de la capital de seguro acrecentó la posibilidad de realizar proyectos para particulares, muchos de ellos personalidades políticas y del mundo empresarial bogotano, como Phillipe Duchamp, José González Gooding, Luis Camacho, Benicio Dussán, Luis Reyes Llaña, Luis Cuervo, entre muchos otros que contaban entre sus propiedades con una obra de la firma Manrique Martín. Igual de asombrosa resultaba la lista de la clientela corporativa: el Banco de la República (seccional Neiva), la Policía Nacional, la Beneficencia de Cundinamarca, varios municipios colombianos (por ejemplo Líbano y Fusagasugá) y administraciones de ciudades grandes, como Neiva y Bogotá, además de bancos, hoteles y empresas comerciales. En realidad, entre 1922 y 1934 la dinámica constructiva creció exponencialmente e incluso muchos de los proyectos se convirtieron en íconos de la ciudad, de modo que para 1930 la Avenida Jiménez, la vía con mayor prestigio en Bogotá durante este 18

Ángel Enrique Martínez Ruiz, “Haciendo comunidad, haciendo ciudad. Los judíos y la conformación del espacio urbano de Bogotá” (Tesis de Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, Universidad Nacional de Colombia, 2010), 241.


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periodo, contaba en su tramo más exclusivo con tres grandes obras en las que participó Manrique Martín, a saber, el Hotel Granada, el edificio Matiz y el edificio Cubillos, popularidad que ni Manrique Martín ni sus socios quisieron dejar escapar y la aprovecharon para su publicidad. A mediados de 1928, Manrique Martín renunció a su posición en la Sociedad de Mejoras y Ornato, se presume que con el fin de emprender el viaje familiar a Europa que él mismo evocaba con nostalgia y que, en el prólogo que su hijo Francisco escribe con motivo de la publicación conmemorativa de Proa, es mencionado con cierto tono de heroísmo al reconocer las dificultades de trastear once hijos para estudiar en el Viejo Continente —aunque en realidad para 1929 y comienzos de 1930 solo habían nacido nueve—. Allí las mujeres de la familia van al colegio del Sagrado Corazón en París y los hombres son remitidos a Londres. Así, la familia entera queda instalada en Europa y, según el mismo Francisco Manrique, la crisis del 29 los trajo de vuelta al país.

Una etapa final de treinta años: Manrique Martín e Hijos Una nota de prensa de febrero de 1930 ubica a Manrique Martín de nuevo en Bogotá. La noticia hace referencia a la preocupación de varios ingenieros ante el aumento inusitado de personas que ejercen la profesión sin la formación adecuada. Se mencionaba que a una reunión para tratar este tema habían asistido “más de cincuenta ingenieros, entre los cuales recordamos a los doctores Pedro Uribe Gauguin, Julio Carrizosa Valenzuela, Vicente Pizano Restrepo, Jorge Acosta Villaveces, Alberto Manrique Martín […])” y en ella “cambiaron ideas acerca de las iniciativas que deben tomarse para llevar a la práctica algunas medidas de higiene administrativa, con el fin de que el personal técnico nacional se componga únicamente de individuos idóneos y de conocida honorabilidad”19. La noticia muestra que una cierta competencia inusitada inquieta el dominio irrefutable que hasta ahora había tenido el gremio en tantos y tan diversos sectores del desarrollo urbano y la construcción, una preocupación constante de ingenieros y arquitectos en general y de Manrique Martín en particular. En todo caso, poco después comenzaron a aparecer los anuncios de prensa en los que Manrique ofertaba sus servicios, no sin antes recalcar los “estudios

19

“La defensa de los ingenieros”, El Tiempo, 21 de febrero, 1930, 5. El énfasis es añadido.


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

recientes en Europa”. Por la misma época realizó una sociedad con la firma Guerra Galindo y continúo con sus disquisiciones en la prensa sobre los problemas de la ciudad. En una serie de artículos publicados en El Tiempo hizo recomendaciones para Bogotá, basándose en experiencias europeas. En uno de ellos menciona la necesidad de atender “de preferencia los planeamientos nuevos, los futuros barrios, las grandes arterias por abrir, [antes] que los ensanchamientos y urbanismos en los centros antiguos y comerciales”20. Afirma, además, que así había ocurrido en Londres y más adelante sugiere que la Administración municipal debía tomar en serio la necesidad de adquirir solares más allá de la calle 80 con el fin de proveer de espacio público y obras de urbanismo a una zona que se desarrollaba a ritmos acelerados, fenómeno que él conocía bien pues varios de sus proyectos se ubicaban en este sector de la ciudad. Resulta por demás interesante la manera como su preocupación se había mantenido, pues casi diez años antes, en las páginas de la revista editada por él, las inquietudes giraban en torno al mismo tema, aunque en esa ocasión el ejemplo europeo corría por cuenta de la propuesta para Madrid (España) de la Ciudad Lineal de Soria y Mata, cuyo equivalente local Manrique lo encontraba en el sector que va desde San Diego a Chapinero, e incluso hasta Usaquén, donde se podría desarrollar una idea similar a la propuesta para el caso español. El argumento sentenciaba que “solucionaría efectivamente los problemas […] de carácter social, economía e higiene pública”21, pero sobre todo definiría una orientación de crecimiento y expansión de la ciudad, evitando los considerables obstáculos que implica intervenir el centro construido. Con la intranquilidad todavía patente por cierta informalidad en la práctica de la arquitectura, el 6 de junio de 1934 fundó la Sociedad Colombiana de Arquitectos, un proyecto en el que estuvo acompañado por su socio de la época, Juan de la Cruz Guerra Galindo, su hijo Ángel Alberto Manrique y otros seis arquitectos22. Desde el principio los intereses gremiales y disciplinares estuvieron presentes en la nueva asociación y sus postulados eran muy cercanos a los que doce años antes había consignado en las páginas de la

20

Alberto Manrique Martín, “Bogotá Futuro”, El Tiempo, 11 de marzo, 1931, 4.

21

“La primera ciudad lineal española”, Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922): 9.

22

En el grupo se encontraba quien se convertiría en el primer presidente, Carlos Martínez; también Ignacio Martínez Cárdenas, Luis Alberto Martínez Angulo, Roberto Pachón, Ignacio Piñeros Suarez y Miguel Rosales.


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revista Renacimiento en dos editoriales23. Los objetivos en esta nueva sociedad de arquitectos eran entonces: “fomentar la arquitectura y el urbanismo, cultivar la ética profesional y propender por el mejoramiento de la profesión”. En este punto es pertinente resaltar la tenacidad con que Manrique Martín luchó por la legitimación de la arquitectura como un campo del saber con autonomía y con su propia lógica interna. Entre otras cosas, porque él mismo se reconocía como un agente de ese campo y su posición central en él lo impelía a reivindicar la constitución de la arquitectura como disciplina. En ese interés se enmarcan sus esfuerzos intelectuales en escribir ponencias, editoriales en la prensa de circulación nacional, discusiones en clubes sociales, la participación en congresos, la preocupación por el desarrollo de los profesionales y, ciertamente, el enfrentamiento con otros arquitectos, todo ello indicio de una lucha constante por el establecimiento de una autonomía disciplinar que, podría pensarse, se logró finalmente en el año de 1936, cuando se fundó la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia, lo que le dio a la disciplina un nivel de legitimidad definido por la institucionalización. En esta misma década, Manrique Martín, con casi cincuenta años, decidió dejar atrás las aventuras constructivas con socios de ocasión y consolidar su estatus empresarial en una compañía de carácter familiar, sustentada en la confianza que tenía en su trayectoria y en el inicio profesional de sus hijos, particularmente el mayor de ellos, el joven Ángel Alberto, con quien compartió la dirección de la empresa y los intereses en la arquitectura. Será él quien se convierta en el principal apoyo de su padre y en quien recaerá la responsabilidad de administrar el capital social y simbólico construido por aquel a lo largo de medio siglo. En un intercambio de correspondencia fechado en 1947 se percibe el vigor del negocio y la vigencia de la firma manejada ahora por Alberto Manrique y sus hijos. En estas comunicaciones el padre (en Nueva York) y el hijo (en Bogotá) discuten aspectos generales a propósito de la oportunidad de realizar la construcción de un proyecto a expensas de los militares, y específicamente de la Caja de Sueldos de Retiro. Alberto Manrique buscaba socios en Estados Unidos para la inversión en la construcción de un hotel y la urbanización de un lote en la Escuela Militar y Ángel Alberto, en Bogotá, intentaba convencer 23

Al respecto puede consultarse “El verdadero valer del ingeniero”, Renacimiento 10 (1.o de septiembre, 1922): 2 y, sobre todo, “Facultad de arquitectura, su importancia”, Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922): 2.


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a los clientes y establecer los pormenores de la financiación. Habría muchos

Manrique Martín con Le Corbusier, a propósito

aspectos por señalar sobre las estrategias empresariales y comerciales de los

de la visita del suizo a Bogotá. De derecha a

Manrique, pero solo quisiéramos detenernos en el tipo de personas con las que se reunía Ángel Alberto, pues ello muestra que la influencia y autoridad de la firma hacia mediados de siglo seguía intacta. En la carta a su “viejo” menciona que se había reunido con “Carlos Sanz de Santamaría [ministro de Guerra] y con el capitán de Marina Gamboa, gerente actual de la caja de retiros”; más adelante concluye: “con el Dr. Ospina Pérez hablaré el lunes próximo y según entiendo él tiene especial interés en llevar esto a cabo”24. La comunicación directa con ministros, mandos militares e, incluso, el presidente de la República es una muestra del nivel de influencia que alcanzaban las propuestas de la firma y el prestigio personal que acompañaba a los Manrique.

24

Alberto Manrique Convers, carta personal fechada el 23 de abril de 1947 en la ciudad de Bogotá.

izquierda, AMM, primero en la segunda fila. Fuente: Archivo personal de AMM.


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Adicionalmente, la correspondencia revela la faceta de negociante atento y riguroso de Manrique Martín. A pesar de encontrarse muy mal de salud pues, según le comenta a su hijo, “toda la Semana Santa duré en cama y no me dejaban ni tomar los alimentos con la cabeza levantada”, usa un tono de reproche amoroso ante el descuido de su hijo por no informarle sobre los asuntos de la compañía. En las primeras líneas de una carta fechada en abril de 1947 Manrique Martín escribe: “Recibí de ti una lacónica carta del 10 de abril en la cual no me cuentas casi nada de la oficina que tanto me interesa”25; en otra comunicación, pocos días después, el tono es mucho menos amable, el destinatario cambia de “muy querido Angelorum” a “Querido gerente”, y las primeras líneas develaban una clara reconvención: “Pocas noticias tenemos tuyas, solamente tus hermanas son las que escriben, y siempre encuentro vacío el apartado en materia de tu correspondencia”26. Y en efecto, el nivel de atención a los negocios que resulta evidente en este intercambio epistolar no es más que el indicador de que Manrique estaba lejos de querer retirarse del negocio al que se había dedicado toda su vida. La década de los cincuenta en cierto modo lo mantuvo ocupado en varios proyectos de envergadura, y aunque sus discusiones públicas sobre cuestiones urbanas y del campo arquitectónico eran cada vez menos frecuentes, es posible encontrarlo junto con LeCorbusier en una fotografía tomada con motivo de alguna fiesta ofrecida a propósito de la visita del suizo a Bogotá, lo que mostraría que tenía algún ascendente sobre la intelectualidad bogotana, y particularmente sobre el gremio arquitectónico ya consolidado e independizado de la ingeniería. En 1954, de seguro sintiendo el peso de la vejez, decidió construir finalmente una casa para él. Durante toda su vida había vivido en arriendo y fueron incontables la cantidad de ocasiones que se mudó (según sus nietos y su hija, vivió en la calle 62 cerca de la 7.ª; en Teusaquillo, en la calle 34 con carrera 15; y en Chapinero, en la calle 54). Tenía una casa en Coral Gables en Miami y una pequeña finca en las afueras de Bogotá, en clima cálido, pero las casas en las que vivió dentro de la ciudad siempre fueron rentadas, de modo que aquella que sería finalmente de su propiedad la construyó en la Calle 70ª, entre carreras 9.ª y 10.ª, en el barrio de Quinta Camacho; a propósito dijo “ahora sí voy

25

Alberto Manrique Martín, comunicación personal fechada el 16 de abril de 1947 en Nueva York (Estados Unidos).

26

Alberto Manrique Martín, comunicación personal fechada el 22 de abril de 1947 en Nueva York (Estados Unidos).


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Retrato de un ingeniero devenido en arquitecto

a construir una casa como la que yo quiero”27. Allí sobresalen dos aspectos

Diseño de la casa de Manrique Martín.

que revelan rasgos de su personalidad: el primero es la presencia de un ora-

Fuente: Archivo de planos de la oficina

torio, que resalta el perfil confesional católico practicante de Manrique, y el segundo, los acondicionamientos tecnológicos que muestran su pasión por la técnica. Elementos como “la calefacción con caldera, la puerta eléctrica del garaje y el ascensor para la comida”28 eran evidentes novedades tecnológicas de punta en una vivienda de los años cincuenta. En la primera mitad de la década de los sesenta comenzó a ser homenajeado y su larga trayectoria y la inmensa obra construida en el país, reconocidas 27

El comentario es atribuido a Manrique Martín por dos de sus nietos mayores y su hija Elena. Entrevista llevada a cabo con Elena Manrique Convers, Jaime Manrique y Ernesto Lleras el 2 de diciembre de 2015 en Bogotá.

28

Entrevista llevada a cabo con Elena Manrique Convers, Jaime Manrique y Ernesto Lleras el 2 de diciembre de 2015 en Bogotá.

de AMM.


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por el gremio. En las bodas de oro de su ejercicio profesional, se le celebró como un importante ingeniero devenido en gran arquitecto; esto era perceptible en las apuestas y riesgos corridos en el uso e implementación experimental de materiales inéditos en sus diseños. Al respecto dijo su amigo de colegio Carlos de Narváez, en el discurso de condecoración: estuvo sin embargo listo a aceptar y a utilizar todo aquello que significase avance y renovación. Es por ello que lo vemos, hacia los años del treinta, utilizando por primera vez entre nosotros y en forma científica la estructura de concreto en edificios de tipo comercial.29

Con los homenajes llegó también el momento del retiro y, hacia mediados de la década del sesenta, gestionó y firmó el contrato para el diseño y construcción del edificio de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional en la carrera 7.ª con calle 32. Este fue el último contrato que firmó como gerente de la compañía y el que marcó su retiro definitivo de la actividad profesional30. Las memorias de sus familiares siempre dan un indicio de la personalidad de quien fuera no solo el profesional, sino también esposo, padre y abuelo; sus vicios y virtudes no pasan inadvertidos, y menos en una descendencia tan prolífica como la de Manrique Martín. Recuerdan sobre su imagen y la notoriedad que le pudo haber acompañado en estos años: nunca lo escuchamos hacer alarde de nada. Por ejemplo, él viajaba mucho en trasatlánticos a Europa, o iba con regularidad a ciudades como La Habana, Nueva York, Miami; visitaba países tan lejanos como Filipinas. Era un viajero incurable e incansable, pero no hablaba mucho de eso. Y así como no hablaba de eso tampoco lo hacía de sus obras —y eso es ejemplar en un país como este—; no nos hablaba de lo que había construido, aunque sí le gustaba y admiraba lo que construían otros arquitectos. En sus viajes siempre le gustaba mostrar lo que para él eran hitos. Recuerdo que una ocasión, durante un viaje a Miami, me llevó específicamente a que viera el hotel Biltmore en esa ciudad, porque le encantaba y lo consideraba una muestra de excelente arquitectura.31

29

“Homenaje a Manrique en bodas de oro profesionales”, El Tiempo, 24 de febrero, 1962, 22.

30

Entrevista con Jaime Manrique Escobar, noviembre de 2015.

31

Entrevista llevada a cabo con Elena Manrique Convers, Jaime Manrique y Ernesto Lleras el 2 de diciembre de 2016 en Bogotá.


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Por otro lado, su fama de apasionado por la técnica creó mitos que él mismo promovía: él nos contó que en el Hotel Granada había tratado de experimentar con placas de concreto en algunas partes de la estructura, pero le fue mal, y tuvo que abortar el experimento con todo lo que eso implicaba en términos de tiempo y dinero; para implementar esa técnica después, le tocó aprender y mejorar; le salió mal pero lo intentó, y eso, en una ciudad tan pequeña la Bogotá de entonces, le trajo problemas.

De cualquier manera, lo recordaban como “un tipo riguroso y serio, pero encantador por lo amable, con humor finísimo y muy generoso con su familia”32. En 1966 su esposa Inés Convers, con quien había estado casado 54 años, murió en Bogotá. Dos años después, el 29 de febrero de 1968, Alberto Manrique Martín murió en su casa rodeado de familiares y amigos.

Bibliografía Beneficencia de Cundinamarca (Junta General). El nuevo Hospital de San Juan de Dios en La Hortúa: anexos al informe que rinde la Junta General de Beneficencia del departamento a la Asamblea de Cundinamarca, en sus sesiones de 1922. Bogotá: Imprenta del Departamento, 1922. “Bienvenida”. Anales de Ingeniería (Bogotá) 2, n.º 19 (febrero de 1889): 87-90. “Conclusiones aprobadas por el Congreso Panamericano de Arquitectura”. Renacimiento 10 (1.º de septiembre, 1922): 3-4. Congreso de Mejoras Nacionales. Segundo Congreso de Mejoras Nacionales, reunido en Bogotá del 4 al 14 de julio de 1920. Bogotá: Imprenta Nacional, 1921. Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985). De Narváez, Carlos. “Breves apuntes”. Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985). “La defensa de los ingenieros”. El Tiempo, 21 de febrero, 1930. “Facultad de arquitectura, su importancia”. Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922): 1. “Formulario industrial”. Renacimiento 10 (1.º de septiembre, 1922): 9-10. “Guía de profesionales”. Renacimiento 13 (2 de octubre, 1922): 11.

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Entrevista llevada a cabo con Elena Manrique Convers, Jaime Manrique y Ernesto Lleras el 2 de diciembre de 2016 en Bogotá.


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“Homenaje a Manrique en bodas de oro profesionales”. El Tiempo, 24 de febrero, 1962. “Ingeniero municipal”. El Tiempo, 10 de octubre, 1913. “Los que llegan”. El Tiempo, 26 de mayo, 1920. Manrique Martín, Alberto. “Bogotá futuro”. El Tiempo, 11 de marzo, 1931. Martínez Ruiz, Ángel Enrique. “Haciendo comunidad, haciendo ciudad. Los judíos y la conformación del espacio urbano de Bogota”. Tesis de Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, Universidad Nacional de Colombia, 2010. Niño Murcia, Carlos. Arquitectura y Estado: contexto y significado de las construcciones del Ministerio de Obras Públicas, Colombia, 1905-1960. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1991. “La primera ciudad lineal española”. Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922): 2-3. Safford, Frank. El ideal de lo práctico. El desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia. Medellín: Eafit, 2014. “El verdadero valer del ingeniero”. Renacimiento 10 (1.o de septiembre, 1922): 1. “1er. Congreso Panamericano de Arquitectos”, El Tiempo, 26 de mayo, 1920, 7A.

Entrevistas y otras comunicaciones Manrique Convers, Alberto. Carta personal, 23 de abril de 1947. Manrique Convers, Elena, Jaime Manrique y Ernesto Lleras. Entrevista realizada por el autor, 2 de diciembre de 2015. Bogotá. Manrique Escobar, Jaime. Entrevista realizada por el autor, noviembre de 2015. Manrique Martín, Alberto. Comunicación personal, 16 de abril de 1947. Nueva York. —. Comunicación personal, 22 de abril de 1947. Nueva York.




Derecha: Casas carrera 13, 1913. El conjunto combina varias viviendas en una sola unidad y es representativa de la transición entre la casa individual y los edificios de apartamentos. Foto: Álbum Archivo AMM. izquierda: Casa alta, calle 22, 1912. Esta casa nueva hace la tradicional división de comercios en el primer piso y vivienda en el segundo. Foto: Álbum Archivo AMM. Página 47: Casa calle 22, 1912. La nueva fachada con ático contrasta con la casa vecina, y muestra los deseos de transformación de comienzos del siglo XX. Foto: Álbum Archivo AMM.



La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín Silvia Arango1


Silvia Arango

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Introducción Para la reconstrucción de la obra arquitectónica de Alberto Manrique Martin (1891-1968) (en adelante AMM) se utilizaron tres tipos de fuentes básicas. En primer lugar, las fotos de los álbumes de su archivo, que por lo general no están datadas; a veces tienen fechas, posiblemente del inicio de su construcción; presumimos que todas ellas son obras suyas o de su oficina y en muchas ocasiones no fue posible ubicarlas en la ciudad. En segundo lugar, un sondeo de cerca del 70 % de los planos de su archivo, que, aunque permiten acceder a la distribución en planta y los cortes, a veces están firmados por arquitectos o ingenieros cuya filiación con la firma no se pudo establecer; existe, pues, la incertidumbre con respecto a si el diseño fue elaborado por el mismo AMM, por algún ingeniero o arquitecto que trabajaba en su oficina o, incluso, por alguien externo que había entregado sus planos a la oficina por alguna otra razón (asesoría constructiva, información de interés para AMM, etc.). En tercer lugar, un sondeo no exhaustivo de las licencias de construcción entre 1912 y 1925 del Archivo de la Secretaría de Obras Públicas de Bogotá (SOP); este archivo, aunque limitado en fechas, permite tener la certeza de los proyectos de AMM y la fecha de inicio de las construcciones, así como otros datos importantes, como los clientes y la ubicación exacta. Dadas las características de estos documentos, las fechas consignadas para los proyectos en este texto corresponden al año de diseño. El conjunto arroja un total de cerca de doscientos proyectos que son la base del análisis. Como no pudimos conocer ningún archivo de contratos, cartas o documentos, estas tres fuentes primarias se complementaron con información extraída de revistas, periódicos, entre otras que permitieron sopesar las circunstancias, la importancia social y la trascendencia de las obras arquitectónicas de la oficina de AMM. Desde que AMM fundara su primera oficina recién graduado de ingeniero, en 1912, nunca estuvo solo. A lo largo de su dilatada carrera, trabajó con socios y allegados y su oficina fue concebida primordialmente como una empresa dedicada a la construcción. Aunque no se ha podido establecer plenamente quiénes fueron sus asociados en cada etapa, una cronología aproximada a partir de las firmas y sellos que aparecen en los planos sería la siguiente: trabajó con su condiscípulo Joaquín Fonseca entre 1912 y cerca Hotel Granada. 1928. La fachada más

de 1918. Se asoció con Arturo Jaramillo Concha entre mediados de 1919 y

importante, con tres secciones claramente marcadas, ayudaba a conformar el límite sur del parque de Santander. Foto: Saúl Orduz / Colección Museo de Bogotá MdB 07227.

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Arquitecta. Diplomada en Diseño Urbano y Doctora en Urbanismo. Profesora titular de la Escuela de Arquitectura, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

mediados de 1922. En el último lustro de los años veinte estuvo asociado a Echeverri Hermanos. A su regreso de Europa, estableció la compañía Alberto Martín y Cía. y en 1933 hizo algunos proyectos con Juan de la Cruz Guerra Galindo. Hacia 1934 la empresa se llamó Almartín, distinguida por un característico sello redondo que aparece en los planos entre 1934 y 1937 y una réplica metálica grande que se colgaba en las obras. Hacia 1937 la oficina se formalizó como Alberto Manrique Martín e Hijos2 y en ella trabajaron varios arquitectos. Para 1945 la firma se había convertido en Alberto Manrique Martín e Hijos Ltda., situación que continuó en los años cincuenta y sesenta. Estas distintas razones sociales son el fundamento de la periodización escogida para el análisis. Como otros aspectos biográficos, técnicos y urbanos se tratan en otros artículos de este libro, el propósito de este texto es reconstruir el sentido y proceso de AMM en su dimensión de arquitecto y no la obra total de la oficina. Por ello, se puso especial atención a las inflexiones de carácter estilístico y formal, con más detenimiento en la apariencia exterior, que cubren básicamente el periodo en que él actuó directamente como arquitecto, es decir, los 49 años que van entre 1912 y 1961, fecha del diseño de su último proyecto detectado. Sin embargo, es necesario advertir que, dadas las características de su oficina antes descritas, es muy difícil separar tajantemente el ejercicio del diseño y el de la construcción, que fueron para AMM dos prácticas íntimamente integradas. Lo que sí puede verse en una panorámica general de su obra es que fue un arquitecto muy sensible a las metamorfosis estilísticas de su época. Por ello, AMM puede verse como un modelo sintético a través del cual es posible leer los procesos de transformación de la arquitectura colombiana en la primera mitad del siglo XX.

Primeras experiencias Construcciones convencionales Recién graduado de ingeniero, en 1912, a sus veintiún años, AMM empezó una dinámica actividad. Además de dar clases de matemáticas, estableció una oficina de ingeniería. En esos años, la profesión de arquitecto no estaba claramente delimitada y los trabajos de diseño y construcción de 2

AMM, en la reseña biográfica del Cuaderno Proa n.º 6, dice que la sociedad con sus hijos se hizo en 1933, pero esa fecha parece poco probable, aunque su hijo mayor, Ángel Alberto Manrique Convers, en ese momento de veinte años, empezara a trabajar en la firma. Un distintivo de “Alberto Manrique Martín e Hijos” aparece por primera vez en un plano de 1937.


Quinta Escallón, 1915. Quinta elegante

edificaciones eran llevados a cabo, normalmente, por ingenieros civiles. Para

en el sector de Chapinero, rodeada

un joven ingeniero, las posibilidades de despegue arquitectónico en Bogotá

de jardines. Foto: Álbum Archivo AMM.

están concentradas básicamente en la vivienda, que tenía características muy diferentes si se hacía en el centro de la ciudad o en el nuevo sector de expansión de Chapinero. Respecto a las construcciones en el centro, fechadas entre 1912 y 1913, en el álbum fotográfico se encuentran tres casos reveladores del tipo de intervenciones que solían hacerse en esa época: en primer lugar, la remodelación de fachadas de casas alargadas tradicionales, como parece ilustrarlo la casa de la calle 22 entre carreras 5.ª y 6.ª, posiblemente su primera obra; en segundo lugar, las casas nuevas localizadas, como el ejemplo de la casa de dos pisos de la calle 22 entre carreras 13 y 14, donde es probable que AMM hiciera el diseño y la construcción; y, en tercer lugar, la propuesta de nuevas tipologías de vivienda, también en áreas de expansión del centro urbano, como el edificio sobre la carrera 13 entre calles 19 y 20 que aún se conserva, aunque deteriorado, con cuatro puertas que delatan las entradas a cuatro


Quinta Carrillo, 1915. La importancia de la residencia no solo se señala por la presencia de un reloj empotrado sobre la puerta de entrada, sino por sus salones decorados en estilo Luis XVI. Fuente: El Gráfico 433, 14 de septiembre de 1918.

casas distintas agrupadas en una edificación única (o dos casas y dos locales comerciales), dentro de lo que podría considerarse una transición entre la casa individual y el edificio de apartamentos. Con relación a las construcciones en Chapinero, impulsadas por la puesta en marcha del tranvía eléctrico, AMM hizo varias casas aisladas entre jardines que son indistintamente llamadas quintas, villas o chalets. En el archivo del SOP está la licencia de 1914 para la quinta de Delfina de Hernández, que consiste en una casa sencilla, con fachada y distribución interior simétrica, según la usanza de finales del XIX y comienzos del XX. Llama la atención en este caso la ubicación del baño que es ya un espacio que integra servicios sanitarios y de aseo pero está situado al fondo, con acceso desde el solar posterior. Es posible que esto se deba a la ausencia de alcantarillado en el sector, pero también revela que el baño no es aún un lugar cotidiano anexo a las alcobas; el mismo AMM comentaría que en esa época “la casa que tenía un baño se consideraba de gran lujo y derroche”3. En los siguientes dos años, AMM diseñará tres quintas en Chapinero de más alto rango: la Quinta Escallón, identificada en los álbumes como de 1914 y que fuera publicada como recién terminada en la revista Cromos del 22 de septiembre de 1917; la Quinta Carrillo de 1915, sobre la carrera 7.ª, que ostentaba un reloj sobre la puerta de entrada, y la Quinta Orleans de 1916, en la esquina de la carrera 13 (Avenida de la Paz) con calle 57; fotos de las dos últimas fueron publicadas en la revista El Gráfico n.º 433 del 18 de septiembre de 1918, como “dos de las más hermosas y confortables villas construidas últimamente en el simpático barrio (de Chapinero), las que han sido dirigidas por el competente

3

“Reseña biográfica”, Cuadernos Proa 6 (1985): 9.


Quinta Orleans, 1916. El diseño del pórtico

arquitecto doctor A. Manrique Martín”4. En estas tres quintas, todas simétricas

de entrada en curva es una solución frecuen-

y con decoraciones de connotación clásica, observamos un aspecto muy

te en casas de esquina. Foto: Álbum Archivo AMM.

interesante: se accede a la puerta de entrada por varios escalones; esta elevación del suelo obedece a la necesidad de airear la planta baja, para evitar humedades, y será una constante durante muchos años en todas las quintas de AMM. Para 1916 el aumento de trabajo lo llevó a ampliar la oficina. Los trabajos de arquitectura se concentraron en la segunda sección5 y posiblemente AMM contrató arquitectos, de los que no tenemos noticia, para que ayudaran en los trabajos de diseño. Sin embargo, tanto las quintas como las construcciones o remodelaciones en el centro siguieron siendo convencionales y similares a las que ejercían otros arquitectos e ingenieros por las mismas

4

La quinta Carrillo fue publicada por el mismo AMM en su revista Renacimiento 15 (9 de noviembre, 1922): 3, donde especificó que era propiedad de Carlos J. Grillo y que los salones de recibo y comedor estaban decorados “en estilo Luis XVI”.

5

Las secciones de la Oficina de Ingeniería de A. Manrique Martín y J. Fonseca, en 1916 eran: primera, Topografía; segunda, Arquitectura; tercera, Hidráulica, y cuarta, Puentes.


54

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

fechas, sin presentar aportes arquitectónicos de consideración. El edificio que debió significar el reto más importante en estos años iniciales fue la construcción de la Escuela Municipal, rebautizada luego, en 1925, como escuela República Argentina. El diseño había resultado de un concurso para escuelas modelo, realizado en 1914 y ganado por Julio C. Vergara. La construcción de este prototipo en la calle 20 fue adelantada por AMM hasta su terminación en 1918, con materiales nobles y gran solidez constructiva, y todavía hoy se conserva en buenas condiciones. En 1919, el inquieto AMM trabajó en el Ministerio de Obras Públicas (MOP) (experiencia en construcciones como la de la Escuela de Medicina), incursionó en política y se hizo miembro de la Sociedad de Embellecimiento (experiencia como diseñador urbano), fue delegado oficial del Gobierno y de la Facultad de Ingeniería en el Congreso Panamericano de Arquitectos, reunido entre el 1.º y 7 de marzo de 1920 en Montevideo; al parecer, y como se mencionó en el primer capítulo de este libro, llegó tarde y no estuvo en la sesión inaugural, pero sí asistió a las reuniones de los demás días, pues aparece en los registros del encuentro6. Sin embargo, estas experiencias, que son significativas para su formación personal, no se traducen en cambios visibles de su obra arquitectónica inmediata. Será una experiencia más directa la que, creemos, resultará definitiva en su calificación como arquitecto: la sociedad con Arturo Jaramillo.

La sociedad con Arturo Jaramillo y la revista Renacimiento A partir del análisis de los distintos proyectos, se fue decantando la convicción de que el verdadero maestro en arquitectura de AMM fue Arturo Jaramillo Concha (1876-1956). Esperamos no exagerar con esta interpretación, pero advertimos un salto en la calidad arquitectónica de la obra de AMM a comienzos de los años veinte que solo parece explicarse por esta relación. Arturo Jaramillo, catorce años mayor que AMM, se había graduado de ingeniero de la Universidad Nacional y luego perfeccionó sus estudios de arquitectura en Italia, España y Francia; había sido colaborador de Gaston Lelarge, excelente dibujante, autor del diseño de numerosas obras

6

“Congreso Panamericano de Arquitectos”, Arquitectura (Montevideo) XXXVII (octubre, 1920). En este artículo también aparecen como asociados al Congreso

Escuela Municipal, hoy Escuela República

por la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de Colombia los siguientes nombres:

Argentina (Arriba: imagen de 1916 y página

Francisco J. Casas, Julio C. Vergara, Cristóbal Bernal, Darío Rozo, A. Manrique Martín,

55, fotografía de 2016). Alberto Manrique

Alfredo Ortega, Carlos Camargo Q., Arturo Jaramillo y Joaquín Fonseca. Estos eran,

Martín dirigió la construcción de gran solidez,

probablemente, los arquitectos que, aunque no asistieron, tenían proyectos en la

con materiales de la más alta calidad.

exposición de arquitectura Panamericana que se realizó paralelamente.

Fotos: Archivo AMM y Margarita Mejía-IDPC.



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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Quinta José Dávila, 1920. El contraste entre los planos de estas dos quintas para el mismo cliente es revelador de la influencia de Arturo Jaramillo sobre Alberto Manrique Martín. Fuente: Archivo SOP.

destacadas en la ciudad y connotado intelectual. Su inclinación artística se ajustaba a un perfil de diseñador que debía ser complementario al perfil de constructor de AMM. La primera noticia que tenemos de su relación es de marzo de 1917, cuando la Sociedad de Ingenieros los comisionó a ambos para decidir sobre proyectos de la Aduana de Barranquilla7. La relación entre los dos arquitectos debió de convertirse en amistad, porque colaboraron juntos dentro de la Sociedad de Embellecimiento (como se analiza en otro artículo de este libro) y, ya en 1919, establecida formalmente la sociedad Jaramillo-Manrique Martín, realizaron dos proyectos importantes: la remodelación del Hotel Atlántico —obra de Gastón Lelarge de 1913— y la remodelación de la fábrica Bavaria, cuyo proyecto original, de finales del siglo XIX, era del padre de AMM, Alejandro Manrique Canals. También aparecen juntos en la construcción de algunas quintas de excelente factura y en otros proyectos

Quinta José D. Dávila, 1918.

destacados, como el edificio Henry Faux sobre la carrera 7.ª y la capilla de El

Fuente: Archivo SOP.

Campito, hoy biblioteca de arquitectura de la Universidad de los Andes . 8

7

Carlos Niño Murcia, Arquitectura y Estado: contexto y significado de las construcciones del Ministerio de Obras Públicas, Colombia, 1905-1960 (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1991), 68.

8

El edificio tiene incrustada la siguiente placa: “Para gloria de Dios y del P. Sr. S. José. El Illmo. Sr. Leonidas Medina obispo ttlar. de Camaco y vica gral. de este arzopado. Bendijo y colocó la para. piedra de esta capilla. XXX de IMCMXXII Arquitectos los S.S. A. Jaramillo y A. Manrique M”.


