Agua-fuentes en Bogotá

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PROYECTO GANADOR DE LA CONVOCATORIA “CIUDAD Y PATRIMONIO”, 2007 1


ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Alcalde Mayor de Bogotá Samuel Moreno Rojas Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte Catalina Ramírez Vallejo Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Gabriel Pardo Garcia–Peña

Subdirectora de Divulgación de los Valores del Patrimonio Cultural Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Ilona Murcia Ijjasz Idea original, investigación y textos Consorcio Clepsidra Clara Inés Angel Casas. Investigadora. Clara Isabel Mz Recamán de Uribe. Museóloga y museógrafa. Corrección de estilo María Angélica Ospina M. Coordinación editorial Mauricio Uribe González Subdirector de Divulgación de los Valores del Patrimonio Cultural-2009. Fotografías Clara Inés Angel, María Eugenia Trujillo, Ernesto Monsalve, Jorge Alberto Martínez Diseño y Diagramación Tangrama /www.tangramagrafica.com Coordinación de Investigación y publicaciones Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Ximena Bernal Castillo Coordinación de circulación del patrimonio Instituto Distrital de Patrimonio Cultural Irene Carolina Corredor Rojas Montaje de exposición Miguel Rodríguez Silva -Fernando Rojas Anzola

Coordinación área de conservación Astrid Fajardo Carvajal. Guía sala del Museo de Bogotá Gloria Carrillo Buitrago Impresión Primera edición, enero 2010 Subdirección Imprenta Distrital-DDDI Impreso en Colombia © Instituto Distrital de Patrimonio Cultural ISBN 978-958-99705-0-8 Idea Original Consorcio Clepsidra: Clara Inés Ángel Casas, Investigadora. Clara Isabel Mz Recamán de Uribe, Museóloga y Museógrafa. Video mono de la pila Dirección y Producción: Camilo Monsalve. Sala V diseño y montaje: Chona Kazanda Natzu. Montaje Plotters: Auros Copias. Agradecimientos Cabildo Mhuysqa de Bosa: Gobernador Reynaldo Neuta Tunjo y su equipo John Orubajo, Sandra Cobos. Museo Colonial: Constanza Toquica, directora; Alfonso Tenjo, administrador y Januario Díaz, restaurador. Profesores Universidad Nacional de Colombia: Manuel Arturo Izquierdo, Orlando Rangel, Héctor Llanos, Álvaro Medina, Jaime Gutiérrez Lega y Guillermo Cano. Fundación Silva Celis: Sandra Ximena Ardila Silva. Carátula Parque Santander. Fotografía. Anónimo. 1856. Reproducido por: Juan Mosca. CEAM / Colección Museo de Bogotá. MdB13292 Contra carátula “Mono de la Pila. 1960. Dibujo. Autor: G. Jaramillo Ángel Reproducido: Daniel Ortega Ricaurte. Album del Sesquicentenario. Solapa La Rebeca. Detalle. Fotografía. Ernesto Monsalve Pino. 2008.


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PRESENTACIÓN

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BOGOTÁ, UNA CIUDAD DE CHORROS, PILAS Y FUENTE

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SIE, LA DIOSA DEL AGUA

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EL MONO DE LA PILA

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SE FUERON PARA NO VOLVER

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INSTALACIÓN DES...INSTALACIÓN

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CLEPSIDRAS... GOTA A GOTA

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LA CIUDAD DESEADA

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BIBLIOGRAFÍA

CREDITOS DE IMÁGENES

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PRESENTACIÓN

El agua en Bogotá ha marcado el devenir de esta ciudad. No sólo desde un punto de vista ambiental en donde se constituye como recurso ambiental invaluable, sino desde una mirada histórica en la que puede ser entendida como un dispositivo para observar, reflexionar y entender la trayectoria de la capital a lo largo de los siglos. Desde sus inicios, este territorio ha estado conectado con el agua. Demarcado por una cosmogonía indígena que se fundamenta en la naturaleza y por los dos grandes ríos que marcaron los límites de la ciudad y que fueron denominados Vicachá (San Francisco) y Manzanares (San Agustín), posteriormente, la capital se expandió para dar paso al servicio ofrecido por las aguateras y por las fuentes públicas de agua donde podía recogerse el preciado líquido. Resulta importante señalar que los espacios públicos de la ciudad han articulado ricas muestras de patrimonio cultural mueble (esculturas, monumentos, fuentes) con el agua y su recorrido. Algunos de esos monumentos permanecen hoy en día, pero otros, han sido modificados a tal punto que han tenido que padecer un cambio en su función original. Este catálogo, producto de la exposición “Agua-Fuentes en Bogotá”, exhibición que se llevó a cabo durante el segundo semestre de 2008 en la

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sede del Museo de Bogotá del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, busca no sólo contarle a la ciudad acerca de aquellas esculturas, fuentes y monumentos que guardan un vínculo con el agua, sino también generar reflexión y proyección acerca de una ciudad que puede ser capaz de cuidar y mantener una relación armoniosa entre su patrimonio natural y su patrimonio cultural. El Instituto Distrital de Patrimonio Cultural dentro de su programa de estímulos, ha premiado esta propuesta en el marco del concurso La ciudad, patrimonio de todos, de la convocatoria Ciudad y patrimonio. De esta manera y dentro de sus funciones de gestionar proyectos para la protección, investigación y divulgación del patrimonio cultural de la ciudad, el Instituto continuará apoyando propuestas que como la que aquí se presenta, provienen de la iniciativa particular de los habitantes de la capital y buscan generar un vínculo entre el habitar, la ciudad y el patrimonio cultural y natural de Bogotá.

Gabriel Pardo Garcia-Peña Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.

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“Mono de la Pila”. 1960. Dibujo. Autor: G. Jaramillo Ángel. Reproducido: Daniel Ortega Ricaurte. Álbum del Sesquicentenario.


BOGOTÁ, UNA CIUDAD DE CHORROS, PILAS Y FUENTES CONVOCATORIA CIUDAD PATRIMONIO 2007 PRIMER PREMIO CONSORCIO CLEPSIDRA: CLARA INÉS ÁNGEL CASAS, INVESTIGADORA, Y CLARA ISABEL MZ RECAMÁN DE URIBE, MUSEÓLOGA Y MUSEÓGRAFA. AGUA, FUENTES EN BOGOTÁ La exposición Agua, Fuentes en Bogotá es una invitación a devolverle la belleza y la lúdica a la ciudad para hacerla renacer cual ave Fénix, no desde sus cenizas, sino desde sus propios manantiales y fuentes de vida. Constituye una propuesta estética para que los bogotanos se apropien de la ciudad y la vivan de una manera más armónica, a través del reconocimiento y la valoración de los monumentos, esculturas, fuentes y pilas que tienen agua o que alguna vez la tuvieron y que han formado parte importante en la memoria colectiva de Bogotá, en la medida en que han contribuido a la conformación del espacio urbano y de los procesos de socialización y de encuentro. La exposición Agua, Fuentes en Bogotá pretende, a partir de fotografías testimoniales e ilustraciones de la época, rescatar del olvido aquellos monumentos, esculturas, fuentes y pilas con agua que en el pasado fueron parte importante de la historia de la capital. También se muestra con fotografías actuales cómo la mayoría de las esculturas, fuentes, espejos, monumentos en donde el agua era parte integral del conjunto, están hoy mutilados, desarticulados, desprovistos de sus


tuberías, grifos y motores. Ahora yacen anulados, ignorados y desconocidos. Todos ellos han perdido su brillo y esplendor, y han quedado descontextualizados de su entorno original. Por lo tanto, relegados, olvidados y destinados a morir... De igual manera, la exposición busca resaltar los monumentos, esculturas, fuentes y pilas en donde el agua ha creado verdaderas sinfonías acuáticas, acústicas, estéticas y visuales. Lugares emblemáticos que han sido punto de encuentro como referentes urbanos y geográficos, evocadores de memorias colectivas, identidades y sentidos de pertenencia. Agua, Fuentes en Bogotá es también un retorno a nuestras “fuentes” autóctonas Mhuysqas, cultura que sintió gran respeto, admiración y veneración por el agua, a la que consideraban sagrada y la aprovechaban como el más valioso tesoro. En fin, esta exposición pretende rescatar y exaltar la cosmovisión holística de los Mhuysqas que integraba los astros, la tierra, el agua, las plantas y el ser humano en una sola unidad. Llovizna, lagunas, piedras, animales y gente conformaban un gran Universo Planetario, cósmico y galáctico. No en vano ellos se consideraban a sí mismos como frutos de luz espacial y por lo tanto creían ser “polvo cósmico de estrellas”. Clara Inés Ángel Casas y Clara Isabel Mz- Recamán Santos.


“Mono de la Pila”. Detalle. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Ubicado actualmente en el Museo Colonial de Bogotá.


“Sie, deidad acuática femenina”. 2010. Dibujo. Ilustración recreada a partir de la piedra tallada Mhuysqa y hallada por el Padre Duquesne.


COSMOGONÍA MHUYSQA Al principio reinaba en el territorio mhuysqa1 el vacío y las tinieblas. Las aguas cubrían todo y sobre ellas flotaba una niebla densa. Un día, Thcyiminigagua, dios de dioses y fuerza suprema, creó de sí millares de aves negras que a su paso y a través de sus picos iban disparando torrentes de luz, de vida y de energía, creando el cielo y la tierra. Como el sitio estaba vacío, él quiso que surgiera la diosa Batchué o Furachogua, diosa de la fertilidad, mujer de extraordinaria belleza, sacerdotisa sabia y buena. Canto a Batchué y Sugunsúa “Desde lo alto el sol Xué vigilaba que todo estuviera bien, mientras la Madre Chibcha de todos los Mhuysqas de estas sabanas de Bakatá, salía mojada de entre las aguas sagradas de Yguake. ¡Madre Batchué! Tú que emergiste de las aguas mágicas como una hermosa joven mujer quien de veras, lo fueras entonces… tan sana, esbelta y fuerte. Batchué, tus músculos desnudos estaban parcialmente cubiertos por tu larga y ondulada cabellera negra, entorchada y húmeda, adornada por caracoles, conchas, algas, líquenes y flores. Un niño de tres años llamado Sugunsúa, venía contigo y te miraba con sus ojos rasgados bien abiertos, respiraba en aquellas tierras verdi-negras, en las que correría creciendo, para luego juntos, ya que 1 La ortografía para escribir la palabra muisca ha variado mucho, de acuerdo con los diversos autores y épocas. Se han encontrado formas de escribirla tales como: muiskas, muisqas, muyskas, mhuyzkas, entre muchas otras. Aquí hemos retomado la propuesta ortográfica de la doctora Mariana Escribano en su libro El gran Sumbolon Mhuysqa. 15


BatchuĂŠ. 1925. Granito negro. Vista posterior. Esta escultura de RĂłmulo Rozo presenta en la parte superior un tocado con sĂ­mbolos solares y en la parte inferior aparecen dos serpientes entrelazadas sobre un pedestal de ranas y renacuajos.


venían dispuestos a poblar a Vaia Ie, en abrazos de amor-Anaxi, sobre estos valles y llanuras sellaron, con sangre ritual, la sagrada alianza cósmica de la que emergerían los Mhuysqas. Muchas lunas pasaron y se formaron poblados bien organizados y en sus ricas tierras colocaron las semillas de Abba-maíz, el que trasformado, molido y amasado en arepas cocidas al fuego lento, del fuego Gata, los alimentaba; además se nutrían con el alimento espiritual obtenido en el silencio y bajo la tenue iluminación lunar de Tchía, y meditaban los Mhuysqas, con el aire purificador de Fiba. Fue cuando Batchué y su compañero regresaron a su origen acuático, se metieron en las aguas custodiadas por Sía, su ninfa y deidad protectora. Como su misión ya había sido satisfactoriamente cumplida y todo era fértil, decidieron transformarse, ella y el joven consorte, en dos serpientes, formando así el clan sagrado de dichos animales, y entraron en las aguas cristalinas, junto con todos los elementales... que los acompañaron con sus cantos de loros, guacamayas y ranas; quienes acudieron desde el bosque junto con los venados, borugos, jaguares, zorros y osos. También desde los Andes volaron el cóndor, el águila, los murciélagos, candelillas, búhos y un colibrí, quedando así establecidos los trece clanes Mhuysqas, justificando su origen totémico y ancestral en las tierras de Bakatá”. Clara Inés Ángel Casas, 1998.

DEIDADES MHUYSQAS Las principales deidades mhuysqas eran Zuhé, el Sol, fuente de energía y vida; Tchía, la Luna, y Sia-Sie, la diosa del Agua, a quienes les brindaban perfumadas resinas, quemaban moque y ofrecían sacrificios. En su honor, vertían ofrendas en los arroyos, ríos y lagunas, como actos rituales de devoción, adoración y respeto.

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Disco genético (pre- Mhuysqa). 2004. Fotografía. Autor: Jaime Gutiérrez Lega. Vista por anverso y reverso. Se observa la evolución desde el huevo fecundado, pasando por rana hasta llegar a hembra humana.


Deidades Muiscas. 1935. Luis Alberto Acuña. Óleo sobre madera. Aparecen Tchiminigagua, Chibchacum y Batchué, quien emerge de las aguas con un niño de tres años.

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La mayor preocupación de la sociedad mhuysqa giraba en torno a la fertilidad y a la productividad de los suelos. Por ello, todas sus acciones religiosas, económicas y sociales estaban dirigidas al culto del sol y de la fertilidad a partir del agua que vitalizaría la semilla depositada en el útero de la madre-tierra. Sol, agua y tierra representaban el triángulo de la fertilidad consagrado en los conceptos de semen-útero-labranzas. La tierra produce semillas y es fecundada por el agua del cielo y calentada por el astro solar. La Rana era una deidad celeste vital. Precursora de las aguas, simbolizaba las diferentes fases de la luna en relación con la estación lluviosa o seca. Con sus cantos anunciaba las aguas. Se relacionaba con la abundancia de las cosechas y significaba el bienestar del pueblo Mhuysqa. Mientras las ranas anunciaban las aguas, el águila con su vuelo llevaba las lluvias y traía el verano. La rana fue tomada como símbolo astrológico y cronológico para el cómputo del tiempo. - Chibchacum: Señor del Agua - Tomagata: Señor del Fuego - Chaquén: Señor de la Tierra - Cuchavira: Hermana de la llovizna, hija del trueno y del aguacero - Arco y Arca son formas materializadas del arco iris. Son dos espíritus del agua y dos seres divinos de las lagunas que permitían encontrar el hilo conductor de la vida y de la fertilidad. Son opuestos y complementarios. Ellos, según la leyenda mito-poética, con un cántaro en sus manos fueron derramando agua en las montañas y dando origen a las lagunas. - Bochica - Nemquetheba - Sandigua o Chimizapagua fue un enviado del sol. Apareció sobre el arco iris e hiriendo la roca con su vara de oro, abrió la brecha por donde se precipitaron las aguas inundadas por Chibchacum, formando así el Salto de Tequendama. - Nemcatacoa era el dios de los tejedores, ceramistas, artistas y joyeros. Se le ofrendaba chicha. - Las momias eran sacralizadas y les rendían veneración en altares familiares. Eran llevadas a las guerras en “andas en procesión ritual”. - De todas las demás deidades y de los ídolos a los que rendían culto, tan sólo nos queda el perfume vago de sus leyendas...

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Tequendama / Bochica. 1927. R贸mulo Rozo. Escultura en bronce. Se ven sus largas barbas y cabelleras como cascadas de agua manando.


Laguna de Siecha. Papel Periódico Ilustrado 1881-1887. Grabado. Las lagunas –llamadas Xtsibas- eran el útero materno, origen de la vida de los dioses y de los hombres, en donde el padre Sol depositaba sus lágrimas para fertilizar diariamente a la tierra.

Figura Votiva. Muisca. 600 D.C. – 1600 d.C. Colección Museo del Oro. No. O23618.

Figura votiva. Muisca. 600 d.c. – 1600 d.C. Colección Museo del Oro. No. 028498. 22


“Sía, Ninfa Acuática”. Clara Inés Ángel Casas. 1999. Escultura en terracota, policromada y dorada.

SÍA SÍE Diosa ninfa sagrada o energía cósmica. En su paraíso arrullaba y disfrutaba de los besos y caricias del dios Sol y de Gaia, la tierra fértil. Llamada también Gúa, que significaba “en el cerro”, personificaba el comienzo de la vida como símbolo de fertilidad y de origen. Era la vida con lágrimas del sol. Sus santuarios se ubicaron en Sogamoso, la “Ciudad Sagrada”, y en la Laguna de Siecha o “Ciudad de la Diosa”. Eran los lugares de origen mítico, de confluencia de los elementos fundamentales del Universo Mhuysqa: agua, tierra, sol junto con la diosa fértil como símbolo sexual de los poderes sagrados. Se le brindaban ostras, conchas, caracoles y perlas. Todas las etapas de la vida del individuo se consagraban en el agua, en un acto ritual, simbólico, y en la presencia de la Diosa Sía. En el momento del parto, la madre se acercaba a la orilla de una laguna a dar a luz; en seguida le cortaba el cordón umbilical y luego, junto con su hijo, se sumergían en el agua para encomendarlo a la Diosa Sía del Agua, buscando su purificación y protección. También era común introducir en el agua mechones del cabello del infante después de darle un baño consagratorio. El cabello era la primera ofrenda corporal para la diosa Sía. Cuando un niño era destetado, se acostumbraba enrollar una mota de algodón e impregnarla con la leche materna; este rollo, envuelto en un tejido de esparto, era arrojado al río. Seis jóvenes nadadores iban tras él y, si lo alcanzaban antes de que se hundiera, se entendía como presagio de buena suerte para el infante. Pero si el rollo se hundía, la mala suerte sería la desafortunada compañera del pequeño. 23


Fiesta de celebración indígena, con danza ritual femenina. 1579. Théodore de Bry. Grabado. Reproducido por: Villegas Editores. Historia de Bogotá. Tomo I.

Pictografía. En las piedras de Facatativá hay un jeroglífico que conmemora el sendero que recorría el cacique de Bojacá para trasladarse a la laguna de Tena, llamada hoy de Pedro Palo, donde se hacían abluciones y baños rituales. Reproducido por: Miguel Triana. La civilización Chibcha/ Jeroglíficos Chibchas. 24


BAÑOS RITUALES INICIÁTICOS Cuando las niñas llegaban a la pubertad, les tapaban sus rostros con una manta ritual de algodón y las encerraban durante seis días; después de ese retiro, eran llevadas al río o a la fuente para el baño de unción y oblación. Recibían así el baño ritual de iniciación para la vida adulta, acompañado de fiesta, de danza, de música y de chicha. La doncella se llamaría Tdaipape o sea doña, distinción recibida a partir del ritual de purificación con la diosa Sía. Desde el nacimiento hasta la muerte, los manantiales y las lagunas eran los lugares elegidos por los Mhyusqas para los baños rituales de los Tchykies o sacerdotes y de los caciques. Tras ayunos y preparaciones meditativas, ellos eran consagrados mediante un baño de inmersión ritual, solemne y purificador, con discos de oro que eran emblemas solares de alto contenido simbólico. Concluía la secuencia iniciática con el vertimiento, en el agua, de cuantiosas ofrendas votivas. Con cánticos, ejercicios y danzas, los sacerdotes ejecutaban las pruebas iniciaticas de fuego, agua, aire, tierra y éter. Luego, hacían unciones y se sumergían en las aguas, lavándose con ciertas guabas o frutillas rojas, sacras por su color. Así lo hacía el sacerdote de Sugamuxi en la fuente de Conchucua en Sogamoso. Hoy en la Sabana de Bogotá existen varios pozos de aguas naturales sacralizados por los Mhuyscas. Son aguas termales con poderes medicinales. Se destacan los ubicados en el municipio de Tabio, lugar en donde se siguen realizando inmersiones acuáticas, curativas y lúdicas según la ancestral tradición Cuando moría un cacique, se realizaba un “baño eterno” que consistía en embalsamarlo entre resinas de leche de higuerillas con mocoba y lo enterraban con su ajuar de oro, armas, comida, chicha y agua. Le ponían, además, pepitas de esmeralda en la nariz, las orejas y los ojos. Luego, tapaban el enterramiento en el lecho de una laguna, a la que previamente le habían desviado el curso. Para finalizar la ceremonia, se liberaban las aguas que cubrían la tumba. En su viaje a la eternidad, el cacique debía atravesar el “otro río”, el cual lo conduciría hasta “el otro lado del mundo” en una barca hecha con telas de arañas...

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Laguna de Guatavita. Papel Periódico Ilustrado 1881-1887. Grabado. “«...En aquella laguna de Guatavita se hacía una gran... balsa de juncos, y aderezábanla lo más vistoso que podían… A este tiempo estaba toda la laguna coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, los indios e indias todos coronados de oro, plumas y chagualas… Desnudaban al heredero (...) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a os pies le ponían un gran montón de oro y l esmeraldas para que ofreciese a su dios”. Juan Rodríguez Freyle. El Carnero. 1636. Costumbres y celebraciones de los indígenas de América.Théodore de Bry. 1579. Grabado. Sobre el cuerpo del cacique impregnado de unturas aceitosas se aplicaba oro en polvo mediante soplado con caña. Reproducido por: Villegas Editores. Historia de Bogotá. Tomo I. 26


EL SANTUARIO DE GUATAVITA La laguna de Guatavita ocupó un lugar significativo dentro de la mitología mhuysqa. En sus aguas se desarrollaron las leyendas de la Cacica de Guatavita y la de El Dorado, convirtiéndose en un santuario para el culto de Sía y de la “cacica milagrosa” con su hija.

LA LEYENDA DE LA CACICA DE GUATAVITA Según la tradición oral de los abuelos de Sesquilé... hace muchísimas lunas la diosa Guatavita quiso trasmitir al pueblo Mhuysqa sus profundos conocimientos. Una noche iluminada por la luna llena y las estrellas, llegó a estas tierras en forma de una gran esmeralda y aquí se quedó, dentro de las montañas. Pasó mucho tiempo hasta cuando éstas decidieron abrirse y mostrarla al dios Sol en forma de una hermosa laguna vestida de verde esmeralda. De su unión con los poderosos cerros había crecido el amor que pronto daría sus frutos en una niña llamada Guaginasie: “agua de la

Figura votiva. Muisca 600 D.C. – 1600 D.C. Colección Museo del Oro. No. 005641.

Figura votiva. Muisca. 600 D.C. – 1600 D.C. Colección Museo del Oro. No. 001927. 27


montaña”, hija de Guatavita. Pocos años después, Guaginasie era ya una bella mujer que salía a la orilla de la laguna a conversar con las piedras abuelas de la montaña “para aprender de los caminos del Sol”. Un día, llegó a la laguna el Cacique de Guatavita a hacer sus rituales con la intención de conocer de la laguna la inmensa sabiduría de la Madre Tierra. Al llegar, vio a Guaginasie en la orilla y se acercó para hablarle. Después de varias lunas, él la invitó a que fuera su esposa. Ella debía pedir permiso a su madre, quien aceptó con la condición de regresar a la laguna cuando tuviera una hija y ésta hubiera cumplido treinta y siete lunas. Guaginasie fue a vivir con el Cacique de Guatavita, junto con su pueblo. Allí enseñó a los mhuysqas lo que había aprendido de su padre la montaña, de las abuelas piedras y del sol. Fue la cacica muy buena con su gente; de ahí que su fama de bondad y de amor se extendió por todo el territorio. Pasado el tiempo, Guaginasie tuvo una niña que, al cumplir treinta y siete lunas, le indicaba su regreso a la laguna. El cacique, junto con todo el pueblo, la acompañaron hasta el fondo de la laguna con su hija. Allí la dejó viviendo con su madre Guatavita y con la Serpiente del Agua. Por eso, el pueblo Mhuysqa acudía a la laguna a hacer sus ceremonias y a pedirle ayuda a la “cacica milagrosa”.

CORRER LA TIERRA Para propiciar al sol en el equinoccio de marzo, cuando empezaba el año nuevo mhuysqa, se llevaba a cabo un ritual que consistía en quemar los barbechos y esparcir sus cenizas sobre la tierra de cultivo. Al cabo de una luna, después de la siembra se hacía la ceremonia del “Correr la tierra”, en representación de la unión ritual y ceremonial del sol, como deidad masculina, con las lagunas sagradas, deidades femeninas del agua, de la fertilidad y relacionadas con la luna. Esta peregrinación en honor al agua era una fiesta que celebraban los caciques. Consistía en que los jóvenes de Guatavita, de Tunja y de las regiones vecinas, salían al amanecer desde la lagunas de Guatavita y de Ubaque a competir en una peregrinación de veinte días por los cinco altares de los santuarios ubicados en las lagunas de Guatavita, Guasca, 28


Costumbres y celebraciones de los indígenas de América. Théodore de Bry. 1579. Grabado. Después de la ceremonia de “Correr la Tierra”, había fiestas con tambores y chicha en honor de los jóvenes ganadores. Reproducido por: Villegas Editores. Historia de Bogotá. Tomo I.

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Columna monolítica hallada en Pacho, Cundinamarca. Papel Periódico Ilustrado 1881-1887. Grabado. Dicha columna evoca al “Phallus”, ubicado en la isla de la Laguna de Fúquene, lugar en donde se le rendía culto a la madre Bachué y a su hijo.

Pictografías y jeroglíficos hallados en el “Santuario del Sol de Ramiriquí”. El rojo era un color sagrado para los Mhuysqas. Reproducido por: Miguel Triana. La civilización Chibcha/ Jeroglíficos Chibchas. 30


Siecha, Teusacá y Ubaque. En su recorrido, atravesaban las altas cumbres que encontraban a su paso para detenerse en los sagrados altares, donde ofrendaban guirnaldas florales, esmeraldas y figuras votivas en oro, madera o cerámica. Entrada la noche de la última jornada, regresaban a Guatavita después de coronar y bendecir al ganador.

LA CEREMONIA DE SUASIE O “CAMINANDO EL SOL” Esta ceremonia fue un ritual en honor de la divinidad solar y del “útero de la madre”, personificado en las lagunas. Se realizaba en los solsticios y equinoccios, y ante fenómenos como los eclipses. Eran actos ceremoniales para atraer la fertilidad, en los cuales el Sol, elemento eyaculador y deidad sublime, descendía sobre el útero acuático en una acto mítico de fecundación.

“SIATA” O LA LABRANZA DEL AGUA, “SIACHOQUE” También llamada “Trabajo del Agua”, esta celebración reunía a peregrinos que visitaban las lagunas con gran pompa y a paso lentísimo, acompañando a sus caciques y sacerdotes, mientras que otros, con rapidez y resistencia física, las recorrían en pocos días recibiendo el reconocimiento del pueblo por su hazaña deportiva. Agua, tierra, sol y fertilización eran aclamados con danzas, fotutos y sonidos de caracoles, junto con cánticos, plegarias y rituales.

CULTOS A LA LUNA Y EL SOL Inicialmente existió un culto lunar con adoración y veneración al agua, origen de la vida explicitado en las leyendas de Batchué y Sía, la Diosa del Agua, el cual se practicaba al sur del territorio mhuysqa. Este culto se celebraba en el templo magno de la Luna, en el centro ceremonial del zipa en Tchía. La Luna representaba lo hermoso, lo brillante y lo honorífico porque su luz era símbolo de belleza y de virtud. Sus adoradores fueron llamados “hijos de agua y luna”. 31


El culto lunar también se desarrollaba en santuarios naturales como peñascos, grutas, boquerones y, especialmente, en las lagunas sagradas. Otros adoratorios lunares fueron la laguna de Bosachio en límites entre Suacha y Bogotá, el humedal de Tibabuyes y el humedal de Córdoba, en la desembocadura del río Neuque, sitio sagrado donde se efectuaban los ritos de iniciación de las mujeres, entre otros. Tiempo después se implantó el culto solar en el norte del territorio. Se caracterizó por los sacrificios con derramamiento de sangre. Este culto era presidido por el zaque y su principal templo ceremonial se ubicaba en Sogamoso. Sus descendientes eran llamados “los Hijos del Sol”. El Templo del Sol del Iraca en Tundama, Sogamoso, había sido construido con madera de guayacán. Este árbol tenía un gran significado cosmológico porque varios guayacanes sostenían el mundo. El templo representaba el Cosmos; los guayacanes, las bases, y el techo, el Universo. El Templo de los Llanos o Casa del Sol, tenía en su techo platos o patenas de oro que resplandecían con los rayos solares y que sonaban junto con los cascabeles ensamblados y balanceados por los vientos. Hubo otros adoratorios al sol, como el mal llamado “Cojines del Diablo”. Fantásticas fiestas se celebraban allí, como la del Huan en honor a Tchyminigagua, dios de la luz para quien danzaban doce sacerdotes vestidos con capas rojas, en torno a otro que vestía de azul; todos llevaban pájaros pequeños en la frente, adornados con guirnaldas. Cantos, lamentos, lágrimas y chicha… Esta última se derramaba sobre la tierra para atraer su abundancia. Una víctima humana estaba destinada a solemnizar las cuatro lunas intercalares que dividían el tiempo, según su calendario ritual. Dicha víctima, amarrada a un poste, era un joven de 15 años criado especialmente y purificado en el templo del sol. Se le llamaba “guesa” o “quihica”, que significa puerta o boca, pues su espíritu estaba destinado a llevar la voz y dispersarla en el Universo. Durante la ceremonia, el muchacho era sacrificado y clavado con flechas en todo su cuerpo. La sangre derramada y escurrida era ofrendada al sol. Ambos cultos, el del sol y el de la luna, tenían territorios, costumbres y ritos diferentes, lo que originó guerras intestinas. En esa situación de conflictos internos fueron sorprendidos los mhuysqas a la llegada de los españoles…

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“El Infiernito”. Investigaciones Arqueológicas de Villa de Leyva. El nombre fue dado por los españoles debido a que cuando llegaron al lugar y observaron la construcción, dijeron que, aquello sólo podía ser obra del demonio. Observatorio Solar Muisca, Villa de Leyva. Universidad Pedagógica y tecnológica de Colombia. Fundador Eliecer Silva Celis.

Monolitos. Detalle. Fotografía. Autor: Eliécer Silva Celis. Investigaciones Arqueológicas de Villa de Leyva.

De acuerdo con Juan de Castellanos, el sumo sacerdote de Sogamoso y de Moniquirá tenía grandes conocimientos astronómicos y meteorológicos que le permitían predecir los cambios de tiempo y las variaciones de los fenómenos atmosféricos. Dibujo. Autor: Eliécer Silva Celis. Reproducido por: Miguel Triana. La civilización Chibcha. 33


ZAQUENZIPA La preocupación de los Tchyquies o sacerdotes por la observación de fenómenos celestes como equinoccios, solsticios y eclipses, y por el conocimiento de los eventos cósmico-meteorológicos, los llevó a construir observatorios astronómicos como el de Zaquenzipa. El observatorio astronómico de Zaquenzipa era un centro de observación astronómica y meteorológica, al mismo tiempo que un lugar de culto al sol y de prácticas y ritos mágico-religiosos que aseguraban la fecundidad de la tierra. Es una construcción formada por 55 piedras talladas en formas cilíndricas y colocadas verticalmente en el centro del espacio en el campo sagrado. Las piedras o phalus son puntos de referencia utilizados por los sacerdotes mhuysqas para observar la salida y los movimientos del sol y de la luna, y compararlos con los de las estrellas y demás astros del firmamento, con el fin de establecer correctas mediciones del tiempo, predecir los eclipses solares y lunares, y señalar los períodos de la siembra y la recolección.

Estas inscripciones labradas en los “Phallus del Infiernito” fueron descubiertos en el Valle de Zaquenzipa y aún están por descifrar. Dibujo. Autor: Eliécer Silva Celis Reproducido por: Miguel Triana. La Civilización Chibcha. 34


Diagramas con muescas para ensambles. Las columnas presentan distintas tallas para asegurar los montajes de las armazones y sus ajustes. Dibujo. Autor: Eliécer Silva Celis. Investigaciones Arqueológicas de Villa de Leyva.

Monolitos fálicos encontrados en Saltos y Banderas, lugares aledaños al “Infiernito”. Dibujo. Autor: Eliécer Silva Celis. Investigaciones Arqueológicas de Villa de Leyva. 35


Fuente del Lavapatas. 2005. Diagrama. Autor: Luis SĂĄnchez. Diques tallados con serpientes, lagartos y numerosos reptiles, trazados en variadas posiciones curvilĂ­neas.


Fuente de Lavapatas. San Agustín. 1998. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Chorros y canales de agua circulan por entre piedras talladas.