Silvia Arango

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Quinta Angulo, 1925. Sobre la composición del volumen bajo y uniforme, el alto mirador redondo acentúa un elemento vertical de contraste. Fuente: Archivo SOP.

Un ejemplo de lo que debió significar esta asociación se puede deducir del análisis de los proyectos de una quinta para el señor José Domingo Dávila en la calle 54 con carrera 7.ª, que se encuentran en el archivo de la SOP: el proyecto, muy sencillo, de AMM de 1918 y el otro, mucho más elaborado y con el dibujo característico de Arturo Jaramillo, de 1920. La comparación de las plantas y fachadas entre los dos proyectos es muy elocuente de los aspectos que pudo haber aprendido AMM; Jaramillo era de un gusto más culto en lo que a estilos se refiere y, además de evitar a toda costa cualquier tipo de simetría, se caracterizaba por acentuar un costado con un elemento vertical —una especie de mirador— cuadrado o redondo que identificaba la residencia. Estas son características que adoptarán las quintas de AMM una vez disuelta la sociedad con Arturo Jaramillo, entre las cuales se puede citar la quinta para Francisco Angulo en Chapinero, de 1925. La creación de la revista Renacimiento por parte de los socios JaramilloManrique Martín a comienzos de 1922 es parte de este proceso, aunque desde septiembre del mismo año sea exclusiva de AMM. En el número 12, del 2 de octubre de 1922, aparece esta escueta nota: “Por haberse vencido el término que señalaba la escritura de sociedad de Jaramillo, Manrique Martín, desde el 15 del pasado mes quedó disuelta dicha compañía, continuando cada ingeniero ejerciendo su profesión por separado. Renacimiento queda de propiedad del doctor Alberto Manrique, y continúa su labor, bajo la dirección y gerencia del mismo”. No sabemos las razones que llevaron a la


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

disolución de la sociedad con Arturo Jaramillo, pero parece que se trató de una ruptura tajante que tal vez pueda explicarse por razones políticas o por diferencias respecto a la obra del Capitolio. En las páginas de Renacimiento, AMM, además de escribir varios artículos sobre el comportamiento de distintos materiales, publica una entusiasta defensa de la ciudad lineal propuesta por Arturo Soria y Mata en España, que traslada a Bogotá: “En escala muy pequeña y con servicios un tanto modestos tenemos nosotros un ejemplo de ciudad lineada (sic): la zona comprendida por el tranvía central de Chapinero en sus 5 kilómetros entre San Diego y la gran Avenida”9. Esta referencia se armonizaba con el proyecto de expansión de Bogotá Futuro que se estaba estudiando en ese momento para Bogotá y en el cual participaba activamente su amigo Joaquín Fonseca, pues en la publicación de su proyecto de una urbanización en Chapinero, de 37 fanegadas y “frente al lago”, se consigna que “la urbanización se ha ceñido en un todo al plano de Bogotá Futuro” 10. En la revista también se pueden descubrir las preferencias e inclinaciones de AMM a través de los colaboradores más asiduos, que son Alfredo Ortega y Benjamín Dussán Canals. Ortega hace varios artículos sobre Estados Unidos donde se describen con entusiasmo varias experiencias personales en un viaje reciente, como el artículo “Estación Grand Central de Nueva York: una ciudad dentro de un edificio”11 —idea que rondará a AMM por muchos años— y “Una interesante exposición de arquitectura”12 que había visitado el “verano anterior” en Nueva York. Por su parte, Dussán ataca con argumentos la decisión de hacer pozos sépticos en Bogotá, y en la mayoría de sus artículos demuestra un conocimiento erudito de los distintos estilos; en “La decoración a través de las edades”13 promete ahondar en números siguientes sobre los estilos Enrique II, Luis III, flamenco, persa, grecorromano, Adams o morisco, para no citar sino algunos de su extensa lista. Una especie de polémica se instaura entre Ortega y Dussán alrededor de la “arquitectura colonial” que creemos altamente pertinente. Mientras Ortega propone un curso sobre arquitectura colonial, como se había hecho en Buenos Aires, para estudiar 9

“La primera ciudad lineal española”, Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922): 3. En el artículo exalta las casas aisladas entre jardines como modernas e higiénicas.

10

Plano y artículo “Proyecto de urbanización y alcantarillado para Chapinero”, Renacimiento 16 (12 de diciembre, 1922): 5. Debe aclararse que el plano de Bogotá futuro solo fue presentado hasta 1923.

11

Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922).

12

Renacimiento 15 (9 de noviembre, 1922).

13

Renacimiento 15 (9 de noviembre, 1922).


Silvia Arango

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nuestras bellezas coloniales como “fuente de un (estilo) propio y bien característico, más adaptable por tradición y por costumbre a nuestra vida nacional”14, Dussán, siguiendo a su maestro Lorenzo Murat Romero, considera que lo que se construyó aquí era una tosca y mala imitación de la arquitectura andaluza, pues “estas casas en nuestra altiplanicie no consultan ningún principio higiénico, sus habitaciones y dependencias son generalmente oscuras y de ventilación muy defectuosa en tanto que en la provincia española el aire y la luz les llegan en gran cantidad por todos lados”, para concluir que aquí no hubo una verdadera arquitectura colonial propia15. Pensamos, por su actitud en los años veinte, que AMM estaba en este aspecto más de acuerdo con Dussán que con Ortega.

El despegue: 1923 Creemos que la relación con Arturo Jaramillo y la revista Renacimiento reafirmaron a AMM como arquitecto. En la “Guía de profesionales” que se publicaba en todos los números, AMM se ponía dos veces, como ingeniero y como arquitecto, y al destacar la necesidad de hacer una facultad de arquitectura resaltaba: “en todo verdadero arquitecto, ha dicho un autor, hay dos hombres: un artista y un constructor”16. En efecto, los años siguientes, antes de que AMM cumpla cuarenta años, muestran a un arquitecto más seguro de sí mismo que empieza a establecer una reputación propia dentro del concierto de diseñadores de la época. El punto de inflexión fue el año de 1923. La obra del Capitolio Nacional estaba muy adelantada pero faltaba decidir sobre el remate que se le daría al salón central (salón elíptico); de esta decisión dependía la imagen final del edificio, y la discusión sobre si debería tener cúpula o no se había dilatado por largos años. Arturo Jaramillo, que había trabajado con Lelarge en el Capitolio, era partidario de una solución intermedia, una mansarda que no fuera tan visible como la cúpula ni tan insulsa como un techo plano. A pedido del Ministerio de Obras Públicas, en 1922 la Sociedad Industrial de Ingenieros hizo un concurso —en el que también se presentaron otros arquitectos reputados de la época como el mismo Arturo Jaramillo y Pablo de la Cruz— del cual resultaron dos proyectos finalistas con dos soluciones alternativas, que presentó al Ministerio a comienzos de 1923: el de Alberto Martínez y Sadi González, con remate con una elevada

14

“Arquitectura colonial”, Renacimiento 13 (2 de octubre, 1922): 1-2.

15

“Nuestra arquitectura colonial”, Renacimiento 15 (9 de noviembre, 1922): 2.

16

“Facultad de arquitectura. Su importancia”, Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922): 1.



Silvia Arango

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cúpula, que fue publicado en la revista El Gráfico del 24 de marzo de 1923, y el de Alberto Manrique Martín, con terminación baja, en forma de ático17. Para dirimir definitivamente la cuestión, el Ministerio solicitó una consulta a la Sociedad Colombiana de Ingenieros, lo que le correspondía por ley, y otra a la Sociedad de Embellecimiento porque la “integra un personal selecto por su interés patriótico, su ilustración, la prudencia y acierto de sus decisiones y el gusto adquirido por viajes por el exterior de casi todos sus miembros”18. Ambas entidades se inclinaron por el proyecto bajo, en ático, y AMM fue contratado para dirigir las obras. Entre 1924 y 1926, como director de obras, entre otras tareas, construyó la plancha de concreto armado del piso, luego revestido de parqué; hizo la armadura metálica del techo cubierta de tejas de vidrio y metal; colocó en el plafón el vitral contratado a la Casa Dagrant de Bordeaux; importó los barandales de hierro de las tribunas, y decidió sobre los grifos que rematan el ático, cuyo “mérito artístico”, a opinión del ministro, “guarda proporciones con el desarrollo que en el modesto instituto de Bellas Artes se da a la escultura”19; la propuesta que hiciera AMM de otra gran escultura en el centro del ático no fructificó. Para AMM, el remate del Capitolio fue el primer proyecto de gran envergadura en el que se combinaba de manera integral su dimensión como diseñador y como constructor, y fue el que lo colocó en un lugar destacado como arquitecto. Otro evento de gran importancia en su reafirmación como diseñador, en el mismo año de 1923, fue ganarse el concurso del edificio de la Policía Nacional con un anteproyecto académicamente muy correcto y bien proporcionado, y que mereció un amplio despliegue en la revista El Gráfico del 29 de septiembre de 1923. Este era también un proyecto completamente suyo y cuya construcción dirigió hasta su inauguración en 1926. En este edificio, AMM decidió no solo la fachada con dos esculturas alegóricas del

17

Al constatar las semejanzas de las cuatro perspectivas de ambos proyectos (las dos publicadas en la revista El Gráfico y las dos que reposan en el archivo de AMM), podemos suponer que fueron realizadas por la persona a quien se da crédito: J. Arturo Tapias.

18

Informe del director de Obras Públicas Nacionales, Ananías Acosta, en Memoria del Ministerio de Obras Públicas al Congreso de 1924 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1924), 280.

Capitolio, salón elíptico, interior, 1924-1926.

19

Informe de Obras Públicas Nacionales, en Memoria del Ministro de Obras Públicas

Los detalles de la arquitectura interior requi-

al Congreso de 1926 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1926): cxix. Esta memoria es muy

rieron la coordinación de ornamentadores,

interesante pues, a diferencia de las anteriores, fue enteramente redactada por el

yeseros, carpinteros, escultores y artistas,

ministro de Obras Públicas, Laureano Gómez, quien, a pesar de haber ocupado esta

por parte de Manrique Martín. Foto: Álbum

cartera solo entre junio de 1925 y mayo de 1926, hace un recuento de todas las obras

Archivo AMM.

realizadas bajo los cuatro años de la administración del presidente Pedro Nel Ospina.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

maestro Félix María Otálora, sino la distribución y decoración interior, y fue la primera vez que desempeñó una de las facetas menos conocidas de su trabajo profesional: el de arquitecto de interiores20. El año de 1923 fue importante para AMM por otro aspecto: aparece como “adherente” (asistente con voz pero sin voto) en el Segundo Congreso Panamericano de Arquitectos realizado en Santiago de Chile entre el 1.º y el 17 de septiembre de 192321. Ya en el número 10 de Renacimiento (1.º de septiembre de 1922), cuando publicó las conclusiones del primer congreso en Montevideo, anunció que había sido elegido, junto a Arturo Jaramillo y Francisco J. Casas, como delegado colombiano al segundo congreso. Aunque este viaje no está corroborado por otras fuentes, no es extraño que hubiera ido a Chile, como continuación de los contactos que había establecido tres años antes en Montevideo; por otro lado, a este segundo congreso asistió una numerosa delegación argentina, lo que podría explicar que hubiera sido nombrado como “socio correspondiente” de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires en 1924, como consta en el diploma que está en el archivo de AMM. Este tipo de gestos de confraternidad latinoamericana eran frecuentes en los congresos panamericanos de arquitectos.

Años prolíficos Desde 1923 y hasta 1928, la oficina de AMM aumentó considerablemente su trabajo. Entre los varios clientes de estos años destaca Leo Kopp, quien actuó como verdadero mecenas del joven arquitecto en estos años veinte. Leo Sigfried Kopp (1858-1927), de origen alemán, entre sus diversas actividades había sido el fundador de la fábrica de cerveza Bavaria y de la fábrica de vidrio y loza Fenicia (que hacía las botellas de la cervecería) y tenía negocios de finca raíz. Kopp poseía numerosos lotes en el centro, sobre todo en el barrio de Las Nieves. En el archivo de AMM encontramos cuatro proyectos para Kopp: un edificio de renta entre las carreras 7.ª y 8.ª y las calles 21 y 22, hoy desaparecido, que acomoda, en un lote tortuoso, vivienda, comercio y oficinas. Con planos de mediados de los veinte y construcción terminada para 1927, hay otro edificio de renta, en la esquina noroccidental de la carrera 7.ª con calle 24, que en realidad consiste en dos edificios pegados que conforman una unidad, con comercios en la planta baja y vivienda en 20 21

El edificio fue declarado Monumento Nacional en 1984. Es el único edificio de AMM

Edificio de la Policía Nacional, 1923. Proyecto

que ha merecido esta distinción.

ganador del concurso, en el cual no aparecen

Congreso Panamericano de Arquitectos, Reseña del segundo Congreso

los ornamentos escultóricos que se añadirían

Panamericano de Arquitectos: documentos, actas, comunicaciones y discursos

después durante la construcción. Fuente:

[Santiago de Chile, 1923], (Santiago de Chile: Imprenta Universo, 1925).

El Gráfico, 29 de septiembre de 1923.




Silvia Arango

Residencia Leo Kopp, calle 18, ca. 1925.

los dos pisos superiores. El remate redondeado de la esquina, bordeado

Fachada. Fuente: Álbum Archivo AMM.

por los dos frontones clásicos en estilo “renacimiento francés”, le daba una

Página 64: Edificio de renta para Leo Kopp, ca. 1925. La cúpula “francesa” de la esquina lo hizo

65

apariencia elegante, por lo que fue considerado “uno de los nuevos y más hermosos edificios de la Avenida de la República”22. El edificio fue demolido en la década de 1970. A partir de 1923 AMM construyó la residencia para

uno de los edificios más importantes de la

su hijo Leopoldo R. Kopp y su esposa Olga Dávila en la calle 18 n.º 5-49, en

Avenida de la República, lamentablemente ya

piedra y de sobrio estilo clásico. Esta casa, cuya entrada se hace a través del

desaparecido. Foto: Archivo AMM. 22

El Gráfico 864 (31 de diciembre, 1927): 592, pie de foto. En la revista no se dice quién es el arquitecto de la obra.



Silvia Arango

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garaje para el automóvil, fue habitada a comienzos de los años cincuenta por el expresidente Alfonso López Pumarejo; hoy es considerada bien de interés cultural y es la sede de la Gran Logia Masónica de Colombia. El cuarto proyecto para Kopp fue una casa de estilo francés sobre la Avenida de la República, de 1927, que nunca se construyó. Leo Kopp murió este mismo año de 1927 y no es sorprendente que AMM diseñara la base para su mausoleo en el Cementerio Central de Bogotá y un pedestal en su memoria en la fábrica Bavaria. En estos años hizo ambiciosas propuestas que no llegaron a construirse, como el proyecto de un balneario en Puerto Colombia, cerca de Barranquilla, de 1923, con hotel, teatro y casino, y el proyecto de dos largos edificios que delimitaban una calle nueva entre las carreras 7.ª y la 5.ª, que conectaba la Avenida Jiménez de Quesada con la calle 14, de 1927; este último hace pensar en la idea de “una ciudad en un edificio” pues, además de comercios, oficinas y hotel, se contemplaba un teatro subterráneo bajo la calle, con acceso desde los edificios y una entrada marcada por unas marquesinas encargadas a la firma Baudet Donon Roussel de París, cuya acuarela está enmarcada en su oficina23. A finales de los años veinte, AMM también diseñó y construyó edificios fuera de Bogotá, de los cuales no tenemos muchas noticias. En cambio, el edificio de 1926 de la Concesión de Salinas en Zipaquirá, hoy Alcaldía Municipal, se construyó plenamente y ostenta una placa con su nombre en la fachada24; en realidad, se trata de dos edificios, concebidos como una unidad: frente a la plaza, el proyecto consiste en una reforma del edificio preexistente y la fachada en piedra busca empatar con el proyecto de la catedral de Petres anexa, mientras que al costado un largo edificio, con terminado encalado, conforma todo el frente de la calle lateral. En el archivo se conservan también planos de dos colegios: el San José en Pamplona, fechado en 1926, y el Boyacá, en Tunja, de 1928.

23

La marquesina también pudo haber sido encargada para el edificio de la Policía Nacional que estaba construyendo. Al parecer, retomó el proyecto del teatro subterráneo unos años después, pero lo que se construyó en el mismo sitio a mediados

Foto actual de la residencia personal para

de los treinta fueron los dos edificios paralelos y el pasaje Santa Fe de Casanovas y

Leo Kopp, o uno de sus hijos, de correcto

Manheimm, cuyo edificio oriental fue demolido en los años setenta para ampliar la

estilo clásico; es una de las primeras en tener la entrada por el garaje para el automóvil. Foto: Margarita Mejía-IDPC.

plaza del Rosario. 24

El edificio tiene incrustada la siguiente placa: “Ingeniero arquitecto A. Manrique Martín. Constructor Eugenio Galarza B. 1926-1929”.


La construcción en grande Entre 1926 y 1929 —años de bonanza económica para el país— AMM tuvo la oportunidad de enfrentar tres grandes proyectos muy visibles en Bogotá: el edificio Cubillos, el edificio Matiz y el Hotel Granada. Los tres, cercanos entre sí, están situados en el lugar que representaba en ese momento la imagen moderna de la ciudad: las carreras 7.ª y 8.ª, y la que sería una amplia avenida bautizada con el nombre del fundador de la ciudad, Gonzalo Jiménez de Quesada, posteriormente reglamentada por Karl Brunner en 1933. Los tres edificios significan para AMM un salto en términos de experimentación técnica pero también en su experiencia como arquitecto. El edificio Cubillos fue concebido en 1926, cuando aún no estaba canalizado el río San Francisco25. Fue encargado por Germán Cubillos para alojar en sus

25

Por su testimonio en la reseña biográfica, parece que el mismo AMM colaboró en la canalización del río en los mismos años en que se construyó el edificio Cubillos (luego conocido como “Andes”). “Alberto Manrique Martín. Reseña biográfica”,

Conjunto con teatro subterráneo, 1927. Ambicioso proyecto que hubiera consolidado la Avenida Jiménez de haber sido construido. Fuente: Archivo AMM.


Marquesina para teatro, ca. 1927. La marque-

primeras plantas el Royal Bank of Canada y AMM lo hizo asociado a la firma de

sina encargada a la firma francesa pudo haber

Echeverri Hermanos y Cía. Sin saber con certeza si hubo un proyecto previo,

estado destinada al teatro subterráneo o al Palacio de la Policía. Fuente: Archivo AMM.

en el archivo de AMM se conservan dos fachadas alternativas: una en estilo “francés”, con mansarda y cúpula en la esquina, y otra en estilo “norteamericano”, con referencia a los rascacielos de la escuela de Chicago. El proyecto escogido fue este último, lo que no resulta extraño, dada la incidencia del banco canadiense, la imagen de “rascacielos” que buscaba transmitir y, sobre todo, el sistema constructivo con acero estructural revestido de cemento importado26. El proceso constructivo fue ejemplarmente rápido y eficiente; en el periódico Mundo al Día del miércoles 21 de diciembre de 1927 se muestra una foto de la obra en construcción con el siguiente comentario: “Puede decirse que el primer rascacielos de Bogotá será el edificio que el Royal Bank Cuaderno Proa 6 (1985): 11. 26

En Chicago, los primeros rascacielos de finales del siglo XIX tenían solo estructura de acero; pero luego, ya en el siglo XX, los edificios altos revistieron la estructura metálica con cemento como protección en los incendios. Un edificio de ocho pisos tenía, por lo general, ascensor eléctrico, facilidad con la que no contó el edificio Cubillos.



Silvia Arango

71

Edificio Matiz, ca. 1927. El edificio se

of Canada construye por cuenta de los señores Cubillos & Co. en la Avenida

diseñó para armonizar con la fachada de la

Jiménez de Quesada con la calle de Florián. Puede verse en la fotografía el

Gobernación de Cundinamarca, en construcción en la misma época. Foto: Museo de Bogotá.

desarrollo de los trabajos. Ya hay seis pisos. Constará de ocho pisos. Después, vendrán otros edificios más altos y el cemento y la arquitectura moderna irán dando a Bogotá una faz distinta de aquella que marcó la Colonia”.

Página 70: Edificio Cubillos, 1926. Con sus ocho pisos, el primer “rascacielos” de Bogotá evoca los rascacielos norteamericanos de las primeras décadas del siglo XX. Foto: Álbum Archivo AMM.

El edificio Matiz fue iniciativa de Jesús María Matiz Fernández. Estaba en la esquina diagonal al Cubillos, en el predio adyacente al antiguo claustro de San Francisco que también a finales de los veinte se estaba reconstruyendo para convertirlo en Gobernación de Cundinamarca. El proyecto de la Gobernación, de Gastón Lelarge, fue continuado por Arturo Jaramillo hasta su culminación en 1930, y poseía una imponente fachada difícil de calificar estilísticamente pues para algunos era “clásica”, para otros, “barroca” y para otros, “renacentista”. Para Matiz era prioritario hacer un edificio en armonía arquitectónica con su vecino, y por ello “hubo de emprender viaje a Europa


72

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

con el fin de confiar a un famoso arquitecto francés la ejecución de los planos de un edificio que no fuera a reñir con el estilo del de la Gobernación pero que tampoco pudiera ser considerado como una copia del mismo. […] Sobre ese proyecto puso la construcción de la obra en manos del doctor A. Manrique Martín y cuando este distinguido profesional lo hubo terminado, en su decoración se había cumplido una especie de concurso internacional de factores ornamentales: puertas de Suecia, vidrios de Inglaterra, mansarda (sic) de zing (sic) de Alemania y pisos de los Estados Unidos”27 El articulista menciona además que se trajo cemento de Bélgica y un “profuso varillaje metálico” para darle gran firmeza. Es decir, a pesar de su apariencia francesa, el edificio tenía una estructura en concreto armado y terminados lujosos, lo que no fue un obstáculo para demolerlo en los años cincuenta. El Hotel Granada fue construido con todos los lujos para ser el más elegante de la ciudad, y fue la oficina de AMM asociada a la firma Echeverri Hermanos la que dirigió todo el proceso de diseño y construcción. Desde 1920 cuando, con Arturo Jaramillo, realizó la renovación y ampliación del Hotel Atlántico, AMM se familiarizó con las características de este tipo de edificios. Un anuncio de 192428 dice que el Hotel Atlántico posee “cuartos elegantes y sencillos” y varios espacios complementarios, como un “lindo invernadero para tées” (sic), un “elegante y espacioso salón para baile”, un bar y un comedor. Imaginamos que la intervención de Arturo Jaramillo y AMM no tuvo que ver solo con la adecuación de la construcción, sino también con el arreglo y dirección de la ornamentación y disposición de estos espacios interiores, aunque esté poco documentado puesto que posiblemente obedeció a decisiones que se tomaron durante el proceso de la construcción. El anuncio del Hotel Atlántico también menciona que “hay baños en todos los pisos”, lo que para la fecha era un avance notable. Pero, ocho años más tarde, esta facilidad parecía mezquina, frente a un hotel más moderno, el Granada. En el archivo de AMM reposan numerosos planos del Hotel Granada datados en 1928. Aunque la autoría general del diseño es difícil de establecer, el diseño general se atribuye a Diego Suárez Costa (colombiano residente en Paris) y fue adaptado por Luis Alberto Gutiérrez Nieto, arquitecto diseñador de Echeverri Hermanos. Sin embargo, por estos años trabajaban en la oficina de AMM el joven y talentoso ingeniero Gabriel Serrano Camargo 27

28

Nota sobre el Sr. Matiz, titulada “Construyó el edificio Matiz Fernández”, Revista Santa

Hotel Granada, recibo. La arquitectura

Fe y Bogotá (“Al servicio de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá”) II,

de interiores fue un aspecto crucial en la

n.º 9 (agosto, 1946): 118.

construcción del Hotel Granada. Foto: Álbum

El Gráfico 695 (12 de julio, 1924).

Archivo AMM.



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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

y el destacado arquitecto chileno Julio Casanovas, a quien AMM contactó a través de los buenos oficios del embajador de Chile. Algunos planos de detalle del hotel están firmados por Casanovas, quien hizo venir a su compatriota Raúl Manheimm que, al parecer, también trabajó en el Hotel Granada29. Aunque no podemos establecer en qué consistió la intervención precisa de estos distintos arquitectos, lo cierto es que la responsabilidad de desarrollar los pormenores del proyecto recaía sobre la oficina de AMM y debió de ser él quien tomó las últimas decisiones. Como se puede apreciar en la fotografía que da al parque Santander (a inicio de este artículo), el edificio de siete pisos poseía una fachada dividida en tres secciones que permitían deducir las funciones interiores: los dos primeros pisos mostraban por su escala los salones comunes; los siguientes tres, las habitaciones, y los dos últimos, que conformaban la mansarda, para alojamientos de servicio. Su estilo podría calificarse como renacimiento francés, y el remate y las pilastras eran adosadas, pero de carácter más sobrio que el Matiz. En el Hotel Granada, que se culminó rápidamente en dos años, AMM no solo se mostró como un arquitecto capaz de abordar grandes proyectos y como un constructor idóneo, sino que pudo desarrollar plenamente su dimensión antes señalada de arquitecto de interiores. Las habitaciones del Hotel Granada estaban distribuidas en doble hilera: unas daban a un patio interior y otras, a las dos fachadas de la carrera 7.ª y el parque de Santander. Cada piso tenía cinco baños para compartir, pero otras cinco habitaciones privilegiadas contaban con baños privados. El salón, la sala de té, el comedor y el bar eran los más lujosos de la ciudad y atraían no solo a los turistas que allí se alojaban sino a los bogotanos de postín. Esta connotación lo hizo blanco de las furias desatadas el 9 de abril de 1948, cuando fue atacado y deteriorado a tal punto que sirvió como justificación para su demolición poco después. AMM fue, pues, protagonista de tres edificios en la esquina privilegiada de la ciudad; el sistema constructivo de los tres es similar, pero los estilos, muy distintos, lo que no debió pasar desapercibido para el arquitecto. Esta situación no era exclusiva de él, pues los finales de los veinte fueron años de desconcierto acerca del rumbo que habría de tomar la arquitectura en toda América Latina y, en Colombia, empezaban a oírse críticas explícitas que miraban con desconfianza los estilos académicos y su derroche, ilustrado con algunas de las obras de AMM. Por ejemplo, Julio González Concha, defensor del “arte

29

Los dos arquitectos constituyeron la firma Casanovas y Manheimm, que tuvo un papel muy destacado en la arquitectura colombiana de la siguiente década. En su oficina trabajó por varios años Gabriel Serrano, hasta la obtención de su título como arquitecto, hacia 1939.


Silvia Arango

Hotel Granada, planta del primer piso.

colonial”, consideraba inaceptables los “clisés venidos de Norteamérica”

Los espacios colectivos del primer piso ser-

y, en aras de la austeridad, decía que “da grima ver cómo se amontonan

vían no solo a los turistas alojados en el hotel sino a los bogotanos de postín. Fuente: Archivo AMM.

75

las horribles edificaciones de piedra suntuosa en las avenidas bogotanas y cómo se agigantan los capitales de nuestros constructores de peor gusto”. Más adelante, defendiendo escuelas sencillas, dice: “cuando se empezaron a hacer escuelas modernas en Bogotá, se creyó que el modelo sería uno que costara mucho dinero, y en un pésimo lote de la calle 20 se fabricó un monumento, del que la sola escalera costó cerca de un mil de pesos”30. Dos meses más tarde, en un balance del año de la “Bogotá arquitectural”, G. Manrique Terán comenta: “los edificios oficiales comienzan a destacarse por su luciente esplendor de obra nueva y sujeta a cánones acaso de mejor ‘cadencia’ arquitectural que las tremendas tentativas de rascacielos en acero y cemento armado. Tales el Instituto Pedagógico, el mismo Palacio de la

30

Julio González Concha, “Arte colonial y pedagogía moderna”, El Gráfico 854 (22 de octubre, 1927): 147.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Gobernación, el edificio de la Policía Nacional, deplorablemente abrumado con arrequives simbólicos y algunos otros que se nos escapan”31. A finales de 1928 AMM viajó a Europa con su familia. El “largo año” durante el cual, al parecer, siguió algunos estudios en París y Bruselas, le sirvió para pensar, aclarar ideas y poner en perspectiva su obra anterior. Sean cuales fueren sus experiencias educativas, sus viajes o sus visitas directas a obras arquitectónicas, lo cierto es que al volver, a comienzos de los años treinta, arquitectónicamente hablando AMM ya no era el mismo.

Almartín Los primeros siete años de la década de 1930 poseen un alto significado. Creemos que es el momento en que AMM desarrolla plenamente su vocación de arquitecto y lo hace con libertad y alegría. Son momentos de lucha por sobresalir y mantenerse y en los cuales arriesga apuestas estéticas novedosas en busca de un estilo que lo identifique. Como buena parte de esta etapa se identificó con la sigla Almartín, hemos escogido ese nombre para este capítulo. Creemos que AMM recordó siempre con nostalgia dicha época y por ello, a fines de la década, hizo un primer álbum fotográfico en cuya portada hizo imprimir el siguiente título: “Edificios construidos en Bogotá desde el año de 1912 por la casa constructora A. Manrique Martín & Cía. 1938”. Los virajes estéticos en la obra de AMM se evidencian tan pronto regresa al país y están representados de manera simbólica por tres hermosas acuarelas enmarcadas en su oficina: la quinta del señor Álvaro Reyes, de septiembre de 1930, de estilo “inglés”, la reforma de la casa de Rafael Castello de diciembre de 1931 de estilo “neocolonial”32 y el “motivo central” de un hipódromo en estilo “geométrico moderno” que, presumimos, era una propuesta para el hipódromo de la calle 5333. Estos tres estilos son, curiosamente, mucho más proclives a las influencias norteamericanas que a las europeas. La mayor parte de las fotos de su álbum correspondientes a los años treinta expresan una variedad estilística notable cuyo único punto en común es el distanciamiento con cualquier referencia a los estilos académicos que habían caracterizado su obra en la década anterior. Para facilitar el análisis de este 31

G. Manrique Terán, “El año bogotano. Bogotá arquitectural”, El Gráfico 864 (31 de diciembre, 1927): 576.

32

Esta acuarela está firmada por Carlos José Liscano Berti.

33

Este proyecto no se construyó, pues el que se hizo efectivamente fue el propuesto por el arquitecto Vicente Nasi.


Proyecto de hipódromo, 1931, acuarela.

periodo de madurez —cuando nuestro arquitecto tenía entre 40 y 47 años—,

Este dibujo en estilo geométrico del motivo

se hacen dos grandes divisiones: la que llamamos arquitectura de estilo y la

principal de una tribuna posiblemente estaba destinado al hipódromo de la calle 53 que se

que llamamos virajes modernos.

estaba realizando a comienzos de los años treinta. Fuente: Archivo AMM.

Arquitectura de estilo La arquitectura de estilo se concentró preferentemente en las casas. A diferencia de las dos décadas anteriores en la que las viviendas suburbanas —generalmente en Chapinero— eran construcciones aisladas en medio de jardines que se identificaban por su nombre y características formales, con propietarios socialmente destacados y reconocibles individualmente, desde los años treinta la mayor parte de las casas se hicieron dentro de urbanizaciones (ver artículo de Luis Carlos Colón y Lena Império en este libro) planificadas y trazadas con lotes regulares de las mismas dimensiones, con casas pegadas unas a otras, dentro de una imagen urbana de calles delimitadas.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Reforma casa Castello, 1931, acuarela. En mission style o californiano, con el característico remate ondulante. Fuente: Archivo AMM.

Dentro de este contexto resulta muy interesante la necesidad de imprimir un estilo reconocible a cada casa; como la identificación individual que se daba en las quintas o villas ya no era posible, se desarrollaron distintos estilos vernáculos que reflejaban los matices de las clases sociales. De estas casas no existen muchos planos en su archivo y suponemos que AMM siguió en estos años la costumbre —muy difundida en la época— de regalar los planos a los distintos clientes en vez de coleccionarlos en la oficina. Sin embargo, por los pocos planos que se pudieron consultar, parece ser que la distribución en planta, que era tarea exclusiva del arquitecto, seguía ciertos patrones similares que presentan gran continuidad con los de las quintas anteriores,

Quinta para Álvaro Reyes, 1930, acuarela.

mientras que el estilo exterior era propuesto por el arquitecto y decidido

Chalet “inglés” en ladrillo a la vista, con chime-

finalmente por el cliente, como se hace constar en las perspectivas o

nea, esquinas y marcos de ventanas y puertas

fachadas donde el cliente firma que fue aprobado. De manera que, en estas casas, más que las inclinaciones de AMM, lo que se evidencian son los gustos sociales imperantes en la época. AMM realiza algunos “chalets” de estilos suizo, alemán, normando e inglés y casas en estilos neocoloniales que tenían fuertes connotaciones norteamericanas, pues se divulgaban ampliamente a través de catálogos. La familia estilística más utilizada por AMM en el primer lustro de los años treinta fue la del neocolonial hispano, que había rechazado unos años antes por no encontrarlo “autóctono”, pero ahora, en los treinta, con otros significados,

en piedra. Fuente: Archivo AMM.


Silvia Arango

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Casa mudéjar, 1932, Chapinero. En la prensa

podía usarlo con más comodidad. La modalidad que prevalece en su obra

de la época este estilo se denominaba “mu-

es el mission style, que se popularizó con gran fuerza en California a partir de

déjar” y tenía el alto mirador que era común en las quintas de Chapinero. Foto: Álbum Archivo AMM.

1920; la versión romantizada de las misiones hispánicas en los territorios estadounidenses que antes eran mexicanos dio origen a un movimiento arquitectónico que se remonta a mediados del siglo XIX y que dejó importantes edificios en Estados Unidos, pero solo se convirtió en una moda aplicable a la vivienda a partir de la tercera década del siglo XX34. Los estilos “misionero”,

34

Una descripción detallada de este proceso se encuentra en Susana Torre, “En busca de una identidad regional: evolución de los estilos misionero y neocolonial hispano en California entre los años 1880 y 1930”, en Arquitectura neocolonial. América Latina. Caribe. Estados Unidos, coordinado por Aracy Amaral (México; São Paulo: Fondo de Cultura Económica, 1994).