FUENTE SAGRADA DE LAVAPATAS La mayoría de culturas indígenas utilizaron el agua en pozos que eran considerados sagrados, tanto los naturales como los artificiales. Estos últimos eran construidos a partir de desviaciones de agua por medio de canales y zanjas, y usados para los baños rituales e iniciáticos. De las fuentes sagradas mhuysqas se cuenta con referencias históricas, pero con muy pocos ejemplares conservados. La fuente sagrada de Lavapatas en el Parque Arqueológico de San Agustín, Huila, por ser única en su género, se ha tomado como referencia histórica para ilustrar y evocar las fuentes de agua mhuysqas. Esta fuente, descubierta en 1937, fue realizada por una cultura cuya identidad se desconoce, pero rebautizada por los padres agustinos con el nombre de San Agustín. Semeja un laberinto acuático, abundante en espejos de agua, cascadas, pozos y albercas cubiertos de animales 37


tallados en la piedra, tales como ranas, serpientes y pájaros, así como el ser humano se encuentra en el vientre materno protegido por el líquido amniótico o agua sagrada. Es un complejo acuático de laberintos, canales y piletas. Es una suma de materiales y elementos: agua, luz y piedra. El agua en sus pasos, saltos y remansos imparte al conjunto una dinámica y un gran movimiento a medida que forma pequeñas cascadas que circulan en zigzag por rutas quebradas y ondulantes, y llena huecos cilíndricos para volver a caer a chorros en una alberca. En la fuente no hay espacio libre para divagaciones. No hay blancos ni planos, pues el artista utilizó todas las posibilidades que le brindó la roca para tallar el nutrido conjunto de seres heráldicos que pueblan el panteón de las divinidades del agua. El tema de los ofidios y los lagartos predomina en la fuente. Se puede ver el busto de un renacuajo con brazos levantados, trece lagartos, diez serpientes, seis salamandras, ocho cabezas de serpientes, dos simios y varias figuras humanas, como también la imagen de un indígena coronado con plumas. Dentro de la fauna representada, la serpiente es el personaje principal: se le encuentra en múltiples posiciones y con rasgos antropomorfos de brazos y manos. Además, los mismos canales labrados sobre las rocas tienen formas serpentarias, y el agua que por ellos corre representa formas vivas del mismo ofidio mítico, iridiscente y silbador.

LAS CHUCUAS Para los Mhuysqas, los humedales o “chucuas” eran lugares sagrados y símbolos de vida. Hacían parte de un complejo sistema hidráulico, junto con las riberas de los ríos, utilizado para el manejo integral de las siembras y cosechas. Diques, zanjas y camellones fueron construidos para aprovechar la linfa de las inundaciones, materia fértil y vital para la agricultura en las riberas del río Bogotá. Se estima que, a comienzos del siglo XX, 50 mil hectáreas de la planicie de la Sabana de Bogotá estaban ocupadas por humedales, los cuales actuaban como esponjas que retenían el agua durante las temporadas lluviosas, amortiguando las inundaciones y manteniendo reservas 38


Mapa de la Región de Fontibón y Engativá. 1895. Cartografía. Anónimo. Reproducido por: Fundación Misión Colombia. Aparece el humedal de Jaboque ubicado entre dichas poblaciones.


Interpretación realizada a partir de los restos de canales prehispánicos de Bogotá. 2005. Foto montaje. Autor: Clara Inés Ángel Casas. Los Mhuysqas desarrollaron un sistema hidráulico que incorporó miles de hectáreas en las riberas del río Bogotá, donde se construyeron y manejaron numerosos camellones con canales para riego, drenajes y controles de las aguas lluvias.


del líquido para las temporadas secas. Además, surtían a quebradas y manantiales, y mejoraban la calidad del agua gracias a su capacidad filtradora. Actualmente, esta extensión se ha reducido a menos del dos por ciento, aproximadamente 800 hectáreas. Esta reducción se aceleró durante los últimos 50 años por cuenta del desecamiento de los humedales para adecuar tierras de urbanización de la capital. Hace varias décadas, cuando Chapinero era el límite entre la verde sabana y la pujante ciudad, los bogotanos acostumbraban ir los fines de semana a algunos humedales a disfrutar de paseos en botes de remo. En Bogotá sólo han logrado sobrevivir trece humedales. Algunos están en vía de recuperación, como los de Jaboque, Juan Amarillo o Tibayuyes, La vaca, El burro, Tibanica, La conejera, Torca, Guaymaral, Córdoba, Florida, Capellanía, Meandro Say, Techo y Santa María del Lago. Sin embargo, los canales y camellones prehispánicos fueron fragmentados, mutilados o destruidos.

Humedal. 2005. Fotografía. Autor: Manuel Arturo Izquierdo, Francisco López, John Meyer Muñoz, Henry Marrinier. Los humedales bogotanos son remanentes del gran lago Funzé o Humboldt, formado hace aproximadamente cinco millones de años por el enfrentamiento de las placas tectónicas de Nazca y la Suramericana. Cumplen la función de ser esponjas absorbentes. 41


Puesta de Antares (965dC)

Puesta del sol Solsticio de Diciembre

Alineación astronómica con la Constelación de Escorpión (año 67 d.C.) de uno de los menhires prehispánicos localizados en el humedal de Jaboque. 2005. Diagrama. Autor: Manuel Arturo Izquierdo, Francisco López, John Meyer Muñoz, Henry Marrinier.

Monolitos del humedal de Jaboque. 2005. Diagrama. Autor: Manuel Arturo Izquierdo, Francisco López, John Meyer Muñoz, Henry Marrinier. Se ubican en rojo en el diagrama. Sitio ceremonial indígena. 42


LOS MONOLITOS DE JABOQUE También llamados de Tunete o Tunigua, estos monolitos están ubicados en la localidad de Engativá. Son 19 menhires o monolitos que fueron levantados y utilizados por los Mhuysqas para la observación de los solsticios, equinoccios y eclipses, entre otros muchos fenómenos celestes. Fueron hallados en el humedal de Jaboque. Su ubicación corresponde al modelo que explica las alineaciones de los monolitos con agujeros que contrastan las posibles alineaciones de las estrellas con alineaciones geográficas o puntos terrestres de referencia relacionados con los poblados de Chise y Tibaguyes, localizados en el suroccidente y el nororiente del humedal. Los humedales, en su mayoría, fueron intervenidos durante la época prehispánica con camellones, diques y zanjas destinados a la canalización de los ríos y quebradas, los cuales son visibles desde el aire y han sido registrados en fotografías aéreas captadas por el Instituto Agustín Codazzi, la Universidad Nacional y astrónomos norteamericanos. Y si nos dejaron estos monolitos alrededor del antiguo lago, hoy humedal Jaboque, ¿cuántas cosas más desconocemos de la cultura de los llamados “Adoradores del Agua”?

Monolito. Detalle. 2005. Fotografía. Autor: Manuel Arturo Izquierdo, Francisco López, John Meyer Muñoz, Henry Marrinier. Este monolito con agujero tallado por los Mhuysqas está ubicado dentro del humedal de Jaboque. 43


EL CALENDARIO MHUYSQA Para los Mhuysqas, la Luna fue objeto de sus observaciones y de sus cultos, y sirvió para la elaboración de un calendario, el cual fue dispuesto sobre una piedra de jaspe negro de forma pentagonal. Se creía que era una piedra de origen divino traída por Bochica. Y que no sólo podía ser utilizada para el cómputo de los tiempos, sino también como un libro público que contenía la legislación, los ritos y las ceremonias que debía observar el pueblo mhuysqa para gobernarse con la mayor justicia y seguridad. La medida más sencilla de que pudieron servirse fue la Luna, tanto por sus revoluciones periódicas como por la diversidad de sus fases, las cuales empleaban para interpretar sus diferentes ideas y concepciones cósmicas. El primer lado de la piedra es más largo que los otros. Tiene en relieve la figura de un sapo o rana con cola y sin patas –“e”–, sobre un plano limitado por cuatro líneas; más adelante se encuentra una línea gruesa –“f”– en forma de una culebrilla que en el dorso lleva dos líneas paralelas de iguales dimensiones. El segundo lado contiene el grabado de un sapo –“a”– en actitud de brincar sobre un plano limitado por cuatro líneas como el anterior. El tercer lado presenta una línea gruesa en forma de dedo –“b”–, con tres líneas gruesas transversales; en medio del dorso se levanta una prominencia casi como una nariz, señalada a los lados con dos puntos opuestos, uno en cada lado. El cuarto lado contiene otra línea gruesa –“c”– como la anterior; esta figura se distingue en que no ocupa el centro, pues se ubica a un lado del plano. El quinto –“d”– es como los dos anteriores, conservando el centro como el primer lado. En uno de los lados planos, se observa un círculo –“g”– cortado por un segmento, en el cual hay un dibujo con doble línea en ángulo obtuso –“h”–. En el otro plano, se ve un circulo menor –”k”– que tiene un punto en el centro y está cortado con un segmento, de cuyos extremos parten dos líneas que se unen hacia afuera formando un ángulo; en el mismo plano se encuentra la figura de una culebrilla –“m”–, que es símbolo del tiempo y en cuyo dorso se ven dos líneas paralelas; hacia la cabeza tiene una ángulo agudo colocado de lado y en la cola un triángulo partido por una línea gruesa, que alude a la época consagrada a las nupcias del sol y la luna. 44


“El círculo interior representa las veinte lunas del año Mhuysqa vulgar, cuyos signos todos se intercalan en el espacio del siglo. El círculo segundo expresa los años Mhuysqa a que corresponde la intercalación de cada signo. El círculo tercero expresa el orden de esta intercalación. Por ejemplo: deseo saber en qué año Mhuysqa se intercala el signo Mica, veo en la tabla en el número tres, en el círculo interior, mirar en el segundo, que le corresponde el numero 36, y este es el año que se busca; veo en el siguiente círculo que le corresponde el numero 19, y así la intercalación de Mica es en orden la décima nona del siglo”. Y acerca de “la intercalación de Gueta (20), es la última del año Mhuysqa treinta y siete, esto es, después de un siglo vulgar Mhuysqa de años de 20 lunas y más diez y siete años, de suerte que, terminado el siglo, o revolución astronómica de 20 años intercalares de 37 lunas cada uno, les faltan tres años vulgares, para completar dos siglos vulgares” (José Domingo Duquesne).

Círculo explicativo de correspondencias calendáricas. Reproducido por: Alejandro Humboldt. Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas.

Calendario Lunar. Descubierto por el padre José Domingo Duquesne. Cada año se distribuía en veinte lunas y veinte años formaban un siglo. Reproducido por: Alejandro Humboldt. Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas.

Piedras de cinco y seis lados con dibujos similares o equivalentes a la piedra negra del padre Duquesne. Reproducido por: Alejandro Humboldt. Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas. 45


NUMEROLOGÍA Los Mhusyqas contaban tanto con los dedos de las manos como con los de los pies. Los números tenían una clara asociación con las faenas agrícolas y con cada una de las fases de la luna: creciente, menguante, llena y nueva. Para facilitar su memorización y aplicación acudían a la nemotecnia asociativa y gráfica. Uno: Ata. “Otra cosa”. Representaban este número con una rana en la acción de brincar, para indicar la aproximación de las aguas y la preparación de las labranzas. Dos: Bosa. “Alrededor”. Expresa un cercado que hacían alrededor de la sementera para defenderla de los animales que pudieran causar daño; lo dibujaban con unas narices, como parte de un disco lunar. Tres: Miqa. “Cosas varias”. Muestra la variación de las fases de la luna. Significa también escoger, buscar, hallar cosas menudas, para indicar la elección que debían hacer de las semillas. Lo representaban por dos ojos abiertos, probablemente como signo de observación. Cuatro: Mhuyxiqa. “Cosa negra”. Señala el cielo nublado oscuro y tempestuoso. La raíz “Mhuy” significa crecer las plantas con el beneficio de las lluvias. El símbolo son dos ojos cerrados, signo de oscuridad. Cinco: Hisqa. “Echarse uno sobre otro”. Hace alusión a la conjunción en cuyo tiempo celebraban las nupcias del sol y de la luna, dogma capital de sus creencias. Significa también “cosa verde”, medicina y holgarse con las lluvias de las sementeras que forman el color verde hermoso y alegrarse con la esperanza de la abundante cosecha. Lo representan con dos figuras unidas como símbolo de fecundidad. Seis: Ta. “Cosecha”. Al sexto mes de la siembra correspondía la cosecha del fruto. Se representa con una cuerda unida a un palo, que servía para trazar el círculo de sus casas y de sus labranzas. La forma circular la tomaban de la luna, deidad de su protección. 46


Siete: Qhuhupkua. “Sorda”. Sus graneros tenían la forma de orejas o de caracol. Expresa también el cuarto o cuadratura de la luna. Tenía por símbolo dos orejas tapadas y también una canasta para significar la cosecha. Ocho: Suhunza. “No tira a otra cosa”. Significa también cola o rabo, lo cual hace alusión a la cuerda o cola que arrastraban en las danzas de fiesta para figurar los años venideros. Expresa el mes que viene al fin de las sementeras. Su símbolo era una columna y una cuerda con los que en sus calzadas hacían las solemnidades y sacrificios. Al término de dicha calzada ponían un gran palo, donde ataban al “guesa” o “moja” al que sacrificaban tirándole flechas, para luego ofrecer su sangre a la luna y al sol. Nueve: Aqa. “Bienes”. El mayor de los bienes era una abundante cosecha. Lo representaban por dos ranas unidas o por una rana de cuya cola se empieza a formar otra. Esta figura es el símbolo del noveno mes lunar, en el que se observa la generación de estos animales. Diez: Hubtchhiqa. “Luna brillante”, “casa pintada” y “pintar”. Expresa el plenilunio y hace alusión a sus convites y regocijos. El símbolo es una oreja. Veinte: Gueta. “Casa y sementera”. Está representado por una rana tendida, símbolo del reposo, de la abundancia y de la felicidad. Le seguían Gueta Bosa, es decir, dos veintes; Gueta Mica, tres veintes, etc. Empleaban estos mismos y otros números en sus medidas, como Iana, que significaba palmo, y Pcuacua, que significaba brazada. Para medir el suelo se guiaban por el paso o pie, llamado Gata. Con esta aritmética de calcular, manejaban sus simbologías agrícolas y astronómicas. Nota: Estos signos numéricos fueron dibujados por el padre José Domingo Duquesne. Existen otras versiones.

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SIRENAS Y ENCANTOS El mundo mítico de los Mhuysqas está poblado de gran cantidad de seres animados, como dioses sumergidos en las lagunas convertidos en serpientes o sirenas, encantos y mohanes que viven en el agua, habitan los cerros o viajan por las nubes y que adquieren facultades especiales para controlar las aguas, transformarse o no envejecer. Son seres que dominan las montañas, las cuevas, los boquerones, las sierras, las fuentes, los peñascos, las lagunas, los bosques y los nacimientos de agua. Las sirenas, “madres del agua”, estaban estrechamente relacionadas con los mohanes; incluso podían ser mohanes hembras o serpientes. Contaban las abuelas que las sirenas bajaban por el río y al levantar la cola daban un fuerte coletazo haciendo que el río se saliera del curso. La sirena se veía aún a principios del siglo XX, cuando el río no tenía camellón sino que era una quebrada. Mientras por el río Bogotá bajaban las sirenas sentadas sobre una montaña de oro, se hacía la “procesión de las aguas” en compañía de los mohanes niños o adultos en forma de tunjo. Este aparecía conduciendo un arado de oro con dos becerritos, una res o un burro, y arrastrando todo lo que encontraba a su paso. Detrás del arado y junto a él, iban los “Encantos de nube”, los “Encantos de todo tiempo”, los “Encantos de viaje” y los “Encantos de creciente”, con un muñeco de oro y muchas morrocotas de oro, acompañados por músicos y bailando el “tres”. Inspiradas en las procesiones de las sirenas, surgieron las fiestas cristianas con vírgenes, mártires y santos como san Bernardino, la virgen del Carmen, la virgen de Chiquinquirá o santa Rosa de Lima, entre muchas otras. Las fiestas religiosas adquirieron así un lugar en el Ciclo del Agua, con celebraciones antes y después de las siembras, desde marzo hasta abril, rigiendo el ciclo de la Luna. Se sembraba en Semana Santa, el Sábado Santo, cuando la luna estaba en menguante y el llamado Poder del Agua se concentraba en la tierra sobre las semillas de maíz, quinua, amaranto, arveja, chuguas, nabos, cubios, y muy especialmente en todas las variedades de “turmas” o papas criollas e indias.

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Por el sincretismo religioso se fusionaron las sirenas con las vírgenes cristianas. Una sirena tenía la mitad del cuerpo humano y de la cintura para abajo era pez. Junto con el Mohán, acostumbraban a ir de procesión por las aguas del río Tunjuelito. 2010. Ilustración. Imagénes reproducidas por: Villegas Editores. Historia de Bogotá.


MOHANES El Mohán es sinónimo de “tunjo” o “encanto del agua”. Él controla, protege y mantiene los ciclos del agua y por lo tanto es capaz de provocar las avalanchas de los ríos. Además, es el guardián y mediador de los secretos a través de “puertas” y “ventanas encantadas”. El Mohán genera agua y vive en ella sin jamás envejecer, pues el tiempo pasa para él de manera muy lenta. Él va adelante y el aguacero

“Mohán”. Clara Inés Ángel. 2007. Dibujo.

va detrás… Se puede transformar en perro, oveja, toro, venado y en pollitos amarillos, y cuando la gente lo trata de coger, desaparece. El Mohán emerge a las superficies y se desvanece repentinamente cual chamán indígena. Le gusta el tabaco, la chicha y el aguardiente. A la huida del Mohán le achacan el secamiento de las fuentes de agua. De la misma forma que la destrucción de los mohanes se produce cuando se secan los humedales, se interrumpe el paso de las aguas o hay contaminación. Se rumora que las historias de mohanes pertenecen al secreto, ante la opción de ser castigado con las aguas… Y por lo tanto, es mejor no hablar mucho del tema.

EL MOHÁN Y SAN ISIDRO - SINCRETISMO Los Mhuysqas creían en los mohanes o los seres del agua. Al ser conquistados por los españoles, sus mitos y dioses tuvieron que ser mimetizados y se adaptaron a las creencias cristianas. De esta manera, la figura del Mohán encontró en san Isidro Labrador su reflejo. Este santo se convirtió en un “ser del agua” en la Sabana de Bogotá: era quien propiciaba o quitaba las lluvias, o también “el que abría y cerraba el invierno”. San Isidro, por sincretismo, es entonces Cuchavira, el dios de la reconciliación y del arco iris; surge “atravesando el firmamento” y es asociado con los mohanes, piedras, sirenas y encantos mhuysqas. San Isidro y su yunta de bueyes eran llevados en procesión y se bañaban una, dos o tres veces en un acto ritual en el río Tunjuelito, durante el recorrido procesional por el río y los sembrados. En las fiestas del santo, se hacían rogativas y peticiones, y se cantaban estribillos de: 50


La presencia del “Mohán” con sus perros y animales quedó plasmada en la figura de “San Isidro Labrador con sus bueyes”. 2010. Ilustración. Imagénes reproducidas por: Villegas Editores. Historia de Bogotá.


Cántico “San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol”... Para atraer las lluvias y regar las semillas. Se rezaba, se lanzaban voladores, se comía cabrito y se tomaba chichita. Era una gran celebración. Después de los rituales –por supuesto que sí–, llovía...

ORIGEN MÍTICO DEL RÍO TUNJUELITO Se dice que fue entonces cuando San Isidro dejó que caprichosamente sus bueyes formaran el curso de los ríos Bogotá y Tunjuelito. Las muchas curvas del río fueron tan difíciles y tortuosas, porque el santo no tenía quién le “cabrestiara” los bueyes del arado... Por hibridación sincrética se le dan las gracias a san Isidro por todas sus labores de canalización que salvaron la Sabana de las inundaciones, encauzando las aguas de los ríos, quebradas y afluentes hacia el Salto de Tequendama, tal como lo hiciera Bochica según el mito mhuysqa.

EL SALTO DEL TEQUENDAMA Para los Muiscas el Salto de Tequendama fue otro oratorio natural donde acostumbraban hacer peregrinaciones. Allí se apareció Bochica, el enviado del Sol, sobre el arco iris e hiriendo la roca con su varita de oro contuvo la tempestad. El cielo se aclaró y abrió las montañas para permitir que las aguas que habían inundado la Sabana de Bogotá, salieran precipitadas por el abismo formando el Salto de Tequendama. Con la llegada de los españoles a la Sabana y de acuerdo con las ordenanzas españolas respecto a la fundación de las ciudades, en las cuales estipulaban la necesidad de procurar “tener el agua cerca y que se pueda conducir al pueblo y heredades si fuere posible, para mejor aprovechamiento de ella”, el sitio ideal para vivir fue la cuenca que recorre el río Bunza o Funza, llamado luego Bogotá, el cual recorría apaciblemente la Sabana. El Salto de Tequendama fue desde la época de los primeros pobladores, una belleza natural y hasta hace unos años paseo obligado de bogotanos. Desafortunadamente, con la contaminación del río Bogotá y la utilización de sus aguas con fines hidroeléctricos, se perdió el “encanto sagrado” del lugar. 52


Salto de Tequendama. Edward Walhouse Mark. 1847. Acuarela.


Plano Geométrico de Santafé. 1810. Cartografía. Anónimo. Reproducido por: Germán Pavony. Bogotá aparece bañada por los ríos Vicachá, renombrado San Francisco, el Manzanares, bautizado como San Agustín, y el Fucha o San Cristóbal. Atlas histórico de Bogotá. Cartografía 1791-2007.


LAS FUENTES DE AGUA DE LA CIUDAD La ciudad colonial de Santafé de Bogotá gozaba de numerosas fuentes de agua cristalina como cascadas, manantiales, quebradas y ríos que descendían por los cerros orientales. En época de lluvias, el exceso de agua se depositaba de manera natural en lagunas y humedales o “chucuas”. Los principales ríos que abastecieron la ciudad fueron el Vicachá o San Francisco, el Manzanares o San Agustín y el Fucha o San Cristóbal. El río Vicachá, llamado por los Mhuysqas “el resplandor de la noche” y conocido también como el río Boquerón o San Francisco, era el más caudaloso y, según los cronistas, el que proveía las aguas más “dulces” y más puras. Suministró la mayor cantidad de agua a la capital hasta finales del siglo XIX. Bajaba hacia la ciudad por el barrio de Las Aguas y seguía el curso de la actual Avenida Jiménez de Quesada. El río Manzanares o San Agustín, llamado así por el convento edificado en sus márgenes, alimentó en un principio la pila de la Plaza Mayor, hasta mediados del siglo XVII, cuando se le sumó el Fucha. Atravesaba la ciudad de oriente a occidente hasta unirse con el San Francisco, encerrando a la ciudad entre ambos cauces por occidente.

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EL RÍO, LUGAR DE ENCUENTRO Los ríos no sólo facilitaron a los bogotanos las prácticas cotidianas, como el lavado de ropa y la higiene personal, sino que también eran lugares para el intercambio de información, para entretenimiento e incluso para negocios. Los paseos campestres eran la diversión favorita de los bogotanos: acostumbraban ir al salto de Tequendama, al río Funza, hoy río Bogotá, al Fucha, el Tunjuelo, al San Francisco, al Arzobispo y a otros riachuelos de la Sabana de Bogotá. Como parte del paseo, no podía faltar el “chingue” para el baño en el río. Eran famosos los “Baños de Chapinero”, los de la cascada de La Ninfa o los de la alberca del “taita” Ignacio, ubicada en la conocida hoy como Plaza de Toros. En el río Fucha, Gonzalo Jiménez de Quesada y sus capitanes llevaban a cabo un juego en el cual se enfrentaban dos cuadrillas a caballo. Estas entablaban una lucha simbólica, arrojándose jabalinas que debían esquivar con un escudo, al tiempo que los jinetes se lucían haciendo figuras con el caballo.

Paseo Campestre. Ramón Torres Méndez. 1850. Óleo sobre lienzo. Los paseos al río eran todo un acontecimiento familiar y social para los bogotanos. Además del “fiambre”, llevaban cometas y una banda de músicos para animar la reunión e invitar al baile.

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Lavanderas en el río Bogotá. Ackerman. 1856. Litografía. Reproducido por: Patricia Londoño. Las colombianas durante el siglo XIX.


Acueducto de Bogotá. Fotografía. Anónimo. Chorro de la Quinta de Bolívar. Aún en el siglo XIX, servían como surtidores de agua potable.


Acueducto de Bogotá. 1890. Fotografía. Autor: Henri Duperly. Reproducido por: Fundación Misión Colombia. Con la instalación en ese año de las tuberías de hierro, se modificó la obtención diaria de agua y los hábitos de aseo de la población.

PRIMEROS ACUEDUCTOS A mediados del siglo XVI, se construyó el primer acueducto que existió en Bogotá. Recibió el nombre de “Los laureles”, debido a que, en su recorrido, atravesaba una zona de olorosos arbustos de laurel que impregnaban el ambiente con sus aromas. Las aguas encauzadas por una cañería de cal, ladrillo y piedra, partían del río San Agustín y llegaban hasta el “Mono de la Pila”. Otros acueductos fueron construidos para surtir las pilas localizadas en las plazas de San Francisco, Las Nieves y San Victorino, al tiempo que los vecinos pudientes comenzaron a comprar derivaciones domiciliarias o “pajas de aguas” para su uso privado. “Careciendo de agua potable el barrio de San Victorino, la iniciativa particular de los vecinos promovió la construcción de un acueducto, obra de gran utilidad pública, cuyo costo se calculó en $8000, que debían reunirse por suscripción entre los vecinos…” (Pedro María Ibáñez. Crónicas de Bogotá).

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Chorro de Padilla. 1940. Fotografía. Autor: Ernesto Duperly. Reproducido por: Fundación Misión Colombia. Se localizaba en el punto de llegada del río San Francisco a la ciudad, en medio de los cerros de Monserrate y Guadalupe. Recibió su nombre en honor de Cenón Padilla, alcalde muy popular que emprendió varias obras hidráulicas y públicas.

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CHORROS Para el suministro de agua en Bogotá, existían los acueductos que solo abastecían algunas residencias y los aljibes de algunas casas. El resto de la población tenía que desplazarse hasta las pilas, fuentes y chorros ubicados en las plazas. Desde el siglo XVI y hasta principios del XIX, había en la ciudad alrededor de 37 chorros. Algunos eran simples vertederos de agua que podían ser manantiales de origen natural o derivados de los acueductos, colocados al pie de los muros de los conventos o de algunas casas. Para esto se debía obtener un permiso del cabildo que consistía en una “merced del agua” para uso privado; a cambio, se hacía el compromiso de colocar un chorro al servicio del público. Los chorros facilitaron el aprovisionamiento de agua al descongestionar el uso de las pilas públicas, pero congestionaron las estrechas calles y los angostos andenes de la ciudad. A finales del siglo XIX, los chorros comenzaron a desaparecer como consecuencia de las obras realizadas en calles y edificios, y también por el establecimiento del servicio del acueducto como empresa privada y pública. Los chorros, junto con las fuentes y las pilas, constituían puntos de orientación y de encuentro, más eficaces para las gentes que aún no entendían la distribución urbana de las calles y carreras. Por ello, era frecuente escuchar expresiones como: “nos vemos a la vuelta del chorro de San Antonio”, “arriba del chorro del Fiscal”, “media cuadra abajo del chorro de las Botellas”... “ El 8 de enero de 1870 a la una de la tarde, al descender un derrumbe de la base de Monserrate, a cien metros de distancia de Boquerón, a consecuencia de los socavones que estoy dando para la construcción del camino carretero que partiendo de la carrera padilla se une hoy en este sitio con el que viene de Choachí sobre la Aguanueva, se presentó a mi vista y como por encanto una hermosa fuente de piedra labrada, y por su formación artificial, por el agujero donde debió existir un tubo de hierro… y de sesenta y seis obreros que tengo entre presidiarios voluntarios y soldados de la artillería, yo fui el primero en beber de esa fuente oculta al paladar del hombre quizás por más de trecientos años, habiendo sido sin embargo construida por aquel y desaparecida por algún cataclismo bajo los inmensos escombros del Monserrate “ Según José Segundo Peña. 61


Pila a la entrada de la Quinta de Bolívar. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

PILAS Y FUENTES Las pilas públicas fueron construidas en su mayoría por el cabildo con el apoyo de las parroquias a las que surtían agua. Se ubicaron en lugares céntricos de las plazas principales formando con éstas un conjunto inseparable. Se diferenciaban de los chorros o cajitas de agua elaboradas en piedra, por su ornamentación y porque el agua brotaba de varios tubos o pajas. Fueron importantes puntos de referencia y socialización, pues además de prestar el servicio de agua, convirtieron la plaza en centro de diaria reunión. Para los españoles, las pilas eran obras en piedra, hierro u otro material, compuestas por un amplio estanque circular o poligonal que llevaba en el centro una columna por la que subía el agua a presión hasta un tazón y de allí se vertía a través de surtidores. Las fuentes eran solo una alberca o estanque que no requería agua a presión con tuberías.

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Pila en los jardines de la Quinta de BolĂ­var. 2008. FotografĂ­a: Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Elementos emblemĂĄticos de una plaza colonial: La fuente de agua y el rollo del tormento. 2010. IlustraciĂłn. Inspirada en: Carlos MartĂ­nez. Apuntes sobre el Urbanismo en el Nuevo Reino de Granada.


LA PRIMERA PILA PÚBLICA A finales del siglo XVI, como la gente continuaba bañándose, lavando la ropa, haciendo sus necesidades o arrojando basura en los ríos San Francisco y San Agustín, el cabildo de la ciudad resolvió conducir el agua limpia proveniente de los nacimientos hasta la Plaza Mayor. El agua sin contaminación, por una reglamentación sanitaria y de higiene, en adelante se tomaría de una “fuente de piedra”. Esta primera fuente de pobre “factura”, con una sencilla taza y una altura de unos 60 cm., fue construida en 1583. Posteriormente, en 1775, fue reemplazada por otra más grande y ornamentada. Se conoció popularmente con el nombre del “Mono de la Pila”. Esa pila de agua, junto con el rollo, picota, horca o “árbol de la justicia”, constituían los monumentos más significativos de la Plaza Mayor.

Pila en la Plaza Mayor, primera etapa, 1583. Dibujo. Anónimo. Reproducido por: Margarita Roa. Cuadernillo “El Mono de la Pila”.

Pila en la Plaza Mayor, segunda etapa, 1765. Dibujo. Anónimo. Reproducido por: Margarita Roa. Cuadernillo “El Mono de la Pila”.

Pila en la Plaza Mayor, tercera etapa, 1776. Dibujo. Anónimo. Reproducido por: Margarita Roa. Cuadernillo “El Mono de la Pila”. 65


EL MONO DE LA PILA La fuente del “Mono de la Pila” fue realizada por una persona calificada de quien se desconoce su nombre. Colocada en la Plaza Mayor, en donde anteriormente existía un rollo o picota, fue testigo mudo de los sucesos del 20 julio de 1810. Allí permaneció hasta cuando fue reemplazada por la estatua de Bolívar en 1846. Tenía ocho pajas o salidas de agua y fue financiada gracias a los impuestos llamados “Sisa” de la carne y el vino. “...La taza inferior carece de ornamentación y la segunda, que se levanta bastante, reposa en una columna estriada con elegantes relieves. Del centro de ella se alza una base adornada con lacerías y follajes, sobre la cual descansa un globo en forma elipsoide, en que hay grabados cuatro blasones; al sur que es el frente, el de Pérez de Salazar, partido en pal, con una cruz de San Andrés y nueve estrellas; al oriente una granada símbolo del nuevo Reino; al norte, las armas de España y al occidente, las de Santafé de Bogotá, con una águila negra en fondo dorado, orlada de granadas de oro en fondo blanco”. (Pedro María Ibáñez. Crónicas de Bogotá)

“Mono de la Pila”. Detalle de la escultura de bulto. Algunos aseguran que se trata de San Juan Bautista y otros afirman que es Neptuno el dios del mar. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


“Mono de la Pila”. Ubicado actualmente en el patio central del Museo Colonial de Bogotá. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


LOS ESCUDOS DEL “MONO” La fuente en piedra fue ornamentada con varios escudos de corazón y con granadas. Está coronada por una escultura que, se creía, era de san Juan Bautista. Representa a un niño de pie, cubierto con una piel corta de camello que le cae sobre su espalda. Posiblemente representa también a Neptuno, dios del mar en la mitología romana.

Escudo de Armas de Santafé de Bogotá tallado en la base del “Mono de la Pila”. Reposa entre mantos el águila, reina de las aves y simboliza el reinado; lleva en su cabeza una corona de tres puntas. El águila aparece en el escudo con sus alas extendidas y levantadas en lo alto y con la cola esparcida sujetando unas granadas en sus patas. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

Granada tallada. Fruto simbólico de la abundancia y la fertilidad, símbolo del Nuevo Reino de Granada. A los lados de la granada sobresalen dos mascarones de bocas muy abiertas por las cuales también caía agua. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 68

Escudo de armas del oidor Pérez de Salazar. Consta de trece estrellas dispuestas en cuatro filas. La estrella significa felicidad, grandeza, verdad, y alude a la prudencia.