Chalet, 1932. Se llamaba “chalets” de referen-

“californiano” y a veces “mudéjar” que reunimos aquí bajo la denominación

cias suizas, normandas o alemanas a las casas

de “neocolonial” presentaba grandes ventajas para su utilización en vivien-

con vigas y postes de madera incrustadas en la fachada. Foto: Álbum Archivo AMM. Página 80:

das bogotanas: en primer lugar, respondía a la ideología de buscar estilos americanos —tema en el que se insistió en los congresos panamericanos a los que AMM asistió—; en segundo lugar, era muy susceptible de reducirse

Casa mission style, 1932. Esta versión de casas

a algunos rasgos y motivos arquitectónicos, como el ático o espadaña

neocoloniales se insertaba en ocasiones entre

curvilínea que ocultaba a veces el tejado a dos aguas y a veces subrayaba

medianeras en calles del centro de la ciudad.

la entrada, o como el encalado que simulaba una construcción en adobe,

Foto: Álbum Archivo AMM.

o como los balcones en madera; en tercer lugar, se podía hacer con las técnicas constructivas tradicionales y, finalmente, se trataba de un estilo muy versátil y podía usarse tanto en grandes casas en las urbanizaciones como en construcciones entre medianeras en el centro urbano. Dentro de las casas, tal vez la que posee el mission style en estado más puro es la residencia para Luis Augusto Cuervo, diseñada en 1936 en el norte de Bogotá. Este caso es muy interesante porque es revelador de la fidelidad de algunos clientes prestigiosos, dentro de los cuales está la familia Cuervo.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

A mediados de la década de 1930, AMM diseñó en el centro la casa de Luis

Casa Luis A. Cuervo, 1936, fachada. Esta

Cuervo Márquez, destacado médico y político, y trazó e hizo los trabajos de

casa en estricto “mission style”, por ser

la urbanización San Antonio en los terrenos de la familia Collins-Cuervo en el norte de la ciudad. En esa urbanización se localiza precisamente la casa de Luis Augusto Cuervo, quien había sido alcalde de Bogotá, e hizo en los años siguientes otras casas para la misma familia, como la casa de Leonor Cuervo de Collins, en 1942. A pesar de su clara referencia al mission style, tanto la planta como la fachada de la casa que nos ocupa parten de un esquema simétrico que se altera para hacerlas parecer más modernas; por otra parte, el amplio espacio y el cuidado en los detalles interiores dedicado a la biblioteca y a la sala de música hablan del conocimiento de las características personales de este cliente, al que debió prestar especial atención. Aunque no es frecuente, AMM usó esporádicamente el “neocolonial” en edificios de usos distintos a la vivienda, en ciudades con memoria histórica, como Tunja, como lo ilustran dos proyectos de 1931 en esta ciudad: la estación de ferrocarril y el proyecto para la Policía Departamental.

exenta y en el norte de la ciudad, posee características que la acercan más a la idea de hacienda suburbana que a la de quinta chapineruna. Fuente: Archivo AMM.


Silvia Arango

Casa Luis A. Cuervo, planta. La preeminencia de la escalera sobre el gran hall y la amplitud de la biblioteca hablan de la importancia social del dueño de la casa. Fuente: Archivo AMM.

83

Utilizar distintos estilos en la vivienda no es una característica exclusiva de AMM, sino una práctica común en la época. Respecto a la década anterior, el número de arquitectos en Bogotá se expandió notablemente en los años treinta: Casanovas y Manheimm, los hermanos Herrera Carrizosa, Rocha y Santander, Roberto Pachón, Juan de la Cruz Guerra Galindo, Vicente Nasi y Martínez Cárdenas & Trujillo Gómez fueron algunos de los arquitectos que diseñaron y construyeron casas de variados estilos vernáculos en las mismas urbanizaciones que se hicieron en estos momentos en que se iniciaba la explosión de la ciudad hacia el norte.



Silvia Arango

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Virajes modernos En el contexto de los años treinta, se entendía por arquitectura moderna aquella que no tenía “estilo” o, dicho en otras palabras, la que buscaba un “grado cero de significación” y no comunicaba nada. Hoy en día estos virajes modernos se ven como otros estilos más de la época. La incursión en los estilos modernos, aunque fue practicada eventualmente por otros arquitectos, encontró en AMM su expresión más prolífica y depurada, hasta el punto que podríamos decir que fue allí donde encontró su verdadera vocación estilística y, creemos, donde se encuentra su contribución arquitectónica más destacada. Preferimos usar la denominación de estilo geométrico moderno a la lamentablemente muy extendida de decó35, que con frecuencia se utiliza para designar a la arquitectura de composiciones geométricas y planos lisos atravesados por líneas verticales y acentuada por motivos estilizados. Entre 1932 y hasta bien entrados los años cuarenta, la oficina de AMM produjo una serie de edificios con estas características formales, preferente —pero no exclusivamente— situados en el centro de la ciudad, que contrastan con los variados estilos usados en casas individuales en las urbanizaciones. No era esta una referencia formal que se pudiera imputar a la experiencia europea, pues en estos años este tipo de arquitectura no era frecuente en las ciudades del Viejo Continente. En cambio, sí lo era en América, tanto en los Estados Unidos —donde se conocía como jazz style para relacionarla con las melodías de la música moderna— como en otros países latinoamericanos, en los que se relacionaba con la decoración de los grupos indígenas prehispánicos. En ambas latitudes, esta arquitectura tenía la doble connotación de ser a la vez americana y moderna. Dos de los ejemplos más tempranos que muestran esta actitud son el resPágina 84, arriba: Estación de ferrocarril, Tunja, 1931. El estilo neocolonial parecía apropiado para usos

taurante Tout va Bien de 1932, que remataba la Avenida Chile y que fue por muchos años el lugar de reunión preferido por los chapinerunos, y el edificio Florián, de comercios y oficinas sobre la carrera 8.ª, pegado al edificio

distintos a la vivienda en una ciudad con un

Cubillos que AMM había construido unos años antes. Un primer proyecto

importante patrimonio arquitectónico del

del Florián de marzo de 1933, hecho con Guerra Galindo, proponía, además

periodo colonial. Foto: Álbum Archivo AMM.

de una clara fachada en geométrico moderno, otros aspectos muy avanza-

Página 84, abajo: Edificio para la Policía, Tunja, 1931. Este pro-

dos, como un sótano con estacionamientos para automóviles) el proyecto aprobado en agosto del mismo año, que fue el que se construyó e inauguró

yecto de grandes dimensiones, con acentos neocoloniales, reafirma la importancia del

35

La palabra deco, que deriva de la Exposición de Artes Decorativas en París de 1925.

contexto en las decisiones estilísticas de los

Es un galicismo que no explica el carácter fuertemente americano de este fenó-

proyectos en Tunja. Fuente: Archivo AMM.

meno estilístico.


Arriba: Edificio Florián, 1933, fachada. El primer anteproyecto, con Guerra Galindo, no contemplaba aún la Bolsa de Bogotá. Nótese el empate con el edificio Cubillos, a la derecha, que busca una composición coherente para toda la cuadra de la carrera 8.ª. Fuente: Archivo AMM. Abajo, de izquierda a derecha: Edificio Bolsa de Bogotá, ca. 1936, fachada A. Fuente: Archivo AMM. Edificio Bolsa de Bogotá, fachada B. Las dos alternativas de fachada con una misma planta revelan que la decisión estilística final no estaba en manos del arquitecto sino del cliente. Fuente: Archivo AMM.


Silvia Arango

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en 1935 y está firmado solo por AMM, suprime los garajes soterrados y tiene varias modificaciones, posiblemente por la decisión de emplazar allí la Bolsa de Bogotá, que funcionó allí hasta 1938 . La Bolsa buscaba hacer un edificio propio a mediados de los treinta y AMM propuso un proyecto con una misma planta y dos soluciones muy diferentes de fachada, pero ninguna de las dos alternativas fue escogida y la Bolsa le encargaría años después el proyecto Edificio Florián, proyecto final con la Bolsa de Bogotá. El empate deseado con el edificio Cubillos de la fachada no es igual de coherente en volumen, por la culata lateral que se

a la firma de los Hermanos Herrera Carrizosa. A mediados de los años treinta AMM diseñó y construyó varios edificios de apartamentos o casas en el centro de la ciudad bajo el mismo signo estilístico, que demuestran la versatilidad, comodidad y familiaridad que nuestro arquitecto sentía con este tipo de esté-

aprecia en la fotografía. Foto: Álbum Archivo

tica. Esta preferencia se expresa también en los interiores, de los cuales nos

AMM.

queda una fotografía muy interesante de la casa de Samuel Hane de 1933.



Silvia Arango

Edificio de renta para Campo Elías Aldana, 1935. La licencia para este edificio fue solicitada por Ángel Alberto Manrique Canals, y debió de ser uno de los primeros trabajos que acometió en la firma de su padre. Destaca

89

Lo que nos confirma que las preferencias estéticas más íntimas de AMM se orientaban en la dirección del moderno americano; son algunas experimentaciones aisladas muy sugerentes cuando AMM se enfrenta al desafío de construir en el contexto ecléctico de las urbanizaciones de expansión y tiene

la calidad del motivo ornamental central de

alguna libertad de expresión, como se puede ejemplificar con un hotel en

la fachada. Fotos: izquierda, Álbum Archivo

Teusaquillo, de 1934, ya demolido, en la calle 34 con la Avenida Caracas. Este

AMM. Derecha, Margarita Mejía-IDPC.

proyecto, simétrico y con entrada por la esquina ochavada, es una interesante

Página 88: Edificio de renta, 1932. Ejemplo representativo de los varios edificios de apartamentos

transición entre los estilos académicos de los años veinte —como las columnas adosadas y los áticos de remate del portón— y algunos rasgos del estilo geométrico moderno —como el techo-terraza subrayado por pérgolas o el

para renta en estilo geométrico moderno que

marco de las ventanas—. De este hotel AMM destacó, en su álbum, fotografías

Manrique Martín construyó en el centro de

de la decoración interior donde se observa una simbiosis similar.

Bogotá. Foto: Álbum Archivo AMM.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Uno de los proyectos más destacados de AMM es el Teatro San Jorge,

Interior casa Hane, 1933. Es muy interesante

diseñado en 1935 en estilo geométrico moderno, y merece detenernos

constatar la coherencia estilística del geomé-

en él. Sobre teatros, AMM había también acumulado alguna experiencia. Siendo muy joven, en 1915, hizo algunas refacciones en el Teatro Municipal, que suponemos eran intervenciones menores, pero que constituyeron su

trico moderno en todos los detalles constructivos y ornamentales de la arquitectura interior. Foto: Álbum Archivo AMM.

primer acercamiento al tema. También reposan en su archivo algunos planos

Página 91:

del Teatro Bolívar de Medellín, de 1917, firmados de manera extraña por

Hotel en Teusaquillo. La importancia con-

“Antioqueño”. En efecto, la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín promo-

cedida al recibo del hotel es una constante

vió la renovación de este tradicional teatro y lo asignó a la firma antioqueña de Horacio Rodríguez y Olarte Vélez, quienes concluyeron las obras hasta su inauguración en octubre de 1919. La aparición de estos originales en el

en la arquitectura de interiores de Alberto Manrique Martín. Foto: Álbum Archivo AMM.



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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

archivo permite imaginar que AMM los consiguió porque hizo alguna asesoría

Hotel en Teusaquillo, 1934. Las incertidumbres

técnica en su momento o porque estaba documentando los antecedentes

producidas por el cambio entre estilos acadé-

de teatros en el país, a raíz del proyecto para un salón de espectáculos, que desarrolló en 1920 con Arturo Jaramillo y que no fue construido. Otro antecedente puede ser el anteproyecto de reformas del Teatro Apolo en Bogotá que, aunque no está datado, suponemos que es de comienzos de los años treinta, a su regreso de Europa. La bonita acuarela del vestíbulo expresa dos de sus preferencias más íntimas: el estilo geométrico moderno y el interés por la arquitectura de interiores . Los numerosos planos del Teatro San Jorge de 1935 tienen el sello redondo de Almartín y, por su dibujo y coherencia, parecen haber sido producidos por su propia mano, aunque en la elaboración final haya participado la firma

micos y modernos encuentran en este hotel, ya desaparecido, un auténtico testimonio. Foto: Álbum Archivo AMM.


Silvia Arango

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Teatro Apolo, 1931. Este gouache sobre papel —técnica excepcional en la obra de Alberto Manrique Martín— muestra la propuesta interior del vestíbulo del teatro. Foto: Álbum Archivo AMM.

de Fred T. Ley, que al parecer era experta en este tipo de edificios, como lo demuestra el que algunos planos están parcialmente en inglés36. El programa solicitado por su dueño, Jorge Enrique Pardo, era muy curioso pues incluía dos casas y un teatro con capacidad para 1.200 personas. La platea y el balcón del teatro en forma de herradura, el foso de la orquesta y la amplitud del proscenio (escenario) muestran que se estaba pensando en un salón de teatro y espectáculos varios y no en una sala de cine, en lo que se convertiría muy poco después. Tanto la composición volumétrica, como los altorrelieves en la fachada y los detalles del bar y las puertas, son coherentes con un mismo estilo geométrico moderno. Esta decoración, junto con los terminados técnicos de luz y ventilación, le daban el carácter de sala “muy moderna” en el momento de su inauguración en diciembre de 1938 y fue considerada una de los mejores de la ciudad, con gran despliegue en la prensa de la época. Exactamente en las misma fechas en que AMM construía el San Jorge, diseñó y construyó otro teatro de las mismas características estilísticas, aunque más pequeño. Se trata del teatro para Benicio Dussán en Neiva, en donde la

36

Cuando se termina el Teatro San Jorge, en 1938, Fred T. Ley empieza su participación en el Teatro Colombia, luego Jorge Eliecer Gaitán, de los hermanos Herrera Carrizosa.


94

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

platea se hace en diagonal siguiendo el chaflán de la esquina y con detalles

Teatro San Jorge, fachada. La ornamenta-

ornamentales interiores congruentes con la fachada. AMM debió de tener

ción exterior, la descomposición en planos

contactos importantes en la capital del Huila, pues, también de 1935, son otros proyectos en Neiva, como un asilo de la Beneficencia y las sucursales del Banco de la República y la Caja Agraria. Como dato curioso, estos proyectos en Neiva son los primeros en tener copias heliográficas, lo que

rehundidos y la acentuación de un elemento vertical son característicos del geométrico moderno que Manrique Martín usaba en los años treinta en las edificaciones del centro de Bogotá. Fuente: Archivo AMM.

será normal posteriormente. En los años siguientes hará otros proyectos en el mismo estilo moderno en otras ciudades, como las plazas de mercado de Líbano, Tolima (1937), y la de Fusagasugá (1939). AMM fue leal al estilo geométrico moderno, aun en edificios de oficinas de mayor altura (cinco o seis pisos), aunque en ellos los materiales y las grandes ventanas cuadradas o rectangulares les dan una apariencia más racionalista.

Página 95: Teatro San Jorge, 1935. En la planta se advierten las dos casas adosadas al conjunto. Por las características de la platea y el escenario, se deduce que fue diseñado para albergar un teatro de variedades. Fuente: Archivo AMM.


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Arriba: Teatro en Neiva, fachada. Hacia la calle, el teatro se integra a los locales comerciales para configurar un paramento continuo. Fuente: Archivo AMM. Abajo, de izquierda aderecha: Teatro en Neiva, 1935, planta. Muy similar al San Jorge, con la variación de la composición del teatro en diagonal, que aprovecha la esquina. Fuente: Archivo AMM. Teatro en Neiva, interior. La decoración interior pareciera tener referencias neoindígenas, compatibles con el geométrico moderno. Fuente: Archivo AMM.


Arriba: Asilo, Neiva, 1935. La estricta simetría de la fachada disimula un interior en el que se alternan patios y volúmenes sueltos. El elemento central saliente sirve de atrio que conduce a la capilla. Fuente: Archivo AMM. Abajo: Plaza de mercado, Fusagasugá, 1939. La sencilla composición con mínimos detalles decorativos es muy similar a la del mercado del Líbano, Tolima, de 1937. Fuente: Archivo AMM.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Tres edificios diseñados alrededor de 1935 y terminados en 1937 o 1938, sobre la Avenida Jiménez en el centro, ilustran esta tendencia a subrayar la composición del volumen sencillo con elementos verticales. Ellos son el edificio Crane, el edificio Vergara y el edificio Uricoechea. Los tres eran muy visibles en la ciudad y AMM los utilizó como propaganda en su oficina en algunas revistas de estos años. Consideramos que la incursión en la arquitectura moderna fue lo que dio a AMM la seguridad interna de que era un arquitecto integral y no solo un constructor para clientes caprichosos. Él, que siempre había pertenecido a la Sociedad de Ingenieros, tuvo la iniciativa de invitar a ocho amigos a su oficina el 6 de junio de 1934 para fundar la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Entre los participantes estaban, además de su hijo mayor, Ángel Alberto, algunos de los más connotados ingenieros, arquitectos y constructores de la ciudad, como Juan de la Cruz Guerra Galindo, Roberto Pachón e Ignacio

Arriba: Edificio Uricoechea. Revista PAN, n.º 26, diciembre de 1938. Estos tres edificios, diseñados simultáneamente hacia 1935 y terminados de construir entre 1937 y 1938, están muy cercanos entre sí sobre la Avenida Jiménez y expresan las variaciones formales de una misma voluntad estilística. Abajo, de izquierda a derecha: Edificio Crane. Foto: Álbum Archivo AMM. Edificio Vergara. Foto: Álbum Archivo AMM.


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Martínez Cárdenas, así como el joven y dinámico Carlos Martínez Jiménez, recién llegado de su especialización en urbanismo en Francia.

Alberto Manrique Martín e hijos Los primeros planos en tener el sello de Alberto Manrique Martín e Hijos datan de 1937. A finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta, la oficina no solo realizó proyectos de gran magnitud, sino que incursionó en temas y funciones complejas de muy distinta índole (edificios de salud, cárceles, instituciones religiosas, mataderos, etc.); la base de la oficina, de todas maneras, siguió siendo la vivienda unifamiliar. Acometer todos estos frentes Casa Reyes Llaña, 1942. En las prósperas residencias de la urbanización de La Merced se impuso el estilo inglés, de moda a comienzos de los años cuarenta, que le da una gran

de forma simultánea indica que, a diferencia de los periodos anteriores en que AMM se asociaba esporádicamente con otros ingenieros o arquitectos para proyectos específicos, ahora la oficina contrataba a arquitectos de planta que desarrollaban los proyectos o hacían variantes para uno de estos

homogeneidad al barrio. Foto: Margarita

a la manera de concursos internos; todo ello se refleja en las diferencias en el

Mejía-IDPC.

tipo de dibujo y caligrafía que se encuentran en los planos de esta época y


100

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

en los distintos enfoques y calidades de los proyectos. Entre los arquitectos

Casa González Gooding, ca. 1938. Fachada

que trabajaron en la oficina en estos años se destaca José Ramón Montejo

oriental. Del arquitecto Ives Jagu, esta casa

y se han detectado varios extranjeros, como M. Laurent, Ives Jagu y, sobre todo, Otto Marmorek, cuyo talento sobresale en los proyectos que firma entre 1938 y 1939. La variedad de estilos practicada unos años antes en las casas de la burguesía bogotana se decanta a finales de la década de 1930 y buena parte de la de 1940 en un solo estilo, el “inglés”, que en realidad recubre toda una gama hoy difícil de discernir. El Georgian style o el Tudor style, combinados con las pretensiones modernizantes, derivan en una serie de variantes locales de gran aceptación por todas las clases sociales, hasta el punto de dotar a la capital de algo así como una identidad en la arquitectura doméstica. Es la época de las grandes casas en la urbanización de La Merced,

muestra cómo la restricción del ladrillo a unas franjas horizontales era una forma de modernizar el estilo inglés. Foto: Margarita Mejía-IDPC.


Silvia Arango

101

Casas de renta, calle 30 con carrera 16A, es-

por ejemplo, en donde la oficina de AMM dejó dos muestras: las dos casas

quina nororiental, 1939. A finales de los treinta,

pegadas para Luis F. Reyes Llaña (diseñadas en 1942) y la casa Michonick

Manrique Martín hizo varios proyectos para Carlos Abusaid, entre ellos estas casas de composición volumétrica racionalista, excepcionales en Teusaquillo. Foto: Catalina Venegas.

(diseñada en 1943). A medida que avanzan los años cuarenta, se evidencia una tendencia a la abstracción de los elementos ornamentales en pro de una claridad volumétrica más contundente, aunque todavía con vagas remembranzas de los estilos originarios. Es el caso de la casa para González Gooding, entre inglesa y moderna; la residencia para Tila de Gutt, entre inglesa y neoclásica; las dos casas de los hermanos Buraglia, en la carrera 7.ª con calle 39, ligeramente neocoloniales, y las dos casas de renta para Carlos Abusaid sobre la calle 34, hacia 1939, que existen todavía, donde incursiona en una estética depurada de corte racionalista.


Vivienda en serie El aumento de empresas diseñadoras y constructoras en la tercera y cuarta décadas del siglo XX en Bogotá muestra un escenario muy competitivo en el ejercicio de la profesión, cuyo trabajo más constante era el de casas particulares. Ante este panorama, la empresa de AMM tomó la iniciativa de construir

Grupo de casas de la calle 54 con carrera 7.ª, ca. 1939. Las casas pareadas o en pequeños grupos en estilo inglés fueron resultado de una práctica frecuente dirigida a un mercado de clase media. Foto: Álbum Archivo AMM.

casas para renta pareadas o en pequeñas hileras de cuatro o seis, que fueron

Página 103, arriba:

poblando las calles de las urbanizaciones. En este tipo de operaciones, las

Casas económicas para el Instituto de Acción

casas inglesas fueron las más recurrentes. Esa connotación se podía transmitir a través de ciertos rasgos reconocibles que podían usarse en casas menos elegantes. Bastaba con tener una construcción en ladrillo, una alta chimenea,

social, ca. 1939. Casas concebidas como modelos en serie con una misma planta y variaciones de fachada. Fuente: Archivo AMM.

marcos de piedra o cemento en las ventanas, piedra en el zócalo y visible

Página 103, abajo:

refuerzo de piedra en las aristas, para acceder a un mercado más amplio .

Seis casas, 1937. En un emprendimiento del

En 1937 diseñó un conjunto de casas con motivos ingleses en terrenos de

propio Manrique Martín con Roberto Wills,

Roberto Wills en la calle 78 entre 7.ª y 8.ª; AMM ya había hecho conjuntos para otros propietarios, pero lo peculiar de este grupo es que las casas están concebidas como prototipos repetibles (casa tipo A, tipo B, tipo C…) para un mercado anónimo y como emprendimiento financiero.

y usando aún la denominación de “quintas” —posiblemente por estar aisladas entre jardines—, se diseñan prototipos que, con pequeñas variaciones, se podían construir en otro lugar de la ciudad. Fuente: Archivo AMM.




Silvia Arango

105

La oficina buscó también insertarse en mercados más amplios, de casas para sectores de menores ingresos. Ya desde 1924 AMM había diseñado un modelo para un “Grupo de casas económicas” y después otro para el Instituto de Acción Social, con dos versiones37, de manera que su preocupación en este sentido databa de tiempo atrás, pero fue a finales de los treinta cuando esta propuesta adquirió una forma más concreta. Ahora no se trataba de hacer grupos de casas sino de diseñar prototipos repetibles para construir viviendas en lotes situados en distintas partes de la ciudad, es decir, tipos habitacionales “abstractos” destinados a clases obreras o medias (empleados). En el archivo se encuentran unos planos sin fecha (pero que asumimos que son de estos años) llamados “El Trébol”, firmados por el ingeniero-arquitecto Daniel Cabrera Belalcázar, con una misma planta y distintas versiones estilísticas para la fachada que guardan nexos con las familias neocoloniales, inglesas o modernas, aunque reducidas a pocos rasgos reconocibles. La aplicación de esta estrategia dejó huellas en la ciudad que aún hoy permanecen visibles para un ojo atento; por ejemplo, las casas en la urbanización San Felipe (calles 74 y 75 con carreras 19 y 20), hechas para la Comisión de Habitaciones de la Secretaría de Obras Públicas Municipales, para la cual José Ramón Montejo diseñó tres tipos de casas (A, B y C), y otras también para empleados municipales en la calle 57 entre carreras 17 y 18, diseñadas en varios tipos por Otto Marmorek en 1938; imaginamos que esta fue una de las primeras tareas del arquitecto austriaco en la oficina, pues es posible que un plano en alemán de casas económicas sea también de él38. Esta práctica, pensada para hacer más eficiente la oficina, relega el diseño a un segundo plano pues es concebido para clientes anónimos y es precursora de la vivienda seriada que se hará profusamente en los años cincuenta. Pero, para tener un resultado exitoso a finales de los treinta, se requería de una habiliPágina 104, arriba:

dad en la que AMM era un maestro: entender los gustos de la demanda. Se

Casas El Trébol, ca. 1939. Modelos para em-

trata de una arquitectura modesta que guarda los suficientes rasgos formales

pleados, en donde las alternativas de fachada

como para establecer una filiación con las residencias más ricas y sofistica-

evocan los estilos usados en casas de dueños más acaudalados. Fuente: Archivo AMM.

das, pero simplificadas a un punto que permitan la construcción de elementos repetitivos que agilicen la construcción.

Página 104, abajo de izquierda a derecha: Casas para empleados, San Felipe, ca. 1939. Localización de casas para empleados municipales que ocupan una porción de una urbanización en desarrollo. Fuente: Archivo AMM. Casas para empleados, San Felipe. En la pers-

Grandes proyectos Por exitosa que fuera la empresa de Alberto Manrique Martín e Hijos en sus años de plenitud, no pudo imponerse para la ejecución de varios 37

pectiva se aprecia la secuencia de casas-modelo del proyecto desarrollado por José Ramón Montejo. Fuente: Archivo AMM.

Estos planos no están fechados pero suponemos que son de mediados de los treinta por la identificación de la firma como A. Manrique Martin y Cía.

38

Marmorek, quien llegó a mediados de 1938 a Colombia huyendo de la persecución nazi a los judíos, no hablaba español todavía.


106

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Casa tipo B, calle 57, 1939. Alrededor de cuarenta casas para empleados se insertaron en distintos sectores de la urbanización, utilizando dos prototipos con vagas remembranzas inglesas, diseñados por Otto Marmorek. Fuente: Archivo AMM.


Proyecto para la Beneficencia, 1936. Situado

proyectos importantes, cuyos concursos o alternativas fueron ganados

en el amplio terreno resultante de la demoli-

por otros arquitectos de la competencia. Por otra parte, los edificios del

ción del antiguo Hospicio, solo se conservaba la iglesia sobre la calle 18 que se integra al conjunto de comercios, vivienda, oficinas, un hotel y un teatro. Fuente: Archivo AMM.

Estado se concentraron en el Ministerio de Obras Públicas y ello incluía edificios administrativos, educativos, de salud, para turismo, etc.39. Ante estas circunstancias, para proyectos grandes, la oficina de AMM debió acudir a ciertos clientes tradicionales con los que tenía contactos. Uno de ellos era la Beneficencia de Bogotá. No es sorprendente que hiciera dos ambiciosas propuestas de gran magnitud para esta entidad, aunque ninguna de ellas se realizó. La primera propuesta, de 1936, ocupa más de media manzana entre las carrera 7.ª y 8ª con calle 18, donde se proponía todo un complejo autosuficiente: dos largos edificios de nueve pisos, separados por un pasaje que unía las dos carreras, que incluían en la parte baja una iglesia, un cine y locales comerciales, y en la parte alta, un hotel, apartamentos y oficinas. La 39

El papel pionero que establece la arquitectura estatal a través de los arquitectos del MOP ha sido tratado de manera detallada por Niño, Arquitectura.



Manzana San Juan de Dios, ca. 1939. Una vez descartadas las alternativas de calles en diagonal, la tercera propuesta para el mismo lugar comprende solo una cuarta parte de la manzana; en ella recurre, como en Neiva, a la composición ortogonal con el teatro sesgado. Fuente: Archivo AMM.

Página 108, arriba de izquierda a derecha:

segunda propuesta frustrada ocupaba la manzana dejada por la demolición

Manzana San Juan de Dios, planta A, ca. 1936.

del antiguo Hospital de San Juan de Dios (carreras 9.ª y 10.ª, calles 11 y 12),

Fuente: Archivo AMM. Manzana San Juan de Dios, ca. 1937. La axonometría aérea como tipo de dibujo que

y debió guardar las esperanzas de hacerlo, pues desarrolló varios anteproyectos durante tres años. El más temprano, hacia 1936, conservaba la iglesia colonial y proponía atravesar la manzana con cuatro calles diagonales que

reemplaza las anteriores perspectivas muestra

confluían en una plazoleta central. Una variante posterior, que calculamos

el cambio de la escala, como se concibe este

del año siguiente, es más elaborada y comprehensiva, pues proponía usos

proyecto arquitectónico-urbano. Fuente:

distintos en cada bloque: en el primero, almacenes, oficinas y un amplio café;

Archivo AMM. Página 108, abajo: Manzana San Juan de Dios, planta B, ca. 1937.

en el segundo, almacenes y hotel; en el tercero, una iglesia (que reemplazaría la colonial), almacenes y casas de habitación, y en el cuarto, almacenes y un hotel popular, es decir, una ciudad en un edificio; esta última variante

También se propone una mezcla de usos en

se ilustraba también con una axonométrica, y es esta la primera vez que

las cuatro islas que dejan las diagonales para

registramos el uso de este recurso de dibujo. La tercera debió de ser hacia

tránsito de vehículos. La primera alternativa

1939, cuando ya se había tomado la decisión de dividir la manzana horizon-

(ca. 1936) integraba la iglesia, mientras que la segunda, más elaborada (ca. 1937), ya no lo hace. Fuente: Archivo AMM.

talmente, pues la propuesta con un teatro en diagonal solo ocupa la esquina de la carrera 9.ª con calle 11 y limita con los callejones de la subdivisión que se efectuó. Este último proyecto tampoco prosperó pues el edificio que fue efectivamente construido en el mismo lugar a comienzos de los años cuarenta es muy diferente40.

40

En el Cuaderno Proa n.º 6 sobre AMM, se data este proyecto en 1927, pero creemos que un examen detallado de los distintos planos muestra que es posterior.


110

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

Tampoco fructificaron las dos propuestas de fachada y una misma planta

Preventorio Infantil Antileproso, ca. 1940. Uno

presentadas en 1939 como anteproyecto de cárcel para la Gobernación

de los primeros proyectos en que se ve la

de Cundinamarca, ni un preventorio infantil antileproso, ni un edificio para la policía —otro de sus clientes más constantes—, ni otros proyectos de finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta. Sin embargo, estos proyectos no construidos son indicativos de la tendencia creciente a simular la

creciente propensión a subrayar la línea horizontal de las ventanas, para simular la ventana corrida. Pérgolas cubiertas con vegetación relacionaban los distintos pabellones. Fuente: Archivo AMM.

ventana corrida con franjas horizontales como signo de los nuevos tiempos y también señalan un hecho revelador: la oficina no solo estaba dedicada a la construcción, sino que mantenía todavía un activo ejercicio de diseño de arquitectura, interés que se puede atribuir básicamente al mismo AMM. Por ello debió de ser muy satisfactorio ganar el concurso para una escuela de artes y labores en 1938, con el lema “Colón”, con un proyecto ambicioso que creemos es de Otto Marmorek, pues es él quien firma los planos de 1939 de los dos únicos pabellones que se concluyeron para 1941 y que permanecen hasta hoy en la Avenida Caracas con calle 24 sur, como parte del colegio femenino Mercedes Nariño41. De los edificios construidos en el segundo lustro de la década de 1940, vale la pena destacar el Panauto, en la Avenida Caracas con calle 26, de volumen simple y con una superficie vidriada en la planta baja, y el edificio Rex, en la calle 12 frente a la plaza de San Victorino, que fue reconstruido después de su destrucción el 9 de abril de 1948, aprovechando la estructura para hacer grandes ventanales. Es significativo que AMM escogiera estos dos edificios

Edificio Panauto, ca. 1945. Revista Proa 9,

ante la comunidad de arquitectos, pues son los que representan la empresa

noviembre de 1947 y 73. Edificio Rex, 1948.

en los anuncios que publicó en la revista Proa. El Panauto es representativo

Revista Proa 29, noviembre de 1949. Los anuncios en la revista vanguardista Proa envían una señal de los virajes de la compañía

41

En el colegio, el arquitecto Juvenal Moya construyó después, en los años cincuenta,

hacia el estilo internacional prevaleciente tras

una hermosa capilla.

la Segunda Guerra Mundial.


Silvia Arango

Arriba: Escuela de Artes y Labores. La maqueta del proyecto ganador del concurso de 1938 muestra un amplio complejo que comprendía una iglesia y varios pabellones menores. Álbum Fuente: Archivo AMM. Abajo: Escuela de Artes y Labores, 1939. El pabellón central y uno de los laterales fueron los únicos en construirse, con el proyecto desarrollado por Otto Marmorek. Fuente: Archivo AMM.

111


112

La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín


Club de la Sociedad Hebrea de Socorros,

de otros edificios menores que se emprenden por los mismos años, que

Cali, 1945. Para lograr una máxima transpa-

con frecuencia tienen la esquina curvada al estilo “buque”. Por otra parte, a

rencia con las superficies vidriadas, y a la vez responder a las condiciones climáticas, se desarrolla una doble fachada que confina un

raíz de las transformaciones viales para hacer confluir las carreras 7.ª y 13 en la calle 31 y la formación de la plazoleta San Martín, la oficina no solo diseñó

amplio balcón cubierto. Fuente: Archivo AMM.

el pedestal de la estatua del héroe argentino (con proyecto de José Ramón

Página 112, arriba:

sector de la ciudad; en la axonométrica que ilustra el proyecto se ve, en la

Edificio Rex, 1948. Revista Proa 29, noviembre

esquina inferior, el monumento. La fidelidad de los clientes de la comuni-

de 1949. Los anuncios en la revista vanguardista Proa envían una señal de los virajes de la compañía hacia el estilo internacional prevaleciente tras la Segunda Guerra Mundial. Página 112, abajo: Edificio Samuel Grimberg, 1946. Una

Montejo) sino que propuso, en 1946, un gran edificio para configurar este

dad judía se expresa en el edificio para el Club de la Sociedad Hebrea de Socorro en Cali, diseñado en 1945 y construido en los años siguientes.

La sociedad limitada

axonometría aérea ilustra la intención de

En el archivo de AMM encontramos en los planos de un proyecto de 1945,

conformar el espacio urbano de la plazuela

por primera vez, la firma y el sello de “Alberto Manrique Martín e Hijos,

de San Martín con un edificio multiusos que

Ltda.”. Suponemos que la inclusión de “Ltda.”, que parece un detalle, indica

nunca se construyó. Fuente: Archivo AMM.

que para esa fecha se formalizó la oficina como una compañía limitada, lo que jurídicamente la convertía en una empresa mercantil donde cada socio aporta un capital que responde por los compromisos económicos,


independientemente del patrimonio personal de cada uno de ellos. Para

Edificio Luis Vergara, 1951. La arquitectura de

1945, AMM había cumplido 55 años y es posible que sintiera que era el

“piel y huesos” —estructura en concreto y ce-

momento de formalizar un relevo generacional, teniendo en cuenta que sus dos hijos, Ángel Alberto y Francisco, trabajaban activamente en la oficina. La nueva razón social marcó un viraje estilístico hacia la arquitectura de vidrio y concreto, y los dibujos a tinta y las vistas aéreas empezaron a reemplazar las antiguas perspectivas coloreadas o las fachadas a lápiz que se mostraban a los clientes para su aprobación. Al decir de Mies van der Rohe, después de la Segunda Guerra Mundial se impondría la “arquitectura vuelta construcción” o la arquitectura de “piel y huesos”, en donde la estructura claramente revelada por los cerramientos transparentes cumplía un papel estético que no requería de una composición adicional a la dictada por la función y la construcción, como en el caso del edificio para Luis Vergara, de 1951. Como el nuevo sello incluía una casilla para el proyecto, para esta época se puede saber con precisión el arquitecto de cada obra. Por ejemplo, el Teatro Lourdes, de

rramiento en vidrio— privilegia la construcción sobre el diseño. Foto: Álbum Archivo AMM.