LOS RECORRIDOS DEL “MONO” De todas las pilas coloniales que hubo en Bogotá, la del “Mono de la Pila” es, sin dudas, la que con mejor suerte ha corrido. Sin embargo, tuvo que recorrer varios lugares de la ciudad hasta que finalmente, después de cien años de continuos traslados, llegó a su destino final en el patio central del Museo de Arte Colonial, en donde se instaló con todas sus partes y se rodeó de brevos, duraznos y flores nativas.

Plazuela de San Carlos. Grabado. Autor: Roberto Urdaneta. Papel Periódico Ilustrado, 1881 – 1887. Aparece el “Mono de la Pila” cuando estuvo ubicado en la hoy llamada Plazuela de Rufino Cuervo. 69


CALLES Y CAÑOS Las calles santafereñas tuvieron en general el mismo trazado que en el resto de las ciudades coloniales. Eran rectas y estrechas, de unos diez metros de ancho, adaptándose a las exigencias de la época. Por el centro de ellas corría un caño o un surco abierto que transportaba los residuos orgánicos de las viviendas y las aguas lluvias que venían desde los cerros. Al no existir alcantarillas sino cloacas, las lluvias torrentosas eran las que barrían y limpiaban la ciudad, llevando los desechos hacia el río. “No había enlosado en las aceras de las calles, excepto en las tres del comercio; faltaba empedrado en muchas; el agua de los caños que corría por la mitad de ellas, encargada de arrastrar a los ríos de San Francisco y San Agustín, las basuras de las casas, se regaban a uno y otro lado formando pozos pestilentes que embarazaban el paso.” (Salvador Camacho Roldán. Bogotá en 1849)

La Calle Real en Bogotá. 1869. Dibujo. Therond. Actualmente es la carrera séptima. Era la más concurrida y tenía tiendas a ambos lados. Hacia el norte era el inicio del camino a Tunja y Zipaquirá; hacia el sur, el camino para Fómeque, Usme y otros pueblos. 70


Calle del Arco. 1884. Dibujo. Edourd Riou. Puente cubierto que unĂ­a el convento de San Francisco con la iglesia de La Tercera.


Convento de Santo Domingo. 1884. Dibujo. Autor: Edourd Riou. La pila fue reubicada en el actual Parque Nacional.

LAS FUENTES DE LOS CONVENTOS A mediados del siglo XIX, existían numerosos conventos e iglesias que daban a la ciudad una “imagen conventual”, de acuerdo con las percepciones de viajeros que llegaron en ese tiempo a la Nueva Granada. Estas edificaciones sobresalían y sus campanarios y cúpulas contribuían a romper la uniformidad del paisaje y a animar la vista de la ciudad. Tenían un patio central con pila de agua para uso del convento. “El patio a que miran los cuatro corredores es una plaza toda en ladrillada. En medio tiene de piedra labrada una fuente perenne de agua cristalina, que con el ruido de su abundancia que arroja por diferentes caños, sirve de entretenimiento y alegra con su hermosura a este primer claustro…” (Fray Alonso de Zamora, de la Orden de Predicadores. Historia de la Provincia de San Antonino del Nuevo Reino de Granada)

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Convento de San Francisco. Autor: Edward Walhouse Mark. 1847. Acuarela. “...es un inmenso edificio; no recuerdo haber visto uno tan enorme en España. Necesitamos casi dos horas para su visita”. John P. Hamilton. Santafé de Bogotá en 1824, vista por ojos ingleses. 1824.


Puente de San Antonio en el camino de Bogotá. 1884. Dibujo. Autor: Edourd Riou.

Puente Aranda. 1940. Dibujo. Anónimo. Reproducido por: Daniel Ricaurte Ortega. Construído en 1768 sobre los ríos San Francisco y San Agustín. Tapado durante la primera mitad del siglo XX cuando se pavimentó la Avenida Jiménez, fue el último puente en desaparecer. Durante la construcción del Eje Ambiental, varios vestigios de los antiguos puentes reaparecieron. 74


Puente de los Micos o Puente de las Latas. Ubicado sobre el río San Francisco con calle 13. CEAM / Colección Museo de Bogotá. MdB14503

PUENTES Al estar Bogotá ubicada entre dos ríos, fue necesario construir durante la Colonia y la República unos treinta puentes, principalmente en el sector que corresponde hoy a La Candelaria, anteriormente conocido como barrio El Príncipe. El puente de San Miguel fue el primero en levantarse sobre el río San Francisco, en 1551. Permitió la comunicación con “el otro lado del río”, una zona considerada fuera del perímetro de la naciente ciudad y que constituía el llamado Camino a Tunja. El puente se construyó en madera y tuvo corta existencia. En su lugar se levantó otro de piedra y ladrillo que recibió el nombre de Puente de San Francisco.

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Plaza de Bolívar en día feriado y festivo. 1884. Dibujo. Autor: Edourd Riou.

Plaza de Bolívar. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Villegas Editores. Historia de Bogotá, Tomo I. La pila de agua era punto de encuentro y referencia para caminantes y jinetes. 76


LA PLAZA MAYOR La ciudad se organizaba alrededor de la Plaza Mayor. Esta era el único espacio libre, público y a la vez uno de los más representativos del poder colonial. Allí se realizaba el mercado los viernes. Los puestos de venta se distribuían en cuatro categorías. En una sección estaban las carnes, la manteca y el tocino. En otra se ubicaban los campesinos con la papa, el maíz, la cebada, los plátanos y las flores. La tercera sección correspondía a las gallinas, los pavos y las aves de caza, y la cuarta, a las alpargatas y a la ropa. “Brilla la plaza mayor con candiles, homenaje del cabildo y regimiento; revienta la pólvora en luces policromas y ensordece en atronadoras descargas. De prisa, porque ya el gallo avisó la medianoche, en torno al Mono de la Pila, al lado del rollo vengador de crímenes y agravios, va[n] surgiendo [los montajes teatrales]. El Paraíso. Árboles inverosímiles, preciosos y raros animales, muestras de curiosísimas industrias nacionales, se agrupan cabe el bosque sagrado, que extasiará con el amanecer al santafereño…” (Guillermo Hernández de Alba. Estampas Santafereñas)

Plaza Mayor de Aduanas. Detalle. 1824. Acuarela. Autor: François Desire Roulin, 1824. Niña cargando un chorote de barro para el agua. 77


Plaza de Bolívar y pila. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Carlos Martínez. En torno a la pila de agua la gente acostumbraba a pasearse a pie y en carruajes.

Plaza Mayor 1948. Autor: Edward Walhouse Mark. Grabado. Reproducido por: Joaquin Piñeros Corpas. Una de las tantas transformaciones que ha sufrido la plaza a través de los tiempos. CEAM / Colección Museo de Bogotá. MdB12700 78


PLAZA DE BOLÍVAR En los inicios de la República, el nuevo gobierno quiso cambiar la imagen simbólica que se tenía de la Plaza Mayor llamándola Plaza de la Constitución. En 1846, se designó Plaza de Simón Bolívar cuando se instaló la estatua del Libertador en lugar del Mono de la Pila. En 1881 se remodeló la plaza y la estatua de Bolívar se rodeó de un jardín con cipreses; además, se colocaron dos pilas de bronce, bancas de madera y una verja de hierro. Con la visita de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá, en 1919, fue tanta la gente que quería acercarse a ella, que pasó sobre las rejas y los árboles, echando a perder tanto el jardín como la verja, la cual tuvo que ser retirada. “En la Plaza Mayor se solían hacer representaciones caricaturescas de los personajes políticos. En una ocasión se hizo una representación para la que se había preparado, cerca al Mono de la Pila, un castillo que simulaba una fortaleza aspillera con claraboyas, en dos de las cuales se veían pintadas grotescas caricaturas que representaban el despotismo, de Simón Bolívar y la tiranía en doña Manuela, figuras que serían quemadas la noche del 9 de junio de 1830, como inicio de las actividades del Corpus Christi. Cuando Manuela se enteró, arremetió en su caballo furiosa contra ellas…” (José María Cordovez Moure. Reminiscencias de Santafé de Bogotá).

Remodelación de la Plaza de Bolívar. ca.1912. Fotografía. Autor: Anónimo. Al fondo se observan los restos de las fuentes luminosas. 79


Plaza de Bolívar. ca. 1912. Fotografía. Autor: Anónimo Aparecen sus cuatro fuentes luminosas.

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FUENTES LUMINOSAS En 1926, la Plaza de Bolívar se adornó con cuatro fuentes de agua luminosas que imprimían al lugar gran elegancia y monumentalidad. Allí iban los hombres a charlar y a fumar. En 1948, ante el deterioro en que se encontraban por falta de mantenimiento y presupuesto, colocaron encima unos inmensos globos terráqueos, levantados en homenaje a las naciones que asistían a la Conferencia Panamericana. Esos globos fueron quemados el 9 de abril de 1948 y la plaza permaneció con sus fuentes luminosas hasta 1960, cuando se eliminaron las fuentes y las zonas verdes, para volverlas zonas de parqueo. La plaza quedó convertida en un espacio enorme, gris y austero; pero el recuerdo de las “micas luminarias” aún permanece en la mente de algunos bogotanos. “Las noches de domingo y de festividades, las gentes se instalaban allí para observar maravillados cómo las aguas danzarinas se elevaban sobre las piletas de piedra cambiando de color cada minuto, mediante complicados métodos técnicos y científicos aplicados por expertos ingenieros hidráulicos.” (Ricardo Rosillo Melo. Recorrido por el Legado Cultural de Bogotá)

Plaza de Bolivar. Costado sur occidente. 1945. Anónimo. 81


Capitolio Nacional. 1938. Fotograf铆a. An贸nimo. Reproducido por: Sociedad de Mejoras y Ornato. Vista nocturna de las fuentes luminosas desde el capitolio.



Pila y antiguo Cabildo de la Plazuela de Las Nieves. Papel Periódico Ilustrado 1881-1887. Grabado. Hoy llamada Plaza de Caldas.

PILA DE LAS NIEVES Ubicada en la Plaza de Las Nieves, esta pila fue construida por el párroco del lugar, en 1665, por petición al cabildo. Tenía ocho pajas de agua que abastecían a todo el vecindario. De factura sencilla, fue refaccionada en 1842 y así permaneció hasta 1897, fecha en que se demolió por orden del Concejo de Bogotá y se reemplazó por una fuente de hierro bronceado importada de los Estados Unidos. “…Es mucha la necesidad de traer agua corriente al centro de este vecindario porque es considerable, hay muchas panaderías y no hay agua sino en San Juanito, chorro más allá de la Recoleta de San Diego y hasta el río San Francisco en el río Boquerón, y como es muy lejos y despoblado, las mujeres que van a proveerse de agua corren peligros…” (Daniel Ortega Ricaurte. Álbum del Sesquicentenario)

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Pila o fuente en bronce en la Plaza de Las Cruces (seca, sin agua ). Anteriormente estuvo en la Plaza de San Victorino y en 1919, con motivo del aniversario de la Batalla de BoyacĂĄ, se hizo su traslado a la dicha Plaza. 2008. FotografĂ­a. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Plaza de San Victorino. 1824. Acuarela. François Desire Roulin. Considerada como la más hermosa pila pública de la época.

PILA DE SAN VICTORINO Esta pila fue mandada a construir por el Virrey Ezpeleta en 1793 y se puso al servicio público cien años más tarde en la Plaza de San Victorino. En su construcción intervino Fray Domingo de Petrés, capuchino arquitecto, quien también diseñó la Catedral de Bogotá y la iglesia de Santo Domingo. La fuente estuvo allí hasta finales del siglo XIX, cuando fue reemplazada por una fuente francesa que permaneció por tres años, hasta 1910, cuando se instaló la estatua de Antonio Nariño. La pila de San Victorino tenía ocho pajas de agua y era un pilón dórico que presentaba hasta la altura del caveto un aspecto agradable, aun cuando su coronamiento era un estéril montón de piedras, sobre el cual surgían un farol y algunos vasos de tierra cocida, motivo ornamental muy empleado en la arquitectura del siglo XVIII. (Pedro María Ibáñez. Crónicas de Bogotá)

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Plaza de San Victorino. 1912. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Jorge Nieto y Diego Rojas. Primera pila que existió en la Plaza de San Victorino. “Es posible que la fuente sea copia de una tumba gótica española y tiene inscripciones en el pretil, muro bajo que la rodea, y numerosos chorros de agua que brotan de tubos de hierro. A su alrededor hay siempre una nube de muchachas con mantillas y enaguas azules que luchan por poner la caña en el chorro antes que su vecina”. Isaac Holton. La Nueva Granada. 1850.

Pila de San Victorino. 1627. Autor: Luis Núñez Borda. Dibujo. Reproducido por: Daniel Ortega Ricaurte. CEAM / Colección Museo de Bogotá. MdB14001

Iglesia de Las Nieves. 1895. Fotografía. Autor: Henri Duperly. Museo de Bogotá. Esta fuente estuvo anteriormente ubicada en la plaza de San Victorino. Posteriormente ésta fuente se trasladó a la llamada Plaza de Las Cruces.

“La Mariposa” del maestro Edgar Negret. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve. Después de tantos cambios efectuados en la Plaza de San Victorino, hoy se encuentra esta escultura. Fue diseñada en su parte inferior con un gran espejo de agua, el cual fue eliminado.

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Parque de Santander. Fotografía. 1940. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: José Vicente Ortega Ricaurte. En el siglo XIX, las plazas, por influencia europea, se ornamentaron con árboles, flores y se cerraron con verjas de hierro. Con estos cerramientos las plazas perdieron su poder de convocatoria.

Parque Santander. 1906. Fotografía. Autor: Henri Duperly. Reproducido por: Eduardo Serrano. Para celebrar la victoria del general Rafael Reyes en la guerra civil de 1895, se construyeron en la ciudad varios arcos de triunfo. A través del tiempo, el Parque de Santander ha sufrido numerosas transformaciones; por ejemplo, cuando la pila fue removida del centro de la plaza y se ubicó cerca del Arco Triunfal.

Parque Santander. 1856. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Juan Mosca. Niños jugando en la pila del Parque de Santander con barquitos de madera. 88


Parque Santander. 1958. Anónimo. Reproducido por: Sociedad de Mejoras y Ornato. Antigua pila de la Plaza de las Yerbas, hoy Parque de Santander.

PILA DE SAN FRANCISCO HOY PLAZA SANTANDER La Plaza de San Francisco, llamada así por los frailes franciscanos que se establecieron en Santafé de Bogotá en 1556, también fue conocida como la Plazuela de Mercado o Plaza de las Yerbas, y posteriormente como Parque Santander. Allí estuvo el Humilladero, una ermita donde según la tradición se celebró la primera misa y también fueron fusilados muchos próceres de la Patria. En el centro de la plaza se ubicó la pila que abastecía de agua de consumo doméstico a los barrios de la Catedral y de Las Nieves. Era un lugar de gran actividad comercial, lo cual generó un polo de desarrollo a lo largo del actual eje de la carrera séptima, antiguo Camino Real. Allí, a la Plaza de las Yerbas, en torno a la pila, las mujeres acudían a diario a chismosear mientras compraban frutas, verduras, hierbas aromáticas y flores. “El área de la Plaza de San Francisco, de la cual el Humilladero no ocupaba sino el ángulo noroeste, estaba rodeada así en 1572: acera occidental, iglesias de San Francisco y La Veracruz, de reducidas proporciones; acera norte, apenas contaba con tres casas de particulares; acera oriental, estuvo el primer convento de Santo Domingo y dos casas más; el lado sur estaba abierto sin ninguna construcción, y una barranca separaba la parte plana de la plaza, llamada entonces de Mercado, del río San Francisco.” (Isaac Holton. La Nueva Granada) 89


Plaza de Las Aguas. Pila de Germania. 1918. Fotograf铆a. Autor: Henri Duperly. Reproducido por: Fundaci贸n Misi贸n Colombia.

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LAS PLAZAS MENORES Además de las plazas principales –la de las Yerbas o de San Francisco, la de las Nieves y la de San Victorino–, nacieron otras plazas o plazuelas frente a iglesias, conventos y edificios civiles, las cuales fueron adquiriendo un valor significativo por las actividades de socialización que se realizaban en torno a las pilas. Ahí se congregaban los ciudadanos en los días de mercado, en las celebraciones civiles y religiosas o en los ratos de ocio. Las plazas, a su vez, dieron origen a nuevos barrios. Entre todas, se destacaban la plaza de Las Cruces, la de Los Mártires, la de Egipto, la de San Ignacio o San Carlos, la de La Capuchina y la de San Agustín. La plazuela de San Victorino era el puerto de la ciudad en donde desembocaba el Camino de Occidente que llegaba desde el puerto fluvial de Honda, sobre el río Magdalena, a través del cual se transportaba toda clase de mercancías. Era un lugar de mucho movimiento, punto de arranque del tranvía de mula y parada de los carruajes de alquiler. Hoy en día, la plaza de San Victorino continúa siendo un importante centro de comercio. Aguatera. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Villegas Editores. 91



Pila de Agua. 1938. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Fundación Misión Colombia. Ubicada cerca de la Cervecería Bavaria.


Aguadoras. 1920. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Roberto Herrera de La Torre. Por el sendero van descalzas dos aguateras. Una de ellas porta sobre su cabeza una múcura con agua, apoyada sobre un rollo de trapo y esparto.


AGUADORAS Y AGUATERAS Las pilas eran puntos de reunión, de tertulia y de chismografía, especialmente entre las aguateras que concurrían cada día a llenar sus múcuras o vasijas de barro y a opinar acerca de los sucesos del día o de las intimidades de las familias para las que trabajaban vendiéndoles el agua. “Sobre una grada, un gran número de mujeres del pueblo, armadas de una caña hueca, en cuya punta había un trozo de cuerno que ajustaba el pico del agua que corría por el caño así formado, siendo recogida en un ánfora [o múcura] tosca de tierra cocida. Todas estas mujeres tenían el tipo de indio marcado en su fisonomía; su traje era una camisa, dejando libres el tostado seno y los brazos y una saya de paño burdo y oscuro. En la cabeza, un sombrero de paja. Todas descalzas.” (Miguel Cané. Notas de Viaje sobre Colombia y Venezuela. 1882) “Si alguna incauta criada, sin estar suficientemente instruida en los asuntos del arte, osare en presencia de la aguadora aplicar su caña a la pila para coger agua, ¡pobre de ella!, porque nuestra heroína abusando de la superioridad que le dan las circunstancias, califica tal acto como delito de lesa pila, le dispara unos cuantos insultos, los cuales van acompañados de verdades de apuño. Y le rompe la múcura sin consideración alguna para inculcar de este modo en el ánimo de la criada perpetuo y doloroso escarmiento.” (Francisco de Paula Carrasquilla. Tipos de Bogotá)

Acueducto de Egipto. 1925. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Roberto Herrera de la Torre. Niñas junto a la pila en la plaza de Egipto. CEAM / Colección Museo de Bogotá. MdB13145 95


Parque de Santander. 1925. Fotograf铆a. An贸nimo. Reproducido por: Fundaci贸n Misi贸n Colombia. Antigua verja del Parque Santander, la cual fue suprimida y reubicada en el Hospital San Juan de Dios.

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Paseo del Agua Nueva. Ramón Torres Méndez, 1848. Acuarela. Este paseo seguía el trazo del acueducto y bordeaba la ciudad por oriente, recorriéndola en lo alto desde El Boquerón hasta la ermita de Egipto.

ALAMEDAS Y PASEOS Durante los últimos años de la Colonia y con el fin de embellecer a Bogotá, algunas calles se convirtieron en paseos o alamedas al ser arborizadas y amobladas con bancas de madera. Estos paseos, ubicados en los límites de la ciudad, por lo general atraían gente los domingos y días de fiesta. Las dos alamedas partían de la Plaza de San Victorino. La “Alameda vieja”, hoy carrera 13, fue la primera en colocarse al servicio. La “Alameda nueva”, construida hacia el occidente, daba una presentación decorosa al camino de Fontibón. Fue el paseo favorito de la sociedad santafereña de principios del siglo XIX, aprovechado por los enamorados que se sentaban en los escaños del Paseo de la Alameda, para hacerse sus declaraciones románticas y deleitarse con el paisaje.

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DE LA PLAZA AL PARQUE En los inicios de la República, surge un interés por glorificar a los héroes de la Patria con el levantamiento de monumentos y estatuas en las plazas existentes. La ciudad se transforma y, con ello, las plazas se convierten en parques o jardines al estilo francés, con bancas, fuentes ornamentales, caminos y faroles de gas, rodeados por verjas de hierro. Estos jardines enrejados pierden un poco su carácter de escenario público, para convertirse en un adorno más y en un instrumento del nuevo culto a la Patria. Las plazas con denominaciones populares o religiosas se rebautizaron con los nombres de ilustres hombres. La Plaza Mayor recibe el nombre del Libertador; la Plaza San Victorino se convirtió en la de Antonio Nariño; la de San Francisco, en el Parque de Santander; la Plazuela de la Capuchina se bautizó Camilo Torres; la Plaza de Las Aguas fue llamada de Policarpa Salavarrieta. “El Parque de Santander antiguamente era un jardín cerrado con una verja que tenía una puerta sobre la carrera séptima que se cerraba por las tardes. La propia estatua tenía una verja pequeña, y nosotros de muchachos teníamos como programa pasarnos por encima de la verja…” (Alfredo Bateman. Estatuas y monumentos de Bogotá)

Parque de Bolívar. 1900. Fotografía. Autor: Henri Duperly. Reproducido por: Eduardo Serrano. 98


Paseo del Agua Nueva. Detalle. Ram贸n Torres M茅ndez, 1848. Acuarela.


PARQUE CENTENARIO Y DE LA INDEPENDENCIA Con motivo del Centenario de la Independencia de Colombia, el Parque de la Independencia y el Parque del Centenario, ubicados uno junto al otro, entre las carreras quinta y séptima y las calles 24 y 26, en el sector de San Diego, se convirtieron en el escenario perfecto para realizar la Exposición Agrícola e Industrial de 1910, evento asociado al conjunto de actos conmemorativos del Centenario. Para ello, se construyó un conjunto de pabellones, monumentos, esculturas y fuentes de agua que se ubicaron en diferentes lugares de estos parques, lo que evocaba un ambiente indígena y exótico. El pabellón principal era el de la Industria, que estaba situado en el remate visual del camino de acceso al parque a cuyo frente se alzaban dos fuentes de “veinticinco metros de altura, vaporosas y de cambiantes colores, que el viento esparcía como una lluvia mágica.” (La ciudad y la luz. Bogotá y la exposición agrícola e industrial de 1910)

Fuente de Neptuno. Obra del maestro Francisco Cano. Ubicada en el antiguo estanque del Parque Centenario, hoy desaparecida. Fotografía. Saúl Orduz. MdB07445 100


Fuente de Neptuno. Fotografía. Anónimo. Reproducido: Revista Cromos. Esta hermosa fuente de estilo barroco en forma de concha estaba rematada por un personaje masculino que portaba un caracol, con el cual, tal vez, llamaba a través de los ecos a sus acuáticas ondinas y sirenas.


Kiosko de la luz en París al estilo francés de Maria Antonieta. Reproducido por: La Ciudad de la Luz. 2005.

Kiosko de la Luz. 2004. Fotografía. Autor: Jorge Alberto Martínez. Esta construcción siguió algunos lineamientos arquitectónicos del diseño francés, pero sin el agua ni los barcos. Fue el único testimonio arquitectónico que permaneció en su lugar, en el Parque del Centenario. Actualmente este parque es conocido con el nombre de la Independencia. 102


FIN DE UNA “ÉPOCA” Después de los festejos, los pabellones fueron arrendados para fines recreativos y culturales. Había una sala de cine, una de patinaje y otra de gimnasia. Pero, debido a los elevados costos de mantenimiento de los parques y de los pabellones, se resolvió la demolición de estos últimos. Algunos monumentos y esculturas fueron trasladados a otros lugares de la ciudad. Posteriormente, en 1940, con la construcción de nuevas vías y la ampliación de la Avenida 26, el Parque del Centenario y el Parque de la Independencia fueron reducidos, dejando así de ser aquellos espacios evocadores que alguna vez constituyeron símbolos importantes en la historia urbana de la ciudad. “El domingo era un día muy agradable. Íbamos al parque, a veces al de la Independencia a veces al del Centenario. Este desapareció para dar paso a los puentes de la 26”.

Biblioteca Nacional. 1938. Archivo Museo de Bogotá. Anónimo. Como parte integral de los jardines anexos a la Biblioteca Nacional, ubicada en el Parque de la Independencia existía una pila, la cual fue tristemente removida. 103


“El Silencio”. Marco Tobón Mejía. ca. 1920. Mármol. Colección Museo Nacional de Colombia.


“Proyecto El Silencio”. Boceto. Marco Tobón Mejía. Reproducido por: Carolina Vargas / Jorge Cárdenas. Se trata de una figura femenina desnuda diseñada para una fuente junto a un puente. Se muestra cómo la obra aparece en medio de un estanque rodeado por un jardín de cipreses y ubicada sobre un puente de piedra con dos jarrones en los extremos. Lamentablemente el proyecto no llegó a realizarse.

EL SILENCIO Con motivo de la IX Conferencia Panamericana de 1948, se construyó la Avenida de las Américas, llamada “la ultramoderna vía jardín”, diseñada por el japonés Hochin con jardines y faroles. A lo largo de ella se ubicaron cuatro importantes obras de arte: el monumento de “Cristóbal Colón e Isabel la Católica”, “Sie, la Diosa del Agua”, la escultura “El silencio” y el monumento de “Banderas”. “Extraña desnudez en que el recato se impone a la vista en la ondulación formal que tan sabiamente esconde los atributos de la feminidad, con no se qué de angustia de peligro en las manos vigilantes, de un decoro amenazado por extraños ojos, y un no se qué de rumia melancólica de un pecado reciente o de un pecado reprimido tal vez.” (Iniciación de una guía de arte colombiano).

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Conjunto escultórico de Batchué con dragones. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Galería Mundo.


FUENTES CON DRAGONES En 1928, Rómulo Rozo fue nombrado director artístico de la construcción y la decoración del pabellón de Colombia concebido por el arquitecto José Granados de la Vega para la Feria Iberoamericana de Sevilla. Rozo se encargó de diseñar los elementos escultóricos y de relieve que enriquecieron el edificio con la fuente y la escultura de Batchué, diosa de la fertilidad generatriz de la vida de los Mhuysqas. Batchué fue exhibida en medio de la fuente del patio central. Es una figura femenina desnuda y hierática. La diosa carga un niño a quien alza por encima de su cabeza. Ambos portan máscaras sobre sus ojos y bocas con trazos de líneas paralelas. Su ornamentación se retomó de los ofrendatarios indígenas de cerámica, llamados gazofilacios. A manera de tocado, su tiara tiene nueve elementos acuáticos radiales con caracoles, iconografía que aporta una doble significación: la del sol naciente y la del agua, ambas fuentes indispensables de vida. La base de la escultura es una pirámide trunca de sección cuadrada que tiene grabadas las ondulaciones del agua en sus cuatro taludes. El borde superior de dicha base está rematado por nueve renacuajos y nueve huevos. La rana, animal sagrado por excelencia, nos remite a la fecundidad y a la vida. Las piernas de Batchué, en forma de culebras, se entrelazan y se hunden en las aguas del bloque inferior de la escultura. El ofidio asociado a la extremidad derecha es escamado y prolonga el vello púbico de la diosa. El de la extremidad izquierda es conformado por líneas que al entrecruzarse forman rombos, con un punto en el centro de cada uno. Se puede asegurar, entonces, que la culebra escamada es hembra y macho adulta la otra. (Rómulo Rozo. Álvaro Medina. Arte para Bogotá. Universidad Nacional, 1997)

Rómulo Rozo y Bachué. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Galería Mundo. Aparece el joven escultor elaborando su obra Bachué.

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Pabellón de la Industria. Exposición del Centenario de la Independencia. 1910. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Primer Centenario de la Independencia. 1810 –1910. Brillaban y brillaban las luminosas fuentes hasta que fueron eliminadas del antiguo parque del Centenario.

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Aeropuerto Internacional El Dorado. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Germán Téllez. Un gran “espejo de agua” lucía a la entrada del Aeropuerto.

PRIMER ESPEJO DE AGUA EN BOGOTÁ Durante la segunda mitad del siglo XX (1950-1973), se consolidó en Bogotá una nueva imagen del paisaje urbano. Esta “época dorada” se caracterizó por la construcción de gran número de obras que permitieron a la ciudad entrar en la modernidad. A partir de entonces, la “poética del agua” comenzó a retomarse como elemento de diseño y estructuración del espacio urbano bogotano. Aparecieron los espejos de agua en los frentes de los edificios con objeto de recrear un entorno de goce, armonía y belleza en composiciones arquitectónicas de alto valor estético. Se dice que los espejos de agua son los reflejos de las estrellas y del mismísimo cosmos. Sus formas rectangulares nos insinúan calma, quietud y paz. Cuando sus formas decorativas son redondas, dan una sensación más acuática, de movimientos y oleajes, con ondas o incluso con cascadas o caídas de aguas. Los espejos de agua pueden conformar un estanque con o sin vegetación; en todo caso, estimulan los múltiples reflejos de luces titilantes. 109


Teatro Olimpia. 1948. Fotografía. Anónimo. Reproducido por: Juan Vicente Ortega Ricaurte. Frente al desaparecido teatro Olimpia se colocó la fuente del “Niño y Delfín” realizada en mármol.

” Fuente del Niño y el Delfín”. Anónimo. 2005. Fotografía. Autor: Clara Inés Ángel. El estado es lamentable. La fuente está invadida por grietas y ha sido mutilada en varias partes. Y por supuesto, el agua dejó también de fluir. Yace sin motor ni tuberías... Es muy probable que la Fuente del Niño y el Delfín y la Fuente del Niño con el Ave alguna vez hayan formado un conjunto escultórico, puesto que presentan similitudes iconográficas, temáticas y de factura. Posteriores investigaciones lo podrían confirmar. 110


DE LA SOLEDAD DEL AVE Y DEL DELFÍN Hoy la Fuente con “Niño con ave” se encuentra lejos de su entorno original y fue reubicada en el Parque Nacional. Su estado es lamentable. La fuente de mármol está invadida por grietas y la cabeza del ave ha sido mutilada, así como también varias partes de las losas de la pileta. Y por supuesto, el agua dejó también de fluir. Yace sin motor ni tuberías... Es muy probable que la Fuente con el Niño y el Delfín y la Fuente del Niño con el Ave alguna vez hayan formado un conjunto escultórico, puesto que presentan similitudes iconográficas, temáticas y de factura. Posteriores investigaciones lo podrían confirmar.

Fuente del “Niño con el ave”. Detalle. Anónimo. 2005. Fotografía. Autor: Clara Inés Ángel. 111


“ Sie la Diosa del Agua”. 1938. María Teresa Zerda. Piedra. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Está panorámica muestra el estado actual de la escultura, sin agua y con baldosines azules fruto de la interpretación del contratista de las obras de Transmilenio.