Arriba: Diario Oficial, 1955. En el archivo se conservan varios planos detallados del sistema constructivo y pocos del proyecto desarrollado por Néstor Gutiérrez. Fuente: Archivo AMM. Abajo: Casas Lleras, 1950. La racional distribución del interior se expresa en el esfuerzo por vincular directamente los espacios y minimizar corredores y circulaciones. Fuente: Archivo AMM.


1954, fue diseñado por Luis C. Londoño y el edificio para el Diario Oficial, de 1954, por Néstor C. Gutiérrez; estos dos arquitectos fueron responsables de gran parte de los proyectos de la firma en los años cincuenta. De muchos otros edificios no damos cuenta aquí, por tratarse solo de la construcción de proyectos realizados por otras firmas. En los años cincuenta, la oficina mantuvo su tradicional práctica de construcción de vivienda. En 1951 la firma Restrepo, Manrique y Gutiérrez logró la aprobación de revalidación del loteo de la urbanización Calvo (trazada desde 1947) entre las calles 68 y 69 y carreras 7.ª y 5.ª. Suponemos que este loteo se incrustaba dentro del interés de la firma por el sector, hacia el occidente en el barrio Quinta Camacho y hacia el nororiente de la urbanización Calvo, pues muchas casas de los años cincuenta de la firma de AMM se localizan en esta área, incluida su propia casa de habitación. Se trata, en muchos casos, de grupos de dos o tres casas —siguiendo una tradición de la firma—, pero a veces con una simplicidad racionalista visible en la planta y en la fachada, como en las casas para Alfonso Lleras en la calle 70A entre carreras 9.ª y 10.ª, de 1950; a veces con modelos repetitivos que podían presentar variaciones y a veces, las más elaboradas, con reminiscencias de los estilos practicados


Página 116: Casas Lleras, 1950. A la tradicional práctica de hacer dos casas pareadas idénticas se adosa una tercera casa diferente para evitar la monotonía del conjunto. Foto: Álbum Archivo AMM. Arriba Casas al oriente del barrio Calvo, ca. 1950. En los conjuntos de casas se nota la intención de evitar la repetición de un mismo modelo, como se había hecho diez años antes. Foto: Álbum Archivo AMM. Abajo: Conjunto de casas, ca. 1950. Uno de los mejores ejemplos de los conjuntos de “unidad dentro de la diversidad” que caracteriza a la empresa en los años cincuenta. Foto: Álbum Archivo AMM.


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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

unos años antes. En casas individuales en los confines orientales del mismo

Casa Welton, ca. 1952. El perdurable interés

sector, en un contexto suburbano, como la casa Welton (carrera 1.ª n.º 69-69),

por la arquitectura de interiores en esta casa

la terraza y los grandes ventanales se abrían al paisaje; las fotos de la sala de esta (y otras muchas casas) demuestran que AMM también mantuvo su interés por la decoración interior. De los proyectos directamente diseñados por AMM en estos años, encontramos cuatro significativos, de muy distintas direcciones estilísticas. El edificio de su oficina, llamado Almartín, en la carrera 10.ª entre calles 16 y 17, diseñado hacia 1952 e inaugurado en 1954, un volumen prismático con repetitivas franjas horizontales de ventanas corridas; su propia casa de la calle 70 con carrera 10.ª, de 1955, con la limpieza característica del estilo internacional, en donde también diseñó los jardines y los detalles interiores

es compatible con la vista hacia el paisaje lejano, a diferencia de los interiores ensimismados de décadas anteriores. Foto: Álbum Archivo AMM.


Edificio Almartín, 1954. El edificio de la oficina se amolda al contexto de la modernidad de posguerra de la carrera 10.ª recién abierta. Foto: Álbum Archivo AMM.


y que se conserva en muy buen estado; una iglesia para el Cementerio Central, de 1959, que consiste en un volumen elíptico cerrado por una pared zigzagueante que no fue construido, y el Colegio-Hogar para las Hermanas de María Auxiliadora en la carrera 3.ª con calle 42A sur, de 1961, que posee la austeridad neutra de sus proyectos de veinticinco años antes. En el libro Moderna Bogotá arquitectónica.196042, la oficina de AMM e hijos se presenta con siete proyectos y es evidente que Manrique Martín los escogió

Casa de AMM, calle 70, 1955. En su propia casa, el arquitecto pone un especial cuidado en el diseño de los jardines. Fuente: Archivo AMM.

por estar orgulloso de ellos. Dos pertenecen a la primera época —el edificio Andes (Cubillos) y el salón elíptico del Capitolio— y otros tres eran recientes: el edificio Almartín, el club militar y el edificio de la Radio Nacional. La presentación termina con dos casas: una en el Chicó y su propia casa de la calle 70, que es la de mayor despliegue, con fotografías exteriores e interiores.

Página 121, arriba: Proyecto de iglesia en el Cementerio Central, 1959. La forma elíptica de esta iglesia es inusual en su obra y refleja la inquietud por mantenerse al día en las transformaciones estilísticas. Fuente: Archivo AMM.

Esperamos que el recuento de la obra de AMM haya demostrado que poseía una vocación de arquitecto que coexistió con su oficio de constructor hasta el final de sus días. Por ello, la Sociedad Colombiana de Arquitectos rinde

Página 121, abajo: Colegio hogar de las hermanas de María Auxiliadora, 1960. El proyecto posee la sobriedad propia de los muchos proyectos que

42

El libro fue editado por Suramericana Editores y reúne un selecto grupo de treinta

realizó para comunidades religiosas. Fuente:

firmas de arquitectos, ingenieros y contratistas de la ciudad.

Archivo AMM.



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La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín

un homenaje a quien fuera su fundador, pero también uno de los principales protagonistas de la arquitectura del siglo XX. A través de AMM se pueden rastrear en detalle los pormenores de las transformaciones constantes en una ciudad que era un pueblo y se convirtió en una metrópoli.

Bibliografía Amaral, Aracy, coord. Arquitectura neocolonial. América Latina. Caribe. Estados Unidos. México; São Paulo: Fondo de Cultura Económica, 1994. Congreso Panamericano de Arquitectos. Reseña del segundo Congreso Panamericano de Arquitectos: documentos, actas, comunicaciones y discursos. Santiago de Chile: Imprenta Universo, 1925. Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985). “Informe del director de Obras Públicas Nacionales, Ananías Acosta”. En Memoria del Ministerio de Obras Públicas al Congreso de 1924, 274-301. Bogotá: Imprenta Nacional, 1924. “Informe de Obras Públicas Nacionales”. En Memoria del Ministro de Obras Públicas al Congreso de 1926, cxix-cxlii. Bogotá: Imprenta Nacional, 1926. Niño Murcia, Carlos. Arquitectura y Estado: contexto y significado de las construcciones del Ministerio de Obras Públicas, Colombia, 1905-1960. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1990. Moderna Bogotá arquitectónica. 1960. Bogotá: Suramericana, 1960. Torre, Susana. “En busca de una identidad regional: evolución de los estilos misionero y neocolonial hispano en California entre los años 1880 y 1930”. En Arquitectura neocolonial. América Latina. Caribe. Estados Unidos, coordinado por Aracy Amaral, 47-60. México; São Paulo: Fondo de Cultura Económica, 1994. XXIV Bienal Colombiana de arquitectura 2014. 80 años Sociedad Colombiana de Arquitectos. Arquitectura por la reconciliación. Bogotá: SCA, 2014.

Documentos de prensa y artículos de revista “Arquitectura colonial”. Renacimiento 12 (2 de octubre, 1922). “Congreso Panamericano de Arquitectos”. Arquitectura (Montevideo) XXXVII (octubre, 1920). “Construyó el edificio Matiz Fernández”. Revista Santa Fe y Bogotá (“Al servicio de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá”) II, n.º 9 (agosto, 1946). “Facultad de arquitectura. Su importancia”. Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922). González Concha, Julio. “Arte colonial y pedagogía moderna”. El Gráfico 854 (22 de octubre, 1927). El Gráfico 695 (12 de julio, 1924). El Gráfico 864 (31 de diciembre, 1927). Terán, G. Manrique. “El año bogotano. Bogotá arquitectural”. El Gráfico 864 (31 de diciembre, 1927). “Nuestra arquitectura colonial”. Renacimiento 15 (9 de noviembre, 1922).


Silvia Arango

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“La primera ciudad lineal española”. Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922). “Proyecto de urbanización y alcantarillado para Chapinero”. Renacimiento 16 (12 de diciembre, 1922). “Reseña biográfica”. Cuadernos Proa 6 (1985). Renacimiento 12 (18 de septiembre, 1922). Renacimiento 15 (9 de noviembre, 1922).


La indagación técnica como tema Jorge Ramírez Nieto1


Jorge Ramírez Nieto

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La indagación técnica fue un compromiso vital en la amplia obra de Alberto Manrique Martín. Desde sus años de formación profesional él dio muestras de pasión por las labores del ingenio. La tesis que desarrolló para obtener el grado de ingeniero civil, en 1912, la denominó “Acueducto y alcantarillado de Zipaquirá”. Un título escueto pero suficiente para designar su compromiso técnico. El tema del trazado integral de acueductos y alcantarillados para esa población tuvo como precedente directo el concurso nacional de ingeniería, convocado en 1910, en el cual el joven estudiante Manrique Martín, en compañía de su condiscípulo Ciro E. Caballero, fue distinguido con el segundo premio. La ingeniería civil, como profesión moderna, estaba validada desde hacía ya varias décadas en Colombia. Su proyección teórica y práctica tenía vínculos con la matematización aplicada al cálculo, diseño y construcción de estructuras complejas. La introducción de materiales industriales, como el hierro fundido, el vidrio y el concreto armado, planteó grandes retos al ingeniero constructor. La tarea edificatoria superó la tradicional labor artesanal; con la introducción de nuevas herramientas y maquinarias eficientes la construcción se elevó al nivel de profesión técnica. El manejo de territorios, la elaboración de infraestructuras y los retos por alcanzar la construcción de estructuras de gran escala alimentó el interés de los estudiantes de la carrera de ingeniería civil al inicio del siglo XX. Se generó pasión por la tarea de construir. La avalancha de nuevos inventos, que transformaron aceleradamente la cotidianidad global, exigió el desarrollo de talentos técnicos. La conducción hidráulica, la energía eléctrica, los ferrocarriles, los vehículos con motores de explosión, el cine, el teléfono, entre muchas otras novedades, hacían pensar en nuevas clases de contextos construidos, con renovados compromisos estéticos, diferentes a las añejas y modestas construcciones santafereñas, remanentes acumulados del pasado colonial y del superado siglo de la Independencia. La inflexión curricular que se produjo durante la primera década del siglo XX, para los estudiantes de la Escuela de Ingeniería, estuvo llena de retos inédiLas obras con concretos de alta resistencia y la aplicación de sistemas pre y pos tensados

tos. En la Revista Colombiana número 78, se lee al respecto:

hicieron parte de las propuestas constructivas

Estos alumnos se proyectaban cada vez más hacia la sociedad, como fue

de Manrique Martín en su etapa madura. Las

el caso de los que participaron masivamente en la Exposición Industrial

cáscaras que cubren el patio de maniobras del edificio CINVA, en 1952, son ejemplo de esas búsquedas técnicas. Foto: Álbum Archivo AMM.

1

Arquitecto. Profesor titular del Instituto de Investigaciones Estéticas en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá.


126

La indagación técnica como tema

conmemorativa, en 1910, del primer Centenario de la Independencia. Allí los estudiantes Alberto Manrique Martín y Carlos de Narváez ganaron una mención honorífica por el diseño de un puente, a escala, de 300 metros de longitud.2

Para el estudiante de cuarto año Manrique Martín, la exposición del Centenario en 1910, en Bogotá, no solo le brindó una distinción académica. Ella fue el laboratorio urbano y arquitectónico donde, en el momento de la celebración, la magia de la teoría abstracta mudó en la potencia transformadora de la práctica técnica. Allí él conoció de primera mano y en actividad a los ingenieros y arquitectos coetáneos protagonistas. Fue testigo presencial de las rutinas de la composición reflexiva. Asistió a la elaboración material de quioscos y pabellones, como conjunto de edificaciones con capacidad explícita de transmitir significados históricos y sociales. En esa circunstancia, Manrique Martín, estudiante de ingeniería, se aproximó al conocimiento de la relación técnica y estética manifiesta en las obras de arquitectura. Él y sus condiscípulos, bajo la dirección de los profesores Alberto Borda Tanco y Pedro Uribe Gaugin, participaron en la representación gráfica del trazado urbano del lugar de la exposición. Niveles, terrazas, escaleras, caminos, instalaciones y vegetación fueron tema de discusión en el concurso interno organizado con la participación de los alumnos de la Escuela de Ingeniería. La exposición del Centenario, como conjunto, estuvo compuesta por edificaciones autónomas y exentas: cuatro pabellones —Bellas Artes, Egipcio, Industria y Máquinas— y tres pequeños quioscos —el de la Música, el Japonés y el de la Luz—. Todos esos proyectos fueron elaborados por profesionales locales. Arturo Jaramillo Concha, Carlos Camargo, Mariano Santamaría, Escipión Rodríguez, Simón Mendoza, arquitectos, ingenieros y constructores colombianos, alcanzaron con sus obras reconocimiento técnico y social por el diseño y la construcción física de los pabellones y quioscos habilitados durante la exposición bogotana. Ese grupo de profesionales era, en ese momento, académicamente cercano a la escuela en donde Manrique Martín se formaba como ingeniero. Los profesores de la Escuela actuaron y dieron ejemplo práctico en sus diferentes niveles y rangos profesionales. Años después, algunos de los maestros de la Escuela estuvieron vinculados como profesionales calificados en las empresas lideradas por Alberto Manrique Martín. 2

Revista de Colombia (Bogotá) 78 (agosto, 2010): 249. Referido en Antonio José Mejía Umaña y Marcelo Enrique Riveros, “De la cartografía local a las redes internacionales de ingeniería. Un siglo y medio de historia”, Consultado el 6.10.2015, http:// www.bdigital.unal.edu.co/33858/.


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Para el joven ingeniero, la exposición del Centenario fue el evento donde coincidieron proyectos y experiencias arquitectónicas que despertaron a la ciudad de su modorra finisecular. Ese evento, al final de la primera década del siglo XX, fue, para Manrique Martín, el umbral que marcó el inicio de la experimentación técnica en la arquitectura. Por medio de trazos geométricos, el ingeniero Manrique Martín se propuso atrapar en imágenes la esencia formal y estructural de los nuevos materiales. La

Ilustración publicitaria de Manrique Martín donde se esbozan imágenes de nuevas construcciones a partir de complejos retos técnicos. Fuente: El Tiempo, 9 de agosto de 1914, página 3.


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La indagación técnica como tema

energía eléctrica; las formaletas de fraguado para el modelado del concreto; los andamiajes modulares; las cerchas para salvar amplias luces; las tensiones de compresión, tracción y corte; la canalización de corrientes de agua; las experimentaciones con plegaduras estructurales, todo ello sumado hacía teóricamente factible el avance permanente de la técnica edificatoria. Una pregunta —quizás— se formulaba el joven profesional de la ingeniería: ¿cómo lograr atrapar la vitalidad de la técnica sin defraudar la realidad finisecular en la que Colombia vivía? Manrique Martín respondió a su duda conformando empresas; organizando campos y acciones para la producción técnica. Su opera prima, como ya lo precisó en su artículo Silvia Arango, fue la organización de la Oficina de Ingeniería. Se trataba de una empresa germinal en crecimiento, donde el tema de la especialización técnica y la dedicación exclusiva de profesionales especializados garantizaba —según decía la publicidad inserta en los diarios locales— la calidad de los trabajos. La Oficina de Ingeniería era una entidad que se encontraba orgánicamente dividida en cuatro secciones: topografía, arquitectura, hidráulica y puentes. En cada una de ellas se ofrecía la asesoría de ingenieros especializados vinculados a la empresa dirigida por Manrique Martín y J. Fonseca. La “dedicación exclusiva” fue uno de los lemas destacados en la promoción de la empresa. Las labores de acotamiento, descripción de predios, asesoría en procesos legales y deslinde de terrenos era asumida por especialistas en el campo de la topografía. Para las obras de arquitectura se promocionaba la construcción de diversas clases y escalas de vivienda y se ofrecía la posibilidad de construir estructuras en altura, con materiales y técnicas en un amplio abanico de opciones que incluía tanto la utilización de los insumos tradicionales (ladrillo, piedra y cemento) como sistemas técnicos exigentes: estructuras verticales y espacios de amplias luces que hacían necesarias tecnologías propias del concreto reforzado o el manejo de tramas estructurales en metal. Las canalizaciones, el manejo de fluidos y la potencia de energía eran manejados por los especialistas en el campo hidráulico. El tema del diseño y la construcción de puentes — para diversas exigencias y en variadas clases de material— cerraba las ofertas de la empresa; ese renglón exclusivo se dejaba en las manos de ingenieros civiles calificados. La garantía en la calidad de los trabajos se fundamentaba en la experiencia profesional acumulada, el conocimiento y buen manejo de los instrumentos técnicos, así como en el vínculo con “casas americanas” que cubrían con solvencia cualquier requerimiento relacionado con aspectos técnicos. Fue esa una audaz propuesta de Manrique Martín, predecesora local de la ingeniería industrial, sistemática y expansiva, que cubría las necesidades de desarrollo físico y espacial local moderno, a partir de la coordinación práctica y eficiente de áreas técnicas complementarias.

Texto donde se describen los diversos servicios que ofrece la Oficina de Ingeniería. Fuente: Directorio de Bogotá “Infantino”, agosto de 1916. s.p.


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La solución a la construcción de estructuras en concreto armado fue un campo abierto a la experimentación técnica, aplicable a las nuevas clases de edificaciones. La sistematización empresarial le permitió a Manrique Martín ingresar en un filón valioso de experimentación técnica en la nueva industria de la construcción. La cimentación sobre zapatas corridas, las vigas de amarre y los sistemas de pilares y columnas, las vigas y los pórticos en concreto armado, abrieron perspectivas —localmente inéditas— para la construcción eficiente de edificios con alturas y espacialidades apropiadas a los usos contemporáneos. En la publicación del Libro azul de Colombia (1918) aparece información sobre la organización de la empresa A. Manrique Martín & Cía. Allí se lee — en inglés y español— la historia de la Oficina de Ingeniería. Se reitera como La publicidad, aparecida en la primera

fecha inicial 1912, año en el cual el ingeniero civil Alberto Manrique Martín, en

página del periódico, se refiere a los diversos

compañía de su colega Joaquín Fonseca, propuso la organización técni-

campos profesionales en que ofrece actuar Manrique Martín - arquitecto, ingeniero civil, urbanista, decorador de interiores- y los respalda con la participación en cursos espe-

co-empresarial dedicada a las labores propias del diseño y la construcción moderna. En la nota inserta en la robusta publicación, se destaca la amplitud particular de la nómina, pues para ese momento contaba —en la oficina prin-

cializados en el exterior. Fuente: El Tiempo,

cipal— con contabilista, cajero, inspector de obras, maestros y dibujantes.

25 de enero de 1933.

También tenía vinculada una fábrica compuesta por talleres de carpintería, mecánica y herrería3. La dimensión empresarial y las labores materiales y técnicas generaban acciones confluyentes. En marzo de 1920, Alberto Manrique Martín, como ya señaló Leopoldo Prieto en la semblanza biográfica escrita para este libro, fue comisionado oficialmente para viajar a Montevideo y tomar parte en el Primer Congreso Panamericano de Arquitectura. Allí el programa contempló, entre otros temas, discusiones sobre la enseñanza de la arquitectura y el embellecimiento de la ciudad. La curiosidad del ingeniero debió de ser permeada por las presentaciones de las grandes obras construidas en el continente. La lectura de los temas del congreso, desde la perspectiva técnica y empresarial de Manrique Martín, indujeron en él —posiblemente— nuevas consideraciones. A partir de ese primer encuentro, el ingeniero civil-empresario fortaleció la indagación técnica vinculada con los asuntos de la arquitectura y el urbanismo. Ocurrió allí una especie de simbiosis profesional: sin abandonar los rudimentos de la abstracción matemática, el ingeniero constructor Manrique Martín se tornó, a su regreso, en arquitecto-urbanista autodidacta, para luego —con la asistencia frecuente a encuentros, seminarios, congresos 3

Libro azul de Colombia / Blue Book of Colombia (Nueva York: J. J. Little & Ives Company, 1918), 430.


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La indagación técnica como tema

Detalle de la estructura presentada al concurso para coronar la cubierta del salón elíptico del Capitolio Nacional en abril de 1923. Fuente: Archivo AMM.

de arquitectura y urbanismo— adquirir competencias y calificaciones profesionales internacionales en arquitectura y urbanismo. Con la tercera década del siglo XX, para Manrique Martín llegaron posibilidades de participar en la construcción de obras significativas con interesantes retos técnicos. Fue el caso de las estructuras en altura soportadas en esqueleto metálico, la elaboración de tabiques con ladrillos cerámicos huecos aplicados en muros y en parte de los entrepisos, y la introducción de sistemas de ascensores en los edificio Cubillos y Matiz. En el remate de la cubierta del salón elíptico del Capitolio, desarrollada como construcción factual entre 1924 y 1926, el reto principal para Manrique Martín consistió en cubrir la sala sin llegar a oscurecer la totalidad del cielo raso. La iluminación cenital, concentrada en un oculum, es el evento que marca el sentido espacial ascendente, en torno al cual gravitan los componentes formales del salón elíptico. El recurso del vitral central, redondo y policromo,

Página 131, arriba: Plano de taller donde se grafica el cálculo estático y se precisan los componentes y detalles

obligó a Manrique Martín a sustentar la cubierta translúcida sobre un sistema

del ensamble de una cercha tipo Polonceau

de cuatro cerchas de madera y celosías de metal. El sistema estructural debía

(1936). Fuente: Archivo AMM.

cumplir con solvencia la tarea de soportar las cargas y ser suficientemente ligero, para posibilitar la mayor transparencia al paso de la luz. De las cerchas se suspendían tensores metálicos para colgar de allí la estructura de soporte del cielo raso y del conjunto de piezas del vitral. La calidad ambiental y simbólica alcanzada al interior del salón elíptico, con las intervenciones de

Página 131, abajo: El corte transversal de la sala principal del teatro San Jorge muestra esquemáticamente las soluciones técnico constructivas del proyecto. Fuente: Archivo AMM.


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La indagación técnica como tema

mantenimiento y complemento que han sido necesarias, ha permitido superar la densa polémica sobre la correcta coronación del Capitolio. La construcción de proyectos arquitectónicos en la cuarta década del siglo XX, época de madurez profesional, según lo escrito en este libro por Silvia Arango, estuvo acompañada por experimentaciones técnicas con relación a estructuras de luces amplias, que cubren áreas importantes. Un ejemplo del interés técnico de Alberto Manrique Martín en ese periodo son las cerchas propuestas para soportar la cubierta y el cielo raso colgante del teatro San Jorge en 1935. Uno de los retos técnicos en las edificaciones de teatro fue el diseño y cálculo de las cerchas de soporte de la cubierta y la suspensión del cielo raso de la sala principal. En el caso del teatro San Jorge, Manrique Martín seleccionó cerchas del sistema Polonceau4. El cálculo estático y los detalles constructivos fueron dibujados en junio de 1936. El plano de taller muestra un esquema que se ajusta en dimensiones aproximadas a las que posee el predio específico del teatro. La cercha cubre la luz de la sala principal mediante la composición de elementos de madera y metal con perfiles cuadrados y rectangulares. Los componentes superiores de la cercha son planchones de madera, bajo los cuales se traman celosías conformadas por perfiles metálicos en hierro, articulados con un cordón a tracción inferior, de varilla metálica, mantenido en tensión por medio de un tensor metálico de torsión para obtener niveles apropiados de tracción. En el corte transversal del proyecto arquitectónico, la nave del teatro se muestra rematada con una cercha Polonceau apoyada en el extremo de las columnas principales. El sistema constructivo general de la edificación funciona con espacios laterales externos e internos, bajos y adyacentes, a manera de contrafuertes, que disminuyen los efectos de pandeo producidos por la altura y la forma esbelta de las columnas, y con los que se procura responder adecuadamente a los empujes laterales causados por corrientes de vientos y movimientos sísmicos que inciden sobre la estructura. La cubierta es de tejas de lámina metálica ancladas sobre durmientes de madera.

Arriba: El estado actual de la estructura permite ver aún las cerchas y la manera como se soporta el cielo raso de la sala principal del teatro.

De la parte inferior de las cerchas, como sistema estructural complementario, cuelga la bóveda de madera, malla y pañete, suspendida por medio de diez

Foto: Oscar Humberto Medina, 2015. Abajo: Aun con el deterioro actual de la sala, se per-

4

El sistema Polonceau fue propuesto en 1836 para cubrir la estación de trenes de

cibe la riqueza plástica lograda en el espacio

la línea París-Versalles. El sistema propone cerchas donde se combinan piezas de

interior del teatro. Foto: Oscar Humberto

madera y tensores metálicos.

Medina, 2015.


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Los soportes de cubierta compuesta con

tirantes metálicos distribuidos de manera equidistante. Esa falsa bóveda abraza

cerchas tipo Polonceau fue aplicada reite-

y confina el ámbito del espectáculo escénico principal. También se genera

radamente por Manrique Martín a salas con luces amplias. Ejemplo de ello es la estructura propuesta para el teatro B. Dusan, en la ciudad de Neiva en 1935. Fuente: Archivo AMM.

entre la cubierta y la falsa bóveda una cámara de aire que aísla térmica y acústicamente la sala principal de la edificación. Dentro, en el límite superior del espacio principal, se percibe un plano con doble curvatura que, con cualidades plásticas, centraliza y unifica los límites espaciales de la sala de espectáculos. En otros proyectos de grandes salas, Alberto Manrique Martín había utilizado cerchas tipo Polonceau. Es el caso del teatro en Neiva, en 1935, un año antes de las diseñadas para el teatro San Jorge en Bogotá. En el plano de taller se dibujó en detalle el cuerpo de la cercha y se precisaron los componentes de articulación, montaje y armado que exige esa clase de cercha construida en madera y metal. Las cerchas Polonceau, aplicadas en los proyectos para salas de teatro, son complejas pero leves, si se las compara con otras cerchas robustas para


luces amplias, como las celosías en madera diseñadas para las instalaciones

Plano de taller con información sobre la cercha

de la Escuela de Policía General Santander. En ellas se empleó un sistema

utilizada en la construcción de las salas de

complementario de tirantes metálicos que responden al trabajo de tracción en el sistema estructural. Las cerchas simples —como vigas de canto variable, simplemente apoyadas— con tirantes de madera, menos complejas técnicamente pero más robustas y exigentes en la sección de sus componentes, fueron aplicadas a espacios de trabajo; como ejemplo se pueden ver las utilizadas para las salas de trabajo de la Casa Comercial Mettler (1942), en la ciudad de Pasto. El manejo de las estructuras, para Manrique Martín, no fue una respuesta únicamente práctica aplicada a la construcción. La valoración estética de los sistemas de soporte permitió la propuesta de reiteración de ritmos, de la expresión de las cualidades de los materiales estructurales, de las transparencias como superposición de geometrías reiteradas. En uno de los apartes del editorial de la revista Proa n.º 50, Carlos Martínez Jiménez escribió en 1951: También en la época moderna, arquitectos, expertos artífices y técnicos especializados se han propuesto, en equipo, la tarea de edificar […]. El binomio

una de las edificaciones de la Escuela General Santander. Fuente: Archivo AMM.


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así integrado es una perfecta asociación de criterios e inteligencias […]. Esta asociación estético-matemática es de un inapreciable valor para la clientela, para el desarrollo de la arquitectura y para el público en general.5

Las consideraciones escritas en la página editorial de Proa coincidían con el proyecto que desde 1912 se había propuesto el ingeniero Manrique Martín. Once años después del texto de Carlos Martínez J., en la celebración gremial de las bodas de oro profesionales de Manrique Martín, el arquitecto Carlos Arbeláez Camacho, entonces presidente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, afirmó: El arquitecto Manrique Martín estuvo […] listo a aceptar y a utilizar todo aquello que significase avance y renovación. Es por ello que lo vemos hacia los años del treinta, utilizando por primera vez entre nosotros y en forma científica la estructura de concreto en edificios de tipo comercial.6 En obras para talleres y sitios de trabajos, Manrique Martín utilizó cerchas simples, en madera local. Es el caso de los talleres para el almacén Casa Mettler, localizado en el centro

La indagación técnica aplicada en las diversas obras de Manrique Martín permitió enriquecer la exploración plástica en diferentes niveles. El rango de cobertura integraba desde las construcciones artesanales tradicionales,

tradicional de la ciudad de Pasto en Nariño.

con sus compromisos estilísticos y los materiales de uso convencional, hasta

Foto: Juan Álvaro Rojas, 2016.

las propuestas de innovación plástica soportada en la pericia del cálculo, el uso de los nuevos materiales y el sentido dado a los sistemas estructurales como apuestas plásticas. Un ejemplo de una propuesta no construida fue el anteproyecto para un monumento presentado por Manrique Martín en un concurso internacional. En julio de 1934, en la Revista Ingeniería y Arquitectura, apareció publicado un informe que contiene la propuesta del proyecto para la convocatoria internacional del habanero Monumento a Martí. La propuesta muestra una enorme esfera apoyada sobre un pedestal en piedra construido encima de una plataforma simétrica con terrazas y jardines. Frente a la esfera levitaría una escultura con la imagen del héroe cubano Martí. La tensión causada por el equilibrio inestable sería su característica principal. En términos técnicos, la esfera tiene veinte metros de diámetro, con armadura de tramas de perfiles de acero. En el interior se alojan tres niveles con espacios destinados a biblioteca y museo especializado. La circulación 5

Carlos Martínez Jiménez, “Editorial”, Proa 50 (1951), 1.

6

Carlos Arbeláez Camacho, “Homenaje a Manrique Martín en Bodas de Oro profesionales”. El Tiempo, 24 de febrero, 1962, 12.


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La indagación técnica como tema

ascendente interior y los sistemas funcionales conforman el núcleo vertical que estabiliza la esfera. El acabado exterior del monumento, en su casquete frontal, se propone en bloques de vidrio translúcido. En términos generales, la propuesta es un inmenso pabellón-árbol, soportado por un tronco estructural. El globo no pretende involucrar la espacialidad interior de un cenotafio. El monumento no pasó de su nivel inicial de propuesta. No obstante, la publicación en la Revista Ingeniería y Arquitectura, en 1934, da cuenta del interés de Manrique Martín por incursionar en la exploración de estructuras complejas utilizando técnicas y materiales contemporáneos. La curiosidad técnica acompañó la edad madura de Manrique Martín. En el mes de junio de 1952, en la revista Proa n.º 60, Alberto Manrique Martín publicó el artículo titulado “La construcción ideal para el futuro”. En ese texto describió las últimas técnicas de manejo de estructuras en concreto con cables de filamentos en acero enhebrados en conductos longitudinales según los sistemas de pre y postensado. Manrique Martín recordó su participación en las reuniones técnicas patrocinadas por el Instituto Americano del Concreto, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en 1951. En el artículo, el ingeniero precisa información sobre la calidad de los materiales y la particularidad de los instrumentos que deben ser utilizados en la preparación óptima de este tipo de estructuras. Al final del escrito anuncia a los lectores la creación de una nueva empresa: Preload Colombia. Esta fue la filial local de la empresa de concretos de origen estadounidense Preload Engineering Company, casa localizada en Nueva York. Manrique Martín diseñó y patentó, en ese campo, un tipo de cono metálico de freno y anclaje para asegurar la permanencia de la tensión producida por gatos hidráulicos en los cables de acero de las vigas postensadas. Esas búsquedas las aplicó en la elaboración de un tanque de alta capacidad para el hospital San Carlos, en Bogotá, y en las vigas que soportan las cáscaras que hasta hoy cubren el patio de maniobras (hoy auditorio Ángela Guzmán) en el edifico del Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento (Cinva) en la Universidad Nacional de Colombia. La construcción de las delgadas bóvedas en concreto hacían parte del proyecto arquitectónico de Eduardo Mejía y Currie & Roux, para el edificio del Cinva, concluido en 1952. Al narrar la historia se reafirma la lealtad y el compromiso inquebrantable de Alberto Manrique Martín con la permanente labor de actualización sustentada en la indagación técnica. Los últimos años de su actividad profesional se concentraron en edificaciones de gran escala y alta complejidad estructural.

La propuesta para el concurso del monumento a Martí, en la Habana, muestra el interés de Manrique Martín de incursionar en búsquedas plásticas soportadas en tecnologías y materiales que le fueron contemporáneas. Fuente: Revista Ingeniería y Arquitectura de julio de 1934.



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La indagación técnica como tema

Ejemplos de construcciones de su empresa son el Club Militar de Oficiales (1955), los Estudios de Televisión (1957), y algunos de los edificios para los ministerios nacionales, en el conjunto del Centro Administrativo Nacional (CAN) en Bogotá, al inicio de los años sesenta. Su compromiso vital con la construcción técnica lo cumplió hasta sus últimos días de actividad edificatoria. Al final, es posible afirmar que el ingeniero arquitecto Alberto Manrique Martín manifestó siempre su fidelidad permanente, su pasión inquebrantable por su vocación en torno al tema de la indagación técnica.

Bibliografía González Escobar, Luis Fernando. Del alarife al arquitecto. El saber hacer y el pensar la arquitectura en Colombia 1847-1936. Bogotá: OjoXojo, 2013. Libro azul de Colombia / Blue Book of Colombia. Nueva York: J. J. Little & Ives Company, 1918. Mayor Mora, Alberto. Inventos y patentes en Colombia. Medellín: ITM, 2005. Mejía Umaña, Antonio José y Marcelo Enrique Riveros. “De la cartografía local a las redes internacionales de ingeniería. Un siglo y medio de historia”. Consultado el 6.10.2015. http://www.bdigital.unal.edu.co/33858/. Vargas Caicedo, Hernando. (2000) “Cambio técnico en la edificación en Colombia en el siglo XX”. XVII Bienal Colombiana de Arquitectura, 358-371. Bogotá: SCA, 2000.