ACERCA DE “SIE, LA DIOSA DEL AGUA” Escultura de María Teresa Zerda Pobre esta diosa del Agua. No ha de sentirse muy bien sin su agua, es decir, sin una gota de agua. Totalmente suspendido, eliminado y privado del líquido vital ha quedado dicho monumento. Y con tan gran espacio de ladrillos, al menos le hubieran podido colocar sus símbolos: caracoles, serpientes, peces… Un trazado sin orden ni sentido la envuelve. ¿A dónde fue a parar su estanque original? Inicialmente estaba rodeada de árboles, jardines y un estanque como para que la diosa nadara en su medio y recogiera el agua como parte esencial de su iconografía acuática. Hoy se encuentra prisionera entre dos carriles de Transmilenio, totalmente seca, sin su entorno escultórico verde arborizado, abandonada de las autoridades. Sin protección alguna, solamente conviven y duermen con ella los indigentes. Sin los sillares para la contemplación de la diosa, el remate en piedras talladas con peces y caracoles fue rellenado con cemento. La grifería, las tuberías y el agua, parte fundamental iconográfica y simbólica de la obra, fueron suprimidas. Lo mismo que el espejo de agua: fue reemplazado por baldosines azules de sanitario… ¡Pobre diosa mutilada! Ya por sus canales solamente corren desperdicios, basuras, residuos sólidos y ni una gotita de agua…

Detalle del caracol en manos de la “Diosa Sie”. Al igual que muchas otras esculturas presentan grafitos y mutilaciones vandálicas. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 113


LA REBECA PARECE QUE SE HA QUEDADO “CON LOS CRESPOS HECHOS”... Obra del maestro Roberto Henao Buriticá ¡Sí! Rebeca aparece agachada de rodillas, concentrada y con todo preparado para la labor acuática que se dispone a realizar. En una mano lleva una concha para recoger el agua cristalina y depositarla en el cántaro que sostiene con la otra mano. Pero, ¿qué le hace falta? Le falta lo esencial: el agua. Por lo tanto, se ha quedado “con los crespos hechos”. No habrá fiesta, pues no hay agua fluyendo para continuar su ritual. La alberca, las plantas esculpidas en su base, el genio o dragoncillo del agua con las espirales, símbolo de su feminidad... todo casi listo, pero sin agua. Qué tristeza recordar su pasado, cuando todo su entorno era para ella, con árboles, plantas, flores y hasta con patos nadando en su estanque… Nunca estuvo tan solitaria como ahora, en pleno siglo XXI. Hoy se la ve abandonada entre avenidas, carros y buses. Nadie la mira. Muy pocos la visitan o tienen el tiempo de sentarse un rato junto a ella. Pocos perciben los murmullos tenues en su solitario y vacío ritual acuático. Pese a que fue recientemente restaurada, se percibe el abandono en sus aguas sucias, contaminadas, llenas de escombros y de residuos sólidos. Sola está en una plaza sin bancas, sin árboles, pero sobre todo, sin niños jugando y sin adultos leyendo el periódico… Un lugar sígnico de encuentro vital y no de simple añoranza es lo que deseamos para la Rebeca. Ojalá que el agua limpia llene su alberca para que se bañe en ella el dragoncillo del cual brotaba un surtidor a chorros, para que así, con el agua, retornen los patos, las ranas y los peces multicolores, y para que ella pueda finalmente continuar preparándose a recoger el agua virtiéndola…

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Fuente “La Rebeca”. 1928. Roberto Henao Buriticá. Mármol. 2008. Fotografia. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

La Rebeca, detalle de la mugrienta pileta con basuras flotando. 2008. Fotografia. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Monumento al General Uribe Uribe. 1939. Vittorio Macho. Bronce y piedra. 2008. Fotografia. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


MONUMENTO ALEGÓRICO A RAFAEL URIBE URIBE Vittorio Macho Este monumento está ubicado en el Parque Nacional. Consta de un conjunto arquitectónico de columnas estriadas con uno escultórico de “madona con su hijo” en el regazo. Madre que retiene a su hijo muerto, aludiendo alegóricamente a la Patria que ha perdido al héroe liberal. Completa dicho conjunto una pileta con chorros y espejos de agua. Rematan las paredes de piedra dos grabados de hazañas guerreras. El monumento está localizado en un espacio abierto y generoso. Antaño rodeado tan solo por árboles y flores nativas, hoy en sus escalinatas los jóvenes bogotanos practican en patinetas y bicicletas, realizando peligrosos saltos mortales en torno al pétreo recordatorio. En letras de bronce dorado se puede leer: “A Rafael Uribe Uribe, apóstol paladín…”

Vista lateral. Desafortunadamente las fuentes que hacen parte del conjunto escultórico estaban apagadas el día en que se tomó la foto. 2008. Fotografia. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 117


“Monumento a los polícias y soldados caídos en combate”. Lorenzo Castro, Rodrigo Zamudio, Juan Carlos Santamaría, Diana Rodriguez, Yalmar Vargas, Fernando Rojas. 2004. Detalle de la pared con caída de agua. 2008. Fotografia. Autor :Ernesto Monsalve Pino.

UN HOMENAJE A LOS HÉROES CAÍDOS Obra del artista Lorenzo Castro y su equipo. El monumento a los militares y policías caídos en combate se ubica en la avenida El Dorado, en una muy amplia plaza. Está conformado por un espejo de agua y un muro de forma casi piramidal. Presenta sombras de figuras humanas de pie en largas filas, conformando hileras, casi fantasmales, de hombres muertos en combates. En una de las paredes, el efecto plástico aparece entre juegos de sombras traslúcidas y formas fantasmagóricas de siluetas negras y grises acentuadas por las caídas de agua. En la otra pared, se destacan figuras caracterizadas con vestidos e insignias de todos los rangos propios de las fuerzas militares. En la plaza se escuchan marchas solemnes en el momento de rendir homenajes florales y musicales, interpretadas por miembros del ejército, en un permanente reconocimiento a sus héroes caídos realizado ante este monumento.


“Mujer con ruedas y alas, número 1, 2, 3”. 1994. Jim Amaral. Bronce. 2008. Fotografía. Autor : Ernesto Monsalve Pino. Estas hermosas esculturas fueron ubicadas en su espejo de agua.

“MUJER CON RUEDAS” Obra de Jim Amaral, Tres angelicales figuras aladas montan sobre ruedas por encima del agua. No vuelan ni caminan: pedalean, cual bicicletas en su espejo acuático, el cual refresca y reproduce los edificios, las ventanas y las nubes, dando cabida en las noches también a las estrellas. Su creador ha dejado a la “Mujer con rueda” o “Mujer bicicleta” en un estanque, cual ninfa-náyade, habitando un paisaje citadino del siglo XXI…

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“Estrella”. 2008. Fotografia. Autor : Ernesto Monsalve Pino. Hermoso espejo de agua del Parque de El Chicó. El término esta tomado del lenguaje Mhuysqa “Tchiqú.


QUE “VIVAN” LAS FUENTES... Al norte de la ciudad, se encuentra el Parque de El Chicó, ubicado en la antigua hacienda de doña Mercedes Sierra. El parque, con sus árboles nativos y plazuelas, constituye un remanso de paz gracias a sus fuentes y pilas de agua, algunas con forma de estrella y otras más caprichosas, que invitan al ensueño y al esparcimiento… En buena hora la Hacienda Santa Bárbara conservó los patios interiores con sus fuentes coloniales o modernas y sus caídas de agua rodeadas de jardineras. Es un lugar muy agradable para compartir un café en medio de fuentes con agua fluyendo o junto a un chorro con cabeza de león que también ameniza el ambiente sonoro con el encanto del agua manando. La iconografía del león, junto con las de dragones, delfines, peces y otros animales o mascarones, fueron temas recurrentes en las fuentes de agua de Bogotá. Una fuente de piedra rematada por una escultura en bronce de san Francisco de Asís, adorna el patio interno de la Casa de la Moneda. ¿Por qué un san Francisco? Quizás porque era el santo que intentaba explicar la armonía cósmica entre cielo, tierra y agua, junto con plantas, seres humanos y animales, llamándoles a todos hermanos.

Pila en la Hacienda Santa Bárbara. Mejor si la pila estuviera funcionando, para disfrutar de un “cafecito acuático”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 121


Pila rodeada de rosas, localizada en el Jardín Botánico.

Fuente con caídas de agua y espejo ubicada en frente del Edificio Skandia. 2008. Fotografía. Autor: Clara Isabel Recamán.


Fuente de San Francisco. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Una fuente de piedra rematada por una escultura en bronce de San Francisco de Asís adorna el patio interno de la Casa de La Moneda. ¿Por qué un San Francisco? Quizás porque era el santo que intentaba explicar la armonía cósmica entre cielo- tierra –agua, junto con plantas, seres humanos y animales, llamándolos a todos: hermanos.


“Ajedrez con espejos de agua”. Localizado en el centro comercial Gran Estación. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Centro de Convenciones Gabriel García Márquez. 2005. Arquitecto: Rogelio Salmona. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Conjunto arquitectónico con espejos y canales de agua que circulan armoniosamente por la construcción.

EL MÁGICO ENCANTO DE LOS ESPEJOS DE AGUA Alejandro Gómez concibió su Eclipse parcial de Luna, montado sobre un espejo de agua, cual caracol. La justa armonía fue lograda a través de cortes y giros con aplicación de la proporción áurea. El artista ha conseguido sutiles movimientos con una clara y profunda evocación galáctica. Rogelio Salmona diseñó el Centro Cultural Gabriel García Márquez, integrando la magia y la poesía del agua con la arquitectura. El agua recorre todo el edificio de forma semicircular. Éste se caracteriza por los “cielos abiertos”, que permiten la libre circulación del viento y el reflejo de la luz solar magnificada en destellos sobre la superficie líquida de los espejos y piletas... La joya del edificio es el llamado “Espejo de agua”, una alberca circular poco profunda, abierta al encuentro, a la alegría, a la sorpresa y a la meditación, gracias a la propuesta de integrar montañas, luz, nubes, ladrillos, gente y agua. 125


Biblioteca pública de Virgilio Barco. Arquitecto: Rogelio Salmona. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Se halla rodeada en todo su exterior por múltiples espejos de agua.

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Biblioteca pública El Tunal. Arquitecto: Manuel Antonio Guerrero. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Espejos de agua y chorros refrescan la entrada.

“EL AGUA SE TOMA LOS LIBROS” Biblioteca El Tunal y Biblioteca Virgilio Barco, con fuentes y espejos de agua. Estanques, pocetas con agua lluvia, disparadas en chorritos a manera de pequeñas cascaditas sonoras. Acuáticos lugares, diseñados con espacios de lectura. Frescuras emanadas de las aguas salpicantes y los libros adentro -no mojados-, siendo disfrutados por lectores ávidos y concentrados, ubicados en espacios acuáticos y propios para la concentración, el aprendizaje y la lúdica.

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“Pared de Agua” instalada en la plazoleta interior del Museo Botero del Banco de la República. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Conjunto escultórico compuesto por un armazón metálico roja y chorros escurriendo sobre paredes de agua. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

Y DE LAS PAREDES DE AGUA… En el patio interior del Museo Botero del Banco de la República, sobresale una hermosa “pared de agua”, cual negro monolito espacial. A veces se escapa el agua –un poco– de la pared escultórica, formando en el piso pequeños charcos, los cuales son aprovechados por niños y por adultos para zapatear, chapucear y divertirse un poco con el agua. Adquiere este lugar una cierta lúdica... Escultura metálica en gamas de colores naranjas y rojos rodeada por salpicantes chorros de agua que brotan turbulentamente por un muro texturado o “pared de agua”. Gracias a su instalación, se la aprecia refrescando el entorno, en un nuevo centro internacional de economía y negocios ubicado en la carrera séptima con calle 113. El monumento escultórico, ubicado en el Parque Renacimiento, evoca un muro prehispánico de aspecto azteca con cinco chorros manando por salidas cuadradas. En el espejo de agua sobresale una hilera de cojines rectangulares que invitan a saltar de un pie a otro por el trazado de arcaicas reminiscencias. El conjunto incita a la meditación y al silencio en estos jardines de gran carga simbólica por los mausoleos antiguos. 129


Chorros con espejos de agua localizados a la entrada del Banco BBVA. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

“Pared de Agua” que adorna la fachada del edificio Agrícola de Seguros. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 130


“Pared de Agua”, en el Parque del Renacimiento. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Numerosos chorros surten el espejo de agua con piedrecillas.


CHORROS DE AGUA REFRESCANTES Fuentes, esculturas y monumentos con sus mil formas de cascadas, caídas, espejos de agua o pequeños borbotones de flujo infinito embellecerían el espacio urbano e irradiarían en el ambiente frescura, tranquilidad y armonía. Serían agradables a la vista y también al oído... inclusive hasta ejercer un hechizo hipnótico en el espectador. En las Torres de San José, al norte de la ciudad, entre mosaicos de azulejos que evocan a Barcelona, se asoma una “Cabeza de un león” empotrada que invita al transeúnte a beber con la mano un chorrito del agua potable de la que fluye por su boca, disipando la sed y el “acelere” bogotano durante un día laboral. Una fuente contemporánea con ocho sonoros chorritos contribuye a embellecer la plazuela y el espacio público del Banco BBVA. Sus aguas tranquilizan y serenan a las personas que por ahí pasan, alejándolas por breves segundos de los ruidos tormentosos de la ciudad. En la fachada de la torre de la Agrícola de Seguros, el agua fluye por pequeñas cascadas cantarinas, entre lozas y mármoles negros. Quien pasa por el lugar puede oír el agua que se precipita en armonías audibles y disfrutar de su salpicar. Lástima que tan bello espacio sea ensombrecido por el parqueo de motos sobre el andén que priva al ciudadano del disfrute estético de esta cascadita citadina...

“Fuente de agua con león”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Localizada en el centro comercial San José al norte de la ciudad. 132


Detalle del “León” con chorro manando sobre su pileta redonda. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Fuente de Agua en el Centro Internacional. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Deliciosamente prendida y funcionando siempre, para gusto de los caminantes, y ahora también se puede disfrutar de un buen refresco, en los días soleados…

Estanque de Agua en el Jardín Botánico. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino La fotografía, captó este pez rojo, nadando entre plantas y floridos lotos en este bello estanque.

Centro de Convenciones Gabriel García Márquez. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Este espejo de agua hace parte del diseño acuático de fuentes y canales que circulan serpenteantes por todo el edificio.

Reflejos de nubes y cielos en los espejos de agua que rodean la biblioteca. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

Bien sea en canales con pisos, en terrazas o en estanques con espejos de agua, anhelamos tener en Bogotá muchas pilas y fuentes sonando cual cantarinas aves, en todos los parques, plazuelas y jardines... 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Fuente en la plazoleta de Caracol. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Fluyen cinco sonoros chorros que nos alegran y refrescan diariamente, se desbordan en su propio espejo de agua...

Mucha paz se da alrededor de este espejo de agua con reflejos de árboles y del cielo citadino. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

Madona con hijo. Salvador Arango. Bronce. Una pareja escultórica adorna el estanque con espejo de agua. 2007. Fotografía. Autor: Marcela Robles.

Fuentes en las “ Torres del Parque” 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Según la concepción y el diseño del maestro Rogelio Salmona, a cielo abierto, luce una fuente de agua que a veces funciona.

“Cascada”. 1985. Edgar Negret. Aluminio policromado. Detalle y panorámica de la escultura con espejo de agua – con piedritas brillantes-, ubicada a la entrada de la “Galería de Arte la Cometa”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


“Espejo de Agua” en el Parque del Renacimiento. 2008. Fotografía. Autor : Ernesto Monsalve Pino. En fines de semana los jóvenes disfrutan del agua en un soleado día bogotano...


LOS PARQUES Y LA LÚDICA DEL AGUA El Parque del Renacimiento, ubicado junto al Cementerio Central, era un antiguo lugar de silencio y paz sepulcral. Hoy se ha convertido en un espacio para transitar, divagar y disfrutar de los verdes senderos y de los canales de agua conducida en circuitos de caños, en donde los niños hacen sus incursiones acuáticas, se bañan para disfrutar del tentador líquido transparente y juegan en sus remansos. Pese al frío de las aguas, los niños bañistas tiritan y ríen. El Jardín Botánico es uno de los lugares más lúdicos de la ciudad. Abunda el agua en lagos, laguitos, pilas y piletas entremezclados con jardines llenos de diversas especies de plantas nativas. Es un espacio impregnado de magia que invita a la meditación, al silencio y a la contemplación de la naturaleza. ¡Quién lo creería! Una cascada en medio de la naturaleza evoca las selvas vírgenes en plena ciudad. Su caída de agua se precipita feliz por entre los verdes arbustos complaciendo fantásticamente a cada uno de los sentidos. El Parque Simón Bolívar es un valioso pulmón urbano. Con su abundante vegetación que contrasta con los apacibles laguitos artificiales atravesados por puentes de madera, donde los patos se muestran felices en su entorno acuático, es una zona ideal para el descanso, la recreación y para practicar deportes en torno a lagunitas, ensenadas, chorros y espejos de agua. En el barrio La Candelaria existe un intento quijotesco, es decir, “Salmonesco”: el del “Eje Ambiental de la Avenida Jiménez”. Con “buenas intenciones” y con el fin de convertir este espacio público, invadido por carros y buses, en una zona grata y amena, se remodeló el curso del antiguo río Vicachá o San Francisco en forma de canales lineales escalonados. Las expectativas eran ver y sentir el río. Muy mimetizado quedó en dicha conducción: Es un mini-testimonio de lo que fuera el río en el pasado. Muchas horas se invierten diariamente en retirar los papeles de helados y papas fritas, los vasos plásticos y de icopor, las botellas y los desechos sanitarios arrojados sin piedad al agua por los mal educados transeúntes. Fue proyectado por los arquitectos Luis Kopec y Rogelio Salmona.

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Américo Vespucio. 1984. Octavio Martínez Charry. Fibra de vidrio. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Como parte esencial del monumento, el agua fluía y escurría sobre el mapa escultórico del monumento, como alegoría de los viajes del navegante.