Revistas y periódicos de la época Arbeláez Camacho, Carlos. “Homenaje a Manrique Martín en Bodas de Oro profesionales”. El Tiempo, 24 de febrero, 1962, 12. Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985). Manrique Martín, Alberto. “La construcción ideal para el futuro”. Cuaderno Proa 60 (1952), 20 Martínez Jiménez, Carlos. “Editorial”, Proa 50 (1951). Manrique Martín, Alberto. “Monumento a Martí”. Ingeniería y Arquitectura 8. (1934), 14 a 17.

Archivos consultados Archivo General de la Universidad Nacional de Colombia. Archivo de la Secretaría de la Facultad de Ingeniería.


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El inserto promocional de la firma A. Manrique Martín muestra el lugar de su localización urbana y describe las secciones profesionales, administrativas y técnicas que la componen. Fuente: Libro azul de Colombia, 1918.

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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín Luis C. Colón Ll.1 Lena Império H.2


Luis C. Colón Ll. | Lena Império H.

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La ciudad deseada Usualmente, las grandes transformaciones de una ciudad se reflejan primero en los deseos de cambio de sus habitantes que en el espacio urbano. En Bogotá, una temprana manifestación de esto fue la conmemoración del Centenario de la Independencia, una fiesta cuya preparación dejó traslucir las expectativas de transformación de la ciudad y dejó una sensación de frustración y unas pocas huellas. En muchos aspectos, la celebración del Centenario marcó un hito en la historia de la capital: se construyó un parque monumental para la escala de la ciudad del momento, se erigieron varias esculturas en diversos puntos de la ciudad, se intensificó (temporalmente) el uso de energía eléctrica y se inauguraron varias obras públicas significativas, por nombrar solo algunos de los actos más representativos. Si se mira con detenimiento, la imagen de la ciudad no se transformó sustancialmente, pero lo que quedó de la fiesta en el espacio urbano sí constituyó una señal significativa del deseo de un grupo social por dar un salto adelante en dirección opuesta a la ciudad del pasado. La Bogotá posterior a la celebración del Centenario de la Independencia se configura bajo el efecto de variadas fuerzas y renovados deseos. Una muestra de que estos deseos de cambio ya estaban presentes en algunos de los habitantes de Bogotá, aunque no se habían manifestado lo suficiente en el espacio urbano, según los habitantes de la época, es lo que escribe el ingeniero Alfredo Ortega en 1904. Es sensible el adelanto que ha tenido el buen gusto en estos últimos años. La comparación entre el antiguo y el nuevo estilo puede hacerse en una de las más centrales calles de la ciudad. Ved aquella pesada construcción, que se levanta en el extremo norte de una de las aceras de la carrera 8.ª, ese edificio de severo aspecto, cuyas paredes de piedra tosca parecen imitar en su aparejo irregular el opus incertum de los romanos, de pobre ornamentación exterior, constituida por las pequeñas ventanas que no guardan simetría ninguna, su pórtico rojizo, de sencilla arquitectura, como manifestación de un arte no bien comprendido, su frontón triangular, que eleva al cielo el símbolo que imprime carácter al edificio y señala las tendencias religiosas de la época en que fue Urbanización de la finca denominada

1

La Granja. Esc. 1/1000. A. Manrique Martín. 1921. Fuente: Ref. AGN. Mapoteca notarías, 4-08.

Arquitecto. Doctorado en Arquitectura y Ciudad. Profesor asociado de la Universidad Nacional de Colombia.

2

Estudiante de la Maestría en Teoría e Historia del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, de la Universidad Nacional de Colombia.


142

La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

construido, todo aquel conjunto de líneas parece hablarnos de las tradiciones

Exposición del Centenario de la independen-

del siglo XVII. En el extremo opuesto, en contraposición, la lujosa construc-

cia. Pabellón de la Industria, ca. 1912

ción moderna, de rica ornamentación de piedra, cuya elegante silueta apunta sin temor al cielo sus pararrayos, obra de arte ejecutada por un discípulo de Garnier, el eminente arquitecto de la Opera de París.

Y concluía su artículo con la siguiente apreciación: El adelanto del buen gusto aumenta continuamente debido a la natural evolución de todo progreso, a la influencia de un medio inteligente (todavía demasiado reducido) y a la lejana irradiación europea. Hoy se ha despertado el gusto por los muebles de estilo y las decoraciones, en concordancia con el estilo de las habitaciones, y así sepa el arquitecto que a los conocimientos científicos le es preciso agregar la historia del arte y las numerosas manifestaciones que ha tenido, y que debe crearse un gusto refinado, ser un artista, en

Foto: Fondo Luis A. Acuña / Colección Museo de Bogotá.


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toda la acepción compleja de aquel vocablo, para poder ayudar con su contingente poderoso al desarrollo de la ciudad del Águila negra, hacerle perder el aspecto grave y monástico que la caracteriza, y ya, sonriente, merecer un halagüeño epíteto.3

La Bogotá de Manrique Martín Más allá de estas apreciaciones, la ciudad en la que entra en escena Manrique Martín, como profesional y hombre público, afronta serias dificultades. La infraestructura urbana y los principales servicios públicos habían sido desbordados hacía tiempo por el aumento poblacional concentrado principalmente en la ciudad tradicional y, en menor medida, en el barrio de Chapinero, con graves consecuencias para la salud de los habitantes. Los dos grandes ríos, el San Agustín y el San Francisco, y las quebradas que atravesaban la ciudad se habían convertido en alcantarillas a cielo abierto. La ciudad carecía de una red subterránea de alcantarillado. Hasta la primera década del siglo XX, la Administración municipal se había conformado con tapar con lajas de piedra los canales de desagüe que corrían por en medio de las calles. El acueducto administrado hasta 1914 por una compañía privada no había sido ensanchado en función de las necesidades crecientes de los habitantes y el agua no era purificada antes de su distribución. En lo doméstico, el panorama era mucho más complejo. Buena parte de la ciudad central aún reunía en los mismos lugares a diferentes sectores sociales. Las tiendas de las plantas bajas de las viviendas burguesas alojaban el espacio de trabajo y la vivienda de un artesano y su familia, o bien un comercio o una chichería. Separados apenas por un tabique, hacia atrás y arriba se desarrollaba una vida más holgada para las familias de ingresos medios o altos. En la reseña que acompañaba el plano elaborado por el ingeniero Alberto Borda Tanco en 1911, menciona que “no hay ninguna parte destinada exclusivamente a habitaciones, y estas se hallan alternadas con tiendas, pequeños talleres y oficinas en una misma cuadra”4. Si bien durante el siglo XIX algunas familias habían intentado romper con este modo de vida instalándose cómodamente en amplias viviendas en Chapinero o en alguna quinta de los alrededores de la ciudad, será a partir de la década de 1910 cuando esta fractura social y económica se lleve a cabo en toda su plenitud con la

3

Alfredo Ortega, “La arquitectura de Bogotá”, Revista Contemporánea III (1904): 236.

4

Primer Centenario de la Independencia de Colombia: 1810-1910 (Bogotá: Escuela Tipografía Salesiana, 1911).


144

La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

construcción de barrios obreros y para sectores socioeconómicos medios y altos dispersos en los alrededores de la ciudad tradicional. La transformación de la ciudad era en estos años una tarea lenta. El cambio al comienzo fue casi imperceptible, pero pronto se volvería tumultuoso. El espíritu de esta nueva mentalidad se refleja en las actas del Cabildo, en las que, periodo tras periodo desde las últimas décadas del siglo XIX, se puede ver cómo los miembros del Concejo se sentían cada vez menos satisfechos con la ciudad del momento. Los problemas higiénicos eran los más apremiantes y demandaban una intervención radical del espacio urbano, la recuperación y conservación de las cuencas de los ríos de los cerros orientales y la disciplina de los hábitos de los habitantes urbanos. Los ingenieros fueron protagonistas en esta empresa que requería la canalización de ríos, la pavimentación de extensas zonas de la ciudad, la construcción de alcantarillas y colectores, el tendido de nuevas vías y la electrificación del tranvía, el mejoramiento de la red de energía y alumbrado público, la construcción de plazas de mercado y escuelas, la ampliación y mejoramiento del acueducto, y el diseño de urbanizaciones obreras. El estado en el que se encontraba la ciudad y las expectativas que se tenían en vísperas de la elección del Concejo para el periodo 1919-1921, del cual sería presidente Manrique Martín, fueron sintetizados por la prensa en los siguientes términos: Por mucho que se hable de las necesidades de Bogotá, siempre serán ellas superiores a las palabras con que se encarezcan. Son de todo orden y de toda especie y las proclaman con voz inconfundible las epidemias que sin cesar agotan a la ciudad y diezman a sus habitantes; la Plaza de Mercado y el Matadero, verdaderas vergüenzas e insuperables focos de infección; el Acueducto, desprovisto de medios eficaces para purificar las aguas; las calles, cuya mayoría se encuentra en el más lamentable estado; los barrios de la gente pobre, en que se carece hasta de los más elementales principios de higiene y de civilización […] Tal situación no puede prolongarse y requiere por parte de cuantos se interesen en el bien y progreso de la capital un esfuerzo, cuyo punto de partida puede estar en las próximas elecciones para concejeros municipales.5

5

“Bogotá y su Concejo municipal”, El Tiempo, 6 de agosto, 1919, 1.


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Actores y visiones de la transformación Las acciones de la Administración Un año antes de la elección como concejal de Manrique Martín, los habitantes de Bogotá experimentaron, durante los meses de octubre y noviembre de 1918, las angustias de la epidemia de gripa, que marcó un hito en la historia de la ciudad, no solo por el gran número de muertos y enfermos, sino porque evidenció las dificultades para hacer frente a un evento de tal gravedad y, una vez más, las precarias condiciones de la infraestructura de la ciudad. En adelante, la intervención del espacio urbano sería una prioridad para la Administración municipal. En su informe como presidente del Concejo al final del periodo, Manrique Martín da especial importancia a la Dirección de Obras Públicas: “Como es fácil comprender, esta sección es una de las más importantes que tiene el municipio; y constituida con un buen presupuesto, proporcionaría a la ciudad capital una buena estética, comodidad e higiene”, pero advierte que “desgraciadamente dada nuestra penuria, no se ha podido dotarla de un presupuesto, que sirva para su desarrollo equivalente”6. El informe deja ver cuáles fueron las prioridades y las dificultades en la transformación de la ciudad para ese momento. Las principales intervenciones en obras públicas estuvieron definidas en buena medida por las ideas higienistas y de ornato imperantes en la época. La pavimentación de vías, la construcción de alcantarillas, el mejoramiento del acueducto y la canalización de los ríos que atravesaban la ciudad, entre otras, ocuparon especial atención en adelante. La mayoría de estas intervenciones demandaban un presupuesto importante y fue la generación de Manrique Martín, a partir de la década de 1920, la que dispuso progresivamente de los recursos para emprender las tareas. En efecto, los préstamos internacionales y los auxilios de la Gobernación y la nación obtenidos a partir de la década de 1920 permitieron llevar a cabo las grandes obras de infraestructura que transformaron significativamente la ciudad. El primero de ellos fue el préstamo que obtuvo el municipio de la casa bancaria Dillon, Read and Co. de Nueva York, que hizo posible firmar un

6

Alberto Manrique Martín, Informe del presidente del Concejo Municipal de Bogotá, doctor A. Manrique Martín, ante la misma corporación sobre las tareas de esta en su periodo de 1.º de noviembre de 1919 a 31 de octubre de 1921 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1921).


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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

contrato en diciembre del mismo año con Ulen & Company, también domi-

Construcción de alcantarilla de la calle 2ª,

ciliada en Nueva York, con el propósito de llevar a cabo las obras que habían

entre carreras 8ª y 11. Fuente: Memoria

sido autorizadas previamente por el Concejo y que en resumen eran: el ensanche y terminación del acueducto municipal, la construcción y equipo del matadero municipal, la extensión de los tranvías municipales y construcción de su planta eléctrica, la mejora del servicio de higienización de la ciudad, la ampliación y mejora de las plazas de mercado público y la construcción de viviendas para obreros y edificios para escuelas públicas.7

Sin embargo, en la definición de prioridades en el presupuesto, en muchas ocasiones incidieron los ciudadanos. Desde los primeros años de la década de 1920 fueron frecuentes los debates en el Concejo de la ciudad motivados

7

Escritura del empréstito municipal de Bogotá (Bogotá: Imprenta Municipal, 1924), 5.

Municipal de Bogotá correspondiente al bienio de 1925 a 1927. Imprenta Municipal, Bogotá, 1927 inserto entre pp. 224 y 225.


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por las solicitudes de servicios públicos por parte de los habitantes de los nuevos barrios. En lo sucesivo, una de las principales tareas del municipio y uno de los principales rubros del presupuesto municipal fue la construcción de redes de servicios públicos, especialmente de alcantarillado y pavimentación. El propio Manrique Martín expresó la preocupación por la higiene y por el factor estético de la ciudad en la revista Renacimiento, que editó con Arturo Jaramillo8. Además de enfatizar la importancia del arquitecto y del ingeniero como actores en esa transformación, más de una vez recalcó la necesidad de la inversión en la infraestructura urbana. Tomando referentes europeos, principalmente la ciudad lineal, de Arturo Soria y Mata, describe una ciudad ideal, “con calles espaciosas, todas plantadas de árboles, con casas-quintas aisladas y rodeadas de jardines y bañadas por el sol, la vida será mucho más higiénica, habría muchos menos contagio y enfermedades”. No es extraño entonces que el barrio de Chapinero sea el ejemplo a seguir para diseñar la ciudad: “la forma más práctica de formar una ciudad lineal es iniciarla como los barrios nuevos de las grandes ciudades aprovechando el incremento que va tomando una región atravesada por un tranvía o un ferrocarril”9. En esa misma publicación, el arquitecto resalta que la ciudad lineal “lleva consigo la división de la propiedad”10, un aspecto relevante pues convierte al obrero en propietario. Una idea expresada no solo de manera abstracta por Manrique Martín, sino puesta en práctica al realizar el diseño de varias urbanizaciones para barrios obreros en la zona norte de la ciudad, en la parte occidental de Chapinero.

Los barrios burgueses Frente a la lenta transformación de la ciudad, la élite se había procurado sus propios espacios. Algunos se habían comenzado a trasladar desde la segunda mitad del siglo XIX a lo que en ese entonces se podía considerar el suburbio de Chapinero, para tener una vida más cómoda; habían construido hipódromo, campo de polo y club de golf, todos destinados a reunir exclusivamente a su grupo social. En esencia habían construido un mundo propio, alejados en lo posible de esa ciudad que consideraban lo más distante de lo que imaginaban como entorno ideal para vivir. En predios amplios, rodeados de jardines, con viviendas mucho más cómodas que las antiguas casas 8

De la revista se conocen algunos volúmenes editados en 1922. Véase el capítulo 1 de este libro.

9

“La primera ciudad lineal española”, Renacimiento 12 (18 de septiembre de 1922): 2.

10

“La primera”, 3.



Arriba: Proyecto de urbanización Barrio Gutt. Propietario Sr. Salomón Gutt. Escala 1/5000. Oficina de Ingeniería de A. Manrique Martín y Co. Bogotá, marzo, 1919. Fuente: Ref. AGN. Mapoteca Notarías, 3-07. Abajo: Urbanización Santa Ana (San Cristóbal). (Fuente: Libro Azul de Colombia. J. J. Little & Ives company, Bogotá, 1918. P.407). Página 148, arriba: Proyecto de urbanización de un lote situado entre Bogotá y Chapinero, junto a la casa de salud de Marly. Esc. 1/1000. Propietario Sr. Salomón Gutt. Oficina de ingeniería de A. Manrique Martín y Co. Bogotá, febrero, 1919. Fuente: AGN. Notaría 1, Escritura 3603, 1928. Página 148, abajo: Proyecto de urbanización Barrio Gutt. Propietario Sr. Salomón Gutt. Escala 1/5000. Oficina de Ingeniería de A. Manrique Martín y Co. Bogotá, mar, 1919. Fuente: AGN. Notaría 1, Escritura 3603, 1928.


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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

del centro de la ciudad, se comenzó a desarrollar un mundo de ocio, vida familiar y convivencia con la naturaleza, apartado de los lugares de trabajo y de los barrios obreros11. El cambio de lugar en la ciudad no solo respondía a la necesidad de buscar un mejor entorno, sino a la posibilidad de construir una vivienda según los nuevos paradigmas de gusto y comodidad que se habían afianzado en las primeras décadas del siglo XX. Manrique Martín fue uno de los ingenieros-arquitectos que contribuyeron a moldear este modo de vida a través de la construcción de numerosas viviendas en los nuevos sectores residenciales burgueses de Teusaquillo y Chapinero. De los estilos se habla en otro artículo de este libro; aquí tan solo queremos señalar que las nuevas viviendas ahora contaban con garaje para el automóvil, amplios vestíbulos de recibo, tocador, biblioteca, salón de música, salón en el que la chimenea ocupaba un lugar principal y amplios jardines anteriores y posteriores que rodeaban la vivienda de árboles y vegetación. Esto no era solo una transformación en los patrones de gusto, sino ante todo en el modo de vida. La vivienda y los nuevos barrios burgueses estaban modelados según estos deseos de cambio de sus habitantes y ofrecían un entorno más saludable y una vivienda más confortable.

Los barrios obreros Para los sectores sociales de bajos ingresos el problema era diferente; se trataba ante todo de garantizar un lugar para vivir. El crecimiento demográfico favorecido por las migraciones de otras zonas del país, sumado a las reformas que estaba sufriendo la ciudad y que producían desplazamientos de población, dio pie para la creación de barrios obreros en la periferia de la ciudad desde la segunda mitad de la década de 1910. En su mayoría, estos barrios fueron creados por urbanizadores privados que habían visto en ello un negocio de excepcionales posibilidades. Entre las décadas de 1910 y 1930, fueron varios los barrios de este tipo que tuvo oportunidad de diseñar Manrique Martín para los nuevos urbanizadores, como Ernesto González P., Salomón Gutt, Rubén Possin, Heliodoro Laverde, José Eidelman y Oliverio Rodríguez, entre otros. De esta forma surgieron en el extremo sur, en San Cristóbal, el barrio Santa Ana; en el norte, en la parte baja de Chapinero, los barrios Gutt, La Merced, La Paz, La Granja, Santa Fe, Siete de Agosto, San Felipe, Providencia, y entre Bogotá y Chapinero, el barrio Marly.

Páginas 151 y 152: Carta de madres de familia dirigida al Concejo de la ciudad exponiendo su punto de vista sobre el alza en las tarifas de transporte.

11

Robert Fishman, Bourgeois Utopias. The Rise and Fall of Suburbia (Nueva York: Basic

Fuente: Fondo Concejo de Bogotá

Books, 1987).

Libro 604-3805, folios 529 y 530.




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En algunos aspectos, estos barrios implicaban una mejora en la calidad de vida de sus habitantes, en el sentido en que les proporcionaban predios más amplios que los disponibles en el centro de la ciudad, lo cual daba la posibilidad de construir una vivienda con varias habitaciones y espacios diferenciados. Sin embargo, las condiciones en que surgieron la gran mayoría de estos barrios fueron extremadamente precarias. Los urbanizadores fueron señalados con frecuencia de no cumplir sus compromisos de dotar de la infraestructura mínima de vías pavimentadas y andenes, así como de los servicios de acueducto y alcantarillado, los barrios en los que ofrecían lotes en venta. Como resultado de esto, los habitantes recurrieron con frecuencia al Concejo de la ciudad para solicitar que sus barrios fueran incluidos en los programas de obras públicas, con el propósito de darles solución a sus necesidades más urgentes. En la mayoría de los casos, las solicitudes tardaron varios años en resolverse. Frente a esta situación, se formaron nuevas formas de organización civil de carácter barrial o gremial, con el propósito de contribuir en el mejoramiento de su entorno por sus propios medios. Las juntas de mejoras barriales o las organizaciones obreras realizaban eventos, festivales y bazares que tenían como propósito fundamental recaudar dinero para obras muy específicas en sus barrios, pero al mismo tiempo se convirtieron en espacios de sociabilidad y fortalecimiento de la comunidad. Un texto que expone uno de los proyectos de urbanización del arquitecto en la revista Renacimiento demuestra la importancia de proyectar pozos artesianos para uso de agua limpia y de la red de alcantarillado. La descripción técnica hace énfasis en cómo será la red colectora, y en un comentario sobre plazas y jardines se hace mención al “ornato e higienización de la región”. Se añade que “urbanizaciones como la de Manrique Martín son las que hacen falta en Bogotá”. Los nuevos barrios aparecen en estos textos con una fuerte carga de promesa y propaganda, como una redención para la mala calidad y falta de higiene que se presentaba en otras zonas. Sin embargo, como evidencian las peticiones de los habitantes, la realidad era menos prometedora, y los muchos problemas en relación con la higiene, el transporte y la infraestructura no se hicieron esperar12.

12

“Proyecto de urbanización y alcantarillado para Chapinero”, Renacimiento 16 (12 de diciembre de 1922), 5


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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

La ciudad de los monumentos Si el espacio doméstico fue objeto de cambios importantes, el espacio público no lo fue menos. Una nueva conciencia del espacio urbano llevó a tomar medidas de fondo para modificar no solo su aspecto sino el uso que de él se hacía. Una de las medidas más impopulares fue la eliminación progresiva de las chicherías. Como sustitutos de estos lugares de sociabilidad popular, se propusieron restaurantes obreros, clubes de temperancia y se construyeron campos de deporte en los barrios obreros. El embellecimiento del espacio urbano fue otro tema importante para las élites locales, y para ello crearon sociedades de carácter privado en las principales ciudades del país encargadas de promover lo que entendían por una ciudad bella, que podríamos resumir como monumental, arborizada y limpia. Manrique Martín fue miembro de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá (que no por casualidad, antes de 1917, se denominaba Sociedad de Embellecimiento), entidad que promovió numerosas reformas urbanas dentro de los cánones de belleza y orden de sus miembros. Entre las numerosas obras de la Sociedad vale la pena detenerse en el monumento a Ricaurte que sirve para evidenciar algunos aspectos de la imagen de la ciudad de ese momento. El monumento fue diseñado por Manrique Martín, en colaboración con Pablo de la Cruz, en lo que hoy es la calle 43 con carrera 13. Para la fecha, el tranvía que iba a Chapinero transitaba por la carrera 13 y el lugar escogido para la instalación del monumento fue justo en medio de un nudo de la vía. El monumento tenía una altura de más de 18 metros y tenía toda la grandilocuencia de la época13. Pero tal vez lo que más llama la atención de algunas de las imágenes que se conservan es la condición del lugar en el que se insertó. No parece ser un espacio urbano consolidado, como se podría pensar al ver el plano de la ciudad de 1923, con cuatro manzanas en forma de L que configuraban un parque rectangular. Por el contrario, las imágenes muestran el monumento en medio de un gran campo abierto en el que apenas se alcanzan a ver algunas construcciones aisladas. Es una ciudad en construcción. Más allá de la ciudad central, al norte, al sur y al occidente se desarrolla otra ciudad que los planos de la década de 1920 nos hacen creer que ya está completamente construida, pero la realidad es que apenas se inicia su desarrollo.

13

Ver El Tiempo, 16 de junio, 1936.


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Una ciudad de fragmentos Así se iba consolidando la transformación de la imagen de la ciudad poscentenarista, en lo que podríamos definir más como una multiplicidad de imágenes o en una ciudad compuesta por fragmentos que, reunidos, no necesariamente configuraban una imagen homogénea ni mucho menos armónica. La imagen urbana que comenzó a desarrollar la generación de Manrique Martín fue, por el contrario, la imagen de una ciudad que reflejaba más nítidamente que su antecesora las contradicciones y los conflictos urbanos en diferentes niveles: en lo ambiental, lo arquitectónico y lo social. A mediados de la década de 1920, Alfredo Ortega, quien veinte años antes reclamaba la modernización de la ciudad, ahora matizaba sus apreciaciones cuando ya se comenzaban a sentir de manera palpable los cambios drásticos en la ciudad. El antiguo estilo español, de manifestaciones pesadas y de una severidad casi monástica, está desapareciendo rápidamente, y el artista o el poeta que deseen evocar el pasado, tendrán que ir a ciudades como Tunja o Cartagena, que no han sufrido aún modificaciones sustanciales, donde hallarán esas vetustas mansiones que en las noches de luna se iluminan misteriosamente y viven como envueltas en añejas y melancólicas leyendas. No somos enemigos de las obras modernas; únicamente queremos que se armonicen las exigencias del progreso con las conveniencias del público, sin descuidar la estética ni la salubridad […] que no se defraude a las generaciones futuras de los monumentos coloniales que aún quedan […]14.

Pero la modernización de la ciudad fue un fenómeno bastante desigual. En tanto que los habitantes acomodados de los barrios del nororiente disponían de todos los servicios públicos y gozaban de una posición geográfica privilegiada, en una zona de fácil drenaje y cercana a las fuentes de agua de los cerros orientales, los barrios de las zonas occidentales, especialmente en los extremos norte y sur, se veían afectados por las quebradas y ríos contaminados que los atravesaban y que en temporada de lluvias normalmente anegaban extensas zonas. Los habitantes de estos sectores lucharon durante décadas para obtener algunas mejoras mínimas por parte del municipio, y

14

Alfredo Ortega Díaz, Arquitectura de Bogotá (Bogotá: Proa, [1924] 1988), 82-83.


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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

sus exigencias se centraron inicialmente en aspectos relacionados con el

Plan de ensanche para Bogotá, “Bogotá-

acueducto, el alcantarillado y la pavimentación de vías.

Futuro”. Enrique Uribe Ramírez y otros.

Frente a esa imagen heterogénea y conflictiva que se comenzaba a perfilar para comienzos de la década de 1920, los planificadores contrapusieron una imagen armónica y homogénea a través de la planeación de la ciudad. Bogotá Futuro fue el primer intento de planificación de la ciudad a través de un plano de ensanche que prefiguraba la forma de la ciudad sobre un vasto territorio. Manrique Martín formó parte de la comisión de la Sociedad de Embellecimiento que estudió el plano y, si bien fue aprobado, fue objeto de observaciones relativas a la falta de estudio de aspectos tales como la propiedad de la tierra, las redes de servicios de acueducto y alcantarillado, nomenclatura, entre otros.

Aprobado en 1925. Fuente: Museo de Bogotá Referencia: S.919.316.


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Plano de la ciudad de Bogotá, ejecutado por

El plano integraba en una unidad la ciudad antigua, Chapinero y los barrios ais-

la Sección de levantamiento de la Secretaría

lados cuya construcción se había iniciado durante la realización y aprobación

de Obras Públicas Municipales. 1932. Fuente: Archivo de Bogotá – Fondo Concejo de Bogotá (desagregados) Referencia: 604.3589-84.

del plano que tomó cerca de seis años. En general, estos nuevos barrios no se ajustaban a los criterios del plano de Bogotá Futuro y formaban parte de lo que Enrique Uribe Ramírez, el ingeniero del plano, consideraba una forma de desarrollo absurda que daba lugar a barrios que calificaba como inconvenientes, faltos de higiene y estética. A los ingenieros de la Administración municipal de la época no les faltaron razones para criticar este tipo de desarrollo que no se ajustaba a ningún plan y que solo tenía en cuenta los intereses de los urbanizadores. Uno de los aspectos que más les preocupaba era la forma dispersa de la ciudad, que dejaba grandes predios vacíos entre los diferentes desarrollos. Por tanto, la imagen urbana era, más bien, un cúmulo de imágenes de sectores distintos y diferenciados que el habitante urbano reconstruía en su imaginación según su cotidianidad. Este desarrollo fragmentario se reflejaba


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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

en la discontinuidad del espacio urbano que obligaba a los habitantes de algunos sectores a dar largos rodeos para ir de un lugar a otro15. Los contrastes entre estos fragmentos no podían ser más evidentes: por un lado, estaban las quintas o los barrios de viviendas burguesas de grandes proporciones y, por otro, estaban las “chozas” del Paseo Bolívar o los barrios obreros sin instalaciones de agua, alcantarillado o transporte, como el barrio Ricaurte, por poner tan solo uno de muchos ejemplos. Las profundas contradicciones que conllevaba transformar la ciudad según los criterios de higiene y ornato que imperaron desde finales del siglo XIX fueron evidentes en el caso de la intervención del Paseo Bolívar, una zona de viviendas de precarias condiciones, situadas a lado y lado de la vía del mismo nombre, entre la plaza de Egipto y el parque de la Independencia. En especial después de la epidemia de gripa de 1918, las autoridades municipales guiadas por las ideas higienistas vieron en este sector un peligro para la salubridad de los habitantes de la ciudad que debía ser eliminado16. El Paseo Bolívar por su situación topográfica, por su lamentable estado actual, por la clase antihigiénica de viviendas en él establecidas, es tal vez el foco de infección más peligroso para la ciudad. Prácticamente la experiencia ha demostrado ser este el punto de partida de casi todas las epidemias que han azotado la ciudad. En verano, los vientos del Boquerón arrojan sobre la ciudad el polvo de estos suburbios, poblados de chozas infectas donde la clase más menesterosa de nuestro pueblo vegeta en la más lastimosa miseria; y en invierno, las corrientes que bajan de los cerros arrastran también a lo largo de toda la población las inmundicias acumuladas en esas lomas. Todo esto 15

Prueba de ello es la solicitud que hizo la Inspección 8.a de Chapinero en el informe de 1923-1925 para la construcción de las calles 48, 49, 50, 51, 52, 55 y 56, de oriente a occidente, que comunicaran la carrera 7.a con la carrera 13 con el fin de posibilitar que los vecinos de la parte alta pudieran bajar a las estaciones del tranvía.

16

El incremento demográfico en este sector era evidente. Para 1890 se calculaba en 375 el número de viviendas precarias que cubrían las faldas de los cerros entre Guadalupe y La Peña, sobre el camino de Agua Nueva. En 1921 habían aumentado a 960, según un censo realizado ese mismo año. Ver Isaac Arias Argáez, Observaciones sobre la higiene de Bogotá (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1890), 17 y Memoria municipal de Bogotá, correspondiente al bienio de 1923 a 1925. Mensaje del presidente del consejo municipal, señor Francisco Samper Madrid, al pueblo de Bogotá y al nuevo personal del cabildo e informes de los jefes de las dependencias municipales sobre las tareas de administración en el periodo comprendido entre el 1º de noviembre de 1923 y el 31 de octubre de 1925 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1925), 44 y cuadro anexo.


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Imagen de las pavimentaciones realizadas en

sin contar su maleado medio moral, pues allí se ha establecido el más terrible

el centro de la ciudad: “Asfaltado de la carrera

baluarte de nuestra hampa. La destrucción de tales focos de infección, que

12, entre las calles 23 y 24”. Fuente: Memoria

son las chozas miserables del Paseo Bolívar, su sustitución por arbolados que a

Municipal de Bogotá correspondiente al

la vez que embellezcan esa importante avenida, la más pintoresca de Bogotá,

bienio de 1925 a 1927. Imprenta Municipal,

purifiquen el aire que ha de ventilar el poblado, es pues, la más práctica de

Bogotá, 1927 inserto entre pp. 226 y 227).

todas las medidas de higiene […] Cada choza que allí se extinga será un foco menos de epidemias, una guarida también menos para el vicio y el crimen que han ido a buscar albergue a aquellos tugurios, un futuro centro de salud y una nota más de belleza para Bogotá17.

La falta de servicios básicos de aseo, acueducto y alcantarillado en uno de los sectores más pobres de la ciudad, pero muy próximo al centro y a la vida urbana de Bogotá, convirtió este lugar en una preocupación constante tanto del Concejo como de la Sociedad de Embellecimiento, institución que

17

Archivo de Bogotá (ADB), Fondo Concejo de Bogotá, 604.3615, folios 316-319. El énfasis es nuestro.


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La imagen de Bogotá en la obra de Alberto Manrique Martín

representaba el deseo de la élite bogotana por un cambio en la imagen de la capital. Desde la administración de Alberto Manrique Martín, hasta finales de la década de 1930, el Paseo Bolívar fue objeto de fuertes discusiones que dieron como resultado la progresiva compra y demolición de las viviendas existentes para construir un parque diseñado por el Departamento de Urbanismo, inaugurado con motivo del cuarto centenario de la ciudad, en 1938. Otros sectores urbanos no recibieron la misma atención. En las décadas de 1930 y 1940 se comenzaron a sentir de manera palpable las consecuencias de este desarrollo que había generado un gran número de barrios aislados, sin conexión con las redes de servicios públicos, sin áreas libres y, en general, sin ningún tipo de infraestructura de servicios básicos. La prensa de la época dio cuenta de las numerosas protestas de los habitantes de los barrios obreros que, después de diez o quince años de haber sido habitados, carecían de lo mínimo. Por otro lado la imagen del centro cambiaba a partir del ensanche y construcción de nuevas avenidas —como la Jiménez, la Caracas y la carrera 10.ª—, así como con la construcción de edificios de mayor porte —muchos de ellos con la participación o autoría de Alberto Manrique Martín—, la pavimentación definitiva de las calles y la masificación de nuevos medios de transporte. El desarrollo de zonas residenciales entre Chapinero y el centro, con nuevas características urbanas y arquitectónicas, también hacen parte de esa transformación, y son el escenario ideal para el desarrollo de propuestas por parte de la firma Manrique —principalmente en construcciones de casas en Teusaquillo, La Merced o incluso barrios más allá de los límites tradicionales de la ciudad de la primera mitad del siglo XX y de los nuevos barrios del norte, como El Nogal—. De este modo, un proceso de transformación empieza a materializar una imagen de “modernización urbana” en partes fragmentadas de Bogotá. El aporte de Manrique Martín fue significativo y dejó una impronta que aún ahora es perceptible en la ciudad. Con ello se evidenciaba que la transformación de la ciudad en las primeras décadas del siglo XX fue estructural y determinó su desarrollo en el futuro. En este proceso, cada uno de los grupos de actores que participaron contribuyeron a moldear su imagen de modos muy distintos.


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Bibliografía Archivo de Bogotá (ADB), Fondo Concejo de Bogotá, 604.3615, folios 316-319. Arias Argáez, Isaac. Observaciones sobre la higiene de Bogotá. Bogotá: Imprenta de la Nación, 1890. “Bogotá y su Concejo municipal”. El Tiempo, 6 de agosto, 1919, 1. Escritura del empréstito municipal de Bogotá. Bogotá: Imprenta Municipal, 1924. Fishman, Robert. Bourgeois Utopias. The Rise and Fall of Suburbia. Nueva York: Basic Books, 1987. Manrique Martín, Alberto. Informe del presidente del Concejo Municipal de Bogotá, doctor A. Manrique Martín, ante la misma corporación sobre las tareas de esta en su periodo de 1.º de noviembre de 1919 a 31 de octubre de 1921. Bogotá: Imprenta Municipal, 1921. Mensaje del presidente del consejo municipal, señor Francisco Samper Madrid, al pueblo de Bogotá y al nuevo personal del cabildo e informes de los jefes de las dependencias municipales sobre las tareas de administración en el periodo comprendido entre el 1º de noviembre de 1923 y el 31 de octubre de 1925. Bogotá: Imprenta Municipal, 1925. Ortega, Alfredo. “La arquitectura de Bogotá”. Revista Contemporánea III (1904): 223-236. Ortega Díaz, Alfredo. Arquitectura de Bogotá. Bogotá: Proa, [1924] 1988. Primer Centenario de la Independencia de Colombia: 1810-1910. Bogotá: Escuela Tipografía Salesiana, 1911. “La primera ciudad lineal española”. Renacimiento 12 (18 de septiembre de 1922): 2 “Proyecto de urbanización y alcantarillado para Chapinero”. Renacimiento 16 (12 de diciembre de 1922): 5.

Páginas 162 y 163: Aerofotografía del barrio Santa Sofía y alrededores. ca. 1950. Foto: Fondo Saúl Orduz / Colección Museo de Bogotá.




Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano Hugo Delgadillo1


Hugo Delgadillo

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Alberto Manrique Martín: constructor de espacios y experiencias Es probable que uno de los perfiles menos conocidos de la obra emprendida por Alberto Manrique Martín sea la actividad que gestionó y materializó sobre el espacio urbano en Bogotá. Su labor hizo parte de un momento histórico de cambios con los que se buscaba desarrollar un nuevo ordenamiento y la resignificación de algunos de los espacios abiertos en la ciudad, además de los símbolos heredados del periodo colonial y de la segunda mitad del siglo XIX, como también de los procesos asociados al progreso que conllevó el surgimiento de nuevos lugares durante los primeros años del siglo XX. Este hecho no fue casual ni fortuito, por el contrario, se presentó como una respuesta al fenómeno de aceleración progresiva que hacía parte de la intención de erigir una nueva ciudad. En este sentido, la contribución de Manrique Martín fue asociada a las nuevas formas de razonar lo estético, la consolidación de formas de sociabilidad y el surgimiento de nuevos sitios de descanso y entretenimiento. Su trabajo como diseñador urbano se destacó gracias a la formulación y proyección de propuestas que integraron y prolongaron espacios, además de la dirección de varios proyectos que hicieron parte de la nueva escenografía urbana en la bella época, y que implicaba nuevas formas de sociabilización para el regocijo de los ciudadanos que con el paso de los años perdieron visibilidad en los anales de la historia. Manrique Martín participó de manera activa en las diferentes transformaciones que experimentó el espacio público en Bogotá, gracias a su compromiso como socio de la Sociedad de Embellecimiento, “institución establecida con el propósito de favorecer el embellecimiento y saneamiento de la ciudad, que tuvo por objeto la introducción de mejoras urbanas emprendidas por ciudadanos particulares como miembros de una sociedad civilizada”2. Esta organización trascendía el interés particular; allí se buscaban soluciones para la ciudad, fundamentadas sobre un discurso modernizador formulado a partir de la estrecha relación entre progreso, higiene y estética. Acerca de la

Costado noroccidental del parque Santander,

1

donde se destaca la terraza diseñada y construida por Alberto Manrique Martín.

Historiador. Estudiante de la Maestría en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Nacional de Colombia.

2

María Clara Torres, “El alcantarillado de Bogotá, 1886-1938. Institucionalización de

Fuente: Cromos XXIV, n.º 577, 1.º de octubre

un problema ambiental” (trabajo de grado para optar al título de magíster en Medio

de 1927.

Ambiente y Desarrollo, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2009), 20.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

reputación y de las iniciativas emprendidas por la Sociedad, en 1921 Alberto

Tramo central del Parque de la

Manrique Martín reseñaba lo siguiente:

Independencia; donde se aprecian los

Es bien conocida del público la labor tan importante que gestiona en esta ciudad la Sociedad de Embellecimiento formada por un núcleo de caballeros honorables y distinguidos de nuestra capital. Estos caballeros con un verdadero entusiasmo y con un espíritu público muy marcado, y alejados de toda clase de política, y de aspiraciones banales, trabajan con intensidad y éxito en todas aquellas obras que sirven de ornato para la ciudad.3

Un breve acercamiento a la Sociedad de Embellecimiento permite identificar que su origen se remonta a la expedición de la Resolución del 8 de julio de 1913, mediante la cual el Concejo Municipal facultó al alcalde para organizarla. Este hecho se verificó durante la administración de Raimundo Rivas, quien expidió el Decreto 10 del 17 de marzo de 1917, que en el artículo 1.o estableció la creación de la Sociedad. Su sesión inaugural fue realizada en el Palacio Municipal el sábado 31 de marzo de ese mismo año4. 3

Informe del presidente del Concejo Municipal de Bogotá (Bogotá: Imprenta Municipal, 1921), 126.

4

La fundación y los primeros años de existencia de la Sociedad de Embellecimiento están precedidos por una serie de iniciativas públicas y privadas para establecer esta importante entidad cívica, proceso que comenzó en la segunda mitad del siglo XIX. La primera de ellas fue promovida mediante la ordenanza expedida el 14 de octubre de 1863, que estableció la primera Junta de Aseo y Ornato en la ciudad. Dos años después el Cabildo, mediante el artículo 8 del Acuerdo 4 del 24 de 1865, estableció la Junta de Fomento que, entre otros aspectos, fue la encargada de adelantar los trabajos de empedrados de calles, aceras y plazas en la ciudad.

pabellones Egipcio, de Bellas Artes y el denominado Quiosco de la Luz. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No registro XIII - 1031c.


Hugo Delgadillo

Avenida de Cristóbal Colón frente a la Estación

Los socios fundadores convocados y nombrados por Rivas fueron: “los

del Ferrocarril de la Sabana, espacio que

señores Eudoro Pedroza, don Marcelino Vargas, presbítero doctor José Alejandro Bermúdez, don Antonio Izquierdo, don José María Samper Bruch, don Andrés Marroquín, José Joaquín Pérez, don Agustín Nieto

por varias décadas albergó el monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No resgitro XIV-1118b.

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Caballero, don Zenón Escobar Padilla y don Abraham Cortés”.5 Más tarde, el alcalde de la ciudad fue declarado miembro principal de la Sociedad y, como miembros honorarios, el presidente de la República, el arzobispo de Bogotá, el ministro de Obras Públicas, el gobernador de Cundinamarca, el director de Obras Públicas Nacionales y el presidente del Concejo Municipal. La estructura de la Sociedad estuvo constituida por la figura de un presidente, un vicepresidente, un tesorero y un secretario, además de las Luego fue reemplazada por las juntas de embellecimiento que fueron establecidas por medio del acuerdo expedido el 5 de diciembre de 1874. Esta iniciativa fue suprimida en 1883, durante la administración del Alcalde Cenón Figueredo, y en su lugar fueron organizadas nuevas juntas de obras materiales y de asistencia social. Más tarde, mediante el Acuerdo 4 del 8 de febrero de 1884, se estableció la Junta de Aseo y Ornato de la ciudad, cuyo interés primordial radicaba en materializar el embellecimiento de la urbe, iniciativa que en gran medida fue modificada por el Acuerdo 3 del 9 de febrero de 1886, que reorganizó su estructura y funciones y le asignó el nombre de Junta de Aseo, Ornato y Salubridad. Esta presentó una ligera modificación gracias al Acuerdo 11 de 1887. A inicios del mes de julio de 1898, se estableció una nueva junta, que se denominó Compañía de Aseo y Ornato de Bogotá, cuya existencia fue breve, pero alcanzó a emprender importantes mejoras sobre el Camino de Occidente. 5

“Juntas Precursoras”, Boletín de la Sociedad de Embellecimiento 51, tercera época (marzo, 1927), 372.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

comisiones permanentes establecidas en su mayoría entre los años de 1917

Avenida Jiménez de Quesada a la altura de

y 1918, que con el paso de los años cambiaron de nombre y función. Entre

Las Aguas, lugar donde se pueden observar

ellas se pueden señalar: Parques y Jardines - Boletín y Propaganda - Andenes y Pavimentos - Higiene y Propaganda Antialcohólica - Embellecimiento de la Plaza de Bolívar Premio Anual a Inspectores - Embellecimiento Paseo Bolívar - Presupuestos, Protección a la Infancia - Concurso de Vitrinas - Cementerios, Gestiones ante el Concejo - Árbitros Fiscales y Bombas de Gasolina. Asimismo, fueron organizados los Comités de Mejoras Públicas, que más tarde fueron llamados Juntas de Mejoras Públicas o Juntas de Embellecimiento, creadas con el objeto de armonizar y complementar las labores de la Sociedad, además de apoyar el

los jardines realizados por la Comisión de Parques de la Sociedad de Embellecimiento y la Junta de Mejoras Públicas del barrio de Las Aguas. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No registro XI-848b.


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progreso de los diferentes barrios de la ciudad, entre ellos, Chapinero, Las Aguas, Santa Bárbara, Sucre, Ricaurte, San Diego, Las Cruces y Córdoba.6

El año de 1918 no solo fue fundamental para la Sociedad de Embellecimiento, sino para la historia urbana de Bogotá, puesto que luego de meses de arduo trabajo se alcanzaron y concretaron tres hechos de gran transcendencia. El primero se presentó el 6 de mayo con la publicación del primer ejemplar del Boletín de la Sociedad de Embellecimiento de Bogotá, su órgano difusor, en el que se divulgaban las actas, informes de comisiones y trabajos desarrollados, además de numerosos artículos y noticias referentes a sus actividades cívicas. El segundo está relacionado con el Acuerdo Municipal número 2 del 9 de marzo de ese año, donde se estipuló que, “a partir del Membrete de la Comisión de Parques y Jardínes de la Sociedad de Embellecimiento. Extraído del oficio fechado el 30 de diciembre de 1924. Fuente: Sociedad de Mejoras y

1.o de enero de 1918, los parques, jardines y avenidas públicas de Bogotá estarán bajo administración autónoma y cuidado exclusivo de la Sociedad de Embellecimiento”. Por último, gracias a la oportuna colaboración de los socios Álvaro Uribe y José María Samper Bruch, el 14 de febrero de ese

Ornato de Bogotá. Manuscritos 1899-1924, 30

mismo año, el Ministerio de Obras Públicas adjudicó a la Sociedad “la conser-

de diciembre de 1924.

vación y mejora de los parques, jardines y avenidas nacionales en la ciudad que al momento de la entrega los mencionados parques se encontraban en notorio estado de descuido”.7 La Comisión de Parques y Jardines, que años más tarde recibió el nombre de Comisión de Parques, Jardines y Avenidas, estuvo a cargo de su administración, así como de las dependencias de la Quinta de Bolívar, el Vivero Municipal, el Bosque de la Bandera, además de algunas calles y carreras, como la Avenida Chile. Su compleja labor inicialmente contó con la valiosa colaboración de los socios Marceliano Vargas, Gustavo Santos y José María Saiz, a la que más tarde se unieron el empresario Antonio Izquierdo Latorre y el ingeniero Arturo Jaramillo Concha. Con este último, Manrique Martín estableció una larga relación de fraternidad que comenzó el 14 de agosto de 1918, cuando juntos aceptaron una comisión para estudiar una “obra de construcción en la iglesia de Santa Bárbara”, a propósito de la cual establecieron que no reunía “las condiciones de solidez y estética requeridas”; por tal motivo, elaboraron gratuitamente los planos de la fachada y de la nueva torre8.

6

Barrio localizado al noroeste de la ciudad, oficialmente inaugurado el 16 de febrero de 1916.

7

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, información extraída del informe presentado por la Sociedad de Embellecimiento al Concejo Municipal el 21 de diciembre de 1918.

8

Obra construida a inicios de los años veinte y que fue demolida luego de los disturbios ocurridos el 9 de abril de 1948.


170

Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

La primera obra material emprendida por la Comisión de Parques fue la

Plazuela de Las Nieves (plazuela de Caldas)

reforma de la plazuela de Caldas, adelantada como una medida encaminada

luego de la remodelación emprendida por

a “combatir el desaseo y abandono del lugar”. Contó con planos de Arturo Jaramillo, además de la cooperación de los vecinos de Las Nieves y de Cemento Samper, a lo que se sumaron los fondos recaudados con un garden party celebrado en el Bosque Izquierdo. Su entrega oficial se verificó el viernes 19 de julio de 19189. Entre las numerosas intervenciones efectuadas sobre el espacio urbano por Parques y Jardines en beneficio de la ciudad, se pueden mencionar la arborización de la Carretera Central del Norte, la ampliación y reparación de la calle 26, y la construcción y remodelación de las plazuelas de Bolivia y Maza. Manrique Martín hizo parte de la Sociedad de Embellecimiento en dos periodos: el primero inició el 12 de junio de 1918 y se extendió hasta el 18 de junio de 1928; el segundo, desde el 1.o de julio de 1930 y hasta la primera mitad de 9

“Plazuela de Caldas”, El Tiempo, 20 de julio, 1918, 2.

la Sociedad de Embellecimiento, que contó con planos elaborados por Arturo Jaramillo Concha, y fue entregada a la ciudad el 19 de julio de 1918. Foto: El Gráfico XI, n.º 576, 12 de noviembre de 1921.


Hugo Delgadillo

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los años cincuenta. Acerca de su nombramiento inicial como socio, las actas permiten identificar que el proceso comenzó en la sesión celebrada el 5 de junio de 1918, cuando la Sociedad de Embellecimiento “declaró vacantes los puestos de los señores Álvaro Uribe y Pablo Rocha quienes no pudieron concurrir a las sesiones de la corporación”. Por tal motivo, fueron propuestos los nombres de cinco candidatos para reemplazarlos: Alberto Manrique Martín, Joaquín Castro, Sebastián Carrasquilla, Julio Posada y Escipión Rodríguez. Más tarde, en la noche del 12 de junio de ese mismo año, la Presidencia dio cuenta del oficio expedido por el alcalde Gerardo Arrubla que autorizaba a Manrique Martín y Julio Posada como nuevos miembros de la Sociedad de Embellecimiento10. Es importante anotar que su llegada a la Sociedad se presentó en medio de un periodo caracterizado por cambios, gracias al emprendimiento de varios de los socios, en su mayoría personas con una reconocida trayectoria pública que habían expresado con anterioridad, y de manera particular, un marcado interés por aportar e intervenir en decisiones trascendentales a favor de la ciudad. Ellos realizaron labores forjadas desde su cotidianidad como abogados, empresarios, ingenieros, comerciantes y médicos. Entre los voceros de esa modernidad, se pueden referir los nombres de José María Piedrahíta, Agustín Nieto Caballero y José María Saiz. Por varios años, Manrique Martín alternó su labor profesional con su faceta como miembro de la Sociedad, donde participó acuciosamente en varias comisiones y en diferentes periodos. Entre ellas se encuentran las comisiones de Andenes y Pavimentos, de Fachadas, de Embellecimiento del Paseo Bolívar y de Higiene11. En todas estas formuló y emprendió diversos estudios que hicieron parte de la época más fructífera de la Sociedad, que paulatinamente generaron un nuevo escenario urbano. La primera sesión en la que participó como socio se celebró el 19 de junio de 1918. Ese mismo día fue elegido para hacer parte de la Comisión Permanente de Higiene; su primera comisión fue asignada en compañía de Simón Araújo y Rufino Gutiérrez, e hizo parte de una segunda representación para exponer una proposición sustantiva acerca de un estudio sobre el cambio de nomenclatura de las calles en la ciudad. Afirmaba que no era necesario “hacer modificación

10

Su nombramiento como socio antecedió por escasos días la inauguración del nuevo edificio escolar “modelo” del barrio de Las Nieves, realizada el 30 de junio de 1918, obra dirigida por Manrique Martín. Véase “La inauguración de la escuela pública de Las Nieves”, El Tiempo, 1.o de 1918, 2.

11

Sociedad de Mejoras y Ornato, acta de la sesión del día 3 de julio de 1918.



Hugo Delgadillo

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alguna a los sistemas de numeración”; adicionalmente propuso “que al abrirse nuevas calles y carreras al sur y oriente de la ciudad se les pongan nombres especiales”. Entre las numerosas gestiones realizadas por Manrique Martín para la Sociedad, se pueden señalar las siguientes: •

Comisión para adelantar estudios para arborización de avenidas y parques.

Estudios para el saneamiento de las rondas de los ríos, calles y plazuelas.

Comisión para conseguir equipamientos urbanos y brindar soluciones de vivienda para los sectores socialmente menos favorecidos.

Estudio para el establecimiento de un sistema de quioscos modernos, para comercializar cigarrillos, fósforos, periódicos, flores, frutas, tiquetes para teatros, donde se prohibía la venta de licores y bebidas fermentadas.

Comisión para estudiar un proyecto de acuerdo sobre el embellecimiento general de la ciudad, y revisar una propuesta para que la Compañía de Energía eliminará los postes de las calles y plazas, y que en su lugar fueran instalados cables subterráneos.

Estudio y planeación de la jardinería en los terrenos localizados al oriente y occidente del Puente Bolívar.

Estudio para adelantar la instalación de baños públicos en las calles de la ciudad.

Comisión para elaborar los planos para construir lavaderos públicos.

Estudio para presentar un proyecto general sobre urbanismo y mejoras públicas, que hizo énfasis en la vivienda para obreros y la apertura de vías departamentales que fragmentaban la ciudad.

Comisión que adelantó un estudio del plano de Bogotá Futuro, para rendir un completo informe al Concejo Municipal.

Estudio y planos de un paseo de circunvalación sobre el Paseo Bolívar12.

El interés de Alberto Manrique Martín en formular posibles respuestas frente a las numerosas dificultades que presentaba la ciudad no solo se hizo evidente con su constante participación en la Sociedad de Embellecimiento. Además Vista del proceso constructivo del colector de sección ovoide entre las carreras 7.a y 6.a,

fue miembro suplente de la junta directiva de la Liga Cívica de Bogotá, establecida entre los meses de marzo y abril de 1926, cuyo objetivo principal

durante el proceso de canalizacion del río San Francisco. Foto: Anónimo Fondo Luis Alberto

12

Manrique Martín compartió con frecuencia diversos estudios, comisiones e informes

Acuña Casas / Colección Museo de Bogotá

con los socios Alberto Dupuy, M. Salazar, Arturo Jaramillo, José Joaquín Pérez, Eudoro

MdB 00081.

Pedroza, Julio Garzón Nieto, Joaquín Emilio Cardoso y M. Melendro, entre otros.


“fue trabajar por el mejoramiento de las condiciones físicas y morales de la

Panorámica del Parque del Centenario, una

ciudad” . Acerca de su fundación, en el mes de mayo de ese año, el Boletín

de las primeras obras materiales que empren-

13

de la Sociedad de Embellecimiento le daba la bienvenida con el siguiente editorial: civismo en la gran mayoría de sus habitantes, pero es evidente también que en ella sobresale un selecto grupo de ciudadanos cuyo desinteresado amor a la ciudad y cuyo arraigado espíritu público elevan el nivel cívico de la capital […] prueba de este aserto son, entre otras, la Sociedad de Embellecimiento, la Junta de Beneficencia, las varias juntas de mejoras públicas de los barrios y la Liga Cívica que acaba de fundarse con noble fin. Su labor será la de mantener despierto el espíritu público, propender por el engrandecimiento de la capital, trabajar constantemente colaborando con la entidades públicas y sociedades similares sin invadir la órbita de acción de ninguna de ellas, según sus estatutos.14 13

Entre sus miembros se encontraban Luis Eduardo Nieto Caballero, Nemesio Camacho, José María Piedrahita, Álvaro Uribe, Manuel Vicente Peña, Silvestre Samper Uribe, Manuel Vicente Ortiz y Jorge Atuesta. Véase Sociedad de Mejoras y Ornato, Manuscritos, 1925, s. p.

14

“La Liga Cívica”, Boletín de la Sociedad de Embellecimiento 42, tercera época (mayo, 1926): portada.

dió la Comisión de Parques a favor del ornato de la ciudad. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No XVI-1276a.


Paseo de Bolívar a la altura del Boquerón.

Su interés por la ciudad también se manifestó con su participación en varios

A partir de 1918, su proceso de saneamien-

editoriales donde transmitió en cortas publicaciones algunas reflexiones

to y construcción contó con el apoyo de Alberto Manrique Martín, como miembro de la Comisión de Embellecimiento del Paseo Bolívar. Imagen: Colección de Camilo Andrés Moreno.

y recomendaciones. Fue el caso de Mundo al Día, que en 1924 convocó a varios escritores para que participaran con la producción de reseñas en su editorial titulada “Bogotá”, en las que consignaran sus impresiones acerca de las transformaciones que experimentaba la ciudad. Entre ellos se encontraba Alberto Manrique Martín, quien escribió un artículo titulado “Sobre necesidades urbanas y planes de embellecimiento”, documento que, entre otros aspectos, muestra su posición y propuestas acerca de las carencias que se presentaban para la época, y manifestaba la importancia de extender los servicios del acueducto y alcantarillado y el deterioro que presentaban los cerros tutelares. Adicionalmente, exponía la necesidad de regular las finanzas del municipio para solventar la ejecución de los proyectos que se requerían con urgencia. Igualmente destacaba la intervención la Sociedad de Embellecimiento en el arreglo de jardines y plazas, la urbanización del Paseo Bolívar y la construcción de avenidas15.

15

Alberto Manrique Martín, “Sobre necesidades urbanas y planes de embellecimiento”, Mundo al Día, 23 de abril, 1924, s. p.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

La obra material Entre los años de 1918 y 1919, se presentaron tres importantes episodios en la actividad profesional de Alberto Manrique Martín. Por un lado, fue nombrado concejal de la ciudad, cargo que ocupó entre los años de 1919 y 1921, periodo durante el cual además fue elegido presidente de esta corporación16. Para esta época, estableció su Oficina General de Arquitectura e Ingeniería, junto con su amigo Arturo Jaramillo Concha, donde emprendió significativas obras de arquitectura, topografía, saneamiento y urbanismo en ciudades como Bogotá e Ibagué (véase en este libro el capítulo “La obra arquitectónica de Alberto Manrique Martín”). Por último, el 18 de septiembre de 1918, la Presidencia de la Sociedad de Embellecimiento lo eligió para que hiciera parte de la Comisión de Parques y Jardines17. El trabajo de Alberto Manrique Martín en la Comisión de Parques se relacionó directamente con las nuevas formas de expresión, propias de la época y de su infatigable preocupación por el bienestar de la ciudad. Esto se hizo evidente con su participación en la formulación, diseño y recuperación de áreas urbanas existentes y en la construcción de espacios de encuentro que se asociaban con las nuevas formas que se aproximaban al ideal de progreso, mejores condiciones de higienización en el espacio público y generación de alternativas de esparcimiento. Gracias a su infatigable trabajo, su espíritu progresista y su desinteresada participación en varias obras a favor de Bogotá, muchas de ellas dirigidas de manera gratuita, recibió varios reconocimientos, entre ellos su nombramiento en el mes de mayo de 1928 como presidente de la Comisión de Parques y Jardines, en reemplazo de José María Saiz, quien la había presidido desde su fundación en el año de 1917. No en vano se puede afirmar que la obra material desarrollada por Alberto Manrique Martín a favor del embellecimiento urbano en cierta manera fue una extensión pública de su trabajo como ingeniero. Su compromiso con la Sociedad de Embellecimiento le brindó la posibilidad de participar en la construcción del nuevo paisaje urbano, donde la arquitectura y el diseño que proyectó sobre jardines y parques se encontraban estrechamente relacionados con el paradigma de las formas de representación que se iban a emprender desde la Comisión de Parques y Jardines. Además, su labor hizo parte de 16

“Jurado electoral”, Registro Municipal, año XLIII, n.º 1402 (6 de septiembre, 1919), 3672.

17

Sociedad de Mejoras y Ornato, acta de la sesión del día 18 de septiembre de 1918.


Terraza del Panóptico, construida según

un proyecto transformador en el que las intervenciones que se ejecutaron

planos elaborados por Alberto Manrique

no fueron aisladas, por el contrario, su localización geográfica, dimensiones,

Martín. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No X-797c.

importancia histórica y funciones fueron previamente estudiadas, diseñadas y discutidas, como parte de la propuesta de cambio de la época, que más tarde proyectaban los primeros trazos e ideas sobre la ciudad moderna que se anhelaba instaurar18. Dentro del razonamiento modernizador de la época, su trabajo como diseñador de parques, plazas y jardines en la mayoría de los casos no se ajustaba a un lenguaje determinado o a una familia estilística definida. Más bien hizo parte del gusto ecléctico de la época; a menudo hizo la superposición y reunión de distintos estilos, como el inglés, francés e italiano, que en la mayoría de los casos se fundamentaban en los jardines de carácter mixto que frecuentemente utilizaban tanto las composiciones geométricas como las asimétricas. Este fue un recurso que habitualmente integró en sus diseños y que explotó sin importar la escala y el emplazamiento geográfico de los espacios que intervino, como fue el caso de la plaza Ricaurte y la plazuela

18

Dr. Mirabel, “Lo nuevo y lo viejo”, Cromos XIV, n.º 317 (5 de agosto, 1922), 72.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

Camilo Torres, que perfectamente explicaban la dinámica de cambios que

Plaza de La Argentina en Chapinero, remode-

experimentó gran parte del espacio urbano en Bogotá .

lada por iniciativa de la Comisión de Parques

19

Otra característica que revelaron varios de sus proyectos fueron los límites desbordados, pues habitualmente no eran definidos; con frecuencia, el entorno natural se integró y prolongó sobre los espacios que lo rodeaban,

de la Sociedad de Embellecimiento. En este lugar, en 1925 fue instalado el monumento a San Martín, cuyo busto fue obsequiado a Bogotá por el Club de Veteranos y el Jockey Club de Buenos Aires. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No XI-870.

19

Entre las numerosas obras que desarrolló Manrique Martín, es importante señalar que no se logró identificar con plena certeza el verdadero alcance y su respectiva participación en algunos trabajos promovidos por la Sociedad, como fueron la remodelación de la plaza de Bolívar y de las plazuelas de Las Nieves y Camilo Torres.


Hugo Delgadillo

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como se hizo evidente con la Terraza Pasteur. Así mismo, incorporó gradas, balaustradas y elaboradas terrazas en cemento y piedra, estratos que le brindaban la posibilidad de jugar con la perspectiva dentro de los distintos espacios intervenidos. La presencia de la naturaleza fue una solución definitiva en su trabajo sobre el espacio urbano, impronta que previamente había dejado en la construcción de varias quintas en Chapinero, donde la ejecución de jardines fue una faceta estética que con frecuencia caracterizó sus distintos proyectos. La lectura de la vegetación y el manejo de esta frecuentemente conllevaron que predominaran los prados, las herbáceas y los arbustos. No obstante, esporádicamente integró diseños florísticos en los que sobresalían los rosales y un variado arbolado, organizado por especies como robles, pinos, araucarias, pimientos, cedros, acacias y cauchos. Asimismo, Manrique Martín solía utilizar diferentes niveles o estratos vegetales elaborados como una herramienta habitual que rompió la regularidad en sus diseños; este fue el caso de las praderas en contorno y los pinos como cercas vivas que diseñó para el parque de Los Mártires. Además de la exuberancia del componente vegetal, otros elementos que complementaron su repertorio sobre el espacio urbano fueron los candelabros de armadura de hierro, jarrones en cemento, bancos en piedra y, esporádicamente, espejos y fuentes de agua. Estas intervenciones en definitiva fueron integradas al rendez vous de los bogotanos, que entre otras manifestaciones se hizo evidente con las retretas de las tardes y los encuentros que se realizaban usualmente en el parque Santander. Una inflexión profesional que determinó en gran medida el carácter de su obra sobre el espacio urbano fue trabajar con destacados artistas, como los escultores Olinto Marcuchi, José Ramón Montejo, Joselyn Rodríguez y el Taller de Artes Aplicadas de Colombo y Mauricio Ramelli, además de Antonio Rodríguez del Villar, con quien emprendió varios trabajos. Entre los proyectos de arquitectura en los que este grupo de artistas colaboró con cierta frecuencia, se pueden mencionar: el Palacio Nacional de la Policía, el edificio Cubillos, la residencia para Leo S. Kopp y Olga Dávila, el edificio Matiz y las quintas Estambul y Creta en Chapinero.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

La obra diseñada no ejecutada

Aspecto del jardín oriental de la plaza Ricaurte, durante su inauguración el 7 de agosto de 1924. La obra contó con planos de Alberto

Proyecto de monumento a la Santísima Virgen María, cerro de Guadalupe El viernes 31 de agosto de 1917, un fuerte terremoto prácticamente derrumbó la capilla erigida en la cima del cerro de Guadalupe. Ese año se estableció la Junta del Monumento a la Virgen Inmaculada en Guadalupe que, en cabeza de su presidente, el doctor Murcia Riaño, tendría por objeto adelantar la reconstrucción del templo y la ardua tarea de gestionar la erección de un monumento en la cumbre de Guadalupe. Inicialmente la obra fue encargada a la Marmolería Italiana Titto Ricci, pero el presupuesto no soportaba los altos costos que generaba emprender el monumento en mármol. Es así como la estatua colosal fue comisionada al

Manrique Martín y Pablo de la Cruz. Foto: El Gráfico XV, n.º 699, 9 de agosto de 1924


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escultor español Antonio Rodríguez del Villar, para que fuera hecha en piedra, y el proyecto del pedestal fue adelantado por Alberto Manrique Martín. Acerca de esta iniciativa, se formularon dos propuestas para el monumento. La primera salió publicada en diciembre de 1922, bajo el nombre “Proyecto de monumento para Guadalupe”, que fue elaborada por Manrique Martín y se encuentra acompañada por una descripción del pedestal: […] tiene una altura de 20 metros y una base de sustentación de 9 x 9; su interior es vacío con el fin de formar una pequeña capilla, decorada en el mismo estilo del monumento en general; a los lados laterales grandes pilones también en piedra que soportan dos figurativas que llevan luz eléctrica. La entrada a este monumento en la pequeña superficie plana que posee el cerro se hará por amplias galerías contorneadas por balaustradas, poniendo además en sus contornos fuentes satentes y jardines variados.20

Años más tarde, gracias a la iniciativa del señor Pablo E. Murcia, en la mañana del domingo 25 de abril de 1926 se adelantó una peregrinación religiosa, Proyecto del monumento a la Santísima Virgen

con alrededor de 2.000 fieles, que partió desde la Iglesia de Nuestra Señora

María en el cerro de Guadalupe, por Alberto

de Egipto hasta Guadalupe, como manifestación del interés que surgió

Manrique Martín. Fuente: Boletín Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá; Boletín de la Sociedad de Embellecimiento (tercera época) 42, mayo de 1926.

a favor de la erección de un nuevo monumento en honor a la Virgen de Guadalupe. En este evento fue colocada y bendecida la primera piedra del monumento; además, se puso en el cerro una placa conmemorativa que recordaba el acontecimiento21. Ese mismo año, se publicó un segundo anteproyecto del monumento en el Boletín de la Sociedad de Embellecimiento, donde se mencionaba que “el pedestal tendría 10 metros de altura y la estatua 12 metros de altura”; se afirmaba también que la obra material había sido asignada al escultor A. Rodríguez del Villar y el pedestal, a Manrique Martín22. Sin embargo, por razones desconocidas, ambas proyecciones quedaron detenidas, a pesar de que Rodríguez del Villar adelantó una parte de la escultura. Según los dos dibujos publicados se puede decir que ambos proyectos eran totalmente diferentes, no solo en el concepto de las esculturas pedestres, sino también en el respectivo diseño de los pedestales y las peanas. Además de diseñar el proyecto para el monumento en honor a la Santísima Virgen María, es oportuno señalar que desde 1918 Manrique Martín

20

Alberto Manrique Martín, “Decoración del cerro de Guadalupe: su importancia”, Renacimiento 16 (12 de diciembre, 1922), 2.

21

“Peregrinación a Guadalupe”, Mundo al Día, 26 de abril, 1926, portada.

22

“Monumento a Guadalupe”, Boletín de la Sociedad de Embellecimiento 42, tercera época (mayo, 1926), 172.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

respaldaba la iniciativa del R. P. Jorge Murcia Riaño de impulsar la construcción de la carretera a Guadalupe. Consideraba que tendría que ser una amplia vía por la que pudieran transitar cómodamente coches y automóviles desde el centro de la ciudad, pasando por el Paseo Bolívar hasta llegar al cerro de Guadalupe; además, suponía que sería una obra de gran utilidad pública para eliminar los focos de infección y que en pocos años se transformaría en uno de los paseos más bellos de Bogotá. Su postura se ratificó en 1919, cuando junto con Arturo Jaramillo integraron una comisión que emitió un concepto favorable respecto a la intención de construir una carretera a Guadalupe. Manrique Martín señaló que era necesaria a pesar de los peligros que presentaba el lugar, por encontrarse en una zona lejana del centro de la ciudad23.

Capilla del Cementerio Central A inicios de la década de 1940, la capilla del Cementerio Central presentaba un abrumante deterioro. Por tal motivo fue contemplada la construcción de una nueva edificación; el proyecto fue elaborado en 1941 por el ingeniero Ramón Montejo. Sin embargo, en el mes de junio de 1943, se formularon las bases para un concurso público, en el que participaron varios ingenieros, entre ellos Arturo Jaramillo, Miguel Rosales León y Alberto Manrique Martín. Finalmente, en la sesión del 22 de septiembre de 1943, la Sociedad de Embellecimiento anunció que había sido elegido el anteproyecto presentado por la firma A. Manrique Martín e Hijos Limitada24. La propuesta no se ejecutó por varias causas, entre ellas, la falta de presupuesto para financiar la obra, el cambio del lote en el cementerio y la respectiva reducción del área para llevar adelante su construcción. A pesar de lo anterior, Manrique Martín elaboró dos nuevos proyectos que se ajustaron a las nuevas necesidades, pero tampoco se ejecutaron.

Arco de Triunfo para el Centenario de la Batalla de Boyacá En 1918, con motivo de la proximidad de la conmemoración del primer Centenario de la Batalla de Boyacá, la Academia Colombiana de Historia nombró una comisión para elegir el lugar más favorable para emplazar un arco triunfal consagrado en honor a los libertadores de la patria, además de adelantar las gestiones que se requerían para la construcción de dicha iniciativa. El proyecto elegido fue obra del ingeniero Arturo Jaramillo Concha, trabajo que comúnmente fue denominado Arco de los libertadores. Es así 23

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 15 de febrero de 1919.

24

Sociedad de Mejoras y Ornato, acta de la sesión del día 22 de septiembre de 1943, 155.


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como el 30 de enero de ese año “solicita la cooperación a la Sociedad de Embellecimiento para levantar el arco” y el lugar elegido para su emplazamiento fue la zona intermedia de la Avenida de la República, a la altura del bosque de la Independencia y el parque del Centenario. El arco se levantaría sobre una plataforma ligeramente elevada, para darle base y aislarlo del tráfico diario; llevaría dos escalinatas al interior de acceso a la parte alta, donde se abriría en el ático un salón con el objeto de formar un museo de la independencia que fue proyectado por Alberto Manrique Martín.25

Por razones desconocidas el proyecto no avanzó a su etapa material, a pesar de las múltiples gestiones adelantadas para llevarlo a buen término. En la edición del 11 de mayo de ese mismo año, Cromos publicó una fotografía de una maqueta titulada Arco de triunfo para el Centenario de Boyacá, ejecutada a escala 1/25 y elaborada por Pedro Luis Martín, y se señalaba como autor de la propuesta a A. Manrique Martín & Co. En líneas generales, la pieza seguía el Arco de Tito en Roma y presentaba una ornamentación profusa. Infortunadamente no se tiene información sobre cuál fue el propósito del proyecto elaborado por Manrique Martín, así como su respectivo alcance.