Y SIN COMENTARIOS... MONUMENTO HOMENAJE A AMÉRICO VESPUCIO. Obra del escultor Octavio Martínez. ¡Américo Vespucio ha perdido “su mundo”! Hoy pareciera sufrir de claustrofobia por haber sido encerrado entre ganzúas. Las aguas del océano ya no escurren por sus muros, es decir, por su pared de agua original. ¡Ojalá las aguas volvieran a fluir!, porque muchos meses tuvo que navegar este marino como para ahora reposar, seco, sin agua, en un inhóspito lugar. Monumento mutilado de su iconografía acuática; se requiere llamar a Neptuno, el dios del mar; quizás él pueda remover y arrastrar con su corriente las puyas colocadas tardíamente dizque para “proteger” el monumento... “…Otra gran barrabasada es la Plaza del Concejo de Bogotá que hace unos años era un parque modesto pero verde y que hoy es el techo de un parqueadero semi-subterráneo, techo que se quiso realzar haciendo una inversión cuantiosa, con tan mala suerte que todo allí es un disparate. Se perdieron las ventajas y bondades del viejo parque, y el nuevo adefesio no llegó a metamorfosearse en plaza cívica porque se desarticuló el espacio con un laberinto de fuentes que impiden cualquier actividad. Las fuentes no funcionan nunca, es decir que se repitió el error de la aceras. Como es natural, ningún ciudadano en sano juicio se detiene allí, ya que el aspecto de esta ruina moderna es deprimente. En cuanto a las esculturas que intentan ennoblecer el lugar, hay una en honor del uruguayo Artigas que es magnífica. La otra, en honor de Luis Carlos Galán (...). El bronce del héroe uruguayo se pierde como obra de arte en medio de las fuentes secas”. (Álvaro Medina. Arte para Bogotá) Hoy en día el “Ala Solar” ni es ala ni es solar. Quedó totalmente desvalijada de sus alas y de sus reflejos. Fue despojada de cada una de sus aspas, truncados quedaron sus visos y sonoridades producidos por los vientos. Los hermosos reflejos de luz, cual espejos en la pileta, se acabaron. Y como si fuera poco, su desnuda estructura se utiliza para hacer acrobacias, escaladas y montañismo, mientras que su espejo de agua “se ahoga” entre los arrumes de escombros, desechos y basura.

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Plaza del Concejo de Bogotá. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 2008. Anteriormente fluían hermosas fuentes de agua, hoy desaparecidas...


Este monumento fue donado por nuestro hermano país Venezuela. Es obra del maestro Alejandro Otero, altamente reconocido internacionalmente. Sus obras son valoradas y mantenidas con orgullo en varias ciudades latinoamericanas y europeas. Y pensar que aquí yace… Cuando el maestro Edgar Negret instaló la “Mariposa” con su estanque en la Plaza de San Victorino, parecía que la escultura, con sus azules y violetas, volaría sobre el hermoso espejo de agua. Sin embargo, nunca se imaginó el escultor que su obra fuera usada como rodadero para los niños, como muro para grafitos o para que las palomas depositaran sus excrementos. Y lo peor de todo, es utilizada también como sanitario público. Por ello, el espejo de agua fue eliminado, secado, y tuvo que ser taponado parcialmente con cemento. Una réplica del “Mono de la Pila”, realizada por el maestro Luis Alberto Acuña, fue colocada en el Centro Internacional Tequendama como recuerdo de la antigua pila de la época colonial. Hoy yace abandonada, deteriorada, sin tuberías, motor ni agua. Los textos conmemorativos del Sesquicentenario de la Independencia tallados sobre la pileta inferior, compiten en desventaja con los rojos trazos de múltiples grafitos aplicados repetidas veces... e infortunadamente, también duermen allí los habitantes de la calle. Lastimosamente, muchas de las fuentes que hay en Bogotá tanto en parques y jardines, como también en edificios, fábricas, instituciones educativas, casas de habitación… están abandonadas, deterioradas, secas y sin una gotica de agua...

“Ala Solar”. 1975. Alejandro Otero. Hierro y acero. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Restos de la estructura metálica, oxidada, mutilada y hoy desubicada por las obras de Transmilenio. 141


Eje Ambiental. 2000. Diseño : Rogelio Salmona. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Y del río llamado “El Resplandor de la Noche” por los Mhuysqas y rebautizado como San Francisco, hoy- tan solo - nos queda como testimonio de sus vestigios, el eje ambiental.

Sobre el Eje Ambiental con sus canales con espejos de agua, deberían brillar los cielos, las nubes y las palmas con sus pimientos crespos sembrados a sus alrededores, a cambio hoy están llenos con basuras, inodoros, botellas y plásticos…2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

¡ Qué tan importante¡ sería comprender que las aguas que bajan desde los montes y los páramos son sagradas … nacen y bajan a nuestra ciudad, para nuestra salud, calmar la sed; produciendo lúdicos efectos en su goce, disfrute y espiritual regocijo. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Y desafortunadamente también, duermen dentro de las fuentes, los habitantes de la calle... 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

Eran siete hermosas fuentes de agua chorreando, ubicadas en la 77 con carrera 7. Fluían muy alegres acompañadas por el verdor del parque al oriente. Hoy solamente queda su recuerdo a causa de que un conductor ebrio se estrelló contra ellas, destruyéndolas y después alguien decidió convertirlas en materas. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Vista de una de las salas de la esposición “Agua. Fuentes en Bogotá”. 2008. Fotografia. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Detalle de la Sala IV, exposición “Agua. Fuentes en Bogotá”. 2008. Fotografia. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Sala V. “Clepsidras Gota a Gota”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 2008.


En esta sala se hizo una propuesta escénica visual, sensorial y emotiva con el tema central del Agua. Gotas de agua iban cayendo de cuatro clepsidras y eran recogidas en sendos recipientes sonoros rodeados de amarillas piedrecillas que formaban serpeantes espirales recordando la cosmogonía muisca y nuestro origen ancestral. Bajaban y fluían, metafóricamente, desde los nacimientos en los páramos hasta la ciudad. El sonido de cada gota se amplificaba para escuchar repetidas veces los bellos sonidos del agüita al caer, de forma lenta y profunda. Mientras tanto, la luz reflejaba en el techo las ondas del agua. La entrada y salida de la sala se realizaban a través de móviles de bambú, como en un “rito de paso” que conducía desde la bulliciosa ciudad a la quietud del espacio arcaico y sagrado mhuysqa. Era un compendio de simbología ancestral, primigenia, esencial y lúdica que traía los arcanos de los elementales al aquí y al ahora bogotanos. Fue una simbólica instalación cargada de silencios interiores, de gratificantes sonidos del agua y como una luz de esperanza para la capital.


Danza de “Batchue, nacida de las Aguas” 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Presentación realizada en la sala V, “Clepsidra Gota a Gota”por Brenda Polo.



Danza de “Batchue, nacida de las aguas”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Realizada por la bailarina Ailin Calderón.



Colectivo Somos Agua. 2008. Fotografテュa. Autor: Ernesto Monsalve Pino.. Performance realizado por Natalia Dalos y テ]gela Lozano.

Detalle de los procesos de meditaciテウn y silencio durante el Performance. 2008. Fotografテュa. Autor: Ernesto Monsalve Pino. 152


Con un Performance de siete horas consecutivas caminaron en “Peregrinación Mítica” por dichos senderos pedregosos de las memorias y por los espacios simbólicos acuáticos citadinos, a través de sus reflexiones artísticas por cavernosas estalagtíticas. Vestidas de blanco las doncellas descalzas —de cuerpo y alma—,hicieron ellas su ritual, sobre las piedras y el agua cayendo a gotas con matizada luz; junto con las flores y las conchas de caracoles marinos, los que fueron vertidos y colocados, cual ofrenda sacra; lentísimamente en ritual de danza sagrada. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.2008.

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Performance “Rin Rin Renacuajo ha muerto”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Realizado Oscar Cortés.

“Rin Rin Renacuajo ha muerto”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Se implorará en “ritual de lluvia”, para que vuelvan a caer sus gotas, para que las semillas germinen, no haya hambre y bailemos felices.

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Visita escolar a la exposición. 2008. Fotografia. Autor: Clara Inés Ángel. Fue realizada por la museógrafa Clara Isabel Recamán para los alumnos del Colegio Italiano Leonardo Da Vinci.

“Tomando una gotíca de agua”, para guardarla en nuestro corazón. 2008. Fotografia. Autor: Clara Inés Ángel.

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Visita didáctica a la exposición de los niños de los Hogares Club Michín. 2008. Fotografia. Autor: Clara Isabel Recamán.

Visita guiada a los niños de los Hogares Club Michín. 2008. Fotografía. Autor: Clara Isabel Recamán. Se buscó sensibilizarlos hacia la necesidad de conservar y proteger el agua. Cada niño tuvo la oportunidad de coger una gota de agua para guardarla en su corazón.

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Niños de “Mi Primer Kínder”. 2008. Fotografía. Autor: Clara Inés Ángel. Estos pequeñines tuvieron la oportunidad de interactuar en la exposición a través de actividades lúdicas.

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El audiovisual del “Mono de la Pila” permitió a los visitantes recrear momentos del siglo XVIII en torno a la fuente original. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

Sala II -Quejas ante el “mono”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. Los visitantes pudieron interactuar con la exposición, al tener la posibilidad de “quejarse” ante el “Mono de la Pila”, dejando sus opiniones y sentimientos –cual- muro de los lamentos. 158


Detalle de las quejas escritas por los visitantes, sobre el muro especialmente dispuesto y diseĂąado para ello. 2008. FotografĂ­a. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Foto fija del audiovisual el “Mono de la Pila”. 2008. Fotografía. Autor Jorge Martínez. Fue filmado en el patio central del Museo Colonial en torno a la pila original. Con los actores Gloria López y Jorge Arias, convidando- con un toque de campana- a las festividades del Corpus Christi…


“Baile del Trencillo”. 2008. Fotografía. Autor: Jorge Martínez. Realizado a usanza de la época.


Instantáneas de las escenas del audiovisual. 2008. Fotografía. Autor: Jorge Martínez. 2008. Protagonistas: Jorge Arias, Graciela Maglia, Max Ferrari, Nicolás Díaz, Ludmila Ferrari, Gloria López, Berta Pérez, Diego Fernando Guzmán y Juan Alejandro Castaño.


“Doña Tadea Feliciana”, caracterizada por Clara Inés Ángel. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.


Ati Quigua. Conferencista. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. “ Es tiempo de que descubras la esencia nativa que llevas dentro / que nuestras aguas fluyan libres/ que volvamos todos juntos a la tierra” Con una propuesta de la ONIC pretende cambiar los nombres de ciertos lugares emblemáticos de la capital tales como : …. La plaza de Bolívar pasaría a ser la plaza de los Tibas o capitanes y el chorro de Quevedo terminaría llamándose “Qxie o sitio sagrado del agua”.

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TIGUA NIKA SUA.

“Los hijos de AROT, vinieron a cuidar la Tierra; Los AMAYU, el Fuego; los ALASIU, el Aire y AMU ( el hombre de MU, el MHUYSQA) VINO A CUIDAR EL AGUA, y ésta es bendita si tiene AMOR “. Según TIGUA NIKA SUA. Médico tradicional MHUYSQA”

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Sebastián Díaz Ángel. Conferencista. 2008. Fotografía. Autor: Clara Inés Ángel. “Ríos amazónicos y fronteras políticas imaginadas en la repartición del subcontinente suramericano: Geopolítica, fronteras y caucho. Cartografía nacionalista de la cuenca amazónica en la segunda mitad del siglo XIX”.

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...En este proceso los indígenas de las regiones diputadas pueden considerarse como verdaderas “víctimas de los mapas” y de la competencia colonialista de los estados enfrentados. Los procesos de demarcación de las fronteras internacionales y los procesos de nacionalización de sus territorios implicaron en muchos casos la erradicación de los nombres originales de sus lugares y la imposición de nuevos toponímicos, entre otros muchos elementos de invisibilización, colonización y aculturación de los indígenas. Las pocas veces que los pueblos de la región aparecen nombrados en estos mapas nacionalistas es para acentuar el carácter salvaje del territorio por conquistar o para presentar al indígena como otro recurso natural por explotar, al igual que el caucho.


Exposición itinerante en Villa de Leyva. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.. Grupo de visitantes locales disfrutando la exposición.

Detalle de los paneles referentes al tema de “Sia, la Diosa del Agua”. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino.

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Inauguración. 2008. Fotografía. Autor: Ernesto Monsalve Pino. a y b: Palabras del Doctor Gabriel Pardo, Director Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. Arquitecta Margarita Mariño, Directora del Museo de Bogotá. c: Invitados firmando el libro de comentarios y visitas. d: Algunos de los actores del video “Del Mono de la Pila”. e y f: Visita guiada.

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LA CIUDAD DESEADA Queremos ver una Bogotá en donde el agua vuelva a brotar por cada una de las pilas, fuentes, esculturas y monumentos. Donde el agua pueda verse y sentirse a través de los reflejos ondulantes tanto en un día luminoso como con la luz de las estrellas. Chorritos danzarines, en juegos fantásticos cual maravillas sonoras brotando, circulando y embelleciendo nuestra ciudad. Una ciudad soñada e imaginada, integrada por los lugares de la memoria colectiva activados y reactivados mediante la valoración y el reconocimiento de cada uno de los monumentos, esculturas o fuentes de agua. Una ciudad integrada por lugares lúdicos y significativos en donde el agua pueda recuperar su valor sagrado, espiritual y mágico, tan reconocido por nuestros antepasados Mhuysqas. Una ciudad colmada de poéticas lúdicas y abundante en metáforas, aportadas por la posibilidad de unas utopías acuáticas... para llegar a soñar, proyectar e imaginar la Bakatá del siglo XXI. Clara Inés Ángel Casas y Clara Isabel Mz-Recamán Santos.

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CRÉDITOS DE IMÁGENES Hemos procurado buscar y asegurar las autorizaciones de los propietarios de los derechos para publicar las fotografías de este libro, que no son de dominio público. Se incluye la fuente de donde se extrajo la foto.

Ernesto Monsalve. Exposición “Agua. Fuentes de Bogotá” Páginas: 2, 3, 8, 9,13, 37, 58, ( arriba derecha, abajo),62,63,66,67,68, 85, 87 (abajo derecha); 112, 113, 115, 116,117, 118, 119, 120, 121, 122(arriba), 123, 124, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 132, 133,134, 135 (a,b,c,e,f,g), 136, 138, 140,142 (a,c,d,e,g), 143 (c,d,e,g,h), 144, 145, 146, 147,148,149, 150, 151, 152, 153, 154,157, 158, 159, 162 (b,d,e,g), 163,164, 165, 167, 168, 169.. Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – Colección Museo de Bogotá -Fondo CEAM Páginas: 39 #14010; 58 #14862 (arriba izquierda ); 59 #14016, 60 #13713; 74 #13787, 75 #14503; 78 # 12700 (abajo) 80 #12679 (abajo); 82 y 83 #13610; 87 # 12668 (arriba izquierda) 14001 (arriba derecha); #14689 (abajo izquierda); 88 #12505 ( arriba derecha), # 13292(arriba izquierda), #12471 (abajo); 89 #12438; 90 #13712; 92 y 93 #13710; 94 #13864; 95 # 13885; 96 #13684; 98 #12479; 102 # 15243; 103 #14329; 108 #12591; 109 # 14228; 110 14537. Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – Colección Museo de Bogotá- Fondo Saúl Orduz Páginas 100 #7445. Instituto Distrital de Patrimonio Cultural – Colección Museo de Bogotá Fondo Luis Alberto Acuña Páginas: 79 # 0050; 80 # 0093 (arriba) Biblioteca Luis Ángel Arango - Banco de la República Páginas: 22, 26 (arriba), 30 (arriba), 69, 70, 84. Papel Periódico Ilustrado. Página: 53, 73. Edward Walhouse Mark. Acuarelas de Mark. Página: 45, 46, 47. Alexander Humboldt. Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas. Página: 56, 97. Ramón Torres Méndez. Acuarelas Página: 71 72, 74 (arriba), 76 (arriba). Geografía Pintoresca. Página: 77. Roulin y Boussingault. Por el Río Magdalena hasta Bogotá. Memorias de Viaje. Banco de la República - Colección Página: 86 # 1826 Voyage Pinttoresque en Colombie. Clara Inés Ángel Casas Páginas: 14, 23, 40, 49, 50, 51, 52, 64, 110 (abajo) 111, 142 (b,f,), 141, 143 (a,b,f), 155, 157, 166. Villegas Editores Páginas: 24, 26 (abajo), 29, 49, 76 (abajo), 91. Historia de Bogotá.

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