La obra construida Terraza El Dorado Fue la primera obra que adelantó Manrique Martín sobre el espacio público en la ciudad. Su construcción se debe a la iniciativa de Agustín Nieto Caballero, que desde mediados de 1918 se interesó por recuperar los prados existentes de El Dorado, puesto que se encontraban en un alarmante estado de abandono. Por tal motivo, el 21 de agosto de ese año, la Presidencia de la Sociedad designó una comisión formada por los señores Nieto Caballero y Pedroza, bajo la asesoría de Manrique Martín, para estudiar el uso más apropiado y la posibilidad de establecer allí un mercado de flores26. Después de adelantar la gestión de consulta con los propietarios de las casas que colindaban con el costado oriental, los vecinos inicialmente estuvieron dispuestos a contribuir con cuotas económicas proporcionales con los trabajos que se pensaban acometer.

25

“A la gloria de los Libertadores”, El Gráfico 9, n.º 414, 8 de junio, 1918, portada.

26

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 21 de agosto de 1918.



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Terraza El Dorado, primera obra material em-

Fue así como la Presidencia emprendió la remodelación del lugar. Comisionó

prendida por Alberto Manrique Martín sobre

el diseño y la dirección de la obra al ingeniero Manrique Martín, que en líneas

el espacio público de Bogotá. Foto: Colección de Alberto Escovar. Página 184:

generales conservó y siguió la propuesta efectuada meses atrás por Nieto Caballero, quien había sugerido “levantar a la orilla del andén una pequeña muralla de piedra o cemento”27. El proyecto contempló la construcción de

Fotografía de la maqueta titulada Arco del

una amplia terraza con una superficie cubierta por una capa de asfalto. En

triunfo para el Centenario de Boyacá, diseña-

su costado occidental contaba con una balaustrada en cemento donde se

da por Alberto Manrique Martín en 1918.

destacaban los sólidos basamentos que recibían diez hermosos candelabros

Fuente: Cromos V, n.º 113 (11 de mayo de 1918).

adornados con sus respectivas bombas eléctricas, fila que fue interrumpida por una serie de cuatro escalinatas que permitían el ingreso y salida sobre la Avenida de La República, entre las calles 23 y 24 (costado oriental). Los trabajos iniciaron en septiembre de ese año, pero al poco tiempo comenzaron a presentar inconvenientes por el frecuente incumplimiento en las 27

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 21 de agosto de 1918.


contribuciones de los vecinos, hasta el punto que la Sociedad suspendió los

Vista desde la Terraza El Dorado hacia la

trabajos. Además, “obtuvo con el Banco Mercantil Americano un préstamo

Avenida de la República. Fuente: El Gráfico IX,

de $ 1.000 amortizable por trimestres a razón de $250, esta suma será invertida en la terminación de la Terraza del Dorado obra urgente e inaplazable”28. Finalmente la terraza fue concluida entre los meses de mayo y junio, y solemnemente entregada en julio de 1919 al alcalde de la ciudad durante los festejos patrios con motivo del Centenario de la Batalla de Boyacá. En el marco de la celebración, el 6 de agosto fue inaugurada una exposición nacional de bellas artes en el parque de la Independencia. Dentro de los trabajos 28

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 19 de febrero de 1919.

n.º 477-478, 19 de julio de 1919.


Hugo Delgadillo

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expuestos había importantes pinturas de artistas como Ricardo Borrero, Francisco Antonio Cano y Jesús María Zamora. Se destacó la presentación del “plano acotado y en relieve del campo de la batalla de Boyacá”, elaborado en yeso por Manrique Martín, que recibió gran atención del público asistente y de los expertos. Para la época de construcción de la terraza, esta fue considerada como una notable mejora urbana y señalada como un trabajo de utilidad pública para los transeúntes de una las principales vías de la ciudad. Esta obra material antecedió a la denominada Terraza del Panóptico, cuyos planos fueron elaborados entre 1918 y 1919 por Manrique Martín, como una oportuna respuesta para mejorar las pésimas condiciones de salubridad y el desapacible aspecto que presentaba el exterior del Panóptico. Dichos trabajos más tarde fueron complementados con la construcción de excusados y orinales públicos. Mediante la Ley 44 del 22 de septiembre de 1922, se adelantó un homenaje con ocasión de los festejos del centenario del nacimiento de Louis Pasteur. Se estableció la erección de un monumento en su honor y se dispuso que su emplazamiento fuera en la Terraza El Dorado. La ejecución del pedestal fue comisionada a la Marmolería Italiana de Tito Ricci y el busto fue encargado a Antonin Charles; su fundición estuvo a cargo de Ferdinad Barbedienne. La inauguración se efectuó el sábado 14 de julio de 1923, día de la fiesta nacional de Francia. Más tarde, el Concejo Municipal se sumó a la conmemoración mediante el Acuerdo número 60 de 1923, que le dio al lugar el nombre de Terraza Pasteur29. La obra material no solo modificó parcialmente el proyecto elaborado por Manrique Martín, sino que además conllevó que con el paso de los años lentamente se perdiera en la memoria de la ciudad el nombre de Terraza El Dorado.

Jardín José Asunción Silva Entre las iniciativas emprendidas por la Sociedad de Embellecimiento para recuperar algunos de los sitios que por varios años habían sido considerados verdaderos focos de infección en la ciudad, se destacó su intención de recuperar la zona media entre la calle Paláu y la ronda del río San Francisco a la altura del Puente Santander, lugar que por varios años fue conocido con el nombre de Jardín del Puente Santander, y que fue empleado frecuentemente como basurero público. La primera referencia que se conoce de Grupo escultórico en homenaje a Silva, elaborado en arcilla por Antonio Rodríguez

29

María Clara Torres y Hugo Delgadillo, Bogotá un museo a cielo abierto. Guía de

del Villar. Fuente: Cromos XII, n.º 273 de 3 de

monumentos y esculturas conmemorativas en el espacio público (Bogotá: Instituto

septiembre de 1921.

Distrital de Patrimonio Cultural, 2008), 79-80.


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los intentos de recuperar este espacio fue la proposición realizada el 25 de septiembre de 1918 por Eudoro Pedraza, quien invitaba a evaluar las posibilidades de limitar el lugar con una cerca, además de colocar permanentemente un vigilante allí “para acabar con el amenazante y bochornoso foco de infección que se ha formado contra la muralla inmediata al puente por donde pasan de día y de noche miles de habitantes de la ciudad”30. Luego de varias gestiones adelantadas por la Sociedad, finalmente hacia 1920, Alberto Manrique Martín levantó los planos para construir allí un jardín, lugar donde más tarde se acometieron trabajos complementarios para construir urinarios y baños (al igual que el parque de Las Aguas, hoy plazoleta de la Pola). Este espacio continuamente fue víctima de vandalismo, por la desaparición de las plantas y flores sembradas, además de la depredación causada por multitud de aves de corral. La construcción del jardín armonizó con la iniciativa de levantar allí un monumento al poeta bogotano José Asunción Silva, esfuerzo emprendido por algunos de sus fervientes discípulos que pretendían sacar del olvido al excelso poeta. Entre ellos se hallaban Daniel Arias Argáez, Alfonso Robledo, Felipe Santiago Escobar, Eduardo Santos, Samuel Velásquez, Arturo Quijano, Pedro Gómez Corena, Antonio González, Antonio y Gustavo Quijano Torres, Pedro A. Quijano y Luis Tamayo. Ellos se reunieron el 4 de noviembre de 1919 en el estudio del escultor Antonio Rodríguez del Villar, ubicado en el pabellón de Bellas Artes del parque de la Independencia. Además de admirar el busto en arcilla realizado por el escultor español, “acordaron encomendarle la erección de un monumento en honor a Silva, con la ejecución de una maqueta que represente el busto del poeta bogotano, junto con un pedestal simbólico”31. Este evento antecedió la conmemoración de los veinticinco años de la muerte de Silva, celebrada el 24 de mayo de 1921, cuando “un grupo de varios literatos, intelectuales bogotanos, amigos y admiradores del poeta hicieron una peregrinación al cementerio de los suicidas donde se hallaba su tumba, para depositar una espléndida corona con flores”32. Para el mes de septiembre de ese mismo año, Del Villar había elaborado el monumento que le fue encomendado, obra acogida a satisfacción, pero que infortunadamente no trascendió más allá de una maqueta que quedó a la espera del bloque de mármol. 30

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 25 de septiembre de 1918.

31

“Por la gloria de Silva”, Cromos VIII, n.º 187 (8 de noviembre, 1919): s. p.

32

“Aniversario de la muerte de Silva”, El Tiempo, 24 de mayo, 1921, portada.


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Acto inaugural del monumento a José de San Martín. Foto: Daniel Rodriguez, Fondo Daniel Rodríguez / Colección Museo de Bogotá. MdB 19179.

Aunque fueron construidos nueve pequeños prados del jardín entre el 29 de noviembre y el 16 de diciembre de 1922, el proyecto no se logró ejecutar en su totalidad, por causa del litigio de una propiedad vecina, de modo que quedó pendiente el enlucimiento de muros colindantes con el río San Francisco y la instalación de doce candelabros. Esta intervención años más tarde antecedió la construcción del parque Jiménez de Quesada y del denominado parque de los Periodistas.

Monumento a José de San Martín Con motivo de la celebración del primer Centenario de la Batalla de Boyacá, el Acuerdo Municipal 33 del 20 de junio de 1919 estableció que la denominada plaza de Bavaria fuera llamada plaza de los Libertadores. Más tarde este lugar, mediante el Acuerdo 6 del 8 de febrero de 1941, fue elegido para erigir un monumento al libertador José de San Martín. El homenaje había sido antecedido por el monumento a San Martín que donado a la municipalidad



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por el centro de militares en retiro del Ejército, la Armada y el Jockey Club de Buenos Aires, que fue inaugurado el 19 de julio de 1925 en la plaza de la República de la Argentina (Chapinero)33. La primera piedra del monumento al general San Martín fue colocada en la tarde del 3 de agosto de 1938. La donación fue realizada como un homenaje del Gobierno de Argentina a Bogotá, “para sellar sus sentimientos fraternales en ocasión el cuarto centenario de su fundación de la ciudad”34. La selección de su emplazamiento y respectiva orientación fue adelantada por la Secretaría de Obras Públicas, que “hizo la demarcación del sitio apropiado para colocar el monumento” y eligió el jardín ubicado en la zona norte de la plaza. La obra contó con la participación de Alberto Manrique Martín, quien realizó el trazado de la zona aledaña al monumento y el diseño del pedestal. En el archivo de su oficina se encuentran varios planos con distintas escalas del proyecto en general, su localización y las caras principal y lateral del pedestal; algunos de los dibujos, se encuentran fechados en julio de 1940 y citan el nombre del escultor y arquitecto José Ramón Montejo. La inauguración del monumento se realizó el martes 20 de mayo de 194135; la obra consiste en una reproducción de la estatua ecuestre de José de San Martín elaborada por Joseph Louis Dumas y ubicada en la plaza del mismo nombre en Buenos Aires. Gracias a la sugerencia realizada por la Sociedad ese mismo año, el Concejo se sumó a los honores y dispuso, mediante el Acuerdo 24 del 27 de junio, que la plaza de los Libertadores fuera denominada plaza de San Martín. El lugar, con el paso de los años, se transformó en un importante referente geográfico del centro de la ciudad.

Plaza Ricaurte Mediante la Ley 40 del 20 de octubre de 1913, el Congreso ordenó efectuar un homenaje conmemorativo del centenario del sacrificio de Antonio Ricaurte. En el marco de la celebración, un proyecto de ley decretó erigir un monumento simbólico, y luego de un largo debate, se determinó que el sitio para construirlo sería el sector conocido como La Cascajera. Por tal motivo, se organizó un concurso público en el que fue elegida la propuesta Página 190:

33

“Se inaugura mañana el busto de San Martín”, Mundo al Día, 18 de julio, 1925, 20.

Panorámica de plaza de San Martín durante

34

“Hoy se colocará la primera piedra para el monumento al general José de San

la inauguración del Monumento al Libertador. Foto: Cromos II, n.º 1275, 24 de mayo de 1941.

Martín”, El Tiempo, 3 de agosto, 1938, portada. 35

“El obsequio de Argentina a Bogotá”, El Siglo, 21 de mayo, 1941, portada.



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Vista en sentido norte-sur del Monumento a

del arquitecto Gaston Lelarge, que infortunadamente no fue construida.

Ricaurte (actual carrera 13 entre calles 43 y

Finalmente, la Comisión Nacional del Centenario de Ricaurte eligió en 1920

42). Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No XI-887. Página 192: Vista frontal del Monumento a Antonio

el proyecto presentado por el escultor Antonio Rodríguez del Villar, que fue erigido sobre la avenida de La Paz, en la zona intermedia entre Chapinero y el sector de San Diego (carrera 13 entre las calles 42 y 43), y fue inaugurado oficialmente el 7 de agosto de 1924.

Ricaurte, inaugurado el 7 de agosto de 1924. Fuente: El Gráfico XV, n.º 699, 9 de agosto. de 1924.

Durante el proceso de elaboración del monumento, la Sociedad de Embellecimiento solicitó a la comisión encargada de la obra las facultades necesarias para emprender la construcción de un parque de carácter mixto, y trazado según los proyectos elaborados por Alberto Manrique Martín y Pablo de La Cruz. El proyecto fue adaptado a las irregularidades que presentaba el terreno y a las dimensiones totales de la plaza, pero solo se desarrolló en su tramo oriental, puesto que hubo un sinnúmero de obstáculos técnicos, a lo que se sumó la pasividad en la compra o expropiación de las fajas de terrenos aledañas al monumento. Lo anterior a pesar del especial interés en las gestiones que la Sociedad emprendió para adquirir algunos lotes del costado occidental, que era una tercera parte de la oriental, para así completar


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el cuadrilátero. A tales circunstancias se añadió el inconveniente de habilitar una franja de terreno destinada para el tránsito de vehículos. Finalmente en 1923, la Comisión de Parques inició, sobre el costado oriental del monumento, los trabajos de construcción y ornato del jardín, a pesar de la irregularidad que presentaba el terreno, hecho que se evidencia en el plano elaborado ese mismo año por Manuel Rincón, que ilustraba el trazado consolidado de la zona, aunque de alguna manera no representaba la realidad, puesto que para la época en el sector se levantaban de manera aislada ranchos, casas y quintas. Con todo ello, el proyecto de la plaza Ricaurte no solo en gran medida se adelantó sino que además por cerca de doce años fue un referente urbano, por sus 18 metros y medio de altura, por su tamaño y su curioso loop, entre las dos líneas del tranvía, que fue implementado gracias a la colaboración del gerente del Tranvía Municipal.

Monumento a José Celestino Mutis La Junta de Festejos Patrios de 1920, conformada por Raimundo Rivas, Roberto Cortázar, Alfonso Robledo, Arturo Quijano y Alfredo Ramos Urdaneta, tuvo la iniciativa de rendir en homenaje a la memoria del Sabio Mutis, que por distintas dificultades no logró llevarse a cabo. Tres años después, la Junta de las Festividades de 1924, en el marco de las celebraciones del primer Centenario de la Batalla de Junín (6 de agosto de 1824), retomó tan noble proyecto. Fue así como el domingo 3 de agosto de 1924, sobre el jardín del costado occidental del Observatorio Nacional, fue inaugurado un monumento erigido en honor a José Celestino Mutis. El busto en bronce fue obra del escultor Antonio Rodríguez del Villar y su sobrio pedestal en piedra fue diseñado por Alberto Manrique Martín36. En la cara frontal, se lee la siguiente inscripción: COLOMBIA AL SABIO MVTIS MDCCXXXII-MDCCCVIII En su cara posterior, sobre la basa del pedestal, dice “La Junta de Festejos Patrios 1920-1924”. Tres años después fue inaugurado un nuevo busto de Mutis, que fue emplazado sobre la quinta que lleva su nombre en Chapinero, reproducción de la obra del Observatorio que fue encargada por monseñor José María Carrasquilla a Rodríguez del Villar. 36

“El homenaje de hoy al Sabio Mutis en el Observatorio Nacional”, El Tiempo, 3 de agosto, 1924, portada.

Monumento al Sabio Mutis, emplazado en el jardín del Observatorio. Su pedestal fue diseñado por Manrique Martín. Fuente: El Gráfico. Año XV. Número 699. Agosto 9 de 1924.


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Monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada, emplazado en 1924 frente a la Estación del Ferrocarril de Cundinamarca. Fuente: El Gráfico XVI, n.º 864, 31 de diciembre de 1927.

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Monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada En el marco del programa para los festejos del 20 de julio de 1917, el 6 de agosto de ese año fue colocada la primera piedra del Monumento a los conquistadores sobre la plaza de la Estación del Ferrocarril de la Sabana, obra que jamás se realizó y que más tarde alojaría un monumento en homenaje al adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada. Fomentado por una Junta Organizadora, bajo la presidencia de Antonio Gómez Restrepo37, su emplazamiento contó con la colaboración de la Sociedad de Embellecimiento, mientras que su estatua pedestre fue comisionada a Antonio Rodríguez del Villar. La pieza representaba a Jiménez de Quesada con armadura y fue fundida en el horno de los talleres del Ferrocarril de la Sabana. Años después fue conocida comúnmente como “el calderero”. Los trabajos de adaptación y cimentación del pedestal en dado fueron delegados en comisión al maestro Francisco Antonio Cano y a Alberto Manrique Martín. La inauguración del monumento se efectuó el domingo 12 de octubre de 192438.

37

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, Manuscritos 1899-1924, s. p.

38

“La estatua a Jiménez de Quesada”, El Gráfico XV, n.º 709 (18 de octubre, 1924): s. p.


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Aspecto del parque de los Mártires, luego de la intervención adelantada por la Sociedad de Embellecimiento. Según el proyecto elaborado por Alberto Manrique Martín. Foto: Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. JVOR, No IV-254b.

Plaza de Los Mártires Mediante la Ordenanza 112 de 1850, la Cámara Provincial de Bogotá dispuso que la Huerta de Jaime fuera llamada en lo sucesivo plaza de los Mártires. Además, ordenó que en el centro fuera construida “una columna de piedra de sillería, en la cual se inscribirán los nombres de los próceres de la consagración pública que allí murieron sacrificados por su amor a la independencia de América”39. La primera piedra del monumento fue colocada el 20 de julio de 1872; su diseño fue encargado a Tomás Reed y la obra, adelantada por Mario Lambardi, en compañía de los canteros “Victorio Peña, Francisco Camacho, Ramón Peña, Epifanio Barreto y Cipriano Sánchez”40. La inauguración se realizó el 4 de marzo de 188041. Con el paso de los años, el monumento y la plaza sufrieron diversidad de reformas, entre ellas las reparaciones emprendidas en 1919 y 1922. Asimismo, se destacan los trabajos ejecutados con motivo de la celebración del décimo aniversario de la Sociedad de Embellecimiento, dentro de la que sobresalen

39

Ignacio Borda, Monumentos patrióticos de Bogotá: su historia y su descripción (Bogotá: Imprenta de la Luz, 1892), 3-4; Torres y Delgadillo, 23.

40

Alberto Escovar, Margarita Mariño y César Peña, Atlas histórico de Bogotá, 15381910 (Bogotá: Planeta, 2004), 238-239.

41

“Inauguración del monumento de los Mártires”, El Zipa, Semanario de Literatura, Noticias y Variedades 32 (11 de marzo, 1880), 497-498.


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la entrega de los nuevos jardines del Hospital San José y la remodelación del parque Girardot (antigua plaza de Las Cruces). A finales de 1925, la plaza de los Mártires se encontraba abandonada, como otros proyectos de parques en la ciudad; el proceso de su remodelación fue elaborado a mediados de 1926 por Alberto Manrique Martín. Acerca de las intervenciones realizadas, en enero de 1928 se mencionaba lo siguiente: Este parque fue reconstruido en su totalidad […] El costo de ella [la obra] fue de alguna consideración porque los trabajos allí ejecutados demandaron mayor gasto. La Comisión de Parques en su deseo de modernizar este parque no ahorró esfuerzos y de acuerdo con el plan aprobado se hizo la obra, quedando dotado de las comodidades que se imponían por ser este sitio uno de los más habitados por los estudiantes de los diferentes universidades de la ciudad.42

Entre los trabajos adelantados se destacó la instalación de dieciséis candelabros, construcción de andenes, apertura de camellones, el retiro del carrusel que allí funcionaba y la construcción de un pequeño lago artificial, además de algunos trabajos de mantenimiento sobre el monumento del obelisco. La entrega de las obras se efectuó el 27 de marzo de 1927, y ese mismo año el Ministerio de Guerra, mediante la banda oficial, retomó las célebres retretas de los Mártires.

Vivero Municipal Una de las primeras iniciativas emprendidas por la Sociedad de Embellecimiento fue la búsqueda de un lote apropiado para construir un semillero de árboles y flores para abastecer los diferentes proyectos de arborización y jardinería de los jardines y avenidas en la ciudad. Fue así como durante su primera sesión, el 31 de marzo de 1917, Antonio Izquierdo ofreció un terreno de su propiedad localizado en Chapinero. Más tarde fue sugerido un nuevo terreno sobre el costado oriental del bosque de la Independencia, pero la Sociedad decidió rechazarlo. Posteriormente, en la sesión del 4 de septiembre de 1918, fue publicado un oficio remitido por la Gerencia del Tranvía, que proponía un lote en inmediaciones del río Arzobispo, por el tiempo que fuera necesario, “a fin de que se pueda organizar el semillero de árboles hacia el lado norte de la ciudad en jurisdicción del barrio Sucre”, entre las calles 40 y 41. Por tal motivo, se organizó una comisión constituida por lo socios Salazar, Gutiérrez, Manrique Martín 42

“Parque los Mártires”, Boletín de la Sociedad de Embellecimiento 57-58, tercera época (enero, 1928): 72.



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y Pérez para que eligieran el lote más adecuado entre los ofrecidos a la Sociedad43. Los ingenieros José María Piedrahíta y Alberto Manrique Martín llevaron a cabo la demarcación y el cercado del lote. Más tarde, en la sesión celebrada el 18 de diciembre de ese año, presentaron un informe en el que señalaban “que el mencionado lote tenía una superficie de 1688.67 varas cuadradas, superficie suficiente para el objeto a que destinara”44. Sin embargo, en el mes de junio de 1919 la iniciativa fue archivada, porque el alcalde puso a disposición de la Sociedad un lote ubicado en la prolongación de la calle 18 con carrera 13, donde el vivero funcionó provisionalmente. Gracias a la gestión realizada por la Comisión de Parques y Jardines, finalmente el Concejo, mediante el Acuerdo 46 de 1923, destinó los lotes marcados con las letras D y E para el organizar el Vivero Municipal; los terrenos fueron comprados por la municipalidad en el barrio de Chapinero a la antigua Empresa del Tranvía. La iniciativa fue considerada como un gran avance para las obras de ornato público que a diario emprendía la Sociedad de Mejoras. Fue así como el 31 de julio de ese mismo año los lotes fueron entregados y algunas de sus edificaciones fueron diseñadas por Manrique Martín; entre ellas, la casa de habitación para el administrador y la de herramientas y materiales. Además, se preparó el terreno para establecer la Escuela de Jardinería.

Parque de Santander Sin duda, fue el proyecto más representativo y novedoso que promovió Alberto Manrique Martín sobre el espacio urbano de la ciudad. La reforma que sufrió el parque Santander respondió acertadamente a la preocupación de la Sociedad por el embellecimiento del céntrico lugar. La iniciativa comenzó en 1920, cuando Manrique Martín diseñó un completo estudio de reforma del parque que incluyó la planta general, alzados y vistas laterales; su trabajo más tarde fue puesto a consideración de la Sociedad. En la sesión del 2 de mayo de 1923, fueron aprobados los planos para ornamentar la plaza. Como una muestra de gratitud la Sociedad adelantó una manifestación de felicitación y agradecimiento público por los importantes y 43 Obelisco a Los Mártires de la Patria. Imagen: Cromos XIV, n.º 1116 (16 de abril de 1938).

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 4 de septiembre de 1918.

44

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 18 de diciembre de 1918.


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Detalle del proyecto de remodelación para el parque Santander, diseñado por Alberto Manrique Martín. Dibujo elaborado por Artuto Tapias. Imagen: El Gráfico LIV, n.º 546, 16 de abril de 1921.

desinteresados servicios, además de su oportuno y bello proyecto45. En ese contexto fue expedido el Acuerdo 43 de 1923, que destinó una partida de $2.500 para apoyar las obras que se proyectaba realizar. Los trabajos se realizaron bajo la dirección de Manrique Martín y del ingeniero Julio Garzón Nieto46; en su primera etapa, la remodelación generó oposición y algunas críticas, entre ellas las del paisajista belga Florence Clasess y las del arquitecto Pablo de la Cruz. Frente a esta situación, el Concejo expidió una resolución mediante la que “ofreció su decidido apoyo para terminar la obra”. Aun así, los trabajos continuaron. Entre los arreglos se puede señalar la supresión de la verja que fue trasladada al Hospital de la Hortúa, la construcción de varios camellones, la siembra y resembrado de prados, la

45

Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, acta de la sesión del día 2 de mayo de 1923.

46

Daniel Ortega Ricaurte, Historia del parque Santander (Bogotá: Sociedad de Mejoras y Ornato, 1926), 48.


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Terraza noroeste del parque Santander.

instalación de 32 bancas de armadura de hierro y de 8 artísticos candelabros.

Foto: Álbum Archivo AMM.

En la propuesta material se destacó la construcción de dos terrazas emplazadas en las dos esquinas del costado occidental del parque, que fueron parcialmente modificadas respecto al proyecto original, como fue el caso de la reducción en la altura de las terrazas y algunas variaciones en el jardín frontal, las escalinas y los jarrones instalados sobre la balaustrada. El 12 de octubre de 1924 fue inaugurada la terraza del costado suroeste, a la que le siguieron la conclusión de segunda terraza y algunas obras menores, como los andenes que finalizaron en el año de 1926. Las obras de embellecimiento fueron bien acogidas, no solo por la buena apariencia que le brindaron al céntrico parque, que fue considerado un referente de cambio, sino que además contribuyeron con el tráfico sobre la carrera 7.ª entre las calles 15 y 16. A esto hay que añadir su estratégica ubicación en medio de dos importantes referentes urbanos, como lo fueron la nueva sede del Hotel Regina, finalizada en 1926, y el Hotel Granada de 1928, una de las obras más representativas de Manrique Martín.


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Episodios para la memoria: progreso y embellecimiento en el espacio urbano

Bibliografía Fuentes primarias Archivo Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. Actas de la Junta Directiva, Fototeca.

Tesis Torres, María Clara. “El alcantarillado de Bogotá, 1886-1938: institucionalización de un problema ambiental”. Trabajo de grado para optar el título de magíster en Medio Ambiente y Desarrollo. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2009.

Publicaciones seriadas “A la gloria de los libertadores”. El Gráfico, 8 de junio, 1918, portada. “Aniversario de la muerte de Silva”. El Tiempo, 24 de mayo, 1921, portada. Boletín de la Sociedad de Embellecimiento, 1918-1927, 1935, 1942. Dr. Mirabel. “Lo nuevo y lo viejo”. Cromos XIV, n.º 317 (5 de agosto, 1922), 72. “La estatua a Jiménez de Quesada”. El Gráfico, 18 de octubre, 1924, s. p. “El homenaje de hoy al Sabio Mutis en el Observatorio Nacional”. El Tiempo, 3 de agosto, 1924, portada. “Hoy se colocará la primera piedra para el Monumento al general José de San Martín”. El Tiempo, 3 de agosto, 1938, portada. “Inauguración del Monumento de los Mártires”. El Zipa, Semanario de Literatura, Noticias y Variedades, 11 de marzo, 1880, 497-498. “La inauguración de la escuela pública de Las Nieves”. El Tiempo, 1.o de 1918, 2. “Jurado electoral”. Registro Municipal, año XLIII, n.º 1402, 6 de septiembre, 1919, 3672. “Juntas precursoras”. Boletín de la Sociedad de Embellecimiento (tercera época) 51 (marzo, 1927): 360-370. “La Liga Cívica”. Boletín de la Sociedad de Embellecimiento (tercera época) 42 (mayo, 1926), portada. Manrique, Martín, Alberto. “Decoración del cerro de Guadalupe: su importancia”. Renacimiento I, n.º 16 (12 de diciembre, 1922): 2. —. “Sobre necesidades urbanas y planes de embellecimiento”. Mundo al Día, 23 de abril, 1924, s. p. —.“Qué desea Ud. para Bogotá”. Mundo al Día, 18 de febrero, 1928, s. p. “Monumento a Guadalupe”. Boletín de la Sociedad de Embellecimiento (tercera época) 42 (mayo, 1926): 172. “El obsequio de Argentina a Bogotá”. El Siglo, 21 de mayo, 1941, portada. “Parque los Mártires”. Boletín de la Sociedad de Embellecimiento (tercera época) 57-58 (enero, 1928): 72. “Peregrinación a Guadalupe”. Mundo al Día, 26 de abril, 1926, portada. “Plazuela de Caldas” El Tiempo, 20 de julio, 1918, 2. “Por la gloria de Silva”. Cromos VIII, n.º 187 (8 de noviembre, 1919): s. p. “Pro Bogotá”. El Gráfico, 7 de febrero, 1920, 203-204. “Se inaugura mañana el busto de San Martín”. Mundo al Día, 18 de julio, 1925, 20.


Hugo Delgadillo

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Bibliografía general Arango, Silvia. Historia de la arquitectura en Colombia. Bogotá, Lerner, 1993. Borda, Ignacio. Monumentos patrióticos de Bogotá: su historia y su descripción. Bogotá: Imprenta de la Luz, 1892. Delgadillo, Hugo. Repertorio ornamental de la arquitectura de época republicana en Bogotá. Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2008. Escovar, Alberto, Margarita Mariño y César Peña. Atlas histórico de Bogotá 1538-1910. Bogotá: Planeta, 2004. Informe del presidente del Concejo Municipal de Bogotá. Bogotá: Imprenta Municipal, 1921. Ortega Ricaurte, Daniel. Historia del parque Santander. Bogotá: Sociedad de Mejoras y Ornato, 1926. Serrano, Eduardo. Cien años del arte colombiano. Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1985. Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá. Bogotá, el 6 de agosto de 1938. 3.ª ed. Bogotá: Litografía Arco, 2001. Torres, María Clara y Hugo Delgadillo. Bogotá: un museo a cielo abierto. Guía de monumentos y esculturas conmemorativas en el espacio público. Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2008.


El archivo de arquitectura de la Compañía Fernando Carrasco Zaldúa1


Fernando Carrasco Zaldúa

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Como se ha visto, Alberto Manrique Martín, a los veintidós años de edad, poco después que la Facultad de Matemáticas e Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia le otorgara en 1912 el título de ingeniero civil, de manos de su rector (decano) Alberto Borda Tanco2, fundó en la capital, en asocio con su compañero de estudios Joaquín Fonseca Sánchez3, la Oficina de Ingeniería A. Manrique Martín & Cía. Ingenieros Civiles4. Para 1918 esta era, según un aviso publicitario: […] una oficina montada a la moderna con cajero, contabilista, inspector de obras, encargado de obras, dibujantes, etc. Además de todo esto, cuenta con una fábrica que contiene: taller de carpintería, taller de mecánica y herrería, fabricación de mosaicos, taller de ornamentación, etc., agentes de casas americanas en materiales de la profesión.5

Y, por supuesto, como “oficina montada a la moderna”, también contó con una sección de archivo que en su momento debió salvaguardar todos los materiales gráficos (planos y fotografías) y documentales que registraban los trabajos proyectados y obras ejecutadas. Estas habrían sido algo más de 450, según el cálculo sacado del inventario existente por apellidos de los clientes y nombres de algunos proyectos, y también por otras fuentes.

1

Estudios de arquitectura en la Universidad de los Andes. Miembro fundador y primer director de la Asociación Pro Rescate de Archivos de Arquitectura (Apraa).

2

Según el diploma conservado en la actual oficina.

3

Ambos eran hijos de miembros de la Sociedad Colombiana de Ingenieros: Alejandro Manrique Canals y Luis José Fonseca, director de Caminos Nacionales y profesor de la Universidad Nacional de Colombia, respectivamente.

4

Cuatro años después inició labores el Departamento de Construcciones de la Compañía de Cemento Samper, como resultado de la reorganización de la primera fábrica de cemento Portland creada en el país por el grupo empresarial de los hermanos Samper Bruch. Se convirtieron en las dos más antiguas compañías de diseño y construcción privadas de que se tenga noticia en la ciudad y de las cuales han sobrevivido parcialmente sus archivos de arquitectura. Fernando Carrasco Zaldúa, La Compañía de Cemento Samper, trabajos de arquitectura (Bogotá: Planeta, 2008), 48-49.

5

Libro azul de Colombia (Nueva York: J. J. Little & Ives Company, 1918), 430. Además de las secciones de arquitectura y topografía a cargo de ingenieros jefes y un grupo de ingenieros, en su mayoría profesores de la Universidad Nacional, con “carácter de consultores técnicos en los distintos y siguientes ramos”: en ferrocarriles, Luis Lobo Guerrero, gerente del Tranvía Municipal y exjefe del Ferrocarril del Pacífico;

Propuesta de pedestal para la estatua ecues-

en electricidad, Jorge Álvarez Lleras; en caminos, Luis José Fonseca, director de

tre de Simón Bolívar. Plaza de Bolívar, Bogotá.

Caminos Nacionales; en puentes, Enrique Uribe, ingeniero jefe del departamento; en

Fuente: Archivo AMM.

hidráulica, Delio Cifuentes Porras, y en ingeniería industrial, Carlos de Narváez.


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El archivo de arquitectura de la Compañía

Este acervo documental inédito casi en su mayoría fue preservado por sus hijos Ángel Alberto y Francisco Manrique Convers y luego por sus nietos, los arquitectos Jaime y Andrés Manrique Escobar, que hoy conforman la cuarta generación de esta saga familiar de ingenieros y arquitectos, como bisnietos que son de Alejandro Manrique Canals. Ellos, en el año 2012, al cumplirse el centenario de la fundación de esta oficina y previa intermediación de la Asociación Pro Rescate de Archivos de Arquitectura (Apraa)6, tomaron la decisión de entregar estos documentos en donación al Archivo General de la Nación de Colombia. Esto con el fin de que se preserven y divulguen, no solo la memoria e historia de esta compañía de principios y mediados del siglo XX, sino también las de la arquitectura e ingeniería colombianas en general; y, por supuesto, de sus documentos que constituyen fuentes primarias fundamentales para abordar proyectos de investigación académicos y profesionales, de restauración y los cada vez más necesarios de reforzamiento estructural. Como dijera Umberto Eco, “hay que pensar en dejar trabajo a las generaciones futuras”.

Volumen del archivo No obstante haberse preservado en el tiempo el archivo de arquitectura de la Oficina, hoy no conserva la totalidad de los materiales correspondientes a sus colecciones de planimetría, fotografía, documentos y de maquetas. Esto se debe a distintas razones, entre ellas los sucesivos trasteos de la compañía7, el haber sido entregados directamente a los clientes particulares y entidades municipales, y no haber previsto mantener una copia, o incluso al almacenamiento.

6

Creada en el año 2002, a la fecha ha rescatado cerca de 200.000 documentos correspondientes a los archivos de arquitectura de la Compañía de Cemento Samper (1916); Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas y Cía. (1932); Martínez Cárdenas y Cía. Ltda. (1949); Guillermo González Zuleta y Cía. (1947); Obregón, Valenzuela y Cía. (1947/1952); Vicente Nasi (1928); Roberto Pachón Gordillo (1928); José María Montoya Valenzuela (1938); Rafael Maldonado Tapias (1970); Eugenia Cardoso (1966); Hernán Herrera Mendoza & Cía. (1960) y de Alfredo Rodríguez Orgaz (1939), además de intermediar para la entrega de los de Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Suárez, y Giovanni Buscaglione y Constantino de Castro, los cuales fueron entregados al Museo de Arquitectura Leopoldo Rother y al Archivo Histórico de la Universidad Nacional de Colombia, al Banco de la República y a los archivos General de la Nación y Distrital de Bogotá, donde han sido puestos al servicio del público en general.

7

Entre otras sedes, la inicial de la calle 12 número 151, y luego en la calle 14 número 73; en la carrera 8.ª números 206 a 210, en la carrera 8.ª n.º 15-79, y en la carrera 10.ª n.º 16-18.

Tres generaciones: Alejandro Manrique Canals, su hijo Alberto Manrique Martín y su nieto Alberto Manrique Convers. Foto: Colección Jaime Manrique Escobar.


Fernando Carrasco Zaldúa

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Plano sobre papel mantequilla. Fuente: Archivo AMM.

De estas colecciones la más voluminosa es la planimétrica, con cerca de 12.000 planos aún no clasificados ni catalogados, que se mantienen en relativo buen estado de conservación, aunque su mantenimiento no es el más adecuado, pues están enrollados en bolsas plásticas, lo que dificulta su consulta. Esta planimetría en su mayoría corresponde a originales dibujados a lápiz y en tinta sobre distintos soportes, principalmente papeles mantequilla, acuarela y, en menor proporción, papel tela de la época, además de copias ferroprusiatos (blue print) y heliografías tradicionales realizadas en los talleres heliográficos Central y Nacional. El material, a través de sus plantas, cortes o alzados, fachadas, perspectivas y detalles arquitectónicos permite ver la dimensión formal y estructural de los distintos anteproyectos y proyectos realizados. En comparación, el material urbano relacionado con las urbanizaciones acometidas por la Oficina es muy bajo y los planos técnicos (estructurales, instalaciones hidráulicas y sanitarias), en su mayoría, corresponden a los grandes proyectos de construcción diseñados por otras firmas o profesionales que adelantaba la Oficina. Este material permite datar la colección, por sus fechas extremas, entre 1915 y 19658. Esto indica que, para los primeros tres años de la oficina, de 1912 a 1914, no existe ningún registro, como tampoco para los años 1916, 1918, 1921 y 1922, a los cuales sin duda corresponden muchos de los planos 8

Plano enmarcado de refacción del Teatro Municipal (enero de 1915) y reforma del edificio Ervico (julio de 1965).


208

El archivo de arquitectura de la Compañía

existentes sin datar; es tan solo desde 1923 y hasta los años sesenta que

Plano ferroprusiato o heliografía

empiezan a aparecer consecutivamente proyectos fechados. Este vacío por

de la época. Fuente: Archivo AMM.

fortuna se compensa con material fotográfico datado de manera general entre 1912 y 1938, y por las licencias de construcción existentes en algunos de los archivos públicos. También forma parte del actual archivo una pequeña colección fotográfica contenida en dos álbumes que registran algunos de los Edificios construidos en Bogotá por la Casa Constructora A. Manrique Martín y Cía. 1938, aunque las imágenes no están fechadas individualmente ni tampoco identificadas en su mayoría. El total es cercano a las 150 fotografías en blanco y negro sobre papel, y son de autoría anónima.


Fernando Carrasco Zaldúa

209

Desafortunadamente, los documentos referidos a contratos, presupuestos, correspondencia de la oficina, hojas de vida, informes, memorias y reseñas de proyectos hace pocos años fueron dados de baja. Tan solo se conservan unos escasos documentos, como diplomas, correspondencia personal, libros de la biblioteca de Manrique Martín y, de manera excepcional, una única maqueta en madera del proyecto del edificio para la policía, luego edificio Sendas (Proyecto Angelo Mazzoni del Grande). Esto resulta significativo dada la dificultad que representa guardar en los archivos este tipo de materiales, a pesar de su importancia. No obstante, la preservación o no de estas fuentes gráficas y documentales primarias hace la diferencia para poder obtener información de primera mano sobre la obra y vida de sus protagonistas. Un ejemplo es el de la oficina del ingeniero de caminos, ferrocarriles y puertos Alejandro Manrique Canals (18531922), padre de Alberto Manrique Martín, cuyo archivo de arquitectura perdido dificulta la investigación sobre él, de modo que esta solo podrá hacerse a partir de otras fuentes secundarias y de la obra construida aún en pie.

Interés de sus colecciones La historiografía de la arquitectura colombiana ha reconocido cada vez más la importancia de los archivos de arquitectura particulares acopiados por estas firmas o compañías como invaluables fuentes primarias para su conocimiento e investigación, además de complementar los archivos públicos. De ahí la relevancia e interés del archivo de la antigua compañía de Manrique Martín, pues gracias a la conservación de estos documentos hoy es posible conocer la obra desarrollada por la Oficina, su evolución, sus colaboradores y sus diversas asociaciones profesionales en distintas épocas; así mismo, los procesos técnicos constructivos, los gustos imperantes y su posición respecto a las corrientes internacionales de la arquitectura y de las técnicas modernas de la construcción e ingeniería. Incluso permite aproximarse a diferentes facetas de la vida del fundador, en sus distintas dimensiones de ingeniero-arquitecto, proyectista y constructor, calculista y docente en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional9, además de funcionario, exitoso empresario y líder gremial.

9

“Alberto Manrique Martín. Reseña biográfica”, Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985): 8.


210

El archivo de arquitectura de la Compañía

La Oficina de Ingeniería A. Manrique Martín & Cía., que tuvo posteriores variaciones en la razón social, fue mantenida y dirigida personalmente durante los siguientes 55 años por Alberto Manrique Martín, hasta poco antes de su fallecimiento en 1968. En esta fecha firmó el último contrato para la construcción del edificio de la Caja de Sueldos de Retiro de la Policía Nacional, luego adaptado para un hotel de la cadena Hilton en Bogotá, que quedó en manos de sus hijos y sucesores. Por los documentos datados de la colección planimétrica de su archivo, se sabe de las asociaciones que conformó a lo largo de su existencia, que al parecer eran estratégicas y ocasionales para desarrollar determinados proyectos o se debían al cambio de socios por razones personales. Para 1920, poco después de que Alberto Manrique dejara la Dirección de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas, y debido a su cada vez mayor interés por la arquitectura, se asoció con Arturo Jaramillo Concha. En consecuencia, la oficina pasó por breve tiempo a denominarse Jaramillo, Manrique Martín Ingenieros Civiles-Arquitectos, y en ella desarrollaron, entre 1920 y 1923, de manera particular, proyectos de vivienda, que se denominaron de manera indistinta en sus planos: casas de habitación, quintas, chalets, villas, residencias, casas de campo. Además, un primer proyecto para la reconstrucción de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes en el barrio Chapinero, al norte de la ciudad, afectada por los temblores de 1917, la capilla El Campito del asilo de locas (hoy Universidad de los Andes), el inicio de la ampliación y reforma de la cervecería Bavaria y del Hotel Atlántico, entre otras construcciones comerciales. Poco después, en 1923, al retirarse Jaramillo Concha para vincularse a la Compañía de Cemento Samper, la razón social cambió a Oficina de Ingeniería y Arquitectura A. Manrique Martín & Cía. Arquitectos-Ingenieros. Manrique Martín comenzó a firmar los planos como Arch. I. C. A finales de la década del veinte, en una nueva asociación con la Casa Comercial Echeverri Hnos. & Cía., constituida por Carlos y Enrique Echeverri Cortés, hijos mayores del rico comerciante antioqueño Gabriel Echeverri Echeverri, dueño y promotor del Palacio Echeverri en la capital (proyecto Gaston Lelarge, 1909), surgió la nueva razón social de Echeverri Hnos. & Cía. y A. Manrique Martín S. A. Constructores-Arquitectos. No obstante lo corta que fue esta asociación, diseñaron ambiciosos proyectos, como lo ratificó el mismo Alberto Manrique cuando afirmó que “en 1926 formé una compañía de construcciones con la firma Echeverri Hermanos y Cía. Ltda. y construimos el edificio Cubillos”10. A lo anterior se añade, según planos del archivo 10

“Alberto”, 9.


Maqueta en madera, proyecto edificio Policía.

datados entre 1928 y 1930, el edificio de renta en la calle 13, entre carreras

Fuente: Archivo AMM.

7.ª y 8.ª —no construido—, para Carlos Federico Child Castello (1928) —abuelo del futuro arquitecto Harry Child Dávila— con claras remembranzas del proyecto del Palacio Echeverri; el Hotel Granada (1928-1929), a partir de un proyecto elaborado en París por el arquitecto colombiano Diego Suárez Costa11, para el cual Luis Alberto Gutiérrez Nieto adoptó los planos y la firma inició su construcción, que luego fue terminada por la de los chilenos Julio Casanovas y Raúl Mannheim. También hay que incluir la fachada de acceso (1929) a la permanente obra de ampliación de la fábrica de cerveza Bavaria, intervenida precisamente en 1919 por Alberto Manrique Martín, cuyo padre había hecho la etapa inicial (1889-1891); el Banco Agrícola Hipotecario de Colombia (1930), ubicado en la calle 13; el Pasaje Gamba, según proyecto de Julio Casanovas y dibujos de Gabriel Serrano Camargo, y los planos para los cimientos de una obra para la sociedad Buraglia y Cía (sin fecha).

11

Autor de la reconstrucción del palacio Vizcaya de Miami, Florida. Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985): 33.


212

El archivo de arquitectura de la Compañía

Iniciada la década del treinta, la firma retomó el nombre de Oficina de Arquitectura e Ingeniería A. Manrique Martín Arch. e Ingenieros Civiles, luego de que el arquitecto regresara de su viaje familiar y de estudios a Europa, particularmente a Bruselas, donde tomó algunas clases de arquitectura, aunque se desconoce dónde exactamente. Membretes de papelería y sellos de la oficina señalarán: “Estudios especiales en París, Bruselas y Londres”. Es notorio que en el archivo no aparezca ninguna planimetría firmada por Carlos de Narváez, su amigo y compañero de estudios de bachillerato y luego de ingeniería, además de consultor técnico de la oficina, aunque en la Gran Exposición de Bogotá, en 1931, se les concedió a ambos “por sus construcciones” un diploma de primera clase con medalla de oro. Tampoco aparece ninguna en colaboración con su padre, aunque recientemente se sabe que realizaron un estudio para las reparaciones del claustro principal del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, luego de los temblores del año 191712. En los siguientes años se asoció con el arquitecto Juan de la Cruz Guerra Galindo, con quien desarrolló también proyectos de vivienda en Chapinero y Santa Teresita. Guerra Galindo había sido socio temporal con el ingeniero civil Roberto Pachón Gordillo; ellos, junto con Alberto Manrique Martín y su hijo mayor, Ángel Alberto, con tan solo veintiún años de edad, fueron cuatro de los nueve miembros fundadores de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA) en junio de 1934. Disuelta esta asociación, surgió una nueva razón social: A. Manrique Martín y Cía. Archs.-Ings. (Almartín), sigla que identificará a la firma desde entonces. Esta, al vincular a sus hijos mayores, Ángel Alberto (1913-1983) y Francisco Manrique Convers (1917-1989) —quienes al parecer nunca concluyeron sus carreras de arquitectura e ingeniería—, pasó a denominarse definitivamente a partir de 1935 A. Manrique Martín e hijos y Cía. S. A. Ltda. Ingenieros-Arquitectos. Por estos mismos documentos planimétricos, fotografías de su archivo y licencias de construcción, además de otras fuentes secundarias (prensa y publicaciones de la época, legislación sobre decretos y acuerdos municipales), es posible saber para quiénes y dónde fueron diseñados o construidos sus proyectos, de manera particular en Bogotá, por ser una firma fundada

12

Fernando Paláu Rivas, “Informe Universidad del Rosario”, Bogotá, 2015, 6.


Fernando Carrasco Zaldúa

213

y establecida allí, pero también en algunos municipios cundinamarqueses y otros departamentos del país. El tipo de clientela de la oficina fue principalmente una particular, constituida por reconocidos hombres de negocios, empresarios, banqueros y comerciantes de la época, además de comunidades religiosas, ciudadanos de estratos económicos medios y altos, incluidos parientes. Entre ellos los hermanos Leo y Leopoldo Siegfried Kopp, José María Pepe Sierra, José Domingo Dávila Pumarejo —fundador de la Compañía Nacional de Electricidad de Bogotá y del Banco Agrícola Hipotecario—, Germán Cubillos, Carlos y Henry Faux, Morris Gutt y la comunidad hebrea en general, Carlos Abusaid —dueño de la cadena de almacenes Los Ángeles y fábricas de medias de seda—, Emilio Urrea, Blas y Vicente Buraglia —con negocios vinculados al sector automotriz— y, por supuesto, también una clientela institucional: administraciones municipales y entidades de salud, beneficencia, educación y la Policía Nacional. Geográficamente aparecen proyectos en Zipaquirá (edificio de la administración de Salinas); Fusagasugá (matadero y palacio municipales, casa de campo); Sasaima (hotel); Mesitas del Colegio (urbanización privada Los Amigos, incluida la casa del ingeniero Manrique Martín) y en los entonces municipios de Fontibón (plaza de mercado, casa de campo) y Suba (edificio Padres Candelarios, osarios y casa de retiro de los padres agustinos recoletos). También en el Valle del Cauca, particularmente en Buga (fábrica de abonos para la Caja Agraria, edificio de Correos y Telégrafos, Teatro-Cine Azcárate, Club Social Guadalajara, reformas y residencias nuevas), en Palmira (Fábrica de Industrias Metálicas de Palmira) y en Cali, con la Sociedad Hebrea de Socorro; en Bucaramanga, Santander (edificio de apartamentos adyacente al Club del Comercio, edificio automotriz Silva), y en Pamplona, Norte de Santander (Colegio San José). Además en Huila, Neiva (reforma del edificio de la Gobernación para el salón de la asamblea y un museo y centro de historia, el edificio de la agencia del Banco de la República, un teatro y un edificio de apartamentos para el cliente Benicio Dussán); Líbano, Tolima (un mercado de carnes); Tunja, Boyacá (el Colegio Boyacá, edificio de la Policía Departamental, Estación del Ferrocarril); en Meta, Villavicencio (Colegio Hermanas de la Sabiduría), en Nariño, Pasto (proyecto edificio comercial Emilio Metter y Cía.), e incluso en Puerto Colombia, Atlántico y Antioquia (Teatro de Medellín).


214

El archivo de arquitectura de la Compañía

Igualmente, por estos documentos es posible conocer algunos de los proyectistas y dibujantes que en distintas épocas colaboraron de manera transitoria en la oficina, entre ellos, algunos conocidos y otros no tanto, como Carlos Arturo Tapia Sánchez, gran dibujante y acuarelista, quien había trabajado en el Departamento de Construcciones de la Compañía de Cemento Samper. A él se deben las fachadas presentadas al concurso para el proyecto, terminación y coronación del Capitolio Nacional, que ganó la oficina de Manrique Martín, y años después como autor de un proyecto de mausoleo para la ciudad de Tunja en 193513. También figura Luis Alberto Gutiérrez Nieto, proyectista de casi todos los desarrollados durante la asociación de la oficina con Echeverri Hnos. & Cía. Luego, desde 1938, colaboró el arquitecto austriaco Otto Marmorek Kaufmann, quien llegó al país tras la anexión de Austria a la Alemania nazi y trabajó durante dos años en varios proyectos de la oficina. Entre ellos, una residencia para Rafael Antonio Reyes, en el barrio El Nogal, al norte de la ciudad; la casa para Mary Crane de Uribe y su hijo Andrés Uribe Crane, en cercanías a Quinta Camacho; los edificios de renta para Carlos Crane e hijos, de Víctor Cohen y el de la sucursal del Banco de Bogotá en Neiva; el pabellón central de la Escuela Departamental de Artes y Labores Manuales, llamada también Escuela Francisco de Paula Santander, y un proyecto de largo aliento para el colegio Academia Militar Ramírez, al parecer no construido. También figuran como ocasionales dibujantes, Gabriel Serrano Camargo, en el proyecto del Banco Agrícola Hipotecario, realizado por la oficina en asocio con el arquitecto chileno Julio Casanovas; Rafael Lelarge Quintero, hijo de Gaston Lelarge, en el proyecto de una casa de campo; Diego Salcedo Salcedo, gran dibujante y luego reconocido restaurador en algunos proyectos locales en Buga (Club Guadalajara), y otros como C. Londoño C. (¿Cruz?), Carlos Manrique Convers, uno de los hijos del fundador, Alberto Correa Ramírez, E. Montejo Carrasco y el francés M. Laurens.

13

También fue autor de varias de las portadas de la revista Cromos.


Fernando Carrasco Zaldúa

215

Bibliografía Archivo de arquitectura de la antigua oficina Almartín. Colección planimétrica y álbumes fotográficos 1 y 2. Carrasco Zaldúa, Fernando. La Compañía de Cemento Samper, trabajos de arquitectura. Bogotá: Planeta, 2008. Cuaderno Proa (Bogotá) 6 (Semblanza de Alberto Manrique Martín. Ingeniero y arquitecto) (1985). Libro azul de Colombia. Nueva York: J. J. Little & Ives Company, 1918. Paláu Rivas, Fernando. “Informe Universidad del Rosario”, Bogotá, 2015.

Entrevistas Con los arquitectos Jaime Manrique Escobar e Ignacio Restrepo Manrique, y el ingeniero Ernesto Lleras Manrique, nietos de Alberto Manrique Martín, Bogotá, 2016.


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2

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91 85

92

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3

3

87

123

96

88 84 75 101 113 112

99 83 106

111 106

106 105

130

74

109 104

130 126 69

100

107

MARLY 128

110 109

129 67

4

89

119

124

59 127 122

36

125 65

114 110

7 DE AGOSTO

66

LA CONSTRUCTORA

52

63

53 57

50

4

51

41

117 113

A CI EN ID OV

8 30

35

43

68

11

21

132

126 121

29

20

2

PR LA

17

14 37

116 9 114

56 54

LA PAZ

135 131

1

16

58

64

GUTT

4

SAN FELIPE

19

108 103

LA GRANJA

10

15

40

32 38 39

5

47

107 102

25 28

5

115

12

120 27

117 46

44 13 123 118

45 108 112

122 116 18

A

31 7

7

7

6

6

SA

NT A

127 131 3

22

AN

115 111

8

8

24

9

9

42

A

B

C

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H

I

J

K

L


Centro 1910-1919 1920-1929 1930-1950

1. Vivienda,1912. Cl. 22 # 5-85 (H-4)

2. Vivienda,1912. Cl. 22 # 13-69 (H-5)

7. Facultad de Medicina, 1917. Cra. 14 con cl. 10 Existe (I-6)

3. Edificio comercial, 1913. Cl. 13 # 19-45 (H-6)

8. Residencia particular, 1918. Cra. 4.ª con cl. 12C, esquina suroccidental. Existe (I-4)

4. Escuela República Argentina, 1914. Cl. 20 # 4-68 Existe (H-4)

6. Reforma de la Fábrica Bavaria,1916. Sin dirección

5. Edificio para renta,1915. Sin dirección

9. Hotel particular, 1920. Cl. 25 # 12-15 (H-5)

10. Banco Hipotecario de Bogotá,1921. Cra. 8.ª con cl. 13 (I-5)

20. Hotel Granada, 1929. Cra. 7.ª con Av. Jiménez, costado sur, parque Santander (I-5)

25. Edificio Florián, 1933. Cl. 12C con cra. 8.ª esquina noroccidental. Existe (I-5)

21. Dos residencias para Clementina Gutiérrez de Cueto, 1932. Cra. 8.ª entre cls. 19 y 20 (H-5)

22. Dos casas, Sr. Reyes Llaña. 1931. Cra. 8.ª entre cls. 6B y 6C. Existe (I-5)

26. Casa particular, 1933. Cl. 17

23. Edificio de renta, 1932. Av. Jiménez.

27. Edificio de renta Sr. Carlos Navarro, 1934. Cra. 11 cl. 12 (I-5)

24. Fábrica de hilados y tejidos Monserrate, 1932. Cl. 15 # 38-51 (F-7)

28. Edificio de renta, Sr. Sanz de Santamaría, 1934. Cra. 9.ª # 12B65. Existe (I-5)

39. Edificio Vergara II, 40. Casa de 1937. Av. Jiménez # habitación, 1938. 9-50/58 (I-5) Cl. 17 # 10-17. Existe (H-5)

44. Edificio Rex, ca. 1949. Cra. 11 # 12-16. Plaza San Victorino. Existe (I-5)

41. Casa de habitación, 1938. Cl. 20 # 5-31 (H-4)

42. Escuela Departamental de Artes y Labores, 1939. Av. Caracas # 22A sur-24 (K-8)

45. Edificio Sr. Luis Vergara III, 46. Edificio Policía 1951. Cl. 13 con cra. 13, Nacional, 1952. Cra. 7.ª esquina. Existe (H-5) cl. 7.ª, esquina suroriental (I-5)

43. Edificio Panauto, ca.1944. Av. Caracas, cl. 26, esquina suroriental. Existe (G-5)

56. Villa particular, 1934. Cl. 34 # 17-01. Existe (F-5)

57. Residencia Sra. Gabriela Salazar de Merizalde, 1934. Cl. 33 # 14-29 (F-4)

60. Residencia, 1935. Cl. 35.

61. Residencia, 1935, sin dirección.

58. Quinta Sra. Ana de Convers, 1934. Cl. 33 bis A # 14-62. Existe (F-4)

59. Edificio Cruz Roja, 1934. Cra. 7.ª cl. 34 (F-4)

62. Casa de habitación, 1936. La Magdalena.

63. Residencia, ca. 1940. Cra. 16 # 39A-70. Existe (F-4)

47. Edificio Almartín, 1954, Cra. 10.ª # 16-18. Existe (H-5)

Teusaquillo 1930-1950

64. Edificio de apartamentos, ca. 1940. Cl. 39A # 18-05/17. Existe (F-4)

11. Parque Santander,1921. Entre cras. 6.ª y 7.ª y cls. 15 y 16 (I-5)

12. Salón central del 13. Edificio de la Policía Capitolio Nacional, Nacional, 1923. 1922. Costado sur Cl. 9.ª # 9-27. Existe (I-5) de la plaza de Bolívar. Cra. 7.ª con cl. 10 Existe (I-5)

14. Casa de renta Sr. Leo S. Kopp, 1926. Cl. 21 entre cras. 7.ª y 8.ª (H-4)

15. Edificio Cubillos, 1926. Cra. 8.ª, Av. Jiménez, esquina surocciental. Existe (I-5)

29. Edificio comercial Cuervo Márquez y edificio de renta, Alberto Manrique Martín, 1935. Cl. 12B # 4-46 y 50 / Cl. 12B # 4-30 y 38. Existe (I-5)

30. Edificio de renta Sr. 31. Teatro San Jorge,1935. Campo Elías Aldana. Cra. 15 con cl.14, esquina 1935. Cra. 5.ª # suroccidental. Existe (I-6) 14-23/31/33/43 (I-5)

32. Edificio Crane, 1935. Cra. 9.ª # 13-47/55 (I-5)

33. Edificio de apartamentos, 1935. Cl. 17

48. Chalet, 1932. Sin dirección

49. Villa, 1932. Sin dirección

52. Chalet, 1933. Cra. 15 # 35-59. Existe (F-4)

16. Casa de renta Sr. Leo S. Kopp, 1927. Av. de la República (cra. 7.ª) con cl. 24 (H-4)

17. Casa de renta Sr. Leo S. Kopp,1927. Cl. 18 # 5-49. Existe (H-4)

18. Edificio en la plaza España, 1927. Cl. 11 con cra. 18, esquina suroriental (I-6)

19. Edificio Matiz, 1928. Av. Jiménez, Cra. 8.ª, esquina nororiental (I-5)

34. Casas pareadas, 1935. Cl. 17

35. Edificio Beneficiencia de Bogotá, 1936. Cl. 18 entre cras. 7.ª y 8.ª (H-5)

36.Casa de habitación, 1936. Cl. 22 # 3-88/82 (H-4)

37. Casa de habitación,1936. Cl. 22 con cra. 9.ª (H-5)

53. Hotel particular, 1934. Cl. 34 con Av. Caracas, esquina suroriental (F-4)

65. Monumento José 66. Residencia Emilio San Martín, 1940. Cra. 7.ª, Urrea, 1942. cl. 32. Existe (G-4) Av. Caracas # 34-94. Existe (F-4)

67. Casa Sr. Vicente Buraglia, ca. 1942. Cra. 7.ª # 39-45. Existe (F-4)

51. Casa de apartamentos, 1933. Cl. 33.

50. Villa privada, 1932. Cl. 35 # 15-35. Existe (F-4)

54. Residencia particular, 1934. Cra. 17 # 33A-39. Existe (F-5)

55. Residencia particular, 1934. Sin dirección

68. Dos casas Sr. Carlos J. Abusaid, ca. 1936. Cl. 30 # 16A, esquina nororiental. Existe (G-5)

69. Casa Sr. J Michonick, 1943. Cl. 34 # 5-25. Existe (F-4)

38. Edificio Uricoechea, 1936. Av. Jiménez con cra. 10.ª, esquina nororiental. Existe (I-5)

Chapinero 1910-1919 1920-1929 1930-1950

Este plano tiene la intención de orientar a quien se interese en comprender un poco mejor la obra de Manrique Martín en relación con la ciudad, a la manera como un plano de una guía orienta a un viajero por una ciudad desconocida. Gran parte de las obras de Manrique Martín ya han desaparecido, pero aún se conservan algunas suficientemente representativas, de modo que quien quiera formarse una imagen de la ciudad del momento podrá recorrer los sectores donde todavía se ven algunas de estas obras. No obstante, también tendrá que recurrir a un esfuerzo de la imaginación

70. Casaquinta Pubenza, 1913. Sin dirección

para reconstruir, a partir de las imágenes que proporciona este libro, el dinamismo de Bogotá a partir de la década de 1910. Las obras que aquí se ilustran no solo revelan aspectos importantes de las variaciones de gusto de la sociedad de la época, sino también de las técnicas constructivas y las distribuciones espaciales. Esto, además, da una idea de cómo han cambiado los oficios de los arquitectos y artesanos que les dieron forma. Si bien muchas de estas edificaciones ya no existen, las imágenes vinculadas a cada zona de la ciudad evidencian la versatilidad del arquitecto para adaptarse a los gustos de sus clientes. Quien revise el conjunto no podrá establecer cortes diáfanos en el tiempo ni en el espacio, sin embargo, verá que hay evidentes transiciones en lo formal, especialmente durante la década de 1930. Cuál es el papel que han tenido los arquitectos y usuarios en estos cambios de gusto es algo que está por estudiarse, pero de lo que no hay duda es de que ha sido un proceso en el que han intervenido diferentes actores. Las diferencias también se perciben según el uso. Las residencias, los edificios institucionales, las fábricas, cada tipo de edificación tiene sus particularidades. El residencial fue, tal vez, el uso que dio a los arquitectos en este periodo un amplio margen para la creatividad en la variación de los estilos. Por otro lado, lo que hoy calificamos —y lo que alguna vez fue descalificado en las escuelas de arquitectura— como ecléctico, para sus contemporáneos fue “moderno”. La protección de estas edificaciones ha dependido de la —un poco— tardía reconsideración del valor de tales arquitecturas.

Alberto Manrique Martín

72. Quinta Carrillo, 1915. Cra. 7.ª

91. Casa Sra. Leonor Cuervo de Collins, 1942. Cra. 5.ª con cl. 80 (B-2)

73. Quinta Sr. Escallón, 1915. Cra. 7.ª 90. Casas Sr. Roberto Wills, Seis quintas Dr. Manrique Martín, 1937. Cl. 78 # 8-14 /32/48/64 (B-2)

74. Quinta Orleans, 1916. Cra. 13 (Av. La Paz) con cl. 57 (D-4)

75. Quinta Sr. Francisco Angulo, 1925. Cra. 7.ª # 57 (D-3)

76. Quinta Chalet, 1930. Cl. 81

92. Casa Sra. Tila W. de Gutt,1944. Cra. 7.ª # 79-46 Existe (B-2)

77. Casa de habitación, 1932. Sin dirección

93. Casa Sr. Afonso Lleras, 1950. Cl. 70 # 4-71 (C-3)

94. Vivienda, ca. 1950. Nororiente de Bogotá

95. Casa Welton, ca.1952. Cra. 1.ª con cl. 69 (C-2)

96. Casa Alberto Manrique Martín, 1955. Cl. 70A # 9-31. Existe (C-3)

Otras obras

78. Chalet, 1932. Sin dirección

79. Villa particular en Chapinero, 1932. Sin dirección

82. Restaurante Tout va bien, 1932. Cl. 72, Cra. 7.ª (C-3)

86. Chalet, 1935. Cl. 80

Serie Homenajes / Arquitectos en Bogotá

71. Casaquinta,1914. Av. Chile

80. Residencia, 1932. Sin dirección

84. Dos casas, Sr. Álvaro 83. Grupo de casas, ca. 1939. Cl. 54 # 7-26/28 (D-4) Reyes, 1933. Cl. 67 con cra. 11, esquina nororiental. Existe (C-3)

87. Villa residencial, 1935. Cra. 10 con cl. 75 (B-3)

88. Casa de habitación, ca.1938. Cl. 67, Cra. 10, esquina noroccidental. Existe (C-3)

81. Residencias, 1932. Cl. 65

85. Quinta Leonor Cuervo de Collins, 1933. Cra. 7.ª # 80-01 (B-2)

89. Casa para empleados (Urbanización San Felipe), ca. 1940. Entre cras. 19 y 21, cls. 73 y 74 (B-4)

97. Monumento de la plaza Ricaurte, década de 1910. 98. Quinta Delfina de Hernández, 1914. Cl. 64 con cra. del Huyar, Chapinero. 99. Quinta José D. Dávila, 1916. Cl. 54 con cra. 7.ª (D-4). 100. Dos quintas para José D. Dávila, 1917, Cl. 54, entre cras. 7.ª y 13 (D-4). 101. Tres casas para José D. Dávila, 1919. Cl. 54, Cra. 8.ª (D-3). 102. Hotel Atlántico, José M. Sierra, 1920. Cra. 7.ª con cl. 12 (I-5). 103. Quinta Carlos Ballesteros, 1921. Cra. 15, entre cls. 22 y 23 (H-5). 104. Villa para Jorge González G., 1921. Cra. 13, Chapinero (D-4). 105. Quinta José Jesús Castaño, 1921. Cl. 65 entre cls.13 y 14 (C-4) 106. Quinta Carlos F. Herrán, 1921. Cl. 59 con cra. 13, esquina (D-4). 107. Capilla del Campito, 1921. Cl. 19 # 1-37, actual Universidad de los Andes (I-4). 108. 3 casas altas Manuel G. González,1922. Cra. 12 (I-5). 109. Casa Roberto Cortázar,1922. Cl. 61 entre cras. 14 y 15 (C-4). 110. Dos casas P. Scioville, 1923. Cl. 53 entre cras.16 y 17 (D-4). 111. Residencia González Obregón, 1927. Cl. 19 entre cras. 17 y 18 (H-5). 112. Casa Francisco Convers, 1933. Cra. 14A # 68-78, La Concepción (C-4). 113. Quinta señoritas Saénz Londoño, 1933. Cl. 33A # 15-35, Teusaquillo (F-4). 114. Dos casas Luis Alberto Villamizar, 1933. Cl. 24 # 12-28 (H-5).

115. Dos casas Alberto Manrique Martín, 1933. Cra. 14A # 71-08, La Concepción (B-3). 116. Edificio renta Maldonado Hnos, 1933. Cl. 13 # 14-91/93 (H-5). 117. Hotel Imperial, 1933. Cra. 7.ª con cl. 8.ª, esquina suroriental (I-5). 118. Dos chalets, Luis A. Manrique C. 1933. Cra. 16 # 17-75/83/85/91 La Favorita (H-5). 119. Edificio, 1934. Cra. 7.ª # 34-63, entre cls. 34 y 40, Parque Nacional (F-4). 120. Edificio Uricoechea, 1934. Av. Jiménez con cra. 10.a (I-5). 121. Edificio, 1935. Cl. 13 # 4-30/38 (I-5). 122. Casa Alberto Espinosa, 1935. Cl. 38 # 13-44/46 (F-4). 123. Residencia para el Sr. Rafael A. Reyes, 1938. Cl. 74 # 12-40 (B-3). 124. Quinta Eliécer Cancelado, 1939. Cra. 14 # 47-50 (E-4). 125. Dos casas y una quinta J. Abusaid, 1939. Cra. 13 # 35-79 /99, Cra. 36 # 13-15, cra. 13A con cl. 36 (F-4). 126. Residencia Luis F. Reyes Llaña, 1940-42. Diag. 34 # 4-11/13 (G-4). 127. Casa Genoveva Zapata de Camacho, 1940. Cra. 16 # 12-96, La Favorita (H-5). 128. Residencia Sr. Luis F. Reyes Llaña, 1940. Cl. 35 # 5A-05 (F-4). 129. Casa Sr. Blas Buraglia, ca. 1940. Cra. 7.ª # 39-01/05 y Av. 39 # 7-22/34. Existe (F-4). 130. Dos quintas Isidro Coronado, 1941. Cra. 7.ª # 55-02/12, Calderón Tejada (D-3). 131. Edificio Inés Cuervo de Baraya, 1942. Cra. 4.ª # 16-5 (I-4). 132. Dos casas Flora Gaviria de Ortiz, 1942. Cra. 17 # 30-10 (G-5).


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SOCIEDAD COLOMBIANA

DE ARQUITECTOS

BOGOTÁ D.C. Y CUNDINAMARCA

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